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suelo
• La meta es conseguir un mayor rendimiento en cultivos como el frijol, explicó Luis
Cárdenas, del Instituto de Biotecnología
El científico forma parte de un consorcio encargado del estudio de las interacciones mutualistas –
integrado también por el laboratorio de María del Carmen Quinto Hernández–, donde la meta es
entender cómo ambos simbiontes (planta y microorganismos) interaccionan entre sí para verse
beneficiados mutuamente.
En específico, centran sus estudios en plantas leguminosas, entre ellas frijol, soya, garbanzo, haba,
lenteja y chícharo, que establecen ese tipo de asociaciones con bacterias de la familia Rhizobia. Esta
interacción se basa en un intercambio donde la planta proporciona a la bacteria carbono para que
pueda vivir, y ésta le da a cambio nitrógeno.
Eso es posible porque las Rhizobium tienen la capacidad de hacer una fijación biológica del nitrógeno,
que permite transformar el nitrógeno molecular presente en la atmósfera en compuestos que la
leguminosa pueda utilizar, como el amonio. Así, se forman moléculas como las proteínas, y otras que
requieren nitrógeno, dotándola de mayores probabilidades de sobrevivir en suelos pobres.
Para que se establezca la relación, la planta secreta una molécula señal (compuestos fenólicos) que
reconoce la bacteria; ahora es la bacteria quien produce una segunda molécula señal que la raíz de
la planta huésped detecta. Entonces ocurre un diálogo molecular y la planta permite el acceso a sus
células más internas, donde finalmente se forma un nódulo, dentro del cual las bacterias viven y fijan
el nitrógeno atmosférico. Así se efectúa la simbiosis.