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Por eso, tras bastidores, ella ha sido fuertemente impulsada por ciertos centros del
poder capitalista mundial —laComisión Trilateral, el Club Bilderberg, el Council of
Foreign Relations (CFR)— que ejercen una clandestina pero enorme influencia en la
toma de decisiones de la política global. Todos ellos se presentan como grupos de
reflexión y análisis —think tanks— pero en la práctica ejercen poderes fácticos
gigantescos en el diseño y ejecución de las políticas económicas de alcance planetario,
dada su influencia sobre los gobernantes de Estados industriales y sobre los organismos
económicos multilaterales.
A D V E R T I S E M E N T
La Comisión Trilateral fue fundada en 1973 bajo la inspiración del profesor polaco
Zbigniew Brzezinski de la Universidad de Columbia en Nueva York, con el financiamiento
de los hermanos Rockefeller y el Chase Manhattan Bank. Agrupó a prominentes
hombres de empresa de Estados Unidos, Europa y Japón, preocupados por las
incomprensiones políticas y económicas que se suscitaban entre Estados Unidos, Europa
y Japón y que debilitaban el frente capitalista confrontado con la Unión Soviética en el
curso de la >guerra fría.
El casi secreto <Club Bilderberg nació en 1954 —en plena guerra fría— por
iniciativa del príncipe Bernardo de Holanda, del multimillonario David Rockefeller, de Henry
Kissinger y de grandes hombres de empresa, temerosos de la amenaza comunista, para
diseñar un nuevo orden político y económico mundial en la segunda postguerra, que
favoreciera los intereses de las grandes empresas de Occidente. Agrupa a prominentes
banqueros e industriales, a jefes de gobierno y líderes políticos, a dueños de los grandes
medios de comunicación, a presidentes de compañías transnacionales y a economistas,
científicos y académicos comprometidos con la causa del globalismo y el mercado libre.
En 1921 se fundó el Council of Foreign Relations (CFR), financiado por la
banca Morgan, para defender el <establishment norteamericano, al margen y por
encima de los grandes partidos políticos estadounidenses. Aunque oficialmente se define
como un centro de investigaciones sobre las relaciones internacionales, es en realidad un
poderoso grupo de presión transnacional que pretende imprimir su voluntad en las grandes
decisiones de la política y economía mundiales. A lo largo del tiempo ha reclutado
influyentes banqueros de >Wall Street y ha asumido el tratamiento secreto de los nuevos
temas de incidencia mundial relacionados con la globalización, ciencia y tecnología,
energía nuclear, ambientalismo y otros.
Pero, al otro lado, hay líderes políticos, corporaciones y foros que han declarado
guerra a muerte a la globalización, como es el caso de Foro Social Mundial, o que han
propuesto reformas fundamentales para que la globalización rinda frutos globales, es decir,
frutos para todos, como ha propuesto el Global Progressive Forum (GPF).
Este foro nació por iniciativa de los partidos socialistas y laboristas de Europa, de la
bancada socialista dentro del Parlamento Europeo y de la >Internacional Socialista en
la reunión celebrada en Bruselas del 27 al 29 de noviembre del 2003 con el propósito de
reorientar la gobernanza mundial. En su reunión efectuada el 9 y 10 de septiembre del
2005 en Milán, que juntó a líderes políticos, sindicalistas, personeros de organizaciones no
gubernamentales, pensadores de izquierda, académicos y personalidades sobresalientes
de la política mundial, el GPF formuló una agenda global de ocho puntos: el futuro de
África, la lucha contra el SIDA, la reforma de la Organización de las Naciones Unidas y de
las instituciones de Bretton Woods, pobreza y medio ambiente, la mujer y la
globalización, comercio y pobreza, necesidades del financiamiento global y la dimensión
social de la globalización.
Era la orgía de los millones en los círculos bancarios y financieros del mundo
desarrollado.
El profesor inglés Anthony Giddens, en su libro “La Tercera Vía” (2000), afirma
también que bajo el neoliberalismoy la globalización “la acumulación de privilegios
en la cúspide es imparable” y que “la brecha entre los trabajadores mejor
pagados y peor pagados es mayor de lo que ha sido durante al menos
cincuenta años”.
Ortiz sostiene que la globalización obedece a la aparición en los últimos 25 años del
siglo XX de cinco fenómenos cuya intensidad no tiene precedentes: “el alcance,
cobertura, calidad y velocidad de las comunicaciones; la abundancia, eficiencia
y contundencia de las conexiones económicas entre unos sectores y otros,
entre unos países y otros, aparentemente distantes entre sí (capítulo que
incluye pero no se limita a las transferencias electrónicas de fondos); la
cobertura planetaria de la operación de las transnacionales; el concomitante
debilitamiento del papel de los Estados nacionales, sobre todo de los países
subdesarrollados; y la existencia de problemas y causas comunes a toda la
humanidad”, como son las cuestiones del medio ambiente, la explosión demográfica, los
flujos migratorios, el uso de la energía y el agotamiento de los recursos no renovables del
planeta.
Él aludió, sin duda, a que la gran mayoría de los países pobres no está preparada
para la inserción en el orden económico global ni para responder a las exigencias de la
competitividad internacional. Su vulnerabilidad macroeconómica ante los choques externos
es todavía muy grande.
A fines de enero del 2001, en el curso de los debates del Foro Económico
Mundial de Davos entre los defensores y los impugnadores de la globalización, la hindú
Vandana Shiva, directora de la Fundación para la Ciencia y la Ecología de la India, quien
habló en representación de los países pobres, acusó a los líderes políticos y empresarios
del primer mundo de cometer con la globalización, en cuyo nombre imponen a los
países pobres infranqueables barreras para la exportación de sus productos, “un genocidio
en una escala que la humanidad nunca ha conocido”.
Por cierto que los optimistas presagios que este contiene no se cumplieron. Todo lo
contrario: la crisis financiera y económica que estalló a finales del año 2008 en Wall
Street —la “sede mundial” de la globalización— descalabró todos los indicadores de
crecimiento y prosperidad previstos en el estudio de Washington.
En otra parte del extenso documento, que trata numerosos temas globales en su
proyección hacia el año 2015, se afirma que “la globalización incrementará la
transparencia de la toma de decisiones gubernativas, complicará la viabilidad
de los regímenes autoritarios para mantener su control social, pero también
complicará el proceso tradicional de deliberación de las democracias. Con el
incremento de la migración creará influyentes diásporas que afectarán las
políticas e incluso la identidad nacional de muchos países. La globalización
también generará demandas crecientes de cooperación internacional en temas
de naturaleza transnacional”.
Está en proceso de formación una cultura global —la world culture—, esparcida
por los medios de comunicación de masas que con sus ondas cubren el planeta. De un
extremo a otro se extienden de forma homologada y con una velocidad sin precedentes la
información, las ideas, los estilos de vida, la manera de hacer las cosas. Todo tiende a
volverse universal. En los más distantes lugares la gente ve las mismas películas, iguales
programas de televisión, las mismas telenovelas, recibe igual información, escucha la
misma música, tiene similar forma de vestir, imita las modas, usa la misma arquitectura.
Hay un proceso de homogeneización de las formas de vida impulsado por las metrópolis
que dominan económicamente al mundo, que impulsan la globalización —portadora de
asimetrías nuevas y de opresiones específicas— y que difunden la <cultura —entendida
en su más amplia acepción, es decir, en su sentido antropológico—, hacia toda la faz del
planeta.
Si, con las informaciones estadísticas del año 2001, redujéramos esa población a
una “aldea” de 100 personas, como lo sugirió Peter Sutherland de la Comisión Trilateral,
tendríamos lo siguiente: 57 de sus miembros serían asiáticos, 21 europeos, 14 americanos
y 8 africanos, de los cuales 70 serían no blancos y 30 blancos, 70 serían no cristianos y 30
cristianos. El 50% del bienestar mundial estaría focalizado en sólo 6 personas y todas ellas
serían norteamericanas. 70 no sabrían leer, 80 habitarían en viviendas precarias, 50
sufrirían mala nutrición. Solamente una tendría educación superior y solamente una
poseería un computador. En esas condiciones, la globalización no puede más que producir
efectos injustos a despecho del avance científico y tecnológico y del incremento
cuantitativo de la producción.
De otro lado, los obreros del mundo subdesarrollado no pueden competir con los
robots de los países industrializados. ¿Quién puede competir contra un robot que no
descansa, no pide vacaciones, no se enferma, no hace huelgas? En el fondo este es el
tipo de competencia que se da. Y por bajos que sean los salarios y por mucho que se
compriman los beneficios laborales de los países periféricos, sus manufacturas difícilmente
podrán competir con éxito frente a las del mundo industrializado.
Pero la globalización afecta también, aunque en menor medida, a los trabajadores
de los países industriales, que se ven expulsados de sus empleos a causa de la
enloquecida competencia entre las empresas. Las que despiden masivamente a sus
trabajadores —y con ello bajan los costes de producción— mejoran inmediatamente la
cotización de sus acciones en la bolsa. La combativa novelista y ensayista francesa
Viviane Forrester, en su obra “Una extraña dictadura”, escrita en el año 2000, trae una
serie de ejemplos de esto. Dice que la Sony anunció el despido de 17.000 trabajadores en
1996 y automáticamente la cotización de sus acciones aumentó ese día en 8,41 puntos. Lo
propio ocurrió con Alcatel, Deutsche Telekom, Akai, France Télécom, Swissair y
muchas otras empresas muy importantes en el mundo.
El valor del producto final de la industria, en fábrica, se compone del coste de los
materiales utilizados más el valor añadido. El gran esfuerzo de los países pobres en las
décadas pasadas fue incorporar a sus productos la mayor cantidad posible de >valor
agregado para generar mayor riqueza interna que se quedara en forma de tecnología,
sueldos, salarios, alquileres, intereses, utilidades empresariales y demás gastos
demandados por el proceso manufacturero. Hoy, en cambio, al volver a la exportación de
bienes primarios, se renuncia a esta riqueza y se impulsa un sistema que optimiza el valor
agregado de los países industriales. Por eso he dicho que la globalización deja ganadores
y perdedores. Ha mejorado el comercio, la tecnología y las rentas de los países ricos
mientras ha bajado el consumo popular, los ingresos, el gasto social, la infraestructura de
salud y educación y se han desmantelado los servicios sociales de los demás países.
La guerra fría fue, en el fondo, la lucha entre las dos superpotencias por imponer al
mundo sus propios proyectos de globalización. Por eso, inmediatamente después de
terminada la confrontación le fue posible a la potencia vencedora comenzar los trabajos
para implantar su proyecto.
Y esta red mundial de la información, que se amplía en sus servicios cada vez más,
tiende a producir hechos informativos de escala mundial, tal como ocurrió en 1991 con la
guerra del golfo Pérsico, o en 1997 con el acto funeral de la princesa Diana de Gales, o
con el Campeonato Mundial de Fútbol en 1998, o con los amoríos del presidente
norteamericano Bill Clinton con la empleada de la Casa Blanca, o con los bombardeos a
Belgrado por las fuerzas de laOTAN en el segundo trimestre de 1999, o con el atentado
terrorista a las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York el 11 de
septiembre del 2001, o con la guerra anglo-norteamericana contra Irak en marzo y abril del
2003, o con los actos funerales del papa Juan Pablo II en Roma el 8 de abril del 2005, o
con el Campeonato Mundial de Fútbol en Alemania el 2006, o con la liberación de Ingrid
Betancourt y 14 secuestrados por las FARC de Colombia el 2 de julio del 2008, o con los
Juegos Olímpicos mundiales de Pekín en agosto del 2008, cuya deslumbrante ceremonia
inaugural en el estadio nacional fue vista por 4.000 millones de televidentes en el mundo
—según cifras de la China Network Communications y de Beijing Olympic
Broadcasting—, o con el sepelio de Michael Jackson —apodado el “rey del
pop”—, cuyos actos funerales en el Staples Center de Los Ángeles el 7 de julio del 2009
fueron seguidos por 2.500 millones de telespectadores; o con el Campeonato Mundial de
Fútbol en Sudáfrica, cuyas escenas viajaron por el planeta en las ondas de la televisión
satelital y cuyo encuentro final entre España y Holanda el 11 de julio del 2010 en el estadio
de Johannesburgo fue visto por 909,6 millones de televidentes; o con el rescate el 14 de
ocubre del 2010 de los 33 mineros chilenos que permanecieron atrapados durante sesenta
y nueve días a 700 metros de profundidad en la mina San José, en Copiapó, al norte de
Chile, que cautivó la atención mundial y fue visto por alrededor de mil millones de
televidentes alrededor del planeta; o con la “bomba cibernética” que estalló el 28 de
noviembre del 2010 cuando loshackers de WikiLeaks, tras interceptar, penetrar, codificar,
copiar y robar 251.287 documentos oficiales cursados por internet en los seis años
anteriores entre el Departamento de Estado —que es el ministerio de asuntos exteriores
de Estados Unidos— y sus embajadores en varios países, filtraron textos de ellos —en lo
que fue la mayor filtración de la historia— y los hicieron públicos en los periódicos "The
New York Times" de Estados Unidos, "Der Spiegel" de Alemania, "Le Monde" de
Francia, "The Guardian" de Inglaterra y "El País" de España; o el terremoto más violento
de su historia en el Japón el 11 de marzo del 2011 —la peor tragedia desde los
bombardeos de Hiroshima y Nagasaki—, seguido de un terrible tsunami que arrasó todo
lo que encontró a su paso, cuyas desgarradoras escenas fueron vistas por 3.500 millones
de telespectadores en el mundo; o el espectáculo mediático del matrimonio celebrado en
la Abadía de Westminster el 29 de abril del 2011 entre el príncipe Guillermo de Inglaterra y
Catherine Middleton, que atrajo la atención televisual de 2.200 millones de personas; o la
ceremonia de beatificación del papa Juan Pablo II el 1 mayo 2011 en la Basílica de San
Pedro en Roma, presidida por Benedicto XVI, que fue vista por 1.181 millones de
televidentes; o el anuncio de la muerte de Osama Bin Laden, líder de la banda terrorista
internacional al Qaeda, el 3 de mayo del 2011, transmitida al mundo por miles de
estaciones televisivas.
Y catorce años después —el 29 de octubre del 2012—, en respuesta al auge de los
libros digitales, se produjo la fusión de las empresas editoriales Bertelsmann AG de
Alemania y Penguin Group de Inglaterra —que formaban parte de las seis mayores
editoriales en idioma inglés, junto con Hachette, HarperCollins,
Macmillan y Simon&Schuster— para constituir la gigantesca Penguin Random
House en el mundo de las publicaciones tradicionales y digitales.
Después vinieron nuevas reuniones anuales, cada vez más amplias, como
expresión de la globalización de “abajo”, es decir, de los grupos marginados.
Esta fue una respuesta a las acciones de los “dueños del mundo” y a los grandes
“gurús” del neoliberalismo, de la <globalización y del >pensamiento único. La iniciativa
fue brasileña, recogida inmediatamente por Bernard Cassen, director de "Le Monde
Diplomatique"; promovida luego por la Asociación Brasileña de Organizaciones No
Gubernamentales (ABONG), la Acción por la Tributación de las Transacciones Financieras
en Apoyo a los Ciudadanos (ATTAC), la Comisión Brasileña Justicia y Paz (CBJP), la
Asociación Brasileña de Empresarios por la Ciudadanía, la Central Única de los
Trabajadores (CUT), el Instituto Brasileño de Análisis Socio Económicos (IBASE), el Centro
de Justicia Global (CJG) y el Movimiento de los Sin Tierra (MST); y patrocinada
por Droits et Démocratie, la Fundação Ford, la Fundação H. Boll, Le Monde
Diplomatique, Oxfam Rede de Informações para o Terceiro Setor (RITS), Nord-
Sud XXI, el Governo do Estado de Rio Grande do Sul, la Alcaldía de Belén y
la Prefeitura de Porto Alegre.
A finales de enero del 2002 se volvieron a reunir ambos foros: “el de los ricos” en el
hotel Waldorf Astoria de Nueva York y “el de los pobres” en Porto Alegre. El primero juntó
a 3.000 personas y el segundo a 40.000. En las deliberaciones de ambos se afrontaron
más o menos los mismos temas pero desde puntos de vista diametralmente opuestos. La
agenda del Foro de Porto Alegre incluyó cuatro asuntos principales: la producción de
riquezas; el acceso a las riquezas y el desarrollo sostenido; la sociedad civil y los espacios
públicos; y el poder político y la ética en la nueva sociedad. Para poderlos tratar en medio
de tan gigantesca masa de participantes, el foro se descompuso en 28 grandes
conferencias y 700 talleres de trabajo. El presidente del Banco Mundial, James
Wolfensohn, pidió ser escuchado como expositor en la tribuna de este foro, pero sus
organizadores le respondieron que podía participar sólo como oyente. Al final, entre otras
resoluciones, los activistas antiglobalización se pronunciaron por una mundialización de la
economía que haga justicia a los países del mundo subdesarrollado, contra los excesos
del capitalismo neoliberal y contra laAsociación de Libre Comercio de las Américas
(ALCA).
Los promotores de este foro alternativo han insertado en internet una página
titulada The Public Eye in Davosdesde donde combaten las ideas, resoluciones y tesis
del Foro Económico, que para ellos es el símbolo y la inspiración del dogmatismo
neoliberal, que proclama el achicamiento del Estado, las privatizaciones, la apertura de los
mercados, la liberalización del capital, la rebaja de los impuestos para los más ricos y el
recorte de los gastos sociales.
El outsourcing con los países asiáticos permite a una empresa occidental trabajar
sin interrupción las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, todas las
semanas del mes y todos los meses del año. Este es uno de los secretos de su
productividad. ¿Cómo funciona? Los profesionales contables de China o de India o de
cualquier otro país del hemisferio oriental asumen la contabilidad o la gestión de
determinados servicios de empresas de Occidente. Hacen el trabajo en el curso del día,
que en los países occidentales es la noche. Los resultados, enviados en formato digital por
vía electrónica, son recibidos muy temprano por las compañías que los subcontrataron. Lo
cual les permite producir las veinticuatro horas del día y a costes de producción
notablemente menores que en Occidente.
Desde 1951, en que el primer ministro Jawaharlal Nehru fundó los siete primeros
institutos de alta tecnología en la ciudad de Kharagpur, la India no ha cesado de impulsar
vigorosamente la educación tecnológica y de producir talentosos y bien formados
científicos en diversas ramas, ingenieros de sistemas, programadores informáticos,
expertos en tecnologías de la información, administradores de empresas, contables y, en
general, expertos de la mejor preparación en las tecnologías de última generación. La
ciudad de Bangalore, situada al sur del subcontinente indio, se ha constituido en un
importante centro de investigación científica y tecnológica, al que algunos denominan
el “Silicon Valley oriental”. Y los Estados Unidos son los principales compradores de
los recursos humanos indios. Desde 1953 hasta 2006 más de veinticinco mil profesionales
hindúes se establecieron en su territorio al servicio de las más importantes empresas
norteamericanas.
Pero ella o los instrumentos de ella han favorecido también la “globalización del
terrorismo”, compuesta por cadenas de suministros de bienes y servicios implantadas por
los grupos terroristas a escala global para tornar más eficientes y ubicuas sus acciones
destructivas. Los mismos elementos instrumentales de la globalización económica y
comercial sirven también las causas terroristas: los avances de la informática, la televisión
por satélite, internet, las cadenas mundiales de suministros —supply-chaining— para
proveer herramientas a sus agentes, el offshoring para establecer bases de acción y
enlaces en diversos lugares del planeta y el outsourcing para subcontratar servicios
logísticos más allá de las fronteras nacionales.
En el caso del 11-S fue Bin Laden, el jefe de la banda terrorista al Qaeda, quien
preparó prolijamente los atentados de Nueva York y Washington. Encargó la financiación
de su presupuesto, estimado en alrededor de cuatrocientos mil dólares, a Ali Abdul Asis Ali,
quien ofició de director financiero de la operación. Escogió los mejores pilotos suicidas
para los aviones. Subcontrató con el pakistaní Jalid Sheij Mohamed —el principal
“arquitecto” de los atentados— el diseño general y los planos del 11-S. Y él asumió
directamente la inspiración ideológica y la dirección general de ellos. Fue una operación
transnacional, cuya planificación y ejecución fueron posibles gracias a la ayuda de la más
moderna tecnología de la información.