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ISSN: 1666-1508
revistaprismas@gmail.com
Universidad Nacional de Quilmes
Argentina
Terán, Oscar
Amauta: vanguardia y revolución
Prismas - Revista de Historia Intelectual, vol. 12, núm. 2, diciembre, 2008, pp. 173-189
Universidad Nacional de Quilmes
Buenos Aires, Argentina
Oscar Terán
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En la década de 1920 en que vio la luz la Popular Revolucionaria Americana (APRA), de
revista Amauta, creada y dirigida por José larga e influyente presencia en la política
Este proceso se desplegó durante el llamado Mariátegui vivirá una auténtica “moviliza-
“Oncenio” del régimen de Augusto Leguía ción intelectual”. Por un lado, se asiste a un
(inaugurado en 1919 con un golpe de Estado proceso de incremento de las prácticas edu-
y cerrado con otro en 1930). cativas formales. Entre 1906 y 1930 se regis-
La modernización no fue sólo económica. tra un importante aumento tanto de las tasas
por una notoria movilización popular y obre- matrícula universitaria y magisterial, dentro
ro-estudiantil. Ensamblado con la Reforma de una expresión más del ascenso de las cla-
Universitaria, este último movimiento prota- ses medias en el escenario social y acadé-
gonizó en 1918 una huelga que confluyó mico. Y en el lapso 1918-1930 se triplican las
año siguiente un paro general marcó un hito periódicos y revistas. Por otra parte, entre
la Confederación General del Trabajo (CGT) abierta a mediados del siglo XIX y potenciada
estuvo presidida por el entonces estudiante por la obra de Clorinda Matto de Turner
Haya de la Torre (1895-1979), proveniente (1852-1909). Ella fue afianzada por la funda-
autorizado generosamente la publicación anticipada retórica que, con todo, hace que por prime-
(Deustua y Rénique, 1984: 78-79). y crecía al llegar a los colegios privados, mu-
Sierra, Boletín Kuntur o el Boletín de la Edi- emigrar a Lima. Más aún: el respeto deferen-
torial Titikaka. Una experiencia particular cial de las jerarquías simbólicas, de origen cul-
estuvo asociada con la creación de las Uni- tural y social, resultará notorio incluso “para
rizada a partir de 1921 por Haya de la Torre. Lima-Cuzco-Puno” (Leibner, 2003: 475).
Como parte de dicha actividad, Mariátegui Otros datos que ilustran aquella realidad social
dictará sus conferencias sobre la crisis euro- indican que para el mismo período las dos ter-
pea al retornar en 1923 del Viejo Mundo. ceras partes vivían en la sierra y casi el 80%
Aquel proceso modernizador operaba del país era rural. La mayoría de su población
la nación peruana, y sobre una realidad que En la arena política, en el período 1895-
heredaba dos profundas marcas negativas: 1919 había imperado la “República aristocrá-
las fuertes rémoras provenientes del fondo tica” (en 1919 vota el 3% de la población
tado, Manuel González Prada (1844-1918) hacienda. El partido Civil nucleaba a la frac-
había surgido como la conciencia crítica y ción agroexportadora y había modelado hasta
Precisamente, al mirar ese pasado reciente, Mas si bien el fuerte rasgo tradicionalista
autor de Páginas libres una tradición por tará perdurable, poco a poco en las primeras
recuperar. En los 7 Ensayos, Mariátegui con- décadas del siglo pasado se abrieron algunas
siderará justamente que González Prada fisuras. De hecho, fue en Lima donde se
“representa, de toda suerte, un instante –el constituyó un lugar de encuentro de los jóve-
primer instante lúcido– de la conciencia del nes de diversas partes del Perú para proseguir
Junto con ello, y como dato significativo burocrático. Y fue también en Lima donde
época, cuando Magda Portal (1900-1989) nes de rebeldía entre bohemia y política en la
esta universidad contaba con no más de 2.000 La biografía de Mariátegui contiene precisa-
estudiantes, en un momento en que Lima tenía mente rasgos provenientes de esos fenóme-
200.000 habitantes y el país, unos cuatro mi- nos colectivos, fuertemente asociados con su
llones (Burga y Flores Galindo, 1979: passim). pertenencia a un grupo social diferenciado de
Este proceso se desplegaba sobre la base de las elites tradicionales. Por todo ello Mariáte-
una estructura educativa donde la elitización gui se tornaría así en un hijo de sus obras.
dad definieron hasta principios de los años bolchevique, y como Lugones propondría
veinte la reducida geografía del Palais Con- ante la crisis del sistema demoliberal la nece-
cert, esa gran confitería en Baquíjano y Mine- sidad de inspirarse en el modelo fascista,
ría, estilo art nouveau con orquesta de señori- Mariátegui leerá, en el interior del entramado
tas que tocaba valses vieneses y lied alemanes. tejido por Spengler y Sorel, los signos que
A mediados de la segunda década del siglo, un colocaban en el conflicto bélico el límite entre
pequeño pero significativo episodio en la dos épocas y dos concepciones de la vida. Por
Lima tradicional agitó con rasgos de escán- ello, mientras a su entender el ideal anterior
dalo las buenas conciencias, cuando Mariáte- consistía en “vivir dulcemente”, al resucitar
limeño la ejecución de la marcha fúnebre de Revolución Rusa “un ánima guerrera y mís-
Chopin danzada por la bailarina rusa Norka tica”, los revolucionarios, como los fascistas
bién en ese espacio bohemio, con la jefatura De allí en más las presencias de Spengler
nutrido por la tertulia de cafés y las redaccio- más originales y sólidos de la Alemania
nes de periódicos. O sea que, como en tantas actual”, que en un libro notable había desa-
otras partes, la prensa y el periodismo resulta- rrollado la tesis de que “el fenómeno más
resultó nítida la curva que desde el “literato (Mariátegui, 1975: 78). Georges Sorel, por su
vesado por la profunda crisis de posguerra, el mocracia alineada en la que fuera la posición
bienio rojo y la marcha fascista sobre Roma. del Maestro de la Juventud Alfredo Palacios
Y así como José Ingenieros había visto en la por “su injustificable prescindencia del pen-
Sólo faltaban algunas piezas estratégicas pleto, que no había sido homogeneizado por
labrada por Haya de la Torre y las Universi- sobre el presente precisamente para unificar
dades Populares González Prada, esas piezas pasado y futuro. Por ello Mariátegui resolvió
xismo de la III Internacional. Pero de un lati- conflicto que sólo existe “para los que conci-
noamericanismo siempre apoyado en los bor- ben la tradición como un museo o una
des complejos de un movimiento de sutura momia” (Mariátegui, 1978: 15). Ella, la tra-
entre el Viejo y el Nuevo Mundo. dición, en cambio, está viviente porque yace
Europa. Por los caminos de Europa encontré novedoso que sin embargo se comunica con
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Para entonces, la revista Amauta llevaba
Poco antes, en Temas de Nuestra América
ya unos dos años de existencia, y en el
registró las brechas que progresivamente irían
total de sus 29 números editados por Mariá-
demarcando las distancias con el aprismo.
tegui se puede seguir la trama y los hilos de
Ése fue exactamente el extremo anterior de noamericanas que en esos mismos años,
un giro decisivo, en el cual se propuso una como Martín Fierro en la Argentina o la que
de los años veinte. Puesto que si aún en Contemporáneos, habían llegado para intro-
y con ello a “la única peruanidad que ha exis- se presentó como una “Revista Mensual de
tido”, cuando descubra ese “Perú autóctono” Doctrina, Literatura, Arte, Polémica”, diri-
que no había resultado extinguido por com- gida por José Carlos Mariátegui y con la ge-
cia político-intelectual Ricardo Martínez de período, el mismo fue ilustrado por Parra del
la Torre. El valor de la suscripción en Lima y Riego, el poeta peruano que fue el primer
provincias era de $4.00 por año y de $2.20 marido de la uruguaya Blanca Luz Brum,
por un semestre. La edición corriente (había cuando expresó: “Vivo en el siglo en que da
otra de cien ejemplares de mejor calidad) más pena morirse, en el de Lenin, Einstein…,
Por la correspondencia de su director sabe- taco, cuyo alarido repercute a través de los
mos empero que la revista se solventaba con siglos y de las generaciones! […] ¡Nacer
la venta de otro tipo de textos, sobre todo dentro de cien años y decir de pronto: Yo viví
escolares, editados por la Imprenta Minerva, entonces, yo viví durante aquellos años!
dad Editora Amauta solicita en el número 8, Resulta asimismo elocuente que al regresar
de abril de 1927, apoyo financiero dada, dice, de Europa, de los tres nombres que Mariáte-
Hispanoamérica. En ese mismo mes la nuevos” dos son los de Einstein y Lenin y el
revista registra 957 suscripciones. Ya en el otro del capitán de industria sueco Hugo
número 20 lanza un llamamiento a amigos y Stinnes. Eran sin duda los héroes moderniza-
simpatizantes para superar sus dificultades dores que habían asaltado los cielos del espa-
económicas, y en el ocaso del número 32 (ya cio-tiempo cósmico y del poder zarista, y
muerto Mariátegui) amenaza con publicar todos ellos compartían el nervio energético
una lista de morosos de la revista. que los colocaba en las antípodas del adoce-
Más allá del Perú, Amauta se caracterizó nado y timorato burgués producto del –como
por generar una amplia red de distribución, se decía– “aburrido siglo XIX”.
aun con sus limitados medios, en todo el En el plano de las ideas, lo nuevo moder-
siones de libros peruanos, chilenos, argenti- núcleos de significación que cobran sentido
nos y mexicanos, así como la corresponden- con relación al giro antipositivista puesto en
cia con los lectores nos permiten verificar marcha en la cultura europea desde la crisis
que dicha red alcanza a autores como Carlos “tardo-moderna” de fines del siglo XIX .
Sánchez Viamonte, Arturo Capdevila, Julio V. Esquemáticamente recordaré que dicha quie-
González, José Vasconcelos, Manuel Seoane bra de la razón occidental tiene su monu-
y tantos otros, así como manifiestos del tipo mento en la obra de Nietzsche, que obtuvo
del que le dirige Alfredo Palacios como pre- condiciones propicias para su expansión tras
junto con las notorias diferencias histórico- encontró su realización en las mencionadas
que lo que en el Viejo Mundo siguiera el Sorel. En su obra final (Defensa del mar-
curso de las filosofías de la conciencia a la xismo), retornan una y otra vez en Mariátegui
como la ideología del modernismo cultural. resulta fácil reconocer la presencia de todas
De hecho, el ensayo identitario de mayor estas marcas ideológicas, algunas de las cua-
éxito resultó el Ariel de Rodó (1900), encua- les (como el biologismo positivista) son evi-
riano. Fue así como el modernismo (su esté- (como el modernismo rubendariano y el deca-
tica, sus motivos y sus ideologemas) circuló dentismo) y otras por fin emergentes, como
de otro cuño, y que en nuestra región tendrían talismo soreliano y a su través nietzscheano,
Dentro del clima de la “nueva sensibilidad” Empero, aquí y allá aparecen en Amauta
bres de Spengler, Simmel o Dilthey, que po- exenta por cierto de fricciones. En principio,
blarían las bibliotecas y los imaginarios his- porque para Mariátegui no todo lo nuevo es
hasta mediados del siglo pasado. ción revolucionaria, dado que también existe
extranjeras. Allí figuran, entre tantas otras, modas en curso. Así, mientras en el número
tario, La Revue Marxiste y La Internationale Backer”, allí mismo Martín Adán se coloca
compartió sin saberlo con los jóvenes argen- gastar energías (N° 5: 36). Tempranamente el
la paja del trigo. En el corsi e ricorsi entre septiembre de 1928, donde la revista se des-
revolución y decadencia, el sentido revolu- pedirá del arielismo y declarará que “ya no es
Mas si estas definiciones corrían por carriles que ‘izquierda’, ‘vanguardia’, ‘renovación’”.
su proyecto político y precipitó la institución que “el socialismo los supone, los antecede,
del Partido Nacionalista Peruano en desme- los abarca a todos”. Ahora todos esos califi-
único. Fundó en esa fecha desde México el Revolución, y éste a su vez remitía al socia-
Partido Nacionalista Peruano, “Organización lismo. Por eso a Amauta le bastaba con ser
político-militar revolucionaria, que reconoce “una revista socialista” (Amauta, año III, Nº
La ruptura devino total, y será en el defi- Europa no haya nada parecido no podrá dejar
En Europa –ironizó– tampoco hay rascacie- más extrema su propia expresión latinoame-
pa revolucionaria sino con América revolu- otro, Spengler, sociológica” (Amauta, pp. 94
El diferendo resultó central, y hacia el final Aquellas tensiones siempre prontas a esta-
Haya y la ortodoxia de “clase contra clase” de la guardia”), que en rigor remitía a dos de las
III Internacional, Mariátegui tratará de zafar almas que la habitaron: por un lado el intento
posible establecer un balance mucho más vanguardistas de los años veinte. Así, la elec-
rico y complejo, puesto que sus temáticas y ción final del nombre de Amauta es una
estilos desbordaron la centralidad del eje marca indicial, sintomática y diacrítica, que
político partidario. De tal manera, los núme- distingue a la revista peruana de las que en la
cuanto de las voces plurales que la constru- El vanguardismo será así el suelo sobre el
yeron, aun cuando siempre bajo la guía más cual de hecho se imprimirá su socialismo, su
naron así una pluralidad de voces en los lími- En este terreno, basta con evocar la polé-
tes de la disonancia, típica de esa figura mica con Luis Alberto Sánchez, quien acusa a
vanguardias estéticas y teóricas. Elaboró Mariátegui allí donde dice que “Amauta ha
entre otros un ideologema compuesto en las publicado artículos de índole diversa porque
antípodas de los módulos despreciados de no es sólo una revista de doctrina –social, eco-
las convenciones burguesas. Para entonces el nómica, política, etc.– sino también una
burgués operó como soporte de aquellas revista de arte y literatura” (Mariátegui, “Polé-
por Sinclair Lewis, que en cierto modo Empero, un programa de tal modo insta-
habían tenido en toda la tradición arielista y lado en el estrecho filo entre una pulsión
política y una reivindicación del vanguar- En este punto resulta por cierto fascinante
propicio de disputas para quienes considera- este postulado, recurrirá a un aspecto radica-
cohabitación. Los ejemplos abundan. En el dad: más precisamente, aquel que a través de
número 22, Martí Casanovas le recuerda a Sorel lo remitía a Bergson, y que en la mis-
Amauta desde México que “vanguardismo” ma revista había modulado tanto el artículo
es un término que pertenece al universo de la “Los dos misticismos”, del número 3, como
estética pura, y que por ende no debe en nin- de uno de los primeros libros de la editorial,
rio. En la misma dirección encontramos ar- En esa dirección se despliegan una serie de
tículos como el de Bela Uitz, “Arte burgués y artículos de Antenor Orrego, quien en eviden-
arte proletario”, o de Esteban Pavletich sobre tes términos orteguianos sostiene que la razón
Diego Rivera, en los cuales se sostiene la debe ser y es “instrumento de expresión vital
heteronomía del arte respecto del clasismo y e histórica” (Nº 4). Pero ya en el número 20 el
la política. O la apelación al lenguaje de las mismo Orrego –en “Algunas notas de ver y
cosas de Ricardo Martínez de la Torre cuando andar”– arremete contra el apoliticismo de los
rusa posee el argumento poderoso y concreto Ortega como “representativo de cierta zona
de su realidad aplastante” y que por ende europea y de cierta zona envejecida y preté-
intelectual, burguesa [y] perjudica la acción” dera naturaleza frente a la dictadura española
rusa y de la III Internacional merecerán asi- monstruosa de la poesía PURA y del pensamien-
mismo notas permanentes tanto abonadas por to PURO que quieren inhibirse de dar la bata-
Lunatcharski (Nº 15) como por las nueva- leyendo con estas lentes la realidad pe-
mente no menos encomiásticas páginas de ruana, Amauta efectivizaba una operación tí-
Para Mariátegui se trató de manera compleja que horadaba el tiempo uniforme y comuni-
de permanecer en ese borde entre el interna- car un futuro utópico (el socialismo) con un
cionalismo comunista y una vocación indige- pasado mítico (el mundo indígena), mediante
como el peruano. Para ello consideró necesa- para encarar su “Requisitoria contra el gamo-
rio que el socialismo ya estuviera “en la tra- nalismo o la feudalidad” y para articular la
dición americana”, tal como lo mostraría la problemática indígena con una razón funda-
organización comunista primitiva incaica. mentalmente económica (Nº 10, p. 9), pero
dejando una y otra vez en claro que el pro- gui, 1927: 3). Esta presencia y el lugar del
blema de la tierra no era para el universo indí- sorelismo en el discurso son realmente estra-
gena una cuestión solamente económica sino tégicos, ya que emergen en el tratamiento de
idealista y energética del marxismo revolu- lará otro fiel de la balanza persiguiendo un
cionario. Desprendiéndose del pesado lastre punto de síntesis. Aquí es donde un aspecto
cionista para instalar en la teoría de los mitos la teoría del mito soreliano permitía un salto
revolucionaria (Mariátegui, 1978b: 20-21). los cielos. Pero al mismo tiempo los 7 Ensa-
Otra vez, esos párrafos sobreescritos en un yos definían que la cuestión indígena no era
sorelismo crispado resultan atravesados por el un problema moral sino económico y social y
duro marxismo positivista y economicista del político (Mariátegui, 1977: 36). Más precisa-
lismo” despliega según su matriz la raigambre recibe su fermento y su impulso “del fenó-
económico. Desde notas como las dedicadas socialista”, no como la hemos heredado ins-
largamente al estudio de “Los instrumentos tintivamente del extinto inkario sino como la
del capital financiero” (Nº 20) o a fragmentos hemos aprendido de la civilización occiden-
y la Historia serán ininteligibles” (Nº 10). Otras voces sostienen en la revista posiciones
senda ideológica que el sorelismo ofrecerá de Seoane en nombre del Grupo “Resurgimien-
allí en más a Mariátegui para fundamentar to” en el número 8, se estampa que el pro-
saga que compondría su libro Defensa del la actual organización social. Todo lo demás
marxismo, editado poco antes de morir. Ellos es adjetivo, al tratarse de una cuestión princi-
han quedado sintetizados en la frase multici- palmente económica y en modo alguno espi-
tada que luego formó parte del Prefacio a ritual o siquiera racial. Antenor Orrego en
la civilización, no es el alfabeto del blanco, lo igualmente que “el único peruanismo de que
que levanta el alma del indio. Es el mito, es se puede hablar y que corresponde a una reali-
incaica, que no puede tener ya para nosotros de la idea de dominación) dentro de algunos
sino una virtualidad arqueológica, una virtua- hilos de la reflexión de Mariátegui. Por ello,
lidad de pinacoteca y museo” que debe impe- “su figura evoca irresistiblemente la de ese
dir el absurdo de resucitar el pasado remoto gran renovador de la teoría política marxista
para realizar el porvenir (Amauta, N° 8). que fue Antonio Gramsci” (Aricó, 1978: xiii).
Lejos de sancionar empero un desliza- Sea como fuere, esa heterodoxia no habría
reflexión mariateguiana mantiene ese pie en máximo dirigente del Partido Comunista argen-
tierra del “dato económico” que la teoría tino. No se trata, dice no sin ironía este miem-
marxista le inspira y que opera como límite y bro poderoso de la Comintern, de abundar
problema indígena no es moral sino econó- mente de las del resto de América Latina. En
mico y socio-político, pero aun en los pro- suma, frente al Perú se está ante “un país semi-
nunciamientos más claros existe la vocación colonial como los otros”, y sobre ellos debe
de fusionar esas determinaciones con los fac- implementarse una misma política (Martínez
puede verse en el Programa del Partido Socia- entre el aprismo y la Comintern que Mariáte-
lista del Perú que Mariátegui fundó. Allí apa- gui proyecta su traslado a Buenos Aires.
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encontrarse una adscripción al marxismo-leni- Al socaire de esas intervenciones, tam-
nismo como el “método revolucionario de la bién las ideas volcadas en Amauta perfi-
etapa del imperialismo y de los monopolios”. laron el tipo de intelectual imaginario que
Ese posicionamiento resignifica la importan- Mariátegui albergó, articulado con las condi-
cia de la comunidad agraria indígena, que ciones materiales que lo ubicaron en ese
ahora va a ser descrita en términos más ade- punto dentro del campo intelectual peruano.
posibilidad de solución para “la cuestión agra- dibuja un permanente cruce de senderos que
ria” (Mariátegui, 1980: 140). Pero nuevamen- se bifurcan y se entretejen según las diversas
te en “El problema de las razas en América almas que lo compusieron. Esas tiranteces
Latina” (Mariátegui, 1977a: 104), Mariátegui han sido ya en parte agrupadas en torno de la
retorna a una caracterización que permita conocida discusión sobre el nombre de la re-
tamente sostiene que “el factor raza se com- especificidad nacional peruana (que resultaría
plica con el factor clase en forma que una polí- proyectado hacia las raíces prehispánicas), y,
cuenta”. Los apuntamientos señalan así un interior de las corrientes vanguardistas que
cándose del economicismo e introduciendo la En este último caso, el vitalismo –como vi-
dad agraria andina como “un factor natural de que debían contraponerse a la autoimagen del
puede señalarse la posibilidad de incluir la no- o a las formas. Ya había escrito que “el hom-
bre iletrado […] encuentra, mejor que el lite- Mariátegui quedará marginado de las corrien-
rato y que el filósofo, su propio camino. Pues- tes políticas orgánicas fundamentales. Junto
to que debe actuar, actúa. Puesto que debe con ello, en el campo estético confiesa no inte-
creer, cree… Su instinto lo desvía de la duda resarle la posición ideológica del escritor, y
estéril” (Mariátegui, 1970: 27). Trató de cons- opina además de que no se debe imprimir a sus
truir entonces una figura diferenciada de inte- colaboradores “una ortodoxia rigurosa”. Todo
lectual militante, y las páginas de Amauta fue- ello porque, en definitiva, Amauta “ha venido
ron testigos de la polémica con Haya de la para inaugurar y organizar un debate; no para
rial del número 17 donde se opuso al aprismo J. C. M., “Polémica finita”, pp. 6 y 23).
(ese “Partido Nacionalista pequeño burgués y Y sin embargo este proyecto de intelectual
equívocos. Por un lado, puesto que Haya de María Eguren (1874-1942). Después de todo,
la Torre no dejará de acosarlo tras la impug- junto con González Prada es la única otra tra-
nación de que Mariátegui era un “intelectual” dición que Amauta homenajea. Y si esta pre-
que desnudaba un radical abismo entre teoría sencia es significativa, ello se debe a su me-
y práctica. Y por el otro, su ubicación más nor obviedad, ni bien nos acercamos a la obra
que ambigua respecto del comunismo real- del poeta peruano autor de “La niña de la
mente existente le vedaba el carácter de inte- lámpara azul” e instalado en las continuida-
lectual orgánico, tanto por la inexistencia de des del modernismo tardío. Sorprende así
un partido al estilo del comunista italiano encontrar en esta revista revolucionaria, jun-
cuanto por el carácter movimientista y poli- to con los duros esquemas económicos mar-
Imposibilitado así de fungir como intelec- tal financiero, versos que riman así: “Vuela
tual orgánico a la Gramsci dada la inexisten- volón / el azulón (…) / Las tardes rosadas /
cia de un partido comunista (incluso socialista, Los días azules”… (Amauta, Nº 27).
en el Perú), tampoco acepta serlo de la APRA en Por todo ello, el número 21 dedicado a Egu-
De allí que Mariátegui termine formando parte de una polémica que lo desborda y que se abre
de una coalición de intelectuales (en tanto con una nota a Eguren del primer número de
sociedad de ideas, capilla de discurso y orga- Amauta: “Estamos con el poeta Eguren en un
nización de publicaciones) centrado en una cuarto lleno de luz y hermosos cuadros”. Entre
voluntad política dirigida hacia el mundo esos cuadros resalta el cronista “un retrato suyo
obrero y sindical (la revista Labor formó parte que ostenta la firma del querido ausente Abra-
genista (la sección “El proceso del gamona- poesía, de pintura. De nada otra cosa se podrá
lismo” en Amauta recogió este propósito). hablar con este artista de tanta pureza”
(Sobrevilla, 2005: passim) y que por ende el deduce que puede por eso mismo hacer brotar
maduración y penetración entre las masas, un verdadero poeta, tiene el mismo encanto”.
Sin embargo, mientras Xavier Abril no mismo de uno de los próceres de la indepen-
vacila en identificar la poesía de Eguren con dencia (Francisco Javier), pero que apenas
na de Luis Alberto Sánchez no oculta un cierto mujer e hijos. Mestizo nacido en provincia,
desdén al diagnosticar que, de seguir así, fuera realizará la experiencia del migrante a la ciu-
del tiempo y de la sociedad, el poeta “corre el dad de Lima. Una herida de los 7 años deter-
peligro de una infancia demasiado prolon- minó la inutilidad de una pierna. A los 14
gada”. Pero basta leer la “Contribución de la años tuvo por necesidades económicas del
crítica de Eguren”, del propio Mariátegui, para hogar materno que dejar los estudios forma-
convenir que la misma concluye por no ubi- les y seguir su instrucción como autodidacta
carse en ninguno de estos campos polares. mientras trabaja primero como ayudante de
Que esta consideración que puede separar imprenta durante catorce horas diarias y
el arte del compromiso político-social resul- luego como cronista y periodista. Sus posibi-
las últimas cartas que se intercambian, donde caron con la estructura educativa elitista del
acuarelas imaginadas: las caritas amables y la obligaba además a quienes estaban en condi-
noche de las quimeras” (30 de abril de 1928). ciones de cursar carreras universitarias a emi-
Mientras Mariátegui, llamándolo “querido grar a Lima, y aun así las dificultades para
poeta”, le confiesa su enorme desazón por este acceso incluso para un hijo de abogado o
haber tenido que postergar la edición de los funcionario de provincias se manifiestan con
poemas de Eguren ante las necesidades mate- claridad en el recorrido de César Vallejo. De
riales de la imprenta, concluyendo con una tal modo, con una baja escolarización,
tos por venir se tornará reveladora: “Lo mate- tral provendrá de su viaje a Italia, mediante el
rial –le dice– condiciona siempre nuestros iti- “exilio beca” que le ofrece Leguía y que
Puesto que a pocos como al autor de los este viaje a Europa padece en 1924 la ampu-
da por Julio Ortega al decir que imagen quedó asociada a su mítica silla de
ruedas.
casi en todo intelectual limeño hay una fisura De modo que si aún en el Perú la legiti-
en el origen; en el laberinto familiar y social midad intelectual está entrelazada con ele-
del intelectual, no pocas veces un desajuste, mentos de clase y de casta, son evidentes las
un desbalance, marca el lugar social del inte- marcas de desclasado y de descastado que
lectual con el drama de una remota cuenta Mariátegui conlleva. Una de las posibilidades
pendiente (Ortega, 1986: 59).
de salida para esta situación de intelectual
Y en rigor, las “cuentas pendientes” de Mariá- constituida en torno del poeta Valdelomar en
tegui resultan estremecedoras por lo abultadas la segunda década del siglo, cuando protago-
men Eliseo, que él mismo sustituirá por aquel La tertulia se instaló entonces en redaccio-
con el cual lo conocemos. Descendiente asi- nes de periódicos y comités de revistas, dado
que –como es sabido– el trabajo en la prensa dos por él mismo por ese carácter de com-
se convirtió en el segundo oficio del literato, partir la judeidad, tal como lo expresó al refe-
definido en las antípodas del burgués según No es talvez por un simple azar que el pro-
los parámetros del modernismo dariano y el motor del psicoanálisis es un judío. Para sus-
en renegar de la tradición del Perú oficial bohemio y por ende como “la antítesis del
para nutrirse de la tradición preburguesa, pre- burgués”. Precisamente por provenir del cir-
moderna, en tanto en ella se encuentra un co y no del teatro burgués que ha sido oficial-
“anacronismo” que puede saltar al futuro: la mente ejecutado por “el cinema”, las pelícu-
“periféricos cosmopolitas”, es preciso aten- Creo que no es ocioso reiterar que este
der a la relación que mantuvieron con sus movimiento de ir hacia atrás para saltar hacia
zonas turbulentas del planeta como México, protoforma o metáfora con la cual Mariátegui
modernidad recurrido desde el inicio mismo ción del país oficial para nutrirse de la tra-
del siglo XX. El Japón –escribió– “nos ofrece dición preburguesa y premoderna, en tanto en
plenamente la civilización occidental sin per- puede catapultarse al futuro; como un retorno
der su propio carácter ni abdicar su propio hacia la comunidad indígena y el incario para
espíritu” (Flores Galindo, 1980: 45). Otra saltar al socialismo. Esta posición ofreció
alternativa que lo tentó recuerda algunas resistencias dentro de la misma revista, como
un año antes de su muerte escribió en Reper- hayan señalado en las posturas de Mariátegui
torio Hebreo de abril-mayo de 1929: “El analogías con el populismo ruso (Miroshev-
pueblo judío que yo amo no habla exclusiva- ski, en Aricó, 1980: 55-70). Tampoco creo
mente hebreo ni yiddish; es políglota, via- arbitrario postular que esta figuración se ar-
Justamente, sus ídolos intelectuales y como un minus dados sus orígenes sociocul-
artísticos Chaplin y Freud fueron reconoci- turales, y luego potenciada como un plus
para convertirla en una positividad y cons- junto con otros intelectuales y obreros. Ya en
truir una figura de intelectual. Imposible asi- septiembre, producida la clausura policial de
mismo dejar de señalar la sospecha de que Amauta, le confiesa a Glusberg que tratará
se dislocan y donde lo viejo convive de ta, pero que “si no pudiera conseguir la recon-
nía latinoamericana (del Perú, en suma, como años de reanudada la publicación, Mariátegui
un extremo del “extremo Occidente”, según le comunica a Joaquín García Monge, direc-
Sea como fuere, aquella alternativa revo- Rica, que “desde las 7 y 45 p.m. del 18 hasta
lucionaria vaciada en el molde del moder- las 3 y 30 p.m. del 20 mi casa permaneció
Torre que lo descalifica por europeísta, los derrotado político y bajo el asedio policial,
sobre todo en el intento por proseguir su sor- mano de Samuel Glusberg. Entonces, otra vez
prendente gestión cultural centrada en la le confiesa: “Por eso, se apodera de mí con fre-
En cuanto a la ambigua relación con Egu- fera de un país más libre”. Pero a este deseo se
ren, puede pensarse en ese tópico metafórico le superpone otro lamento que ya toca el
la separación casi melancólica entre amigos tiva: “Mi libro no ha merecido sino una nota
puede pensarse que hablan asimismo de que junio 1929). Y a Palmiro Macchiavello: “‘7
hacia el primero de esos términos, dicha ria limeña sino una nota de Armando Herrera
resolución no ocultaba por completo la otra en ‘El Tiempo’” (18 de septiembre de 1929).
Samuel Glusberg acerca del decidido viaje a nencia en el país –le escribe– es indispen-
Buenos Aires habla con elocuencia de los sable, hoy más que nunca”. “Ud. compren-
propio itinerario. Hay algo del orden del abandonados a sus propias fuerzas”. Y arre-
temor y temblor en ese epistolario entre mete: “Aquí quiero, hablándole francamente,
He aquí una veloz y postrera secuencia de demasiado su acción y parecía como querer
hechos y cartas. En junio de 1927 el gobierno inhibirse frente a la influencia más o menos
Mariátegui a Samuel Glusberg: “Tengo el Comunista. Para ello, las profundas marcas
propósito, le repito, de realizar de toda suerte del pensamiento soreliano y de las vanguar-
este proyecto. Creo que en abril próximo dias estéticas pretenderán de allí en más ser
estaré en aptitud de partir”. A José Malanca el borradas con la esponja de una ortodoxia
resuelto. Sólo una inesperada falla en mi Aguilar Mora, J. (1999), “Amauta o Vanguardia”, en
con todas las luces encendidas”. Aricó, José (1978), Introducción a Mariátegui y los orí-
una adhesión a la Internacional Comunista ha peruana: biografía intelectual, Lima, Flora Tristán.
velatorio leemos así: “El proletariado organizó genismo y descentralismo en el Perú 1897-1931, Cusco,
secretario de la CGT, quien pronunció “una la segunda mitad del siglo XIX, Lima, Sidea-PromPerú.
acerba requisitoria contra la pequeña burgue- Labor, revista trimestral, Lima, 1928-1929, ed. facsimilar.
trabajadoras y proclama que el destino de Amé- y política en el Perú del siglo XX, Lima, Mosca Azul.
dente” y le atribuye “exotismo” a la obra de lectual y jerarquías sociales: dos reportajes a un indio en
Mariátegui, José Carlos (1970), El alma matinal, Lima, Martínez de la Torre, R. (1947-1949), Apuntes para una