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INTRODUCCION
A esa singularidad se suma otra no menos importante. Cuando José Santos Vargas,
nacido en Oruro en 1796, decidió enrolarse en las guerrillas patriotas que actuaban en
las provincias de Sicasica y Ayopaya, lo hizo con la convicción de luchar por una causa
justa pero también con el propósito deliberado de escribir sobre esa
experiencia. “Ansioso estaba yo de ser patriota —escribió él mismo—, mucho más con
la intención de saber y apuntar lo que sucediese. Ello es que me entropé por ser más
testigo ocular de los hechos…” Y eso es lo que hizo por más de una década: “saber y
apuntar” los avatares de una prolongada lucha por la independencia de la Patria.
La vida de José Santos Vargas antes y después de su vida de guerrillero, la que sí está
registrada en su Diario. Perdió a sus padres en Oruro cuando era un niño. Fue criado
por una tía abuela que también murió dejándolo al cuidado de un tiránico tutor. Asistió
unos años a la escuela donde aprendió a escribir. En 1811 —la lucha por la
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Hasta que un día, en un pueblo en los valles cercanos a la villa de Mohosa, por azar, se
reencontró con su hermano Andrés. Éste era el párroco del pueblo de Cavari, pero
antes había sido capellán de un bando guerrillero y durante el tiempo que permaneció
levantado en armas contra la Corona española había escrito un Diario. Ése fue el
momento decisivo en la vida de José Santos Vargas. Quiso ser como su hermano. En
1814 tomó una doble decisión: tomar las armas por la causa de la Patria y escribir un
Diario de esos afanes.
José Santos Vargas se enroló como Tambor bajo las órdenes del comandante Eusebio
Lira. Siendo Tambor podía permanecer cerca del líder guerrillero y de esta manera
conocer de cerca sus decisiones, lo que convenía a su propósito de registrar “todos los
sucesos de la guerra”. Era un puesto riesgoso —transmitía las órdenes del
Comandante a la tropa— pero así el historiador en ciernes podía estar cara a cara con
los acontecimientos. En 1817, Lira fue asesinado, pero Vargas permaneció en la
guerrilla recibiendo sucesivos ascensos hasta convertirse en Comandante.
Desde el fin de la guerra hasta por lo menos 1853, Vargas siguió trabajando en su
Diario, corrigiéndolo y complementando la información, lo que prueba una vez más su
vocación de escritor. De su Diario han sobrevivido dos copias. Una, incompleta, que fue
la que descubrió, estudió y publicó Gunnar Mendoza en 1952. Diez años después, el
mismo Mendoza, gracias a la información de un anticuario de la ciudad de Sucre, dio
con la segunda copia, esta vez completa. Gestionó su adquisición —era propiedad de la
familia del escritor Adolfo Costa Du Rels— para el Archivo Nacional. En 1982 anotó y
publicó esta versión en México.
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DESARROLLO
1. BIOGRAFIA
José Santos Vargas, Nació en Oruro en 1796. Huérfano a muy temprana edad, apenas
cursó las primeras letras. Tras huir del rígido cuidado de su tutor en 1811, trabajó como
sirviente y secretario de cartas hasta 1814, año en que se alistó en la guerrilla de los
patriotas al mando del comandante de Mohosa (provincia Inquisivi, La Paz), Eusebio
Lira.
Austria, alejado de las obligaciones militares, Blas Mariano Vargas ocupó el puesto de
escribano del cabildo. También se dedicó al oficio de minero, pues fue dueño de una
mina de cobre, aunque esto no significó un cambio en el estatus social de su familia.
En el relato del año 1823 José Santos menciona de paso y sin precisar nombres, fecha
ni otras circunstancias personales - ni siquiera da a entender que se casó en ese año -,
su matrimonio. Sin explicar afirma: "el enlace que había tomado aun a destiempo", o
sea en plena guerra, "con cuyo motivo me cargué con hijos y fui cargado de familia":
se entiende también que "a destiempo", o sea antes que terminase la guerra.
O sea que al ser promovido a comandante del partido de Mohosa en mayo de 1823,
que es el motivo con el cual habla de su matrimonio, no sólo estaba ya casado sino
"cargado con hijos".
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cuando en curso de la pugna por el poder en la guerrilla entre los comandantes Párraga
y Bustamante éste se ve en peligro de muerte a manos de los mismos guerrilleros en
Mohosa, Juana Rodrigo acude a contenerlos: "Por Dios, y dirán que mi marido lo ha
hecho asesinar y no dirán que los soldados de picados lo han hecho." Esta intervención
el móvil de ella, bien expresado en sus palabras, muestran a Juana Rodrigo como una
mujer que tenía resolución y perspicacia y que sabía cuidar a José Santos contra
riesgos impertinentes: o sea, parecería que José Santos guerrillero supo escoger una
digna compañera.
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¿Cuáles fueron las ideas fuerza que movieron a los indígenas y a los levantiscos
criollos a lo largo de tres siglos? En el Perú, a partir de la predica de Bartolomé de las
Casas y de los “Comentarios Reales” de Garcilaso de la Vega, se fue difundiendo el
mito del Incario como la “Edad de Oro” al que sucumbieron desde el venezolano
Francisco de Miranda, hasta los argentinos Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Martín
de Güemes. Curiosamente Vicente Pazos Kanki fue, pese a su origen quechua, un
impugnador de los incaístas.
En España habían surgido antes voces como las de los padres Luis Molina, Francisco
Suárez y Juan de Mariana, máximos representantes del humanismo católico peninsular,
quienes reivindicaban la soberanía depositada en la comunidad de los hombres. A ellos
habría que añadir el pensamiento de Fray Francisco de Vittoria y Martín de Azpilkueta,
todos ellos del siglo XVI, algunos francamente regicidas, y cuyas obras se conocían y
discutían en la Universidad San Francisco Xavier y otros centros de estudio superior del
continente. Posteriormente los jesuitas expulsados en 1767 difundieron en Europa el
derecho de los americanos a formar gobierno propio y la “Carta a los españoles
americanos” del arequipeño Juan Pablo Viscardi Guzmán es quizás el aporte mas
contundente del exilio ignaciano sobre la situación de América y la necesidad de la
independencia.
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fue ante todo a las orillas a ver y “jugar con cuetes”. El impresionante espectáculo del
enorme tropel asaltante que huía derrotado horas más tarde estimuló en el muchacho
no solo la idea sino la decisión de su propia huida. Luego “confundido entre los
derrotados” y siempre “corriendo con ellos” ya estaba a varias leguas de Oruro […].
En su huida recaló en el sistema de Valles que continúa por el oriente a los Valles
donde iba a actuar después como guerrillero. En esta área se mantuvo por casi tres
años (noviembre de 1811 a septiembre de 1814), actuando a veces como “sirviente
doméstico” y a veces como secretario de cartas para sustentarse. Etapa deprimente de
su vida, entre la humillación de un estado ínfimo, el anhelo de establecerse bien y el
impulso de retornar a Oruro siempre reprimido por el recuerdo aún más deprimente del
tutor.
En el curso de este viaje ingresó por primera vez en el área de los Valles de Hayopaya,
en el caserío rural de Oputaña. Sabiendo allí que un hermano suyo, el presbítero doctor
Andrés Vargas, residía en el pueblo cercano de Mohosa —que iba a ser dentro de poco
tiempo una de las más firmes bases de apoyo de la lucha guerrillera en los Valles—
decidió no ir ya a La Paz y quedarse en Oputaña
Por otra parte se encontró con esta gran novedad: su hermano era un cura patriota de
convicción férvida, “ciego en esta opinión” y así la incipiente inclinación de José Santos
por la libertad desde la escuela recibió de su hermano una elocuente y sólida
racionalización. Luego otra novedad aún mayor: Andrés Vargas había llegado al
extremo de hacerse cura guerrillero, concurriendo como “capellán” en diversas
guerrillas y sufriendo por ello sañudas persecuciones en su persona y sus bienes, a los
cuales los realistas aplicaron su táctica favorita del incendio y el saqueo. Y como si todo
esto fuese poco, Andrés Vargas, como guerrillero, había llevado, nada menos, un
diario.
5.- GUERRILLERO
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José Santos encarece una y otra vez lo decisivo que fue el estímulo recibido de su
hermano para adoptar la resolución de incorporarse en la guerrilla: “ya con la seducción
de mi hermano a la opinión de la Patria estaba yo anhelando en ella”, “Abracé el partido
tan deseado aprovechándome del entusiasmo y seducción de mi hermano”, encarece
igualmente la convicción patriótica y desinteresada de su decisión: “deseoso de serlo
[patriota], sin saber las ventajas que pudiera producir tal partido”.1
José Santos guerrillero, antes que procurar una plaza como combatiente propiamente
dicho, se las arregló para ubicarse como tambor, esforzándose “a aprender sin que
hubiese quién me enseñase”. Él explica esto haciendo ver que así estaba en una
posición mejor para llevar su Diario.
Quizá no quería precisamente tener que matar, lo que obtenía ocupando la plaza de
tambor, aunque aumentasen en cambio las probabilidades de tener que morir, pues en
los combates “por la caja que tocaba […] me tanteaban a mí” y “los oficiales del
enemigo decían: ‘Tírenle al tambor’”; en más de una oportunidad los disparos del
enemigo dirigidos a José Santos le destrozaron la caja y el sombrero, de manera que
lejos de darle seguridad su puesto de tambor lo exponía a más peligros.
No fueron estos los únicos peligros de muerte para José Santos. Por no caer prisionero
1
Gunnar Mendoza, Historiógrafo, bibliógrafo y archivista (1914-1994)
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se lanzó una vez “por un bajío bien impinado” y “conforme me caiya me levantaba y
corría”; otra vez se lanzó por una quebrada abajo para poder escapar; otra debió
ponerse “en las costillas del caballo” para hurtar el cuerpo a las balas que zumbaban en
torno; otra tuvo que meterse tres días en el monte “sin comer ni casi dormir”: “Tiros
nomás se oiya en todas partes entro del monte”; otra tuvo que meterse nuevamente por
seis días en el monte “porque cruzaban partidas de indios [realistas] en busca de los
soldados y de todos los patriotas momentáneamente”; durante una persecución, “De
día solíamos estar en las lomas más ocultas y cerros nevados, sin tener que abocar, y
de noche nomás andábamos ocho leguas, y 10 y 12 y 15 también porque no había
lugar que no fuesen nuestros enemigos”; en la acción de Quillacollo (12 de septiembre
de 1817) una bala mató a su caballo
Pero el liderazgo de Eusebio Lira duró poco más de un año, pues murió a fines de
1817. En diciembre de ese año, la tropa estaba en Morochata, Cochabamba, donde
Eugenio Moreno y Pascual Marquina, que formaban parte de los guerrilleros
profesionales y procedían de Cusco, orquestaron un complot contra el comandante.
Esta conspiración se debió a un incidente que Lira tuvo con Moreno, explicó Mamani.
El comandante pensaba hacer fusilar al detenido pero decidió perdonarlo, luego de las
súplicas que hicieron en su favor la amante de Moreno, además de alguna gente y los
curas de Palca. Éste fue el antecedente del complot contra Lira, explicó Mamani.
Cuando Lira y su tropa estaban en Morochata, Moreno y Marquina mostraron una carta,
en la cual, supuestamente, el comandante no sólo ofrecía pasarse al bando del rey,
sino también entregar a sus hombres y sus armas. El Tambor Vargas fue uno de
quienes observaron el escrito y aseguró que era falso. "Esta carta no es hecha por Lira,
su firma no es ésta”, fue lo que dijo, según Mamani.
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Lira cayó mortalmente herido y nunca se supo quién le había disparado por la espalda.
Luego de ello, Marquina y Moreno ordenaron que la división, sobre todo los amigos de
Lira, como el Tambor Vargas, fueran arrestados.
Vargas visitó a Lira en su lecho de muerte. "Ésa es la escena mejor contada y la más
trágica del diario”, explicó Mamani. Cuando el Tambor ingresó al aposento, vio al
comandante Lira agarrando la cruz y delirando. "A su costado estaban tres curas que ya
le habían dado los sacramentos de extremaunción, lo habían confesado”.
En aquellos últimos momentos, Lira explicó a Vargas que no era ningún traidor.
También le dijo que para que no le pasase lo mismo que a él, lo mejor que podía hacer
era matarse. "Tambor mayor, para que no te pase lo mismo que a mí, mátate”, le dijo,
según Mamani. "Estaba totalmente amargado por lo que había pasado”, explicó el
especialista.
El Tambor Vargas estaba entre los cercados y luego de que alguien le preguntó ¿qué
vamos a hacer?, él respondió con su famosa frase: "Moriremos si somos zonzos”,
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según Mamani.
Según el especialista, del bando de los cercados, poco a poco, se pasaban soldados al
bando de los indígenas, quienes los recibían con aclamaciones. El Tambor Vargas fue
uno de los muchos que se pasó al lado de los rebeldes y Fajardo se quedó con sus
hombres más fieles. "Nómbrense ustedes a otro”, fue lo que dijo, según Mamani.
En abril de 1818, José Manuel Chinchilla fue elegido como nuevo comandante, quien
asumió esa responsabilidad hasta 1821, cuando llegó José Miguel Lanza.
Chinchilla fue reemplazado en 1821 por el teniente coronel José Miguel Lanza, quien
fue enviado por Martín Miguel Güemes, de Buenos Aires. Ello fue posible porque la
guerrilla de los valles, desde 1813, reconocía como su superior al mando rioplatense.
El nuevo comandante llegó a los valles y Chinchilla lo presentó a la tropa. Pero poco
después el recién llegado mandó fusilar al excomandante Chinchilla por una acusación
de un robo de mulas.
En realidad, se cree que Lanza había llegado con la intención de acabar con Chinchilla,
explicó Mamani. Una posible causa radica en que muchos hombres de Fajardo huyeron
a Argentina, donde presentaron informes desfavorables del comandante. O quizás fue
una forma de construir un mando unificado y evitar la división entre las posibles
facciones de Lanza y Chinchilla, añadió el investigador.
El Tambor Vargas profesaba una gran lealtad y admiración por el comandante Eusebio
Lira, lo cual se nota en frases como "el gran capitán comandante Lira”; en cambio por
Chinchilla profesaba respeto y por Lanza, odio, explicó Mamani.
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Esto se nota en la redacción del diario, pues hasta 1821 Vargas escribió con el mayor
recelo, ya que consignaba los hechos casi día a día. Luego, a partir de la llegada de
Lanza, el relato ya no es tan detallado. "Si antes producía harto, a partir del 21 escribió
poco”, explicó Mamani.
Vargas se había enrolado en la guerrilla para escribir y se hizo Tambor Mayor para
estar cerca de quienes tomaban decisiones. Y con las reformas de Lanza ya no podía
hacer aquello, pues el nuevo comandante nombró a varios antiguos oficiales como
capitanes comandantes en distintos pueblos. Uno de ellos fue Vargas, quien en 1823
fue designado Capitán Comandante de Mohosa.
Entre 1811 y 1814, Vargas trabajaba de lo que podía y se movía entre los valles como
Capinota y Tapacarí. Según Mamani, escribía cartas y títulos, pero también se
desempeñaba como maestro de los hijos de los hacendados. En una ocasión fue
contratado por una persona que decidió trasladarse de Cochabamba a La Paz, por lo
que pasaron por Mohosa.
En la tropa, Vargas comenzó como "soldado distinguido”, pero como tenía la inquietud
de saber todo lo que pasaba en los valles se hizo "tambor de órdenes”. En la batalla se
transmitían ordenes mediante el sonido del tambor, como retirada, fajina, degüello,
etcétera, explicó Mamani. Lira aceptó al joven José Santos, pues como además sabía
escribir le podía ser útil para escribir y mandar cartas.
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El Tambor Vargas escribe en su Diario que el 25 de diciembre de 1817 poco a poco "se
iba aproximando la formación de los indios" al pueblo de Tapacarí. Presionaban y
preguntaban a Fajardo por el Comandante Lira y pedían que se les entregase ocho
sujetos vivos o muertos que eran los siguientes: el sargento mayor don Pedro Marquina,
el capitán gobernador y subdelegado de Paria don Agustín Contreras, el capitán de
cazadores don Eugenio Moreno, el teniente de caballería don Santiago Morales, el
alférez don Pedro Graneros, el subteniente de cazadores don Antonio Pacheco, el
sargento segundo de granaderos don Manuel Miranda y el soldado de la escuela de
Lira don José MaríaTorres.
Eran los que habían participado en el complot. Convenciendo a los indios de que
entregaría a tres en la plaza del pueblo, Fajardo manda a avisar a Moreno, Pacheco y
Miranda para que se ubiquen con su compañía y una mitad de granaderos en posición
ventajosa, en resguardo de sus personas. "De allí no más perora a la indiada en que se
retiren y no porfíen en nada; que se vayan a cuidar sus sementeras y ganados, que la
residencia han de tomar los jefes principales de Buenos Aires y Salta acerca de la
muerte de Lira".
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Poco después Fajardo sacó a 120 indios que se habían refugiado en la iglesia, a los
que les dio "a un puñado de coca, algunos panes, así exhortándoles con cariño les dice
en que no se mezclasen ellos a cosas que no les conviene.
11.- EL VERDUGO
Morir en el "Tambor" es el menor de los males que sufre la víctima, es el desquite que
sirve al caudillo de justificación y que la víctima sufre al expiarla, es la degradación de
"la indiada" o los verdugos, que se multiplica por todas partes. éstos no cargan con el
peso de conciencia, ya que no son los mismos los que aplican la pena en cada caso. El
caudillo dispone de la mano de "la indiada" para ejecutar las sentencias, y ésta empuña
el garrote sin esconderse, a la vista del público, sus componentes no asumen
responsabilidad individual, lo hacen a pecho abierto aunque algunos se avergüenzan.
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CONCLUSIONES
Como se ha podido apreciar, en algunos pasajes del Diario se muestra que, dentro de
la guerrilla, a la muerte, desistimiento o apresamiento de algún jefe, capitán o
comandante, se nombraba a un personaje muy conocido por el colectivo, por las
parroquias o por el pueblo en general, para que asumiera el mando, utilizando como
mecanismo de elección la proclamación. En la elección por proclamación los
participantes eligen al nuevo comandante por medio de un vitoreo.
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BIBLIOGRAFIA
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=425839836004
http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2077-33232009000200004
https://www.paginasiete.bo/letrasiete/2016/12/25/diario-tambor-vargas-imagen-muerte-
patria-121129.html
http://www.la-razon.com/suplementos/tendencias/Diario-Tambor-Vargas-vencio-
olvido_0_1633036778.html
http://www.la-razon.com/opinion/columnistas/Tambor-salto-fama-
leerlo_0_2915108467.html
http://www.la-epoca.com.bo/2013/06/25/el-diario-de-un-guerrillero-de-la-independencia-
jose-santos-vargas-memoria-del-mundo/
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