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LO SIMBÓLICO, LO IMAGINARIO

Y LO REAL

Jacques Lacan

Le symbolique, l’imaginaire et le réel. Conferencia pronunciada


en el Anfiteatro del Hospital Psiquiátrico de Sainte-Anne, París,
el 8 de Julio de 1953, en ocasión de la primera reunión científica
de la recientemente fundada Société Française de Psychanalyse,
y posterior discusión.1

Mis buenos amigos,

Ustedes pueden ver que para esta primera comunicación llama-


da “científica” de nuestra nueva Sociedad, he tomado un título que no
carece de ambición. También comenzaré ante todo excusándome por
ello, rogándoles que consideren esta comunicación llamada científica,
más bien como, a la vez, un resumen de puntos de vista que los que
están aquí, *mis*2 alumnos, conocen bien, con los cuales están fami-
liarizados desde hace ya dos años por *mi*3 enseñanza,4 y también co-

1
Esta conferencia permanece hasta el momento inédita. Para las abreviaturas que
remiten a los diferentes textos-fuente de esta traducción, véase, al final, el Anexo
1.
2
*sus*
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

mo una suerte de prefacio o de introducción a cierta orientación de


estudio del psicoanálisis.

En efecto, creo que el retorno a los textos freudianos que han


constituido el objeto de mi enseñanza desde hace dos años, me ha — o
más bien, nos ha, a todos los que hemos trabajado juntos, dado la idea
cada vez más cierta de que no hay aprehensión más total de la realidad
humana que la constituida por la experiencia freudiana, y que no po-
demos impedirnos retornar a las fuentes y aprehender esos textos ver-
daderamente en todos los sentidos del término. Uno no puede impedir-
se pensar que la teoría del psicoanálisis (y al mismo tiempo la técnica,
las que no forman sino una sola y misma cosa) no haya sufrido una es-
pecie de estrechamiento, y a decir verdad, de degradación. Es que, en
efecto, no es fácil mantenerse en el nivel de una plenitud así. Por
ejemplo, un texto como el de El Hombre de los Lobos, yo pensaba to-
marlo esta tarde como base y como ejemplo de lo que tengo que expo-
nerles. Pero todo el día de ayer efectué una completa relectura del mis-
mo; yo había hecho un seminario sobre él, el año pasado.5 Y muy sim-
plemente tuve el sentimiento de que era completamente imposible dar-
les aquí una idea de él, incluso aproximativa, y que mi seminario del
año pasado, sólo había una cosa para hacer: volver a hacerlo el año
que viene.

Pues lo que me apareció en ese texto formidable, tras el trabajo


y el progreso que hemos hecho este año alrededor del texto de El
Hombre de las Ratas,6 me deja pensando en que lo que yo había ex-

3
*su*
4
Lacan alude a los Seminarios dictados en su consultorio, anteriores al que estaba
por comenzar a dictar en Sainte-Anne, que es el que conocemos como Seminario
1, Los escritos técnicos de Freud. Cf. más adelante.
5
De este Seminario sobre El Hombre de los Lobos, sostenido en el período 1951-
1952, hay unas Notas de Seminario, de origen desconocido — cf. Jacques LA-
CAN, «Notes sur l’“Homme aux Loups”», en Petits écrits et conférences, 1945 –
1981, recopilación de fotocopias de diverso origen, que agrupa varios textos inédi-
tos de Lacan, sin indicación editorial. Biblioteca de la E.F.B.A.: CG-254. De di-
chas “notas de seminario” puede leerse mi traducción en: Fichas de la E.F.B.A.,
Serie de circulación interna, Ficha Nº 1007, Noviembre de 1985.
6
Este párrafo, unido al final del anterior, invierte la información corriente, de la
que se hace eco Gérôme Taillandier en la revista Littoral, nº 23/24, Octubre de

2
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

traido el año pasado como principio, como ejemplo, como tipo de pen-
samiento característico suministrado por ese texto extraordinario, era
literalmente una simple “aproximación” {approche},7 como se dice en
lenguaje anglosajón; dicho de otro modo, “un balbuceo”. De suerte
que, en suma, quizá haré a ello incidentalmente una breve alusión, pe-
ro trataré sobre todo, muy simplemente, de decir algunas palabras *so-
bre lo que quiere decir la posición de tal problema*8; sobre lo que
quiere decir la confrontación de esos tres registros que son precisa-
mente los registros esenciales de la realidad humana, registros muy
distintos y que se llaman: lo simbólico, lo imaginario y lo real.9

Una cosa ante todo, que es evidentemente sorprendente, y que


no podría escapársenos; a saber que hay, en el análisis, toda una parte
de real en nuestros sujetos, precisamente, que se nos escapa; que no se
le escapaba por eso a Freud cuando se las veía con cada uno de sus pa-
cientes. Pero, desde luego, si eso no se le escapaba, estaba igualmente
fuera de su aprehensión y de su alcance. No podríamos sorprendernos
demasiado por el hecho, y por la manera con que él habla de su “hom-
bre de las ratas”, distinguiendo entre “sus personalidades”. Es sobre
eso que él concluye: “La personalidad de un hombre fino, inteligente y
cultivado”, él la pone en contraste con las otras personalidades con las
que tuvo que vérselas. Si eso está atenuado cuando habla de su “hom-
bre de los lobos”, habla de ello también. Pero, a decir verdad, no esta-
mos forzados a avalar todas sus apreciaciones. No parece que se trata-
se, en “el hombre de los lobos”, de alguien *de tanta clase*10. Pero es
sorprendente, él lo ha puesto aparte como un punto particular. En

1987, según la cual el Seminario sobre el Hombre de las Ratas habría precedido al
Seminario sobre el Hombre de los Lobos. Lo que, unido a otros índices, permite
reconstruir así la secuencia de los Seminarios dictados por Lacan antes del prime-
ro en el Hospital de Sainte-Anne: 1950-1951, Seminario sobre Dora; 1951-1952,
Seminario sobre El Hombre de los Lobos; 1952-1953, Seminario sobre El Hombre
de las Ratas.
7
EXO, p. 1, aporta el término anglosajón: approach.
8
Las palabras entre asteriscos vienen de PTL, faltan en PEC y AFI.
9
En lugar de le symbolique {lo simbólico}, como leemos en PEC y AFI, PTL
transcribe le symbolisme {el simbolismo}, y lo ratifica a pie de página con un sic.
10
En lugar de las palabras entre asteriscos, que provienen de PEC, AFI y PTL,
EXO, p. 2, propone: “con tanta personalidad”.

3
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

cuanto a su “Dora”, no hablemos de ello; justamente, si hasta casi po-


demos decir que la ha amado.

Hay pues ahí algo que, evidentemente, no deja de sorprendernos


y que, en suma, es algo con lo que tenemos que hacer todo el tiempo.
Y yo diría que ese elemento directo, ese elemento de sopesamiento, de
apreciación de la personalidad, es algo bastante *común*11 con lo te-
nemos que vérnoslas sobre el registro mórbido, por una parte, e igual-
mente sobre el registro de la experiencia analítica con unos sujetos
que no caen absolutamente bajo el registro de lo mórbido; eso es algo
que nos es preciso siempre, en suma, reservar, y que está particular-
mente presente en nuestra experiencia, la de los que estamos cargados
con ese pesado fardo de hacer la elección de los que se someten al
análisis con un fin didáctico.

¿Qué es lo que diremos, en suma, al fin de cuentas?, cuando ha-


blamos, al término de nuestra selección — si no es más que todos los
criterios que se invocan (“¿es necesaria la neurosis para hacer un buen
analista? ¿Un poquito? ¿Mucho? ¿Seguramente no: para nada?”). Pero
al fin de cuentas, ¿acaso es eso lo que nos guía en un juicio que nin-
gún texto puede definir, y que nos hace apreciar las cualidades perso-
nales, esa realidad, y que se expresa como que un sujeto tiene tela o
no la tiene, que es, como dicen los chinos, “She-un-ta”, o un “gran
hombre”, o “Sha-ho-yen”, “un hombre de baja estatura”? Esto es algo
de lo que es preciso decir que es lo que constituye los límites de nues-
tra experiencia. Qué es, en este sentido, que se pueda decir, para plan-
tear la cuestión de saber qué es lo que está puesto en juego en el análi-
sis: “¿Qué es?”. ¿Es esa relación real con el sujeto, a saber según una
cierta manera y según nuestras condiciones para reconocer? ¿Es con
eso que nos las vemos en el análisis? Ciertamente no. Es indiscutible-
mente otra cosa. Y ahí está precisamente la cuestión que nos plantea-
mos sin cesar y que se plantean todos los que intentan dar una teoría
de la experiencia analítica. ¿Qué es esta experiencia singular entre to-
das, que va a aportar en esos sujetos unas transformaciones tan pro-
fundas? ¿Y qué son éstas? ¿Cuál es su resorte?

11
La palabra entre asteriscos falta en PEC y AFI, donde encontramos un blanco,
y en PTL, donde dicha falta está indicada. La extraemos de EXO, p. 2. En este lu-
gar, RAP, p. 12, propone *inefable*.

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Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

Todo esto, la elaboración de la doctrina analítica desde hace


unos años está hecha para responder a esta cuestión. Es cierto que el
hombre del público común no parece asombrarse tanto por la eficacia
de esta experiencia que sucede enteramente en palabras, y en cierta
forma, en el fondo, tiene mucha razón, puesto que, en efecto, ella an-
da, y que, para explicarla, parecería que ante todo no tuviéramos más
que demostrar el movimiento andando. Y ya “hablar” es introducirse
en el asunto {sujet} de la experiencia analítica. Es ahí, en efecto, que
conviene proceder y saber; ante todo, plantear la cuestión: “¿Qué es la
palabra?”, es decir, ¿el “símbolo”?

En verdad, a lo que asistimos, es más bien a un evitamiento de


esta cuestión. Y, desde luego, lo que constatamos es que al reducir es-
ta cuestión, al querer no ver en los elementos y los resortes propia-
mente técnicos del análisis sino algo que debe llegar, por una serie de
aproximaciones, a modificar las conductas, los resortes, las costum-
bres del sujeto, desembocamos muy rápidamente en un cierto número
de dificultades y de impases, no ciertamente al punto de encontrarles
un lugar en el conjunto de una consideración total de la experiencia
analítica; pero de ir en ese sentido, vamos cada vez más hacia un cier-
to número de opacidades que se nos oponen y que tienden a transfor-
mar en consecuencia el análisis en algo, por ejemplo, que aparecerá
como mucho más irracional que lo que es realmente.

Es muy sorprendente ver cuántos nuevos y recién llegados a la


experiencia analítica se han dado a conocer, en su primera manera de
expresarse sobre su experiencia, planteando la cuestión del carácter
irracional de este análisis, mientras que parece que quizá no hay, al
contrario, técnica más transparente.

Y, desde luego, todo va en ese sentido. Abundamos en un cierto


número de concepciones psicológicas más o menos parciales del suje-
to paciente; hablamos de su “pensamiento mágico”; hablamos de toda
clase de registros que indiscutiblemente tienen su valor y son encon-
trados de manera muy viva por la experiencia analítica. De ahí a pen-
sar que el análisis mismo juega en cierto registro, por supuesto, en el
pensamiento mágico, no hay más que un paso, rápidamente franquea-
do cuando uno no parte y no decide atenerse ante todo a la cuestión
primordial: “¿Qué es esta experiencia de la palabra?”, y, para decirlo

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Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

todo, plantear al mismo tiempo la cuestión de la experiencia analítica,


la cuestión de la esencia y del intercambio de la palabra.

Creo que hay que partir de lo siguiente:

Partamos de la experiencia, tal como ante todo nos es presenta-


da en las primeras teorías del análisis: ¿qué es este “neurótico” con
quien tenemos que vérnoslas por la experiencia analítica? ¿Qué va a
suceder en la experiencia analítica? ¿Y ese pasaje de lo conciente a lo
inconsciente? ¿Y cuáles son las fuerzas que dan a este equilibrio una
cierta existencia? Nosotros lo llamamos el principio del placer.

Para ir rápido, diremos con el Sr. de Saussure que “el sujeto alu-
cina su mundo”, es decir que sus ilusiones o sus satisfacciones iluso-
rias no podrían ser de cualquier orden.12 Va a hacerles seguir otro or-
den, evidentemente, que las de sus satisfacciones, las que encuentran
su objeto en lo real puro y simple. Jamás un síntoma ha apaciguado el
hambre o la sed de un modo durable, fuera de la absorción de alimen-
tos que los satisfacen. Incluso si una baja general del nivel de la vitali-
dad puede responder, en los casos límites, por ejemplo la hibernación
natural o artificial. Todo esto no es concebible más que como una fase
que por supuesto no podría durar, salvo entrañando daños irreversi-
bles.

La reversibilidad misma de los trastornos neuróticos implica


que la economía de las satisfacciones que estaban allí implicadas fue-
sen de otro orden, e infinitamente menos ligadas a unos ritmos orgáni-
cos fijos, aunque comandando seguramente una parte de éstos. Esto
define la categoría conceptual que define este tipo de objetos. Es justa-
mente la que estoy calificando: “lo imaginario”, si queremos recono-
cer en ello todas las implicaciones que le convienen.

12
Este de Saussure no es Ferdinad, el lingüista, sino Raymond, el psicoanalista.
Lacan retoma este punto, un poco más ampliamente, en su «Respuesta al comen-
tario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud» — cf. Escritos 1, p. 369.
En «La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis», Lacan pre-
cisa cómo diferencia a ambos: “Si queréis saber más, leed a Saussure, y como un
campanario puede incluso tapar al sol, preciso que no se trata de la firma que se
encuentra en psicoanálisis, sino de Ferdinand, al que puede llamarse el fundador
de la lingüística moderna” — cf. Escritos 1, p. 396.

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Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

A partir de ahí, es completamente simple, claro, fácil, ver que


este orden de satisfacción imaginaria sólo puede encontrarse en el or-
den de los registros sexuales.

Todo está dado ahí, a partir de esta suerte de condición previa


de la experiencia analítica. Y no es asombroso, aunque, por supuesto,
estas cosas hayan debido ser confirmadas, controladas, inauguradas,
diría, por la experiencia, que una vez hecha la experiencia las cosas
parezcan de un perfecto rigor.

El término “libido” es una noción que no hace más que expresar


esta noción de reversibilidad que implica la de equivalencia, de un
cierto metabolismo de las imágenes; para poder pensar esta transfor-
mación, es preciso un término energético, para lo cual ha servido el
término de libido. Se trata, por supuesto, de algo complejo. Cuando yo
digo “satisfacción imaginaria”, esto no es evidentemente el simple he-
cho de que Demetrio se ha satisfecho por el hecho de haber soñado
que poseía a la sacerdotisa cortesana... aunque este caso no es más que
un caso particular del conjunto... Pero esto es algo que va mucho más
lejos, y actualmente está recortado por toda una experiencia que es la
experiencia que los biólogos evocan en lo concerniente a los ciclos
instintuales, muy especialmente en el registro de los ciclos sexuales y
de la reproducción, a saber que, aparte de los estudios todavía más o
menos inciertos e improbables que conciernen a los relevos neurológi-
cos en el ciclo sexual, que no son lo que hay de más sólido en sus es-
tudios, está demostrado que estos ciclos, en los animales mismos
{...}13 ellos no encontraron otros términos que el mismo término que
sirve para designar los trastornos y los resortes sexuales primarios de
los síntomas en nuestros sujetos, a saber el “desplazamiento”.

Lo que muestra el estudio de los ciclos instintuales en los ani-


males, es precisamente su dependencia de un cierto número de desen-
cadenantes, de mecanismos de desencadenamiento que son esencial-
mente de orden imaginario, y que son lo que hay de más interesante en

13
En PEC y AFI, puntos suspensivos; en PTL, la indicación de una falta en el
texto. En RAP, p. 14, el párrafo reza: “está demostrado que estos ciclos en los ani-
males responden a fenómenos denominados con el mismo término que es utiliza-
do para designar los problemas y los resortes sexuales primarios de los síntomas
en los sujetos mismos, o sea el «desplazamiento»”.

7
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

los estudios del ciclo instintual, a saber que su límite, su definición, la


manera de precisarlos fundados sobre la puesta a prueba de un cierto
número *de señuelos { ... }*14 hasta un cierto límite de borramiento,
son susceptibles de provocar en el animal esa suerte de puesta en erec-
ción de la parte del ciclo del comportamiento sexual del que se trata.
Y el hecho de que en el interior de un ciclo de comportamiento deter-
minado, siempre es susceptible que sobrevengan en ciertas condicio-
nes un cierto número de desplazamientos; por ejemplo, en un ciclo de
combate, la brusca aparición, en el retorno de ese ciclo (en los pájaros,
uno de los combatientes que súbitamente se pone a alisarse las plu-
mas), de un segmento del comportamiento de parada que intervendrá
ahí en medio de un ciclo de combate.

Pueden darse de ello mil otros ejemplos. No estoy aquí para


enumerarlos. Esto es simplemente para darles la idea de que este ele-
mento de desplazamiento es un resorte absolutamente esencial del or-
den, y principalmente del orden de los comportamientos ligados a la
sexualidad. Sin duda, estos fenómenos no son electivos en los anima-
les. Pero otros comportamientos (cf. los estudios de Lorenz sobre las
funciones de la imagen en el ciclo de la crianza), muestran que lo ima-
ginario juega un papel tan eminente como en el orden de los compor-
tamientos sexuales. Y por lo demás, en el hombre, es siempre sobre
ese plano, y principalmente sobre ese plano, que nos encontramos ante
este fenómeno.

De ahora en adelante señalemos, puntualicemos esta exposición


por medio de lo siguiente: que esos elementos de comportamientos
instintuales desplazados en el animal son susceptibles de algo en lo
que vemos el esbozo de lo que llamaremos un “comportamiento sim-
bólico”.

Lo que se llama en el animal un comportamiento simbólico es, a


saber, que, cuando uno de esos segmentos desplazados adquiere un
valor socializado, sirve al grupo animal de referencia para un determi-
nado comportamiento colectivo.

14
PTL: {de leurres <texte manque>} / PEC y AFI: *de leur........ {de sus.......}* /
RAP: *de sus experiencias*

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Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

Así, planteamos que un comportamiento puede ser imaginario


cuando su desvío sobre imágenes de su propio valor de imagen para
otro sujeto, lo vuelven susceptible de desplazamiento fuera del ciclo
que asegura la satisfacción de una necesidad natural.

A partir de ahí, el conjunto de lo que está en juego en la raíz, el


comportamiento neurótico, puede decirse, sobre el plano de la econo-
mía instintiva, que es elucidado — y saber por qué se trata siempre de
comportamiento sexual, por supuesto —. No tengo necesidad de vol-
ver a ello, si no es para indicar brevemente, que un hombre pueda eya-
cular a la vista de una pantufla es algo que no nos sorprende, ni tam-
poco que un cónyuge se sirva de ello para volverlo *a su consorte* 15 a
mejores sentimientos, pero seguramente nadie puede pensar que una
pantufla pueda servir para apaciguar un hambre, incluso extrema, de
un individuo. Del mismo modo, con lo que tenemos que vérnoslas
constantemente, es con fantasmas. En el orden del tratamiento, no es
raro que el paciente, el sujeto, haga intervenir, en el curso del análisis,
un fantasma tal como el de la “fellatio del partenaire analista”. ¿Esto
es también algo que haremos entrar en un ciclo arcaico de su biografía
de una manera cualquiera? ¿Una anterior subalimentación? Es muy
evidente que, cualquiera que sea el carácter incorporativo que demos a
estos fantasmas, no pensaremos jamás en ello. ¿Qué quiere decir esto?

Esto puede decir muchas cosas. De hecho, hay que ver bien que
lo imaginario está a la vez lejos de confundirse con el dominio de lo
analizable, y que, por otra parte, puede haber allí otra función que lo
imaginario. No es porque lo analizable encuentre lo imaginario que lo
imaginario se confunda con lo analizable, que sea enteramente lo ana-
lizable, y que sea enteramente lo analizable o lo analizado.

Para tomar el ejemplo de nuestro fetichista, aunque sea raro, si


admitimos que se trata ahí de una especie de perversión primitiva, no
es imposible considerar unos casos semejantes. Supongamos que se
trate de uno de esos tipos de desplazamiento imaginario, tal como
aquellos que encontramos realizados en el animal. Supongamos, en
otros términos, que la pantufla sea aquí, muy estrictamente, el despla-
zamiento del órgano femenino, puesto que es mucho más frecuente-

15
Las palabras entre asteriscos vienen de RAP, p. 15, no existen en las fuentes
francesas.

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Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

mente en el varón que existe el fetichismo. Si no hubiera allí literal-


mente nada que pueda representar una elaboración en relación a este
dato primitivo, eso sería tan inanalizable como es inanalizable tal o
cual fijación perversa.

Inversamente, para hablar de nuestro paciente, o sujeto, captura-


do en un fantasma, ahí hay otra cosa que tiene un sentido muy diferen-
te, y ahí, es bien claro que si ese fantasma puede ser considerado co-
mo algo que representa lo imaginario, puede representar ciertas fija-
ciones a un estadio primitivo oral de la sexualidad, por otra parte, no
diremos que ese fellador sea un fellador constitucional.

Por eso entiendo que aquí, el fantasma en juego, el elemento


imaginario, sólo tiene estrictamente un valor simbólico que no tene-
mos que apreciar y comprender más que en función del momento del
análisis en que va a insertarse. En efecto, incluso si el sujeto retiene su
confesión, ese fantasma surge, y su frecuencia muestra suficientemen-
te que surge en un momento del diálogo analítico. Está hecho para ex-
presarse, para ser dicho, para simbolizar algo, y algo que tiene un sen-
tido muy diferente, según el momento mismo del diálogo.

Entonces, ¿qué quiere decir esto? Que no es suficiente con que


un fenómeno represente un desplazamiento, dicho de otro modo, que
se inscriba en los fenómenos imaginarios, para ser un fenómeno anali-
zable, por una parte, y que, para que lo sea, es preciso que represente
otra cosa que él mismo, si puedo decir.

Para abordar, de una cierta manera, el tema del que hablo, a sa-
ber el simbolismo, diré que toda una parte de las funciones imagina-
rias en el análisis no tienen otra relación con la realidad fantasmática
que manifiestan que, si ustedes quieren, la que tiene la sílaba “po” con
el jarro de formas, preferentemente simples, que ella designa.16 Como
se lo ve fácilmente en el hecho de que en “police” {policía} o “pol-
tron” {cobarde} esta sílaba “po” tiene evidentemente un valor muy di-
ferente. Uno podrá servirse del “pote” {“pot”} para simbolizar la síla-
ba “po”, *inversamente, en el término “police” o “poltron”,*17 pero

16
po es la fonética de la palabra francesa pot: “pote”, “tarro”.
17
La frase entre asteriscos, sólo en PTL.

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Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

convendrá entonces añadir a ello al mismo tiempo otros términos


igualmente imaginarios, que no serán tomados ahí por otra cosa que
como sílabas destinadas a completar la palabra.

Es precisamente así que hay que entender lo simbólico que está


en juego en el intercambio analítico, a saber, que lo que encontramos,
y de lo que hablamos, es lo que encontramos y volvemos a encontrar
sin cesar, y que Freud ha manifestado como siendo su realidad esen-
cial, sea que se trate de síntomas reales, actos fallidos, y lo que sea
que se inscriba; se trata todavía y siempre de símbolos, y de símbolos
incluso muy específicamente organizados en el lenguaje, es decir, fun-
cionando a partir de ese equivalente del significante y del significado:
la estructura misma del lenguaje.

No es mío ese término de “el sueño es un jeroglífico” {rébus};


es del propio Freud.18 Y que el síntoma expresa, él también, algo es-
tructurado y organizado como un lenguaje, está suficientemente mani-
festado por el hecho, para partir del más simple de éstos, del síntoma
histérico, que es el que da siempre algo equivalente de una actividad
sexual, pero nunca un equivalente unívoco, al contrario, es siempre
plurívoco, superpuesto, sobredeterminado, y, para decir todo, muy
exactamente construido a la manera con que las imágenes están cons-
truidas en los sueños, como representando una concurrencia, una su-
perposición de símbolos, tan compleja como lo es una frase poética, la
que vale a la vez por su tono, su estructura, sus retruécanos {calem-
bours}, sus ritmos, su sonoridad, es decir esencialmente sobre varios
planos, y del orden y del registro del lenguaje.

¡En verdad, esto quizá no se nos aparecerá suficientemente en


su relieve, si no tratamos de ver a pesar de todo qué es, completa, ori-
ginariamente, el lenguaje!

Por supuesto, la cuestión del origen del lenguaje, no estamos


aquí para hacer un delirio colectivo, ni organizado, ni individual. Este
es uno de los asuntos que mejor pueden prestarse a ese tipo de deli-
rios, sobre la cuestión del origen del lenguaje; el lenguaje está ahí, es

18
Sigmund FREUD, La interpretación de los sueños (1900 [1899]), en Obras
Completas, Volumen 4, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979; cf. Capítulo VI.
El trabajo del sueño, página 286.

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Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

un emergente. Y ahora que ha emergido, ya jamás sabremos cuándo ni


cómo ha comenzado, ni cómo era antes de que estuviera.

Pero de todos modos, ¿cómo expresar ese algo que quizá debe
haberse presentado como una de las formas más primitivas del lengua-
je? Piensen en las contraseñas.19 Vean, elijo expresamente este ejem-
plo, justamente porque el error y el espejismo, cuando se habla del
asunto del lenguaje, es siempre creer que su significación es lo que él
designa. Pero no, pero no. Por supuesto que él designa algo. Pero an-
tes de designar algo, cumple una determinada función. Y yo elijo ex-
presamente la contraseña, porque la contraseña tiene esa propiedad de
estar elegida justamente de una manera completamente independiente
de su significación, (y si ésta es idiota, a lo cual la Escuela responde
—sin duda, es preciso no responder jamás...— que la significación de
tal palabra es designar a aquél que la pronuncia como teniendo tal o
cual propiedad que responde a la pregunta, que hace dar la palabra,
otros dirían que el ejemplo está mal elegido porque está tomado en el
interior de una convención —eso vale más todavía—), y, por otro la-
do, no podemos negar que la contraseña tenga las más preciosas virtu-
des; sirve, muy simplemente, para evitar que los maten.

Es precisamente así que podemos considerar efectivamente al


lenguaje como teniendo una función. Nacida entre esos animales fero-
ces que han debido ser los hombres primitivos —si lo juzgamos a par-
tir de los hombres modernos, eso no es inverosímil—, la contraseña es
justamente aquello en lo que, no “se reconocen los hombres del gru-
po”, sino “se constituye el grupo”.

Hay otro registro en el que se puede meditar sobre esta función


del lenguaje; es el del lenguaje estúpido del amor, que consiste, en el
último grado del espasmo del éxtasis —o al contrario, de la rutina, se-
gún los individuos—, en calificar súbitamente a su partenaire sexual
con el nombre de una legumbre de las más vulgares, o de un animal de
los más repugnantes. Esto expresa también, por cierto, algo que cierta-
mente no está lejos de tocar la cuestión del horror del anonimato. Por
algo es que tal o cual de estos apelativos, animal o soporte más o me-
nos totémico, lo volvemos a encontrar en la fobia. Es evidente que
hay, entre ambos, algún punto común; el sujeto humano está muy es-

19
{mots de passe} — literalmente: “palabras de pase”.

12
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

pecialmente expuesto, lo veremos en seguida, a esa especie de vértigo


que surge, y experimenta la necesidad de alejarlo, la necesidad de ha-
cer algo trascendente; por algo está en el origen de la fobia.

En estos dos ejemplos, el lenguaje está particularmente despro-


visto de significación. Ustedes ven ahí mejor lo que distingue el sím-
bolo del signo, a saber la función interhumana del símbolo. Quiero
decir que algo que nace con el lenguaje *es*20 lo que hace que, des-
pués de que el vocablo {mot} —y es para eso que sirve el vocablo—
haya sido verdaderamente palabra {parole} pronunciada, los dos par-
tenaires son otra cosa que antes. Esto, sobre el ejemplo más simple.

Por otra parte, ustedes se equivocarían de creer que no son es-


tos, justamente, unos ejemplos particularmente plenos. Seguramente, a
partir de estas pocas observaciones, ustedes podrán darse cuenta de
que, de todos modos, sea en la contraseña, sea en la palabra que se lla-
ma de amor, se trata de algo que, al fin de cuentas, está lleno de alcan-
ce. Digamos que la conversación que en un momento dado de vuestra
carrera de estudiantes, ustedes hayan podido tener en una comida con
un profesor igualmente dado, en la que el modo y la significación de
las cosas que se intercambian { ... } cuánto ese carácter es equivalente
de conversaciones encontradas en la calle o en el autobús, y que no
son otra cosa que una cierta manera de hacerse reconocer, lo que justi-
ficaría Mallarmé diciendo que el lenguaje era “comparable a esa mo-
neda borrada que nos pasamos de mano en mano, en silencio”.

Vemos, pues, en suma, de qué se trata a partir de ahí, y, en su-


ma, lo que se establece cuando el neurótico llega a la experiencia ana-
lítica.

Es que él también comienza a decir cosas. Dice unas cosas, y


las cosas que dice, no debe asombrarnos enormemente si, al comien-
zo, ellas no son tampoco otra cosa que esas palabras de poco peso a
las que acabo de hacer alusión. Sin embargo, hay algo que es funda-
mentalmente diferente, esto es que él viene al analista para otra cosa
que para decir simplezas y banalidades, que, de ahora en adelante, en
la situación está implicado algo, y algo que no es poco, puesto que, en
suma, es su propio sentido, más o menos, lo que él viene a buscar; es

20
{est} / *y {et}*

13
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

que algo está ahí místicamente puesto sobre la persona de aquél que lo
escucha. Por supuesto, él avanza hacia esta experiencia, hacia esta vía
original, con ¡mi Dios! lo que tiene a su disposición: a saber, que lo
que él cree ante todo es que es preciso que él mismo haga de médico,
que informe al analista. Por supuesto, ustedes tienen su experiencia
cotidiana; remitiéndolo a su plano, digamos que de lo que se trata, no
es de eso, sino que se trata de hablar, y, de preferencia, sin buscar uno
mismo poner el orden, la organización, es decir colocarse, según un
narcisismo bien conocido, en el lugar de su interlocutor.

Al fin de cuentas, la noción que tenemos del neurótico es que


sus síntomas mismos son una “palabra amordazada” en la que se ex-
presa un cierto número, digamos, de “transgresiones a un cierto or-
den”, que por sí mismas claman al cielo el orden negativo en el que
ellas se han inscripto. A falta de realizar21 el orden del símbolo de un
modo vivo, el sujeto realiza unas imágenes desordenadas en las que
ellas son sus sustitutos. Y, por supuesto, eso es lo que ante todo y des-
de el vamos va a interponerse en toda relación simbólica verdadera.

Lo que el sujeto expresa ante todo y desde el vamos cuando ha-


bla, se explica, es ese registro que llamamos las “resistencias”, lo que
no quiere ni puede interpretarse de otro modo que como el hecho de
una realización hic et nunc, en la situación y con el analista, de la ima-
gen *o*22 de las imágenes que son las de la experiencia precoz.

Y es precisamente sobre eso que toda la teoría de la resistencia


se ha edificado, y esto solamente tras el gran reconocimiento del valor
simbólico del síntoma y de todo lo que puede ser analizado.

Lo que la experiencia prueba y encuentra es justamente otra co-


sa que la realización del símbolo; es la tentativa por parte del sujeto de
constituir hic et nunc, en la experiencia analítica, esta referencia ima-
ginaria, lo que llamamos las tentativas del sujeto de hacer entrar al

21
réaliser, que por un lado es “realizar”, “volver real”, también es “darse cuenta”,
“concebir”, etc. Sartre coincidía con Gide en el carácter indispensable de este tér-
mino francés. En la traducción mantengo siempre la opción “realizar”, aun a costa
de forzar, por motivos teóricos que se desprenden del contexto de la conferencia.
22
*y*

14
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

analista en su juego. Lo que vemos, por ejemplo en el caso del “hom-


bre de las ratas”, cuando nos damos cuenta —rápida, pero no inmedia-
tamente, como tampoco Freud— de que al contar su historia obsesiva,
la gran observación alrededor del suplicio de las ratas, hay una tentati-
va por parte del sujeto de realizar hic et nunc, aquí y con Freud, esa
suerte de relación sádico-anal imaginaria que constituye por sí sola la
sal de la historia. Y Freud se da cuenta muy bien de que se trata de al-
go que se traduce y se traiciona fisiognómicamente, sobre la cabeza
misma, el rostro del sujeto, por lo que en ese momento califica “el ho-
rror del goce ignorado”.23

A partir del momento en que esos elementos de la resistencia


han sobrevenido en la experiencia analítica, que uno ha podido medir,
sopesar como tales, eso es justamente un momento significativo en la
historia del análisis. Y podemos decir que es a partir del momento en
que se ha sabido hablar de ello de una manera coherente, y a la fecha,
por ejemplo, del artículo de Reich, uno de los primeros artículos al
respecto (aparecido en el International Journal), en el momento en
que Freud hacía surgir *la segunda tópica*24 en la elaboración de la
teoría analítica y que no representa otra cosa que la teoría del yo
{moi}; hacia esa época, en 1920, aparece “das Es”, y en ese momen-
to, comenzamos a darnos cuenta en el interior —siempre hay que
mantenerlo en el interior del registro de la relación simbólica— que el
sujeto resiste, que esta resistencia no es algo como una simple inercia
opuesta al movimiento terapéutico, como se podría decir en física que
la masa resiste a toda aceleración. Es algo que establece un cierto lazo,
que se opone como tal, como una acción humana, a la del terapeuta;
pero con esta salvedad: que es preciso que el terapeuta no se engañe.
No es a él en tanto que realidad que se le opone, es en la medida en
que, en su lugar, está realizada cierta imagen que el sujeto proyecta
sobre él.

23
“En todos los momentos más importantes del relato se nota en él una expresión
del rostro de muy rara composición, y que sólo puedo resolver como horror ante
su placer, ignorado {unbekennen} por él mismo.” — cf. Sigmund FREUD, «A
propósito de un caso de neurosis obsesiva» (1909), en Obras Completas, Volu-
men 10, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, p. 133.
24
Las palabras entre asteriscos vienen de EXO, p. 10. PEC, AFI y PTL ofrecen:
*el segundo {le second}*

15
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

En verdad, incluso estos términos no son más que aproximati-


vos.

Es en ese momento, igualmente, que nace la noción de instinto


agresivo, que hay que agregar a la libido el término de destrudo. Y es-
to, no sin razón. Pues a partir del momento en que su objetivo *es des-
cifrar*25 las funciones completamente esenciales de esas relaciones
imaginarias, tal como ellas aparecen bajo forma de resistencia, aparece
otro registro, que no está ligado a nada menos que a la función propia
que juega el yo, en esa teoría del yo en la cual hoy no me adentraré, y
que es lo que hay que distinguir absolutamente en toda noción cohe-
rente y organizada del yo del análisis, a saber del yo como función
imaginaria, del yo como unidad del sujeto alienado a él mismo, del yo
como aquello en lo cual el sujeto no puede reconocerse en primer lu-
gar más que alienándose, y, entonces, no puede volver a encontrarse
más que aboliendo el alter ego del yo, lo que, como tal, desarrolla la
dimensión, muy distinta de la agresión, que se llama en sí misma y en
adelante: la agresividad.

Creo que ahora tenemos que retomar la cuestión en esos dos re-
gistros: la cuestión de la palabra y la cuestión de lo imaginario.

La palabra, se los he mostrado de una forma abreviada, juega


ese papel esencial de mediación. De mediación, es decir de algo que
cambia a los dos partenaires en presencia, a partir del momento en
que ha sido realizado. Por otra parte, esto no tiene nada que no nos sea
dado hasta en el registro semántico de algunos grupos humanos. Y si
ustedes leen —no es un libro que merezca todas las recomendaciones,
pero es bastante expresivo y particularmente manejable y excelente
como introducción para los que tienen necesidad de ser introduci-
dos—, el libro de Leenhardt, Do Kamo, verán allí que entre los Cana-
cos se produce algo bastante particular en el plano semántico, a saber
que el término “palabra” {parole} significa algo que va mucho más
allá de lo que nosotros llamamos así. Es también una acción. Y por
otra parte, también entre nosotros “palabra dada” es también una for-
ma de acto. Pero es también alguna vez un objeto, es decir algo que

25
Las palabras entre asteriscos, que extraemos de RAP, p. 20, faltan en PEC, AFI
y EXO, donde encontramos puntos suspensivos, así como en PTL, donde encon-
tramos la indicación de texto faltante.

16
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

uno lleva, una gavilla... Es cualquier cosa. Pero, a partir de ahí, algo
existe que no existía antes. Convendría también hacer otra observa-
ción: es que esta palabra mediadora no es pura y simplemente media-
dora en ese plano elemental, que ella permite entre dos hombres tras-
cender la relación agresiva fundamental en el espejismo del semejante.
Es preciso que ella sea todavía muy otra cosa, pues si reflexionamos
en ello, vemos que no solamente constituye esa mediación, sino que
también constituye la realidad misma: esto es completamente evidente
si ustedes consideran lo que se llama una estructura elemental, es decir
arcaica, del parentesco. Lejos de ser elementales, no lo son nunca. Por
ejemplo, especialmente complejo —pero, en verdad, esas estructuras
complejas no existirían sin el sistema de las palabras que las expre-
sa—, el hecho de que, entre nosotros, las prohibiciones {interdits} que
reglan el intercambio humano de las alianzas, en el sentido propio del
término, estén reducidas a un número de prohibiciones excesivamente
restringido, tiende a confundirnos términos como “padre, madre, hi-
jo...” con relaciones reales.

Esto es porque el sistema de las relaciones de parentesco, en


tanto que haya sido producido, se ha reducido extremadamente en sus
límites y en su campo. Pero si ustedes formaran parte de una civiliza-
ción donde no pueden casarse con tal prima en séptimo grado, porque
ella está considerada como prima paralela, o inversamente, como pri-
ma cruzada, o porque se encuentra con ustedes en una cierta homoni-
mia que vuelve cada tres o cuatro generaciones, ustedes se darían
cuenta de que las palabras y los símbolos tienen una influencia decisi-
va en la realidad humana, y esto precisamente porque las palabras tie-
nen exactamente el sentido que decreto darles. Como diría Humpty
Dumpty en Lewis Carroll cuando se le pregunta por qué. El da esta
respuesta admirable: “porque yo soy el maestro/amo {maître}”.26

26
“— Cuando yo uso una palabra —dijo Humpty Dumpty, en tono algo despecti-
vo—, esa palabra significa exactamente lo que yo decidí que signifique... ni más
ni menos.”
“— Es asunto es —dijo Alicia—, si usted puede hacer que las palabras signifi-
quen tantas cosas distintas.”
“— El asunto es —replicó Humpty Dumpty— quién es el maestro aquí. Eso es
todo.” —cf. Lewis CARROLL, A través del espejo, Editorial Brújula, Buenos Ai-
res, 1968, p. 118.

17
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

Díganse que, al comienzo, está bien claro que es el hombre, en


efecto, quien da su sentido a la palabra. Y que si las palabras se han
encontrado en seguida en el común acuerdo de la comunicabilidad, a
saber, que las mismas palabras sirven para reconocer la misma cosa,
esto es precisamente en función de relaciones, de una relación de par-
tida, que ha permitido a esas personas ser personas que comunican. En
otros términos, no es en absoluto cuestión, salvo en una percepción
psicológica expresa, de tratar de deducir cómo salen las palabras de
las cosas y les son sucesiva e individualmente aplicadas, sino de com-
prender que es en el interior del sistema total del discurso, del univer-
so de un lenguaje determinado, que comporta, por una serie de com-
plementariedades, un cierto número de significaciones, que lo que hay
que significar, a saber las cosas, tienen que ordenarse para tomar lu-
gar.

Es precisamente así que las cosas, a través de la historia, se


constituyen. Esto es lo que vuelve particularmente pueril a toda teoría
del lenguaje, en tanto que se tendría que comprender el papel que jue-
ga en la formación de los símbolos. Como aquella que, por ejemplo,
es dada por Masserman,27 quien ha hecho al respecto —en el Interna-
tional Journal of Psychoanalysis, 1944— un muy lindo artículo que se
llama «Language, behaviour and dynamic psychiatry». Es claro que
uno de los ejemplos que da muestra suficientemente la debilidad del
punto de vista behaviourista. Pues es de eso que se trata en este caso.
El cree resolver la cuestión de la simbólica del lenguaje, dando este
ejemplo: el condicionamiento que tendría del efecto en la reacción de
contracción de la pupila a la luz, que regularmente se habría hecho
producirse al mismo tiempo que un campanilleo. Se suprime a conti-
nuación la excitación de la luz, la pupila se contrae cuando se agita la
campanilla. Se terminaría por obtener la contracción de la pupila por
la simple audición de la palabra «contract». ¿Creen ustedes que con
eso han resuelto la cuestión del lenguaje y de la simbolización? Pero
está bien claro que si, en lugar de «contract», se hubiera dicho otra co-
sa, se habría podido obtener exactamente el mismo resultado. Y de lo
que se trata no es del condicionamiento de un fenómeno, sino que de
lo que se trata en los síntomas es de la relación del síntoma con el sis-

27
En PEC y AFI: Wasserman — EXO, p. 12, informa: Masserman Jules H.,
«Language, Behaviour and Dynamic Psychiatry», International Journal of Psy-
choanalysis, T. I y II, p. 1-8.

18
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

tema entero del lenguaje. Es decir, el sistema de las significaciones de


las relaciones interhumanas como tales.

Creo que el resorte de lo que acabo de decirles es esto: ¿qué es


lo que constatamos, y en qué es que el análisis recorta muy exacta-
mente esas observaciones y nos muestra hasta en el detalle su alcance
y su presencia?

Esto es ni más ni menos que lo siguiente: que toda relación ana-


lizable, es decir interpretable simbólicamente, siempre está más o me-
nos inscripta en una relación de tres. Ya lo hemos visto en la estructu-
ra misma de la palabra: mediación entre tal y cual sujeto, en lo que es
realizable *libidinalmente*28; lo que nos muestra el análisis y lo que
da su valor a ese hecho afirmado por la doctrina y demostrado por la
experiencia de que nada finalmente se interpreta, pues es de eso que se
trata, sino por intermedio de la realización edípica. Esto es lo que eso
quiere decir. Eso quiere decir que toda relación de dos está siempre
más o menos marcada por el estilo de lo imaginario; y que para que
una relación tome su valor simbólico, es preciso que haya allí la me-
diación de un tercer personaje que realiza, por relación al sujeto, el
elemento trascendente gracias al cual su relación con el objeto puede
ser sostenida en una cierta distancia.

*Entre la relación imaginaria y la relación simbólica, hay toda


la distancia que hay en la culpabilidad.*29 Es por eso, la experiencia se
los muestra, que la culpabilidad es siempre preferible a la angustia. La
angustia en sí misma está, en adelante, lo sabemos por los progresos
de la doctrina y de la teoría de Freud, está siempre ligada a una pérdi-

28
*libidinal*
29
Así en PEC, AFI y PTL. Mediante dos interponaciones, EXO, p. 13, vuelve el
párrafo más inteligible: “Entre la relación imaginaria y la relación simbólica hay
toda la distancia que hay [entre] la culpabilidad [y la angustia]”, para lo que debe
descartar el dans {en} del texto fuente. Como se verá inmediatamente en este pá-
rrafo, y más adelante en la Discusión, en la primera respuesta de Lacan a la señora
Marcus-Blajan, dado que “la angustia está ligada a la relación narcisista”, mien-
tras que en un “segundo tiempo” la culpabilidad “apacigua la angustia”, conven-
dría establecer esta frase, una vez aceptadas las interpolaciones, de la siguiente
manera: “Entre la relación imaginaria y la relación simbólica hay toda la distancia
que hay {entre la angustia y} la culpabilidad”.

19
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

da, es decir a una transformación del yo {moi}, es decir a una relación


de dos a punto de desvanecerse y a la cual debe suceder algo distinto
que el sujeto no puede abordar sin un cierto vértigo. Eso es el registro
y la naturaleza de la angustia. Desde que se introduce el tercero, y {...}
que entra en la relación narcisista introduce la posibilidad de una me-
diación real, esencialmente por intermedio del personaje que, por rela-
ción al sujeto, representa un personaje trascendente, dicho de otro mo-
do una imagen de dominio {maîtrise} por intermedio de la cual su de-
seo y su cumplimiento pueden realizarse simbólicamente.

En ese momento, interviene otro registro, que es justamente el


que llamamos: o el de la ley, o el de la culpabilidad, según el registro
en el cual es vivido. — Ustedes sienten que yo abrevio un poco; éste
es el término. Creo que por dar una forma abreviada no voy a despis-
tarlos demasiado, puesto que también son cosas que, aquí o en otra
parte, en nuestras reuniones, he repetido muchas veces.

Lo que yo quisiera subrayar en lo concerniente a este registro de


lo simbólico, es sin embargo importante. Es, a saber, lo siguiente: que
desde que se trata de lo simbólico, es decir, aquello en lo que el sujeto
se compromete en una relación propiamente humana, desde que se tra-
ta del registro del “yo” {je}, aquello en lo que el sujeto se compromete
en “yo quiero... yo amo...” {je veux... j’aime...}, hay siempre algo, ha-
blando literalmente, problemático, es decir, que hay ahí un elemento
temporal muy importante a considerar. ¿Qué quiero decirles con esto?
Esto plantea todo un registro de problemas que deben ser tratados pa-
ralelamente a la cuestión de la relación de lo simbólico y de lo imagi-
nario. La cuestión de la constitución temporal de la acción humana es
absolutamente inseparable de la primera. Aunque esta noche yo no
pueda detenerme en toda su amplitud, al menos hay que indicar que la
volvemos a encontrar sin cesar en el análisis, y quiero decir de la ma-
nera más concreta. Ahí también, para comprenderla, conviene partir
de una noción estructural, si se puede decir existencial, de la significa-
ción del símbolo.

Uno de los puntos que me parece de los más *controvertidos* 30


de la teoría analítica, a saber el del automatismo, del pretendido auto-

20
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

matismo de repetición, cuyo primer ejemplo ha mostrado Freud tan


bien, y cómo actúa el primer dominio: el niño cuyo juguete es abolido
por la desaparición. 31 Esta repetición primitiva, esta escansión tempo-
ral que hace que la identidad del objeto esté mantenida: en la presen-
cia y en la ausencia, tenemos ahí muy exactamente el alcance, la signi-
ficación del símbolo en tanto que se relaciona con el objeto, es decir,
con lo que se llama el concepto.

Ahora bien, ahí encontramos también ilustrado algo que parece


tan oscuro cuando lo leemos en Hegel, a saber: que “el concepto, es el
tiempo”. Sería necesaria una conferencia de una hora para hacer la de-
mostración de que el concepto es el tiempo. — Cosa curiosa, el señor
Hyppolite, que trabaja la Fenomenología del Espíritu,32 se ha conten-
tado con poner una nota diciendo que ése era uno de los puntos más
oscuros de la teoría de Hegel.

Pero ahí, ustedes han palpado verdaderamente esta cosa simple


que consiste en decir que el símbolo del objeto, es justamente “el ob-
jeto ahí”. Cuando ya no está ahí, es el objeto encarnado en su dura-
ción, separado de sí mismo y que, por eso mismo, puede serles de al-
guna manera siempre presente, siempre ahí, siempre a vuestra disposi-
ción. Ahí volvemos a encontrar la relación que hay entre el símbolo y
el hecho de que todo lo que es humano es considerado como tal, y
cuanto más humano es, más está preservado, si podemos decir, del
costado moviente y *descomponedor*33 del proceso natural. El hom-
bre hace, y ante todo él mismo hace subsistir en una cierta permanen-
cia todo lo que ha durado como humano.

30
La palabra entre asteriscos, que extraemos de RAP, p. 23, falta en PEC y AFI,
donde encontramos puntos suspensivos, y en PTL, donde encontramos la indica-
ción de texto faltante. En su lugar, EXO, p. 14, propone: *esenciales*.
31
Sigmund FREUD, Más allá del principio de placer (1920), en Obras Comple-
tas, Volumen 18, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979. Cf. pp. 14-16.
32
Entiendo que se trata del título del libro de Hegel, aunque en nuestros textos-
fuente figure en minúsculas y sin subrayar. Lacan alude al libro de Jean Hyppoli-
te, Genèse et structure de la “Phénoménologie de l’Esprit” de Hegel, editado en
1946 (hay edición castellana).
33
{décomposant} / *descompensante {décompensant}*

21
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

Y volvemos a encontrar un ejemplo. Si hubiera querido tomar


por otro extremo la cuestión del símbolo, en lugar de hablar del voca-
blo {mot}, de la palabra {parole} y de la pequeña gavilla, habría parti-
do del túmulo sobre la tumba del jefe o sobre la tumba de cualquiera.
Esto es lo que caracteriza a la especie humana, justamente: rodear el
cadáver con algo que constituye una sepultura, mantener el hecho de
que “esto ha durado”. El túmulo o cualquier otro signo de sepultura
merece muy exactamente el nombre de símbolo, de algo humanizante.
Yo llamo símbolo a todo aquello cuya fenomenología he tratado de
mostrar.

Es por eso que, si les señalo esto, no es evidentemente sin ra-


zón, y la teoría de Freud ha debido impulsarse hasta la noción que ha
puesto de relieve un instinto de muerte, y todos aquéllos que, a conti-
nuación, poniendo el acento únicamente sobre lo que es el elemento
resistencia, es decir, el elemento {de} acción imaginaria durante la ex-
periencia analítica, y anulando más o menos la función simbólica del
lenguaje, son los mismos para quienes el instinto de muerte es algo
que no tiene razón de ser.

Esta manera de “realizar”, en el sentido propio del término, 34 de


volver a llevar a un cierto real la imagen, desde luego habiendo inclui-
do allí como una función esencial un particular signo de este real, vol-
ver a llevar a lo real la expresión analítica, es siempre en aquéllos que
no tienen este registro, que la desarrollan bajo este registro, es siempre
correlativa de la puesta entre paréntesis, incluso la exclusión, de lo
que Freud ha puesto bajo el registro del instinto de muerte, o que él ha
llamado más o menos automatismo de repetición.

En Reich, esto es exactamente característico. Para Reich, todo


lo que el paciente cuenta es “flatus vocis”, la manera por la que el ins-
tinto manifiesta su armadura. Punto que es significativo, muy impor-
tante, pero como tiempo de esta experiencia, es en la medida en que es
puesta entre paréntesis toda esta experiencia como simbólica, que el
instinto de muerte mismo está excluido, puesto entre paréntesis. Por
supuesto, este elemento de la muerte no se manifiesta sólo sobre el
plano del símbolo. Ustedes saben que se manifiesta más o menos en lo
que es del registro narcisista. Pero es de otra cosa que se trata, y que

34
cf. nuestra nota anterior sobre el término réaliser.

22
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

está mucho más cerca de este elemento de nadificación final, ligada a


toda especie de desplazamiento. Por supuesto, podemos concebirlo. El
origen, la fuente, como lo he indicado a propósito de elementos des-
plazados de la posibilidad de transacción simbólica de lo real. Pero es-
to es también algo que tiene mucha menos relación con el elemento
duración, proyección temporal, en tanto que entiendo el porvenir esen-
cial del comportamiento simbólico como tal.

Ustedes lo sienten bien, estoy forzado a ir un poquito rápido.


Hay muchas cosas para decir sobre todo esto. Y es cierto que el análi-
sis de nociones tan diferentes como estos términos de: resistencia, re-
sistencia de transferencia, transferencia como tal... La posibilidad de
hacer comprender a este respecto lo que hay que llamar propiamente
“transferencia” y dejar a la resistencia. Creo que todo esto puede ins-
cribirse bastante fácilmente en relación a esas nociones fundamentales
de lo simbólico y de lo imaginario. 35

Yo quisiera simplemente, para terminar, ilustrar de algún modo


—siempre hay que dar una pequeña ilustración a lo que uno cuenta—,
darles algo que no es más que una aproximación en relación a los ele-
mentos de formalización que he desarrollado mucho más extensamen-
te con los alumnos en el Seminario —por ejemplo, en el Hombre de
las Ratas—. Se puede llegar a formalizar completamente, con la ayuda
de elementos como los que voy a indicarles. Esto es de una especie
que les mostrará lo que yo quiero decir.

35
A partir de aquí, y en adelante, esto corresponde a una parte de PEC en la que
cambia la tipografía (esta última parte está tipeada con máquina común), y apare-
cen agregados manuscritos, así como tachaduras, correcciones y flechas que remi-
ten de una parte del texto a otra o a algún esquema al pie de página o al margen, lo
que vuelve a este texto-fuente un poco confuso. AFI parece reproducir al anterior,
sin dichos agregados, pero con algún error de su propia cosecha. Por otra parte, la
secuencia ofrecida por PTL (los pares de letras que describen la marcha de una
análisis “desde su comienzo hasta el final”) es discordante en algunos puntos con
el texto. Me he ayudado, para “establecer” esta parte, con el artículo de Jean-Pie-
rre DREYFUSS, «S.I.R: Une ouverture que rien ne laissait prévoir?», publicado
en el nº 22 de la revista Littoral, Avril 1987. De este mismo artículo reproduzco
más adelante, en el Anexo 2, unos esquemas que ofrecen algo así como una ver-
sión más inteligible e “interpretada” de los esquemas proporcionados por PEC y
PTL, entre el final de la conferencia y el comienzo de la discusión (cf. más ade-
lante).

23
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

He aquí cómo un análisis podría, muy esquemáticamente, ins-


cribirse desde su comienzo hasta el final:

rS — rI — iI — iR — iS — sS — sI — sR — rR — rS:
realizar el símbolo.

— rS: Esto, es la posición de partida. El analista es un persona-


je simbólico como tal. Y es a ese título que ustedes van a su encuen-
tro, en tanto que él es a la vez el símbolo por sí mismo de la omnipo-
tencia, en tanto que él mismo es ya una autoridad, el amo. Es en esta
perspectiva que el sujeto va a encontrarlo y que se pone en una cierta
postura que es poco más o menos ésta: “Es usted quien tiene mi ver-
dad”, postura completamente ilusoria, pero que es la postura típica.

— rI: después, ahí tenemos: la realización de la imagen.

Es decir, la instauración más o menos narcisista en la que el su-


jeto entra en una cierta conducta que es justamente analizada como re-
sistencia. ¿Esto en razón de qué? De cierta relación iI.

imaginación
— iI: ——————
imagen

Es la captación de la imagen que es esencialmente constitutiva


de toda realización imaginaria en tanto que la consideremos como ins-
tintual, esa realización de la imagen que hace que el picón hembra sea
cautivado por los mismos colores que el picón macho, y que ambos
entren progresivamente en cierta danza que los lleva a donde ustedes
saben.

¿Qué es lo que la constituye en la experiencia analítica? Por el


momento la pongo en un círculo. 36

Después de eso, tenemos:

— iR: que es la continuación de la transformación precedente:

36
Aquí, una indicación que encontramos en PEC, AFI y PTL remite al esquema
situado entre el fin de la conferencia y la discusión (cf. más adelante).

24
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

I se ha transformado en R.

Es la fase de resistencia, de transferencia negativa, o incluso, en


el límite, de delirio, que hay en el análisis. Es un cierto modo con que
algunos analistas tienden cada vez más a concebir: “el análisis es un
delirio bien organizado”, fórmula que he escuchado de la boca de uno
de mis Maestros, que es parcial, pero no inexacta.

¿Qué sucede después? Si el desenlace es bueno, si el sujeto no


tiene todas las disposiciones para ser psicótico —caso en el cual queda
en el estadio iR—, pasa a:

— iS: la imaginación del símbolo.

El imagina el símbolo. Tenemos, en el análisis, mil ejemplos de


la imaginación del símbolo. Por ejemplo: el sueño. El sueño es una
imagen simbolizada.

Aquí interviene:

— sS: que permite la inversión.

Que es la simbolización de la imagen.

Dicho de otro modo, lo que se llama “la interpretación”.

Esto únicamente después del franqueamiento de la fase imagi-


naria, que engloba aproximadamente:

rI — iI — iR — iS —

comienza la elucidación del síntoma por la interpretación

(sS)

— sI.37

37
Los añadidos manuscritos vuelven particularmente dudosa esta parte del texto
de PEC, y tampoco AFI y PTL ayudan mucho: ¿la “elucidación del síntoma por

25
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

A continuación, tenemos:

— sR: que es, en suma, la meta de toda salud, que no es —co-


mo se cree— adaptarse a un real más o menos bien definido, o bien
organizado, sino hacer reconocer su propia realidad, dicho de otro mo-
do su propio deseo.

Como muchas veces lo he subrayado, hacerlo reconocer por sus


semejantes; es decir simbolizarlo.

En ese momento, encontramos:

la interpretación” es sS o sI? (EXO, p. 17, tampoco ayuda a dilucidar este proble-


ma, ni siquiera se lo plantea.) Para dilucidar esta y otras cuestiones semejantes,
convendría efectuar una recorrida cuidadosa por los Seminarios 1 y 2, los más cer-
canos a esta conferencia. Por ejemplo, y sólo a título de indicación, veamos lo que
Lacan formula en el momento de su análisis del “sueño de la inyección de Irma”:

Recuerden lo que les expresé, a propósito de lo simbólico, lo ima-


ginario y lo real, en la conferencia inaugural de esta sociedad. Se
trataba de usar categorías en forma de letras minúsculas y mayús-
culas.

iS — imaginar el símbolo, poner el discurso simbólico bajo for-


ma figurativa, o sea, el sueño.

sI — simbolizar la imagen, hacer interpretación de un sueño.

Empero para esto es preciso que haya una reversión, que el sím-
bolo sea simbolizado...

o sea, sS, la simbolización del símbolo. ¿Pero en qué consiste esta reversión? Más
adelante, Lacan formula algo que podría responder a esta pregunta, cuando, a pro-
pósito de la fórmula de la trimetilamina que aparece en el sueño de Freud, dice:

Al igual que el oráculo, la fórmula no da ninguna respuesta a na-


da. Pero la manera misma en que se enuncia, su carácter enigmáti-
co, hermético, sí es la respuesta a la pregunta sobre el sentido del
sueño. Se la puede calcar de la fórmula islámica: No hay otro Dios
que Dios. No hay otra palabra, otra solución a su problema, que la
palabra.

—cf. Jacques LACAN, El Seminario, libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la


técnica psicoanalítica, Paidós, Barcelona, 1983, pp. 232 y 240.

26
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

— rR.38

Lo que nos permite llegar finalmente al:

— rS.

Es decir, muy exactamente, a aquello de lo que hemos partido.

No puede ser de otro modo, pues si el *análisis*39 es humana-


mente válido, eso no puede ser sino circular. Y un análisis puede com-
prender varias veces este ciclo.

— iI — ésta es la partida propia del análisis, es lo que se llama,


equivocadamente, “la comunicación de los inconscientes”. 40

El analista debe ser capaz de comprender el juego que juega su


sujeto. Debe comprender que él mismo es el picón macho o hembra,
según la danza que lleve su sujeto.

El sS es la simbolización del símbolo. Es el analista quien debe


hacer eso. No le cuesta: él mismo es ya un símbolo. Es preferible que
lo haga con completud, cultura e inteligencia. Es por eso que es prefe-
rible, que es necesario, que el analista tenga una formación tan com-
pleta como sea posible en el orden cultural. Cuanto más sepan de ello,
más les valdrá. Y esto (sS) no debe intervenir sino después de un cier-
to estadio, después de una cierta etapa franqueada.

Y en particular, es en este registro que aparece, del lado del su-


jeto —no es por nada que no lo he separado—... El sujeto forma siem-
pre y más o menos una cierta unidad más o menos sucesiva, cuyo ele-
mento esencial se constituye en la transferencia. Y el analista viene a
simbolizar el superyó, que es el símbolo de los símbolos.

38
Aquí, en PEC, un trozo manuscrito, luego tachado; en PTL, la indicación de
texto faltante; nada en AFI.
39
*analista*
40
Evidentemente, iI, en tanto “la partida propia del análisis”, sea lo que fuere, no
debe ser identificada a su punto de partida, a situar en rS.

27
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

El superyó es simplemente una palabra que no dice {dit} nada


—una palabra que prohibe {interdit}—. El analista no tiene precisa-
mente ningún problema para simbolizarla. Es precisamente lo que ha-
ce.

El rR es su trabajo, impropiamente designado bajo el término


de esa famosa “neutralidad benevolente” de la que se habla a tontas y
a locas, y que simplemente quiere decir que, para un analista, todas las
realidades, en suma, son equivalentes; que todas son realidades. Esto
parte de la idea de que todo lo que es real es racional, e inversamente.
Y esto es lo que debe darle esa benevolencia sobre la cual viene a que-
brarse *la resistencia*41 y llevar a buen puerto su análisis.

Todo esto ha sido dicho un poco rápidamente.

Hubiera podido hablarles de muchas otras cosas. Pero, por lo


demás, esto no es más que una introducción, un prefacio a lo que in-
tentaré tratar más completamente, más concretamente, el informe que
espero hacerles, en Roma, sobre el tema del lenguaje en el psicoanáli-
sis.42

41
Las palabras entre asteriscos, que extraemos de RAP, p. 27, faltan en PEC y
AFI, donde esta vez encontramos los puntos suspensivos entre paréntesis manus-
critos (lo mismo en EXO, p. 18), y en PTL, donde encontramos la indicación de
texto faltante.
42
Lacan se refiere, obviamente, a «Función y campo de la palabra y del lenguaje
en psicoanálisis», texto que recoge el “Discurso de Roma” que tuvo lugar en sep-
tiembre de 1953, casi tres meses después de la presente conferencia.

28
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

29
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

DISCUSIÓN

El PROF. LAGACHE agradece la conferencia y abre la discusión. 43

Sra. MARCUS-BLAJAN

Su conferencia ha hecho que en mí “resuenen las campanas”...


Lástima que yo no haya comprendido ciertas palabras. Por ejemplo:
“trascendente”.

Dos cosas me han sorprendido particularmente:

- lo que usted ha dicho a propósito de la angustia y de la culpa-


bilidad;

- y lo que usted acaba de decir a propósito de rR.

Estas son unas cosas que nosotros sentimos muy confusamente.


Lo que usted ha dicho de la angustia y de la culpabilidad me ha hecho
pensar en algunos casos, en la agorafobia, por ejemplo.

Lo que usted ha dicho a propósito de rR... que todo lo que exis-


te tiene el derecho de existir puesto que es humano...

43
Las palabras de Lagache al presentar la conferencia habrían sido las siguientes:
“Hemos pedido a nuestro amigo Lacan que tome la palabra, pues todos conocen, a
pesar de sus pequeños defectos, nuestra admiración y nuestro apego por él, y que
él está siempre dispuesto a pagar con su persona, por medio de alguna interesante
comunicación cientifica. Hemos tenido una enorme satisfacción cuando “elegimos
la libertad”. Inútil decirles que ahora tenemos mucho trabajo, y creo que todo el
mundo lo ha comprendido, y ha tomado todo esto muy en serio. Paso la palabra a
nuestro amigo Lacan.” — cf. La scission de 1953. La communauté psychanalyti-
que en France I, Documents édités par Jacques-Alain Miller, Supplément au nu-
méro 7 d’Ornicar? bulletin périodique du Champ freudien, 1976, p. 100. Hay ver-
sión castellana: Jacques-Alain MILLER, Escisión. Excomunión. Disolución. Tres
momentos en la vida de Jacques Lacan, Ediciones Manantial, Buenos Aires,
1987, cf. pp. 66-67.

30
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

DR. LACAN

Lo que yo he dicho a propósito de la angustia y de la culpabili-


dad... la distancia...

La angustia está ligada a la relación narcisista, la Señora Blajan


da de ello una muy linda ilustración —pues no hay fenómeno más nar-
cisista— con la agorafobia.

Cada vez que he comentado un caso en mi seminario, siempre


he mostrado los diferentes tiempos de reacción del sujeto. Cada vez
que se produce un fenómeno en dos tiempos, en la obsesión por ejem-
plo, el primer tiempo es la angustia, y el segundo tiempo es la culpabi-
lidad, lo que apacigua la angustia sobre el registro de la culpabilidad.

A propósito de la palabra “trascendente”... no es un término


muy metafísico, ni siquiera metapsicológico. Voy a tratar de ilustrarlo.
¿Qué es? ¿Qué es lo que quiere decir, en el caso preciso en que lo he
empleado?

Es esto: que en la relación con su semejante, en tanto que tal, en


la relación de dos, en la relación narcisista, hay siempre, para el suje-
to, algo desvanecido. El siente al fin de cuentas que él es el otro, y el
otro es él. Y este sujeto definido recíprocamente es uno de los tiempos
esenciales de la constitución del sujeto humano. Es un tiempo en que
no quiere subsistir, aunque su estructura esté siempre a punto de apa-
recer, y muy precisamente en ciertas estructuras neuróticas.

La imagen especular se aplica al máximo. El sujeto no es más


que el reflejo de sí mismo. La necesidad de constituir un punto que
constituya lo que es trascendente, es justamente el otro en *tanto*44
que otro.

Se pueden tomar mil ejemplos.

Por ejemplo, está completamente claro, puesto que yo tomaba el


ejemplo de la fobia, el hecho de que es justamente a una angustia se-

44
*tiempo*

31
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

mejante que corresponde el hecho de que subsista en el partenaire hu-


mano algo tan extraño, tan separado de la imagen humana como es la
imagen animal. De hecho, si nosotros vemos que, sea lo que fuere lo
que podamos pensar de la función —pues todo eso no es transparente,
sean los que fueren los trabajos que se hayan hecho al respecto—, sea
lo que fuere que podamos pensar del origen histórico real del totemis-
mo, hay una cosa muy cierta: es que en todo caso está ligado a la pro-
hibición del canibalismo, es decir que no se puede comer... pues de to-
dos modos es el modo de *relación humana primitiva*45. El modo de
relación humana más primitivo es ciertamente la absorción de la sus-
tancia de su semejante.

Ahí ustedes ven bien cuál es la función del totemismo. Es hacer


con ello un sujeto trascendente a aquél. —¿Creo que el Dr. Gessain no
me contradirá?—

Ahí volvemos a encontrar diferentes cuestiones sobre uno de los


puntos que más *nos*46 interesa: la relación entre niños y adultos. Los
adultos, para el niño, son trascendentes en tanto que están iniciados.
Lo más curioso es que, justamente, los niños no son menos trascen-
dentes para los adultos. Es decir, por un sistema de reflexión caracte-
rístico de toda relación, el niño se convierte, para los adultos, en el su-
jeto de todos los misterios. Esta es la sede de esa suerte de confusión
de las lenguas entre niños y adultos,47 y uno de los puntos más esen-
ciales que debemos tener en cuenta cuando se trata de intervención so-
bre los niños.

Habría otros ejemplos para tomar.

En particular en lo que constituye la relación edípica de tipo se-


xual, que es algo del sujeto, y que lo sobrepasa al mismo tiempo,
constitución de una forma a una cierta distancia.

45
*relaciones humanas primitivas*
46
*les*
47
cf. Sandor FERENCZI, « La confusión de lenguajes entre los adultos y el niño»
(1933), en Problemas y métodos del psicoanálisis, Ediciones Hormé, Buenos Ai-
res, 1966.

32
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

DR. LIEBSCHUTZ48

Usted nos ha hablado de lo simbólico, de lo imaginario. Pero


había lo real, del que usted no ha hablado.

DR. LACAN

No obstante, he hablado un poco de él.

Lo real es, o la totalidad, o el instante desvanecido...

En la experiencia analítica, para el sujeto, es siempre el choque


con algo, por ejemplo: el silencio del analista.

Hubiera debido decir que, de todos modos, se produce algo que


he añadido solamente al final. Se produce de todos modos, a través de
ese diálogo, algo que es completamente sorprendente, sobre lo cual no
he podido insistir, es decir, es uno de los hechos de la experiencia ana-
lítica que merecería, por sí solo, mucho más que una comunicación.
Debemos plantear la cuestión bajo este ángulo: ¿cómo es posible...?
—tomo un ejemplo completamente concreto—, que al fin del análisis
esos sueños... — no sé si he dicho o no que están compuestos como un
lenguaje... efectivamente, en el análisis, sirven de lenguaje. Y un sue-
ño en el medio o al final del análisis es una parte del diálogo con el
analista... — Y bien, ¿cómo es posible que estos sueños —y muchas
otras cosas todavía: la manera con que el sujeto constituye sus símbo-
los...— lleven algo que es la marca absolutamente viva de la realidad
del analista, a saber: de la persona del analista tal como está constitui-
da en su ser? ¿Cómo es posible que a través de esta experiencia imagi-
naria y simbólica se desemboque en algo que, en su última fase, es un
conocimiento limitado, pero sorprendente, de la estructura del analis-
ta? Esto es algo que por sí solo plantea un problema que no he podido
abordar esta noche.

DR. MAUCO

48
Luego conocido como Serge Leclaire.

33
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

Yo me pregunto si no hay que recordar los diferentes tipos (?)


de símbolos.

DR. LACAN

... Es un emblema

DR. MAUCO

El símbolo es algo vivido.

Por ejemplo, la casa, experimentada ante todo por un símbolo,


es en seguida elaborada colectivamente, disciplinada colectivamente...
Evoca siempre la palabra casa.

DR. LACAN

Déjeme decirle que de ningún modo soy de ese parecer, como


lo demuestra la experiencia analítica, a saber, que todo lo que consti-
tuye el símbolo, esos símbolos que volvemos a encontrar en las raíces
de la experiencia analítica, que constituyen los síntomas, la relación
edípica... Jones hace un pequeño catálogo de ellos, y demuestra que se
trata siempre y esencialmente de los temas más o menos conexos a las
relaciones de parentesco, del tema del rey, de la autoridad del amo, y
de lo que concierne a la vida y la muerte. 49

Ahora bien, todo aquello de lo que allí se trata, son evidente-


mente símbolos. Son precisamente elementos que no tienen absoluta-
mente nada que ver con la realidad.

Un ser completamente enjaulado en la realidad, como el animal,


no tiene de ello ninguna especie de idea.

49
Ernest JONES, La teoría del simbolismo, Cuadernos Monográficos 3, Letra Vi-
va, Buenos Aires, 1980.

34
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

Esos son justamente unos puntos donde el símbolo constituye la


realidad humana, donde crea esta dimensión humana sobre la cual
Freud insiste en todas partes, cuando dice que el neurótico obsesivo
vive siempre en el registro de lo que comporta al máximo elementos
de incertidumbre, de lo que él designa como: “la duración de la vi-
da...”, “la paternidad...”. Todo lo que no tiene evidencia sensible. To-
do lo que en la realidad humana es construido, y construido primitiva-
mente por ciertas relaciones simbólicas que después pueden encontrar
su confirmación en la realidad. El padre es efectivamente el genitor.
Pero antes de que lo sepamos de fuente cierta, el nombre del padre
crea la función del padre.

Creo, pues, que el símbolo no es una elaboración de la sensa-


ción ni de la realidad. Lo que es propiamente simbólico —y los sím-
bolos más primitivos— es algo distinto que introduce en la realidad
humana algo diferente, y que constituye todos los objetos primitivos
de verdad.

Lo que es notable es que la categoría de los símbolos, de los


símbolos simbolizantes, son todos de ese registro, a saber que compor-
tan, por la creación de los símbolos, la introducción de una realidad
nueva en la realidad animal.

DR. MAUCO

Pero sublimada y elaborada, se tiene el sub-basamento del len-


guaje ulterior.

DR. LACAN

Ahí, completamente de acuerdo.

Por ejemplo, las relaciones, los propios lógicos apelan muy na-
turalmente *a los términos de parentesco*50. Es el primer modelo de
una relación transitiva.

50
*al término de parentesco*

35
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

DR. MANNONI

El pasaje de la angustia a la culpabilidad parece ligado a la si-


tuación analítica.

La angustia puede conducir a la vergüenza, y no a la culpabili-


dad. Cuando la angustia no evoca la idea de un castigador, sino de un
apartamiento, es la vergüenza la que aparece.

La angustia puede traducirse no en culpabilidad, sino en duda.


Me parece que es porque el analista está ahí que la angustia se trans-
forma en culpabilidad.

DR. LACAN

¡Completamente de acuerdo! Es una situación privilegiada en la


experiencia analítica la que hace que el analista detente la palabra, que
juzgue; y porque el análisis se orienta enteramente en un sentido sim-
bólico, porque el analista lo ha sustituido a lo que ha hecho falta, por-
que el padre no ha sido más que un superyó, es decir una “Ley sin pa-
labra”, en tanto que esto es constitutivo de la neurosis, que la neurosis
está definida por la transferencia.

Todas estas definiciones son equivalentes.

Hay en efecto infinitos otros ramales para la reacción de la an-


gustia. Y no está excluido que algunos aparezcan en el análisis... Cada
uno merece ser analizado como tal.

Creo que la cuestión de la duda está mucho más próxima de la


constitución simbólica de la realidad. De alguna manera, ella es pre-
via. Si hay una posición que se pueda calificar esencialmente, en el
sentido en que yo lo entiendo, de “subjetiva”, es decir que es ella la
que constituye toda la situación. A saber: ¿cuándo y cómo es realiza-
da? Este es un desarrollo aparte.

DR. BERGE

36
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

El pasaje de la angustia a la culpabilidad...

Lo que me ha sorprendido en esas dos cosas, es la noción de in-


seguridad. La angustia y la culpabilidad: la inseguridad. La angustia y
la culpabilidad: la inseguridad... la angustia es sentida sin saber cuál es
el peligro. La culpabilidad es una defensa, porque hay un objeto, y sa-
bemos lo que es.

DR. LACAN

... Tengo mucha necesidad de un puente giratorio...

Un... indeterminado se me vuelve un suplicio durmiente.

DR. GRANOFF

El paralelismo entre la actitud de los hombres respecto de la an-


tropofagia y de sus hijos...

Sin remontar muy lejos en la Historia, en la historia de los nor-


mandos, hacia el siglo XVI, algunas actas de marinos comportaban la
renuncia a la antropofagia diciendo que los marinos “renunciaban a
beber sangre humana... a espetar niños en el asador...”

El esquema que usted da aquí encuentra su ilustración en el pro-


ceso analítico, pero también en la formación de la personalidad. Lo
que prueba que el análisis no hace más que retomar el proceso de la
formación de la personalidad.

DR. LACAN

El fetichismo es una transposición de lo imaginario. Deviene un


símbolo.

DR. GRANOFF

37
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

Para hablar de lo real, todos tenemos necesidad de la ayuda de


alguien para aprehender lo real. Y, en el fondo, la estructura de la per-
sonalidad del fetichismo sería un análisis que se habría interrumpido
tras iS.

El fetichismo51 no es un órgano genital femenino, nos enseña


Freud, sino una imagen angustiante que hace poner en marcha un pro-
ceso del orden de lo imaginario. Y es la marcha la que, en ese caso
particular, no concluye jamás.52 Nunca conduje un tratamiento de feti-
chismo hasta el final. Pero me parece que el ejemplo de fetichismo es
irremplazable.

DR. LACAN

En efecto, yo no he retomado el fetiche...

DR. GRANOFF

Pero, bajo la relación de la culpabilidad, en la medida en que el


fetiche le permite una relación entre...

DR. PIDOUX

He visto, a propósito de angustia y culpabilidad, quisiera pre-


guntarle si usted no piensa que el símbolo no interviene... (?)... y de la
angustia en el trabajo, y del elemento transferencial.

51
Aquí, en nota al pie, PTL se pregunta: “¿El fetiche?”.
52
Para quienes sigan la presente traducción acompañados del texto francés de los
Petits écrits et conférences (PEC), observo que hay en dicha compilación un error
de compaginación. La secuencia correcta de las páginas sería: 423-425-424-426...
Mi traducción subsana ese error. — ¡Esta circunstancia se les escapó a los que es-
tablecieron el texto en francés traducido por EXO, lo que los obliga a conjeturar
una intervención de más por parte de Granoff en la página siguiente, y a ensartar a
continuación de esta intervención una respuesta de Lacan que nada tiene que ver
con el asunto... puesto que es la respuesta de Lacan a la pregunta de Anzieu!

38
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

DR. LACAN

Exactamente, como interviene en el menor acting-out... lo que


es transferencia y...

SR. ANZIEU

Cuando Freud hizo la teoría clínica, tomó prestados modelos a


las teorías de su época... Al proponernos este principio de esquema...
me gustaría saber si estos modelos son del registro del símbolo o de lo
imaginario. ¿Y qué origen dar a estos modelos?

¿Lo que usted propone hoy es un cambio de modelo permanente


para pensar los datos clínicos, adaptado a la evolución cultural? ¿O al-
go distinto?

DR. LACAN

Más adaptado a la naturaleza de las cosas, si consideramos que


todo aquello de lo que se trata en el análisis es del orden del lenguaje,
es decir, al fin de cuentas, de una lógica.

Por consiguiente, esto es lo que justifica esta formalización que


interviene como una hipótesis.

En cuanto a lo que usted dice de Freud, yo no estoy de acuerdo


con que sobre el asunto de la transferencia él haya tomado prestados
unos modelos más o menos atomísticos, asociacionistas, incluso me-
canicistas del estilo de su época.

Lo que me parece sorprendente, es la audacia con la cual él ha


admitido como modo completamente a no repudiar en el registro de la
transferencia: el amor, pura y simplemente. El no considera en absolu-
to que eso sea una suerte de imposibilidad, de callejón sin salida, algo
que salga de los límites. Ha visto bien que la transferencia, es la reali-
zación misma de la relación humana bajo su forma más elevada, reali-

39
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

zación del símbolo, que está ahí, al comienzo, y que está al final de to-
do eso.

Y entre un comienzo y un fin, que son siempre la transferencia;


al comienzo, en potencia, dada por el hecho de que el sujeto viene, la
transferencia está ahí, lista para constituirse. Esta ahí desde el comien-
zo.

Que Freud haya hecho entrar en ello el amor, ésta es una cosa
que debe mostrarnos bien hasta qué punto él daba a *estas*53 referen-
cias simbólicas su alcance, incluso sobre el plano humano, pues, al fin
de cuentas, si debemos dar un sentido a ese algo en el límite, del que
apenas se puede hablar, que es el amor, es la conjunción total de la re-
alidad y del símbolo que hacen una sola y misma cosa.

DRA. DOLTO

Realidad y símbolo, ¿qué es lo que entiendes por realidad?

DR. LACAN

Un ejemplo: la encarnación del amor es el don del niño, quien


para un ser humano tiene este valor de algo más real.

DRA. DOLTO

Cuando el niño nace, es simbólico del don. Pero puede haber


también don sin niño. Puede haber entonces palabra sin lenguaje.

DR. LACAN

Justamente, estoy preparado para decirlo todo el tiempo: el sím-


bolo sobrepasa la palabra.

53
{ces} / *sus {ses}*

40
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

DRA. DOLTO

Llegamos todo el tiempo a “¿qué es lo real?”, y todo el tiempo


nos escapamos. Y hay otra manera de aprehender la realidad psicoana-
lítica tanto como esa, que para mi psicología me parece muy extrema.
Pero tú eres un Maestro tan extraordinario que se puede seguirte si no
se comprende más que después.

En la aprehensión sensorial, que es un registro de la realidad,


para unas bases que me parecen seguras... previas al lenguaje, y la
imagen de nuestro cuerpo. Y yo pensaba todo el tiempo, y sobre todo
para la expresión verbal, puesto que el adulto transcurre sobre todo
con la expresión verbal de lo imaginario, si no hay imagen del cuerpo
propio... (?)

Desde que el otro tiene orejas, no se puede hablar... (?)

DR. LACAN

¿Tú piensas mucho en ello, que el otro tiene orejas?

DRA. DOLTO

No yo, los niños.

Si yo hablo, es que sé que hay orejas. No hablaría de ello antes


de la edad edípica, se habla incluso si no hay orejas. *Pero después de
la edad edípica, no se puede hablar si no hay orejas.*54

DR. LACAN

¿Qué quieres decir?

54
Esta frase de PEC, falta en PTL.

41
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

DRA. DOLTO

Para hablar, es preciso que haya boca y orejas.

Entonces, queda una boca.

DR. LACAN

Es lo imaginario.

DRA. DOLTO

Ayer tuve un ejemplo de esto. Ayer, en un niño mudo, quien po-


nía unos ojos sin orejas. Yo le dije —como es mudo—, le dije: “no es
asombroso que no pueda hablar, ése, puesto que no tiene boca”.

El trató, con un lápiz, de poner una boca. Pero se la puso al niño


en un sitio que cortaba el cuello. Perdía la cabeza si hablaba; perdía la
inteligencia, perdía la noción de un cuerpo vertical, si hablaba. Para
hablar, es preciso la certeza de que haya una boca, y de que haya ore-
jas.

DR. LACAN

Sí, de acuerdo.

Pero los hechos muy interesantes que tú pones de relieve están


completamente ligados a algo completamente dejado de lado; ligados
a la constitución de la imagen del cuerpo en tanto que...55 del yo
{moi}, y con ese corte ambiguo; con el cuerpo fragmentado.

No veo a dónde quieres llegar con eso...

55
Nota de PTL: “En este sitio otra fuente indica la palabra órbita {orbite}. ¿Sería
Urbild?”.

42
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

DRA. DOLTO

El lenguaje no es más que una de las imágenes. No es más que


una de las manifestaciones del acto de amor, no es más que una de las
manifestaciones donde el ser, en el acto de amor, es fragmentado. No
somos completos, puesto que tenemos necesidad de completarnos
cuando tenemos necesidad de palabra. El no sabe lo que dice; es el
otro, si lo escucha. Lo que pasa por el lenguaje puede pasar por mu-
chos otros medios.

DR. MANNONI

Una observación.

¿Es que los dibujos no son imágenes, sino objetos, y el proble-


ma saber si su imagen es símbolo o realidad? Esto es extremadamente
difícil.

DR. LACAN

Este es uno de los modos por los cuales, en todo caso en la fe-
nomenología de la intención, se aborda lo imaginario, por todo lo que
es reproducción artificial, más accesibles.

SRA. MARCUS-BLAJAN

Es sorprendente ver la predominancia de lo visual. Los sueños


en general son visuales.

Me pregunto a qué corresponde eso.

DR. LACAN

... Todo lo que es captación...

43
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

Anexo 1:
FUENTES PARA EL ESTABLECIMIENTO DEL TEXTO, TRADUCCIÓN
Y NOTAS DE ESTA CONFERENCIA INÉDITA DE LACAN

 PEC — Jacques LACAN, «Le Symbolique, l’Imaginaire et le Réel», en Petits


écrits et conférences, 1945 - 1981, recopilación de fotocopias de diverso ori-
gen, que agrupa varios textos inéditos de Lacan, sin indicación editorial, pp.
403-429. Biblioteca de la E.F.B.A.: CG-254.

 AFI — Jacques LACAN, «Le symbolique, l’imaginaire et le réel», en Bulletin


de l’Association freudienne, nº 1, Novembre 1982, 5 rue de la Clef, Paris. Esta
edición advierte que ha “tomado el partido de reproducir tal cual la estenogra-
fía original”. Lo poco que interviene la edición se detecta desde el momento
en que la fecha en que fue pronunciada la conferencia es situada “a fines de
1952 o comienzos de 1953”. Esta versión no incluye la discusión posterior, lo
que constituye una de sus escasas diferencias con la versión PEC.

 PTL — Jacques LACAN, «Le symbolique, l’imaginaire et le réel», en Pas-


tout Lacan, recopilación de la mayoría de los pequeños escritos, charlas, etc.,
de Lacan entre 1928 y 1981, a excepción de los seminarios, que ofrece en su
página web http://www.ecole-lacanienne.net/ la école lacanienne de psychana-
lyse. Esta versión, que comienza informando que la misma es anunciada en el
catálogo de la Bibliothèque de l’e.l.p. como versión J.L., advierte además de
la existencia de “varias otras versiones sensiblemente diferentes en algunos
puntos”, entre ellas una aparecida en el Bulletin de l’Association freudienne,
1982, nº 1 (la diferencia, en verdad, no es tan sensible).

 RAP — Jacques LACAN, «Lo simbólico, lo imaginario y lo real», en Revista


Argentina de Psicología, nº 22, Diciembre de 1977. Traducción de Olinda Te-
les de Irusta a partir de una versión provista por Antonio Godino Cabas. Pre-
suntamente, su fuente francesa no sería ninguna de las tres citadas arriba, y
además no incluye los gráficos ni la discusión posterior.

 EXO — Jacques LACAN, «El simbólico, el imaginario y el real», texto esta-


blecido, EXOTÉRICAS, julio 1990, 2ª edición. Esta traducción dice basarse
en la versión PEC, más otras fuentes francesas no identificadas, mas muy po-
co en su texto confirma esta segunda afirmación, sobre todo cuando este esta-
blecimiento no atinó a corregir, o no advirtió, un error en la paginación de
PEC, error que este “texto establecido” reitera. Muy probable origen de este
texto: école lacanienne de psychanalyse, México.

44
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

Anexo 2:
EL “GRAFO” DE UN ANÁLISIS, DEL COMIENZO AL FINAL 56

Una vez propuestos “esos tres registros que son precisamente los registros esen-
ciales de la realidad humana, registros muy distintos y que se llaman: lo simbóli-
co, lo imaginario y lo real” —con justa razón, y por lo que hemos visto y vamos a
volver a ver, Jean-Pierre Dreyfuss propone designarlos: coordenadas de la expe-
riencia analítica—, Lacan propone con éstos, S, I y R, tomados de a dos, una se-
cuencia que escribiría “cómo un análisis podría, muy esquemáticamente, inscribir-

56
Fuente de los esquemas: Jean-Pierre DREYFUSS, «S.I.R: Une ouverture que
rien ne laissait prévoir?», en Littoral, nº 22, Erès, Avril 1987.

45
Lo simbólico, lo imaginario y lo real — 8 de Julio de 1953

se desde su comienzo hasta el final”. Para mostrar mejor cómo es esto, añadire-
mos unos números sobre la secuencia de letras que esquematiza ese circuito de un
análisis:

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10

rS — rI — iI — iR — iS — sS — sI — sR — rR — rS

Los esquemas de la página anterior, debidos a Jean-Pierre Dreyfuss, acompañan el


recorrido de dicho circuito:

a) partiendo de lo real y yendo hacia lo simbólico, tenemos: 1) rS o realizar el


símbolo, luego, el segundo tiempo va de R hacia I, y tenemos: 2) rI o realizar lo
imaginario, y finalmente, tercer tiempo: 3) iI o imaginar lo imaginario. Con esto,
se vuelve a partir de I hacia R, para rebroducir exactamente la misma figura, la
misma sucesión de tres tiempos, o sea:

b) 4) iR, imaginar lo real, 5) iS, imaginar el símbolo, 6) sS, simbolizar el símbolo,


y se llega a la tercera serie de tres tiempos:

c) 7) sI, simbolizar lo imaginario, 8) sR, simbolizar lo real, 9) rR, realizar lo real,


y vuelta al punto de partida:

10) o 1) rS, realizar el símbolo, para un nuevo ciclo. Tras un cierto número de ci-
clos, sería el fin del análisis. Una versión un poco diferente de las “inversiones
dialécticas” del escrito Intervención sobre la transferencia, pero quizá no menos
optimista.

establecimiento del texto,


traducción y notas:
RICARDO E. RODRÍGUEZ PONTE

para circulación interna


de la
ESCUELA FREUDIANA DE BUENOS AIRES

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