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El escribe
durante el ministerio de Esdras y Nehemías. Durante ese tiempo el
pueblo de Dios había regresado de su exilio. Y en vez de estar
alegres por haber regresado a su tierra natal el pueblo está
desmotivado. Están viviendo en la tierra prometida, pero es un
pueblo deprimido. El profeta Malaquías los llama a renovar su fe
en Dios.
1. Mira el amor tan grande que Dios tiene por su pueblo. Su amor
por nosotros es inmutable. Su plan de redimirnos y llevarnos a la
gloria es inmutable. Dios nunca nos desechará. Aunque nosotros
merecemos que nos deseche. Fíjate lo que Dios le dice al pueblo de
Israel. Malaquías 3:6-7 “Porque yo Jehová no cambio; por esto,
hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. Desde los días de
vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las
guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha
dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué hemos de
volvernos?” Dios nos destruyó a su pueblo, aunque tenía razones
suficientes para hacerlo. Durante toda su vida el pueblo de Israel
ha sido desobediente. “Desde el día de vuestros padres os
habéis apartado de mis leyes y no las guardasteis”. ¿Acaso no
tenía razones Dios para desechar a un pueblo rebelde y de dura
cerviz, es decir, orgulloso? Y la respuesta es que sí. Aun así, Dios es
fiel a su pacto. Él es fiel a sus promesas. ¿Y acaso no podemos
decir lo mismo de nosotros? ¿Acaso no tiene Dios razones para
desecharnos? ¿Le amamos con todo nuestro, corazón nuestra
mente, nuestra alma y nuestras fuerzas? ¿Acaso Dios no soporta
las veces que le hemos dado una adoración superficial cuando
nuestro cuerpo está aquí, pero estamos distraídos mirando a los
niños, hablando con el hermano en el culto de adoración cuando
deberíamos estar atentos a lo que se hace? ¿Acaso Dios no tiene
razón para desecharnos cuando no leemos su Palabra que nos ha
dejado para que la estudiemos? ¿Acaso no tiene razón Dios para
desecharnos cuando no hemos trabajado con nuestros pecados de
orgullo, impaciencia, envidia, vanagloria, pecados sexuales,
descontento, mundanalidad, falta de compromiso, inconsistencia
en la asistencia a la iglesia, falta de apoyo económico a la iglesia,
falta de apoyo a los cultos de la iglesia, insumisión de las esposas y
falta de ejercer un liderato fiel, amoroso y respetuoso a nuestras
esposas, falta de oración, etc.? ¿No le damos razones todos los días
para que nos abandone totalmente? La respuesta es que sí. Dios
demuestra su enojo cuando no nos bendice. Si buscamos la
bendición de Dios debemos buscarla acompañada de obediencia.
Pero, aunque todos los días le damos razones a Dios para que nos
deseche, Él ha dicho: “Porque yo Jehová no cambio; por esto,
hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” Nuestra salvación
descansa exclusivamente en su misericordia. ¡Cómo no debemos
darle a Dios la mayor consagración de vida que Él se merece!
¡Cómo esto nos debe llevar a servirle, a servir a su Iglesia, a
trabajar por el Señor, a buscar ganar almas para Cristo, a darle a Él
lo mejor de nuestro esfuerzo, de nuestro tiempo, nuestros
talentos! ¿Cuán agradecidos somos de su misericordia? ¿De su
paciencia con nosotros? Todo esto debe impulsarnos a vivir para
Dios porque su inmutabilidad implica favor eterno.