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IMAGEN DEL CUERPO Y RITO EN EL RELATO

“CANGREJOS, GOLONDRINAS” DE LEZAMA LIMA

Lic. Pedro Nelson Montes


Universidad de los Andes
Maestrante en Literatura Latinoamericana y del caribe
mpludwing@gmail.com

Resumen

El presente ejercicio hermenéutico pretende aproximar una mirada al cuento


“cangrejos, golondrinas” de Lezama Lima desde dos categorías: una noción del cuerpo
simbolizada en el entramado del relato y la imagen del mismo en la representación de
los personajes y una lectura del rito como acercamiento a la espiritualidad o
religiosidad de la santería como práctica cultura y cotidiana. Además, un intento por
identificar el posible compromiso social del autor desde la literatura, altruismo literario
que pretende visibilizar el ethos o imaginario cultural del pueblo afrocubano como
resistencia frente a la cultura hegemónica de occidente.

Palabras claves: cuerpo, rito, símbolo, imaginario, Lezama, fibroma.

INTRODUCCIÓN

El cuento “cangrejos, golondrinas” aparece en la revista orígenes del año 1946 como
uno de los relatos de mayor compromiso cultural. Una de las principales
preocupaciones de José Lezama Lima y su narrativa es la necesidad de auscultar las
raíces de lo cubano en las diversas prácticas culturales, propósito que realiza en su
recorrido literario desde obras maestras como Paradiso (1970) y el enorme compendio
poético y de cuenteria que realiza al lado de los origenistas. A lo anterior, Vitier
señala, de este grupo de escritores, que el papel central de la poesía “se convierte en el
vehículo de conocimiento absoluto, a través de la cual se intenta llegar a las esencias
de la vida, la cultura y la experiencia religiosa” Balmori (2008:17). Por ello, no es
fortuita la presencia de una estética fibroma lezemiana y los diversos contenidos de
carácter cultural y religioso en el relato. A partir de este horizonte literario se analizará
el cuento desde dos aspectos: la noción de cuerpo y rito en perspectiva lezemiana.

Aunque su propuesta literaria de un barroco latinoamericano, matizado de una nueva


poética prosaica, de significativo aporte sustancial a una literatura caribeña, que a
propósito fue poco difundida por no poseer un apoyo editorial, el escritor cubano no
es ajeno a su compromiso social. Su altruismo literario y su carácter político e
ideológico en la obra están orientados a enfrentar, con ahínco, las presentes
estructuras ideológicas de la sociedad cubana frente a las nuevas expresiones
culturales de las subjetividades de los individuos; frente a la visión del hombre nuevo
enmarcado dentro de las teorías marxistas del pensamiento occidental, intenta
visibilizar la fuerte tradición religiosa, espiritual y cultural africana en el ethos e
imaginario existencial del cubano.

Puesto que su máximo interés es la búsqueda de una comprensión ontológica y


antropológica del ser cubano, línea de interés que vienen desarrollando los escritores
del boom y otras corrientes, en una búsqueda comprensiva de la identidad
latinoamericana frente a la hegemonía de un poder cultural occidental que anula o
pretende castrar la libertad propia de los pueblos y los sujetos, incluso la fuerte
determinación ideológica del partido comunista como una sociedad totalitarista y
ortodoxa de la naturaleza óntica del ser cubano, Lezama introduce aportes propios
para una literatura caribeña desde la nueva versión cultural que interpreta de los
orígenes culturales de su pueblo.

En este horizonte hermenéutico se circunscribe una aproximación crítica de la estética


lezemiana en el cuento “cangrejos, golondrinas”. El primer acercamiento es la mirada
del cuerpo en el relato como un cuerpo contaminado que necesita desde el imaginario
religioso de la santería ser purificado; un cuerpo cerrado, hermetizado frente a la
otredad (los personajes y la sociedad) que viene a simbolizar desde la obra una postura
política frente al rechazo de expresiones subjetivas y particulares de los sujetos en una
sociedad enceguecida ideológicamente, que encubre la realidad del otro; pero a si
mismo, un cuerpo abierto como símbolo de la liberación del sujeto y la conciencia
frente aquellas formas de dominación cultural. Y en segundo lugar, una lectura a la
noción de rito desde la concepción de lo repetitivo y no profano de las practicas
religiosas y, en especial, cotidianas que plantea Mircea Eliade. En este capitulo se
pretende visibilizar la mirada y la noción reivindicativa que realiza José Lezama sobre la
santería o el Vudú frente a las lecturas de una magia negra como practica profana
negativa, por una espiritualidad y religiosidad propia de los orígenes de la cultura
afrocubana. Los planteamientos se sujetan la estructura narrativa, las acciones de los
personajes y la propuesta estética lezemiana.

IMAGEN DEL CUERPO ENFERMO Y CONTAMINADO

Existe una relación intrínseca entre Sofonisco, personaje herrero del cuento Cangrejos,
golondrinas de Lezama Lima, con la imagen mítica de Hefesto, dios del fuego y la forja.
La imagen corpórea de Hefesto es deforme, es considerado un dios defectuoso, cojo y,
posiblemente, con cáncer en la piel, por el contacto con sustancia arsénica. El mismo
Sofonisco se asemeja al Dios griego, no solo por la profesión sino por la amorfidad. En
el primero, los rasgos son corporales; en el personaje del relato lezamiano es en la
personalidad. El narrador describe al personaje como un hombre que “le gusta
aparecer como lastimero y sollozante” Lezama (1987), le agrada reflejar la imagen de
un hombre que encarna el sufrimiento del alma, cuyo vehículo simbólico se representa
en la presencia de un cuerpo lento, un cuerpo descompuesto que camina en forma
oblicua, asemejándose al paso arrítmico de Hefesto.
El segundo dato, que hace presente al dios griego en el relato es la relación de la
‘posible’ procedencia de Sofonisco que enuncia el narrador “No se podía saber si era
griego o hijo de griegos” Lezama (1987) y la nacionalidad de Hefesto. Desde una
estética simbolista, Lezama intenta representar en el personaje de Sofonisco, la
imagen decadente e iconoclasta de Hefesto, en una corporeidad que se forja a partir
de las actividades como herrero y cobrador. Por otro lado, el mismo nombre del
personaje proviene de la palabra griega sophos que significa sabio y el sufijo latino –
isco (o –ico,a), relación; nombre que contiene una carga semántica para afirmar la
presencia de la cultura griega, que Lezama introduce y simboliza, a través del relato, en
la visión amorfa de la corporeidad de Hefesto y que repercute en la formación de un
cuerpo deforme en el personaje y porque no, en la deformidad o digresión del texto
literario.

Esta imagen de deformidad, no se hace presente solo en los personajes sino en la


estructura del relato. “las digresiones y las adherencias descriptivas son parte
integrantes de esa rica normalidad anormal” Pellon (2005:36). La literatura lezemiana
utiliza una estética de lo caótico o amorfo del relato, salta de un acontecimiento
incompleto o un acción de un personaje inconcluso a relatar acciones de otro
personaje, es decir, crea una fractura o ruptura en el relato como aparece en el
cuento “cangrejos, golondrinas”. La digresión en la narración aparece cuando el
narrador decide cambiar, en la estructura de la trama, el protagonismo de Sofonisco
por su mujer. El cambio se evidencia en la acción del cobro de la deuda contraída por
el filólogo. Al principio y después de varios intentos de Sofonisco por cobrar la deuda y
la burla indiscreta del mayordomo decide enviar a su esposa

se sentía avergonzado de los gritos del mayordomo, vaciló, y le dijo a su mujer la urgencia del
cobro y el malestar que lo aguantaba en casa. La mujer de Sofonisco se cambió los zapatos, se
alisó, mientras adoptaba la dirección de la casa del filólogo” Lezama (1987).
El narrador comienza el relato describiendo a Sofonisco, comentando su origen y
profesión; luego lo introduce en la trama relacionándolo con el filólogo, personaje que
le adeuda y que evita pagarle utilizando diversos ardides. La incomodidad y la
prohibición constante por parte del mayordomo, al acercarse eróticamente a los
objetos metálicos de plata, lo llevaron a sugerirle a su mujer que fuera a cobrar. En
este instante del relato, Lezama crea una digresión y anula la función de Sofonisco en
la historia, creando un quiebre en el relato, típico de la estética del escritor cubano.
Estética lezemiana cuya mixtura de ficción y realidad produce “a través de la imagen
de la falta de aliento” Pellón (2005:33) cortes en el flujo narrativo, ruptura en el
“cuerpo” del texto y hace que el narrador oscile entre una acción antitética con otra,
entre un personaje que pausa, que se distancia para abrir paso a la presencia de otro
personaje que asume el eje central de la trama. Esta imagen del aliento aparece
expresa en Sofonisco al ser negado como centro del relato y al delegar su función de
cobrador a la mujer “… y el malestar que lo aguantaba en casa” Lezama (1987). En
este sentido, es Sofonisco la representación de un cuerpo enfermo, un cuerpo que
débilmente es marginado por el narrador para dar vitalidad al texto y en este aspecto
se articula al rasgo estético de la digresión y la imagen de fibroma que no solo padece
los personajes sino el mismo relato y que se hace necesario realizar una catarsis
mediante los cambios de personajes y la misma estructura narrativa y sintagmática.

Por otra parte, el cuento refleja el cuerpo contaminado de la mujer a partir del
contacto con el sudor de sangre de la pierna de res que cae en el seno de la esposa de
Sofonisco. El roce de la sangre le produjo una sensación desagradable que la incito a
ocultar su cuerpo. La esposa se hermetiza, se esconde de su esposo. La sangre como
símbolo de lo impuro. Impureza del cuerpo que lleva a formar un cuerpo cerrado. Esta
imagen de la sangre puede relacionarse con la gota de semen de Hefesto que cae en la
pierna de Atenea y que esta se limpia botándolo a la tierra (Egea) para dar origen a su
hijo Erictonio, que un primer momento pretendió Atenea excluirlo o esconderlo
cuando se lo entregó a tres hermanas, llamadas Aglauro, Herse y Pándroso. Lo mismo
sucede con la gota de sangre que cae en el seno de la mujer dando origen al
nacimiento de un fibroma, que viene a causar en el esposo un rechazo absoluto,
característica del marginamiento que la sociedad hace de aquellos que han optado por
experiencias de vida diferentes al estado convencional de la sociedad, en lo religioso o
en lo sexual y que indirectamente denuncia Lezama en el relato. El imaginario del
cuerpo contaminado proporciona el marginamiento social, la exclusión al amor y al
erotismo, la negación de un cuerpo que desea ser tocado, acariciado. El narrador
informa al lector que Sofonisco asumió una actitud distante hacia su mujer, la
“respetaba más que nunca a su mujer, pero no la tocaba ya” Lezama (1987).

Lezama induce al narratario a confrontar el imaginario y la negación del cuerpo que


pasa por una serie de “ritos de borramiento” Le Breton (2008:126). El texto literario del
escritor cubano actualiza el tema ante el lector y lo problematiza frente a una cultura
que propende por el imaginario de un cuerpo sano y perfecto, digno de admiración.
Estos imaginarios creados por la cultura economicista que busca capitalizar el cuerpo
al tiempo que lo niega. Esta noción que pretende definirse como un metarrelato en la
actualidad, no es más que una imagen plástica producida por la tecnocracia y la
publicidad, que es vulnerable a la resignificación. Por ello, el imaginario se representa

en el conjunto de imágenes mentales y visuales, organizadas entre ellas por la narración mítica…
por la cual el individuo, una sociedad, de hecho la humanidad entera, organiza y expresa
simbólicamente sus valores existenciales y su interpretación del mundo frente a los desafíos
impuestos por el tiempo y la muerte. Durand (2000:10)

Esta cultura consumista y de la estetización banal del cuerpo, aliena la conciencia de


los sujetos para excluir sin miramiento a un cuerpo que no cumple con el requisito de
la proporcionalidad y salubridad. Dentro de este concepto de imaginario ingresa
subrepticiamente, la efigie de los cuerpos envejecidos, inermes que se aproximan más
a la muerte que a la vida, es una estética de la negación de la alteridad.
Así mismo, el cuerpo de la mujer representa un cuerpo contaminado que “se trata, de
algún modo, de una negación promovida al rango de institución social” Le Breton
(2008:126). La cultura social en muchos países tienden a ocultar la existencia de otros
seres, basta referir la exclusión de los leprosos al margen de los Slums (barrios
periféricos) de la India como lo presenta Lapierre en la novela “la ciudad de la Alegría”,
los desplazados de la guerra que habitan en territorios invadidos a las afueras de la
ciudades, caso notorio en el vasto territorio colombiano, etc. La presencia del fibroma
en el cuerpo de la mujer acciona una serie comportamientos: el distanciamiento y el
rechazo. Esta situación insta a la mujer a recuperar su estado natural del cuerpo y, a su
vez, busca de nuevo la aceptación del otro (su esposo y la sociedad). Para ello se
somete a un proceso ritual con el negro Tomás, un curandero que dedica su tiempo a
la sanación, imagen que incluye Lezama para visibilizar la cultura religiosa y la relación
de esta con la medicina y la salud, experiencia religiosa conocida como santería.

El cuerpo contaminado de la esposa manifiesta la vergüenza social. Ese cuerpo que no


significa nada comienza a ser otro que connota cambios en la relación con el otro y
que se margina al silencio, pasa a convertirse en un cuerpo cerrado. Sofonisco al notar
el cuerpo de su esposa decidió no tocarla, rechazo al cuerpo contaminado. La esposa
adquiere un cuerpo horroroso y desagradable que pareciese que el narrador
pretendiera eliminar el concepto de sublime, en otros términos, el relato se relaciona
“según Adorno en la noción de disonancia y según Kristeva, las formas de adyección”
Molina (1998:22). En este sentido, surge el cuerpo como imagen de lo grotesco, con
fisuras, etc.

Otra lectura del cuerpo de la mujer es el cuerpo abierto. Un cuerpo que es perforado y
penetrado desde afuera. Un cuerpo devorado por el otro como apetito para el goce, la
satisfacción personal o la sanación. Por una parte, Lezama introduce la imagen del
sexo como representación el cuerpo abierto, donde es necesaria la presencia de los
orificios, disponibles. La imagen de penetración se revela en la posesión del cuerpo de
la mujer por Sofonisco “cuando dormía después que había penetrado con su cuerpo en
su esposa diversificaba su sueño” Lezama (1987) y por otro lado, la penetración dentro
del cuerpo de la mujer a través de la gota de sangre que emana de la pierna de res.
Así mismo, la penetración del cuerpo de la mujer que hace el negro Tomás al instante
de aplicarle la gota de aceite con el fin de ayudar a sacar la pelota formada por el
fibroma, “se sentía penetrada, la penetración estaba en tan mínima dosis en su
recorrido que no sentía dolor” Lezama (1987).

En el relato, el narrador muestra la imagen trasgresora del sujeto hacia el imaginario


de los cuerpos cerrados, se desprende “de la apariencia para sumergirse en las grutas
del cuerpo y hacer visible su materialidad: cuerpo abierto, hondura que se devuelve la
mirada” Molina (1998:22). Esta apariencia de un cuerpo idealizado que se cierra en su
materialidad es abierta en la imagen de la mujer de Sofonisco al simbolizar un cuerpo
con hendiduras que puede ser penetrado desde afuera, interpretación que parte de
una estética de lo sensorial (corporal). En este sentido, y desde una mirada del arte,
puede interpretarse a Lezama su aprecio por la fealdad o, simplemente, una ruptura
estética contra la noción de lo sublime y bello. Esta dialéctica del cuerpo abierto y
cerrado de la mujer demuestra el estilo antitético del cuerpo del texto, con
estructuras sintagmáticas abiertas y cerradas, con estructuras narrativas de quiebres
que se abren y se cierran.

También puede interpretarse de la imagen de la mujer un cuerpo que oscila entre lo


puro e impuro, lo cerrado y abierto, lo sano y lo contaminado, de lo bello a lo grotesco
que finaliza en cuerpo recuperado. La trama de la historia gravita en un proceso de
negación de lo otro como un sí mismo que no es, para reconocer el propio ser de su
cuerpo. El cuento de Lezama sitúa la imagen de la salida como liberación. Esta imagen
es representada en varias acciones y registros de la estructura del relato: la salida
protagónica de Sofonisco y ascenso de la mujer como hilo conductor de la trama; el
ingreso de la sangre de la res transformado en fibroma maligno y su liberación por
fisuras del cuerpo: en la primera vez, la caries y en la segunda, la salida por el orificio
del ojo. Ese desplazamiento de personajes, acciones y cambios estructurales se
identifica en la estética de Lezama como digresión narrativa que implica un proceso de
transformación ascendente, una búsqueda de emerger de lo amorfo a la forma. El
mismo cuento permite una depuración o catarsis, una limpieza de un cuerpo que se
contamina pero que a su vez se purifica, un relato que oscila entre formas
contradictorias pero que son superadas en el proceso del relato a través de la imagen
de liberación.

IMAGEN DEL RITO EN LA COTIDIANIDAD Y RELIGIOSIDAD

En el relato “cangrejos, Golondrinas”, el autor cubano utiliza la imagen del rito en las
acciones narrativas, en la cotidianidad de los personajes y devela las prácticas rituales
de la santería, propio de la cultura afrocubana. En la primera, refleja los hábitos
recurrentes de los personajes que se representan como rasgos rituales matizando las
acciones con gestos y expresiones místicas y el segundo manifiesta practicas socio-
religiosas del ritual. Ambas expresiones del rito acercan la mirada al lector a una
imagen de lo sagrado. Desde lo místico el sujeto trasciende a lo sagrado, desde lo
místico, Sofonisco contempla en su existencia el valor espiritual y el significado
religioso del metal, el hierro. Esta noción de rito no es únicamente en el ámbito de lo
religioso,

no solo los rituales tienen su modelo mítico, sino que cualquier acción humana adquiere su
eficacia en la medida en que repite exactamente una acción llevada a cabo en el comienzo de los
tiempos por un dios, un héroe o un antepasado. Eliade (2001:18)

Mircea Eliade propone una visión más amplia del rito y la característica la subraya el
término “repetir”. Una acción, un gesto, un rasgo, etc. humano reiterado puede
convertirse en una manifestación ritual. En este sentido es posible considerar forma
ritual algunas acciones cotidianas del personaje Sofonisco. Lezama en el cuento señala
que Sofonisco “dedicaba la mañana del domingo a las cobranzas del hierro trabajado”
(1987), era una costumbre perceptible a la luz de la sociedad. Esta acción es adoptada
por el personaje como un hábito inevitable, práctica que hereda su esposa después de
los intentos fallidos por cobrar al filólogo la deuda contraída.

Otra característica del rito y que surge en la historia es la práctica ritual heredada o
institucionalizada por otros, por las nuevas generaciones, en el caso del cuento, la
mujer adquiere el ritual del cobro. En las diversas culturas arcaicas y contemporáneas,
dentro y fuera de la religión, el hombre ha convertido una serie de costumbres en
rituales, hábitos que resguardan los detalles de dichas prácticas del rito. Así mismo, y
paralelamente, por medio del narrador, el lector reconoce que el filólogo realiza
practicas rituales, “a la presencia del deseo de cobranza, contestó con muchas zalemas
que su esposo continuaba las visitas dominicales al meteorólogo de las Bahamas”
Lezama (1987). Ese continuar y reiterar la acción de la visita a dicho lugar se asume
como otra forma ritual de lo cotidiano.

De igual forma, las indicaciones que hace el negro Tomás a la mujer de aplicarse el
aceite hirviendo para sanarse del fibroma se convierte en ritual nocturno, “Desde
entonces empezó a temblar -, tomar agua – orinar – tomar agua, se convirtió en el
terrible ejercicio de sus noches” Lezama (1987). De esta forma, el relato está tejido por
la presencia de las formas rituales en la vida diaria de los personajes. Este recurso es
una estratagema que permite construir el texto narrativo y a su vez, refleja las
características místicas de la cultura cubana.

Por otra parte, el texto presenta las formas rituales de la santería a través de los
personajes: el negro Tomás y el negro Alberto. Esta religión reconoce a una fuerza o
Dios universal que creo las cosas existentes, estipulando un destino al ser humano. Por
eso, la santería o el Vudú como experiencia religiosa africana en el caribe reconoce la
existencia de una entidad o “energía universal” que influye en los entes (personas,
animales, cosas, etc.) y este ser es llamado el Ashé “una especie de corriente divina
que significa vida, gracia, sangre, majestad, desarrollo, poder, energía… …. Opuesto al
caos y el desorden” Dorsey (2006:16). El Vudú se manifiesta en el cuento “Cangrejos,
golondrinas” de Lezama mediante la historia de las creencias y prácticas religiosas de
los personajes y se encarna en el “cuerpo” mismo del relato. La imagen Ashé habita la
vida, las acciones de los personajes e influye como energía vital en el tejido de la
estructura narrativa, su presencia organiza la digresión del relato, purifica la vida
dentro del fibroma que padecen los personajes y el mismo texto. Por tal motivo, es
posible afirmar que el Ashé controla e incide en la experiencia narrativa lezemiana
como presencia de lo espiritual.

En el cuento lezemiano, las practicas rituales tienen relación a la santería. Un rasgo


característico es el aprecio que tienen por los metales y el rasgo sagrado que contiene
el objeto. Como la divinidad es una fuerza natural convertida en energía y el hierro
contiene esa realidad, es posible afirmar que Lezama intenta exaltar la presencia de la
religiosidad del Vudú o santeria en el cuento. De ahí la simbolización de Sofonisco con
el hierro y la relación de éste con la montura metálica que se describe en la casa del
filólogo. El contacto de Sofonisco, aparte de ser erótico, es una relación con lo divino,
“Ilustró la punta de sus dedos recorriendo la tibiedad de aquella piel y la frialdad de los
garabatos en argentium de Lisboa” Lezama (1987).

De igual forma, la practica de sanación a la que recurre la esposa de Sofonisco para


curarse del fibroma. Una característica o regla del Vudú o la santería es la presencia de
un guía espiritual que proteja la salud y oriente sus acciones en la vida. En la película
colombiana “perro como perro” del cineasta Carlos Moreno, un film del año 2008
refleja la presencia de una maestra espiritual de la santería, contratada por un
reconocido mafioso para que lo proteja de sus enemigos y, a su vez, realice ritos que
afecten a aquellos personajes que lo han traicionado o pueden atentar contra su vida.
Este tema es frecuente en la novela caribeña, en el cine latino y la misma realidad
política de los países latinoamericanos.

En el cuento de Lezama, la espiritualidad Vudú se percibe como religión benévola, al


servicio de los personajes y no como magia negra que es el imaginario estereotipado
que hacen algunos críticos de la santería, “las orgías, las agujas enterradas en muñecos
Vudú y los zombis tienen muy poca relación con la practica real de estas religiones”
Dorsey (2008:21). A partir de esta interpretación ¿será posible pensar que el escritor
cubano pretende una apología a la religión dentro de su obra literaria? O ¿solo busca
reflejar la cultura religiosa del pueblo afrocubano? Lo cierto es que en la narración se
plasma el rito pagano a través del imaginario religioso de los personajes y sirve como
estratagema narrativo y, por otro lado, purifica la imagen que tienen de la santería
como una simple practica maligna de maleficios.

Por otra parte, un rasgo esencial de la santería es la fuerte influencia en el cuidado del
cuerpo por medio de la sanación. En el relato “cangrejos, golondrinas” la función de
los actantes como el negro Tomás y el negro Alberto se nos revela como curanderos
por medio de plantas y substancias naturales, entre sus medicinas utilizan el aceite de
nueces de Ipuare. En el cuento se señala como practica ritual la aplicación del aceite,
el negro Alberto da las instrucciones a la esposa de Sofonisco, “se lo pone por una
semana, dejando caer la gota de aceite hirviendo a la misma altura donde cayó la gota
de sangre” Lezama (1987). El narrador cuenta que el santero recomienda unos pasos
con detalles exactos de tiempo y forma. Estas características hacen que el rito no solo
sean acciones repetitivas en ámbitos religiosos sino que involucra el cálculo y la
simetría matemática de la naturaleza y el cosmos en las prácticas de la sanación. Esta
relación es posible por la consideración de la divinidad como expresión del cosmos.

De esta forma se puede interpretar del análisis hermenéutico del cuento “cangrejos,
golondrinas” de Lezama que las acciones habituadas se encarnan en la existencia de
los sujetos de manera significativa en lo espiritual, una espiritualidad que orienta el
destino de los hombres. También, es posible plantear que las prácticas rituales,
representadas en el relato, no tienen un carácter propiamente profano, sino un
sentido sagrado y un significado curativo, de vitalidad. Para el Vudú o santería la
espiritualidad se comprende como purificación, armonía y orden, en palabras de
Dorsey en el Vudú “la limpieza en realidad acompaña la divinidad” (2008:21). Desde
esta perspectiva de la antropología del Vudú es comprensible las acciones narrativas
de los personajes, los cambios sintagmáticos y la presencia religiosa del negro Tomas y
Alberto puesto que Lezama introduce una visión reivindicativa de la verdadera
espiritualidad de la santería.

En conclusión, la obra lezemiana tiene una fuerte incidencia de la cultura afrocubana


dentro de la estética misma de su narrativa. Sus intenciones a través del cuento
“cangrejos, golondrinas” son de carácter ideológico y cultural más que religioso. Puede
observarse que las prácticas rituales de la santería y la noción del cuidado del cuerpo
son expresiones peculiares de la cultura. Una cultura heredada por pueblos que han
sido marginados y estigmatizados por la hegemonía de la cultura occidental. En
términos de Pellon, de una narrativa fibroma, puede interpretarse que la pretensión
de Lezama es hacer resistencia frente a las influencias de la cultura extranjera en la
literatura caribeña.

BIBLIOGRAFIA

Balmori Fernández, Fabian. (2008). Simbolismo e hibridación: el imaginario poético en


los cuentos, fragmentos y poemas en prosa de José Lezama Lima.
http://etd.lib.fsu.edu/theses/.../BalmoriFDissertation.pdf. (Vista previa)

Lezama Lima, José. (1946). Cangrejos, golondrinas. Revista Orígenes.


Pellón, Gustavo. (2005). La visión jubilosa de José Lezama Lima. Caracas-Venezuela:
Monte Ávila Editores. Págs. 187

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