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Semenia1 (etnia makiritare/mayonkong, del Alto Orinoco – Lengua de los so’to)

Mito sobre el árbol de alimento, el origen de los ríos la primera lluvia.

Wanadi vivía todavía en la Tierra, casa de Wade. Lo rodearon, llorando, pidiendo ayuda.
Wanadi dijo: —Bueno. Ahora haré gente nueva, haré pájaros para ayudaros. Tendrán
alas para volar a las ramas; cogerán las frutas.
En aquel tiempo no había pájaros. Eso era al principio.
Wanadi clavó en la tierra unas hileras de palos y los miró. Se sentó enfrente, fumando;
tocaba su maraka; cantaba, pensaba.
Así hizo su gente nueva para la cosecha, sus hombres nuevos llamados pájaros. Cuando
querían se cambiaban en pájaros, volaban: después eran hombres, como nosotros.
Ahora, los pájaros hacían escaleras de bejucos. Algunos trepaban en ellas como
hombres, trepaban por los bejucos. Otros volaban como pájaros hacia las ramas. Ahora,
cogían las frutas. La gente antigua los miraba, en la Tierra. Tejían catumares. Los pájaros
venían, traían las frutas. Pesaban mucho, se resbalaban, caían, mataban gente, como
antes.
—Eso no sirve— dijo uno de los pájaros. Ahora vamos a sembrar, a cultivar la Tierra.
Acabemos esta recolecta. Vamos a ayudar. Somos fuertes, nosotros los pájaros. Vamos a
cortar el árbol, luego sembraremos en la Tierra.
Aquel era el jefe de los pájaros. Se llama Semenia. Era sabio; nos enseñó los cultivos.
Se tumban los árboles, así se hacen conucos; así se siembra. La gente antigua no sabía.
Sólo sabían recoger frutas silvestres, como los monos. Cuando llegó Semenia les enseñó
a talar árboles para hacer conucos. Cuando cortaron el árbol Maráhuaka, fertilizaron la
Tierra. Semenia les enseñó a trabajar para conseguir su comida.[...]
El pájaro Semenia quería que terminara el hambre, la miseria. [...]
Se acercaron primero cuatro tucanes; al principio, se veían como hombres. Traían unas
hachas buenas para tumbar Maráhuaka. Golpearon el tronco; sus hachas rebotaban. El
palo era grueso, la madera dura. El árbol no caía-, no entraban las hachas. Se cambiaron
ahora en pájaros, en tucanes, con unos picos muy grandes, muy fuertes.
Eran sus hachas ahora. Trataron de cortar el palo, a golpes de pico; nada, no pudieron.
El Piapoco quebró el filo de su pico; así se quedaron los tucanes ahora, con picos como
serruchos. Vino otro tucán, otro, otro, nada. Vinieron entonces los pájaros carpinteros.
Wanadi como un Carpintero Real, vino al golpear. Semenia vino como Carpintero Mono.
Vinieron también Waraihai, Sumunuadi. Le dieron al palo con sus picos. Cortaban de día,
de noche, se cansaban, dormían, cuando amanecía, despertaban: el palo estaba intacto
otra vez, como si nada.
—¿Cómo haremos? —preguntaban—. No podemos dormir, se tapa nuestro corte,
perdemos nuestro tiempo. Nunca acabaremos.
Semenia dijo: —No vamos a cortar más como ahora, todos al mismo tiempo; ahora
haremos turnos: uno corta; los otros duermen.
Así hicieron. Siempre había uno cortando, de día, de noche. No se cerró el corte. Iban
cortando hondo, cortando siempre, cortando, el uno, el otro; también iban durmiendo,
primero uno, ahora otro. No se cansaban. Golpe y golpe, golpe y golpe. Muchos días
dieron golpes.
Ahora vino uno, ahora dio su último picazo. Era Wanadi, estaba alegre. —Ya está
hecho— gritó.
Estaba hecho de verdad. Lo había cortado por completo.

1
Civrieux, Mar. (1992). Watunna, un ciclo de creación en el Orinoco. Caracas: Monte Ávila
Todos entornaban los ojos; miraban con miedo: —¡Ahora va a caer! —¿De qué lado
caerá? - ¿De qué lado vamos a correr?—.
Maráhuaka no cayó: quedó derechito, colgando del Cielo, tranqui-lo. Ahí estaba. No se
movía.
Con los ojos entornados, todos miraban. —¿Para qué tanto trabajo?—. Aquel árbol
nunca caía. No entendían.
Llamaron a Kadiio, la Ardilla.
—Anda rápido arriba, a ver qué pasa.
Kadiio dijo: —Bueno—, se fue trepando, miró, volvió. Ahora dijo:
—Se enredó en el Cielo. Se enredaron las ramas, parecen raíces, allá arriba; por eso
cuelga: está pegado.
Semenia le dio una hacha: —Sube otra vez y corta.
Kadiio, cortó Maráhuaka. lo cortó allá en el Cielo. Era un árbol al revés, con sus raíces
arriba.
Ahora sí cayó el gran árbol Maráhuaka. Toda la Tierra se movió. Ramas, frutas, palmas,
semillas, todo cayó. Pareció que el Cielo caía, pareció el fin de nuestra Tierra.
Se escondieron en las cuevas; se quedaron acuclillados, cerraban los ojos, tenían miedo.
Luego salieron. Cuando salieron llovía, llovía. Ellos no sabían qué era. Fue la primera
lluvia.

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