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AMADO NERVO

OBRAS
COMPLETAS
EDICIÓN, ESTUDIOS Y NOTAS
DE

FRANCISCO GONZÁLEZ GUERRERO


(PROSAS]
Y

ALFONSO MÉNDEZ PLANCARTE


(POESÍAS)

TOMO II
PROSAS- POESÍAS

AGUILAR
MADRID - 1956
SEMBLANZAS ÍNTIMAS

MICRÓS

bigote; una fisonomía de pá-


sisríamos a un té literario. Un sin- por ligero
de artistas y poetas ha- jaro, si vale la frase, en la cual había
número
expresión de ingenio.
SEGUNDA EDICIÓN bíase congregado en casa de Al- singular
berto Michel, el popular Alberto Michel, No podía equivocarme: aquella perso-
era Micrós; las señas coincidían.
que así compone un monólogo de fácil nita
Con voz atiplada se ofreció a mis óÓr-
y encantador humorismo, como endilga
un madrigal a la polla más guapa de
denes y hablamos de esto y de aquello.
cualqui er reunión , “despa cha” en dos mi- Poco después se separó de mí para
caprich oso o se nos pre- mezclar se en cada uno de los grupos,
nutos un danzón
en una pieza bufa. alternan do en todas las conversaciones,
senta de primer galán
por el salón, de- ya con un epigrama que se perdía de -
Paseaba mis miradas
poeta cuyas vista, ya con una observación donosa y
teniéndolas en este o aquel
haciend o rápidos ademanes con los bra-
producciones leyera con delectación en le-
dar tono y colorido 2 sus frases.
jana provincia y de vez en cuando bus- zos para
caba, entre los nutridos grupos de jóve- Más tarde leyó un cuento, prodigio de
aquí y allá charla ban con inusi- aticismo y gracejo, que fué aplaudido a
nes que
tada animac ión, al escrito r cuyo seudó- rabiar.
nimo va al frente de estas líneas; pero lo
buscaba en vano: Micrós, aquella noche,
no había hecho escabel de su talento y
se perdía entre la multitud. Micrós se distingue por esa observa-
Inútilmente rastreaban mis ojos por la ción fina, exactísima, que precisa todos
alfombra, o se alzaban al techo recorrien- los detalles, poetizándolos, sin embargo.
do el tapiz de los muros, por ver si del Alguna vez fantasea por las vaguedades
cáliz de algún florón exótico surgía como de un romanticismo delicado y agrada-
silfo caprichoso mi hombre... ble; hace análisis psíquicos y suele vi-
Por fin, un amigo de quien no me cu- brar la nota de una ternura apasionada
raba, me abordó diciéndome: en tal o cual de sus historias; pero nun-
—Voy a presentar a un usted un lite- ca sobresale tanto como en la observa-
rato que sin duda desea conocer. ción: el prurito de averiguarlo todo se
advierte hasta en su faz; aquella nariz
todos los derechos. Hecho el depósito que marca la ley.
Y me mostraba un personaje pequeñi-
Reservados
A. de Ediciones, Madrid. 2009/11.
Copyright O) 1956, by Aguilar, S,
to, de reducida cabeza, ojos de miope, aguda parece husmear lo etéreo; y los
Printed in Spain. Impreso en España por OGRAMA (Oficina Gráfica Madrileña). Orense, 16, Madrid.
que me veían tras gruesos vidrios, nariz ojos pequeños y vivaces se asemejan mu-
aguda y boca de labios finos, sombreada cho a los de ciertos naturalistas que ven

De
PROSAS.—CRÍTICA.—SEMBLANZAS
ÍNTIMAS.—JOSÉ M.* BUSTILLOS
10 AMADO NERVO.—OBRAS COMPLETAS.—TOMO 1
con- Ignoro si Manuel es ángel y no me to-
vástago de su siglo por edad y por ta-
que se revuelca en un ayate de indio, don- un demó- ca por cierto averiguarlo; remito esta
crecer la yerba y cuentan las microscó- vicción, diré que Manuel es a su novia; lo único que sé decir es
nis- rea
crata furibundo; tiene acaso el jacobi
picas antenas de cualquier insectillo. Es de previamente se subiesen pelado tunas!
Micrós tiene pasión por el piano, por inde- que canta muy bien,
epigramático como pocos; agrádale, como mo de los veinte años; su espíritu Si esto supone naturaleza angélica, ven-
a la mayor parte de nuestros literatos me- la acuarela y por la buena sociedad; na-
pendiente se rebela contra toda sujeci ón
.
tropolitanos, hacer frases y las elabora da más que como pianista es malo, y co- vez sus labios han repeti do, ga Dios y lo diga.
y más de una Él, que conoce a su gente.
con gracia inimitable, mo acuarelista muy mediano. Como hom- :
paladeándolo, aquello de Díaz Mirón
Decíamos, no ha mucho: bre de sociedad, amable y entretenido, y
como cuentista, encantador. ¡Si yo fuese ángel, sería
—Las mujeres tornadizas, crueles o in- el soberbio ángel Luzbel!
10 febrero 1895.
gratas, no sólo hieren el corazón, que esto
fuera poco daño: ¡lo dejan como cuerpo 3 febrero 1895,

JOSÉ MARÍA BUSTILLOS

MAN UEL Para venir a trabar relaciones con Pe-


Lo recuerdo muy bien: una tarde, en
pe Bustillos fueron precisas tres presen-
LARRAÑAGA PORTUGAL Guadalajara, Rafael de Alba, Licenciado,
poeta en los ratos perdidos, defensor de taciones sucesivas; iba siempre de prisa,
n de-
pobres, joven culto y amigo excelente, y pensando en sus Cosas, CON el bastó
del
Larrañaga tiene fisonomía de poeta. cielo coruscante en gloriosa mañana pri-
yo, que no soy licenciado ni lo seré pro- bajo del brazo, retorciendo las guías
do-
Por el bigote, y digo bigote por mera maveral; suele asimismo tender su calla-
bablemente hasta no recibir mi despacho poblado bigote con la diestra o pasán
complacencia amistosa, aseméjase a los do vuelo por las regiones de la sombra:
de baja absoluta en las filas de la vida, la por la melena ligeramente alborotada
poetas del Siglo de Oro. Merced a la va hacia el campo de batalla embozado
ni defensor de pobres, puesto que ni a que mal aprisionaba el sorbete.
Pomada Húngara, aquél erige a derecha en la noche y hace hablar a la postrer Por fin un día se ofreció a mis órde-
mi misma persona defiendo, conversába-
e izquierda del labio sus puntas, casi ver- lágrima turbia prendida como diamante ro 6.
mos en un coche del ferrocarril de muli- nes en la calle de las Ratas, núme
opaco en los párpados de un muerto; ras- —Seis ratas—me dijo—, piense usted en
ticales, como retando al Cielo, que tan
trea por el cementerio y sorprende el tas que va a Zapopan (y que tiene más
parco anduvo al formarlo. curvas que una plana de emes), acerca seis ratas para que no se le olvide.
monologar eterno del esqueleto que bos-
Desmedrado y todo, sin embargo, ese de México. Hacía recuerdos Rafael de su
-
¡Menos se necesitaron para la urdim
bigote reclama una pera puntiaguda; la teza de tedio por sus maxilares marfilinos
época de bohemio en la Ciudad de los bre de La Gran Vía!
pera reclamaría una gola, y el conjunto y grasosos, o bien penetra al templo me-
Palacios, y referíame a grandes rasgos Desde entonces somos buenos amigos.
de gola, bigote y pera, harían más com- dieval en cuyas ojivas tiembla la luz ama-
rilla del ocaso y sigue al grifo que se la vida y costumbres de nuestros escri- Pepe Bustillos fué boticario. ¡Mal an-
pleta la semejanza de mi hombre con tores y poetas jóvenes, la mayor parte de daba su estro en aquella atmósfera llena
cierne en los ámbitos de las obscuras na-
Moreto, Tirso o Calderón, jóvenes.
ves, o que se posa en los historiados ca- los cuales, en razón de su prolongada de emanaciones de ungilentos, donde lo
La melena corta y la mirada altiva se e íntima convivencia con mi amigo, eran
apartan por su índole del triunvirato piteles semiderruídos y en los grietados único que clamaba excelsior era... el álca-
bien conocidos de éste. li! Por fortuna escapó con vida.
cornisones, futuro escabel de la noctivaga
aquel. —¿Y Pepe Bustillos?—le dije de pron-
La primera es netamente romántica, la lechuza.
to—. Cuénteme usted algo de él.
Hay en ese numen mucha luz y mucha
segunda, impregnada a veces de pesimis-
sombra; cuando ambas se mezclan en la
—Pepe Bustillos..., ya lo conocerá us-
mo, paréceme que fustiga al mundo cuan- ted: es un excelente muchacho que vive
paleta del vate, forman un Rembrandt
do en él se clava, y que proclama el consagrado a su familia; que por ella tra- En mi sentir, entre los poetas jóvenes
nirvana. Así debieron mirar Leopardi, misterioso. baja sin descanso en la Administración
Schopenhauer y Hartmann. Con tal colorido hermana el exterior de México, Bustillos es el más delicado.
de Correos y que tiene la singular genia- Su inspiración, vigorosa siempre, en-
Manuel, creo haberlo dicho ya, es emi- del joven poeta cuando se le ocurre a lidad de gozarse en referir a sus íntimos
nentemente innovador; cúrase mucho de éste, y se le ocurre frecuentemente, em- ciérrase en moldes de exquisita pureza y
que anda de continuo enredado en nutrida encanto.
la originalidad ideológica y métrica y su bozarse en la española capa y calarse el red de lances y conflictos difíciles de re-
inspiración, siempre vigorosa, que suele chambergo hendido a la mitad de la copa. No es esa inspiración que asciende a
solver, nudos gordianos que por fortuna
A pesar de tal exterior que huele a lo excelso como Pegaso desbocado, sino
amar lo que esplende, lo que fulgura, da no existen sino en su imaginación.
entonces a sus creaciones el colorido vi- tiempos caballerescos, y para que se vea la que sube lenta y suave como un Pper-
vo de los campos inundados de sol, de cómo debajo de una capa de galán de fume. No es su musa la tempestuosa' vir-
los crepúsculos marinos de agosto, del corte antigua puede ocultarse un hombre

a
12 AMADO NERVO.—OBRAS COMPLETAS.—TOMO 11 13
PROSAS.—CRÍTICA.—SEMBLANZAS ÍNTIMAS.—ANTONIO ZARAGOZA
gen que ama el volcán ignívomo, el mar tiempos en que el indomable guerrillero Quiero en la sombra entrar: ¡Tengo una in- nar las inspiraciones dulcísimas que debió
alborotado, el atronador torrente, sino la tremolaba en las escabrosidades de la sie- necesidad de olvido! [mensa a Beethoven, Strauss, Bellini...
núbil y casta doncella que va en pos de rra la bandera de la libertad. Amar la harmonía porque vuela, por-
mariposas por el carmen florido, que co- Hay un delicadísimo tinte de tristeza ...¡Oh!, sí: 1l est venu d'une patrie que acaricia más al corazón que al oído,
rretea por la selva de pinos que semejan lointaine. porque sus besos son'castos y divinos,
en esos versos, décimas tersas y admi-
morisca columnata; que se contempla propio es también de los que, como Del
rablemente forjadas; plétora de imágenes
con coquetería en la linfa transparente y Casal, «sólo llevan en lo interior del
de colorido admirable... No sé por qué
envía un beso a las estrellas tremulantes.
al
oírselos al poeta, que de tan bella ma- ánimo. .
Musa sana que, lo espero, seguirá siem- El Duque Job paseaba su puro por las
pre apartada de los vericuetos del exage- nera los recita, paréceme escuchar el eter- calles de México; Zaragoza pasea sus ¡La nostalgia infinita de otro mundo!
rado modernismo literario, musa que un- no susurro de los abetos, el chasquido del tristezas por las solitarias calles de Tepic. ...¡Oh!, sí: 1l est venu d'une patrie
ge sus cabellos con gomas de la pom- íronco que picotea el carpintero, el me- Sabe reír y ser amable siempre, como
posa floresta americana, y no con refi- lancólico crujir de la hojarasca que se el sometido que transige con los conven-
lointaine.
nados perfumes franceses que por traer quiebra y el lejano y monótono rumor cionalismos de un mundo que no lo atrae
patentes de tales, tan agradables son pa- de la Zaráracua coronada de iris glo-
rioso. y por el cual anhela pasar muy de prisa.
ra ciertos -olfatos estragados.
Ni pretende admiraciones ni “solicita Fué mi hermano, lo es, y sin embargo,
Musa, en fin, hija de una inspiración
tranquila que denuncia la perenne ecua- aplausos; quiere, con conmiseración afec- sólo hemos cambiado, al cruzarse nuestras
nimidad de que goza el poeta. tuosa, a los enfermos de la vida que le barcas, empavesada la mía por la ilusión,
Tiene Bustillos una leyenda admirable: Terminaré citando la siguiente estrofa rodean, porque él está enfermo; a la na- henchida por el viento de la esperanza y
El Hachero, cuyo motivo es el cantar si- escrita por Bustillos en un abanico: turaleza, porque el espacio zafirino le ha- amainada la vela de la suya, la vela lati-
bla de la patria perdida; a las flores, por- na, deslizándose como ala de garza por el
guiente:
Una mujer angustiada Cuando atravieses elegantes salas, que también él tuvo perfumes, los perfu- mar silencioso de su vida; sólo hemos
llora por su prisionero: no olvides ni un momento mes de aquellos amores efímeros que lo cambiado, digo, algunas palabras—;¡ de sa-
que le traigan a su hachero, que este abanico es una de las alas ludo y despedida!—, pero nuestros espíri-
el de blusa colorada. con que vuela hacia ti mi pensamiento.
hicieron un punto mirar la tierra, y que
luego—¡ aromas al fin! —huyeron al cielo, tus se hablaron luego de tú; los unía un
Fuéle sugerida la idea por el señor amores que fueron lampos fugitivos, co- lazo inquebrantable: el lazo azul del mis-
Y repetiré asimismo para conocimiento
Licenciado Don Eduardo Ruiz, y dicho mo todos los resplandores de la vida; al ticismo.
de quienes deseen conocer “al poeta, que El sigue coronado de adelfas: las que
está con esto que el episodio es michoa- éste vive en la calle de las Ratas, núme- mar, porque una ola le dice: “¡Espera!,
cano. Leyéndolo, percíbense las emanacio- ¡espera!”, y otra ola le dice: “¡Olvida!, han rodeado a su frente la admiración y
ro 6; seis ratas, no lo olviden ustedes. el cariño, hacia el puerto; yo, en medio
nes aromadas de la ziranda llena de fres- ¡olvida!”; a los brotes primaverales, por-
cura; vuela la imaginación a aquellos de borrascas, de un mar convulso, airado
17 febrero 1895. que le recuerdan a las almas que vuelan
y rugiente, voy acaso al naufragio, -y, tal
antes de abrir su cáliz a las caricias del
vez desde el leño a que asido quede cuan-
amor:
¡Cuánta melancolía do todo en mi rededor se hunda, veré su
causa ver seca ya la flor tan blanca! esquife, allá, perdiéndose en las lontanan-
ANTONIO ZARAGOZA La vida de las flores dura un día. zas violadas en que mar y cielo se besan,
¡Pero más triste llanto nos arranca 1
ver marchito el botón que aun no se abría!
caminar lento aún hacia la playa querida
Puede aplicársele lo que de la poesía se aquella patria, que vislumbra su espíritu de donde vino. a
dijo: 1l est venu d'une patrie lointaine, de desde las excelsitudes de su inspiración, Pero el mayor cariño del poeta es la ¡Oh!, sí: 1l est venu d'une patrie loin-
la patria misteriosa de donde vienen los como Moisés la tierra prometida desde harmonía, . E taine.
que Jove desheredó porque no llegaron a las cumbres del Nevo, se advierte en el Un libro entero ha escrito para consig- 24 febrero 1895.
tiempo para recibir su porción de bienes, poeta. Hastíale el continuado bullicio de
pero a quienes dió participio en su gloria la vida; hiérele el esplendor poderoso de
y morada en el coruscante trono donde
aquel sol tropical que orea la tierra donde
tiene su asiento. ¿Qué, lejana patria es vive; quiere como todos los grandes nos-
ésa? La del arte, la del sentimiento: ¡el tálgicos el clarobscuro donde perderse, y
azul arcano, infinito! L'art c'est Pazur! clama en un momento de tedio por las
Tendencia melancólica y suave hacia agitaciones y las luchas:
V

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AMADO NERVO.—OBRAS COMPLETAS. —TOMO 1
PROSAS.—CRÍTICA.—SEMBLANZAS ÍNTIMAS.—LUIS GONZÁLEZ OBREGÓN

ANTONIO DE LA PEÑA Y REYES LUIS GONZÁLEZ OBREGÓN

Si yo pudiese coger al vuelo un epigra- tículo es un elogio fúnebre, delicadamente González Obregón nació en este siglo vamente han adquirido. Entonees hay que
ma, darle humana forma, animarlo con escrito, y un estudio, a la vez, hecho a por uno de tantos caprichos del destino. ver a Luis: escápasele el alma por los
soplo de vida duradera, vestirlo de casimir grandes rasgos, pero con prudencia, de los Su reino no es de este mundo, de esta ojos, y como mariposa de esas que moran
francés y enviarlo a pasear por esas ca- títulos que el eterno ausente tiene a la in-. época de los ferrocarriles, de la electrici- en los estantes de las bibliotecas, empapa
lles de Dios, aquel epigrama sería Peñita. mortalidad. dad y de la fotografía. sus alas en el polvo secular de aquellos
Peñita he dicho, entendámonos: no An- A Jesús lo biografió Peña y Reyes, no Si yo admitiese la transmigración de las pergaminos, marchitos como el pasado y
tonio de la Peña y Reyes, que esto es porque fuese Hijo de Dios vivo, sino por- almas, creería que la de Luis animó bajo amarillos como la muerte.
muy distinto. , que es, según él, un muerto ilustre; si el reinado de nuestro señor Don Felipe V Ya con su preciosa adquisición, vuelve
Dice De Maistre: “En nosotros hay creyese firmemente que resucitó, no hay o Don Carlos HI, y gobierno del Virrey, González Obregón a su casa, con paso
dos seres: “Yo y el Otro”; asimismo en artículo de seguro. Conde o Marqués de X en esta Nueva algo más precipitado; se encierra en su
Antonio hay dos personalidades: Peña y : gabinete y devora el libro.
Tal es Peña y Reyes, es decir, el yo de España; animó, digo, el cuerpo de algún
Reyes y el Otro; el Otro es Peñita. ; su. ser; veamos ahora al otro: a Peñita. Oidor de la Real Audiencia. El tal gabinete, salvo el mobiliario, que
No se crea que intento jugar con los Peñita es el epigrama de que hablaba Estoy seguro de que a la fecha ignora no es del siglo pasado como pudiera creer-
vocablos ni que deseo presentar a los lec- al principio; tal cara y. expresión González Obregón la catástrofe de Te- se, semeja una cripta, una tumba de Se-
debió
tores una especie de Caso raro del Doctor tener Momo. mamatla. Dentro de cincuenta años la sa- sostris, a donde no llegan, sino apagados
:
Jekyll: ahí se trataba de dos naturalezas, Corto de estatura, pero crecido de al- brá al dedillo; pero pregúntenle ustedes por la distancia, los ruidos mundanales.
mala la una, buena la otra, que apare- cances; la cabeza de cerillo contiene detalles relativos al asesinato de Don Joa- He pasado ahí algunas horas, y protesto
mu- a ustedes que esas horas formaron un pa-
cían alternativamente asumiendo formas cho fósforo; la pupila, entre azul y bue- quín Dongo o al crimen misterioso de la
adecuadas. Aquí se trata sólo de dos es- nas noches, baila y ríe en su órbita como profesa, y los dará completísimos. réntesis en mi vida; mi espíritu vistió du-
píritus que animan alternativamente un muchacho travieso: todo lo ve y lo exa- Luis González Obregón vive por singu- rante ellas (y valga la frase) jubón acu-
mismo cuerpo: mina con curiosidad siempre picaresca. lar milagro en otros tiempos y en otro chillado; se embozó en negro ferreruelo;
El espíritu de Momo y un espíritu re- Peñita es el término evolutivo de un gra- México: el México Viejo. ¿A que no lo calóse aterciopelado gorro con pluma
flexivo. no de mostaza; cumple con las reglas de han visto ustedes jamás en la Reforma? blanca, y medio perdido en la sombra de
El segundo hace de Antonio, el joven todo eplgrama o madrigal bueno: peque- ¡Qué tiene que hacer él ahí! ¡Ahí, don- la estancia, vió cómo la arena de la ampo-
escritor De la Peña y Reyes, articulista ño, pero compendioso. de el México de hoy hace ostentación de lleta de los siglos subía, midiendo el
Su frase brota de los labios aguda co- su lujo, donde se retuerce, se encorva, se tiempo que retrogradaba; escuchó la voz
serio; el primero hace de Antonio el Pe-
mo una jeringa de inyecciones, pica y extiende la gran serpiente negra de ca- de las generaciones hundidas en el polvo;
fiita que todos conocemos, a quien todos fué espectador de extraña apocalipsis...
saludamos en la calle y en los cafés, con hace hormiguear la piel; va siempre al rruajes elegantes, venidos los más del le-
blanco; su lengua teje equívocos inge- jano y resplandeciente París! Los antiguos Virreyes surgían de sus
quien tomamos todos un drack, un aperi- tumbas; poblaban las calles los buenos
niosos, incansable como una aguja de En cambio, si ustedes siguen los pasos
tivo, un wiskey, a la hora clásica que pre- habitantes del antiguo México; las lite-
cede a la comida. crochet. del joven escritor (porgue es joven, por
_La agudeza es la forma natural de su otro capricho del destino), veránlo, los ras iban de aquí para allá precedidas de
Estudiemos ligeramente a ambos. domingos, en las primeras horas de !a pajes con hachones... y luego, el silencio
discurso, no parece sino que afila la pa-
Peña y Reyes es, según su propia ex- extendía sus alas brunas y el toque de
presión, el Gayosso de la literatura; cum- labra hasta dejarla puntiaguda como un mañana, dejar su casa de la tercera calle
alfiler, de San Juan, y con el macferland abro- queda vibraba lento y solemne en el es-
ple a maravilla el precepto de la Biblia: chado hasta el cuello con ayuda de un pacio.
_ Hay, sin embargo, en el fondo de esa
no elogiar a los vivos. alfiler de seguridad y el bastón en la Una calandria desvencijada que pasaba
ironía perpetua, de esa ligera y graciosa
Su pluma está dedicada regularmente a malignidad diestra, formando ángulo recto con el an- a la sazón por la calle inmediata, produ-
los: epitafios. Baja al seno de la madre de Puck, algo bueno, delicado
y noble: los sentimientos, y estos propios tebrazo, dirigirse con reposado andar, los ciendo más ruido que si rodase sobre un
tierra un literato, un sabio, un artista, y ojos bajos y el ademán distraído, a las- tendido de nueces, hízome volver al si-
al día siguiente, en las primeras horas de son así de Peña y Reyes, el Gayosso- de Cadenas. glo xIx. Vi mi reloj y advertí que las
la mañana, Peña y Reyes se dirige a toda la literatura, como de Peñita: ¡El térmi- Llega y se detiene ahí frente a un pues- manecillas se movían de derecha a iz-
prisa a la Redacción de algún periódico no evolutivo de un grano de mostaza! to de libros viejos. Los libreros lo cono- quierda.
amigo con un artículo en la bolsa. Ese ar- 3 marzo 1895. cen ya y le muestran los infolios que nue- 10 marzo 1895,
16 AMADO NERVO.—OBRAS COMPLETAS.—TOMO Il PROSAS.—CRÍTICA.-—SEMBLANZAS ÍNTIMAS.—EL PADRE PAGAZA 17

—Creo que en la obra hay un pecadi- yéramoslos más bien una autobiografía
lio—nos decía no ha mucho el distingui- que un análisis... ¡De tal manera están
DON RAFAEL DELGADO do académico—: la abundancia de des- escritos!
cripciones. * ko
Francisco Escudero y López Portillo, sidad de amateur literario y provinciano Ese pecadillo es el que comete a cada
que llegó a Licenciado antes de llegar a por añadidura se asomó a mis pupilas y paso el pintor que deja correr el pincel Don Rafael Delgado recibió última-
ciudadano y que me merece el concepto extendió el pabellón de mis orejas. por el lienzo cuando se halla enfrente de mente su nombramiento de académico de
de ser un joven ilustrado y aun erudito, Una comisión pasó a invitar al señor escenas soberbias, el que comete el poe- número y recuerdo que al felicitarlo por
vino a México en compañía de este ser- Delgado a que tomase con nosotros el ta que suelta la rienda a su fantasía pri- tan honrosa distinción, díjonos a dos
vidor de ustedes, con muchas esperanzas café, y pocos momentos después entraba viiegiada; el que comete el músico que amigos: ,
y poco dinero. No andaba el segundo en la sala un hombre de mediana esta- desata harmonías y las desgrana como la —Creo que los señores académicos no
muy abundante en mis bolsillos, ni las tura, de regulares carnes, de inteligente primavera desgrana flores. Es el peca- tuvieron tiempo para meditar respecto a
primeras aleteaban en bandada gárrula cabeza, coronada por cabellos ligeramen- dillo del genio, el pecadillo de la inspi- mi elección.
y pintoresca en mi espíritu. Siempre he te rubios y en la cual se advertía inci- ración... Yo juzgo más bien que Don Rafael
desconfiado de la esperanza, porque sé piente calvicie, ojos de sincera mirada, Angelina, la segunda novela de Delga- Delgado no ha tenido tiempo para me-
por experiencia que es una bella menti- correcta nariz y boca de expresión bon- do, es un profundo estudio psicológico, ditar en todo lo que vale.
rosa, una querida infiel, a la que debe- dadosa. parécenos que en ella dejó el autor un Vive tan ocupado...
mos dar un beso, recibiendo otro de sus Cediósele el lugar de honor y se brin- pedazo de su alma, y ciertos pasajes cre- 17 marzo 1895.
labios y dejarla pasar. dó por él.
Pancho no realizó las suyas, era cla- El autor de La calandria cumplía aque!
ro, y tornó a Guadalajara con menos día precisamente treinta y nueve años, Dí-
dinero aún del que traía, y la jaula: el jonoslo así, y brindó por que los ahí re- EL PADRE PAGAZA
alma, sin pájaros, esto es, sin ilusio- unidos, solteros de profesión, jóvenes to-
nes. 4 dos y soñadores empedernidos los más. Una noche de invierno, tras haber va- ras escapaba a través de los tupidos cot-
Mas antes de partir quiso congregar en “encontrasen la felicidad que él no ha- gado sin objeto por algunas calles, mi tinajes y de los limpios cristales, hería
fraternal ágape a todos sus amigos lite- bía encontrado y en la cual ya no creía”. amigo P. y yo, recibiendo en el rostro éstos con sus alas leves y murmuraba con
ratos y el signor Tarditi se encargó de El anfitrión, terminada la comida, in- las frías caricias del cierzo, nos detuvi- rumor plañidero: “¡Abranme!”
darnos breve hospitalidad, macarroni, vitó a los comensales a que escribiesen mos en una esquina de Plateros, resueltos Llegamos al portal de Mercaderes; se-
algo en su cartera, y Don Rafael Delgado
mondongo a la genovesa y algún otro a poner punto final, con breve apretón guimos por el de la Diputación, tomamos
inició la serie de autógrafos con este her-
platillo más o menos suculento. de manos, a la conversación asaz lán- luego por la Callejuela y San Bernardo,
moso pensamiento de Byron: guida y poco interesante que sostenía-
Había llegado ese momento de anima- continuamos por las calles de Portacceli,
“La amistad es el amor sin alas.”
ción indescriptible que llega para todos mos, y a marcharnos cada cual a su ca- Puente de Jesús, 1.2 de Jesús, 2.2 San
los banquetes de hombres solos. A Al- sa en busca del ambiente tibio de la al- José de Gracia, y nos internamos por fin
berto Michel le: retozaba en los labios coba, de la discreta compañía del libro en la solitaria calle del Corazón de Jesús.
cierta fabulilla que abona la prudencia y del influjo del té, amigo fiel en la vi- Ahí nos detuvimos frente a un vetus-
de un tierno jumento que corría... ¡qué gilia y despertador de estímulos y ener- to edificio de ancho zaguán.
En tales circunstancias conocí al exi- gías intelectuales. —Hemos llegado—dijo mi guía.
sé yo por qué! Micrós hablaba por dos mio novelista y académico, autor de La
y José M. Ochoa por cuatro; Chucho calandria, idilio y tragedia a la vez, re- Cambiábamos ya las últimas frases de Atravesamos el pasillo hasta dar cor
Urueta contaba los florones del techo y velación admirable de un profundo co- despedida, cuando mi amigo me dijo: “un cancel de madera que se abrió a
Fernández Granados los dibujos del man- nocimiento del corazón humano, galería —Es temprano aún; si quieres haremos nuestro paso, como impulsado por invi-
una visita, que de seguro no te desagra- sible mano.
tel; Pepe Bustillos se acariciaba la me- de espléndidos cuadros inspirados por
dará. Frente a nosotros se extendía un co-
lena y Peña y Reyes afilaba un epi- aquella lujuriosa flora de Pluviosilla (así
grama. y —Como gustes—le respondí, y echamos rredor, en el cual vi casi esfumadas en
llama el novelista a Orizaba), de La ca- a andar, esquivando lo mejor que podía- la sombra, que apenas disipaba en par-
De pronto alguien dijo: landria, que seguirá su marcha triunfal mos los impalpables besos del vientecillo tes débil lamparilla, negras figuras que
—Don Rafael Delgado está en la pieza por el campo de la literatura proclaman- aquel, que, tentado sin duda por el con- discurrían con lento paso, conversando
inmediata. do por todas partes lo que puede el ta- fort que respiraban las salas de los ele- sotto voce.
Dióme un vuelco el corazón. Mi curio- lento, lo que vale la inspiración, gantes edificios, la luz de cuyas lámpa- Apoderóse de mí natural sorpresa.
18 AMADO NERVO.—OBRAS COMPLETAS.—TOMO 1 PROSAS.—CRÍTICA.—SEMBLANZAS ÍNTIMAS.—-LICENCIADO EZEQUIEL A. CHÁVEZ
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Aquel recinto olía a claustro. Recordé dar lugar a la curiosidad respetuosa y a a hacer el bien, y al volcar la: urna de estas líneas, ya que no puedo hacerlo con
vivamente mis antiguos días de colegio, la incipiente admiración. mis confidencias sobre aquel corazón don- la filigrana de una frase, con la perla de
transcurridos al amparo de espesos mu- El sacerdote, que con cierto ademán de anida todo lo noble, lo que se levan- un giro feliz, con el brillante de una idea
ros, rocas levantadas por la piedad y la (muy de él) me tendió la mano, era Su ta, lo que esplende...; pero si la elocuen- hermosa.
fe para burlar los recios oleajes de la Serenísima el Canónigo Don Joaquín Ar- cia es plata, el silencio es oro, y con el
vida, y pregunté :' cadio Pagaza, Gobernador de la Mitra oro del mío haré un broche para cerrar 24 marzo 1895.
—Pero ¿adónde me llevas? y Rector del Seminario Conciliar.
.Mi amigo no respondió. Aquellas facciones viriles me recorda-
A la derecha, había una amplia esca- ban las de Morelos.
lera, que subimos, y en el primer des- Tomamos asiento en el sencillo estra- LICENCIADO
canso, pegado al muro, un retrato al óleo, do y departimos... acerca de muchas co-
de gran tamaño: Santo Tomás, el Buey sas. EZEQUIEL A. CHÁVEZ
mudo, el Angel de las escuelas, con su El Padre oía con atención nuestras fra-
luengo hábito de dominico: blanca túni- ses, y respondía con pausado tono, car- Un día presentóse ante el Maestro Al- discursos, vívidos lampos en sus libros,
ca y escapulario negro, semejante al plu- gando el acento en las palabras finales. tamirano uno de sus discípulos predilec- relámpagos de oro y destellos de plata
món de la golondrina; los ojos perdidos interrumpiéndose como para dar más tos. Tal predilección del eminente tribu- en sus versos, y que amó tanto lo ex-
en el vacío, la hierática faz mostrando energía al lenguaje. Sentía yo en mi ros- no y literato, obedecía a que su mirada de celso que ansió que hasta sus míseros
la expresión del absoluto ensimismamien- tro su mirada observadora, profunda y águila había columbrado en la del joven despojos mortales se evaporasen entre
las
to; el índice de la siniestra mano apoya- afectuosa al mismo tiempo, y seguía ma- el germen de algo que fulguraba ya con lenguas de fuego de la pira.
do sobre el anular de la diestra, como quinalmente el movimiento de sus manos, fulgor auroral y que brillar debía más El discípulo... no era nada aún; iba a
para contar los términos del silogismo, que subrayaban tal o cual expresión ele- tarde con esplendor de luz meridiana: el ser algo, quizá mucho. Pero ¿acaso a los
la antigua espada de tres filos que dió vándose lentamente o abatiéndose con vi- talento. Reyes no se les hablaba de tú?
al sutil Escoto glorioso triunfo en el Pa- veza hasta descansar sobre los brazos de —Maestro—dijo el joven—, vengo a A Cristo mismo, Hijo' de Dios vivo...
rís medioeval... la mecedora. : pedirle a usted un favor.
Mi sorpresa creció... Cuando me despedí, tras largo rato de —Sí, diga usted. e o
Al terminar la escalera seguía un pa- encantadora conversación, el Padre apo- —Meda pena...
sillo, en uno de cuyos lados una sencilla yó cariñosamente su diestra en mi hom- —Vamos, no creo que haya razón...; En otra ocasión (era la época en que,
puerta ostentaba este letrero negro: bro, y me dijo: diga usted... según la frase de Luis González Obre-
“Adiós; vuelva usted pronto”, más fe- —Meda muchísima pena. gón, Ezequiel A. Chávez, a quien ven-
SALA RECTORAL
liz que Diógenes exclamé para mis aden- —Pues no le haga usted caso, a ver... go refiriéndome, tenía tifo literario), dis-
tros: “He encontrado un hombre.” —Quisiera que nos hablásemos de tú... cutían el discípulo y el Maestro acerca
Al discreto golpe del llamador contes- El Maestro sonrió ¡como él sonreía!, de un poema de aquél, un poema infu-
tó una voz de timbre vigoroso: “¡Ade- y accedió con amabilidad a la petición mable.
lante!”, y entramos. del joven. El discípulo defendía su obra y la ata-
Una sala de regulares dimensiones, al- Desde entonces el discípulo, al encon- caba vigorosamente el Maestro. La dis-
Querría hablar de los versos del Padre trarse con el Maestro, decíale simple- cusión era acalorada. De pronto, en el
gunos cuadros de santos en los muros y Pagaza, decir cómo bajo aquella forma mente: período álgido de ella, el discípulo inte-
un retrato al Óleo del Arzobispo de Mé- arcaica, purísima, se adivinan las palpi- —¿Cómo te va? rrumpió al Maestro para decirle:
xico; sencilla mueblería, un escritorio con taciones poderosas de una inspiración su-
rimero de papeles y de libros, y de pie,: blime: querría decir todo lo que vibró _Y el Maestro respondía, sonriendo _—Y a propósito, ¿cómo está Marga-
siempre: rita?
al lado de aquél, un sacerdote de eleva- en mi ser cuando leí aquel soneto ma-
—Bien, ¿y a ti? Así terminó aquello.
da talla, de contextura vigorosa, de pro- gistral, La oración de la tarde, que nos
nunciadas facciones: frente prominente y impregna de dulce, de consolador,. de * ko * ES
espaciosa, mirada viva, nariz prolonga- tranquilo misticismo, merced al cual el
da, labios salientes, color moreno; todo alma Lo confieso, hay en esto algo que me Ezequiel Chávez se distingue por su
esto abarqué de una ojeada a tiempo que ¡Se encoge, treme y se remonta al Cielo! agrada y que me agrada mucho. laboriosidad incansable, sólo que en cues
mi amigo decía al sacerdote: El Maestro era un sol: un sol que tuvo tiones literarias es el hombre de los pro-
—Padre, le presento a un compañero... Querría expresar lo que he sentido al gloriosísimo ocaso; era una gloria, una yectos.
“ Mi' sorpresa se había desvanecido para estrechar aquella mano dispuesta siempre gloria que dejó chispas luminosas en sus Quien vaya a visitarlo se encontrará
20 AMADO NERYO.—OBRAS COMPLETAS.—TOMO 1H PROSAS.—CRÍTICA.—SEMBLANZAS ÍNTIMAS.—LUIS G. URBINA 21

sobre su mesa de trabajo, poco más O Chávez tiene por lema el de los jesuí- te grandes, color moreno ligeramente Urbina habla con pausa, con mucha
menos, lo siguiente: tas: vencerlo todo. amarillento, una .cabeza bien desarrolla- pausa; busca la frase, la dice con tono
Los tres primeros capítulos de una no- Un día le atacó un catarro fenomenal, da y sin más “carácter poético” que la doctoral, y en tanto que conversa y se in-
vela científica. sin que por esto alterase su método de melena obscura, un sí es no es alborota- terrumpe, la mano derecha—;¡ aquella ma-
El canto primero de un poema épico. vida, da “por los versos que surgen de ella” no!—vaga en el espacio describiendo len-
Un paralelo entre la ciencia en Espa- Iba por una calle, leyendo como siem- como pájaros inquietos de un soto espeso. tamente semicírculos, -como si intentase
ña y la ciencia en México, en el si- pre, cuando le detuvo un amigo: Brillaba el bigote, no por rubio, sino redondear la palabra cogida al vuelo.
glo Xv1, sin concluir. Si lees así, enfermo, te vas a origi- por su ausencia en el labio superior, la- Agrádale el aislamiento y no visita más
Un discurso sobre ia literatura moder- nar una irritación en los ojos; ya los bio de volante, si vale la frase, que al que a Justo Sierra, hablando del cual se
na, al que falta el epílogo. tienes inyectados. plegarse para reír, mostraba la hilera de le va el santo al cielo y añade por vía
Consideraciones sobre Stendhal y Spen- —Precisamente por eso leo, para ven- blancos dientes, algunos de los cuales de comentario: “¡Qué bueno!”
cer, en embrión, etc., etc. cer la irritación. rompían filas como soldados impetuosos
En cambio, da varias clases, se dedica o mal disciplinados.
Al día siguiente tenía los párpados in-
a su profesión, lee a todos los filósofos flamados. Me tendió la mano, una mano pe-
antiguos y modernos, conoce a casi todos queña y regordeta, que abandonó con
—¿Qué tal, eh?—le dijo su amigo. cierta indolencia en la mía y cambiamos
Tal es el hombre; en cuanto al poeta...
los literatos de todas las épocas, cumple
—Ya voy venciendo. las fórmulas usuales.
Hay que ver cómo surge, cómo bate
con sus deberes en el hogar y aún le so- sus alas esa rima, mariposa espolvoreada
bra tiempo para hacer tal o cual visita y Un día más y hasta los pómulos esta- —Ya lo conocía a usted—dijo—; no
ban hinchados, de oro, mariposa de seda y de luz; hay
empezar más obras. hago más que identificarlo... Voy a la Re-
—Se resiste—dijo—, pero venceré. que sentir esa inspiración, paloma a veces,
Hace pocos meses que hizo un extrac- dacción del Partido a ver esa Revista que deja oír entre la floresta su monólogo
to de tres tomos de Spencer, en un libro Y venció, no sé si en virtud de que Azul; ya sabe usted, soy Secretario de
cedió el catarro, porque ya era tiempo, o quejumbroso a veces polluelo de cóndor
de ochenta o cien páginas. Redacción, Manuel Gutiérrez la dirige...
porque como el catarro del auriga de que que escala la cima; hay que admirar ese
¿De qué suerte divide sus horas, có- Vaya usted pasado mañana al Partido, lo
numen, soplo etéreo que se levanta y bri-
mo las dilata para que le basten? ¿De- habla Micrós (si mal no recuerdo), se presentaré con Manuel—y se frotaba las
encontró con que en vez de darle tisa- lla dulcemente convertido en lampo; que
tiene acaso el sol como Josué? pequeñas manos redondas, con cierta bea-
circunda de velos vaporosos los llamean-
Lo ignoro, sólo sé que por la calle va nas y arroparlo suavemente, lo traían a titud de sochantre que hace la digestión.
tes abanicos de los cirios que alumbran
leyendo, sin que tal práctica le traiga in- la intemperie y huyó colándose después —Tiempo ha que no escribe usted.
el cadáver de la heroína de la Ultima se-
conveniente alguno: jamás le ha atrope- bonitamente en la tibia alcoba de una —En efecto: ahora me he dedicado a renata, o bisturí agudo, que hinca su filo
llado un coche, jamás le ha golpeado un doncellita mimada, donde le brindarían la empleomanía; tengo un tentáculo apli-
en la gangrena social, mostrando adheri-
transeúnte, jamás ha dado contra un pos- pastillitas, dulces, ponches sabrosos y cado a la Obrería Mayor y otro tentácu-
dos al extremo la abyección de una Car-
te ni equivocado una calle. confortante abrigo bajo pieles blancas y lo a una sección de Hacienda; vaya us-
men que tuvo alas o el brutal indiferen-
¡El espíritu de Spencer le protege! sedosas y felpas rizadas. ted a verme, vaya usted a verme...
tismo de un Holofernes que duerme...
Y tras lánguida despedida siguió su
Hay que..., pero dejemos, con Justo
31 marzo 1895, camino frotándose como antes las ma-
Sierra, que el ave extienda su plumaje de
nos pequeñas y redondas...
iris, que vuele y que cante.
No podemos aprisionar sus trinos para
mostrarlos ante los admiradores del poe-
LUIS G. URBINA ta: son muy inquietos, vibran límpidos,
Tras haber conocido al poeta, conocí pero suben y se pierden en el azul infinito
Fué en |Plateros donde le conocí, una El amigo que me acompañaba me dijo. a sus contertulios habituales, los que to- como el himno de la alondra cuando el
mañana de julio. Aturdíanme aún las —Ahí va Urbina. man con él un vaso de cerveza en la so- alba se espereza en su lecho de rosas y
palpitaciones ruidosas de la gran arteria —Háblale—insinué—; traigo una car- litaria cantina de barrio; el tío X, el ami- la inmaculada faz de los montes, los de
que va a ensanchar sus fauces a lahis- ta para él, go Z (todos los nombres precedidos de blancas tocas, enrojece al beso de la luz
toriada Avenida de la Reforma, como Y momentos después encontrábame algún dictado por el estilo). Ninguno es- como la de tímida novicia.
abriéndolas en formidable bostezo; fué a frente a un hombrecito de fisonomía vul- cribe versos, pero oyen con religioso si- No podemos aprisionarlo, no; dejad,
la hora en que el humano enjambre gar: mofletudo, de labios gruesos, nariz lencio los que Urbina recita muy de cuan- pues, al ave que despliegue sus alas de
inunda las aceras y forma esa intermi- ni tiria ni troyana, ojos que no eran pre- do en cuando, así como su conversa- iris, que vuele, que cante.
nable procesión de desocupados elegantes. cisamente pequeños ni eran precisamen- ción... un palique singular. 7 abril 1895,
AMADO NERVO.—OBRAS COMPLETAS.—TOMO II PROSAS.—CRÍTICA:—SEMBLANZAS ÍNTIMAS.—FERNANGRANA -23

hm
lo
Como Bustillos, Valenzuela tiene fiso- mo el cobre de los galeotes de Vigo.
nomía de poeta. Aunque se encuentra: Pero antójaseme que el poeta es un
JESÚS E. VALENZUELA niño grande y que si volviesen las mi-
Nell mezzo del camin de la sua vita,
nas de Chihuahua y los lotes de la Re-
la frente conserva aún su corona (un po- forma, volverían asimismo las prodigali-
Un día se preguntó en el secreto de su una sonrisa desdeñosa, y como no le res- co delgada si se quiere) de castaños rizos. dades en beneficio de... cualquiera, lo
espíritu: “¿Para qué sirve el dinero?” Y taba ya más que ingenio, siguió derro- No hay temor de quesi el bardo pasea cual es muy evangélico, aunque la pa-
se contestó: “¡Para derrocharlo!” chando ingenio únicamente, en banquetes un día por la orilla del mar, un águila labra pese a Valenzuela, spenceriano neto.
Se preguntó después: “¿Para qué sirve y tertulias, en corrillos y en “la intimi- mal intencionada haga punto de mira,
el ingenio?” Y se dijo la misma respuesta. dad de los amigos”, como dice un rótulo para estrellar un carapacho, del luciente
Y nuevo Pródigo, emprendió el camino de cierta tienda de esta Ciudad de los casco, semejante a calva roca, que dijo
derrochando pesos y derrochando agu- Palacios, Zorrilla. ¿Sus versos?
dezas. Adviértese en aquella faz cierto aire No, si no voy a indigestar al lector
Fué el gran manirroto. de graciosa indiferencia que parece de- con un análisis literario, tranquilícese:
En la actualidad es un verso de pie cir a la vida: ¿Y qué? (Et quid inde?), quien quiera sentirlos que los lea y que
quebrado (se fracturó últimamente un Entre las mil anécdotas que se refie- como preguntaría un escolástico a su ad- me dé luego su autorizada opinión.
pie). ren de la época de su esplendor, ahí va versario. Yo gusto de oír cantar a las aves, pero
ko * la siguiente: ¡La fortuna! ¡Minas en Chihuahua! no hundo el bisturí en su garganta para
Formaron varios hombres distinguidos ¡Lotes en la Reforma!... ¡Más se per- prender los trinos y estudiarlos.
Seguro estoy de que no hay un poeta una sociedad literaria. dió en el Diluvio! ¿Canta bien?, pues a la jaula: la jau-
metropolitano de la nueva generación que Valenzuela, miembro de ella, se com- Al menos tales pérdidas han engen- la de los versos es el libro; y una vez en
no haya comido con Chucho Valenzuela, prometió a pagar la renta del local des- drado una experiencia... y posesión de la jaula, a casa, a oír la
a costillas de Chucho, se entiende, lo tinado a acuerdos, El poeta sabe quiénes le quieren bien: serenata mientras la vela se acaba, y el
cual no es censurable, ya que el anfitrión Un día, halló que dicho local necesita- ha visto los cariños que quedaron a flote: sueño, otra ave, muda, nos cubre con sus
fué rico de oro y lo fué y lo es de sue- ba algo, y, como la maga de Córdoba, los cariños gaviotas que se mecen aún alas, como el ángel custodio a los niños
ños, y los comensales lo eran y lo son preguntó al primero que vió a la mano: sobre las olas; vió también los cariños buenos.
de sueños... nada más, —¿Qué falta aquí? fardos que reposan hoy en el fondo del
Edgar Poe, primero, y Alfonso Daudet, El interrogado se rascó el cuero ca- Océano, brillando allí con falso brillo co- 14 abril 1895.
después, nos han salido con que hay ce- belludo, y respondió tras breves momen-
rebros de oro; pero ¿quién va a creer a tos de silencio
Edgar Poe. ¡el borracho!, y a Alfonso —Hombre..., un busto.
Daudet, el morfinómano de faz de cristo Valenzuela, incontinenti, se dirigió a ¡a FERNANGRANA
meditabundo?... Esmeralda y compró un busto de no sé
“Eironeya!”, diría Rubén Darío... qué poeta griego, que valía (no el poeta,
Los comensales eran pobres, sí, muy sino el busto), que valía... mil pesos. En el fondo del salón que sirve de Bi- perdida en el azul, me traen a la memo-
pobres, y Valenzuela muy rico: poseía Cuando terminó la sociedad, como ter- blioteca nocturna hay una plataforma; ria los éxtasis de los fakires.
minas en Chihuahua y lotes en la Refor- mina todo en México, país de las espe- sobre esta plataforma, una mesa con al- ¿En qué piensa? ¿Ve, acaso, descorrer-
ma, es decir, tenía por tributarias a dos ranzas que mueren en flor, Chucho no se gunos libros; frente a la mesa, una silla se ante sus ojos el paraíso de Mahoma
razas: la indígena, que dió pruebas de su cuidó de recoger la obra de arte. de bejuco, y en la silla, un poeta joven, y contemplando la sonrosada banda de
heroísmo en Tomóchic, y la cruzada, cu- Quién sabe quién prohijó al poeta de cantor de una Laura que no es la del Pe- huríes de obesidad tentadora y luengos
yos miembros elegantes, la élite, que es la bronce. Si fué otro poeta, de carne... vi- trarca y decidido partidario del vino de calzones recamados de oro, murmura:
que realmente la representa, pasean en virá aún el busto; si fué un profano, Lesbos. ““¡Alah es grande y poderoso!”? ¿Acaso
carruajes que parecen estuches por la es- acaso el griego inmortal, convertido en
Ahí, en su puesto, inmóvil, adusto y levanta el espeso telón de los siglos y
pléndida calzada. ¿ campana, cantará hoy sus rapsodias con meditabundo, parece (y no soy yo el au- hace surgir del polvo de Atenas a los. hé-
Era muy rico, sí, y abrió las manos lengua de bronce, o trocado en cañón,
tor de la frase) un ministro protestante roes apoteotizados y a los dioses muer-
como la Virgen de las Mercedes (salvedad rugirá sus interjecciones con formidable que preside una reunión evangélica. tos?
hecha del sexo y la integridad material...) Cuando se pone de pie y permanece así Chi lo sá! Cuando lo vi por primera
trueno...
y vió que la fortuna también tenía alas. algún tiempo, su aspecto hierático, su ri- vez caminar con reposado paso por la
Cuando hubo volado, él la despidió con gidez cuasi-cataléptica, su mirada “verde” vía pública, derecho como un pino, in-
24. AMADO NERVO.—OBRAS COMPLETAS.—TOMO JI
PROSAS.—CRÍTICA.—SEMBLANZAS ÍNTIMAS.—BALBINO DÁVALOS
25
clinando sólo la cabeza cubierta de ca- El primero hablaba con mudo lenguaje vampiros. Los tenedores, semejantes a fla- ¡Oh Dios, de amor mi corazón heristeis,
bellos ligeramente rojizos, bajos los ojos, de la infinita vanidad del todo; el se- y la herida de amor está sangrando!
cas manos mutiladas, se tendían en el
y atusándose el bigote rubio, de un rubio gundo, enarcando levemente el lomo, pa- mantel; las servilletas arrugadas, seme-
¡Oh Dios, de amor mi corazón heristeis!
que tira a rojo también, y que tiene ma- ¡Oh Dios, vuestro temor me va inundando!
recía proclamar la voluptuosidad infinita jaban tiendas arábigas, arrolladas por el
tices de planeta Marte (valga la frase), del dolce farniente, del confort y del des- simún y el obscuro sifón del agua de Y una ola de temor religioso invadía mi
me dije: “Es sin duda un comerciante canso. seltz, inclinaba su brazo plomizo con de- espíritu, percibían mis oídos siniestro cru-
que medita en un negocio lucrativo.” Muy cerca del minino, más cerca aún . caimiento y parecía decir: “Todas las ilu- jimiento de huesos y parecíame que caían
Al verlo por segunda vez, pensé: “Más del italiano pesimista, Fernangrana soña- siones de la vida: la gloria, el amor, las la tercera parte de las estrellas del cielo
bien puede ser un matemático que busca ba probablemente con las caderas de As- y que la tercera parte de los ríos de la
un logaritmo.”
riquezas, son como mi contenido... ¡gases
pasia, con el mórbido seno de Frinea y que se van!” tierra se convertían en absinthium.
Después supe que era poeta y ya no con el blanco licor que Ganimedes es-
comenté su ensimismamiento.
El espectáculo era de verdadera desola-
cancia a. los dioses. ción; había caído sobre los comensales,
Y me dije una noche: “He ahí una tri- entre los que me hallaba, no sé qué nube
nidad híbrida y bizarra: el materialismo de tristeza, Ninguno hablaba, todos mira-
de Epicuro, simbolizado en el gato; el ban el techo y los muros, como si temie- Pero hay, asimismo, acurrucados en mi
libro que proclama la gran creencia en el sen ver en ellos el medroso Mane Thecel cerebro recuerdos llenos de agradable per-
En un tiempo, la vecindad de Fernan- dolor y sonríe al nirvana y el poeta que Phares que hirió como un rayo a Baltasar. fume, recuerdos de tardes radiosas pasa-
grana en la Biblioteca, constituíanla, ade- tiende las alas de su espíritu hacia Helios, das con el poeta, leyendo a Baudelaire, a
Tal estado de ánimo, después de una
más de los lectores silenciosos y de los con el amor del iniciado en el culto de Lecomte de Lisle y a Verlaine (el subli-
comida agradable, no es extraño; el hom-
libros científicos, más silenciosos aún la suprema forma.” me loco que tiene por lecho el lecho de
bre lleva en el alma tan reducida porción
(¡como que son urnas de talentos y epi- de alegría, que cuando derrocha buen un hospital), cambiando confidencias e
tafios de glorias!), un tomo de versos de humor durante una hora, se queda en la impresiones artísticas, en tanto que la voz
Leopardi, siempre abierto sobre la mesa, inopia. de golondrina de la niñita rubia, hija de
y un gato, minino encantador que se acu- Balbino Dávalos, que ocupaba el sitio mi amigo, hacía coro a nuestra conversa-
rrucaba al pie de la silla. Y la Biblioteca permanecía en silencio ción, diciendo mil lindezas a un michito
y el Tiempo de bronce del gran salón de honor de la mesa, paseaba la mirada
El primero mostraba en la portada un cachazudo y comodino. Entonces, las
contiguo empujaba al mundo por el pié- de sus ojos miopes, ocultos tras lentes
retrato del poeta, mas del poeta muerto, obscuros, por el cuarto, exactamente co- ideas fúnebres que despertara en mi es-
reclinado suavemente sobre su.lecho, pá- lago inmenso del vacío, mirando con des-
mo los demás; y yo veía su faz angulosa píritu el Miserere no aleteaban en rede-
lido y severo como una estatua yacente, pecho las silenciosas figuras de Dante, de
de druida joven, su nariz afilada, su boca dor mío; hallaba que la fisonomía del
dejando ver las viriles y pronunciadas lí- Virgilio, de Leibniz, a quienes quiso hun-
de labios finos, su bigote delgado, lacio poeta, más que de tristezas del pasado,
neas de su rostro. dir y agigantó sólo, y el poeta, el poeta
y pálido como el césped de una tumba y hablaba de legítimas esperanzas para un
El segundo ostentaba el suave armiño de los cabellos rubios y de los ojos ver-
sus manos que jugaban con el aro de una porvenir no lejano, y aunque sus manos
de su piel, escondía las leves garras entre des, inmóvil en su asiento, vagaba por las
servilleta: aquellas manos de “Santo bi- seguían pareciéndome como a Tablada, de
el sedoso vello y entrecerraba los ojos regiones del ensueño, como el fakir de
zantino”; veía todo esto, digo, con aten- “Santo bizantino”, pensaba en que esos
glaucos vetados de negro y oro, con la la India misteriosa y lejana...
ción profunda, recordando en tanto la santos se destacan regularmente de ni-
beatitud de un Micifuz consentido. 21 abril 1895. tristeza del Idolo, la gravedad de los ga- chos «de vivos colores, bajo naves inun-
tos, colocados bajo los canapés “como es- dadas de luz.
finges en cuclillas”, el árbol de un bosque Despedíame, sin embargo, antes de que
de lo pasado y otras muchas cosas. la tarde cayese para que la impresión an-
BALBINO DÁVALOS No recuerdo quién interrumpióel silen- tigua no llegara con las sombras, y des-
cio, pidiendo a Balbino que recitase el cendía las empinadas escaleras, pensando
Entre los recuerdos fúnebres que con- taurant de un hotel. El crepúsculo empe- Miserere a que me contraigo al principio, en que el poeta merece algo mejor de ¡o
servo en un departamento de mi memoria, nachaba de rojo las crestas de los montes y el poeta, con voz austera de cavernoso que tiene, en bien de aquella niñita rubia
como flores de éter en urna de mármol y prendía un rayo vivo en los cristales de timbre, cuyo eco vibraba:en el saloncito, y en atención a sus méritos, .
como el grito de súplica de un bonzo, en Porque Balbino es instruído; más aún:
negro, tiene lugar preferente el del Mise- la ventana; las botellas de Borgoña, rojo
rere, de Verlaine, recitado por Balbino también, estiraban sus cuellos vacíos so- los ámbitos obscuros de una pagoda, em- tiene talento; más aún: es bueno.
Dávalos (y traducido por el mismo). bre la mesa, como cadáveres negros que pezó:
5 mayo 1895.
Fué en un gabinete reservado del res- reclamasen su sangre chupada por lores

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AAA
26 AMADO NERVO.—OBRAS COMPLETAS.—TOMO 1 PROSAS.—CRÍTICA.—SEMBLANZAS ÍNTIMAS.—CARLOS DÍAZ DUFFOO 27

JOSÉ P. RIVERA
FRANCISCO M. DE OLAGUÍBEL
Conste que estoy familiarizado con las ancha hoja; espéralo la jarochita de ojos
escalas de los buques, algunas de ellas he- de antílope, mórbido seno broncíneo, ju-
chas, según lo empinadas y difíciles que Hay un poeta que usa lentes de gra- Otra suerte que el calor de las dínamos
gosos labios rojos como el colorín de las
son, para gatunas ascensiones. duación muy baja y procedimientos lite- funde las lacas que la imaginación de Jo-
quebradas; labios-ánforas de suspiros de
Sin embargo, vacilé ante aquella esca- tarios de graduación muy alta, por lo re- sé Juan Tablada), ni quiso tampoco que
amores, de besos quemantes y arrullos de
lera imposible, más imposible que la de finados. pasease su rubicunda cara por el Versa-
zorita; vense pasar también los grandes
Sobrino de José Juan Tablada, en cuan- lles actual, sino por las solitarias calles de
Jacob, y cuando, jadeante, llegué a la odios y los grandes cariños del hombre
to a la sangre, es primo de él en razón Toluca, tierra clásica de la cerveza, de
planta alta, especie de tapanco que olía primitivo y toda la escena ostenta el pri-
a papel viejo, palpé con extrañeza la in-
de la índole de su inspiración. los chorizones y de las puchas.
vilegiado colorido de las ubérrimas tie-
tegridad de mi individuo, Ambos adoran lo exótico y, cuando Acaso en aquellos portales que se alar-
rras que el piélago bate y la palmera
Allá, en dicha cima, infralunar si he de uno sueña con Arimaskas o Kamakous- gan como una noche de insomnio, finge
sombrea.
kas de ojos de almendra, muceta floreada, Paquito galerías suntuosas con mosaicos
ser verídico, pero a la que falta poco para Pilades ama con pasión la literatura na-
escalar la región de las perpetuas nieves, cabellos negros y lucientes, empenacha- de cristales donde messieurs de pantorri-
cional; recuerdo aún con terror una tarde dos de carey, y con escenas paradisíacas llas artificiales, discurren al lado de mes-
frente a una ventana, ante una mesa re- en que durante cuatro horas recitónos a
pleta de cuartillas, pruebas a medio corre- al abrigo de biombos ornados de kakemo- dames Luis XV, a las que dicen madri-
dos amigos romances de esos “que hue- nos, sueña el otro con marquesitas Wat-
gir, periódicos de los Estados y algunos gales muy finos... pero probablemente
len” a chalupas, a pulque y a tuba fresca, teau, de monumental coiffure, monísimos
otros objetos, vi a Pepe Rivera. despiértalo de su réverie retrospectiva el
en que se escucha el monótono zapateo
Por los cristales entraba la luz anémica
brodequines y cintajos multicolores. choque de su persona con algún apara-
del Butaquito en la tarima y el chirrido Los dos son pequeños y sonrosados, v
de una mañana invernal; ráfagas frías dor, donde plebeya zapatera expende, no
del violín ranchero untado de brea.
golpeaban las maderas y se veía un pe- el sobrino, Paquito, con su cara de man- escarpines de inverosímil pequeñez, sin:
Hay, sin embargo, otra fase, así en las
dazo de cielo salpicado de espesos cirrus, zana, su aspecto cuasi infantil, su conato viles zapatones de becerro claveteados de
ambiciones literarias de mi colega del de bigote y sus lentes, parece estudiante cobre,
semejantes a rebaños colosales pasando Diario del Hogar, como en sus trabajos:
alrededor de lagos de delicado azul. ¡Ni de tercer año de Medicina. Es de sentirse eso por la dolorosa antí-
el análisis fisiológico y psicológico. Juzgo que, si antes de nacer, le hubie- tesis que supone.
un rayo de sol! En la desoladora tona- Tiene un cuento que he oído con estre-
lidad del paisaje, ni un toque alegre. sen preguntado qué futuro destino le Empero, no obstante, que Paquito lo
mecimientos de pena y avidez notable: agradaba, elegido habría ser paje de una llevará en paciencia, pues aun cuando
Sin embargo, algo había en aquella Tuberculosis; algo que, sin imitarlo, re-
cumbre “urbana”, que me hablaba de mis Pompadour o una Dubarry, y pasear por fantasea
cuerda aquel siniestro pasaje de La piel los salones del Trianón su casacón de
trópicos. Pilades, veracruzano, con ojos de onagro, de Honorato de Balzac, en que A la sombra de las negras perversiones,
“otelinos”, faz de árabe, al parecer tosta- seda bordada y su tricornio luciente.
el tísico, héroe del terrible drama, muere No quiso, empero, la suerte que enton-
da por ese sol que empolla los huevos del clavando sus dientes con libidinosidad su- es un buen muchacho... ¡palabra de ho-
pelícano en las candentes arenas de la ces naciese, sino ahora que los silbatos nor!
prema en el turgente seno de su amada. del tren espantan el enjambre de damas
playa; dicción netamente costeña y de la Pilades escribe asimismo juicios críticos,
costa de Sotavento que tiene remedos de empolvadas que trae en el magín (no de 2 junio 1895.
mesurados siempre, reflexivos y hermosos.
Andalucía: dicción “ogro” para las eses Ya ve que digo de él algo de lo mucho
que engulle bonitamente como podría este que se merece. No mañana, al encontrar-
servidor de ustedes engullir camarones me, exclame:
secos; locuciones pintorescas generalmen- —Me partiste, hermano. (Esto, supri- CARLOS DÍAZ DUFFOO
te exageradas. miendo, se entiende, la s del segundo vo-
Tales eran las notas que ofrecía el lite- cablo).
rato -Pilades a mi incipiente observación. En un rincón, hundido en la vespertina de mimbre, formaba la diaria tertulia, la
Yo, en cambio, me admiro de que no
Sus escritos no desdicen de aquéllas: media luz, que daba extrañas vaguedades tertulia de Redacción tras las activas fae-
me haya partido en varios pedazos aquella
óyense en los Cuentos de mi tierra las po- escalera imposible, ¡más imposible que la a los objetos, cómodamente instalado en nas de la mañana y de la tarde.
derosas palpitaciones del Océano; el ja- de Jacob! una silla, díbame cuenta de la animada Bulnes, de pie, en medio de todos, re-
rocho pasa jinete en corcel gallardo, es- conversación de aquella gente de pluma fería una historia picante, desmontando a
grimiendo el afilado y corto machete de 19 mayo 1895. y de política que, en el pequeño estrado cada paso de la nariz los lentes para lim-
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piarlos con el pañuelo y plegando los —-Sí, hombre, sí; escriba usted un pe- mejor que ahora, tengo fe en ese porve- Duffoo. Sin embargo, tras un rato de con-
párpados con gesto de miope incorregible, riódico para los criminales y se arru-rui- nir. versación con él, salgo a la calle erguido,
para ver mejor. na usted: en este país no hay ni mil cri- —Pero ¿y las enfermedades? sonriente y contemplando el brumoso cie-
Rabasa, con mengua de su rigidez y su minales para que se subscriban... Créalo —Yo nunca me enfermo, procuro ali- lo de México, los angulosos perfiles de
tamaño, descansaba en un sillón en acti- usted: el me-mejor de los países posibles. mentarme bien y ya está. los edificios, el ir y venir de la multitud
tud de estatua sedente; Flores, frente al —La labor periodística es dura. —¿ Y ese mariposeo de la mente en afanosa, acarició todo con estas palabras:
escritorio, con los codos clavados en el —No, hombre; cuestión de coger el tan diversas materias? “¡Ah, mundillo, mundillo! ¡Eres el me-
hule, se rascaba con el índice de la dies- modus operandi... ¡Muy bonita, muy bo- —Distrae, hombre, distrae. jor de los mundos posibles!”
tra el carrillo izquierdo, como si de ahí nita!... ¡Todo es muy bueno y muy bo- Lo confieso, soy muy pesimista, sin leer
debiera salir el último "período del edito- nito! Ya ve usted—continuó—, tanto filósofo siniestro como lee Díaz
a mí me 9 junio 1895.
rial que preparaba para otro día. Pérez encantaba la economía política
Rubio paseaba por la pieza, acercándose y ahora
escribo crónicas y cuentos. ¡Qué se va a
a cada paso al llamador eléctrico, que hacer!... Pero todo es muy bueno, muy
oprimía con fuerza; abríase, para dar bonito. FRANCISCO BULNES
paso a algún empleado, una puerta la-
¡Optimismo más contagioso!
teral que daba a la sala de Redacción,
Acabé por sentirme ligero, fuerte y fe- Me gusta México porque aquí se co-
y aparecían momentáneamente frente a liz. to fiscal: Por tanto, pido la pena de muer-
sus mesas, Roumagnac, esgrimiendo las dea uno a cada paso con notabilidades. te para Maximiliano de Habsburgo; Pa-
tijeras con la impasibilidad de Atropos, —Dice bien, ¡qué demonios! Todo es Va usted por Plateros y no falta cice- lares, el que, a propósito de personas
excelente y muy bonito. Por algo Dios, rone oficioso que le diga:
y Luis León, que traducía telegramas con morales, dijo que en ellas se despersona-
al terminar cada porción de la colosal ta- -—Ahí viene Zúñiga y Miranda, tú.
la majestad de un Ministro que pone fir- | liza la propiedad; Cosmes, el que llamó
rea de que habla el Génesis, veía lo he- Y Zúñiga y Miranda, con su gran le-
mas, teniendo al lado los inseparables a Cortés: el fundador de la nacionalidad
cho y “hallaba que era bueno”. vita, pasa,
guantes, el macferland inseparable y el mexicana... Y entre los jóvenes: Urueta.'
Y ese hombre que todo lo encuentra ex- —Ahí está Batres.
rfuro que exhalaba leve vaho rizado y el que al final de un discurso clamó con
azul, 4 Ú celente, escribe quién sabe cuántos artícu- Y Batres está ahí, en efecto, absorto voz vibrante: Oremos; Gutiérrez Nájera,
Apoyado sobre el respaldo de una silla, los diarios, de índoles bien diversas. en la contemplación del pasado. el que escribió para un memo: Las novias
el Duque Job condimentaba un plato del Sale de su casa y se dirige al Partido: —Mira al Coronel Romero. pasadas son copas vacías; Larrañaga, el
día, sin dejar por eso de salpicar con media hora después sale del Partido, de- Y el curioso mira al expresado Coronel que declamó esta frase: Nosotros entra-
agradables comentarios el cuento de Bul- jando ahí una traducción para La Revis- conversando con dos o tres amigos. mos al porvenir y ahí no habrá ni som-
nes, y por último, arrellanado en el sofá, ta; va a El Universal y escribe una Luz No gana uno para emociones. bra ni reptiles; Peña y Reyes, el que dijo
calado el sombrero en forma de cubilete, de bengala; dirígese de ahí a El Mundo y Yo, que abro tamaña boca ante cada de un periodista cubano: Varona, lo con-
entrega un editorial o un cuento siniestro, notabilidad, no para comérmela, no, sino
llevando a cada paso la mano a las guías trario de varón; Murias, humo; Micrós,
del bigote sin retórcerlas jamás (una serie o un soliloquio humorístico, o un florido por admiración, recordaré siempre aque- el que escribió: Corazones que amáis,
de movimientos iniciales). Carlos Díaz artículo para calzar un retrato de mujer; lla “tumultuosa” sesión del Congreso en amad de lejos, porque a distancia los vi- -
Duffoo contribuía con su persona para el vuelve a La Revista y escribe una crónica que Pancho Bulnes llevó la palabra. drios de botella parecen diamantes; Gon-
quorum de aquella sesión íntima. para tornar de nuevo más tarde y escribir El Teatro Iturbide estaba lleno de bote zález Mier, el que compadeció a la pa-
¿Qué le pa-parece a usted el perio- un cuento, y cuando por la noche regre- en bote. Habíase congregado en él toda tria, calificando a sus hijos de hombres
dismo?—me dijo de pronto, con ese tar- sa a su casa, pónese a forjar la crónica una legión de celebridades, sin pudor y afeminados; Urbina, el que
tamudeo especial muy semejante al del dominguera de El Universal. ¡Cuántas, cuántas, Dios mío! dijo: En el teatro: y en la vida privada,
Duque Job. Allí se encontraban: Prieto, el que diri- prefiero la “come-dia” a la “trage-dia”;
—Malo. gió a los que intentaban hacer fuego so- Ferrel, el que escribió: La oposición a los
—No, hombre, no; qué malo va a ser; bre Juárez, esta frase: Soldados, los va- gobiernos no trata de convencer, sino de
¡lo mejor que hay en el mundo! lientes no asesinan; Julián Montiel, el que derribar; porque los gobiernos no se con-
Hablamos del país: —Y el surmenage, ¿no lo teme usted? dijo: El día en que fusilen a Márquez, vencen sino caídos... Hombres de todos
—El mejor de los países posibles, en el —No hombre, soy de buena cepa; “mi me vestiré de rojo; Justo Sierra, el que los partidos, de todos los credos estaban
mejor de los mundos posibles; un país padre es ya muy viejo y está muy vigoro- clamó: El pueblo tiene hambre y sed de ahí.
que tiene de todo en dosis infinitesimales. so intelectual y físicamente. justicia; Zamacona, el que pronunció por Bulnes, de pie en la tribuna, hablaba:
—En cuestión de criminalidad, no por —¿Y el porvenir, los hijos?... primera vez esta palabra: Convivialidad; A los cadáveres, señores, los levanta la
cierto. —Dentro de diez años estaré mucho Azpiroz, el que escribió en un pedimen- | Policía y no los Parlamentos... Si el due-
e
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lo es la preocupación de unos cuantos, la Vinieron a mi memoria: Scipión, con que, serio y grave, lee en un salón, ro- La niña de la casa interrumpió la con-
riña callejera es la preocupación de un su Ne ossa mea quidem habebis; Scévola, deado de amigos, un capítulo de alguna versación; quería que Federico cantara su
pueblo. ¿Desde cuándo, en una Repúbli- con su diestra carbonizada; Catón, di- de sus hermosas novelas, con voz pausa- canción favorita, y Federico. acompaña-
ca democrática, hay elegidos? ciendo: Prefiero que pregunten por qué da y monótona, sino un Federico “excep- do por Benigno, cantó:
Jamás olvidaré aquellas actitudes del no me han levantado estatuas, a que pre- cional”, un Federico sonriente; no el Fe-
tribuno. gunten por qué me las han levantado; derico académico, sí el Federico camara- Un pajarito que yo tenía
Bruto, blandiendo el puñal libertador; la se me escapó.
Levantaba el antebrazo al nivel de la da, dispuesto a charlar con verbosidad de y una muchacha que me quería
frente, como los antiguos batalladores al madre de los Gracos... ¡Toda la anti- causeur pur sang. se me murió,
giúedad, Dios eterno! No parecía sino que a la puerta ha-
cubrirse con el escudo; echaba hacia atrás
Más tarde, al encontrarme en cierta bía dejado el fardo de sus reflexiones, de
la cabeza con movimiento resuelto; for-
maba ángulo con las piernas ligeramente ocasión con el tribuno, ganas me dieron sus tristezas y de sus proyectos.
temblorosas, como el arquero que se afir- de saludarlo con un Ave César!, pero me Fué recibido con amistosa expansión.
contuve prudentemente: el César refería Habló de Santander, donde Pérez Galdós Ha pasado mucho tiempo desde enton-
ma en la tierra para combar el arco; fro-
un cuento naturalista, subrayando con tiene un palacio, y de París, donde Ed- ces. Aquella familia amiga se fué lejos,
taba rápidamente con la diestra la sudosa gestos y fruncimientos de párpados tal o como el pajarito; a Benigno se le ve po-
calva, cual si intentara vigorizar la com- mundo de Goncourt vegeta en la sole-
cual frase, dad de un desván elegante: de aquel co y a Federico menos. Concluye éste su
bustión del fósforo cerebral; golpeaba la “Tate, tate—me dije—: tú no habías
tribuna con el puño, como champion que desván famoso; de Buenos Aires, donde última novela y aquél se dedica a sus
oído hasta ahora más que al Secretario Rubén Darío pasea sus sueños, y de Ve- lecciones.
da el golpe de gracia. Y cuando el pú- del Ayuntamiento de tu pueblo, que in- racruz, donde Federico paseó su niñez. De vez en cuando, sin embargo, en-
blico aplaudía, aprovechábase de la tre- variablemente dice, cada 16 de septiem- cuentro en la calle al autor de Aparien-
Salieron después a lucir los intencionados
gua para llevar a los labios secos el vaso bre, con voz estentórea: Manes de Hi- provincialismos del jarocho, las tempes- cias, nos saludamos de lejos y yo sigo
lleno de refrigerante moscatel... dalgo y de Morelos, ved vuestra obra... tuosas pasiones de los costeños... mi camino acordándome de muchas co:
Yo oía el rumor de su voz seca, lige- ¡ Tate, tate!, ya con más bagaje, juzga- Saltó entonces Benigno, dejando rota sas: de la Ultima romanza, de la Ultima
ramente pastosa y un sí es no es desabri- rás mejor...” su harmonía: se había acordado de Gua- campaña, de Santander, de Veracruz, de
da, y, presa de cándido asombro provin- Y me comí aquel saludo de gladiador, dalajara y no quería ya Romanza sin pa- Guadalajara, y sobre ese cúmulo de re-
ciano, imaginaba que así debió oírse el y dejé a Bulnes que, concluído su cuen- labras, sino palabras sin romanza; el cuerdos flota leve una melodía y una es-
acento poderoso del tribuno romano, to, se alejase, restregándose un sobaco diálogo entre el literato y el artista fué trofa, y maquinalmente repito :
cuando: clamaba: con el brazo, como si efectivamente ahí peregrino: surgía borbotando la frase sal-
llevase el mundo. Así son todos los que nos quieren:
picada de agudos dichos, de delicados así son todos como estos dos:
Quos que tandem abutere, Catilina patientia nostra? 16 junio 1895.
equívocos. Benigno, retrataba a sus tran- unos se alejan y otros se mueren,
cheteros tapatíos; Federico, a sus jaro- y el hombre dice: Vayan con Dios.
chos indomables... 23 junio 1895.

FEDERICO GAMBOA
RAFAEL DE ALBA
Era aquella una de nuestras relaciones me pintaba con entusiasmo de colegiala
de confianza. Nos encontrábamos ahí co- el amor tal cual ella lo entendía. Cuando
¡Oh mi buen amigo el señor Licencia- Una noche (han florecido desde enton-
mo en casa. Benigno de la Torre, una de más animada era nuestra plática y más do Don Rafael de Alba, ayer defensor de
las visitas, se había sentado al piano y dulces y misteriosas las notas que surgían ces muchas primaveras y enfriado la at-
pobres, hoy Agente del Ministerio Pú- mósfera muchos inviernos) la familia de
tocaba su delicada Romanza sin pala- del piano, entró a la salita Federico Gam- blicó, y ayer y hoy, et nunc et semper,
labras; yo, arrellanado en un sofá, con- boa. No aquel Federico que, con el para- Rafael de Alba se despertó sobresaltada.
bohemio incorregible!... En el comedor de la casa percibíase ru-
versaba con Rosario, la niña mimada de guas debajo del brazo, la mirada perdida Toca a usarcé su turno en esta galería,
la familia, que, vestida con blanquísima en la contemplación de yo no sé qué es- mor de voces.
que ya va siendo larga y que, ¡ay!, nin- La hora era vanzada e inexplicable
bata de lino, negligentemente ceñido el pejismos, la fisonomía sombreada por una gún coleccionista me comprará de seguro,
negro pelo que formaba un marco de éba- meditación pertinaz, y el andar reposado, por lo mismo tal rumor.
En el nombre del Padre... Levantáronse los deudos de mi amigo
no a su moreno rostro y, mostrando la va por esas calles de Dios aspirando el
y con cautela se acercaron a la pieza in-
fresca sarta de lácteos y pequeños dientes, humo azul de su puro; no.aquel Federico
dicada.
34 AMADO NERVO.—OBRAS COMPLETAS.—TOMO II PROSAS.—CRÍTICA.—SEMBLANZAS ÍNTIMAS.—ALBERTO LEDUC 35

primeras páginas se lee: Ego sum via, y que acaso en breve, como el corcel
silencio. No se mueve una fronda, ni un Cenábamos mi amigo y yo (tocándome,
olímpico, quede reducida a tirar de un
nido palpita, ni se percibe el leve estre- debido a su galantería, la silla sana; él veritas ei vita; qui sequi tur me non am-
bulat in tenebris. Ego sum, Alpha et carro de aldeano, de un mísero carro:
mecimiento de la savia poderosa. tomaba la coja). Cenábamos, digo, una
el de mis tristezas.
Ahí debió pasar algo trágico, algo dig- sopa de pan aguada y un pequeño trozo Omega... etc.
no de la leyenda. Un crimen pasional, de carne rociado con café algo ligero. Travesuras son éstas de mi imagina-
bajo el capelo verdinegro del frondaje es- Durante la cena mi amigo me refería ción, que es un Pegaso sin freno, ahora, 6 julio 1895. *
peso. Debieron nutrirse al amparo de frecuentemente un detalle de su época
aquellos fresnos (acaso sean álamos) des- de mayor pobreza. Tras cauteloso mero-
esperados proyectos de suicidio. deo nocturno, apoderábase de una ga-
El corazón se encoge, medroso y con- llina del corral vecino, logrando a fuerza
tristado, ante la quietud honda y el re- de maña que no aletease; la mataba, des-
poso severo de esa alameda. pelucábala bonitamente, escondiendo las
Casi a su término, a la izquierda, le- plumas que podían revelar su “asalto”, y
vántase una tapia cortada por ancha la engullía casi cruda.
Entonces, no obstante aquellas estre- FIN DE LAS
puerta muy semejante a la de un cemen- ““SEMBLANZAS ÍNTIMAS”
terio. La puerta da acceso a un campo,
checes, reputábase feliz, porque soñaba
limitado a la derecha por una ala de vi- mucho.
viendas humildes. Antes de ser literato fué marino; ante
En la primera de éstas vivía Alberto la grisácea inmensidad que entona tris-
temente su monodía eterna, sintióse ar-
Leduc, ese nostálgico de Francia, que es-

AA A
tista,
cribe en castellano por una bizarra ano- Con la contemplación del coloso, “em-
.“
malía. barneció” su espíritu; no así su cuerpo.
Tres piezas componían la habitación. Yo ratificaba la observación, mirando
Las dos primeras hubieran sido dignas de a mi interlocutor, alto y delgado como
Diógenes. Sobriedad de muebles y caren-
un trinquete, de rostro paliducho, como
cia de adornos: una mesa, dos sillas (de
una galleta de a bordo, pringado ligera-
las cuales la una cojeaba) y un catre mente de pecas como huevo de pelícano,
de tijera. La tercera acusaba la presen- y que conservaba, de las características
cia de un artista. En las paredes, en ca-
del marino, la charla viva y jovial.
prichosos grupos, veíanse excelentes fo- He dicho que Leduc es un nostálgico
tografías de Guy de Maupassant, Dau- de Francia; lo era también del hogar;
det, los Goncourt, Zola, Simón, Obhnet, hase matrimoniado últimamente, y troca-
Mendes, Coppée, algunas de ellas con de- do el retiro del Tepeyac por otro retiro
dicatoria breve y sencilla, y no lejos, un en Tlalpan.
ligero estante lleno de libros, los más, Buscaba el yermo, la soledad, pero la
obras curiosas de la tipografía antigua y soledad campoamoriana, la soledad de
moderna: recuerdo un Elzevir de hermo- dos en compañía, y la ha encontrado.
sa factura, con rojas letras floreadas; no Hay asociaciones extrañas de ideas.
sé si contenía la sublime obra de Kempis: ¿Por qué al escribir de Leduc y al ha-
De Contemptus mundi o el Quijote. blar con él recuerdo muchas cosas viejas?
Frente a los retratos había una mesa No lo sé; pero en este momento pienso
con monumental tintero, plumas de ave, en misales antiguos de cárdenas letras
enviadas a Leduc por un amigo que resi- iniciales, de pasta de madera y broches
de en Roma, y un ventrudo Diccionario de cobre; en deslucidas dalmáticas de pa-
de la Academia. jes idos, en mosaicos salpicados por el
Entonces solía yo ir a buscar contras- sol poniente de oro musivo, en capiteles
tes a aquel retiro, y huyendo del ensorde- que se expanden como bouquets de pal-
cedor bullicio de México. mas, y en tomitos elzevirianos, en cuyas

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