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l. INTRODUCCION
Dice expresamente la Constitución en su Art. 131: "De las garantías. Para hacer efectivos
los derechos consagrados en esta Constitución, se establecen las garantías contenidas en
este capítulo, las cuales serán reglamentadas por la Ley".
Nuestra Carta Magna dedica todo un capítulo a las garantías, las cuales son: La
inconstitucionalidad, el Amparo, el Hábeas Corpus y el Hábeas Data.
Se debe observar cómo operan cada una de las causas que apoyan una y otra decisión.
Esa dinámica habitual de los comportamientos advierte que no existen normas aisladas;
ellas operan en la sistematicidad del derecho, donde las leyes fundamentales indican una
tesis que las inferiores han de armonizar para lograr un esquema apropiado de reglas
de conducta.
La mera voluntad del hombre, en este sentido, no puede decidir cuál es la jerarquía de la
norma por la que opta. Las voluntades colectivas son las que resuelven y, esencialmente,
las preeminencias que manda la Constitución del Estado.
Kelsen, un riguroso exponente, se niega a conceder a los derechos cualquiera que sea el
calificativo que los acompañe más consistencia real que la de mero reflejo de la única
realidad Jurídica: las normas.
La Constitución no parece, pues, sino la primera y suprema Ley. Encarna, sin embargo, una
realidad jurídica dudosamente «positiva». Más que proponer el modo concreto de regular
relaciones sociales Que será lo propio de las leyes positivas, contiene una panoplia de
fórmulas que permitirán en su momento vetar determinadas leyes. La Constitución es, en
realidad, legislación negativa; y como tal se configurará su capacidad de control de las
leyes en el sistema «concentrado» de diseño kelseniano, que será introduciendo una nueva
fuente de contradicciones al que se acabe recurriendo en la Europa continental.
Declarar inconstitucional una ley positiva no iría más allá de sustraer negativamente
del ordenamiento jurídico lo que aquélla había puesto; si un Tribunal Constitucional
se permitiera realizar por su cuenta alguna aportación positiva estaría suplantando al
Parlamento, al invadir competencias propias de los órganos depositarios de la
soberanía popular.
20. El artículo 168.1 de la Constitución española prevé que cuando se propu- siere
una revisión de su texto que afecte —entre otros— al Capitulo Segundo, Sección
Primera, que se ocupa «De los derechos fundamentales y de las libertades
públicas», la iniciativa exigirá «mayoría de dos tercios de cada Cámara»,
procediéndose «a la disolución inmediata de las Cortes». El artículo 87.3, tras
exigir un mínimo de 500.000 firmas acreditadas para dar paso a una iniciativa
legislativa popular, señala que «no procederá dicha iniciativa en materias propias
de ley orgánica», entre las que el artículo 81.1 incluye en primer lugar «las
relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y de las libertades
públicas».
21. Así ante la opinión de una Magistratura de Trabajo, que estimaba que de- Control
constitucional... de la protección de los derechos humanos 101
Todo ello resulta, sin duda, particularmente razonable, si no se olvida una doble
lección de la historia. Por una parte, el atropello masivo de los derechos humanos ha
contado con frecuencia —si no con el apoyo explícito de una mayoría social — con un
silencio cóm- plice; se estimaba inviable su superación, se los consideraba precio
obligado de imperativos de seguridad o razón de Estado, o simple- mente el ciudadano
medio se sentía inclinado a optar ambiguamente por no sentirse particularmente
responsable de la situación. Por otra, los avances en la propuesta y garantía de los
derechos humanos han sido el fruto de propuestas sociales utópicas, obligadamente
acom- pañadas por una dura lucha contra tópicos 2 socialmente arraigados, en la que
debieron buscar apoyo en exigencias éticas de tan sólida objetividad como para
empujar a doblegarlos.
La protección jurídica efectiva de los derechos humanos obliga, por tanto, a archivar
todos los planteamientos que intentan dar paso a una dimensión asépticamente
técnica del derecho, desligándolo es- crupulosamente de toda vinculación ética o
moral en sentido lato. De ahí que resulte especialmente aparatoso cualquier intento
de re- fugiarse, a la hora de abordarla, en esa técnica, convertida en «ideo- logía».
Todo texto constitucional alude implícitamente a una teoría de la justicia, más o
menos definida, que invita a plasmar en la práctica. No habrá, pues, auténtica
protección jurídica de los derechos huma- nos sin un esclarecimiento nítido a la teoría
de la justicia que le está sirviendo de fundamento. La dificultad para pisar terreno
firme en tan delicada operación debe llevar a realizarla con especial transpa- rencia,
abriéndola así a la critica y al debate, y no a camuflarla irresponsablemente con
circunloquios o reenvíos procedimentales. Siempre será más necesario abrir a la
opinión pública las valoracio- nes básicas que animan la interpretación constitucional
que rendirse a quienes dominan la comunicación social, asumiendo tácitamente los
tópicos vigentes. El valor de la doctrina jurisprudencial conso- lidada, como
paradigma de resoluciones futuras, puede aportar en todo caso el papel atemperador
propio de la tradición como saber acumulado, al delimitar realidades tan decisivas.
terminadas medidas discriminatorias proteccionistas de la mujer podrían ser deroga-
das «si es que carecen de actualidad», el Tribunal Constitucional enfatiza que «el
problema no es la conformidad de la solución jurídica con las convicciones o creen-
cias actuales, que es a lo que puede llamarse “actualidad”, sino su conformidad con la
Constitución» —STC 81/1982, de 21 de diciembre, F.2; B.JC, 1983 (21), p. 71.
22. De ello hemos tratado en «Los derechos humanos entre el tópico y la uto- pía»,
Persona y Derecho, 1990 (22), pp. 159-179. 102 Andrés Ollero
Conclusiones
1.- En los diversos sistemas constitucionales analizados, los cuales merecen respeto y
consideración, hemos encontrado que estos difieren mucho en su aplicación y efectos. Solo
por citar, una (la Constitución Venezolana), consideramos llega a extremos peligrosos, pues
los poderes atribuidos a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo, puede hasta
considerarse como una suerte de intromisión en otros poderes, al permitir incluso la
intervención judicial durante el tratamiento o estudio de la norma, produciendo un
desequilibrio entre estos. Debemos señalar que en el Estado de Derecho, es importante
respetar la libre y espontánea determinación y disposición de los derechos ciudadanos.
3.- Consideramos que la última parte del artículo 137 de la Constitución Nacional, es la
letra muerta, por lo mismo que se ha mencionado anteriormente. Creemos que la intención
del constituyente (traslucida en el Art. 3 de la Constitución) era la de mantener un
equilibrio y autonomía entre los poderes del Estado, por lo que la mención constitucional
de que CARECEN DE VALIDEZ TODAS LAS DISPOSICIONES O ACTOS DE
AUTORIDAD OPUESTO A LO ESTABLECIDO EN ESTA CONSTITUCIÓN, no
tiene mayor efecto práctico y pasa a constituir una simple declaración, pues como menciona
no existe ningún órgano o poder del Estado que esté autorizado a DECLARAR LA
INVALIDEZ de las disposiciones o actos contrarios a esta.
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Profesor G. PECES-BARBA MARTÍNEZ, ante el Pleno del Congreso de los Diputados en
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