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A la lectura…¡Salud! Una mirada sobre las prácticas de lectura con niños y niñas en el
ámbito de la salud.
¿Cómo se escribe la experiencia? ¿Es la escritura la que sanciona que allí tuvo lugar una
experiencia y la trata de cercar, de hacerla comunicable, compartible con otros? En este
esbozo de transmitir algo de una experiencia que desarrollo hace algunos años en mi
trabajo cotidiano, compartiendo espacios de lectura con niños y niñas que asisten a una
institución de salud, intento también formalizar algunos interrogantes que dicha práctica
nos genera, intento pensarla valiéndome de la lectura y la escritura… menudo desafío.
Tradicionalmente, el vínculo entre lectura y niñez no podía ser pensado sin referirse,
naturalmente, a la escuela. De un tiempo a esta parte, una multiplicidad de prácticas
alternativas, como la arriba enunciada, han surgido en relación con el trabajo con la lectura
y los niños y niñas; prácticas que se alojan en lugares marginales respecto del patrimonio
hegemónico que ha ejercido y aún sostiene, con justa razón, la institución escolar en
relación con la lectura y la escritura, y pugnan por ser reconocidas. Contextos dispares
como son bibliotecas, centros culturales, plazas, instituciones de salud, día a día sostienen
diversidad de actividades en las que la lectura es protagonista.
En esta línea es posible avanzar aún un paso más, como lo hace Judith Kaplan al citar los
desarrollos de Street concibiendo a la cultura escrita como ideológica, en términos de
práctica social y no mera habilidad técnica y neutral, que se inserta en determinadas
prácticas sociales, en contextos concretos de aprendizaje y aplicación, que tienen lugar en
escenarios institucionales y sociales específicos, en el contexto de relaciones de poder,
involucrando la circulación de distintas tradiciones discursivas (Kaplan, 2008).
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Archanco, Pamela (2014) Clase 24 “Sobre la práctica de la lectura en la escuela: supuestos, continuidades
y rupturas” Introducción En Diploma Superior en Lectura, Escritura y Educación. Décima Edición, Bloque 5.
Buenos Aires, FLACSO Virtual.
como es el sector salud. En rigor de verdad, debe decirse no vinculado con la práctica de
la lectura y la escritura cuando ésta toma la forma de acercar a los usuarios a la
experiencia de la lectura, porque la práctica de la lectura y la escritura es omnipresente en
el sistema de salud, en la forma de historias clínicas, indicaciones, folletería, aun cuando
pocas veces reflexionemos acerca de sus condicionamientos e implicancias. Pero
volviendo al punto que nos convoca, el término “promoción” en cierta manera parecería
haber venido a colmar ese vacío identitario respecto de lo que se trabaja cuando se elige
proponer libros en la sala de espera de un centro de salud, como es nuestro caso. Como
ya se vio en el apartado anterior, todo término que define una práctica, lejos de ser neutral,
remite a un contexto de producción, habilitando o cercenando determinados decires y
prácticas. Y es preciso decirlo, “promoción” es un término controversial, pues con las
mejores intenciones puede llevarnos por derroteros que nos alejan de una definición de
lectura vinculada a la práctica individual y colectiva, al ejercicio del derecho a incluirse en la
comunidad participando de la vida cultural, ya que el término “promoción” comporta
muchas acepciones y no todas cuadrarán a la práctica que intentemos llevar adelante.
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Montes, Graciela (2006) La gran ocasión. La escuela como sociedad de lectura. Plan Nacional de Lectura,
Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, Buenos Aires. Pag. 8
también el exceso, la apetencia de abundancia, el traspaso del límite de lo estrictamente
necesario hacia la gratuidad de lo que no siendo indispensable, lo humano requiere” 3.
La lectura como experiencia dialógica, fuertemente atravesada por una dimensión política,
y al decir política me refiero a la inclusión, la democratización en el acceso y la igualdad de
oportunidades, implica entonces no sólo al objeto libro, aunque no será si él, sino que
obliga a pensar el lugar nodal que ocupan aquellos responsables de generar las
condiciones para que la experiencia lectora pueda desplegarse.
Otras posiciones han optado al utilizar la categoría de mediador dejar por fuera el rol del
docente, homologándose mediador a la figura de un animador que propone la lectura por
placer, casi en las antípodas de la tarea docente que se vincularía a la adquisición de
competencias lectoras en contextos institucionales formales.
Dejando de lado esta, a mi entender, falsa dicotomía entre placer y competencia lectora,
resulta de todos modos un trabajo fructífero preguntarse qué se unifica bajo la categoría de
mediador y qué queda velado en ese mismo acto de nominación, porque no se puede dejar
de señalar que la práctica de quien allí se encuentra abocado a generar oportunidades que
promuevan la lectura, se encuentra fuertemente atravesada por el contexto en que dicha
práctica tiene lugar y definirnos sin más como mediadores, y al decir sin más me refiero al
asumir una “etiqueta” casi sin interrogarla, mucha veces vela particularidades que se
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Andruetto, María Teresa (2014) Clase 23 “Sobre el acceso al exceso” Apartado I En Diploma Superior en
Lectura, Escritura y Educación. Décima Edición, Bloque 5. Buenos Aires. FLACSO Virtual.
vinculan a expectativas institucionales diversas (pienso en los objetivos diversos que
persigue una escuela, una biblioteca, un centro de salud, un comedor comunitario…)
recorridos profesionales disímiles tanto en formación como en formalidad del trabajo (y
ahora evoco las particularidades de la formación docente, de un bibliotecario, de los
distintos profesionales de la salud, de los voluntarios en centros comunitarios, y también la
pertenencia a lo estatal, lo privado, y el grado de formalidad en el empleo) y formas de
acceso altamente diferenciadas a los materiales escritos, por mencionar sólo algunas.
No es mi intención tomar partido por una u otra definición, sino utilizarlas casi al modo de
excusa para impulsar una reflexión sobre la propia práctica, los modos en que la
concebimos y aquello que queda “oculto” tras esas concepciones, pero que no por
invisibilizado deja de operar en nuestro trabajo cotidiano.
Recorro las palabras a la luz del interrogante inicial: una práctica que sirve de disparador,
lecturas, muchas, que arrojan luz sobre una u otra de las aristas de esa práctica, y una
escritura que, vacilante, intenta dar forma al cúmulo de lecturas y experiencias…
Esta vez quisiera valerme del término ocasión para pensar el trabajo de lectura y escritura
de una experiencia. Y nuevamente cobra valor la dimensión de ruptura que, en lo uniforme
del trabajo cotidiano, la ocasión de leer y escribir sobre la propia práctica ofrece: en el
continuo de lo rutinario, de lo ya mil veces pensado y dicho, se inaugura un tiempo diverso,
de escucha, de creación, de relectura y de reescritura. Algunas de las ideas volcadas en
los apartados anteriores son el resultado de este tiempo de trabajo… muchas más quedan
a la espera de nuevas ocasiones, aguardando su momento de ser relanzadas.
Bibliografía Consultada