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Junio del 2011

Compañerazgo y Francmasonería: fusiones y confusiones

Los tres primeros grados de la francmasonería tienen los mismos nombres que
se usaban anteriormente, en las comunidades de oficio de la mayoría de
países de Europa, para designar los tres estados sucesivos de sus miembros:
aprendiz, compañero y maestro. Este hecho, unido a la reivindicación de la
Orden masónica de ser continuidad orgánica de las logias medievales de
talladores de piedra (masones, en el sentido antiguo del término), es el origen
de algunas confusiones, sobre todo en lo relativo al parentesco entre la
francmasonería especulativa y los compañerazgos de oficios, sobre todo en
Francia.
El problema de saber si la francmasonería especulativa es o no verdadera
continuación de las logias británicas de talladores de piedra, actualmente no
tiene respuesta absolutamente cierta. Ningún documento permite afirmarlo,
pero el hecho mismo de que tradiciones y símbolos provengan, de hecho, de
estas logias no permite negarlo. En realidad, el verdadero problema reside más
bien en la cuestión de las modalidades y motivaciones que hayan podido llevar,
sea a la transformación de la masonería operativa en francmasonería
especulativa, sea a la apropiación, por parte de esta última, de un marco propio
que haya servido de soporte a su dimensión especulativa. Es un tema muy
complejo, que continúan debatiendo los historiadores de la francmasonería, y
cuyos aspectos no han sido totalmente explorados.
Como quiera que sea, al llegar a Francia, la francmasonería se encontró con
organizaciones de oficios que estaban en el apogeo de su vitalidad:
Compañeros del Deber y otras sociedades de compañerazgos presentes en le
tour de France.
Dichas sociedades practicaban ritos iniciáticos durante la recepción del
aspirante al rango de Compañero, grado único pero que se solía dividir en dos
estados: Compañero Recibido y Compañero Realizado (esta segunda parte de
la recepción tenía lugar, generalmente, seis meses después de la primera,
plazo consagrado a la instrucción en el compañerazgo). La mayoría de estas
sociedades reconocían como fundador a Maestro Santiago, un tallador de
piedra que habría trabajado en la obra del templo de Salomón, según una
versión de su leyenda, o en la de las torres de la catedral de Orleans, según
otra versión. Carpinteros, techadores y yeseros eran, por su parte, “hijos”
del Padre Soubise, colega de Maestro Santiago (o en Jerusalén o en Orleans).
Hijos de Maestro Santiago e hijos del Padre Soubise integraban el Deber,
mientras que los Compañeros “extranjeros” talladores de piedra y las
sociedades “no del Deber” o “de Libertad” (más tarde, “del Deber de Libertad”),
formadas en su origen por carpinteros y cerrajeros llamados Gavots (escisión
de los del Deber) –a los que se añadieron, en el transcurso del siglo XIX, los
carpinteros “Indianos” (escisión de los del Deber)- reconocían como único
fundador al rey Salomón.
Se conoce muy mal la historia de estas sociedades. Sus mismas leyendas son
poco fiables, ya que se reldactaron tardíamente (1839), en una época en que
se les mezclaron elementos heterogéneos. Los compañerazgos sólo emergen
en la historia documental hacia mediados del siglo XVI, pero se puede
razonablemente suponer que parte de ellos, sobre todo los de los oficios de la
construcción (talladores de piedra, carpinteros, ebanistas y cerrajeros),
descienden muy directamente de organizaciones creadas por constructores de
catedrales góticas y que los fundamentos de la organización del compañerazgo
se remontan al menos a comienzos del siglo XIII. Encontramos aquí un medio y
una época idénticos a aquéllos de los que la francmasonería británica pretende
descender.
Si las lagunas documentales no permiten establecer la existencia de relaciones
orgánicas entre los compañerazgos continentales y las logias operativas
británicas (aunque están documentados viajes de maestros masones franceses
a Inglaterra y otros lugares), es, sin embargo, cierto que, muy pronto,
probablemente desde los años 1730, ciertos Masones y
ciertos Compañeros se preguntaron si había un vínculo de parentesco entre
sus respectivas organizaciones, y esto incluso cuando numerosos Masones
especulativos aristócratas o burgueses consideraban a las gentes del oficio
como de demasiado baja condición como para admitirles en logia. Esto es más
que probable en lo que se refiere a los Compañeros talladores de piedra de
ambos ritos –hijos de Salomón (los Extranjeros) e hijos de Maestro Santiago
(losViajeros), pues parte de ellos continuaban su carrera como arquitectos,
ingenieros, contratistas, etc, es decir, pertenecían a las categorías
socioprofesionales que eran reclutadas por las logias. Su simbología presenta
tan grandes similitudes con la de la francmasonería, que no se quedan en el
entrecruzamiento de compás, escuadra y regla, ni en herramientas como el
nivel o el mallete y el cincel, sino que tocan igualmente símbolos
“especulativos” como la esfera armilar, símbolo vitruviano documentado entre
los Compañeros Viajeros talladores de piedra de París desde 1726.
Sin embargo, en lo que se refiere a instrumentos de geometría y herramientas
del oficio, esta semejanza formal únicamente muestra que ambas
organizaciones se fundan, real o simbólicamente, en la talla de piedras. En
cuanto a los demás símbolos ligados a la arquitectura y a las ciencias, como la
esfera armilar, su uso se encontraba demasiado generalizado desde el siglo
XVI, especialmente, en frontispicios de libros y marcas de impresores, como
para permitirnos sacar conclusiones acerca de filiaciones históricas
(señalemos, sin embargo, que esto da fe del interés especulativo, en gran parte
de Europa, por la arquitectura, tras el descubrimiento de la obra de Vitruvio en
1486).
Hay que subrayar, igualmente, el hecho de que, desde finales del siglo XVIII
pero sobre todo desde comienzos del siglo XIX, las sociedades de
compañerazgo tuvieron acceso a la mayor parte de leyendas, ritos y símbolos
de la francmasonería, que les sirvieron en gran medida para escribir o
reescribir sus propios rituales. Si esto da como resultado la afiliación de
Compañeros a logias masónicas –documentada desde antes de la Revolución
de 1789-, hay que tener en cuenta el papel jugado por las publicaciones
impresas, con ayuda de las cuales podían los “profanos” conocer “secretos” de
la Masonería. Satisfechos de poder dar a sus sociedades apariencia de
respetable antigüedad, los Compañeros extrajeron de aquí, sin escrúpulo
alguno, materiales para enriquecer sus tradiciones.
La importancia y la facilidad de esta “contaminación” podrían explicarse por la
relativa proximidad que habrían tenido ambas tradiciones, compañerazgo y
masonería. Pero esta proximidad es muy hipotética en el caso de algunos
antiguos ritos de recepción al compañerazgo, de los que tenemos
conocimiento, sobre todo por la Resolución de la Sorbona de 1655, que se
refiere a talabarteros, zapateros, cuchilleros, sombrereros y sastres. Las
variantes aquí son numerosas, pero todas se articulan alrededor de episodios
de la vida de Cristo, más especialmente de la Pasión. Lo mismo ocurre con las
antiguas sociedades forestales, como los Buenos Primos Carboneros o
Leñadores: se trata de iniciaciones profundamente cristianas y es tardíamente
y por influencia de la francmasonería cuando se introducen elementos que
permiten creer ulteriormente en un origen común con ésta.
En todo caso, hay que dejar claro que francmasonería y compañerazgos son
organizaciones netamente distintas, que hunden sus raíces (históricas o
ideales) en el hecho mismo del papel fundamental que conceden al oficio, en
un sustrato cultural en gran parte común y en el que el templo de Salomón
ocupa plaza de arquetipo ineludible.
FUENTE: este post es traducción del artículo “Des confusions entre compagnonnage et franc-
maçonnerie“, de la más que interesante web que se puede consultar haciendo clic aquí.

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