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El presente artículo responde al notable interés que viene despertando de un tiempo atrás
la Psicología Analítica, escuela que recoge la obra del médico suizo Carl G. Jung (1875-
1961). Existe un desconocimiento muy grande en nuestro medio sobre este enfoque, por lo
cual el artículo busca ofrecer una visión amplia de sus fundamentos. Debido a que el
desconocimiento es aun mayor en relación con sus innovaciones en el trabajo clínico, el
documento realiza un recuento de los principales aportes hechos por esta orientación a la
psicoterapia. Finalmente se mencionan los desarrollos, revisiones y escuelas
postjunguianas que han evolucionado a partir de las ideas originales de Jung hasta
nuestros días, así como los interesantes puntos de encuentro con las corrientes
psicoanalistas.
ABSTRACT
This article is an answer to the growing interest arisen byAnalytic Psychology, a school of
thought that compiles the work of the Swiss doctor Carl G. Jung (1875-1961). There exists
a wide lack of information in our society on the contents of this school and thus this article
seeks to offer wide review of its foundations. Given the fact that the aforementioned lack of
knowledge is even greater in relation to its contributions to clinical work this paper
presents the main contributions made by this approach to psychotherapy. Finally, a
mention is made of the developments, revisions and postjunguian schools that have
evolved from the original ideas of Jung to our days, as well as interesting encounter points
with other psychoanalitical approaches.
Introducción
Leer la obra del médico suizo Carl G. Jung (1875-1961) no es una labor fácil porque a
pesar de sus innovadores planteamientos, es un autor bastante asistemático. Sin
embargo, durante las tres últimas décadas, es creciente el interés que despierta su obra
en Sur América, especialmente en las generaciones jóvenes, lo cual se refleja
principalmente en tres hechos: uno, el proyecto en marcha de publicar su obra completa
en español; dos, la inclusión de su obra como asignatura en algunas universidades; y tres,
la creación cada vez más frecuente de institutos especializados en los que se da a
conocer su trabajo y en los que se imparte la formación de terapeutas con orientación
analítica. Este artículo responde a tal interés y describe los principales aportes hechos por
la psicología analítica a la psicoterapia, así como la expansión de esta escuela.
Su obra en español
La obra completa de Freud fue traducida al castellano por primera vez en 1922 (traducción
de López-Ballesteros) y para esta época diría el psicoanalista chileno Jacobo Numhauser
(1973) que Freud llegaba al público de nuestro idioma con 30 años de retraso, cuando el
movimiento psicoanalítico ya había alcanzado una notable difusión en Europa y en
Estados Unidos. Algo similar puede afirmarse con referencia a la obra de Jung la cual
comenzó a traducirse de manera sistemática sólo hasta 1999 (2), setenta y siete años
después de la traducción de los trabajos freudianos, cuando también la psicología
analítica presenta una considerable divulgación en el resto del mundo.
Hasta este año de 1999, los trabajos de Jung habían estado publicándose desde los años
veinte al español en forma desordenada, por varias editoriales latinoamericanas (Galán,
1999), con traducciones no siempre afortunadas (3) y con títulos que no se ajustan a los
originales. Esto crea una enorme confusión a la hora de hacer un inventario del material
traducido. No obstante, es gracias a tales esfuerzos desordenados que se conoce en el
mundo de habla hispana, así sea de manera deficiente, una tercera parte de los escritos
junguianos.
Con las asignaturas dedicadas a la psicología analítica en las universidades del mundo ha
sucedido algo parecido a lo que pasa con el psicoanálisis, y es la dificultad de que sus
teorías tengan acceso a la academia. La excepción parece ser Estados Unidos, en donde
hay muchos analistas que dictan sus cursos teóricos en universidades desde hace mucho
tiempo. Por ejemplo, en la Universidad de Berkeley se enseña Psicología Junguiana desde
1977 (Sáinz, 1991). No obstante, el ingreso al mundo académico ha ido en incremento en
los últimos años. En nuestro medio colombiano, ya se han dictado cátedras sobre Jung en
las facultades de psicología de dos universidades privadas de Bogotá (la Universidad
Javeriana y la Universidad de los Andes).
Pese a la tardía divulgación de las ideas junguianas en las aulas universitarias, fuera de
ellas comenzaron a debatirse desde hace mucho tiempo, cuando Jung aun estaba vivo. El
primer Instituto Jung se creó en 1948 en Zurich con el propósito de adelantar estudios e
investigaciones de la psicología analítica. A partir de ese momento, se han multiplicado
estos institutos por todo el mundo, extendiendo sus objetivos a dar a conocer su teoría y a
entrenar a los futuros terapeutas que ejercen con base en sus orientaciones.
En Latinoamérica, el país con mayor recepción a las ideas junguianas ha sido Brasil que
cuenta con 7 institutos aprobados por Zurich en sus principales regiones del país:
Campinas, Río Grande do Sul, Minas Gerais, Río de Janeiro, Bahía, Paraná y Sao Paulo.
Venezuela y Uruguay también tienen sus centros aprobados. La IAAP tiene además una
categoría de membresía a los que denomina “Grupos de Desarrollo” que constituyen
agrupaciones en las que no existen miembros de la IAAP, sino personas interesadas en
divulgar la psicología analítica; en esta categoría se encuentran: Colombia, Argentina,
Chile y Ecuador.
Facilita entender las diferencias conceptuales entre Freud y Jung si antes se adelanta un
concepto junguiano que contribuye a aclarar la relación entre las obras y sus autores. Este
concepto es el de los Tipos Psicológicos. Jung desarrolló precisamente esta teoría para
tratar de explicar cómo era posible que Freud, Adler y él mismo, pudieran tener
explicaciones tan distintas respecto de las neurosis. Esa cuestión lo llevó a pensar que la
percepción de la realidad y su consecuente conceptualización, está siempre mediada por
la “ecuación personal” del autor, en la que el tipo psicológico cumple una tarea
fundamental (Jung, 1943).
En el marco de esta teoría, Freud y Jung poseían una tipología bastante diferente, lo cual
incidió en gran parte de su producción teórica. Jung tenía desarrollada, como función
dominante, la intuición, mientras que en Freud primaba la sensación. Estas diferencias en
la “ecuación personal” no parecen haberse valorado lo suficiente a la hora de estudiar las
divergencias entre Freud y Jung. Los seguidores de uno y otro tendieron en las décadas
pasadas, a resaltar las diferencias entre ambos. Sin embargo, con el paso del tiempo, los
seguidores de una y otra corriente han encontrado que no necesariamente se trata de
teorías contradictorias (Thompson, 1979; Samuels, 1999) sino que, como se propone en
este artículo, es posible analizar una buena parte de los planteamientos de Freud y Jung
como provenientes de dos tipos diferentes de personalidad, condicionados por ópticas
unilaterales. Pueden analizarse entonces como ejes extremos de un mismo espectro de
posibilidades, y por tanto, como visiones complementarias. Algunas de estas polaridades
se presentan a continuación.
• Un inconsciente creativo:
Otra evidencia de la perspectiva optimista de Jung es que mientras que el inconsciente
que concebía Freud tenía un cariz negativo, representado por todas las cosas reprimidas
del individuo, el inconsciente era para Jung también una fuente positiva que podía generar
grandes beneficios (Jung, 1992). Desde su óptica, el inconsciente a menudo se muestra
como una fuente inacabable de creatividad que puede ser transmitida a la conciencia en
forma de fuerzas de renovación y de transformación.
• Un ámbito transracional:
Mientras que Freud se ceñía completamente al método científico basado en la
racionalidad, Jung se interesaba por una psicología que excedía el lado racional del ser
humano (Jaffé, 1992; Hochheimer, 1968). Sentía un gran respeto por el método empírico y
lo demostró varias veces, entre otros en sus experimentos de asociación de palabras
(Jung, 2001); no obstante, siempre se negó a comprometerse con la falacia del
cientificismo, pues consideraba que era una forma de negar la validez de todos los
fenómenos no susceptibles de investigación científica (Stevens, 1994). Por el contrario,
siempre mantuvo su mente abierta a los elementos irracionales y acausales que la ciencia
tiende a ignorar, pues consideraba que al dejarlos de lado, se sacrifican aspectos
esenciales de la personalidad que impiden conocer al ser humano con todas sus
paradojas.
• Principio finalista:
Otro aspecto que denota la mirada opuesta de los dos autores es el énfasis puesto por
Freud en el principio de causalidad, en tanto que Jung insistía en el principio finalista y
teleológico. Es decir, consideraba que todas las actividades de la psique están dirigidas
hacia una finalidad (Jung, 1992). Esto incide en los aportes hechos por Jung al campo de
la psicoterapia, ya que algunas de tales contribuciones consisten en preguntarse no
solamente por las causas de los fenómenos psíquicos, sino complementar esta mirada con
el interrogante sobre el propósito que persiguen.
Las anteriores son algunas de las principales posiciones contrarias que tenían Freud y
Jung, y ayudan a entender los principales fundamentos de la psicología analítica: la
autorregulación de la psique, el modelo de estructura de la psique, el inconsciente
personal, los complejos, el inconsciente colectivo y los arquetipos.
2. La estructura de la psique:
Se puede representar topológicamente el modelo junguiano de la psique como una
estructura circular compuesta por tres partes, una pequeña sección es la conciencia, una
segunda capa más grande es el inconsciente personal, y luego está una inmensa porción
que constituye el inconsciente colectivo. El yo esta situado en los límites entre la
conciencia y el inconsciente personal. Según su teoría, este último estaría conformado por
los complejos mientras que el inconsciente colectivo lo estaría por los arquetipos. Entre
los complejos y los arquetipos, Jung siempre vio una relación funcional muy estrecha,
pues concebía los complejos como "personificaciones" de los arquetipos.
Gráfico 1. Modelo junguiano de la psique
3. El inconsciente personal:
Para la psicología analítica, el yo es el centro de la conciencia y surge desde las primeras
fases del desarrollo a partir del arquetipo del si mismo, que es el verdadero centro de toda
la personalidad. Así que el yo no es de ninguna manera el ente rector de la psique, sino
apenas un complejo más, que tiene el único privilegio sobre los demás complejos de
poseer el sentido de la identidad.
4. Los complejos:
La psicología analítica entiende los complejos de forma diferente a como los comprendía
Freud. En contraste con éste, Jung consideraba que los complejos no eran algo
patológico, sino que representan partes esenciales de la mente, estando presentes en
todos los seres humanos, tanto las personas sanas como las enfermas. Lo que más
llamaba la atención de Jung sobre los complejos era su autonomía, pues parecen actuar a
veces de manera independiente del yo y como si tuvieran una personalidad propia. En
estados normales, esta autonomía cobra vida propia para producir los lapsus cotidianos,
pero en estados alterados, esta autonomía puede manifestarse como las voces y visiones
alucinatorias que escuchan los esquizofrénicos, como los espíritus que controlan a los
mediums en trance o como las personalidades múltiples en casos de histeria. Consideraba
que los complejos son inevitables y provocan de manera normal los grandes estados de
ánimo, tanto los sufrimientos como las grandes alegrías, convirtiéndose en la verdadera
sal de la vida. “Un complejo se vuelve enfermizo sólo cuando se piensa que no se lo tiene”
(Jung, 1968: 80).
5. El inconsciente colectivo:
Jung derivó su teoría del inconsciente colectivo, de fenómenos psicológicos que encontró
en la psique de sus pacientes, los cuales no podían ser explicados con base en la
experiencia personal, fruto del olvido o de la represión. Descubrió además que varios de
estos contenidos guardaban similitudes con temas mitológicos y religiosos del pasado
cultural de los pueblos, sin que hubiera una referencia individual que los explicara. Eso lo
llevó a pensar que se trataba de la influencia de componentes colectivos que podían
manifestarse de manera simbólica en eventos especialmente intensos de la vida de los
individuos.
En sus primeras obras Jung dijo que el inconsciente colectivo estaba conformado por
"imágenes primordiales" que provenían de la historia pasada de la humanidad. Para evitar
que se malinterpretara su afirmación en el sentido de que las experiencias arquetípicas se
podían "grabar" en la psique, en 1946 estableció una diferencia entre "arquetipo en sí" y
“representaciones arquetípicas”.
6. Los arquetipos:
De manera esquemática podría pensarse en los “arquetipos en sí” como una especie de
imágenes en potencia y de contenedores temáticos sin contenidos. Es decir, en sí mismos,
los arquetipos son sólo tendencias y entes potenciales (Progoff, 1967). Jung los definió
como “factores y motivos que ordenan los elementos psíquicos en ciertas imágenes... pero
de tal forma que sólo se pueden reconocer por los efectos que producen” (Jung citado por
Sharp, 1994: 29), en tanto las “representaciones arquetípicas” serían “las variaciones
personales que se remiten a esas formas básicas que son los arquetipos en sí” (Jung,
1991a).
Jung afirmaba que no existía ninguna terapéutica que fuera válida para todos los
individuos, por lo cual procuraba prescindir de toda teoría aprendida sobre las neurosis al
entrar en contacto con un paciente, para dejar que fuera la experiencia la que dictara el
camino terapéutico a seguir. Esto prevenía contra los procedimientos estereotipados
(Jung, 1935). Además, que lo importante es intentar comprender en cada caso individual,
a través de los sueños, las tendencias curativas del individuo a fin de activarlas mediante
una participación consciente y ayudar a que orienten la autocuración (Jung,1968).
Para la psicología analítica, todas las neurosis están caracterizadas por la presencia de
conflictos que involucran complejos y disociaciones, los cuales provocan regresiones y
descensos del nivel mental. La causa suele ser una deficiente adaptación interna o
externa que lleva a la persona a una regresión a etapas infantiles.
No obstante, además de las neurosis clínicamente determinables, Jung descubrió que una
buena parte de estas enfermedades se manifestaba a causa de la falta de sentido en la
vida y correspondían en su mayor parte a personas que se hallaban en la segunda mitad
de la vida. En tales casos aparecen como un momento crítico en la vida de una persona,
en el que se enfrenta a la disyuntiva entre dos estilos de vida. Generalmente se producen
cuando el individuo ha desarrollado una forma de vida que le ha significado el sacrificio de
potencialidades que se ven reprimidas, hasta que llega un momento en que éstas se
rebelan y exigen que se las tenga en cuenta. Es decir, falla en ese momento la adaptación
que había operado hasta entonces y el conflicto se hace evidente. La enfermedad pone a
la persona contra la pared y la obliga a tomar una decisión con respecto a su futuro,
existiendo la posibilidad de desarrollar un crecimiento personal que lo lleve a un estado de
realización mayor al que tenía antes de la aparición de la neurosis.
En las neurosis de la segunda mitad de la vida, Jung no veía útil el psicoanálisis. Freud
había elaborado su teoría de las neurosis partiendo de que su causa se halla en un
pasado remoto. Sin negar esta afirmación, Jung consideró que la neurosis vuelve a
construirse constantemente de nuevo, por lo que no veía esencial remontarse al pasado
en el tratamiento, sino que era posible trabajarlo desde los sucesos del día de hoy, que
actualizaban la neurosis. Por el contrario, consideraba que el psicoanálisis era indicado, al
igual que la psicología de Adler, para el tratamiento de las neurosis en niños y
adolescentes (Jung, 1935).
3. El proceso de individuación:
A pesar de la creencia de Jung de que ésta es una etapa exclusiva a un grupo de
personas con un yo maduro y fuerte, este aspecto ha sido uno de los más revisados de su
teoría, tendiendo en la actualidad las escuelas postjunguianas a considerar que la psique
tiene un proceso de evolución natural que cualquier individuo puede incrementar, cuando
se hace conciencia de él. Para ello, se desarrollan una serie de técnicas, en especial el
análisis de los sueños.
El grado de dificultad de hacer conscientes los diferentes complejos suele ser progresivo y
puede observarse a través de la serie de sueños. A continuación se describen los rasgos
típicos del trabajo clínico con estos complejos, insistiendo en que la aparente secuencia
es un poco arbitraria, ya que cada individuo desarrolla su proceso de manera particular y
única (Von Franz, 1964).
La interesante novela de R. L. Stevenson "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde", es el
mejor relato que hay en literatura sobre la sombra (Sanford, 1991). Enseña a no negar la
existencia de los aspectos reprimidos porque éstos van creciendo y cualquier día pueden
tomar vida propia como si se tratara de otro ser dentro del individuo. El descubrimiento de
la sombra es muy importante en el tratamiento terapéutico y representa un momento
doloroso de reconocimiento al que debe seguir la penosa y larga labor de autoeducación
(Zweig y Abrams, 2001). Trabajar este complejo desde los sueños facilita la tarea, ya que
como decía Von Franz (1964), si es un amigo el que nos habla de un defecto nuestro, lo
más probable es que no se lo aceptemos y le respondamos que no tiene la autoridad
moral para hacerlo, pero ¿qué podemos decir si son nuestros propios sueños los que nos
están haciendo el reproche?
Acerca de este último aspecto, hombres y mujeres no se sienten atraídos por el sexo
contrario en general, sino por cierto tipo de personas. La explicación de esta atracción
parte de un enfoque que puede catalogarse como narcisista, ya que parecería como si
cada individuo, hombre o mujer, tendiera a enamorarse de partes inconsciente propias, el
ánima y el ánimus, proyectadas en los demás. En la conformación de estos dos complejos
tienen una influencia muy grande el padre y la madre del individuo, ya que son ellos el
primer hombre y la primera mujer que los niños y niñas conocen (Jung, 1976, 1990a). De
adulto, al proyectar un hombre su ánima, tenderá a enamorarse de personas parecidas a
la madre, y el proceso contrario sucederá con las mujeres (Sanford, 1998).
Si posteriormente los complejos del ánima y del ánimus se logran enfrentar, evitando
identificar al yo con ellos e integrando en la conciencia sus rasgos, el inconsciente revela
en sueños un nuevo aspecto, el si mismo, representado en una personalidad superior que
adopta en el hombre los rasgos de maestro o semidios, y en la mujer, los rasgos de la
Gran Madre o la anciana sabia. El sí mismo puede definirse como el arquetipo de la
totalidad y centro regulador de la psique, oculto detrás de la personalidad total y
encargado de llevar a la práctica el proyecto de vida y de guiar el proceso de
individuación. Por eso, Jung decía que su vivencia podría sentirse psicológicamente como
el “Dios dentro de nosotros” (Jung citado por Sharp, 1994: 181).
Para terminar de hablar de la individuación, habría que decir que el punto hasta donde se
desarrolle el proceso, depende de la disposición del yo a colaborar porque es éste el que
decide y el que puede permitir que el sí mismo se realice. En otras palabras, el proceso de
individuación es real, sólo si la persona se da cuenta de él y lleva a cabo una conexión
directa con él (Von Franz, 1964).
La única forma de lograr esta integración de los contrarios es facilitando que la persona
vivencie nuevamente la situación que originó el complejo, pero haciéndolo con todo el
afecto y emoción que lo acompañaron y que habían sido reprimidos. En otras palabras,
como el complejo se inicia en medio de una carga afectiva, su disolución también se debe
hacer en medio de la afectividad. Para eso, existen técnicas de las que luego se hablará,
pero que en general, tratan de identificar y dar voz a esos aspectos reprimidos que han
estado en la sombra por muchos años.
9. Métodos auxiliares:
Jung descubrió que la imaginación activa constituye una alternativa del trabajo de los
sueños. Consiste en llevar a cabo un diálogo que combina lo racional y lo irracional, con
complejos del teatro interior (Jung, 1990b). Para ello se puede “tomar una imagen o
escena de un sueño del paciente o una idea que le hubiese venido a la imaginación como
punto de partida para que lo utilizase el paciente como tema de la libre actividad de la
fantasía...” (Jung, citado por Hochheimer, 1968: 116). Esta libre actividad podía estar
representada por muchas de las manifestaciones tradicionalmente llamadas “artísticas”
que eligiera el paciente, según sus inclinaciones naturales; el desarrollo podía tener lugar
en forma dramática, dialéctica, visual, acústica, en la danza, la pintura, el dibujo o la
escultura (Hochheimer, 1968). Sin embargo, Jung evitaba considerarlas obras de arte pues
creía que eran algo superior, ya que equivalían a una acción directa e independiente del
paciente sobre sí mismo, “...el paciente puede hacerse creadoramente independiente. No
depende más de sus sueños ni del saber de su médico, sino que al tratar de pintarse a sí
mismo, puede cambiarse a sí mismo. Porque lo que pinta son fantasías actuantes, aquello
que actúa en él...” (Jung, 1935, 84-85). Luego de la representación de las imágenes es
necesario llevar a cabo un trabajo de interpretación de ellas a través de la comprensión
intelectual y emocional, a fin de lograr su integración en la conciencia (Progoff, 1992).
10. Personalidad del terapeuta y contratransferencia:
Para Jung la psicoterapia es una labor difícil en la que cooperan dos personalidades
totales: la del terapeuta y la del paciente, otorgando mucha importancia a la personalidad
del primero y en ocasiones parece valorarla más aún que la técnica que éste utilice (Jung,
1991b). Así mismo resaltaba la actitud abierta y comprometida que éste debía tener, que
responde al convencimiento que tiene la psicología analítica de que para poder ofrecer la
mayor ayuda posible a otra persona, el terapeuta debe darse por completo, sin mayores
resguardos técnicos. Por eso, se prefiere la consulta cara a cara más que la práctica del
diván, en donde el terapeuta queda tan seguro. Eso lo lleva a ser más partícipe del
proceso y también a ser más susceptible de sufrir tanto transformaciones negativas como
positivas, a partir de la interacción terapéutica (Eckhard, 2000).
Todo esto tiene relación directa con los conceptos de transferencia y contratransferencia,
los cuales varían también en Freud y Jung. Desde la perspectiva de la psicología analítica,
la transferencia es un proceso absolutamente natural y espontáneo, por lo cual no puede
ser producido de manera artificial y voluntaria por parte del terapeuta (Jung, 1983). A
pesar de reconocer, al igual que el psicoanálisis, el gran valor de este fenómeno, Jung fue
relativizando su importancia con el correr del tiempo. En una de sus últimas obras diría:
“Cabe comparar la transferencia con aquellos medicamentos que en unos actúan como
remedio y en otros como un verdadero veneno... y en otros, por fin, es comparativamente
inesencial” (Jung, 1991: 23-24).
Otra recomendación muy importante de este enfoque plantea que el análisis didáctico sea
realizado tanto por un hombre como por una mujer. La justificación es que si el terapeuta
es de uno u otro sexo, la polaridad interior masculina o femenina del paciente es activada,
y es deseable para la integración psíquica que esto se logre con ambos aspectos de la
contrasexualidad (Sáinz, 1991).
Durante las décadas de los cincuenta y los sesenta, podían identificarse en la psicología
analítica dos escuelas claramente definidas: la “escuela de Zürich”, con orientación
clásica, y la “escuela de Londres”, con orientación evolutiva. No obstante, en los años
setenta comenzó a surgir una nueva escuela cuyo interés se centraba en los arquetipos.
De esta manera, en la actualidad existen estas tres escuelas o enfoques en la psicología
analítica: la clásica, la evolutiva, y la arquetipal (Samuels, 1999) .
En la tabla siguiente se resumen las principales diferencias que Samuels encuentra entre
las tres escuelas, primero, en cuanto a las materias de énfasis conceptual, y luego, a los
aspectos de prioridad en la práctica clínica. En la tercera columna se mencionan los
principales representantes de cada escuela.
Otra propuesta que hace Samuels (citado por Sáinz, 1991) es la de identificar algunas
coincidencias entre las escuelas arquetipal y evolutiva frente a la clásica, que resultan
interesantes porque pueden tomarse como los principales ejes en el desarrollo teórico
posterior de la óptica junguiana tradicional. Son ellos:
Conclusiones
“Sin el mito somos como una raza de disminuidos mentales, incapaces de ir más allá de la
palabra y escuchar a la persona que habla. No puede haber prueba más definitiva del
empobrecimiento de nuestra cultura contemporánea que la definición popular -si bien
profundamente errónea- del mito como falsedad”.
Rollo May
Uno de los principales aportes de C.G. Jung a la psicología profunda fueron sus conceptos
de “ inconsciente colectivo ” y de “ arquetipo ”. Este analista suizo, creador de la Psicología
Analítica, aceptó el supuesto de Freud de la existencia de un inconsciente constituido
básicamente por material reprimido del sujeto, pero vio la necesidad de complementar el
esquema de la estructura psíquica con la hipotética existencia de un nivel más profundo
que denominó inconsciente colectivo . Según Jung, este plano está constituido por
arquetipos , patrones de simbolismo que poseen una cualidad colectiva , entendiendo por
este término, aquello que pertenece inherentemente al ser humano. En otras palabras, que
estos patrones simbólicos están presentes en la psique de los individuos por el solo hecho
de pertenecer al género humano.
El tema central de este artículo son los arquetipos que surgen en el plano colectivo o en el
individual, con especial énfasis en su manifestación a través del mito. En el texto se da
una importancia central al mito personal (1) y su función de dar sentido a la existencia
humana y, por consiguiente, su contribución a la salud mental.
***
Las historias han sido tomadas de distintos autores que las presentan con extensiones
muy diferentes, por lo que se han resumido en la mayoría de los casos para darles una
presentación más homogénea. De todo se incluye la referencia de la fuente para quienes
deseen conocerlas en su totalidad.
PRIMERA HISTORIA
La joven que atendía Jung tenía 18 años y venía de una familia culta. A los 15 años fue
seducida por su hermano y violada por un compañero de clase. A partir de los 16 años se
aisló de los demás y le decía a Jung que había vivido en la luna. Como resultado de la
violación, se sintió humillada ante el mundo y se sumió en esa fantasía de residir en la
luna, con lo que literalmente se volvió una extraterrestre y perdió contacto con la
humanidad. Al cabo de un tiempo de tratamiento terapéutico con Jung, la chica pudo
regresar a la vida (2) .
Esta historia desea resaltar una primera característica de las manifestaciones de los
arquetipos: tan reales son esas representaciones internas como los objetos del mundo
externo. Poco tiempo después del hecho narrado, Von Franz llegaría a entender que lo
que Jung había querido transmitirle a través de sus aseveraciones era que los contenidos
psíquicos son absolutamente reales para quien los hayan experimentado.
Algunas de las imágenes que llegan a nuestra percepción provienen del ambiente físico,
en tanto otras proceden de una fuente interna distinta de los fenómenos físicos, sin que
por ello sean menos reales. Afirma Jung: “Cuando me quema el fuego no dudo de la
realidad del fuego. En cambio, cuando temo que pueda aparecérseme un fantasma
procuro protegerme tras la idea de que se trata de una ilusión. Pero así como el fuego es
una imagen psíquica de un suceso material, cuya física, en última instancia, se desconoce
todavía, mi temor al fantasma es una imagen psíquica de origen espiritual, tan real como
el fuego, pues me infunde un miedo real, exactamente como el fuego me causa un dolor
real” . Añade que la idea de la realidad psíquica es la conquista esencial de la psicología
moderna, la cual se impone paulatinamente, ya que es la única que “nos brinda la
posibilidad de justificar aquellos fenómenos psíquicos que se manifiestan por la
superstición y la mitología, por las religiones y la filosofía” (Jung, 1991: 25).
Manifestaciones como las de la paciente de Jung son interpretaciones reales que hace el
alma sobre la realidad externa. Jung había entendido el sufrimiento mental desde un punto
de vista diferente al que predominaba en aquellos tiempos, y su acercamiento a la realidad
de la paciente, además de innovador, fue curador. Reconoció la riqueza de una vivencia
puramente interior, pues para la paciente la visita a la luna había sido real. Pensándolo
como algo verdadero y utilizándolo en terapia con esta joven, Jung le permitió regresar a
la realidad externa, adaptarse a ella e incluso contraer matrimonio.
SEGUNDA HISTORIA
Hacia 1906, Carl Jung se encontró con una curiosa fantasía de un enfermo psiquiátrico en
el Hospital Burghozli. El paciente estaba enfermo desde su juventud. Un día lo encontró
de pie junto a la ventana, meneando la cabeza y guiñando los ojos al sol. Le pidió que
hiciera lo mismo, porque vería algo muy interesante. Cuando Jung le preguntó qué veía,
se asombró que él no viera nada, y como un sabio que explica a un neófito, le mostró
cómo se creaba el viento mientras se miraba al sol, con solo mover la cabeza de un lado
al otro. Le dijo: “seguramente usted ve el pene del sol; cuando yo muevo la cabeza de un
lado a otro, se mueve también y es de donde viene el sol” . Aunque Jung no entendió la
idea, tomó nota de ella.
Posteriormente, durante sus estudios de mitología, unos cuatro años más tarde, dio con el
libro de un conocido filólogo, publicado en 1910, que hablaba de un papiro griego en el
que se mencionaba una liturgia del dios Mitra, que consistía en entrenar a los lectores
para experimentar una visión. Si se miraba al sol, venerado como el dios padre, y se
respiraba fuerte, se haría visible algo parecido a un pene que colgaba del astro, y que era
el origen del viento. Jung va a descubrir luego que tal asociación del sol y el viento, se
presenta con frecuencia en el simbolismo antiguo (3).
Esta narración muestra el camino deductivo que llevó a Jung a pensar en los arquetipos a
partir de su experiencia clínica. Si el paciente no conocía el mito, como Jung lo suponía,
¿de dónde había surgido esa imagen? Pensó que tal vez se trataba de la influencia de
viejas mitologías. “El concepto de arquetipo… se deriva de la observación repetida varias
veces de que por ejemplo los mitos y los cuentos de la literatura universal contienen
siempre en todas partes ciertos motivos. Esos mismos motivos los hallamos en las
fantasías, sueños, delirios e imaginaciones de los individuos actuales” (Jung, 1994: 411).
Esto último era lo que parecía haber sucedido en el caso relatado. Von Franz definirá los
arquetipos como “los símbolos comunes a toda la humanidad, que están en la base de las
religiones, de los mitos y de los cuentos de hadas”, y que “aparecen en los sueños y en
los fantasmas, y son el fundamento de la mayoría de las actitudes humanas frente a la
vida” (Von Franz, 1970: 7).
TERCERA HISTORIA
Von Franz recoge la experiencia del hechicero de una tribu norteamericana de los indios
sioux, relatada en su autobiografía. Cuando el hechicero estaba adolescente, cayó
gravemente enfermo y al borde del coma, tuvo una visión en la que se sintió transportado
al cielo, en donde una cantidad de caballos llegaban a él galopando desde los cuatro
puntos cardinales. Se le apareció entonces el Padre de los Espíritus y le hizo entrega de
la “planta que cura” para su pueblo. Emocionado por esta visión, el adolescente guardó
para sí el secreto de su visión, pero al poco tiempo comenzó a dar muestras de una
terrible fobia a las tormentas, al punto que la vista de una pequeña nube en el firmamento
le hacía temblar de angustia.
Este relato ilustra la forma en que puede originarse un rito, el cual, como en esta historia,
puede ser producto de una invasión del mundo arquetípico en la consciencia colectiva de
un grupo, pero se canaliza por intermedio de un individuo que tiene una experiencia que le
urge comunicar a los demás (Von Franz, 1970).
El papel terapéutico que pueden tener sueños y mitos está fundamentado en el principio
de la compensación. De acuerdo con Jung, la psique es un sistema autorregulado que
busca mantener el equilibrio entre tendencias opuestas, lo cual significa que cuando se
produce una unilateralidad en la consciencia, sea individual o colectiva, el inconsciente
reacciona tratando de corregir el desequilibrio, presentando espontáneamente este tipo de
imágenes simbólicas.
Como ejemplo de un caso individual, Jung cuenta que un comerciante recibió una oferta al
parecer seria y honorable. La noche siguiente soñó que sus manos y antebrazos estaban
cubiertos de suciedad de color negro (Jung, 1933). Mediante este sueño, el inconsciente
le estaría mostrando al soñante, en forma compensatoria, lo que su percepción consciente
no deseaba ver y es que se trataba de un negocio “sucio” , ilegal o fraudulento (Mattoon,
1980).
De la misma forma, una visión como la del hechicero de la historia puede estar tratando de
compensar una unilateralidad cuyo significado no podemos comprender en su totalidad por
no conocer la situación consciente colectiva de la tribu en el momento en que sucedió el
hecho.
CUARTA HISTORIA
Rodeada de una luz que hizo resplandecer la tierra, Bachué emergió de la laguna de
Iguaque sacando consigo de la mano a su hijo de tres años. Con él bajó a la serranía, en
donde posteriormente se fundó el pueblo de Iguaque. Allí, Bachué construyó una choza, la
cual se convirtió en la primera vivienda de los muiscas. Cuando el niño creció en su
desarrollo natural, Bachué se casó con él realizándose el primer matrimonio chibcha. Esta
unión fue tan importante y la mujer tan prolifera y fecunda, que en cada parto tenía entre
cuatro y seis hijos, con lo cual muy pronto se llenó de gente la tierra. Viajaban por todas
partes, dejando hijos en todas ellas. Mientras estuvo en esta tierra, fue su tarea exhortar
las gentes a la paz y conservación entre sí, la guarda de los preceptos y leyes referentes
al culto de los dioses. Cuando ya estaban viejos, Bachué y su hijo llamaron a sus
descendientes y fueron acompañados hasta la laguna de Iguaque, su lugar de origen. Allí
Bachué hizo una plática final, exhortándolos a la paz, después de la cual se despidieron y
se convirtieron en dos grandes serpientes que se sumergieron en la laguna (5).
Con los mitos colectivos sucedió lo mismo que con los contenidos individuales y es que
sólo hasta fecha reciente se comenzó a aceptar que son tan “reales” como cualquier relato
histórico. Para muchos, esta historia de Bachué, o el mito de la creación explicado por la
comunidad Kogi , o el descenso de la diosa Inana a los infiernos o la creación de Adán,
eran “sólo” mitos, entendidos como falsedades, mentiras, fábulas e invenciones. No
obstante, las investigaciones de los etnólogos informan que en las sociedades arcaicas
que crearon los mitos se considera que cuentan la verdad absoluta, porque explican una
historia sagrada y una revelación sobrehumana que surgió en el alba de los tiempos. En
otras palabras, para ellos, un mito es una historia verdadera que sirve de modelo para los
comportamientos humanos (Eliade, 2001). Por lo tanto, nos encontramos con escalas de
valoración totalmente opuestas: mientras que para el lenguaje racional, los mitos son
“ficciones” , para los pueblos arcaicos son la única revelación válida de la realidad, lo cual
ha puesto a reflexionar a muchos investigadores. En la práctica, es simplemente entender
que son reales para quienes creen en ellos. “Pertenecen a lo imaginario, un ámbito más
amplio que el de lo real, y que llega incluso a contener a éste” (García: 29).
Los aportes de la psicología analítica, más que en la definición del mito, están en cuanto a
su origen y función. Para Von Franz, los mitos pueden partir, al igual que los cuentos
populares, de experiencias individuales, que se originan en la invasión de contenidos
inconscientes, ya sea en un sueño, o una alucinación. En cuanto a la función, los mitos y
cuentos populares representan fenómenos psíquicos que ponen de manifiesto la esencia
del inconsciente y, quizás lo más importante para el tema de este trabajo, contribuyen a
encontrar las respuestas a los grandes interrogantes humanos y a ofrecer un sentido a la
existencia. Operarían en la misma forma que los sueños individuales, los cuales son útiles
en la práctica clínica por cuanto muestran espontáneamente aquellos aspectos que la
actitud consciente no permite ver. Así mismo, los mitos y cuentos populares pueden verse
como una terapéutica mental colectiva, al mostrar aspectos no tenidos en cuenta por la
consciencia de los grupos, respecto de problemas vitales que han inquietado al ser
humano en toda su existencia, tales como el desarrollo psíquico, la guerra, los desastres
naturales, las relaciones de padres con hijos, entre muchos otros.
QUINTA HISTORIA
Esta última historia muestra la manera en que las manifestaciones arquetípicas pueden
aparecer en la psique individual como una invasión de contenidos inconscientes que
intentan dar sentido a un mundo difícil y a veces sin sentido.
Reinos imaginarios como el de Débora o el de la joven que decía residir en la luna, dan
una idea del mito subyacente del sujeto. Son fantasías individuales que representan un
desplazamiento hacia el plano mitológico. Al respecto, decía Jung que: “un destino
individual, humano, demasiado humano, se encuentra ensanchado hasta las proporciones
de un problema mitológico y de una descripción mítica ” (Jung, 2001: 370).
Cuando personas con problemas psicológicos asisten a sus lugares de culto religioso,
pueden escuchar textos sagrados que elevan su sufrimiento personal a la dignidad de un
sufrimiento colectivo. En otras palabras, sus padecimientos se elevan a un nivel mítico en
el que la persona deja de estar sola para encarnar al mismo tiempo a toda la humanidad
sufriente. Algo semejante ocurriría en un caso como el de Débora, en que las fantasías
pueden pasar a un plano más elevado y alcanzar dimensiones mitológicas; la persona deja
de preocuparse por los aspectos cotidianos, para comenzar a interactuar con personajes
míticos provenientes del inconsciente colectivo. Ese estado no representa en sí una
curación de sus males pero sí una reacción compensatoria que le permite sobreaguar;
además, representa una situación potencialmente sanadora, como sucedió en la
experiencia relatada.
SEXTA HISTORIA
En la entrevista pone luego de manifiesto que su práctica de llevar los sueños a sus obras
de arte había tenido el efecto, no sólo de curarle de demonios internos, como el del miedo
a la muerte, sino de guiarle hacia un sentido de trascendencia de la vida. “Siempre me
han interesado esas voces internas. Creo que todos escuchamos esas voces y sentimos
esas fuerzas… Siempre he deseado llevarlas a la realidad, ponerlas sobre la mesa” (8) .
Con el relato de Bachué (cuarta historia) se presentó un ejemplo de la forma en que los
mitos pueden representar medios para acceder a verdades existenciales. En la historia
quinta, se ilustró cómo Débora, al tener tan escindido su mundo consciente del
inconsciente, hace que las imágenes internas vayan más allá de lo personal, para entrar
en contacto con el nivel profundo de la psique, y pasen de forma natural al nivel del mito.
En esta nueva historia de Bergman, se muestra que es también posible que personas
profundamente centradas interiormente puedan contactar este nivel profundo del ser de
los arquetipos, para encontrar un significado existencial. Enseña que es posible que
personas creativas accedan a patrones simbólicos del inconsciente colectivo para extraer
de ellos imágenes que entren en interacción con su cotidianidad, logrando dar un mayor
sentido a sus vidas (Progoff, 1997).
En sus películas, Bergman permite que sus demonios internos salgan para que puedan
hablar, actuar y revelar sus deseos. Al hacerlo, se puede exorcizar y neutralizar su
potencia negativa, con lo que se habrá conseguido una forma de terapia espontánea. En el
caso de este director de cine, al igual que el de la historia del hechicero sioux (tercera
historia), tales experiencias son sanadoras, y lo son tanto para el creador como para
quienes ven su obra y participan en la atmósfera que crea su trabajo. Dice Bergman que
con su estrategia se entabla la mejor de las comunicaciones con los espectadores, no
porque se haya comunicado un mensaje claro, sino porque logra tocar un nivel profundo
de la psique de las personas.
EL MITO PERSONAL
Existe un simbolismo mitológico del roble y la bellota, pues en varias regiones del mundo,
el roble era el árbol mágico de los antepasados, y su semilla el producto y origen de
nuevos robles. Explica Hillman (1996) que de la misma manera en que las bellotas
contienen en potencia todo el enorme y sólido roble comprimido en su interior, así mismo
el ser humano nace con un carácter exclusivo encerrado en su inconsciente, con el
conocimiento requerido para realizarse. Este carácter puede ser llamado también imagen
innata, vocación, sino o destino, y la tarea fundamental del sujeto será descubrirlo y
activarlo, pues es posible que en la mayoría de los casos las personas lo eviten, lo
pospongan y hasta lo pierdan para siempre.
Así la “teoría de la bellota” propone que toda persona nace con un destino que se debe
buscar para lograr desarrollarlo. La forma más ilustrativa de este proceso son las vidas de
algunas personas creativas como la de Bergman (9), que han encontrado el camino para
poner en comunicación el plano interno de la psique con el exterior. Han sido capaces de
extraer las imágenes de dentro de sí mismos para encarnarlas luego en sus obras
externas, logrando ir hacia adentro y hacia fuera, una y otra vez.
Estos casos pueden entenderse como realizaciones de mitos personales ya que sus
comportamientos y obras dan respuesta a procesos internos que los llevan a desarrollar
los potenciales inconscientes de la psique. Proponemos una definición de mito personal,
como “el carácter único con que nace cada ser humano en su inconsciente, el cual
demanda ser cumplido como requisito para la realización de los potenciales de su propia
individualidad” .
REFLEXIONES FINALES
A lo largo de las historias incluidas en este texto se han querido señalar algunas
características de la aparición de los arquetipos en la consciencia, que se resumen a
continuación.
Además, las imágenes simbólicas resultantes serán para los individuos una realidad tan
evidente, como los objetos de la realidad empírica. Al reconocer este material como algo
verdadero, el enfoque junguiano lo aprovecha terapéuticamente en beneficio del ser
humano. De la misma manera que las manifestaciones arquetípicas individuales son
potencialmente utilizables con beneficios terapéuticos, los mitos y cuentos populares
pueden concebirse como una terapia mental colectiva, relacionados con las grandes
inquietudes de la humanidad. Es decir, en una sociedad actúan como un alivio para las
neurosis de sus miembros. Ese es el significado de las palabras de Eliade: “Un mito es
una forma de dar sentido a un mundo que no lo tiene. Los mitos son patrones narrativos
que dan significado a nuestra existencia” (2001: 35).
Los planteamientos de la psicología analítica sobre las funciones del mito llevan a una
consecuencia que afecta a todos, y es que existe un enorme riesgo en la actual actitud
racional tan unilateral que tiende a desvalorizar sueños, fantasías personales, mitos, ritos
y cuentos populares, sin ofrecer un substituto de ellos. Muchos mitos y cuentos de
nuestras culturas precolombinas han sido desdeñados por el racionalismo o por la ola
colonizadora, perdiendo su función de dar sentido a la existencia. Una buena parte de los
problemas emocionales actuales estaría directamente asociada con el rechazo de los
mitos o la no correspondencia con los imperantes. A este respecto, el psicólogo Jerome
Bruner afirma: «Cuando los mitos predominantes no se ajustan a las diferentes
circunstancias del hombre, la frustración se expresa mediante su destrucción y la
búsqueda solitaria de la identidad interna.» (Citado por May, 1998: 18).
Podría servir de consuelo admitir que los mitos colectivos siguen apareciendo, lo
queramos o no, y que lo hacen en formas adaptadas a la modernidad. El reino creado por
Débora resulta sorprendente por su semejanza con películas tales como “El Señor de los
Anillos” o la “Guerra de las Galaxias” . Sin embargo, este tipo de mitologías no son
fácilmente reconocibles, pues han pasado por un proceso de “ racionalización ”, lo que hace
cada vez más difícil que las vivenciemos en profundidad. Dice Eliade (2001: 37) que “La
novedad del mundo moderno se traduce en una revalorización a nivel profano de los
antiguos valores sagrados” . O sea, que la modernidad ha desacralizado los mitos, lo que
les resta su poder transformador.
Muchas personas han perdido su rumbo y su propósito en la vida, por lo que los conflictos
humanos las desbordan. Desesperadas se precipitan a la búsqueda de nuevos cultos,
buscando respuestas a su desazón, anhelando encontrar algo que llene el vacío de sus
vidas. Hay una necesidad humana del material arquetípico, pero a menos que consigamos
mitos y cuentos auténticos, se corre el riesgo de que la sociedad llene el vacío con
pseudos-mitos. Existe un gran riesgo en las sectas, las cuales manejan el poder
arquetípico de los mitos, pero sin tener en cuenta límites, frenos o responsabilidades
sociales (May, 1998). Pueden surgir falsos profetas que movilicen esos poderes
arquetípicos para conseguir adeptos, prometiendo felicidad y amor, y llevando a la
demencia. El caso de Jim Jones en Guyana, donde se presentó la tragedia del suicidio
colectivo de casi 1.000 seguidores es una advertencia contra este tipo de cultos.
Hay una doble necesidad que apremia al individuo actual buscando reencontrar el sentido
pleno de la existencia; esta búsqueda la puede hacer por dos vías: por la vía colectiva, al
rescatar y valorar los mitos y cuentos populares autóctonos, que dan respuesta a los
grandes enigmas de la vida. Por la vía individual, al llevar a cabo la búsqueda del propio
mito personal que permita dar respuesta al pleno sentido de la propia individualidad. Estos
caminos no sólo conectan el pasado y el presente de la humanidad sino que posibilitan ver
y soñar un futuro diferente.
RESUMEN
*****
Buenos días. Es muy grato para mí compartir esta charla con ustedes sobre el tema de la
crisis de la masculinidad e individuación en las parejas. Para acompañar con imágenes la
charla he escogido las obras de un artista muy conocido que admiro mucho y cuyas
pinturas se ajustan al tema. Se trata de Marc Chagall, pintor francés judío de origen ruso,
y que para mí es el pintor por excelencia de las parejas y del amor. Empiezo pues con una
pintura y una frase suya. “En nuestra vida hay un solo color, como en la paleta de un
artista, que ofrece el significado de la vida y el arte: es el color del amor”
Sobre varios de los conceptos utilizados acá, se hacen las siguientes aclaraciones: 1)
cuando se habla de la individuación en las parejas no se quiere dar a entender un proceso
de desarrollo psicológico que se produzca en la pareja como un tercer componente distinto
a sus integrantes, sino al desarrollo que puede darse en cada miembro de la pareja,
facilitado por la apropiada interacción entre ellos; 2) se aborda sólo el caso de parejas
heterosexuales latinoamericanas de clase media; 3) aunque hay un sinnúmero de
polaridades (bien-mal, pasado-futuro, tiempo-espacio), se hará énfasis en la contribución
que puede hacer la unión de los opuestos eros-poder a la meta general de la conciliación
de todos los contrarios; 4) el presente análisis se basa en tendencias generales de
comportamiento, que no niegan la existencia de rasgos particulares que se alejan de tal
tendencia; 6) el término género se usa aquí como masculino y femenino, sin desconocer
múltiples debates frente al contenido del concepto.
Jung recordó que Adler se había basado en el principio del poder para comprender las
neurosis (JUNG, 2007). Según él, la voluntad de poder le permite al niño vencer su
sentimiento de inferioridad generado por su dependencia familiar, y los fracasos en este
campo tendrían una importancia mayor que las frustraciones sexuales como causantes de
neurosis. Además, Adler utilizará un término muy significativo. Dirá que ante los intentos
de sometimiento, las personas reaccionaban con una protesta “ masculina ”, y al decir eso,
asociaba indirectamente el poder con lo masculino. Jung dirá que, tomadas por separado,
las teorías de uno y otro resultaban unilaterales, pero que si se las unía, eran
absolutamente convincentes, y propuso una teoría que trascendía las de Freud y Adler
afirmando que, desde la lógica, es posible que lo contrapuesto a eros fuera la muerte,
pero que psicológicamente, las fuerzas opuestas eran eros y poder (JUNG, 2007).
En esa polaridad, quien defienda conscientemente el punto de vista del eros tendrá su
sombra compensatoria en la voluntad de poder. En este gráfico, se muestra el eros en el
campo de la consciencia y su polo opuesto, el poder, en el inconsciente y por el contrario,
quien acentúe el poder tendrá en eros su opuesto compensatorio. Estas fuerzas contrarias
son una potencial fuente de desarrollo personal si logran hacerse conscientes. Es decir,
las fuerzas reprimidas de eros y poder tienen que volverse conscientes para que pueda
producirse una tensión entre ellas, pues de lo contrario sería radicalmente imposible
seguir avanzando psicológicamente. El avance se logra al reconocer la tensión, aceptarla
y llevar a cabo una conciliación entre las polaridades. Es decir, sin el polo opuesto, lo
consciente está condenado a estancarse y sin ese opuesto, no podríamos progresar
psicológicamente.
Asimilando eros al amor, Jung planteó su conocido axioma: “Donde reina el amor, no hay
voluntad de poder, y donde predomina el poder, el amor se ausenta” (JUNG, 2007: 63). No
obstante, como en todas las polaridades, es viable que una fuerza se convierta en la otra.
Eros y poder son arquetipos que han tenido múltiples abordajes en la historia de la
psicología, por lo que conviene aproximarnos a su definición. Entenderemos
psicológicamente eros como el impulso a crear relaciones entre unidades cada vez
mayores y a mantenerlas unidas (JUNG, 2005, 2007). Al igual que todos los arquetipos,
eros tiene manifestaciones positivas y negativas; entre las positivas estarían: afecto,
cuidado de otros, contención, generosidad, acogimiento. En las negativas estarían:
dependencia excesiva, sumisión, debilidad, sometimiento, servidumbre, subordinación.
El poder a su vez se define como el impulso a colocar el yo en el lugar más alto en todas
las circunstancias de la vida y a evitar toda insinuación de sometimiento (JUNG, 2007).
Asociado a las manifestaciones positivas del poder estarían: autonomía, seguridad,
firmeza, independencia, libertad, emancipación En las negativas, estarían: autoritarismo,
despotismo, dominación, egocentrismo, envidia, superioridad.
Jung llamó la atención sobre otro aspecto fundamental respecto de las diferencias
sexuales: el papel del sexo opuesto como factor generador de proyección. Su teoría sobre
la contrasexualidad afirma que todos poseemos dentro de nosotros una personalidad del
sexo opuesto: el elemento masculino en el inconsciente femenino y el elemento femenino
en el inconsciente masculino. Se trata de un “ otro ” interior inconsciente que yace en
estado de latencia; una especie de alma gemela con características tanto valoradas como
desvalorizadas del sexo opuesto. En esencia, no son otra cosa que imágenes internas
desarrolladas sobre el género femenino y el masculino (YOUNG, 1999).
Esta teoría resulta clara y útil en la esfera psicológica. En la vida conyugal, por ejemplo, el
desarrollo personal puede analizarse a partir de la relación entre la contrasexualidad y el
yo de cada miembro de la pareja. Esta teoría de la contrasexualidad de Jung es una
excepción dentro de las muchas teorías psicológicas de género que se basan en lo que
falta, o en lo que está disminuido en alguno de los sexos. Por eso, la teoría junguiana
facilita tanto el análisis de las relaciones entre los géneros y ha sido adoptada por varias
corrientes feministas. Se requiere aceptar que el “ otro contrasexual ” condiciona y define lo
que cada uno puede llegar a ser. La manera en que el varón se percibe y actúa como
hombre en la pareja encierra una limitación basada en lo que concibe como lo «no-
hombre»: lo que asume como la mujer, lo femenino, el no yo. Así, las representaciones
sobre el sexo opuesto se fundamentan en lo que cada uno excluye de sí mismo (YOUNG,
1999). Tales fantasías recogen por supuesto las construcciones culturales sobre las
identidades femenina o masculina. En otras palabras, las creencias que tiene cada uno en
la pareja sobre lo femenino y lo masculino, determinan lo que ellos se permiten ser como
hombre y mujer.
El término “persona” en psicología analítica se define como los aspectos ideales de los
individuos, los cuales se presentan al mundo externo. Para resaltar que no es la esencia
del sujeto, Jung dirá que es “sólo una máscara… que finge individualidad, haciendo creer
a los demás y a sí mismo que es individual” (citado por SHARP, 1994: 146). De otra parte,
los aspectos que no coinciden con esa máscara y que por tanto son inadaptados y
rechazados por la sociedad, se arrojan al inconsciente, en donde van formando la
“ sombra ”. “ Persona ” y “ sombra ” son un par de aspectos opuestos y complementarios.
El género puede verse como una forma de “persona”, pues originalmente representa una
máscara defensiva que asumimos con fines adaptativos, mientras que el “ otro
contrasexual ” puede entenderse como sombra. Ambos, género y contrasexualidad, son
construcciones sociales cuyas características varían con el tiempo y las culturas. Los
individuos, hombres y mujeres, se presentarán tal y como se espera que actúen según las
máscaras del género, y reprimirán los modelos socialmente rechazados según la sombra
de lo masculino o lo femenino. Entonces, para nuestro caso, la “ persona ” es la “ máscara ”
de lo femenino y lo masculino, que contiene los aspectos que resultan ideales para
adaptarnos a la vida social. Y la sombra de lo femenino y lo masculino es todo lo
rechazado socialmente, pero que a la vez representa aspectos potencialmente
enriquecedores.
Las ocupaciones laborales remuneradas eran casi exclusivas de los varones, por lo que su
identidad estaba construida a partir de su función de protector del hogar, autoridad y
proveedor de sustento. La sociedad reforzaba el cumplimiento de este mensaje,
premiándolos con el privilegio del poder. Se identificaban con un paradigma de individuo
fuerte, inteligente, creativo y con poder, y esta “máscara” de lo masculino los estimulaba a
sobreestimar sus habilidades y posibilidades. En esto se basaba la configuración de la
llamada hegemonía masculina. No obstante, esta polarización del hombre hacia el poder,
tenía sus costos. En el plano psicológico, los varones tendían a sentirse ajenos a sus
impulsos relacionales del eros, y llegaban al extremo de negar sus sentimientos. Incluso,
la dimensión erótica se reducía al plano sexual, en el que la “virilidad” era otra forma de
poder. Otro costo era que el modelo masculino estaba constantemente en duda, por lo que
necesitaba una permanente comprobación y afirmación social, ya que se podía perder
ante la menor debilidad. O sea, el modelo masculino le ofrecía un refugio pero al mismo
tiempo podía ser causa de angustia. En Latinoamérica se incentivaba en los hombres la
conducta agresiva, en tanto que aspectos como la debilidad o la dependencia hacían parte
del “otro contrasexual” femenino, y el asomo de estos rasgos en ellos era anuncio de
homosexualidad (YOUNG, 1999).
No obstante, se nota una gran inconsistencia entre el ideal social y la realidad. Esta
enaltecida visión de lo relacional y del cuidado de la familia contrasta en la práctica con
una notoria devaluación de estas conductas, tanto por parte de hombres como de mujeres.
Las mujeres han asumido nuevas cargas laborales, que les han representado un indudable
incremento del poder, en detrimento de sus anteriores tareas relacionales y de cuidado
familiar. A su lado, aparece, en los casos en que está presente, un hombre desempleado,
para quien no es fácil sustituir a la mujer en este tipo de funciones de atención de los
menores y los ancianos, porque nunca se le han desarrollado sus competencias
emocionales orientadas al cuidado de otros, ni posee experiencia en ello, ni es reforzado
socialmente.
Por el contrario, en el caso de las mujeres, tras el eros devaluado manifiesto existían unas
ansias de poder que han logrado emerger, acercándose a su sombra contrasexual
masculina, pero los conflictos que afrontan en esta nueva etapa son resultado de la falta
de conciliación entre el poder adquirido y las conductas asociadas al eros. Han ganado
espacios de poder, pero se enfrentan con un conflicto entre lo laboral y el cuidado de los
suyos, a lo que responden con síntomas neuróticos asociados a la autoculpabilidad. El
resultado típico de la actual problemática femenina son las mujeres que han logrado una
profesión y que trabajan exitosamente en ella, compitiendo con los hombres, pero que se
sienten desprovistas de posibilidades para relacionarse afectivamente con el otro sexo. El
poder y la autonomía recuperados tienden a remplazar las expresiones relacionales del
eros. El problema ahora es tratar de mantener eros y poder conciliados, sin que medie la
culpa. El acceso a la individuación debe realizarse a través de la integración de esas dos
fuerzas. En otras palabras, que el poder no vaya a sacrificar al eros. Que eros y poder
coexistan… sin culpabilidad.
Los miembros de las parejas del modelo actual que acabamos de describir, deben
aprender a llevar a cabo la des-identificación de los elementos externos de la máscara de
género, lo cual permitirá que cada uno pueda observar cómo las actitudes de eros y poder
entran a la consciencia, y poder juzgarlas, sin necesidad de aferrarse a ellas ni de
actuarlas impulsivamente como antes. Romper con esos automatismos de género del
pasado puede generar una sensación de incertidumbre y de ir a la deriva, como lo que
sienten algunos hombres en la actualidad, pero paulatinamente se creará un nuevo centro
de estabilidad. A medida que nos desprendemos de las imitaciones sociales, nos
liberamos de la repetición compulsiva de patrones culturales del pasado. Eso permite
también prestar mayor atención a lo inconsciente, que es la segunda etapa de la
individuación. Representa la integración de la sombra y una mayor consciencia de sí
mismos. La atención y asimilación de contenidos inconscientes permiten además recibir la
orientación que fluye del presente a un posible futuro (STEIN, 2007).
Otra dificultad es que las contradicciones internas entre eros y poder producen
descontento dentro de cada individuo, y como ese descontento se produce de manera
inconsciente, se suelen proyectar las contradicciones sobre el cónyuge. Y eso crea una
atmósfera crítica en la dinámica de la pareja. Pero paradójicamente, esa es una condición
imprescindible para que haya una ampliación de conciencia en ambos. Otro tropiezo más
es que, a menos que exista un desarrollo individual por parte de las dos personas, la
pareja no podrá sobrevivir. Sin embargo, las circunstancias de vida harán que haya
momentos en que los dos crezcan interiormente al mismo tiempo, mientras que en otros se
favorezca el desarrollo de sólo uno de ellos. Del grado de solidez de la pareja dependerá
su capacidad de resistir y superar estos desequilibrios.
7. Conclusión
Se requiere que ambos sexos valoren las transformaciones que se están produciendo en
esta transición, como un símbolo de equilibrio, para ir asumiendo paulatinamente la des-
sexualización de la función proveedora, con un poder que se comparte y un eros
fortalecido en la dimensión relacional y de cuidado de los demás. Así, las relaciones
lograrían constituirse en un lugar de individuación para ambos sexos. Es necesario que
cada miembro de la pareja desarrolle la capacidad de verse no sólo desde la perspectiva
única del complejo contrapolar eros y poder. El camino está en que hombres y mujeres
lleven a cabo una autopercepción de sí mismos y faciliten la aparición de espacios nuevos
de evolución mutua (YOUNG, 1999). De este modo, esa relación íntima logra constituirse
en un lugar de individuación para ambos, en la medida en que se reflejan mutuamente en
la transformación y descubren una actitud lúdica para lidiar con los demonios y falsos
dioses de la contrasexualidad, como decía Jung (JUNG, 1935).
Al sostener las tensiones de los opuestos eros y poder, y reflexionar sobre los significados
que tienen para cada uno, los miembros de la pareja pueden descubrir que su convivencia
es una «relación psicológica» tal como la denominara Jung, entendida como un espacio
sagrado en que cada miembro se enfrente tanto con lo temido como con lo ideal, a través
de las reflexiones del otro. Pensar la pareja sólo en términos de felicidad significa que uno
se casa con la idea de que la convivencia nos va a llevar a un estado de bienestar,
satisfacción, paz y plenitud. Pero si la entendemos en términos de conocimiento, significa
verla como una vía de desarrollo personal y un camino hacia el proceso de individuación.
Pero hay que aceptar el conflicto en la convivencia, pues en la pareja hay dos individuos
que chocan con sus respectivas zonas inconscientes (GUGGENBHÜL, 1974). Gracias.
Psicólogo (Universidad Nacional, Bogotá), Analista Junguiano (P) de la IAAP (International Association
for Analytical Psychology), Master en Estudios Políticos (Universidad Javeriana) , Especialización en
Política Social (Universidad Javeriana), Especialización en Gestión Humana (Universidad de los Andes).
Participó como docente del Seminario C.G. Jung en pregrado de Psicología, del Diplomado de
Desarrollo personal en Jung (2006-2009), y del de Ténicas expresivas en el enfoque junguiano (2011)
en la Universidad Javeriana. Ha dictado cursos introductorios y especializados sobre diferentes temas
junguianos y ha dirigido grupos de estudio desde el año 1995. Atiende consulta particular como
psicoterapeuta y analista junguiano especializado en adultos. Miembro Fundador y Director de la
Asociación para el Desarrollo de la Psicología Analítica en Colombia -ADEPAC- . Su correo
electrónico es: jalonso@adepac.org. Este artículo fue publicado en la Revista CES de
Psicología, Vol. 2, No. 1, Enero-junio de 2009, p. 91-106. ISSN 2011-3080.
INTRODUCCIÓN
No obstante, desde mediados del siglo XIX, muchos estudiosos comenzaron a reconocer
que, a pesar de lo absurdo de muchas de las narraciones, los mitos sobrevivían y
continuaban impactando a las personas en la misma forma en que lo hacían en el pasado.
Malinowski reconocerá que “estas historias no se mantienen vivas por una vana
curiosidad, ni por pertenecer a cuentos inventados; pero tampoco por tratarse de relatos
verdaderos” (citado en Jung y Kerenyi, 2003, p. 20). Para la óptica racionalista resultaba
inexplicable esa importancia que las personas daban, y siguen dando, a los mitos, y no se
facilitaba dar explicaciones a preguntas tales como ¿para qué sirven los mitos?, ¿por qué
existen tantos temas que se repiten en mitos de culturas distantes unas de otras?
¿quiénes inventaron tales historias? ¿por qué tantas personas creyeron en estas historias,
tan absurdas a los ojos modernos, durante tanto tiempo?
Desde la segunda mitad del siglo XX se han hecho aproximaciones al mito que
trascienden la aparente contradicción e intentan conciliar lo racional y lo no racional. La
Psicología analítica, creada por el médico suizo Carl Gustav Jung, ha sido uno de los
campos en los que más se ha desarrollado este abordaje, y sus propuestas han influido en
estudiosos del mito desde otras disciplinas. El mitólogo norteamericano Joseph Campbell,
por ejemplo, acepta la propuesta junguiana y propone dejar de analizar los mitos como
narraciones falsas de hechos pasados, para pensarlas como proyecciones psíquicas,
reales, de individuos de otros tiempos (Campbell, 2001). Para él, el valor que tales mitos
han tenido y siguen teniendo en la historia de la humanidad se debe a que intentan dar
respuesta, en lenguaje simbólico, a interrogantes profundos de la existencia humana.
Carl Jung deduce la existencia de los arquetipos al observar que los mitos contienen
ciertos motivos que se repiten a través de los tiempos y en diferentes culturas. Es así
como el motivo del héroe aparece en la mitología de muchos pueblos con características
muy semejantes, como lo demuestra Joseph Campbell en su libro El Héroe de las mil
caras (1993). Lo más sorprendente es que tales motivos los encuentra Jung no sólo en los
mitos antiguos sino también en los sueños de sus pacientes, y esto lo llevó a suponer que
se trataba de la influencia de antiguas mitologías que podían manifestarse en la psique de
los individuos; esta idea fue el origen del concepto de imágenes arquetípicas .
Según el enfoque de la Psicología analítica, los contenidos del inconsciente pueden hacer
su aparición en la consciencia, en el plano individual o en el colectivo. En el primero, lo
más usual es que suceda a través de los sueños, mientras que en la historia de la
humanidad, el inconsciente se exteriorizaría a través de los mitos. Esto crea un estrecho
vínculo entre las representaciones arquetípicas individuales y las colectivas, ya que, en
cierto sentido, los mitos podrían ser concebidos como los sueños de la humanidad. Este
nexo ha sido reconocido por varios autores. En palabras de Campbell, “el sueño es el mito
personalizado, el mito es el sueño despersonalizado” (2001, p. 23). Los sueños permiten
el acceso a ese espacio-tiempo indefinido de los mitos que era la psique antes de que
hubiera consciencia del yo. Ya Nietzsche había reflexionado que en nuestros sueños
“atravesamos el pensamiento de toda la humanidad primaria. De la misma manera en que
el hombre razona en sus sueños, razonaba en su etapa primera hace miles de años… El
sueño nos retrotrae a las etapas primitivas de la cultura humana…” (citado por Campbell,
1993, p. 24).
Esta relación entre sueños y mitos ha llevado a pensar que, de la misma manera en que
los sueños personales compensan una unilateralidad de la consciencia y pueden ser por
eso utilizados en terapia individual, los mitos parecerían también mostrar actitudes
grupales polarizadas, utilizables en una especie de terapia mental colectiva, referidas a
inquietudes vitales. Muchas narraciones míticas transmiten sufrimientos y angustias de la
humanidad, como las que conoció Reichel-Dolmatoff al convivir con el pueblo Kogi. Su
contacto con el material mítico fue una experiencia que marcó su vida, como él mismo lo
expresó: “Al oír sus mitos se me abrió un escenario lleno de imágenes impresionantes,
episodios compuestos de sucesos trágicos, de los grandes problemas universales”
(Reichel-Dolmatoff, 1996, p. 14). Sus palabras describen el efecto que suelen causar las
representaciones arquetípicas de los relatos míticos.
Los mitos se generan de una manera espontánea e involuntaria. Esto equivale a plantear
que los creadores de mitos de las distintas culturas no se dan cuenta que están
transmitiendo un material inconsciente. Según Neumann, “la expresión mítica es, en la
humanidad, una demostración ingenua de lo que ocurre en sus procesos psíquicos,
aunque la propia humanidad experimente y transmita el mito como algo totalmente
diferente” (Neumann, 1968, p. 13).
Para Von Franz (1970), la etapa fundamental consiste en dar un orden al material mítico, a
fin de facilitar la labor. Para ello, se trata al material como una historia o drama,
separando el relato en cinco partes o dimensiones. La primera es la Introducción, en la
que se debe definir el tiempo y el lugar de la acción. La segunda, la Dramatis personae,
que corresponde al número y tipo de actores a lo largo del drama. La tercera es la
Exposición del problema, en que se describen las dificultades del relato, las cuales
permiten delimitar el conflicto psicológico e identificar su naturaleza. La cuarta es la
Peripateia, o peripecias y altibajos de la historia. Finalmente, la última es la Lysis o
desenlace, momento de máxima tensión en el que se resuelve todo el drama del relato. La
etapa final en el estudio del mito consiste en llevar a cabo la “interpretación” propiamente
dicha, relacionando todos los hallazgos desde una perspectiva psicológica que ofrezca un
significado totalizador del conflicto implícito en el mito. Esta última fase será la que nos
aproxime al significado y pleno sentido del mito, al hacer consciente el simbolismo de las
imágenes arquetípicas.
El grupo Kogi se asentó en la costa caribe de Colombia, en las vertientes norte y sur de la
Sierra Nevada de Santa Marta, cuyos picos se elevan a casi 6.000 metros sobre el nivel
del mar. Actualmente su población es aproximadamente de 5.000 personas. Su lengua
pertenece a la familia lingüística chibcha que guarda parentesco con la de los antiguos
Tayronas. Habitan en el resguardo Arhuaco, compartido con otras comunidades . La tierra
es considerada por los Kogi como la “madre” que ofrece el alimento a sus hijos, los seres
humanos. Tradicionalmente, la posesión de tierras estaba en manos de las mujeres y por
herencia se transmitía a las hijas. Las familias se establecen con residencia matrilocal, en
las que los hombres se radican en la casa de las mujeres. La agricultura es la principal
actividad económica.
Este pueblo es una de las culturas autóctonas más avanzadas del continente americano,
lo que se refleja, entre otras producciones, en la elaborada estructura de su mitología. Sus
relatos míticos han tenido un grado de aculturación menor que el de otros pueblos
colombianos, lo que se explica en parte, por su aislamiento geográfico en las alturas de la
sierra, a donde huyeron para escapar a la amenaza conquistadora de los españoles. Otro
factor que contribuye a proteger su cultura ha sido una tradicional actitud autónoma e
independiente. Ejemplo de ello es su convencimiento de que el cristianismo es un intento
que hicieron los blancos por adoptar la religión Kogi, pero que “no lo aprendieron bien”
(Reichel-Dolmatoff, 1996, p. 105). Además, se consideran los “hermanos mayores de la
humanidad”, por lo que se sienten responsables de mantener el equilibrio del universo, y
ven al resto de seres humanos como los “hermanos menores”, quienes, en su ignorancia y
avaricia, están destruyendo el planeta. Esta postura los ha convertido mundialmente en
paradigma de la defensa del medio ambiente.
La persona con más autoridad que dirige la sociedad es el sacerdote o Máma, defensor y
protector de la comunidad y portador del saber esotérico. Fue precisamente de uno de
ellos de quien Reichel-Dolmatoff recogió este mito de La Creación a comienzos de la
década de los cincuenta (1996, pp. 35-39; 124-130). Este antropólogo se especializó en
recuperar la tradición oral de los pensadores indígenas de las selvas colombianas; en la
Sierra Nevada de Santa Marta recopiló estos mitos como parte de su interés por defender
su patrimonio histórico y dar a conocer el pasado remoto de las sociedades indígenas, con
las cuales convivió varios años.
El relato del mito “La Creación” es bastante extenso para transcribirlo en su totalidad, por
lo que lo he resumido, extractando las ideas e imágenes principales, tratando de
mantener, siempre que ha sido posible, las expresiones originales (Reichel-Dolmatoff,
1996, pp. 115-121). A continuación se divide el relato en las cinco partes propuestas por
Von Franz.
INTRODUCCIÓN
Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro. No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni
plantas. Sólo el mar estaba en todas partes. El mar era la madre. Ella era agua, era río,
laguna, quebrada y mar. Así, primero sólo estaba La Madre. La madre no era gente, ni
nada, ni cosa alguna. Ella era alúna. Ella era espíritu de lo que iba a venir y ella era
pensamiento y memoria. Así la Madre existió sólo en alúna, en el mundo más abajo, sola.
DRAMATIS PERSONAE
Entonces se formaron los mundos. Eran nueve mundos y se formaron así: primero estaba
la Madre y el agua y la noche. No había amanecido aún. También existía un Padre. Ellos
tenían un hijo. Pero ellos no eran gente, ni nada, ni cosa alguna. Ellos eran alúna. Eran
espíritu y pensamiento. Entonces se formó un segundo mundo más arriba. Y empezó a
haber gente. Pero no tenían huesos, ni fuerza. Eran como gusanos y lombrices.
EXPOSICIÓN
Entonces se formó el cuarto mundo. Había una Madre y un Padre. Este Padre fue el
primero que sabía ya cómo iba a ser la gente de nuestro mundo, que iban a tener cuerpo,
piernas, brazos y cabezas. Entonces se formó el quinto mundo. Ya había gente pero aún
le faltaban las orejas, los ojos y las narices. Sólo tenían pies. Entonces se formó el sexto
mundo. La Madre y el Padre ya iban formando un cuerpo entero con brazos, pies y
cabeza. Entonces empezaron a nacer los Dueños del Mundo y se dividió el mundo en dos
lados: el Azul y el Negro.
Se formó el séptimo mundo y empezó a formarse sangre de la gente. Ya vivió todo lo que
iba a vivir luego en nuestro mundo. Entonces se formó el octavo mundo. Nacieron los 36
Padres y dueños del Mundo. Lo que iba a vivir luego no estaba aún completo, pero ya casi
porque aún no había amanecido. Entonces se formó el noveno mundo. Los Padres del
Mundo encontraron un árbol grande y sobre el agua hicieron una casa. Pero aún no había
amanecido.
PERIPATEIA
Así fue como nació Sintána, el primer hombre. La Madre se arrancó un pelo del pubis y lo
untó con la sangre de su mes. Soplando le dio vida. Primero nació el dedo grande de su
pie y por fin la cabeza. Cuando nació Sintána la madre no tenía marido, era un bastón de
madera y con éste, ella se hacía la cosa (se masturbaba).
La Madre parecía entonces como un hombre. Tenía barba y bigote y llevaba poporo, como
los hombres. Ordenó a sus hijos a hacer oficios de mujer. Eso no estaba bien. Así los hijos
no la respetaban. Pero un día, la Madre entregó sus poporos a sus hijos y también bigote
y barba. Se puso a traer agua ella misma, a cocinar y a lavar ropa. Así estaba bien y sus
hijos la respetaban.
Pero aún no había mujeres. Cada hijo estaba casado con una cosa: uno con la olla, otro
con el telar, otro con la piedra de moler. Ellos no sabían qué era mujer. Se masturbaban y
pensaban que era mujer. Entonces Sintána cogió el palito de su poporo y puso en el
ombligo de la Madre un pelo, una uña de ella y una piedra chiquita, y los hizo entrar en el
cuerpo de la Madre.
Así la Madre parió nueve hijas, las nueve tierras. Sintána dijo a la Madre: “Madre, dame
una de tus hijas como mujer. La Madre le dio las distintas Tierras menos la negra y éstas
no servían. Sintána dijo: “Madre, dame buenas tierras”. Pero la Madre dijo: “no tengo más
hijas”. Pero no era verdad. La Madre tenía todavía la Tierra Negra encerrada. Y cuando
Sintána bailó y cantó, la Tierra Negra salió. Sintána la cogió, se fueron. Cuando la Madre
se dio cuenta mandó su Cabo, el Lagarto, para perseguir a los dos. Pero ellos ya están
lejos. El Lagarto iba buscando en todas partes. Pero la misma Madre que denunció a su
hijo, al mismo tiempo lo defendió.
LISIS O DESENLACE
Todos lucharon para salvar a Sintána y a la Tierra Negra. Por fin los padres llegaron con
Sintána a donde estaba la Madre. La saludaron. “¿Adónde está mi hijo?” preguntaba la
Madre. “Aquí está”, dijeron. Sintána dijo: “Madre, tuve mucho miedo. Casi me cogieron y
casi me perdí”. Entonces dijo la madre: “No te afanes, mi hijo. Siempre te voy a salvar.
Nunca tengas miedo”. Entonces Sintána empezó a llorar. Fue la primera vez que la gente
lloró.
La eterna pregunta acerca del origen del mundo es al mismo tiempo la pregunta sobre el
origen del ser humano, de la consciencia y del ego. Los mitos de creación dan una
respuesta a esa pregunta y se esfuerzan por ofrecer, en una imagen, lo que no pueden
formular en palabras. Siguiendo al analista junguiano Neumann, Reichel-Dolmatoff
afirmaba que la cosmogonía es la historia de la embriogénesis y del desarrollo de la
consciencia individual (1987). La principal hipótesis que subyace a este artículo es que es
posible, desde la perspectiva de la psicología analítica, explicar el origen y evolución de la
consciencia en los seres humanos, a partir de la interpretación del mito cosmogónico Kogi
de La Creación.
La interpretación del relato se realiza a partir de las cinco partes propuestas por Von
Franz. A lo largo del análisis, se mencionan algunos de los principales conceptos de la
Psicología analítica que atañen al tema.
Introducción
Como se mencionó anteriormente, en esta primera parte se trata de definir tiempo y lugar
de los acontecimientos. Al igual que los cuentos de hadas que utilizan expresiones de
tiempo imprecisas tales como “Había una vez...” o “Érase que se era...”, también los mitos
tienden a ubicar los sucesos que relatan, fuera de los parámetros temporales normales.
Concretamente en las cosmogonías, lo indeterminado del comienzo de los tiempos se trata
de precisar con fórmulas tales como la que utiliza la Biblia: “En el comienzo...”, o como en
este mito Kogi, que comienza con la expresión: “Primero estaba...”.
De otra parte, los lugares en los cuentos de hadas son también vagos e indefinidos y usan
manifestaciones como: “En los confines de la Tierra...”, con lo que los hechos se sitúan en
el ningún tiempo y en el “ningún lugar del inconsciente colectivo” (Von Franz, 1970: 51).
No obstante, en los mitos de creación del mundo, se debe hacer alusión a un sitio
existente, antes de que los lugares de la Tierra hubieran sido creados, por lo que estos
relatos suelen mencionar una materia pre-existente a la creación, que en el caso de la
narración Kogi, es el mar.
Dramatis personae
Como el Mito Kogi se refiere al comienzo del mundo, precisa más lo que no existe que lo
que existe, y el único personaje mencionado desde el principio es la Madre. Es una Madre
con dos características: primera, está asociada completamente al lugar, ya que es una
Madre-mar, y segunda, es una Madre no material ya que “no era gente, ni nada, ni cosa
alguna”. Era alúna, espíritu, pensamiento y memoria. Se aclarará luego a qué alude esta
“memoria”.
Además de la Madre aparecen luego otros personajes, el Padre y el Hijo, los cuales
presentan la misma característica que la Madre: todos son alúna. Queremos centrarnos en
el hijo, quien sufrirá en el relato una progresiva transformación, pues siendo inicialmente
espíritu (alúna) comienza a tornarse materia, paulatinamente, al comienzo sin huesos ni
fuerza, para terminar adquiriendo forma corpórea. Para interpretar esta transformación
conviene recordar que una de las formulaciones básicas de la Psicología analítica es que
la consciencia en el ser humano no fue lo primero en hacer su aparición en la psique, y
que cuando lo hizo, fue un proceso lento. Emergió de las profundidades del inconsciente a
través de un proceso accidentado a lo largo de la historia evolutiva. Este proceso evolutivo
tendría una relación directa con los mitos, ya que éstos señalarían lo sucedido en el nivel
psíquico.
En el mito Kogi, el agua está no sólo en forma de mar sino en varias otras formas: río,
laguna y quebrada. Para explicarlo, es necesario recordar que Jung aceptó la hipótesis de
Freud del inconsciente relacionado con los contenidos reprimidos de la consciencia, pero
consideró necesario complementarla con la existencia hipotética de un plano del
inconsciente más profundo e impersonal, cuyas implicaciones se aceptan cada vez más en
la actualidad. Así, para Jung existen dos niveles en el inconsciente; al primero lo llamó
inconsciente personal, el cual, en lo fundamental, se identifica con el concepto freudiano
de inconsciente reprimido; al segundo lo denominó inconsciente colectivo. A esta segunda
área psíquica, Jung atribuía aquellos patrones de simbolismo con una característica
colectiva, entendiendo por “colectivo” que pertenece inherentemente al ser humano
(Progoff, 1967). En el mito Kogi, la presencia del agua en diferentes formas, podría
interpretarse como incluyendo tanto el inconsciente personal (río, laguna y quebrada)
como el colectivo (mar).
Una de sus principales características es su autarquía generadora, sin el concurso del otro
sexo. Ni el Padre ni el aspecto paternal existen. Reichel-Dolmatoff afirma que otra versión
del mito señala que el nombre de la primera Madre era Hába Se, que significa Madre Pene
(Reichel-Dolmatoff, 1996), lo cual corrobora el sentido inicial de totalidad que rige en la
alborada de la humanidad. Aunque la madre-mar es femenina, Vernant dirá de la imagen
primordial fecundante: “¿a quién puede amar, como no sea a sí misma?” (Vernant, 2000,
p. 17).
Además, la Madre del relato Kogi “no era gente”, porque el mito no está referido a una
madre personal sino a la representación arquetípica de la Gran Madre, que por definición
contiene en sí el conocimiento acumulado colectivo de lo materno. De ahí que la narración
mencione que la diosa era “espíritu de lo que iba a venir y ella era pensamiento y
memoria”. Es lo materno en sus dimensiones pasadas y futuras. Afirma Neumann que “la
teoría mitológica del preconocimiento explica también la concepción según la cual todo
conocimiento es ´memoria`” (1968, p. 37) .
Al final del segmento analizado, se hace explícita la soledad de la Diosa Madre, drama de
los dioses creadores, que alude desde ese momento a la necesaria creación de un mundo
que haga compañía a la diosa y que la reconozca.
Exposición
Desde siempre, la humanidad ha tenido la experiencia de ver que la gestación de cada ser
humano se produce en el vientre materno y que finalmente “ve la luz” al cabo de nueve
meses. Esta vivencia inmemorial es proyectada en la cosmogonía Kogi, representando el
universo-inconsciente como un gran vientre o huevo materno tan familiar en tantas
mitologías.
En este segmento del mito se advierte la manera como los Kogi imponen unos límites al
escenario del huevo cósmico en nueve mundos. Pero realmente son linderos en los que se
mezclan las dimensiones espacio-temporales, ya que se trata de mundos-meses. Es como
si existieran dos ejes: una línea imaginaria de lo inferior a lo superior, en la que se
definiera una ubicación espacial que iría desde el ámbito de lo más pre-consciente (en
donde vive sola la Diosa Madre) hasta lo más consciente, antes del alumbramiento. Indica
Reichel-Dolmatoff (citado por Correa, 2000) que esta concepción espacial del universo se
refleja también en el templo y en las viviendas de los Kogis, los cuales también son
concebidos como un huevo cósmico o útero materno, la mitad del cual es visible sobre la
tierra, pero con una parte inferior especular no visible, debajo de ella. Pero también hay
una línea horizontal, de carácter temporal, que transcurre desde los primeros meses del
embarazo, cuando aún los seres están incompletos, hasta el noveno mes en que el
embrión-ego está cada vez más conformado.
Como la Diosa Madre prepara la producción de la vida en ese ámbito, es necesario que
comiencen a aparecer los Dueños del Mundo en ese mar inconsciente, representando la
futura polaridad básica de lo femenino y lo masculino. Pero todo ello está aún en
pensamiento y en alúna, ya que todavía no ha amanecido, por lo que no existe aún un ego
reflexivo ni una consciencia que pueda llevar a cabo un auto-reconocimiento de sí misma.
Al cabo de los tres últimos mundos-meses, la creación está a punto de terminar, pero
como dice el mito no estaba aún completo, pero ya casi, porque para el ego ya se
presagia el amanecer. El número de los 36 Padres y Dueños del Mundo -cuatro veces
nueve- retoma, según Correa (2000), el tiempo del proceso de gestación de 36 semanas.
El número 36 es especialmente significativo para los Kogis, relacionado con las leyes que
rigen el curso del universo.
Peripateia
Las grandes peripecias comienzan con el parto. El mito relata la forma en que se genera
la vida. Finalmente hace su aparición el ser humano en el universo y el ego comienza a
tomar consciencia reflexiva de sí mismo. El flujo menstrual tiene, en la mayoría de las
culturas, un papel destacado en el ritual de la fertilidad, como condicionante de la vida.
Otro elemento típico en el nacimiento del ser humano es la transmisión del soplo de aire,
el "fluido vital". Dice Neumann que se trata del “viento creador, el soplo creador, el
pneuma, esto es el espíritu creador” (1968, p. 36).
Aunque progresa la diferenciación sexual, se trata de un proceso lento, por lo que aún se
observan rezagos de ambivalencia. El papel femenino de la reproducción parece
desconocerse, pues los hombres todavía no sabían lo que era una mujer. Dice el relato:
“Cada hijo estaba casado con una cosa: uno con la olla, otro con el telar, otro con la
piedra de moler. Ellos no sabían qué era mujer. Se masturbaban y pensaban que era
mujer”. Pero van a descubrir a la mujer luego que Sintána fecunda a la Madre para dar
origen al resto de la humanidad, incluyendo a las nueve mujeres.
Para el ego naciente, la salida del vientre materno significa la clara diferenciación entre él
y el mundo, y experimenta además sensaciones dolorosas, que convierten el mundo en
una fuente ambivalente de placer y dolor. Tal ambivalencia incluye la vivencia de la Madre
que a la vez que dadora, protectora y bondadosa, puede manifestarse también como
malvada y persecutoria. En la narración Kogi, la Madre hace sentir al hijo amante su
presencia celosa, en el rechazo a entregarle la Mujer Negra-Tierra, única con capacidad
regeneradora como ella. No obstante, pronto surge en la consciencia naciente el
descontento y, en un arrebato de autonomía, se roba a la hija fértil que le pertenece.
Es posible detectar dos fases en esta relación de la Gran Madre con el hijo amante. La
primera se caracteriza por el dominio absoluto de la Madre sobre el hijo, ya que la recién
nacida consciencia se muestra aún en un estado de dependencia e impotencia ante el
inconsciente. En la segunda fase, el hijo amante se rebela contra la supremacía del poder
materno, lo que desde la aproximación junguiana, representa la tendencia del ego y de la
consciencia a la auto-reflexión y estabilidad. Reichel-Dolmatoff dirá que “hay que vencer la
madre… hay que librarse de ella para poseerla del todo” (1985, p. 215).
Lisis o Desenlace
Reflexiones finales
Así, los mitos muestran poderosas fuerzas internas en forma de dioses, espíritus,
demonios o personajes muy variados. Debido al carácter compensatorio de la psique, las
imágenes arquetípicas de estos relatos van a mostrar espontáneamente aspectos negados
por la mente consciente, lo que las convierte en un material potencialmente valioso a nivel
terapéutico.
La respuesta a una de las primeras preguntas al inicio del artículo, sobre la razón por la
cual estos temas mitológicos son creídos por los pueblos y experimentados con tanta
intensidad, sería que dichos temas constituyen un vínculo entre el ego y las realidades de
su mundo psíquico profundo e inconsciente. Esta vía de comunicación representa una
necesidad vital, ya que la ruptura del vínculo materno le resta estabilidad al ser humano.
Se requiere entonces crear los mecanismos para revivir y divulgar los mitos, porque estos
relatos nos dan la respuesta a los grandes enigmas de la existencia y porque siguen
ofreciendo, además, sentido a nuestras vidas, así no nos demos siempre cuenta de ello.
En consecuencia la tarea de los investigadores en psicología como en otras disciplinas,
será la de asumir el estudio profundo de las mitologías, no sólo para analizar e interpretar
los símbolos como hemos intentado hacerlo en este artículo, sino también para desarrollar
técnicas terapéuticas para el cuidado de la salud mental de los seres humanos.
El ejercicio de la lectura psicológica del mito no pretende sustituir los análisis de otras
disciplinas, como la antropología, la sociología, la literatura, entre otras muchas, sino
complementar la comprensión de estos relatos mediante una mirada diferente. No es de
ninguna manera incompatible este enfoque con la función social de los mitos, como
factores aglutinadores que dotan de unidad y de pertenencia a un pueblo. Este sería, por
el contrario, una motivación adicional para el conocimiento, análisis y divulgación de
nuestros mitos.
Finalmente, recrear los mitos colombianos hace que los antiguos personajes y situaciones
simbólicas vuelvan a estimular y a activar la imaginación mítica, a revivir en nosotros la
antigua habilidad para leer a través de la función intuitiva, esas imágenes que en otras
épocas fueron el alimento espiritual de nuestros antepasados.
Introducción
Esta charla continúa con el propósito de analizar mitos y cuentos populares nacionales
desde el enfoque de la Psicología Analítica. El primer intento que se hizo en ADEPAC fue
la interpretación del mito Kogi de La Creación; el segundo fue el análisis del conjunto de
mitos cosmogónicos de los Muiscas, en el Primer Encuentro de Mitos y Cuentos
Colombianos ; y el tercero fue la interpretación de un relato llamado “Las Brujas”, realizado
también en este mismo espacio el año pasado. Esta vez intentaremos desarrollar un
análisis junguiano a partir de un mito de creación de la comunidad U’wa.
Para M-L von Franz, los mitos de creación representan algo diferente al resto de relatos
míticos. Ella plantea que, en el acto de contarlos, se genera en torno a ellos una cierta
solemnidad que les atribuye una importancia especial que no poseen los otros mitos. En
parte, esa diferencia parece estar en el estado de ánimo que producen, como de
ceremonia, como si lo narrado se refiriera a aspectos fundamentales de la existencia
humana. Esto sucede porque siempre que el ser humano trata de dar explicaciones sobre
los misterios de la existencia, el inconsciente parece involucrarse, para producir modelos
proyectados en ese intento. Así, al tratar de dar explicaciones sobre el origen del universo,
la realidad conocida se detiene y el ser humano proyecta imágenes arquetípicas. Por eso,
los mitos de creación, al estar tan relacionados con los significados últimos, tanto de
nuestra existencia como de la de todo el cosmos, podrían producir un mayor grado de
sentimientos y de emociones.
Esta identidad arcaica no sólo la experimentan los pueblos indígenas sino también los
seres humanos en sus primeros años. En las etapas más tempranas del desarrollo, los
niños suelen no diferenciar entre su psique inconsciente y el mundo exterior. El bebé y la
madre son una misma cosa, y él se identifica arcaicamente con ella. Luego, tienen lugar
ciertos procesos psíquicos que fuerzan al niño a recoger algunas de estas
representaciones e interiorizarlas. Tendrá que aceptar entonces, a partir de ese momento,
que él y su madre son dos seres diferentes.
M-L von Franz propone en su libro Mitos de Creación una interesante clasificación de
temas presentes con más frecuencia en los mitos de creación, que según lo anotado
antes, ayudarían a descubrir y entender diferentes aspectos del proceso de surgimiento de
la conciencia. La lista completa de esta tipología puede encontrarse en el Blog Mitos
Latinoamerica. Destacamos sólo los tres temas o motivos relacionados directa o
indirectamente con nuestro mito seleccionado:
1. Creación desde arriba .- El mito en el que la creación está representada como un
movimiento de arriba hacia abajo, por ejemplo, del cielo hacia la tierra, en el que seres
espirituales “crean” mediante su descenso, o arrojando cosas.
2. Creación desde abajo .- Es la creación producida por un movimiento inverso al anterior,
de abajo hacia arriba; son mitos en los que las cosas “emergen”, por ejemplo, que todo
sale de un hoyo en la tierra.
3. Los sentimientos del creador .- Son los mitos en los que los estados de ánimo del Ser
Creador tienen un papel preponderante, por ejemplo la creación en medio de la risa, o
motivada por el miedo, por el llanto, o los casos en los que las creaciones son
ocasionadas por deseos vehementes, anhelos o sentimientos de amor.
El mito no puede ser comprendido sin antes haber hecho una breve reseña contextual de
esta comunidad, ya que como se verá, existe una estrecha relación entre el territorio en
que viven, los rituales y el mito de la creación. El pueblo U’wa, más conocido en el medio
etnográfico con el nombre de Tunebos, se ubica en la parte norte de la cordillera Oriental
de Colombia. Su territorio se extiende desde la Sierra Nevada del Cocuy hasta el pie de
monte llanero de los departamentos de Arauca y Casanare.
Para los U'wa, las diferentes alturas y zonas ecológicas en las que habitan, tenían una
importancia crucial, por cuanto corresponden a distintos niveles de su cosmología. Aunque
la zona habitadas por ellos va desde los 450 hasta los 2.000 metros sobre el nivel del mar,
la Sierra Nevada alcanza alturas hasta de 5.200 metros sobre el nivel del mar. Los picos
más altos son un territorio casi inaccesible y representan sitios rituales importantes para
este pueblo.
El piedemonte es una zona de selva tropical atravesada por ríos, que no son navegables.
Allí se encuentra el alucinógeno yopo, de gran importancia en su cultura y en su mitología.
Inhalación del Yopo
La información sobre el mito que analizaremos fue recogida en distintos períodos, por la
antropóloga inglesa Anne Osborn durante 14 años, entre miembros del clan Kubaruwa,
uno de los últimos grupos U'wa tradicionales que quedan. Esta comunidad tiene cerca de
500 miembros, de un total de unos 2000 U'wa. Ocupan los alrededores de la Sierra
Nevada del Cocuy, en el actual departamento de Boyacá.
Los U'wa, además de vivir y explotar este mundo físico, viven dentro de otro universo
definido por la mitología y el ritual. Ellos tienen la particularidad de celebrar su mitología a
través de cantos en unas fechas muy concretas a lo largo del ciclo anual de estaciones.
Los cantos se tienen lugar dentro de una casa ceremonial, que simboliza el mundo
intermedio de los U'wa. La celebración está también asociada a la cosecha de maíz, que
como veremos representa la materia original de la creación.
Todos los Kubaruwa toman parte en la celebración: hombres, mujeres y niños. Después de
una serie de complicados preparativos, se hace sonar el caracol usado como trompeta,
para informar a la gente, a los ancestros y a las deidades, que la celebración está próxima
a iniciarse. La celebración la dirige el Shamán. Los cantos recuerdan la creación del
mundo intermedio de los u'wa, se reciben los regalos enviados del mundo de arriba, y
luego los del mundo de abajo, y luego se relata el poblamiento del mundo intermedio.
Casa ceremonial U'wa
Recordemos que una vía propuesta por la analista junguiana M-L von Franz para facilitar
la labor analítica de los mitos, consiste en dar un orden al material mítico. Para ello, se
trata al relato como una historia o drama, separando la historia en cinco partes o
dimensiones. La primera es la Introducción , en la que se debe definir el tiempo y el lugar
de la acción. La segunda, la Dramatis personae , que corresponde al número y tipo de
actores a lo largo del drama. La tercera es la Exposición del problema, en que se
describen las dificultades del relato, las cuales permiten delimitar el conflicto psicológico e
identificar su naturaleza. La cuarta es la Peripateia , o peripecias y altibajos de la historia.
Finalmente, la última es la Lysis o desenlace, momento de máxima tensión en el que se
resuelve todo el drama del relato (Von Franz, 1970).
Al principio sólo estaba Rurcocá. Ella estaba en su casa, en el sitio de Cuarára que es
como una punta donde no cabe sino ella. Es como un cielo. Rurcocá, sentada en su
banquito y chupando su coca celeste formó a Sira pensando. Sira salió de debajo, de un
espacio mayor. Luego, Rurcocá también le enseñó a pensar y chupar la coca celestial. En
adelante, cada acto de creación replica la enseñanza en que Rurcocá creó a Sira, el
primero y padre de los U’wa, quien fue el principio de todo…
De la misma manera que el espacio ocupado por Sira es mayor que el de Rurcocá, el de
los ancestros consecutivos, cada vez más numerosos, y aumenta progresivamente.
Estos mundos están asociados con colores: el de arriba es Blanco y el de abajo es Rojo; y
de su mezcla se formaron Azul y Amarillo.
En el mundo de abajo, la madre del fuego le ordenó a Canwará, que es como un diablo
rojo, que saliera a crear. Canwará se emborrachó con yopo y pensó crear las cosas con
puro pensamiento, pero él exageró la inhalación del alucinógeno hasta enfermar, por lo
cual sus obras poseen un componente negativo.
Así como la génesis del universo superior se orientó de arriba hacia abajo, a partir del
pensamiento de Rurcocá, Sira y Canwará y lo hizo de abajo hacia arriba.
Exposición
Sira pensó cómo soplar para hacer los U’wa. Ordenó a Ruruna que pensara y éste fue
haciendo como una siembra de gente. Primero nació una mujer y luego un hombre, hasta
conformar siete ancestros masculinos y femenino. Las criaturas de carne, sangre y hueso
tienen mortalidad. Las deidades -quienes se reproducen asexualmente- no tienen
mortalidad. La vida en el mundo intermedio, el mundo de los mortales, fue creada a partir
de materiales y propiedades que pertenecen a las deidades de los mundos de arriba y de
abajo.
Peripateia
El limo (maíz), o materia básica de todos estos elementos lo guardan las deidades en las
distintas esferas; de allí fue sustraído, mediante engaño, por deidades shamánicas
viajeras, quienes lo llevaron al mundo intermedio. Como resultado, todos los seres han
adquirido lo esencial para la vida de las mismas fuentes y por procedimientos similares;
están por tanto compuestos por una misma materia. En consecuencia, no se pueden hacer
distinciones entre los seres que existen en el mundo intermedio.
Lysis
Los mundos de arriba y de abajo son indestructibles, pero el mundo intermedio en cambio,
puede existir sólo si se mantienen esos dos mundos originales. Los U'wa están situados
en entre sus antepasados divinos del Rojo y del Blanco. Si el balance se llegase a
perturbar, sobrevendría una inversión del orden: el Rojo se movería hacia arriba e
invadiría al Blanco, lo cual significaría el fin del universo.
Análisis e interpretación
Introducción
Antes de comenzar el proceso interpretativo de este mito, es necesario recordar que los
motivos arquetípicos se deben estudiar en el orden en que estos van apareciendo,
tratando de ubicarlos en el contexto típico y frecuente en que suelen aparecer tales
elementos simbólicos en la mitología universal, y descubrir así mismo aquellos motivos en
los que los elementos simbólicos se comporten de manera atípica y diferente a la habitual
en mitos semejantes.
No obstante, en este mito se presentan tres hechos a los que queremos referirnos con
algún detenimiento porque resultan novedosos y llamativos. Son ellos:
Este concepto de los mundos paralelos, en los que todo lo que existe a un lado tiene una
réplica y una imagen en el otro, se halla en innumerables mitos. En este relato particular,
todo lo que hay en el mundo de abajo está relacionado con elementos del de arriba,
existiendo una conexión secreta y sorprendente entre ambos, como en una demostración
del famoso axioma alquímico que dice: "Como es arriba es abajo, como es abajo es
arriba" . Se trata del mundo celeste sobre el inframundo. También los colores asociados a
cada uno de los mundos son significativos, pues la alquimia atribuye el Blanco a la
inocencia y la iluminación, mientras que el Rojo se asocia a la sangre, la pasión y el fuego
(Chevalier y Gheerbrant, 2003: 323). En el relato U’wa, es precisamente la madre del
fuego, en el mundo interior, quien ordena al demonio Canwará, llevar a cabo la creación
también mediante el “puro pensamiento” ; pero éste exagera la inhalación del yopo, y sus
obras le resultan negativas.
Al final de la introducción, se habla de dos temas típicos. Se trata de “la creación desde
arriba, y la creación desde abajo” . Se menciona explícitamente que: “Así como la génesis
del universo superior se orientó de arriba hacia abajo, a partir del pensamiento de
Rurcocá, Sira y Canwará lo hicieron de abajo hacia arriba” . Más adelante, cuando nos
detengamos en el simbolismo de este par de mundos, así como del tercero, producto de la
colisión entre los anteriores, veremos las implicaciones de este interjuego de movimientos
descendentes y ascendentes. Por ahora, se resaltan los contrastes entre estas dos formas
de creación: la de arriba es perfecta, mientras que la de abajo es torpe.
El otro aspecto que además de llamativo, es inusual, es que la figura asociada con los
cielos es femenina, mientras que la masculina, esté asociada con la tierra. Si recordamos
la cosmogonía griega, por ejemplo, recordaremos que el cielo está representado por el
dios Urano, mientras que la tierra lo está por la diosa madre Gea. Tradicionalmente se ha
considerado el cielo asimilado al principio masculino, a lo activo, al espíritu y a la luz;
mientras que la tierra se relaciona con el principio femenino, pasivo, material y a la
oscuridad.
En este mito tenemos la situación contraria. Rurcocá está asociada con el cielo y Sira con
la tierra. Uno de los pocos casos paralelos a este en la mitología universal se presenta en
la cultura egipcia, en donde la deidad de los cielos es la Diosa Madre Nut, mientras que el
dios de la tierra es Geb. Recordemos que los dos son separados para dar cabida a los
seres humanos, y desde entonces Nut arquea su cuerpo para formar la cúpula celeste.
Nut y Geb en la Mitología Egipcia
La forma en que la diosa Rurcocá inicia la creación es también bastante novedosa. Von
Franz menciona diferentes modalidades en que las deidades pueden crear. En algunos
casos, el creador lo hace como despertando a su consciencia. En otros se trata de un acto
sexual a partir del cual todo se crea en el universo. Éste tema, que podría creerse que es
el patrón más frecuente en los mitos de creación, se produce en pocas ocasiones, y se
encuentra en mitos de sociedades poco desarrolladas. Cuando sólo aparece uno de los
padres primigenios, una variante sexual es la masturbación de la deidad, lo cual es
realmente un acto simbólico de autogeneración creadora, que como afirma Von Franz
“proporciona una imagen obvia y adecuada” en estas situaciones (p. 162). En otros mitos,
el énfasis se coloca es en las reacciones y estados de ánimo de la deidad, que conducen
a la creación. A veces, es el miedo el que provoca que se creen las cosas. A veces es el
motivo del llanto, y es que la primera reacción del creador, antes o durante la creación, es
llorar. Otro sentimiento frecuente como inicio de la creación es la soledad. Pero ninguno
de los estados mencionados hasta ahora es el caso de este relato U’wa.
Exposición
La historia refiere la forma en que es creado el mundo intermedio de los seres humanos:
“Se dio luego el movimiento, y los mundos de abajo y de arriba se encontraron o
reunieron. Como resultado de esta conjunción y mezcla, se produjo el mundo intermedio” .
En esta Exposición se resumiría el conflicto psicológico central que elabora el mito. Lo que
hemos visto hasta el momento, en forma resumida, es la existencia de un par de mundos,
que actúan como espejo uno del otro, pero en el que los mismos elementos aparecen
idealizados en el de arriba y estigmatizados en el de abajo. Y luego, como resultado de la
confrontación y encuentro de uno con el otro, se da nacimiento a un mundo intermedio.
Dice von Franz al respecto: “Ya en la filosofía griega y posteriormente en el gnosticismo y
en la tradición medieval, se ha atribuido a la psique humana un lugar intermedio entre dos
opuestos. Por ejemplo, la psique era vista como un fenómeno intermedio entre el espíritu
y el cuerpo, entre el cielo y la tierra” (Von Franz, 1978: 59).
El problema que estaría elaborando este mito es entonces el del nacimiento del “campo de
conciencia”, como resultado final del proceso de encuentro entre dos universos: arquetipal
(o psicológico) y el instintivo (o somático). La conciencia debe desempeñar un difícil papel
mediador, pues recibe demandas de esas dos tendencias contrarias. Unas exigencias
proceden de la base psicológica del ser humano, representada por el mundo de arriba. Las
otras provienen de la base somática, representada por el mundo de abajo. Muchos de los
contenidos vienen de ámbitos desconocidos, de uno y otro lado, por lo que no pueden ser
reconocidos conscientemente, sino que se infiere su existencia por los efectos que
producen.
La complejidad de la interacción entre estos tres ámbitos, ya había sido resaltada por
Jung. Encontraba que el fenómeno de la psique era aún algo completamente desconocido
y misterioso. Reconocía que lo psíquico puede tener múltiples aspectos y tonalidades, y
para ayudar a comprenderlas, afirmaba que la psique era comparable al espectro de la
luz, el cual posee todos los colores posibles.
En el extremo inferior, estaría el polo netamente instintivo. Allí, la psique tiene conexiones
muy estrechas con los procesos físicos, con el cuerpo, con lo material y con las
percepciones instintivas. Sabemos que, en gran medida, las respuestas instintivas se
manifiestan mediante reacciones físicas. Jung definía precisamente el “ instinto ” como
aquella disposición innata hacia ciertas reacciones físicas típicas. Aunque acá se
ubicarían los síntomas físicos, cada vez se han encontrado también los síntomas psico-
físicos. Así, esta misteriosa área fronteriza está siendo actualmente investigada por la
medicina psicosomática, ya que se han descubierto las múltiples conexiones e
interacciones que se presentan entre los fenómenos físicos y los psíquicos. Sin conocer
plenamente sus leyes y condiciones, cada vez es más aceptado que una reacción psíquica
puede influir en una física, y las físicas en lo psicológico.
Al lado opuesto, en el extremo superior del espectro, Jung ubicaba el mundo de los
arquetipos, igual de misterioso que el de los instintos. Es el ámbito del espíritu, de los
sueños, los conceptos, imágenes y fantasías. No obstante, encontraba que allí, algunos
fenómenos dejaban de ser considerados como algo “sólo psíquicos” , y era el caso de los
fenómenos sincronísticos y los llamados fenómenos extra-sensoriales. Este campo
continúa siendo bastante inexplicado aún en la actualidad. Sólo se puede afirmar que los
arquetipos tienden a ser psicóideos, es decir, a aparecer no sólo en los fenómenos
psíquicos, sino también en la materia exterior, como hechos físicos. Y existe además la
fuerte sospecha de que estos dos polos, el psíquico y el físico, están secretamente
conectados. Esto significa que en el espectro del color, el extremo superior tendría como
una extensión que se prolongaría hasta el extremo físico.
Consideramos que, al igual que el espectro del color, la imagen del continuo entre los
mundos de arriba, el intermedio y el de abajo en el mito U’wa, representa el fenómeno
psíquico. Hablemos primero de los mundos de arriba y el mundo de abajo. El mundo Rojo
corresponde al polo instintivo, el Blanco al polo arquetipal. El color rojo está generalmente
asociado simbólicamente con las pasiones humanas, con la sexualidad, con la fertilidad y
con la sangre menstrual (como menciona el mito), y con las manifestaciones instintivas,
cercanamente vinculadas con nuestra estructura corporal. El mundo Blanco, por el
contrario, es el lugar asociado a los picos nevados, al agua pura, al alucinógeno, la
asexualidad, las acciones divinas y las manifestaciones arquetipales, tan cercanamente
vinculadas con lo espiritual. Jung aseguraba que no había encontrado un solo arquetipo
que no tuviera su instinto correspondiente, y eso confirmaría la sospecha de que existe
una conexión entre ambos aspectos.
Peripateia
Sobre las peripecias del mito, en la Peripateia se añade una información importante
adicional: que los seres humanos no están solos a la hora de bregar con las presiones de
los mundos superior e inferior. El relato informa que, como suele suceder en muchos mitos
de diferentes épocas, algunos dioses se rebelan contra los suyos para ayudar a los
humanos. Es el caso de Prometeo en la mitología griega, que roba el fuego del cielo para
permitir el desarrollo humano.
Aunque la historia de los U’wa no presenta detalles sobre la manera en que se da el hurto,
se menciona que lo realizan “deidades shamánicas” y que efectúa mediante el engaño, lo
cual es una característica tradicional en este tema arquetípico. En este relato, el elemento
hurtado no es el fuego, sino el maíz, celosamente escondido por las deidades, que posee
unas características semejantes a las del fuego, ya que es el “limo o materia básica” de la
creación, fundamental para la evolución humana. Simbólicamente, este hecho estaría
confirmando que la conciencia dispone de una chispa divina de potencial creativo que
proviene de zonas supra-conscientes. Es la creatividad que ofrece al ser humano
posibilidades para un despertar intelectual y espiritual.
Habíamos visto que el fenómeno central elaborado en este mito se refería al conflicto que
enfrenta la conciencia naciente, al encontrarse en medio de dos tendencias contrarias.
Acá se presenta una pauta de solución al problema. Los U’wa mencionan haberse
atribuido la responsabilidad de mantener el delicado equilibrio entre los dos mundos. Si
los mitos cantados no se celebraran, ellos están convencidos que las cosas se podrían
“salir de su lugar” . Además, es mediante el ritual y la celebración de los mitos cantados,
que los u'wa desempeñan la labor de mantener este balance entre los extremos.
En resumen, la solución está en lograr que la conciencia alcance una unificación con el
inconsciente, con el fin de acercarse a la totalidad, que es la meta de la individuación.
Este proceso no es fácil, tranquilo ni pacífico, sino que es un conflicto vigoroso entre
opuestos, por lo que los U’wa lo deben repetir una y otra vez, en sus rituales, valiéndose
de los mitos cantados, los cuales hacen uso del símbolo unificador.
Reflexiones finales
Esta aproximación que hemos tratado de realizar a la interpretación junguiana de otro mito
de creación colombiano, es una oportunidad para compartir y actualizar las siguientes
reflexiones:
2. Resaltar la importancia que dentro de las distintas clases de mitos, tienen los llamados
mitos de creación, ya que, además de corroborar que producen una especial movilización
de sentimientos y emociones, tienen para la Psicología Analítica un valor fundamental, al
plantear hipótesis acerca de los inescrutables procesos del surgimiento de la conciencia.
3. Plantear el conflicto que representa para la conciencia, tener que moverse ante
demandas provenientes del inconsciente, tanto del plano arquetípico como del instintual.
4. Reflexionar sobre la solución que propone el mito a este conflicto, en la necesidad que
tiene la consciencia de lograr la conciliación de los contrarios, sin permitir que ninguno de
los dos extremos domine al otro, so pena de producirse una grave catástrofe.