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COLEGIO MILITAR DE AVIACION

GRUPO ACADEMICO
BOLIVIA
INTRODUCCION

El Diario histórico de todos los sucesos ocurridos en las provincias de Sicasica y


Ayopaya durante la Guerra de la Independencia Americana, desde el año 1814 hasta el
año 1825, escrito por un Comandante del Partido de Mohosa, José Santos Vargas, es
un documento único en su género. Es una relación histórica escrita por un partícipe y
testigo directo de las luchas independentistas en nuestro territorio y abarca un
considerable lapso de tiempo: 11 años.

A esa singularidad se suma otra no menos importante. Cuando José Santos Vargas,
nacido en Oruro en 1796, decidió enrolarse en las guerrillas patriotas que actuaban en
las provincias de Sicasica y Ayopaya, lo hizo con la convicción de luchar por una causa
justa pero también con el propósito deliberado de escribir sobre esa
experiencia. “Ansioso estaba yo de ser patriota —escribió él mismo—, mucho más con
la intención de saber y apuntar lo que sucediese. Ello es que me entropé por ser más
testigo ocular de los hechos…” Y eso es lo que hizo por más de una década: “saber y
apuntar” los avatares de una prolongada lucha por la independencia de la Patria.

El Diario de un comandante de la Guerra de la Independencia de José Santos Vargas,


es una narración histórica única para imaginar y repensar la guerra de guerrillas de los
patriotas bolivianos. Un narrador-personaje histórico que estuvo en las batallas,
desplazamientos de tropas, supo de primera mano las intrigas, y con acceso
privilegiado a los distintos comandantes guerrilleros es algo que no tiene parangón para
este periodo histórico.

Se demuestra que la independencia boliviana fue ganada por combatientes de estas


tierras con una lucha sostenida durante más de 10 años. El ejército de Bolívar sólo
estuvo en las últimas batallas del año 1825, mientras que los patriotas oriundos del
territorio que luego sería llamado Bolivia luchaban al menos desde 1814.

La vida de José Santos Vargas antes y después de su vida de guerrillero, la que sí está
registrada en su Diario. Perdió a sus padres en Oruro cuando era un niño. Fue criado
por una tía abuela que también murió dejándolo al cuidado de un tiránico tutor. Asistió
unos años a la escuela donde aprendió a escribir. En 1811 —la lucha por la

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independencia ya había comenzado— los revolucionarios levantados en Cochabamba


tomaron Oruro. Esa caótica situación le proporcionó la oportunidad para huir de su
casa y de su tutor. Durante tres años vagó por la región de Cochabamba. Era un
huérfano sin destino.

Hasta que un día, en un pueblo en los valles cercanos a la villa de Mohosa, por azar, se
reencontró con su hermano Andrés. Éste era el párroco del pueblo de Cavari, pero
antes había sido capellán de un bando guerrillero y durante el tiempo que permaneció
levantado en armas contra la Corona española había escrito un Diario. Ése fue el
momento decisivo en la vida de José Santos Vargas. Quiso ser como su hermano. En
1814 tomó una doble decisión: tomar las armas por la causa de la Patria y escribir un
Diario de esos afanes.

José Santos Vargas se enroló como Tambor bajo las órdenes del comandante Eusebio
Lira. Siendo Tambor podía permanecer cerca del líder guerrillero y de esta manera
conocer de cerca sus decisiones, lo que convenía a su propósito de registrar “todos los
sucesos de la guerra”. Era un puesto riesgoso —transmitía las órdenes del
Comandante a la tropa— pero así el historiador en ciernes podía estar cara a cara con
los acontecimientos. En 1817, Lira fue asesinado, pero Vargas permaneció en la
guerrilla recibiendo sucesivos ascensos hasta convertirse en Comandante.

Desde el fin de la guerra hasta por lo menos 1853, Vargas siguió trabajando en su
Diario, corrigiéndolo y complementando la información, lo que prueba una vez más su
vocación de escritor. De su Diario han sobrevivido dos copias. Una, incompleta, que fue
la que descubrió, estudió y publicó Gunnar Mendoza en 1952. Diez años después, el
mismo Mendoza, gracias a la información de un anticuario de la ciudad de Sucre, dio
con la segunda copia, esta vez completa. Gestionó su adquisición —era propiedad de la
familia del escritor Adolfo Costa Du Rels— para el Archivo Nacional. En 1982 anotó y
publicó esta versión en México.

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DESARROLLO

1. BIOGRAFIA

José Santos Vargas, Nació en Oruro en 1796. Huérfano a muy temprana edad, apenas
cursó las primeras letras. Tras huir del rígido cuidado de su tutor en 1811, trabajó como
sirviente y secretario de cartas hasta 1814, año en que se alistó en la guerrilla de los
patriotas al mando del comandante de Mohosa (provincia Inquisivi, La Paz), Eusebio
Lira.

Ya incorporado, decidió aprender a tocar el tambor, instrumento mediante el cual se


impartían las órdenes de batalla en aquel entonces. Según sus palabras, tomó esta
decisión para estar cerca de los jefes y enterarse de todos los pormenores de la guerra,
con la inquebrantable intención de registrarlos en su Diario, como efectivamente hizo
durante los diez años que combatió junto a la División de los Valles en la región
colindante entre los actuales departamentos de La Paz y Cochabamba.

Al final de la Guerra de la Independencia, contando con 29 años, ostentaba el cargo de


comandante de Mohosa, último grado militar recibido del coronel José Miguel Lanza en
1823. Entonces Vargas concluye la escritura su Diario, y solo la retoma, brevemente,
para narrar lo ocurrido durante la fallida invasión peruana de 1828.

Luego se retira, en calidad de agricultor, a la localidad de Pocusco (aledaña a Mohosa),


donde por última vez se sabe de él en 1853, cuando anota el último intento –fallido– de
lograr la publicación de su Diario durante la presidencia de Belzu.

Su padre, después de los sucesos de febrero de 1781 en Oruro, fue nombrado


escribano de guerra por la junta de guerra de Oruro y alcanzó el grado de capitán de
milicias. Sin embargo, cuatro años más tarde, en asociación con el Protector de
Indígenas de Oruro, Fermín Aguirre, Blas Mariano habría convocado a los pobladores
de Yaco, Leque, Mohoza e Ichoca para “alzarse otra vuelta”.4 Por esta denuncia, Blas
Mariano tuvo que escapar a Chuquisaca para evitar el arresto; el caso no llegó a
mayores por disposición del Intendente de Cochabamba Francisco Viedma, quien
pensaba que las denuncias eran exageradas. Ya de retorno en la Villa de San Felipe de
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Austria, alejado de las obligaciones militares, Blas Mariano Vargas ocupó el puesto de
escribano del cabildo. También se dedicó al oficio de minero, pues fue dueño de una
mina de cobre, aunque esto no significó un cambio en el estatus social de su familia.

Desafortunadamente, Blas Mariano Vargas murió el 22 de marzo de 1804, es decir,


cuando José Santos tenía poco más de siete años. Dos años antes, el 14 de agosto de
1802, su madre había desaparecido de este mundo. Al verse huérfano de padre y
madre, fue acogido por su tía abuela doña Gregoria Díaz de Alda, más conocida como
la Condo Goya, que cuidó de José Santos “con el amor maternal a que estaba
acostumbrado”. Sin embargo, el 4 de octubre de 1810, la Condo Goya también
exhalaba su último suspiro. Vargas se vio nuevamente huérfano a la edad de 14 años,
lo cual no significaba que se quedara en la calle, pues fue nombrado el único heredero
de las posesiones de su tía abuela: “una casa situada en Oruro que servía de tambo al
público”.

2.- ESPOSA E HIJOS

En el relato del año 1823 José Santos menciona de paso y sin precisar nombres, fecha
ni otras circunstancias personales - ni siquiera da a entender que se casó en ese año -,
su matrimonio. Sin explicar afirma: "el enlace que había tomado aun a destiempo", o
sea en plena guerra, "con cuyo motivo me cargué con hijos y fui cargado de familia":
se entiende también que "a destiempo", o sea antes que terminase la guerra.

O sea que al ser promovido a comandante del partido de Mohosa en mayo de 1823,
que es el motivo con el cual habla de su matrimonio, no sólo estaba ya casado sino
"cargado con hijos".

De su mujer no se ha averiguado positivamente sino que se llamaba Juana Rodrigo.


Aunque no es imposible que la hubiera conocido en el curso de sus profusas correrías
por el dilatado territorio de los Valles, la hipótesis más probable dentro de las
circunstancias normales - si algo había de normal en esa vida es que Juana Rodrigo
era vecina de la comarca de Pocusco, "habitación" de su hermano Andrés después de
cuya muerte, como se ha dicho, José Santos hizo allí también su residencia habitual en

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las pausas de la guerra y donde terminada la lucha estableció su habitación definitiva


junto con su familia.

Aparte de la alusión directa a su enlace prematuro y las alusiones indirectas con


referencia a su familia, la esposa de José Santos no comparece en las páginas del
Diario sino una vez y fugazmente:

cuando en curso de la pugna por el poder en la guerrilla entre los comandantes Párraga
y Bustamante éste se ve en peligro de muerte a manos de los mismos guerrilleros en
Mohosa, Juana Rodrigo acude a contenerlos: "Por Dios, y dirán que mi marido lo ha
hecho asesinar y no dirán que los soldados de picados lo han hecho." Esta intervención
el móvil de ella, bien expresado en sus palabras, muestran a Juana Rodrigo como una
mujer que tenía resolución y perspicacia y que sabía cuidar a José Santos contra
riesgos impertinentes: o sea, parecería que José Santos guerrillero supo escoger una
digna compañera.

3.- OCASO DEL IMPERIO

“Las causa de la libertad de América tiene su asiento en todas partes”. El tambor


Vargas.

Aunque la historia registra movimientos de resistencia de los pueblos indígenas en


diversos periodos, desde México hasta Chile, el documento mas lejano de rebelión
franca al Rey de España. Procede de otro español, Francisco de Carvajal, lugarteniente
de Gonzalo Pizarro, hermano mayor de Francisco, de quien actuaba como maestro de
campo. “El Demonio de Los Andes” empujo a Gonzalo, luego de la muerte del Virrey
Núñez de Vela, y cuando ejercía el mando sobre el Perú, a que fundara un reino propio.
Alegando que ya no habría perdón, de España empujaba al analfabeto Gonzalo a que
se alzara y se hiciera llamar Rey creando una “nueva Corte con títulos de duques,
marqueses y condes, como los hay en todos los reinos del mundo, que por sustentar y
defender ellos sus Estados, defenderán el de vuestra señoría” Pizarro y Carvajal
pagaron su alzamiento con sus vidas y como derivación de esa lejana guerra civil
española se funda la ciudad que nos cobija.

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¿Cuáles fueron las ideas fuerza que movieron a los indígenas y a los levantiscos
criollos a lo largo de tres siglos? En el Perú, a partir de la predica de Bartolomé de las
Casas y de los “Comentarios Reales” de Garcilaso de la Vega, se fue difundiendo el
mito del Incario como la “Edad de Oro” al que sucumbieron desde el venezolano
Francisco de Miranda, hasta los argentinos Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Martín
de Güemes. Curiosamente Vicente Pazos Kanki fue, pese a su origen quechua, un
impugnador de los incaístas.

En España habían surgido antes voces como las de los padres Luis Molina, Francisco
Suárez y Juan de Mariana, máximos representantes del humanismo católico peninsular,
quienes reivindicaban la soberanía depositada en la comunidad de los hombres. A ellos
habría que añadir el pensamiento de Fray Francisco de Vittoria y Martín de Azpilkueta,
todos ellos del siglo XVI, algunos francamente regicidas, y cuyas obras se conocían y
discutían en la Universidad San Francisco Xavier y otros centros de estudio superior del
continente. Posteriormente los jesuitas expulsados en 1767 difundieron en Europa el
derecho de los americanos a formar gobierno propio y la “Carta a los españoles
americanos” del arequipeño Juan Pablo Viscardi Guzmán es quizás el aporte mas
contundente del exilio ignaciano sobre la situación de América y la necesidad de la
independencia.

4.- SALIDA AL MUNDO

En Oruro ya se vivía a la sazón en un clima bélico. Desde 1809 corrían rumores,


llegaban emigrados, pasaban prisioneros, entraban y salían tropas realistas y patriotas,
y hasta hubo una toma del cuartel por la cholada. La guerra con todo su fragor llegó
aquella mañana (16 de noviembre de 1811) en que el legendario insurgente Esteban
Arze asaltó con su tropa casi toda irregular de indios cholos a los realistas en la Villa.

Cuando José Santos se escapó de la casa en protesta porque su tutor, al ir a refugiarse


con su familia y su servidumbre en una iglesia, lo había encerrado en la casa a él solo,
no sospechaba que no iba a volver allí nunca más. Reunido con otros muchachos se

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fue ante todo a las orillas a ver y “jugar con cuetes”. El impresionante espectáculo del
enorme tropel asaltante que huía derrotado horas más tarde estimuló en el muchacho
no solo la idea sino la decisión de su propia huida. Luego “confundido entre los
derrotados” y siempre “corriendo con ellos” ya estaba a varias leguas de Oruro […].

En su huida recaló en el sistema de Valles que continúa por el oriente a los Valles
donde iba a actuar después como guerrillero. En esta área se mantuvo por casi tres
años (noviembre de 1811 a septiembre de 1814), actuando a veces como “sirviente
doméstico” y a veces como secretario de cartas para sustentarse. Etapa deprimente de
su vida, entre la humillación de un estado ínfimo, el anhelo de establecerse bien y el
impulso de retornar a Oruro siempre reprimido por el recuerdo aún más deprimente del
tutor.

En el curso de este viaje ingresó por primera vez en el área de los Valles de Hayopaya,
en el caserío rural de Oputaña. Sabiendo allí que un hermano suyo, el presbítero doctor
Andrés Vargas, residía en el pueblo cercano de Mohosa —que iba a ser dentro de poco
tiempo una de las más firmes bases de apoyo de la lucha guerrillera en los Valles—
decidió no ir ya a La Paz y quedarse en Oputaña

Por otra parte se encontró con esta gran novedad: su hermano era un cura patriota de
convicción férvida, “ciego en esta opinión” y así la incipiente inclinación de José Santos
por la libertad desde la escuela recibió de su hermano una elocuente y sólida
racionalización. Luego otra novedad aún mayor: Andrés Vargas había llegado al
extremo de hacerse cura guerrillero, concurriendo como “capellán” en diversas
guerrillas y sufriendo por ello sañudas persecuciones en su persona y sus bienes, a los
cuales los realistas aplicaron su táctica favorita del incendio y el saqueo. Y como si todo
esto fuese poco, Andrés Vargas, como guerrillero, había llevado, nada menos, un
diario.

5.- GUERRILLERO

El encuentro con su hermano, después de dos meses resultó la incorporación de José


Santos en la guerrilla en los Valles de Hayopaya, escena final de una etapa de su vida y

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a la vez escena inicial de otra definitiva en una sucesión de cambios sorprendentes:


“aunque mi hermano no quería que me entropase al principio. Después ya aprobó todo
lo que hacía”.

José Santos encarece una y otra vez lo decisivo que fue el estímulo recibido de su
hermano para adoptar la resolución de incorporarse en la guerrilla: “ya con la seducción
de mi hermano a la opinión de la Patria estaba yo anhelando en ella”, “Abracé el partido
tan deseado aprovechándome del entusiasmo y seducción de mi hermano”, encarece
igualmente la convicción patriótica y desinteresada de su decisión: “deseoso de serlo
[patriota], sin saber las ventajas que pudiera producir tal partido”.1

José Santos —tenía 18 años— se entropó en la guerrilla en calidad de soldado


distinguido en momentos en que el teniente coronel Buenaventura Zárate, comandante
general de los Valles por la Patria, había decretado una insurrección general para la
cual se convocaba a la indiada (7 de febrero de 1815), y cinco días después tuvo su
bautizo de fuego en un asalto nocturno junto al comandante del pueblo de Mohosa,
Eusebio Lira, con quien simpatizó desde el primer momento y bajo cuyas órdenes se
hizo formalmente guerrillero. “Yo no quería separarme de la compañía de Lira”.

José Santos guerrillero, antes que procurar una plaza como combatiente propiamente
dicho, se las arregló para ubicarse como tambor, esforzándose “a aprender sin que
hubiese quién me enseñase”. Él explica esto haciendo ver que así estaba en una
posición mejor para llevar su Diario.

Quizá no quería precisamente tener que matar, lo que obtenía ocupando la plaza de
tambor, aunque aumentasen en cambio las probabilidades de tener que morir, pues en
los combates “por la caja que tocaba […] me tanteaban a mí” y “los oficiales del
enemigo decían: ‘Tírenle al tambor’”; en más de una oportunidad los disparos del
enemigo dirigidos a José Santos le destrozaron la caja y el sombrero, de manera que
lejos de darle seguridad su puesto de tambor lo exponía a más peligros.

No fueron estos los únicos peligros de muerte para José Santos. Por no caer prisionero

1
Gunnar Mendoza, Historiógrafo, bibliógrafo y archivista (1914-1994)

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se lanzó una vez “por un bajío bien impinado” y “conforme me caiya me levantaba y
corría”; otra vez se lanzó por una quebrada abajo para poder escapar; otra debió
ponerse “en las costillas del caballo” para hurtar el cuerpo a las balas que zumbaban en
torno; otra tuvo que meterse tres días en el monte “sin comer ni casi dormir”: “Tiros
nomás se oiya en todas partes entro del monte”; otra tuvo que meterse nuevamente por
seis días en el monte “porque cruzaban partidas de indios [realistas] en busca de los
soldados y de todos los patriotas momentáneamente”; durante una persecución, “De
día solíamos estar en las lomas más ocultas y cerros nevados, sin tener que abocar, y
de noche nomás andábamos ocho leguas, y 10 y 12 y 15 también porque no había
lugar que no fuesen nuestros enemigos”; en la acción de Quillacollo (12 de septiembre
de 1817) una bala mató a su caballo

6.- LA MUERTE DE LIRA

Pero el liderazgo de Eusebio Lira duró poco más de un año, pues murió a fines de
1817. En diciembre de ese año, la tropa estaba en Morochata, Cochabamba, donde
Eugenio Moreno y Pascual Marquina, que formaban parte de los guerrilleros
profesionales y procedían de Cusco, orquestaron un complot contra el comandante.
Esta conspiración se debió a un incidente que Lira tuvo con Moreno, explicó Mamani.

En una de sus incursiones, Moreno había saqueado la población de Paria. "Incluso


mató a tres vecinos del lugar”, según Mamani, lo cual desató la furia de Lira, quien
ordenó su detención.

El comandante pensaba hacer fusilar al detenido pero decidió perdonarlo, luego de las
súplicas que hicieron en su favor la amante de Moreno, además de alguna gente y los
curas de Palca. Éste fue el antecedente del complot contra Lira, explicó Mamani.

Cuando Lira y su tropa estaban en Morochata, Moreno y Marquina mostraron una carta,
en la cual, supuestamente, el comandante no sólo ofrecía pasarse al bando del rey,
sino también entregar a sus hombres y sus armas. El Tambor Vargas fue uno de
quienes observaron el escrito y aseguró que era falso. "Esta carta no es hecha por Lira,
su firma no es ésta”, fue lo que dijo, según Mamani.

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El comandante fue arrestado y se anunció que se le instauraría un juicio


inmediatamente. Al salir de su aposento afirmó que los "cusqueños” querían colocarle
una trampa. "Estaban yendo al lugar donde se iba a realizar el juicio y por atrás le
metieron un balazo”, explicó Mamani.

Lira cayó mortalmente herido y nunca se supo quién le había disparado por la espalda.
Luego de ello, Marquina y Moreno ordenaron que la división, sobre todo los amigos de
Lira, como el Tambor Vargas, fueran arrestados.

Vargas visitó a Lira en su lecho de muerte. "Ésa es la escena mejor contada y la más
trágica del diario”, explicó Mamani. Cuando el Tambor ingresó al aposento, vio al
comandante Lira agarrando la cruz y delirando. "A su costado estaban tres curas que ya
le habían dado los sacramentos de extremaunción, lo habían confesado”.

En aquellos últimos momentos, Lira explicó a Vargas que no era ningún traidor.
También le dijo que para que no le pasase lo mismo que a él, lo mejor que podía hacer
era matarse. "Tambor mayor, para que no te pase lo mismo que a mí, mátate”, le dijo,
según Mamani. "Estaba totalmente amargado por lo que había pasado”, explicó el
especialista.

7.- GUERRILLAS EN CRISIS

Luego de la muerte de Eusebio Lira, en diciembre de 1817, se eligió a Santiago Fajardo


como nuevo comandante. "Era un personaje de origen chileno, que había sido minero y
comerciante en Cochabamba”. "Tenía una hacienda por los valles”, según Mamani.

Los indígenas no estaban conformes con la elección de Fajardo y en marzo de 1818 se


rebelaron en Mohosa, donde cercaron a la división. Los alzados mandaron como
emisario a un capitán comandante llamado Mateo Quispe, quien explicó a la
comandancia de Fajardo que ellos no estaban conformes y debía realizarse una nueva
elección.

El Tambor Vargas estaba entre los cercados y luego de que alguien le preguntó ¿qué
vamos a hacer?, él respondió con su famosa frase: "Moriremos si somos zonzos”,

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según Mamani.

Según el especialista, del bando de los cercados, poco a poco, se pasaban soldados al
bando de los indígenas, quienes los recibían con aclamaciones. El Tambor Vargas fue
uno de los muchos que se pasó al lado de los rebeldes y Fajardo se quedó con sus
hombres más fieles. "Nómbrense ustedes a otro”, fue lo que dijo, según Mamani.

En abril de 1818, José Manuel Chinchilla fue elegido como nuevo comandante, quien
asumió esa responsabilidad hasta 1821, cuando llegó José Miguel Lanza.

8.- LA LLEGADA DE LANZA

Chinchilla fue reemplazado en 1821 por el teniente coronel José Miguel Lanza, quien
fue enviado por Martín Miguel Güemes, de Buenos Aires. Ello fue posible porque la
guerrilla de los valles, desde 1813, reconocía como su superior al mando rioplatense.

El nuevo comandante llegó a los valles y Chinchilla lo presentó a la tropa. Pero poco
después el recién llegado mandó fusilar al excomandante Chinchilla por una acusación
de un robo de mulas.

En realidad, se cree que Lanza había llegado con la intención de acabar con Chinchilla,
explicó Mamani. Una posible causa radica en que muchos hombres de Fajardo huyeron
a Argentina, donde presentaron informes desfavorables del comandante. O quizás fue
una forma de construir un mando unificado y evitar la división entre las posibles
facciones de Lanza y Chinchilla, añadió el investigador.

Así comenzó un nuevo periodo en la guerrilla, ya que con la llegada de Lanza la


indiada y los comandantes capitanes perdieron influencia, y se comenzó a depender de
la fuerza guerrillera profesional. Así nació la denominada "División de los Aguerridos”,
con base en la cual luego se formaron los Colorados de Bolivia, explicó Mamani.

El Tambor Vargas profesaba una gran lealtad y admiración por el comandante Eusebio
Lira, lo cual se nota en frases como "el gran capitán comandante Lira”; en cambio por
Chinchilla profesaba respeto y por Lanza, odio, explicó Mamani.

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Esto se nota en la redacción del diario, pues hasta 1821 Vargas escribió con el mayor
recelo, ya que consignaba los hechos casi día a día. Luego, a partir de la llegada de
Lanza, el relato ya no es tan detallado. "Si antes producía harto, a partir del 21 escribió
poco”, explicó Mamani.

Vargas se había enrolado en la guerrilla para escribir y se hizo Tambor Mayor para
estar cerca de quienes tomaban decisiones. Y con las reformas de Lanza ya no podía
hacer aquello, pues el nuevo comandante nombró a varios antiguos oficiales como
capitanes comandantes en distintos pueblos. Uno de ellos fue Vargas, quien en 1823
fue designado Capitán Comandante de Mohosa.

9.- LA PASION DE VARGAS

Entre 1811 y 1814, Vargas trabajaba de lo que podía y se movía entre los valles como
Capinota y Tapacarí. Según Mamani, escribía cartas y títulos, pero también se
desempeñaba como maestro de los hijos de los hacendados. En una ocasión fue
contratado por una persona que decidió trasladarse de Cochabamba a La Paz, por lo
que pasaron por Mohosa.

Vargas sabía que en Pocusco, al frente de Mohosa, tenía un hermano sacerdote, a


quien visitó. El hermano de José Santos se había desempeñado como "Capellán de
guerrilleros” y le mostró un diario que había comenzado a escribir. "Ahí comenzó todo,
ahí comenzó su historia de escritor”, explicó Mamani, al recordar que esto ocurrió un 22
de noviembre de 1814.

En la tropa, Vargas comenzó como "soldado distinguido”, pero como tenía la inquietud
de saber todo lo que pasaba en los valles se hizo "tambor de órdenes”. En la batalla se
transmitían ordenes mediante el sonido del tambor, como retirada, fajina, degüello,
etcétera, explicó Mamani. Lira aceptó al joven José Santos, pues como además sabía
escribir le podía ser útil para escribir y mandar cartas.

Tras concluir la Guerra de Independencia, el autor del diario se retiró voluntariamente a


una comunidad en calidad de "indio originario”.

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Según Mamani, se estableció en el ayllu Vilacha de Pocusco, al frente de Mohosa. En


esos años, era frecuente que los amigos que visitaban al Tambor le pidieran su diario
para leerlo. Él accedía, pero cuando no se lo devolvían, salía de su comunidad para
recuperarlo.

10.- CONFLICTOS ENTRE LA DIVISIÓN GUERRILLERA Y LOS INDIOS

El Tambor Vargas escribe en su Diario que el 25 de diciembre de 1817 poco a poco "se
iba aproximando la formación de los indios" al pueblo de Tapacarí. Presionaban y
preguntaban a Fajardo por el Comandante Lira y pedían que se les entregase ocho
sujetos vivos o muertos que eran los siguientes: el sargento mayor don Pedro Marquina,
el capitán gobernador y subdelegado de Paria don Agustín Contreras, el capitán de
cazadores don Eugenio Moreno, el teniente de caballería don Santiago Morales, el
alférez don Pedro Graneros, el subteniente de cazadores don Antonio Pacheco, el
sargento segundo de granaderos don Manuel Miranda y el soldado de la escuela de
Lira don José MaríaTorres.

Eran los que habían participado en el complot. Convenciendo a los indios de que
entregaría a tres en la plaza del pueblo, Fajardo manda a avisar a Moreno, Pacheco y
Miranda para que se ubiquen con su compañía y una mitad de granaderos en posición
ventajosa, en resguardo de sus personas. "De allí no más perora a la indiada en que se
retiren y no porfíen en nada; que se vayan a cuidar sus sementeras y ganados, que la
residencia han de tomar los jefes principales de Buenos Aires y Salta acerca de la
muerte de Lira".

Aunque algunos indios se retiran obedientemente, saludando a Fajardo, otros "atrevidos


querían embestir ya devorar con la tropa, no sólo a los soldados sino que amenazaban
hasta a las mujeres y criaturas"83. Fajardo comienza a tener expresiones ásperas
contra los indios, y viceversa, por lo que decide que se rompa el fuego contra ellos.
Moreno comienza a tirar junto con otros que se encontraban en la plaza, y si bien se
hicieron varios tiros al aire, cuatro indios cayeron muertos, otro de la guerrilla, y la
mayor parte de los primeros se dispersaron con el susto de la arremetida: "En un
minuto desapareció el orgullo y la soberbia de tanto indio que no entendían razón

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alguna y así se sosegó el pueblo".

Poco después Fajardo sacó a 120 indios que se habían refugiado en la iglesia, a los
que les dio "a un puñado de coca, algunos panes, así exhortándoles con cariño les dice
en que no se mezclasen ellos a cosas que no les conviene.

11.- EL VERDUGO

La aplicación de las sentencias hace que aparezca, como elemento principal, el


verdugo. En el caso del "Tambor", la carga moral de las ejecuciones se difumina, por
ser en la mayoría de los casos "la indiada" la que funge como verdugo. Nos
preguntamos: ¿cuál es el papel del verdugo? ¿Podemos calificar de cruel a "la
indiada", por cumplir las sentencias?

Morir en el "Tambor" es el menor de los males que sufre la víctima, es el desquite que
sirve al caudillo de justificación y que la víctima sufre al expiarla, es la degradación de
"la indiada" o los verdugos, que se multiplica por todas partes. éstos no cargan con el
peso de conciencia, ya que no son los mismos los que aplican la pena en cada caso. El
caudillo dispone de la mano de "la indiada" para ejecutar las sentencias, y ésta empuña
el garrote sin esconderse, a la vista del público, sus componentes no asumen
responsabilidad individual, lo hacen a pecho abierto aunque algunos se avergüenzan.

En el "Tambor", la función del verdugo no llega a considerarse inhumana, pues sólo es


impulsada por la autoridad del líder, esa mano que da muerte no pertenece al hombre
individual, es la prolongación de las leyes del líder, el hombre que sentencia existe,
pero el grupo se cuida de mantenerlo en hipócrita exculpación95. Es curioso que el
patriotismo de "la indiada" se manifieste también en el papel del verdugo. Aquí la
muerte es latente y como seres humanos nos afecta, pero es tan cotidiana que pasa
desapercibida.

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CONCLUSIONES

Como se ha podido apreciar, en algunos pasajes del Diario se muestra que, dentro de
la guerrilla, a la muerte, desistimiento o apresamiento de algún jefe, capitán o
comandante, se nombraba a un personaje muy conocido por el colectivo, por las
parroquias o por el pueblo en general, para que asumiera el mando, utilizando como
mecanismo de elección la proclamación. En la elección por proclamación los
participantes eligen al nuevo comandante por medio de un vitoreo.

En este tipo de elección encontramos la participación de diferentes regiones,


estrictamente representadas por cada curato (pueblo), por un comandante u oficial, que
representaba a los pueblos y que podía decidir por ellos. Con ello se percibe que los
sistemas de representación no eran ajenos a este momento. Aunque cabe la posibilidad
de que en este tipo de elección haya existido un acuerdo ya pactado previamente entre
los comandantes de partido, oficiales y soldados, no podemos negar que esta elección
es una novedad para su tiempo, dadas las condiciones del momento. Es decir, sienta
las bases de los sistemas electorales posteriores pues tenía como base la participación
de un conjunto de individuos en la toma de decisiones, aunque en estas elecciones no
participaban todos, solamente un grupo reducido, conformado por quienes estaban
encargados de elegir a un nuevo comandante. Sin embargo, no se puede negar que
este hecho nos demuestra la existencia de reglas en el proceso de elección.

No se debe tomar a la ligera el hecho de elegir a un nuevo comandante de forma


democrática, ya que, estando en un periodo de guerra, se podía acceder al cargo de
forma violenta o de facto. Sin embargo, notamos que para la elección del nuevo
comandante no se utiliza ningún medio violento, más al contrario, se recurre a una
forma democrática en la elección, aunque ésta haya sido planificada y acordada
previamente. Lo que se muestra con este acto es la existencia de normas y reglas que,
aunque no estuvieran presentes de forma escrita en un documento, existían en la
conciencia y en la convivencia de los individuos. Es decir, son actos basados en la
costumbre, que son parte del colectivo y están circunscritos dentro de lo que Mendoza
denominó democracia popular.

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COLEGIO MILITAR DE AVIACION
GRUPO ACADEMICO
BOLIVIA

BIBLIOGRAFIA

Gunnar Mendoza, Historiógrafo, bibliógrafo y archivista (1914-1994)

https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=425839836004

http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2077-33232009000200004

https://www.paginasiete.bo/letrasiete/2016/12/25/diario-tambor-vargas-imagen-muerte-
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http://www.la-razon.com/suplementos/tendencias/Diario-Tambor-Vargas-vencio-
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http://www.la-razon.com/opinion/columnistas/Tambor-salto-fama-
leerlo_0_2915108467.html

http://www.la-epoca.com.bo/2013/06/25/el-diario-de-un-guerrillero-de-la-independencia-
jose-santos-vargas-memoria-del-mundo/

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ANEXOS

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