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n J.L.

Pelcastrgt

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r, Cid0ilngil
IX
EL AMOR
DEMOSTRADOA LOS NIÑOS,
CONTRA LA SOLEDAD
ANTIDOTOMAGICO
no debe ser pagado;
El verdadero amor no desea sino dar; el amor no pide na-
amor la única tragedia para
da; el verdadero será bastante.
nunca
el amor es que
Frank Crane.

Amor vs. posesión. Autoridad ffrme y afectuosa. Autorita-


rismo irracional. iHijo, puedo darte mi vida, pero no me pidas
mi tiempo!

El amor a los hijos no es otra cosa que el amor bien enten-


didohacia uno mismo y a la humanidad,quien no se ama a sí
mismo¿qué puede ofrecer a quienes lo rodean? Pero mejor
dejemosque el Dr. Alexis Carrel nos explique su punto de vis-
ta respecto al propio yo.
"Todo ha sido demasiado fácil para la mayoría de noscy
tros.Todo viviente ha ambicionado una existencia de fin de
semanainglesa; unas vacaciones de jueves a lunes, con un mí-
nimo de esfuerzo y un máximo de placer".
Las diversiones han sido la aspiración nacional; "darse bue
na vida", nuestra principal preocupación.
La vida perfecta, como la entiende el promedio de los jóve
nesy los adultos, es una de diversiones:películas,
programasde radio, fiestas y excesos alcohólicosen un am-
biente erótico.
102 J. L. Pelcastre

Este sistema de vida indolente e indisciplinada


nuestro vigor individual y puesto en peligro ha agotado
democrática de gobierno. Nuestra gente necesita nuestra forma
cia nuevos aportes de disciplina, de moral y de con urgen_
inteligencia.
Aunque parezca raro, las democracias no han
gún esfuerzo sostenido para inculcar a los realizadonin-
inteligencia. A pesar de que se han trazadociudadanosmorale
mejoramiento social, hemos olvidado que lavastos planesde
ciudadanos depende, en última instancia,
vitalidad de los
de ellosmismos.
"No se puede tallar en madera podrida", dice
chino; ni se puede transformar una personalidad un proverbio
sostén duradero de una humanidad
decadenteen
mejor.

Hemos perfeccionado científicamente las flores,


los frutos,
los animales, pero, hemos descuidado aplicar para nuestro
propio y completo florecimiento principios sencillosy cien-
tíficos. En nuestros tejidos y en nuestro cerebro hay vastas
potencialidades que sólo esperan un empleo disciplinadopara
desarrollarse y proporcionar frutos.
Para combatir los peligros internos y externos, la nación
debe vigorizarse grandemente. Esto no podrá alcanzarsecon
gigantescos gastos gubernamentales, ni por medio de comités
y organizaciones. Si ha de efectuarse una .regeneraciónde
nuestro pueblo, habrá que llevarla a cabo en los pequeños
laboratorios de nuestras vidas privadas. Debemos reconocer,
con toda la vehemencia que nos sea dable, que la transforma-
ción del propio carácter es no Sólo la preocupación más grata
y provechosa del hombre, sino también la contribuciónmás
importante que pueda hacerse a la sociedad.

Esta renovación de nosotros mismos es una empresatridi-


mensional. El maravilloso organismo humano es una TRINI-
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DAD de funciones: física, moral y mental. Si hemos de expe-


rimentar la alegría de vivir plenamente y la de aportar nuestra
contribución particular a la civilización,debemosdisciplinar-
nos en estos tres planos de la vida. Si no alcanzamosesa
fusión potente de la mente y del espíritu, la sal de la vida
pierde su importancia, su valor y su sabor.

El medio que el hombre debe emplear en la reconstrucción


de sí mismo es la disciplina. La disciplina extrae de nuestras
células más profundas cantidades insospechadas de energías
esenciales para el funcionamiento armonioso del hombre.
Al aplicar constantemente las disciplinas cuando desempeña-
mos tareas enojosas o vencemosnuestros hábitos de pereza,
generamos altos voltajes de poder. La práctica diaria de la dis-
ciplinay el sujetarse a ella, tanto en lo grande como en lo
pequeño, puede rehacer casi por cornpleto la conducta de un
hombre.

Imponernosa nosotros mismosuna cuota o un grado de


terminado de calidad en lo que hacemos; observar reglas infle-
xiblesde tolerancia y consideración en las relaciones con los
demás.Reprimir nuestra inclinación hacia la indolencia y los
excesosen comer, beber y fumar, son valiosísimos ejercicios
modeladoresdel carácter y de la voluntad. El hombre que se
ha ejercitado a diario en pequeños actos de voluntad, que ha
sidosistemáticamenteascético o heroico en asuntos de poca
importancia,se encontrará sostenido por poderosas fuerzas
interiorescuando las tormentas de la adversidadlo azoten;
sentiráque lleva dentro del pecho la centella jubilosa de la
divinidad.

La sola disciplinabastará para impartirnos aptitud física a


la mayoría de nosotros.
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Los inventos destinados a hacernos la vida más cómoda nos


tientan a abandonarnos a la pereza que acaba por aflojarnos
los músculos. Alarmados por nuestra condición física nos
decidimos, de cuando en cuando, a jugar futbol o "aerobics"
o, por lo menos, caminar unas cuantas cuadras diariamente.
Pasados los días de euforia flaqueamos; la cizaña de la pere-
za crece y se apodera nuevamente del campo.
Todos necesitamos más sol, más aire y más vida a cielo
raso para tonificar nuestro cuerpo. La intemperie activa el
funcionamiento de las glandulas sudoríparas, los pulmones,
el aparato circulatorio. Toda esta acción se traduce en salud
Y energía.

La vida surge como géiser para los que taladran la roca de


la inercia. Y, sin embargo, vemos a nuestro alrededor a persG
nas que prefieren la holganza o las diversiones fútiles al reto
áspero que reclama esfuerzos disciplinados.
El trabajo cómodo, el pan que no se ganó con el propio es-
fuerzo son cosas que llevan a crecido número de personasha-
cia una suave pero traidora pendiente, a los abismosde la
miseria en todos los órdenes.
En el siglo XII los estudiantes caminaban más de 150 kiló-
metros para escuchar una conferencia de Abelardo.Hoy día,
la gente joven se apoltrona en un cine para ver una película
tonta o busca el estímulo de una enervante orquestaradiofó-
nica. Este notorio derroche de la vida en los años de su
formación no mueve a los padres a protestar como debieran.

Nadie tiene vedado el camino para convertirse en un perito


que domine por lo menos una materia, pudiendo ejercercier-
ta influencia en la adecuada solución de los problemasde que
cada uno es parte.
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Dar empleo en alguna obra cívica a las ociosas encrgíagde


nuestros jóvenes, es modo ideal de hallar salida a sug naturales
energías.

Hoy día nadie, joven o viejo,debe permanecer como obser-


vador inerte de los estupendos acontecimientosque ocurren
en torno a nosotros. Nuesfro destino nacional está insepara-
blemente unido a la iniciativa e ingeniosidad individuales.

La belleza moral es un fenómeno raro, pero muy sorpren-


dente: confiere a quienes la poséen una energía inexplicable,
el encanto de un poder subyugador.
¿Cómo se obtieríe este poder?
Por medio de la disciplina espiritual y el estudio riguroso,
fortaleciéndolas con la práctica diaria.
Quienes experimentan tales excelencias nunca más encon-
trarán placer en las cosas vanas e inútiles.

Las personas adultas encuentran difícil reformar sus hábi-


tos. La esperanza de la Humanidad está en los niños y en los
que aún no han nacido. De la calidad y el número de ellos de-
pende nuestro porvenir.

La educación de la infancia es responsabilidad que recde


primeramente sobre los padres. Por no haberla cumplido
éstos como debieran, el niño malcriado es la más abundante
de las cosechas que hay en el mundo entero. Si no es un ex-
tremo es otro; abandonados o mimados, y peor preparados
para la vida por padres que no atienden o enseñarlos a traba-
jar, a ganar y a instruirse. La característica de la gente joven
en nuestrosdías es la falta de gratitud por los beneficiosque
recibe.
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mejores ciudadanos será indispensable reorga-
Para formar
fundamentalmente la educación de los niños.
nizar
plan que consienta en que se desarrolle el egoísmo
Todo sociedad.
perjudica tanto al niño como a la
debo empezar a educar a mi hijo? —preguntó
-—¿Cuándo
cierta vez a sir Williams Osler un joven.
¿Qué edad tiene el niño? —preguntó sir William a su vez.
--Dos años —contestó la madre.
—Pueses demasiado tarde para empezar su educación.

La disciplina es una cosa que ha de inculcarse al niño desde


el principio. La primera vez que coma con cuchara no ha de
consentírsele manejarla inadecuadamente, y para ello no hay
necesidad de hacer aspavientos.

Hay que enseñarle,con el ejemplo, a tener ordenados sus


objetos personales. Al cumplir los cuatro años debe saber ves-
tirse por sí mismo, además de bañarse solo. Cuando el niño
no alcanza esto, es señal de que sus padres tampoco son auto-
suficientes.

Es menester que el niño vaya adquiriendo, a medidaque


crece en años, una noción cada vez más clara de la propia res-
ponsabilidad.Por ejemplo, si su hijo de 10 años rompe un
cristalde la ventana, no mande poner uno nuevo; con buenas
palabras haga que el niño compre el vidrio de su dinero y
lo coloque él mismo. Si el niño quiere una cometa, no se la
compre ya confeccionada, procure que la haga con sus pro-
pias manos, bajo la dirección de usted.

No hay familia, por acaudalada que sea, que deba eximira


los hijos de ayudar en la cocina y en el arreglo de la casa.Si el
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notabilísimo escritor Thoreau no juzgaba deshonroso ganar


dinero podando pasto en los jardines vecinos, ya siendo escri-
tor afamado, ninguna razón puede haber para que un jovenci-
to que cursa estudios de secundaria crea que es humillante
ocuparse de esa faena.
La costumbre de dar a los niños dinero para dulces, refres-
cos y helados es perjudicial. Un padre inteligente que conoz-
co dijo a sus hijos: —Puedentomar todo el helado que gusten
si se lo hacen ustedes mismos.

La disciplina puede parecer dura y antipática en sí misma,


pero no si reflexionamos en cuál es el objeto de la vida. ¿Se
da cuenta usted de que todo hombre ejerce una influencia
que contribuye a edificar o a destruir?

La tarea más importañte de los educadores y de los padres


es que renazca el idealismo. Debemos dejar que aflore, sin
avergonzarnos,la fuerza potente del sentimiento frío y razo-
nado. Debemos preocuparnos todos de que haya equidad, jus-
ticia social y respeto para todos.

Tarde nos hemos dado cuenta de que mientras


menor sea
la disciplina que se nos imponga mayor
tiene que ser la que
nosotros mismos nos impongamos.
Si por desconocer esta
verdad, rehusamos someternos
y someter a nuestros hijos,
otra voluntad habrá,
injusta, rapaz e implacable que nos so-
meta a sus caprichos.

El amor por los


hijos no necesariamente debe ser mimos y
arrumacos;el padre
se trata de siempre tiende a exagerar la nota: cuando
dar lo da todo, y
cuando no, no da absolutamente
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Los hijos son la continuación de una raza, de una sang;e,


de una cultura, razones por las cuales cada generacióndebe
ser mejor que las anteriores y todo con base en el amory
orientación adecuados.
Descarte desde este momento que sus hijos son de su pro-

piedad, o que pretenda cobrar por los serviciosque les está


prestando.
Muchos padres educan a los hijos con la intención de que
cuando el padre llegue a viejo sean los hijos quienes todo le
son seres humanos y
den, olvidando, para ello, que también
tienen derecho a hacer su propia vida.
se "educa" con esta mentalidad se corre el riesgo
Cuando
a la
del más rotundo fracaso. No estamos negando el derechomás
vida a los padres, simple y sencilamenteno es el camino To-
ancianos padres.
adecuado para que los hijos vean por sus
comprensión y
do es posiblecuando se ha sembrado amor,
hayan podido
responsabilidad.Según el amor que los padres
a sus hijos, así será la respuesta y espontaneidad
proporcionar
que obtengan de ellos.
que podríamos
Son lamentables los casos en que personas
considerar maduras, por la edad cronológica, son unos verda-
deros niños que no han podido sacudirsela influencia de los
padres; estas personashacen infelices a sus familias, pues no
pueden hacer nada sin el consentimientode "papá o mamá
grande". El colmo sucede cuando "papá o mamá grande"
fallecen y dejan convertidos a los hijos en unos perfectos
inútiles buenos para nada. Este es el peor crimen que pueden
cometer los padres posesivos.

Todo pueblo civilizadovive bajo la dirección de una auto-


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ridad,pero ésta debe ser firme y afectuosa; firme porque


debecastigarcuando sea necesario castigar, no solo amenazar;
recuerdola crítica de mi madre hacia sus vecinos que siempre
decíana sus hijos "Pero ahora sí, verás, te voy a pegar", sim-
ple amenazay sólo eso; esa autoridad está más que devaluada
y ni quien la tome en cuenta.

Cuandose comete una infracción se debe castigar aunque


nosduelatambién a nosotros; una sola vez que se olvide cas-
tigaruna falta es motivo de relajamiento de todas las discipli-
nas.

El autoritarismo irracional se da en aquellos padres que di-


cen "nomás mis chicharrones truenan"; este tipo de autori-
dad, en lugar de ser respetada por merecerlo, es temida por
caprichosay arbitraria, y todo el mundo desea su desapari-
ción, sublevándose en la obscuridad.

Existen padres cuyas actividades públicas les quitan el


tiempoque deberían destinar a la convivenciacon sus meno-
res hijos y con la familia en general.

Cuántos políticos son una veradera lástima, son "farol de


la calle y obscuridad de su casa" ante la sociedad, ante el pue-
blo que les dio el voto, y pasan por ejemplarespaladines
defensores de la familia y de los hijos en particular, pero no
viven con sus hijos y sí tienen dos o tres casas "chicas" y son
puro formulismo "las reglas del ceremonial"
Dinero, lujos, juguetes, ropas, viajes, pero siempre con gen-
te extraña. El padre y la madre en actos socialesque son rese-
ñados por los periódicos como los sucesosdel Jet-Set nacio-
nal.
El verdadero valor de un padre se gana con la presencia

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