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El agua subterránea en la industria de la construcción

El agua subterránea o conocida también como agua invisible, el agua es la fuerza motriz de
toda la naturaleza, el agua subterránea se almacena en un acuífero que es una formación
geológica que actua como esponja.El agua subterránea constituye el recurso mas importante
para generar el desarrollo de la sociedad. Son agua filtradas que se filtran atravez de grieta o
poros de las rocas y sedimentos que reposan debajo dela superficies de la tierra,
acumulándose en las capas arenosas o rocas porosas del subsuleo las cuales se saturan como
una esponja determinando el nivel freático. Los conocidos como acuíferos, y almacenes de
agua en la tierra y mcha genedepende de esta agua parasu vida.

El nivel freático juego un papel muy determinante en la industria de la contruccion debido a


que el nivel freático se puede encontrar

Agua subterránea
El agua subterránea es la que se encuentra bajo la superficie terrestre y ocupa los
poros y las fisuras de las rocas más sólidas. En general, mantiene una temperatura
muy similar al promedio anual en la zona, por ello, en las regiones árticas, puede
helarse.

El agua subterránea más profunda puede permanecer oculta durante miles o


millones de años. No obstante, la mayor parte de los yacimientos están a poca
profundidad y desempeñan un papel discreto pero constante dentro del ciclo
hidrológico.

A nivel global, el agua subterránea representa unas veinte veces más que el total
de las aguas superficiales de todos los continentes e islas, de ahí la importancia de
esta agua como reserva y como recurso de agua dulce. Además, tiene un importante
papel en la naturaleza. El efecto de la gran reserva de agua respecto al flujo anual,
es esencial para mantener el caudal de base de muchos ríos y la humedad del suelo
en las riberas y áreas bajas.

El agua subterránea es de esencial importancia para nuestra civilización porque


supone la mayor reserva de agua potable en las regiones habitadas por los seres
humanos. Puede aparecer en la superficie en forma de manantiales, o puede ser
extraída mediante pozos. En tiempos de sequía, puede servir para mantener el flujo
de agua superficial, pero incluso cuando no hay escasez, es preferible utilizar agua
subterránea porque no tiende a estar contaminada por residuos o microorganismos.
Aunque el agua subterránea está menos contaminada que la superficial, la
contaminación de este recurso también se ha convertido en una preocupación en
los países industrializados.

Actualmente, en España, la extracción de aguas subterráneas suministra un


volumen aproximado de 5.500 hectómetros cúbicos, de los cuales un máximo de
1.500 se destinan al abastecimiento de agua potable a las poblaciones, y el resto, a
riegos agrícolas.

Hay que anotar que el papel que tienen las aguas subterráneas en el suministro de
agua potable es relevante, porque de ella depende el abastecimiento a una
población de más de 12 millones de habitantes. No es menos espectacular la
utilización de las aguas subterráneas para regadío en España, puesto que ha
supuesto importantes beneficios que en muchos casos han sido superiores a los
obtenidos con la utilización de las aguas superficiales.

Debido a una serie de actuaciones incontroladas por parte de algunos individuos,


los acuíferos se han visto de sobre manera explotados. Esto ha perjudicado de
manera notable, dando lugar a problemas de diversa índole, tales como el
agotamiento de las reservas, deterioro de la calidad del agua, e impactos
económicos y medioambientales, etc.
El uso y gestión de las aguas subterráneas
La revolución silenciosa de las aguas subterráneas “ha sido realizada especialmente por
agricultores modestos que en las regiones áridas y semiáridas de este planeta azul han
perforado millones de pozos de los que hoy extraen probablemente un volumen que oscila
entre los 700 y los 1.000 km3/año" (Llamas, 2007).
Los acuíferos aportan entre el 25% y el 40% del agua para uso doméstico a nivel global y
son una fuente muy importante de suministro de agua para la mitad de las megaciudades y
centenares de grandes ciudades en todos los continentes (Vrba & van der Gun, 2004).
En muchos países, incluidas España, la explotación de las aguas subterráneas se realiza
de forma no controlada, llevando a la que ha sido definida una ‘anarquía colosal’ (Shah,
2004) que sustenta el desarrollo socioeconómico de la sociedad pero amenaza la
sostenibilidad del recurso subterráneo y de los ecosistema que de ello dependen.
El gran reto es conseguir encontrar fórmulas que involucren a los usuarios de las aguas
subterráneas – sobre todo en el regadío – en la conservación y mejora de las aguas
subterráneas.

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Las aguas subterráneas han sido caracterizadas con distintos adjetivos—invisibles,


escondidas, ocultas, silenciosas—que sugieren que a menudo pasan desapercibidas y que
es difícil saber qué ocurre con ellas. Lo cierto es que las aguas subterráneas representan el
98% del agua dulce que no está atrapada en los hielos de los polos y de los glaciare. Si las
pusiéramos sobre la superficie de la tierra tendrían un espesor de unos 15 m, de los que
100 mm se renuevan cada año. Los acuíferos—unas masas rocosas con capacidad de
almacenar el agua en sus poros y fisuras y de transmitirlas a través de ellos—se pueden
asimilar a unos ‘embalses subterráneos’ a donde llega el agua de lluvia infiltrándose desde
la superficie y de donde sale porque es bombeada o porque se filtra y alimenta a ríos,
manantiales y humedales. La mayoría del tiempo el caudal de los ríos proviene
principalmente de los acuíferos y muchas de las funciones de los ecosistemas acuáticos
dependen de la interacción entre río y acuífero. Por ello, cuando se bombea tanta agua
subterránea que el acuífero deja de alimentar al río, se altera de forma sustancial su
dinámica y su funcionamiento como ecosistema.
Las aguas subterráneas han sido y siguen siendo el motor de un significativo desarrollo
socio-económico en muchas regiones en todo el mundo. Aunque en España, por razones
históricas, el agua subterránea se utiliza para satisfacer solo cerca un quinto de la demanda
urbana, en muchos otros países es el recurso principal para asegurar el suministro
doméstico. Los beneficios más significativos, sin embargo, han ocurrido en el regadío desde
finales de los años ‘70, con la llamada revolución silenciosa de las aguas subterráneas, es
decir la construcción y explotación de pozos por millones de pequeños agricultores. Esa
revolución fue favorecida por la invención de las bombas sumergidas, los avances científicos
en hidrogeología y por las ventajas de las aguas subterráneas con respecto a las aguas
superficiales. Algunas son: el acceso a demanda del usuario y cercano al destino final de
utilización, el bajo coste de la inversión inicial para explotar el recurso, el acceso al recurso
sin necesidad de involucrar a la Administración en su regulación y, a menudo, la buena
calidad del agua. Todas estas ventajas, sin embargo, representan también la “perdición” de
las aguas subterráneas, ya que si la acción de un individuo—la perforación de un pozo y su
utilización—de forma aislada es inocua, la misma acción por parte de miles de individuos se
convierte en lo que ha sido llamada una tragedia de los comunes y en la consecuente
degradación del recurso.
Las aguas subterráneas en general son menos vulnerables a la contaminación que las
aguas superficiales. Algunos contaminantes quedan retenidos en la zona no saturada,
mientras que otros se degradan antes de alcanzar la zona saturada del acuífero. Además,
su gran volumen las hace poco sensibles a contaminaciones puntuales y su gran tiempo de
residencia (unos 150 años de media) permite que se puedan eliminar contaminantes
“recalcitrantes” (los que no se eliminan en plantas depuradoras). Sin embargo, esta ventaja
tiene dos importantes inconvenientes. Por un lado, una vez contaminadas—por acumulación
en el terreno o por contaminación directa—resulta muy caro y técnicamente complicado
limpiarlas. Por el otro, la contaminación actual tendrá un efecto retardado sobre la calidad
de las aguas subterráneas, trasladando el problema a las generaciones futuras. Otros
problemas de calidad están relacionados con contaminantes naturales (arsénico, salinidad)
y con la intrusión salina debido a bombeos intensivos en acuíferos costeros.
Al tener tiempos de recarga y renovación muy largos, los acuíferos notan menos los efectos
de la sequía y se pueden usar de forma estratégica, explotándolos de forma más intensa
durante épocas secas y dejándolos descansar y recargar durante las épocas de abundancia
de lluvia. A menudo, las aguas subterráneas se utilizan de forma conjunta con aguas
superficiales, depuradas o desaladas, siempre buscando en cada momento la combinación
más conveniente en términos de calidad y precio.
La Ley de Aguas de 1985 estableció que, con pocas excepciones, todas las aguas—
superficiales y subterráneas—son parte del Dominio Público Hidráulico. Sin embargo, para
respetar los derechos de agua preexistentes, se ofreció la posibilidad de mantener la
titularidad privada de las aguas subterráneas a los usuarios que podían demostrar su
utilización antes de la entrada en vigor de la nueva Ley. Esta dualidad de titularidad que ha
continuado hasta nuestros días, combinada con la dificultad de la Administración para
implementar de forma eficaz la Ley, contribuye a que resulte muy difícil tener un registro
completo y fiable de los pozos y de los usos de agua subterránea existentes actualmente.
En este contexto, la aplicación de la Ley es a menudo deficiente, porque el uso no autorizado
en algunas zonas aporta muchos beneficios socioeconómicos y porque los Organismos de
cuenca carecen de la agilidad y los recursos necesarios para una gestión y control eficaces
del recurso. El resultado final es que, en la práctica, las aguas subterráneas son privadas en
la mayoría de los casos.
En este contexto los usuarios de las aguas subterráneas pueden jugar un papel clave. A
diferencia de la Administración, los usuarios tienen información directa sobre el uso del agua,
controlan y miden el volumen de agua realmente bombeado, y tienen un claro interés en
evitar una bajada excesiva de los niveles en el acuífero, ya que esto implica aumentar el
coste del bombeo y/o empeorar la calidad del recurso. Desde 1976 se han establecido cerca
de una veintena de asociaciones de usuarios de aguas subterráneas en distintos acuíferos
de España. Las circunstancias en las que ha surgido cada una de esas asociaciones son
muy diversas y así lo es su naturaleza jurídica y el nivel de autogestión alcanzado por cada
una de ella.
Una tendencia que se observa en los acuíferos intensamente explotados es que, si no se
consigue asegurar un uso sostenible del recurso, se tiende a buscar agua de otras fuentes—
otra cuenca, un embalse, una desaladora, una depuradora de aguas residuales—para seguir
manteniendo el desarrollo económico creado con las aguas subterráneas. Esto sin embargo
implica trasladar el problema de escasez a otro lugar o realizar importantes inversiones
públicas para asegurar el acceso al agua a un reducido número de usuarios.
La recuperación de los costes de las medidas para compensar el desequilibrio entre
demanda y oferta en algunos acuíferos parece un requisito esencial para afrontar de forma
más racional y razonable los problemas asociados con el uso intensivo de las aguas
subterráneas. Para ello es fundamental tener mayor transparencia en la toma de decisiones
y mayor rendición de cuentas sobre las inversiones que se realizan para paliar los problemas
de calidad y cantidad en los acuíferos degradados. En particular, parece inaplazable tomar
medidas firmes hacia la sostenibilidad cuantitativa, ya sea reduciendo la explotación o
aumentando los recursos (recarga artificial en períodos húmedos). Además, es necesario
prestar más atención a los problemas de calidad de las aguas subterráneas y al efecto
retardado de su contaminación. También hace falta aumentar el control sobre el uso de las
aguas subterráneas, conseguir la cooperación de los usuarios en su protección y, en
general, sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de este recurso y la necesidad de
hacer un buen uso de ello

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