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Del absolutismo que caracterizó al reinado de Carlos III, se pasó a la ineficacia y debilidad

de Carlos IV fue uno de los factores que comenzó a irrumpir en la relación reino-colonia.
Una de las primeras medidas que despertó mayores críticas, fue la expulsión de la
Compañía de jesús (1767), ya que a los jesuitas se le reconocía por su eficaz labor
apostólica y educativa, pero además por la influencia que ejercian sobre buena parte de la
sociedad indiana. una de las causas del destierro serían, que la orden enseñaba doctrinas
contrarias al absolutismo, otra que debido al interés de la corte portuguesa en la expansión
territorial, las misiones jesuitas fueron estratégicamente ubicadas en las fronteras de
dominio español frente a territorio portugués, constituyéndose una activa defensa de las
fronteras. Portugal busco y logro eliminar esas fronteras. Muchos jesuitas desterrados
seguían interesados en la suerte de esos territorios, por lo que se unieron fuertemente a las
luchas emancipadoras. Tales como Juan José Godoy y Juan Pablo Vizcardo, éste último
autor de una carta donde estimulaba a los criollos a luchar por la independencia.
Con la muerte de Carlos III (1788) afloran las críticas sobre la política interna y exterior,
porque Carlos IV le confío el absolutismo y centralismo a Manuel de Godoy. La excesiva
centralización fue perjudicial, pues fue visible la despreocupación de la corona en relación a
los problemas indianos, que dependían ahora de un ministro de gobierno unificado.
Por otra parte las autoridades de indiana habían perdido la libertad de acción,
convirtiéndose en simples ejecutores, así los territorios parecieron abandonados.
Beneficiando a los poderosos enemigos de la corona española (Inglaterra, Francia y
Portugal) quienes sacaron rédito del decaído poder hispano.
Al tener un gobierno despótico e inepto los españoles y criollos miraban con curiosidad las
prédicas reformistas, donde se sostenía la idea de modificar el régimen monárquico, que
sea más representativo en el cual interviniesen los americanos. Esas ideas prendieron en
América influenciadas por la península y por la independencia americana y la revolución
francesa. Esto ejercía influencia en hispanoamérica, por las analogías de las situaciones
políticas, en la colonia inglesa de América del norte se establecía por primera vez un
régimen republicano y representativo. Y en Francia se alzaban contra el régimen
monárquico, asumiendo la orientación republicana y proclamando “los derechos del hombre
y del ciudadano”. Además algunas potencias interesadas en generar conflicto entre España
y América expresaban un activismo revolucionario.
Las tensiones entre los españoles peninsulares y criollos reflotaban cuando desde el
discurso se decía que para mantener la integridad de la monarquía se necesitaba dar una
auténtica representatividad a los criollos. Pero en la política real fue lo contrario, al no
permitir que los criollos ocupen altos cargos en la burocracia indiana. Así a finales del siglo
XVIII y principios del XIX, se promovieron tentativas independentistas.
Por otra parte el comienzo del siglo XIX fue difícil para la monarquía tras la batalla de
Trafalgar (1805), pues perdió toda su flota de marina contra Inglaterra.
Los últimos años del reinado de Carlos IV había generado resistencia, ello fue evidente
cuando después de autorizar el rey a Napoleón para cruzar territorio español con destino a
Portugal, la corona fue víctima de éste, al estallar un motín en Aranjuez, Carlos IV abdica a
favor de Fernando su hijo. Observando esto Napoleón se mete en la disputa, consiguiendo
que Carlos IV declare nula la abdicación y Fernando renunciará su derecho al trono.
Allanado el camino, Napoleón en poder del trono, lo cede a su hermano José Bonaparte.
Esto provocó el aislamiento entre España y América, donde la primera se preocupaba por
su suerte, mientras, la segunda huérfana, debió afrontar problemas políticos y militares,
llevando a ejercer autonomía para tomar decisiones, que contribuyeron a desarrollar una
personalidad propia e independiente de la corona.
Mientras tanto en la península se planteaba el problema del origen del poder de los reyes.
Los que negociaron con Napoleón consideraba la doctrina absolutista que los reyes eran
dueños de la corona, de ahí que para algunos la cesión del poder era válida y debía
considerarse a Napoleón como legítimo monarca. Pero la mayoría de los españoles
sostenían que el rey no podía disponer de la corona a su antojo sin consentimiento de la
nación y menos cederla a un extranjero. Para estos Fernando continuaba siendo el legítimo
rey de España y América, constituyéndose así movimientos populares en férrea defensa
contra la invasión. Estas protestas se canalizaron en la constitución de juntas supremas en
cada ciudad o provincia, capaz de ejercer el gobierno vacante. La dispersión obligó a
reunirse en una sola, que aspirase a la mayor representación (Junta Central Suprema y
Gubernativa de España e Indias) integrada por 35 miembros de los antiguos reinos e
invitaron a las autoridades indias a que envíen representantes. Aquí queda la idea de que
todas la provincias y reinos se encontraban bajo una misma monarquía.
Con el avance de las tropas francesas, la junta central, acordó disolverse (1810) y constituir
un consejo de regencia, integrada por cinco miembros (un representante de América), pero
fue destituida, no antes de las cortes en la isla de León, que luego se trasladan a Cádiz. Allí
reconocen y proclaman a Fernando como rey, pero expresando que la nación, es la reunión
de todos los españoles, entonces la soberanía reside esencialmente en la nación y
pertenece a esta establecer las leyes fundamentales. Las cortes de consideran
representantes de la nación y se establece una nueva regencia. Estas sancionan la
Constitución política de la monarquía española (1812), donde se establecen los principios y
preceptos básicos de estructura y organización del estado y delimitar las atribuciones del
Rey y las cortes.
La situación de América fue una permanente preocupación para las autoridades
peninsulares no sólo por conservar la integridad de la monarquía, sino de contar con el
apoyo efectivo de América en las críticas situaciones en que la península se encontraba.
Además se suscitaban brotes revolucionarios en Caracas y Buenos Aires. Frente a ello en
las cortes de Cádiz, se fue perfilando un nuevo concepto que tendió a aceptar la
participación de los criollos en el gobierno general de la monarquía y a consagrar la
igualdad jurídica de los habitantes de uno y otro origen. Pero habían dos asuntos que no
podían ceder las autoridades peninsulares: primero el alcance que tendrían los americanos
en el gobierno común y segundo la libertad de comercio que reclamaban los americanos.
Muchos creían que la Constitución sancionada en 1812, sería un instrumento que sofocaría
la rebelión en el nuevo mundo y además conciliaria a los españoles de ambos hemisferios.
Pero por diferentes motivos la Constitución fracaso como forma de paz y conciliación.
Abriéndose un periodo de represión armada contra los focos americanos insurgentes.
En esta situación asume Fernando VII (1814), una vez retiradas las tropas invasoras y
provocó una delicada situación política. Mientras algunos decian que los órganos
constituidos para ejercer el poder en la ausencia del rey debían cesar, otros decidieron no
prestarle obediencia ni reconocerlo como rey hasta que no se presentase en las cortes y
jurase la Constitución. Fernando contaba con apoyo popular y de la mayoria de los
diputados de la cortes, por lo cual decidió disolverlas, declarando “nulo y de ningún valor y
efecto” la Constitución y los decretos de las cortes. Suprimido el régimen constitucional se
establece el absolutismo. El gobierno del rey Fernando VII reprimió todo sentido
revolucionario y reformista. Los brotes absolutistas no tardaron en llegar a América,
precipitando la desmembración de la monarquía por la escasa flexibilidad y tacto político del
rey. Bajo su reinado casi la totalidad de los territorios americanos se independizaron.

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