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Natalia Benito López, 1º A

Comparación entre la danza de Loïe Fuller e Isadora Duncan

Antes de realizar una comparación sobre la danza de Loïe Fuller (Fullersburg, EE.UU,
1862 – París, Francia, 1928) e Isadora Duncan (San Francisco, EE.UU, 1877 – Niza,
Francia, 1927) es necesario situar a ambas bailarinas en su contexto histórico. Si bien
las artistas son coetáneas, Fuller nace 15 años antes, en 1862, mientras que Duncan
lo hace en 1877. Por tanto, estamos hablando de dos creadoras que comienzan a
desarrollar su expresión artística en los últimos años del siglo XIX, llegando a su
máximo ya en el inicio del siglo XX.

Sus estilo forma parte de una revelación ante el ballet académico y burgués y va
emparejado en el tiempo con la aparición de las vanguardias en el arte, que se
contraponen a las tendencias imperantes hasta ese periodo.

Ambas nacidas en EE.UU. pero en diferentes condiciones económicas, favorables


para Duncan, se convirtieron en rivales y han pasado a la historia como precursoras
de la danza contemporánea. No obstante, este ‘duelo’ lo ganó Duncan puesto que es
su nombre el más destacado y recordado entre las ‘madres’ de una nuevo estilo de
danza.

Partiendo de la base de que ambas rompen con lo clásico, ortodoxo y las formas
estrictas del ballet, ligado siempre a la disciplina, que paralelamente también
evolucionará en este siglo, entre sus técnicas se aprecian diferencias.

Por una parte, es indudable las habilidades de iluminación de Loïe Fuller que,
ataviada con amplios vestidos blancos que le cubrían prácticamente hasta el cuello,
muñecas y tobillos, realizaba enérgicos movimientos principalmente de brazos,
aunque también de piernas giros. Con el movimiento de su cuerpo y, por tanto de su
vestido, generaba impresionantes ondas y serpenteos que se convertían en más
llamativos al viajar por el espectro de luz. Otro rasgo característico es que, a veces
incluso bailaba sin música porque no la creía necesaria.
Loïe, conocida como ‘la mujer serprentina’, no tenía formación en ballet y venía dell
circo o el burlesque. Sabrá aprovechar los inventos que en ese momento estaban en
pleno apogeo como la electricidad y el cine y grabará alguna película, con los
hermanos Lumière, por ejemplo, a pesar de las dificultades para captar su movimiento
con la cámara. Con esa túnica casi de aspecto fantasmagórico, difumina las formas
del cuerpo femenino, consiguiendo una imagen de la feminidad completamente
distinta.

Por su parte, Isadora Duncan, admiradora de esta revolucionaria y libre forma de


bailar de Fuller, tuvo el privilegio de participar en sus coreografías, aunque poco
después esta relación se torcería en rivalidad.

Su danza se caracterizó por los movimientos libres, sinuosos y fluidos, dando una
sensación de cierta improvisación controlada. Su inspiración, en el mar y el
movimiento de las olas se trasladaba perfectamente al escenario, aunque su pasión
por el mar hizo que disfrutara bailando descalza sobre la arena de la playa. Bailaba
generalmente descalza o con calzados que poco tenían que ver con las opresoras
puntas de ballet. Amante de los cánones de belleza de la antigua Grecia, su
vestimenta también era llamativa pero, al contrario que Fuller, cubierta por seda
blanca, Duncan se decantaba por las transparencias y muchos menos metros de tela,
dejando al descubierto las formas femeninas. Los brazos y pies permanecían
desnudos y su cabello suelto.

Aunque apenas hay registros ni gráficos ni audiovisuales de su danza, su icónica


forma de bailar, quedó recogida en escritos y reseñas, además de a través de sus
discípulas. Sea por lo que fuere, su expresividad conectó más que la de Fuller con las
generaciones del momento y venideras y su estilo creó escuela.

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