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Con la ampliación del electorado, era inevitable que la mayor parte de los electores
fueran pobres, inseguros, descontentos o todas esas cosas a un tiempo. Era
inevitable que estuvieran dominados por su situación económica y social. Era el
proletariado la clase que se estaba incrementando y cuya presencia se hacía cada
vez más evidente.
Por otra parte, la agricultura tradicional de las regiones atrasadas no podía seguir
proporcionando tierra para los posibles campesinos cuyo número se multiplicaba.
Lo que deseaban la mayor parte de ellos cuando emigraban, “conquistar
América”, en la esperanza de ganar lo suficiente, comprar alguna propiedad, una
casa, y conseguir el respeto de sus vecinos. La mayor parte de ellos permanecían
alimentando las cuadrillas de trabajadores de la construcción, de las minas y sus
hijas y sus esposas trabajaban en el servicio doméstico.
Entre 1867 y 1875, los sindicatos consiguieron un status legal y unos privilegios tan
importantes que los empresarios y los gobiernos conservadores no consiguieron
reducirlos o abolirlos hasta el decenio de 1890. Ese poder excepcional de la
clase obrera crearía cada vez mayores problemas para la economía industrial
británica.
En las grandes y cada vez más numerosas empresas del metal, la organización
obrera se enfrentó con la gran factoría moderna, decidida a reducirlos a
operarios semicualificados.
Pero a medida que la lucha política contra “los privilegios” se identificó con la lucha
en el lugar de trabajo y en torno a él, el mundo del trabajador manual quedó
distanciado de los que estaban por encima de él, debido al crecimiento, en algunos
países, del sector terciario que podía ser considerada como una zona de transición
o tierra de nadie entre el obrero y la burguesía, estas nuevas clases medias
bajas separaban a esos dos estratos sociales.
La tendencia de los sindicatos, sobre todo los sindicatos socialistas, a organizar a
los trabajadores en organizaciones globales, cada una de las cuales cubría una
sola rama de la industria nacional, reflejaba esa visión de la economía como un
todo integrado.
Fue a través del movimiento como las “clases obreras” se fusionaron hasta formar
una única “clase obrera”.
¿Qué era, pues, “el movimiento”?. En todas partes incluía los trabajadores, el
sindicato, aunque en formas diferentes. Muchas veces incluía también
cooperativas. Pero, de hecho, todas esas asociaciones estaban subordinadas al
partido político, o formaban parte de él, partido que era su expresión
fundamental, siempre recibía el nombre de Partido Socialista y/o simplemente
Partido “de los Trabajadores” o Partido “Obrero”. Excepto en la península
ibérica el anarquismo no llegó a ser en ninguna parte de Europa la ideología
predominante ni siquiera de movimientos obreros débiles.
Lo que hacía que los nuevos partidos siguieran siendo fieles a la idea de la
revolución total de la sociedad era el hecho de que cualquier mejora se debía
fundamentalmente a su actuación y organización como clase. Cuanto más fuerte
era el sentimiento de comunidad y solidaridad obreras, más fuertes eran las
presiones sociales para mantenerse en ella.
Por el momento, diremos tan sólo que en el Este el marxismo conservó sus
connotaciones explosivas originales. Después de la Revolución rusa retornó hacia
Occidente y se expandió también hacia Oriente.
Sin embargo, la influencia de esos partidos se extendía sobre sectores muy alejados
de la clase obrera.
Los partidos socialistas representaban a una clase que era pobre sin excepciones.
Denunciaban con pasión encendida la explotación, la riqueza y su progresiva
concentración. Aquellos que eran pobres y se sentían explotados aunque no
pertenecieran al proletariado, podía encontrar atractivo ese partido.
Los partidos socialistas eran partidos dedicados a ese concepto clave del siglo XIX,
el “progreso”.
.
Apoyaban la inevitable marcha hacia delante de la historia, hacia un futuro mejor.
Preveía el triunfo continuado y acelerado de la razón y la educación, de la
ciencia y de la tecnología. Los socialistas se beneficiaron del prestigio del
progreso entre todos aquellos que creían en él.
Sin embargo, eran muchos los pobres, especialmente los muy pobres, que no se
consideraban ni se comportaban como “proletarios” y que no creían adecuadas
para ellos las organizaciones y formas de acción del movimiento. Lo que
realmente importaba para ellos, los vecinos, la familia, los protectores o
patrones que podían hacerles favores y conseguirles trabajo. cualquiera y
cualquier cosa que hiciera posible la vida en un mundo nuevo y desconocido.