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teoría del psicoanálisis de Sigmund Freud

Sigmund Freud es considerado “el padre del psicoanálisis”. Freud fue un médico que se dedicó
a estudiar sistemática y acuciosamente el área de la neurología. La sociedad vienesa de su
época era una sociedad represiva y mojigata en lo que respecta al ámbito de la sexualidad.
Freud se interesa por estudiar una patología muy frecuente en su tiempo: La histeria.
Comienza con técnicas hipnóticas a tratar de aliviar la sintomatología de quienes padecen de
este mal, y en su camino, descubre un método terapéutico. Freud inicialmente va a describir
minuciosamente una técnica, un procedimiento, que históricamente conocemos como
psicoanálisis. El psicoanálisis es inicialmente un instrumento para tratar personas que padecen
de esta patología. Si bien en sus inicios se aboca exclusivamente a la cura de las parálisis
histéricas (sufridas en una gran mayoría por el sexo femenino), luego abarca otro tipo de
neurosis, como la paranoia, la neurosis obsesiva o las fobias.
Pero los caminos de quienes se atreven a indagar en el espíritu humano muchas veces nos
conducen a destinos inesperados. En ese afán hercúleo de descifrar el enigma del alma
humana, Freud se va a encontrar con múltiples elementos que pretenden clarificar el origen de
la conducta, las emociones, los pensamientos, las motivaciones, los sueños y en fin, de la
existencia del hombre. Lo que inicialmente se perfila sólo como un instrumento terapéutico, va
a llegar a alcanzar niveles de lo que en filosofía se suele llamar un sistema de pensamiento. No
obstante, cabe destacar que el psicoanálisis no es ni intenta ser de ninguna manera una
cosmovisión, y que, a pesar de la considerable amplitud alcanzada por su espectro teórico su
único fin fue la cura de las neurosis.
Independientemente de la posición en la cual nos coloquemos frente al psicoanálisis, la
trascendencia de su pensamiento es incuestionable. Para algunos, “La interpretación de los
sueños” es un libro que justifica la pertinencia del pensamiento de toda una época, de toda una
generación

Biografía de Sigmund Freud


Sigmund Freud (6 de mayo de 1856 – 23 de septiembre de 1939) neurólogo. Nació en Příbor,
República Checa. Su nombre de nacimiento era Sigismund Freud. Su padre se desempeñó
como comerciante de lanas. Cuando Sigmund nació su padre era bastante adulto y tenía
hermanos mucho mayores, esta situación fue la clave para despertar en Sigmund mucha
curiosidad y realizar infinidades de cuestionamientos. Desde pequeño fue muy inteligente y
hábil. La crisis económica del país obligó a la familia a trasladarse a Viena, en este nuevo lugar
la situación no sería diferente, en muchas ocasiones afrontaron problemas económicos por la
falta de trabajo de su padre.

Tal vez por esta situación Sigmund sintió aberración por Viena, a pesar de ello, continúo
viviendo en esta ciudad hasta el final de sus días. Sigmund Freud residiría en esta ciudad hasta
un año antes de su muerte. Aunque por un tiempo tuvo que emprender el camino del exilio, por
su condición de judío, hacia Londres como consecuencia del Anschluss; la anexión de Austria
al proyecto pangermanista de la Gran Alemania, con ayuda del canciller austriaco Arthur
Seyss-Inquart. No obstante, en este caso intercedieron personajes como Roosevelt y Mussolini,
pero no tuvo resultado, sus obras fueron quemadas.

A pesar de la persecución su familia se mantuvo fiel a la comunidad judía y sus costumbres,


aunque no fue especialmente religiosa ya que su padre estaba inclinado por el
librepensamiento, y en consecuencia Freud había perdido las creencias religiosas desde la
adolescencia. Desde que Freud se graduó con excelentes calificaciones de la escuela, un
privilegio logrado con el esfuerzo de sus padres, mostró mucho interés y motivación por su
futuro. Aunque en un principio se inclinó por el derecho, finalmente se decidió por la medicina,
su intención de estudiarla no era ejercer sino estudiar la condición humana con rigor científico.

Luego de un periodo en la universidad se empezó a enfocar en la investigación biológica,


desde 1876 hasta 1882 comenzó a trabajar en el laboratorio del fisiólogo Ernst von Brücke,
estudió algunas estructuras nerviosas de los animales y la anatomía del cerebro humano. En
este periodo, conoció al médico vienés Josef Breuer, fue una pieza clave para su desarrollo
económico e intelectual. También conoció a Martha Bernays, hija de una familia de
intelectuales judíos; y con quien posteriormente se unió en matrimonio.

En ese momento, para asumir las responsabilidades de un esposo empezó a trabajar como
médico, dejando de lado su carrera investigativa, poco productiva, sin ninguna convicción por
esta decisión, logró adquirir la experiencia clínica necesaria para alcanzar un cierto prestigio.
En ese sentido, consiguió importantes trabajos en diversos departamentos del Hospital General
de Viena, decidiendo especializarse en neuropatología. En 1884 realizó un estudio sobre el uso
terapéutico de la cocaína, esto generó varias críticas porque experimentó imprudentemente con
personas a las cuales afectó seriamente. Por ello su reputación quedó un tanto ensombrecida.

En 1885 empezó a enseñar en la Facultad de Medicina de Viena, neuropatología, y, tiempo


después, psicoanálisis, simultáneamente. Su gran intelecto le procuró una beca para un viaje
de estudios durante un año en la ciudad de París, estuvo varios meses en el servicio de
neurología de la Salpêtrière bajo la dirección de Jean-Martin Charcot, por entonces el más
importante neurólogo francés. Allí aprendió sobre las manifestaciones de la histeria y los
efectos de la hipnosis y la sugestión en el tratamiento de la misma.

Freud se caracterizó por ser un hombre celoso al extremo cuestión que le acarreó varios
problemas y rupturas con su esposa. De regreso a Viena, Freud abrió una consulta privada
como neuropatólogo, utilizando la electroterapia y la hipnosis como tratamiento de las
enfermedades nerviosas. Su libro escrito con Josef Breuer sobre la histeria tratada gracias a la
hipnosis fue todo un éxito. La obra se titula Estudios sobre la histeria (1895).
Desde ese momento Freud esbozó sus primeras ideas sobre el psicoanálisis. Freud empezó a
hablar del método de «libre asociación». Para ese momento, muchos amigos médicos habían
preferido dejar solo a Freud. Esto no fue impedimento para continuar con sus investigaciones,
surgieron conceptos psicoanalíticos: inconsciente, represión y transferencia. En 1899 apareció
su famoso tratado La interpretación de los sueños, editado en 1900. Cinco años después
publicó Tres contribuciones a la teoría sexual.

Su obra, aunque innovadora y admirable, contó con escasos discípulos. Pero en 1906 la
situación cambió; logró consolidar un circulo de médicos que luego se convirtieron en una
sociedad psicoanalítica que 1908, celebró en Salzburgo el Primer Congreso Psicoanalítico.
Desde ese momento su reconocimiento fue internacional, invitado a Estados Unidos, para
pronunciar una serie de conferencias en la Universidad Clark de Worcester, Massachusetts. El
pensamiento freudiano había suscitado en Norteamérica gran admiración. En 1910 se fundó en
Nuremberg la Sociedad Internacional de Psicoanálisis, dirigida por el compañero de Freud,
Jung, quien la dirigió hasta 1914.

En 1916 Freud publicó Introducción al psicoanálisis. Continúo escribiendo importantes libros


como: El porvenir de una ilusión (1927), El malestar en la cultura (1930), y Moisés y el
monoteísmo (1939). Durante este periodo se le diagnosticó un cáncer de mandíbula y tuvo que
someterse a intervenciones. Desde entonces su enfermedad muchas veces impedía la
producción intelectual de Freud, pero logró sacar adelante varios textos. Finalmente, perdió la
batalla el 23 de septiembre de 1939.

La principal contribución de Freud a la psicología fue su concepto de inconsciente. Freud afirmó


que el comportamiento de una persona está profundamente determinado por pensamientos,
deseos y recuerdos reprimidos; y esto a su vez puede influir fuertemente en la conducta. Como
método de tratamiento, el psicoanálisis procura llevar estos recuerdos a la conciencia para así
liberar al sujeto de su influencia negativa. Sin duda sus planteamientos recibieron importantes
críticas, pero no deja de ser un gran aporte a la psicología. Definitivamente, la difusión del
psicoanálisis acabó revolucionando la visión del ser humano; su influencia se extendió hasta la
filosofía, la literatura y las artes.

Ello, yo y superyó son conceptos fundamentales en la teoría del psicoanálisis con la que
Sigmund Freud intentó explicar el funcionamiento psíquico humano, postulando la existencia de
un «aparato psíquico» que tiene una estructura particular. Sostuvo que este aparato está
dividido, a grandes rasgos, en tres instancias: el ello, el yo y el superyó, que sin embargo
comparten funciones y no se encuentran separadas físicamente. A su vez, gran parte de los
contenidos y mecanismos psíquicos que operan en cada una de estas entidades son
inconscientes.

Si bien la idea general de que la mente no es algo homogéneo tiene amplia aceptación, tanto
dentro como fuera del campo de la psicología, es también una idea controvertida. En particular
hay detractores de la teoría de que el psiquismo se divida en estos tres componentes.[1]

— 28 DIC, 2008
La estructura de la personalidad:

Según Freud la personalidad humana surge del conflicto entre nuestros impulsos instintivos
tendentes a la agresividad y a la búsqueda del placer, por un lado, y los límites sociales que se
les impone por otro. La personalidad se construye como un intento de conciliar estas dos
instancias buscando la satisfacción de nuestros instintos sin ser víctimas de los sentimientos de
culpa o castigo. Para explicar este conflicto Freud construyó unos conceptos teóricos que
interactuaban entre sí: el ello, el yo y el super-yo. Estos conceptos no tienen que considerarse
como poseedores de una verdad objetiva sino más bien como herramientas útiles para la
comprensión de la dinámica de nuestro psiquismo.

El Ello (Id):

Freud, desde el paradigma antropológico del darwinismo, asumió que las motivaciones básicas
del hombre no podían ser diferentes a las de cualquier otro animal: autoconservación,
agresividad y reproducción; no obstante, estas motivaciones no aparecían tal cual en nuestra
vida social, como sí que aparecen en el resto de animales, sino que quedan ocultas, por
conveniencias culturales, a un nivel inconsciente. El ello es ese depósito inconsciente de
nuestra energía psíquica primaria que busca la satisfacción de esos impulsos biológicos
primitivos. Obviamente el ello actúa movido por el principio del placer: busca la satisfacción de
nuestros deseos. Pensemos en un niño que en un supermercado coge una bolsa de patatas la
abre y empieza a comérsela para vergüenza de su madre; está actuando movido por el
principio del placer, busca la mera satisfacción de la necesidad biológica de alimentarse.

Los impulsos del ello son innumerables sin embargo podemos agruparlos en dos grandes
instintos primarios: Eros y Tánatos. El impulso de Eros tiende a la reunión de elementos
dispersos en una unidad mayor por esto también se le denomina impulso de vida ya que la
construcción de nuevas realidades es su meta principal. Por su parte, el impulso de Tánatos
busca la disolución de una unidad en un conjunto de elementos más pequeños, se le denomina
también impulso de muerte. Para Freud estos impulsos están presente incluso en algunos
procesos inorgánicos de la naturaleza (atracción-repulsión, cristalización-disolución, etc.). El
deseo de formar una familia, de pertenecer a un grupo social, de construir algo puede
ejemplificar el impulso de Eros; por impulso de muerte.

Es importante subrayar que Freud no hace una consideración ética de estos dos impulsos, toda
vez que este tipo de consideración no es pertinente al pertenecer estos impulsos a una realidad
amoral como el ello. Eros no es bueno como Tánatos tampoco es malo, estas consideraciones
carecen de valor y fundamento. ¿Acaso el deseo de un hombre de cuarenta años de
permanecer bajo la tutela de su mamá es algo bueno? ¿Acaso el deseo de independencia en
un joven es malo? Vemos que estas consideraciones carecen de sentido en sí mismas y las
valoraciones morales se sitúan a un nivel muy diferente que las valoraciones psicológicas.

Además Freud subraya que ambos impulsos se retroalimentan y dependen entre sí. Por
ejemplo, un león desea cazar una presa, para ello necesita matarla y digerirla (Tánatos) pero la
finalidad de esta acción no es la destrucción en sí sino que quizás sea el mantenimiento del
propio organismo o incluso alimentar a las crías (Eros).

El yo (ego):

A medida que el niño va creciendo va también aprendiendo que sus deseos chocan con el
mundo real; esto fuerza al niño a readaptar sus deseos a ese mundo real a través del principio
de realidad. Así se construye el yo consciente en el primer año de vida del sujeto, el yo que
creemos que somos. Este yo es la parte visible de nuestra personalidad pero las raíces
profunda de nuestra identidad permanecen en el lado inconsciente de nuestro psiquismo.
Todas las motivaciones conscientes no son más que motivaciones inconscientes transformadas
por el super-yo para que el yo pueda conservar incólume su autoconcepto. Un ejemplo típico es
el amor sexual; a pesar de la poesía, el arte que lo ensalza, o los sentimientos tan nobles que
alimenta, desde la perspectivas psicoanalítica el amor tiene un origen inconsciente en el
impulso de la autoperpetuación que aparece en todos los seres vivos; la creación simbólica
asociada al amor (la ternura, el afecto, la fidelidad) no son más que velos con los que encubrir
su motivación primaria, biológica e incluso fisiológica. El yo se complace en considerar que sus
sentimientos se basan en principios nobles y no en un mero impulso de satisfacción instintivo.

Los elementos inconscientes son lesivos para el concepto que de sí mismo posee el yo, por
esta razón esos elementos inconscientes son reprimidos y no surgen a la conciencia más que
en ocasiones puntuales como sueños y actos fallidos. Los procesos de libre asociación o la
interpretación de los sueños del paciente son metodologías terapéuticas propias del
psicoanálisis.

El super-yo (super-ego):
Más tarde en el proceso de desarrollo, a los cuatro o cinco años, el individuo empieza a
desarrollar ideales de comportamientos que nos dicen no sólo como debemos de actuar para
satisfacer los impulsos del ello (principio de realidad del yo) sino como deberíamos de
comportarnos. Así el sujeto va interiorizando y creando una conciencia moral que va más allá
de la adecuación práctica de su conducta a la realidad. El super-yo genera un “ideal del yo” que
intenta de imponer al propio yo efectivo.

El super-yo nace de las exigencias culturales que pesan sobre el sujeto desde su más tierna
infancia. La sociedad en su conjunto, pero sobre todo los padres del niño son los que
construyen dentro de él esta instancia psíquica. Sentimientos como los de culpa o satisfacción
moral son generados en el super-yo cuando este es satisfecho en sus exigencias.

Las exigencias del ello (principio de placer) y del super-yo (ideal moral de yo) están en franco
conflicto la resolución de este conflicto es tarea del yo que debe mediar entre las exigencias
biológicas encarnadas por el ello y las exigencias sociales representadas por el super-yo. En
este cruel conflicto la posición del yo es siempre comprometida e inestable: por un lado el ello
acosa al yo con exigencias perentorias que precisan satisfacción inmediata, por otro lado, el
super-yo reprime esos impulsos e incluso las motivaciones ocultas tras las “nobles” acciones
del yo. La salud mental es ese equilibrio inestable entre estas dos potencias.

Las etapas del desarrollo y sus fijaciones


A partir de los diferentes modos en los que la etapa de crecimiento de los menores condiciona
la aparición de uno u otro tipo de fijación, Sigmund Freud formuló la teoría que uniría la
sexualidad con el desarrollo del inconsciente freudiano.

En ella, se propone que en los primeros años de nuestras vidas atravesamos distintas etapas
de desarrollo vinculadas a la sexualidad y a distintas fijaciones, y que lo que ocurra durante
ellas influirá en el modo en el que el inconsciente condicione a la persona una vez haya llegado
a la adultez. Es decir, que cada una de las etapas del desarrollo psicosexual marcarían los
tempos que delimitan qué tipo de acciones son necesarias para expresar la líbido de manera
satisfactoria y cuáles pueden llegar a crear conflictos que queden enquistados en nosotros de
manera inconsciente.
Las fases pulsionales del desarrollo psicosexual
Según la teoría freudiana, las etapas de desarrollo psicosexual y sus características son las
siguientes.

1. Etapa oral
La etapa oral ocupa aproximadamente los primeros 18 meses de vida, y en ella aparecen los
primeros intentos por satisfacer las demandas promovidas por la libido. En ella, la boca es la
principal zona en la que se busca el placer. También es la boca una de las principales zonas
del cuerpo a la hora de explorar el entorno y sus elementos, y esto explicaría la propensión de
los más pequeños a intentar "morderlo" todo.

Si se impide tajantemente que los bebés utilicen su boca para satisfacerse, esto podría producir
un bloqueo que haría que ciertos problemas quedasen fijados en el inconsciente (siempre
según Freud).

2. Etapa anal

Esta etapa se produciría desde el fin de la etapa oral y hasta los 3 años de edad. Se trapa de la
fase en la que se empiezan a controlar el esfínter en la defecación. Para Freud, esta actividad
está vinculada al placer y la sexualidad.

Las fijaciones relacionadas con esta fase del desarrollo psicosexual tienen que ver con la
acumulación y con el gasto, vinculadas con el espíritu ahorrador y la disciplina en el primer
caso, y con la desorganización y el derroche de recursos en el segundo.

3. Etapa fálica
Esta fase pulsional duraría entre los 3 y los 6 años, y su zona erógena asociada es la de los
genitales. De este modo, la principal sensación placentera sería la de orinar, pero también se
originaría en esta fase el inicio de la curiosidad por las diferencias entre hombres y mujeres,
niños y niñas, empezando por las evidentes disimilitudes en la forma de los genitales y
terminando en intereses, modos de ser y de vestir, etc.

Además, Freud relacionó esta fase con la aparición del "complejo de Edipo", en el que los niños
varones sienten atracción hacia la persona que ejerce el rol de madre y sienten celos y miedo
hacia la persona que ejerce el rol de padre. En cuanto a las niñas que pasan por esta etapa del
desarrollo psicosexual Freud "adaptó ligeramente la idea con Complejo de Edipo para que
englobas a estas, a pesar de que el concepto había sido desarrollado para que cobrase sentido
principalmente en los varones. Fue más tarde cuando Carl Jung propuso el complejo de Electra
como contraparte femenina al Edipo.

4. Etapa de latencia
Esta fase empieza hacia los 7 años y se extiende hasta el inicio de la pubertad. La etapa de
latencia se caracteriza por no tener una zona erógena concreta asociada y, en general, por
representar una congelación de las experimentaciones en materia de sexualidad por parte de
los niños, en parte a causa de todos los castigos y amonestaciones recibidas. Es por eso que
Freud describía esta fase como una en la que la sexualidad queda más camuflada que en las
anteriores.

La etapa de latencia ha estado asociada a la aparición del pudor y la vergüenza relacionada


con la sexualidad.

5. Etapa genital
La etapa genital aparece con la pubertad y se prolonga en adelante. Está relacionada con los
cambios físicos que acompañan a la adolescencia. Además, en esta fase del desarrollo
psicosexual el deseo relacionado con lo sexual se vuelve tan intenso que no se puede reprimir
con la misma eficacia que en etapas anteriores.

La zona erógena relacionada con este momento vital vuelve a ser la de los genitales, pero a
diferencia de lo que ocurre en la fase fálica, aquí ya se han desarrollado las competencias
necesarias para expresar la sexualidad a través de vínculos de unión de carácter más abstracto
y simbólico que tienen que ver con el consenso y el apego con otras personas. Es el
nacimiento de la sexualidad adulta, en contraposición a otra ligada solo a las simples
gratificaciones instantáneas y obtenidas mediante actividades estereotípicas.

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