La temprana y rápida primera industrialización llevó a
que una gran parte de la población dejara de cultivar la
tierra. La refrigeración, el ferrocarril, el crecimiento urbano y el coche dieron lugar a los supermercados, con sus alimentos empaquetados y etiquetados, con fecha de caducidad y marcas. Hoy en día, la costumbre de conducir hasta estas grandes superficies construidas en las afueras de las ciudades ha llevado al cierre de las tiendas familiares, a la devaluación de los centros urbanos y al declive de las relaciones entre productores de los alimentos, sus vendedores y los compradores. Pero en un tiempo la función de los supermercados la cumplieron los mercados cubiertos. Y en varias partes del mundo estos siguen funcionando, ya que hay gente que aún quiere ver de cerca los alimentos que piensa comprar, así como disfrutar del festival de sentidos que ofrecen estos espacios. Además, muchos también son un placer para la vista, ya que los albergan edificios especiales diseñados con mucho mimo. Y es que la función que cumplen es tan importante como la de los ayuntamientos o las oficinas.