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EL NACIONALISMO DE DERECHA

La expansión
Se llevó a cabo el golpe de Estado del 6 de Septiembre de 1930. El gobierno del general Uriburu
emprendió desde el inicio una política severamente represiva hacia el movimiento obrero, el
anarquismo y el comunismo, mientras los dirigentes radicales y funcionarios del gobierno
Yrigoyenista fueron igualmente perseguidos. El sector de Uriburu, no pudo impedir la
convocatoria a elecciones en la provincia de Buenos Aires. En Abril de 1931 se dieron como
inesperado resultado la victoria del radicalismo.
Controlada por el Ejército y concebida como un instrumento destinado a cooperar con el gobierno
de facto en el mantenimiento del orden y luchar contra lo que denominaban “la amenaza
interna”, la actividad de la Legión Cívica Argentina contribuyo a aumentar la hostilidad de la elite
tradicional frente al proyecto Uriburista. El gobierno de facto debió aceptar la salida electoral que
culminaría en las elecciones del 8 de Noviembre de 1931. En ellas la Concordancia se impuso sobre
la Alianza Civil, conformada por socialistas y demócratas progresistas. De este modo llego a la
Presidencia de la Nación el general Agustina P. Justo.
Las organizaciones nacionalistas y la prensa
La Legión Cívica Argentina (LCA), Acción Nacionalista Argentina (ANA), Afirmación de una Nueva
Argentina (ADUNA) y la alianza de la Juventud Nacionalista (AJN).
En los primeros años de la década del 30 la Legión Cívica Argentina fue la principal organización
nacionalista. Se presentaba como defensora de los objetivos de la revolución de Septiembre, se
proponía implantar un Estado Corporativo, dar propiedad a todos los trabajadores urbanos y
rurales, prohibir el acceso a cargos gubernamentales a quienes no hubieran nacido en el país y
reglamentar la inmigración, destruir al Marxismo y a todos los partidos políticos. Contaba con
30000 adherentes en la ciudad de Buenos Aires.
En el año 1932 Juan P. Ramos, Alberto Uriburu y Floro Lavalle se separaron de la LCA para fundar
la Acción Nacionalista Argentina (ANA). Presentándose como defensora del orden frente al
comunismo y la revolución, y prescindentes de toda afiliación partidaria, la ANA fue el primero de
los siempre fracasados intentos de unificación del nacionalismo. En 1933 se cambió su nombre
por el de ADUNA.
A fines de la década del 30 y comienzos de la del 40 la organización nacionalista más importante
fue la Alianza de la Juventud Nacionalista (AJN), fundada en el año 1937, liderada por Juan
Queralto, que explicaba esta escisión de la LCA por la falta de celo revolucionario de dicha
organización.
Muy distinto fue el caso de la Unión Nacional Argentina-Patria, organización liderada por Manuel
Fresco. Pese a que Fresco se consideraba a sí mismo como jefe del nacionalismo, la mayor parte
del campo nacionalista desconfiaba de él y le reprochaba sus pasadas vinculaciones con el
régimen conservador.
Los hermanos Irazusta y Ernesto Palacio, organización el Partido Libertador y Órganos de prensa
como Nuevo Orden y La Voz del Plata.
Bandera Argentina fue fundado en Agosto de 1932 y continuo apareciendo hasta el año 1940. El
diario se mostraba favorable a la instauración de un régimen fascista en Argentina. Crisol,
apareció en Buenos Aires entre el 32 y el 44. Fue a lo largo de toda su existencia un órgano de
agitación pro nazi dirigido a un público popular, con tendencias antiliberal, anticomunista y
antisemita. Cabildo y El Pampero presentaban además una abundante información general en
especial deportiva, que los tornaba más atractivos para un público popular.
El grueso de las organizaciones nacionalistas compartía una retórica en la que exaltaban las
virtudes masculinas, una visión tradicional sobre las mujeres reservándolas a los roles domésticos,
una posición subordinada frente a los varones.
Ideologías y prácticas
“En el plano religioso el nacionalismo argentino tomo la bandera de la vuelta a la religión y, más
concretamente, al catolicismo, que había caracterizado la reacción antiliberal en la Europa de la
anterior posguerra. En materia política postulo el principio de los gobiernos fuertes y concentro
sus ataques en las instituciones más representativas de la democracia liberal, especialmente en
el parlamento. En materia cultural preconizo la vuelta a las tradiciones anteriores a la era liberal
y expreso una elevada dosis de escepticismo ante los dogmas del progreso indefinido y del
mejoramiento moral por la difusión de los conocimientos científicos. En materia social fue
fuertemente estatista y corporativista. Finalmente, en el campo de las soluciones nacionales
afirmo la necesidad de fortalecer la conciencia nacional frente al espíritu de la etapa precedente,
pronunciándose decididamente contra la influencia de las naciones llamadas imperialistas. En
cambio, exhibió marcadas simpatías por España y proclamo el ideal de la unidad
hispanoamericana bajo el signo de los valores culturales que tuvieron en la madre patria su más
alta expresión.”
Las masas y el capital
Existen dos vertientes muy diferenciadas en cuanto a la percepción de las masas. Una de ellas
destacaba el extraordinario rol de los jefes, héroes dictadores o minorías activas en contraste con
el de unas masas caracterizadas por su pasividad. Otros sectores manifestaron su voluntad de
convertir el nacionalismo en un movimiento de masas.
Desde comienzos de la década del 30, buena parte de los grupos nacionalistas había incorporado
a su retórica la noción de justicia social. Junto a la necesidad de proteger al capital, para atraerlo
al país, considerándolo un factor imprescindible para la vida económica nacional. Los
nacionalistas no se oponían al capital extranjero en bloque. En Bandera Argentina se afirmaba
que la exclusión del capital foráneo era inaceptable, por ser una bandera izquierdista y debido a
que provocaría el aislamiento y estancamiento del país.
La crítica al imperialismo inglés, a la que se sumó la denuncia del imperialismo norteamericano,
no se limitó a la denuncia de la dependencia económica. La percepción común era la de pertenecer
a una amplia familia ideológica antiliberal, cuyas manifestaciones particulares eran el resultado
de cada especificidad nación.
Una de las diferencias centrales entre las organizaciones nacionalistas del periodo aquí
considerado y las de la etapa neo- republicana reside en el uso de la violencia. No se trató solo de
enfrentamientos armados entre grupos nacionalistas y militantes radicales o izquierdistas, sino
de una muy larga lista de ataques contra manifestaciones, locales o periódicos socialistas,
comunistas, radicales o sindicales.

La radicalización
En contraste con los nacionalistas de la primera mitad de la década de 1930. La AJN otorgo al
discurso nacionalista una radicalidad que le permitía presentarse como una fuerza revolucionaria,
se proponía establecer un Estado corporativo basa en la representación funcional, en el que el
catolicismo seria la religión oficial, se disolverían los partidos políticos, se restringirían las
libertades individuales en función de los intereses nacionales y se limitaría la propiedad privada
en razón de los intereses superiores de la nación. Se proponían colocar todo el capital bajo el
control federal, planteaban la nacionalización del petróleo y los servicios públicos, el rechazo al
capitalismo internacional, y la división de los latifundios en parcelas que serían entregadas a
quienes trabajaran la tierra.
Los intentos de expansión del nacionalismo por parte de la AJN tuvieron un éxito limitado,
probablemente debido a las dificultades para que un discurso a la vez antidemocrático y
revolucionario, y que desde un lugar marginal vinculaba la cuestión de la justicia social con el
establecimiento de una sociedad jerárquicamente organizada, lograra adquirir credibilidad.
El antisemitismo
Aunque en muy pocos casos la denominada llego a incorporarse a los textos programáticos de los
grupos nacionalistas, un intenso discurso judeofobo se desplego en su prensa, panfletos, carteles
callejeros y actos públicos.
Para el grupo que se nucleaba en torno al diario Crisol la cuestión adquiría una preeminencia
absoluta. Un antisemitismo virulento llenaba las páginas de cada número del diario, la diatriba
contra los israelitas constituís el objetivo primordial de la publicación, en la que se defendía la
idea de que en el problema judío residía la causa última de todos los males de nación. La revista
Clarinada, órgano obsesivamente Antisemita, se caracterizaba como anticomunista y antijudía.
La Maroma se definía a la publicación como un periódico antijudío y antibritánico.
El partido Nacionalista Laborista prometía que, llegado al poder, retiraría los derechos civiles a
los judíos residentes que tuvieran malos antecedentes, expulsaría a los que llegaron al país
después del 1° de Enero de 1936 y confiscaría sus bienes, y cerraría los colegios, sinagogas y otras
instituciones judías.
Iglesia y nacionalismo
Durante la década de 1930 la Iglesia Argentina adhirió al nacionalismo, pretendio que el
catolicismo encarnase la identidad espiritual indiscutida de la nación y reafirmo con fuerza su
centralidad en la historia y la tradición del país. Sobre estas bases cambatio al liberalismo, al
socialismo y al comunismo, a los que consideraba incompatibles con la nacionalidad. En función
de este nacionalismo tendio a negar iguales derechos de ciudadanía a quienes no profesaran la
catolicidad, y a impugnar en bloque a la cultura laica. Se trataba de una iglesia decidida a someter
a la sociedad argentina a un proceso de cristianización, concepto que no se limitaba a la esfera
religiosa, ya que abarcaba un completo proyecto político y social.
En relación con los grandes problemas políticos internacionales de las décadas de 1930 y 1940,
las posiciones de la Iglesia Católica de Argentina estaban firmemente alineadas con las posturas
sostenidas por el Vaticano.
Aunque al comenzar la década del 30 la prensa católica se convirtió en una de las principales
defensoras de la actividad de los grupos nacionalistas, desde mediados de 1933 dejo de ocuparse
de ellos, lo que se debía por un lado a la intensificación de las relaciones eclesiásticas con el
gobierno de Justo y por otro a la cada vez más evidente contradicción entre la predica de la
jerarquía eclesiástica contra el nacionalismo exagerado y las tendencias que se desarrollaban en
el seno del campo nacionalista. Tales tensiones se harían particularmente manifiestas en la
Acción Católica Argentina.
En Noviembre de 1938, los obispos condenaron por primera vez en términos perentorios al Estado
totalitario y al racismo, censuraron las formas de nacionalismo que llegaran a desconocer los
derechos inherentes a la persona humana y rechazaron el criterio según el cual la violencia era
considerada un medio legítimo para la conquista del poder.
En Septiembre de 1938, en 1941 y en 1944, también la ACA advirtió a sus militantes contra el
nacionalismo, el antisemitismo y la superposición entre militancia católica y política.

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