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FRIEDRICH MEINECKE

LA IDEA DE LA RAZON
DE ESTADO
EN-LA EDAD MODERNA
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.1
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l . Traducción del alemán
. •1
' por
FELIPE GONZALEZ VICEN
Catedráttoo de Ja Unilltrsl~acl de La UtR"Una

Estudio preliminar de
LUIS DIEZ DEL CORRAL
Catedrático de la Universlda4 de Madrid

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INSTITUTO DE ESTUDIOS POLITICOS


MADRID
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1
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.,
CAPITULO PRIMERO

MAQUIA VELO

De una manera u otra, decíamos ya, en todas partes se gobierna


,,.,gún la razón de Estado. Esta puede estar enturbiada o puede estar
refrenada. por barreras ideales y reales pero el gobernante la lleva
·siempre en la sangre. Como principio e idea, sin embargo, la razón
de Estado sólo es aprehendida en un determinado estadio del des-
-envolvimiento histórico, cuando el Estado se ha hecho suficientemente
-fuerte para vencer aquellas barreras y para imponer frente a todas
las demás potencias vitales su propio e incondicionado derecho a la
vida. Una exposición histórico-universal de este proceso tendría
~ue abarcar comparativamente todas las culturas y tendría que es'.
ludiar, ante todo, la idea de la razón de Estado -en el mundo auti-
guo y su enfrentamiento con el espíritu clásico. Tanto, en efecto, el
Estado-ciudad libre como la monarquía se encuentran penetrados
por sus problemas, y en ellos abundan los ensayos de una formulación
.adecuada de la misma. Eu el diálogo de los atenienses con los ·me-
Jios, que Tucídidés relata en el libro V ( c. 85 ss.), se reúnen lapi-
-dariamente en una teoria toda la dureza y crueldad de la razón de
Estado y de la poHtica de poder. Euripides, por su parte, en las
Phoenissae, hace decir a Eteocles, «Si hQy que cometer injusticia
es hermoso cometerla por razón del poder; en otro · caso, es preciso
-obrar moralmente.» En el libro V de la Polí:tica !Taza Aristótel~
una piutu.ra de los métodos racionalizados de poder de los tiranos, y
-Cicerón discute en el libro III del De Officis, en el sentido de la
-ética estoica, el conflicto entre el provecho del Estado y la moral,
,diciendo con tristeza: «Utilitatis specie in republíca saepissime pee-
) -caten, ( c. II). Intirnamente penetrados de la idea de la razón de
Estado se encuentran las grandes obras históricas de Tácito, para
•confirmar lo cual basta con reproducir las palabras que pone en boca
de Casio en el libro XIV de los Andes, «Babet aliquid ex iniquo
()mne ma.gnum exemplum, quod contra singulos utilitate publica re-
penditur.n Aunque no tanto para MAQUIAVELO, cuyas fuentes son,

"
·····' -· ·~

29
28
,go de una entelequia de carácter supraindividual e independiente ( 4).
sobre todo, Livio, Aristóteles y Jenofonte; Tácito había de conver- Sobre la razón de Estado de la Antigüedad formuló el epitafio y
tirse más adelante, desde que Justus Lipsius le edita de nuevo en. pronunció su juicio aniquilador el cristianismo por boca de San
1574-, en el gran maestro de !a razón de Estado, y durante un siglo Agustín : «Remota justitia quid sunt regna nisi magna latrici-
entero florecerá una literatura política de los tacitistas (1), Justus \
\ nia» ( 5). La nueva religión, de carácter universal, formuló, a la vez,
Lipsius mismo compondrá su libro de política (Politicorum sive· . un imperativo inoral universal al que había de someterse también el
civilis doctrinae libri sex, qui ad principatwn m.axirne spectant, J.589} Estado, odentó al hombre hacia valores trascendentes e hizo retroce-
exclusivamente con sentencias de escritores de la Antigüedad clásica, de1· a ;.egundo plano todos los valores terrenos y con ellos también el
sobre todo de Tácito, suministrando así, todavía hoy en día, un va- heroísmo como avanzada de la política de poder y de la razón de
lioso repertorio de la idea de la razón de Estado en el pensamiento Estado En \tnión con la ética cristiana, la idea germánica del De-
alltiguo. Y aun cuando la Antibrüedad no acuñó para ella ningu.na recho mautuvc, también durante la Edad Media en estrechos límites
expresión propia, sin embargo, ya nos sale In ratio reipublicae en -el poder del E,;tado. En la Edad Media hubo, es cierto, un Estado,
Cicerón y la ratio et utilitas reipublicae en Floro ( 2). pero un Estado que no se consideraba cpmo soberano. El Derecho
El politeísmo y el carácter puramente terrenal de los valores -era sunerior a él; un fin para cuya realización el Estado era sólo un
fueron el suelo nutricio de la razón de Estado de la Antigüedad. En medio: «En la Eclad Media no se reconocen ni política ni razón de
la época de apogeo de la polis el m.-íximo valor vital era el Estad9'. Estado.» La práctica, naturalmente, era otra cosa que esta ideología,
por cuya razón «las exigencias de. la política, para \as cuales no
Etica y ética política coincidían y no había por eso ningún conflicto
había sitio en el marco de la teoría jurídica y constitucional me-
ent": política y moral. No había tampoco ninguna religión universa[
dievales, hubieron de abrirse camino por sí mismos sin contempla-
que tratara con sus mandatos de coartar el libre juego de las fuer zas· cionesll ( 6).
estatales. La religión nacional, entone~ vigente, favorecía, . más
En la Baja Edad Media este camino comenzó a adquir ir perfiles
bien, o;ste último al glorificár el heroísmo. Cuando la polis comienza
fijos. En l ucha contra la Iglesia y el Papado, se robusteció de por sí
a desintegrarse internamente, el ideal heroico se encarw en el nuevo la política de poder de grandes soberanos, como el emperador Fede•
tipo vital del individuo que aspira al poder en el Estado del hombre-- rico [I y Felipe IV de Francia. El emperador C4rlos IV en Alemania
de acción, tal como Platón nos lo ha trazado clásicamente en la figu- y el rey Luis XI en Francia dieron el ejemplo de una política hacia
ra de CaHclés en el Gorgias ( 3). En general, puede decirse que la el interior racionalizada y desprovista de escrúpulos. Y el mismo
razón de Estado en la Antigüedad, siempre que Jlegó a alcanzarse, mundo eclesiástico preparaba el espb-itu de un nuevo arte político
conciencia de ella, no traspasó nunca los límites del ámbitp _perso- con sus transformaciones internas, con la progresiva identificación
nal, justificando, es cierto, la forma de obrar que la fuer-¿a dé Ia del Papado con intereses politicos seculares, C'ln el pensamiento, en
situación dictaba al titular del poder, pero sin alcanzar nunca el ran- muchos aspectos tan utilitario, de la época conciHar y con la estruc-
turación rncional del sistema financiero pontificio. El motivo d&
O) Bou.aliní nos seoirá, más tude. de ejemplo de ello. Como expresión. -temi.nante para el nacimiento de un nuevo arte pplítico se encuentra,
de) alto ,.-alor atribuído a Tácito, mencionemos las palabras de G ABRIEL NAUDÉS sin embargo, en el comienzo de las nuevas construcciones estatales
en su Bibliosraplua poütica (ed. 1642, p. 233): "At vero, quoniam sedet ipse· de base na.cional, y en la .tendencia de los grandes dinastas a asegurar
Telut omniurn pdnceps ac imperatc>r in orchestra, aut potius sedero sibi fecir por medios no feudales, es decir, estatales, las posesiones adquiridas
in macMna, ex qua cum s,tupore et adm.irat.ione politicas difficuhates componit1•
con métodos feudales. Las ideas universales del corpus christianum
Tirtutum suaruni rnajesta.te omnc fastigium humanum exeedens, certe consultius
ease mihi pcrsuadeo, non hunc teñui scnnone velut hominem, sed cloquenti medieval se quebraron de ahpra en adelante al choque con los nuevos
· eilentio Deitatis instar venera.ri, etc.u Sobre los tacitístas, op. c it., piig:·. 247t l' centros nacionales y par ticularistas.
ToFFANJN, Afachi.avelli e il tacüis,no, 1921, un libro inteligente y rico en ma- El pensamiento de la Baja Edad Media comenzó, además, a d is-
lerial, pero que exagera la i;ignificaci6n de Tácito para Maquíavelo.
(2) Cícero ad Pl~ncum (l. 10 ad fom. epist. 16): "No esperes al Senado.
~ tú mismo Senado, quoeunque te: ratio reipuhlicae ducet sequere." Florus (ti,) K.,u:nsT, Stm.Ü«n. zu.r Efttwicklung u.nd thcorctische Begrü.ndung der
Cl. l, c. 8) habla do los siete reyes de Roma, ''tam variis ingenio, ul reipublicao- Monarthie irn Al.tertum, púgs. 10 y sig.5.
u tio et ucilitas postulabat". (5) De civitate Dei, lY, 4. Para la exacta inler pretacióo, cfr. Bt11Nt1ErM,
(3) Cfr. ahora MENZEL, Kallikles, 1923, y el profundo discurso de Werner
Mitl.dalterliche Zeitanschmmn.gen, u.no. I, 37.
Jaegcr, en la Universidad de Berlín, "Ueber die griecbis.che S1aa1sethik im (6) F. KERN, 11.echt und Ver/as,ung irn Mit¡e/alter, en "Histori.schc Zeil•
Zeitalter Platos", 1924. 1;chri ft", 120, 57, 63 y sigs.¡ un tl'ttbajo de c:al'ácter fundamental
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30 11
' niones análogas, iluminando así el derrumbamiento paulatino de--
tinguir entre el Derecho natural ideal y el Derecho positivo, amino- l as barreras medievales. No obstante, de estas opiniones no acertó.
rando así la presión que hastl\ entonces había ejercido sobre el Es- a surgir una doctrina de verdadero rango. ·
tado la idea germánica del Derecho. «De ahora en adelante, el Una herencia de enorme influencia ha dejado, sin embargo, al'
poder estatal se encuen tra situado sobre el Derocho positivo y deba- Occidente moderno la Edad Media cristiana y germánica: el agudo,.
jo del_Derecho natural. Es decir, que no todo Derecho privado in- y doloroso se1Jtimiento por los conflictos entre la razón de Estado .
dividual, por insignificante que fuer a, sino sólo los grandes princi- y la mor.al y el Derecho, el sentimfontp nunca acallado de que la.
cios del Derecho ttatural, se hallaban sustraídos a la acción del Es- razón de Estado desprovista de escrúpulos es en sí pecado, pecado
-tadoJ> (7). contra Dios y las n or mas divinas, pecado, empero, también contra·
Esporádicamento comienzan ya a aparecer manifestaciones de la santidad e intangibilidad del Derecho prom ulgado . La Antigüe-
principio acerca de la nueva necesidad política. Felipe de Leiden, dad conoció y criticó también este pecado de la razón de Estado,
un clél'igo al servicio del Conde de Holanda, que escribió en el si- pero sin un dolor profundo. El carácter terreno de sus val ores vi-
glo XIV uu libro, De cura reipublicae >el ,orle principa11li•, defendió• tales le permitía, en efecto, contemplar el juego de .)a razón de ,
la proposición de que el príncipe podía anular el privilegio concedido• .Estado con una cierta serenidad y como la conse.cuencia de fuer- .
a una ciudad o a una pe1-sona, caso de q ue c-0n ello padeciera la zas irreprimibles de carácter na tural. La idea del pecádo en la·
pitblica utilit,a,s (8). En términos todavía más generales, declara- Ant igüedad era una idea todavía ingenua, todavía no estremecida ·
ba Juan Gerson, en 1404, que las leyes dictadas para el manteni- e intranquilizada por el abismo entre el cielo y el infierno, abierto ,
miento de la paz- el :fin
estatal su1>remo en la Edad Media-podían, por el cl'istianismo. E<;ta visión dual ista del mundo, propia del .
caso de que se contradijeran, o bien ser interpl'etadas, de la· ma- cristianismo dogmát ico, ha tenido pr_o funda influencia incluso en
nera más concorde con su fin, o bien ser derogadas, ya que- épocas de cristianismo no dogmático, prestando al problema de la:
necessita. legem non habet (9). Y todavía más audaz fué un ser- razón de Estado un sentido intensamente trágico que no poseía en ·
vidor del D uque de Borgoña, el doctor en teología Jean Petit. En la Antigüedad. ·
un largo discurso de tono sofistico pronunciado en París, en marzo, Es, por eso, una necesidad histórica, que el hombre con quien
de 1408, defendió a su señor del asesinato que éste había hecho comienza en el Occidente moderno la historia de la razón de Es-
cometer contra el Duq ue Luis de Orleáns, diciendo que las pl'omesas tado y d-el que ha recibido su nprobrc eJ maquiavelismo, fuera un
y alianzas entre caballeros no debían ser mantenidas cuando al pagano q ue no conocía el miedo del infierno, y que pudo, de esta
hacerlo así acarrease daño al príncipe y a la república; más aún,. $Uerte, dedicarse con serenidad clásica a reflexionar sobre la esen-
en este caso, su mantenimiento iría contra las leyes naturales y di- cia de la razón de Estado.
vinas ( 10). Nicolás MAQUIAVELO :lué quien primero lo hizo así. Aquí Jo
Una investigación sistemática de las -fuentes y escritores de la que importa es el problema, no la expresión, que todavía no se
Baja Edad Media es probable que nos haría encontrar otrns opi- halla en él. MAQUJAVELO no comprimió todavía en una expresión .
(7) K~RN, ob. cit., pág. 74.
tópica sus ideas sobre la razón de Estado. Aun cuando gustaba de -
(8) V. Bnow, 1'erritori1ur, and Staát', pág. 190, y H. W1ne1n, Ph.iiip- los tópicos enérgicos y cargados de contenido, y aun cu.ando acuií6
von Leiden, 1925. muchos, no sintió, sin embargo, la necesidad de una expresión pre-
(9) PtATZl!OFr, Die Theorie von der Mordbefugnis der Obrigkeit im 16. cisa par a las ideas supremas que ocupaban su ánimo, cuando
/c.hrhunder:, pá:;. 27, donde se aducen otros testimonios. Cfr. también GlER.t<'F.:, éstas le parecían evidentes y le absorbían totalmente. Se ha echado.
Althu.siUJ2 , pág. 279, y v. BEZoLo, Aus Mittclal.ter u,nd Renaissa1i,ce, págs. 251'
y sigs., sobre Pont:i.no. de menos, por ejemplo, que no llegó a expresarse sobre el último.
(10) "L:J. quinte: vérié en cas d'aliance, seremens et promesses, est des fin del Estado, concluyendo erróneamente de este hecho que nunca·
confédérations Iaictes de chevalíer a autre en quelque maniCre que ce soit et llegó a reflexionar sobre este punto (11). MAQUIAVEJ.O, al contrario, .
puis.t cstre. s'ils advient que icelui pour gar<le1· et te:nir tournc ou préju<lice de·
son prjnce, de ses enfants et de la chose publique. n'est tenu de les gatder. vivió y actuó, como veremos en seguida, dentro del ámbito de un
En tcls eas eeroit fait contre le$ lois natu.re11s et divinQ." La croníque de- fin supremo del Estado perfectamente determinado. Y de igual'
Monstrelet p.p. Douct d'ATC, ]857, T, :ns as. (lib. T, c. 39). Allf misino, 2; 417 manera, todo su pensamient o político no es otra epsa sino reflexión·
(lib. I. c. 113), el voto condenatorio de los teólogos de París : "C'est assercion- continuada sobre la razón de Estado.
touche a la subversion de toute la chosc publique et de cltascun roy ou prin-
ceJ etc.'1 El Concilio de Constancia no §e atrevió, sin embargo. a condenar sit1•
más la teoría del tiranicidio de Je.a.n PetiL Cfr. v. Dezot..o, oh. c-ít., pá~. 274, (11) MEYER, Der MacldaveUismus, 1918, pág. 29. Cfr. asimismo A. ScHMID~, -
y sobre Je.an Petit también O. c~.RT"ELLlERI, Beitrii.se zur Ge.schicht.e der Hcr- N. Macl,iavelli und die all¡:emeiite Staat,lehre der Gc¡:cr,wart, 1907, pág. 104.
iOge 110n Burgun.d V., en. uSitzung.eberichte der Heidcl". Ak,, 1914.
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33
',
El pensamiento de MA.QU111.VEI.O se halla determinado por una t suel~n producir lo mejor de su obra
éScrEbd el Príncipe y los Discorsi soprd ,cuan~o, a partir de 151<)
const€lación peculiarísima, grandiosa y, a la vez, estremecedora:
la coincidencia de un derrurohamiento político con una renovación
:1 n desarrollo de MAQU!AVELO col -~ p~una aeca di 1'ito Livw'.
renovación espiritual. MAQUIAVELO no a º:º• empero, también una
espiritual. Italia gozaba en el siglo. XV independencia nacional, y se conte?ido entero del movimiento renac se . mcorporó en absoluto el
-~néontraba, según las propias palabras de MA.QUI,1.VELO (Prínci•
pe, c. 20), in ,u, ccrw modo bikmciala por el sistema de cinco Es·
~eces1d~des _religiosas y filosófico-especuf:~~ta, no participó de sus
lado e 1lununado por la luz de
.
, .
su csp1r11u a t' ·
as, Y, aun cuando satu-
tados: Nápoles, Estados pontificios, Florencia, Milán y Venecia, esttma sus tendencias en el arte S .,r istico, no tuvo en gran
·cuyas fuerzas se contrarrestaban mutuamente. Alimentado por todos· Estado, en la investi«acíón y en · 1 \ ri;SIOn se concentriba en el
1os elementos realistas del Renacimiento y promovido directamente O
Y con,.Fciones de vid: y fue' as· e. ca cu de sus formas, funciones
por la institución de legaciones permanentes, que entonces empie- , ' i como en MAQUI .
zar su mas alto OP.sRrrnlln 1 1 AV!lLO iba a alean-
C'ZE\ a cobrar cuerpo, en este sist.,rna ,e dcanrrolla un srlP. político .,. · e e emento 86 1·¡¡
e':1pmco Y calculador de la cult . P"'; cnmcntc racional,
con reglas fijas y permanentes, que culmina en el principio del di- b1en: mera frialdad en la cons'd :ur~ , I enacent,sta italiana. Ahora
vide ,et impera; un arte que enseña a observar serenamente todas de•• p der, no hubiera . significado i erac1on de Jos problemas pohticos .
0
las cosas, que supera todos los obstáculos religiosos y morales, pmtual. El ímpetu y la fe ue t _nunca una. plena renovación· es-
pero que, a la vez, se expresa en operaciones y métodos relativa· que podía surgir el ideal dqe un enian
1 renac·que , ammar aquélla y de los
mente sencillos y de naturaleza mecánica ( 12). Sólo las catástrofes ¡° e J

que a M AQUIAVELO se refiere e ¡1¡nc~, .:ema su origen, por


,

-que descargan sobre Italia desde 1494 con la invasión de. franceses ~ego, la Antigüedad no ex er' , n a ntiguedad. En él, desde
·y es!)añoles, con la pérdida de la independencia de Nápoles y Milán, ms~s del Renacimiento, una pr~;nentó'.. co~o en tantos otros huma.
con los cambios políticos en Florencia, y, sob1·e todo, con la pre• ran~ ieveslicla del abstracto en:u~a_c,on simplemente erudita y lite-
sión del extranjero sobre toda la península, hacen madurar el es· es cierto, su entusiasmo por los h~iasmo de las escuelas. A veces
píritu político hasta prestarle aquella fuerza apasionada, aquella dad muestra algo de de endenci eroes .Y. pensadores de la Antigüe'.
.. prolundidad y agudeza que va a revelarse en MA.QUl11.VELO- Como lo esencial, empero el hpo b a clas1c1sta carente de cútica En
:) secretrio y diplomático de la república florentina hasta 1512, )\fa. d 1 . ' m re antiguo r
e a comunidad de sangre y d I t . ~urg,a en el, pc,r virtud
' , .
A pesar de su respeto externo e ~ ~ad1c~on todavía viva en Italia'
i\ QUIAVELO hizo suyas todas las conquistas del arte. político italiano,
y comenzó también a desarrollar sus propias ideas en este terreno. ~ menudo mezclado con iro!~r a ~l~,a Y el cristianismo, hart~
Su pensamiento aflora impulsado por el destino que como un rayo
cae a la vez sobre él y sobre la república en aquel año. Desposeído
:nllu~dof sdin duda, por el pen·samlen~:1ti:-•
n e on o, un pagano que re
J a 1;.~ar de hallarse
I18b is ano, ' "AQUIA\'ELO era
de su cargo, y durante algún tiempo tamhién perseguido, MAQUIA.· fr~se célebre (Disc., II 2) «h bproc a al cristianismo con un~
1 VELO tiene, desde ahora, que esforzarse en conseguir el favor de rmado y débil». Con n~staÍgia ~.o:á h~cho jl ,hombre humilde, afe-
1 los Médicis, los nuevos gobernantes de Florencia. De esta suerte a grandeza y la belleza de la 'd n ca_vo Y!J!. los ojos a la fuerza

n
surge una ~cisión entre su 'interés egoísta y personal y el ideal 'jundana glo1ia». Su anhelo s/~·ª· 1 1 ~nt¡gua Y a los ideales de s~
republicano de libertad en el Estado-ciudad, que hasta entonces
había acariciado. La grandeza de MAQUIA.VEI.O consiste justamente
a a fuerza total del hombre natu
1 1Pª a dar, de nuevo, vigencia
1uraleza, a la cual eleva . d ra ' inserto en el mundo de la
la «na ion e consuno a l l na-
gr ~~a dell'animo y la fortalezza d as a turas del heroísmo
l 1
-e.n haber tratado de conciliar interiormente esta escisión. Del oscuro
1
y no siempre agradable suelo de su egoísmo ingenuo y natural, sur• e~ la ettca dualista unilateral ~l - corpo. Romp2ó, pues
gen así las nuevas y grandiosas ideas sobre la relación entre repú· ~ ~os""Tmpulso~ naturafesrne~~- ~ 1:ltualiS!a y desvaloriza: A
\ 'blica y monarquía y sobre una nueva misión nacional de esta úl· -e~~~ conservó de ell'acieit ' pm e cñsñ'áñisfüo.- y7i1iit''-
tima, mezclada con las cuales va a tener lugar la descripción ra· -al~ wu fü_~ _ñ:::l7ma f'¿_~-5on_?~pt~J.?imá1esace1~a--clelií'___
1 \!.'lt' etica n_l!!_Ura!ista ··ue ~~J.~nden~l~. ~nci,il esub_u-:-·.-ia, - --- -
dical de la esencia de la razón de Estado, como un compuesto de
elemeritos puros e impuros, elevados e inforiores. Contaba poco turaleza. Ouien· ,:,,u@....ge __ Sl8_!1..!;ra decididamente la voz dl!!gl a...a_,__
\1 - - - ~ >o a esta u 1tima d. e a na-
-.
\
más de cuarenta años, una edad e.n la q\le los espíritus científicos

(12) L. B~i.N'tANO, Die An.fiinge de$ modem,,. Ka¡,italismus, 1916, mue•·


tn c6mo surge simultáneamente también en la ,;ida económica el nuevo espíritu
-=-·
-·rr
~~~;~:;~s ~ªm.gr_qfü:_e_¡r_µi.@Jo"d¿ ~rav~ -~: I~ Jl~~~J\!~~i&ia!:_~us'
·cam01os .
Ji:::oche alguno , tamb'ten
' Ia naturaleza
P . ..l.O.!!§....l!Q_j)
es~ _lle_1!a
iede ser J¡ ~--
calculador y racional, especialmente en los dos Estados comerciales de Vene-- 03) A Vetori, 31 de enero de 1515. Leuere di Machiavelli ·,
•cfa y Florencia. Cfr. t1tn1bién \', 13EZOLD, oh. cit., págs. 255 y sjgs. ~d. Alvi~i.
35,
34

lin naturalismo de esta especie puede conducir fácilmente a Estado en su mano y lo l'cnueve. Más aún, para él la monarquía
un ingenuo e inocente politeísmo de los valores vitales. MAQUlAVELO, era la única forma posible de gobierno para Estados libres corrom-
empero, a posar de sacJ'ificar con gusto ante el altar de Venus,~<Jlll.: pidos y no susceptibles ya de regeneración. De esta manera, su con-
cen.trab.a sus más.. ¡Ütos..valores v.it.ales en lo que él Uamaba(,,irt1/ ¡.\ cepto de la virtu representó en el pensamiento de MAQUIAVELO un
un concepto extremadamente rico, tomado de la tradición anttgna'"y i ..1- puenle interno entre las· tendencias republicanas y monárquicas, puen-
humaaista, !)ero sentido y conformado por él de una manera riguro- ·1
·
te que le hizo posible, sin perde.r nada de su personalidad, poner to·
samente individua_]; un ,conc~pt_o ~ue ~barcaba elemento:; éticos, pero das sus esperanzas en la dinastía de los l'Aédicis, después del de-
que era en su origen aigo dmmmco, inserto por la naturaleza en el rrumbamiento del Estado libre florentino, y escribir para aquéllos su
seno del hombre: heroísmo y fuerza para grandes hazañas políticas libro sobre d Prúicipe. De igual manera había de posibilitarle, poco.
y guerr.-:~as, y, sobre todo, para la fundación y mantenimiento de j después, retoma1· en los Discorsi a las tendencias republicanas, con-
J::stados f!orec1entes, especialmente los Estados basados en la l,L.,r· traponiendo y comparn11J1,1 ,e¡:,ública y principado.
tad ( 14)- En los Estados !ibres, en efecto, el ideal de los Cl!a!es era Esta ética peculiarísima de la virtu nacida del espíritu seculari-
para él la Roma republicana, venía MAQUIAVELO la condici6n má~ zado del Renacimi<;uto, anoja también luz sobre uno de los puntos-
favorable para el desarrollo de la virtu. Esta abarcaba, por ello, tanto] más discutidos y condenados en su pensamiento, sobre sus relacio•
la virtud del ciudadano como la del soberano, tanto entrega desin- .t, nes con la moral cristiana corriente y la sediccnte ética natural.
teresada a la comunidad como sabiduría, energía y ambición de lo~ ¡ Decíamos ya, que MAQUIAVELO babia conservado de la ellca cns- ·
grandes fundadores y conductores .de Estados. En primer término Íi• j
.Í > tiana los cor,ceptos form&!es acerca de la distinción entre el bien y
guraba, empero, para él como virtc't de especie supe.rior la virtu. que. el mal. Nunca, cuando aconsejaba la comisión de accione, moral-
debía tener un fundador y conductor de Estados. Esta era, en efec- mente malas trató MAQUIAVJ':LO de despojarlas de este predicado,.
to,la .;¡ue, se.gún él, extraía, por «órdenes» adecuados del material ni de disíra?arlas hipócritamente. Nunca, tampoco, osó incluir en su
malo y triste en sí de la humanidad corriente, J..i...w;z·tu como la vil·· ideal de la virtii. rasgos de un obrar moralmente condenable. Como·
tud cil!.•fadana, es decir, como una virtü de segundo orden que sólo dice en el capítulo VIII del Príncipe, dedicado s Agatocles, no
podia ser duradera sobre la base de un pueblo no perve,rtido y to- puede llamarse virtii. el matar a sus conciudadanos, el traicionar a
dav'a en contacto con la naturale-..:a. Esta división de la ·virtu en sus amigos, el no tener ni lealtad, ni piedad, ni religión ; con ello
originaria y derivada es de enorme signi!icacióu para el entendi- 1puede conquistarse el poder político, pero no Ja fama. No obstante
mifüto total de los fines políticos de MAQUJAVELO. En ella se mues- lo cual, en este mismo Agatocles reconocía una verdadera virtu.,
tra , en efecto, que MAQ!J!AYELO se hallaba lejos de creer ;ngenuame11te una grandezza deU'animo, es decir, grandes yirtudes para un sobe-
en la virtud natural e inquebrantable del republicano, y que también rano, La esfera ética de la vir:ti e3!Qba situ¡¡'da, pues, al lado de la
comideraba la república más desde arriba, desde el punto de vista esfera moral corriente, como un mundo para sí, un munco, empe-
<le! gobernante, que desde abajo, desde el punto de vista de la r::, que era para él el mundo supremo, porqlle para él la fuente de-
:forma democrática. Una de sus fraees favoritas era la e~presión, que vida del Estado, del v i,,n e po:itico, constituía el más alto cometido
entonces empezaba a cÜc\llar, de que se piensa de otra manera del obrar humano. Y porque este mundo era para él el mundo supre1)
in piaua que fo palazzo ( Disc., II, 47). Su ideal republicano tenía,. mo, podía tDmbién permitirse intervenciones y violaciones en eU\,
po1· eso, desde un principio, un matiz monárquico, ya que en su opi- mundo moral, ~¡ aq~téllas servían !?ara la consecución de sus fi:-es
nión los Estados libres no pueden constituirse, de ordinario, sin la propios, Estas v10lac10ues y trasgreswnes, estos «pecados» -en sentido
fuerza de las grandes individualidades de soberanos y organizadores. cristiano erar, y continuaban siendo inmorales a su i_uicio, y no eran·j
Y como había :,echo suya la teoría de Polibio, de que la vida. virtu en sí, pero, en último término, como en seguida veremos, p~
de los estados constituye un ciclo, de manera que al florecimiento· dían smgir de la virt/;,.
de un Estado libre sigue necesariamente su decadencia ·y su ruina, Examinemos.más detalladamente, antes de nada, una vez más, SU<
ill!AQmAVELO estaba conveJ1cido de que para dar a un Estado libre teoría de la(,;irtit y la extraña conjunción de pesimismo e idealis-
en decadencia la porción necesaria de virtü que ha de lleval'lo a lo mo, de elem~tos mecanicistas y vitalistas que la caracte,izar.. Los-
alto, no hay otro medio que la virt,, creadora de un individuo, una hombres, se dice e,nos -Discorsi ( J, 4) no realizan de por sí accioncs·-
<<mano regia»,. una podesta qua.si regia (Disc., I, 18, 55) que tome al buenas, si la «necesidad» no les impele a ello. El hambre y la po-
breza. continúa dic;endo, hacen a los hombres laboriosos, y las le-
(!~) Cfr. el trabajo de E. W. MAYl:R, sugeriJo pOr mí, Machiavtlfu. yes los hacen buenos. Por las sanciones que acompañan las transgre-
Geschicl:tsauf/assur.g und sein Begri/f "virtt1", 1912. siones de las leyes, se llega al conocimiento de la justicia. El bien,
11.,
1
36 1
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i: 37
moral y la justicia eran, pues, pai-a él, valores que ¡,odian ser I'
creados y que eran creados por el poder coactivo del Estado; lo ¡.,:
que nos dice a qué altura se hallaba entonces el Estado y cuán mí- ,, cebirse y abarcar como unidad armonica el mundo secularizado.
nima era, en cambio, la valoración del individuo. Esta rígida El hombre se sentía descubridor, unas veces aquí y otras allí, se en•
conexión causal, de carácter positivista, era vitalizada, empero, por tregal:,a entusiástica_ e incluso radicalmente a lo descubierto, y se
él con el hálito ardiente de la vir&ú, con la fe en Ja fuerza creadora encontraba tan ocupado con todo ello, que no acertaba a eliminar
de los grandes hombres, los cuales por su propia virtu y por sus l! las contradicciones y discrepancias entre las nuevas e.xperiencias y
sabios mandatos podían elevar al hombre corriente a una nueva los anteriores valores vitales. Esta pasión del descubridor es una
virti, de segundo orden. De carácter mecánico y fatalista era tam- de las características más destacadas de M<1-QUlAVELO. Con tal en-
bién su idea de que el mundo es y será siempre el mismo, que tusiasmo se vertía hacia la me.t!!_ de cada momento, que, a veces,
todaa las cosas ¡:e mueven en drculo, y que tampoco lR t,irtll. e.xiB-te Je desa~á}Q.. <1!!.~él mismo había ensado aiCho en otro mo•
en la tierra en cantidades ilimitadas, sino que camina por el mundo mento Impávida, casi fanáticamente, iba extra¡ren o as consecuen-
elig iendo éste o el otro pueblo como su soporte. Tres siglos más .Cl.ás'más extremas, más terrTb1es cle -las ·v erctacles encontradas por___
tarde, insertará Hegel el elemento fatalista en una filosofía progre- él, sin detenerse a coosiderar sus efectos en relación con otras de
siva e ilustrada, al sentar su teoría de los «pueblos de la historia "¿Ús-___C:Oni[~ Q!!!:L YJl exPresadas. ComO- ctesCúbriclor experimental~
universal, a los cuales confía en cada ocasión su cometido el espí- amaba también el cambio de los puntos de vista y el situarse en
zitu universal». MAQUIAVELO, en cambio, se contentó con la com- los distin tos intereses de la lucha política, a fin de encontrar así
probación resignada de que, sólo en los tiempos antiguos, hubo para cada uno de los bandos, bien fuera el príncipe o los enemigos
pueblos que se distinguían por una gran proporción de virtu, del principe. una panacea, una rroedídna fortc, y de ser posible
mientras que, en su época, .ésta se hallaba repartida entre muchas una regola generale. Las recetas que nps da en cada momento han
naciones. Es así como nos aparecen la afinidad y la diferencia entre de entenderse, por eso, cum grano .1alis de un cierto relativismo.
los siglos. Del derrumbamiento del mundo polítjco en que vivían, También estas inclinaciones de su e~píritu han de ser tenidas en
ambos pensadores dirigen su núrada a las fuentes y soportes de la cuenta. ·
íuer2a y las grandes realizaciones histórico-universales: }legel, con La más ra.dical discrepancia en su pensamiento, una discrepan•
la fe optimista en el progreso, creada ya por el siglo de la Ilus- cia que no logró paliar, ni siquiera se esfon:ó en hacerlo, es la
tración, ,l\faQUIAVELO, en cambio, con la antigua fe en la uniformi- que se da entre la nueva esfera ética de la virtu y del Estado guia-
dad eterna de la vida histórica, una fe alimentada desde un prin- do por ella, y la antigua esfera de l.a religión y de¡ la moral. La ¡
cipio por la actitud negativa del cristianismo frente a los valores virtu, originaria'meute un concepto natura!ístico y dinámico, en el j
terrenos, y que ni siquiera el impulso vital del Renacimiento ha- que se incluía t81Jlbién una cierta feroci.a, no podía, sin embargo,! \
bía logrado quebrantar. Y, sin embargo, este impulso vital era quedarse en el ámbito de las fuerzas natura1es irreguladas, sino•~ · v11 t-''
súíicientemente fuerte en él para no desmayar ante la contempla• muy ce acuerdo con el pensamiento renacentista, convertirse en
ción de la vile:i:a humana, y para dirigir la mirada a la busca de vfrtü ordi,w.ta, en fuerza política y virtud ciudadana dirigidas ra-
una nueva virtú. El desenvolvimiento y creación de la virtú era, cionalmente y ele acuerdo co11 determinados fines. La virtu Qrdinata
en efecto, para MAQUf~VELO el ideal, el fin evidente del Estado. La del Estado atribuía naturalmente un gran valor a la religión y a la l
idea de su vida era la regeneración · ele su pueblo por la virtu moral, como elementos importantes en el mantenimiento de la do- f
y por el Estado, siempre que esto fuera posible, pues su opinión en minación política. MAQU!AVELO se expresó incluso sobre. la necesi::-
este punto experimentó numerosas oscilaciones. Este nuevo idea• dad de la ~ 1 , aunque, también es cierto, de una religión que
lismo político se hallaba mezclado, sin embargo, con la grave pro- hiciera a los hornores valientes y orgullosos (Disc., I, 11, 12). «La
blemática :nherente a la razón de Estado. Con esto nos acercamos a religión, las leyes, el ejército» son mencionados una vez caracte-
nuestro problema en sentido estricto. ' rísticamente por él como los tres fundamentos de) Estado (Disc., . r
,,¡:,_~ Al dermmbarse la unidad religiosa y moral del ideal de vida II, Intr.). Pero tanto ,h,_ religión como la moral se convert.ían as!, (./.~ 1, 7 ~ ó~
medie.val, fué imposible construir inmediatamente otro nuevo idea- _de_ valores con rango _Eropio, en simples medios piii-a7os71ñes'Je-
lismc, tan unitario y concluso como el desaparecido. Al espíritu, li- u~-~~tado vitalizaao por la vtrlu-:-Por eso pudo dar el coose¡o de
berado de los vínculos medievales, se le ofrecieron, en efecto, simul- dos filos-un consejo que habta Ge tener un eco terrible en los si-
táneamente, demasiados sectores de la vida, para que pudiera encon- glos siguie.ntes y que había de incitar a los hombres de Estado a
trar en seguida un centro desde el que, de nuevo, fuera posible con- un fingido escepticismo-de que había de apoyar la religi5n aun-
que en ella alentaran el engaño y el error y que cuanto más inteli-
gente se fue.ra tanto más habría que apoyarla (Disc., I, 12). Quie11
38 39

así pensaba, se hallaba ya desarraigado de todo auténtico senti- remedio, Este es, escuetamente expuesto, el Ol'igen psicológico del -
miento _religi?so. ¿ ~ónde q~e1~ el último, e! más íntimo soporte maquiavelismo. ele la doctdna tan discutida y condenada, de que en
-de la vida, st tambien la rehg,on falsa, aquél,a en que no se. ere;, ·el obrar político están también justificados los medios inmorales,
l1a de obtener vigencia como medio para un fin, y si el bien moraÍ cuando se trata de adquirir o de mantener el poder para el_Estado.
·aparece tan sólo como producto del miedo y de la costumbre? En Aquí nos sale al paso el hombre despojado de todo horizpnte tras:'\ "'< ~
esta naturaleza desdivinhada, el hombre queda abandonado a sí y a cendente, abandonado en el terreno de la . lucha, y que ahora, e~:J '>(Y.
las fuer1:as que le presta la naturaleza, y así tiene que enfrentarse tendiéndose a sí mismo como pura fuerza natural, de.vuelve OJO
con todas las po!tncias ciegas de esta misma naturaleza. Dé esta por ojo y diente por diente, En el sentir de MAQUIWELO, la. virtü
.manera, veía MAQUIAVF:LO también su situación. tenía el pleno derecho a echar mano de todas las armas, a fm de
Es emocionante y grandioso ver cómo trató de dominarla. De dominar la '«fortuna». Se vt; fúcilwente, que esta doctl'in~ que, a
·un lado la «fortuna,,, de otro la virh,: he aquí cómo él concebía primera vista, puede parecer dualista, en el fondo y en su esencia
~ta útuación, Son muchos boy, dice en el Príncipe, los que, en surge de un monismo ingenuo que convierte en fuerzas naturales
vista de los golpes del destino y de las insospechadas mutaciones todas las potencias vitales. Esta doctrina había de convertirse en la
que hemos experimentado, estiman que toda la inteligencia no si:-ve presuposición necesaria para el descubrimiento de la esencia de la
de nada_ frente al_ destino, y que es preciso dejarse gobernar por él. razón de. Estado por MAQUIAVELO.
Y el mismo confiesa que, en momentos de pesimismo también fué Para llegar a él, era necesaria otra doctrina, sobre la que él
-ésta ~u _crce~cia. No obstante, en s~guida percibió que 'era una falta meditó con tanta claridad y consecuencia como sobre la teoría de
,de ,nrtu de¡arse arrastrar por este estadp de ánimo. Es preciso po, la lucha entre la virtu y la «fortuna,¡. Es la teoría de la necessila.
nerse ,fu\pie y construir diques y canales contra el torrente arro- Virtü, fortuna y necJessita son tres palabras que en sus escritos re·
llador "1!e1 destino, ya que haciéndolo así se le puede contene1·. La suenan una y otra vez con un eco metálico, Ellas, y quizá también
«fottuna» _domina sólo la mitad de nuestras acciones, mientras que su estribillo de los arrni proprie, en el que él condensa la suma de
Ua otra m¡tad, o poco menos, queda a nuestro arbitrio. «Allí donde las exigencias militares del Estado, muestran hasta qué penlo MA,
los hombres que tienen poc:i virllt, la fortuna mueslra toda su -fuerza; QUIAVELO sabía conoentrar toda la riqueza de sus experiencias e
·y p_o•c¡ue ~ta varía, varían también las repúblicas y !os Estados, y ideas, cómo todo el grandioso edificio de su espíritu descansaba
·vaneran· s1empre, hasta q:.ie no surja un hombre. que sea tan en unos pocos principios fundamentales, ~encillos pero poderosos,
amante de la Antigüedad, que regule la fortuna de tal' modo, que La vire,, y In ·necessitii. se encuentran en 'M AQUJAVELO e.n una rela-
no . tenga ocasión de demostrar cada día todo lo que ella pue.de» ción semejante a la que mantienen en la filos9fía moderna la es-
j_Dtec., 11, 30). A la «fortuna» hay que sacudirla y aolpearla como fera de la causalidad, que es la que suministrá los medios y posi-
J.a una mujer a quien se desea, y los audaces y apasi~nados tendi:án bilidades para la realización de aquéllos. Si la virt,'t era aquella fuer·
·más éxito aquí que los fríos. Pero la audacia tiene que combinarse za viva de los hombres que creaba y mantenía los Estadoi, dándo-
~on _la má~ima inteli~encia y el cálculo máximo, puf.s todo golpe del les sentido y significción, la necessita es, en cambio, la fuerza · cau-
}.s,estmo exige un metodo adecuado. Este problema concitó intensa- sal, el medio para dar a la masa inerte la forma requerida por la
Hnente la reflexión de MAQUJAVELO, porque era aquí donde se po- virtu, Ya hemos visto que el ol'Ígen de la moral se encontraba,
nían de manifiesto las fuerzas y los límites de la virtu, y, por tanto, para MAQUIAVli:LO, en la «necesidad». Muchas veces hemos expuesto
•tamhi~n los de la hu~anidad. El in~ividuo que obra no puede ya, dice en los Di.scorsi (l!I , 12), cuán provechosa es la necessila
·-emanciparse de su propia naturaleza, smo que tiene. que actuar tal para las acciones humanas, y a qué alta cima de la fama puede con-
·y como ésta le manda. De aquí viene que el mismo método que le <lucirlas. Y como han sostenido algunos moralistas, ni las manos,
dicta su carácter, puede, según la situación de! destino, redundar ni el idioma de los hombres, los dos más hnportantes instrumen-
unas veces en beneficio suyo y otras en su perjuicio ( D,:sc., JII, 9\. tos de que. dispone, hubieran funcionado perfectamente, realizando
Esta convicción hubiera podido llevar, de nuevo, al fatalismo, pe.r·o -el hombre sus grandes obras, si la necessit_a no hubiera actuado
·J ,aquí como motor, Los antiguos jefes militares conocieron la virtu
·rodas esta& dudas y contradieciones actuaban sobl'-e. él como la fuer- i
za que pone el arco en lensién, incitándole a afinar tanto más la .di tal necessíta, infundiendo con ella el valor encendido en el áni-
:puntería. mo de sus soldados, al poner a éstos en situaciones en las que no
Los enemigos aprenden unos de otros el manejo de sus armas. tenían otro remedio que combatir. Venid conmigo, hace exclamar
} ,a uirtu tiene como cometido hacer retroceder a la «fortuna». La Livio ( 4 28) a un jefe de los volscos, dirigiéndose a sus soldados,
,cfortuna» es astuta, foego puede también ser virtü, si no hay otr,o . «virtute pat~s, quae ultimum ac maximum telum est, neccessitate
IT
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superiores estis,,. El corazón de MAQUIAVELO se encendía con estas- tratara sólo de obrar bien, es segui·o que se hundiría entre tantos
. palabras Alli donde mayor es la necessita, decía (Disc., J, l), nllí como hacen Jo contrario. Por eso es «necesario» para el príncipe
es mayor también la virlu, y aquélla nos lleva a realizar muchas que quiere conservar su poder, aprender también a no obrar moral-
cosas que no haríamos si oyéramos tan sólo los dietados de la ra- mente, actuando después, en esto o en el otro sentido, de acuerdo,
, zón. (Disc., I, 1, 6). Y al lado del concepto de la virtu ordinata· con la n.,cessita.
sitúa el concepto, igualmente característico, de la necessi:.a ordinata. Es curioso q ue el nuevo principio metódico del puro empiris--
dalle leggi (Disc., I, 1), como Cl'eadora del más excelente material' mo, que tal influjo iba a ejercer durante siglos, no es trat¡¡do por·
humano en los Estados. El problema es, pues, siempre, el de seguir M.AQUIAVELO al principio de su libro del Príncipe, sino sólo en un
las fuerzas naturales de la vida, regulándolas, a la vez, ¡>9r la razón. pasaje posterior, en el capítulo XV. Y es que el mismo autor se
ApclQndo al feo rceurso de los i..m,os puJ1íH1uu~ de5ignar su sistema va desarrollando mientras trabaja en su obra. Como hemos tra-
como una conjunción de naturalismo, voluntarismo y racionalismo_ tado de demostrar (16), e) capítulo XV del Príncipe no es parte
Ahota bien, sin su fe, de raíces históricas, an los beneficios de la· integrante de la forma originaria del libro, sino fruto de la am-
necc:sita, sin el impulso interno que aquélla le dió, es seguro que no pliación postetior de éste. El nuevo principio había sido putsto en·
11 babi.a formulado con tal decisión y convencimiento Jo que puede práctica siempre por MAQUIAVELO, porque era un principio que se
llamarse la maldición de la n.ec1mita, la necesidad política: en suma, hallaba íntimamente vinculado con el verismo del arte florentino.
. el maquiavelismo. Sólo en el CUl'$0 del trabajo percibe de repente que está caminando•
Otro rasgo de su carácter tenia todavía que añadirse a todo por r utas radicalmente nuevas. Este instanLe significa el cenit de su
ello: la naturaleza completamente inconvencional y, a la vez radi- vida y. a la vez, un giro deeisivp en la historia del espíritu eiuo-
cal de su pensamiento, que no retrocedía ante ningún abismo. Ya. pco. Y aquí la historia del espírilu se encuentra en contacto directo
sus contemporáneos habían aprendido hacía tiempo a no retroceder con la historia política, de suerte que es como una sacudida eléctri-
ante abismos morales y a avanzar sin preocupación a través del ca qu:: descarga sobre las dos a la vez. Es posible que a los esta-
fango. Sin el embotamiento general de los sentimientos ·morales distas no se lea enseñara nada nuevo con ello; nuevo era, sin em-
en la vida, sin los ejemplos de los Papas desde Sixto IV y Alejan., \ bargo, que tales ideas «se enseñaran». Sólo por su aprehensión como
dro VI con su terrible hijo César Borgia, MAQUIAVELO no hubiera principio reciben, .en efecto, .las tendencias históricas, toda su fuer-
tenido el ambiente necesario que necesitaban sus nuevas ideas sobre za de penetración, elevándose a lo que pue•;e llamarse idea.
el uso de medios inmorales en la política. Estas ideas no e.ran tam- Espantoso, empero, fué el primer caso en que se aplicó el nuevo
pooo, por su contenido, nuevas; nuevo era tan sólo que osara ex- método, así como sus repercusiones en la vida _,histórica. La neces-
presarlas e insertarlas en un sistema de base filosófica. Pues hasta sita, 1ue domina y fuerza toda la vida humana enseña que el prín-
ahora. en efecto, la teoría sólo había seguido con vacilaciones a la. cipe tiene que aprender también a no obrar moralmente. Era algo•
práctica Los mismos humanistas que, como Pontnno en la corte de· muy diferente el que en la política se violara efectivamente la ley
Nápcles, tuvieron ocasión de ver ~e cerca la parte más sombría del moral, a que estas violaciones se justificaran como una «necesidad»
nuevo arte político, llegaron incluso a permitir la astucia y el enga-- insuperable, que es lo que, desde ahora, empieza a suceder cada·
ño en beneficio del bien común, pero caían en seguida en los tó-- vez con mayor frecuencia. En el primero de los casos, la ley moral.
picos y frases vacías del «espejo de príncipes» tradicional ( 15).. quedaba intacta en su carácter sagrado, como una especie de necesi-
«A rnl. en cambio, dice M AQUIAVELO, y porque quiero ofrecer algo dad supraempírica. Ahora, en cambio, esta necesidad supraempí-
realmente útil, me pareció más adecuado examinar la verdad efec- rica era quebrantada por una necesidad empírica, y el mal se con-
tiva de las cosas. que entretenerme con las ideas fantásticas que- quistaba un lugar junto al bien, afirmándose asimismo como un,
de ellas se tienen. Muchos se han imaginado repúblicas y principa·• bien, o al menos como un bien imprescindible para el manteni-•
dos que nadie ha visto ni tenido por existentes, porque la diferen-• miento de otro bien. Las potencias del pecado, dominadas funda-
cia entre cómo se vivo y cómo se debiera de vivir es tan grande,. mentalmente por la ética cristiana, alcanzan ahora un Lriunfo pa r-
q ue aquel que re.flexionando sobre lo que debe hacerse olvida lo- cial, y el demonio penetra en el reino de Dios. Con ello comienza·
que realmente se hace, provoca tnás su ruina que su conservación. Un toda la ambivalencia de la cultura moderna, el dualismo entre va-•
hombrt-, eh efecto, que en todas las situaciones y en su profesión
(16) Klaniktr dtr Poliúk. Bd. 8: Machíaue/U, Der Füul usw., Introduc-.
(15) BE~OIST, L' tiat italicn auan, Machiavelli, CI\ "Revue des dcux rnon-- c.ión, uágs 32 y •igs. Los •rgumentos en contra de Chabod, Archivum Romá-.
det", 1907, l de mayo, pág. 182. Clr. PLATZHOFF, ob. elt., pág. 28. nicurn., XJ, 3, 1927, no han logrado convencerme.
j

-42 43

lores emp1ncos y supraempmcos, relativos y absolutos, que es la -do, realizando así un sacrificio trag1co, Esta solución del pnhiema,
gran enfermedad de esta cultura. Siguiendo su mis íntimo impulso tal como ha de ofrecérnosla má• larde Federico e! Grande, quizá
vital. el Estado moder:,o podía ahora ya liberarse de todns las vin• no era, sin embargo posible para la mentalidad de t,iAQutAV&!.O y
-colaciones espirituales que le coartaban, y, como potencia secula- de su época. El peasar en conflictos internos, refracciones y pro-
rizada y autónomn, realizar todas las maravillas de organización ra- j blemas trágicos, presupone u11t1 mentalidad refinada, más moderna,
ciona~ de los siglos siguientes, tan inimaginables para In Edad Me- una menlalidad que quizá no comienza hasta ShakespeD.re. El espí-
dia. Desde el principio, empero, su ascenso iba a verse lastrado por ritu ¡,rcforia entonces trazar líneas rectas por todos los &t-C(orcs _vi-
una contradicción interna. El Estado no podía prescindir de la re• lales, y al camino recto de la moral ctistiar.n opuso ilIAQUiAVELO
liglón de lu 1uu11,l, dd Daccho como íundnmentos de •u exi~tPnda, un r.amino, no meno3 recto, racional y orientado exdusivammte al
y, sin embargo, él mismo daba el ejemplo funesto de su violación, fin de la utHidad del Estado, y del que no dudó ~n extraer ius ú!-
cuando así lo oxig[nn los impel'ativos de su propia existencia. ¿No ·timas consecuencias.
se dnria cuenta MAQUIAVELO de esta contradicción y de las terribles Ahora bien, se le ha objetado una y otra vez, ¿era ve.rdudera-
-consecuencias que había d,e teoer? mente la utilidad c!el Estado el !in que !l"rseguía el libro del Prín-
MAQut,\.VELO no se percató de ello porque su teoría férrea de cipe? No se trata, mss bien, tao só~o de un breviario para los Mé-
la 11eces,ita !e ocultaba, o comp él mismo pensaba, le permitía sal- dicis-cuyo favor necesitaba l'riAQU!AVZLO y a los cuales está dedi-
-var esta contrndición. La misma potencia que forzaba al príncipe -cado-a fin de enseñarles cómo conquistar, de nuevo, el poder con
.a no oh1·al' moralmente ·en determinadas circunstancias, forz3ba tatn· los métodos del terrible Césa1· Borgfo? En otro lugar hemos ya
bién a los hombres a obrar moralmente, pues sólo por necesidad probado que esta concepción es demasiado angosta ( 17). No es po•
obran bien los hombres (Prí.11,cipe, c. 23). La necesidad era, pues, sible r.egar la realidad de los motivos personales y actua!es que le
la espada que, a la vez, heria y si:naba. Era el mecanismo causal impulsaron a escribir. la obra, pero en ésta se volcó también, desde
·I
qu-e:, en caso de que en el Estado no hubiera más q:ie virlu, le pro- un principio, toda su filosofía política y todo su deseo de ver a
curaba ya de por si moral y religión y echaba un manto sobre sus Italia liberada de los bárbaros. César Borg:a con su crneldad y su
faltas , De esta ,nam:ra, por tanto, las doctrinas de la lucho de la -<leska1tacl racionalizadas debía ser, sin dudo, eí paradigma de los
virtu contra la «fortuna» y !a de la nectssita se conjugan íntimamen- métodos políticos necesal'Íos en la situación de entonces, pero el
te para justificar el uso de medios ir.morales por el príncipe, neu• ideal y el más alto ejemplo para el nuevo t1rincipe en Ital!a debía
tralizando, a la vez, sus efectos nocivos. ~tar costituído por los grandes liberadores nacioyales y fundadores
MAQUI!.VELO, en efecto, so,tuvo siempre In vigencia general de -<k F,;tedos, por Moisés, Ciro, Teseo y R6mulo. Todo el libro, desde
la religión, la mornl y el De,wcl,,,. !ncbsn en el capítulo más cínico -el comienzo hasta el capitulo final-teaido, a veces, enón~amente,
del l'rÚ1cipt-_ el XVHI, en el cual justifica la violación de lo pac• por un añadido sin conexión con el r~.sto-surge de un pensamiento
tado, afirmando que el príncipe, y, sobre todo, e! nuevo príncipe, fundamcn!al unitario y est;:, orientado al gran tema de :a lucha
está a veces forzado, si quiere mantener el Estado, a obrar contra entre vir,~ ·y «fortuna».
la fidelidad, «la compasión, In humanidad y la religión», MAQUIA- En sus ca¡,ítulos !écnicos el Príncipe pue<!e, sin dude, provocar
VF.LO no deja, sin embargo, de obser var que, si le es posible, el la impr~sión de que MAQUl1\VELO sólo tenía sentido para el prove-
principe no debe desviarse. del camino del bien, sino que sólo •Ch o personal del príncipe. Aquí M AQUIAVELO se dejaba llevar de
,debe ser capaz de obrar inmoral mente en casps de fuerza mayor. ·su pasión por el aislamiento y la exagemci6n urülaterales del thema
Condenable harto condenable era, sin embargo, su famoso consejo prob12P.dum. del momento. Si se considera, empero, al libro como un
de que el príncipe no tiene necesariamente que poseer todas las . lodo y se le compara así con el todo de los lJi,corsi y del resto de
"buenas cualidades de la lealtad, sin~ridad, etc., pero si debe apa- -sus 1'.Seritos, esta impresión desaparece, y se ve que la auténtica e
rentar que las posee, y ello, poTque el ejercicio constante de aquéllas íntima idea reciura de. MAQUIAVELO co la regeneración de un pue
•es perj udicial, mientras que la apariencia de su posesión es p1·?v~- blo hundido. su elevación a las virtudes y energías políticas, valién•
ch0Slt. Con ello quedaba legitimada la figura del malvado h1po- dose para ello de la virtu de un soberano tiránico y de todos los
cri!;: ejerciendo el poder. Con los fines e ideas regtoras de MtQUL~- medios dictados por la n«essitil.
VELO hubiera podido conciliarse, sin duda, la eixigencia para el Lo peculiar y lo históricamente decisivo en MAQUIAVELO es jus•
principe de una aclilud mo~al interior, siempre que _ésta se ??m•
binal'a con la fuerza necesaria para, en caso de necesidad pohl!ca, (17) En lu lntroducci6n ya mencionada al tomo 8 de los K/cuiker der
-echar sobre sí el conflicto entre moral individual e interés del Esta- Rolitik.
:par a un inconveniente sin caer en otro, y la prudencia consisle en
44 i'!l 'Valo1·ar la calidad de los ir.convenientes, a fin de tomar como bueno
,el que menos malo es» (Príncipe, c. 21).
tamente: que este primer descubridor de la esencia de la razón de ' Como ya veíamos, su relativismo se manifiesta, sobre todo, res•
Estado recorre ya imperturbable todas las alturas y todos los abis- pecto a las formas políticas. La contraposición entre el Príncipe de
mos a los que ésta conduce. Conocía todas sus profondidages, .tendencia monárquica y los Discorsi de matiz republícan?. es sólo
todo lo que en ella llevaba a )a bestia en el hombre: «es decir, que- aparente. La virtú que vive en un pueblo es el elemento dec1S1•0 para
a un príncipe le es necesario saber utilizar exactamente tanto la •sentenciar si es la monarquía o la república la más adecuada para
bestia como el hombre» (Príncipe, c. 18). En este sentido, y arras-· -él. En este sentido era pura consecuencia que MAQUIAYELO pidiera
1: trado por su radical pasión de pensador, podía, como ya veíamos, un tirano monárquico para una época como la suya, en la que to_d?~
t hundirse en el abismo de la bestia más de lo que la utilización de· los valores se hallaban en crisis. De otra parte, )\1:AQUIAVELO perc1b10
. \,, t:~l.1:1 hl;f.cí« u~t."f'SaJ .io. Sabía asiu1is1nu qm::: ~u la necesidad política·
-así por ejemplo, en la amenaza que pesa sohre un Estado por la·
.exactamente el doble filo de su exigencia, la posibilidad de que
todos los medios de la monarquía que él ponía en manos del
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I'
. políti;ia de conquista de sus vecinos-no sólo se oculta pura nece-· .pr:ncipe fueran mal usados por éste y puestos al servicio de su ape-
.} sidad objetiva sino también el impulso y el placer del pode~· en sí: .tencia de poder personal. Las razones por las que no abordó este
«de la amenaza por los demás, surge también la voluntad y la nece•· problema en el Príncipe son claras. En los Discorsi, empero, expresó
j' sidad de conquista» (Disc., II, 19) (18). El mero apetito de poder, sin ambages como su propia y personal convicción, que, en el fondo,
¡! la bruua cupidita di regnare (Disc., III, 8) es, sin embargo despre- sólo en las repúblicas está asegurada la precedencia del bien común
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ciado por él, que inmeditamente se eleva siempre al núcleo central' res~ecto al bien particular, y, por tanto, la verdadera base de la
i1
. l utilitario de la razón de Estado. Mantén serena la cabeza, es su' .gr;ndeza politica (Disc., II, 2). Con la exageración apas_ionada en
comej o, a fin de tratar de conseguir sólo lo alcanzable; evita la· -que a veces caía, pudo incluso decir que en el Estado-cmdad n_io•
arrogancia después del triunfo, y si te enfrentas con un adversario· nárquico, todo lo que el príncipe hace pata su provecho per¡ud1ca
superior, procura concluir a tiempo una paz razonable (Dísc., en la mayoría de las veces a la ciudad, y todo lo que hace en pro•
II, 27). No excites al adversario con amenazas y ofensas, por- veeho de la ciudad le perjudica a él (19). Sin embargo, inmediata-
que las amenazas le hacen más precavido y las ofensas aumen- mente a continuación, aminora la crudeza d~~ este cuadro, contra-
tan su odio (Disc., II, 26). Atraerse el odio sin sacar provecho de poniendo la imagen del príncipe occidental a la figura bárbara del
ello, es ligereza y falta de talento (Disc., III, 23). En ningún caso, soberano oriental, diciendo de aquél que, si se trnta de una persona•
debe edificarse el poder político sobre el odio del pueblo. Es mejor· lidad normal y humana, amará igualmente las ciudades sometidas
provocar el enojo de los grandes, porque éstos son menos en número· dejándolas en el goce de sus antiguos Derechos. Aquí tamb:én nos
y, por ello, más fáciles de dominar; pero también aquí su consejo sale al paso un rasgo característico de la -razón de Estado. maq~~a,
es proceder según un método racional de contrapesos, «no llevando. vélica: la teudencia a actuar conservadoramentc y con cons1derac1on
a los grandes a la desesperación y dando al pueblo lo . necesario,;,. en la vida interior de los Estados (20). Ello no quiere decü, sin
(Príncipe, c. 19). El utilitarismo político es también relativjsmo. Hoy, -embargo, que quedaran eliminados procedimientos drásticos cuando
enseñaba, es necesario tener en consideración a los pueblos, porque· se tratara de asegurar el poder político amenazado. En el horizonte
los pueblos significan más que los ejércitos. Los emperadores roma- de su fantasía política aparecía también la íigura imaginaria del gran
nos, en cambio, tenían que considerar más al ejercito, porque en· regenerador de Estados en decadencia, el cual sabía insuflarles
aquella época los soldados significaban más que el pueblo (Prín- nueva vida «bien por la propia virti,, bien por )a virtu de una or·
cipe, c. 19) Las fortalezas son o no son importantes, segun las, ,lenación es decir, por una reforma general. Las necesidadEs prác-
épocas; pero la mejor fortaleza es siempre no ser odiado por er ti¡;as y l~s posibilidades de su época, de las cuales partía él, en gene-
pueblo ( Príncipe, c. 20). En cada cosa se encierra un juicio especial i-al, se limitaban, empe.ro, a dominar las resistencias internas; es de-
peculiar de ella (Disc., III, 11), y, por eso, todo obrar se.gún la ra-
zón de Estado tiene que ser consciente de la esfera de inseguridad, (19) Aquí apela a Jcnofonte, De tyrannidc. Se lrala del diálogo atribuído
de mutación, de dobles efectos en la cual se mueve. «Que ningún Es- a Jenofon<e, Hieron, como ha probado ELLl~CER, Antike Qu.eUen der Staatslehre
tado crea nunca poder tomar decisiones seguras, ya que todas son Machí,roe/J,i,s en "Zeitschr. f. d. ges. Staatswissenscbaften", Bd. 44, 40.
(20) Cfr. los consejos en Pr!ncipe, c. 3: " . .. en l os nuevos terril'.>rios ad-
1 dudosas, y está en el orden de las cosas que nunca. puede uno esca- quiridos, si hablan CI mismo jclioma, no deben alterarse ni las leyes ni los
~ impuestos".
·:18) Cfr. también el Príncipe, c. 3: "E cosa ,·erameme moho nalurale et
ordharia desiderare di ncqui.stare. e sempre quando Ji uominí lo fanno che-
poasano, .saranno ls:udali e non biasímatí."'
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cir, a una lncha directa e indire.:ta, r¡icional y, a la vez, radi- mantenerse durante los años que siguieron al sacco di Roma. De·
cal de las conspiraciones. Los fines del absolutismo nivelador esta suerte retrocedió también a segundo plano el fin ético de su
de los siglos posteriores estaban todavía lejos de él y de su tiem-
po. El · :naquiavelismo abrió, sin duda, el camino hacia su con- arte polítido, la idea de la rege.Jeración. Se prestó atenció? a sus.
secución, pexo él mismo no llegó a verlos todavía. A ello se debe_ ideales republicanos, pero, a la vez, ~: les interpretó equwocada•
mente; así, por ejemplo, en la c~noopc1on que vn a aparecer ya en-
también que no desempeñe todavía ningún papel en MAQUIAVELO el
·ios primeros tiempos, de que la imagen _del, soberano trazada en ~l
primado de la razón de Estado sobre el Derecho positivo, el cual
Príncipe trataba de desenmascarar la tirama y pon_er ~n guardia
constituirá en el sigio XVII, como ya veremos, uno de )os problemas
contra el veneno que en ella se encerraba (21). De ordmano, empero,.
prindpaies de la razón de Estado. Al contrario,_el respeto! por prin- se vió en él eJ1 las épocas siguientes, el mai consejero de los prín-
cipio, de las leyes vigentes es un rasgo esencial de su _idea de la
cipes, y se 1~ ataca mientras se le utiliza en secr~to. Como ya veÍílmo~,
soberanía racional. «Los príncipes deben saber que empiezan ya a el mismo MAQUIAV>:LO ~, en parte, r e opon:onb1c de dio por 3U me·
perder el Estado en el momento mismo en que comienzan a que- todo de aislar unilateralmente el problema de cada momento. El mo-
brantar las leyes y las viejas instituciones y costumbrns bajo las tivo i:?ri_ncipal, empero, es que la idea de la reger.cración política
cuales han vivido sus súbditos largo tiempo» (Disc., III, 5). sobrepasaba las posibilidades y la voluntad de )os pueblos y sobera-
Todo esto nos muesira a MAQUIAVELO a las alturas éticas de una nos de entonces, y que, por eso, tenía que caer en tierra m:ierta. La
razón de Estado que, presa e.n las baneras de su tiempo, sólo podía lucha por los valores religiosos que estalló a lu sazón iba a acaparar·
tener fiMs limitados; pero que, sin embargo, podía sentir vivamente tocias ias fuerzas espiritual~ de los contemporáneos, y los hombres·
el bien común del pueblo entero. Y finalmente, podía también al- de la Contrareforma, incluso aquellos con libertad de pensamiento,
zarse al ¡x,thos· ético más elevado en e! obrnr por razón de Estado, y que se habían incorporado el espíritu de Renacimiento, no pod~an
el cual •oonsist.; en echar sobre sí vergü,enza e infamia a fin de poder ya entender el antiguo idealismo estatal :le sello pagano clefend1do,
salvar así a la patria. A veces, lo hacía en combinación con su frío
poi· MAQUIAVELO. Sí se entendió, en cambio, el realismo ~nt,guo y
utilitarismo: «Siempre será difícil convencer a la masa en aquellas pagano de su arte político. Y aquí se puso de manifiesto io que la
decisiones que, al pa1-ecer, encierran en sí cobardía y pérdidas; pero conformación espirituai puede añadir a las fuerzas vitales con sus.
que, en realidad, significan salvación y ganancia» (Disc., I, 53). Las meros efectos mecánicos. Esta conformación espiritiial clió al ma-
alturas y lo abismos de s u razón de Estado los unía MAQUIAVELO en
quiavelismo, que ya existía antes de . MAQUÍA''ELO, un plus_ de efica-
aquella~ palabras que se encuentran al fin de sus Dircorsi y que no cia al insertarlo en un sistema meditado, concluso y estncto. Una
debiera debido olvidar un gran estadista alemán durante la g uerra planta silvestre esparcida por doquier y que podía tm_,to curar com?·
mundial de 1914 (Disc., III, 4,1): que a la patria se la puede salvar envenenar fué cultivada con cuidado y, con ello, me1orada y mulll-
también «con i«nominia».
0
«Allí donde se trata de la salvación de plicada en sus efectos. En su doctrina se mezcló, de un lado, la con-·
la patria no· debe tomars~ en consideración si algo es justo o injusto, vicción de que la vida política era así, seguiría siempre siendo así y
cruel o compasivo, digno de. alabanza o de censura, sino que, dand_o probablemente no podfa ser de otro modo, y de otro, el ímpetu de la
de lado a toda otra idea es preciso seguir aquella decisión que le necesidad, según la cual el príncipe que no quería perecer tenía que
salva ia vida y le mantiene la libertad.» set zorro entre los zorros, vulpinari cum vulpibits. Y en esta ncces-
sitit se sentía también oscuJame¡¡te ante la conciencia-y este fué·
* " • el únko elemento ético de M,tQUIAVELO que iba a alcanzar influen-
cia- una justificación elevada de toda política inmoral. C9ntra cllo,
Como a tantos otros grandes pensadores, también a MAQUIAVELO a su vez se alzó la conciencia cristiana, nuevamente renacida en las· :·,
......,
le ha ocurrido que sólo con una parte ?e su ,re,n~amiento ha, acerta~o d:stintas' confesiones, y así comenzó la· lucha espiritual ea torno al'
a influir el curso postel'ior de la vida h1stonca. Gran mfluenc1a maquiavelismo que será objeto en seguida de nuestra exposición._
ejerció, sin duda, y de modo dura~ero. su nuevo_ mé~odo de hacer Más adelan'te volveremos a iVIAQUIAVELO, cuando consideremos en
descansar la política ,obre la cxpc1·1cnc1a y la h1stor1a, a pcoar de su di-sarroUo ulterior los fecundos gérmenes de individualización-
que este método no pudo elimi~ar de un golpe el método es~olástico histórico-po!ítica que se contienen en su teoría de la razón de Es-
y humanístico hasta entonces rmper~nte, y hubo ?e com~marse y
tado. Ahora, por eso, podemos contentarnos con enunciar los datos·
mezclarse ininterrumpidamente con el durante casi dos siglos. Su
ideal ¿e la virlu, empero, se desvaneció pronto, porque la actitud
(21) Así ya en la ed. de Giunta dcl Principe de 1932. Burd en la Intro-
vital pagana del Renacimiento, del que aquél había nacido, no pudo ducción n su edición, 1891, pág. 36.

. . ~"',•,, ......~.~..... --
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·.más importantes acerca de la difusión de su doctrina y de su con- liremos de tener como sentado lo que ya sabian los escritores italia-
·>eentración en la expresión tópica de la ro.gion~ di statc.
n os de la ragione di staw en el siglo xv11 (25), a saber, que íué el
El Príncipe circuló primero sólo como manuscrito. En 1532 Bla- arzobispo y humanista Giovanni della Casa el primero que u tilizó
·--do ~izo imprimir la obra por primera vez, y a esta edición iban a -como un concepto fijo aquella expresión hacia mediados del siglo XVI.
,segmr otras muchas (22). El mismo Blado hizo imprim,ir en 1531 Es instructivo ver en qué conexión tuvo ello lugar y lo que el
·también la primera edición de los Discorsi, de. los cuales se hicieron autor decía en este punto. En 1547 cayó Piaccnza en nanos del
·-igualmente en seguida numerosas reimpresiones. El primer f rul~x
Emperador, el cual retuvo en su _p oder la plaza s i~, devolvérsela a
,Jibrorwn ¡>rohibitomm, publicado en 1552, puso todas las obr as su yerno, el duque Octavio Farnes10 de Parma. Deb10 ser en uno de
·.de MAQUIAVELO en la lista de los libros prohibidos. Y a al año si- los años siguientes cuando della Casa, que se encontraba como Nun -
guiente, sin embargo, apareció en Basilea la primera traducción al cio en Venecia al servicio de Paulo III, el abuelo del duque Octavio,
'.latín del Príncipe. La difusión de los escritos de M ,1 QUJAVELO no
,podía ya contenerse. , ., Ji, igió al emperador _Carlos V, pidiéndole ~n un a~pulo•o dis-
CUl'$0 la devolución de P,acenza (26). Puede obietarse, dice el au.tor,
. La expresión_ ragione di stato tiene que haberse impuesto paula- que la ragione degli stali no lo permite, pero esto no es una opinión
·tmamente ·a par!Jr del tercer decenio del siglo xv1. Ya Gu1cc1ARDINI ni humana ni cristiana, y la equidad y la sinceridad no son toscas
· tan próximo espiritualmente a MAQUIAVELO, habla en una ocasió~ vestiduras de diario que uno no puede llevar en ocasiones solemnes.
·d_e r~one e uso degli sf'ati, pero de tal manera, que es difícil saber La razón tiene también que imperar en las grandes cuestimes de la
· s1 <jUler~ expresar con_ello UD . concepto ya acuñado (23). El primer vida. Quien obra en contra de ella, especialmente en asuntos políticos,
,test1momo d~ la doct:·ma P;e?isa de la ragione di stato ha querido obra contra la n aturaleza y contra Dios. Si la razón, con la que se
·verse en un mmemonal anommo de 1525. Se trata, empero, de un
·-er ror (24), y por eso, hasta que aparezcan nuevos testimonios, ha- guía a los futados, no persigue _más que el provech~ y la . utilid~d
con desprecio de todas las <lemas leyes, ?drnde esta la d1feren~1a
entre tiranos y reyes, entre hombres y amma]cs? Jloy se denomma
(22) Cfr. GERBER, Niccolo MachiaveUi, die Handscliri/te11, Au•¡;aben und Jo útil ragion. di stato, con lo cual se crean dos clases de razón, la
.,uebersctzU/l{;en sciner Jll'erkc, 1912.
(23\ "!)iálogo sobre la constitución de Florencia" (entre 1523 y 1527),
una torcida, falsa y desenfrenada, dirigida a la ~apiña )' a la in-
Opere rnedite, II, 212. Cfr. llARKHAUSEN, Fr. Cui.cciardinis po/itische T/ieorkn moralidad, a la que se llama ragion di sllJ.to y a la que se confía la
u.siv., 190~,. pág. 89. Guicciardiní aconsejaba aquí matar a todos los pisano; dirección de los Estados, y la otra, sencilla, recta y firme, a la que
hc,:hos pr,s,oneros, a /in de debilitar así a la ciudad. Ello no cra-decía-cri,- se exoulsa de los ne"'ocios de Estado y se confina en los estrados de
·,tiano, pero asf lo exigía ragione e u.so degli stati. ·
(24)_ LMIANSKY, Secrcts d'!tat de Venise, 1884, págs. 529-533; un opúscu-
los tribunales. A c~ntinuación, della Casa trata de convencer al
_Jo n,i6~nno. Y ••~ focha, Che .n possa dai principi insidiare alta vita d"gli ad-
. licre"u ~c1. nenuci. loro, extraído de un ~tmuscrto de los siglos xvn o xvnt Botero en 1589. Para mí no hay duda de que el folleto presupone ya ":'ta
pel"tcncc1cnte nl director de muscos venecianos Barrozi. Partiendo de un su• elaboración 1eórica. La relación de la rag:ione di stato con e~ .J?erecho _poslll-
· pues.to complot del general de Carlos V, Marqués de Pescara (m. 1525) contra vo, au concepción como arbitra, el esfueu.o por una dcfimc1on prec1s~, 1a
•·la vida del du,q ue Ercolc de _Ferrara, partidario del rey de Francia, se indaga separación y para1clo entre rag_ione di guerra e di ;;tat~, etc.,. son cueshon~
. .aquí haste que ~unt~ eran c1_ertas Jas"quejas del duque sobre el complot.. F:n que se debaten sin cesa.e en ]a llter.1.tura sobre la rag1one_ d1 st~to. a patur
el curso de la discuslón se dtce, que la pru<lenza política o ra«ione di stato de Ammirato (cfr. cap. Vf). A mi entender, es altamente 1nvcros1m1! que ya
che noi vog:liamo ehiamarla" trae consigo que el príncipe [lOng~a por encim~ en 1525 un pensador conociera todos estos problemas, que sólo a partir de 1~00
de todo fa conserv~ción o engrandecimiento de .Sll stato, "e di que nnsce, e.he comienz.a_;.·.;;i'a ganar actualidad. Por lo domá'3, al folleto le falta el~ e:o!ondo
tuuo quello, che s, ope_l1l con Quello fine, si dice ragione di stato etc. Que,ta directo dC }a época. El caso de Pescara es tratado como un caso t1p1co, d&
pru<le~7_.a perO, non_ obhg~ta ad altro> che al se:rvitio, alla sicurita e alla per4 la mismr. munera que~ más tarde,· habían de httcerlo Paruta y Bo1;:ca1ini (este
petuaucme del dominare, mter.l).reta le lcggj, altere le consuetudini muta ¡ co~- último tratará también una vez del caso Pescara) con sucesos del pasado.
tumi e quasi ar~jtr~ dispone, etc." El complot de Pescara no h;bí a por qu-;; Finalmente, el eomicnio del t<abajo no$ indica. que el autor ha trntndo ya an-
condcna~]o en s1 m1smo. y esta clase de complots .1islndos no son nunca tan tes sobTc el mismo tema. En resumen, se trata, $in duda, de un tl'ótO extraído
!11alos m tan. des~n~ctores como las guerras que causan fo tnuerte de muchos- de un tra1ado político debido a la pluma de uno de los incontables escrltores
i~occnt~. pe lo umC? que el duque t.~cole podfa quejara.e, es de qm~ Pese.ora. oue trataron hac;a l600 el arte de la polftica. Del complot do Pescara, por
siendo unhano Y panente suyo. se hubiera portndo tan poco caballerescamente !~ demás nacla sabemos por <;> tras fuentes. M. Broscll> un buen cc:moce<lor de
C?n él. _Si este folleto hubiera sido compuesto por un con1etni)Oránoo, es <le• la ipoca,' al que se dirigió t!n consulta Platz.ho!f, le aconsejó cierto escepti•
etr, . haci.a ~525, y por algnien pró~itno a Pescara, tendríamos en él el primer cismo frente al folleto.
testimonio m1pa1·tan_to de una teo.na desano1Iacla de la ragíone di stnto. Más (25) CmARAMO~'Tl, Della ragione di $1414, 1635, pág. 10. Cfr. fEl<RARt,
de dos d~ecn1oa/ Sln emb~rgo, separ~rian al folleto de la siguiente mendón
· de. la rog10ne <h stato, y otrQs decemos de su elaboración leórica a partir de Hist. de la rllison. d'Eta<, pág. v1.
(26) Edición de las Opere della Ca,a,de 1707, t. 11, págs. 125 y sigs.
4
·50
Emperador de que no puede obrar eri el sentido de e.sta doctrina,
abominable.
En la cuestión de Piacenza, entre el Emperador y el Papa, entra-
ban en juego, lo mismo en una que en la otra paite, todas las ar~s-
de la nolítica maquiavélica. Pier Luigi Farnese, el padre ~e Oc_tav10,.
había sido asesinado en 1547 por orden del gobernador 1mpenal de·
Milán. En la casa de Farnesio, por eso, el sentimiento de venganza:
discurría los peores medios contra el Emperador. La propia l·azóo
de ·Estado del diplomático pontificio oculta cuidadosamente esto en CAPITULO 11
su di,curso. En el oscuro transfondo de sus palabras, empero, se-
muestra claramente ya toda la escisión que había comenzado a pe- LOS PRIMEROS ADVERSARIOS DEL MAQUIAVELISMO EN
netrar el pensamiento y el obrar de los homLre,,;. FRANCIA: GENTILLET Y BODINO

Podría escribirse la historia del maquiavelismo como historia de


la polémica literaria en torno a J\1AQUIAYELO, recorriendo así de
nuevo el camino ya trazado en el siglo xvm por Johann F'riedl'ich
Christ en su notable libro sobre el florentino De Nicoltw Machiavelo,
libri tres (Hvlle, 1731), y que después habían de seguir R. v. Mohl
en el tercer tomo de su Geschichte u11d Literatur ier StaaJswissens-
cha//J,eJn; Villari en el segundo volumen de su obra sobre MAQUIA·
VELO, y Burd en su edición del Príncipe ( 1891). Al hacerlo así,
empero, habría que ocuparse con una legión de'personalidades de
1 segunda y tercera fila. Una historia así de las opiniones y juicios

H
11
sobre MAQUJAVELO representaría, sin duda, un trozo de historia ge-
neral dentro del curso del pensamiento lüstórico-politico, pero que-

¡:

daría excesivamente vinc•1lada a lps problemas planteados por la
personalidad de MAQUIAVELO, y tendría que detenerse demasiado en
detalle en las interpretaciones complicadas y artificiosas de siglos
anteriores. Mucho más fructífero es, en cambio, desprender la inves-
!: tigación de la personalidad de MAQUIAVELO y estudiar, en su lugar,
los efectos del espíritu que en ella akanza expresión.
;¡ La teoría de MAQUJAVELO fué como una espada que se clavó en
el cuerpo político de la humanidad pccidental, haciéndola gritar y
1l rebelarse. No podía ser de otra manera, ya que con ella no sólo se
hería sangrientamente el sen timiento moral natural, sino que, ade-
más, se amenazaba mortalment.e la conciencia cristiana de todas las
iglesias y sectas; es decir, el vínculo más fuerte de unión de hs
1 hombres y los plleblos, la potencia espiritual más elevada en ellos.
No puede desconocerse, desde luego, que, como ha mostrado Ernst
Troeltsch en sus Sf>zúrlleh11en der cliistlichen Kirchen, tanto el cato-
licismo como el protestantismo ofrecían ciertos portillos de entrada
y cierto espacio para un arte político secularizado: la ética cat6lica,
por el reconocimiento de un Dere<:ho natural relativo y, por tanto,
'i también de ciertos deberes y cometidos naturales de la vida terrena;
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