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La Inmutabilidad de Dios
Introducción
Algunos cambios son bienvenidos, otros no. Un gran consuelo para los cristianos
que viven en estos tiempos turbulentos y problemáticos, es la confianza que
tenemos en que Dios no cambia. Los teólogos se refieren a este atributo de Dios,
como ‘la inmutabilidad de Dios’. Dios no cambia. Esta verdad se ve varias veces en
las Escrituras e incluso en los himnos que cantamos en la iglesia. Reflexionemos en
este gran atributo de Dios, antes de considerar las aplicaciones de esta verdad a
nuestras vidas.
Dios No Cambia
Qué ironía cuando comparamos este texto con 1 Samuel 15:29. La ‘esperanza’ de
Samuel estaba en la posibilidad que Dios pudiera cambiar y no llevar a cabo las
consecuencias del pecado de Saúl. La profecía de Malaquías, nos dice todo lo
contrario. Al igual que Saúl, Israel ha pecado y el juicio divino es una realidad. La
inmutabilidad de Dios significa que Dios seguirá con el juicio. También significa
que Dios seguirá adelante con Su promesa de salvación. ¿Cómo se puede encontrar
consuelo y estar seguros de la salvación si también se nos asegura que seremos
juzgados? La respuesta es simple cuando se observa desde la perspectiva de la cruz
de Cristo. El juicio cierto de Dios, cayó sobre Su Hijo Jesucristo y así, por tener fe en
Él, los hombres son salvos de sus pecados y de la ira de Dios. Nuestra esperanza no
está en desear que Dios no siga adelante castigando el pecado; nuestra esperanza
está en la certeza que en Cristo, Él ha juzgado el pecado de la carne, una vez y para
siempre, de manera que seamos salvos. La inmutabilidad de Dios es una parte
importante de nuestra esperanza, pues Él que prometió juzgar el pecado, es el
mismo Dios que prometió salvarnos de nuestros pecados, juzgando el pecado en la
persona y en la obra de Jesucristo, Su Hijo.
“Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad
cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. Jesucristo es el mismo
ayer, y hoy, y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas;
porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca
aprovecharon a los que se han ocupado de ellas” (Hebreos 13:7-9).
El libro de Hebreos fue escrito para los santos judíos que estaban comenzando a
sufrir persecuciones, probablemente de sus hermanos judíos no creyentes.
Estaban siendo tentados a renunciar a su fe en Cristo y abrazar nuevamente el
judaísmo. El autor de esta epístola, ha demostrado reiteradamente que el antiguo
pacto mosaico nunca intentó salvarles, sino prepararles para el nuevo pacto que se
había cumplido en Cristo. Este nuevo pacto es “mejor”, palabra clave en Hebreos y
no debe olvidarse para regresar al antiguo. Estos santos son exhortados a persistir
en su fe, incluso en medio de la persecución. La exhortación a seguir los pasos de
los hombres de fe a través de quienes llegaron a la salvación, es seguida
inmediatamente por este que recuerda la inmutabilidad de Jesucristo:
Esta declaración es muy importante, pues es una demanda de deidad. Sólo Dios es
inmutable; sólo Él puede no cambiar y no cambia. Sólo Dios es inmutable; sólo Él
no puede cambiar y no cambia. La razón del autor al decirnos que Jesucristo es el
mismo ayer, hoy y para siempre, es para recordarnos que Él es Dios. ¡No debe
maravillarnos que Su sacrificio es superior a cualquiera de los sacrificios que
vemos en el Antiguo Testamente! También es un incentivo para la fe. En quién
mejor para depositar nuestra salvación y nuestro bienestar eterno que en Aquel
que no sólo es Dios, sino que tampoco puede cambiar y no cambia. Nuestro destino
eterno no podría estar en mejores manos.
“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces,
en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17).
Al igual que el escritor a los Hebreos, Santiago escribe a aquellos que están
sufriendo por su fe. Les instruye que deben regocijarse cuando se ven envueltos en
problemas, sabiendo que eso está divinamente establecido para reforzar nuestra
fe, al generar paciencia (Santiago 1:2-4; comparar con Romanos 5:3-5). Si
carecemos de sabiduría para saber cómo responder a los desafíos de la vida, sólo
debemos pedírsela a Dios. No debemos nadar en la duda, pues en este caso
seríamos personas inestables integralmente (versículos 6-8). Quienes perseveran
en los desafíos, una vez que estos hayan pasado, recibirán la corona de la vida
(versículo 12).
Mientras Dios nos prueba con los desafíos y tribulaciones, Él nunca nos tienta a
caer en el pecado. Esa tentación viene de otra fuente. Tanto el mundo como el
diablo, ciertamente se proponen alejarnos de Dios; pero también debemos ver
dentro de nosotros mismos para encontrar una explicación a nuestros pecados. Un
hombre que es tentado, después sus pecados lo tientan, porque ha dado rienda a
sus propias lujurias. Ciertamente no debemos culpar a Dios (versículos 13-15).
Dios no es la fuente del mall, sino la fuente de todo lo bueno. Todo lo bueno viene
de Dios, como un don. Dios es un don. Sólo las cosas buenas tienen su origen en
Dios. Él es inmutable; podemos decir que esto es una regla y que no hay
excepciones la regla. El Dios que es bueno y la fuente de todo eso que es bueno, es
consecuentemente bueno para quienes son Suyos (versículo 17; ver también
Romanos 8:28).
En estos cuatro textos, dos de los cuales vienen del Antiguo Testamente y dos del
Nuevo, vemos que la inmutabilidad de Dios es enseñada claramente en la Biblia y
que es una verdad intensamente práctica. Antes de considerar las implicaciones
prácticas de la inmutabilidad de Dios, veamos brevemente dos circunstancias en
las cuales se podría concluir erróneamente que Dios no es inmutable.
Varias veces, las Escrituras hablan que Dios ‘se arrepiente’ o que ‘cambia de
parecer’ (ver Génesis 6:5-6; Éxodo 32:14; Jonás 3:10; 2 Samuel 24:16). ¿Creen
ustedes que estos textos restan nuestra confianza en la inmutabilidad de Dios? ¡Por
cierto que no! Primero, debemos aclarar el significado de ‘inmutabilidad’. La
inmutabilidad se aplica a la naturaleza de Dios. Él es siempre Dios y Él es siempre
poderoso. Dios nunca dejará de cumplir Su voluntad por causa a un cambio en Su
poder para cumplir Sus propósitos. Segundo, Dios es inmutable con respecto a su
carácter o atributos:
“…Dios es inmutable en Sus atributos. Cualquiera hayan sido los atributos de Dios
antes que el universo fuera llamado a existir, son exactamente los mismos hoy y
serán para siempre. Necesariamente, pues son la perfección misma, las cualidades
esenciales de Su ser. Semper idem(siempre los mismos) está escrito en cada uno de
ellos. Su poder es imbatible, Su sabiduría no puede disminuir, Su santidad es
inmaculada: Los atributos de Dios no pueden cambiar más que si la deidad dejara
de ser. Su veracidad es inmutable, pues Su Palabra “permanece en los cielos”
(Salmo 119).
Su amor es eterno: “Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3) y: “…como
había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (Juan 131).
Cuando Dios “se arrepintió del mal que había declarado que le haría a los
ninivitas”, Dios no sólo estaba actuando consecuentemente con Su carácter.
También estaba actuando consecuentemente con Su Palabra:
“En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y
destruir. Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo
me arrepentiré del mal que había pensado hacerles” (Jeremías 18:7-8).
Esta esperanza fue la que hizo que el rey de Nínive se arrepintiera, junto con el
resto de la ciudad (Jonás 3:5-9). Las acciones de Dios son predecibles porque Él es
inmutable. Esta era la esperanza del arrepentimiento del rey de Nínive y el temor
del profeta de corazón pagano, Jonás.
Tercero, Los propósitos y las promesas de Dios son inmutables (ver Romanos
11:29).88 Dios termina lo que comienza. Esto fue la base de la apelación que hizo
Moisés a Dios, en Éxodo 32 (versículos 11-14). Aquí, las acciones de Dios en
respuesta a la apelación de Moisés, no fueron una contradicción a Su
inmutabilidad; sino un trabajo accesorio de esa inmutabilidad.
Las variadas dispensaciones que vemos en la Biblia89, no son una contradicción a
la inmutabilidad de Dios. La inmutabilidad de Dios, no le impide incorporar
diferentes economías en Su plan global de redención. En Romanos 9-11, el apóstol
Pablo muestra cómo toda la historia es una parte del plan eterno y único de Dios.
La caída de la nación de Israel y la salvación de los gentiles, eran parte de este plan.
Con frecuencia las Escrituras del Antiguo Testamento hablan de estos asuntos, aún
cuando los judíos no estaban dispuestos a oir o a aprender. Muy pronto en Su
ministerio terrenal, Jesús le recordó a sus hermanos judíos, el propósito de Dios de
bendecir a los gentiles tanto como a los judíos, consecuentemente con el pacto
abrahámico (Génesis 12:1-3) y muchos otros textos (ver Lucas 4:16-27; Romanos
9:11).
Pedro y la Inmutabilidad de Dios
“Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios
entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros
por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a éste, entregado por el
determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis
por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la
muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella, porque David dice de
él: Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré
conmovido. Por lo cual mi CORAZÓN se alegró, y se gozó mi lengua, y aún mi carne
descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades. Ni permitirás
que tu Santo vea CORRUPCIÓN” (Hechos 2:22-27).
Pedro sostiene “que era imposible” que nuestro Señor no se levantara de los
muertos (versículo 24). ¿Por qué? Después, Pedro cita el Salmo 16:8-11, donde la
profecía señala: “Ni permitirás que tu Santo vea corrupción”. La corrupción es un
cambio de estado, un cambio descendente. Por cuanto Jesús es Dios y Dios no
puede cambiar, Dios no puede corromperse. No fue imposible que Jesús se
levantara de los muertos, como alguien podría deducir. Más bien, era imposible
que no se levantara, por cuanto Él es inmutable y la corrupción implica un cambio.
Podemos suponer que la tumba de Lázaro, después de tres días, hedía; pero no
había olor alguno en la tumba donde yació Jesús. Era imposible para Él que se
corrompiera. La resurrección de nuestro Señor fue una necesidad teológica.
Conclusión
La inmutabilidad de Dios está lejos de ser tan sólo una observación teológica o una
verdad hipotética. Es una verdad que transforma vidas, de lo cual podemos
concluir varias implicaciones para nuestras vidas.
“Porque así dijo Jehová: Toda la tierra será asolada; pero no la destruiré del todo.
Por esto se enlutará la tierra, y los cielos arriba se oscurecerán, porque hablé, lo
pensé, y no me arrepentí, ni desistiré de ello” (Jeremías 4:27-28).
La inmutabilidad divina, al igual que la nube que se interpuso entre los israelitas y
el ejército egipcio, tiene un lado oscuro como uno claro. Asegura la ejecución de
Sus amenazas tanto como el desarrollo de Sus promesas y destruye la esperanza
que acarician los impíos, que Él será indulgente hacia Sus frágiles y erradas
criaturas y que estos serán tratados con mucha más liviandad que como lo declara
Su propia Palabra. Nos oponemos a estas presuntuosas y falsas especulaciones. La
verdad solemne es que Dios es invariable en veracidad y propósito, en lealtad y
justicia (J. Dick, 1850).91
(5) Con frecuencia los impíos hacen mal uso de la inmutabilidad de Dios, haciendo
de ella un pretexto para vivir en el pecado sin temer el castigo. Los hombres y
mujeres pecadores a menudo abusan de la inmutabilidad de Dios. El Dios
inmutable es Uno que es el sostenedor de todas las cosas. Por supuesto, todas las
cosas permanecen desde la fundación del mundo (Colosenses 1:16-17; ver también
2ª Pedro 3:3-4). La constancia del mundo en el cual vivimos, es un asunto de la
gracia común y esta constancia testifica Su bondad y gracia. Los no creyentes
malinterpretan la consistencia del orden de la creación, haciendo de ella ‘una
prueba’ de que Dios no juzgará al mundo por su pecado (2ª Pedro 3:3-4). Entonces,
¿cómo podemos estar seguros de Su juicio? (1) Porque la Palabra de Dios nos
advierte del juicio y la Palabra de Dios, al igual que Dios, no cambia. (2) Porque la
historia de la Biblia está llena de ejemplos de la intervención de Dios en la historia
humana juzgando sus pecados. Este juicio tiene a veces una forma espectacular, tal
como lo vemos en el diluvio (Génesis 6-7) o en la destrucción de Sodoma y
Gomorra (Génesis 19). Otras veces, el juicio es retrasado de manera que los
hombres puedan arrepentirse y ser salvos. Y otras veces, el juicio de Dios llega en
una forma en que no se le reconoce como un juicio divino. Este es el caso en
Romanos 1:18-32. La ira de Dios es evidente al permitirle a los hombres sufrir la
degradación y la corrupción del pecado de manera que se contaminan tanto en el
cuerpo como en la mente. Él juzga a los pecadores permitiéndoles persistir en su
pecado sin interrupción divina, cosechando así el torbellino de consecuencias por
su pecado. En el día de hoy, en nuestra cultura muchos consideran la inmoralidad,
la perversión y los pensamientos torcidos, como progreso, como una bendición.
Pero debemos considerarlos por lo que son —juicio divino— una pequeña muestra
de lo que vendrá.
(6) El Dios inmutable es el único medio por el cual los hombres pecadores pueden
ser cambiados para poder entrar en las eternas bendiciones de Dios. Mientras Dios
no cambia, los hombres pecadores deben cambiar para entrar el reino de Dios. Este
‘cambio’ va de un hombre que es un vil pecador, que merece la eterna ira de Dios, a
un pecador perdonado, que ahora está vestido en la justicia de Dios, por medio de
su fe en Cristo. Es Dios quien provee los medios mediante los cuales los pecadores
pueden cambiar transformándose en una nueva creación, perdonado, justificado,
teniendo una esperanza no perecible. Lo que se requiere de los hombres, es que se
arrepientan, dejar de pensar y actuar como lo hicieron alguna vez, reconociendo sus
pecados y confiar en Jesucristo.
No son las buenas obras que hacen los hombres, las que ganan el favor de Dios.
Más bien, es le buena obra que Dios cumple en nuestras vidas, el resultado de Su
bondad y de Su gracia. El único cambio que Dios aceptará, es el cambio que Él
produce en y a través nuestro, por medio de la obra de Cristo y del Espíritu Santo.
No hay mayor espanto que saber que somos pecadores y que Dios no sólo odia el
pecado, sino que Él ciertamente juzgará a los pecadores. Para los pecadores no hay
consuelo que pueda encontrarse en la inmutabilidad de Dios. Pero para aquellos que
han confiado en la provisión de Dios para los pecadores, no hay mayor consuelo que
saber que Dios nos ha elegido, nos ha llamado y nos ha prometido la salvación eterna
que no cambia.
87 Arthur W. Pink, Gleamings of the Godhead(Chicago: Moody Press, 1975), pp. 35-
36.
88 Algunos de los propósitos de Dios son temporales y transitorios. El pacto
mosaico, por ejemplo, fue una provisión transitoria que no alteró en modo alguno
o dejó de lado, el eterno pacto de Dios con Abraham (ver Gálatas 3:17).
89 Debemos decir que incluso los no-dispensacionalistas creen en las
dispensaciones que existen en ciertas distinciones en el programa de Dios a través
del curso de la historia bíblica. El desacuerdo se origina en el hecho de tales
diferencias; pero en la interpretación de estas diferencias. Como regla, los
dispensacionalistas tienden a enfatizar las diferencias mientras que los teólogos
del pacto, enfatizan la unidad de todo el plan que abarca todas las dispensaciones.
90 J.I. Packer, Knowing God, (Downers Grove: Inter-Varsity Press, 1973), p. 72
91 Arthur W. Pink, Gleanings in the Godhead(Chicago: Moody Press, 1975), p.37.
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