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GRAN UNIDAD ESCOLAR

JOSE ANTONIO ENCINAS

Tema: CUENTOS DE LA REGION DE PUNO CON


SUS AUTORES

Nombre: ZEIDA LIZBETH CHAMBI SALAS


Docente: Germán Herman Álvarez Ortiz
Grado y sección: 5°to k
2018

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indice
....................................................................................................................................................... 2
AZANGARO ......................................................................................Error! Bookmark not defined.
LAMPA ........................................................................................................................................... 2
CARABAYA ..................................................................................................................................... 4
SAN ANTONIO DE PUTINA ............................................................................................................. 5
SANDIA .......................................................................................................................................... 6
HUANCANE .................................................................................................................................. 10
MOHO.......................................................................................................................................... 13
YUNGUYO ................................................................................................................................... 18
ILAVE............................................................................................................................................ 19
PUNO ...............................................................................................Error! Bookmark not defined.

EL MITO DEL CÓNDOR

Se dice que en una comunidad, un hombre vivía con su hija. La hija


pastaba las ovejas, llamas y otros animales. Cada día un joven
vestido con elegancia iba a visitarla. Tenía un traje negro hermoso,
chalina blanca, sombrero y todo. Cada día iba a visitar a la mujercita,
y se hicieron buenos amigos. Jugaban a todo. Un día comenzaron a
jugar de esta manera: “Alzame tu y yo te alzaré”. Bueno, comenzaron
el juego, y el joven alzo a la mujercita. Recién cuando la había alzado
en alto, la mujercita se dio cuenta de que estaba volando.
El joven puso a la mujercita dentro de un nicho en un barranco. Allí
el joven se convirtió en cóndor. Por un mes, dos meses, el cóndor

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criaba a la mujercita. Le daba toda clase de carne: carne asada,
carne cocida. Cuando habían estado unos años juntos, ella llego a
ser mujer. La jovencita dio a luz un niñito, pero lloraba día y noche
por su padre, a quien había dejado en la comunidad. “¿Cómo puede
estar solo mi padre? ¿Quién está cuidando a mi padre? ¿Quién está
cuidando a mis ovejitas? Devuélveme al lugar de donde me trajiste.
Devuélveme allá”, le suplicaba al cóndor. Pero él no le hacia caso.

Un día un picaflor apareció. La joven le dijo: “¡Ay, picaflorcito, mi


picaflorcito! ¿Quién hay como tú? Tienes alas. Yo no tengo ninguna
manera de bajar de aquí. Hace más de un año, un cóndor,
convirtiéndose en joven, me trajo aquí. Ahora soy mujer. Y he dado
a luz a su niñito”. El picaflor le contestó: “Escúchame joven. No llores.
Te voy a ayudar. Hoy día iré a contarle a tu papá donde estás, y tu
papá vendrá a buscarte”. La joven le dijo: “Escúchame, picaflorcito.
¿Conoces mi casa, no? En mi casa hay hartas flores bellas, te
aseguro que si tú me ayudas, toditas las flores que hay en mi casa
serán para ti”.

Cuando dijo eso, el picaflor volvió contento al pueblo, y fue a decir al


padre de ella: “He descubierto dónde está tu hija. Está en el nicho de
un barranco. Es la mujer de un cóndor. Pero va a ser difícil bajarla.
Tenemos que llevar un burro viejo”, dijo el picaflor, y contó su plan al
viejo. Fueron, llevando un burro viejo. Dejaron el burro muerto en el
suelo. Y mientras el cóndor estaba comiendo el burro, el picaflor y el
viejo ayudaron a la jovencita a bajar del barranco. Después llevaron
dos sapos: uno pequeño, otro grande, y dejaron los sapos en el nicho
del barranco. Bajaron el viejo y su hija y fueron hacia el pueblo. El
picaflor fue donde estaba el cóndor, y le contó: “Oye, cóndor. Tu no

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sabes que desgracia hay en tu casa”.
“¿Que ha pasado?” el cóndor le preguntó.
“Tu mujer y tu hijo se han convertido en sapos”. Bueno, el cóndor se
fue volando a ver. Ni la joven, ni su hijo estaban dentro del nicho,
solamente dos sapos. El cóndor se asustó, pero no pudo hacer nada;
y el picaflorcito está todos los días entre las flores en la casa de la
jovencita. Mientras ella, su hijo y su padre viven felices en la
comunidad.

EL CONDENADO

Un arriero que traía de Ayacucho cuatro cargas de plata a lomo de


mulos, por encargo de su patrón, se alojó en las inmediaciones de
Izcuchaca (Huancavelica), en un lugar denominado “Molino” de
propiedad del señor David, quien tenía su cuidador; éste muy de
madrugada, mientras el arriero cargaba el cuarto mulo, hizo desviar
una carga y arrojó solo al animal.

Mientras el cuidador se repartía el dinero con el propietario del sitio,


el arriero desesperado con su desventura a cuestas, puesto que,

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para reparar la pérdida tenía que trabajar el resto de su vida y tal vez
hasta sus descendientes, impetraba de rodillas a los causantes
quienes por la codicia del dinero tornándose indolentes y sordos al
clamor el pobre indio cuyas inocentes lágrimas llegaron hasta el cielo
en procura de la justicia divina.

Al poco tiempo murió el cuidador del “molino”, su mujer y su hijo.


Aquel por ser el culpable directo se condeno, es decir, arrojado “alma
y cuerpo” de la vida ultraterrena, debía refugiarse por entre los
montes tomando la forma de un animal con cabeza humana gritando
de vez en vez: David devuelve la plata… Inclusive creen que por
causa del humo don David, dueño del molino, que aún vive, sufrió de

LA LAGUNA DE PACA

Esta laguna guarda entre sus aguas las más fascinantes historias y
relatos, ubicada en el Valle de Mantaro, en la provincia de Jauja. Se
ha convertido en el punto de encuentro de propios y extraños.

Una vez bajo dios a la tierra. Llamo a la puerta de una casa. Sin abrir
le gritaron, ¡fuera sucio! Entonces siguió su camino. A poco llamo a
otra puerta, vivían allí dos pobres viejecitos que a esa hora
preparaban su comida en una ollita de barro. La comida era tan

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escasa que apenas alcanzaba para una persona, entonces dios puso
las manos sobre la ollita y la comida aumento y de ella comieron los
tres. Cuando terminaron dijo dios: Vamos. El viejito antes de salir
sacó de su casa su tambor. Subieron un cerro. Los viejitos caminaban
por delante, dios por detrás. Al cabo de un rato dios pidió al viejito su
tambor. Entonces dijo dios: no vayan a volver la cara y soltó el
tambor. El tambor rodaba sonando cada vez más fuerte. Los viejitos
volvieron la cara y quedaron convertidos en piedra blanca. El tambor
rodaba, rodaba, hasta que llego al pueblo y reventó. De él salio tanta
agua que anego los campos, las casas, hasta convertir el pueblo en
una laguna.
Relato de José Dávila. Recogido en Paca, Junín.

DOS MEJORES AMIGOS

Una vez dentro se acurrucaron para darse calor y contemplaron


atónitos cómo los ríos de agua subían monte arriba a gran
velocidad. Más que ríos parecían largas y gigantescas serpientes
reptando peligrosamente hacia la cumbre.

Sintieron verdadero pánico al ver que en cualquier momento el


agua desbordada podía alcanzarlos, pero por suerte ¡la montaña
era mágica! Como si tuviera vida propia, cuando el agua estaba a

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punto de rebasar la cueva, la cumbre se elevó hacia el cielo. No
una sino varias veces la montaña creció a su antojo para ponerlos
a salvo y los hermanos dejaron de tener miedo.

Eso sí, tuvieron que enfrentarse a otro grave problema: a medida


que pasaban las horas tenían más y más hambre. Se encontraban
en una cueva sobre el pico de una montaña altísima rodeados de
agua, lo cual suponía un inconveniente porque no había ningún
lugar donde buscar alimento.

Aguantaron mucho tiempo sin probar bocado, y cuando estaban a


punto de desfallecer, dejó de llover.

– ¡Mira, hermanita! Parece que las tormentas y las lluvias han


llegado a su fin, pero todo a nuestro alrededor sigue inundado. A
ver si bajan pronto las aguas y podemos volver a casa.

– Sí, pero mientras tanto ¿qué comeremos?… Llevamos varios


días sin llevarnos nada a la boca y yo ya no aguanto más.

Su hermano la miró con tristeza y la abrazó, pues para eso no tenía


solución.

– Lo siento pero solo nos queda confiar en que el agua


desaparezca rápido para poder bajar la montaña y buscar algo
que comer.

Esa noche la pasaron como siempre arrimados el uno al otro para


no pasar frío. Al amanecer, un rayito de sol se coló por la cueva y
despertó a la muchacha. Abrió los ojos y su corazón empezó a latir
con fuerza.

– ¡Hermano, hermano, mira esto!

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El joven se sobresaltó.

– ¡Madre mía!… ¡Pellízcame por si todavía estoy soñando!

¡No se lo podían creer! Algún desconocido se había colado en la


cueva mientras dormían y había colocado un montón de platos
rebosantes de apetitosa comida sobre un mantel fabricado con
hojas. Carne, mazorcas de maíz, fruta fresca… ¡Jamás habían
imaginado poder darse semejante festín en esa horrible situación!

Se lanzaron sobre las viandas como lobos hambrientos y


empezaron a devorarlas. Comieron hasta que estuvieron a punto
de reventar y después se tumbaron boca arriba, con las manos
extendidas y una sonrisa de oreja a oreja.

– ¡Ha sido la mejor comida de mi vida, hermanita!

– ¡Ay, qué rico estaba todo! Me pregunto quién la habrá


traído… ¿Tal vez alguien que nos vigila?

– No tengo ni idea ¡Todo esto es muy extraño!

– Sí, lo es. Esta noche nos quedaremos despiertos por si vuelve y


le daremos las gracias.

Esperaron impacientes a que terminara el día y la luna llena


apareciera en lo alto del cielo. Entonces se agazaparon tras una
roca que había en la cueva y protegidos por la
oscuridad esperaron la visita del misterioso benefactor.

De repente oyeron unos extraños ruiditos y de entre las sombras


surgieron cinco guacamayos disfrazados de humanos.

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¡La visión fue impactante para ellos! ¡Quienes les habían dejado la
comida eran cinco loros que iban cubiertos con ropas de
personas!… ¡Y volvían cargados con más alimentos!

Estupefactos, salieron de su escondite para darles las gracias,


pero cuando los tuvieron cerca, comenzaron a desternillarse de
risa ¡Tenían una pinta tan graciosa y estrambótica que era
imposible aguantar las carcajadas!

– ¡Ja, ja, ja! ¡¿Pero qué hacen estos guacamayos vestidos así?!

– Sí… ¡Ja, ja, ja! ¡En mi vida he visto cosa igual! Se ve que vienen
de una fiesta de disfraces o algo así.

Al escuchar las burlas, los guacamayos se sintieron muy


ofendidos. Sin decir ni palabra se miraron a los ojos y se largaron
volando en un abrir y cerrar de ojos.

Los chicos salieron disparados hacia la entrada de la cueva y


comenzaron a gritar con lágrimas en los ojos.

– ¡Oh, no, no os vayáis por favor! ¡Sentimos mucho haberos


disgustado!

– ¡Por favor, volved! Nos salvasteis la vida y os lo agradecemos


muchísimo ¡Os lo suplico, perdonadnos!

Los guacamayos ya surcaban el cielo muy cerca de las nubes


cuando el viento les llevó el llanto desconsolado de los hermanos.
No pudieron evitar sentir mucha pena por ellos y como eran
animales de buen corazón, hicieron una pequeña pirueta en el aire
y regresaron a la cueva de la montaña.

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– ¡Gracias por volver, amigos! Hemos sido muy desconsiderados
con vosotros y os prometemos que no volverá a suceder.

– Mi hermano tiene razón… ¡No volverá a suceder!

Los guacamayos se sintieron valorados y supieron perdonar.


Desde entonces empezaron a acudir cada día a la cueva, siempre
disfrazados de personas, cargados de comida que los chicos
engullían con auténtico placer.

El tiempo fue pasando y el nivel del agua que lo cubría todo fue
descendiendo poco a poco. El sol, cada vez más brillante e
intenso, ayudó a secar la tierra y a que el paisaje recuperara el
esplendor de antaño.

ANTIGUA FÁBULA DE CHINA


Un día, hace muchos años, tres niños iban cantando y riendo
camino de la escuela. Como todas las mañanas atravesaron la
plaza principal de la ciudad y en vez de seguir su ruta habitual,
giraron por una oscura callejuela por la que nunca habían pasado.

De repente, algo llamó su atención; en uno de los portales, sentada


sobre un escalón, vieron a una viejecita de moño blanco y
espalda encorvada que frotaba sin descanso una barra de hierro
contra una piedra.

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Los niños, perplejos, se quedaron mirando cómo trabajaba. La
barra era grande, más o menos del tamaño un paraguas, y no
entendían con qué objetivo la restregaba sin parar en una piedra
que parecía la rueda de un molino de agua.

Cuando ya no pudieron aguantar más la curiosidad, uno de ellos


preguntó a la anciana:

– Disculpe, señora ¿podemos hacerle una pregunta?

La mujer levantó la mirada y asintió con la cabeza.

– ¿Para qué frota una barra de hierro contra una piedra?

La mujer, cansada y sudorosa por el esfuerzo, quiso saciar la


curiosidad de los chavales. Respiró hondo y con una dulce sonrisa
contestó:

– ¡Muy sencillo! Quiero pulirla hasta convertirla en una aguja de


coser.

Los niños se quedaron unos momentos en silencio y acto seguido


estallaron en carcajadas. Con muy poco respeto, empezaron a
decirle:

– ¿Está loca? ¡Pero si la barra es gigantesca!

– ¿Reducir una barra de hierro macizo al tamaño de una aguja de


coser? ¡Qué idea tan disparatada!

– ¡Eso es imposible, señora! ¡Por mucho que frote no lo va a


conseguir!

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A la anciana le molestó que los muchachos se burlaran de ella y
su cara se llenó de tristeza.

– Reíros todo lo que queráis, pero os aseguro que algún día esta
barra será una finísima aguja de coser. Y ahora iros al colegio, que
es donde podréis aprender lo que es la constancia.

Lo dijo con tanto convencimiento que se quedaron sin palabras y


bastante avergonzados. Con las mejillas coloradas como tomates,
se alejaron sin decir ni pío.

Al llegar a la escuela se sentaron en sus pupitres y contaron la


historia a su maestro y al resto de sus compañeros. El sabio
profesor escuchó con mucha atención y levantando la voz, dijo a
todos los alumnos:

– Vuestros amigos son muy afortunados por haber conocido a esa


anciana; aunque no lo creáis, les ha enseñado algo muy
importante.

El aula se llenó de murmullos porque nadie sabía a qué se refería.


Finalmente, uno de los tres protagonistas levantó la mano y
preguntó:

– ¿Y qué es eso que nos ha enseñado, señor profesor?

– Está muy claro: la importancia de ser constante en la vida, de


trabajar por aquello que uno desea. Os garantizo que esa
mujer, gracias a su tenacidad, conseguirá convertir la barra de
hierro en una pequeña aguja para coser ¡Nada es imposible si uno
se plantea un objetivo y se esfuerza por conseguirlo!

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Los niños se quedaron pensando en estas palabras y
preguntándose si el maestro estaría en lo cierto o simplemente se
trataba de una absurda fantasía.

Por suerte, la respuesta no tardó en llegar; pocas semanas más


tarde, de camino al cole, los tres chicos se encontraron de nuevo
a la anciana en la oscura callejuela. Esta vez estaba cómodamente
sentada en el escalón del viejo portal, muy sonriente, moviendo
algo diminuto entre sus manos.

Corrieron para acercarse a ella y ¿sabéis qué hacía? ¡Dando forma


al agujerito de la aguja por donde pasa el hilo!

Moraleja: En la vida hay que ser perseverantes. Si quieres


conseguir algo, tómatelo en serio y no te vengas abajo por muy
difícil que parezca. Todo esfuerzo, al final, tiene su recompensa.

COLOR DE LA PIEL (CHIRIHUANO)


Al muchacho los compoblanos le conocían como el “Chirihuano”,
debido a su conducta agreste y poco sociable, le comparaban con
las gentes que habían venido hacia el este, en busca del Sol
caminando miles de kilómetros a quienes les conocieron como los
Chirihuanos, eran fieros e indomables. Especulaban que el
muchacho sea el hijo de uno de estos guerreros en el peor de los
casos la reencarnación de estos. Ni siquiera la enorme bestia de
la caverna le inspiraba temor, era el único entre los mortales de la
zona a quien el reptil no le causaba ningún espanto. Chirihuano,

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sin embargo, se hizo adulto y su carácter arisco no cambió para
nada. Muy por el contrario su vida se hizo misteriosa, ni siquiera
llegaba a pasar la noche en su casa, casi ya no vivía bajo techo.
Sobre su vida empezaron a tejerse una serie de historias, unos
decían que la enorme serpiente se lo había tragado y que solo el
espectro de Chirihuano vagaba penando por los caminos y
roquedales. Los demás, decían que se ha convertido en el
sacerdote de la sierpe y quizá su guardián y que ambos acechaban
a las presas. Todo un misterio vinculaba a Chirihuano, con el
fabuloso reptil. Inclusive decían que era caníbal. Así pasaron
varios años zurciendo el misterio, y Chirihuano ya no se dejaba ver
ni compartía palabra con los mortales.

Un día de invierno después de una calurosa mañana en que el sol


parecía asar la tierra, y pasado el medio día el cielo empezó a
ponerse negra como las penas, las nubes precipitadamente
empezaron a mezclarse como mágicos vellones y entrelazarse para
formar un oscuro manto sobre la quebrada. De pronto se escuchó un
estrepitoso trueno y empezó la tormenta. Una descomunal granizada
caía sobre la quebrada, los rayos centelleaban a doquier, parecía
haber llegado el fin del mundo o mejor dicho el fin de la quebrada.
Todos temblaron de miedo, decían que el cielo estaba peleando con
la serpiente, y que el reptil ya no le tenía miedo a los truenos. Fueron
horas infernales hasta que la tormenta cesó. De pronto se escuchó
otro ensordecedor ruido, esta vez era el ruido de miles de rocas
deslizándose hacia la caverna de la enorme bestia, las rocas caían
desde la cima de un barranco. A momentos caía como si fuera una
catarata de piedras en dirección a la caverna de la serpiente. Desde
la profundidad de la caverna se escuchó un horrible chillido que hizo

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temblar la tierra y los tímpanos parecían estallar, y poco a poco se
fue ahogando el chillido. Y todo volvió a la calma.. Solo el polvo en
remolino se levantaba hacia arriba ensombreciendo la quebrada. El
fabuloso reptil había quedado sepultado para siempre en la caverna.
Chirihuano desde que se había marchado de su casa había apilado
sigilosamente miles de piedras durante varios años sobre el barranco
que emergía sobre la caverna de la serpiente. Si hubiera comentado
de su plan, nadie lo hubiera apoyado en su proyecto, quizá lo
hubieran expulsado de la comarca, hasta lo hubieran capturado y
ofrecido como sacrificio a la enorme bestia. Chirihuano, sabía que la
enorme serpiente tenía miedo a los rayos y truenos, y aprovechando
esta debilidad del monstruo, cumplió su plan, también sacó ventaja
de lo resbaladizo de las rocas después de las tormentas. Los
lugareños venciendo sus miedos, poco a poco se fueron reuniendo a
una considerable distancia de la caverna, cuyo horrible hoyo estaba
cubierto por completo por el deslizamiento de las rocas, y cerca yacía
el cuerpo de Chirihuano, parecía aun moverse, pero estaba en sus
último minutos de vida. Chirihuano al provocar el deslizamiento de
las rocas había caído por el barranco atrapado por la violencia del
deslizamiento, sin embargo con su vida había salvado a su pueblo
del yugo de la serpiente. Todos lloraron su muerte, y en su honor se
llamaron Chirihuanos para emular su valentía La enorme serpiente
nunca más pudo salir de la caverna, ahora dicen que al no poder salir
de la tierra provoca temblores y terremotos. Y el día que salga por
algún hoyo devorará al mundo entero.

UNA TARDE DE PRIMAVERA

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Una hermosa tarde de primavera, un viejo labrador que llevaba
varias horas cultivando la tierra decidió hacer una parada en su
trabajo.

– ¡Uf, qué cansado estoy! Iré a pasear un rato por el campo y luego
continuaré con la faena.

Caminó por sus tierras sin rumbo fijo, disfrutando de la brisa y del
calorcito del mes de abril. Deambulaba feliz, sin pensar en nada
más que en respirar bocanadas de aire fresco y estirar un poco las
piernas, cuando de pronto notó que una cosa extraña se movía
entre la hierba.

Se acercó con cautela, procurando no hacer ruido, y vio algo que


le impactó: en un cepo oxidado estaba atrapada un águila que
luchaba desesperadamente por liberarse. El hombre se conmovió
y sintió mucha pena por el animalito.

– ¡Pobrecilla, con lo hermosa que es! ¡No puedo dejarla morir así!

Se agachó y trató de calmarla susurrándole palabras cariñosas.

– Tranquila, pequeña, yo te sacaré de aquí. Quédate quietecita


para que pueda soltarte sin que te lastimes.

El águila obedeció y dejo de moverse. A pesar de que estaba


aterrada y no sabía si fiarse de un humano desconocido, permitió
que el labrador hiciera su trabajo ya que era su única posibilidad
de sobrevivir.Con ayuda de un palo el hombre hizo palanca y el
cepo se abrió como la concha de una ostra. El águila, que por
suerte solo tenía un pequeño rasguño en una pata, sacudió su

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plumaje y emprendió el vuelo hasta desaparecer en el cielo.El
labrador se quedó un poco confundido.

– ¡Vaya, se ha ido sin darme las gracias! ¡Por no decir no me ha


dicho ni adiós! En fin, si es una desagradecida, no es mi problema.

Sin rencor alguno continuó su paseo hasta que llegó al muro de


piedra que delimitaba la finca. Ya no estaba para demasiados
trotes y pensó que estaría bien tumbarse a dormir un rato antes de
regresar.

– Estoy agotado y esta pared da muy buena sombra. Quince


minutos de siesta serán suficientes para recuperar fuerzas.

Se recostó apoyando la espalda en el muro y sus párpados se


fueron cerrando lentamente. A punto estaba de sumirse en un
profundo sueño cuando, de repente, notó que alguien le arrancaba
de un tirón el pañuelo que llevaba anudado en la cabeza.

¡Menudo susto se llevó! Abrió los ojos de golpe y vio al águila


volando a su alrededor con el pañuelo en el pico.

– ¡Maldita sea! ¿Has venido a robarme después de lo que he hecho


por ti? ¡Qué ingrata eres!

El labrador se puso en pie y agitó los brazos intentando atraparla.

– ¡Ladrona, devuélveme el pañuelo! ¡Cuando te coja te vas a


enterar!

Pero el águila no le hizo ni caso; se alejó unos metros y mirando


fijamente al labrador, dejó caer el pañuelo a bastante distancia. El
campesino se enfadó aún más.

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EL CANTO DE LA MUJER PEZ

Los cuentos y cantos de sirena se suceden casi día a día, pero en


enero de 2001 el rumor fue más allá y se hizo noticia. El diario Extra
anunciaba que habían atrapado una sirena viva en el Titicaca. “Era
época de lluvias –rescata Max Tancara, quien rastreó al misterioso
ser por medio lago–. Llovía día y noche y todos trataban de buscar
una explicación al hecho. Hasta que las vendedoras de pescado
lanzaron su respuesta: dicen que han atrapado una sirena,joven”.Y
el Extra puso en marcha una de las investigaciones más extrañas de
su vida“Recorrimos varias poblaciones del Titicaca –prosigue Max–.
Algunos no sabían nada y otros nos iban dando pistas. Así hasta que
llegamos a Santa Rosa de Taraco. Allá todo era silencio,nadie nos
quería hablar.Pero en las casas que casi se metían en el lago
encontramos lo que buscábamos. Según sus pobladores, uno de los
vecinos, Macario Apaza, había encontrado la imagen de una sirena
esculpida en piedra y fue a venderla a la Argentina. Para muchos en
el pueblo esa fue la causa del desfase que atrajo inundaciones hacia
el altiplano”.En La Paz fue tal el revuelo que se agotaron los
ejemplares del Extra, en los minibuses se vendían las fotocopias a
Bs. 1 y varios periódicos y semanarios le daban columnas a este
suceso. Y las semanas siguientes a la primera publicación, el 29 de
enero, las historias de sirenas llenaban con sus cantos los corrillos
de mercado, las aceras y las tiendas de barrio.Todas tenían similares
mimbres: atrapaban a la sirena, ella rogaba que no la sacaran de su
lugar de origen y amenazaba con tormentas nunca vistas si no lo
hacían. En algunos casos se hablaba de la red de unos pescadores
de Tiquina en la que se había enganchado el ser mitológico y donde
había muerto; otros decían que se la habían llevado a Puno; y

pág. 18
LEYENDA DEL DIOS VIRACOCHA

Cuenta la leyenda, que el dios Viracocha, creó un mundo sin luz y dio
vida a unos gigantes que no lo respetaron ni lo obedecieron.
Disconforme con el resultado de su creación, Viracocha envió un
diluvio que sumergió a la tierra transformándola completamente.
Una vez que los gigantes desaparecieron, Viracocha decidió crear
hombres pero de un tamaño semejante al suyo.
Para que los hombres pudieran apreciar su obra resolvió iluminar la
tierra por medio del sol, la luna y las estrellas. Creo también plantas
árboles y animales.
Viracocha hizo aparecer a un enviado suyo, Viracochan, un hombre
que imponía respeto, para que instruyera a los hombres sobre la
manera de conducirse para vivir en paz y armonía. El les enseñaba
como cultivar y cuando cosechar. Las hierbas que podían utilizar
como medicina, y los vestidos que debían usar. Les enseñaba con
bondad y mucha paciencia.
A pesar de todos los beneficios que las enseñanzas de Virocochan
les producía, muchos hombres lo injuriaron y se reían de él porque
vestía una túnica andrajosa. Ellos fueron convertidos en piedras.
Hubo quienes trataron de escapar de su furia, pero fueron
alcanzados por fuego volcánico. Solo allí se dieron cuenta que
estaban ante un ser poderoso al que le debían obediencia y respeto.
Viracochan hizo un largo recorrido. Al llegar a un hermoso valle creó
a una persona a la que llamó Alcaviza y a ese lugar le dio por nombre
Cuzco. Luego exclamó: Después de Alcaviza, llegarán los incas
orejones. Mi deseo es que sean respetados.
Este era un anticipo de la llegada a Cuzco de Ayar Manco y Mama
Ocllo, fundadores del Imperio Inca

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Viracochan tenía muchos nombres: Tumupa, Tarapacá, Viracochan,
Pachayachicachan, Bichaycamayoc, Cunacuycamayoc, Pachacan.
Todos esos nombres significan: El enviado de Viracocha, su fuente,
el predicador, el encargado del presente o el conocedor del tiempo.
Cuando Viracochan llegó cerca del Ecuador, les anticipó a los
hombres muchas cosas que habrían de suceder y luego se introdujo
en el mar caminando sobre el agua.
Comentario:Los mitos y leyendas forman parte de nuestra
tradición y han sido transmitidos de generación en generación,
ya sea oral o en forma escrita. Nuestro país, una nación
multiétnica es un emporio vivo de mitos y leyendas diversas, por
doquiera que uno va encontrará un poblador ansioso de contarle
un mito o leyenda de su pueblo.
Fuente: profesor de historia: Raúl Porras Barrenechea.

Publicado por magy idalia en 8:43 1 comentario:


miércoles, 18 de marzo de 2009
LEYENDA DEL TITICACA (Fiesta en el titicaca)

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AVES MENSAJERAS DE LA NATURALEZA

Las gaviotas andinas se habían encargado de llevar la noticia hasta


los últimos rincones del Altiplano. Volando de un punto a otro,
incansables, habían comunicado a todos que cuando la luna
estuviera brillante y redonda, los animales estaban cordialmente
invitados a una gran fiesta a orillas del lago. El Titicaca se alegraba
cada vez que esto sucedía.
Cada cual se preparaba con esmero para esta oportunidad. Se
acicalaban y limpiaban sus plumajes y sus pieles con los mejores
aceites especiales, para que resplandecieran y todos los admiraran.
Todo esto lo sabía Tatú, él quirquincho, ya había asistido a algunas
de estas fastuosas fiestas que su querido amigo Titicaca gustaba de
organizar. En esta ocasión deseaba ir mejor que nunca, pues
recientemente había sido nombrado integrante muy principal de la
comunidad. Y comprendía bien lo que esto significaba... Él era
responsable y digno. Esas debían haber sido las cualidades que se
tuvieron en cuenta al darle este título honorífico que tanto lo honraba.
Ahora deseaba íntimamente deslumbrarlos a todos y hacerlos sentir
que no se habían equivocado en su elección.
Todavía faltaban muchos días, pero en cuanto recibió la invitación se
puso a tejer un manto nuevo, elegantísimo, para que nadie quedara
sin advertir su presencia espectacular. Era conocido como buen
tejedor, y se concentró en hacer una tramafina, fina, a tal punto, que
recordaba algunas maravillosas telarañas de esas que se suspenden
en el aire, entre rama y rama de los arbustos, luciendo su tejido
extraordinario. Ya llevaba bastante adelantado, aunque el trabajo, a
veces, se lehacia lento y penoso, cuando acertó a pasar cerca de su
casa el zorro, que gustaba de meter siempre su nariz en lo que no le

pág. 21
importaba.
Al verlo, le preguntó con curiosidad que hacía y este le respondió que
trabajaba en su capa para ponérsela el día de la fiesta en el lago, el
zorro le respondió que cómo iba a alcanzar a terminarla si la fiesta
era esa noche. El quirquincho pensóque había pasado el tiempo sin
notarlo. Siempre le sucedía lo mismo... Calculaba mal las horas... Al
pobre Tatú se le fue el alma a los pies. Una gruesa lágrima rodó por
sus mejillas. Tanto prepararse para la ceremonia... El encuentro con
susamigos lo había imaginado distinto de lo que sería ahora.
¿Tendría fuerzas y tiempo para terminar su manto tan hermosamente
comenzado?
El zorro captó su desesperación, y sin decir más se alejó riendo entre
dientes. Sin buscarlo había encontrado el modo de inquietar a
alguien...y eso le producía un extraño placer. Tatú tendría que
apurarse mucho si quería ir con vestido nuevo ala fiesta. Y así fue.
Sus manitos continuaron el trabajo moviéndose con rapidez y
destreza, pero debió recurrir a un truco para que le cundiera. Tomó
hilos gruesos y toscos que le hicieron avanzar más rápido. Pero, la
belleza y finura iniciales del tejido se fueron perdiendo a medida que
avanzaba y quedaba al descubierto una urdimbre más suelta.
Finalmente todo estuvo listo y Tatú se engalanó para asistir a su
fiesta.
Entonces respiró hondo, y con un suspiro de alivio miró al
cieloestirando sus extremidades para sacudirse el cansancio de tanto
trabajo. En ese instante advirtió el engaño... ¡Si la luna todavía no
estaba llena! Lo miraba curiosa desde sus tres cuartos de creciente...
Un primer pensamiento de cólera contra el viejo zorro le cruzó su
cabecita. Pero al mirar su manto nuevamente bajo la luz brillante que
caía también de las estrellas, se dio cuenta de que, si bien no había

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quedado como él lo imaginara, de todosmodos el resultado era de
auténtica belleza y esplendor. No tendría para qué deshacerlo.
Quizás así estaba mejor, más suelto y aireado en su parte final, lo
cual le otorgaba un toque exótico y atractivo. El zorro se asombraría
cuando lo viera... Y, además, no le guardaría rencor, porque sido su
propia culpa creerle a alguien que tenía fama de travieso y juguetón.
Simplemente él no podía resistir la tentación de andar burlándose de
todos... y siempre encontraba alguna víctima.
Pero esta vez todo salió bien: el zorro le había hecho un favor. Porque
Tatú se lució efectivamente, y causó gran sensación con su manto
nuevo cuando llegó, al fin, el momento de su aparición triunfal.
El gran lago Titicaca, de aguas dulces, el más grande de Sudamérica,
a cuatro mil metros de altura en el Altiplano, ubicado entre Bolivia y
Perú, era para los Incas un lugar sagrado, pues creían que allí habían
bajado los primeros hijos del sol.

Cuenta la leyenda que en esa meseta estaba construida una gran


ciudad, tan rica y poderosa, que sus pobladores se creían que todo
el mundo debía mostrar sumisión ante ellos.

Llegaron a ella un grupo de andrajosos indios a quienes despreciaron


y pedían que se fueran.
Estos indios andrajosos les profetizaron la destrucción de la ciudad a
causa de terremotos, el agua y el fuego. Los pobladores de la ciudad
se burlaron de estas predicciones y los expulsaron a golpes.

Sin embargo, los sacerdotes quedaron preocupados. Algunos hasta


se fueron de la ciudad y se radicaron en el templo de la colina, La
gente de la ciudad se burló también de ellos.

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Llegó un día en que el cielo y la tierra se hallaron bañados por una
luz roja que despedía una nube. Luego se escuchó un relámpago y
un tremendo trueno, y la tierra se abrió. Quedaron edificios de piedra
en pìe, pero comenzó a caer una lluvia roja, la tierra volvió a abrirse
y uno a uno fueron cayendo las fuertes construcciones, los canales
de riego se destruyeron, los ríos se desbordaron e inundaron lo poco
que quedaba de la ciudad cuyos habitantes eran tan arrogantes y
orgullosos.

Las aguas cubrieron todo, y desde ese momento se formó un gran


lago sobre lo que fue la admirada y jactanciosa ciudad. Así se formó
el Lago Titicaca. Sólo se salvaron los sacerdotes, pues ni el terremoto
ni las aguas pudieron arrasar el Templo de la Colina, y quedó ese
lugar como una isla, que hoy se llama Isla del Sol.

También se salvaron los indios harapientos que observaron


preocupados, desde un lugar alto, la gran destrucción de la bella
ciudad. De ellos nacieron los callawayas, que viven en el Altiplano y
son los curanderos de grandes habilidades.

COMENTARIO: El lago Titicaca no solo es hermoso e impresionante


por su tamaño, fascinante por su aspecto, tambien es un lugar
impregnado de historias, leyendas y mitologías incaicas, como la q
he publicado, algunas mas fascinerosas q otras, pero todas con
mucha fantasia.

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"Esta es una de las leyendas màs conocidas y significativas de
Puno, fue proporcionada por el Inca Garcilaso de la Vega (1539
– 1616). Cronista hijo de un capitán español Sebastián Garcilaso
de la Vega y de la ñusta Isabel Chimpu Ocllo, nieta de Túpac
Yupanqui. Su anciano tío , fue el que más información le
proporcionó. Poniendo el relato en boca de su tío, relata
Garcilaso esta leyenda."
"El sol, viendo el estado penoso de los hombres, creó una
pareja: Manco Capac el varón y Mama Ocllo, su esposa y
hermana; les colocó un cetro de oro y les ordenó ir por el mundo
para civilizar a los pobladores. Les encargó fundar un reino, e
implantar en él el culto al sol.Manco Capac y Mama Ocllo
salieron de las espumas del Lago Titicaca y avanzaron hacia el
norte. El cetro de oro les serviría para encontrar el lugar ideal
para la fundación del Imperio, pues en él se hundiría el bastón
hasta desaparecer.
Decidieron separarse, marchando Manco Capac al norte y Mama
Ocllo al sur del valle, para convocar a la gente y someterla. Los
habitantes de todo el valle no tardaron en reconocerlos como

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EL ORIGEN DEL LAGO TITICACA

Se dice que antiguamente había un inmenso valle llamado Tierra


Eterna. En la Parte donde ahora está el lago se desarrolló un pueblo
muy grande llamado Pueblo Eterno.

En aquellos tiempos todos eran felices. Nadie sabía qué era el


sufrimiento. La tierra era buena: daba abundantes frutas y plantas,
todo lo que uno quería ahí se encontraba. Había también plantas en
las que salía la lana y con ésta podían confeccionar sus ropas. El
clima era muy bueno en esa época no había mucha lluvia tampoco
había sequía; los hombres y los animales vivían en armonía porque
los animales eran mansos. Los hombres eran poderosos porque ellos
convertían las montañas en llanuras con solo disparar sus hondas.
Todos tenían oro y plata. En las calles del pueblo había grandes
palacios, templos y santuarios que estaban cubiertos de oro y plata.

Pero con el tiempo estas personas cambiaron y desobedecieron el


mandato divino cometiendo una falta grave y el Dios Padre muy
enojado se dirigió a ellos diciendo: Ustedes ya no viven bajo mi
mandato, por lo tanto les prohíbo subir la cumbre sagrada; nadie
tendrá derecho a subir al santuario y si alguien sube entonces morirá.

Y lo que dijo Dios lo había escuchado el diablo que desde ese


momento se dedicó a tentar a los hombres del pueblo, él les decía:
Si escalan el santuario entonces ustedes tendrán el mismo poder que
el Dios.

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Entonces los hombres intentaron subir el santuario, cuando Dios

Esto le produjo mucho dolor al Dios supremo, porque los hombres


del pueblo le habían pedido ayuda al diablo. Entonces todos los seres
celestiales empezaron a llorar amargamente y con esto provocaron
inmensas lluvias y tormentas que duraban toda la noche y todo el día,
y así poco a poco el pueblo fue desapareciéndose, con las lluvias, e
inundándose y quedando en lo más profundo del lago. No quedó
nada vivo; solo una pareja que por obra divina se salvó, esta pareja
de humanos logró cogerse de un tronco que se mantuvo flotando,
entonces el Dios supremo sintió compasión por esta pareja e hizo
que parara la lluvia. Pasada la tormenta la pareja vio cómo millares
de pumas estaban muertos y flotaban en el agua con sus vientres de
color gris hacia arriba.

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"EL GUAGOR"
Un espinoso como verde de cactus es la planta agresiva y original
que da a brotar a la flor del guagor, es del cinabrio o de la glosularia?
hermosa, el sol del medio día se ha licuado en su cáliz y dado a
reverberar tonos granates en engarce con el oro y la laca para
engalanar la puna y hacer delirar a la fantasía.

La paleta de los pintores no lograría jamás aquel tono de fuego rojo


anaranjado que flamea en el fondo de la flor, y sube en haces
miríficos por entre pétalos transverberados, de allí han salido los
bermellones de los crepúsculos que diademan las cumbres nevadas
y los ocasos marinos.

El guagor pareciera un tulipán aclavelado y cerúleo con tonalidades


de coral y opel en los bordes, en el fondo los tonos de zafír o de rubí
están en una orgía y lujuria de color para acabar en el rojo de hoguera
ardiente y en una vorágine dantesca, grandiosa y apoteósica es la
flor.

La mirada se embriaga en sus tonalidades y en su hermosura el


corazón se embarga, el doncel que brinda una flor de guagor no
siente las punzadas de las espinas cuando las toma para ofrendarlas,
y la requerida engalanada con el más exótico presente se identificará
con ella; las espinas le preservarán de la codicia o de la ambición.

El Chamuchuy

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Por sobre el tapiz verde de la jalca donde enseñorean los títulos
reales la Pagra, la rima rima y el guagor, están los seductores
chamuchuyes, florecillas humildes y vivaces que salpican el
alfombrado de la puna con aquellos sus pétalos de oro o púrpura, el
campo gélido o ahíto está como tachonado de topacios para decorar
el escenario o albergar el consuelo, en algún festín sideral se
vaciaron un cúmulo de estrellas incandescentes para engarzarse en
el manto de esmeralda de los llanos de la jalca carece de tallo el
chamuchuy, la flor surge y brota de entre el terso césped como un
copo de nube amarilla o como trocitos de luna por sobre aquella
sábana florida sobreviene el idilio pastoril más tierno y puro de las
alturas haciendo rodar los cuerpos por entre pajonales y
chamuchuyes, mas abajo y al calor del aprisco las parejas reeditan
las escenas, y nada es más ensoñador que un pastor galante y una
gacela en celo, el viajero que cruza la pampa tiene ante su vista un
escenario fabuloso cuajado de florecillas maravillosas, camina entre
un cielo estrellado o por las praderas de alguna alborada? virginales
aquellas flores son de rocío, de copos de alba, de haces de luz o de
fantasías de cierzo tornasolado? aquellas florecillas luminiscentes no
están esparcidas al azar, ellas marcan las coordenadas del viajero y
el laberinto que el pastor recorre a diario por entre el millar de rutas
de la puna.

Una infinidad de sendas tientan y confunden, unas van a las cumbres


otras a los abismos, pero otras más incitantes van a la deriva por
entre un dédalo de huellas orilladas por el oro y el múrice de aquellas
florecillas náuticas, otras rutas están marcadas.

La pastora que apacenta su rebaño puso de trecho en trecho sobre


la corola de las flores hilachas de lana o hebras de su cabellera que

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ACIQUES Y KURACCAS
!agua, agua, agua!

El curaka Huaynamango en el gobierno pre-inka se las compuso para


liberar a las mozas de chaupis, torongas, quichuas y checras de
transportar agua en cántaros desde las lagunas encantadas de
shullavara al poblado de Pallasca. Aquellas mozas bellas y macizas
eran lindas y arrobadoras y cuando llevaban los cántaros al hombro
dejaban admirar senos próvidos y cinturas fascinantes.

Huaynamango se prendó de las gacelas y las cuatro le impusieron la


condición de ser suyas si se las liberaba de la esclavitud del agua y
del fantasma de la sed, el curaka aceptó las condiciones y enseguida
movilizó a su gente y tendió una red subterránea de cuatro canales a
prueba de siglos para dar agua a los cuatro barrios donde habitaban
sus dulcineas, de huacchumachay o de chonta, de tumabamba o
pusacocha, no se sabe de que largas distancias llevó el agua a
Pallasca aquél genio enamorado, los canales pasaban por discretos
vergeles y llevaban cada una de ellos la fragancia inestimable de la
Panisara, el Torongil, de la hierba Luisa e Inquillpuma.

Hizo de los cuatro barrios un edén florido, donde cada una de sus
amantes le prodigaban sus encantos, la red de agua iba tatuada en
medio del seno de cada una de las mujeres y debería transmitirse
igual en la doncella primogénita de la estirpe, al correr del tiempo se
secó una vertiente, por el éxodo de las primogénitas no había el plano
para la relimpia, la sed y la sequía agobiaban. En algunos pozos una
esponja mitigaba la sed, doña Hermelinda fina, última primogénita de
la estirpe de Huaynamango casada en buenas nupcias con don

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Ángel Lagomecino hubo de irse a Chachapoyas a raíz de la expulsión
de los jesuitas en la provincia, en la época del virrey Amat, ante la
amenaza de sequía un lejano antecesor de don Nabucodonosor
Ecobinarrobles se constituyó donde fina y tras un violento proceso
judicial se tomó copia de la red de irrigación que escondían los
opulentos, marfíleos y pundonorosos senos de la real dama.

La "sentencia" mandó tatuar el plano en el seno de las cuatro


doncellas más Apuestas de cada barrio y que la sucesión primogénita
continuaría la tradición ininterrumpidamente, cuantas balas y
manoplas se han gastado desde entonces cada vez que la sed de los
zagales los llevaba a buscar en los senos de las doncellas la red de
los puquiales, donde abrevar, y cuando no se hallaban las finas los
zagales recorrían por los poblados aledaños en busca de la linfa,
cabalgaban briosos corceles, los jinetes iban hieráticos y estatuarios,
relucientes, con las cabelleras aceitadas y las frentes altas,
empolvadas en el camino, llevaban costosas casacas de cuero, llena
de botones; nuevas las botas de tubo, los jatos y los estribos con
aderezos de plata y las espuelas roncadoras afiladas y
deslumbrantes, del cinto pendía el revólver y una carabina de la
frentera de la montura, parecían nuevos pegasos mitológicos o
antiguos caballeros de las cruzadas, los caballos de raza, domados
para lucirse en las justas patronales de los pueblos eran ejemplares
valiosos, los lomos bien conformados, recias las grupas, ágiles y
nerviosos los miembros, los cuellos fuertes y flexibles, los crines bien
risados, los pechos turgentes y erguidos, las cabezas cortas y en alto
y los belfos sensitivos, aquellos corceles eran legendarios.

Al entrar a las poblaciones los caballos acicalaban el paso y los


jinetes acomodaban sus posturas, el trote atronaba el espacio y los

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cascos herrados hacían brotar chispas del empedrado de las calles,
los jinetes encabritaban a los potros, los hacían relinchar o piafar
dantescamente y con una habilidad extremada retenían a los
enajenados animales logrando empalmar un paso galano y marcial,
aquellos pasos emparejados eran como endechas y resonaban como
himnos triunfales.

Las gentes atónitas de los poblados o huían o se escondían ante el


rebullir de los cascos o al atronar de las carabinas.... !!los
pallasquinos! !los pallasquinos! ! era la voz de alarma o el grito de
ansiedad de algunas valerosas mujeres que desde sus balcones
espectaban la entrada apoteósica de los jinetes y el cabrioleo
elegante de los corceles, ya cuando el asedio o la conquista no era
botín que satisfacía, la carrera volvía a empezar más anhelante y
cruenta, los caballos crujían impaciencias, eran incontenibles,
saltaban abismos y vallados, más volaban que corrían y de sus
fauces y de sus pechos el viento desprendía espumas, como una
flecha alada cruzaban los espacios y los jinetes traspasados de
emoción con los ojos desorbitados tras la visión del !agua! acosaban
a los brutos y en el vértigo de la velocidad parecían escuchar el eco
del murmullo de alguna fuente que incitaba el empeño... y en tanto
que el sol quemaba inclemente en los campos encandilados, se
angostaban los vergeles y la resolana doblegaba a los centauros.

En el camino reseco y calcinado sonaban los cascos como voces


crepitantes repercutiéndose en las cumbres y volviendo el eco a
resonar !agua! agua !agua! en el galopar acompasado de los corceles
parecía escucharse la modulación de !agua! agua! agua! y los jinetes
absortos y traspasados jadeaban voces entrecortadas !agua! agua!

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EL RAPTO
Legendaria es la fama de Tambamba, escenario ensoñador del
paisaje, olímpico parnaso de los bates y templo de cupido en
Pallasca, riñó allí un antecesor del príncipe Apu Pomachaico con el
cacique Atun Osco y se quedó con la bella Llullu Urpe, princesa de
marca Huamachuco, hermosura primaveral que en peregrinaje idílico
acampara en Tambamba para pasar a Cuyubamba a prestar
juramento de amor.

Mucho antes el emperador Huayna Capac cayó en Tambamba


cautivo en los brazos de una ñusta del lugar, de este idilio real, nació
el inca Apallasca Vilca Yupanqui Tukihuaraca, ahijado de don
Francisco Pizarro y padre de Apu Pumachaico; Huayna Capac y Apu
Pumachaico, hicieron un edén en Tambamba, las flores más bonitas
y exóticas y los nidos de las avecillas más hermosas engalanaron el
escenario, y las parejas enamoradas hallaron allí un lugar furtivo para
la aventura amorosa, desde entonces Tambamba era el recinto del
amor, cuando Gualbina sintió la curiosidad de conocer el paraje era
porque le acosaba su radiante juventud.

En Pallasca, una guitarra y un revólver tenían igual o mayor valor que


el arte de amar de Ovidio, uno y otro debería tener todo buen
pallasquino, y mientras la melodía de las guitarras edulcoraba la
campiña los tiros de un revolver hacían caer una estrella, y aquella
dulce y tierna doncella fue codiciada por los galanes que merodeaban
en los contornos.

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CORY SAYA
la comunidad de Taule, de milenaria estirpe pre-inca es sucesora de
aguerridas generaciones que siguen defendiendo los intereses de la
comarca, un regimiento taulino por orden de Huayna Capac fue
trasladado en misión especial a la región de Andahuaylas quedando
desde entonces vínculos inolvidables.

Cory Saya, real primogénita del cacique de Taule por cortesía de


linajes se educaba bajo el amparo de la comunidad de atacara,
decíase de Cory Saya ser la más bella de cuantas hermosuras
hubieran habido en Taule, jornada romántica y sugestiva para el
iniciado en estas aventuras fuera aquél viaje de búsqueda de la
belleza y de la dulcinea tras un largo recorrido emocionante el
diletante se aproxima al escenario.

la ruta entrecruza colinas y avisora los oriflamas del océano y de la


selva, mucho antes de Atacara se advierte que el río Pampas avienta
un muslo por las playas de Huacuray.

Atacara está prendida en la pendiente, su capilla y su plazuela son


los centros neurálgicos de donde brota la emoción vital, a un costado
está Concoyllur, y el clán de turno que atiende a Cory Saya, le dicen
dina y la tienen en Talavera, tras prolijas búsquedas, la tengo a la
vista con uniforme de colegiala, sabe que soy amigo de la comunidad
y me muestra su satisfacción, dina es una belleza india, de la más
pura sangre kechua, robusta es un retoño lozano, su rostro redondo
es cautivante, su torso exhúbero es arrobador, el arco de su frente
es de una ñusta imperial y sus labios carnosos son de moras
silvestres..

Los dieciséis años de dina son primaverales, todo en ella es superior


a la fama, una vitalidad juvenil explosiva irradia de su ser y pareciera

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Las pepitas de Catalina
En Aracabo, a inmediaciones de Cabana Catalina Pashas laboraba
en los molinetes y cada vez que advertía incrustado o suelto alguna
chispa o pepita de oro insensiblemente se la echaba al seno, los
mozos que las mismas faenas trabajaban con Catalina sabían de la
predilección de ésta y al final de la jornada diaria con una discreción
inaudita hendían las manos en el seno y soltaban allí el puñado de
chispas, de paso aquellas manos topaban las "pepitas" de los senos
y como si hubiera estallado una corriente aquellas manos salían
electrizadas, en el camino los mozos se disputaban el privilegio de
acompañarla y el asedio amoroso era creciente, Catalina que no
alentaba a ninguno se creía obligada on sus "proveedores" a
disimular por igual la zalamería de su sonrisa como gratitud
compensatoria, Cata tenía veinte años y hacía cuatro que pallaba
diariamente para si de veinte a treinta gramos de oro, la mina era un
emporio y no se reparaba en menudencias, alta y esbelta era
Catalina, una belleza campesina arrogante y turbadora, en la piel de
canela el sol fulgía reflejos de ónix, sus piernas garbosas y fuertes,
las caderas suculentas y el torso exhúbero, en el pecho enhiesto las
dos pomas de los senos, duros y rebosantes, pugnaban por volar, y
los pezones, es decir "las pepitas de oro" que superaban a los de
Bethsabé en la pintura de Rembrandt, eran las falenas refulgentes de
la lubricidad victoriosa, el cuerpo se había burilado en los molinetes
de las minas y aquellas piernas que movían una mole de granito de
diez quintales tenía a raya a sus pretendientes.

El dueño de las minas se enamoró de Catalina, es decir que ansió


abrevar en fuente tan codiciada, se las arregló para que aquél quintal

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de cuarzo con chispas de oro que fuera el orgullo de su colección
fuera a aumentar el tesoro de catalina.. una noche tropezó catalina
con una jauría de sátiros que se habían apostado para asaltarla, el
lazo que anuló sus brazos dejó libre los pies, aquellos pies que
molían cuarzo, molieron costillas aquella noche, al siguiente día
tuvieron que enyesar aquellos huesos y examinar las magulladuras
que el lazo
hubiera causado en el torso de Catalina, y cuántos estuvieron en el
acto se deslumbraron ante las "pepitas de oro" que llamaban a los
senos de catalina, eran más próvidos y más ricos que los cuernos de
la abundancia, aquellos senos de bronce pulido llevaban dos broches
de rubí por pezones, los vecinos de Llactabamba celebraban el
primero de mayo aquella antigua leyenda de las nupcias del sol con
la primavera, don Anlogelio Soria hacia de sol y Catalina de
primavera.

El platero Simón Espinoza, célebre descendiente de los orfebres


Espinoza y Calamaca de Chunapampa confeccionó las sandalias de
Catalina con hebras de oro maciso ribeteado los contornos con
engarces de esmeraldas y rubíes, el correaje era una áurea cadena
que remataba en broches de brillantes, una túnica de lino blanco
flotaba por los hombros y el torso y una falda corta cubría las caderas,
los brazos desnudos eran rebosantes y una diadema de perlas con
borlas de hilo de oro a los lados ceñía la frente imperial, un mes antes
Catalina había sido sometida a un masaje diario con ungüentos,
resinas y yemas de huevos de canario mezclados con finísimo polvo
de oro nativo, aquél cuerpo escultural tallado en cuarzo o marfil
deslumbrante y espléndido, en medio de la espalda había un surco
ensoñador que el sol encandilaba haciendo aflorar el deseo, de allí
fluía aquél garbo sensual que seducía a la multitud.

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ALEGORIAS PAGANAS
La orquídea y la shona

Nació en Hualalay el más vergel encantador de la campiña tauquina


y cuando el botón del rosal estaba para abrirse se la llevaron a lima,
aquella flor primaveral era un portento de hermosura, su aparición en
la capital coincidió con la aparición de la exótica orquídea..

pero mientras que la orquídea era sólo inefable la shona era


adorable, y en tanto que la orquídea podía suscitar la admiración la
shona podía prodigar las más dulces caricias; y mientras que la
orquídea transportaba al alma a lo sublime la shona transportaba la
ilusión a un edén paradisial, la belleza de la orquídea era para el
alborozo de la vista y glorificación del arte, la belleza de la shona
deslumbraba la vista y magnificaba el placer sensorial, era la una la
idolatría del artista, la otra era la idolatría del artista enamorado,
apenas si a la orquídea se le podía dar un ósculo mental, en cambio
a la shona se le podía besar a profusión, terso e impalpable los
pétalos de la orquídea, suave el cútis de la shona y sensible al beso
y la caricia, los colores de la orquídea fascinaban por su tono
novedoso, los tintes de la shona eran de la primavera, aquellos
arrobaban la mente, éstos embelesaban los sentidos, el más
pequeño pétalo de la orquídea bastaría para engalanar una
exposición de flores; un sólo seno de los de la shona habría sido
suficiente para proclamar la excelsitud del arte y la maravilla de la
belleza, la orquídea aquietaba el espíritu y lo transportaba al
ensueño, la shona lo enajenaba y lo transportaba al deliquio
amoroso.

En posesión de la orquídea se gozaba el placer de lo bello, en


posesión de la shona se gozaba la gracia de la belleza y el placer

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imponderable de la creación artística.Con el recuerdo de sus aires de
gacela y del alto encaje de su blusa al que una falda aleonada daba
a su persona fisonomía de fiesta y de conquista...acampé en
Talavera de la Reina.

Para este viaje traía su imagen para mi solaz y alborozo, la luminaria


de sus ojos para las sendas oscuras, el clavel de sus labios para mis
ósculos mentales y el rocío de su boca para refrescar mis fatigas.

Con mejores recados nadie como ella habría colmado mis mochillas,
en Talavera la colonial encontré su cabellera en la espiga de sus
trigales y en las flores del campo que salpicaban las praderas
encontré la lozana primavera de su belleza divina, el sol diáfano y
dorado tenía el resplandor de sus miradas y el céfiro galano y
odorante la melodía de su garbo de bayadera.

En el día la florida campiña es una afiligranada acuarela, en las


noches el cielo estrellado es ensoñador y sortílego, en los vergeles
del prado cojo sus flores y siento en ellas la tersidad de sus mejillas
y en los puñados de pétalos que mis manos abarcan, hundo mis
labios en busca de sus besos..

El paisaje es evocador. El recuerdo suscita a la amada lejana y trae


a la memoria al ser idolatrado y en la mente... aquella imagen se hace
real, su compañía es una primicia angélica.

Por las noches aquella imagen es una blonda y tibia sensación que
se arrulla a mi cuerpo como un copo de armiño o un lazo de lirio.

Y dormí así acompañado como duermen los querubines en el paraíso


o las tórtolas en sus nidos de plumas, así debieron dormir Orfeo y
Cupido en los opulentos senos de Eurídice o en los delicados brazos
de Psiquis.

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Al amanecer el trino de las aves del jardín me obsequia su himno
matinal y por entre los intersticios de las puertas y ventanas se filtra
el sol como una bandada de canarios, en la mañana es otra maravilla,
igual que su rostro radiante y la música de su voz se deja oír.

Elegías

Conocí el dulce dolor de la ausencia, el valor íntimo de una lágrima,


el silencio de la soledad, el oriflama aperlado de las lejanías y la
tristeza infinita de la espera, la melancolía, aquella bella flor del
recuerdo y la nostalgia, aquella invocación de reclamo....hicieron de
mi la vestal de un culto idólatra.

Y adoré más para valorar mejor; por que el bien es más codiciado
cuando falta que cuando se tiene, conocí el valor del consuelo, de la
ternura, de la esperanza y también sufrí el temor del olvido.

La hermana sor Manuela tuvo en aquél monasterio una piedad infinita


para mi, puso costra de goma en mi cara para evitarme las molestias
de la admiración, y en el oratorio y la biblioteca me recreaba
encontrándote, en el oratorio te adoraba como a un ángel o a un dios
y en la lectura de los clásicos encontraba el contacto de tus besos a
traves de los versos de san Juan de la Cruz o de sor Teresa de Jesús.

Más tarde rehuí el oratorio y temí profanar el sagrado templo, me


horrorizaba el recuerdo de Eloisa y me sentía desfallecer ante las
alegorías paganas de las bóvedas e imágenes, que me daban la
sensación de que aquellos fáunos y sátiros hubieran de
desprenderse para perseguirme.

Huí del confesionario donde el tono de mi voz y la fragancia


embriagadora de mi juventud hacía temblar la castidad de aquel
venerable sacerdote, me recluí en la celda más tétrica para apagar el
incendio de mis cirios y ocultar aquella mi belleza turbadora, y mis

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sienes en la loza áspera y fría no se serenaron y más bien percibían
aquel olor sensual que brota del roce del granito con el pedernal.

Y cuando la soledad comenzaba a seducirme, me anunciaron tu


retorno, y aquella flor clorótica del monasterio volvió a tener en tus
brazos sus tintes de azucena y su efusión fué la efusión de la
primavera y su fragancia el de los azahares en el bouquet de las
novias.En el kiosco del jardín guarnecido de mosquiteros, leíamos o
nos besábamos, antes de los consejos de aquel sabio naturalista que
visitara tu finca nos besábamos a profusión, intuíamos que el beso
era una flor primaveral y el sortilegio que renueva la juventud.

Y no es que sólo fuera el contacto de los latidos sino y mucho más el


concierto de los sentimientos del alma, toda la experiencia de los
siglos y el refinamiento del arte cobra nuevas y más ardientes
emociones, habitada y sumisa, sintiendo que el placer inunda,
anhelaba sumergirse en sus latidos y desaparecer en su vorágine,
nos transmutábamos, teníamos la sensación de absorbernos.

Y en verdad yo desaparecía en sus labios y me sentía engarzado en


sus entrañas, y en el deleite de vivir aquella ilusión, me arrobaba, una
atmósfera de ensueño nos tenía inmersos en la melodía de aquella
sonata amorosa que deja el eco de un beso, recuerdo sus referencias
a Shören Keirkegard, aquél autor del existencialismo, que hubiera
pretendido escribir "los elementos de la teoría del beso" y que en
París ensayara practicar.

El beso para ser tal, debería expresar una pasión, decía Shören
según referías, pero tú, eximio estilista del beso le añadías el acto
eucarístico, el sentimiento de la eternidad y la sensación de lo
sublime, era así el beso "la comunión de dos almas en una sola
eucaristía".

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AÑORANZAS DE AMOR
Huataullo

Tras muchos años de esfuerzos en gabinetes y ateneos volvía don


Eusebio al solar familiar en un plan de visita y vacaciones, Jovita, hija
de su administrador, era una colegiala encantadora.

En Trujillo se había despabilado y fuera en la hacienda huataullo una


primaveral belleza juvenil, don Eusebio la tomó de secretaria y bajaba
a los temples de santa Ana en las riveras del marañón.. el trópico
despertó a don Eusebio emociones nuevas y desconocidas, aquél
personaje adusto y severo, pero intelecto o pura abstracción se iba
compenetrando de la vitalidad y de la paligenecia de la selva, del
aroma enervador de flores misteriosas, del efluvio voluptuoso de las
aves, del color sensual del follaje rico, de la sombra protectora de los
bosques, bajo cuya complicidad se fecundan los seres y los sátiros
pululan tras las ninfas de las corrientes.

En la ondulación sensual de las lianas rememoraba el perfil lascivo


de bayaderas y náyades en las pinturas de Poussin y Boucher del
museo de louvre.

Los cogollos lozanos en brote exuberante tenían arrogancia de


efebos y las mariposas multicolores se aposentaban en sus hombros
como cortesanas vencidas por la lujuria.. las hojas sensitivas del
follaje se adherían a su cuerpo envolviéndolo en su vaho odorante,
los ramazones se enlongaban en abrazos voluptuosos y el polen
afrodisíaco de las flores excitaban sus sentidos y le cargaban de
deseos inconfesables.

El murmullo de los remansos y la melodía de las corrientes como una


lejana canción de sílfides exaltaban su robusta juventud, y aquél

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arpegio de los zagales tremolaban en el bosque para dormir a las
serpientes; se sumía en el vértigo de un sopor embriagador.

Y cerca o lejos de la pompa florestal los chacales y los tigres se


ayuntaban en las hojarascas en tanto que en las cimeras de las
frondas o bajo el palio de un sol abrazador se fecundaban las aves.

Al pie de los troncos añosos hacía días yacían entrelazados dos


lascivas serpientes, mientras que los coleópteros caminaban
emparejados y los cisnes refundían su vértigo por entre las aguas de
los lagos absortos, el trópico es el altar del amor, ahí todo es enigma
y maravilla y aquella Jovita sencilla y angelical y aquel hidalgo
escéptico y cerebral fueron ganados por el paisaje.

Un buen día inadvertidamente se encontraron sus labios en un afán


incansable de frescor y ternura, el idilio fue paradisiaco, el giro de
aquél romance singular hubo de cambiar por los proyectos
matrimoniales de la madre de don Eusebio, y una dama de calidad
fue la consorte oficial de aquel paradigma de la hidalguía.

El matrimonio duró lo que dura la flor en un bouquet y don Eusebio


hubo de regresar a su hacienda en busca de la soledad, para
serenarse y fortalecerse, de la esposa no le quedó sino una visión de
penumbra, mientras aquella fuera de calidad social Jovita era de
calidad primaveral, la esposa había deslumbrado a la sociedad con
su hermosura, Jovita deslumbraba a la naturaleza con sus encantos
logró la paz de don Eusebio y consiguió que aquel genio no viera en
ella sino la azucena eucarística ensoñada por él para dormirse en la
delectación inefable de un ensueño angélico.

Jovita es un esmerilado prisma de ópalo y topacio, en ella los colores


cálidos del rojo están en sus labios y del amarillo en el encandilado
ámbar de su torso de ónix, en su rubor hay un carmín angélico que

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mostraban las alhajas de sus primaverales encantos de mujer, y las
manos expertas, milímetro a milímetro recorrían por su cuerpo
comprobando los quilates de cada una de aquellas joyas de arte.

Y además, de la elegante desnudez Jovita tenía la lozanía de la


juventud, la belleza espléndida de la proporción y el encanto de una
ternura indefinible, y sobre todo posaba también su ensueño, la
plácida ventura de sus ilusiones, el halo de adoración y admiración
que ungía de pudor aquella desnudez, y la pluma de un poeta como
encantada por el fulgor de tanta maravilla anotaría e inventaría
aquellas prendas con la emoción del frenesí del iniciado, aquellos
apuntes guardarán incólumes un cúmulo de líneas iridiscentes para
la escultura y otro tanto de color y melodía para engalanar y exaltar
la pintura.

!Que ambrosia de sus senos! , su opulencia se hacían en su cara y


eran más para el placer de una ensoñación que para saciar en el
infinito deleite, tendida y ululante sobre los edredones azules de la
alcoba parecía un gajo de luna o un coágulo de luz, las Venus o las
majas desde Cabanel a Goya no tuvieron los capullos de las flores
que engalanaban de color y tersidad la áurea luminiscencia de la
desnudez de Jovita, en el torso los senos erguidos tenían
verberaciones de ámbar y en el fondo de las gráciles caderas habían
esbozos de arrullos de cuna, cada uno de sus miembros emitían tal
melodía armónica que parecía la sinfonía de Shubert, que una
escultura de Fidias o una pintura de Coussin.

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DORALISA
El geólogo Morris Scitovsky estudiaba los lavaderos de oro de
Maybur, cuando su esposa conoció a Doralisa en aquél su
campamento de Shindol, Litta, como así la llamaban a aquella
excepcional gacela, era un capullo de dieciséis años, más linda que
las flores del vergel y más luminosa que las estrellas, su lejano
ancestro europeo se delataba en aquél su tinte de melancolía y
nostalgia que hacían de ella una flor exótica.

La campiña exhuverante y próvida había hecho de Litta una mujer


especial, alegre, rebosaba en ella la felicidad; en su voz argentada
había el trino de las alondras y la ansiedad romántica de las gacelas,
en su cara los tintes de perla y capulí le dieron un tono especial y en
sus labios exquisitos afloraba la sonrisa como aurora crepuscular, en
los hoyuelos de las mejillas se perdían las miradas de los
admiradores y el cáliz de su boca siempre en dádiva era una
incitación irresistible, el cuerpo grácil era juncal, en el busto los senos
llenos, eran ensoñadores y por los flancos una línea sensual
encendía el deseo haciendo delirar a los mancebos, pero lo que más
embellecía a Litta no eran tanto sus formas impecables, sin aquella
su alegría natural y fragancia erótica que hacía de ella una odalisca
turbadora..

La mujer de Scitovsky que cobijara a Doralisa fue a pasar con ella


una temporada en Cachicadán, en aquellas fuentes termales, Litta
conoció a César Vallejo y a Tarnawiesqui, mientras el uno le recitaba
endechas el otro hacía tintinear las esterlinas.

En lima en chacra alta, se instalaban los Scitovsky y con ellas Litta,


tras las huellas de aquél astro, Vallejo se instaló también en la
vecindad, el asedio del uno y la evasiva de la otra mantenían la lírica

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del romance hasta que en mayo de 1923 Litta decidió asistir a una
festividad de Shindol, Vallejo se las compuso para emprender la
jornada, Demócrito Brún, amigo de Vallejo y señor feudal de los lares
de huarasácape y sus contornos facilitó el hospedaje y la movilidad,
y el jolgorio en Shindol fue apoteósico y gloriosa la fiesta.

En las noches la luminaria de la cohetería y en el día los paseos en


el campo hacían ensoñador y virgiliana la estadía romántica y
novelesca, aquella fiesta marcó época y Litta celebridad, la musa
popular cantó a ésta belleza y la bautizó de nuevo con el nombre de
"la heraldos negros", y en verdad que aquella Litta, tenía de los
heraldos negros el encanto melancólico que sublima y anega en una
nostalgia metafísica pero que insta y alienta y "encabrita todas las
ansias y todos los motivos".

Años más tarde se casó Litta con un comerciante principal, un señor


de la banca capitalina celebró un trueque con el comerciante, pero
Litta se rebeló y repudió a su consorte, la zalamería de Litta tenía en
ascuas al vecindario, envuelta en un proceso judicial por celos y
rivalidades dejó el lugar y llevó su hermosura a otros lares donde su
belleza encontró un altar y su vocación romántica el escenario
ensoñado para amar y ser amada, no antes deslumbró a la justicia.

sentenciado como traidor a la corona de los reyes de España por


haber hecho protesta viril del maltrato a los aborígenes, aquella
sentencia repudiaba a los Carbajal y condenaba a aquellas sus
hermosas hijas a no poder contraer matrimonio.

Don Matías Lara de Espinosa, noble delegado de su majestad en su


visita de información, encontró en el monasterio a las Carbajal, a sus
ojos expertos y a su afición por lo bello no escapó el hallazgo, don

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Matías hecho mano a las armas de la elocuencia y a las galas del
arte; rezagó al padre Eleorobarrutia con aquél su verbo esmaltado
lleno de sugestión y hechizo y las Carbajal de un edén pasaron a un
empíreo.

En su recorrido por el callejón de Huaylas las bellísimas hermanas


Carbajal conformaban la comitiva del delegado. Y en aquél escenario
florido, Angela que fuera más una maga que una doncella de
convento colmó el ensueño romántico de aquél bizarro hidalgo, no en
vano era Angela una joya de ámbar, de ónix o de nácar, algo así
tallado en perla al que los crepúsculos del paisaje daban un tinte de
nostalgia y una hermosura de Mona Lisa, en sus labios la perfección
se había saciado y logrado que sus besos transportaran al deleite
infinito.

Cuando Angela cumplía en sus faenas especiales de la comitiva se


quedaba Grimaldina con don Matías, era ella un dije escultural, de
mármol o de alabastro; un lustre de porcelana destellaba en el cutis
y en el pecho egregio los pezones de sus senos eran de guindas
jugosas que los labios de don Matías no alcanzaban agotar, los
encantos de Angela fluían y se irradiaban; los de Grimaldina se
encontraban y se refundían en su mundo interior, sobre los colores
de retama de Angela el sol se derretía y en los tonos azules de
Grimaldina la luz cuajaba abalorios, mientras Angela era la
inspiración del placer de los sentidos, Grimaldina era el numen del
goce espiritual; en los áureos brazos de Angela se podía soñar
venturas en los de Grimaldina la ventura era apoteósica y
ensoñadora, la una era la maravilla de la pintura la otra era la melodía
de la maravilla.

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.CAPITULO II

El Diamante Azul de La Bohemia

Fue el más refinado bohemio de las tertulias yungainas de su tiempo.


La madre fue muy rica y muy bella. Muerta en pleno esplendor quedó
el hijo muy tierno y desamparado. Un familiar se ingenió la manera
de hacerse heredero de aquella y Goyo hubo de crecer en medio de
privaciones. Se vio obligado a emigrar.

El rigor de la vida del pobre hizo de él un hombre fuerte. Para ganarse


el sustento pasó por muchas ocupaciones hasta llegar a ser barbero.
Con la experiencia y la sabiduría de este oficio quiso probar fortuna.
Tiempo después se presentó a la casa del familiar que detentaba sus
bienes y le advirtió que había ido resuelto a recuperar el patrimonio
materno y que desde ese instante habíase que tenerle como dueño.
Y ante la consternación del familiar ordenó a los colonos que le
siguieran. Así llegó Juan Gregorio a Huashcao. Ocho días festejaron
aquél acontecimiento.

Goyo llegó a ser el ídolo de la hacienda. Fueron los campesinos que


compusieron el nombre del amo. Para adelante dejó de llamarse
Juan Gregorio para responder al de Goyo. Las fiestas del fundo
recuperaron su celebridad. Todo fue remozado y hasta el rendimiento
de las tierras lograron sus mejores alzas.

La sencillez del campo, la vida sin complicaciones, la inmensidad de


los nevados, la magnificencia de los basamentos del Huascarán que
se asentaba en sus dominios maravillaron a Juan Gregorio. Aquí se
entregó a la ensoñación y a la música sin más compañía que Lilia su
inseparable guitarra..

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Aquél viejo instrumento familiar que la madre hubiera pulsado en el
pináculo de su belleza era para él no sólo una reliquia, sino la fiel
amada que la acompañaba desde su niñez. Había entre él y la
guitarra tal entrañamiento que las cuerdas vibraban al sólo deseo del
mago y como transidas por un delirio musical volcaban la idea y el
sentimiento poblando el escenario de voces sortílegas. Aquella
guitarra era una persona más en la familia. En siglos de arpegio había
llegado a tal sensibilidad que parecía hablar: el eco de la voz era
suficiente para hacerla vibrar. Al lado de ella no se estaba sólo.

Aquella guitarra era la gran amada y la sublime pasión de Goyo. Ante


ella se estremecía y sentía que su ser se anegaba en arrobamiento
de ternura y ésta emoción que se renovaba en cada encuentro le
daba una gentilidad de galán. Era como el encuentro de los
enamorados o como la cita furtiva esperada con ansiedad.

La tomaba en sus brazos con cariño y veneración, como se toma a


una novia. Y la vibración de aquella guitarra como la fantasía del
bardo no eran sino una sola melodía. El como enajenado y la guitarra
como hechizada eran un sólo ser. Y mientras las yemas de los dedos
se posaban como sabios en las cuerdas o corrían por los trastes
como una bandada de libélulas los arpegios fluían como ósculos y el
alma de Goyo entraba al paroxismo y éxtasis.

Jamás se supo porque aquella guitarra se llamaba Lilia. Su forma de


mujer es acentuada. La escotadura tiene aquellas líneas ondulantes
que forman la belleza del cuerpo. Festonada y decorada con
incrustaciones de nácar resaltan en ella la abelia, la media luna, la
mariposa Apolo y otros adornos de estilo oriental a base de la flor de
lis. En la tapa posterior dos leones de pie sostienen una lira.

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Esta guitarra estuvo en Arabia en una tienda de Tebuk y en las orgías
de los sérralos de aquellos ardientes arenales, laudó melodías, nació
el poemario erótico del desierto; cautiva en el castillo de Hussiff tuvo
impostaciones de melancolía y los arrebatos del mar al estrellarse en
aquella isla. Ben Abulá al término de la guerra de la liga con la media
luna la llevó a Venecia y ahí la música nocturna sobre las aguas
amortiguaron su angustia. Estuvo en la corte de Viena en poder de
un noble español y la guitarra se impregnó de las nostálgicas del vals;
llevada a Sevilla se contagió de los ritmos alegres de la región.
Invadida España por Napoleón, el Conde de San Donas la llevo al
Perú, y en su refugio de Yánac, aquella guitarra orquestó el idilio
principesco de San Donas con la marquesa Carlota. A la suerte de
los nobles la guitarra se quedó en Huashcao y allí la madre de Goyo
vivió el mundo maravilloso de aquél madero. El instrumento prendado
de la belleza de su dueña renovó su destino romántico y melodramó
las escenas de gloria y quebranto de aquella excelsa mujer.

En Huashcao la guitarra en manos de Goyo gustó de la melodía


cósmica, desde el arrullo del céfiro en las campiñas hasta el fragor
de las tormentas en la cumbre nevada.

Erudita y legendaria con un caudal de tonos en su repertorio aquella


guitarra es ahora un tesoro de quien escribe estas líneas. Se le dio a
Juan Gregorio como prenda de quien al tomar como esposa a
Milushka no volverla a las tertulias.

Muy poco cumplió el bardo esta promesa. Entre tanto la guitarra está
como en espera. El aire o el eco del menor ruido la hace vibrar y
rememorar.

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Juan Gregorio tenía una regia apostura y una masculinidad plástica
y musical. La cabeza erguida y el ceño firme, la riqueza de los
músculos y su vehemente expresión le daban una talla de luchador.
Era la concepción del "David" de Miguel Angel. Es fácil imaginarse la
elegancia con que alternara en la vida social. Era el paradigma de la
hidalguía.

En las tabernas no decaía su señorío. En sus manos las copas eran


como cálices sagrados que habían de apurarse con reverencia. No
contaba en sus ritos las maneras frívolas; y jamás descendió a la
vulgaridad. Manipulaba las botellas y las copas como un artista.

Era el caballero cruzado de las bares y cantinas donde acudía


abrevar la dosis diaria de fantasía que le era menester. Su fortaleza
física le salvó de las escenas ridículas de los borrachos. Nunca perdió
el equilibrio. Fue el catador más destacado y también el feligrés más
constante del vino. Con que fruición escanciaba el tinto y con que
elegancia lo brindaba, parecía que apurara rubíes o carbúnculos
líquidos.

La pródiga naturaleza ha otorgado sus mejores galas a la mujer del


"Callejón de Huaylas". Hermosa como un bouquet de lirios, tiene de
la aurora su tinte rosa y del sol el oro mate de su brillo. La atmósfera
le presta su tersidad y ensoñación y la campiña su refinamiento y
elegancia. Esta mujer tiene de lo extraordinario que deslumbra y de
lo bello lo que hace soñar. Sencilla como una flor de jazmín o
cristalina como una gota de agua en el númen de los bardos y el
tormento de los enamorados.

Amar a esta mujer en este edén es gozar del placer de la felicidad;


llevar en el alma la melodía de su afecto, sentir el efluvio de su belleza

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y el embrujo de sus caricias, comprobar que la realidad supera a la
fantasía y que el transporte del espíritu es un estado natural, es una
gracia y un portento y también algo así como un tesoro que habrá de
enriquecer toda una existencia.

En la arcaica escultura griega los dioses sonreían: era el atributo de


la divinidad. En la mujer del Callejón de Huaylas no hay sonrisa sin
mirada embelesada, ni mirada enamorada sin sonrisa angelical. Esta
sonrisa es una efusión del ser, la imagen del alma o la sinfonía de
sus más íntimos anhelos. Nada más bello ni más delicado que una
sonrisa. Quien la da se sublima, quien la recibe se embriaga de
felicidad.

El poder de la sonrisa es aquí inconmensurable. De la música tiene


lo exquisito y extraordinario del preludio; pero más que de la música
la sonrisa tiene aquí en los labios partituras de ósculos que ningún
ser humano ha podido instrumentar. De la pintura tiene los tonos de
arrebol que enternecen; pero más que de la pintura la sonrisa tiene
aquí en las mejillas la sonrosada emoción de una ilusión que ningún
pincel ha podido captar.. De la escultura tiene la pureza emotiva de
sus líneas; pero más que de la escultura la sonrisa tiene aquí la
dulzura enigmática del movimiento. De la literatura tiene el poder de
la elocuencia; pero más que de la literatura la sonrisa tiene el
sortilegio de un lenguaje que arrulla y deleita. Aquí una mirada
penetra como un lampo de luz y dice endechas hasta en los arcanos
del alma. Es el coloquio de los ángeles y el verbo de los dioses. Una
mirada y una sonrisa que se cruzan forjan más poemas que todos los
recursos de la orfebrería literaria.

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Aquí en el punto de encuentro de dos miradas las almas comulgan
mientras las sonrisas orquestan himnos nupciales. Aquí la sonrisa es
el boceto de alguna flor que se nos ha abierto en el corazón o la luz
de alguna ilusión que ha despertado en el alma. Aquí el sino del ser
está en una sonrisa: prodigada ella el destino de los corazones esta
sellado. Es que la sonrisa es la balada del ensueño y la entelequia
del amor.

La mujer fue en la vida de Goyo una melodía más o una canción más.
Buscó en ellas los matices de la belleza; de algunas tomó el garbo y
la sonrisa, de otras acaso sólo la mirada o la música de su voz o bien
la dulzura de la fisonomía. Jamás supo cuantas fueron sus amadas.
De cada jolgorio salía con dos o más citas amorosas. Nunca hizo
ostentación de su fortuna de galán.. Sus amantes le adoraron desde
la veneración religiosa hasta la idolatría.

Jamás acabó de amar. Tubo la pasión de Poe. Cada mujer era una
nueva revelación del arte. Y toda su actitud estaba condicionada por
su euforia erótica. Se trataba de una potencia o una plenitud sensorial
que le daba poderío y fuerza. Un rumor rugiente de sexo saturaba su
vida. Algo mítico y legendario que daba a su persona una áurea de
sensualidad que trascendía a principios metafísicos: amor y creación.
Es decir el sentido de la vida para él. Por mucho que sublimó su
erotismo o que lo hubiera transpuesto a la metáfora o al símbolo
aquellas transfiguraciones dejaban un tono sutil impregnado de
suaves efervescencias que hacían más penetrante é intima la ilusión.

Jamás tuvo vacío en el corazón. Vivió siempre amando. No era un


mujeriego, ni buscaba la saciedad: perseguía la novedad en la

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belleza y en el arte. Era como un afán de perfección o una inquietud
de encontrar donde diluirse. Esto es un estado de ascetismo místico.

Inestable: era su nivel de excelencia. Jamás pensó amar a más de


una mujer. Y fue así. Nunca tuvo pasiones simultáneas. El cambio
era una cuestión de ritmo para él. Pensaba que una amante era un
ser enajenado por la pasión y temía que al menor contacto con la
realidad pudiera desfigurarse lo que justificaba aquél tacto para poder
pasar a tiempo a otro amor. No es que buscara un arquetipo o que
tuviera en la mente la imagen de una amada imaginaria; no. Cada
amada era para él su primer amor, su único amor, la mujer excelsa y
la dama ideal. Es por eso que jamás llegó al hartazgo.

El amor iluminó su existencia y le dio aquella ansia de eternidad que


llevaba consigo. De aquí que cada uno de sus amores fueran
indisolubles y también aquella su secreta gama de nostalgia y de
embriaguez melancólica.

El origen de su amor provenía más de sus emociones espirituales


que de su ansiedad física. Amar era para él estar en ensueño.

Ser amado, era algo que rebasaba a toda su ambición. Era como
figurarse una deidad. Jamás supo de donde le venía la ansiedad de
su pasión, menos se detuvo a meditar que aquello no fuera acaso
más que la consecuencia de aquella tormentosa búsqueda de lo
imposible o el encuentro sin esperanza con la belleza inigualada de
su madre.

No era un neurótico; era normal. Aquél su universo rosa y fruición


erótica le venía como compensación a la orfandad que le sobrevino
a la muerte de su madre, a la consiguiente falta de cariño, a las
privaciones y frustraciones de su niñez y a la ausencia de las
primeras ilusiones que abren los horizontes de la vida.

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Pese aquello de sus amores eternos y pasiones vitales no fue un
esclavo de ellas, porque el siguiente amor le liberaba enseguida. No
es que los olvidara; no. Algunas veces volvió por el aroma o la gracia
de alguna de sus amadas. Y éste reencuentro le era acto más dulce.

Jamás fue obsceno. Pese al cúmulo de sus amoríos no cayó en la


lujuria. Su honestidad regida más por principios morales que por
convencionalismos le daba más prestancia. De aquí su perenclitud y
aquél halo de seducción que le diera fama. En medio del fuego de la
tentación tenía la suficiente valentía para poner la espada de Tristán
entre su arrogancia de varón en celo y el vehemente arrebato de
Afrodita.

Cada nuevo amor le servía para decantar la afición. En sus brazos


la amada se anegaba en la ensoñación: era más una melodía que
una carica. Y Goyo como si sólo pulsara acordes se entregaba al
arrobo artístico. Por eso aquél su afán de elevar el escenario a
regiones celestiales donde flotar y soñar.

Idealizó a la mujer tanto como idealizó al amor. Toda su pasión


consistía en adorar más que en gozar. De ahí su metafísica amatoria
y aquél estado de delirio en que vivió. Y su insaciable insatisfacción
no se colmaría con todos los encantos de la tierra, sino más arriba,
allá de la unión de las almas.

Para Goyo el amor no era más que un destello de la divinidad que


una emoción del hombre, porque estimaba que el que ama está
poseído de un dios y que el amor era una gracia celestial. De otro
lado los amores de Goyo de grado en grado se ennoblecían: eran ya
algo así como la melodía de un ensueño, más un culto o una
devoción religiosa que la sublimación de un afecto.

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Jamás rehuyó la lid del amor.. Admiraba a la que desechando
prejuicios le declaraban su amor. No las desilusionó . Tuvo para ellas
el fervor de su hidalguía galante y hasta la gentilidad de su
admiración.

Un día Juan Gregorio conoció a Milushka, coronguina de auténtico


abolengo conchucano que llegara a Yungay a cambiar de lugar.
Cuando ella cumplió quince años su cabellera era una llamarada de
fuego. Por mucho que se le sujetara pronto se soltaba y si se le ataba
se enroscaba. Entonces por fuerza tenía que estar suelto. En los ojos
grises de Milushka había tal luminosidad que se diría que eran
ascuas vivas. Es indudable que de allí emanaba aquél tono de
incendio que alumbraba y quemaba su exótico rostro. El cuerpo
delgado, flexible y alto tenía movimientos excéntricos y algo así como
un ritmo de oda flotaba de su ser. Era extraordinaria. Pronto hubo de
alarmar al pueblo. Como frecuentemente se quejaba de que al
anochecer le arrojaban "cenizas" tuvimos que vernos precisados a
indagar. Efectivamente a las seis o siete de la tarde comenzaba el
asedio. Se exorcizó la casa y se tomaron todas las precauciones del
caso. Todo fue en vano. Y cuando alguna vez Milushka aseguró que
un ser invisible trató de arrebatarle de la mano de su madre, nos
vimos precisados a cambiarla de lugar.

Tal era Milushka. Algo había en ella de magia o embrujo. Una flor
clorótica a la que un fuego interior hacía arder como un incienso.
Éramos vecinos de goyo. Y la alta tensión de estos personajes acabó
uniéndolos.

El matrimonio no truncó la bohemia del bardo. Milushka al lado de


éste era como una gacela. No pretendió sacar ventajas de esta unión
y jamás interfirió en la vocación romántica de su esposo. Juan

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Gregorio encontró en Milushka aquél inefable encanto que brota de
la honestidad y felicidad; y para él, libertino y precario estos
sentimientos fueron cordiales y la revelación de un mundo superior.

Allí dejó a Milushka como en un templo. No la mezcló en sus


amoríos. Y este sibarita encontró una nueva forma de adorarse más
allá de la belleza y del mundo: en la inmortalidad de las ideas de
armonía y en lo inefable de los sentimientos de bondad. Sobre estas
bases y conceptos que no se laxan con el hastío ni se enervan con
el placer, edificó su hogar. Aquellos cimientos eran de diamantes
hecho del carbón de todas sus pasiones. De aquí en medio del
torbellino de sus amantes, vivió en su esposa el consuelo de su
insatisfacción y el elemento de su vida.

Goyo no perdió su afición de bardo y músico y en el sustento de su


bohemia acabó su patrimonio. La pobreza le dio la ventaja de
seleccionar a sus amigos. Una apretada fila de juglares fieles y
sinceros le rodearon y le hicieron olvidar su ruina. Reabrió su barbería
y comenzó de nuevo su farándula hasta que su esposa le diera un
hijo y otros más. Entonces Goyo emigró. Se estableció en Lima y fue
el eje de la colonia.

La brega brusca de su actividad diaria hubo de minar su salud y su


muerte sobrevino como el final de una de sus canciones.

La cultura de Juan Gregorio era exquisita. Fruto más de su intuición


y práctica que de colegios y academias. Sus maneras tuvieron la
benevolencia y simpatía que acerca y contagia; hacía plácida su
conversación y amena su compañía. Por consiguiente sus principios
filosóficos tenían que ser sencillos y por fuerza habían de conducirlo
al idealismo. Tenía algunos principios familiares para convivir en

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soledad y otros para afrontar la vida. Un cortejo de normas
sistematicales con cierto sentido poético.

Humorista y malabarista de la bohemia era dueño de tal libertad


espiritual que se desbordaba en torrentes. Entre la seducción, las
teorías de los filósofos y la ilusión de sus propias hipótesis prefería
correr el riesgo de éstas que mancornarse en aquellas.

No era un fanático de la utopía ni un materialista craso. Le gustaba


la linfa de la realidad para idealizarlo y elevarlo. Le seducía estar a
tal altura espiritual porque pensaba que era mejor flotar.

Lo fugaz de la vida y lo inexorable del tiempo no le inquietaba, ni en


nada afectaba el sentimiento del mañana y del porvenir en que vivía.
Entendía que la vida era una luz inextinguible que se sostiene con el
holocausto del hombre y que el enfrentamiento de las ideas de vida
y muerte era cuestión de unidad. Jamás se desconsoló ni desilusionó
con esta certidumbre. Por el contrario en los problemas que las
contradicciones de la vida plantean, encontraba razones para creer.
No admitía la vida como un aterrador aprendizaje de la muerte, sino
como la experiencia donde el hombre inteligente supera y moldea el
mundo.

De aquí que sólo el destino de ese holocausto, es decir el estilo de


vida, podía sostener una digna y decorosa existencia y hasta darle el
sentimiento de inmortalidad que informan las nociones del mañana y
del porvenir. Entonces lo que importaba era el estilo para gobernar
su vida y no vivir en divorcio con ella. El estilo como un medio y un
fin y la rebelión como una aspiración y orden a la justicia. Entendido
que la rebelión va hacia la revolución, es decir hacia la evolución y el
infinito donde convergen las nociones de música y amor con toda

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aquella su gama de poesía lírica y sortilegio romántico y desde cuya
posición se contempla la belleza y el arte como valores eternos que
se siente y vive.

Y para Goyo, ningún estilo como la bohemia resolvía mejor el


problema de vivir. La bohemia como un principio metafísico y una
fórmula dialéctica: esto es el enfrentamiento al mundo desde un
punto de vista del sentido del buen humor que del trágico. La bohemia
ensanchó su fantasía y creó escenarios maravillosos donde una
melodía de unidad gobierna y rehace el mundo sin cesar.

En la orfandad de Juan Gregorio, es donde se encuentra la mística


de su personalidad. La muerte súbita de la madre en pleno esplendor,
la desesperación y el dolor del abandono al comienzo de la vida, el
mito de la hermosura de aquella mujer, fueron impresiones tan
hondas que jamás se apartaron de su mente. Amor, belleza y muerte,
una mixtura diabólica o un satánico licor para alocar o desesperar a
la humanidad. Fueron también las primeras emociones que lo
llevaron a las tabernas a sumirse en la embriaguez. Para adelante el
vino habría de ser su sustento y también el elemento de su
regeneración y salvación.

El vino calmaba su ansiedad y le producía el goce de gustar y sentir


el placer para luego evadirse en el transporte del alma. Y alli en aquél
mundo de ensueños era feliz. Su fantasía se enriquecía y su vena
bohemia cobraba un lirismo desbordante. Acaso fuera ilógico, en este
estado de embriaguez sostener que hubiera conseguido un estado
de imperturbabilidad y ataraxia es decir un placer natural que hubiera
sido la base de aquellas sus teorías de convivencia regidas por la
armonía que por la autoridad.

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BESO DE LOS ANDES

de las minas que orada. Sus antepasados aguerridos caudillos de la


Revolución Francesa llegaron al Perú expulsados por el golpe de
Estado del 18 Brumario de 1789. Los Andes le ofrecieron una
plataforma inconmensurable a la tea libertaria de sus ideales.
Rebeldes a la domesticidad jamás descendieron de su orgulloso
retiro. Juan Gregorio, ultimo sobreviviente de esta raza indómita tenia
forzosamente que vivir un destino agitate; el pasado heroico y mártir,
el ambiente soberbio y hosco tenían que hacer su obra.

La fibra de las almas grandes viene de muy lejos y va muy allá, por
eso sienten más intensamente la vida y quieren vivir más. En Juan
Gregorio la vida se ha radicado como una vehemencia angustiosa y
la montaña ha impreso su carácter huraño y contemplativo. De aquí
su curiosidad insatisfecha, su actitud mística y su agitada inquietud
espiritual. En torno suyo el elemento humano se ha estado evadiendo
y en su escenario ha repercutido solo el eco de la piedra y de la
naturaleza. Los sinfines ilimitados del horizonte despertaron en su
fantasía un anhelo casi morboso de lejanías y de ensueños. Este
aguilucho hecho para habitar los riscos más abstractos y elevados
del pensamiento vivía hasta hace poco una intensa vida imaginativa,
interrogando diariamente a la naturaleza y buscando a los hombres
en el fondo de su alma. Vencido por la tortura introspectiva del
análisis se iba consumiendo una efusión mística hasta que un día su
afán de infinito le llevó a tentar horizontes nuevos por el valle del
Santa. Las magníficas partituras melódicas del río urgieron su
curiosidad y ansió conocer los esteros y las playas donde la música
del río acaso meciera sus ondas armónicas en estancias edénicas .

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