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Este texto tiene como fin presentar con amplitud un panorama de la Psicología en
Educación para dar cuenta de la experiencia de lo que fuera Psicología Educativa I y
que actualmente es Psicología en Educación.
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Hombre en el sentido de especie, de ser humano, no en cuanto cuestión de género.
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El Historiador italiano Enzo Traverso extrae de la química la noción de “Afinidad Electiva”, y refiere a la
tendencia de dos elementos a buscarse e interactuar de forma espontánea (Traverso, 2000).
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con los modos en que cada tiempo afronta, conoce y aborda su relación con el malestar
en la cultura (Freud, 1993).
Para ejemplificar lo hasta aquí expuesto, solo bajo fines didácticos, se podría
decir que una psicología educativa centrada en sus aspectos disciplinares del campo de
la educación, entendiendo por esta última educación formal, se concentraría
principalmente en la relación enseñanza-aprendizaje. Por lo tanto, dispondría de un
marco teórico solidario y acorde a tal problemática. De este último posicionamiento, se
desprende otra postura centrada en una concepción antropogénica, cuyo eje podría estar
ubicado en la relación entre el sujeto y la cultura, o haría hincapié en los aspectos
estructurales del psiquismo que impiden tanto la socialización como el aprender,
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Las diferencias entre ambas exceden la voluntad de los autores, deben ser
analizadas por el tipo de praxis que despliegan, ya que no se trata de adherir a priori,
ideológicamente por la crítica o el funcionalismo reproductivista. La historia nos enseña
lo compleja y paradojal que puede ser la acción humana, visto que en nombre de la
crítica se pueden reproducir los aspectos más cruentos del sistema social como la
indiferencia, o la indolencia por lo que le ocurre al otro. Y, en ocasiones, desde visiones
aparentemente funcionales, surge la solidaridad y el cuestionamiento profundo al
sistema. ¿Qué se pretende exponer con esto último? Que ser crítico o funcionalista no
consiste en una suscripción ideológica a priori, o hacer un clic en el “me gusta” del
facebook por la que más nos complace, sino en tener que componer un pensamiento
profundo sobre la propia práctica y el sistema social en el cual ella se inscribe.
Con la aparición de los primeros test de aptitudes confiables, creados por Binet –
Simon (Muller, 1976) se abre un nuevo campo de investigación para la ciencia, estos
insuflan un nuevo aire a la golpeada pretensión de cientificidad de la pedagogía, ya
jaqueada en su ideal de constituirse en una exclusiva herramienta de civilizar a los
“bárbaros” tras la experiencia fallida de educar a “El Salvaje de Aveyron” u otras
experiencias similares. Tales “fracasos” ya le habían marcado a la pedagogía un límite
disciplinar concreto. Estos test, junto a otros estudios, ponen de relieve las aptitudes
mentales y, a partir de sus resultados, se establece si hay limitaciones al conocimiento,
al aprendizaje, vale decir, la educación se encuentra con un individuo que no siempre
reúne las aptitudes necesarias. Asimismo permiten su registro y su visibilidad, pudiendo
a partir de la evidencia separar lo sano de lo enfermo.
ya no ataca a la civilización como un enemigo externo, sino desde dentro mismo del
Estado Nación. Se comporta del mismo modo que una enfermedad que agrede al cuerpo
social, al cual se le teme por sus consecuencias, y para quién se desarrollan métodos de
curación. Tal dinámica, que implica tomar el cuerpo colectivo como si se tratara de un
organismo individual, es llamada por Foucault biopolítica (Foucault, 1976). Los
problemas del aprender surgen como novedosos a partir de la praxis pedagógica debido
a que antes que esta se despliegue masivamente, el intelecto humano nunca había sido
llevado a una situación de aprendizaje graduado, planificado y progresivo; en suma,
medible, evaluable, parametrizado, observable y cuantificable. Por lo tanto, sus déficits
se constituían en una fuente de estudio y clasificación acordes a los conocimientos
médicos de su época. En otras palabras, el estudio de las debilidades mentales, las
oligofrenias, idiotismos, u otras desviaciones de la personalidad, como ser las
perversiones morales, sexuales o conductas antisociales se constituían en el objeto de
estudio de la naciente psiquiatría y pediatría.
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Los pormenores de las luchas políticas con el retorno de la democracia no serán tratados aquí por una
cuestión de espacio y de recorte del objeto.
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dedicado su vida al trabajo con las instituciones educativas; tanto en nuestro país como
en diversas partes del mundo. Ambas posiciones representan, de algún modo, la
amplitud del campo de la psicología en educación más allá de las posiciones personales
adoptadas. Se trata de un debate que sigue abierto y en continuo movimiento,
principalmente por dos razones. La primera se debe a las exigencias constantes de un
campo en permanente movimiento que se constituye en un analizador privilegiado de la
sociedad. La segunda alega que tal movilidad del campo implica formas variables de
inclusión de los psicólogos en el escenario educacional. No es lo mismo, a modo de
ejemplo, ser convocado desde la demanda de intervención por un malestar puntual o
específico, como si se tratara de una consulta singular, que ser parte de la planta
permanente del sistema educativo y desarrollar labores preestablecidas. Además, si esto
ocurre bajo las singulares condiciones de trabajo, donde en ocasiones los psicólogos
suelen ser incorporados con cargos docentes para desempeñar sus funciones, los bordes
de la función docente y las del psicólogo suelen ser confusos.
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Conciencia es utilizado aquí en su uso coloquial
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relaciones sociales, al conflicto inherente a la acción humana sobre “el hombre” bajo un
sentido trágico. Vale decir, lo humano no puede eludir la tragedia humana de la
existencia, del conflicto, de la contradicción, del surgimiento de mecanismos sobre-
determinantes, en otras palabras, tanto la emancipación como la libertad y/o la felicidad
del sujeto son siempre labores inconclusas. Finalmente, el pensamiento crítico relativiza
la acción individual del ser humano, en cuanto este está inscripto en relaciones
culturales y sociales.
Las teorías críticas se las podría dividir en tres grandes grupos, aquellas que
provienen de un origen marxista, las neo-marxistas, y las que provisoriamente llamamos
no marxistas5. Las marxistas encuentran, desde nuestra perspectiva, el fundamento que
la ilustración, en el camino ilusorio hacia la emancipación del hombre en su uso de la
libertad, conferida por los ideales de la revolución francesa y la revolución industrial en
Inglaterra (Hobsbawm, 2007), se combina con la paradojal tragedia de estar trabajando,
inconscientemente,6 para su alienación, sujetado a las formas de producción capitalista.
Los autores críticos de esta corriente consideran a priori que tanto la ilustración en su
conjunto como todo aquello que producen las instituciones, entre ellas, la educación
formal, está al servicio de los intereses de la burguesía, de la alienación, de la
dependencia. En términos clásicos expuestos por Althusser “reproducen las formas de
reproducción capitalista” (1974). Para los pensadores críticos marxistas, la teoría y la
acción política son una misma cosa. Lenin y Trotsky serían una clara referencia del
intelectual crítico revolucionario.
Los pensadores críticos neo marxistas no son tan estrictos con respecto a lo
político Si bien no desestiman la política como reguladora de la acción humana,
consideran que esta es más extensa que la toma del poder y engloba procesos sociales y
culturales. Los neo-marxistas no constituyen una línea de pensamiento homogénea, pero
se los puede agrupar en campo de experiencia histórica que gira principalmente
alrededor de dos grandes cuestiones. La primera consiste en una crítica al pensamiento
mecanicista y binario llevado a cabo por la URSS, especialmente bajo el liderazgo de
Stalin, quién no solo llevó adelante un régimen de terror y muerte hacia los campesinos
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Por teorías marxistas entendemos los postulados de Karl Marx y sus seguidores más leales. Por neo-
marxistas podemos, entre la gran diversidad, incluir a autores que comprenden la Escuela de Frankfurt,
a Cornelius Castoriadis, de algún modo a Michel Foucault, Zygmunt Bauman por nombrar los más
destacados. Por autores críticos no marxistas, entre los más destacados dentro de una gran variedad
están Sigmund Freud, Friedrich Nietzsche y Tsvetan Todorov entre muchos otros.
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Inconciente en un sentido coloquial del concepto, no en el uso que el psicoanálisis freudiano utiliza
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Además, los referentes de este pensamiento crítico amplían sus posiciones desde
otros referentes de la filosofía, la sociología y el psicoanálisis. Los autores referentes de
esta corriente, por lo general provenían de la filosofía, de la sociología y del
psicoanálisis. Los referentes más conocidos de esta línea podrían ser Theodor Adorno,
Max Horkheimer, Walter Benjamin, Erich From, entre muchos otros. Estos autores, si
bien son críticos, no son tan deterministas en su crítica a la ilustración, ya que
consideran que la misma contiene un conjunto de paradojas y tensiones internas
complejas; pero que solo el pensamiento ilustrado puede producir herramientas que
conduzcan hacia formas de “verdad”; aunque estas deban ser cuestionadas, sin
necesidad de convertirlas en un nuevo dogma. Es decir, el pensamiento ilustrado
permite una revisión continua de sus propios postulados, una ruptura permanente en
función de los procesos históricos en juego. Para estos autores, tanto los dogmatismos
como el pensamiento que coagula en formas estancas o reduccionistas, que pueden
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Por otra parte, los pensadores críticos no marxistas incluyen una gama de autores
variados y diversos que puede abarcar entre los más destacados a Martin Heidegger,
Friedrich Nietzche, Hannah Arendt, y como referentes más actuales Tzvetan Todorov,
entre otros.
La pregunta que queda abierta es si tal “verdad” opera como un universal que
permanece escondido hasta ser descubierto, y por lo tanto el método y la teoría
quedarán también equiparadas a lo universal de su descubrimiento. Si se admitiera esto
último no habría cuestionamiento posible, ni hacia el método, ni tampoco a su
descubrimiento. Si a tal “verdad” no se la pudiera cuestionar, entonces, el pensamiento
crítico dejaría de ser crítico para convertirse en dogma. Cuando se pueden cuestionar
rigurosamente sus fundamentos, se renueva el potencial de interpelación de la realidad.
Finalmente, este primer momento del pensamiento crítico ofrece una lógica binaria,
regida por un principio mecánico. Sobre esto último se diferencian los dos tiempos del
pensamiento crítico que le suceden.
El segundo momento postula que entre lo manifiesto y lo oculto se ubica algo así
como un mediador o código de desciframiento, es decir, la acción no es directa sino que
se somete a un código interpretativo más complejo que en el caso anterior. Es el
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Por otra parte, hay que hacer una rigurosa autocrítica desde las teorías
psicológicas apoyadas en el pensamiento crítico. Desde la visión que se propone en este
texto, se considera que la noción de pensamiento crítico se ha banalizado a lo largo del
tiempo a modo de una simplificación ingenua que termina, de algún modo,
personalizando el pensamiento, como si se tratara de una cuestión privada donde cada
uno hace su libre interpretación prescindiendo de los conceptos fundamentales de las
diversas corrientes filosóficas o teorías psicológicas. Demás está decir que no hay nada
criticable en el hecho de que cada uno piense por sí mismo, pero lo que se viene
produciendo es una distorsión o desviación que consiste en que dicha libertad se basa en
pensar libremente, en hacerlo sin un marco teórico referencial, que conduce
ineludiblemente a un cuestionamiento que descree de las teorías con las que se piensa.
De hecho, valga el juego de palabras, eso no es precisamente pensar, sino opinar.
buenas intenciones”, en nombre de lo que cada uno cree, se puede hacer más daño del
que se desea. Se trataría, desde mi punto de vista, de que las teorías psicológicas
basadas en el pensamiento crítico puedan proveer de las herramientas conceptuales para
instituir la capacidad de discernir, simbólicamente hablando: “el camino al cielo” del
“camino al infierno”. Para tal labor se hace necesario retomar los fundamentos de la
práctica del psicólogo, en pocas palabras: la/s teoría/s y el/los método/s, porque una
intervención psicológica es siempre la puesta en acto de la teoría y el método.
Podemos entender por intervención desde el silencio que ofrecemos al otro para
que organice su espacio de pensamiento y el tiempo para ponerlo en palabras, la
interpretación de aquello que proviene del campo del otro, una pregunta que ayude a
pensar y a entender, hasta el diseño de cualquier dispositivo, simple o sofisticado para
una situación concreta. Todas ellas son puestas en acto de la teoría y el método. Si esto
no puede ser pensado, se está actuando desde los pareceres y voluntades personales. En
estas consideraciones hay que ser categóricos: se pueden tener las mejores intenciones,
incluso ayudar mucho al prójimo, o por el contrario, filosofar arriba de lo que el otro
dijo o consideramos que quiso decir desde rebuscadas interpretaciones, pero el ejercicio
de la psicología implica la puesta en acto de la teoría y el método. Todo esto es obvio,
pero llamativamente, se omite con facilidad.
Volviendo a los postulados del presente apartado, habría que agregar que no se
trata solamente de las nuevas problemáticas que se presentan en el campo de la
educación, sino de ponernos a pensar cómo estas interpelan nuestras teorías y métodos.
Por teorías se entiende un conjunto de hipótesis de partida, con desarrollos,
articulaciones internas que tienden a organizar un campo de experiencia sobre un objeto
del cual producen conocimientos. Se diferencian de un dogmatismo porque
internamente poseen formas de validación y refutación de sus propios postulados. Su
propia experiencia le permite ir modificando, revisando o reafirmando sus postulados
previos. El método ubica la teoría en un hacer concreto, por ejemplo, en el caso del
método psicoanalítico: la atención flotante y la abstinencia o neutralidad, constituyen su
base. La primera consiste en escuchar de modo parejo aquello que proviene por parte
del paciente, no dar de antemano relevancia a ciertas cuestiones por sobre otras. La
abstinencia implica no hacer juicios de valor sobre “el discurso” del otro. El método
psicoanalítico, de este modo, se hace solidario con su teoría: permitir la emergencia de
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un sentido ambiguo que no se puede desoír, con ello hacemos referencia a la necesidad
de una época de mantener a la gente tranquila, calma, acrítica. Por lo tanto, la
medicalización se corresponde como método, claramente con las exigencias de su
tiempo.
Uno de los riesgos mayores del ejercicio de la profesión del psicólogo en estos
tiempos es la medicalización. La medicalización impone un ritmo paulatino de inclusión
laboral, y abstenerse de ciertas prácticas implica el temor real de la pérdida del trabajo.
Ese nuevo régimen de alienación, en términos clásicos marxistas, corroe la capacidad
crítica de discernir entre prácticas que se inscriben en un enfoque crítico, de otro
funcional. Creo que este es el desafío de nuestra época.
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Referencias bibliográficas
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de los bolcheviques q932-1939. Barcelona: Memoría crítica.
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