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Pontificia Universidad Javeriana

Subjetividades Contemporáneas: Seminario Metodológico

Juan Camilo Barrios


Ensayo: La labor del practicante, breve recuento de una historia personal.

Introducción
Al entrar en las prácticas universitarias nos encontramos con un extenso corolario
teórico respecto al trabajo de campo. Este es un repertorio que, aunque nos nutre
profundamente sobre el cómo “practicar”; se encuentra todavía un poco alejado de
nosotros porque sus autores son profesionales, no practicantes. Al entrar en este periodo
de la academia, se presentan altos niveles de ansiedad debido a las expectativas, a lo
incierto, a la primera vez en que materializaríamos los textos en acciones, entre otras
razones generales. Ante esto, nuestra institución responde con la integración de 2
semestres en esta etapa de tal forma que quienes se encuentren en el segundo, pueden
guiar a los recién llegados. Aunque esta metodología es de gran ayuda, opino que otra
herramienta complementaria sería la producción de conocimiento pensado por
practicantes, para practicantes. Esta es la óptica que guía al ensayo presente, además de
establecerlo como resultado de mi experiencia personal en el Colegio Soacha Fe y Alegría
para Vivir Mejor, dentro de la práctica de Psicología Social: Subjetividades Contemporáneas.
Para comenzar, describo una filosofía norte que guiaría el trabajo a desarrollar; paso por el
recuento de la epistemología de acompañamiento; posteriormente describo el rol del
facilitador -practicante-; seguido de esto traigo a escena un par de técnicas de intervención
y cierro con una reflexión personal acerca del concepto de “exclusión”.

Filosofía norte
Voy a empezar por el aspecto que me parece el más importante a la hora de entrar en
el mundo del trabajo de campo, una filosofía base. Un discurso que permita enmarcar cada
acción dentro de un mismo norte, que integre cada momento del proceso a desarrollar
dentro de un sentido general. En este caso, me remitiré a 2 corrientes específicas. Por un
lado, al Construccionismo Social (López-Silva, 2013; Sluzki, 1996; Fulks, 2009); y por el otro,
a la Psicología Comunitaria o de la Liberación (Martín-Baró, 2006; 2018). Comenzaré con el
primer paradigma.
El Construccionismo Social, que tiene como representante principal a Kenneth
Gergen, al estar enmarcado en el contexto de la posmodernidad (López-Silva, 2013), nace
como respuesta a los preceptos absolutistas del conocimiento institucionalizado. Busca
deconstruir la forma en la que se produce conocimiento en la ciencia, criticando las
nociones de verdad, objetividad y razón. Específicamente, aborda el problema de adaptar
el método de las ciencias naturales -positivista-1 en las ciencias sociales. El hecho de
concebir que hay una realidad objetiva que intentamos alcanzar por medio de la ciencia -
teniendo como objetivo el control del mundo-, ofrece un escenario fecundo para el
absolutismo; para hegemonías discursivas que concentran el poder en un grupo específico,
dejando desprovista del mismo a la masa opuesta. En este deconstruir se establece que el
conocimiento no puede estar desvinculado al contexto (espacio-temporal) en el cual se
produjo. Haré el ejercicio en orden.
Sluski (1996) evidencia que el Construccionismo Social es un resultado de la evolución
del enfoque cibernético, y, como tal, considera a la narrativa2 como un sistema compuesto
por actores, un guión, un contexto específico y una trama narrativa que los conecta. Serían
los actores quienes construyen su guión en un contexto específico -incluyendo otros actores
que se encargan de darle movilidad al guión mencionado, dándole una forma compartida y
convirtiéndola en trama narrativa-. Ahora bien, ¿Cómo construyen este guión? Por medio
de su percepción y de la comunicación. El ser humano puede relacionarse con el ambiente
en el que se encuentra únicamente por medio del aparato cognitivo que posee (Echeverría,
2005). Esta estructura posee la cualidad de insertar en la memoria eventos pasados para
una readaptación futura, de generar un aprendizaje -significado- concreto en función de
este constante proceso de ensayo y error al que llamamos experiencia. Se puede decir que
el humano, por naturaleza, valora estímulos específicos -los codifica, les da un sentido- en
función de experiencias previas. Esta valoración se materializaría -abstractamente- en el
signo3. ¿Qué hace este signo con la persona que lo internaliza? Provoca una transformación
en ella, ya sea de gran intensidad o no. A partir de esto podría decir que la acumulación
específica de signos le confiere a un sujeto su propia identidad. El guión, por consiguiente,
sería la identidad de cada quién; el discurso con el que se desenvuelve.

Hay, no obstante, un factor que no he mencionado: el signo, para producir un cambio,


debe movilizarse. Esto lo consigue gracias a la comunicación. En ella tiene lugar un
constante flujo de retroalimentaciones de significados en los que el sujeto A logra
diferenciarse de B y, simultáneamente, edifican un relato compartido, una trama narrativa.
Esta sería la noción de “verdad” mencionada anteriormente. Desde el Construccionismo
Social, la realidad se define como “acuerdos narrativos co-organizados en conversaciones”
(Sluzki, 1996, p.145); aquello a lo que llamamos realidad, reside en el Lenguaje. Debido a
que la co-organización se da en un contexto específico, está profundamente permeada por
las cualidades -espaciales, temporales, relacionales, etc- del lugar donde ocurrió.
Consecuentemente, la noción de objetividad es incorrecta, no puede ir más a allá del

1
El cual busca encontrar el conocimiento que se acerque más fielmente a la “realidad”-
2
En este ensayo, los términos de narración, discurso o lenguaje tendrán la misma connotación.
3
Paradójicamente.
acuerdo entre diversas subjetividades. La razón, dentro de esto, no se encuentra, se
construye. Pasemos a la Psicología de la Liberación.
Martín-Baró (2006; 2018) parte de la negación frente a la posibilidad de encontrar un
conocimiento objetivo. Cualquier significado se encuentra ligado a la subjetividad del
contexto en el que se construyó; por lo que se encuentra al servicio del sujeto que lo
produjo. En la producción de conocimiento habría, consecuentemente, una
intencionalidad. La ética, dentro de este proceso, no puede ser una simple “añadidura” -al
serlo, de nuevo, se ofrece un espacio para hegemonías absolutistas-, debe ejercer el rol del
cimiento sobre el cual se levantará cada estructura científica. Desde esta perspectiva, la
Psicología Social posee una clara connotación política4.

Desde las reflexiones anteriores se sigue claramente una conclusión: si queremos


que la Psicología realice algún aporte significativo a la historia de nuestros pueblos,
si como psicólogos queremos contribuir al desarrollo de los países latinoamericanos,
necesitamos replantearnos nuestro bagaje teórico y práctico, para replanteárnoslo
desde la vida de nuestros propios pueblos, desde sus sufrimientos, sus aspiraciones
y luchas. Si se me permite formular esta propuesta en término latinoamericanos,
hay que afirmar que si pretendemos que la Psicología contribuya a la liberación de
nuestros pueblos, tenemos que elaborar una Psicología de la Liberación. (Martín-
Baró, 2006, p.11)

Para lograr este cometido, primero se tendría que liberar a la Psicología (Martín-Baró,
2006). ¿Liberar de qué? Precisamente, en conexión con el Construccionismo Social, de su
preocupación sobre el estatus científico dentro de las instituciones como “galantes de la
verdad”. Finalizada esa etapa, se puede proseguir a las problemáticas de corte
latinoamericano: miseria opresiva y una condición -impuesta por estructuras sociales
imperialistas- de dependencia marginante que no le permite desplegar autónomamente
toda su potencialidad (Martín-Baró, 2006). Proseguiré con la epistemología de
acercamiento al campo.

Epistemología
Resumiendo lo mencionado anteriormente, la importancia estribaría en el discurso
como productor de realidades dentro del contexto latinoamericano. El lenguaje,
consecuentemente, no es descripción -pasiva- únicamente, es acción (Echeverría, 2005); y
como tal, también es un fenómeno político. Abordaré los aportes de Echeverría (2005) que
permiten una aclaración sobre el cómo acercarse a la intervención psicosocial. Este autor

4
En “realidad”, considero que desde el marco general en el que creo que nos ubicamos -una integración
entre el Construccionismo Social y la Psicología de la Libración- en la práctica, el mismo acto de relacionarse
con otro es un ejercicio político en la medida que dicho contacto produce un cambio en los sujetos que
componen dicha relacón.
se enfoca en la escucha, más que en el habla. El lenguaje, al codificar y comunicar
información, posee una naturaleza transaccional -aporte personal-. Por lo tanto, hay
lenguaje en el momento en el que un código, o signo, es comunicado de un sujeto X a un
sujeto Y -quién resignifica la información recibida-. Por medio de la escucha 5 se trasmuta
un estímulo en un “protosigno” inicialmente, y este posteriormente se transformaría en
signo6.
El escuchar es el factor fundamental del lenguaje (…) valida el hablar. Es el escuchar,
no el hablar, lo que le confiere sentido a lo que decimos. Por lo tanto, el escuchar es
lo que dirige todo el proceso de comunicación. (Echeverría, 2005, p.142)

Por lo tanto, la escucha es, en esencia, un proceso activo 7-como tal, requiere el poder
de acción-. Este flujo de significados continúa hasta que se termina compartiendo por el
grupo, ofreciendo la noción de sentido comunal. Aparece la trama narrativa -conjurada
anteriormente- o universo simbólico, que permite “coordinar acciones conjuntamente y
coordinar la coordinación de las acciones” (Echeverría, 2005, p.161).
Se ha evidenciado a lo largo de la historia que, en la construcción de estos universos
simbólicos, de estas identidades compartidas, se formaliza una jerarquía social en la cual un
pequeño grupo posee el poder necesario para determinar las cualidades del contexto al que
pertenece -comunidad, grupo, territorio, etc- a su favor. ¿Cómo lo hace? Fijando los
significados. Yo, cómo persona, ¿Quién soy? Soy el entramado de signos que integran una
red simbólica específica o, identidad concreta. Por lo tanto, al fijar los significados, se le
arrebata la movilidad natural inherente a la identidad de una persona. La libertad de un
sujeto X estaría enmarcada dentro de lo permitido por el estereotipo. Así se reproduce una
sociedad con una “libertad” encasillada, homogénea. Nosotros buscamos una comunidad
heterogénea, en el cual se reivindiquen las diferencias.
Ante esta realidad, la forma en la que nos aproximamos al acompañamiento
psicosocial es con una clara orientación hacia los procesos 8 (Fuks, 2009) por los cuales un
sujeto significa su mundo y se significa a sí mismo dentro de él. Los facilitadores seríamos,
en primera instancia, unos “dinamizadores de la comunicación” (Fuks, 2009) que tienen la
intención de devolverles el poder de la escucha, y así, la capacidad de agencia social a las

5
En este punto, es importante aclarar la diferencia entre oír y escuchar. La primera es la transformación de
un estímulo ambiental en un código que “genera el dominio sensorial llamado sonido” (Echeverría, 2005,
p.145); la segunda, por su parte, se caracteriza por dar lugar a un mundo interpretativo. Escuchar es oír más
interpretar.
6
No es signo hasta que el sujeto Y le ofrece una retroalimentación al sujeto X y ambos concuerdan en ella, el
signo se encuentra en la relación.
7
Se puede decir, incluso, que es más activa que el habla -que únicamente transmite el producto escuchado-.
8
O transacciones.
personas que se han visto más afectadas por esta forma de violencia estructural 9; operando
horizontalmente con los participantes y co-construyendo mutuamente el proceso de
acompañamiento, entre otras tecnologías de intervención. Esta discusión nos lleva a la
pregunta sobre el rol del facilitador.

Facilitador
Fuks (2009) estima que el facilitador es, esencialmente, un “artesano de contextos”:

(…) es un “acompañador” temporario y provisional del grupo o equipo, un cuidador


del proceso; un co-constructor de condiciones de posibilidades para la auto-
organización grupal, un diseñador de escenarios, dispositivos, dinámicas y un
articulador de las complejidades que implican el monitoreo participativo de todo el
proceso. (Fuks, 2009, p.65)
Este es el enunciado guía sobre lo específico del facilitador. Hay que descomponerlo
en orden. Como acompañantes, nuestras acciones consistirían en proveer a los
participantes con los recursos personales y técnicos que poseemos para “impulsar
diferentes formas de comunicación colaborativa” (Fuks, 2009, p.66). Consecuentemente,
una cualidad protagónica sería de la “invisibilidad” delimitada. Nosotros co-construimos
con los participantes las condiciones para que ellos mismos, autónomamente, desplieguen
su potencialidad gracias a sus propios procesos autoorganizativos 10. Este distanciamiento
respecto al trabajo de acompañamiento debe tener un matiz específico, de evaluación. Se
monitorea el proceso mismo, al investigador y al investigador dentro del proceso.
Establecido el rol del facilitador, voy a traer a escena un par de técnicas que nos ofrece la
teoría (Fuks, 2009; Sluzki, 1996).

Técnicas
Fuks (2009) proporciona una guía general sobre el acompañamiento, distribuida en
seis momentos dentro de un diagrama de flujo. Primero está la “creación de contexto y
contextos de contextos”, es la primera elaboración -borrador que toma en cuenta la
especificidad del grupo al que se acompaña- de la actividad a desarrollar, del encuadre -
reglas que enmarcaran al taller- y la readaptación de la actividad en función de lo que se
acuerde con el grupo -se recuerda que este es un trabajo en conjunto, en el que se
monitorea constantemente el proceso y se transforma en función de las necesidades que
vayan surgiendo; aquí el autor nos ofrece un par de cuestiones guía: “¿Cómo trabajar en

9
En un primer momento. Debido a que la cantidad de personas afectadas abarcan la mayoría de la sociedad,
en un segundo momento se busca un cambio generalizado en función de las transformaciones logradas en el
inicial.
10
Esto inevitablemente abarca etapas de desorganización y escenarios críticos.
condiciones de alta defensividad y resguardo de la seguridad, sin que el producto sea obvio
y poco significativo? (…) ¿Cómo desarticular esas amenazas y promover “contextos de
libertad”, sin empujar a las personas más allá de lo que puedan o quieran arriesgar? El
segundo momento es el referente a la presentación lúdica de los recursos -competencias
sociales y herramientas comunicacionales básicas- que los facilitadores posen para
fomentar la sinergia grupal. El tercer momento consiste en el despliegue de supuestos
teóricos que ayudarían a la construcción de la sinergia mencionada; entre estos podemos
encontrar apreciatividad -iluminar posibilidades, capacidades y aprendizajes valiosos-,
reconocimiento -de las capacidades del otro-, legitimación -de las competencias
personales-, validación –“aceptación de la legitimidad de la perspectiva del otro aunque
ésta no sea compartida” (Fuks, 2009, p.73)-, incompatibilidad -búsqueda del “encuentro
entre las diferencias” en historias que inicialmente parecen ser contradictorias con otras- y
multivocalidad -exploración de la diversidad de voces-. El cuarto momento hace referencia
a los aportes de información aprendida en experiencias previas que los facilitadores pueden
ofrecer para promover la creatividad grupal. En el quinto momento -construcción de
instrumentos-, habiendo elaborado una visión compartida o “micro-cultura local” (p.74), se
busca ponerla en práctica -transformarla en instrumentos o modos de hacer-, haciendo uso
de tecnologías en donde los participantes ejercen un rol de “operadores reflexivos”.
Finalmente se pasa el sexto momento -transformación de lo producido-, compuesto por la
conexión del producto del trabajo realizado con la cotidianidad de los participantes,
logrando internalizarlo en su día a día -en este punto, la cuestión sería: “¿Cómo alimentar
las posibilidades de sustentabilidad para las habilidades, herramientas y saberes que fueron
aprendidos o potenciados durante la actividad que finaliza?” (Fukz, 2009, p.76)-.
Sluzki (1996), por su parte, presenta un modelo más específico de actividad: el mapa
de red social personal -al ser una propuesta sistémica, haría referencia al entorno
microsocial-. La red social personal se concibe como “la suma de todas las relaciones que
un individuo percibe como significativas o define como diferenciadas de la masa anónima
de la sociedad (…) contribuye substancialmente a su propio reconocimiento como individuo
a su imagen de sí” (Sluzki, 1996, p.42). Es importante aclarar que este es un registro estático
de un momento específico de la vida del participante, cuyo rol consistiría en dinamizarlo.
El mapa se dividiría en cuatro cuadrantes -amistades, familia, relaciones
laborales/escolares y relaciones comunitarias. Sobre estos cuadrantes se delimitarían tres
zonas -distribuidas en función de la cercanía de la relación-: un círculo interior de relaciones
íntimas, un círculo intermedio de relaciones con un menor grado de compromiso y un
círculo externo de conocidos y relaciones ocasionales. La delimitación de las fronteras de la
red se puede determinar con preguntas guía como las siguientes:
¿Quiénes son la gente más importante en su vida? ¿Con quién te has hablado, o te
has visto en la última semana? Cuando tienes ganas de hacer un poco de vida social
¿A quién llamas? ¿Quién es, o podría ser tu paño de lágrimas? ¿Con quién te ves
regularmente? (Sluzki, 1996, p.45)
Además, el mapa posee ciertas características correspondientes a las categorías de
análisis del mismo: tamaño -cantidad de personas-, densidad -conexiones entre los
diferentes sujetos-, composición o distribución -entre los cuadrantes-, dispersión o
accesibilidad -espacial-, homogeneidad o heterogeneidad, atributos de vínculos específicos
-función prevaleciente, multidimensionalidad, reciprocidad, intensidad o compromiso,
durabilidad, frecuencia de contacto e historia en común- y tipo de funciones11 ejercidas por
cada vínculo -compañía social, apoyo emocional, guía cognitiva y consejos, regulación
social, ayuda material y de servicios, acceso a nuevos contactos-. La elaboración del mapa
y su posterior análisis permite la materialización de la presencia de la red social personal y
relevancia a través del acto de nombrarla, ayuda a decidir cuáles de las redes puede ser
actividad o desactivada en momentos de crisis además de optimizar el desarrollo de tareas
cotidianas posibles. Cierro este apartado agregando que por medio de este instrumento se
pueden visibilizar los contextos en los cuales el participante opera con un lenguaje
específico, inscribiéndolo en su cuerpo y, consecuentemente, determinando su identidad a
partir de él, para, a partir de aquella focalización, tramitarse a sí mismo través del discurso
bajo un registro más autónomo y empoderado.
Reflexiones finales

Recuerdo al lector que lo establecido en este ensayo es un aporte basado en la


experiencia personal de un practicante más en búsqueda del acompañamiento psicosocial
apropiado -forma general adaptable a cada grupo en específico. Este cierre está focalizado
en la problematización del concepto de “exclusión” dentro del marco en el que creemos
que el lenguaje es una acción que produce realidades. Bajo esta perspectiva, el término
exclusión me parece paradójicamente excluyente. La cualidad inapropiada de este
constructo se puede observar claramente en el hecho de que, en el trabajo de campo, no
usamos este término para relacionarnos con los participantes. ¿Por qué? Opino que esto
ocurre porque no queremos generar un distanciamiento negativo respecto a los sujetos de
acompañamiento. Me parece que este es un fenómeno al que coloquialmente categorizaría
con el término “doble-moral”, aunque no revelamos ese constructo en los lugares de
práctica, lo discutimos explícitamente en el aula de clase 12. Otra vez, ¿Por qué? Me atrevo
a establecer, soberbiamente, que esto ocurre debido a que la academia -incluso en el
ámbito de las ciencias sociales- todavía lleva dentro de sí unos rasgos claramente elitistas;
sin embargo, en este caso me refiero únicamente a la posibilidad de acceso a la educación
y a lo que simbólicamente se desprende de esa accesibilidad -estatus socioeconómico-. Al
decir que el otro se encuentra excluido, me veo, por consiguiente, como incluido -digo

11
Una relación que incluya todas las funciones se puede encontrar saturada. Puede recomendarse una
redistribución de estas funciones.
12
No queremos que ellos mismos se lean como nosotros los leemos.
explícitamente que somos “iguales”, pero pienso implícitamente 13 que somos diferentes-,
y esto me genera cierta tranquilidad, algo de comodidad en medio de todo14. La situación
puede no ser tan grave si al final del día tengo la posibilidad de volver a mi zona de confort
y retomar esa cotidianidad inhibida del problema. Pongo en evidencia estas afirmaciones
porque considero que, aunque buscamos generar un vínculo con los participantes, usamos
un lenguaje que limita esa relación. Debido a la delimitación necesaria del ensayo presente,
por ahora sólo propongo el replanteamiento del constructo -el pensamiento binario es el
que nos tiene divididos-, y, por otro lado, ofrezco una opinión final: creo que la estructura
previa que existía de la práctica de Subjetividades Contemporáneas -en la cual se iban más
días a los espacios de práctica- permitía el desarrollo de un vínculo más fuerte con los
participantes, y, consecuentemente, una mayor encarnación del problema. Recuerdo que
estoy versando desde mi lugar de práctica, el Colegio Soacha Fe y Alegría para Vivir Mejor;
espacio en el que, aunque se integren diversas formas de violencia estructural, la categoría
central es la clase social.

Referencias
López-Silva, P. (2013). Realidades, Construcciones y Dilemas: Una revisión filosófica al
construccionismo social. Cinta de moebio, (46), 9-25.

Martín-Baró, I. (2018 Ed.) Ética en psicología. Pp 143- 196. En: El realismo crítico: fundamentos y
aplicaciones. Editorial Javeriana.

Martín-Baró, I. (2006). Hacia una psicología de la liberación. Psicología sin fronteras: revista
electrónica de intervención psicosocial y psicología comunitaria, 1(2), 1.

Echeverría, R. (2005). La escucha el lado oculto del lenguaje Echeverría. R, Ontología del lenguaje
(págs. 141-183). Buenos Aires: Editorial Granica.

Sluzki, C. E. (1996). La red social: frontera de la práctica sistémica. Capitulo 7. Red, familia, narrativas
(págs. 139-145). Gedisa Editorial

Sluzki, C. E. (1996). La red social: frontera de la práctica sistémica. Capitulo 2: La red social.
Proposiciones generales. (págs. 37-63). Gedisa Editorial.

Fuks, S. (2009). FSPC: La facilitación sistémica de procesos colectivos. “Artesanía de contextos”


focalizada en la promoción de la creatividad y de los procesos participativos en grupos, comunidades
y redes. Revista IRICE, 20, 63-76.

13
Incluso lo suficientemente implícito como para negarlo.
14
¿A caso aquí puede haber lugar para el Miedo a la Libertad de Erich Fromm?

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