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Resumen
INTRODUCCIÓN
El cuento “cangrejos, golondrinas” aparece en la revista orígenes del año 1946 como
uno de los relatos de mayor compromiso cultural. Una de las principales
preocupaciones de José Lezama Lima y su narrativa es la necesidad de auscultar las
raíces de lo cubano en las diversas prácticas culturales, propósito que realiza en su
recorrido literario desde obras maestras como Paradiso (1970) y el enorme compendio
poético y de cuenteria que realiza al lado de los origenistas. A lo anterior, Vitier
señala, de este grupo de escritores, que el papel central de la poesía “se convierte en el
vehículo de conocimiento absoluto, a través de la cual se intenta llegar a las esencias
de la vida, la cultura y la experiencia religiosa” Balmori (2008:17). Por ello, no es
fortuita la presencia de una estética fibroma lezemiana y los diversos contenidos de
carácter cultural y religioso en el relato. A partir de este horizonte literario se analizará
el cuento desde dos aspectos: la noción de cuerpo y rito en perspectiva lezemiana.
Existe una relación intrínseca entre Sofonisco, personaje herrero del cuento Cangrejos,
golondrinas de Lezama Lima, con la imagen mítica de Hefesto, dios del fuego y la forja.
La imagen corpórea de Hefesto es deforme, es considerado un dios defectuoso, cojo y,
posiblemente, con cáncer en la piel, por el contacto con sustancia arsénica. El mismo
Sofonisco se asemeja al Dios griego, no solo por la profesión sino por la amorfidad. En
el primero, los rasgos son corporales; en el personaje del relato lezamiano es en la
personalidad. El narrador describe al personaje como un hombre que “le gusta
aparecer como lastimero y sollozante” Lezama (1987), le agrada reflejar la imagen de
un hombre que encarna el sufrimiento del alma, cuyo vehículo simbólico se representa
en la presencia de un cuerpo lento, un cuerpo descompuesto que camina en forma
oblicua, asemejándose al paso arrítmico de Hefesto.
El segundo dato, que hace presente al dios griego en el relato es la relación de la
‘posible’ procedencia de Sofonisco que enuncia el narrador “No se podía saber si era
griego o hijo de griegos” Lezama (1987) y la nacionalidad de Hefesto. Desde una
estética simbolista, Lezama intenta representar en el personaje de Sofonisco, la
imagen decadente e iconoclasta de Hefesto, en una corporeidad que se forja a partir
de las actividades como herrero y cobrador. Por otro lado, el mismo nombre del
personaje proviene de la palabra griega sophos que significa sabio y el sufijo latino –
isco (o –ico,a), relación; nombre que contiene una carga semántica para afirmar la
presencia de la cultura griega, que Lezama introduce y simboliza, a través del relato, en
la visión amorfa de la corporeidad de Hefesto y que repercute en la formación de un
cuerpo deforme en el personaje y porque no, en la deformidad o digresión del texto
literario.
se sentía avergonzado de los gritos del mayordomo, vaciló, y le dijo a su mujer la urgencia del
cobro y el malestar que lo aguantaba en casa. La mujer de Sofonisco se cambió los zapatos, se
alisó, mientras adoptaba la dirección de la casa del filólogo” Lezama (1987).
El narrador comienza el relato describiendo a Sofonisco, comentando su origen y
profesión; luego lo introduce en la trama relacionándolo con el filólogo, personaje que
le adeuda y que evita pagarle utilizando diversos ardides. La incomodidad y la
prohibición constante por parte del mayordomo, al acercarse eróticamente a los
objetos metálicos de plata, lo llevaron a sugerirle a su mujer que fuera a cobrar. En
este instante del relato, Lezama crea una digresión y anula la función de Sofonisco en
la historia, creando un quiebre en el relato, típico de la estética del escritor cubano.
Estética lezemiana cuya mixtura de ficción y realidad produce “a través de la imagen
de la falta de aliento” Pellón (2005:33) cortes en el flujo narrativo, ruptura en el
“cuerpo” del texto y hace que el narrador oscile entre una acción antitética con otra,
entre un personaje que pausa, que se distancia para abrir paso a la presencia de otro
personaje que asume el eje central de la trama. Esta imagen del aliento aparece
expresa en Sofonisco al ser negado como centro del relato y al delegar su función de
cobrador a la mujer “… y el malestar que lo aguantaba en casa” Lezama (1987). En
este sentido, es Sofonisco la representación de un cuerpo enfermo, un cuerpo que
débilmente es marginado por el narrador para dar vitalidad al texto y en este aspecto
se articula al rasgo estético de la digresión y la imagen de fibroma que no solo padece
los personajes sino el mismo relato y que se hace necesario realizar una catarsis
mediante los cambios de personajes y la misma estructura narrativa y sintagmática.
Por otra parte, el cuento refleja el cuerpo contaminado de la mujer a partir del
contacto con el sudor de sangre de la pierna de res que cae en el seno de la esposa de
Sofonisco. El roce de la sangre le produjo una sensación desagradable que la incito a
ocultar su cuerpo. La esposa se hermetiza, se esconde de su esposo. La sangre como
símbolo de lo impuro. Impureza del cuerpo que lleva a formar un cuerpo cerrado. Esta
imagen de la sangre puede relacionarse con la gota de semen de Hefesto que cae en la
pierna de Atenea y que esta se limpia botándolo a la tierra (Egea) para dar origen a su
hijo Erictonio, que un primer momento pretendió Atenea excluirlo o esconderlo
cuando se lo entregó a tres hermanas, llamadas Aglauro, Herse y Pándroso. Lo mismo
sucede con la gota de sangre que cae en el seno de la mujer dando origen al
nacimiento de un fibroma, que viene a causar en el esposo un rechazo absoluto,
característica del marginamiento que la sociedad hace de aquellos que han optado por
experiencias de vida diferentes al estado convencional de la sociedad, en lo religioso o
en lo sexual y que indirectamente denuncia Lezama en el relato. El imaginario del
cuerpo contaminado proporciona el marginamiento social, la exclusión al amor y al
erotismo, la negación de un cuerpo que desea ser tocado, acariciado. El narrador
informa al lector que Sofonisco asumió una actitud distante hacia su mujer, la
“respetaba más que nunca a su mujer, pero no la tocaba ya” Lezama (1987).
en el conjunto de imágenes mentales y visuales, organizadas entre ellas por la narración mítica…
por la cual el individuo, una sociedad, de hecho la humanidad entera, organiza y expresa
simbólicamente sus valores existenciales y su interpretación del mundo frente a los desafíos
impuestos por el tiempo y la muerte. Durand (2000:10)
Otra lectura del cuerpo de la mujer es el cuerpo abierto. Un cuerpo que es perforado y
penetrado desde afuera. Un cuerpo devorado por el otro como apetito para el goce, la
satisfacción personal o la sanación. Por una parte, Lezama introduce la imagen del
sexo como representación el cuerpo abierto, donde es necesaria la presencia de los
orificios, disponibles. La imagen de penetración se revela en la posesión del cuerpo de
la mujer por Sofonisco “cuando dormía después que había penetrado con su cuerpo en
su esposa diversificaba su sueño” Lezama (1987) y por otro lado, la penetración dentro
del cuerpo de la mujer a través de la gota de sangre que emana de la pierna de res.
Así mismo, la penetración del cuerpo de la mujer que hace el negro Tomás al instante
de aplicarle la gota de aceite con el fin de ayudar a sacar la pelota formada por el
fibroma, “se sentía penetrada, la penetración estaba en tan mínima dosis en su
recorrido que no sentía dolor” Lezama (1987).
En el relato “cangrejos, Golondrinas”, el autor cubano utiliza la imagen del rito en las
acciones narrativas, en la cotidianidad de los personajes y devela las prácticas rituales
de la santería, propio de la cultura afrocubana. En la primera, refleja los hábitos
recurrentes de los personajes que se representan como rasgos rituales matizando las
acciones con gestos y expresiones místicas y el segundo manifiesta practicas socio-
religiosas del ritual. Ambas expresiones del rito acercan la mirada al lector a una
imagen de lo sagrado. Desde lo místico el sujeto trasciende a lo sagrado, desde lo
místico, Sofonisco contempla en su existencia el valor espiritual y el significado
religioso del metal, el hierro. Esta noción de rito no es únicamente en el ámbito de lo
religioso,
no solo los rituales tienen su modelo mítico, sino que cualquier acción humana adquiere su
eficacia en la medida en que repite exactamente una acción llevada a cabo en el comienzo de los
tiempos por un dios, un héroe o un antepasado. Eliade (2001:18)
Mircea Eliade propone una visión más amplia del rito y la característica la subraya el
término “repetir”. Una acción, un gesto, un rasgo, etc. humano reiterado puede
convertirse en una manifestación ritual. En este sentido es posible considerar forma
ritual algunas acciones cotidianas del personaje Sofonisco. Lezama en el cuento señala
que Sofonisco “dedicaba la mañana del domingo a las cobranzas del hierro trabajado”
(1987), era una costumbre perceptible a la luz de la sociedad. Esta acción es adoptada
por el personaje como un hábito inevitable, práctica que hereda su esposa después de
los intentos fallidos por cobrar al filólogo la deuda contraída.
Otra característica del rito y que surge en la historia es la práctica ritual heredada o
institucionalizada por otros, por las nuevas generaciones, en el caso del cuento, la
mujer adquiere el ritual del cobro. En las diversas culturas arcaicas y contemporáneas,
dentro y fuera de la religión, el hombre ha convertido una serie de costumbres en
rituales, hábitos que resguardan los detalles de dichas prácticas del rito. Así mismo, y
paralelamente, por medio del narrador, el lector reconoce que el filólogo realiza
practicas rituales, “a la presencia del deseo de cobranza, contestó con muchas zalemas
que su esposo continuaba las visitas dominicales al meteorólogo de las Bahamas”
Lezama (1987). Ese continuar y reiterar la acción de la visita a dicho lugar se asume
como otra forma ritual de lo cotidiano.
De igual forma, las indicaciones que hace el negro Tomás a la mujer de aplicarse el
aceite hirviendo para sanarse del fibroma se convierte en ritual nocturno, “Desde
entonces empezó a temblar -, tomar agua – orinar – tomar agua, se convirtió en el
terrible ejercicio de sus noches” Lezama (1987). De esta forma, el relato está tejido por
la presencia de las formas rituales en la vida diaria de los personajes. Este recurso es
una estratagema que permite construir el texto narrativo y a su vez, refleja las
características místicas de la cultura cubana.
Por otra parte, el texto presenta las formas rituales de la santería a través de los
personajes: el negro Tomás y el negro Alberto. Esta religión reconoce a una fuerza o
Dios universal que creo las cosas existentes, estipulando un destino al ser humano. Por
eso, la santería o el Vudú como experiencia religiosa africana en el caribe reconoce la
existencia de una entidad o “energía universal” que influye en los entes (personas,
animales, cosas, etc.) y este ser es llamado el Ashé “una especie de corriente divina
que significa vida, gracia, sangre, majestad, desarrollo, poder, energía… …. Opuesto al
caos y el desorden” Dorsey (2006:16). El Vudú se manifiesta en el cuento “Cangrejos,
golondrinas” de Lezama mediante la historia de las creencias y prácticas religiosas de
los personajes y se encarna en el “cuerpo” mismo del relato. La imagen Ashé habita la
vida, las acciones de los personajes e influye como energía vital en el tejido de la
estructura narrativa, su presencia organiza la digresión del relato, purifica la vida
dentro del fibroma que padecen los personajes y el mismo texto. Por tal motivo, es
posible afirmar que el Ashé controla e incide en la experiencia narrativa lezemiana
como presencia de lo espiritual.
Por otra parte, un rasgo esencial de la santería es la fuerte influencia en el cuidado del
cuerpo por medio de la sanación. En el relato “cangrejos, golondrinas” la función de
los actantes como el negro Tomás y el negro Alberto se nos revela como curanderos
por medio de plantas y substancias naturales, entre sus medicinas utilizan el aceite de
nueces de Ipuare. En el cuento se señala como practica ritual la aplicación del aceite,
el negro Alberto da las instrucciones a la esposa de Sofonisco, “se lo pone por una
semana, dejando caer la gota de aceite hirviendo a la misma altura donde cayó la gota
de sangre” Lezama (1987). El narrador cuenta que el santero recomienda unos pasos
con detalles exactos de tiempo y forma. Estas características hacen que el rito no solo
sean acciones repetitivas en ámbitos religiosos sino que involucra el cálculo y la
simetría matemática de la naturaleza y el cosmos en las prácticas de la sanación. Esta
relación es posible por la consideración de la divinidad como expresión del cosmos.
De esta forma se puede interpretar del análisis hermenéutico del cuento “cangrejos,
golondrinas” de Lezama que las acciones habituadas se encarnan en la existencia de
los sujetos de manera significativa en lo espiritual, una espiritualidad que orienta el
destino de los hombres. También, es posible plantear que las prácticas rituales,
representadas en el relato, no tienen un carácter propiamente profano, sino un
sentido sagrado y un significado curativo, de vitalidad. Para el Vudú o santería la
espiritualidad se comprende como purificación, armonía y orden, en palabras de
Dorsey en el Vudú “la limpieza en realidad acompaña la divinidad” (2008:21). Desde
esta perspectiva de la antropología del Vudú es comprensible las acciones narrativas
de los personajes, los cambios sintagmáticos y la presencia religiosa del negro Tomas y
Alberto puesto que Lezama introduce una visión reivindicativa de la verdadera
espiritualidad de la santería.
BIBLIOGRAFIA
Molina Molina, Juan. (1998). Hendidura e hipérbole del cuerpo. Venezuela: Ediciones
de la casa de Asterión. Págs. 106
Mircea, Eliade. (2001). El mito del eterno retorno: arquetipos y repetición. Buenos
Aires: Emecé editores. Págs. 112