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¿Ya viste ese video racista?

,
por Daniela Meneses
“Usemos, de manera responsable, los videos como arma de
denuncia. Sí. Pero seamos conscientes de sus limitaciones, y
démonos cuenta de que, al hacerlo, solo estamos rascando la
superficie”.

DANIELA MENESESPERIODISTA Y ABOGADA

“Los videos no suelen presentar la manera en la que en nuestro país el racismo no puede
separarse de la clase social, la lengua, el género, la apariencia física o el nivel educativo”.

Daniela Meneses20.03.2019 / 08:30 am

Ese viral de la mujer insultando a una persona que trabajaba


como vigía en Arequipa, ese de chicos gritándole a policías y
ese otro post de Facebook de… ¿Nos estamos volviendo los
peruanos cada vez más conscientes y menos tolerantes ante
la discriminación racial? Quienes tenemos Twitter, Facebook,
o vemos constantemente las noticias, podríamos creer que sí.
Después de todo, daría la impresión de que cada vez hay más
videos que exponen a racistas o ‘vigilantes’ de Internet que
denuncian publicaciones discriminadoras.

Entre lo que mejor cristaliza lo que está pasando en las redes


se encuentra quizás Blankitos Out of Context, una cuenta
peruana de Twitter con más de 30 mil seguidores, que se
dedica a colgar pantallazos y a exponer el racismo. Y aunque
es cierto que muchas veces peca de excesos (y de sacar
realmente las cosas de contexto), su existencia nos dice
bastante del momento en el que vivimos.

Mañana es el Día Internacional de la Eliminación de la


Discriminación Racial, y la ocasión amerita pensar en la (cada
vez más frecuente) crítica a la discriminación en las redes.

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que no queremos ver

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No hay duda de que se trata de videos que nos interpelan, nos
exponen, y nos hacen saber que hay comportamientos que no
serán socialmente tolerados. El periodista Marco Avilés, autor
del libro “De dónde venimos los cholos”, me decía que aunque
él es de la opinión de que estas grabaciones deberían dar pie a
más sanciones, campañas estatales o conversaciones en el
plano político, cree que ayudan en la medida en que nos
recuerdan que está bien denunciar, que quien es discriminado
no tiene por qué esconderlo, que no es él quien debe sentir
vergüenza, y que recibirá apoyo.

Pocos podrían, pues, dudar de los efectos positivos de este


fenómeno. Pero, en línea con Avilés, ¿no es este un
comportamiento quizás demasiado simple? ¿Y no corremos el
riesgo de estar atacando solo la cara más disponible del
racismo?

Pienso, por dar un ejemplo, en la discriminación en los


colegios, donde quienes sufren son muchas veces niños y
adolescentes que no tienen la edad ni el acceso a celulares
para grabar un video. Según una encuesta de Grade y de la
Fundación Van Leer 2011, el 22,1% de los adolescentes
afroperuanos reportó haber experimentado alguna forma
de discriminación en la escuela. El 50% de estos dijo que
esta estuvo relacionada a su raza o a su color de piel.

Los videos no suelen presentar estas particularidades, sino que


exhiben episodios más o menos similares de discriminación
urbana. No suelen presentar, entonces, la manera en la que en
nuestro país el racismo no puede separarse de la clase social,
la lengua, el género, la apariencia física o el nivel educativo. Ni
cómo en nuestro país la discriminación no es una sola,
porque la que sufre un niño afroperuano no es la misma que la
que sufre una mujer shipibo. Ni la que vive un quechuahablante
en Lima es la misma que la que vive un descendiente japonés
en Huancayo.

Es demasiado fácil, por otro lado, sentirnos satisfechos de


nosotros mismos luego de haberle hecho retuit a una denuncia
o incluso elaborado un indignado post en Faceboook. ¿Pero
eso nos hace realmente parte de la solución? ¿Aplicamos el
mismo estándar cuando la discriminación viene desde
nuestro círculo? ¿De nuestros amigos? ¿De nosotros mismos?
¿No hay algo raro en que solo el 8% de las personas se
considere racista o muy racista, pero que el 21% crea lo propio
de las personas de su localidad o de su comunidad y el 53% de
todos los peruanos?

Finalmente, y aquí termino, Avilés me alertaba de un punto


adicional: hay que pensar qué impacto puede tener esta cultura
del video, de la prueba, en poblaciones rurales que no tienen
acceso tan fácil a redes o a cámaras. Se corre el riesgo,
lamentablemente, de que sientan que, si no hay imágenes que
lo demuestren, no podrán alzar la voz.

Usemos, de manera responsable, los videos como arma de


denuncia. Sí. Pero seamos conscientes de sus limitaciones, y
démonos cuenta de que, al hacerlo, solo estamos rascando la
superficie.

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