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El comprensivismo en las Cs. Soc.

Dentro de los métodos propuestos hasta ahora y, por ej., para Durkheim y Marx,
en sus propuestas, no se toma en cuenta la comprensión como un problema a resolver,
en otras palabras, no se preocupan por él. Quien sí lo analiza es Max Weber, quien
efectúa su reflexión metodológica en torno a ella.
El proceso de creación de su método para las Ciencias Sociales supone una
reflexión contante de la propia práctica de investigación, mucho más compleja que en
los otros dos pensadores nombrados, y se trata de la relación entre Sociología e Historia.

Características del método comprensivista en Weber

La unidad de análisis del conocimiento de la sociedad parte de lo que Weber


denomina ‘acción social’, es decir, de una acción orientada a otro actor (a generar una
repercusión en él) del colectivo social o de determinada formación en su seno, y dicha
representación vendría a representar el ‘sentido subjetivo’. De esta forma, se desprende
que la realidad social se estructura de acuerdo con la interacción entre agentes sociales,
donde la relación o acción social es de carácter variable porque los agentes se
comportan y obran estratégicamente por cómo actúan los otros en su entorno y así van
variando las relaciones en función de los motivos o sentidos, fines, etc. Así, nada está
determinado y todo puede cambiar (nada permanecería constante, por lo que la historia
no se repetiría, en algo que coincide Popper en su crítica al historicismo, como ya se
vio, retomando claramente la tradición del individualismo metodológico).
Entonces, la comprensión del sentido subjetivo, es decir, de la orientación que
adquiere la acción social en su curso, requiere de un método específico para su
comprensión (esto se enmarca en un contexto de discusión en lo que ahora es Alemania
sobre el estatuto de las Cs. Soc. iniciada en el siglo XIX). Una de las grandes obsesiones
de Weber era la de romper la dicotomía construida en esa región sobre la diferencia
entre las Ciencias Sociales y las Naturales.
Una de las primeras distinciones, introducida por W. Dilthey fue la de la
separación entre las ‘ciencias de la naturaleza’ (dedicadas a la explicación de fenómenos
generales a través de un conocimiento objetivo y no de tipo interpretativo, asociado con
la subjetividad) y las ‘ciencias del espíritu’ (de carácter interpretativo de los fenómenos
culturales, sin recurrir a explicaciones).
Otra perspectiva sería la de Rickert: división entre ‘cs. nomoéticas’ (como su
nombre lo indica, la explicación se da a través de leyes) y ‘cs. ideográficas’ (se
caracterizan por la interpretación de fenómenos únicos, inigualables e irrepetibles,
siendo ellos todos los fenómenos humanos). Esta distinción resulta análoga a la anterior.
Weber intenta destruir las dicotomías planteadas anteriormente y que persistían
fuertemente en el mundo de las ciencias, pero reconoce que algunas cuestiones deben
mantenerse, como la idea de que los fenómenos sociales son de carácter individual y,
por ende, irrepetibles, algo a tener en cuenta permanentemente. Sin embargo, su
innovación radica en el argumento de que es necesario construir una metodología que
pueda explicar causal y condicionalmente dichos fenómenos, representando esto un
desafío complejo. Además, reconoce que las ciencias se apoyan en la multicausalidad y
la no repetición de los fenómenos sociales (la misma línea de pensamiento de Popper).
Es posible emprender explicaciones mediante ciertos modos, por lo que no es algo
exclusivo de das Ciencias Naturales. Por otro lado, Weber realiza una crítica al
historicismo así como también al organicismo como doctrinas. La historia humana, en
su concepción, se trata de una invención y siempre se puede actuar de otra manera por
la propia definición de acción social; las acciones humanas pueden desencadenar
distintos cursos, de carácter variable, y no responden, por lo tanto, a ninguna ley de la
evolución, ya que las tendencias pueden cambiar, la historia no se repite, como ya se
dijo. Aquí subyace también una crítica al marxismo (Popper diría que el materialismo
histórico al no poder ser refutable o falsable, no es un conocimiento científico), dado
que, según Weber, no propone ni se basa en un método válido, por lo que sería
simplemente ‘filosofía de la historia’. Según él, no es posible estudiar la historia a partir
de un solo conflicto y tomarlo o postular su universalidad. Por ej., el marxismo toma la
lucha de clases como existente desde siempre en la historia y, por ende, inevitable en su
curso o desarrollo posterior (en La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Weber
asume que se trata de una de las posibles perspectivas de análisis del advenimiento del
capitalismo, pero no descarta otros factores y explicaciones posibles, sino que la
considera la más relevante).
Si bien la historia, como innovación humana, es de carácter variable y no posee
un curso plausible de ser determinado a priori (no es predecible) ni definitivamente,
Weber sostiene que se puede establecer de repetición, pudiendo ser estos reconstruidos a
través de la revisión histórica, pero que eso no implica su repetición, como ya se dijo.
Toda innovación se da desde ciertas condiciones o contextos de emergencia de dichos
procesos en los que se observan regularidades. Es por eso que la explicación es de
carácter causal y condicional a la vez. Para ello, primero es imprescindible asumir un
punto de vista relevante, desde el cual se efectuará el análisis, y mostrar un conjunto de
condiciones dadas para que el efecto final se haya dado así: primero, es indispensable
para todo esto asumir una determinada perspectiva, pero reconocer en todo momento
que no es única (distinto de lo que hace el marxismo, por ej.) para, en segundo lugar, ser
rigurosamente cuidadoso con el método utilizado y lo mismo respecto a la construcción
de la ingeniería conceptual específica (tipos ideales, por ej.)
Así y todo, Weber mantiene el concepto de crítica y explicación de las Ciencias
Sociales desde un abordaje neutralmente valorativo a fines de poder decir que se está
haciendo ciencia: no hay manera de reducir juicios de hecho a los de valor; la ciencia
permite explicar ciertos fenómenos, pero no decir si éstos son mejores o peores en
ningún sentido. Sí pueden explicar la relación entre, por ej., la esfera de la religión y la
de la economía (este es el caso que se toma en el texto La ética protestante y el espíritu
del capitalismo). En este ejemplo, se ve que Weber plantea que su estudio no permite
pensar que el capitalismo o el protestantismo sean mejores o peores que otros sistemas y
ethos, respectivamente. Todo esto apunta a que, en la visión weberiana defensora de la
neutralidad valorativa, no hay cabida en las ciencias para la fundamentación de valores:
siguiendo el caso del texto ya citado, se hace un análisis en él en términos de medios y
fines y, siguiendo esta línea trazada, qué relación se da o construye entre un sistema de
creencias y el desarrollo de un modo de producción, sin hacer juicios de valor. Esto no
quiere decir que el científico al momento de elegir su objeto de estudio no haga un
juicio de valor o algún tipo de discriminación al hacer un recorte y selección de aquello
a investigar, y mismo también, al momento de efectuar su abordaje y desarrollo (una
crítica muy común que suele hacerse al ideal de la neutralidad valorativa en las
ciencias).
Weber sostiene que, gracias a la neutralidad valorativa es posible confiar
plenamente en la ciencia, a partir de la creación de una relación técnica del científico
con el objeto a analizar, pero nunca basada en los valores.
Retomando el caso de La ética…, vemos ahí una explicación alternativa al
surgimiento del modo de producción capitalista, bajo la idea de buscar otra salida a la
clásica explicación aportada por el ‘materialismo ingenuo’ en el cual, la esfera
ideológica o de las creencias se encuentra unilateralmente determinada por la de la
economía o producción (Weber introduce en su obra la explicación o relación inversa).
El sociólogo alemán evita caer en los juicios de valor, pero sí muestra conexiones o
juicios de valor entre ciertas prácticas de carácter religioso y cómo éstas influyen en la
legitimación y actúan como sostén de dicho sistema económico. Aquí subyace también
la idea de multicausalidad en las ciencias, propia del individualismo metodológico.

Los tipos ideales o puros como herramienta metodológica

Se trata de una herramienta construida por Weber con el fin de estudiar el


sentido subjetivo de la acción social, de poder comprenderlo (recordemos que la
sociedad, como suma de individuos y sus acciones, viene a ser la composición
resultante de los intercambios de sentidos subjetivos en la acción individual, siempre
orientada hacia otro). De esta forma, los tipos ideales surgen como construcción
conceptual para ser contrastados con la realidad y ver en qué medida se acercan o
apartan de ella. Ellos surgen de la regularidad de un patrón en la realidad empírica; si
bien nunca dos sentidos subjetivos coinciden plenamente, estos tipos ideales permiten
plantear ciertas hipótesis, pero estas construcciones puras no son hipótesis por sí
mismas. Siguiendo La ética…, se puede apreciar que el ethos calvinista sería un
individuo histórico (se lo recorta y determina como tal), mientras que la relación de
valor sería el hecho de que la esfera de la religión y las prácticas que emanan de ella
favorecen la aparición de un nuevo sistema en la esfera económica. La hipótesis, en
tanto, sería que existe una relación favorecedora de una esfera de la actividad humana
sobre otra. Las relaciones de valor son siempre hechas desde las ciencias e implican la
atribución de un significado al sistema de prácticas que se está observando sin haber
juicios de valor de por medio.

Para la superación del dualismo planteado anteriormente en torno a la


clasificación tajante de las ciencias, es necesario seguir lo siguiente:

1. al hacer investigación sociológica, es importante, en primer lugar, partir del


sentido subjetivo de la acción:
2. construcción de matrices conceptuales, es decir, de tipos ideales;
3. armar hipótesis (conjeturas que son o representan/encierran relaciones de valor,
vínculos de significado), siendo un modo útil y práctico para encontrar patrones
de repetición y poder explicar;
4. por último, contrastación de dichas hipótesis con la realidad, sobre todo, como
hace Weber, a través de la investigación histórica.
Ya a partir del tercer punto o momento, se rompe la dicotomía que negaba
carácter explicativo a las Cs. Soc. según las anteriores clasificaciones de Dilthey
y Rickert. Al hacer una hipótesis general, se explica, pero no aplicando
estrictamente la lógica explicativa de las Ciencias Naturales (causalidad estricta,
en sentido nomológico), sino a través de explicaciones condicionales y
multicausales. Así, quedan establecidas las condiciones para que cierto suceso se
cumpla, dado que la realidad responde a la multicausalidad por ser, ante todo, la
historia contingente. Entonces, la explicación se da desde distintas perspectivas
que implican la formación de distintas relaciones de valor.

Volviendo a los tipos puros per se, su construcción no está basada en el


método inductivo, sino en la apreciación de grandes rasgos comunes y salientes.

Idea de la neutralidad valorativa, política y críticas

Grandes críticas recibió Weber por parte de sus contemporáneos, pero


más aun de parte de sus sucesores (sobre todo, de aquellos defensores de la
subjetividad en las ciencias) por su convicción de que la valoración era tanto
necesaria como posible en el plano del análisis científico. Sólo pueden realizarse
relaciones de valor, pero nunca introducirse en el plano de los juicios de valor, lo
que, según Weber, deben quedar reservados exclusivamente a la política como
espacio relacionado a los afectados por las decisiones emanadas de los juicios de
valor hechos por quienes participan en ella.

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