Vous êtes sur la page 1sur 8

LAS DIVERSIONES

La Biblia no nos condena al aburrimiento ni dice que divertirse sea una pérdida de tiempo. El apóstol Pablo
le escribió a Timoteo que “el entrenamiento corporal es provechoso” (1 Tim. 4:8). Además, la Biblia afirma
que hay “tiempo de reír” y “tiempo de dar saltos”, y recomienda descansar lo suficiente (Ecl. 3:4; 4:6). Pero si
no tenemos cuidado, las diversiones podrían alejarnos de Jehová. Para que eso no nos ocurra, hay dos
aspectos que debemos tener en cuenta: el tipo de diversiones que elegimos y el tiempo que les dedicamos.
Comencemos analizando el tipo de diversiones. Seguro que podemos encontrar actividades sanas. Sin
embargo, hay que admitir que gran parte del entretenimiento disponible en la actualidad promueve cosas que
Dios odia, como la violencia, el ocultismo o las relaciones sexuales inmorales. Por lo tanto, evaluemos con
detenimiento el tipo de diversiones que preferimos. Preguntémonos: “¿Cómo influyen en mí? ¿Me contagian
un espíritu violento, competitivo o nacionalista?” (Prov. 3:31). “¿Me hacen gastar demasiado dinero?
¿Podrían ofender la conciencia de los demás?” (Rom. 14:21.) “¿Con qué clase de personas me llevan a
relacionarme?” (Prov. 13:20.) “¿Crean en mí el deseo de hacer algo malo?” (Sant. 1:14, 15.)
Y ahora hablemos del segundo factor: el tiempo. ¿Dedicamos tanto tiempo a entretenernos que nos queda
poco para participar en las actividades espirituales, como la predicación o las reuniones? Si es así, nuestros
ratos de ocio no serán tan agradables como podrían ser. La realidad es que quienes mantienen a raya las
diversiones las disfrutan más. ¿Por qué? Porque saben que ya han hecho “las cosas más importantes”, de
modo que no se sienten culpables cuando descansan (lea Filipenses 1:10, 11).
Es verdad que pasar mucho tiempo divirtiéndonos puede ser tentador, pero quizás ese camino nos
distancie de Jehová. Una hermana de 20 años llamada Kim lo aprendió por experiencia. “Me pasaba todos los
fines de semana de fiesta en fiesta: viernes, sábados y domingos —cuenta ella—. Pero ahora sé que hay
muchas cosas más importantes que hacer. Por ejemplo, como soy precursora me levanto a las seis de la
mañana para predicar, así que no puedo estar divirtiéndome hasta la una o las dos de la madrugada. Está
claro que no todas las fiestas son malas, pero pueden ser una enorme distracción. Como en todo, en este
asunto también hay que ser equilibrados”.
Los padres deben atender sus necesidades y las de sus hijos en sentido material, espiritual y emocional.
Eso incluye organizar actividades recreativas. Así que si usted es padre, no sea aguafiestas; aunque debe
estar atento a las influencias que pudieran hacerles daño a los suyos, no piense que todas las diversiones
son malas (1 Cor. 5:6). Si hace buenos planes, encontrará pasatiempos saludables para su familia. De esa
manera, usted y sus hijos andarán por un camino que los acercará más a Jehová

¿‘Distinguimos tanto lo correcto como lo incorrecto’?

“BIEN sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que
está andando siquiera dirigir su paso.” (Jeremías 10:23.) Este agudo comentario de Jeremías es aún más
pertinente para nosotros hoy. ¿Por qué? Porque vivimos en “tiempos críticos, difíciles de manejar”, como
predijo la Biblia (2 Timoteo 3:1). Todos los días nos enfrentamos a situaciones desconcertantes que nos
obligan a tomar decisiones. Sean estas de mucha o poca importancia, ejercen una profunda influencia en
nuestro bienestar físico, emocional y espiritual.
Muchas de las decisiones que tomamos a diario se consideran rutinarias o triviales. Por ejemplo, hemos
de escoger qué ropa ponernos, qué comer, a qué personas ver, y así por el estilo, elecciones que hacemos
casi de manera automática, sin pensarlas mucho. Ahora bien, ¿son de verdad triviales? A los cristianos
dedicados nos interesa muchísimo que las decisiones que tomemos con relación a la ropa y la apariencia, lo
que comemos y bebemos, y nuestras conversaciones y conducta, reflejen siempre que somos siervos del
Altísimo, Jehová Dios. Se nos recuerdan las palabras del apóstol Pablo: “Sea que estén comiendo, o
bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa, hagan todas las cosas para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31;
Colosenses 4:6; 1 Timoteo 2:9, 10).
Hay otras decisiones que son todavía más importantes. Por ejemplo, el que optemos por casarnos o
permanecer solteros tiene, obviamente, un efecto profundo y duradero en la vida. Por cierto, escoger el
cónyuge adecuado, nuestra pareja para toda la vida, no es una cuestión insignificante (Proverbios 18:22).
Además, la elección de amigos y compañeros, educación, empleo y diversiones influye de manera importante,
es más, decisiva, en nuestra espiritualidad y, por tanto, en nuestro bienestar eterno (Romanos 13:13, 14;
Efesios 5:3, 4).
Dado que tenemos que tomar todas estas decisiones, sin duda es conveniente ser capaces de distinguir
tanto lo correcto como lo incorrecto, o lo que parece correcto y lo que de verdad lo es. “Existe un camino que
es recto ante el hombre, pero los caminos de la muerte son su fin después”, advierte la Biblia (Proverbios
14:12). Por ello, tal vez nos preguntemos: “¿Cómo llegaremos a distinguir lo correcto de lo incorrecto?
¿Adónde acudiremos para encontrar la guía que precisamos a fin de adoptar decisiones? ¿Qué ha hecho la
gente al respecto en el pasado y qué hace en la actualidad, y con qué consecuencias?”.
Los que dicen que “lo bueno es malo y lo malo es bueno”
La situación no es muy distinta hoy. Hay infinidad de expertos para casi toda esfera de la actividad
humana. Los consejeros matrimoniales y familiares, los columnistas, los autodenominados terapeutas, los
astrólogos, los videntes y demás están dispuestos a asesorar, claro que a cambio de unos honorarios. Ahora
bien, ¿qué tipo de consejo ofrecen? Por lo general dan la espalda a las normas morales de la Biblia y
favorecen la nueva moralidad. Por ejemplo, en un editorial del importante periódico canadiense The Globe
and Mail que comentaba la negativa del gobierno a registrar “matrimonios del mismo sexo”, se decía
lo siguiente: “Es absurdo que en el año 2000 no se satisfaga el mayor deseo de dos personas que se aman y
se sienten comprometidas la una con la otra, solo porque tienen el mismo sexo”. La tendencia actual es a ser
tolerantes, a no erigirse en jueces de nadie. Todo es relativo; ya no hay un concepto absoluto sobre lo que
está bien y lo que está mal (Salmo 10:3, 4).
Al tomar decisiones, otras personas siguen el modelo de los que han triunfado social y económicamente,
los ricos y famosos. Aunque a estos se les considera respetables en la sociedad actual, las virtudes, como la
honradez y la confianza, son meras palabras para ellos. Muchos no tienen reparos en pasar por alto y
pisotear los principios morales a fin de conseguir poder y riquezas. Deseosos de alcanzar fama y popularidad,
algunos desechan sin inmutarse los valores y principios reconocidos, y adoptan una conducta estrafalaria
y escandalosa. El resultado es una sociedad permisiva y con afán de lucro cuyo lema es “Todo vale”. ¿Acaso
sorprende que la gente esté confundida y perdida en cuanto a lo que es correcto y lo que es incorrecto?
(Lucas 6:39.)
A nuestro alrededor vemos las trágicas consecuencias de las malas decisiones que se toman basándose
en consejos equivocados: familias y matrimonios rotos, abuso del alcohol, consumo de drogas, bandas
juveniles violentas, promiscuidad y enfermedades de transmisión sexual, por citar solo algunas. ¿Cómo
podría ser de otra manera si la gente abandona toda norma o punto de referencia en cuanto a lo bueno y lo
malo? (Romanos 1:28-32.) Es tal como declaró el profeta Isaías: “¡Ay de los que dicen que lo bueno es malo
y lo malo es bueno, los que ponen oscuridad por luz y luz por oscuridad, los que ponen amargo por dulce y
dulce por amargo! ¡Ay de los que son sabios a sus propios ojos, y discretos aun enfrente de sus propios
rostros!” (Isaías 5:20, 21).
El que Dios pidiera cuentas a los judíos de la antigüedad que se hicieron “sabios a sus propios ojos”
subraya aún más la importancia de que no confiemos en nosotros mismos a la hora de determinar qué está
bien y qué está mal. Muchas personas comparten la idea de que hay que dejarse llevar por el corazón o que
hay que hacer lo que uno cree que es correcto. ¿Es sensato pensar así? No según la Biblia, que dice sin
rodeos: “El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo?”
(Jeremías 17:9). ¿Confiaríamos en que nos orientara para tomar decisiones una persona traicionera y
desesperada? Claro que no. Es más, haríamos justo lo contrario de lo que nos recomendara. Por eso, la
Biblia nos recuerda lo siguiente: “El que confía en su propio corazón es estúpido, pero el que anda con
sabiduría es el que escapará” (Proverbios 3:5-7; 28:26).
Aprendamos lo que es correcto a la vista de Dios
Dado que no debemos confiar ni en la sabiduría del mundo ni en lo que nosotros creemos en cuanto a lo
que es bueno y lo que es malo, ¿qué haremos? Fijémonos en este claro e inequívoco consejo del apóstol
Pablo: “Cesen de amoldarse a este sistema de cosas; más bien, transfórmense rehaciendo su mente, para
que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios” (Romanos
12:2). ¿Por qué tenemos que probar para nosotros mismos lo que es la voluntad de Dios? Jehová nos da en
la Biblia una respuesta sencilla, pero convincente: “Como los cielos son más altos que la tierra, así mis
caminos son más altos que los caminos de ustedes, y mis pensamientos que los pensamientos de ustedes”
(Isaías 55:9). Así que en lugar de confiar en el llamado sentido común o en nuestra opinión sobre lo que está
bien, se nos da esta recomendación: “Sigan asegurándose de lo que es acepto al Señor” (Efesios 5:10).
Jesucristo recalcó esta necesidad cuando dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo
conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3).
La expresión “estén adquiriendo conocimiento” tiene un sentido mucho más profundo que “conocer”. Según el
Diccionario expositivo, de Vine, “indica [...] una relación entre la persona que conoce y el objeto conocido; a
este respecto, lo que es conocido es de valor e importancia para aquel que conoce, y de ahí el
establecimiento de la relación”. Tener una relación con alguien implica más que saber quién es o cómo se
llama. Hay que conocer qué le gusta y qué le disgusta, sus valores y sus normas; y hay que respetarlos
(1 Juan 2:3; 4:8).
Entrenemos las facultades perceptivas
Entonces, ¿cómo seremos capaces de discernir lo correcto de lo incorrecto? La respuesta se halla en las
palabras de Pablo a los cristianos hebreos del siglo primero: “Todo el que participa de leche no conoce la
palabra de la justicia, porque es pequeñuelo. Pero el alimento sólido pertenece a personas maduras, a los
que mediante el uso tienen sus facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo correcto como lo
incorrecto”. Pablo contrastó en este pasaje la “leche”, que en el versículo anterior llama “las cosas
elementales de las sagradas declaraciones formales de Dios”, con “el alimento sólido”, que pertenece a las
“personas maduras”, las cuales “tienen sus facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo correcto
como lo incorrecto” (Hebreos 5:12-14).
Lo antedicho significa que, en primer lugar, es preciso que hagamos lo posible por entender de manera
correcta las normas de Dios que contiene su Palabra, la Biblia. No buscamos una lista de reglas que nos
digan lo que está permitido y lo que no, pues la Biblia no es así. En lugar de eso, Pablo indicó: “Toda
Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para
disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente
equipado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16, 17). A fin de beneficiarnos de esa enseñanza, censura y
disciplina, debemos utilizar la mente y la capacidad de pensar. Hacerlo requiere esfuerzo, pero los resultados
—‘ser enteramente competente y estar completamente equipado para toda buena obra’— merecen la pena
(Proverbios 2:3-6).
Luego, como señaló Pablo, las personas maduras “tienen sus facultades perceptivas entrenadas para
distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto”. Este es el quid de la cuestión. La expresión ‘tener las
facultades perceptivas entrenadas’ significa literalmente “habiendo sido entrenados (como gimnastas) los
órganos sensoriales” (Kingdom Interlinear Translation). Los gimnastas experimentados en un determinado
aparato, como las anillas o la barra de equilibrios, realizan en una fracción de segundo movimientos que
parecen desafiar la gravedad u otras leyes naturales. Tienen en todo momento el dominio absoluto de los
miembros de su cuerpo, y saben casi por instinto qué movimientos hacer para terminar bien el ejercicio. Todo
ello viene como resultado de un entrenamiento riguroso y una práctica incesante.
Nosotros también hemos de estar preparados como si fuéramos gimnastas, espiritualmente hablando, a
fin de tener la certeza de que las decisiones que tomamos y las elecciones que hacemos son siempre
sensatas. En todo momento debemos dominar por completo nuestros sentidos y miembros (Mateo 5:29, 30;
Colosenses 3:5-10). Por ejemplo, ¿disciplinamos los ojos para no mirar nada inmoral o los oídos para
no escuchar conversaciones ni música degradantes? Es verdad que tales cosas perniciosas están por todas
partes, pero aún depende de nosotros el que arraiguen en nuestra mente y corazón. Imitemos al salmista que
dijo: “No pondré enfrente de mis ojos ninguna cosa que no sirva para nada. El obrar de los que apostatan he
odiado; no se me pega. [...] En cuanto a cualquiera que habla falsedades, no estará firmemente establecido
enfrente de mis ojos” (Salmo 101:3, 7).
Entrenemos las facultades perceptivas mediante el uso
No nos olvidemos de que las facultades perceptivas se entrenan “mediante el uso” para distinguir tanto lo
correcto como lo incorrecto. En otras palabras, debemos aprender a usarlas cada vez que nos haga falta
adoptar una decisión, a fin de percibir qué principios bíblicos están implicados y cómo aplicarlos. Adquiramos
la costumbre de investigar en las publicaciones bíblicas que nos suministra “el esclavo fiel y discreto” (Mateo
24:45). Como es natural, también podemos procurar la ayuda de los cristianos maduros. No obstante, nuestro
esfuerzo personal por estudiar la Palabra de Dios, junto con las peticiones a Jehová para que nos dé su guía
y su espíritu, devengará a la larga muchos dividendos (Efesios 3:14-19).
El entrenamiento progresivo de las facultades perceptivas persigue que “no seamos pequeñuelos,
aventados como por olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza por medio de las tretas de
los hombres, por medio de astucia en tramar el error” (Efesios 4:14). Al contrario, basándonos en nuestro
conocimiento y entendimiento de lo que Dios acepta, tomaremos buenas decisiones, sean estas de mucha o
poca importancia, que nos serán de provecho, fortalecerán a nuestros hermanos en la fe y, sobre todo,
agradarán a nuestro Padre celestial (Proverbios 27:11). ¡Cómo nos beneficia y protege eso en estos tiempos
críticos!
¿Es impropio apostar dinero, aunque sean pequeñas cantidades?
La Palabra de Dios no analiza en detalle esta práctica, pero contiene suficientes indicios para concluir que
todo juego de azar en que se apueste dinero es incompatible con los principios bíblicos. Por ejemplo, casi
nadie duda de que el juego fomenta la codicia. Tan solo este hecho ya es decisivo para los cristianos, puesto
que las Escrituras señalan que las “personas dominadas por la avidez” no heredarán el Reino de Dios, y
equiparan la codicia a la idolatría (1 Corintios 6:9, 10; Colosenses 3:5). El juego también alimenta el
egotismo y un malsano espíritu competitivo, un intenso deseo de ganar. El apóstol Pablo advirtió al respecto:
“No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros” (Gálatas
5:26). Además, el juego despierta en algunas personas confianza supersticiosa en la suerte. Los jugadores
siguen toda clase de supersticiones con la esperanza de ser los afortunados, por lo que nos recuerdan a los
israelitas infieles que ‘arreglaban una mesa para el dios de la Buena Suerte y llenaban vino mezclado para el
dios del Destino’ (Isaías 65:11). Hay quienes han razonado que apostar cantidades pequeñas al participar de
forma amistosa en juegos de naipes o de mesa con parientes o amigos íntimos es solo un pasatiempo
inofensivo. Es cierto que quien lo haga tal vez no se considere codicioso, egotista, competitivo o supersticioso.
Pero ¿qué efecto producirá en el resto del grupo? Muchos jugadores compulsivos se iniciaron apostando
pequeñas cantidades “solo para divertirse” (Lucas 16:10). Lo que parecía diversión inocente resultó ser algo
mucho más nefasto en su caso.
Esto es cierto sobre todo con los niños. Muchos de ellos han experimentado la emoción de ganar una
pequeña apuesta y se han visto tentados a conseguir más dinero (1 Timoteo 6:10). Un estudio a largo plazo
que publicó en Estados Unidos el Arizona Council on Compulsive Gambling (Consejo de Arizona sobre el
juego compulsivo) confirma que numerosos ludópatas comenzaron su vicio a corta edad “apostando
pequeñas cantidades en eventos deportivos o jugando a las cartas con sus amigos o parientes”. Según otro
informe, “los niños se inician en casa, jugando a las cartas con familiares y amigos. El 30% de estos niños
empezaron a jugar antes de cumplir los 11 años”. Como revela el estudio Why Do People Gamble Too
Much—Pathological and Problem Gambling (Por qué juega tanto la gente. La adicción al juego y la ludopatía),
muchos adolescentes recurren a la delincuencia o la inmoralidad para financiar su adicción. Sin duda, una
trágica consecuencia de una práctica que tal vez pareció inofensiva en un principio. En vista de que vivimos
en un mundo lleno de trampas y tentaciones, ¿por qué exponernos innecesariamente a otra más?
(Proverbios 27:12.) El juego —con niños delante o sin ellos, por mucho o poco dinero— pone en peligro la
espiritualidad y debe evitarse. Es mejor que los cristianos que disfrutan de los juegos de mesa o de naipes
lleven un registro de la puntuación o que participen simplemente para pasar un buen rato, incluso sin anotar
los puntos. Los cristianos juiciosos que se preocupan por su espiritualidad y la de sus amigos y familiares
no juegan por dinero, ni siquiera por pequeñas cantidades
¿Es impropio apostar dinero, aunque sean pequeñas cantidades?
La Palabra de Dios no analiza en detalle esta práctica, pero contiene suficientes indicios para concluir que
todo juego de azar en que se apueste dinero es incompatible con los principios bíblicos. Por ejemplo, casi
nadie duda de que el juego fomenta la codicia. Tan solo este hecho ya es decisivo para los cristianos, puesto
que las Escrituras señalan que las “personas dominadas por la avidez” no heredarán el Reino de Dios, y
equiparan la codicia a la idolatría (1 Corintios 6:9, 10; Colosenses 3:5) El juego también alimenta el
egotismo y un malsano espíritu competitivo, un intenso deseo de ganar. El apóstol Pablo advirtió al respecto:
“No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros”
(Gálatas 5:26). Además, el juego despierta en algunas personas confianza supersticiosa en la suerte. Los
jugadores siguen toda clase de supersticiones con la esperanza de ser los afortunados, por lo que nos
recuerdan a los israelitas infieles que ‘arreglaban una mesa para el dios de la Buena Suerte y llenaban vino
mezclado para el dios del Destino’ (Isaías 65:11). Hay quienes han razonado que apostar cantidades
pequeñas al participar de forma amistosa en juegos de naipes o de mesa con parientes o amigos íntimos es
solo un pasatiempo inofensivo. Es cierto que quien lo haga tal vez no se considere codicioso, egotista,
competitivo o supersticioso. Pero ¿qué efecto producirá en el resto del grupo? Muchos jugadores compulsivos
se iniciaron apostando pequeñas cantidades “solo para divertirse” (Lucas 16:10). Lo que parecía diversión
inocente resultó ser algo mucho más nefasto en su caso.
Esto es cierto sobre todo con los niños. Muchos de ellos han experimentado la emoción de ganar una
pequeña apuesta y se han visto tentados a conseguir más dinero (1 Timoteo 6:10). Un estudio a largo plazo
que publicó en Estados Unidos el Arizona Council on Compulsive Gambling (Consejo de Arizona sobre el
juego compulsivo) confirma que numerosos ludópatas comenzaron su vicio a corta edad “apostando
pequeñas cantidades en eventos deportivos o jugando a las cartas con sus amigos o parientes”. Según otro
informe, “los niños se inician en casa, jugando a las cartas con familiares y amigos. El 30% de estos niños
empezaron a jugar antes de cumplir los 11 años”. Como revela el estudio Why Do People Gamble Too
Much—Pathological and Problem Gambling (Por qué juega tanto la gente. La adicción al juego y la ludopatía),
muchos adolescentes recurren a la delincuencia o la inmoralidad para financiar su adicción. Sin duda, una
trágica consecuencia de una práctica que tal vez pareció inofensiva en un principio.
En vista de que vivimos en un mundo lleno de trampas y tentaciones, ¿por qué exponernos
innecesariamente a otra más? (Proverbios 27:12.) El juego —con niños delante o sin ellos, por mucho o
poco dinero— pone en peligro la espiritualidad y debe evitarse. Es mejor que los cristianos que disfrutan de
los juegos de mesa o de naipes lleven un registro de la puntuación o que participen simplemente para pasar
un buen rato, incluso sin anotar los puntos. Los cristianos juiciosos que se preocupan por su espiritualidad y la
de sus amigos y familiares no juegan por dinero, ni siquiera por pequeñas cantidades
Armagedón

Definición: La expresión griega Har Ma·ge·donʹ, tomada del hebreo y vertida “Armagedón” por muchos
traductores, significa “Montaña de Megido”, o “Montaña de Asamblea de Tropas”. La Biblia no asocia el
nombre con una destrucción nuclear, sino con la venidera “guerra [universal] del gran día de Dios el
Todopoderoso” (Rev. 16:14, 16). Este nombre se aplica específicamente al “lugar [griego: toʹpon; es decir,
condición o situación]” a que se está reuniendo, en oposición a Jehová y a su Reino en manos de Jesucristo,
a los gobernantes políticos de la Tierra. Dicha oposición se manifestará mediante una acción global contra los
siervos de Jehová en la Tierra, los representantes visibles del Reino de Dios.

¿Permitirá Dios que los humanos arruinen la Tierra mediante lo que algunos
llaman un “Armagedón termonuclear”?
Sal. 96:10: “Jehová mismo ha llegado a ser rey. La tierra productiva [hebreo: te·velʹ; la Tierra, como lugar
fértil y poblado, el globo terráqueo habitable] también queda firmemente establecida de modo que no se le
puede hacer tambalear.”
Sal. 37:29: “Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella.”
Rev. 11:18: “Las naciones se airaron, y vino tu propia ira [la de Jehová], y el tiempo señalado [...] para
causar la ruina de los que están arruinando la tierra.”
De acuerdo con la referencia bíblica, ¿qué es Armagedón?
Rev. 16:14, 16: “Son, de hecho, expresiones inspiradas por demonios y ejecutan señales, y salen a los
reyes de toda la tierra habitada, para reunirlos a la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso. Y los
reunieron en el lugar que en hebreo se llama Har–Magedón [Armagedón].”
¿Se peleará Armagedón únicamente en el Oriente Medio?
Los gobernantes y los ejércitos de todas las naciones se juntarán en oposición a Dios
Rev. 16:14: “Salen a los reyes de toda la tierra habitada, para reunirlos a la guerra del gran día de Dios el
Todopoderoso.”
Rev. 19:19: “Vi a la bestia salvaje [la gobernación política humana en conjunto] y a los reyes de la tierra y a
sus ejércitos reunidos para hacer la guerra contra el que iba sentado en el caballo y contra su ejército.”
Jer. 25:33: “Los muertos por Jehová ciertamente llegarán a estar en aquel día desde un extremo de la tierra
hasta el mismísimo otro extremo de la tierra.”
El que se use el nombre de Armagedón (Har–Magedón) no significa que la guerra se peleará en una
literal montaña de Megido
No hay tal cosa como una literal montaña de Megido; solo existe un montículo de aproximadamente 21 metros
(70 pies) de alto, donde se encuentran las ruinas de la antigua Megido.
Los reyes y las fuerzas militares de “toda la tierra habitada” no cabrían en la literal llanura de Esdraelón, sobre
la cual se alza Megido. La llanura tiene forma triangular, y solo mide 32 kilómetros (20 millas) de largo y
29 kilómetros (18 millas) de ancho en el extremo oriental. (The Geography of the Bible [La geografía de la
Biblia], Nueva York, 1957, Denis Baly, pág. 148.)
El nombre es apropiado por el papel que Megido desempeñó en la historia; la llanura sobre la
cual se alza Mejido fue escenario de guerras decisivas
Allí Jehová hizo que Sisara, jefe del ejército de Canaán, sufriera una derrota a manos del juez Barack. (Jue.
5:19, 20; 4:12-24.)
Tutmosis (Tutmés) III, faraón de Egipto, dijo: “¡La captura de Megido es la captura de mil ciudades!” (Ancient
Near Eastern Texts Relating to the Old Testament [Antiguos textos del Oriente Cercano relacionados con el
Antiguo Testamento], Princeton, Nueva Jersey, 1969, edición por James Pritchard, pág. 237).
La referencia a Megido (que significa “Asamblea de Tropas”) es apropiada porque Armagedón es una
situación mundial en que estarán implicados las tropas y otros apoyadores de los gobernantes de todas las
naciones.
¿A quiénes, o qué, se destruirá en Armagedón?
Dan. 2:44 “El Dios del cielo establecerá un reino [...] [Este reino] triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y
él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.”
Rev. 19:17, 18: “Vi también a un ángel que estaba de pie en el sol, y clamó con voz fuerte y dijo a todas las
aves que vuelan en medio del cielo: ‘Vengan acá, sean juntadas a la gran cena de Dios, para que coman las
carnes de reyes y las carnes de comandantes militares y las carnes de hombres fuertes y las carnes de
caballos y de los que van sentados sobre ellos, y las carnes de todos, de libres así como de esclavos y de
pequeños y grandes.’”
1 Juan 2:16, 17: “Todo lo que hay en el mundo —el deseo de la carne y el deseo de los ojos y la exhibición
ostentosa del medio de vida de uno— no se origina del Padre, sino que se origina del mundo. Además, el
mundo va pasando y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”
Rev. 21:8: “En cuanto a los cobardes y los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad y
asesinos y fornicadores y los que practican espiritismo e idólatras y todos los mentirosos, su porción será en el
lago que arde con fuego y azufre. Esto significa la muerte segunda.”
¿Será para siempre la destrucción?
Mat. 25:46: “Estos [que rehusaron hacer el bien a los ‘hermanos’ de Cristo] partirán al cortamiento eterno.”
2 Tes. 1:8, 9: “Los que no conocen a Dios y [...] los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro
Señor Jesús [...] sufrirán el castigo judicial de destrucción eterna.”
¿Habrá sobrevivientes?
Sof. 2:3: “Busquen a Jehová, todos ustedes los mansos de la tierra, los que han practicado Su propia
decisión judicial. Busquen justicia, busquen mansedumbre. Probablemente sean ocultados en el día de la
cólera de Jehová.”
Rom. 10:13: “Todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo.”
Sal. 37:34: “Espera en Jehová y guarda su camino, y él te ensalzará para tomar posesión de la tierra.
Cuando los inicuos sean cortados, tú lo verás.”
Juan 3:16: “Dios [...] dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que
tenga vida eterna.”
Rev. 7:9, 10, 14: “Vi, y, ¡miren! una grande muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las
naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de largas ropas
blancas; y había palmas en sus manos. Y siguen clamando con voz fuerte, diciendo: ‘La salvación se la
debemos a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero.’ [...] ‘Estos son los que salen de la grande
tribulación.’”
¿Qué les sucederá a los niñitos en Armagedón?
La Biblia no contesta esa pregunta directamente, y nosotros no somos los jueces. Sin embargo, la Biblia sí
muestra que Dios considera “santos” a los hijos pequeños de los cristianos verdaderos (1 Cor. 7:14). También
revela que, en la antigüedad, cuando Dios destruyó a los inicuos también destruyó a sus hijitos (Núm.
16:27, 32; Eze. 9:6). Dios no desea que nadie sea destruido; por eso, está permitiendo que ahora se dé una
advertencia para beneficio de padres e hijos. ¿No sería sabio que los padres siguieran un proceder que
resultara en que Dios mirara con favor a sus hijos tanto ahora como en el Armagedón?
¿Viola Dios Su amor al destruir a los inicuos?
2 Ped. 3:9: “Jehová [...] es paciente para con ustedes porque no desea que ninguno sea destruido, sino
desea que todos alcancen el arrepentimiento.”
Luc. 18:7, 8: “¿No hará Dios que se haga justicia a sus escogidos que claman a él día y noche, aun cuando
es sufrido para con ellos? Les digo: Él hará que se les haga justicia rápidamente.”
2 Tes. 1:6: “Es justo por parte de Dios pagar con tribulación a los que les causan tribulación a ustedes [Sus
siervos].”
¿Es posible tomar una posición de neutralidad?
2 Tes. 1:8: “Él [trae] venganza sobre los que [por elección propia] no conocen a Dios y sobre los que no
obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús.”
Mat. 24:37-39: “Así como eran los días de Noé [...] no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a
todos, así será la presencia del Hijo del hombre.”
Mat. 12:30: “El que no está de parte mía, contra mí está, y el que no recoge conmigo, desparrama.”
Compárese con Deuteronomio 30:19, 20.
¿La influencia de quién impele a las naciones a la situación mundial que resultará en guerra
contra Dios?
Rev. 16:13, 14: “Vi tres expresiones inspiradas inmundas que se parecían a ranas salir de la boca del
dragón [Satanás el Diablo; Rev. 12:9] y de la boca de la bestia salvaje y de la boca del falso profeta. Son, de
hecho, expresiones inspiradas por demonios y ejecutan señales, y salen a los reyes de toda la tierra habitada,
para reunirlos a la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso.”
Compárese con Lucas 4:5, 6; 1 Juan 5:19; también Hechos 5:38, 39; 2 Crónicas 32:1, 16, 17.

Vous aimerez peut-être aussi