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ANALISIS DE LA CARTA DE JAMAICA

De los escritos dejados por El Libertador durante su exilio en Jamaica, ninguno tan
importante ni de tanta trascendencia como su carta de fecha 6 de septiembre de 1815,
conocida con el nombre de CARTA DE JAMAICA. Este documento aparece en las obras
de El Libertador bajo el título de "Contestación de un americano meridional a un caballero
de esta isla"; y aunque durante muchos años se creyó que el destinatario había sido un
personaje imaginado por Bolívar, una meticulosa investigación ha dejado aclarado que el
destinatario fue el Sr. Henry Cullen, vecino del puerto de Falmouth, al norte de Jamaica.
Muchos elogios se han escrito para El Libertador en torno a la Carta de Jamaica, basándose
unos en la claridad del análisis de los acontecimientos a que se refiere; a la certeza de las
ideas sociales que expone; al conocimiento profundo de la realidad hispanoamericana que
revela o a la facultad de prever el futuro de nuestros países. Se ha insistido tanto en este
último aspecto, que a veces se olvidan otros no menos importantes o quedan opacados por
la fascinación que produce el acierto con que El Libertador predijo entonces el futuro de los
países de Hispanoamérica. Esto ha dado origen al nombre de "Carta Profética", como
también se conoce el documento.
Los aspectos más importantes de que trata la Carta de Jamaica, son los siguientes:
1. Presenta un panorama general de la guerra de independencia a fines de 1815. Los
realistas dominaban la mayor parte de sus antiguas colonias (Venezuela, Nueva Granada,
Quito, Perú, Cuba, Puerto Rico). En Chile y México la situación no se había decidido; y
sólo en el Río de La Plata habían triunfado los independientes.
A pesar de este balance negativo, El Libertador expresa su seguridad y confianza en el
triunfo definitivo de la causa patriota. Dice al respecto:
"Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna.
En unas partes triunfan los independientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes
obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero
conmovido y armado para su defensa?
El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destino de América se ha fijado
irrevocablemente."
El Libertador considera la revolución de independencia como un hecho irrevocable, que no
podía volver atrás, y que a pesar de los fracasos sufridos, terminaría con la victoria
definitiva de la causa independiente.
2. En la Carta de Jamaica, El Libertador critica duramente el sistema colonial y señala la
incapacidad de España para seguir manteniendo su dominación en América.
En sus críticas al sistema colonial, El Libertador señala como aspectos negativos la
conducta de los españoles con la población americana, desde las "barbaridades" cometidas
contra los indígenas a partir del descubrimiento, hasta las "atrocidades" que hablan puesto
en práctica durante la guerra de independencia. Y al denunciar estos hechos, El Libertador
se apoyaba en testimonios de los propios españoles, entre otros el Padre Bartolomé de Las

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Casas, quien fuera uno de los primeros en denunciar el carácter inhumano de la
colonización española.
En cuanto a la incapacidad de España para mantener su dominio en las colonias, El
Libertador emite juicios acertados sobre las condiciones económicas, sociales y políticas de
la metrópoli que justificaban aún más el movimiento de independencia.
"Que demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar la América, sin marina, sin
tesoro y casi sin soldados, pues los que tiene apenas son bastantes para retener a su propio
pueblo en una violenta obediencia..."
"¿Podrá España hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo, sin manufacturas, sin
producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política?".
Según El Libertador, España no estaba en condiciones de atender el comercio de sus
colonias. El comercio español fue en gran parte un comercio de comisión. Compraban las
mercancías a otros países europeos y luego las revendían en sus colonias. Las
consecuencias de este sistema fueron la escasez y los altos precios, y el desarrollo del
contrabando, que en muchos casos fue superior al comercio legal. Todo esto tuvo su origen
en la política económica de España, que durante siglos se orientó a la búsqueda de metales
preciosos y su atesoramiento y al monopolio comercial, descuidando la industria y la
manufactura. Estas circunstancias determinaron que a la postre el mercado colonial quedara
indirectamente al servicio de otros países, en donde el mercantilismo se orientó hacia el
desarrollo de la industria, la navegación y el comercio, a objeto de lograr una balanza
comercial positiva. España no podía, pues, continuar usufructuando un comercio que no
podía satisfacer y cuyos beneficios tenían que pasar a manos de los nuevos países y de las
naciones extranjeras que estuvieran en condiciones de atenderlo.
En cuanto a la situación política de España a la cual también hace referencia El Libertador
en la Carta de Jamaica, era igualmente desfavorable para la causa realista. En efecto con la
restauración vino al trono Fernando VII, quien desconoció la Constitución de 1812 dictada
por las Cortes españolas durante la guerra. Fernando restableció los privilegios y volvió al
gobierno absolutista. Estas medidas, unidas al malestar económico y al descontento que
producía la guerra con las colonias, dio origen a un movimiento liberal revolucionario en
España, que culminó hacia 1820 con la proclamación de la Constitución, el establecimiento
de impuestos al clero y la nobleza, suprimió la inquisición y tomó otras medidas de clara
orientación liberal. Este movimiento fue sofocado con la intervención de la Santa Alianza,
que junto con el ejército organizado por la reacción española, aplastaron al movimiento
liberal y restauraron el absolutismo. A estas circunstancias aludía El Libertador en la Carta
de Jamaica, al decir que España pretendía "reconquistar la América... casi sin soldados,
pues los que tiene apenas son bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta
obediencia".
3. En la Carta de Jamaica, El Libertador hace un llamado a las naciones extranjeras para
que ayuden a la independencia de las colonias españolas.
Las demandas de ayuda se dirigían, en primer término, a Inglaterra; y en segundo término,
a los Estados Unidos. A Inglaterra, por su tradicional rivalidad con España por el control
del comercio colonial. En muchas oportunidades Inglaterra trató de apoderarse de
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territorios coloniales españoles, y ayudó militar y económicamente a los colonos en sus
intentos de independencia. Además, siendo Inglaterra la primera potencia industrial de su
época, era la nación que con más propiedad podía servir las necesidades del comercio de
los nuevos estados.
En cuanto a los Estados Unidos, era de esperar que ayudaran al conflicto; primero, por ser
un país vecino, que treinta años antes había conquistado su independencia y servido de
ejemplo a las demás colonias americanas; segundo, porque les interesaba que se afirmara en
América un sistema de estados independientes como garantía de su propia seguridad; y
tercero, por los beneficios económicos que obtendrían al poder participar en el comercio
con los nuevos estados.
Sin embargo, la política tradicional de Inglaterra había cambiado con la entrada de España
en la lucha contra Napoleón. El gobierno inglés retiró su ayuda a los revolucionarios
hispanoamericanos, a quienes venia auxiliando en sus intentos separatistas; y a partir de
1810 se negó a reconocer el gobierno de la Junta Suprema de Caracas. La política de
Inglaterra en aquellos años de guerra contra Napoleón era la de garantizar la integridad del
imperio colonial de su aliada España.
Con la derrota de Napoleón, 1815, la política inglesa debía volver a su antiguo cauce y
ayudar a la independencia de las colonias españolas, por ser lo más conveniente a los
intereses de Inglaterra. En este sentido, El Libertador trataba de estimular el cambio, y
ofrecía ventajas económicas a los ingleses y en general a todos los países extranjeros que
ayudarán a la causa patriota.
En cuanto a Estados Unidos, su política era de neutralidad en el conflicto de las colonias
con España. Esta política en la práctica, favorecía al bando español, por la libertad de
acción internacional que disfrutaba frente al aislamiento y a la falta de reconocimiento de
los países hispanoamericanos. Y así lo habían denunciado los patriotas, desde comienzos
del movimiento de independencia. El enviado del gobierno de la Junta Suprema a Estados
Unidos, Telésforo Orea, escribía al gobierno de Caracas lo siguiente: "Usted sabe muy bien
que este gobierno, como todos los del mundo, no trata más quede su propio interés". En
este caso, el interés del gobierno norteamericano era mantener su neutralidad en el conflicto
y aprovechar sus relaciones comerciales con ambos bandos.
A estas cuestiones relacionadas con la ayuda exterior se refería El Libertador en las
siguientes frases de la Carta de Jamaica:
"La Europa misma, por miras de sana política, debería haber preparado y ejecutado el
proyecto de la independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo
exige, sino porque éste es el medio legítimo y seguro de adquiriese establecimientos
ultramarinos de comercio...
Sin embargo... no sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del norte se han
mantenido inmóviles espectadores de esta contienda...".
No hay dudas que la independencia de las colonias españolas dependía en gran parte de la
situación internacional, de la correlación de fuerzas entre las potencias europeas. Y la
ayuda que buscaban los patriotas se justificaba, entre otras, por las siguientes razones:

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primero, por las ventajas recíprocas que obtendrían los nuevos países y las naciones que los
ayudaran, las cuales iban a conseguir un amplio mercado para el comercio y la colocación
de los productos de su industria; segundo, por la incapacidad económica y política de
España para mantener aquel inmenso imperio colonial; y tercero, porque la formación de
los nuevos estados significaría un factor importante para el equilibrio político internacional.
4. En la Carta de Jamaica, El Libertador señala las causas principales del movimiento
emancipador.
La Carta de Jamaica es, sin duda, uno de los primeros documentos en los cuales se analizan
las causas de la independencia hispanoamericana. Tales causas fueron, según El Libertador,
las siguientes:
a) Políticas: Los hispanoamericanos estaban privados de derechos políticos.
Los colonos, dentro del sistema español, carecían de lo que El Libertador llama "el derecho
a ejercer la tiranía activa". Se les privaba del derecho elemental de gobernarse a sí mismos.
El Libertador considera que ésta fue una de las causas de descontento que provocaron el
rompimiento con España, el no haber podido los hispanoamericanos "siquiera manejar
nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior". A este respecto, El
Libertador dice en la Carta lo siguiente:
"Estábamos abstraídos y ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del
gobierno y administración del estado. Jamás éramos Virreyes, ni gobernadores, sino por
causas muy extraordinarias; Arzobispos y Obispos pocas veces; diplomáticos nunca;
militares sólo en calidad de subalternos; nobles sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni
magistrados, ni financistas y casi ni aún comerciantes: todo en contravención directa de
nuestras instituciones".
Es importante observar que El Libertador reivindica estos derechos al gobierno y
administración de las colonias para la clase de los criollos, a los cuales caracteriza como
"naturales del país originarios de España"; "americanos por nacimiento que disputaban sus
derechos a los indios y a los dominadores españoles". El Libertador hablaba a nombre de
los criollos, quienes constituían la "sociedad nueva en casi todas las artes y ciencias,
aunque en cierto modo vieja en los usos de la sociedad civil". La experiencia civil de que
habla El Libertador no era la de los indios, ni siquiera la de los pardos, sino la de la
oligarquía territorial que se formó al influjo de las luchas civiles de los cabildos, a través de
las cuales se fueron definiendo sus intereses y su conciencia de clase.
b) Económicas: El monopolio comercial y las prohibiciones y restricciones económicas,
que impedían el desarrollo de las colonias.
España mantuvo sus colonias como "coto cerrado" en beneficio de la economía peninsular.
Se prohibió el comercio con otros países y se impuso estricta vigilancia para impedir el
contrabando. Se prohibía el comercio entre las propias colonias. Se estableció un riguroso
control de la navegación, mediante la autorización de ciertos puertos para el comercio.
Además de esto, se prohibía la siembra de frutos europeos. Se prohibía establecer en las
colonias fábricas de paños y otros artículos, para que tuvieran que ser comprados a los
comerciantes peninsulares. Toda esta política económica estaba dirigida a convertir la

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economía de las colonias en una economía complementaria de la economía española. A este
respecto, El Libertador dice en la Carta lo siguiente:
"Los americanos, en el sistema español... no ocupan otro lugar en la sociedad que el de
siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores, y aún esta parte
coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de
Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de la fábrica
que la misma península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los
objetos de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que
no se traten, entiendan ni negocien..".
5. En la Carta de Jamaica, El Libertador predice el futuro de los países hispanoamericanos,
y opina sobre la forma de gobierno que debían adoptar.
El futuro político de los países hispanoamericanos es objeto de la preocupación del
Libertador, quien al respecto se plantea las siguientes cuestiones: ¿Debían las antiguas
colonias unirse en un solo Estado? ¿Se organizarían repúblicas o monarquías?.
El Libertador consideraba que en aquellos momentos no era posible unir todos los países
hispanoamericanos en una sola nación, no porque no fuera partidario de la unificación de
Hispano América, sino porque "climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos,
caracteres desemejantes dividen a la América".
En el mismo párrafo, escribe lo siguiente:
"Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo una sola nación con un
solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tienen un origen, una
lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno
que confederase los diferentes estados que hayan deformarse".
El Libertador era partidario, pues, de la unidad de los países hispanoamericanos, ligados
entre sí históricamente por el origen, la lengua, las costumbres, la religión.
La paternidad de la idea de unir a América Española en un solo estado corresponde al
Precursor Francisco de Miranda, quien en 1790 propuso formar con todas las colonias una
monarquía bajo la autoridad de un Inca. En 1815, El Libertador descarta parcialmente estas
ideas mirandinas: la vasta extensión del territorio, la diversidad de climas, el aislamiento de
regiones tan distantes, y, en particular, los intereses opuestos de los grupos regionales,
impedían llevar a cabo idea tan grandiosa. Era una idea más realizable, formar uniones
regionales, unir secciones más pequeñas de aquel inmenso territorio y establecer lazos que
ligaran las distintas porciones así organizadas. En los párrafos transcritos, encontramos un
buen antecedente del Congreso de Panamá, convocado y reunido por El Libertador en
1826, como un intento para unir los países hispanoamericanos y asegurar su independencia.
Y encontramos también un antecedente directo de la creación de la República de Colombia,
realizada a partir de 1819 en el Congreso de Angostura. En efecto, El Libertador, al
referirse al futuro de Venezuela y Nueva Granada, dice lo siguiente:

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"La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república
central, cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas,
en honor de este héroe de la filantropía, se funde entre los confines de ambos países...
Esta nación se llamaría Colombia, como un tributo de justicia y gratitud al creador de
nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés, con la diferencia de que en lugar de
un rey, habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio y jamás hereditario, si se
quiere república; una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades
políticas se imponga entre las olas populares y los rayos del gobierno; y un cuerpo
legislativo, de libre elección, sin otras restricciones que las de la cámara baja de
Inglaterra..."
Descartada, pues, la idea de un solo estado, El Libertador prevé la formación de 17
naciones en el territorio hispanoamericano; y difiere también de Miranda en la forma de
gobierno que debían adoptar los nuevos estados. El Libertador era Partidario decidido del
sistema republicano. Rechaza toda idea de crear monarquías en la América antes española.
Según él, el sistema republicano está más de acuerdo con las necesidades de los nuevos
estados, "ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura".
Las monarquías buscan el aumento del poder, la riqueza, la autoridad y a la conservación
de estos objetos por medio de la guerra y la conquista contra sus vecinos. Los países
hispanoamericanos, recién salidos de la colonia, necesitaban de un sistema político que los
ayudara a superar el atraso institucional, la inexperiencia política, a lograr la paz y el
progreso económico y social. Para estos fines, quería Bolívar que se establecieran
repúblicas aunque, pensaba que "se fundarían monarquías casi inevitablemente en
América".
El Libertador estuvo siempre en el centro de esta polémica sobre monarquía o república,
que fue una de las más interesantes en el proceso ideológico de la independencia. El
ejemplo norteamericano y la revolución francesa, ofrecían asideros sólidos en favor de la
república; mientras, por otra parte, el supuesto atraso cultural, la ignorancia, falta de
virtudes en el pueblo, fueron argumentos de quienes sostenían que nuestros pueblos eran
incapaces de gobernarse por sí mismos, y, por tanto, inaptos para el gobierno republicano.
Argumentaban, además, que las grandes potencias de Europa verían con mejores ojos la
formación de monarquías América. Consecuente con sus ideas políticas, El Libertador
pensaba que dentro de un régimen republicano sería más fácil elevar el nivel cultural y
material de nuestros pueblos, sacarlos del atraso y lograr para ellos la paz necesaria para
organizar sus instituciones y superar las devastaciones dejadas por la guerra. Pensaba,
además, que la composición étnica, el carácter mestizo de nuestros pueblos, debía contar
con un sistema de gobierno que estimulara la marcha hacia la igualdad social y la
democracia.
6. En la Carta de Jamaica, El Libertador se refiere al régimen político y a la naturaleza de
los gobiernos que se debían adoptar en Hispanoamérica.
El Libertador rechaza el sistema federal de gobierno y se pronuncia a favor del centralismo.
Considera que la América Española no estaba preparada para separarse de la metrópoli, y
como consecuencia de la crisis ocurrida en la península, los americanos han pasado, "sin

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los conocimientos previos, ni la práctica de los negocios públicos, a desempeñar funciones
de gobierno". "Las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro
carácter, costumbres y luces actuales". Las instituciones de gobiernos liberales y perfectas
se logran en sociedades civiles basadas en la justicia, la libertad y la igualdad, y nosotros
estábamos distantes de poseer tales bienes cuando apenas recién salíamos de las cadenas.
Por lo tanto, no estábamos en condiciones de practicar un gobierno perfecto como el
federal. Para llegar a tanto, se necesitaba la práctica y la experiencia civil política de la cual
carecíamos. Era preciso organizar los nacientes estados bajo un régimen político
intermedio, a través del cual se pudiera lograr la unidad y formar los talentos y virtudes que
se requieren para el ejercicio de sistemas populares de gobierno.
"Los estados americanos ha menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las
llagas y las heridas del despotismo y la guerra"

EL DISCURSO DE ANGOSTURA

Discurso pronunciado por Simón Bolívar el 15 de febrero de 1819, en la provincia de


Guayana, con motivo de la instalación del segundo Congreso Constituyente de la República
de Venezuela en San Tomé de Angostura (hoy Ciudad Bolívar).

En este documento Bolívar como jefe de Estado se dirige a los congresistas del país no sólo
para expresar su opinión sobre lo que debía ser el proyecto constitucional a sancionarse,
sino también para ofrecer una profunda reflexión sobre la situación que vivía Venezuela a
fines de 1818 y comienzos de 1819. En relación al proceso de elaboración de dicho texto, el
mismo se llevó a cabo fundamentalmente en su residencia de Angostura durante los últimos
meses de 1818. Asimismo, no vaciló Bolívar en confiar los originales de este importante
documento a Manuel Palacio Fajardo, estadista dotado de talento y erudición, para que le
diera su opinión. En este sentido, Palacio Fajardo formuló algunas observaciones, que
Bolívar acepto con humildad. El 15 de febrero de 1819, día fijado para la instalación del
Congreso que el propio Bolívar había convocado, una salva de cañonazos, unidas a las
aclamaciones del pueblo, señaló a las 11 a.m., la llegada del Libertador, jefe supremo de la
República y de la comitiva que lo acompañaría a la sede del Congreso.

El contenido del Discurso

En el discurso pronunciado durante casi una hora ante El Congreso de Angostura, el


Libertador analizó de manera profunda la realidad de su tiempo, señalando la conveniencia
de que las instituciones que surgieran en América a raíz de la Independencia, debían
responder a las necesidades y posibilidades de estas sociedades, sin copiar modelos de
tierras extrañas. Aunque se reconoce en este documento lo favorable del régimen federal
para otras naciones; se sostiene que en el caso de Venezuela es preferible un Centralismo,
basado en un Poder Público distribuido en las clásicas ramas: Ejecutivo, Legislativo y
Judicial; resaltando la fortaleza del Ejecutivo. Sugiere también Bolívar que a estos tres
poderes se agregue una cuarta instancia denominada Poder Moral, destinado a exaltar el
imperio de la virtud y enseñar a los políticos a ser probos e ilustrados. Asimismo, concebía

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la idea de una Cámara Alta hereditaria, para mantener en ella la tradición edificante de los
padres de la patria; lo cual no encajó muy bien con la letra del Poder Moral. En una
demostración de gran ilustración el Libertador hace reminiscencias de Grecia y Roma y
examina las instituciones políticas de Gran Bretaña y Estados Unidos, citando para esto a
filósofos y políticos de la Enciclopedia y de la Revolución Francesa, para desembocar en la
necesidad de instaurar un sistema republicano-democrático, con proscripción de la nobleza,
los fueros y privilegios, así como de la abolición de la esclavitud. Otro aspecto al que
dedicó una importancia fundamental, en el proceso de consolidación de las repúblicas
latinoamericanas, fue a la educación. En este sentido, para él educar era tan importante
como libertar. De lo que se desprende su memorable sentencia: "Moral y luces son los
polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades". Después de
desarrollar otros tópicos relacionados con una visión sobre la grandeza y el poderío de la
América libre y unida, cierra Bolívar su discurso con la siguiente exhortación al Congreso:
"Señor, empezad vuestras funciones: yo he terminado las mías". Tras esto hizo entrega de
un proyecto de Constitución así como del Poder Moral, a fin de que fueran estudiados por
los diputados, añadiendo: "El Congreso de Venezuela está instalado; en él reside, desde este
momento, la Soberanía Nacional. Mi espada y las de mis ínclitos compañeros de armas
están siempre prontas a sostener su augusta autoridad. ¡Viva el Congreso de Venezuela!"

Luego de pronunciar su discurso, Bolívar tomó juramento a los diputados y luego puso en
manos del presidente del Congreso, Francisco Antonio Zea, su bastón de mando,
renunciando con esto a su cargo de jefe supremo; lo que no fue aceptado por el poder
legislativo, que por unanimidad se lo devolvió. El discurso efectuado por Bolívar ante el
Congreso de Angostura, fue publicado (aunque incompleto) los días 20 y 27 de febrero y 6
y 13 de marzo en las columnas del Correo del Orinoco. También fue traducido al inglés por
James Hamilton e impreso en los talleres de Andrés Roderick, en Angostura. En abril de
1820, circuló en Bogotá un folleto con el texto en español revisado por el propio Bolívar.
Por mucho tiempo estuvo extraviado el manuscrito original que leyó el Libertador ante el
Congreso de Angostura, hasta que en 1975 los miembros de la familia británica Hamilton-
Grierson, descendientes de James Hamilton (quien lo había conservado en su poder) lo
devolvieron a la nación venezolana.

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