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Política
20 Sep 2014 - 9:00 PM
Héctor Abad Faciolince / Especial para El Espectador
El excanciller de Francia estuvo esta semana en Bogotá, invitado por Caracol TV y Foros ,
para hablar de las guerras del mundo contemporáneo.
De Villepin es un cosmopolita auténtico, que asesora gobiernos en todos los continentes. Aquí con el
escritor Héctor Abad. / Crisitian Garavito
La vieja Europa, y sobre todo Francia, produce personas así: con espesor cultural, elegancia
en el pensamiento, propuestas políticas sofisticadas, y una apostura notable (lo que los
franceses llaman charme) incluso al comienzo del otoño de la existencia: 60 años de vida.
Si Maquiavelo describió cómo debía actuar el Príncipe para triunfar en sus propósitos, otro
teórico del Renacimiento, Castiglione, trató de enseñar cómo debía ser el hombre cortés. Si
el maquiavélico carece de escrúpulos, el cortesano de Castiglione es un hombre ingenioso y
su inteligencia debe destinarse, más que a triunfar, a agradar y hacer el bien.
De Villepin es un cosmopolita auténtico, que asesora gobiernos en todos los continentes del
mundo -de muy diferentes culturas, tradiciones y sistemas políticos-. Como desde muy
joven vivió en varios continentes (Medio Oriente, Latinoamérica, India, África, Estados
Unidos) está despojado de todo eurocentrismo. Casi siempre defiende las armas de la
política y de la seducción, y casi nunca el uso de la fuerza. Vino a Bogotá, invitado por
Caracol TV y El Espectador, para hablar de las guerras del mundo contemporáneo, y
también de unas pocas noticias de paz: para él Colombia representa una de las pocas buenas
noticias que hay en el mundo de hoy. Lástima que el Secretario General de la ONU no
pueda haber nacido en un país con derecho de veto (Francia lo tiene), pues Dominique de
Villepin sería la persona ideal para ese puesto. Si de los buenos presidentes de Colombia se
dice que “el país les cabe en la cabeza”, a Villepin lo que le cabe en la cabeza es el mundo.
Villepin, además de ex primer Ministro de Francia, es poeta, crítico de arte y bibliófilo. El
catálogo de su biblioteca, vendida recientemente, podría ser la bibliografía ideal del hombre
ilustrado, desde primeras ediciones de Voltaire y Tolstói, hasta manuscritos de Borges. Esta
semana lo entrevisté en Bogotá.
La política me pareció una experiencia necesaria pues no se puede cambiar la vida colectiva
sin política. La política es como entrar en una religión al servicio del hombre. Pero sin ideas
fijas, sin prejuicios, sino con el sentimiento de que uno tiene que darle razones de vivir a la
población, a unas personas que a veces están desesperadas por la vida que llevan. Y la
poesía era el elemento complementario de la política. La poesía consiste en buscar las
palabras que van a darle sentido a la vida. Yo experimenté muy joven, por la historia de mi
hermano, que murió de una enfermedad cuando yo tenía 20 años, el poder de la poesía. La
poesía le ayudó a cambiar su vida y a aceptar su muerte. Él y yo descubrimos juntos lo que
es la vida a través de la poesía alemana, francesa, rusa, suramericana, portuguesa (Borges,
Neruda, Paul Celan, Pessoa, Rimbaud) y eso nos ayudó. Las palabras de la poesía eran
sangre y vida: nos daba una razón de vivir en un momento de desesperación por la vida y
por el mundo. La poesía nos permitió seguir adelante. Por eso los actos políticos (para mí la
política es actuar) y la poesía, que está hecha de palabras, juntos, tienen un poder increíble.
Escribir poesía o ensayos, me sirvió para aclarar mi propia conciencia, y así crecer sin ser el
esclavo de ideologías o de partidos. Lo que yo más odio en la vida son los partidos, porque
los partidos políticos son ciegos: lo llevan a uno por un camino sin mirar la vida real,
persiguiendo siempre los intereses del partido, siempre pensando en el partido. A mí lo que
me interesa es el hombre; cómo cambiar la vida de cada uno, y para eso se necesita siempre
dirigirse hacia el otro: entender, escuchar, mirar, y tener siempre un debate interior y un
debate colectivo. No hay debate colectivo sin debate interior. Hay que tener el derecho a
cambiar de posición y de ideas, porque la vida nos obliga a eso, y porque la realidad
también cambia.
H.A. Usted es una de las figuras más sobresalientes del pacifismo internacional. Sin
embargo, viene de una tradición política, la del general De Gaulle, y los gaullistas no
me parecen propiamente pacifistas. Ellos pelearon la guerra de Liberación contra los
nazis y la guerra de Argelia también…
D.d.V. La verdad es que el gaullismo fue cambiando. Es verdad que ante el gran desafío
nazi en Europa, la decisión del general De Gaulle de optar por la resistencia no tenía
ninguna duda, ninguna fisura. Pero ese era un desafío muy especial, único. En cuanto a la
guerra de Argelia, la posición de De Gaulle fue cambiando de itinerario, de acuerdo con los
sentimientos de la población francesa. Poco a poco se pasó de la guerra a cómo hacer la
paz. Y hacer la paz es muy complicado; se necesita el apoyo de la gente. Había que mostrar
lo que la paz podría permitir, lo que tendría de bueno la paz. Y eso el general De Gaulle lo
mostró: Francia en paz, tendría un crecimiento económico extraordinario. En el 58, durante
la guerra de Argelia, el país se da cuenta de que puede tener mejores resultados internos y
una posición fuerte en el mundo, haciendo la paz en Argelia. De Gaulle muestra el carácter
positivo de la paz. Y después de Argelia es el general De Gaulle quien les dice a los
norteamericanos que es una tontería hacer la guerra de Vietnam, una tontería la guerra de
Israel contra los árabes en el 67. De Gaulle fue el primero en abrirse a la Unión Soviética,
en el 64, y el primero en tener relaciones con China. Él quiso hacer la paz con el mundo
entero porque la paz es mucho más revolucionaria, cuando se hace dinámica y
positivamente, que la guerra. De la guerra uno no sale. La guerra se hace en el terreno y
también en la mente; y cambiar la mentalidad es muy difícil. Lograr tener éxito haciendo la
paz es muy complicado. Y esa revolución la hizo el general De Gaulle: de la guerra contra
los nazis, a un país de paz que defiende la tolerancia, la idea de discutir con todo el mundo
sin prejuicios, y tratar de solucionar discutiendo todas las crisis: ser un país intermediario,
un país entre los otros países.
Para un ejército matar al que está al frente no es un objetivo, por eso les dije yo a los
americanos cuando la guerra de Iraq: la guerra no es el objetivo; el objetivo es la paz. La
paz es tan complicada que si no se la prepara desde un principio nunca será posible lograr
la paz. Es lo mismo en política: si uno quiere servirle a Colombia hoy, o servirle a Francia,
en mi caso, uno necesita en un cierto momento ser capaz de seguir adelante con todo el
mundo, escuchando a todo el mundo, porque la verdad no está en las manos de uno y el
error en la cabeza de los otros. Por eso yo sentí la necesidad de hablar con Sarkozy. Yo
quiero llevar mi vida política de otro modo, sin estar metido en la lucha de los partidos
políticos; sin meterme en el combate de cada día. Quiero pensar cuál es el interés general
de mi país, de Europa y del mundo, no el interés mío o el de mi partido.
La guerra y el odio parecen una fuerza imposible de erradicar, algo que se hereda de una
generación otra, y pasa de padres a hijos, repitiéndose. Hay que luchar contra la fatalidad de
los fantasmas que retornan: hay que luchar contra el miedo y la fatalidad. Eso hace cambiar
el mundo.
H.A. Quizá el problema sea que Uribe tiene la herida indeleble de su padre asesinado
por la guerrilla. Así uno entiende que él considere que los de las Farc son solo unos
terroristas a los que hay que matar o hacer que se rindan y jamás negociar con ellos.
D.d.V. Esta es una experiencia histórica, general, del mundo. En todo el mundo todos los
países llaman terroristas a los que luchan contra el Estado en un cierto momento histórico.
Francia llamaba terroristas a quienes luchaban en la guerra por la independencia de Argelia;
los de Vietnam eran terroristas para Francia o para Estados Unidos. Los ingleses y los
árabes llamaban terroristas a los judíos que luchaban por crear a Israel. La mayoría de los
israelíes llaman terroristas a los palestinos. Los terroristas luego adquieren otra posición y
dejan de ser terroristas. Para salir de ese círculo vicioso hay que llegar a integrar a los que
llamábamos terroristas para que dejen de matar y se integren a otro tipo de vida.
H.A. Íngrid Betancur, que fue alumna suya en Francia, perdió siete años de su vida
amarrada de un árbol, humillada y ofendida, y ella ahora dice que quiere la
reconciliación, que perdona…
D.d.V. Su ejemplo personal es muy emocionante porque ella sintió la necesidad de
confrontarse con esa experiencia íntima que padeció, tan violenta. Uno no sale igual de una
experiencia así; hay una transformación interior que a ella le ha permitido una vida nueva.
Ella puede ver a los que fueron sus carceleros y enemigos de ayer como seres humanos.
Eso le da otra oportunidad a la vida. La vida tiene que ser más fuerte que las fuerzas
negativas de la violencia y del odio. Hay que buscar un fuego interior en la cultura, en uno
mismo, a veces en la religión, y encontrar esa luz que hace posible seguir adelante.
La poesía es grande para eso: los poetas se enfrentaron a cosas tremendas en su vida, a
veces ellos se enfrentaron a la barbarie. Paul Celan, que pasó por la experiencia del
exterminio de toda su familia en manos de los nazis, es capaz de escribir una poesía
hermosa sobre la esperanza y habla de una pestaña hundida en la roca. Hay una pestaña en
la roca que es el símbolo de la esperanza. Así se puede reconstruir el mundo, y
reconstruirse a sí mismo. Después de ir hasta el final del odio y de la barbarie Celan vuelve
a la confianza.
H.A. En sus palabras hay mucho idealismo. A veces hay concepciones económicas o
ideológicas irreconciliables. En América Latina hay concepciones como la de Unasur,
que pide soluciones inmediatas; cambio social ya, salida de la pobreza ya. Revolución.
La Alianza Pacífico propone una vía distinta y con cambios paulatinos. ¿Cómo poner
de acuerdo las doctrinas económicas de las Farc, que siguen un modelo chavista, o
incluso más ortodoxo comunista, soviético, con lo que defiende el actual gobierno
colombiano que no persigue a la empresa privada, ni se opone a la inversión
extranjera, ni a la propiedad privada?
D.d.V. El pragmatismo sería utilizar las recetas que funcionan, como la Alianza del
Pacífico, pero escuchando a las otras voces que denuncian que hay un problema social y
hay que integrar. Ese es el compromiso tan difícil que hay que encontrar en estos países. No
hay una solución fija. Depende de las circunstancias y del desarrollo de cada país. Pero yo
pienso que siempre hay que hacer una síntesis. La Alianza Pacífico debe escuchar la voz de
Unasur sabiendo que la voz de ellos tiene legitimidad, así muchas de sus recetas no tengan
sentido ni porvenir en el mundo de hoy. Venezuela ha hecho mucho en la lucha contra la
pobreza, pero lo ha hecho mediante un sistema que ya no crea riqueza, por un lado porque
hay mucha corrupción, y porque no ha sido capaz de construir un desarrollo económico
sostenible. Se ha excluido a algunos, a los empresarios, y hay que integrar a todos los
actores sociales productivos, sin dejar a nadie a un lado. Eso es lo más importante: llegar a
un contrato social que incluya a todos: a los más pobres y a los creadores de riqueza. El
fracaso de Estados Unidos en Iraq es, también, por no haber incluido a todas las fuerzas.
Excluyeron a muchos que tenían un papel importante: al partido Bas, al ejército iraquí, a los
sunnitas, sostuvieron un gobierno shiita. Si se excluye a mucha gente, el proceso es de
tensión y de frustración y finalmente, de guerra civil. La política tiene que tratar de integrar
más tendencias y que haya un pacto económico y social más inclusivo.
Para no repetir errores del pasado no pueden ustedes encerrarse en un mundo ideológico
que divide a las personas en buenas y malas, en unos que saben todo y otros que no saben
nada, donde están los que tienen algo y los que no tienen nada. Hay que incluir más y más
gente en el progreso social.
La política busca síntesis: la política busca acuerdos entre visiones antagónicas del mundo
y de la economía. Lo que parece imposible hoy no es imposible mañana. Nada se soluciona
en un día. La política es un proceso histórico evolutivo. La lucha de ayer no es la de
mañana. Se necesitan nuevas visiones, nuevas ideas económicas y de todo tipo. La visión
de los guerrilleros y la de Santos son muy distintas, y la síntesis no puede hacerse hoy. Lo
que hay que hacer es abrir caminos de esperanza para llegar a acuerdos sobre muchas cosas,
incluso en la economía. Que se concilien intereses que abran caminos para mañana. La
política debe responder a los problemas efectivamente; con humildad y sacrificios. La
historia no termina nunca: es un proceso continuo. No todos los problemas se resuelven de
una vez. Esa es la idea falsa del comunismo: vamos a solucionarlo todo pronto y
entraremos en un mundo armonioso y sin contradicciones. Fukuyama creyó lo mismo del
capitalismo triunfante, con su idea del fin de la historia. Ninguna política lo va a solucionar
todo ni hoy ni mañana ni pasado mañana, pero la meta es mejorar lo de ayer para que haya
más esperanza y más inclusión: más personas en el contrato social, económico del país.
Hay que mejorar el contrato y el objetivo político.
H.A. Usted, al haber vivido en tantas partes del mundo, tiene una visión muy
comprensiva y muy tolerante de cualquier cultura. A usted no lo escandaliza nada. No
se siente extraño ante nada “exótico”. Estados Unidos, sobre todo los EE.UU. de Bush
son lo menos cosmopolitas y comprensivos del mundo. Y ahora Obama pareciera
estar cayendo en la misma lógica.
D.d.V. Lo que a mí me entristece es ver que en los últimos 15 años nos equivocamos varias
veces, internamente e internacionalmente. Hoy en Europa somos víctimas del miedo, del
miedo hacia el porvenir. Miedo al otro: en la Comunidad se le tiente miedo al Islam y no
saben que actitud tomar hacia ellos; cómo incluir en un proceso de integración a personas
que vienen de otras tradiciones. En Francia el 8% de la población es musulmana, pero la
inmensa mayoría de ellos no tienen ningún problema y están perfectamente integrados; son
tolerantes, aceptan los valores de la democracia. Se necesita tener una relación con el
mundo musulmán y el mundo árabe que nos permita tener paz social. Y la equivocación
peor de Occidente, quizá más por miedo que por arrogancia, el error más grande, se
cometió a partir del 2001.
La reacción de EE.UU. después del 11 de septiembre se puede entender muy bien. Pero nos
damos cuenta de que después de esa reacción, sobre todo después de la itervención en Iraq,
de que la emotividad y la guerra no sirven. Ahora sucede lo mismo: decapitan a dos rehenes
y por la emoción se junta precipitadamente una gran coalición para ir a la guerra contra el
Estado Islámico. Ese tipo de confrontación va a crear más problemas y no va a resolver
nada. Así que el Occidente tiene un problema de visión histórica, un problema de
concepción de la comunidad internacional, y tiene un problema económico que quizás es el
más importante: ya Occidente se da cuenta de que el mundo está cambiando. Hemos visto
cómo el poder económico está pasando de mano, pasando del mundo occidental al mundo
asiático y al mundo emergente. Eso es un gran cambio y ahí creció el miedo en Occidente.
Hay miedo a perder el control del sistema económico internacional. Eso es muy importante.
En esta reacción visceral, militar viene de esto también de esto.
H.A. Para usted que habla perfectametne español y que conoce tan bien a América
Latina, ¿cree que en Europa hay algún interés por lo que pasa aquí? Yo no lo siento.
D.d.V. Hay incomprensión que crece entre América Latina y Europa. La imagen de
América latina era la de un continente revolucionario, cubano o chavista. Un socialismo
agresivo era la imagen: lo que se esperaba de ustedes. Exotismo en literatura y revolución
en lo político. Como el continente es muy desigual se espera una constante lucha social.
Allá no se dan cuenta de los cambios que ha habido: los cambios democráticos, los cambios
sociales y económicos. La historia hace que la América Latina de hoy no se parezca a la de
hace 20 años. Ustedes se han alejado también de EE.UU., y ustedes tienen la posibilidad de
escoger su propio camino de desarrollo. Es un momento en la historia de América Latian
muy interesante. Otros van a mirar hacia acá: Asia y Africa están mirando hacia acá. El
éxito de Colombia en cuanto a la inflación o al crecimiento es estudiado en otras partes.
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por Taboola
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