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1) OFFE

Se produce la erosión de la división entre lo privado y lo público. Éste diagnóstico se basa en tres fenómenos: a) el
aumento de ideologías y actitudes participativas; b) el uso creciente de formas no institucionales o no convencionales
de participación política; c) las exigencias políticas relacionadas con temas que solían considerarse morales o
económicos más que políticos. En la medida en que la política pública afecta a los ciudadanos de manera más directa
y visible, tratan éstos de lograr un mayor control sobre las elites políticas poniendo en acción medios que
frecuentemente se estima que son incompatibles con el mantenimiento del orden institucional de la política.

El proyecto neo-conservador consiste en una redefinición restrictiva de lo que puede y debe ser entendido como
político, es decir, aislamiento de lo político frente a lo no-político. Se basa en la idea de un colapso de la autonomía y
autoridad de las esferas institucionales no-políticas, con el consiguiente aumento de su dependencia de la regulación
y del apoyo político. Ve con temor la pérdida de bases no-políticas, incuestionables, de acción de las que puedan
derivarse axiomas meta-políticos. La autoridad política debe ser complementada por esferas de acción no-políticas y
auto-sustentadas. Hace falta la restauración de unas pautas incontrastables de naturaleza económica, moral o
cognoscitiva.

A diferencia del proyecto neo-conservador, que busca restaurar los fundamentos no-políticos de la sociedad
civil para salvaguardar una esfera de autoridad estatal más restringida e instituciones políticas menos
sobrecargadas, los “Nuevos movimientos sociales” buscan politizar las instituciones de la sociedad civil de
forma no restringida por los canales de las instituciones políticas representativas-burocráticas. Para poder
emanciparse del Estado, ha de politizarse la sociedad civil.

Mientras que todo puede ser objeto de transacción política, no todo puede ser político al mismo tiempo. Los temas
claves del viejo paradigma de la acción social han girado en torno al crecimiento económico, la distribución y la
seguridad. Se complementó el capitalismo como máquina de crecimiento con la organización de los trabajadores
como máquina de la distribución y de seguridad social. Este viejo paradigma era una forma de democracia política de
tipo representativo y mediatizada por competencia entre partidos. Este esquema era muy apropiado para limitar el
alcance de los conflictos desde la esfera de la sociedad civil al terreno de la política. Había una gran disociación entre
actores colectivos y portadores de intereses societales, por un lado, y los partidos políticos, por el otro, concentrados
en ganar votos y conseguir bancas en el parlamento.

Lo privado había de absorber la energía y las aspiraciones de la mayor parte de la población, dejando los conflictos
políticos para una minoría marginal. La fuerza dinámica del sistema político-económico era la producción industrial y la
innovación que elevaba la productividad, quedando para la política la tarea de crear la seguridad y con ella las
condiciones en las que este proceso dinámico pudiera seguir operando. La seguridad constaba de tres aspectos: la
seguridad de unas ganancias adecuadas y de un estándar de vida para todos los ciudadanos; la estrategia militar y
defensa; y el control social, que evita los comportamientos desviados.

Los actores dominantes eran grupos de intereses particulares, amplios y altamente institucionalizados y partidos
políticos. Además, la participación se hallaba minusvalorada, a favor de otros valores (movilidad social, vida privada,
consumo, etc.).

El nuevo paradigma de la acción social: El campo de acción de los “Nuevos movimientos sociales” es un espacio de
política no-institucional, cuya existencia no está prevista en las doctrinas ni en la práctica de la democracia liberal y del
Estado de Bienestar. El criterio para considerar a un modo cualquiera de actuar como político es que el autor pretenda
de alguna forma explícitamente que se reconozcan como legítimos sus medios de acción y que los objetivos de la
acción sean asumidos por la comunidad amplia.

Son cuatro los “Nuevos movimientos sociales” que se consideran: los ecologistas, el feminismo (como ejemplo de los
movimientos pro derechos humanos), el pacifismo, y movimientos que aboguen por formas comunitarias o alternativas
de producción y distribución.
Los contenidos de los “Nuevos movimientos sociales” son diversos (el cuerpo, la salud, la identidad sexual, la ciudad,
la herencia cultural, la humanidad en general, etc.), pero tienen una raíz común en valores que no son nuevos en sí
mismos, pero que cobran un énfasis y una urgencia nuevos en el contexto de los “Nuevos movimientos sociales”. De
entre estos valores, los más importantes son la autonomía y la identidad, en oposición a la manipulación, el control, la
dependencia, la burocratización, la regulación, etc.

Los modos de actuar de los “Nuevos movimientos sociales” comprenden dos aspectos típicos: el modo interno y el
modo externo de acción. El modo interno de actuar es extremadamente informal, discontinua, con sensibilidad hacia el
contexto e igualitaria. El modo de actuar externo descansa mucho en la presencia física de grandes masas de gente.
Tratan de movilizar a la opinión pública y de atraer la atención con métodos legales aunque no convencionales. No se
refieren a otros actores en términos de negociación o compromisos, sino más bien en términos de antinomias, de
intolerabilidad, de intransigencia. Son incapaces de negociar, porque no tienen nada que ofrecer como contrapartida.
Además, carecen de un armazón coherente de principios ideológicos y de interpretaciones del mundo de la
que poder deducir los pasos de la transformación de la sociedad. Su base social es amorfa y heterogénea en
términos de clase e ideología. Se componen, básicamente de tres grupos sociales: la nueva clase media,
profesionales de los servicios humanos y/o el sector público; elementos de la vieja clase media; gente al margen del
mercado de trabajo, desmercantilizada.

El viejo paradigma del Estado de Bienestar liberal-democrático está marcado por una dicotomía en la
concepción de la naturaleza de la acción social, de lo privado frente a lo público. El nuevo paradigma divide
en tres esferas el universo de acción (privado, política no-institucional, política institucional) y reivindica la
acción política en el interior de la sociedad civil. Se entiende por paradigma una configuración de actores,
contenidos, valores y modos de actuar en conflictos políticos.

Sin embargo, la diferencia principal es que, en el caso de los “Nuevos movimientos sociales” la exigencia de
autonomía no se centra en las libertades económicas, sino en la protección y la preservación de valores, identidades y
formas de vida frente a la imposición política y burocrática.
En cuanto al conservadurismo, comparte la crítica hacia la modernización de las estructuras económicas y políticas.
La diferencia es que el conservadurismo ha llegado a tolerar tal modernización, porque la continuidad presupone el
cambio. Piensan en una modernización conservativa. Los “Nuevos movimientos sociales” son más radicales en
su crítica a la modernización, a la que se oponen totalmente, en la forma en que se ha llevado a cabo.

Una característica principal de la nueva clase media es que no tiene conciencia de clase, sino que no se
reconoce como clase. Es típicamente una política de clase, pero no en nombre de una clase o a favor de una clase.
Este grupo está caracterizado por un alto nivel de formación, una relativa seguridad económica y empleo en el sector
de servicios personales o administración pública.
Los grupos desmercantilizados poseen gran disponibilidad y flexibilidad de tiempo, ya que su situación social no se
define directamente por el mercado de trabajo. Sus condiciones y oportunidades de vida están marcados por
mecanismo de supervisión, exclusión y control social directo, bien visible, y a menudo extremadamente autoritario y
restrictivo.

La vieja clase media tiene intereses económicos inmediatos que coinciden a menudo con las exigencias expresadas
por la política de protesta de los “Nuevos movimientos sociales”.
Los grupos más reacios a asumir los planteamientos, reivindicaciones y modos de actuar del nuevo paradigma son las
clases principales de las sociedades capitalistas.
El conflicto es así escenificado por una alianza social, y no por una clase. Las exigencias no son algo específico
de una clase, sino que tienen un fuerte contenido universalista, o al contrario, muy particularista. Esta configuración se
puede entender según el esquema de Parkin de conservadurismo de la clase obrera y radicalismo de la clase media.

La clase media que constituye la parte más importante de estos movimientos no se haya desarraigada, no son grupos
marginales o desviados, sino que cuentan con experiencia y están estrechamente relacionados con las prácticas de
instituciones económicas y políticas establecidas. Los más dispuestos a empeñarse en modos no convencionales de
actuación política, lo hacen estando, además, metidos en esquemas políticos ortodoxos. Las capas sociales sobre las
que se apoya la política de protesta no son pobres y marginados, sino que gozan de seguridad económica.
Tampoco abogan por esquemas pre-modernos, sino que abogan por esquemas que permitan una realización más
plena de valores específicamente modernos, de la que pueden lograr las formas de organización centralizadas,
burocratizadas y de tecnología intensiva.
Tampoco se los puede tachar de irracionales, ya que su base social tiene un nivel medio de formación mucho mayor a
la media.

Es inadecuada una explicación que busca exclusiva o predominantemente la causa del surgimiento del nuevo
paradigma en las condiciones de socialización y en las normas y valores de un estrato particular en la medida en que
el fenómeno a explicar constituye de hecho un nuevo paradigma político con el potencial para generalizarse en el
tiempo y en el conjunto de la estructura social.
Las explicaciones objetivas buscan la explicación en circunstancias, cambios y sucesos que tienen lugar en la
sociedad, fuera de los actores, o que son el subproducto no pretendido de la actuación de los actores y del
funcionamiento de instituciones.

Este tipo de explicación estructural se refiere a tres aspectos interrelacionados de las sociedades industriales
avanzadas capitalistas: el hecho de que los efectos colaterales negativos de las formas establecidas de racionalidad
económica y política ya no son concentrados y específicos de una clase, sino que están dispersos en el tiempo y
espacio (ensanchamiento); se ha dado un cambio cualitativo en los métodos y en los efectos de la dominación y del
control social, siendo su acción más amplia e inescapable (profundización); las instituciones tanto políticas como
económicas que administran juntas la racionalidad de la producción y del control han perdido toda su capacidad auto-
coercitiva o de auto-limitación, están atrapadas en un círculo vicioso que solamente puede romperse desde afuera de
las instituciones políticas oficiales (irreversibilidad).

El primer aspecto produce un desclase o un carácter cada vez más social de la privación que hace claramente
inadecuada la concepción marxista de los conflictos clave y contradicciones principales. El segundo aspecto afecta a
los planos fundamentales de la existencia física, social y personal. La regulación económica y política ya no se limita a
la manipulación de coacciones externas del comportamiento individual, sino que también interviene, al servicio de
normas tecnocráticas de racionalidad y de coordinación, en la infraestructura simbólica de la interacción social
informal y en la generación de sentido por medio del uso de tecnologías legales, educacionales, médicas, y de los
medios de comunicación. Se describe a menudo este nuevo tipo de control social como una exigencia funcional de
una nueva etapa de la producción.

Los mecanismos de acumulación ya no se alimentan de la simple explotación de la fuerza de trabajo, sino más bien
por medio de la manipulación de sistemas organizativos complejos, por medio del control de la información y sobre
procesos e instituciones de generación de símbolos, y por medio de la intervención en las relaciones interpersonales.
El tercer aspecto se refiere a la incapacidad estructural de las instituciones políticas y económicas existentes para
percibir y actuar eficazmente ante las privaciones, riesgos y amenazas globales que causan.

2) GARRETÓN
La política es la dimensión de una sociedad que se refiere a las relaciones de poder en torno a la conducción general
de la sociedad. Implica tres dimensiones: 1) satisfacción de intereses de los ciudadanos o acceso al Estado para
bienes y servicioes, dimensión instrumental;
2) fuente de sentido para la acción colectiva, dimensión ideológica;
3) actividad específica destinada a realizar los fines u objetivos anteriores pero que tiene sus propias reglas y
dinámicas, dimensión profesional o técnica. En la época actual la política queda reducida a la tercera. La gente ve
a la política como una actividad desligada de sus intereses y proyectos.

Se pueden distinguir tres instancias de la vida política: 1) el Estado, que cristaliza relaciones de poder y dominación;
2) la base societal; 3) el régimen político, que es la mediación institucional entre base social y Estado.
El régimen político tiene por finalidad la resolución de tres problemas: el de gobierno; el de las relaciones entre la
gente y el Estado, la ciudadanía; y la canalización de demandas sociales y formas de resolución de conflictos.
La democracia es el régimen político por el cual, en un determinado territorio, una población convertida en
ciudadanos toma las decisiones relevantes de su vida en sociedad a través de sus representantes elegidos en el
Estado. Se pueden reconocer dos dimensiones de la democracia: se fundamenta en la existencia de ciertos principios
éticos y relacionados con el ideal de la sociedad buena; es un sistema de instituciones mediadoras entre Estado y
sociedad que resuelven los problemas de quién y cómo se gobierna, cómo se relacionan las personas con el Estado y
cómo se canalizan los conflictos y demandas sociales.
Es un régimen político específico y pude darse en coexistencia con múltiples conformaciones de otros niveles o
dimensiones, es decir, diversos contextos socioeconómicos y culturales. Es siempre una tensión entre una
dimensión institucional y una dimensión ética y valórica.

En las sociedades complejas siempre se plantea el problema de la relación entre el poder y la autoridad política, por
un lado, y la población, por otro. Existe una necesidad de agruparse para ser objeto o sujeto de la política que yace
en el origen de los partidos políticos. Son organizaciones formales de personas en torno a intereses o ideas
comunes que buscan participar, influir y conducir la vida política de una sociedad. Cumplen diversas funciones:
de representación de intereses globales, ideas y proyectos; de convocatoria, liderazgo y conducción; de elaboración
de proyectos o de propuestas; de administración de gobierno o de oposición; de agregación de demandas y de
canalización de conflictos; de reclutamiento de la clase política para los puestos del Estado o de la función pública. No
cumplen en forma exclusiva ninguna función, pero son la única institución llamada a cumplir todas esas funciones.
Son el principal vínculo de la política democrática con la sociedad, porque tratan a ésta en cuanto ciudadanía.

La significación de los partidos políticos y del sistema de partidos en cada sociedad tiene distintas manifestaciones
según el modo cómo se constituyeron y desarrollaron los regímenes democráticos.
El sistema de partidos es la configuración del espectro partidario completa en una determinada sociedad o momento
histórico de ella, que al tiempo que describe los partidos individuales, abarca el conjunto de las relaciones entre ellos.
Estas relaciones pueden ser de co-operación, competencia o confrontación.

En sociedades de alta segmentación o en formación, con un rol fundante del Estado sobre la nación, como las
nuestras, las tres dimensiones de la política se identifican con una dimensión integrativa de vastos sectores
específicos que acceden a la sociedad a través de la política (populista), y muchas veces la dimensión proyecto se
identifica con una dimensión ruptura o revolucionaria.

La situación de los partidos y sistemas de partidos es muy diversa. Con pocas excepciones lo que se encuentra es un
sistema de partidos débiles y vulnerables y una importante crisis de representación.
Durante la vigencia de la matriz nacional-popular-estatal (`40-`60) los partidos en América Latina fusionarion Estado
y sociedad con ellos mismos, y sus paradigmas fueron el partido populista y el clasista, el ideológico de vanguardia y
la máquina electoral, y el clientelista y el partido-Estado. Aunque en general combinaron estos tres tipos.
Los autoritarismos militares intentaron destruir toda forma de acción política, enfocándose en los partidos políticos.
Si bien no lo lograron y éstos fueron una pieza clave en las democratizaciones, la construcción de sistemas fuertes de
partidos quedó como otra tarea pendiente de aquéllas.
En el período postransición democrática se ha producido una transformación del panorama clásico de los partidos
en América Latina: surgen nuevos partidos que expresan a sectores combatientes o sectores sociales marginados
como grupos étnicos; colapsan los sistemas de partidos; se fortalecen otros y en todas partes se plantea el problema
de coaliciones entre partidos para asegurar gobiernos mayoritarios estables. Los partidos han perdido sus proyectos
que fundían las tres dimensiones de la política, hoy aparecen cumpliendo funciones sólo de la tercera dimensión, lo
que explica el deterioro de su relación con la población.
Más allá de la diversidad de partidos, está planteado el problema de la capacidad de los partidos para gobernar, y
sobre todo, de la relación entre partidos y sociedad.

Esta crisis de la relación entre Estado y sociedad, es decir, de la política, es especialmente grave, allí donde el Estado
constituyó a la sociedad, o a la nación, ahí donde la política fue el cemento principal de la sociedad, como es el caso
de America Latina, y más grave aún cuando tal crisis se da en democracias emergentes y recién consolidadas o en
vías de consolidación. Si la sociedad entera se ve afectada, más aún los actores principalmente políticos, los partidos.

Muchas de las críticas a las democracias tienen que ver con un cuestionamiento más profundo a las formas clásicas
de la política. Ésta tenía un doble sentido en la vida social: el papel del Estado como motor central del desarrollo y la
integración social; otorgamiento de sentido a la vida social y en la constitución de identidades, a través de proyectos e
ideologías de cambio. En el nuevo escenario tiende a desaparecer la centralidad exclusiva de la política como
expresión de la acción colectiva. Pero ella adquiere una nueva centralidad más abstracta, por cuanto le
corresponde abordar y articular las diversas esferas de la vida social, sin destruir su autonomía. Así, hay menos
espacio para políticas altamente ideologizadas, voluntaristas o globalizantes, pero hay una demanda a la política de
sentido. Si los riesgos de la política clásica fueron el ideologismo, la polarización y el fanatismo, los riesgos de
hoy son la banalidad, el cinismo y la corrupción.

Los sistemas partidarios que eran el factor de representación e integración por excelencia, se ven desafiados
por el surgimiento de nuevos movimientos que se agrupan en torno a intereses particulares más específicos,
y a la vez, más diversos. En esta nueva situación, los partidos deben ser capaces de desarrollar nuevos mecanismo
de negociación y concertación, deben establecer nuevos vínculos, canales con la sociedad civil, que les permitan, a
través de coaliciones más amplias, constituirse en agentes de representación entre la sociedad civil y el Estado.

Con el debilitamiento del papel del Estado en cuanto agente de desarrollo y distribuidor de recursos, incluso en su
nivel simbólico, quienes representan intereses ante el pierden poder, significaciones, capacidad de interpelación y
quienes tienen intereses buscan formas de representación básicamente corporativas que se enfrentan directamente
en el mercado o se transforman en poderes fácticos.
Los partidos han buscado representar actores políticos. Los actores clásicos tienden ya a corporativizarse en términos
de organizaciones gremiales, ya a atomizarse o a segmentarse. Los actores nuevos ligados principalmente a temas
culturales o cuestiones de medio ambiente, derechos humanos, género y defensa de identidades, son sin duda
capaces de poner temas en escena y agenda públicas, pero difícilmente aseguren establemente su representación en
partidos propios.
El fenómeno de la opinión pública juega en muchos casos el rol de actor social.
La ciudadanía está afectada hoy por dos aspectos contradictorios: su expansión normativa y las nuevas formas de
exclusión. Los campos de poderes diversificados que aparecen, a diferencia de los derechos clásicos, carecen de
instituciones u organizaciones donde ejercer dicha ciudadanía.
En America Latina la relación de los partidos fue mucho mayor con la sociedad, el pueblo, la clase, la nación o
alguna otra categoría social que con la ciudadanía, al desaparecer estas categorías mediadoras, los partidos
quedan directamente vinculados con la ciudadanía, pero más que con ella, con la ciudadanía convertida en
opinión pública.
En síntesis, tanto los nuevos fraccionamientos, como el surgimiento de nuevas demandas y actores, como los
fenómenos de redefinición de la ciudadanía y las nuevas formas de exclusión, generan nuevas formas de acción
colectiva diferentes de las tradicionales y exigen otras formas de representación. Queda así pendiente la relación de
estas manifestaciones con la política.

Podría decirse que la función de liderazgo está tanto o más en crisis que la representación. Entre ambas
dimensiones no hay una relación de causalidad. Movilizar no es lo mismo que representar.
Todos sabemos que hoy por hoy no hay una sociedad deseable. No hay una propuesta utópica, que englobe la
política, la economía, la cultura y la sociedad. En America Latina los partidos expresaron principalmente proyectos
socioeconómicos en torno a la función del Estado desarrollista. Durante las dictaduras, las estrategias de tipo político
orientadas a conquistas o recuperar la democracia coparon los proyectos y programas de los partidos. En la etapa de
pos-democratización, los partidos en el gobierno o la oposición se encontraron con una agenda nueva y
desconocida para ellos: la transformación del modelo económico al neo-liberalismo, o la administración del mismo.
Las posiciones con respecto a dicha cuestión se generaron por fuera de la clase política y ésta tuvo que responder
adhiriendo o rechazando sin mayores conocimientos e ideas al respecto. Además, primó la idea de que el capitalismo
globalizado realmente existente, y la democracia política eran los únicos proyectos posibles y deseables. El mundo
de las elites tecnocracia económica y los publicistas y expertos comunicacionales pasó a dominar las elites
partidarias. El mayor déficit de los partidos fue su incapacidad de formulación ideológica y de proyectos.

Los partidos han sido los principales organizadores e instrumentos constitutivos de la clase o elite política. Los
partidos aspiran al poder político. Pero el liderazgo que pueden ejercer desde el poder del Estado parece también
cuestionado hoy día. Desde el momento en que la política aparece como menos relevante con el modo en que la
gente percibe su destino individual y colectivo, la actividad política misma que se expresa a través de los partidos
empieza a girar necesariamente en un cierto vacío, en torno de sí misma. Los partidos siguen representando a la
clase política, pero esta representa con más dificultad a la sociedad y más fácilmente a sus propias visiones e
intereses, no identificados con ninguna visión de bien común. Además, el manejo efectivo del poder y del Estado
parece escaparse de las manos de los partidos y quedar en manos de los poderes fácticos de los medios de
comunicación, las transnacionales o la tecnoburocracia estatal.

En el vació de liderazgo han surgido nuevas organizaciones sociales que perecen menoscabar el liderazgo partidario
en la sociedad.
Las ONG cuyo papel principal en la reconstrucción de la sociedad consiste en ligar las elites democráticas de tipo
profesional, tecnocrático, político o religioso, con los sectores populares. Juegan diferentes papeles:
1) les da apoyo material y espacio organizacional a los sectores pobres o débiles de la sociedad;
2) liga a estos sectores con las instituciones nacionales e internacionales de derechos humanos, religiosas y políticas;
3) son espacios de conocimiento de lo que ocurre en la sociedad y de elaboración de ideas y proyectos sociales y
políticos de transformación, se convierten en centros de pensamientos o líderes de opinión pública.

Las ONG tienden muchas veces a sustituir a los actores políticos promoviendo sus propios intereses
particulares, y otras, a radicalizar la acción social y política reclamando una democracia directa que puede
dejar de lado las condiciones institucionales. A su vez, los partidos políticos no siempre son capaces de evitar la
manipulación de estar organizaciones.

La gran cuestión que atraviesa a todas las sociedades es la reconstrucción de una comunidad política. Pero
no va a haber sociedad, no va a haber comunidad política si no hay Estado fuerte. No va a haber Estado
fuertes si no hay partidos y sistemas de partidos fuertes. No va a haber partidos si no hay actores sociales
autónomos representables. Está en juego la redefinición del sentido y formas de la política.

Los partidos son los únicos que pueden articular coherentemente las contradicciones presentes entre las diversas
dimensiones de la vida social. Deben representar formas de articulación de diferentes dimensiones en tensión, de
cuya representación no tienen el monopolio y que no se encuentran ensamblados en un proyecto global ya
configurado. Si no lo hacen los partidos, lo harán los mercados, la tecnocracia, el poder del dinero o el mundo mass-
mediático, el individualismo autoritario o el movimiento identitario que elimina el pluralismo y la existencia del otro.
Los problemas a resolver son en relación a la representación de los nuevos tipos de fraccionamientos y conflictos de
la sociedad; la capacidad de formar coaliciones mayoritarias de gobierno, sin caer en oposiciones irresponsables y
gobiernos minoritarios; reforzar la función indispensable de los partidos, de formular proyectos de sociedad y la
promoción del debate público.

6) Rosanvallón
Aparece la discusión en relación al problema de la confianza o de la des confianza. Un conjunto de instituciones de la
democracia q Rosanvallon llama la contra democracia han tendido a organizar esas desconfianzas. Dice q la
legitimidad democrática se basa en la legitimidad procedimental. Las elecciones periódicas le otorgan a través del
voto legitimidad a las autoridades democráticas.

Sin embargo la legitimidad democrática supone la legitimidad del voto y el establecimiento de la confianza en las
autoridades a la vez que se establece la decisión pero Rosanvallon dice q
La confianza es una institución invisible q se va desgastando q se va debilitando en el tiempo y q tiene un
papel temporal a diferencia de la legitimidad electoral q se mantiene por los mandatos establecidos por las
reglas.
Entonces q ciertas formas de organizar la desconfianza permiten compensar esa erosión de la confianza a través de
un universo de instituciones q básicamente tiene 2 formas: una tradición liberal q se asocia al problema del temor
popular, la idea de institucionalizar la sospecha, de proteger al individuo frente a los desbordes del poder político de
las mayorías. Una idea temerosa y pesimista de la democracia q sospecha del poder popular. Y 2) Otra mirada que
se propone establecer condiciones para el cumplimiento de los compromisos electorales de las autoridades.

El nacimiento de un conjunto de instituciones permite de manera indirecta controlar el ejercicio democrático q viene
de la fuente de legitimidad electoral. La institucionalización de la desconfianza es una forma d complementar la
legitimidad democrática q surge del sistema electoral (sindicaturas, defensorías del pueblo, prensa libre, etc.).
Hay una 2da forma q es la judicialización como forma de control de la democracia: la justicia en una democracia se
expresa como el poder contra mayoritario, mientras q las funciones legislativas y las el ejecutivo son expresión de las
mayorías, las expresiones del Poder Judicial son contra mayoritario, no expresan necesariamente las preferencias de
las mayorías y esto es lo deseable q no estén sometidas al poder de las mayorías. Y en ocasiones aparecen como en
defensa de los intereses más reaccionario desde el p de v social. Y otra forma de contra democracia es lo q Ros llama
los poderes de sanción y obstrucción los q suponen la posibilidad no institucionalizada de construcción de poderes
de veto de la voluntad de las mayorías a través de la formación de coaliciones q puedan expresar el bloqueo de los
intereses de la mayoría. Para R lo q es saludable o positivo para la vida democrática es esa 1era forma de contra
democracia: los poderes de control.

Señala el autor que se han venido desarrollando un conjunto de prácticas, de contrapoderes, que intentan
compensar la erosión de la confianza mediante la organización de la desconfianza. Dentro de lo que el autor
plantea como expresión de la desconfianza a lo largo de la historia, señala dos grandes vías, la liberal y la
democrática.

En la primera, distingue algunos pensadores liberales del siglo XVIII, en cabeza de Montesquieu, los cuales ven en la
desconfianza un “poder de prevención”, mostrando un interés central por la forma de contener la acumulación de
poderes y no por la constitución de un gobierno bueno y fuerte. En cuanto a la vía democrática, en la cual se inscribe
el análisis de Rosanvallon, la expresión de la desconfianza busca como objetivo el velar porque el poder sea fiel a sus
compromisos, centrándose en la puesta a punto de mecanismos de control y veeduría ciudadana que actúen como
contrapoderes.

Esta desconfianza democrática se expresa, según el autor, de múltiples maneras, entre las que distingue tres
modalidades principales: 1) los poderes de control; 2) las formas de obstrucción, y 3) la puesta a prueba a
través de un juicio. “A la sombra de la democracia electoral-representativa, estos tres contrapoderes dibujan los
contornos de lo que propongo llamar como contrademocracia” (Rosanvallon, 2007, p. 27).

Así vista, la contrademocracia no es lo contrario de la democracia, sino una forma de democracia que se
antepone a la otra —con la cual conforma un sistema—, y que está constituida por poderes indirectos
diseminados en la sociedad. Para Rosanvallon, la importancia y amplitud de estos poderes indirectos hace de esta
condición una verdadera forma política, bajo la cual se organiza la desconfianza frente a la democracia de la
legitimidad electoral.

Si bien la tendencia hoy en día en cuanto al discurso sobre la política es la de considerar que existe una amplia
despolitización de los ciudadanos, según Rosanvallon esto no sería del todo cierto, pues aunque deba
considerarse cierta apatía con respecto a la participación y la actividad directamente política, se están
generando cada vez más ejercicios indirectos de soberanía de acuerdo con formas no organizadas por las
constituciones, unas formas de participación no convencional, que indican no una nueva era de apatía
política, ni un repliegue a la esfera privada, sino una mutación en la relación del ciudadano con la política.

5) Esping-Andersen “Cap. 3 Riesgos sociales y Estados del Bienestar”

Los diferentes Estados de bienestar se han adherido a nociones diferentes sobre la igualdad. Algunos hacen hincapié
en la igualdad individual, igualdad de género, igualdad de status, etc. El igualitarismo es una consecuencia derivada
del principal objetivo subyacente a la política social: asegurar la población contra los riesgos sociales.
Riesgos sociales la distribución de los riesgos sociales varía en función de la clase social, el sexo y la edad, por
mencionar sólo algunos factores; y, también cambian a lo largo de la historia (durante el Estado de bienestar
tradicional los riesgos eran la enfermedad y la vejez. Ahora son otros). Estos riesgos sociales se pueden gestionar a
través de tres formas:
 Estado de Bienestar

 Familia La administración de los riesgos puede ser


compartida por cualquiera de estas instituciones o no.
 Mercado Ej.: El Estado de bienestar puede tener un papel
residual con preponderancia del mercado o puede
Los riesgos individuales se adoptar una función totalizadora. convierten en
colectivos: 1) cuando tienen efectos globales, 2)
cuando son reconocidos por la sociedad como merecedores de atención pública y 3) que su atención escapa a las
posibilidades de cada individuo en particular. A medida que los riesgos sociales se van generalizando, es probable
que la familia y el estado sean incapaces de absorberlos. En cuanto a la institución familia esta no puede afrontar de
forma conjunta los riesgos nuevos propios del industrialismo; y en cuanto al mercado, este es ineficaz debido a tres
razones teóricas: 1) competencia imperfecta debida a las prácticas monopolistas que distorsionan los precios 2) el
mercado falla al distribuir de forma desigual los riesgos y, 3) el mercado no distribuye la información de forma
universal para que los estados de bienestar privados funcionen de manera justa y eficaz.

La tríada del bienestar


Estado: Puede haber política social sin Estado de bienestar, pero no al revés. Él Estado de B. es una construcción
histórica única de una redefinición explicita de lo relativo al Estado. Nace en la época de posguerra y reconoce los
derechos sociales de los ciudadanos y la necesidad de acortar la brecha entre las clases sociales. El principio de
distribución de bienestar es la redistribución autorizada

Régimen del bienestar: forma conjunta e interdependiente en que se produce y distribuye el bienestar por parte del
Estado, el mercado y la familia. ≠ Estado de bienestar: se concentra en el bienestar de una -única- esfera de lo social.
El Estado gestiona los riesgos a través de la política social

Familia: es un actor de suma importancia, cuyas decisiones y comportamientos influyen directamente en el Estado del
bienestar y el mercado de trabajo, al mismo tiempo que se ven influidos por ellos. El método de asignación de
bienestarar predominante es la reciprocidad

Mercado: la distribución de bienestar está ordenada por el nexo monetario

Los riesgos sociales pueden clasificados en torno a tres ejes distintos:


Riesgos de clase: la probabilidad de un riesgo social se distribuye de manera desigual en los diversos estratos
sociales. Estos sólo pueden ser solucionados a través de la gestión del Estado de bienestar. El mismo puede optar
por tres modelos de solidaridad distintos:

Planeamiento residual: limita su ayuda a unos estratos de riesgos específicos como por ej. Las madres solteras, los
discapacitados o las personas demostrablemente pobres. Este tipo de planeamiento divide a la sociedad entre “ellos”
(mayoría de ciudadanos autosuficientes que pueden obtener seguros adecuados por medios privados) y “nosotros”
(clientela del estado de bienestar minoritaria y dependiente). Estos programas suelen estar sujetos a la comprobación
de las necesidades y, en general, son poco generosos debido a que no están “bien vistos” por la sociedad.
(“mantienen a vagos” “con la plata de la AUH compran balas”)

Planeamiento corporativista: los riesgos se comparten en función de la pertenencia a un status. El status profesional
es la expresión típica debido a que 1) a través de él se pueden agrupar perfiles similares, y 2) porque constituyen una
fuente de movilización y clausura social.

Planeamiento universal: se basa en la idea de compartir los riesgos individuales, aceptables o inaceptables, bajo una
sola cobertura. Ej. Sanidad.

Riesgos de la trayectoria vital: Los riesgos sociales se distribuyen de manera diferencia a lo largo de la vida: infancia
(especialmente en familias numerosas) y en la vejez (debido a la disminución de ingresos). Estos riesgos se gestionan
principalmente por las tres instituciones: familia, estado y mercado.

Riesgos intergeneracionales: los riesgos son heredados por las generaciones futuras y tales desigualdades se
aumentan en el mercado. El Estado de bienestar es el único actor que puede gestionarlos a través de políticas de
igualdad de oportunidades. Todo estado del bienestar puede aplicar dos formas de la política anteriormente
mencionada:

a) minimalista (se basa en la admisión de que la sociedad discrimina sistemáticamente a ciertos grupos, y, en
consecuencia, les niega oportunidades justas e igualitarias. Tales políticas deben ser dirigidas a estos sectores pura y
exclusivamente- visión residual-)

b) maximalista (se basa en el principio de que las desventajas sociales pueden prevenir de múltiples fuentes y, que en
principio, todos los grupos deben hacer frente a diversos riesgos. El problema que intenta resolver no es la
persistencia de un tipo de riesgos sino la reproducción sistemática de las desigualdades).

Debate sobre la desmercantilizaciòn-desfamiliarización:

Desmercantilizaciòn: aspira a captar el grado en el que los Estados de bienestar debilitan el nexo monetario al
garantizar unos derechos independientes de la participación del mercado. Este concepto presupone que los individuos
ya están mercantilizados. Sin embargo, tal concepción no es aplicable a las mujeres debido a que su rol económico no
está mercantilizado. En muchos de los casos, para las mujeres, es equivalente la dependencia del mercado a la
dependencia de la familia. Por lo tanto, la independencia femenina necesita “des familiarizar” las obligaciones relativas
al bienestar.

Familiarismo/des familiarización: Un estado familiariza es aquel que asigna el máximo de obligaciones de bienestar a
la unidad familiar. En cambio un Estado que des familiariza es aquel que intenta, a través de las políticas sociales,
reducir la dependencia individual de la familia. A través de este proceso el Estado de Bienestar contribuye a
mercantilizar a las mujeres (gracias a la reducción de su dependencia del hombre) para luego desmercantilizarlas.

José Adelantado, J. Noguera, otros “Las relaciones entre estructura y políticas sociales: una propuesta
teórica”
La idea principal que se defiende en este artículo es que las relaciones entre estructura social y la política social se
establecen en términos de bidireccionalidad y recursividad. Tanto una condiciona a la otra como a la inversa. Se
argumenta a favor de una concepción constitutiva y moduladora de la política social, en relación a la configuración y
dinámica de las esferas de la estructura social, ejes de desigualdad y actores sociales.
La relación entre política social y estructura social es bidireccional. Sin embargo, el análisis de las políticas sociales de
los Estados de bienestar de la posguerra se ha situado, simplificando, en torno a tres grandes corrientes de estudio:
Tradición marxista: ha concebido a los Estados de bienestar y la política social moderna desde dos puntos de vistas:
1) funcional- como instrumento al servicio de la reproducción del modo de producción capitalista, 2) lucha de clases-
como resultado del creciente poder de presión y de los esfuerzos de la clase trabajadora. Según esta tradición son las
relaciones de producción capitalistas y la contradicción capital-trabajo las que explicarían la emergencia de los
Estados de bienestar, y las funciones y naturaleza de sus políticas sociales.

Tradiciones no marxistas (estructural-funcionalista, weberianas y positivistas): Desde una dimensión más


empirista, su principal preocupación es la determinación de los “factores mono causales” del surgimiento de los
Estados de bienestar.

Tradición basada en los aportes de Esping-Anderson: Esta nueva línea de estudio incorpora a finales de los ´80
dos novedades: 1) el análisis se efectúa desde la desde al desmercantilizaciòn de las necesidades a través de la
aparición de los derechos sociales, 2) avance relacionado a la conexión entre política social y estructura social: el
surgimiento de un Estado de bienestar se explica según el sistema de estratificación social que dan lugar a diferentes
alianzas entre clases.

Crítica: Los autores entienden que esta última visión entiende que tiene una mirada reduccionista al relacionar al
Estado de bienestar como el “bueno” que soluciona las consecuencias negativas del mercado “malo”. Tampoco
identifica, además de la desmercantilizaciòn, múltiples consecuencias de la aplicación de la política social.
Para estudiar esta interrelación se debe escapar del enfoque analítico estático que intenta buscar mecanismos
causales estrictos y probarlos mediante modelos formales rigiditos. Este tipo de análisis reduccionistas no se adecuan
bien a la naturaleza conflictiva y contradictoria de la realidad social a estudiar. Tanto la política social como la
estructura social pueden concebirse mejor como procesos dotados de una enorme complejidad, y surcados
por contradicciones internas que un modelo de análisis estático no puede hacer.

La perspectiva de los autores se identifica con la teoría de la estructuración de Giddens. Entiende a los procesos
(política sociales-estructura social) como constituido por un conjunto de prácticas sociales, realizadas en varias
esferas de actividad, apoyadas en condicionantes no siempre percibidos por quienes las ejecutan, y justificados por
razones sancionadas por la cultura. Estas prácticas producen efectos, no siempre esperados, que repercuten sobre
los condicionantes que permanecen vigentes en la sociedad. La relación entre ambos conceptos puede ser entendida
desde la metáfora de una rueda en movimiento.
La política social y la estructura social se relacionan a través de una sucesión de influencia bidireccional con diversos
tempos (más que una causación unívoca). La estructura social cuenta con cierta recursividad que “actuaría sobre sí
misma” a través de la política social. Los efectos de las políticas sociales solo pueden aislarse de forma analítica.

Concepción compleja de la estructura social


Los autores entienden que en la literatura hay dos concepciones acerca de la estructura social:
Sentido reducido: designa la estructura de clases (en el sentido marxista o weberiano) o la estratificación social (en el
sentido funcionalista) de una determinada sociedad en un momento histórico determinado.

Sentido amplio: Ligado a la sociología estructural-funcionalista, la estructura social designa la forma en que se
organizan y relacionan las funciones estructurales de todo el conjunto de instituciones sociales (familia, Estado,
escuela, región, trabajo, etc.)

Para los autores estas concepciones plantean peligros e inconvenientes:


Riesgos: a) dejar afuera desigualdades que no tengan que ver con la clase o el prestigio b) prescindir de contextos
institucionales (Estado, familia, trabajo, etc.) que pueden tener importancia clave a la hora de entender esas
desigualdades y de explicar la política social.

Inconvenientes: a) desmesurada ambición de tomar toda la sociedad como factor explicativo de la política social, b)
sobredimensionar la importancia de los supuestos estructuralistas-funcionalistas por sobre otros fenómenos que
desarrollan desigualdades o acciones colectivas.

Los autores promulgan adoptar una concepción mixta que defina a la estructura social como la configuración de
instituciones, reglas y recursos que atribuye condiciones de vida desiguales a las personas en un momento y lugar
determinado. Esta concepción mixta supone la multiplicidad de ejes que dividen a la población económica, política y
culturalmente, y que lo hacen en término de dominación y desigualdad relativa entre los grupos; es un sistema de
posiciones que se deriva de cierto contexto institucional pre-dado; y es un sistema de posiciones preexistente a los
individuos y con cierta estabilidad en el tiempo, pero abierto a su reestructuración permanente con base en la acción
colectiva de los mismos.
Cuatro esferas de la estructura social: Las desigualdades sociales que escinden a las sociedades capitalistas pueden
operar a las cuatro esferas y cualquiera puede proveer de bienestar social a la población o hacerlo simultáneamente.
Naturaleza de las esferas: a) la separación entre las esferas es conceptual o analítica. En el mundo real estas se dan
simultáneamente. B) Se relacionan de forma compleja. C) No deben ser entendidas como lugares sino como un
complejo de instituciones y mecanismos de coordinación de la acción social. D) Las esferas están cruzadas
transversalmente por individuos y grupos, así como por los diversos ejes de desigualdad existente.
Esfera mercantil: es una esfera de producción e intercambio material. El mecanismo de coordinación de la acción
consiste en el intercambio o trueque, regulado en función de los precios y las cantidades de las mercancías presentes,
y supone unos individuos que se comportan con el móvil de obtener la máxima ganancia posible. Esta esfera, por
tanto, jerarquiza las relaciones sociales según la capacidad de vender o comprar mercancías; y además, irradia un
proceso general de mercantilización de las relaciones sociales que resulta clave para entender la política social.

Esfera estatal: conjunto de organizaciones que pueden actuar a partir del monopolio legal de la coerción, es decir,
por su capacidad de establecer vínculos no voluntarios. El mecanismo de coordinación de la acción que opera en esta
esfera es el poder político, es decir, el monopolio estatal de las asignaciones colectivas vinculantes, que se plasma en
varios instrumentos: capacidad de regulación por vía normativa y los procesos de administración y gestión de
recursos, programas y servicios.

La esfera estatal es central en la organización de la desigualdad social, y su contribución es fundamental en el


conflicto distributivo y en la reproducción simbólica de las jerarquías sociales:

-Su participación en la estructura social es decisiva al realizar una segunda distribución de la excedente paralela a la
del mercado: desgravaciones, inversiones públicas y subvenciones a las empresas, rendimientos organizativos,
prestaciones sociales, etc... La esfera estatal, por tanto, es tan económica con la mercantil y la doméstica.
-En cuanto a su rol en la reproducción simbólica de jerarquías, este desarrolla algunas divisorias sociales que no
pasan necesariamente por le mercado ni por la esfera doméstica: ciudadano/no ciudadano, empleados/beneficiarios.
Esfera doméstico-familiar: abarca las actividades que se realizan dentro de las unidades mínimas de co-residencia
en las que se ejecuta una forma de trabajo que se le han atribuido culturalmente al género femenino. Estos trabajos
generalmente no son remunerados y pueden abarcar infinitas actividades: cuidado de adultos mayores o niños,
quehaceres domésticos, etc. La definición del género femenino como la población que “mejor puede hacer este
trabajo” basada en la división sexual, se da a la par de la definición que convierte al género masculino en la identidad
supuestamente mejor adaptada a las actividades mercantiles. Por tanto, los mecanismos que coordinan la acción en
esta esfera se basan por tanto en la determinada socialización y en relaciones de dependencia familiares que crean
determinadas identidades de género.

Esta esfera es tan económica como la mercantil; pero su carácter económico se basa en un tipo de trabajo (provisión
de cuidados) y un acceso desigual a los recursos (control vs. Gestión de los ingresos) que la reducción mercantil del
trabajo al empleo ha oscurecido.

Teniendo en cuenta lo anterior se puede entender que esta esfera está estructurada por una combinación de la lógica
del patriarcado y del capitalismo. Esta configuración afecta a la posición de los distintos géneros en la esfera
mercantil, pero también en la estatal y en la relacional, mediante la atribución de distintas capacidades de
participación social e institucional y constituye a las mujeres como agentes sociales poco institucionalizados.
Esfera relacional: compuesta por las acciones sociales supraindividuales que canalizan intereses y necesidades (no
sólo materiales) de las personas, mediante distintos grupos sociales distribuidos en asociaciones formales y en grupos
comunitarios informales. La esfera relacional no es reductible a las demás:

Es inadecuado identificarla con la mercantil. En la esfera mercantil se coordinan la acción a través de sistemas
sistémicos mientras que en la relacional son indispensables las orientaciones de valor de los individuos. La esfera
relacional incluye relaciones y actividades claramente públicas.

No puede reducirse a una cuestión discursiva; en ella se organizan solidaridades y grupos sociales de cara a la acción
colectiva.

La lógica de coordinación de la acción en comunicativa. En ella existen intereses, relaciones de dominación y


desigualdad de poder y recursos.

Dentro de la esfera relacional se pueden distinguir dos sub-esferas que se superponen y se comportan
transversalmente respecto de ellas:

Sub-esfera asociativa: comprende las asociaciones con un cierto grado de institucionalización y a los movimientos
sociales que luchan. Es un espacio donde existe el conflicto y las desigualdades de las capacidades de los actores
para la organización. Esta desigualdad es producida por la diferenciación de los capitales y por lo tanto de la
capacidad de formación de opinión pública y el ejercicio de los derechos de la ciudadanía.

Esta sub-esfera actúa como filtro de los intereses y de las aspiraciones de los agentes sociales, ya que canaliza sus
demandas y delimita los contornos de las acciones colectivas y de las presiones de los distintos agentes sobre las
demás esferas.
Sub-esfera comunitaria: tiene como núcleo el sentimiento de pertenencia o vínculo con una comunidad. En su seno
los distintos agentes instrumentan estrategias y actúan en función de sus intereses; sus relaciones deben entenderse
como de reciprocidad.

Ejes de desigualdad: Las esferas son sin dudas un marco institucional que confiere estabilidad a la estructura social.
Sin embargo, dentro de ellas -esferas- es posible diferenciar una red de posiciones de los individuos en función de los
distintos ejes de desigualdad. Hay infinitos tipos de desigualdad: de clase (depende de la tenencia de los medios de
producción), de género , de etnia, edad, etc..
Ej. La desigualdad de género estructura a la población tan claramente como lo hace la clase, y se manifiesta de
diversas formas a través de las esferas: en la esfera doméstica, se plasma en una distribución desigual de las cargas
que supone el trabajo doméstico, así como del poder de decisión sobre los asuntos familiares y del hogar; en la esfera
mercantil, en una participación desigual en el mercado de trabajo, y en presencias y ausencias determinadas en
sectores de actividad, puestos jerárquicos, tipos de contratos, etc. Y así sucesivamente.
Para el análisis de las políticas sociales los autores entienden que es necesario tener en cuenta tres ejes de
desigualdad conceptualmente distintos:
Desigualdad respecto a su condición de sujeto de derechos -ciudadanía-: los diversos derechos jurídicos-políticos
reconocidos pueden dar lugar a desigualdades que se manifiesten con relativa fuerza en la estructura social.

Desigualdad con respecto a las diferentes posiciones ocupadas en la estructura administrativa del Estado: clientes, no
clientes, beneficiario, empleado.

Desigualdad de capacidades asociativas: sus consecuencias se harán presentes en la configuración de unos u otros
actores colectivos en el interior de la esfera relacional, y se manifestara, a su vez, a través de las distintas esferas de
acción.

Todas las desigualdades enumeradas pueden evidentemente estar relacionadas entre sí, y en la realidad empírica
unas pueden tener más peso que otras; pero no es posible reducirlas algún tipo de desigualdad pretendiendo una
“prioridad explicativa”.
Por último, estos tipos de desigualdades se conectan con las esferas de la estructura social. Sin embargo, cada eje de
desigualdad no se corresponde a un tipo de esfera específica, sino que, sus efectos sobre la posición social de los
individuos atraviesan las distintas esferas de la actividad de manera transversal. En primer instancia sus efectos se
manifestarán de forma diferentes dependiendo de la lógica estructural de cada una de ellas y, en segundo lugar, ello
no supone aceptar que las desigualdades nacen de la nada, sino simplemente adoptar un esquema flexible de
explicación.
Actores colectivos: son “manifestaciones” de la estructura social en el terreno de la acción, pero, éstos también
inciden continuamente en la reconfiguración de esa misma estructura. Los actores colectivos son así mismos un factor
clave para la explicación del surgimiento y consolidación de las políticas sociales, y a la vez que éstas pueden
influenciar en la aparición o transformación de los propios actores, o en su posición relativa dentro de la estructura
social.
No es posible pensar una correspondencia explicita entre los tipos de actores colectivos y esferas de la estructura
social. Si bien es posible identificar algunos interese con alguna esfera en particular tal correspondencia traería
algunos problemas porque:
Si las desigualdades son transversales a las esferas ¿Por qué no los actores?
Muchos actores ejercen su influencia en un conjunto de esferas y de los ejes de desigualdad como por ejemplo los
partidos políticos.

Todos los actores están ligados a la esfera relacional, en cuanto ésta se define precisamente como el espacio
específico de la acción colectiva, a la formación de opiniones y solidaridades, y la lucha de intereses entre los grupos
sociales.

Es necesario pensar en un esquema de explicación flexible.


Hacia una concepción dual de la política social: constitutiva y moduladora de las desigualdades
La posición de los autores pone en duda la posibilidad de definir a la política social como compensatoria de los efectos
negativos del mercado (cuestión que nace a través de su definición normativista: debe combatir la desigualdad y
buscar justicia social). La política social, para los autores, no sólo hay que definirla como compensatoria de las
desigualdades que produce el mercado en la distribución de recursos, sino también como una intervención
generadora y moduladora de la propia desigualdad, incluso más allá del mercado o de sus finalidades explícitas,
“naturalizando” e institucionalizando las desigualdades de clase, género, edad, etnia, o cualquier cosa.
A su vez la interrelación entre la estructura social y la política social son de carácter recursivo: la política social no sólo
se genera a partir de la estructura social, sino que contribuye también a los procesos de estructuración social de las
sociedades, mediante diferentes maneras de provocar cambios o permanencias en ésta. Por lo tanto, la política social
da forma a la estructura social debido a que puede influir en la estructura e intensidad de un eje de desigualdad, y
sobre el surgimiento y la organización de los actores colectivos.
Por último, toda política social está articulada en un conjunto de decisiones y actuaciones público-administrativas,
generadas en la esfera estatal, que inciden directamente y de tomas diversas sobre la organización y distribución de
los recursos de bienestar, y lo hace mediante regulaciones, servicios y transferencia. Estas decisiones público-
administrativas están condicionadas por la capacidad de influencia de los actores en presencia, y limitada también en
el contexto específico, que puede presentar restricciones de carácter estructura, estratégico, organizativo, político,
económico, etc.
Procedimientos básicos de la política social y conexión con las esferas
La política social se puede considerar como un dispositivo gubernamental que permite la gestión de la desigualdad
asignando a cada esfera de la estructura social (mercantil, estatal, doméstica y relacional) determinado papel en la
satisfacción de las necesidades, reequilibrando el flujo de relaciones entre ellas de forma continua. Los intentos de
alterar los flujos de bienestar entre las esferas se realizan mediante diferentes procesos:
En la esfera mercantil: Proceso de mercantilización (convertir una relación social en mercancía) y proceso de
desmercantilizaciòn (extraer una relación social del circuito mercantil)

Espera estatal: Proceso estatalizador (poner bajo la responsabilidad del Estado determinados bienes o recursos que
normalmente se definen como derechos sociales) y el proceso de desestatalizador (convertir derechos en mercancías
o suprimir derechos)

Espera informal: familiarizar (asignar a las familias la provisión de recursos que realizaba el Estado, el mercado o el
sector voluntario) y el proceso de desfamiliarizar (trasladar al Estado, a las asociaciones voluntarias, o al mercado la
provisión de recursos que realizaban las familias)

Esfera de lo Voluntario: Comunitarizar (atribuir a las asociaciones voluntarias la provisión de recursos que realizaban
las familias, el Estado o el mercado) y descomunitarizar (trasladar a las familias, al Estado o al mercado la provisión
de recursos que realizaban las asociaciones voluntarias)

De esta forma la política social se muestra como un instrumento capaz de incidir en la composición de la estructura
social, ya que opera como principio organizativo de las esferas. En la esfera mercantil la política social interviene a
través de la definición arbitraria de qué es o no una mercancía, en la estatal mediante disposiciones jurídicas que
ponen bajo la responsabilidad del Estado determinados bienes o recursos, y en la doméstica y relacional,
establecimiento por defecto un espacio social de intercambios más o menos recíprocos al distinguir lo que son valores
de uso de lo que son mercancías o derechos.
Tales procesos de distribución del bienestar pueden ser total o parcial y pluridireccionales.
Política social y ejes de desigualdad: La política social puede influir, mediante procesos de larga duración, en la
constitución de los ejes de desigualdad; y, mediante impactos más a corto plazo, puede modificar y regular la
composición de cargas y beneficios entre categorías de personas y alterar los niveles de riqueza y poder de los
grupos sociales; esto es, puede influir sobre la organización de la población en torno a los ejes de desigualdad. Para
ello, la política social se atiene al instrumento normativo, método regulador por excelencia, que reside en el monopolio
legislativo del Estado. Éste, con la legislación y/o la reglamentación, reconfigura la realidad social con base en el
dictamen de nuevas dimensiones (jurídicas) de ésta y en la fijación de procesos ad hoc para una problemática dada.
Los autores aclaran que las políticas a corto o largo plazo puede tener por objetivo igualar, polarizar o reproducir una
desigualdad.
Política social y actores colectivos: la política social se articula en un conjunto de políticas y programas concretos en
tanto que expresión de un determinado modelo de regulación público administrativa del conflicto social. Por tanto, el
objetivo primario de la política social es la regulación del conflicto social. Esto impactará en la estructura social,
modificándola en la medida en que el alcance de la política lo haga plausible.
En la literatura identifica varios actores colectivos: clases sociales, partidos políticos, movimientos sociales,
organizaciones de consumidores y usuarios, asociaciones vecinales, grupos de presión, organizaciones profesionales-
corporativas, movimientos sociales esporádicos o “de un sólo tema”. Estas pueden estudiarse analíticamente desde
los siguientes criterios:
 Su nivel de institucionalización: si son organizaciones, movimientos sociales, o ambas cosas al mismo tiempo

 Si detentan o no un régimen de monopolio o cuasi-monopolio en los asuntos objeto de su atención

 su nivel de centralización y disciplina interna

 Homogeneidad o heterogeneidad social de sus integrantes

 Acceso diferencial a recursos económicos y de poder

 Capacidad de movilización y presión sobre las distintas esferas


 El abanico temático sobre el que intentan actuar

 Su grado de estabilidad y permanencia en el tiempo

 Sus actitudes respecto de los diversos modelos posibles de política social y del Estado de Bienestar

La influencia de la política social puede notarse:


 Creación de nuevos actores sociales colectivos o la destrucción de los existentes

 Incrementación o disminución de la capacidad de organización, su grado de institucionalización, su


homogeneidad internar, etc.

 Movilización o desmovilización de los actores

 Distribución directa o indirecta de los recursos económicos y de poder

Conclusión: es importante señalar que los autores sin negarle cierto efecto compensatorio y hasta redistributivo de las
políticas sociales, afirman que ese no es el papel central de las políticas sociales. Màs bien ocurre lo contrario, las
políticas sociales, en su labor de estructuración social, no se limitan a compensar desigualdades, sino que
principalmente las definen y modulan (sea con efectos a largo o corto plazo). Esto lo realiazan a través de los
procesos de estatización, destatizaciòn, familiarización, desmfiliarizaciòn, etc. Etc.

André Gorz – “Miserias del presente, riqueza de lo posible”

El autor entiende que el capitalismo (1998) no está en crisis, sino que instaló un nuevo sistema que tiende a abolir
masivamente el “trabajo”. Restaura las peores formas de dominación, de servidumbre, de explotación al obligar a
todos a luchar contra todos para obtener ese “trabajo” que ha abolido. Se le debe reprochar al sistema capitalista la
pretensión de perpetuar como obligación, como norma, como fundamento irremplazable de los derechos y de la
dignidad de todos esos mismos trabajos que abolió. Por lo tanto, es preciso que el “trabajo” pierda su lugar central en
la consciencia, el pensamiento y la imaginación: se debe pensar al trabajo, no como algo que tenemos o no, sino
como algo que hacemos.

El “trabajo” que el capitalismo elimina es una construcción social que, por lo tanto, puede eliminada. Es definido como
una actividad, oficio o profesión, es decir la puesta en obra de competencias institucionalmente certificadas según
procedimientos homologados. La madre que cuida a sus hijos y el artista no son considerados como trabajadores.
Esta perspectiva sobre el trabajo es un poderoso medio de socialización, de normalizador, de estandarización que
reprime o limita la invención, la creación, al autodeterminación individual o colectiva de normas, de necesidades o
competencias nuevas.

El autor expone su tesis: el problema no es la falta de trabajo sino la mala distribución del trabajo socialmente
necesario y de la riqueza socialmente producida. Una buena distribución de estas posibilitaría que el ingreso de cada
persona no dependiera de su ocupación en un empleo permanente y estable. El tiempo del trabajo dejaría de ser un
tiempo social dominante y podría ocuparse por múltiples actividades, cuya remuneración y rentabilidad ya no es
condición necesaria ni el fin. Esta multiactividad a la cual se aspira es la subjetivación de una capacidad de
autonomía que los activos tienden a reivindicar a si mismos, más allá de los límites y necesidades asignados por la
empresa. Lo que se apuesta es la posibilidad que tienen las personas de imponer su autonomía para desarrollarse
independientemente de la necesidad del capital.

Dos formas de multiactividad se encuentran en el debate público:


Patronal: considera la autonomía de las personas como un medio de aumentar la flexibilidad y la productividad de su
trabajo. Ej. Los “contratos de actividad” ofrecidos por algunas empresas. Se rompe el lazo del asalariado con la
empresa en momentos en que la segunda no tiene necesidad de emplear personas. Se precariza los empleos. Esto
se puede hacer de dos formas:

Pool de empleados: compartir una planta única de empleados entre varias empresas. De esta forma, estos van
girando según la necesidad de cada una.

Licencia de utilidad social: el personal de las empresas que no son necesarios por un tiempo determinado deberán
prestar su tiempo a otros actores elegidos por las propias empresas. El personal puesto en licencia, lejos de tener
autonomía en la toma de decisiones, tendrá que cumplir con actividades ligadas a los intereses de las empresas.

Política: concibe la multiactividad como una apuesta de la sociedad de cultura basada en el desplazamiento del
trabajo y la empresa a un lugar subordinado de la vida. Ej. Centro de Jóvenes Dirigentes (CJD): Proponen la
reapropiación del tiempo por parte de cada uno a través de una reducción individual y global del tiempo dedicado al
trabajo; esta reapropiación del tiempo es permanentemente negociada entre el trabajador y el empleador. La persona
percibe un salario continuo por un trabajo discontinuo, en el que tiene derecho a un tiempo elegido orientado a la
participación de la vida colectiva de la sociedad.

La sociedad de trabajo será reemplazada por la sociedad de la multiactividad/cultural. La misma debe estar
organizada de tal manera que el empleo flexible y discontinuo, lejos de ser un motivo de desintegración, den
nacimiento a nuevas formas de sociabilidad y cohesión.

La sociedad de la multiactividad planteada no es una reorganización de la sociedad de trabajo, sino una ruptura: otra
sociedad. Para que se lleve a cabo es necesario que la sociedad se organice para tal fin, por medio de políticas
específicas. El fin de es alentar a cada miembro a renovarse y buscar la excelencia por parte de cada uno.

Gorz plantea un conjunto de políticas específicas que permiten romper con la sociedad de trabajo y desarrollar una
sociedad de multiactividad y cultura. Estás son enmarcadas en los siguientes fundamentos subjetivos:
Libertad de pensamiento e imaginación ante lugares comunes imperantes por el pensamiento ideológico dominante.
Esto permite pensar en otros modos de cooperación productiva, de intercambio, de solidaridad, de vida.

Se trata de hacer percibir a la sociedad actual que no vivimos una crisis, que podría ser resuelta por las condiciones
anteriores, del capitalismo sino una mutación por la que el mismo sistema destruye sus bases y produce sus propias
condiciones de superación

Distinción máxima entre sociedad y capitalismo para incrementar la producción de sociabilidades alternativas, modos
de vida, cooperación y actividades sustraídas a los dispositivos de poder del capital y el Estado: encontrar nuevos
caminos para salir del capitalismo (éxodo).

Los agentes políticos tienen el poder de crear los espacios en los cuales pueden desarrollarse tales políticas de
multiactividad como motor y fin del éxodo, en tanto que relativiza la relación salarial, opone el “trabajo” a modos de
cooperación diferentes y los sustituye por ellos.

Las políticas específicas son:


Garantizar el ingreso: la seguridad de ingreso es la primera condición de una sociedad de multiactividad. Sin embargo,
tal condición tendrá un sentido y una función diferente según:

Se trate de un ingreso insuficiente- mirada neoliberal y liberal: La garantía de un ingreso de base inferior al
mínimo vital tiene como función forzar a los desempleados a aceptar empleos con salarios rebajados, penosos y
desconsiderados. El objetivo es crear un segundo mercado de trabajo protegido contra la competencia de los países
con bajos salarios y contra los derechos de trabajo condenados a desaparecer. Cuanto más bajo sea el ingreso de
base, más fuerte será la incitación a aceptar cualquier trabajo y se desarrollará una patronal de negreros. Ej.:
Workfare norteamericano: derecho a una asignación de base muy baja y la obligación de asegurar un trabajo de
“utilidad social” no pago o apenas pago. Estas formas de empleo estigmatizan a los desempleados de incapaces y
holgazanes a los que la sociedad está autorizada a forzar a trabajar por su propio bien. Esta situación permite
justificar el desempleo a través de las condiciones individuales de estos individuos y descuidan la verdadera
explicación de la problemática: el desempleo es un fenómeno que existe debido a que un tercio de las personas
calificadas o muy calificadas ocupa, a falta de algo mejor, empleos sin calificación y así desplazan a aquellas/os que
normalmente ocupar tales puestos. Solución y crítica de Gorz: convendría subvencionar la distribución de los empleos
calificados, bajando a su tiempo de trabajo de manera sustancia.

Se trate de un ingreso suficiente: se consolida a través de una lógica diferente ya que no apunta a forzar a quienes
lo reciben a aceptar cualquier trabajo en cualquier condición, sino a liberarlo de las restricciones del mercado de
trabajo (trabajo y condiciones indignas vs. Tiempo elegido). Tal asignación no es una asistencia sino una política
generativa (Giddens) que debe dar a los individuos poderes crecientes sobre su vida y sus condiciones, y hacer
efectivo el derecho al trabajo en tanto éste como algo concreto fuera de la lógica de la rentabilidad. La asignación
universal de un ingreso suficiente debe permitir el acceso a los medios que permitan la auto-actividad para satisfacer
a través de su trabajo libre una parte de las necesidades y los deseos que ellos mismos definan.

Características del ingreso suficiente:

-Incondicionalidad y universalidad: Es la mejor forma para el desarrollo de la redistribución ampliada del trabajo
remunerado y no remunerado. Si se quiere que la asignación universal del ingreso suficiente esté ligada al
cumplimiento de una contraprestación que la justifique, es preciso que esta contraprestación sea un trabajo de interés
general en la esfera pública y que este trabajo pueda tener su remuneración como fin sin que altere su sentido. La
incondicionalidad del ingreso suficiente posibilita el desarrollo continuo de las tareas voluntarias. Mientras que la
universalidad del mismo brinda a las personas el derecho al desarrollo de las facultades de autonomía que
trasciende su función productiva: plano moral, político, cultural, existencia y de autoridad.

La asignación universal de un ingreso social suficiente equivale a una puesta en común de las riquezas socialmente
producida por el trabajo colectivo con el fin de economizar el tiempo de trabajo y el gasto de energía necesarios para
el desarrollo de la vida. La verdadera economía lleva a la eliminación del trabajo como actividad dominante y es
reemplazada por la actividad personal o multiactividad.

-Combinar la redistribución del trabajo y el dominio individual y colectivo del tiempo: Se debe convertir el
trabajo en algo cada vez más discontinuo, proponer a los activos la elección entre muy numerosas formas de
discontinuidad y transformar así a ésta en una nueva libertad: el derecho a trabajar de manera intermitente y a llevar
una vida multiactiva, en la cual el trabajo profesional y actividades no remuneradas se releven y se completen. Esta
intermitencia del trabajo permite aumentar el número de empleos permanentes, garantizar la seguridad del empleo:
una misma función es compartida por muchas personas que se relevan y que tienen, todas, otros centros de interés y
ejercen también actividades en su vida.

Tal redistribución del trabajo permite relativizar la importancia del trabajo empleo en la vida de cada uno y dar a las
personas que lo deseen la posibilidad de variar su trabajo, cambiar de empresa, quedarse en movimiento,
experimentar nuevos modos de vida y nuevas actividades

Se plantea cambiar el “trabajo” para cambiar la sociedad. Se lo debe liberar de las restricciones reificantes que
reflejan la subordinación al capital y reconciliándolo con una cultura de lo cotidiano, un arte de vivir que, en lugar de
estar separado de él, se convertiría tanto en una prolongación como en una fuente. El trabajo debe ser entendido
como una actividad inmersa en el tiempo de la vida, un camino hacia el desarrollo de los sentidos, hacia el poder
sobre sí y las cosas, el vínculo con los demás. Debe convertirse en una dimensión más de la vida, acompañado por
otra gama de actividades y alternándose con ellas, actividades cuya productividad no se tiene en cuenta.
- Favorecer el florecimiento de nuevas sociabilidades, nuevos modos de cooperación y de intercambio por los
cuales los lazos sociales y de cohesión social se creen más allá del asalariado.

El autor plantea cambiar la ciudad para que la “nueva subjetividad” deje de ser uncambio que se opera solamente en
la cabeza individual y que el discurso social determinante niega y reprime. Para que este cambio pueda tomar cuerpo
en las cosas, las prácticas y los discursos, es necesario construir ciudades policéntricas inteligibles donde se ofrezcan
una gama de lugares accesibles a todos para la autorrealización de
actividades/aprendizajes/producciones/intercambio de servicios y saberes/reuniones/deportes/etc. Estos lugares
compartidos y públicos posibilitarían en nacimiento de nuevas sociabilidades formando así un proyecto común a
todos.

Ej. Sistema de intercambio locales (SELs) o círculo de cooperación (LETs): es una red de reciprocidad mediada
por la moneda-tiempo que permite intercambiar cualquier prestación o producción por cualquier otra. Esta deja de
anula el poder dinero y la ley del mercado, debido a su caducidad breve y por lo tanto su imposibilidad de ser
atesorada. La moneda-tiempo, al tener caducidad breve, debe ser intercambiada rápidamente en el círculo de
cooperación que fue gestada. Estos círculos basados en la reciprocidad constituyen al mismo tiempo una red
mutualista, estimula los recursos, las producciones y prestaciones locales.

Para que sea viable, el círculo de cooperación, debe contar con el sostén lógico de la municipalidad: debe ofrecer los
locales, medios de producción, equipamiento informático, consejos técnicos, posibilidades de formación y de
aprendizaje, etc.
Estas relaciones fundadas en los círculos de cooperación o sistemas de intercambios locales son vividas como libres
y no alienables, como relaciones de comunicación exentas de dominación que permiten reforzar en los individuos una
actitud crítica y reivindicativa de la organización y la cualidad de trabajo en la empresa capitalista.

Pierre Rosanvallon – La nueva cuestión social

Rosanvallon entiende que las economías europeas entre 1960 y 1970 se regían por una especie de contrato social
implícito que equivalía a encastrar en la economía todo un sistema de subvenciones implícitas entre agentes, que era
favorable al empleo. Distingue dos tipos de políticas esenciales: tasas de interés suficientemente bajas y un abanico
de remuneraciones relativamente angosto donde los más jóvenes del mercado laboral subvencionaban a quienes
tenían mayor antigüedad. En este contexto, el Estado providencia se inscribía naturalmente en una perspectiva
aseguradora y sus costos se emparentaban con el de un consumo de servicios colectivos.

Durante los 70 las economías occidentales internalizaban en el nivel de las empresas toda una parte de costo social
global. Este proceso de internalización del costo social se fundaba en las subvenciones implícitas entre las categorías
de asalariados cuyas remuneraciones estaban desenganchadas de las productividades efectivas (Ej.: jóvenes
subvencionan a los ancianos).

En los años 80 se puso fin a la totalidad de las convenciones y subvenciones anteriores, rompiendo el contrato social.
Dos síntomas del fin del contrato pueden ser:

Aumento de las desigualdades debido al aumento de las distancias entre las jerarquías del salario;

El alza de las tasas de intereses reales (y consecuentemente la suba de los costos) cuya consecuencia social
inmediata fue la reducción de los salarios con el objetivo de que las empresas mantengan la ganancia. El ajuste se
realizó mediante la reducción del volumen de empleos.

Durante los años 90 se aceleró el fenómeno de disociación de lo económico y lo social, de la producción y la


distribución, de la competitividad y la solidaridad. El desempleo masivo lleva al colmo el corte entre la actividad
económica y el Estado de providencia pasivo. Se condujo a una externalización diferenciadora del costo social
global. Mediante la noción de externalización, el autor da cuenta del proceso de disociación entre los registros de
eficacia y solidaridad que en el período anterior estaban articulados. La eficacia se convirtió en la única
responsabilidad de la empresa, en tanto el imperativo de solidaridad ya no compete más que al Estado providencia.
En referencia a la diferenciación, marca que el trabajo ya no se maneja globalmente, a fuerza de categorizaciones
salariales y negociaciones centralizadas. Las empresas procuran
remunerar a cada asalariado según su productividad real.

De este doble movimiento (de externalización y diferenciación) resulta un crecimiento simultaneo de las desigualdades
y del desempleo (asalariados calificados con ventajas por sobre los no calificados en tanto acceso al mercado laboral)
que al cual el Estado providencia indemniza: asalariados menos calificados se convirtieron en desocupados
indemnizados.

Rosanvallon caracteriza de peligroso la tentación de asalariar la exclusión a través del modelo de la discapacidad y el
ingreso de subsistencia. En referencia al primero, indica que al no poder reinsertar a cierto número de individuos al
mercado de trabajo, se termina por asimilarlos como “inválidos sociales”.El ingreso de subsistencia (asignación
universal, ingreso por ciudadanía, ingreso básico) consiste en dar a cada individuo desde su nacimiento hasta su
muerte, sin condición de empleo o ingreso ni contrapartida, un ingreso básico que permite cubrir las necesidades
esenciales y cuyas variaciones dependen del número y la edad de los hijos a cargo. Este tipo de asignaciones
alientan una disociación radical entre lo económico y lo social y en última instancia relega la cuestión del empleo en
un segundo rango. Esta perspectiva conduce a la paradoja de que el avance del derecho social termina por avalar la
exclusión.

A diferencia de la idea del ingreso de subsistencia, el autor sostiene que para superar los límites del Estado
providencia pasivo, y por tanto de la exclusión, es calve mantener una política de inserción al trabajo como piedra
angular contra la exclusión. Es en este punto donde Rosanvallon se diferencia de la postura de Gorz: para él, es
preciso comprometerse mucho más en el sentido de una reinvención de la idea de derecho al trabajo que en el de
formación de un derecho al ingreso. Sólo de este modo se superarían los límites del Estado providencia pasivo
apostando a la inserción de las personas al trabajo en detrimento de la indemnización y así reducir la distancia entre
la esfera económica y la social; mientras que para Gorz, la persona debe organizarse para crear una sociedad de
multiactividad o cultural donde el tiempo de trabajo sea una dimensión más de la vida y que no sea al motor regulador
de la vida: así entiende que es preciso combinar el trabajo remunerado con el trabajo no remunerado entendido como
actividad pública.

Finalmente, el autor propone encontrar la manera modera de realizar la internalización de lo social a fin de lograr
conjuntamente modernización económica y reconstrucción del tejido social; en cierta forma ser moderno y arcaico
(relación de patronazgo) al mismo tiempo. Es preciso avanzar en la idea de inserción de la persona en la esfera del
trabajo como única solución a la exclusión producida por el nuevo sistema económico.

Capítulo 5: El derecho al trabajo: historia de un problema

Pasar de una sociedad de indemnización a una sociedad de inserción invita a retomar la cuestión del derecho al
trabajo. Es necesario pensar la combinación entre derechos y deberes entre el individuo y la sociedad en materia de
trabajo y de protección social:
S. XVI: La preocupación por la indigencia se responde mediante la provisión de trabajo. El Estado se presenta como
protector con intención clara de disciplinar: se pretende poner a trabajar a unas clases virtualmente peligrosas, para
controlarlas y moralizarlas; a su vez, se pensaban en fijar en un territorio a los vagabundos y la gente sin vínculos.

Los talleres de caridad son un ejemplo de esta visión. Son talleres de socorro donde se creaban trabajos para los
individuos sanos a los que la situación económica los condenados a la ociosidad. Se basaban en principios pocos
claros: la obligatoriedad o no del trabajo, el pago era visto como salario o como ayuda, y la falta de claridad jurídica
del sistema de talleres planteado.

Este sistema fue un fracaso por dos cuestiones: 1) indeterminación de sus principios, 2) laparadoja en la que se
encontraba el derecho al trabajo: el derecho de trabajo entendido como derecho formal no era suficiente para
asegurar el empleo a los ciudadanos. Por el contrario, este derecho debía sustentarse en una posibilidad real: el
Estado debía intervenir para crear un ambiente y condiciones favorables para desarrollar la actividad económico.
Mediante su legislación general debe garantizar, a todos aquellos para quienes el trabajo es necesario para existir, los
medios seguros de procurárselo. Es necesario que se pase de un enfoque individualista a un enfoque estadístico y
colectivo de la provisión del trabajo.
Asistencia por trabajo- S. XIX: se caracterizaba por brindar socorro únicamente bajo la forma de trabajo a los
indigentes no ocupados (pero que tienen condiciones de trabajar). La sociedad que ofrece ayuda al indigente debe
castigarlo en caso que no acepte el trabajo. Tal perspectiva tiene intención de moralizar a través de la caridad. No
trata la problemática como una cuestión social.

Ej. Colonia agrícola. Tal experiencia se basaba en confiar tierras incultas a roturar a los mendigos sanos, y con ello
darles un trabajo y medios de subsistencia, eximiendo al mismo tiempo a la sociedad de gastos de su manutención.
Tal experiencia era defendida por los católicos-conservadores, en contraposición al trabajo en la industria, ya que
creían que el trabajo en el campo era moralizador y guardián de la estructura familiar y social.

1930- Keynesianismo: La idea de derecho al trabajo iba a disolverse progresivamente en la perspectiva keynesiana de
las políticas públicas de estimulación de la actividad económica, transformando al mismo tiempo la vieja noción de
asistencia por el trabajo. Roosevelt lanzó un programa de obras públicas destinado a emplear a tres millones de
desocupados. Se planteaba que el Estado supere las acciones asistenciales y pasara a ocupar un rol interventor:
crear puestos de trabajos a través del gasto público y el sostenimiento de la demanda.

En este siglo la idea de desocupación deja de ser vaga y se entiende por ella: inactividad forzosa debida a una falta
de trabajo. Tal situación, no es consecuencia del individuo, deviene del mal funcionamiento del mercado laboral y de
una causa macroeconómica. Tal definición permite tener un nuevo enfoque de acción social: la relación entre el
derecho a la asistencia y prestación de trabajo dejaba der ser propio de una franja de la población para pasar a ser
universal. La desocupación era susceptible de tratarse en una lógica aseguradora alimentada por aportes y
contribuciones deducidos del trabajo (aportes jubilatorios, cajas de desocupación, etc.)

Capítulo 6: “La Sociedad de Inserción”

Para repensar un nuevo tipo de Estado de Providencia superador al Estado de providencia pasivo, es necesario
concebir de manera nueva la gestión social de la desocupación. La misma deberá desarrollarse en la zona intermedia
de indemnización y garantía de empleo y buscar la inserción.

El autor distingue dos ejemplos que pueden entenderse como propios de esta zona intermedia:

Ingreso Mínimo de Inserción: fue introducido en 1988 y se apoya en el principio de compromiso recíproco del individuo
y la colectividad, teniendo en cuenta las necesidades, aspiraciones y posibilidades de los beneficiarios. Como derecho
social se ubica entre el derecho y el contrato: 1) en tanto derecho es accesible a todos y reconoce al excluido como
poseedor de un mínimo de títulos para obtener un mínimo de recursos que les permitan ubicarse dentro de la
sociedad. 2) es un contrato en tanto que está ligado a una contrapartida (compromiso personas del beneficiario en un
rumbo de inserción).

El IMI (Ingreso Mínimo de Inserción) introduce un nuevo tipo de norma que integra el hecho de que algunos individuos
se encuentren en situaciones singulares y, por lo tanto, deben ser tratados particularmente para lograr una mayor
equidad. El IMI es un derecho individualizado (desplaza la obligación de universalidad que define al derecho) debido a
que el itinerario de inserción se adapta a las necesidades de las personas y las posibilidades de la oferta de inserción.
A través de este nuevo tipo de derecho se amplía la noción de igualdad de oportunidades y se diferencia de los
enfoques habituales de lo social (forma tradicional de la ayuda social que toma a su cargo a los marginales/casos
sociales y la clásica protección social que distribuye mecánicamente prestaciones a los derechohabientes).
El autor caracteriza al IMI como derecho condicionado en tanto que está subordinado a una forma de control de los
comportamientos. Característica que no se aplica a la noción de derecho puesto que éste es por esencia de aplicación
universal e incondicional.

Workfare: para vencer la cultura de la dependencia permanente Clinton en 1992 sugiere este plan en el que propone
subsidiar por dos años a las personas, obligándolo a emplearse en el sector privado o efectuando servicios colectivos.
Así el Estado providencia podría convertirse en un vector de inserción y dejar de ser un sistema de asistencia,
dándolo independencia y dignidad al individuo.

La idea básica era simple: quien recibía ayuda del Estado debía brindar a cambio un trabajo. Generalmente se
apuntaba a gente sola principalmente a las mujeres, con hijos a cargo.

Tanto el IMI como el Workfare conducen a un nuevo tipo de redefinición de lo social basado en tres puntos comunes:

Relación entre lo económico y lo social

Naturaleza de los derechos sociales

Definición de los “sujetos” de lo social

Hoy en día el Estado asumen una dimensión social ligada a la inserción. Los derechos sociales son entendidos como
una articulación entre derecho y obligaciones (contrapartida u obligaciones positivas) y son individualizados dejando
de lado el carácter universal clásico de los derechos. Esta nueva formulación de los derechos sociales puede ser
interpretada a partir de la noción del derecho a la inserción: considera a los individuos como ciudadanos activos y no
solamente como asistidos a los que hay que socorrer. La noción de inserción contribuye en este sentido a definir un
derecho de la era democrática, al articular ayuda económica y participación social. Esto se contrapone a la idea del
derecho pasivo fundado sobre una relación de dependencia y donde el titular de los derechos es un sujeto
subordinado. La obligación, al contrario, puede participar de un movimiento resocialización: considera a los individuos
como miembros de una sociedad en la cual tienen derecho a ocupar un lugar. El hombre no sólo tiene derecho a vivir,
sino el de vivir en sociedad.

Esta obligación no es aplicada sólo sobre el individuo sino también sobre la sociedad: la sociedad debe tomar en serio
los derechos y asegurarlos. La obligación no es una restricción de la libertad sino un momento de la construcción de
los social.

El estado de providencia superador nombrado anteriormente debe eliminar el corte entre la economía y la sociedad.
Hay dos formas de realizarlo: Plegar la sociedad a la lógica del mercado: La integración económica se basa en la
creación de puestos de trabajo mal remunerados o ausencia del salario mínimo que permite que se ejerza la
flexibilidad salarial. Si bien posibilitaría una disminución de las tasas de desocupación, es al interior de la esfera de
trabajo donde se desarrollan la diferenciación de condiciones. Integración económica y desintegración social va
entonces a la par.

Crear un espacio económico intermedio: a través de diferentes políticas se introduce una especie de economía
intermedia de la integración social contribuyendo a borrar el corte mortal entre el universo de la empresa eficaz y la
esfera solidaria del Estado providencia. Estas políticas son:

Procesos que faciliten el ingreso de los jóvenes al mercado laboral: contratos de calificación y adaptación.

Técnicas de recalificación social y readaptación profesional de los excluidos: Ej. Contratos de empleos-solidaridad
(CES): estos están destinados a favorecer la inserción profesional de las personas privadas de empleo; son
remunerados por la mitad del salario mínimo y trabajan en organismos públicos y/o asociaciones. Este sistema es
financieramente ventajoso porque el Estado se responsabiliza de la mayor parte del salario y libera a los privados de
los pagos de las cargas sociales.

Dispositivos que permiten el empleo de las personas poco calificadas en empleos poco rentables. Eximen al
empleador de las cargas sociales

Medidas que favorecen el retorno al empleo de los desocupados de larga data.

Este espacio económico intermedio implica que las políticas señaladas requieran obligaciones positivas por parte de
los beneficiarios y que éstas sean controladas por el mismo Estado. Este sistema sería incomodo de manejar por las
instituciones sociales por su complejidad administrativa y social. Solución: transferir una parte de los subsidios
sociales a unas instituciones sociales autónomas que funcionarían como prestadoras de servicios colectivos o
sociales y remunerarían el trabajo de los desocupados que efectuaran esas tareas. La participación de tales
instituciones autónomas permitiría desarrollar mayores propuestas en actividades multiformes y de autoempleo.

El autor menciona la importancia de que:

-las actividades no se dirijan hacia el mercado para evitar que las empresas suplanten a los asalariados corrientes por
los desocupados debido a su bajo costo de empleo.

-evitar que se construya un subsector de desocupados de larga data. Esta política de la economía de la inserción
debe entender como un espacio de resocialización y reaprendizaje profesional.

Capítulo 7 “La individualización de los social”


Con el correr de los años los fundamentos del Estado providencia se fueron desamorando. Sus principios y los
procedimientos organizadores de la solidaridad no se condicen a la época actual; los derechos sociales no responden
a los nuevos desafíos de la exclusión y el Estado se enfrenta a una revolución sociológica en la que los propios
sujetos cambiaron. El antiguo estado de providencia estaba bien organizado para tratar los problemas de poblaciones
relativamente homogéneas (grupos o clases) y ahora debe ocuparse de individuos con situaciones particulares. Por
ej. Las variables explicativas de la duración de la desocupación deben buscarse en un lugar distinto de los meros
datos sociológicos habituales (localización geográfica, edad, sexo, diploma); se debe prestar mayor atención a la
variable biográfica basada en las experiencias anteriores (movilidad, tipo de contrato de trabajo), evolución de la
estructura familiar, historia psicológica personal, etc. Lo que se debe escribir para explicar la desocupación de larga
duración son situaciones y trayectorias individuales y no de grupos o poblaciones.

En referencia a la metodología el autor remarca que es preciso dejar atrás el enfoque estadístico clásico por ser
inadecuado para la comprensión del fenómeno de la exclusión. Por ello indica que es preciso tomar en cuenta para el
análisis los procesos de exclusión, la naturaleza de las trayectorias que conducen a esa situación en tanto procesos
particulares. En este sentido, el fenómeno de la exclusión es entendido por Rosanvallon como manifestaciones de la
diferencia y no de la aglomeración social. Hablar de inserción, es, por tanto, interesarse en las diferentes formas de
agregación existente.

Los excluidos son constituyen una clase o un cuerpo social. Indican más bien una falla del tejido social. Tal
característica hace de los desocupados un grupo sin representantes.

El nuevo Estado de providencia podrá ser redefinido si se abren paso a nuevos enfoques de lo social. Las estadísticas
tradicionales se revelan ineptas para describir este nuevo universo social, más atomizado y más individualista, de
contornos más fluctuantes e inestables. El conocimiento tradicional fundado sobre el concepto de clasificación queda
inadaptado porque presuponía la existencia de diferencias estables. Es tiempo de volver a un nuevo uso de la
monografía, para aprehender de manera sensible el meollo de social; a su vez, debe revalorizarse la biografía y la
prosopografía (reunión de estudios biográficos para describir un grupo o un problema).

La toma en cuenta de las especificidades individuales implica asumir, por parte de las instituciones estatales, una
dimensión tutelar. Se solicita cada vez más que la justicia, por ej., se pronuncie sobre la persona misma más allá de la
personalidad jurídica. El juez aplica cada vez menos una “tarifa”, las penas son más individualizadas. Esta dimensión
tutelar combina elementos del viejo estado de providencia (colectiva) con los de la modernidad (individual) y tiene por
objetivo regir el comportamiento de los individuos invocando cada vez más unos imperativos colectivos.

El nuevo estado de providencia ya no puede ser únicamente un distribuidor de subsidios y un administrador de reglas
universales. Debe ser un Estado Servicio, debe dar los medios específicos de modificar el curso de la vida, de
superar una ruptura, de proveer un problema. La equidad de oportunidades no consiste sólo en compensar en el
punto de partida las desigualdades de la naturaleza o las disparidades de fortuna: apunta a dar de manera
permanente los medios de volver a encarrillar la existencia; su objetivo es dar a los individuos los medios de hacer
frente a todos los azares que no son de orden clásicamente asegurador (acontecimientos familiares, personales,
rupturas profesionales repetidas, etc.). Así, al ser más individualizados, los derechos sociales pueden re
comprenderse y ampliarse. Vuelve a ser posible pensar en la conquista social de los derechos. Lo que está en juego
con respecto al derecho es la inserción en la sociedad.

Roberto Castel – Una Nueva Problemática de riesgo. Cap. 3 Y 4

Castel afirma que el último cuarto de siglo es caracterizado como una crisis de la modernidad organizada.

En primer lugar, se observa un debilitamiento del Estado entendido como un Estado nacional-social, es decir, un
Estado capaz de garantizar un conjunto coherente de protecciones en el marco geográfico y simbólico de la nación;
situación que es posible gracias a que conserva el control de los principales parámetros económicos (dominaba su
propio desarrollo económico y, al ser colonizadores, tenían relaciones de intercambio desiguales con sus colonias).
Estos Estados entendían que la cohesión social era posibilitada por el equilibrio entre el desarrollo económico y el
desarrollo social.

A partir de 1970 los Estado tiene menos capacidad para desempeñar un rol organizador de su economía y, por lo
tanto, para mantener el equilibrio social. Para responder el desafío de la competencia internacional, el desarrollo y
planificación de la economía es realizado a través del modelo de empresa. En consecuencia, la apreciación del
Estado queda invertida: Su función es contra productiva por las sobrecargas que le impone el trabajo para el
financiamiento de las cargas sociales y por los límites legales que le plantea a la exigencia de competitividad máxima
de las empresas en el mercado internacional a cualquier costo social. Por consiguiente, el objetivo será aumentar la
rentabilidad del capital haciendo disminuir el peso ejercido por los salarios y por las cargas sociales, y reducir el
impacto de las reglamentaciones generales garantizadas por la ley sobre la estructuración del trabajo.

De forma paralela, se erosionó el segundo eje del Estado-Nación Social: la atención de la defensa de los intereses
de los asalariados a través de grandes formas de organizaciones colectivas. El desempleo masivo y la
precarización de las relaciones laborales afectan a todas las categorías de trabajadores y golpean a la jerarquía
salarial. La solidaridad de los status profesionales tiende así a transformarse en competencia entre iguales: en lugar
de que todos los miembros de una misma categoría estén unidos en torno a objetivos comunes que beneficiarían al
conjunto del grupo, cada uno es impulsado a privilegiar su diferencia para mantener o mejorar su propia situación. Por
lo tanto, ya no se considera más la dinámica de las relaciones laborales como la más apta para asegurar el desarrollo
económico y la competencia, sino una administración fluida e individualizada del mundo del trabajo.

En la década de 1970 se empieza a advertir la imposición de una movilidad generalizada de las relaciones
laborales, de las carreras profesionales y de las protecciones asociadas al estatuto del empleo. Se trata de la
promoción de un modelo biográfico: cada individuo debe afrontar por su cuenta las contingencias de su recorrido
profesional, por lo que se encuentra sobreexpuesto y vulnerable por no estar sostenido por sistemas de regulación
colectiva. Este tipo de movilidad son más notorios en los campos más avanzados de trabajo dominados por las
nuevas tecnologías.

El autor plantea que también estamos presentes a la responsabilizarían de los agentes: Las obligaciones tienden a
aumentarse en un contexto de competencia exacerbada y bajo la amenaza permanente de desempleo. La
intensificación de las cargas de trabajo es una característica general de la reorganización contemporánea de la
producción en todos los niveles como respuesta a la falta de protección y el miedo al desempleo.

Teniendo en cuenta el contexto de movilidad generalizada de los trabajadores y la creciente desprotección colectiva
sobre los riesgos, se plantean en el mundo social nuevos ganadores y perdedores de oportunidades en el plano
profesional y personal. Tener o no oportunidades depende de los capitales acumulados (económicos, sociales y
culturales). La desprotección ante los riesgos es la desarticulación del capital social.

El retorno de las clases peligrosas: Más allá del desempleo masivo, se asiste a una descalificación masiva que afecta
especialmente a los sectores populares. Por ej., diplomas profesionales se devaluaron crecientemente. Estas
situaciones condenan a quienes no tienen los capitales necesarios para obtener movilidad.

Los excluidos son condenados a hacer frente a su realidad: sobrevivir en los intersticios de un universo social
recompuesto solo a partir de las exigencias de la eficiencia y del rendimiento. Esto provoca el aumento de la
inseguridad, resentimiento y racismo. Los excluidos entienden que los inmigrantes, considerados por ellos menos
competentes, son su competencia en la carrera de obtener un empleo. El mismo está, para su visión, en mejores
condiciones que el residente debido a las ayudas estatales que percibe. El resentimiento social como respuesta al
malestar social afecta a los grupos próximos. Es una reacción de los blanquitos para reafirmar su superioridad ante
los otros.

En cuanto a la inseguridad: se debe comprender el carácter paradigmático del problema de los suburbios pobres en
relación con la temática actual de inseguridad. Los “barrios sensibles” acumulan los principales factores causantes de
inseguridad: altas tasas de desempleo, empleos precarios, viven en zonas no urbanizadas, visibilidad de prácticas
delictivas ligadas al trafico de drogas y a los reducidores, etc. La inseguridad social y la inseguridad civil se
superponen y se alimentan recíprocamente. Pero sobre las bases de estas constataciones, la diabolización de la
cuestión de los suburbios pobres, y particularmente la estigmatización de los jóvenes de esos lugares, tiene que ver
con el proceso de desplazamiento de la conflictividad social: cristalización en grupos particulares, situadas en los
márgenes, de todas las amenazas que entraña en sí una sociedad. Se retorna al discurso de las clases peligrosas.
Estos discursos, desplazan la verdadera discusión sobre el desempleo y la consecuente exclusión, y el Estado deja
de ser un Estado social y se convierte en un Estado gendarme (estado dedicado exclusivamente a la seguridad civil).

Cap. 4: Una nueva problemática del riesgo

En la década de 1980 aparece una nueva problemática de inseguridad que nace debido a dos transformaciones:
Dificultad creciente para estar asegurado contra los principales riesgos sociales que podrían calificarse como clásicos
(ej. Accidente, enfermedad, desempleo, incapacidad de trabajo debido a la edad o discapacidad, etc.). Esto se debe al
debilitamiento del Estado de Bienestar y, por consecuencia, la creciente vulnerabilidad de las familias para dominar
tales riesgos. Esto conlleva a que surja un Estado de inseguridad.

Surge un Estado de inseguridad frente al porvenir que puede alimentar la inseguridad civil, sobre todo en los sectores
más pobres.

En este marco aparecen una nueva generación de riesgos que no parecen guardar relación directo con los
primeros, ya que su emergencia corresponde en lo esencial a las consecuencias descontroladas del desarrollo de las
ciencias y de las tecnologías que se vuelven contra la naturaleza y el medio ambiente, al que supuestamente pretende
dominar el hombre. Estos nuevos riesgos hacen de la situación de vida del hombre moderno un horizonte insuperable
de inseguridad, debido a que:
- se han debilitado las coberturas clásicas de riesgos
- existe un sentimiento generalizado de impotencia ante las nuevas amenazas de la modernidad.

Estas características de los nuevos riesgos cuestionan la concepción tradicional de sociedad de riesgos. La noción
tradicional entendía que los riesgos eran previsibles al igual que sus costos. En cambio, con la modernidad, los
riesgos se tornaron imprevisibles e incalculables como sus efectos. Por lo tanto, no se puede hablar de riesgos sino
de situaciones nefastas; existe gran posibilidad que ocurren, pero no se cuentan con los recursos tecnológicos para
resolverlos ni conocimientos para anticiparlos. Ej.: Chernobyl, enfermedad de la vaca loca, etc.

El autor argumenta que es pertinente hablar aquí de daños o acciones o situaciones nocivas. Estos nuevos daños
nocivos hacen repensar el modo en que se los piensa y se los intenta analizar. Ej. Si una industria altamente
polucionante se implanta en una región particularmente desfavorecida del Tercer Mundo para explotar una mano de
obra barata, la respuesta pertinente no es “mutualizar los riesgos”, obligando a la población autóctona a asegurarse
contra estos daños. Consistiría más bien en proscribir estas nuevas formas planetarias de explotación o al menos en
imponer a las empresas multinacionales que se benefician de ello regulaciones severas compatibles con un desarrollo
duradero. Es decir, la instauración de instancias políticas trasnacionales suficientemente poderosas para imponer
límites al frenesí de la ganancia y domesticar el mercado mundializado.
La noción de sociedad de riesgos impedía analizar la modernidad desde un carácter social/sociológico, como
situaciones producidas por un productivismo desenfrenado y de una explotación salvaje de los recursos del planeta.
Solamente se acotaba a pensar en dar respuestas mutualistas a los fatalismos.

Sin embargo, las instancias relacionadas a las políticas trasnacionales para regular los efectos negativos del frenesí
capitalista, no existen en la actualidad. Los individuos deben hacer frente por sí solo a estos riesgos. Señala, a su vez,
que existe una estrecha relación entre la explosión de los riesgos, la hiperindividualización de las prácticas y la
privatización de los seguros. Si los riesgos se multiplican y si el sujeto está solo para hacerles frente, es el individuo
privado, privatizado, al que le corresponde asegurarse a sí mismo, si puede. Crece el mercado de los seguros
privados.

ARCIDIACONO-GAMALLO

El tema central del texto es el incremento de la participación del poder judicial como ámbito para dirimir la satisfacción
de demandas vinculadas con los derechos sociales. Esto fue posibilitado por reformas constitucionales que recogieron
los instrumentos internacionales de derechos humanos y también la falta de respuesta de los poderes legislativo y
ejecutivo.

El enfoque de derechos humanos influyó en el diseño de las políticas sociales.


Hay distintas perspectivas teóricas: respecto al carácter ambiguo de los derechos como expresiones de luchas de
poder y estructuradores de desigualdades a la vez que tienen potencia transformadora; respecto de las distintas
formas históricas; y respecto de cómo la economía política del bienestar introdujeron los conceptos de
mercantilización y desmercantilización.

Enfoque de derechos: se basa en principios internacionales tratando de integrarlos a la legislación nacional.


Determina en sentido positivo y negativo las obligaciones del estado para lograr la realización de los derechos civiles y
políticos, y los derechos económicos sociales y culturales.. Constituye un medio para limitar las formas abusivas del
estado y un programa para orientar políticas estatales contribuyendo a la inclusión social. Los derechos humanos son
universales, indivisibles, inalienables e interdependientes.

El inconveniente es que en algunos lugares persisten los beneficios asistenciales bajo la lógica del clientelismo
político, apelando a la responsabilidad individual. Se debe a la falta de control y fallas en la información pública.

La creciente actuación de los tribunales conlleva una tendencia a la juridización de las relaciones sociales
(formalización legal de cuestiones que se encontraban reguladas de manera autónoma e informal.
Los procesos de movilización legal fueron dirigidos mediante la acción de los tribunales y cortes constitucionales,
movilización de grupos sociales y activismo internacional.
Esta situación nos plantea un problema: la afiliación de los individuos. Se debe litigar contra organizaciones
poderosas, por eso se intenta recurrir a uno de los poderes del estado, lo cual implica incorporar demandas sociales
en la agenda pública.

Hay peligro de radicalización del individualismo que recurre a una intervención estatal compensadora o reparadora,
perdiéndose el carácter de reconstrucción del vinculo social.
El acceso a la justicia generó nuevos mecanismos de segregación social, profundizándose los conflictos al interior de
la sociedad, además de falencias en el poder judicial para abordar conflictos colectivos.

Una crítica común es que esto lleva a la sustitución de funcionarios elegidos por el pueblo , por jueces.
Consecuencias: efectos simbólicos: reconocimiento de problemas y de sujetos como victimas de violación de
derechos.

Heterogeneidad estructural y marginaciones sociales: En América Latina hay poblaciones plenamente integradas al
sistema económico y sectores marginales (superpoblación relativa). Son frecuentes los fenómenos de exclusión,
pobreza y desigualdad social. Hay heterogeneidad y fragmentación de la estructura socio-ocupacional y problemas
en al formación de identidades sociales y culturales.

Críticas: el derecho puede leerse como una lucha por la apropiación de su fuerza simbólica, constituye un discurso
ideológico cuya función es formalizar y reproducir las relaciones establecidas, pero también puede removerlas y
transformarlas.

Por otro lado, la población se ve desarmada debido a que desconoce el lenguaje hiperespecializado de la ciencia
jurídica. El derecho contribuyó como discurso orientado a perpetuar y delinear situaciones de desigualdad. La libertad
justifica rentas e ingresos desiguales mientras los derechos sociales apuntan a ofrecer condiciones para igualar los
status, y por esto han entrado en conflicto con los derechos civiles y políticos, generando un desequilibrio que
favoreció las intervenciones autoritarias estatales en desmedro de la participación ciudadana… ciudadanía de baja
intensidad (o’donnell) donde se respetan los derechos participativos y democráticos de la poliarquía pero se viola el
componente liberal de la democracia. La legitimidad del estado en América Latina, se basa en la complementariedad
e interpenetración entre instituciones sociales universales, propias de la esfera pública, y el clientelismo, propio de la
esfera privada.

La exclusión tiene un fundamento político que se expresa en la no pertenencia a la comunidad política, entendida
como una comunidad de derechos, separa a individuos y grupos sociales reforzando las diferencias provocadas por el
mercado.

La desmercantilizacón es el conjunto de restricciones económicas, políticas y culturales(y ético), que limitan la


entrada de bienes en la esfera mercantil, o intervenciones que extraen relaciones sociales de la misma, adcribiendolas
a la regulación estatal.
Deben responder a las necesidades sociales (distintas de los deseos individuales) a través de mecanismos públicos y
colectivos de redistribución.
Los derechos reconocen las necesidades pero no pueden garantizar su satisfacción cuando los recursos no son
suficientes.

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