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Madrid, Tecnos, 2009. Autor del capítulo: Juan Comesaña.
Escepticismo
1. Introducción
filósofos piensan que refutar al escéptico es una de las tareas fundamentales de la teoría
del conocimiento. Aunque otros filósofos no creen que esa tarea sea posible (y muchos de
ellos no la encuentran interesante), es una opinión casi unánime que hay mucho que
aprender de los argumentos escépticos. En este capítulo distinguiremos dos formas de
escepticismo, el pirrónico y el cartesiano, y esbozaremos algunas de las estrategias que
distintos filósofos han elaborado para lidiar con ellos.
2. Conocimiento, justificación y escepticismo
introducir dos nociones: la de justificación y la de actitud proposicional.
No toda creencia verdadera constituye conocimiento. ¿Qué más se necesita? Los
filósofos no se han puesto de acuerdo acerca de cómo responder a esta pregunta. Pero sí
existe un consenso más o menos amplio acerca de cómo comenzar a contestar esa
pregunta: de acuerdo con ese consenso, para que una creencia sea conocimiento no sólo
debe ser verdadera sino que además debe estar justificada (aunque desde la publicación
en 1963 de un artículo de un par de páginas por Edmund Gettier, 1 casi todos los autores
se han convencido de que la justificación no es suficiente, ni siquiera junto con la verdad,
verdadera a pesar de no estar justificada –cuando, por ejemplo, decido impulsivamente
que la mejor manera de llegar a destino es tomar el camino de la izquierda, y resulta que
ése es el mejor camino, aunque por razones que a mí no se me han ocurrido–, esa
creencia no es algo que el sujeto sabe. (Algunos autores usan otras palabras en lugar de
‘justificación’ –‘garantía’, ‘racionalidad’, etc.–, a veces como sinónimas y otras veces
con la intención de marcar importantes distinciones epistemológicas. En este capítulo no
nos interesaremos por esas distinciones.) Además, la justificación debe ser epistémica: la
madre de un asesino condenado puede estar justificada, en algún sentido, en creer que su
hijo es inocente a pesar de toda la evidencia en contra, pero, justamente por la existencia
1
Edmund Gettier, “Is Justified True Belief Knowledge,” Analysis 23 (1963), pp. 121
123.
de esa evidencia, no estará epistémicamente justificada; su creencia no será conocimiento
ni siquiera si es verdadera y si todas las otras condiciones necesarias se cumplen.
Ahora bien, la creencia es sólo una de tres posibles actitudes proposicionales: con
respecto a cualquier proposición p, uno puede creerla, descreerla o suspender el juicio
podría haber dos en lugar de tres). Cuando un sujeto considera una proposición, su
situación epistémica será tal que el sujeto estará justificado en adoptar una de esas
actitudes. Por ejemplo, ahora mismo considero tres proposiciones: que la nieve es blanca,
que el pasto es azul, y que hay un número par de estrellas en la Vía Láctea. Mi situación
segunda y suspender el juicio con respecto a la tercera. En particular, la suspensión del
juicio debe distinguirse del hecho de no adoptar actitud alguna con respecto a una
proposición. Cuando uno suspende el juicio con respecto a una proposición, uno se
compromete a que los datos disponibles no favorecen ni la afirmación ni la negación de
la proposición, mientras que cuando uno ni siquiera considera una proposición, uno no se
compromete a nada con respecto a ella.
escepticismo. El escepticismo con respecto al rango de proposiciones P es la tesis de que
la única actitud justificada con respecto a los miembros de P es la suspensión del juicio.
ejemplo, es claro que el escepticismo es la tesis adecuada con respecto a la proposición
de que hay un número par de estrellas en la Vía Láctea. El tipo de escepticismo que ha
interesado a los filósofos va mucho más allá de este sano escepticismo de sentido común.
El escepticismo como tesis filosófica se caracteriza por su generalidad: se aplica a un
rango de proposiciones extremadamente grande en comparación con las proposiciones a
las cuales se aplica el escepticismo de sentido común.
3. Escepticismo pirrónico y escepticismo cartesiano
Distingamos ahora dos tipos de proposiciones: a aquellas que no contienen ningún
ordinarias”, y a las que sí contienen ese tipo de conceptos las llamaremos “proposiciones
epistémicas”.2
proposiciones a las que aplican la tesis escéptica. El escepticismo cartesiano es la tesis de
que la única actitud justificada con respecto a la mayoría de las proposiciones ordinarias,
2
Cabe aclarar aquí que no entendemos a las nociones de verdad y creencia como
conceptos epistémicos.
quizás a todas, es la suspensión del juicio. Pero el escéptico cartesiano no cree que la
suspensión del juicio es la actitud justificada con respecto a cualquier proposición. Por el
contrario, el escéptico cartesiano cree que la única actitud justificada con respecto a
proposiciones epistémicas es la de descreerlas: de acuerdo con él, estamos justificados en
creer que no sabemos casi nada de lo que, ordinariamente, pensamos que sabemos. (Es
importante notar aquí que, en la discusión contemporánea sobre el escepticismo, muchas
veces se designa con la etiqueta ‘escepticismo’ a este rasgo del escepticismo cartesiano:
la pretensión de que no sabemos casi nada. Me atengo en este capítulo a la posición
tradicional de considerar escéptico sólo a quien sostiene que hay que suspender el juicio
con respecto a un rango de proposiciones.)
Desde el punto de vista del escéptico pirrónico, el escepticismo cartesiano comete
juicio con respecto a la proposición de que la nieve es blanca; pero, de acuerdo con el
escéptico pirrónico, deberíamos suspender el juicio también con respecto a la proposición
de que sabemos que la nieve es blanca, mientras que el escéptico cartesiano cree que
debemos descreer de esta última proposición.
Ahora bien, como dijimos antes, estos dos tipos de escepticismo difieren de
manera radical del escepticismo de sentido común: el escepticismo filosófico (tanto el
pirrónico como el cartesiano) recomienda la suspensión del juicio con respecto a
proposiciones que comúnmente diríamos que sabemos, tales como la proposición de que
tengo pies, o de que existe un mundo externo independiente de mi mente. Es por ello
mismo, por la radicalidad del escepticismo filosófico, por lo que su interés radica en los
argumentos que puedan darse en su favor más que en la posición misma. Y, como
veremos en lo que sigue de este capítulo, no han faltado en la historia de la filosofía
argumentos a favor de estos tipos radicales de escepticismo.
4. El escepticismo cartesiano
4.1 El argumento escéptico cartesiano
El escepticismo cartesiano deriva su nombre del hecho de que Descartes, en la
primera de sus Meditaciones, presenta varios argumentos destinados a concluir que no
sabemos lo que ordinariamente suponemos saber acerca del mundo externo (externo a
nuestras propias mentes). Por supuesto, Descartes mismo no es un escéptico cartesiano:
filósofos coinciden en que los argumentos escépticos de la primera meditación son más
aproximadamente entre el tercero y el primer siglo a.C.–.
ordinarias, quizás a todas, es la suspensión del juicio; segundo, la única actitud justificada
descreerlas. Una manera de concebir el escepticismo cartesiano consiste en ver la primera
tesis como derivada de la segunda: debemos suspender el juicio con respecto a, por
ejemplo, la proposición de que existe un mundo externo, porque debemos creer que no
sabemos que existe un mundo externo.
Ahora bien, como se dijo antes, cualquier escepticismo que se aparte del sentido
común, y el escepticismo cartesiano en particular, es interesante sólo en tanto y en cuanto
los argumentos a su favor sean interesantes. Dada la conexión entre las dos tesis del
escepticismo cartesiano, necesitamos sólo un argumento a favor de la tesis de que no
sabemos, por ejemplo, que existe un mundo externo. Dicho argumento puede encontrarse
entre los desarrollados por Descartes en la primera meditación. Pare presentar una
escéptico. Considérese una proposición ordinaria cualquiera que normalmente diríamos
que sabemos que es verdadera: por ejemplo, en mi caso, la proposición de que tengo pies
–abreviémosla con la letra ‘o’, ya que se trata de una proposición ordinaria–. Un
escenario escéptico con respecto a una proposición p para un sujeto S es una situación EE
tal que, si S se encuentra en EE, la situación para S es indistinguible de una situación en
respecto a o es una situación en donde lo único que existe es mi mente desencarnada y un
genio maligno que me engaña al hacerme pensar que soy un ser humano común,
completo, con pies y todo (designemos a este escenario ‘GM’).
El argumento a favor de que no conocemos ninguna proposición ordinaria, y que
por lo tanto debemos suspender el juicio con respecto a ellas, puede entonces
reconstruirse de la siguiente manera:
Argumento escéptico cartesiano
1. Si sé que o es verdadera, entonces sé que GM es falsa.
2. No sé que GM es falsa.
Por lo tanto,
3. No sé que o es verdadera.
3
Al requerir que EE sea incompatible con p dejamos fuera escenarios escépticos tales
como la hipótesis de que estoy soñando que tengo pies –ya que el estar soñando es
compatible con que tenga pies—. Es posible reconstruir el argumento escéptico aun con
respecto a escenarios que, como el del sueño, no son incompatibles con la verdad de la
proposición en cuestión, pero el requerimiento de incompatibilidad simplifica la
exposición de los argumentos que siguen.
Por lo tanto,
4. Debo suspender el juicio con respecto a o.
proposición ordinaria, teniendo cuidado de elegir en cada caso un escenario escéptico
adecuado –es decir, que cumpla con la caracterización de “escenario escéptico” dada en
el párrafo anterior. Dejaremos a un lado en este trabajo el paso de la primera a la
segunda conclusión del argumento escéptico cartesiano –es decir, el paso que consiste en
saltar, por ejemplo, de “No sé que tengo pies” a “Debo suspender el juicio con respecto a
la proposición de que tengo pies”.4 En las dos secciones que siguen examinaremos qué
puede decirse a favor de cada una de las premisas de este argumento.
4.2 La primera premisa del argumento escéptico cartesiano y el principio de
clausura
Con respecto a la primera premisa, se ha ofrecido varias veces la siguiente línea
argumentativa: Con sólo reflexionar acerca del contenido de las proposiciones o y GM,
cualquier sujeto que sea mínimamente competente puede darse cuenta de que si o es
verdadera, entonces GM es falsa –el que tenga pies implica que no soy un alma
4
El examen de ese paso involucraría, entre otras cosas, analizar la relación entre el
conocimiento y la justificación de las afirmaciones y las creencias.
desencarnada–. Y parece obvio que, si sé que la verdad de o implica la falsedad de GM,
manera un poco más formal:
Argumento a favor de la clausura
1. Sé que la verdad de o implica la falsedad de GM.
2. Para todas las proposiciones p y q, si sé que p implica q, entonces sé que p es
verdadera sólo si sé que q es verdadera también.
Por lo tanto,
3. Sé que o es verdadera sólo si sé que GM es falsa.
La primera premisa de este argumento captura una verdad que, según dijimos, es fácil de
entender como tal con sólo reflexionar un momento. La segunda premisa es una
conclusión 3 se sigue deductivamente de esas dos premisas (más el supuesto, benigno en
este caso, de que si una proposición es falsa entonces su negación es verdadera). Dado
que es extremadamente difícil rechazar la premisa 1, el paso más controvertido en este
argumento es la premisa 2, el principio de clausura.
¿Por qué se llama principio de clausura a la premisa 2? La explicación de ese
nombre tiene que ver con el hecho de que, de acuerdo con ese principio, el conjunto de
implicación lógica: si el conjunto contiene una proposición cualquiera de la forma p y
también una proposición de la forma p implica q, entonces el conjunto contiene también a
la proposición q.
¿Puede, entonces, rechazarse el principio de clausura, y de esa manera dejar sin
defensa a la primera premisa del argumento escéptico? Como veremos enseguida, hay
filósofos que basan su antiescepticismo en el rechazo del principio de clausura. El costo
de ese rechazo, sin embargo, es alto: en primer lugar, el principio de clausura es una
manera de capturar la idea no negociable de que el conocimiento puede ampliarse por
medio de la deducción, de manera que quienes lo rechacen deberán explicar esa idea de
otra manera; en segundo lugar, los ejemplos que se dan comúnmente como casos en
donde falla la clausura epistémica son sumamente dudosos, de manera que quienes lo
rechacen cuentan sólo con el recurso de que no encuentran otra manera de defender el
conocimiento frente al argumento escéptico, movida que constituye una clara petición de
principio en este contexto.
4.3 La segunda premisa del argumento escéptico cartesiano
veamos ahora qué se puede decir de la segunda premisa del argumento escéptico, según
la cual no sabemos que no somos víctimas de un escenario escéptico. Este es un punto de
alta controversia entre los epistemólogos contemporáneos. Muchos de ellos piensan que
escéptico. Robert Nozick es un caso ejemplar de este tipo de filósofo:
El escéptico afirma que no sabemos que sus posibilidades no se dan, y tiene razón. Los
intentos de evitar el escepticismo que consisten en pretender que sí sabemos esas cosas
están destinados a fallar. Las posibilidades del escéptico nos ponen incómodos porque,
como lo reconocemos en nuestro fuero íntimo, no sabemos que no se dan; no es
sorprendente que los intentos de mostrar que sabemos estas cosas nos dejan con
sospechas, nos impresionan incluso como ejemplos de mala fe.5
escenario escéptico es mucho más complicada de lo que piensa Nozick. Así, por ejemplo,
al considerar la necesidad de explicar la plausibilidad de la premisa escéptica que nos
ocupa, dice Ernesto Sosa:
5
Nozick, Philosophical Explanations, Belknap Press (1981), Cambridge, Mass., p. 201.
La traducción me pertenece.
De todas maneras, uno no necesita explicar la plausibilidad en términos de verdad.
Muchas cosas falsas son plausibles y podemos explicar por qué son plausibles sin
tener que considerarlas verdaderas. (…)
según la cual uno no sabe que está siendo engañado de manera radical, etc.— es tan
plausible como lo es. Ese requisito debe ser equilibrado por un requisito igualmente
implausible como lo es.
Y agrega, en una nota al pie:
A muchos de nosotros simplemente no nos parece tan uniformemente plausible que no
pueda decirse correctamente que uno sabe que en este mismo momento no está siendo
alimentado con experiencias mientras está en la cubeta. De manera que el requisito
explicativo es en realidad mucho más complejo de lo que parece a primera vista.6
Si la cuestión de la verdad de la segunda premisa del argumento escéptico no
puede ser resuelta con apelaciones a la intuición (dado que las intuiciones difieren
radicalmente), ¿qué otras consideraciones pueden entonces aducirse a su favor o en su
contra? Algo que puede decirse a favor de la idea de que no sabemos que no somos las
6
Ernesto Sosa, “How To Defeat Opposition to Moore”, Philosophical Perspectives 13
(1999), pp. 141153, p. La traducción me pertenece.
víctimas de un escenario escéptico es que toda nuestra experiencia es la misma que la que
tendríamos si fuéramos las víctimas de un escenario escéptico. De ello se sigue que tener
las experiencias que tenemos no garantiza que las creencias basadas en esas experiencias
verdaderas –dado que hay un caso posible, el de quienes sí son víctimas de un escenario
escéptico, en donde los sujetos tienen las mismas experiencias que tenemos nosotros y,
sin embargo, las creencias basadas en esas experiencias son casi todas ellas falsas—.
Pero esta consideración a favor de la segunda premisa del argumento escéptico
tiene fuerza sólo bajo la suposición de que la justificación de nuestras creencias tiene que
ser infalible, en otras palabras, la suposición de que algo justifica una creencia p sólo si el
que ese algo se dé es incompatible con la falsedad de p. Sólo bajo ese supuesto el hecho
de que las experiencias sobre las cuales basamos nuestras creencias acerca del mundo
externo son compatibles con la falsedad de la gran mayoría de esas creencias apoya la
conclusión de que no estamos justificados en tener esas creencias (y que, por lo tanto, no
son cosas que sabemos). Descartes mismo parece haber estado a favor de esta concepción
contemporáneos la apoyan.7 La posición mayoritaria, que es ampliamente confirmada por
7
Es posible que los así llamados “disyuntivistas”, como McDowell, sostengan esta
posición ahora minoritaria (aunque no deben subestimarse las dificultades de interpretar a
McDowell) –cf., por ejemplo, Mind and World, Harvard University Press (1996),
Cambridge, Mass., y “Criteria, defeasibility and knowledge”, Proceedings of the British
Academy 68 (1982), pp. 456479.
el uso común del verbo ‘saber’ y su familia semántica, es que es posible saber que una
proposición es verdadera sobre la base de consideraciones que son compatibles con la
falsedad de la proposición en cuestión. Así, por ejemplo, de acuerdo con esta posición,
está justificada la conclusión de un buen argumento inductivo cuyas premisas también
están justificadas, así como está justificada mi creencia de que tengo pies, aunque esté
basada sobre experiencias compatibles con que sea la víctima de un escenario escéptico.
Otra consideración, relacionada con la anterior, a favor de la segunda premisa del
argumento escéptico cartesiano es la siguiente.8 Todos (escépticos y no escépticos por
escenario escéptico, entonces la situación epistémica de S es tal que no puede distinguir
entre estar en EE y estar en una situación normal. Pero si esto es así, dirá el escéptico,
entonces se sigue que nosotros mismos no podemos discriminar entre una situación
normal y un escenario escéptico.
Sin embargo, que sujetos normales no puedan discriminar entre su situación y un
pueden discriminar entre su situación y una situación normal sólo bajo el supuesto de que
la indiscriminabilidad es simétrica en un cierto sentido –sólo bajo el supuesto de que si,
8
Timothy Williamson discute extensamente este tema en Knowldege and Its Limits,
Oxford University Press (2000).
estando en la situación A no se puede discriminar entre A y B, entonces estando en la
situación B tampoco se puede discriminar entre A y B—. Pero la indiscriminabilidad no
siempre es simétrica en este sentido. Considérese el caso (ciertamente posible, si no real)
de un sujeto que, cuando toma una cierta cantidad de alcohol y se embriaga, no puede
distinguir su situación de la sobriedad. Difícilmente se siga de ello que ese mismo sujeto
no puede distinguir la sobriedad de la embriaguez cuando no está embriagado. Hace falta,
situación normal y una situación escéptica para un sujeto que está en una situación
escéptica a la misma indiscriminabilidad para un sujeto que está en una situación normal.
segunda premisa del argumento cartesiano tiene que ver con una supuesta condición
necesaria para el conocimiento.9 La condición en cuestión es la siguiente:
Sensibilidad: Si S sabe que p, entonces, si p fuera falsa, S no creería que p.
La condición de sensibilidad no debe confundirse con el requisito, considerado
antes, de que el conocimiento sólo puede tener bases infalibles. Dicho en la jerga de
mundos posibles, el requisito de infalibilidad dice que no puede haber ningún mundo en
donde S cree que p y p es falsa, mientras que el requisito de sensibilidad dice (grosso
9
Nozick es quien primero formuló esa condición de manera más explícita.
modo) que no puede haber ningún mundo posible cercano al mundo real en donde p sea
diferencias, de distintos tipos, hay entre mundos. Cuáles sean los mundos que haya que
considerar para saber si una determinada creencia satisface la condición de sensibilidad
depende de qué creencia se trate. Por ejemplo, los mundos más cercanos en donde la
proposición de que hoy comí huevos en el desayuno es falsa son mundos bastantes
parecidos al real, mientras que incluso los mundos más cercanos en donde es falsa la
proposición de que tengo brazos y piernas son bien alejados del mundo real.
La condición de sensibilidad implica que no sabemos que no somos víctimas de
un escenario escéptico, ya que, si lo fuéramos, todavía seguiríamos creyendo que no lo
somos (en los mundos posibles más cercanos al real en donde somos víctimas de un
escenario escéptico todavía creemos que no lo somos). Así, hay un argumento deductivo
argumento escéptico cartesiano como conclusión.
De todos modos, y a pesar de su apariencia intuitiva, la condición de sensibilidad
tiene consecuencias graves. No sólo mi creencia de que no soy la víctima de un escenario
escéptico no satisface esa condición, sino que tampoco la satisfacen otras creencias que, a
primera vista al menos, parecen bastante inocentes: la creencia de que no me han robado
el auto en los últimos cinco minutos, la creencia de que si ahora abriera la canilla (aunque
no lo haré) saldría agua, etc, etc.10
anterior dado el uso que le estamos dando, es que deja abierta la posibilidad de fallas en
el principio de clausura. Por ejemplo: sabemos ya que, de acuerdo con la condición de
sensibilidad, no sé que no soy la víctima en un escenario escéptico. Pero la condición de
sensibilidad deja abierta la posibilidad de que yo sepa que tenga manos –esa creencia mía
sí es sensible, dado que los mundos más cercanos en donde no tengo manos son mundos
en donde las perdí en un accidente y yo sé que no las tengo. Es más: todos los filósofos
que han propuesto algo así como la condición de sensibilidad la han incluido en una
proposiciones que normalmente creemos saber. La idea misma de requerir sensibilidad es
que nos permite decir que el escéptico tiene razón cuando dice que no sabemos que no
somos víctimas de un escenario escéptico pero se equivoca al concluir que, por lo tanto,
no sabemos casi nada de lo que comúnmente creemos saber. Pero, si esto es así, entonces
el escéptico cartesiano no puede apelar a la condición de sensibilidad para defender la
segunda premisa de su argumento sin decir cómo contesta a la amenaza a la primera
premisa que surge de esa misma condición.
10
Ver, por ejemplo, Vogel, Jonathan, “Tracking, Closure, and Inductive
Knowledge,” en S. Luper-Foy (ed.), The Possibility of Knowledge,
Rowman and Littlefield (1987).
4.4 El contextualismo como respuesta al argumento escéptico cartesiano
Dado que nuestra búsqueda de argumentos a favor de la segunda premisa del
argumento escéptico cartesiano ha tenido resultados inciertos, volvamos a considerar el
hecho de que muchos parecen encontrar a esa premisa intuitivamente verdadera, mientras
que otros tantos creen que es intuitivamente falsa. Una manera de responder al escéptico
cartesiano que se ha desarrollado en los últimos años, el así llamado “contextualismo
epistémico”, parte de reconocer esta peculiar característica de la proposición de que no
sabemos que no somos víctimas de un escenario escéptico.
El contextualismo epistémico es, en primer lugar, una tesis acerca de la semántica
del verbo saber que se opone al “invariantismo”. De acuerdo con una posición
invariantista acerca de la semántica del verbo saber, la contribución semántica de ese
contextualismo, en cambio, cuál sea la contribución semántica de ‘saber’ depende del
contexto en el cual se usa la oración. Aplicado al argumento escéptico, los contextualistas
sostienen que proposiciones de la forma “S sabe que p” expresan a veces proposiciones
verdaderas y otras veces proposiciones falsas incluso manteniendo fijos los valores de S y
de p, y la posición epistémica de S con respecto a p. Así, por ejemplo, mientras que la
oración “Juan sabe que tiene pies” expresa una proposición verdadera cuando se la afirma
en un contexto cotidiano, la misma oración expresa una proposición falsa cuando se la
afirma en un contexto en donde, por ejemplo, está en discusión el escepticismo filosófico.
Veamos un poco más en detalle cómo es que los contextualistas pueden decir
esto. Tomemos como ejemplo esquemático de teoría del conocimiento una teoría según la
cual para que S sepa que p hay que tener una creencia verdadera de que p y la posición
epistémica de S con respecto a p tiene que ser fuerte. Entre otras simplificaciones, esta
respecto a una proposición. Esta caracterización servirá de todas maneras para ilustrar la
diferencia entre el invariantismo y el contextualismo. Comencemos con otra idealización
seguramente falsa pero inofensiva para nuestros propósitos: supongamos que es posible
medir la fuerza de la posición epistémica de un sujeto con respecto a una proposición en
una escala de 1 a 10, y supongamos también que, mientras que alcanzamos un nivel de 8
en esa escala con respecto a muchas proposiciones, no alcanzamos un nivel de 9 con
respecto a casi ninguna de ellas.
Dadas estas suposiciones, el invariantismo es la tesis de que una oración de la
forma “S sabe que p” expresa siempre, con respecto a cualquier contexto, una
proposición de la forma, digamos, “S cree que p, p es verdadera, y la posición epistémica
de S con respecto a p es 8”.11 El contextualista, en cambio, cree que esa misma oración
expresa distintas proposiciones con respecto a distintos contextos. Por ejemplo, una
posible posición contextualista es que con respecto a un contexto cotidiano expresa una
mientras que con respecto a un contexto filosófico expresa una proposición de la forma
“S cree que p, p es verdadera, y la posición epistémica de S con respecto a p es 10”.
Así, el contextualista sostiene que la primera premisa del argumento escéptico
siempre expresa una proposición verdadera, mientras que la segunda premisa expresa una
Descendiendo por la escalera semántica, lo que el contextualista sostiene es que nuestra
posición epistémica con respecto a las proposiciones que ordinariamente creemos saber
es bastante fuerte, pero no tan fuerte como lo requiere el escéptico.
Esta manera de presentar al contextualismo permite ver que es más que una
simple tesis semántica. La parte semántica del contextualismo se agota en la afirmación
11
Estamos hablando aquí, por supuesto, de un invariantismo no escéptico. Hay también
posiciones invariantistas escépticas, de acuerdo con las cuales la proposición expresada
es siempre de la forma “S cree que p, p es verdadera y la posición epistémica de S con
respecto a p es de 10”. De manera análoga, y como veremos enseguida en el texto
principal, hay también posiciones contextualistas radicalmente escépticas, de acuerdo con
las cuales la proposición expresada nunca atribuye una posición epistémica menor a 9, y
posiciones contextualistas radicalmente dogmáticas, de acuerdo con las cuales la
proposición expresada nunca atribuye una posición epistémica mayor de 7. Las
posiciones examinadas en el texto son las más comúnmente discutidas en la bibliografía
epistemológica.
de que el verbo saber no tiene un valor semántico invariable en todo contexto donde se
usa. Esta tesis es compatible con que el valor semántico del verbo saber imponga siempre
contextualismo como respuesta al argumento escéptico cartesiano sostiene que el valor
semántico del verbo saber impone unas veces restricciones altas y otras veces bajas. Más
restricciones bajas, y que casi nunca satisfacemos las altas. Esta es una tesis ya
francamente epistemológica, que nada le debe a la parte semántica del contextualismo.
El contenido no semántico del contextualismo es, en este contexto, sumamente
discutible. En primer lugar, toda la maquinaria semántica desplegada por el contextualista
es simplemente no pertinente a la hora de determinar qué nivel de seguridad epistémica
alcanzan nuestras creencias. Lo que se necesita, y lo que el contextualista, como tal, no
está en posición de dar, es una teoría del conocimiento plausible de acuerdo con la cual
nuestras creencias alcanzan sólo niveles humildes de seguridad epistémica (o, si no una
mismo). Después de todo, el escéptico cartesiano afirma que no sabemos que no somos
víctimas de un escenario escéptico por más baja que sea la justificación que se requiera
para que una creencia constituya conocimiento.
4.5 Conclusión acerca del escepticismo cartesiano
El escepticismo cartesiano es la tesis de que debemos suspender el juicio con
respecto a la mayoría de las proposiciones ordinarias (es decir, aquellas proposiciones
que no contengan conceptos epistémicos) que consideremos. El principal argumento a
favor del escepticismo cartesiano es que la necesidad de suspender el juicio se sigue del
cuatro secciones hemos examinado con algún detenimiento el argumento principal del
escéptico cartesiano, destinado a demostrar esa conclusión negativa acerca de nuestro
conocimiento:
Argumento escéptico cartesiano
1. Si sé que o es verdadera, entonces sé que GM es falsa.
2. No sé que GM es falsa.
Por lo tanto,
3. No sé que o es verdadera.
Por lo tanto,
4. Debo suspender el juicio con respecto a o.
La primera premisa de este argumento descansa, como hemos visto, en el principio de
clausura epistémica, de acuerdo con el cual sabemos las consecuencias lógicas conocidas
de aquello que sabemos. Aunque formular este principio de manera inobjetable no es
tarea fácil, pocos filósofos han sugerido que no sea verdadero ningún principio con el
espíritu del principio de clausura.
escepticismo cartesiano debe centrarse en la segunda premisa, la proposición de que no
sabemos que no somos víctimas de un escenario escéptico. Es pertinente mencionar aquí
que cuál posición sea racional adoptar con respecto a esa segunda premisa depende de
obligado a hacer la primera movida, por decirlo así, si el escéptico exige que se pruebe
parece favorecer al escéptico. Por otro lado, si es el escéptico quien debe mover primero,
vimos ya que los argumentos tendientes a probar que no sabemos que no somos víctimas
de un escenario escéptico son todos ellos problemáticos. Si, como sostuvo G. E. Moore,
cartesiano tiene un punto débil en su segunda premisa.
5. El escepticismo pirrónico
5.1 El pirronismo histórico y el argumento escéptico pirrónico
El escepticismo pirrónico deriva su nombre de Pirrón, un filósofo presocrático
nacido en Elis en el año 370 a.C. El pirronismo histórico está asociado con una actitud
primariamente práctica con respecto a la duda. El objetivo de estos escépticos era el de
alcanzar la ataraxia, un estado de tranquilidad caracterizado por la ausencia de cualquier
pasión. Para alcanzar ese objetivo, era necesario superar las interminables disputas
filosóficas sobre casi cualquier tema. La manera que los escépticos encontraron de
terminar esas disputas consistió en subrayar el hecho de que, para cada tesis filosófica,
había argumentos que apoyaban la tesis contraria. Como resultado de esta isosteneia12 los
escépticos lograban alcanzar la ataraxia. Pero se ha argumentado que la relación entre la
isosteneia y la ataraxia para el escéptico antiguo era, no una relación racional, sino más
característica esencial que los argumentos a favor de cada lado de la disputa debían tener
era el de ser psicológicamente persuasivos (o, al menos, tan persuasivos como los
12
Término que podría traducirse como “equivalencia de razones”, aunque, como se verá
enseguida, no está claro que los pirrónicos históricos estuvieran muy interesados en la
cuestión de si los argumentos en cada lado de una disputa eran buenos o no.
argumentos a favor del otro lado), y el que fueran buenos argumentos o no era en realidad
no pertinente.
movimiento tiene limitada importancia filosófica. Pero, quizás debido al hecho de que
filosófica muchos de los argumentos que los pirrónicos usaron para alcanzar la
tranquilidad. Esos argumentos llegan hasta nosotros en su mayoría por intermedio de
Sexto Empírico, del segundo siglo d.C., quien compiló varios de los “modos” usados por
los pirrónicos. Los así llamados “modos de Agripa” son lo que más interés tienen para
nosotros. Hay cinco modos asociados con Agripa, pero tres de ellos son los
circularidad y el modo de regreso al infinito.
Estos tres modos de Agripa funcionan en tándem de la siguiente manera: Cuando
un dogmático (así es como Sexto se refiere a quienes creen que estamos justificados en
nuestras creencias) afirma su creencia en una proposición cualquiera P1 el escéptico
pensar que es verdadera. El dogmático puede entonces o bien negarse a responder o bien
escéptico pirrónico sostendrá que la única actitud que se puede tomar con respecto a P1
es la de suspender el juicio, ya que no se ha ofrecido ninguna razón en su favor (apelando
así al modo de dogmatismo). Si el dogmático aduce otra proposición P2 a favor de P1,
entonces hay dos posibilidades: o bien P2 es idéntica a P1 o es una proposición distinta.
Si P2 es idéntica a P1, el escéptico pirrónico también suspenderá el juicio con respecto a
P1, ya que (el escéptico pirrónico cree) ninguna proposición puede fundamentarse a sí
misma (apelando así al modo de circularidad). Si P2 es diferente de P1, el escéptico
dogmático puede entonces negarse a responder o aducir otra proposición, P3, a favor de
P2. Si el dogmático se niega a responder, entonces el escéptico pirrónico suspenderá el
juicio apelando al modo de dogmatismo, y si P3 es idéntica a P1 o a P2, entonces el
escéptico pirrónico suspenderá el juicio apelando al modo de circularidad. Finalmente, si
dogmático que fundamente su creencia en P3 –y las mismas posibilidades que surgieron
con respecto a P2 surgirán entonces con respecto a P3. El dogmático no podrá seguir
mencionada. El pirrónico se refiere a esta imposibilidad de responder al reto escéptico
con una nueva proposición cada vez hace falta una razón con el nombre de “regreso al
infinito”. Los tres modos de Agripa, entonces, trabajan en tándem para inducir
suspensión del juicio con respecto a cualquier proposición.
El uso de los tres modos de Agripa por parte del escéptico pirrónico puede
presentarse en forma de un argumento, que se ha llamado “el trilema de Agripa” (aunque,
en el caso de nuestra reconstrucción, este nombre no es adecuado ya que el argumento
contiene cinco cuernos, no tres). Es problemático presentar la posición pirrónica en forma
de argumento, ya que cuando alguien presenta un argumento en general se compromete
maneras, lo importante no es, en última instancia, la coherencia de la posición pirrónica o
mismos convertirnos en escépticos pirrónicos (y lidiar entonces con el problema que
representa el tirar la escalera de creer en las premisas del argumento una vez que
lleguemos a la conclusión). Y si no creemos que el argumento es en última instancia
convincente, estaremos de todas maneras en posición de aprender algo –ya que todas las
premisas de este argumento a todas luces válido parecen verdaderas a primera vista.
introducir algunas nociones. Digamos que una creencia está justificada de manera
inferencial si y sólo si está justificada (al menos en parte) en virtud de sus relaciones con
otra(s) creencia(s). Una creencia es básica si y sólo si está justificada pero no de manera
inferencial. Una cadena inferencial es un conjunto de creencias cada uno de cuyos
miembros se supone relacionado con al menos otro miembro por medio de la relación de
justificación. El trilema de Agripa, entonces, puede reconstruirse de la siguiente manera:
1. Si una creencia está justificada, entonces o bien es una creencia básica o bien está
inferencialmente justificada.
2. No hay creencias básicas.
Por lo tanto,
3. Si una creencia está justificada, entonces lo está en virtud de pertenecer a una
cadena inferencial.
creencias; o bien b) contiene círculos (el ancestral de la supuesta relación de
creencias que no están justificadas.
5. Ninguna creencia está justificada en virtud de pertenecer a una cadena inferencial
con infinitos miembros.
6. Ninguna creencia está justificada en virtud de pertenecer a una cadena inferencial
circular.
7. Ninguna creencia está justificada en virtud de pertenecer a una cadena inferencial
que contiene creencias injustificadas.
Por lo tanto,
8. No hay creencias justificadas.
La premisa 1 es irreprochable, dada nuestra caracterización de las nociones de
creencia básica y justificación inferencial. La premisa 2 se justifica por apelación al modo
de dogmatismo. El paso 3 se sigue de las primeras dos premisas. La premisa 4 también es
irreprochable –la única otra estructura que una cadena inferencial puede tener es la de
contener creencias básicas, pero, de acuerdo con la premisa 2, ésa es una estructura
imposible. La premisa 5 se justifica apelando al modo de regreso al infinito y la premisa
enseguida veremos que ha sido negada por algunos filósofos.
presentarse como reacciones al argumento que acabamos de reconstruir. De hecho, todas
las premisas del argumento (excepto la primera) han sido rechazadas por algún filósofo.
En lo que queda de este capítulo examinaremos las posiciones que resultan de esos
rechazos.
5.2 El rechazo de la premisa 2: el fundacionismo
Los fundacionistas creen que sí hay creencias básicas –creencias que están
justificadas pero no en virtud de estar relacionadas con otra(s) creencias(s). De hecho, de
acuerdo con los fundacionistas toda creencia es o bien básica o bien está justificada en
virtud de pertenecer a una cadena inferencial que contiene al menos una creencia básica
como término de la cadena. De allí saca el fundacionismo su nombre: el edificio de las
creencias justificadas tiene su basamento en creencias básicas.
escéptico pirrónico? Si una creencia no está justificada por ninguna otra creencia, ¿no es
entonces simplemente una afirmación a ciegas? Si las creencias básicas están justificadas
pero no por otras creencias, entonces ¿cómo están justificadas?
experiencia (estamos hablando aquí de creencias empíricas, la justificación a priori hace
surgir interesantes problemas propios). Una experiencia, en una caracterización de la
noción que ignora importantes problemas filosóficos no directamente conectados con
nuestra discusión, es un estado mental que, como una creencia, representa el mundo y
que, también como una creencia, puede ser una representación inadecuada. Pero las
experiencias no pueden identificarse con las creencias, ya que es posible tener una
tienen distinto tamaño –una situación que cualquiera que conozca la ilusión de Müller
Lyer puede reconocer.
Los fundacionistas deben responder tres preguntas fundamentales. Primero, ¿qué
tipo de creencias fundamentan las experiencias? Segundo, ¿en virtud de qué las
experiencias justifican esas creencias? Tercero, ¿cómo deben relacionarse las creencias
justificadas inferencialmente con las creencias básicas?
creencias básicas son acerca de las experiencias que las justifican, mientras que el
creencias acerca del mundo externo. Tómese, por ejemplo, la experiencia que
tradicional diría que esa experiencia justifica la creencia de que uno tiene una experiencia
como la que tendría si estuviera enfrentando una hoja en blanco, mientras que un
fundacionista moderado diría que esa experiencia puede justificar la creencia de que uno
está enfrentando una hoja en blanco. (El fundacionista tradicional no necesita negar que
esta última creencia está justificada, pero sí debe insistir en que se trata de una creencia
justificada inferencialmente.)
hecho de que mientras que uno puede equivocarse con respecto a la presencia de una hoja
en blanco frente a uno, uno no puede, en la misma situación, equivocarse con respecto a
fundacionismo tradicional, esto indica que el fundacionista moderado está tomando un
riesgo. ¿No es acaso posible creer que uno está padeciendo un dolor cuando en realidad la
experiencia es sólo de una gran incomodidad?
Pasemos ahora a nuestra segunda pregunta: ¿en virtud de qué las experiencias
justifican creencias? (Preguntas similares se aplican también a las otras teorías que
consideraremos, de manera que la discusión que sigue es pertinente también para esas
otras teorías.) Hay tres propuestas diferentes acerca de cómo contestar esta pregunta que
son las más destacadas. Llamemos a las proposiciones que afirman que un sujeto está
justificado en tener una cierta creencia dado que tiene una determinada experiencia
“principios epistémicos”. Nuestra pregunta puede entonces reformularse de la siguiente
manera: ¿qué es lo que hace verdaderos a los principios epistémicos?
pregunta no tiene una respuesta no trivial. De acuerdo con el primitivismo, no hay hechos
más básicos en virtud de los cuales los principios epistémicos sean verdaderos. La teoría
del conocimiento, de acuerdo con el primitivista, se termina cuando se descubren los
principios epistémicos verdaderos.
primitivista sostiene que los principios epistémicos son verdaderos en virtud de hechos
acerca de los sujetos mismos –por ejemplo, una posición internalista sostiene que cuáles
principios epistémicos sean verdaderos para un sujeto es una función de cuáles principios
epistémicos aceptaría ese sujeto si reflexionara acerca de la cuestión. El externalismo no
primitivista sostiene que los principios epistémicos son verdaderos en virtud de hechos
que no son acerca de nosotros mismos; por ejemplo, una posición externalista sostiene
que ciertas experiencias justifican ciertas creencias porque el que se dé una experiencia
de ese tipo es un indicador confiable de que una creencia de ese tipo sea verdadera (es
decir, sería difícil que se dé una experiencia de ese tipo sin que la creencia
correspondiente sea verdadera).
justificadas de manera inferencial con las creencias básicas? Aquí también hay dos tipos
de fundacionismo: el fundacionsimo deductivista y el fundacionismo no deductivista. El
creencias básicas puede justificar otra creencia es que los miembros de ese conjunto
impliquen lógicamente a la creencia en cuestión. En otras palabras, es necesario que
exista un argumento válido cuyas premisas sean creencias básicas y cuya conclusión sea
relaciones como posibles relaciones justificatorias. Por ejemplo, muchos fundacionistas
conclusión –y, así, que una creencia justificada inferencialmente puede estar justificada
justamente en virtud de ser la conclusión de un argumento tal.
Aunque son distinciones independientes, es interesante notar que los
deductivistas.
5.3 El rechazo de la premisa 5: el infinitismo
pirrónico que menos atención ha recibido en la bibliografía contemporánea. Esto se debe,
al menos en parte, al hecho de que el infinitismo debe enfrentar problemas aparentemente
insuperables. Por ejemplo, parece indudable que nadie tiene un número infinito de
creencias. Frente a esta objeción, el infinitista puede responder, con alguna plausibilidad
inicial, que no se necesita un número infinito de creencias psicológicamente reales, sino
tan sólo creencias implícitas que el sujeto tiene a su disposición si surge la necesidad de
apelar a ellas. La plausibilidad final de esta respuesta depende, entre otras cosas, de si se
les puede dar sentido a las nociones de creencia implícita y de que una creencia implícita
esté disponible para un sujeto.
Aun dejando a un lado el problema de la falta de un número infinito de creencias,
meramente de las relaciones entre creencias. Los infinitistas deberán entonces responder
a muchas de las mismas objeciones que se les hacen a los coherentistas –en particular,
deberán responder a la objeción del aislamiento mencionada en la siguiente sección.
5.4 El rechazo de la premisa 6: el coherentismo
prototeoría de la justificación que subyace al argumento pirroniano. Los coherentistas
rechazan, en primer lugar, que la justificación sea una relación asimétrica: es decir,
rechazan la idea de que si una creencia P1 justifica a otra creencia P2, entonces P2 no
puede justificar a P1. En segundo lugar, los coherentistas también rechazan la idea de que
la unidad básica de justificación sea la creencia, y no algo más abarcativo como un
sistema total de creencias. No son creencias individuales las que están justificadas en el
sentido básico, sino sistemas de creencias –las creencias individuales pueden estar
justificadas sólo en virtud de pertenecer a un sistema justificado. De manera que el
coherentista cree que la justificación es una cuestión simétrica y holística.
La noción central de justificación, para el coherentista, es comparativa: el sistema
de creencias S1 está mejor justificado que el sistema de creencias S2 si y sólo si S1 tiene
un grado mayor de coherencia interna que S2. Una de las preguntas fundamentales que
debe responder un coherentista es, por supuesto, en qué consiste que un sistema de
creencias tenga un grado de coherencia interna mayor que el de otro sistema. Muchos
coherentistas han pensado que las relaciones explicativas serán fundamentales a la hora
de elucidar esa noción de coherencia: cuantas más relaciones explicativas existan entre
los miembros de un sistema de creencias, mayor será su grado de coherencia interna.
La principal objeción que los coherentistas deben responder ha sido llamada “la
objeción del aislamiento”. La objeción parte del hecho de que, para el coherentista, la
justificación de un sistema de creencias es una función exclusiva de las relaciones entre
las creencias de ese sistema. Esta característica va en contra de la intuición ampliamente
compartida de que la experiencia cumple un papel muy importante en la justificación de
las creencias. Para ilustrar el problema, supongamos que tanto Juan como María tienen
cada uno un sistema de creencias lo suficientemente coherente. Supongamos también que
el sistema de creencias de Juan contiene la creencia de que está nadando, así como
muchas otras creencias coherentes con ésa, mientras que el sistema de creencias de María
contiene la creencia de que está corriendo, así como muchas otras creencias coherentes
con ésa –y supongamos también que esas creencias son correctas, ya que Juan está
nadando y María está corriendo. ¿Qué pasaría si Juan y María intercambiaran sus
relaciones entre creencias, el coherentista está obligado a decir que sus creencias
seguirían estando justificadas. Pero eso es claramente falso: allí va Juan, nadando
mientras cree que está corriendo, y allí va María, corriendo mientras cree que está
nadando. Y no se trata simplemente del hecho de que los sistemas de creencias de Juan y
María están compuestos ahora por creencias que son en su mayoría falsas (es, en
principio al menos, posible que un sujeto tenga un sistema de creencias justificadas que
en su mayor parte sean falsas), sino que están absolutamente desconectadas de sus
experiencias.
En respuesta al problema del aislamiento, algunos coherentistas han argumentado
que es posible darle un papel a la experiencia en la justificación de las creencias sin
abandonar la idea coherentista básica de que la justificación es una función exclusiva de
las relaciones entre creencias. Por ejemplo, una idea es que cualquier sistema de
creencias mínimamente aceptable debe contener creencias acerca de las experiencias que
abierta.
5.5 El rechazo de la premisa 7: el postulacionismo
comenzar con creencias acerca de las cuales no está bien decir ni que están justificadas ni
que no lo están. Esta posición, que llamaremos “postulacionismo” comparte muchas de
las características del fundacionsimo. Por ejemplo, tanto los postulacionistas como los
fundacionistas creen que las cadenas inferenciales tienen que ser finitas y no circulares.
Pero mientras que los fundacionistas creen que las cadenas inferenciales comienzan con
creencias que están justificadas pero no en virtud de su relación con otras creencias, los
postulacionistas creen que los puntos de partida de las cadenas inferenciales no están
justificados por nada –son postulados que tenemos que creer sin justificación.
creencias que, a pesar de no estar justificadas, sirven como punto de partida de las
cadenas inferenciales? En otras palabras, ¿cómo identificamos cuáles son los postulados
correctos? Una respuesta que está sugerida en Sobre la certeza, a la que llamaremos
“postulacionismo relativista”, sostiene que es una cuestión relativa tanto al tiempo como
a la sociedad de que se trate, ya que cuáles sean los postulados es una función de las
actividades postulativas de los miembros de la sociedad en cuestión. Así, de acuerdo con
Wittgenstein, la proposición de que nadie ha estado en la Luna fue un postulado por un
largo período de tiempo –una proposición que nadie sentía la necesidad de justificar, y
embargo, esa proposición ya no puede funcionar como un postulado.
sostienen que cuáles creencias sean propiamente tomadas como postulados depende de
alguna verdad objetiva acerca de qué creencias deben ser presupuestas para que sea
cumplir este papel es la creencia en primera persona de que no estoy siendo engañado por
un demonio maligno al creer (falsamente) que soy un ser humano normal.
Una objeción que ambos tipos de postulacionismo deben enfrentar es la de que
están transformando una necesidad práctica en una virtud epistémica, es decir, concluyen
que una cierta creencia puede servir como punto de partida correcto de cadenas
inferenciales porque así es como es de hecho tratada (en el caso de los postulacionistas
relativistas) o porque de otra manera no sería posible llevar a cabo práctica justificatoria
alguna (en el caso de los postulacionistas no relativistas). El escéptico puede entonces
contestar que el mero hecho de que los miembros de una sociedad acepten una cierta
creencia sin exigir su justificación, o incluso el mero hecho de que si no lo hicieran no
podrían justificar ninguna otra cosa, no significa que esa creencia deba ser aceptada sin
justificación.
6. Conclusión
En este capítulo hemos examinado dos tipos de escepticismo, el cartesiano y el
pirroniano, y hemos visto cuáles son las principales maneras de enfrentarlos que se han
desarrollado en la bibliografía contemporánea. En el caso del escepticismo cartesiano, el
“estructura” que tiene nuestro cuerpo de conocimiento (o de creencias justificadas) es un
descendiente directo de los intentos de lidiar con los argumentos de esa tradición.