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“La Mujer No Existe”

¿Qué es, entonces, una mujer? Un libro que lleva este título plantea esta pregunta. Afirma que la pregunta
sobre qué es una mujer nunca puede tener una respuesta única. La mujer no es una realidad fija, sino que
su cuerpo es para ella un lugar abierto a diversas posibilidades. Toma como modelo la perspectiva
existencialista de Simone de Beauvoir, quien no negó que la biología fuera una base fundamental del
mundo humano. Pero para Beauvoir, “el cuerpo es una situación”, parte de la concatenación de
circunstancias históricas a partir de las cuales debe adquirirse la libertad. “Convertirse en una mujer” no
implica una oposición entre sexo y género, sino que es el modo en que una mujer usa su libertad.

La sentencia de Lacan, “La mujer no existe”, indica que en el inconsciente no hay un significante
para “la mujer”. Esto no significa que el hombre sea más completo que la mujer, ya que el hombre es todo
sólo en el sentido de haber entrado totalmente en la significación fálica. Es porque la mujer carece de un
significante que debe usar el subterfugio de la mascarada. La importancia del ensayo de Riviere reside en
su cuestionamiento de la distinción entre la genuina feminidad y la apariencia.

La mascarada revela una estructura psíquica que no responde al deseo de un hombre sino a un fantasma
masculino. Más aún, las diferenciaciones biológicas son inadecuadas. Demasiadas personas parecen
cruzar hacia el otro campo: hay hombres biológicos con estructura femenina y mujeres biológicas con
estructura masculina. La pregunta permanente de Freud acerca de lo que quiere una mujer, y la mal
comprendida teoría de la sexuación de Lacan evidencian que la mujer no está enteramente determinada
por lo fálico y que, por lo tanto, es más sujeto que el hombre. La experiencia vivida tiene que ver con la
lucha por hacer algo con el “cuerpo como situación”.

Para desarrollar esta línea de pensamiento, un feminismo lacaniano expresaría un reconocimiento


fundamental de la singularidad del elemento femenino. En este sentido, puede realizarse un
agrupamiento a partir de las categorías de femenino/masculino/lesbiana/gay/”queer” que podría ser
políticamente activo para cualquier cambio que ese grupo desee propiciar. Uno de esos cambios bien
puede ser permitir la emergencia de un nuevo significante amo que funcione como límite al goce. Es
importante recordar, sin embrago, que cualquier clase de categorización corre el riesgo de prestarse a
una nueva forma de totalización jerárquica.
El posfeminismo ha comenzado a considerar la pregunta acerca de lo que el concepto posmoderno
del sujeto disperso e inestable podría aportarle. En lo que respecta a este breve estudio, la respuesta es
lacan, quien ha lanzado una poderosa crítica a la identidad estable, sin descartarla completamente.
Hacerlo invitaría a una salida psicótica de lo simbólico, y Lacan siempre retorna a la ineludible relación
con lo simbólico, al intento del sujeto de mantener lo real dentro de él. El sujeto dividido no escapa a la
castración. El feminismo puede utilizar esta crítica a la identidad positiva sin deconstruir la identidad a
partir de la existencia.

Algunas Ideas Clave:

El inconsciente era para Freud inicialmente el depósito al que iba a parar lo que era reprimido,
desalojado de la conciencia, y que por lo tanto solamente era accesible a través de sus efectos indirectos
tales como los sueños, los síntomas y los lapsus. Más tarde, cuando estableció su esquema tripartito de
superyó, yo y ello,, ubicó elementos inconscientes en esas tres instancias. Lacan sostiene que esos efectos
indirectos son las marcas de los significantes del lenguaje. No solo son el modo en el cual el inconsciente
se hace presente, sino que son responsables de estructurarlo de manera similar al lenguaje mismo. De ahí
el aforismo de Lacan, “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”. Lacan afirma que el
inconsciente son los efectos del significante sobre el sujeto, en el sentido de que los significantes
reprimidos retornan en las formaciones del inconsciente. Debido a este efecto del significante sobre el
sujeto, que lo afecta como desde fuera, “el inconsciente es el discurso del otro”.

Lenguaje:

El lenguaje es central para el psicoanálisis lacaniano. Freud ya había colocado el lenguaje en el corazón de
su práctica, la “cura por la palabra”. Para Lacan, el lenguaje es el complejo medio de constitución del
sujeto. Para el lenguaje utilizó en general el término “langage”; para las invasiones de la potencial palabra
articulada en elementos poéticos, emotivos, acuñó el término “lalangue” [lalengua], ejemplificado por su
propio discurso provocador, en el que los pensamientos nunca cesan de irrumpir.

Nombre-del-Padre

Lacan afirma que el orden simbólico está sostenido por el “padre simbólico”(el nombre-del-
Padre).que es una metáfora de lo que impone la castración del lenguaje y representa la exigencia ideal de
la ley. Jugando con este término, habló del “nom/non du pere”, el “nombre/no del Padre”, para poner de
relieve su función simbólica de barrar al sujeto, S. Las feministas que veneraron a Melanie Klein por sus
énfasis en lo preedípico rechazaron la concepción de Lacan de que el Edipo ya está en el discurso de los
padres aun antes de que el niño nazca.

Objeto a
La entrada en el lenguaje produce la separación de la cosa primordial perdida, la madre; una
experiencia de pérdida derivada del hecho de que los intentos de lo simbólico de llevar lo real dentro de
sus límites siempre dejan un resto a culto que reinscribe sin cesar la falla en lograr la identidad. Para
ocultar esta falla, que lo simbólico ignora, el sujeto sostiene un fantasma que hace las veces de un objeto
perdido, el objeto a. El fantasma se arma a partir de una cosa o acontecimiento particular en los primeros
momentos de la vida del sujeto; ese fantasma ofrece la ilusión de que finalmente la falta será
compensada. En su práctica clínica, Lacan advirtió que el deseo se desvía inconscientemente de su
consumación y prefiere repetir constantemente su búsqueda.

Otro/Otro

El primer “otro” es la imagen que el niño ve en el espejo, la complaciente imagen de completud


que desmiente la verdadera naturaleza fragmentada del sujeto. Sin embargo, esta completud narcisística
es la que permite al sujeto constituir su yo, en la medida en que provee una ficción de control y dominio
que funciona como su base. La imagen se torna agresiva cuando los otros semejantes compiten con ella.
El “Otro” es lo simbólico mismo, el lugar supuesto de todo deseo, que determina el sujeto hablante. No es
la persona a la que se le habla. Puesto que el Otro es tomado por el sujeto como el polo último de
referencias, su falta-que Lacan escribe colocando una barra sobre el matema del otro: A- es ocultada.

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