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Complejidad y Teoría del Caos

En línea con el texto de Morín, se puede establecer en un primer momento una postura que
hace frente a la disciplinariedad que se ha instaurado en las ciencias, en donde al querer
fraccionar el conocimiento para simplificar su entendimiento, se llega a una mutilación del
mismo, generando una ceguera y requiriendo nuevas estrategias para abordar un mundo
complejo sin caer en dinámicas de simplificación.
Por otra parte, establece el modo en que la complejidad como marco para acceder a la
realidad, no es algo que pueda definirse como si fuera un concepto simple, pues no es algo
que solucione la realidad, sino que la problematiza, la aleja de las fallas producidas por
pensamientos simplificadores y al mismo tiempo busca integrar a todos los elementos que
componen el conocimiento en sí, esto, por medio de aproximarse a las articulaciones entre
los dominios disciplinarios separados por el pensamiento simplificador. La apuesta de la
complejidad es por un conocimiento multidimensional.
La base argumentativa del pensamiento complejo no busca constituirlo como una nueva
alternativa, sino como una necesidad que surge al evidenciar los límites y carencias de lo
simplificante, aquellas situaciones en donde se requiere ir más allá y entender las diferentes
dimensiones de un fenómeno. Sin embargo, en el marco de sus pretensiones reconoce que un
conocimiento completo y absoluto no es algo posible y no se enmarca en ninguna de sus
finalidades, pues la teoría genera además una apuesta por la imposibilidad, ya que, si bien se
busca acceder a un saber no fraccionado, se debe reconocer que la realidad está inacabada,
es decir, en permanente construcción, por lo cual todo conocimiento será necesariamente
incompleto.
Además de las precisiones que muestran el modo en que el conocimiento simplificador ha
dividido la realidad y dificultado su estudio, Morín también precisa que aquellas amenazas
más significativas de la actualidad son producto de un querer avanzar cada vez más en ese
tipo de conocimiento que lleve hacia un progreso, el cual ha brindado como resultado la
generación de armamentos, afectaciones ambientales, violencias entre países, entre otros.
Por último, es importante retomar la crítica que realiza sobre el modo en que el conocimiento
simplificador, ha tendido a desintegrar a los seres, despojándolos de su calidad de humanos
y viéndolos como unidades, como cifras, alejándolos además de su posibilidad de asociación
y unidad en el marco de la diversidad:
Así es que llegamos a la inteligencia ciega. La inteligencia ciega destruye los conjuntos y las
totalidades, aísla todos sus objetos de sus ambientes. No puede concebir el lazo inseparable
entre el observador y la cosa observada. Las realidades clave son desintegradas. Pasan entre
los hiatos que separan a las disciplinas. Las ciencias humanas no necesitan más de la noción
de hombre. Y los ciegos pedantes concluyen que la existencia del hombre es sólo ilusoria.
(Morín, 2011, p. 16)
Posestructuralismo
El posestructuralismo más que una teoría en sí, consiste en una corriente de pensamiento,
una base para la producción de conocimiento, dentro de la cual es posible ubicar diversas
posturas y planteamientos desarrollados en torno a la idea de que no es necesario el
reconocimiento y estudio de estructuras subyacentes a los fenómenos sociales para una
comprensión de los mismos. Haciendo frente de esa manera, a las teorías estructurales. Es
decir, un acercamiento a la realidad social no debe estar determinado por elementos que estén
más allá de la misma, como la cultura, la economía e incluso la psiquis (en línea con las
corrientes representadas por Lévi-Strauss, Marx y Freud).
Junto con ello, reconoce que el lenguaje no es un sistema compuesto por un conjunto único
de signos, al contrario de ello, las relaciones entre significante y significado (entre una
palabra y lo que quiere decir) se modifican permanentemente en línea con el contexto en que
se produzcan. De esta forma, la producción de significados constituye un espacio de
confrontación política en donde surgen diversas significaciones cargadas de variadas
connotaciones e intencionalidades. En línea con la idea de inmovilidad planteada, el
posestructuralismo cuenta con un principio de antiesencialismo, en el que no existen
estructuras fijas y determinadas.
El posestructuralismo cuenta con una serie de estrategias que permiten la generación
alternativa de prácticas que cuestionen las estructuras de poder, como la deconstrucción,
planteada por Derrida, por medio de la cual busca contraponerse al “logocentrismo” (Gibson-
Graham, 2002, p. 265), visto como el proceso de producción de significado a partir de una
estructura binaria compuesta por una parte positiva y negativa; en lugar de ello, apuesta por
un proyecto político que genere espacios de heterogeneidad radical, es decir, donde se
reconozca que entre los polos que conforman la estructura binaria existe toda una serie de
posibilidades y elementos que han sido dejados de lado.
Junto con la deconstrucción, se encuentra la genealogía, trabajada por Michel Foucault, quien
plantea que el modo en que se construyen los significados, configura una representación del
poder, el cual cuenta con una serie de manifestaciones en la vida social y en el cuerpo mismo.
De esa forma, la producción de conocimiento en sí misma responde a formas de poder que
valorizan y dan preferencia a concepciones e ideas específicas en los diversos periodos
históricos.
Otra de las estrategias presentes en el posestructuralismo es la performatividad, planteada
por Judith Buttler, la cual establece que existe una serie de procesos culturales, que toman
forma por medio de varias prácticas reiterativas, dando paso a la creación de ideas y
concepciones como el género. Los cuales no están fijos o predeterminados. De manera que
pueden modificarse según el entorno y las condiciones culturales en que se ubique. Así
mismo, pueden generarse procesos políticos de transformación a partir de reconocer la
volatilidad de las ideas y conceptos.
Estudios culturales
El texto de Stuart Hall plantea un recorrido por las perspectivas teóricas que han apropiado
los estudios culturales a lo largo del tiempo, hasta llegar a su posicionamiento institucional;
esto, por medio de reconocer el modo en que han mutado entre diferentes miradas. Tal
recorrido busca brindar una orientación sobre la cuestión general de las políticas de la teoría.
En tanto que la idea no es resumir dicho recorrido, sino retomar los principios y postulados,
es posible mencionar inicialmente el modo en que los estudios culturales no tienen un origen
simple, es decir, no cuentan con un momento exacto y concreto de génesis, pues responden
a un proceso histórico de conformación en diferentes espacios, coyunturas, historias; es decir,
cuentan con diversas trayectorias.
Esto genera una dificultad para situarse en dichos estudios culturales, en la medida en que no
cuentan con una identidad delimitada en línea con una disciplina (lo que no quiere decir que
se alejan de cualquier tipo de disciplina, sino que integran a varias en sus reflexiones) o
fenómenos establecidos. Sin embargo, a su vez esto constituye un rasgo caracterizador y
potenciador del enfoque, ya que precisamente visibiliza una posibilidad, pues constituye a
los estudios culturales como una plataforma en la que puede situarse aquello que no se conoce
todavía, lo que no se puede nombrar, lo que no se puede clasificar. Este constituiría un primer
postulado.
Sin embargo, dicha amplitud para recepcionar aquello sobre lo que no se conoce, no lo
establece necesariamente como un espacio en el que entra todo sin algún tipo de rigor,
reflexión o selección, pues dichos estudios tienen una “voluntad de conexión” (Hall, 1992)
que puede ser explicada a partir de evidenciar el aspecto político de los mismos, pues dentro
de estos, necesariamente ocurre una toma de posición, un análisis de las prácticas culturales
y su interacción con las relaciones de poder establecidas en los diferentes contextos en los
que se sitúan, yendo más allá de las formas tradicionales en que se han constituido los
intelectuales, generando aportes a partir del lenguaje de la cultura, constituyéndose de esa
forma en intelectuales orgánicos que estudian ese tipo de interacciones (cultura,
colectividades, política, Estado), pero que también las transmiten hacia afuera, las comunican
a la gente.
Históricamente la relación de los estudios culturales con corrientes críticas como el
marxismo, e incluso su contacto con posturas feministas y de raza han generado
modificaciones en su constitución y modos de estudiar y acceder a la realidad, junto con ello,
han ido delimitando, o dando forma, a los modos en que se produce el conocimiento desde
dicho campo y así mismo le han brindado una suerte de identidad, evidenciando el tipo de
cuestiones sobre las cuales se pueden hacer cargo y el modo en que esto puede ocurrir.
Teoría postcolonial y Estudios de la subalternidad
La postura poscolonial desarrollada por Chakrabarty parte de la existencia de una imagen
que se ha creado sobre Europa, la cual ha dado forma a una serie de hábitos y formas de
pensamiento a partir de los cuales se han realizado estudios, análisis y reflexiones sobre
realidades políticas de los diversos entornos y contextos del mundo (como Asia, y para
nuestro caso, Latinoamérica).
Esto se evidencia a partir de la aplicación de conceptos propios de la teoría política europea,
en donde términos como “ciudadanía, Estado, sociedad civil, esfera pública, Derechos
Humanos, igualdad ante la ley, individuo, la distinción entre lo público y lo privado, la idea
de sujeto, democracia, soberanía popular, justicia social y racionalidad científica”
(Chakrabarty, 2008, p. 30) se han instalado en espacios distintos a los que surgieron, y por lo
tanto, no cuentan con la misma capacidad para representar las realidades políticas modernas
de los diferentes territorios, llevando a una modificación de los mismos en torno a las
construcciones europeas, generando expectativas y marcos normativos que se acojan a las
ideas que engloban los principios de la política y representatividad occidental.
En línea con dicha postura, surge la poscolonialidad como una propuesta por un rescate de
las construcciones teóricas propias de los diferentes lugares, apostando por una
reivindicación de las tradiciones de pensamiento, las cuales, en el marco de los razonamientos
occidentales, se han constituido como temas de investigación histórica sin aplicabilidad o
relevancia en la actualidad. Para hacer frente a dicha situación, se cuestiona al historicismo
y a lo político, como elementos fundamentales en las ideas modernas que se han instalado
como ejes del pensamiento europeo, lo cual permitiría avanzar en un ejercicio de
provincialización de Europa.
Dicha provincialización, lejos de rechazar de entrada el pensamiento europeo, propugna por
reconocer que dicho pensamiento no permite generar reflexiones complejas sobre las
situaciones políticas de los entornos no occidentales y de esa manera, debe modificarse,
buscando una renovación generada desde y para los márgenes y periferias, en donde no se
mantengan los esquemas de colonización del pensamiento, sino que se construyan
posibilidades reales de comprensión de las diversas realidades globales.
Modernidad/colonialidad/decolonialidad
Al igual que la teoría postcolonial, la decolonialidad parte por reconocer el modo en que
desde occidente se han generado procesos históricos de colonización que han llevado a que,
en la actualidad, en términos del conocimiento, de formas políticas (sociales y económicas)
y culturales, se haya construido una suerte de homogeneidad de las diferentes regiones del
mundo, dejando de lado las construcciones propias de lugares como Asia y Latinoamérica.
Frente a ello, no se suma a la propuesta de provincialización de Europa (como se vio en la
teoría anterior) sino que busca partir de conocimientos y herencias propias de los diferentes
contextos que han sido subordinados y colonizados. Para ello, elabora distintas estrategias y
planteamientos, como lo son el pensamiento heterárquico, el cual busca el establecimiento
de un nuevo lenguaje y la elaboración de estructuras complejas en donde no exista un orden
jerárquico y vertical, sino que todos puedan gobernar por igual. Así mismo, se aleja de los
racionamientos económicos que han sentado posturas críticas sobre la dependencia que se ha
generado por parte de las potencias mundiales hacia los países latinoamericanos, pero que
solo realizan un análisis en términos financieros y de recursos, sin incluir categorías como
género y raza.
Bibliografía
Chakrabarty, D. (2008). Introducción: La idea de provincializar a Europa y La
poscolonialidad y el artificio de la historia. En: Al margen de Europa. Barcelona: TusQuets
Editores, pp. 29-79. Recuperado de http://www.ram-
wan.net/restrepo/modernidad/al%20margen%20de%20la%20historia-chakrabarty.pdf
Gibson-Graham, J. K. (2002). Intervenciones posestructurales. Bogotá: Revista Colombiana
de Antropología, 38. pp. 261-286. Recuperado de:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105015289011
Hall, S. (1992). Estudios culturales y sus legados teóricos. En: Lawrence Grossberg, Cary
Nelson y Paula Treichler (eds.) Cultural Studies Routledge, pp.277–294. Recuperado de:
ram-wan.net/restrepo/teorias-soc-contem/eeccs.doc
Morin, E. (2001). Introducción al pensamiento complejo. Recuperado de:
http://cursoenlineasincostoedgarmorin.org/images/descargables/Morin_Introduccion_al
pensamiento complejo

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