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Familias y Niñez.

Nuevas Tensiones, Nuevas Respuestas

CAPÍTULO 3

La prevención del uso drogas en niños, niñas


y adolescentes: objeto, sujeto y contexto

Claudio Rojas-Jara1
Joana Leiva-Vásquez2
Universidad Católica del Maule

Introducción

Prevenir condiciones de riesgo que amenacen el correcto desarrollo


de niños, niñas y adolescentes (en adelante NNA) debiese ser un ob-
jetivo prioritario en cualquier sociedad que proteja a sus miembros.
De esta manera, toda situación que implique un potencial perjuicio a
su proceso de crecimiento como aquellos factores que le favorezcan
serán claves en su comprensión y eventual abordaje preventivo.
En términos generales, existen al menos tres elementos esen-
ciales en el fenómeno del uso de drogas (Rojas-Jara, 2018a; Romaní,
1999) y que es necesario considerar en el análisis de la prevención
dirigida hacia NNA: el objeto (droga), el sujeto (persona) y el con-
texto (espacios). Estos elementos, sus características e influencias,
determinarán no sólo ciertas singularidades para la aparición del uso
de drogas en NNA (factores de riesgo) sino también aquellas condi-
ciones a cautelar para prevenirle adecuadamente (factores de protec-
ción).

1. Psicólogo. Magíster en Drogodependencias, Universidad Central de Chile.


Máster en Prevención y Tratamiento de las Conductas Adictivas, Universi-
tat de València, España. Académico Departamento de Psicología, Facultad
de Ciencias de la Salud, Universidad Católica del Maule, Chile. Correspon-
dencia dirigirla a: crojasj@ucm.cl
2. Trabajadora Social, Licenciada en Trabajo Social, Universidad Católica del
Maule. Diplomada en Tratamiento de Adicciones, Universidad de Santiago
de Chile. Diplomada en Intervención en Consumo Problemático de Drogas
con Adolescentes Infractores de Ley, Universidad de Chile. Diplomada en
Intervención en Consumo Problemático de Drogas con Adolescentes Infrac-
tores de Ley, Pontificia Universidad Católica de Chile. Correspondencia diri-
girla a: joanaleiva@gmail.com

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El presente capítulo se dirige hacia el análisis y discusión de


estos elementos como una aproximación comprensiva-crítica de las
drogas, los NNA y sus principales espacios de referencia. Además,
propositivamente se ofrecen algunas sugerencias dirigidas hacia la
actuación preventiva consignadas a modo de desafíos.

Sobre el objeto: las drogas

Lo que hoy entendemos y catalogamos como drogas y, por consi-


guiente, el problema de las drogas, no siempre lo fue como tal. De
hecho, de manera histórica, es desde la medicina donde surgieron
primigeniamente –bajo la figura de fármacos– muchas de las sustan-
cias que hoy se persiguen legal y socialmente por su uso no médi-
co. La idea de las drogas como el problema, determina una serie de
errores y prejuicios conceptuales que trascienden el lugar donde se
forjan y se apoderan, peligrosamente, del ámbito de la prevención y
el tratamiento. Por ejemplo, la noción de drogas como algo calificable
(e.g. bueno o malo, beneficio o castigo, etc.) ha revestido tradicional-
mente a este fenómeno de términos tales como: mal, enfermedad,
flagelo o terror (Rojas-Jara, 2015). Estas designaciones y sus estig-
mas pueden transformase en la base de apuestas de prevención e in-
tervención sostenidas y justificadas por estos calificativos, generan-
do una aproximación moral sesgada y parcial sobre el fenómeno, que
condicionarán no sólo la identidad del objeto/droga sino también al
sujeto/persona que le usa (e.g. drogos, enfermos, adictos, manzanas
podridas, etc.). El cómo significamos epistémicamente un fenómeno
se trasfiere a la forma en cómo actuamos sobre el mismo. He ahí el
riesgo de conceptualizar la droga desde posiciones únicas, absolutas
o polares y el desafío por expandir su comprensión.
Lo anterior, nos lleva a reclamar hoy el valor de la definición de
la droga como elemento, más no como el problema en sí mismo. En
la medida que logramos una deconstrucción del concepto de droga
entendiéndola como una creación antojadiza, y por lo demás ines-
table, podremos reconocer que es en el uso, y principalmente en su
función, donde esta alcanza un valor definitorio, subjetivamente re-
presentativo y de anclaje elemental no sólo para la prevención sino
además para la terapéutica. Significaremos entonces a la droga como

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un objeto, sin ánima ni animismos. No como entidad viva a la cual


proveerle cualidades similares a un agente infeccioso en busca de un
huésped, sino puramente como un elemento. Droga es entonces toda
sustancia de origen natural o elaborada químicamente, cuyo uso –
determinado por una función de atribución subjetiva y su nivel de
vinculación con el sujeto– establecerá el carácter y definición de la
misma. Este intento descriptivo, absolutamente parcial, pretende
impugnar ciertos significados parciales otorgados a las drogas. Im-
plica avanzar al reconocimiento de las múltiples relaciones que los
sujetos podemos establecer con este objeto (e.g. usos enteógenos,
ritualistas, farmacológicos, recreativos, etc.) desde lo experimental a
lo problemático (Rojas-Jara & Muena, 2016).
El uso de las drogas, nos propone Romaní (1999), es una prácti-
ca universal en la que se interrelacionan de manera compleja objetos,
sujetos y contextos socioculturales, y que afectará (positiva o negati-
vamente) a diversos aspectos de la vida cotidiana de los involucrados.

Sobre el sujeto: los niños, niñas y adolescentes

Los NNA, como personas, respresentan al sujeto con las variables


definitorias y características que le son propias. La etapa que involu-
cra tanto a la infancia como a la adolescencia es un periodo donde se
establecen las bases de su desarrollo a nivel biológico, psicológico y
social. Es un momento único dentro del ciclo, en que más aprenden y
definen sus conductas de cuidado, respeto y afecto consigo mismo y
con otros (Cuadra, 2016; Hernández, 2015).
Los NNA en la actualidad tienen percepciones propias y perci-
ben el mundo de diferentes formas, por lo tanto, es necesario conocer
el sentido que le otorgan al uso de drogas, sus funciones y los signifi-
cados que le proveen para orientar la prevención (Cifuentes-Muñoz
& Rojas-Jara, 2018). En ese sentido, el consumo de drogas en NNA
debe ser abordado desde un punto de vista comprensivo que permi-
ta conocer los motivos por los cuales los sujetos consumen drogas
(Melo & Castanheira, 2010).
Cabe preguntarse entonces ¿qué impulsa el uso de drogas por
NNA? Según el último reporte mundial de las drogas entregado por
la Oficina de la Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC,

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2018) existen dos escenarios que ilustran la amplia gama de circuns-


tancias que motivan el uso de drogas entre NNA. Por un lado, las
drogas se utilizan en contextos recreativos para agregar emoción y
mejorar la experiencia; y por otro, los NNA que viven en condiciones
complejas usan drogas para hacer frente a las circunstancias difíciles
en que se encuentran. Estos escenarios nos recuerdan la necesidad
(y el desafio para la prevención) de diferenciar las razones por las
cuales NNA se han de vincular con las drogas. Entonces, hemos de
considerar que los tipos de uso de drogas en NNA serían (Rojas-Jara
& Rioseco, 2016):

(1) de razón evolutiva: entendido como un consumo,


transitorio y esperable, propio de estas etapas del ciclo vital.
De inicio en la infancia o en la adolescencia y que tendería a
extinguirse al término de ésta última. El uso de drogas estaría
principalmente asociado a funciones gregarias (interacción, in-
tegración social e identificación con pares), de descubrimiento
(experimentación y vivencia de sensaciones psico-corpóreas)
y/o auto-exploración (reconocimiento de los propios límites
mentales y físicos). Por ejemplo, el uso de drogas como ritual
de tránsito y sociabilización en fiestas, reuniones o actividades
con otros que son sentidos y significados como iguales.
(2) de razón adaptativa: entendido como un consu-
mo, reactivo y compensatorio, derivado de situaciones vitales.
De inicio en la infancia o en la adolescencia y que, puede o no,
extinguirse al término de ésta última, dado que dependerá de
la resolución, abordaje o afrontamiento de estas situaciones.
El uso de drogas estaría mayormente asociado a funciones
físico-compensatorias (aplacar emergencias como hambre,
frío o cualquier afección somática) y/o psico-compensatorias
(aplacar emergencias como angustia, ansiedad o temor). Por
ejemplo, en el caso de NNA que viven situaciones adversas en
la escuela (bullying, sobreexigencia, discriminación) o de ex-
clusión social (maltrato, pobreza, abandono, situación de calle
u otras) donde el uso de drogas surge como una alternativa
para enfrentar esta condición.

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La diferenciación de estos dos tipos de uso de drogas en NNA es


vital no sólo para la comprensión del fenómeno sino también para el
diseño de estrategias de prevención e intervención. Por ejemplo, si el
uso de drogas en NNA se orienta hacia el contacto social y la relación
con pares (razón evolutiva) el abordaje debiese dirigir sus esfuerzos
en el manejo de la presión del grupo, la autoestima e identidad y las
habilidades sociales. Por otra parte, si el uso de drogas aparece como
una estrategia para hacer frente a condiciones adversas (razón adap-
tativa) se ha de considerar esta función de la droga –y cómo susti-
tuirla saludablemente– para generar un cambio conductual seguro y
realmente efectivo (Rojas-Jara, 2018b).

Sobre el contexto: los espacios de referencia

Objeto (droga) y sujeto (niños, niñas y adolescentes) articulan su


relación siempre dentro de un contexto sociocultural que determi-
na las características de la misma. En ese sentido, los contextos (al
igual que la droga y el vínculo de los sujetos con ella) tampoco han
de recibir de manera prematura valores automáticos (e.g. ambientes
protectores o de riesgo) sino que requieren de una mirada evaluativa
y crítica que les defina. En el caso de NNA podemos reconocer que
sus espacios sociales de referencia principalmente serían: la familia,
la escuela y el grupo de pares (UNODC, 2018).

La familia como factor protector y riesgo

Desde la perspectiva de la educación en salud, donde existe una


valoración importante de la vida y la participación de la familia, di-
versos factores (e.g. pautas de crianza, estilos de comunicación, su-
pervisión y monitoreo, etc.) tendrán un rol importantísimo en la pre-
vención de diversas conductas de riesgo (Cuadra, 2016; Hernández,
2015; Secades-Villa, Fernández-Hermida, & Vallejo-Seco, 2005). De
esta manera, la familia como institución primaria y protectora de sus
miembros –en un adecuado funcionamiento– se volvería responsable
de la transmisión de valores éticos y morales, siendo capaz de contri-
buir en la prevención del consumo de drogas (Barbosa de Oliveira,
Porto, & Coelho do Carmo, 2010; Ramos, Ubierna, & Blanco, 2008;

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Valle & Perales, 2010). Sin embargo, también la evidencia nos refiere
que la familia puede inducir a su consumo (Rodríguez, Pérez, & Cór-
dova-Alcaráz, 2007). En aquellas familias en que alguno de los padres
presenta alguna psicopatología, exista configuración monoparental
debido a la muerte o divorcio u otra circunstancia de alguno de ellos,
o que estos sean consumidores de drogas, será más probable el con-
sumo por parte de sus hijos/as (Becoña et al., 2012). Las experiencias
adversas en la infancia que pueden surgir en la familia de un NNA o
en su entorno social (e.g. maltrato físico y psicológico, abuso sexual,
negligencia como también pobreza, segregación y discriminación)
causan un daño significativo que puede perturbar su salud física y/o
psicológica así como su desarrollo. Estas experiencias generan un es-
trés tóxico que no sólo puede afectar la trayectoria socioemocional de
un NNA sino también la aparición de usos problemáticos de drogas
de inicio temprano, el cual muchas veces se cronifica en la adultez
(Vega & Sepúlveda, 2016).

La escuela como factor protector y riesgo

Este lugar es referido regularmente como un soporte y faci-


litador del desarrollo integral de NNA por el valor e influencia que
adquiere en los procesos de socialización de los sujetos. Es, por tan-
to, considerado un espacio que favorece el desarrollo de condiciones
para reducir el uso de drogas (Cuijpers, Jonkers, de Weerdt, & de
Jong, 2002). Sin embargo, ciertas formas de convivencia en la es-
cuela también pueden transformarse en poderosos elicitadores del
consumo de drogas por NNA. Cuestiones como el fomento de la in-
vidivualidad, la segregación y la competencia educativa constituyen
un contexto propicio para que se manifieste un conjunto de dificul-
tades que afecta, tanto el desarrollo personal de NNA como su forma
de interactuar. Dentro de estas dificultades se encuentra el consumo
problemático de drogas que puede ser tanto el problema en sí mismo
como la solución (efectiva o no) para enfrentar un contexto escolar
adverso (Rojas-Jara & Rioseco, 2016).

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El grupo de pares como factor protector y riesgo

La influencia de los pares se explica, como la presión social o


motivación externa ejercida por compañeros o amigos a comportarse
de una manera aceptable para ellos. El contexto, en este caso, viene
a determinar y condicionar la oportunidad para la interacción social
en base a la presentación de ciertos comportamientos (Scott et al.,
2015). Desde esta perspectiva, el grupo de pares puede ser un factor
influyente para la socialización de NNA y la expansion positiva de sus
círculos y redes sociales de intercambio. Del mismo modo, aquellos
pares adquieren un rol preponderante en la aproximación de NNA
a diversas conductas de riesgo (e.g. infracción de ley, inicio sexual
precoz, etc.). Así también, los pares pueden volverse una influencia
considerable para el inicio y el progreso del uso de drogas en NNA
(UNODC, 2018). Según proponen Rodríguez et al. (2007) cuando pa-
res de un NNA usan drogas, la probabilidad de estos de usarlas (aun-
que otros factores de riesgo no estén presentes) también se eleva.

Algunas consideraciones y desafíos

Las líneas precedentes justifican la urgencia por considerar las parti-


cularidades de cada uno de los elementos del fenómeno abordado y
sus características para comprender la complejidad del uso de drogas
en NNA. A la vez, releva una necesidad por desarrollar actos preven-
tivos que otorguen idéntico peso y valor específico a cada uno de los
mismos.

Un primer desafío importante se asienta en nuestra compren-


sión de las drogas (como objeto) desde lo definitorio hasta los vín-
culos y funciones que le rodean. De este modo, las drogas han de ser
consignadas como un elemento cuya significación no puede reducirse
netamente a categorías polares del todo o nada, bueno o malo, o lega-
les e ilegales (Rojas-Jara, 2018b). Las drogas son drogas, nada más,
no existe animismo en ellas ni son una entidad viva, son en sentido
puro: objeto. Son sustancias de categorías frágiles, de definiciones re-
gularmente parciales, capaces de provocar riesgos y daños a quienes
las usan pero que también pueden alcanzar un valor adaptativo para

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afrontar ciertas condiciones adversas. Aquí la droga, cual objeto, al-


canza un valor utilitario único y subjetivo establecido por la función
que le es otorgada por el sujeto (en este caso, NNA). Un arma de fue-
go en una gaveta no es algo bueno o malo por sí mismo sino que pue-
de adquirir uno u otro valor en la medida que un sujeto se vincula con
ella y la manera como le usa. Las drogas siguen un idéntico principio.

Un segundo desafío es el reconocimiento de todas aquellas


condicionantes que definen a NNA (como sujeto) y que ponen de
relieve sus singularidades para reclamar consideración a la hora no
sólo de entender la aparición de las drogas en esta etapa vital sino
también para atender al diseño de acciones acordes. En los sujetos
encontraremos a la droga, vinculado de manera más próxima o distal,
pero además podremos identificar las representaciones y significados
que este objeto alcanza (Rojas-Jara & Rioseco, 2016). En ellos y su re-
planteamiento o reconstrucción se ubica la posibilidad de amplificar
el logro de un acto preventivo al descentrar a la droga como exclusivo
elemento problema. Concentrarse sólo en el objeto es impactar en la
oferta de droga, sumar al sujeto (con sus simbolismos, significados
y representaciones subjetivas) es actuar también sobre la demanda.

Un tercer desafío recae en la interpretación del espacio social


(como contexto) que circunda a NNA para establecer como dichos lu-
gares se configuran en protección o riesgo, sin asumir a priori una ca-
tegoría u otra para estos. Debemos observar cabalmente sus círculos
próximos de referencia y elaborar estrategias preventivas que favorez-
can un cambio comportamental positivo para esta población, donde
evitemos drogo-centrar la discusión o ubicarla exclusivamente en las
características propias de las personas. En dicho sentido, el rol de la
familia, la escuela y los pares tendrán particular valor para la preven-
ción dada su influencia en dirección al riesgo o el cuidado de NNA (Se-
cades-Villa, et al., 2005). Sin embargo, debemos ser cautelosos. Como
los objetos o los sujetos, los contextos no están para ser calificados
apresuradamente de positivos o negativos, es necesario evaluarlos
con rigor para establecer su verdadero talante. Asumir con ligereza
que siempre una familia o el colegio son un factor protector o que el
grupo de pares son un factor de riesgo es tan iluso como impreciso.

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En síntesis, podemos observar que una apuesta preventiva para


el uso de drogas en NNA implica algo más que sólo las drogas. Invo-
lucra también otros aspectos que no complejizan el escenario sino
que expanden su conocimiento para generar acciones situadas, par-
ticipativas, respetuosas y humanizantes. Finalmente, es importante
clarificar que si bien no todo uso de drogas es problemático, todo
consumo en NNA es de riesgo dado su tránsito vital y desarrollo ma-
durativo físico, emocional y social, donde las repercusiones que este
alcanza en edades tempranas son reconocidas (Vega & Sepúlveda,
2016). Sin embargo, también debe ser reconocible la necesidad de
acciones preventivas en sintonía con los elementos que componen
este fenómeno: el objeto, el sujeto y el contexto.

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