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MAESTRÍA EN EDUCACIÓN

T.P. 1

MATERIA: Educación, Sujetos e Identidades

DOCENTE: Di Napoli Pablo Nahuel

ESTUDIANTE: Lisowyj, Marcela A.

FECHA DE ENTREGA: 02 de mayo, 2019


a- Según François Dubet (2012) se ha producido una “inversión” entre la situación de los
jóvenes de la década del ’60 y los jóvenes actuales. En los ’60 los jóvenes no tenían casi
ninguna angustia sobre su integración económica en la sociedad aún si carecían de títulos
otorgados por instituciones educativas, ya que podían acceder al mundo laboral y había un
lugar en la sociedad para ellos; sin embargo, consideraban a esta sociedad como “vieja”
culturalmente: religiosa, conservadora, opresiva, “antijuventud” (rechazaba a la juventud, la
sexualidad y la libertad).

Actualmente, se da el caso inverso, ya que existe una sensación trágica de que no hay
lugar para los jóvenes en la sociedad debido al gran desempleo y la exclusión económica,
aunque por otro lado se vean beneficiados con gran libertad personal (y sexual) y bienes
culturales de alto nivel propios de una sociedad “joven”. Dubet afirma la relación inversamente
proporcional entre “apertura económica” y el “cierre cultural”.

b- Surgen entonces dos categorías contrastantes: los jóvenes de categorías populares


(caracterizados por escasa escolarización, con sentimientos de cólera y rabia, exclusión,
marginalización, transgresión, con grandes frustraciones y desdicha) y los jóvenes de clase
media (jóvenes empobrecidos, caracterizados por la angustia de bajar de posición social, por
tener muchos estudios pero sin posibilidad de obtener empleo y de ascender socialmente, en
un mundo real con restricciones, decepción, “angustia existencial” y pérdida de certezas,
sobrecalificación para empleos existentes, pérdida de confianza en la educación y
degradación del clima escolar. La primera categoría también formaría parte de las
denominadas “clases peligrosas” del siglo XIX, las de “afuera” caracterizada por gran
desempleo, pobreza, delincuencia, distinta composición cultural de la población, a veces
“invisibilizados” y estigmatizados según su proveniencia socioeconómica y cultural, del otro
lado de la frontera social. La segunda categoría –los de “adentro”- se puede caracterizar
además por el consumo, el estudio y cierta seguridad. Mientras los primeros se etiquetan
como transgresores/delincuentes -“chicos malos” que resisten a tales reglas y no son un futuro
deseable-, los segundos son conformistas - “chicos buenos” que aceptan las reglas de juego
del orden social y son el futuro de dicho orden pudiendo integrarse exitosamente en la
sociedad. Según Dubet, esto puede conllevar a una nueva topografía social, donde los actores
sociales ya no sólo se encontrarían por arriba o por abajo del escenario social, sino “afuera-
out”, es decir, sin la capacidad de asumirse y, por ende, sin identidad.

La concepción de identidad, tradicionalmente vinculada con una unicidad totalizante y


estática, se pone en tensión con las afirmaciones de Hall (2003), para quien las identidades
nunca se unifican y están cada vez más fragmentadas y fracturadas; nunca son singulares
sino construidas de múltiples maneras a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes,
a menudo cruzados y antagónicos, sujetas a una historización radical, y en constante proceso
de cambio y transformación.

La cultura juvenil o grupos intermedios, mencionada por Feixa (1990), está centrada
entre otras cosas en el consumo hedonista; generación que consume sin producir; mayor
permanencia en las escuelas alejándose del trabajo y de la estructura de clases; crisis de
autoridad que pone de manifiesto una “crisis de hegemonía” según la cual lo viejo muere y lo
nuevo no puede nacer; estado de rebelión permanente; misticismo, sensualismo, indiferencia
o violencia propios de contextos históricos cambiantes. (Gramsci, 1975).

La concepción de juventud ha pasado por diferentes momentos a lo largo de la historia


(Feixa, 1998), desde maduración fisiológica, pasando por una etapa cronológica con
determinadas características de personalidad, hasta la idea de etapa de transición a la vida
adulta y la construcción de una identidad social flexible y cambiante, más allá de la edad o la
trayectoria (Urteaga, 2011). Sin embargo, los jóvenes no se definen por la edad y no existen
atributos propios de los jóvenes de orden psíquico-individual; la juventud no es una etapa
homogénea y con características universales y atemporales; existen diferentes formas de vivir
la juventud y ser joven que dependen no sólo de experiencias biográficas particulares, sino
también de los contextos sociales en los cuales se enmarcan.

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