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El tedio

Las personas vemos series y películas en las que los protagonistas viven aventuras
de todo tipo, desde conocer a otra persona en condiciones sorpresivas, atrapar
delincuentes o nada menos que salvar al mundo de una catástrofe inminente.
Vemos las hazañas de los deportistas, como rompen los records, como logran lo
increíble y no se diga del nuevo gol de Messi o Cristiano Ronaldo.
Y por supuesto no falta quien admire a Stephen Hawkins o a los cantantes de ópera,
pero aun en este caso quien lleva a cabo las acciones es otra persona, nosotros
solo somos espectadores.
¿Podríamos ser protagonistas?
De hecho lo somos, pero nuestra vida no nos causa tanta emoción, las tareas
cotidianas como comer, dormir, estudiar, cumplir con las funciones repetitivas en el
trabajo, no nos llevan a la emoción sino que nos lleva al tedio.
Al aburrimiento y es así que encontramos servidores públicos cansados, fastidiados,
malhumorados, ciudadanos apáticos, incrédulos, todos son lo mismo, dicen, nada
va a cambiar.
Encontramos padres desinteresados en la problemática de sus hijos, hijos que
medio escuchan a sus padres mientras mueven los controles para buscar una
buena serie de netflix, que no encuentran y acaban por hacer un recorrido
exhaustivo por el cable, el netflix, la televisión abierta y acaban por ver nada,
dormidos en un sillón.
Los medios de comunicación ya no saben cómo entretener a la gente, como ganar
rating, cambian la verdadera información por amarillismo pero no así logran quitar
el tedio de sus auditorios
Y ¿en las escuelas?, los maestros hacen dinámicas, se vuelven entretenedores sin
autoridad, tratando de mover alumnos que no desean aprender los contenidos
porque los padres se han quedado atrás.
Y surgen los coaches, personas que te venden un producto perecedero, el primer y
segundo curso y entonces te vuelves consumidor de un producto: la motivación.
Es aquí donde entra el asombro filosófico, encontrar lo nuevo en lo viejo,
asombrarse por lo cotidiano, por la forma de los alcatraces, por el sabor de los higos,
por la sensación del agua sobre la piel, por el teorema de pitagoras y las leyes de
Newton, de Kepler, de la Termodinámica.

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