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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO

ESCUELA DE PSICOLOGIA
DIPLOMADO EN INTERVENCIONES TERAPÉUTICAS EN INFANCIA

MODELO SISTÉMICO RELACIONAL

Y TERAPIA CON NIÑOS

Sobre el uso del juego en la terapia sistémica

Integrantes

Francesca Salucci Z.
Loreto Vergara M.
Nury Wilson C.

Viña del Mar, Septiembre de 2015.


“Cuando un niño llega a terapia, se que ha perdido lo que alguna vez tuvo, y tenía

derecho a tener, cuando era bebé : el uso pleno y gozoso de sus sentidos, cuerpo e

intelecto y la expresión de sus emociones. Mi trabajo es ayudarle a encontrar y

recuperar esas partes faltantes de sí mismo.”

(Violet Oaklander)

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INDICE

Pág.

Modelo Sistémico Relacional Y Terapia con Niños ……………….. 4

Antecedentes …………………………………………………………….. 4

La Terapia con Niños. Aspectos Generales ………………………… 5

El Juego en la Terapia con Niños ……………………………………. 6

El Uso del Juego en la Terapia Sistémica …………………………… 7

Conclusión ……………………………………………………………….. 8

Bibliografía ……………………………………………………………….. 9

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Modelo Sistémico Relacional y Terapia con Niños

El presente documento tiene por objeto exponer elementos para la reflexión acerca de la Terapia
realizada con Niños y del uso del recurso del Juego desde una aproximación relacional.

Con esta finalidad, luego de revisar algunas conceptualizaciones, se establecerán algunas


conclusiones e implicancias prácticas de la visión que se plantea.

Antecedentes

Durante la primera mitad del siglo XX nace un nuevo paradigma científico; a saber, el
paradigma sistémico, mediante el cual la realidad ya no es observada de manera lineal (causa ->
efecto), sino que entendida de manera circular; esto es, como un todo que no es igual a la suma
de las partes, en tanto se plantea que el todo está en la parte y la parte, en el todo.

Aplicado este nuevo paradigma en la psicología, los años 50 fueron años de investigación sobre
el contexto familiar del individuo, cobrando relevancia el concepto de familia.

Por su parte, los años 60 fueron años de reflexión sobre el contexto social de la familia y los
años 70, de recuperación del individuo desde el punto de vista sistémico; esto es, se comienza a
articular en un todo los niveles individual, social y familiar. (De Manuel Vicente, Carmen,
2009).

El Modelo Sistémico Relacional está basado en conceptos y aplicaciones de la Teoría General


de Sistemas, la Cibernética, la Pragmática de la Comunicación Humana y los modelos
construccionistas.

La premisa fundamental de este modelo radica en considerar al individuo no solo en su


subjetividad, sino que también en función de sus interacciones y sus relaciones con los demás; a
saber, se entiende que el comportamiento de un individuo no se da aisladamente, sino que tiene
sentido dentro de un contexto o sistema relacional. (Andolfi, M., De Nichilo, M., en Bowen,
2010).

Conforme con lo anterior, el estudio de la familia constituyó una de las nuevas áreas de interés.

La Terapia Familíar es un movimiento que, al decir de Bowen (Bowen, M., 2010), se ha


desarrollado como una extensión del psicoanálisis en la década de 1950, en el intento de
encontrar estructuras cognitivas y métodos de terapia más eficaces que el enfoque intrapsíquico,
en los casos de graves tratornos emocionales que afectan tanto al individuo como al contexto
familiar en el que se halla inserto.

Para este autor, la familia es un sistema que sigue las leyes dinámicas de los sistemas naturales,
en el sentido de que dentro de un sistema familiar toda persona tiene una función que la
convierte en un segmento imprescindible de un todo más vasto. De este modo, los síntomas
observables en un individuo constituirían las evidencias del trastorno emocional, físico y social.

De acuerdo con estos postulados y en relación al tema de este trabajo, resulta necesario precisar
que esta teoría se centra en el niño no en solitario, sino que en su contexto social primario; es
decir, su familia.

De este modo, para el trabajo terapéutico se considerará una visión amplia de familia, la cual
requiere la consideración de diversos niveles de contexto : familia como sistema relacional,
familia como parte de un sistema comunitario, familia como producto de procesos evolutivos y

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en evolución, familia como sistema con recursos para la adaptación y para el cambio y familia
como sistema multigeneracional (contexto transgeneracional e histórico). (Astorga, Alejandro,
2003).

La Terapia con Niños

Aspectos Generales

La meta de una intervención sistémica es introducir un cambio significativo en la interacción de


los miembros de la familia de manera tal que la rotación del síntoma en la fratría o en otros
miembros del sistema se haga innecesaria.

Respecto a la terapia con niños es preciso señalar, en primer término, que el tema de la inclusión
o exclusión de éstos en las sesiones terapéuticas ha sido tratado por distintos autores en el
transcurso de la historia de la terapia familiar. La discusión se ha basado principalmente en el
hecho de que quienes consultan son los padres y que lo hacen cuando observan algún problema
o dificultad en sus hijos, o porque los profesores les han solicitado que consulten un psicólogo
por alguna dificultad que ellos no pueden resolver. De este modo, los niños llegan a terapia
traídos por sus padres porque son agresivos o retraídos, porque han sufrido algún trauma o
porque están reaccionando mal a la separación de sus padres, entre otros motivos. (Oaklander,
V., 2009)

En este trabajo nos centraremos en aquellos casos donde la inclusión del niño en la terapia
resulta pertinente, ya sea para recoger información sobre el circuito de interacción familiar
desde el punto de vista del niño o detectar la motivación del niño en relación al tema motivo de
consulta, entre otros.

Un punto fundamental de mencionar respecto a la inclusión de los niños en terapia, es la


dificultad de algunos adultos para llegar a conocer y profundizar el mundo infantil a través del
lenguaje verbal. Esta incapacidad muchas veces la traen los mismos padres o cuidadores que
consultan en terapia y la forma en que se expresan del niño es excluyéndolo. Al darse cuenta de
ésto le solicitan al niño que sea él el que se incluya, sin brindar un facilitador y solicitándole que
lo haga como lo haría una adulto. (Milicic, N., 2010)

Es allí en donde el terapeuta es el encargado de crear un ambiente en el cual el niño se incluya;


esto es, que se sienta que puede participar de ese espacio y desarrollar en los padres habilidades
que permitan que él lo haga desde su natural comportamiento infantil. “El terapeuta que trabaja
en terapia familiar con niños debe promover un contexto en el que le sea posible al niño
expresarse con su lenguaje preferencial y a los adultos comunicarse con él también en ese nivel”
(Andolfi, M., 1984 en Aberg, S. et al., 2011).

Es primordial el manejo del terapeuta en incluir al niño en su totalidad, lo cual conlleva mirarlo
en relación con sus padres y su contexto y no centrarse sólo en la problemática o en el síntoma
que éste presenta. El cuidado debe ser aún mayor cuando el motivo de la consulta se relaciona
con el ámbito escolar, en donde el niño ya ha comenzado a ser tratado como un problema y no
como un individuo.

Trabajar con un niño y motivarlo a participar de la sesión empieza por lo más elemental; a
saber, por respetar sus derechos como la persona que es. Y como persona tiene derecho a ser
oído y que sean tomadas en cuenta sus opiniones, que se le considere como alguien que tiene
cosas interesantes que decir. Como terapeutas, ésto lo hacemos cuando en sesión buscamos
activamente su opinión sobre los temas que se tratan. (De Manuel, C., 2009)

Conforme con lo anterior, un elemento que pudiera favorecer que los niños participen
activamente de la terapia es que sean parte de las decisiones sobre el encuadre y los objetivos, lo
que permite que los niños se percaten de que sus gustos e intereses van a estar presentes en este

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espacio y, lo que es más importante, percibirá que sus padres también accederán a sus
peticiones. Así, los padres conocerán nuevas facetas de sus hijos favoreciendo de esta manera la
relación familiar.

La participación de los niños junto a sus padres permitirá que lo que ocurra en sesión sea
compartido por toda la familia. El foco terapéutico estará puesto en el “emergente relacional”
en el “momento presente” (Stern, D., 2004), tanto si “conversamos” como si “jugamos”, o tanto
si los niños participan en el foco de las actividades de la sesión o se marginan de él.

El Instituto Chileno de Terapia Familiar (IChTF) plantea que “la tarea terapéutica primordial
reside en la forma de «estar con» niños y sus padres, como experiencia unificada. Para
referirnos al recurso que el/la terapeuta debe poner en acto, usamos aquí, como metáfora, la idea
de «bilingüismo» que aparece en el prefacio de un texto de Daniel Stern (1991), cuando el autor,
mediante una anécdota personal, se refiere a la capacidad de un adulto de comprender en una
interacción las formas de comunicación entre un niño y otro adulto” (Aberg, S., et. al, 2011).
Esto no solo es exclusivo para el profesional, ya que la relación del terapeuta con el niño es
observada por los padres y se torna una experiencia de conocer el modo en cómo su hijo habla
de sí mismo, de lo que le pasa y de cómo visualiza la función de su propia familia ante otro. Y
para el terapueta es fundamental la reacción de los padres ante esta interacción.

Otro elemento importante a considerar, al trabajar con niños, además de las herramientas
terapéuticas que podamos utilizar, es manejar conocimientos de las etapas del desarrollo
infantil. De esta manera, sabemos que el juego, los dibujos, su concretismo en el lenguaje, su
labilidad atencional, entre otros, van evolucionando y cambiando con la edad. Todos estos
aspectos nos permitirán facilitar la comunicación tanto con los niños como con los adultos
presentes.

Hay que tomar en cuenta que los niños con su sola presencia en la terapia nos hacen partícipes
del fenómeno del desarrollo individual y junto a ello, del desarrollo familiar. Nos sitúan dentro
de un sistema relacional en desarrollo. La terapia se incorpora así a la organización evolutiva de
la familia que consulta, pudiendo potenciar procesos de transformación.

El Juego en la Terapia con Niños

Los niños tienen una inclinación natural al juego y a la imaginación; por ello, cuando hablamos
de niños y terapia lo primero que se nos viene a la mente como herramienta terapéutica es el
juego, tanto como una forma de vincularnos con ellos, como también una estrategia para
conocer el mundo de ese niño; cómo se ve, cómo ve a los demás, cómo se incluye en el sistema
familiar, cómo se relacionan entre sí, etc. (Puentes, C., Carrasco, E., 2005)

El jugar constituye una oportunidad de comunicación con el niño, además de permitir observar
cómo la respuesta de los adultos presentes aprovecha o abandona esa posibilidad de conexión.

Se debe tener siempre presente que el juego, así como otras actividades que no implican
comunicación verbal, son herramientas que podemos utilizar; pero, al mismo tiempo, no
podemos desatender la necesidad de lenguaje de los niños y de tratar temas “serios”, bajo el
supuesto que no pueden comunicarse a través del lenguaje verbal.

Tal como plantea Schaefer (2013) en los fundamentos de terapia de juego, lo anteriormente
descrito es materia conocida para los terapeutas del juego, para quienes su punto focal es la
etapa de desarrollo en la que está el niño. Las teorías sistémicas, por su parte, se centran en la
etapa del ciclo vital que está atravesando la familia, por ende los terapeutas sistémicos deben
mezclar ambas teorías al implementar el juego en las sesiones con niños.

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El Uso del Juego en la Terapia Sistémica

Nos hemos referido de manera general a la importancia del juego como herramienta dentro de la
terapia psicológica con niños; mas, ¿cómo utilizaremos el juego para que éste sea terapéutico
específicamente en una terapia sistémica relacional?. ¿Qué capacidades debe tener el terapeuta
sistémico para que se involucre en forma significativa en el proceso?.

Primeramente, el terapeuta debe conocer y manejar diversas técnicas de manera tal que pueda
recurrir a la que le parezca más pertinente; al mismo tiempo, debe tener la capacidad de
relacionarse de manera lúdica con el niño.

Si bien a muchos profesionales les resulta dificultoso poner en práctica la técnica de juego en
sus terapias, en especial cuando se intenta integrar a los adultos en estas actividades; los
obstáculos se presentan por la falta de creatividad, temor a verse poco profesional ante los
adultos y las resistencias de éstos a participar; al decir de Violet Oacklander (2009, p.47) “si
esta cualidad vital se ha oscurecido o perdido, el terapeuta debe encontrar el modo de
recuperarla”.

Algunos autores señalan que la posibilidad de jugar en sesión es considerada no solo un objetivo
terapéutico, sino incluso “un valor en sí mismo, y una cualidad intrínseca del sistema
terapéutico” (Andolfi (1997), en Puentes, C. y Carrasco, E., 2005); ésto, en tanto es bastante
común que los niños no puedan expresar verbalmente qué es lo que les pasa; entonces, el juego
y las narraciones resultan muy adecuados para comunicar sobre el problema, en forma
metafórica. A través de éstos los niños encuentran formas de expresar sus emociones, verbalizar
sus dudas, temores, y generar alternativas reparadoras. De este modo, la finalidad del juego pasa
a ser el juego mismo y su emergencia un logro terapéutico en sí; toda vez que nos permitiría
percibir a ese niño como segmento de su sistema familiar.

Conforme con todo lo anteriormente expuesto, en el trabajo terapéutico con niños seguimos la
premisa de Oaklander (2009, p. 52) respecto a que “todo lo que el niño crea es una proyección
de algo dentro de sí, o al menos, algo que le interesa. De modo que si un niño cuenta una
historia, seguramente contiene material que refleja su vida o quién es él, y expresa alguna
necesidad, deseo, carencia o sentimiento que tiene.” Así, afirmamos que a través del juego algo
dentro de él ha sido expresado para nosotros.

De este modo y de acuerdo a un postulado de Bowen a propósito de la psicoterapia individual,


donde señala que “me resultó cada vez más difícil ver a un individuo sin “ver” a todos los
demás miembros de la familia, sentados como fantasmas junto a él” (Bowen, 2010, p. 25),
estimamos que el uso de recursos lúdicos en el ejercicio profesional con niños nos permitiría
identificar y observar a través de ellos el proceso emocional que circula al interior del sistema
nuclear, pudiendo reparar, así, en el circuito relacional del sistema familiar, en los mitos en la
familia, en algunas crisis transicionales, en ciertas pautas relacionales del sistema familiar, en el
lenguaje sintomático y en el proceso de triangulación; todo lo cual nos facilitiría la formulación
de hipótesis relacionales que guiarán el ulterior trabajo terapéutico, para cada caso.

Cabe hacer presente que Minuchin y Fishman (2008) sugieren algunas maniobras que debiese
seguir el terapeuta al momento de trabajar con niños, las cuales podrían ser extrapoladas al
juego; a saber, arrodillarse para estar a la misma altura del niño y que el tamaño entre ambos no
se transforme en un elemento de inhibición para el niño y manejar un nivel adecuado de
lenguaje, lo cual conlleva el relacionarse con los niños pequeños desde un lenguaje concreto.

Por otra parte, el proponer en sesión el juego entre padres y niños nos permitiría observar cómo
interactúan entre ellos, cómo funcionan, además de interacciones disfunsionales y las diversas
modalidades que estas cobran al interior del sistema familiar.

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A este respecto, Schaefer (2013) plantea que la terapia de juego familiar crea un puente entre
los niños y sus padres o cuidadores, llegando incluso a una expresión más efectiva que la
comunicacón verbal, señalando que el juego posee un gran poder terapéutico, en funciones
fundamentales como comunicación, pensamiento creativo, formación del apego y mejoramiento
de la relación, entre otras, cómo también puede ser una herramienta para la superación de
traumas.

Deteniéndonos en el planteamiento respecto a que en el juego en terapia familiar pueden


aparecer traumas no resueltos de forma simbólica, podemos mencionar, a modo de ejemplo, “la
entrevista familiar con títeres”, la que ofrece muchas oportunidades de observar las formas de
comunicación evidentes y encubiertas empleadas por los miembros de una familia. La elección
de los títeres, los conflictos expresados en las fantasias, la discusión posterior al juego cuando se
invita a los miembro de la familia a establecer una asociación con las historias, la indagación
acerca de la relación de las historias con el funcionamientode la familia y la fortaleza disponible
del yo para hacer frente a los problemas. (Irwin y Malloy en Schaefer 2013).

Mientras que el terapeuta descubre el contexto en el que se presentan las preocupaciones de la


familia, teniendo como base consideraciones mínimas, como la etapa del ciclo en que están,
debiera potenciar su capacidad de observación e imaginación de lo que está observando,
teniendo la capacidad de motivar y encausar la dínámica que está teniendo el juego familiar. “El
terapeuta creativo, que quiere trabajar al mismo tiempo con niños y adultos, puede inventar
formas nuevas de hablar y jugar que cumplirán casi cualquier propósito terapéutico guiado por
cualquier teoría general” (Dermer, Alund y Sorry (2006) en Schaefer 2013)

En este sentido, precisar que el terapeuta tiene que conocer el lenguaje utilizado por los
miembros de la familia; en palabras de Minuchin (2008), “tener habilidades de políglota”: lo
cual quiere decir que “para rastrear comunicaciones de niños pequeños es preciso conocer el
lenguaje diferente empleado por un niño de dos o de cuatro años y hablarlo con éste en
presencia de los adultos, de modo que al mismo tiempo se esté comunicando con éstos.”
(Minuchin, S., Fishman, H. Charles, 2008, p. 52)

Conforme con todo lo anteriormente expuesto, podríamos señalar que el juego familiar,
entendido como un modo de relacionarse, contiene toda la información necesaria para definir el
problema e introducir ese campo en la sesión. Esto, toda vez que como terapeutas sistémicos
seamos capaces, como ya se ha señalado en un apartado precedente, de reparar en la
comunicación de tipo analógica presente en el juego; a saber, la expresión corporal, la ubicación
de los cuerpos en el espacio, gestos, inhibiciones, indicadores emocionales, etc., de la cual la
conducta o síntoma motivo de consulta constituye su más refinada expresión y no centrarnos
sólo en los contenidos de lo que se dice.

Conclusión

La Terapia de Familia tiene que ser un lugar donde los niños encuentren un espacio propio,
donde se les informe de lo que acontece y, desde luego, se mantenga la confidencialidad.

Si bien la elección del trabajo terapéutico a realizar con cada niño y la inclusión o no de éste en
el mismo, responde a las situaciones que estimemos necesarias de resolver al interior de un
sistema familiar, la elección del tratamiento adecuado derivará del estudio pormenorizado de
cada niño en cada situación biográfica y relacional.

En este trabajo se ha desarrollado el Juego como base para un proceso terapéutico desde la
perspectiva sistémica relacional, que nos permitiría evaluar las necesidades del niño. A este
respecto, precisar que existe una diversidad de aportes en el campo del juego familiar
terapéutico, desde los diferentes enfoques : terapia de arte, bandeja de arena, terapia narrativa

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con sus relatos, historias y preguntas, acuarios familiares, genogramas, entre otros. De acuerdo a
nuestro estilo, enfoque y comodidad personal determinaremos qué tipo de juego utilizar.

Sin embargo, mas allá del procedimiento que ocupemos se debe tener presente que el desafío
siempre será favorecer el contexto lúdico donde el juego adquiera verdaderamente un sentido
relacional; ésto es, se considerará el juego como un medio eficaz para recolectar información
acerca del sistema familiar, con una significación metafórica y como una instancia que permite
la conexión con las emociones, necesidades y conflictos del niño.

Conforme con lo anterior, la incorporación del juego en la terapia sistemica favorece, además, el
conocimiento de la familia, al otorgar otro modo de comunicación. Facilita que los miembros
pueden accionar sus emociones y enfrentar problemáticas de forma más amigable y menos
amenazadora. Además, permite que los niños se sientan cómodos y aceptados.

Bibliografía

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9) Oaklander, Violet (2009). El Tesoro Escondido, Editorial Cuatro Vientos (2da.


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9
10) Puentes Belmar, Carmen Paz y Carrasco Bertran, Eduardo (2005). “¿Juguemos?....
Posibilidades Terapéuticas del uso del juego en Terapia Familiar con niños” Instituto
Chileno de terapia Sistemica. Disponible en:
http://www.terapiafamiliar.cl/intranet/archivos/Juguemos.pdf

11) Schaefer, Charles E. (2013) Fundamentos de Terapia de Juego, Manual Moderno, (2ª
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