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RESEÑA DEL CAPÍTULO “EUROPA Y EL FERVOR DE LA LECTURA” DE

JAMES WOODALL

Sofía Mendoza Santiago


Universidad Autónoma Metropolitana-I

En este segundo capítulo1 de la biografía de Jorge Luis Borges, escrita por Woodall,

nos adentramos a una serie de pasajes importantes que el escritor experimentó en el periodo

de 1914 a 1921. Cabe recordar que se presenta, en la vida de los Borges, la necesidad de

trasladarse a Europa debido al padecimiento ocular de Jorge padre. Este desplazamiento

deriva una serie de vicisitudes vinculadas directamente con el ámbito literario. Los viajes

de la familia dentro del marco europeo cobran, en Borges, un carácter fundamental.

Primero, la breve parada en Inglaterra y su primer encuentro con Cambridge;

posteriormente su traslado a París y su estancia de unas semanas; y por último, la llegada a

Ginebra a mediados de abril de 1914, en donde permanece por más tiempo. Este último

sitio se vuelve primordial. Es aquí donde Borges dedica parte de su estudio a la lengua

francesa con un profesor privado, lo que le permite el acceso a la literatura francesa.

Woodall señala el contraste del estallido de la guerra con el distanciamiento de la

familia, especialmente Borges, hacia ese aspecto de turba social. Una de las razones es,

quizá, que Argentina se declarara neutral ante la guerra.

Por otra parte, Borges inicia su segundo periodo de estudios formales en el College

Calvin a los quince años. Este establecimiento difiere, apunta Woodall, de ese espacio

primeramente hostil de la escuela en Buenos Aires, puesto que la capacidad intelectual de

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James Woodall, “Europa y el fervor de la lectura”, en La vida de Jorge Luis Borges, El hombre en
el espejo del libro, trad. de Alberto L. Bixio, Gedisa Editorial, Barcelona, 1999, pp.69-96.

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Borges aquí sí es reconocida, en algún sentido. En parte, por el carácter de

multiculturalidad. Además, en este pasaje, resulta interesante el encuentro que tiene con la

biblioteca del recinto y sus lecturas: Daudet, Zola, Maupassant, Flaubert, entre otros. Esta

etapa Woodall la califica como “feliz” respecto a Borges y alude la nostalgia que existe

posteriormente en sus comentarios cuando evoca Suiza. Paralelo a la situación social, “La

existencia de Georgie se concentraba en la lectura y su territorio era la imaginación literaria

del siglo XIX […]” menciona Woodall.

A pesar de su encuentro con escritores de otras lenguas, Borges nunca se separó de

la propia literatura argentina. Sarmiento, Eduardo Gutiérrez, Evaristo Carriego, Hilario

Ascubi y Leopoldo Lugones, acompañaron a Borges en este espacio extranjero de una

manera importante. Producto de sus lecturas, sus reflexiones y las experiencias en Ginebra,

él comienza a pensarse ya como un posible escritor argentino. De ahí la relevancia de sus

consideraciones de la literatura de su ciudad natal.

Dentro de los otros viajes breves que realizó junto con su familia, figura Génova,

Milán, Florencia y Venecia. Además de sus diversos desplazamientos internos en Suiza, lo

que lo lleva a conocer gran parte del país.

Woodall dice que la guerra representó en Borges un “infatigable descubrimiento

literario”. Antes de finalizar el año de 1914 había ya recorrido las obras de autores clave:

Thomas Carlyle y G. K. Chesterton. El último, de quien aprehendió y configuró los indicios

de su posterior estilo compacto de sus narraciones. Otros escritores que influyeron en este

proceso inicial de sus creaciones fueron: Stevenson, Kipling, Thomas de Quincey y

Heinrich Heine. De este último, adquiere su gusto por un “vocabulario simple”, su

internamiento en la lengua alemana, el carácter musical de la lengua que lo convence,

certeramente, de escribir poesía en su propio idioma.


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En otro ámbito de las letras y del pensamiento, Woodall advierte a dos filósofos

fundamentales en Borges: Arthur Schopenhauer y Friedrich Nietzsche. “El postulado de

Schopenhauer de una ausencia de personalidad humana a favor de un mundo percibido en

un tiempo y un espacio ilusorios […]” (76). Borges encontró en el entendimiento de las

ideas de Schopenhauer, una interpretación distinta del mundo: representación de una

invención mental.

Por otro lado, Nietzsche fue adoptado por Borges de una forma más crítica, aunque

fue seducido, según Woodall, por su radicalismo en cuanto a un espíritu de nuevo siglo,

referente al ámbito artístico.

Ambas consideraciones por parte del argentino, desembocan en el nombre de Walt

Whitman y sus lecturas. La poesía de Whitman provoca en Borges una reflexión aún mayor

sobre la literatura: el efecto de estar conversando con él a través de las páginas; una suerte

de literatura en acción. La asimilación y el gusto por Hojas de hierba llevan a Borges a

pensar en un poeta capaz de superar su tiempo y adentrarse a otro construido a semejanza

de sus deseos. Todo esto incrementaba en él un impuso por definir su oficio como poeta, en

adelante. Estas manifestaciones de amplitud en el campo literario propio como una

búsqueda, se extendieron hasta 1918, aún en el marco de Ginebra.

Un acontecimiento más, referido por Woodall, es la muerte de Leonor Suárez que,

además de afectar a los Borges, precipitó el traslado nuevo a Lugano. Esto llevó a Borges a

aproximarse a la poesía alemana y al expresionismo, asimismo a la lectura de Rimbaud,

Verlaine y Coleridge, cuestión que lo acerca a las reflexiones del sueño.

A fines de 1918 deciden los Borges volver a Argentina, pero debido a los tumultos

callejeros en Buenos Aires prefirieron mudarse a España. Después de varias paradas breves,

finalmente se instalan en Mallorca donde Borges tarda poco en conocer a Juan Alomar,
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Miguel Ángel Colomar y José Luis Moll, todos aspirantes a poetas. Durante su estancia en

Mallorca acudía constantemente a las reuniones que estos hombres realizaban, lo cual le fue

fructífero. Woodall dice, que Borges sentía cierto agradecimiento por este nuevo espacio

intelectual que lo estimulaba.

Es así como logra su primera publicación; un cuento que se presentó en la revista

madrileña La esfera, del cual no queda testimonio tangible por una supuesta destrucción del

propio autor. Asimismo, logró publicar un artículo en un periódico de Ginebra: “Crónicas

de las letras españolas: tres nuevos libros” editado por Abramowicz. El análisis de Pío

Baroja, Azorín y Ruiz Amado demostraba su línea contraria al orden establecido, un

sentido quizá antiespañol, aunque no está explícita y definida su postura intelectual.

A finales del año de 1919 la familia se muda a Sevilla. Aquí Borges se incorpora a

los grupos literarios responsables de la revista Grecia, en donde publica “Himno al mar”, su

primer poema, producto de las lecturas de Whitman. Este acontecimiento le permite

conocer diversos maestros de la literatura, principalmente Rafael Cansinos-Assens. Este

personaje logró promover la literatura de Borges, o al menos esa era su intención. Los

comentarios que éste llegó a hacer añadieron una valoración de <<escritor>> a la figura de

Borges. Su constante contacto con Cansinos, aún después de su desplazamiento a Madrid,

fue muy importante en esta construcción primera de su literatura, sobre todo en la

fundación del movimiento ultraísta y en los distintos manifiestos que Borges escribió. Este

llamado de renovación literaria permitió que conociera a Huidobro, a Gómez de la Serna y

otros precursores vanguardistas latinoamericanos.

Cabe destacar los proyectos que Borges ideó en este plano ultraísta, luego de

comprender ampliamente a Marinetti y a Eliot. Uno, que él mismo se encargó de destruir,

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estaba conformado por veinte poemas y llevaría el título de Ritmos rojos o Psalmos rojos; y

otro, Los naipes del tahúr. Esto, durante los años de 1920 y 1921.

Woodall menciona que Europa fijó en Borges, e incluso en Norah, pautas y

circunstancias de trabajo que llevaron consigo en su vuelta a Buenos Aires a fines de marzo

de 1921, y que quedaron presentes durante toda su vida. El abandono de Europa representó

en Borges un desprendimiento singular por el amplio desarrollo de su literatura y su

pensamiento que se logró en aquel sitio. Esta separación propició un afianzamiento del

carácter universal de su literatura.

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