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J. CAVALLINI

Lo que cautiva en la vida de los


santos no son siempre esos mila-
gros o episodios extraordinarios
LAS FLORECILLAS
en que tan lejos los vemos de nos-
otros. La vida de un santo nos
atrae más cuando se nos presenta
DE SAN MAHTIN DE POBRES
caminando hacia la santitlad par- o
tiendo de bases humanas. · San
Martín de Porres es un santo tan
humilde y tan humano que no po-
demos sustraernos a cierta seduc-
ción que no sólo admira sino que
invita a despegar suavemente el
vuelo hacia lo alto desde el fondo
de lo cotidiano. Es la suya una vi-
da de penitencia, de humildad y
de sonrisas. Pero es sobre todo
una vida llena de amor a Dios y
a los hombres. Este libro nos indi-
ca ya en el título lo que quieren
ser sus páginas: «Florecillas ». Ta-
les florecillas, aunque frecuente-
mente sean auténticos y estrepito-
sos milag1·os, se nos presentan en
una panorámica tan densa de ca-
ridad y humanidad, que casi nos
parece natural que a un hijo tan
confiado concediera el Señor lo
que dijo en el Evangelio que ha-
ría quien tuviera fe no más gran-
de que un grano de mostaza. Pero
J como la vida de la mayor parte
de los santos, también ésta del
~Santo de la Escoba » tiene una
" prolongación social que se des-
prende del amor al hombre redi-
mido. Acaso sea éste el aspecto
que mejor se nos ha puesto de ma-
nifiesto en la reciente ranoniza-
ción del Santo de Lima, y que me-
jor recoge la pluma de J. Cavallini.
'•
,,
- 1

JULIANA CAVALLINI

. ! .

LAS FLORECILLAS
_DE S. MARTIN DE POBRES

¡
' !

---··----..--
[_

EDICIONES PAULINAS
1NTRODUCCION

En el verano de 1955, al terminar de redactar la pre-


II EDICION s~nte biografía de San Martín de Porres, para juStificar
el título de la obra, escribía el siguiente prólogo: ·
Título original: «Estas «Florecillas» no son una historia crítica del
I FIORETTI DI FRA. MARTlNO Beato Martín de Porres».
Edizioni Cateriniane - Roma
»No son ni siquiera una historia cronológica.
»Son episodios entresacados de las atestaciones de los
Traducción castellana de:
D. GERMAN JIMENEZ IMAZ, Sac. de la Un. Ap. que le conocieron en vida y fueron llamados a deponer,
bajo jUJ"amento, en el proceso de su beatificación. No hay
NIHIL OBSTAT motivos para dudar que ellos expusíeran los hechos co-
mo los conocieron, con absoluta fidelidad. Había cosas de-
Lic. Don José Gálvez masiado extraordinarias en la vida del Beato Martín para
Censor ecco.
Madrid, 11 de febrero de 1963 que el corto tiempo transcurrido pudiera haberlas sumido
en el olvido.
IMPRIMATUR »El simple hecho de haber sido tomadas de las ates-
tacionés del proceso es motivo más que suficiente para
José María, Obispo Auxiliar que hallaran cabida -a pesar de que sean inexplicables
y Vicario General:
Madrid, 2 de marzo de 1963 bajo un punto de vista puramente natural- en la pre-
sente narración.
Depósito legal: BI-181-1966 »Se insertan naturalmente, o si se quiere, necesaria·
mente en la narración, porque no sería fiel ni completo
EDICIONES PAULINAS - Ledesma 18 - BILBAO
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u1z retrato de Martín de Porres que olvidase estos aspec- Dios y las florecillas gozan con la frescura producida por
sus hojas. Y al decir florecillas, ya se sabe de qué se tra-
tos exteriores de su santidad.
»Podemos sin embargo aceptar y gustar esta relación ta y a nadie se le va a ocurrir buscar entre las hierbas de
sin preocupaciones, ya que es evidente que la san~idt!d la pradera flores de invernade.ro».
. H~y que Martín ha recibido ya el título de «santo»,
1

auténtica del lego de Lima se apoya en bases muy dzstzn- 1

tas: en la práctica constante y heroica de las virtudes, y


1
y en vísperas de que salgan a la luz las traducciones in-
principalmente de la caridad, que es la que señala toda g,lesa, alema~a ~ espaiío!a de la presente obrita, no tengo
la vida de Martín con un sello inconfundible. nada que anadzr al prologo de entonces, aunque, lógica-
»Numerosísimas son las biografías del B. Martín de mente? _e,n l~s fraducciones el título no sea el de la prime-
Porres publicadas en estos últimos años, particularmente .ra edzczon ztalzana, pues no tendría sentido.
en los Estados Unidos. Desde que, en 1866, el Rev. Félix Añ~do tan sólo el deseo que, traspasando los confines
Barotti erigió en Washington una capilla para los negros ·de la tzerra donde han brotado, estas florecillas lleven a
a quienes había consagrado su actividad apqstólica, y la todas partes el perfume de la personalidad de San Martín
dedicó al Santo negro, proponiéndolo como ejemplo y pro- ·de Porres, y contribuyan de este modo a que otras almas
tector de aquellos infelices, la devoción. de nuestro Santo .guste_n !os frutos de su santidad y que contribuypn al for-
se extendió rápidamente. taleczmzento del Cuerpo Místico de Cristo, lo que S. S.
»Y es que la figura simpática de este hijo de Santo ~~tan _XXIII tanto deseaba del Concilio Ecuménico, según
Domingo, fecunda en aspectos varios, cautiva nuestras ·et mzsmo declaraba en la solemne homilía de la Canoni-
miradas y nos llena dk consuelo. Religioso fiel a la más zación.
severa tradición de la Orden, Martín tiene el alma abier- Roma, 1 de octubre de 1962
ta a todas las necesidades del prójimo, y mientras prote-
ge y realiza obras grandiosas en el campo que hoy lla- JULIANA CAVALLINI
rr.amos del apostolado social, no tiene a menos ejercitar Misionera de la Escuela
su arte y hasta sus dotes taumatúrgicas en favor de los
a1timales y de las plantas.
»Entre esta literatura, rica de nombres famosos, flo-
recen estas humildes florecillas.
»Florecen imitando el desarrollo espiritual de aquel
«árbol de amor» que fue el alma de Martín de Porres, se-
gún el cuadro que Santa Catalina de Siena describe en la
alegoría de la planta que brota en terreno de humildad,
se alimenta con la savia de la oración y viste sus frondas
de caridad para gloria de Dios y utilidad del prójimo.
»Et árbol extiende sus ramas por el azul del cielo de
7
6
r
S J
== a

1:
1.
1:
!

Sus caminos son caminos deleitosos, y


son paz todas sus sendas (Prov. 111, 17).

San Martín de Porres nació en Lima, capital del Pe:-


rú, el 9 de diciembre de 1579.
No tengo la menor intención de describir la capital
de Lima, ni de esbozar su historia. A quien tuviese algu-
na duda sobre su posición geográfica, le bastaría pata des-
,ji vanecerla echar una mirada al mapa de la América Meri-
dional: recorriendo con la vista el trazado de la costa oc-
~: cidental de Norte a Sur, a un tercio del camino, encontra-

~1·
ría infaliblemente el nombre de Lima, no lejos de su puer-
to, Callao.
Desde que los Pizarras y los Almagras, con pocos sol-
1
dados y mucho arrojo, bajaron con pequeñas naves des-
!
de Panamá hacia el sur, hacia la fabulosa tierra de los In-
cas, bastaron pocos años para que toda la región quedara
sometida a la corona española. En la Epifanía de 1535
Francisco Pizarra echaba los cimientos de la 'nueva capital
que sustituía la antigua Cuzco, enclavada entre montañas
y bastante alejada de las grandes vías de comunicación ma-
rítima.

9
!

A esta nueva capital se la llamó en un primer tiem- habían transcurrido siete años desde la fundación de la ciu-
po ciudad de los Reyes, para conmemorar el día de su fun- dad, cuando Pizarro caía en su mismo palacio bajo el pu-
dación, pero luego el recuerdo de los Reyes Magos fue bo- ñal de los conjurados capitaneados por el hijo de Diego
rrado por la presencia, viva y sonora, del río que la atra- d.e Almagro.
viesa, y Rimac se convirtió en Lima ( 1-4 ). Sin embargo, como todas las semillas importadas del
Los primeros años de Lima fue.ron atormentad<;>s por viejo Continente, que a contacto con las tierras aún vír-
las luchas continuas entre los conqmstadores y los mdlge- genes del nuevo se desarrollan rápidamente, Lima no · tar-
nas, o entre los mismos conquistadores cuando la sed de Jó en alcanzar un equilibrio suficiente que le permitiera
oro y afán de dominar armaba a unos contra otros. No set no sólo la capital política y comercial de Perú, sino
también un importante centro de cultura.
(1) L. D. Baldwin - "The Story of the Americas", p.
Los Dominicos fundaron allí, el añ9 1551, una uni-
91. New York, 1943. versidad, la Universidad de San Marcos, la primera que se
(2) !bid., pp. 109-110. estableció en toda América.
(3) !bid., p. 150 sig. Lima sólo contaba entonces dieciséis años.
( 4) La "Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Ame- Los primeros que anunciaron el Evangelio en la tie-
ricana" de Espasa Calpe (vol. 51, p. 587, palabra "Rimac") rra de los Incas fueron los hijos de Santo Domingo, que
explica la derivación del nombre Lima del río "Rimac", cam- condividieron con Pizarro los riesgos de la aventura pe-
biando según el uso de los conquistadores españoles, en 1
la r su'ave de las palabras locales, sin excluir q~e ~~ palabra ruana en las mismas barquichuelas sin recursos, y que con
"Lima" pueda reflejar sencillamente la pronunc1ac10n de los ·él y sus hombres bajaron hacia el sur por las costas del
indígenas de la región costera, menos pura que la de los na- Pacífico. Siguiéronle misioneros de otras muchas Ordenes:
tivos de la "sierra". En cuanto al nombre "Rimac", que en Franciscanos, Agustinos, Mercedarios, Jesuitas. Pero la di-
la lengua "quechua" quiere decir "el parlante" esto. ~e hu-
biera atribuido al río para expresar en forma poet1ea el vina Providencia reservaba a los primeros evangelizadores
murmullo de sus aguas. las más hermosas primicias de aquella mies que extendién-
Según W. H. Prescott "The History of the Conquest of ·dose entre la costa oceánica y la áspera muralla de la cor-
Peru", p. 258) el río hubiera tomado su nombre ~e :un tem- ·dillera, atraía a sí a los obreros evangélicos.
plo situado en el valle, muy frecuentado por los md10s para
sus oráculos. Las primicias del episcopado, con fray Vicente de
D. Enrique Tusquest "Los grandes contr~stes de un con- Valverde. Las de la cultura, con la Universidad de San
tinente", p. 376) se aparta de la etimolog1a %eneralmente Marcos. Y superior a cualquiera otra, las primicias de la
aceptada y escribe: "Lima fue fundada por P1zarro... y la santidad, con Rosa de Lima.
bautizó con los nombres "Lima y Ciudad de los Reyes". El Pero siete años antes que las aguas del bautismo in-
primero e~ atención al gran número •d~ limas que crecían
en la region, y el segundo por el P.roposlto de hac.erla con el fundieran con la gracia el germen de la santidad, en el al-
tiempo, la capital del vasto impeno de las posesiOnes espa- ma de la pequeña Rosa de Lima, en la misma fuente de la
ñolas en América". (La "lima" es el fruto del "limonero"; los iglesia de San Sebastián de Lima, se abría a la vida sobre-
peruanos llaman ''lima" al fruto y al árbol). natural otra alma privilegiada, destinada a alcanzar la más
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alta perfección en la Orden de los Frailes Predicadores .. <eJ?- el silenci~ ~e las grandes arcadas, en aquella paz gran-
Había nacido Martín de Juan de Forres, noble señor .di.osa tan d1stmta de la desolación de su desapacible ca-
español, caballero de la Orden de Alcántara, y de Ana Ve- sucha.
lázquez, una liberta negra. Luego, en casa, tenía que hacer cuentas con la ma-
Cuando el padre vio que el pequeño tenía la piel os- .dre. La po?re mujer, .~scasa de. medios, no podía pasar por
cura, le desagradó tanto que no quiso reconocerle suyo .. la generosidad del hiJo: -Mua, hoy, por ti, tendremos
Efectivamente, en el registro del bautismo se lee: «Mar- oque ayunar todos, no sólo tú, sino también tu hermanita
tín, hijo de padre desconocido». Pero, acto seguido don y yo.
Juan se arrepintió de su dureza y reconoció legalmente a. Recibía tranquilamente los azotes de su madre· llora-
Martín y a la pequeña Juana, que había nacido dos años. ha acaso por las dificultades que ella debía supera;, Pero
después (5). ;a la primera oportunidad volvía a las andadas (6 ).
Martín pasó los años de la primera infancia con su· Mientras tanto, en el pequeño círculo de conocimien-
madre y su hermanita. Como era despierto y sensato, Amt tos de Ana Velázquez, comenzaba a llamar la atención aquel
le mandaba a veces a hacer las compras. Salía Martín de niño tan despierto y tan bueno. Puede que alguno sacu-
casa con el dinero y con el cesto vacío. Muchas veces -no- diera la cabeza r profiriera palabras gruesas contra Juan
digo siempre- volvía sin dinero y con el cesto también· d~ P~rres que, neo como era, dejaba mujer e hijos en la
vacío. Había en Lima muchos pobres y Martín no sabía m1sena.
negarse al que le pedía una caridad. Juan de Portes no vivía aquellos años en Lima sino
¡Pero cuánto tiempo empleaba en hacer los recados! en Guayaquil, Ecuador, donde era gobernador. A Li~a iba
Antes de soltar aquellos pocos cuartos era capaz de estarse· .de vez en cuando.
fuera media mañana. Y no es que se detuviera a jugar con De una de estas v1s1tas volvió a Guayaquil con sus
otros muchachos como él: es que si éncontraba en el ca-· .dos hijos y los tuvo consigo, tratándoles realmente como
mino una iglesia, entraba a saludar al Padre de los cielos padre a sus propios hijos. Confió, en efecto el cuidado de
que le había hecho hijo suyo mientras el padre de la tie- su instrucción a maestros competentes, y c~rnpletó él mis-
rra le repudiaba. Pasaba de la luz de la ~alle a la penum-- mo su educación con contactos diarios, dedicando a sus
bra misteriosa y recogida, recorría con paso ligero el pe- pequeños todo el tiempo que le dejaban libre las ocupacio-
queño mulato la espaciosa nave, e iba a arrodillarse de- nes de su cargo.
lante del altar. Permanecía absorto, con sus grandes ojos. Ocurrió una vez que, yendo de paseo c~n. Martín y
abiertos de par en par, tan blancos en aquella qua oscura,. Juana, don Juan se encontró con su tío don Diego de Mi-
fijos en el Crucifijo, en la imagen de la Virgen, envueltos. :anda. Este le p~eguntó quiénes eran aquellos dos peque-
nos. El respondio con toda franqueza: -Son hijos míos y
(5) Ad novas, pp. 4-5, "Responsio ad novas Animadver-
siones R. P. D. Fidei Prornotoris super Dubio etc.", - Romae (6) H. G. Gaffney - "Blessed Martin Wonder Worker"
1742. pp. 12-13 - Tralee, 1949.

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(:~)

de Ana Velázquez. Yo los mantengo y proveo a su educa-


ción (7).
Martín tenía entonces ocho años y Juana seis.
No duró mucho este período de vida tranqqila. A lo
sumo cuatro años. Se in~errumpió y se terminó cuando Juan
de Porres dejó el Ecuador para ir de gobernador a Panamá.
Confió a Juana a los cuidados del tío don Diego de
Miranda, y a Martín le hizo volver a Li~a, d~n?e su ma- II
dre no sin haber hecho que antes su hl)o rec1b1era el sa-
cr~ento de la Confirmación. Al irse dejó a Ana el dinero
necesario para hacer que Martín continuara sus estudios Y
aprendiera un oficio, además del dinero necesario para po-
«La ciencia de,l cuerdo está en conocer su
der vivir sin aprietos. camino» (Prov., XIV, 8).

Tendría Martín unos doce años cuando tuvo que preo-


cuparse de la primera elección importante que debía ha-
cer, es decir, de la elección del oficio que le sirviera pa-
ra sustentarse él y su madre, toda vez que su tío don Die-
ji
go se comprometía a cuidar de su hermanita.
¡l' Es posible que se decidiera de acuerdo y en armonía
'1: amistosa con el padre antes que éste dejase Lima, conside-
i'~ '
rando juntamente los «pros» y los «contras» de las distin-
tas posibilidades que se le ofrecían.
Pero no parece que Juan de Porres hiciera valer su
autoridad sobre la voluntad del hijo; más bien parece que
la elección la hiciera Martín libremente según sus inclina-
ciones y sus deseos.
A consecuencia de esta elección, Martín comenzó a
frecuentar el establecimiento de Marcelo de Rivero para
aprender el oficio de barbero, oficio que significaba, ade-
más de cortar la barba y el pelo,. sacar sangre, curar herí-·
(7) Ad novas, p 5. das y fracturas, y hasta recetar medicinas en los casos más

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corrientes. El barbero o ciruJano, efectivamente, era a la dinero qu~ su madre !e confiaba para que comprase el pan
vez barbero, cirujano, médico y farmacéutico. de ~ada d1a, le. sugena ahora trabajar por los pobres,· por
Martín se dio con todo afán al estudio de su arte. Qui- mot1vos de ~ar1dad. Rechazaba el dinero casi con horror.
zás preveía cuánto le había de servir para ayudar a los po- No parece s1n embargo que su desinterés de profesional
bres. Comenzaba ya a manifestarse su excelente voluntad suscitase en la madre el mismo enfado que d
y su inteligencia nad-1 común. Muy pronto a Marcelo de d 'd d · f ·1 su espreocupa-
a ~an a 1n ant1 . Desde que Juan de Porres se ocup' d
Rivera no le quedó nada que enseñarle. Si alguna vez se la r~da de su pobre familia no se padecía necesidad y OAn~
ausentaba, le dejaba responsable para posibles casos de ur- Ve azquez, que, :enía de común con sus hijos u¿a gran
gencia. bondad· ~~ espltltu, asegurado lo necesario, no era mujer
En una de estas ocasiones Martín vio que venían a la que amb1c10nase lo superfluo (2).
tienda tres o cuatro hombres que traían en sus brazos a un Ana tam~oco tomó ya a risa la costumbre de Martín
indio molido y ensangrentado por las muchas heridas que de Vlsltar las Iglesias que encontraba en el · .
h b' d .. 'd . . . . .., cammo y que
había recibido en una riña de la calle. Cuando estos bue- a la a qultl ~·en su mfancia. Ciertamente, el Martín mu-
nos samaritanos supieron que no estaba el médico, hicie- C!1ach.~ y estudiante sabía más gramática parda. que el Mar-
ron un gesto de desagrado: ¡poner en manos de un mu- f~ llldo; ahora ya no volvía tan tarde, pero salía antes. Sa-
.chacho, de un aprendiz, a un hombre en aquel estado! Pe- la a espuntar el día, y en el camino que de su casa en
ro desapareció toda desconfianza al verle ponerse al traba- la calle Malam_bo, conducía a la tienda de Marcelo de' Ri-
jo con firmeza y habilidad y que lavaba las heridas y las vera, se detema largament: en la iglesia de San Lorenzo,
-vendaba a las mil maravillas, reanimando al hombre, exte- donde ayudaba todas las misas que podia.
nuado por la pérdida de sangre, con un buen vaso de vino. · Pero a la hora exacta se hallaba en casa de Rivera
Y aún quedaron más satisfechos cuando el indio, de allí a , Por las _noches, después de haberse dedicado tod~ el
pocos días, volvió a sus ocupaciones tan sano y fuerte co- d1a a perfeccwnarse en su oficio y servirse de él en d
mo antes (1). de _los pob,r:s, se cerraba en su habitación para exp:~io~
Por este y otros casos semejantes comenzó a extender- nat su espltltu con la lectura ·y· la oración p r ·
'b' d' d . · e o como no
:Se por Lima la fama del joven estudiante indígena que mos- rec1 1a mero e sus chentes, y acaso no quería que Ana
traba ya una habilidad no inferior a la del «maestro» veni- llegase a enterarse de sus largas vigilias, suplicaba a la pa-
do de ultramar. Y era tal el garbo del estudiante que poco trona de casa le regalara los cabos de velas para adorno de
a poco los clientes prefirieron su diagnóstico y su labor a sus candeleros .. ~ccedía gustosamente doña Ventura de Lu-
los del profesor. na. Pero ocurr1o que una noche, tentada por la curiosidad
Ahora Martín habría podido ganar mucho dinero y vi- de ,saber p~ra qué le servía todo aquello, quiso ver qué
-vir desahogadamente con su madre. Pero el mismo amor hac1a Martm a aquellas horas. Se dirigió a la puerta de la
que en su niñez le había impulsado a dar a los pobres el !
·.l
,~2) J. C. Kearns - ''The Life of Bles8ed Martin de ,p0 _
(1) Gaffney op. cit. p. 16. rres , p. 15. New York, 1937. · . ·

16 17
2. - San Martín ...
'i1'i
!

habitación y aplicó sÜenciosamente el oído. Le pareció oír


suspiros y gemidos ahogados. Entonces se puso a mirar por
el agujero de la llave. Martín, arrodillado, con el rostro ba-
ñado en lágrimas, los brazos en cruz y los ojos clavados fi-
jamente en el Crucifijo, parecía concentrar toda su vida en
aquella mirada, en aquella actitud de conformidad con el
objeto de su contemplación.
Doña Ventura se quedó mirándole, contuvo la respi- III
ración y después se retiró despacio. Pero como la escena le
había impresionado vivamente y su pensamiento volvía a
ella con insistencia, sintió la necesidad de comunicárselo a
sus amigas. Ven y sígueme (Mat., XIX, 21 ).
Y hasta las invitó a que vinieran a ver y disfrutar de
aquel espectáculo. Y así, a la noche siguiente, las amigas
de Ventura de Luna, se pusieron en acecho detrás de la Una mañana los clientes de M 1 d .
puerta, espiando el secreto del misterioso diálogo de amor que iban a arreglarse la barba 1 arle o { Rivera -los
entre Jesucristo Crucificado y Martírt, que ignoraba feliz- cían sacar sangre, los que tenía~ ~ pll o y os que se ha-
mente aquella indiscreción (3 ). que querían hierbas para h . a aga que curar y los
En este tiempo el Señor quiso dar una pril,nera prue- de Rivera que bien podían tlcer tlsanli~s, todos los clientes
. amarse e entes de M ' 1
ba -o una de las primeras pruebas- de los prodigios tan muehos ellentes J·Óvenes y vieJos,
. . blancas mul tartm, os
numerosos que después habría de obrar por medio de Mar- gros-, cuando supieron que Ma , '. a os y ne-
lo llevaron muy mal. rtm se retiraba del oficio,
tín. '
El joven plantó un limón en el patio de la casa que
habitaba. Muy pronto creció un arbolito que daba frutos ~fr~~ ¿~~r J~~ s~:t:~:~~? ~or. entrar ~n un ~onvento.
en todas las estaciones del año. algo de su propósito habrían u~ese dde)ado .vislumbrar
Muchos años después de su muerte, el «limonero de brían hecho compre~der q pensa o In lsuadlrle. Le ha-
sión del egoísmo o acas l~t 1era una ocura, una loca ilu-
fray Martín» conservaba esta excelente cualidad (4 ).
una vida dedicad~ al aliv~ d" orgulld,?ue le sugería dejar
de la sociedad y atenderseo r;ect? e os pobres para irse
Era aquí donde se debía co~b ~lsmo.l ¿Li g~oria de Dios?
sos abusan del od~
f
la vida de la ciudad donde 1 a lr ~or a ona de Dios, en
1 os 'po res su ren y los podero-
(3) "Vida del Beato Martín de Porres", de Anónimo, ros de la fe de trist~' :~~dma¡dose, católicos y mensaje-
p. 9 Roma, 1837. negación viviente del' Evang oli, as mas de las veces, son la
( 4) !bid., p. 10. . e o.

18 19
¿
_))

Pero había más. En aquella sociedad todavía reciente ¿Pero cuándo pides de beber alal
de una sistematización justa y pacífica, no es improbable
tras tu afecto y caridad
.
e · . roa? Cuando nos mues-
. . . onvemente y razonabl
que los indios desheredados, pensaran en él como en un li- qmen. ama sea amado. Cuando le da aro e es que
bertador. Su vida era una respuesta terminante a quienes, tonces es cuando el alma da de b b or po~ ~mor, en-
dar» ( 1 ). e er a su divmo Crea-
en tiempo aún no muy lejano, se habían preguntado si los
negros tenían un alma como la de los blancos y si podían, . b ~or seguí~ esta soberana invitación Martín d . , d
tra aJar con Rivera Y se re , 1 ' . eJo e
por tanto, recibir el bautismo.
¿Por qué privar a los buenos del alivio de su lumino- res del convento del San~sÍl::t~ a ~s fr~ll~s Predicado-
más humilde y la que me"or ex osarw; pidiendo la cosa
donación: pidió el hábitoJ de do~:d~~a aun su voluntad de
so ejemplo, de su vida totalmente dedicada al ejercicio de
la más genuina caridad? ¿Por qué abandonar a los pobres?
Los donados eran miembros d 1 T
Nadie ocuparía su puesto. j1,1nto a ellos.
Martín sintió surgir estas preguntas en lo íntimo de prestaban su trabajo en un e a :r~era Orden que
te en él recibiendo e convento. Y VlVlan establemet;t-
su concienca. Pero la vida que hasta aquel momento había mento ; aposento. 'seo~~c~;~~ensacwn de su .trabajo, ali-
sados y se les consideraba l. gf ~n de lols trabaJos más pe-
vivido, por más que fuese una vida de trabajo, de oración
y de obras buenas, no le bastaba. , . n enores a os herm
Quien apunta a posieiones fáciles, al darles alcance, versos. s u h ablto era un sayo d 1 bl anos con-
descansa feliz. Quien ha conquistado una pm:kión y mira gro, pero sin escapulario . e ana h anca y el manto ne-
p , M , Y sm capuc a.
más alto, a otras posiciones por conquistar, no tiene paz . enso artm que poseer aquél hábit . , d"
mientras no esté plenamente satisfecho su deseo de descan- fimo grado en la escala de 1 di .d d 1.? .-m lee del ín-
que su libertad su oficio a gm a lredlglOsa- valía más
sar sobre la cumbre límpida. T , ' Y su aposta a o en el mundo
Martín era uno de éstos. Tenía sed de perfección y de
entregarse plena y totalmente. Era una exigencia de la ca- . Q e~~ entonces Martín quince o dieciséis años
UlZa al presentarse Martín en 1 .
.
,
ridad, de aquella caridad que se había encendido en él en slmo Rosario para pedir la admisió e colnvent?. del Santl-
to Domingo no lo h" · n en a fam1ha de San-
las prolongadas meditaciones de la noche en que· había sa- . 1c1ese como un deseo ·d A 1
boreado las palabras de San Pablo: «Se humilló hecho obe- f tal1es le observaban mientras b n~cl o: caso os
diente hasta la muerte y muerte de Cruz» (Phip., II, 8) y de ellos oyó las alabanzas de ~r .a en su lgl_es.la o alguno
neficios y la fama de aq 11 "dgulen que recibiera sus be-
la otra: «Me amó y se entregó por mí» (Gal., II, 20). b T ue a Vl a suya tan rica b
Y el «sitio» de Cristo moribundo en la cruz, como le o ras. a~poco se excluye la posibilidad d en uenas
había comunicado la «sed del honor de Dios en la salva- a~ora hubtese encontrado entre los p d e que. ~ntes de
ción de las almas», también había sido para él una invita~ dtrector para ,su vida espiritual. a res Domtmcos un
ción irresistible a aportar, en todo lo que estaba de su par- . Por lo j:emás' una petición tan h
ces1dad de randes recomend acwnes.
. umilde no tenía ne-
te, el freséot de su alma al deseo de su St::ñot. «Oh dulce y .
buen Jesús ~scribe Santa Catalina de Siena- al misino
tiempo que manifiestas la sed pides que se' te dé de' hebe:f. O) Carta. 8.

20 21
genio de un gran español 1 .
El prior del convento del Rosario habló del caso al
Padre Provincial, y uno y otro -el Padre Juan de Lo-
k
Y gigantes de santidad e~ g ~~;?:o ~por obras insignes
cosa que pudiese parecerle uid· y era de ella, no era
renzana, provincial, y el Padre Francisco Vega, prior- trar como donado rebajánd tgna. ~ero que quisiera en-
los siervos, esto ~o podía ~s~ po\~0 a 1~ vida al nivel. de
1
estuvieron de acuerdo para abrir a Martín las puertas del
convento y de la Orden Dominicana. pues~ mano de toda su influe~~nce lt o .m ~olerarlo. Echó,
Y acertaron. Por medio de ellos la Orden ofrecía a
Martín el camino seguro de sus constituciones, ·la ayuda de
provmcial para inducirle "b.
y preswno sobre el padre
clérigo, por lo menos cor:o rhct lt a Martín, si no como
una tradición enriquecida ya con la experiencia de varios para admitir a Martín entre 1erma?~ converso, ya que si
siglos, de una espiritualidad probada en la vida de muchos se algún impedimento n d od' clengos podía interponer-
santos. Todo esto le convenía a Martín. cibido entre los legos: a a po ta oponerse a que fuera re-
Pero él, por su parte, llevaba a la Orden una volun-
El Padre de Lorenzana a d
tad decidida de caminar por el camino que se le señalara,
doquiera y siempre, sin volverse atrás: temple de volun-
Porres trató de persuadir
capucha».
;1
p r \ ah gusto a D. Juan de
mue ac 0 a que «tomara la
tad que hace santos. Y esto convenía a la Orden que, con
él, vería aumentarse el número de sus santos. Lo encontró firme en su deci . , d
ca: «Prefiero estar a la puert d iton, udro como una ro-
Muchos años más tarde, cuando la santidad de Mar- se doblegó (2). a e a casa e mi Dios». No
tín no era ya un secreto para nadie y se le buscaba como
consejero por las personas más autorizadas, eclesiásticas y Muchas veces ocurren .ejem 1 d .
vida de Martín. Partiendo de p os e esta fttmeza en la
seglares, le dirá un día a bocajarro un hermano de hábito: damente humilde y por 1 t que era verdadera y profun-
-Fray Martín, ¿no sería mejor que se quedase en el pala- dosamente obedi~nte ha o anto a la vez profunda y pía-
cio del señor Arzobispo de Méjico en vez de estar aquí lim- muy elevados para n~ ce1Íer~ue pensar que tenía motivos
piando los lugares comunes del convento?- Sin vacilar
Martín le responderá con estas palabras de los salmos: Lo advirtió el Padre de Lore .
prender a D. Juan de Portes nzana, y por eso hi:m coro-
«Prefiero estar a la puerta de la casa de mi Dios» (Ps. y D. Juan de l?orres tuvo que. no era cosa de insistir.
LXXXIV, 11). acostumbrado estaba a ver '!uÍosbaJar Ja ca~eza, él, que tan
Es probable que en el momento de su ingreso en reli- te su voluntad. Pero quizás lo h.d.emas. baJar la cabeza an-
gión Martín no supiera hablar con las palabras de los sal- e? aquel momento se salía con rleta Sln amargura: quien
mos. Pero el sentido del versículo citado lo llevaba ya es- stno su hijo; y en aquel d b a sbl·a no era un extraño
culpido en el alma y supo decirlo con los hechos. Lo expre- de él, mostraba tener un :spa};i~u bJol se mostraba digno
só bien claro cuando tuvo que defender su «firme inten~ no e, como sus nobles
ción» por la guerra que le hizo el padre.
Pareció, en efecto, a Juan de Portes que Martín iba (2) Ad novas (XXIV)
demasiado lejos. Que su hijo entrase a formar parte del tre paréntesis es citado en ¿lPt 103. (El número romano en-
ta como número del testim . omo a que se refiere esta no-
«inclitus Praedicatorum Ordo», brotado del corazón y del amo en el Proceso).

22 23
antepasados: espíritu de caball~ro, sensible!.• a las llamadas
per por el todas sus anzas.
del ideal. ' l?~ontoba r~m buen sentido cristiano l10 le hicie-
y qmen sa e s1 su . d 1
. . recisamente por aquella su obstma a vo un-
se mtmr quel ? f' Martín había de dar al nombre de los
tad de ser e m lmo, ,
Portes la gloria más grande y mas pura.
IV

«Mejor que el fuerte es el paciente,· y el


que sabe dominarse más que el que expug-
na una ciudad» (Prov. XVI, 32).

Para Martín entrar en el convento no signifid dejar


de trabajar, sino trabajar como antes y más. Lo primero
que le encargaron fue barrer los claustros y los pasillos y
la limpieza de los «lugares comunes».
Martín se ~edicó a este trabajo ingrato con sencillez
y calor y sin ext~añarse de ello. Había querido el puesto hu-
milde del donado, y era lógico que le correspondiese hacer
los trabajos menos agradables.
Nosotros muchas veces no somos lógicos porque no so-
mos constantes: nuestra generosidad se agota ya al primer
arranque.
Las almas profundas -los santos- son coherentes
hasta las últimas consecuencias, y una vez que han cono-
cido a la luz de la fe su situación frente a la majestad de
Dios, todo es para ellos sencillo y natural, suceda lo que
suceda.
Por lo demás, el trabajo material estaba -y Martín
se daba perfecta cuenta de ello- en función del trabajo
espiritual, el más importante, el único verdadero trabajo

24 25
1
! '

ll
11
Y Martín, siempre activo y siempre tranquilo, supo
al que se comprometió al entrar en religión. L~ vida relig~o­ alternar en su labor diaria obras delicadas y trabajos tos-
sa está ordenada a la adquisición de la perfecciÓ~; es decir, cos, sin que un esfuerzo H'sico precedente entorpeciera
a llevar el alma a su pleno desarrolo en la candad. Santa su mano de cirujano, o el pensamiento de una obra im-
Catalina compara el alma a un árbol hec~o p~r amor, que portante le hiciese descuidar el manejo de la escoba. Es-
para nutrirse de amor, conforme a las eXigencias de su na- taba todo él en lo que hacía, momento tras momento. Si
turaleza debe hundir las raíces en el terreno de la verda- no hubiera procedido así, no hubiera podido llevar a ca-
dera y' profunda humildad. La humildad, en efecto, e.s la bo todos los encargos que con el tiempo se añadieron al pri-
nodriza de la caridad y de todas las virtudes que germman mer sencillo encargo de los trabajos domésticos, y que
en la raíz de la caridad. «La primera dulc~ Verdad nos en- poco a poco vinieron a ser tantos y tan importantes, que
seña a ser grandes: ¿con qué? con la ba¡eza .d~ la verd~­ parecía imposible que un solo hombre pudiese atender a
dera humildad» escribía la de Siena al Obispo de Florencia tantos (3).
exhortándole a ser viril en la virtud, porque, «los que no · Y los encargos traían consigo una compañía de mag-
son viriles en la virtud, no son consta~tes» (1). , níficas ocasiones para ejercitaf la paciencia. A este respec-
La humildad es, de suyo, una vtttud oculta, que es- to el mejor fue el de barbero. Al volver a ejercer su vie-
capa a la observación: vive su vida. en lo. profundo del al- ja arte en el convento del Rosario, Martín podía contar
nadie puede decir con seguridad si verdaderamente como seguros unos trescientos clientes, y no siempre de
:~sie 0 no, porque ningún oj~ creado ~uede penetrar ~as­ los más fáciles de contentar. Con los ancianos, las cosas
ta allí. Pero cuando existe, tiene consigo una .co~panera iban casi siempre por su cauce, pero cuando llegaban los
que es como el índice de ~u pres~ncia: la paciencia,. que jóvenes, Martín tenía que armarse con la mejor paciencia
por ella está en el campo sm esquivar golpes, pero disfru- del mundo.
ta de la batalla y «vence soportando» (2). . El Padre Francisco Velasco Carabantes depuso en el
Martín empuñó la escoba y la llevó por los pasi11os Y proceso informativo sobre un hecho que a él mismo le
or las celdas del convento del Santísimo Rosario, con ocurrió en su juventud. Había ido donde Martín, pero
buena voluntad. Tan a menudo la tuvo en sus ~anos que no tenía ganas de que le afeitasen y se quedó allí a pasar
había de ser una de sus caracterí~tic~s iconográficas. ~oy, el rato, sin decidirse ni a irse ni a hacer que le tonsura-
por devoción a San Martín, se distnbuyen en el Peru es- ran. Realmente su indecisión tenía un motivo bien defi-
cobas de unos pocos centímetros. .. nido: no le hacía gracia la mezquina corona de cabellos
Pero la escoba no fue el único utensilio que el dona~o prescrita por la regla, pero no tenía valor para pedir al
Martín empleó: muy pronto vini;ron a. h~cerle compama hermano barbero que se la hiciese mayor porque sabía
las tijeras de barbero, el bisturi de cttuJano y muchos que cuando se trataba de aflojar sobre cualquier punto de
la regla, Martín se hacía siempre el sordo. Mientras re-
otros.

(1) Carta 242. (3) Ad novas (XXII), p. 74.


(2) Carta 201.
27
26
/.

volvía este pensamiento, se encontró de repente con la dispuestas a satisfacerlas- siempre qiie fray Francisco que-
cabeza en las manos de Martíri, bien mojada, enjabonada rí_a obtener algo de Martín, tenía &idado de adornar su
y finalmente afeitada con una corona del todo en confor- d1scurso con los mismos epítetos que tan buen resultado
midad con la regla. Se levantó furibundo y comenzó a pro- obtuvieron la primera vez.
testar, llamándole perro mulato, hipócrita, farsante. El, Y Martín, siempre igual y siempre tranquilo, se reía
sin preocuparse de aquel diluvio de insultos, le secó bien y daba al hermano lo que buscaba dejando que el otro
la cabeza y le invitó a mirarse al espejo: vio que la co- creyese, si esto podía agradarle, que cedía como un necio
rona no estaba tan mal cortada como él creía. a sus obstinados caprichos, y a sus malas palabras.
Mientras tanto, el Padre Alfonso Gamarra, que había Pero al fin ocurrió lo que tenía que ocurrir: Francis-
presenciado la escena, perfeccionaba la obra de Martín co, d~ repente abrió los ojos y vio las cosas bajo otra luz.
con un solemne reproche a Fray Francisco, por el derecho Se d10 cuenta , de q~e Martí? no era nada corto y que de
y el deber que le daba su oficio relativo a la disciplina, y los dos, el , ~as nec1o era el. Entonces cambió completa-
la sellaba imponiendo al novicio una nueva penitencia. t;Iente de tact1ca, y se puso a observar cada dicho y hecho
Por esto, y porque en el espejo se había visto menos del hermano negro y a esforzarse por imitar su vida san-
feo de lo que se temía, fray Francisco se calmó. Entonces ta. Y conservando el Padre Francisco Velasco Carabantes
Martín le puso la mano en la cabeza, diciendo: -Esta ca- hasta. la ancianid~d fresca e intacta la memoria de las co-
becita, si se obstina en estos humos, tendrá muchas difi- sas _v1stas en la_ ¡uv:ntud,, pudo presentar el proceso infor-
cultades en la Orden. mativo un test1momo de los más vivos y preciosos (4 ).
Pero la cosa no podía terminar aquí. Quien insultaba . El arte de barbero, como se dijo, se propasaba, en el
a Martín adquiría el más seguro título de su reconocimien- t1empo ~e San Martín, al campo que hoy está reservado
to y Francisco no debía soportar la pena del don de los a la med1cina y a la cirujía.
insultos que le había hecho. Por eso Martín fue donde el _Los sup~riores del convento del Santísimo Rosario en
Padre Maestro a suplicarle que perdonase a Francisco: el segmda se d1eron cuenta de la ayuda que ofrecía a la en-
hermanito tenía todas las razones para decirle lo que le feri?ería de la comunidad uno tan práctico en aquel arte.
dijo, porque él, Martín, era con toda verdad un gran pe-· A c1erto punto Martín se encontró al cuidado de los enfer-
cador, ·y su madre una pobre negra, y por consiguiente mos, Y volvió a ejercer de lleno su profesión como lo había
el apelativo de perro mulato le venía de 2,erlas. ¿Por qué hecho antes de entrar en el convento.
castigar a uno que no había dicho sino la pura verdad? · _A los enfermos les servía con amor en todas sus exi-
Francisco no era digno de castigo sino de premio. Y efec- gencias, e,spec1almente en las más repugnantes. Muchas ve-
tivamente, el mismo día, después que obtuvo la revocación ces :prestaba . sus servicios de rodillas «con un corazón en-
de la penitencia, Martín le envió de regalo unas frutas de cendido de ángel», según testimonio de uno que le vio (5).
«palta» y un melocotón.
En adelante -es como una ley natural que junto a (4) !bid., (VII), p. 26-27.
las almas sedientas de humillaciones se encuentren almas (5) !bid., (IV), p. 58.

18 29
Esa era su actitud preferida, sobre todo con los Pa- bi~, tenía por origen el conocimiento: de las 'grandezas de
Dws; y en. esta luz ~o exageraba Martín al tenerse jlOr
dres de la Orden. Jamás se hubiera sentado en presencia
nada, y al Juzgarse «imperfectísimo y vilísimo y el ma-
de uno de ellos; las rodillas se le doblaban naturalmente,
yor pecador del mundo». Anclado en esta convicción en-
por un impulso de su corazón humilde, y el rostro descen-
contraba lo más ~.atural que los demás participara~ de
día hasta los suelos para besar los pies de los divulgado-
ell~ y que se lo diJesen a la cara. liso y llano. Sentía acle-
re8 del Evangelio de la paz (6). mas el deber d~ ser a?radecido a quien lo hacía: -A este
Martín no perdía su paz, por más que algunos se es-
tengo que servi~lo meJor y amarlo más, -decía cuando un
forzasen en ponerla a dura prueba. No era raro que los
enfermos acompañasen sus prisas con palabras injuriosas. enfermo _lo hab~a tratado más bruscamente- porque me
ha conocido meJor que los demás (8 ).
Nada le asombraba a Martín. Como médico, sabía a qué
Una virtud que se mostraba tan vigorosa debía ser
profundas faltas de equilibrio puede llevar a to~o hom-
P~~bada por qu~en tenía la responsabilidad de la vida es-
bre el mal localizado en una parte de su orgamsmo. Se
pmtual de Martm, y los superiores del SS. Rosario no fal-
compadecía... y se alegraba de poder ofrecerse como vál-
taron en esto a su deber. Ocurría no pocas veces, atestigua
vula de seguridad para el humor del paciente. _ el Padre Carabantes, que, para mortificarle, lo reprendían
El prior lo encontró un día postrado en tierra en ac-
sever~mente, «coro~ si fuese un delincuente grave»; y él,
titud de pedir perdón delante de un religioso enfermo.
anodillado, agradeciendo y mostrando con su cara risueña
¿Qué había sucedido? . la aleg:ía que le daba el verse maltratado, decía: -·Mu-
-Estaba recibiendo la ceniza, si bien estamos leJOS 1
cho mas merecería, mucho más sufrió Dios por mí! (9).
del primer día de Cuaresma -dijo Martín con cara risue-
ña como celebrando lo extraño de la escena-: este re- Templada así la humildad de Martín resistió a las
más. contrarias solicitaciones, atendiendo a' todas las exi-
v~rendo Padre me recordaba mi nacimiento y me im- ?encias de su larga vida sin dejarse nunca doblegar. Se
ponía en la cabeza el polvo de mis defectos. Para mostrarle
impuso a las a_labanzas como se había impuesto a los in-
mi agradecimiento le beso, no las manos venera~les que to-
sultos; y lo. mismo ,a las palabras injuriosas de quien es-
dos los días tocan al Señor y que yo no soy digno de to-
taba por encima de el como a las faltas de consideración de
car, sino los pies, y lo hago con gran reverencia porque son
q?ien, re<;ibiendo de él toda clase de ayuda, hubiera po-
los pies de un ministro del Señor (7). . ~ido considerarse su inferior. Es cierto que al entrar Mar-
El hecho es que Martín estaba plenamente convenci-
do que no valía nada. Todos dicen que no valen nada, pe- un en la Orden como donado tuvo la intención concreta de
ro si uno no se resiste a oír que los demás se lo digan, es · evitar en absoluto cualquier distinción y cualquier ho-
señal de que lo que cree es lo contrario. Su humilda~ pro- nor. Pe~o es tambi~n verdad .que su múltiple capacidad
fundísima y acabadísima, según el Padre José de Villars- de trabaJo y su gemo de orgamzador le llevaron a ejercer

(8) A~ novas (VIII), p. 103 y (XLIX), p. 60.


(6) !bid., (IV), p. 104. (9) Ib1d., (VII), p. 26 (V y sig.), pp. 91-92.
(7) Vita cit., p. 20.
31
30
/'
/

oficios a los que va vinculada cierta autoridad. No obstan- Lima, detrás ?el prior que caminaba hacia ~Í lugar don-
te, la humildad, le puso tan bajo -«he elegido ser el de lo~ comerciante~ acostumbraban acudir para tratar sus
ínfimo»-, que no imaginaba posición inferior a la suya. negoc10s. Le alcanzo y, todo sofocado aún, le hizo su pro-
De aquí que mientras trataba con sus pobres «con puesta de que no vendiese los objetos que tenía consigo si-
gran mansedumbre, docilidad y humildad, se gozaba, no que lo vendiese a él, Martín, toda vez que para el ~on­
afirma el Padre Cristóforo de Toro, de que todos le man- vento era u~a. verdadera pérdida seguir manteniendo a
dasen con· autoridad y superioridad, como si fuese escla- aquel pobre 1d1ota de mulato, mientras que un tratante
vo de cada uno en particular». El mismo Padre da la ra- de esclavos podría pagarle bien, porque él era fuerte v
zón cuando dice que lo hacía «mirando en ellos a Jesu- ~odía .trabajar. ¡Para él sería un gran bien encontrar ¡{J
cristo». fm qmen le tratase como merecía!
Muchos años tuvieron que pasar antes de que Mar- El prior se quedó pasmado, sin comprender nada
tín pudiese dar la prueba culminante de su humildad en en a)luel pro~to. Cuando se dio cuenta del proyecto de
la paciencia con los pobres por él beneficiados. Perte- Marun, sus OJOS se llenaron de lágrimas: -Vuelve a ca-
nece en cambio a los primeros años de vida religiosa el sa, hermano, a ti no se te puede vender ... (11).
hecho que cita la mayor parte de los biógrafos de Mar-
tín y que da la medida plena de su humildad y de su
abnegación. Ocurrió así: Un día Martín supo que el prior
había salido a vender algunos objetos de valor por no te-
ner con qué pagar ciertas deudas del convento.
Esta noticia lo dejó pensativo. Ciertamente, para de-
cidirse a deshacerse de lo que pertenecía al patrimonio
del convento, el prior tenía que verse en verdadera estre-
chez. Pero, ¿no se podía remediar de otro modo?
Quizás Martín recordó entonces haber oído contar
. que Santo Domingo, para rescatar al hermano de una po-
bre mujer de la esclavitud de los Sarracenos, se había ofre-
cido a quedarse como esclavo en su lugar. Martín se dijo
que si su Padre había podido pensar en sacrificar su pre-
ciosa vida para consolar a. aquella pobrecita, no sería na-
da extraño que él, casi una nada, ofreciese _la suya. pot
el convento al que pertenecía.
Y ahí tenemos a Martín corriendo por las calles de

(10) !bid., (XXII), p. 56 . , {l.lJ (Vlll), p. 103.. _

.32
,3.3
plata aliis tradere». La contemplación es el presupuesto
necesario del apostolado: sólo quien se nutre del fruto de
la contemplación tendrá algo que comunicar a sus her-
manos.
Martín había cultivado la oración ya antes de en-
trar en el convento. Entrado en el Santísimo Rosario, fue
intensificándola hasta hacerla casi continua. De cualquier
V ocupación, atestiguó el Padre Esteban Martínez, su espí-
ritu sacaba tema para elevarse casi espontáneamente a la
contemplación de las cosas de Dios. En todos sus oficios
-asistir a los enfermos, barrer, socorrer a los pobres-
«¡La voz de mi amado! V edJe que lle- sus pensamientos estaban siempre fijos en Dios (2).
ga... V edle que está ya detrás de nuest3'os Semejante estado de oración no es, generalmente, un
muros, mirando por las ventanas, atis- don, sino más bien el fruto del ejercicio constante y ge-
bando por entre las celosías» (Cant. neroso, y de mucha buena voluntad: «La oración perfecta
II, 8-9). no se adquiere con muchas palabras, sino con afecto de
deseo» (3 ).
Martín, obligado a desmigajar su tiempo en tantas y
La humildad es sólo la nodriza de las virtudes, la tan variadas ocupaciones, comprendió que debía hacer
:madre es la oración. La relación que la oración estable- tesoro de todo para nutrir su vida de hombre de oración.
'ce entre el alma y Dios es a la vez un abrirse al conoci- Bastaba que mirara en torno suyo: el mismo lugar
miento y al amor del bien y un canal por donde el Su- donde vivía era como una continua llamada a las cosas
::mo Bien nos comunica todo lo bueno. de Dios y del espíritu. ·
No se podría, por lo tanto, concebir la vida religio- En todas partes encontraba imágenes s~gradas: en
:sa -escuela de virtud, según Santo Tomás (1)- sin una los corredores, en los escalones, en las paredes de la en-
intensa vida de oración. Menos aún la vida religiosa do- ~ fermería, del Capítulo y de las celdas sonreía la Virgen
:minicana si el programa de la Orden de los Predicadores mostrándole el Niño; en el Crucifijo veía a Jesús que le
lo podemos sintetizar en aquellas tres palabras: «contero- abría los brazos y el corazón como para invitarle a una
unión más y más íntima con El; los Santos de la Orden
(1) Status religionis est quaedam disciplina vel exer- Dominicana, con la rigidez un poco desmarañada de sus
,,citium tendendi in perfectionem. Quicumque autem instruun- rasgos esculpidos en madera o modelados en yeso, le re-
--tur vel exercitantur ut perveniant ad aliquem finem, opor-
-tet ut directionem alicuius sequantur, secundum cuius arbi-
-trium instruantur vel exercitentur ut perveniant ad illum (2) Ad novas (CXV), p. 39.
:_finem, quasi discipuli sub magistro 2a: 2aé, qu. 186, art. 5. (3) Diálogo c. LXVI.

_-34 35
-petían: «¡Animo, Martín, hermano nuestro, lo que nos- quiera cuando la edad ya avanzada y las fuerzas debilita-
:.Otros hemos hecho también lo podrás hacer tú!». das por la mortificación, se lo hacían muy penoso (5).
A Martín le agradaban todas las imágenes que .de- Pero todos estos no eran sino rooroen~os diversos de
positaban en su alma una semilla de buenos pensamien- las veinticuatro horas del día. Las visitas a la capilla a
tos y al encontrarlas a su paso no olvidaba saludarlas con las imágenes de María, Martín no hubiera podido rouiti-
un~ inclinación de cabeza o arrodillándose ante ell~s. Las plicarlas hasta lo infinito: tenía que hacer otras muchas
;dornaba con flores y luces, especialmente a una 1magen -cosas.
-de la Santísima Virgen que se hallaba a la entrada del Por fortuna disponía de un rosario. Martín llevaba uno
dormitorio. Pero sobre todo busca?a. honrar al Señor, a .la ( · grueso al cuello, conforme al uso de sus hermanos de
Virgen, a los Santos con el of.r~c1ro1ento de ~ctos de ~lr­ la provincia de San Juan Bautista del Perú. Otro lo lle-
·tud. «Estos, a una con la devoc1on de su corazon, -advler- vaba sujeto a la cintura, o mejor lo tenía continuamente
te el hermano donado Francisco de Santa Fe -e:halaban _-en las roanos, dejándolo colgar únicamente cuando sus
_más fragancia... que los ramos y flores que en d1chos al- roanos estaban ocupadas en algún trabajo, para volver a
-cogerlo tan pronto como las roanos le quedaran libres pa-
tares ponía» (4 ). ra continuar dirigiendo a María las alabanzas de sus go-
Y sobre todo la iglesia, con su tabernáculo y sus al-
tares. La capilla que más frecuentaba Mar~ín era la de la Z?S,. compadeciéndose de sus dolores, alegrándose de su
Reina del Santísimo Rosario. El deseo ard1ente de su co- glona (6).
razón de amar a su Hijo le llevaba allí.~ decí~selo a E:la Y Martín amaba a María: lo hubiera visto hasta un ni-
.a manifestarle todas sus penas; tarob1en alh le . ~uphcaba ño con sólo oírle pronunciar su nombre (7).
todas· las noches que le guardara y no perro1t1era que También María amaba a Martín. Le gustaba verle
.delante como quien va donde el roaestro,,para que le en-
:ceayera nunca en pecado.
El amor a María Santísima era en él espontáneo, co- señe, pues era un escolar atento y bastaba decirle las co-
mo el amor de un hijo a su madre. Martín estaba siem- sas u~a sola vez. Día tras día, un poco en la capilla del
pre con María. Sus ratos libres, por la noch~ y durante .el Rosano, otro poco, mientras pasaba las cuentas del ro-
·silencio del mediodía, los pasaba en la cap1lla de la Vl.r- sario grande, María enseñó a Martín muchas cosas. Ella
gen Madre. No había peligro de q';e faltase ~l. Rosar1o fue quien le dijo que, para que el fuego arda continua-
·que se rezaba por la¡ n~che en co~~n, o al ofl~1? pa:v? ¿ mente, había que recoger todo lo que puede alimentarle,
de la Virgen que precedía a los Ma1tmes del Of1c1o Dlvl- hasta la más pequeña paja caída en el camino. Ella le ex-
no, por las noches. Todas ,las mañanas ant~s de la auro- plicó que la sed del alma no se apaga sino en Dios y que
ta subía al campanario para lanzar al espac1o, con el to- 1a gracia -Dios en el alma- brota a roanos llena; de los
-que del «Angelus», la invit?c.ióh a saluda~ ,a .Ma~ía «.AD:-
_rora consurgens». A este of1c1o no renunc10 Jamas, nl s1- (5) !bid. (XXXV), p. 37 y (XXII), p. 79.
'(6) !bid. (V), p. 40 y (XXIV y XLVIII), p. 78.
(7) !bid. (CXV), p; 79.
(4) Ad novas (LV), p. 79.

37
36
Sacramentos. También Ella le hizo comprender que a Torre, oficial de la Guardia y amigo suyo. Martín tenía
Dios podía encontrarle en .todas sus criaturas, ~ero e~pe­ las rodillas dobladas, pero a un palmo de altura del pavi-
cialmente en las más necesitadas, en las que mas sufnan. mento: la contemplación se había transformado en éxta-
y le dijo que penetrara -Ella que ~abía guardado en su sis, la fidelidad de cada momento había atraído aquel
corazón todas las palabras de su Jesus----: ~~ valor d~ t~n­ -don (9).
tas hermosas palabras como amor, sacnflc10, obed1~nc1a, Siempre que pasaba por el claustro superior donde
pureza y bondad, palabras que, mi.entras no ~e conv1ertan daba una de las ventanas que iluminaban :¡t la capilla del
en realidad vivida, son vanos somdos. Le dio a conoc~r Rosario, Martín se arrodillaba y adoraba la invisible pre-
el poder que encierran las palabras desde q~e fueron .~h­ sencia al otro lado de la gruesa reja.
chas y vividas acá abajo por el Verbo de D10s, su HlJO. Sus grandes días eran los de las festividades eucarís-
Todo esto le enseñó María. Y una noche que la lec- ticas: la fiesta del Corpus Christi y su octava, el tercer
ción había sido un poco más larga, para que Martín con domingo de cada mes, los jueves. Cuando el Santísimo Sa-
la prisa de correr al coro para los ~aitines no tropezara -cramento quedaba expuesto a la adoración, Martín pa-
en la oscuridad, y para que todos v1esen lo contenta ~ue saba inmóvil horas y horas delante de la Custodia. En
estaba de su discípulo, mandó a dos ángeles cor; vestidu- el porte de toda su persona se entreveía la fe y el amor de
ras blanquísimas que le acompañaran hasta allí con ha- su humilde alma.
chas encendidas (8). , Por las mañanas ayudaba muchas misas como acos-
No debe, por lo tanto, extrañarnos que Martm ~lega- '\
1 tumbraba cuando vivía con su madre. Cuando los prime-
ra a encontrar a Dios en todas las cosas y a. convert1r t.o- ros Padres subían al altar ya estaba él en la iglesia. Eran
da su vida en oración: había sido alumno flel de la Vlr- muchos los que celebraban a aquella hora y él entonces
gen Santísima. . . , . estaba libre de otras ocupaciones. Su devoción, cuando
. Otro poderoso atract1vo e~pujaba a M~rtm con m- servía al altar, era contagiosa, era como un fuego que se
si"'tencia a la capilla del Rosar10, un amor v1vo y profun- extiende, una llama que incendia todo cuanto está junto a
d;: sobre el altar se alzaba el tabernáculo donde se con- ella (10).
servaba habitualmente la Santísima Eucaristía~ ., Los hermanos legos generalmente comulgaban en las
Alguna vez, en lugar de que?arse a ~acer. orac10n grandes fiestas del Señor y de la Santísima Virgen y los
en la capilla, Martín subía al d.esvan de la 1gles1a donde domingos. Martín obtuvo permiso para añadir a estos días
había descubierto un agujero 1deal para cont~mplar, el el jueves. Pero la conciencia no le dejaba en paz y le re-
tabernáculo sin ser visto de los que estaban abaJO. Alh le prendía aquella presuntuosidad .. Para acallada de algu-
encontró un día, después de una búsqueda sin. resultado na manera y conciliar la humildad con el deseo vivísimo
por todos los rincones del convento, don Franc1sco de la de unirse a Señor, se imaginaba que recibía la comunión

(8) Positio, p. 6 ( =Positio super Dubio an constet de (9) Ad novas (XLII), p. 43.
fama sanctitatis in genere etc. Romae. 1669). (10) Ibid. (VI, VII, XXIII), p. 16 y (LV, CXV), p. 17~

38 39
del jueves como Viático. En el momento de la muerte, pen- tor, recordándole las palabras de San Pablo: «Que nadie
saba, también un indigno como él podía tener valor para juzgue de mí por encima de lo que en mí ve; a causa de
pedir el Pan vivo que el Señor nos ha dejado en memoria la alteza de mis revelaciones, para que yo no me engría
de su muerte, para darnos la vida ( 11 ). fueme dado el aguijón de la carne» (II Cor. XII, 7). '
Cuando iba a recibir la Comunión su rostro se ani- Los días que recibía la sagrada Comunión eran para
maba tanto «que parecía un.ascua» (12). Procuraba quedar- Martín jornadas
se el último, después desaparecía en la sala del Capítulo y ./ / . enteras de oración ininterrumpida' de con-
versac1on 10t1ma y suave con su Señor. Esos días, mientras
nadie lograba dar con él en un buen rato. ¿Se ocultaba sen- se sumergía en la contemplación del Don por excelencia
cillamente en algún rincón vacío o se hacía invisible aun se vigorizaba y volvía a encenderse en él la Üama de amo;
ocupando un lugar a la vista de todos? Tal vez lo uno y lo que irrumpía en palabras tan ardientes que parecía «un Et-
otro, cuándo una cosa, cuándo la otra. na de fuego» siempre que hablaba del amor que impulsó
Los testimonios, en efecto, hablan de horas y horas a Nuestro Señor Jesucristo a encarnarse y a estar siempre
de acción de gracias pasadas por Martín en la soledad· de con nosotros en el Santísimo Sacramento del altar (15).
Lima tambo -una posesión perteneciente al convento,. algo Lo que nosotros hacemos con las· palabras o con las
í'
distante de Lima- y hablan de un Martín buscado en va- obras, por la salvación del prójimo, es, seiún Santa Teresa
no por todo el convento, que se presenta a las órdenes del verdadera oración, si bien a la oración propiamente dich~
Superior, presente sin que se le haya visto venir,. presente es absolutamente necesario dedicarle algún tiempo ( 16 ).
instantáneamente del mismo modo que un momento antes La llamada a abismarse en estos oasis de la presencia
estaba ausente ( 13 ). <l~~ Dios la sentía Martín durante el curso del día en me-
Cuando pasaba en Limatambo, su día eucarístico ha- <lio de sus distintas ocupaciones: «Estando en est~s traba-
cia el anochecer, por fin visible, Martín iba de acá para jos ... le solía llamar el Espíritu e iba el siervo de Dios a la
allá con las mulas y los bueyes de la alquería: abastecía celda, .y cerraba la puerta, y se arrodillaba en un. rincón,
de hierba fresca los pesebres de la cuadra, cambiaba la paja donde 'se mantenía como si los trabajos antecedentes hu-
de las camas del ganado. Si alguien le hada notar que no bieran sido la preparación a aquélla ... » Así atestigua fray
era necesario que tomara a su cargo aquel trabajo, toda vez Fernando de Aragones, el enfermero mayor, quien tenien-
que era de la incumbencia de los negros que estaban a su do una segunda llave de la celda, sorprendió dos veces a
cargo, respondía que los negros habían trabajado .todo el Martín abismado en_ la oración. Dos veces, y no tres, por·
día y él no había hecho nada, y bien estaba poder reparar que a la segunda, v1endo que de nada le servía cerrar con
tanta inactividad antes que se hiciera de noche (14). La hu- llave y no · queriendo ser sorprendido en la intimidad del
mildad tomaba sus precauciones contra un orgullo destruc- coloquio divino, ató una campanilla a la puerta (17)..
(11} Ibid. (VI), p. 15.
( 12) Ibid. (VII), p. 15. (15) Ibid. (CXVII), p. 17.
(13} !bid. (LI, LX, LXII, XXIII, CXV), pp. 14-16. (16) Diálogo, c. LXVI.
( 1'.1:) Ibid. (XII), p. 56. <17) Positio, p. 39.

40 4i
Sabía además reservar mucho tiempo para dedicarse a Podría decirse que Martín había comprendido hasta
la oración. La noche, naturalmente, era la principal. Se demasiado bien esta lección. Los santos, es cierto, no ha-
había hecho Martín una especie de lecho compuesto de ta- cen las cosas a medias 1 pero él exageraba y hada lo que so-
bleros cubiertos de una estera, con unos pedazos de made- brepasa la capacidad de resistencia de cualquier criatura.
ra por almohada. Pero era difícil que se echase allí a dor- No obstante resistía. Significa esto, que por el amor que le
mir de noche: a lo sumo, podía dormir algo de día cuando hacía buscar con tanta firmeza el sufrimiento, el don de la
estaba seguro que no tendría tiempo de apoltronarse, por- fortaleza sobrenatural descendía muy a menudo a defen-
que de un momento a otro alguien vendría a ll~ma~le . De der la debilidad de su pobre naturaleza humana.
noche si le apremiaba el sueño de una manera 1rres1st1ble, : El Padre paspar de Saldaña le ordenó una vez que le
dormía acá y allá, donde se hallaba, en la postura más ines- dijese qué había de cierto sobre sus mortificaciones, de las
table (18). Pero de noche tenía ot~;as cosas que hacer. Co- que tanto se hablaba. -No hay por qué hablar de ellas
mo la esposa de los Cantares, Martín iba en busca de su respondió Martín todo avergonzado: El Señor, una u otr~
Amado. Le buscaba, después de haber pedido a Maria que vez, dará a conocer lo que importa saber. Pero como el su-
. no se contep.taba con una respuesta
per10r (' tan vaga, tuvo
le mostrara el rostro bendito de su Hijo, en el coro, donde
se detenía a· orar después de los Maitines. Le buscaba en la que confesar que todas las noches se disciplinaba tres ve-
sala del Capitulo, donde alguna vez sus herman?~.le sor- ces, como lo hada su Padre Santo Domingo. Después le
prendieron elevado del suelo a la altura del CruclflJo gran- suplicó que no le preguntara ninguna otra cosa (19).
de, con los brazos en cruz, las manos sobre las manos cla- Vivía junto al convento un joven, un tal Juan Váz-
vadas de Cristo, como si le abrazase. Le buscaban en los quez, el cual, siendo para Martín una especie de asistente
subterráneos del campanario donde, esperand~ ,la hora de voluntario en todas sus empresas, tenía libre acceso a to-
tocar el Angelus, terminaba su noche de orac10n y de pe- das partes. Este Vázquez ha dicho algo de las mortificacio-
nitencia. , nes nocturnas de Martín (20).
Efectivamente, Martín, muy pronto llego a compren- La primera disciplina la tenia casi siempre en su cel-
der una gran cosa, una cosa que a nadie de los q'!; acu- da, donde se cerraba inmediatamente después del Avema-
den a la escuela de Maria se le oculta. Comprendio que, ría de la noche. Aquí, durante tres cuartos de hora oraba
para hacer verdaderos progresos en la oración,_ es necesa- y se flagelaba con una triple cadena de hierro que lleva-
ria la mortificación. Así pensaba un Santo cas1 contempo· ba además, para que fuera más áspera, unos pedacitos de
ráneo de Martín -Felipe de Neri, el más . ~ra~de de ~o.s hierro. Presentaba a los golpes todo el cuerpo desnudó por-
santos- que decía: «querer darse a la orac10n sm mortlfl- que quería experimentar lo que había experimentado Je-
cación es como si un pajarillo quisiese volar antes de tener sucristo cuando le despojaron y azotaron, después de ha-
alas».
(19) Positio, p. 28.
(20) Ad novas (XXX), pp. 36 y 87, (XXII), p. 88.
(18) Ad novas (XII, XIII, XV, XXIII.}, .pp.,.9Q..91. (21) Ibid. (CVI), p. 40.

43
42
berle atado a una columna. La ,piel se hinchaba, se ,abría •¡.
ha a los pecadorei; para reparar la ofensa hecha a Dios co!l'!
bajo los golpes y fluía la sangre (21 ). ., los pecados, para impetrar a las almas alejadas la gracia
¡Martín pensaba en su vida, en cada acció~ de su. vi- de volver a El.
da religiosa, ofreciéndose en holocausto a la glor1a de Dws, ¡1
La vida,· tal como se llevaba en Lima, no carecía de,
y la encontraba tan mezquina, tan fría y v~cía! Se mir.aba fundamento para armar con nueva fuerza el brazo de Mar--
a sí mismo a la luz deslumbrante de la Ma¡estad de Dws: tín: era un pulular de pecados, los pecados de los sober-
Por una elección especial, por una invitación libremente bios injustos -de los avaros que cierran el corazón a la
aceptada, tenía parte en la infinita Perfección. Y, ¿qué co- miseria de los hermanos-- de los sensuales que reniegan
sa grata .podía encontrar el ojo de Dios c::uando se posaba del espíritu. Martín redoblaba los golpes. ¡Qué horrible·
sobre él? ¿Qué había encontrado, en la t1erra, en el curso pantano de fango «el ojo del que ve en lo recóndito» te-
de todos los siglos, el ojo purísimo del Padre para su com- nía que descubrir debajo de las riquezas de la ciudad, tan
placencia, sino el Hijo amado y el ofrecimiento doloroso ~ern:osa en el frescor aún reciente de sus palacios, de sus.
de su amor? 1gle~1as, de sus calles,trazadas hacia los ,~uatro puntos del
Pero la Pasión de Jesús continúa en su Cuerpo mís- honzonte! Todos los días,. en la multitud de los pobres.
tico. Cada miembro unido a la, Cabeza y partícipe de sus que acudían a él, Martín tocaba con la :thano todas estas
sufrimientos puede escuchar de labios del Padre palabras cosas y las desastrosas consecuencias, del mal que se hacía
de una dulzura inefable: -También tú eres hijo mío, muy y del bien que se omitía. ,
amado y objeto de todas mis complacencias. Pe;o aquí, delante del gran Crucifijo del Capítulo, el
Por eso Martín se flagelaba con tanta fuerza y gozaba pensam1ento del amor que «tuvo al Dios-Hombre clavadfr
al ver correr la sangre que salía de sus heridas: sabía que en la cruz», a lo que ninguna fuerza creada hubiera sido ca-
había de ser grato al Padre el ofrecimiento que de ella ha- paz de obligarle, -y que soportó precisamente para repa-·
cía en unión con la sangre de Jesús. rar el pecado y poder perdonar a los pecadores~ adquiría
Cuando terminaba, llamaba a Juan Vázquez, para que superioridad sobre todo otro pensamiento. Entonces, por
le ayudase a curar las heridas. El remedio -vinagre car- la humillación dolorosa de aquel ejercicio de penitencia, el
gado- irritaba el alma. Al muchacho se le ponía carne de Señor le atraía a sí, elevaba de la tierra su cuerpo, hacía
gallina viéndole en aquel lastimoso estado y le suplicaba que el alma penetrara la inaccesible profundidad del amor
que no siguiera así, que eligiera alguna otra penitencia. divino, el «secreto del corazón». Muchas veces Juan Váz-
Martín le atajaba al instante con alegría: -Esto se requie- quez le sorprendió durante esta oración, levantado del sue-
re para mi salud. lo hasta la altura del Crucifijo.
Si lo decía él, que era médico, ¿qué podía objetar Cuando terminaba este segundo esfuerzo de su itine-
Vázquez? rario nócturno, Martín se concedía un poco de descanso.
A las dos y cuarto, Martín practicaba la segunda dis- Siri subir a su celda, se echaba a dormir sobre el catafalco
ciplina. El instrumento era una cuerda con nudos; el lu- de los muertos que estaba 'en la sala del Capítulo: no hu-
gar, la sala del Capítulo. Esta segunda disciplina la dedica- biera podido encontrar· cosa mejor para atemperar el ali-

44 45
vio del reposo que la incomodidad de la yacija y con el pen- Quiz~ en a~uel mismo momento las almas por cuyo-
samiento de la muerte. an:or h~b1a ~frec1do sus dolorosos sufragios -¿quién po-
Y por fin, hacia el alba, Martín se disciplinaba por dna dec1r cuantas?- pasaban de las tinieblas a la visióri.,
tercera vez, con más aspereza. Hasta el lugar escogido pa- de la Luz eterna y saludaban, al alborear de su día sin oca-
ra esta penitencia tenía algo de horroroso: una estancia so, a la Reina de los Cielos (22).
subterránea, al pie del campanario, lóbrega y malsana. De Vemos q_~e, en sus oraciones nocturnas, Martín unía:
nuevo la vieja camisa se desgarraba por las heridas vivas. 1~ conte~plac10n a la penitencia bajo el impulso de la ca--
Pero después del cansancio de las dos primeras disciplinas, ndad. .r;mraba y amaba su alma y las almas de sus próji--
de las largas y ardientes plegarias, de la vigilia casi ininte- m?s baJo la luz y el amqr de Dios; miraba y' buscaba a:.
rrumpida, Martín no se fiaba ya de la fuerza de sus mús- D1?s y le encontraba en la participación de los dolores de·
culos. Por eso hacía que le ayudara alguna vez el joven Váz- Cnsto.
quez, más frecuentemente algún curado por él, indio o ne- Y si, al principio de laj~oche, pudo hacer suyas las:
gro, al que armaba de vergas de membrillo, suplicándole pa!abras de los Cantares «surgam ... qua~l:am quem diligit,
que si abrigaba alguna gratitud por el beneficio recibido, le amma ~ea», al acercarse el día, despuésj de haber gusta-
pegase sin compasión. Así el suplicio venía a ser dob!emen- do las mfables dulzuras de la unión en el dolor, ciertamen--
te humillante y dolorosísimo. Siempre había jovencitos ro- te su alm~ repetía: «tenui euro, nec dimitam» (23 ).
bustos y de espíritu sencillo, dispuestos· a complacer a un Volv~a, pues, a sus ocupaciones decidido a no separar-
amigo sin preguntarse sobre tales gustos, y sus músculos, se del obJeto de su amor. Y lo lograba. De él podría decir-
avezados a los trabajos más pesados, se ejercitaban sin es- se -nota el Padre Agustín de Valverde- lo que se lee de-
fuerzo en aquella gimnasia matutina. S_an Martín, Obispo de Tours, «nunquam spiritum ab ora-
Mientras en la oscuridad. de aquella especie de cárcel twne relaxabat», porque había sabido unir la actividad de·
las vergas azotaban los miembros dolientes y volvían a Marta con la contemplación de María (24).
abrir las heridas, Martín pensaba en las almas a quienes Todo esto es hermoso, fácil de decirse pero no de ha-
la cárcel del Purgatorio oculta la luz inefable de Dios; las cerse. A muchos parece sencillamente imposible. Martín ha:..
almas que, por sí mismas, no pueden apresurar el momen- bía dado con la clave del sistema de la espiritualidad do-
to de su liberación pero esperan les ayude la caridad de minican~ y había ~legado a través de su aplicación personal
los demás. Quizás también por esto, para asimilarse mejor y su as1duo estud10 a poseer tan perfectamente el arte de
a ellas, Martín quería recibir aquella flagelación de sus servirse de ella, que actuaba vivamente en sí la pasión de
amigos, sentirse impotente, pasivo, sin más ayuda para sí la acción y la contemplación características de la Orden de
que la voz. Y no es que la emplease para decir «basta», los Frailes Predicadores.
sino para orar y suplicar que golpease sin compasión.
Terminaba cuando la hora del Angelus llevaba a Mar- (22) !bid. (XV, IX, VII, XXII), pp. 86-88, (LIII), p. 91.
tín de las tinieblas del subterráneo a la rosada luz que se (23) Cant. III, 2 y 4. ·
extendía por la torre del campanario. (24) Ad novas '(XXIII), p. 39.

46 47
Además, sus ejercicios de la noche los prolongaba de Juan Vázquez llevaba poco tiempo en el convento del
día -lo mismo la oración que la mortificación- vistien- Rosario cuando una noche, hacia las once, le despertó un
do un cilicio y ciñendo una gruesa cadena de hierro. Y co- fuerte temblor de tierra. Despavorido saltó de la cama y
mo por la noche, en su celda, en el capítulo o en el subte- corrió a -llamar .a Martín, pero se turbó aún más .cuartdo ;
rráneo del campanario, también así de día, Martín iba mu- vio la celda inundada de luz y a Martín por el suelo, boca
chas veces a flagelarse en la soledad de Limatambo (25). abajo, con los brazos abiertos en forma dec··cruz y el rosa-
Ayunaba, además, continuamente, porque a los tiem-' rio en la mano. Casi. fuera de sí, se inclinó sobre él, le gri-
pos del ayuno prescriptos por las leyes de la iglesia y por tó que se levantara, que tuviera cuidado de que la celda
las constituciones de la Orden añadía muchos otros por ·no se desplomara encima de ellos, se le agarró fuertemen-
motivos de su particular devoción, hasta transformar prác- te como uno que está a punto de ahogarse ...
ticamente todo el año en tiempo de ayuno: «Parª el sier- Las paredes se balanceaban como borrachos, las vigas
vo de Dios, todos los días de precepto eran de ayuno», al ctujían. Martín seguía inmóvil, y Juan Vázquez creía enlo-
decir de su colega, el donado Francisco de Santa Fe. Pa- quecer. Cogió su ropa, la puso debajo del brazo y se pre-
ra hacerse una idea del rigor de estos ayunos basta decir cipitó . al claustro. Allí, mientras se vestía, vio al donado
qué alimentos tomaba Martin los días de fiesta. Después fray Miguel de Santo Domingo y le contó a gritos el asom-
de una cuaresma entera a pan y agua, y la abstinencia to- bro de aquella noche: la luz que envolvió a Martín, inmó-
tal de todo alimento los tres últimos días de Semana San- vil en su oración, mientras todo amenazaba derrumbarse.
ta, el día de Pascua «como un gran regal~ comía algunas -Sí, lo creo -respondió fray Miguel-, pero si sigues
raíces llamadas camotes. Y el segundo día de Pascua co- estando con fray Martín, cosas de éstas verás muchas.
mía una masa dura de harina y un poco de berza, sin car- No obstante, para complacerle, le acompañó hasta la
ne» (26). celda donde Martín estaba sumergido aún en el esplendor de
En resumidas cuentas, podría decirse que Martín ayu- aquella luz. Las paredes aparecían ya inmóviles y todo el
naba toda la vida a pan y agua, porque las raíces de «camo- . edificio se había vuelto más sólido y compacto que nunca.
tes» los indios las substituyen por el pan, y por lo tanto Luego, compadeciéndose de la turbación del muchacho que
no pueden ser consideradas sino como pan (27). aún había visto pocas de estas cosas, fray Miguel le llevó
Martín era muy generoso con el Señor. Pero el Se- consigo y le preparó una especie de cama en su celda.
ñor no lo era menos con él. La dulzura de que inundaba Pero a la mañana siguiente, habiendo vuelto a la cel-
su ali:na era tanta que Martín no la podía soportar en sí y da de Martín, Juan oyó decir con garbo y firmeza: -Ten
se veía casi obligado a gritar: «¡Oh, cuán suave es Dios! mucho cuidado, sabes, y no vayas contando lo que podrás
¡Qué digno de nuestro amor!» (28). ver aquí dentro. Aunque ocurriese algo extraordinario
conténtate con verlo tú y no váyas a desembuchado a de~
(25) Ibid. (LIX), p. 87.
(26) !bid. (XII), p. 89. recha e izquierda ... (29).
(27) !bid. (XLVIII), p. 98.
(28) !bid. (I), p. 88 . (29) Ibid. (XXX), p. 36.

48
3. -San Martín ...
Martín tenía que guardar el «Secret? del rey». .
Llegó el tiempo en que todas las mas ocultas ac~10nes
debían ser «propaladas sobre. los . tejados» como dtce el
Evangelio, para alabanza o vttupeno del que las ha rea-
lizado. h 11 d
Para las obras de Martín, este tiempo ya. a . ega o.
Pero contar aquí todos los hecho.s . extraordmanos q_ue
acompañaban su oración y los prodigtos que sus plegartlas
supieron obrar sería, tarea muy 1arga. M' eJor seráquees VI
dediquemos otro capítulo.

«Rostro radiante alegra corazones» (Prov.


XV, 30).

Si bien es verdad que la oración y la mortificación y


el poco sueño sobre el catafalco del Capítulo le ocupaban
gran parte de la noche, Martín tenía que disponer de un
poco de tiempo para visitar a sus enfermos cuando había
alguno bastante grave y necesitaba de su ayuda aquellas
horas.
Había en el convento una escalera vieja, oscura, y tan
gastada por el uso que había venido a ser casi intransita-
ble. Un día, a fin de impedir que alguien rodase por los
peldaños res~uebrajados, se había cerrado su paso. Peto
Martín se dio cuenta de que por allí el camino entre su
celda y la enfermería era más corto y se decidió a pasar por
ella para sus servicios nocturnos a los enfermos.
Y sucedió que una noche, mientras se encaminaba por
aquel sitio con las manos y los brazos cargados de ropa
para llevar a la enfermería, en cuanto se asomó a la esca-
lera, se le presentó una visión capaz de helar la sangre:
un cuerpo monstruoso le estorbaba el paso, y de aquel ser
informe se alzaba una horrible caricatura de rostro huma-
50
51
. r;.,

no, relampagueando odio y malicia de sus ojos lívidos. guste a las almas buenas. Pero sí ocurre, como se ve en las
No era difícil comprender de quién se trataba. vidas de los santos de todos los tiempos y hasta como en
-¿Qué haces aquí, maldito? -preguntó Martín. nuestra vida de cada día.
Dicen que el demonio es muy inteligente, pero a veces Esta envidia del bien, entre ·los buenos, es una de las
no lo parece a juzgar por su modo de obrar. cosas de la tierra que más fastidian y hacen sufrir, como
-Estoy aquí porque quiero -respondió aquél desca- un lazo que se interpone en la acción, como una espina que
radamente- y porque espero obtener aquí buenas ganan- penetra y duele en lo más profundo del· alma.
cias. No parece que Martín experimentara este dolor. Es
-Vete a las malditas cavernas donde vives -le dijo cierto que muchas veces le trataban mal. Pero si uno le lla-
Martín. El otro no se movió. Martín no tenía ganas de per- maba «perro mulato» no lo hacía por envidia de su vir-
der tiempo en discus.iones: dejó en el suelo. e,l bras~ro e?- tud. Lo hacía sencillamente porque un motivo cualquiera
cendido y la· ropa· de sus enfermos, se qutto el ct?turon ~e, irritac~ón le había sacudido de repente alguna preven-
de cuero que le ceñía la túnica, y comenzó a zurnagazos cton, ennuzada en el alma y heredada con la sangre de al-
contra el monstruo. ~n. buen .español del siglo ,XVI, lo que hoy llamamos pre-
No por los golpes, ciertamente, pues a un ~spíritu no ¡mctos ractales. Per¿ lo hactan, podría decirse, de buena fe
le pueden hacer daño, pero como esta?a conve?~t?o de .que y así lo tomaba Martín que «sabía» era muy verdadero' e1
no tenía nada que esperar, el demoruo desaloJo mmediata- mal que podía decirse de él. ·
mente el paso. Si los improperios, las humillaciones, los tratos drF
Entonces Martín cogió un tizón del brasero, trazó en ros, venían de un superior, la cosa era. aún más pacífica.
la pared la señal de la cruz, y se arrodil~ó p~ra orar y dar Es cosa sabida que los superiores tienen el deber de pro-
gracias al Señor que le habta dado la vt~tona sobre el; es- bar a sus súbditos y de ayudarles a andar por un sendero
píritu malvado, precisamente como tresctentos o trescten- un poco más escarpado que el que doblegaría muv fácil-
tos cincuenta años antes, había hecho su hermano Santo mente nuestra floja voluntad. '
Tomás de Aquino, después de haber desenmascarado al ene- . En el caso d.e Martín, aquel gusto suyo tan pronun-
migo que aquella vez eligió otro disfraz (1). cJado de las humtllaciones, se ponía a prueba por ver si
Es muy natural que los progresos que un alma hace realmente era genuino, Es relativamente fácil ponernos nos-
en la virtud exasperen al enemigo del bien. Por eso los ot~os mismos en el último puesto, pero es bastante difícil
santos, quién más quién menos, siempre tienen que soste- de¡arse poner detrás de las demás. Los superiores del con-
ner luchas con él manifiestas u ocultas. vento del SS. Rosario debían ver cómo reaccionaba Mar-
En cambio, io que no es tan natural es que el bien no tín cuando los demás le empujaban hacia lo bajo. Además
-una vez que aparecieron indicios de las gracias extraor-
(1) · Proceso 1660 (LXII), etc. 496~7. - "Pr<_>cessus. ord!- dinarias de que era objeto aquel pobre mulato- tuvieron
naria auctoritate fabricatus, super sanctltate VItae, Vututl- que asegurarse de la autenticidad de tantos dones preter-
bus heroicis et Miraculis". naturales. Por lo tanto, nada tiene de extraño que ejercita-

52
53

J
ran escrupulosamente este grande ~erecho y deb7r (2). muy venerado; esta noche ha reñido una gran batalla con
. Esto· no quita que entre Martm y sus supenores y her- el demonio y le ha vencido (3 ).
manos hubiese desde el principio hasta el fm, una holgu-
Aquella noche, efectivamente, había habido batalla,
ra leal. Teníari'queprobarle para ver cómo s7 conducía «ba- no en la escalera de la enfermería sino en la misma celda
jo la carga» y le probaron. Pero tina vez v1sto que sopor- de Martín, y al padre maestro se lo había contado él mis-
taba el ensayo, no vacilaron en reconocerle por metal bue- mo en un largo coloquio. Martín, por lo demás, esta vez
no fuese blanco o negro. no se había encontrado solo frente al adversario: el oficial
' Es preciso decir en su honor lo siguient7:. c:uando la de las guardias Francisco de la Torre -el mismo que un
santidad de Martín fue evidente, no hubo pre¡mc10. de na- día sorprendió a Martín en éxtasis en el . subterráneo de la
cimiento o de color que pudiese impedir a los fra1les del iglesia'- ocupaba su misma ?celda hacía· un par de meses
Rosario reconocerla tal. Entonces se vio .a religiosos a ~os y estuvo presente a la lucha y más tarde refirió sus fases.
que la dignidad sacerdotal elevaba a un mvel muy super:or Francisco ocupaba la parte posterior de la estancia,
al de los donados, tomar a Martín como modelo de v1da separada de la anterior por una especie de alcoba. Estaba
y pedirle que les tuviera por hijos suyos.
para acostarse cuando oyó abrir y cerrar la puerta y la voz
Quede también dicho en honor de Martín que lo~ 9ue de Martín, siempre tan mesurada y silenciosa, que se ele-
así le juzgaban no eran los recién llegados. Los D5'mm1cos vaba en tono airado: -¿Qué has venido a hacer aquí, bri-
son hombres positivos, habituados a razonar ma~ que a bón? ¿Qué has venido a buscar? Esta no es tu habitación.
poetizar, y en ningún modo se dejan llevar de fantas1as, exa- ¡Vete! ..
geraciones ni entusiasmos. Mucho m~nos los del SS .. Ro~ Esta vez el diablo debía haber predispuesto un ataque
sario, que era un convento de estudios, sede de la pnme- de envergadura, y a la orden deJrse, si bien le endilgaron
ra Universidad del Nuevo Mundo, y por tanto pod1a con- una sarta de invectivas, no se intimidó en absoluto. Qui-
siderarse como aristocracia del espíritu y de la cultura.
zás la cuadrilla que allí llegó pretendiera el nombre de le-
Cuando llegaron a decir: -Martín es un santo--, pued,e
gión, como la que un día en el país de los Gerasenos obli-
asegurarse que no lo dijeron al· acasd. Queda por ver co-
gada por el poder del Verbo a dejar libre a una criatura hu-
mo llegaron a esta conclusión. , mana en la que había puesto su asiento, desfogaba su ra-
Fray Francisco Velasco Ca;abante~ oyo este parecer bia sobre una piara de puercos. El hecho es que a la invec-
hada menos que del Padre Andres de L1son, que. era maes-
tiva de Martín siguió un ruido verdaderamente infernal:
tro de novicios, y por tanto tenía que estar amphament; al los demonios echaron mano del hermano y le maltrataron
tanto en temas de espiritualidad. -Sabemos -declaro el con gran furia.
Padre Andrés a 'todo im grupo de novicios y a algunos pro-
Francisco de la Torre quiso saber qué buiia era aque-
fesores- que este mulato es santo, y por santo ha de ser
' ' '
lla y sacó la cabeza de su alcoba. Vio a Martín rodar por
los suelos de acá para allá, chocando contra las paredes:
(2) Ad novas (V y sig.), pp; 91~96. (3) Ibid. (VII), p. 96.

54
55
/

le vio y .le oyó doblegarse y gemir bajo los golpes de sus cÍ!, cari?ad fraterna ~ ayu~a del buen ejemplo, pero tam-
agresores, pero no vio ni sombra de tales agresores. bten firmeza y resistencia frente a los ejemplos menos
A un cierto punto, ardió la celda y todo lo que en ella buenos, y tolerancia y paciencia con el contraste de los
había.· caracteres. ··
Francisco de la Torre no era miedoso: corrió a luchar En los roces de la vida común también la virtud de
contra el incendio y juntamente con Martín logró dominar Martín se reveló oro puro. ·
las llamas. Puede suceder que los que llev~n una vida muy ~uste­
Luego, de repente cesó aquel grah alboroto con la fa- ra vengan a ser ásperos en los modos, y hasta -lo que es
cilidad con que había comenzado, y todo quedó en calma; peor- un poco desabridos.
Francisco volvió a su cama y Martín se echó sobre . Cuando esto ocurre. es . un pecado, porgue entonces la
los tableros, aproximó a la piedra que tenía por almohada ~Ir~u.d, de amable y atrayente como debiera ser, se hace .an-
la cabeza a la que siempre exigía un buen pensamiento an- ttpatica.
tes de que le cogiera el sueño, y uno y otro se durmieron, Para impedir que esto ocurra, de modo que las obras
fatigados y tranquilos. ~uenas _conse_rven todo el frescor de las cosas puras el
A las tres, cuando Martín se levantó para prepararse E v~ngeho ·qutere que la mortifieadóri ---.:como la. oraci6n y
a: tocar el Angelus, dejó una vela encendida para su com- la,.limosna- se?~rezc?n al Padre .ert s.ecreto: «Cuando ayu-
pañero y Francisco saltó de la cama porque ·ardía de curio- neis no aparezcais trtstes·, como los' hipócritas que demu-
sidad por constatar los daños del incendio. dan su rostro ... » (Mat., VI, 16).
¡Maravillas de maravillas! Ni las paredes; ni los arma~ M~rtín sabía asimilarse muy bien estas palabras del
ríos, ni la ropa blanca· ordenada en los estantes, que Fran- Evangeho. Nada más sencillo que su modo de obrar nada
cisco ,'pocas horas antes había visto envueltos en llamas, más. ar;nable. Las· austeridades -nocturnas y diurnas_:_ los
presentaban la menor señal de fuego o de humo (4 ); sufnmtentos que tenían morada estable en su fibra heroi-
· Luego la «famosa batalla» terminaba con la manifies.- ca, .quedaban en la sombra, secreto confiado a la celosa cus-
ta derrota de los espíritus malos. todia del amor que hace,,su ofrecimiento a la vista exclusi-
No obstante el juicio del Padre Maestro Andrés de va del Amado. · .·
Lisoh no debió basarse únicamente en este «hecho de ar- . !ranspiraban no obstante, como alegría de conquista
mas,» por glorioso que se quiera suponer. Los hechos ex- espmtual, en la luz de su sonrisa.
traordinarios no pueden ser la piedra de toque de la santi- Si es fiel -¿y cómo podría no serlo?- el retrato
dad. En efecto, los ermitaños se santifican en el yermo y o mejor, los distintos bosquejos del perfil que de él ha~
los seglares en la sociedad, pero los religiosos han tomado trazado sus hermanos, Martín era el tipo perfecto del homc
como medio de santificación la vida común, que quiere de- bre q':e es. dueño indiscutible de sí. Todo su porte era
expresión de dominio interior y a la vez de fidelidad a
(4) !bid. (XLII), pp. 96-7; cfr. también (VI y VII), las costumbres de la. regla; ojos bajos, manos cruzadas
p. 96. sobre el pecho, ocultas en las amplias mangas de la tú-

56 57
ruca. Su silencio era «tan raro», dice el Padre Cristófo.ro dre español, junto con la agilidad y gallardía de los negros.
de Toro, para indicar que lo llevaba a un grado que ra- Aún eran más atrayentes su dotes morales: un ca-
ra vez se encuentra, que sólo cuando lo exigía la caridad rácter naturalmente calmo, reflexivo, silencioso, una inte-
para con el prójimo, o la obediencia, ocurría que Martín lígencia pronta y aguda, un espíritu recto, amante de la
lo interrumpía y aun entonces sus palabras «eran breves, verdad, lleno de bondad y de compasión. · :
pocas, santas, necesarias», correspondientes a la necesidad Todas estas dotes él las perfeccionó, con la ayuda de
de los hermanos. Pero cuando desplegaba los labios, su la divina gracia, hasta someterlas perfectamente al impe-
decir estaba dotado de tanta gracia que se le hubiera es- rio racional de la voluntad, hasta poseer tan plenamente
tado escuchando horas y horas. El Padre Antonio de Mo- la ciudadela de su alma, que nunca pudiera escapársele
rales no duda en llamar «estilo» su modo de hablar y en nada que fuera inconsiderado, ni en obras ni en palabras.
alabar su eficacia, su concisión, su elocuencia, así como Martín era como «un centinela viviente».
en afirmar que todas estas dotes eran desproporcionadas Pero no basta esto para explicar por qué, sólo con
aJa condición del humilde hermano donado (5). - verle, la gente se sentía atraída hacia el bien; por qué
Martín, efectivamente, contaba con capacidad -per- los dolientes, los afligidos con sólo mirarle se sentían con-
feccionada en el ejercicio del silencio- para decir «cosas·» solados (7).
más que «palabras». En su conversación, densa, objeti- Entre nosotros y el hombre que ha alcanzado algu-
va, cada palabra tenía su importancia, sin ser largo en na perfección el cortejo humillante de nuestra incapacidad
palabras ociosas. puede ahondar un abismo, las dotes naturales, especial"
Por lo demás, era lógico que así fuese, si se piensa mente las «usurpadas», por decirlo así, a una condición
cuáles etan los temas de sus conversaciones. Todas las distinta de la suya, susc;itan fácilmente envidia y celos;
conversaciones que tenía cuando se ofrecía la ocasión, eran asimismo la fidelidad inflexible al silencio y a ciertas
siempre de cosas celestiales, mostrando la esperanza que posturas exteriores -los ojos fijos en el suelo, las manos
debían tener todos en la salvación por los méritos de nues- cruzadas- pueden fastidiar en lugar de atraer.
tro Señor Jesucristo y de su Santísima Madre... · En Martín todas estas cosas eran atrayentes. Y yo creo
Santo Domingo siempre hablaba con Dios y de Dios. que el mérito fue todo de su sonrisa. Aunque presentado
Y Martín, poco aficionado a conversaciones, le seguía y lo a la buena de Dios, esta particularidad no parece habér-
acentuaba a su modo: «hablando siempre más con Dios &ele ido a ninguno de los que han tenido que bosquejar en
que de Dios» ( 6 ). sus deposiciones el perfil de· Martín. Todos han tenido que
La naturaleza fue generosa con él. En su físico se decir algo de su sonrisa.
armonizaban ·las mejores dotes de las dos razas de las que No era una sonrisa cualesquiera, se comprende.
traía origen: la nobleza y regularidad de líneas ·de su pa- No era la sonrisa que va y viene según los altibajos
de las cosas.
(5) . Ibid. (XXII), p. 100 y m, p. 99.
( 6) Ibid. (VI); p. 24. . (7) Ibid. (XLIX), p. 74.

58 59
Mucho menos, la que se complace en· la marea baja €7n que habían llegado a tenerle los hermanos de hábito,
de los asuntos de los demás. lo dice claramente el Padre An~<1mio de Morales citando
La sonrisa de Martín se velaba de dolor en el dolor el hecho singular de su profesión como prueba del «cré-
de los demás, y en su propio dolor brillaba más lumino- dito de santo» de que gozaba, «porque, si bien general-
sa. Era constante, pero no aferrada. Irradiaba siempre la mente los Conversos, que en estas tierras peruanas se lla-
pureza y el ardor del alma, y en contacto con el prójimo man Donados, no hacían profesión solemne, la hizo di-
asumía un matiz de una delicadeza inexplicable, algo así cho siervo de Dios con toda formalidad, como verdadero
como la luz que adquiere los tonos indefinibles de los ob- religioso, y así se celebraba como singular su profesión,
jetos que la envuelven. Era valor para los tímidos, alien- y los religiosos tenían al siervo de Dios como religioso
to para los dolientes, confianza para los desconfiados, e~­ verdaderamente profeso» (9).
peranza para los oprimidos. Inspiraba siempre -y es lo Martín llevaba ya nueve años de donado.
que más hay que tener en cuenta- desagrado del mal y Cuando solicitó ser admitido, su padre había protes-
amor al bien. tado y hubiera querido que por lo menos le recibiesen en-
Cuando la virtud incita a la imitación es verdadera. tre los hermanos legos. Pero, desde el momento que su
virtud. Y .cuando uno sabe mantener su sonrisa, siempre, protesta y su petición no estaban inspiradas sino por el
en todas las contrariedades de los contactos con el próji- orgullo herido y por la vanagloria, Martín lo rehusó con
mo, sobre cualquier vaivén y oleaje de luchas internas,. la firmeza que se ha visto.
quiere decir que en él reina la caridad. <<¡Oh dulcísimo Más tarde, durante los nueve años pasados en el San-
fuego de amor que llenas al alma de toda dulzura y sua- tísimo Rosario, comprendió mejor y profundizó más las
vidad»! -exclama Santa Catalina-. En el espíritu que muchas cosas de la vida religiosa.
con tan dulce y glorioso fuego arde no puede caber pena Nada tiene de extraño. Ninguna inteligencia, por agu-
ni amargura alguna» (8). da que sea, penetra de momento hasta lo más profundo
Y ¿qué es la santidad sino el reino de la caridad en de las cosas como nadie aprecia a primera vista toda la
el alma? belleza de un paisaje o a la primera lectura todo el sen-
Por eso el Padre Andrés de Lison y los demás tenían tido de una obra literaria. Así, no basta la vocación para
razón para decir: «¡Martín es un santo!» penetrar en toda su profundidad, desde el primer momen-
Los Dominicos del Sántísimo Rosario, una vez que to; la vida religiosa que, en la gran armonía de las cosas
llegaron a formular este juicio, dedujeron con toda· lógi- de nuestro mundo, es como un motivo de los más miste-
ca: Si Martín es tan santo, no es justo que se le prive por riosos e inasequibles.
más tiempo de la gracia de la profesión religiosa. Es necesario zambullirse en ella y vivirla.
Que la debilidad ofrecida a Martín de hacer la pro-
fesión solemne fuese consecuencia de la estima de santo (9) Proceso 1678 (I), t. I. c. 221-b. "Beatificationis et
Canonizationis Serví Dei Fratris Martini de Forres, Laici
(8) Cart. 217. Ordinis S. Domiiiici Processus Limanus in specie".

61
Así hizo Martín, y viviéndola durante nueve años con Pero cuando los superiores fueron a invitarle a que
una fidelidad que hubiera sido digna de alabanza aun en diera el paso, lo aceptó consumo júbilo.
un religioso profeso, si bien no le obligaba atadura algu- Un día, lo aceptó de la comunidad reunida en la sala
na, a excepción del de su constancia, se dio cuenta de que del Capítulo, después de haber implorado la misericordia
algo faltaba, no a su ambición, ni a su dignidad, sino a de Dios y de la Orden, Martín hizo su profesión solemne,
las exigencias del impulso que le había llevado hasta allí. prometiendo obedecer hasta la muerte a Dios, a lu bien-
Se había ofrecido, sí, siguiendo ese impulso; se había aventurada Virgen María, al Padre Santo Domingo y a los
dado con un acto que en su intención había sido definiti- superiores de la Orden, según la regla de San Agustín y
vo, y daba prueba de ello precisamente permaneciendo li~ las Constituciones de los Frailes Predicadores.
bremente fiel. Y el gran Crucifijo le miró con amor, y en la perso-
Pero, no obstante, una cosa faltaba a la perfección de na del superior que recibió la profesión, le dio el beso
su don. de paz.
A los pies del gran Crucifijo del Capítuld que sabí~ ·
sus oraciones y sus penitencias, o delante del Tabernácu- _
lo velado por la imagen de la Reina del Santo Rosario,
Martín podía repetir: -Señor, en la sencillez de _mi co-.
razón te he dado todo con alegría y me he obligado a
seguirte dondequiera que vayas.
Pero no podía decir: -Señor, Tú te has obligado
conmigo para que pueda seguirte donde quiera que te
agrade señalarme.
La vocación brota del amor y se actúa en el amor, y
el amor tiene sus exigencias: tiene necesidad de darse,
pero tiene también necesidad de oír que su don ha sido
aceptado. No al acaso la profesión religiosa se ha com-
parado a las nupcias en las que dos que se aman hacen
don de sí el uno al otro y aceptan el don el uno del otro.
En la profesión, la Iglesia acepta el don en nombre de
Cristo, su Esposo, y promete al donador un intercambio
divino.
Martín sintió seguramente la falta, durante su lar-
go noviciado, de .este sello, de esta aceptación solemne,
por parte de la Iglesia, pero no habló de ello, porque a su
humildad semejante deseo podía parecer presunción.

62
\

Antes ya de sujetarse con la profesipn, había hecho


de las virtudes que constituyen el objeto de los tres vo-
tos religiosos su pan cotidiano. Con interés. ~ún mayor,
si cabe, las practicó después que la hubo emitido.
Vestía de manera que satisfaciese a la vez a las exi-
gencias de la pobreza, de la humildad y de la mortifica-
VII ción. Aparte de no retener nada como cosa suya ~ue
es un deber elemental en el que ha hecho voto de pobre-
za- Martín nunca tuvo objetos nuevos: todo su vestua."
«Ponme como sello sobre tu corazón, río ~ra de segunda mano. Pero por miedo a que su extraor-
ponine en tu brazo como sello» (Cant. dinario amor a· la pobreza le atrajera una estima exage-
VIII, 6). rada, lo velaba bajo el velo de la broma, diciendo que
prefería las cosas ordinarias . y g~stadas para no ten~r que
gastar tantos miramientos m abngar tantos pensamientos.
Una túnica, para que pudiera formar parte de su
Con la profesión nada cambió exteriormente en la
vida de San Martín. ajuar, debía ser de la tela más basta. Pero, una. ~ez o?te-
.nido ese honor, estaba obligado a prestar servicio .mien-
Todo el cambio fue interior, en el espíritu que, re- tras la trama y la urdimbre pudieran mantenerse juntos,
cibido el sello de la estabilidad, se dilató en paz, mien-
aun cuando comenzaran a relajarse. Pieza sobre pieza
tras encontraba en sí un nuevo impulso a adelantar para
buscaban aquellos trapos prolongar la vida. Cuando el te-
permanecer fiel a la obligación solemne tomada ante Dios·
y ante sus hermanos. jido no aguantaba más, se abría traidoramente y descu-
La gozosa prontitud con que inquiría todos los debe- bría la piadosa .curiosidad de los ~er~an~s lo~ secretos
que hubiera debido ocultar: la turuqmlla mterwr de sa-
res de la vida religiosa recuerda las palabras del salmo:
«Se lanza alegre a recorrer cual gigante su camino» ( 1). co el cilicio de crin de caballo (4).
' Su hermana Juana trató un día de regalarle un hábi-
Su vida fue «un vivo espejo de toda la Religión, mo-
to nuevo que le sirviese de muda, para lavar el que lleva-
delo de piedad, ideal perfecto de observancia regular»
(2). Fray Lorenzo de Sanctis añade que «fue observan-
ba a cuestas. ¿Para qué? -dijo-. Cuando lavo el hábi-
to tengo bastante con ·la tuniquilla, el poco. tiempo que
tísimo en el cumplimiento de los tres votos esenciales ...
y de las Constituciones de la Orden, de tal manera que h;ce falta para que se seque, y cuando lavo la tuniquilla
nunca le vio faltar» (3 ). puedo estar muy bien sólo· con el hábito, como suelo ha-
cer. Sería completamente superfluo tener dos hábitos.
.. •' y asf rehusó el regalo de Juana.
(1) Ps. XVIII, 6.
(2) Positio, R· 7.
(3) !bid. p. 9. (4) Ad novas (XXXV), p. :101..

r6'5
Pero tenía sus razones para proceder de esta mane- en torno a su persona una especie de banco de la caridad.
-ra. Contaba con el ejemplo -'-vivo y eficaz para él como También entonces -entonces más que nunca- Martín
·un mandato- de su Padre Santo Domingo que llevaba siguió pobre: el dinero pasaba por sus manos sin dejar
«siempre una sola túnica y remendada, usando hábitos rastro alguno en ellas.
:más viles que los demás hermanos« (5). Un amor tan intransigente a la pobreza vino a ser
Tenía un sombrero muy viejo, pero pareciéndole qe- mucho más notable cuando se le considera en el marco
masiado delicadeza usarlo para defender la cabeza de los del ambiente religioso del siglo XVI, que interpretaba el
rayos del sol ecuatorial, lo dejaba colgado al cuello mer- voto de pobreza en un sentido más bien amplio. Efecti-
··ced a los lazos que tenía, de modo que cayera a la espalda. vamente los religiosos no vivían entonces la vida común
En cuanto a zapatos, cogía los que desechaban los con aqu~lla plenitud, con que los fundadores de las órde-
hermanos. Parece que el principal proveedor de este «artí- nes la habían concedido y la que las determinaciones del
·CWO» fue el Padre Juan Fernández, el cual, !!1 decir del derecho canónico hubiera querido que felizmente conti-
Padre Procurador del convento, era «un religioso de vida nuara en los siglos siguientes.
-ejemplar y de buenas costumbres» y como tal no hay d~­ La regla de San Agustín exige que se tenga todo en
·da de que practicaría también él la virtud de la santa po- común y que sea castigado, como de hurto, el que se atre-
:breza y que por lo tanto no jubilaría a sus propios zapa- viese a retener algo como de su propiedad, aun tratándo-
tos sino cuando lo habían merecido muy cumplida;+ se de cosas necesarias. Cuán fieles fuesen en la observan-
illlente ( 6 ). cia los primeros discípulos de Santo Domingo se deja ver
No tenía celda. La que pasaba por celda suya era en el episodio -referido por Gerardo de Fr~c~et en la
•el ropero de la enfermería, donde tenía su famoso lecho «Vitae Fratrum>~ de un converso al que castlgo severa-
de tableros, y en la pared por todo ornato, una cruz des• mente el B. Reginaldo en presencia de los frailes, después
nuda de madera y, una imagen tosca de la Virgen y de de haber pedido solemnemente al Señor que arrojara de
· ~santo Domingo. su alma el demonio de la avaricia sólo porque h~bía reci-
De lo que hubiera podido ganar con su arte médi- bido como regalo y tenido ocu1to un miserable trozo de
•ca, jamás cogió un céntimo. La misma conducta observa- paño.
ba cuando ejercía ese arte antes de entrar en el con- En cambio, en el siglo XVI, era costumbre dejar a
·vento (7). los religiosos que proveyeran ellos mismos a sus necesida-
Llegó un momento de su vida en que las institucio- ,) des, permitiendo usar a este fin, todo o en parte, cuanto
nes caritativas salidas de su cora¡¡:ón y de su genio hicie- conseguían ganar con sus actividades.
·ron afluir a él las limosnas de todo Lima, constituyendo Este modo de proceder tenía ciertamente la venta-
(5) Actas ·de Tolosa, n. 15. cfr. Lacordaire: "Vida de ja de aligerar la carga de qu~en debía p_r~v~e~ al ~ust~~­
~Santo Domingo". to de la comunidad y de esttmu1ar las 1n1c1at1vas mdtvl-
(6) Proceso 1660, c. 293; Ad novas (XXXV), p. 101. duales pero ciertamente no representaba la perfección
(7) Ad novas (!),p .. 102., de la pobreza religiosa, y creaba disparidad de vidas que

67
\
'

·ofendían el espíritu de caridad fraterna que es el alma de Es, por lo tanto, labor de la pobreza despejar el te-
la vida común. rreno de obstáculos; hecho lo cual, el alma se encuentra
Martín amó la pobreza en toda su integridad, como como naturalmente atraída a su centro, a la vida recogida,
:Santo Domingo la había amado y recomendaba a sus her- laboriosa y pura.
manos que la amaran, amenazando con su maldición ' a Volver al centro del alma, ciertamente no es cerrar-
:los que se manchaban con la infidelidad para con ella. se en el egoísmo. El recogimiento de un alma reflexiva es,
La practicó, en todo lo que en él tocaba, tan estric- ciertamente, la habitación de una celda, pero no de una
tamente como si se hubiera encontrado viviendo en el celda carcelaria, sino de una celda monástica, de algo
:siglo XIII, y no en el XVI, y procuró traer a sus herma- aéreo y luminoso como la mínima del convento francis-
:nos a una observancia más estrecha. cano de Greccio, mitad excavada en la roca, mitad sus-
La pobreza no encuentra en sí misma· su razón d~ pendida sobre el abismo, donde el B. Juan de Parma pa-
cser ni su fin; procede de la humildad y del deseo de con- só treinta y dos años en penitencia y oración sin que le
formars: al ejemplo de Cristo pobre, y allana el camino á 1
faltase aliento para la contemplación, porque la venta-
_otras vmudes. Santa Catalina explica cómo la pobreza nita abre a la vista innumerables paisajes, y del valle
b~ota d7 la humi~dad. Dice así: « ... el humilde menospre~ reatino subílan a él voces de las obras de Dios que invi-
cta la riqueza (as1 como la propia voluntad lleva a la so~ taban a la alabanza, y voces de la ciudad, de las obras de
·berbia) y apetece la verdadera y santa pobreza. Como ve los hombres, que inducían al llanto. Pero del azul que
·que la pobreza voluntaria del mundo enriquece al alma abarca serenos valles, montes y ciudades, le bajaban direc-
y la libra de la esclavitud, quitándole la vana confianza tamente al corazón las voces de Dios.
·en las cosas transitorias y dándole fe viva y esperanza ver: El que ha visitado la celdita del beato Juan no se
dadera, espera en su Criador, por Cristo Crucificado. Por ·extraña de que Santa Catalina haya podido poner verda-
amor de la verdadera riqueza desprecia la vana riqueza dera fuerza en las palabras «calda» y «cielo», quizás un
y busca pobreza, y. hace de ella su esposa por amor de poco más de lo merecido, para expresar en un juego de
·Cr~sto Crucificado, cuya vida entera no fue sino pobre- :palabras una realidad profunda: «de la celda se hace uno
_za» (8 ). -cielo, porque cela a Dios en el alma».
· Allana el camino a las virtudes, y cierra la puerta La pobreza, alejando los obstáculos, abre al alma,
a los vicios, enemigOs del alma: «En la pObreza abando- muy serena y pura, a la acción de la gracia.
nas la soberbia y las conversaciones deL siglo y de las ma- eS También en Martín la pobreza fue el preludio y el
·las amistades. Te libras de la vanidad del corazón y pe Ja marco de la más limpia pureza. Todos los testimonios de
ligereza de la mente, y vienes a la habitación de la celda, -su vida están de acuerdo en afirmar que conservó intacta
·y a la perfecta pureza ... » (9)~ la virginidad hasta-la muerte. Tenía un amor profundo a
1a belleza espiritual del alma, un amor celoso· gue le ha-
(8) Cart. ,67 .. da buscar los mejores medios para guardarla y acrecen-
(9) Cart. 217 .. tarla. Guardarla según el espíritu de su vocación domi-
~cana,. no e? _el. ~islamiento de todo contacto con el pró- En los pasillos de su convento y en las calles solea-
J~mo~ smo _nv1st1endo_la de una defensa que la protegiese -das de Lima, junto al lecho de los enfermos y entre los
sm 1mperdirle la acción: el manto negro sobr¡;: la túnica pobres que venían a las puertas del convento a tomar la
bla~ca, ~a mortificación de la fidelidad a la regla y de la .sopa, Martín guardaba su tesoro bajo el vestido tosco y
pemtencia voluntaria, la humildad de la mirada pruden- las manos sencillas, pero el perfume de la esencia precio-
te que ,no admite ilusiones y está siempre en guardia, y sa se difundía e, ignorándolo él, comunicaba a las almas
sabe donde encontrar apoyo en la debilidad, guía en los el gusto de las cosas de Dios.
pasos dudosos. «No hubo en él gesto, movimiento o palabra que
Y acrecentarla y perfeccionarla en una unión cada no expendiera la pureza de su corazón» y su aspecto irradia-
vez más íntima con el Ser infinitamente puro, cuyo amor ba tal gracia que «excitaba a devoción, mientras con sólo
hace al alma casta, cuyo contacto la purifica, y que dán~ verle se consolaban los afligidos ... » (10).
dose ~ ~lla la consagra virgen, como canta la liturgia en La pobreza y la castidad se dieron pues la mano y al
la festividad de Santa Inés. mismo paso llevaron a Martín muy adelante. Y ciertamen-
Para guardar y acrecentar su pureza, Martín sabía te no quedó atrás la tercera y más importante. virtud de
además hacer un buen uso de la confesión. Muchas. veces la vida religiosa.
nos extraña cómo los santos podían ser tan asiduos a este Santa Catalina llama a la obediencia «la tercera co-
sacramento. Pero olvidamos un hecho sencillísimo: que lumna que conserva la ciudadela del alma» la que, en de-
en la ascensión hacia la santidad la mirada del alma se finitiva, sostiene todo el efidicio ( 11 ).
purifica y se afina, y ve mejor la belleza de la meta y Martín lo sabía muy bien; el día de su profesión re-
las más pequeñas desviaciones de la recta que a ella ~os ligiosa pronunció ese solo voto, el único capaz de abarcar
lleva y los pasos falsos. Olvidamos también otro hecho: en sí los otros dos, y si estaba obligado a guardar pobreza
el valor positivo de la confesión para la inmersión del y castidad, era yn fuerza del voto de obedecer según las
alma en la sangre de Cristo como en un baño que tiene ·constituciones de la Orden.
lugar en este sacramento, y que no sólo la purifica, sino Este compendiar todas las obligaciones de la vida re-
que renueva con nueva infusión de gracia todas sus ener- ligiosa en el solo voto de obediencia, propio de la tradi-
gías. ·ción dominicana es un poner en evidencia, de la manera
Los santos no olvidan ni descuidan estas cosas en :más eficaz, que la esencia misma del estado religioso, con:.
apariencia tan sencillas, y precisamente por eso mismo S siste en la donación de todo el ser a Dios en un holocausto
son santos. perpetuo, consumado día tras día a través de la adhesión
Así hacía Martín. En la confesión afinaba y hacía -de la voluntad libre, que es lo más noble que el hombre
más esplendoroso el candor del alma. Y cuando la más posee es un reclamar al religioso a su divino Modelo,
absoluta pureza fue para él la atmósfera habitual como
la respiración indispensable del alma vino a ser ~u más (10) Ad novas (XXIII), y (XLIX), p. 100..
eficaz instrumento de apostolado. ' (11) Cart. 217.

70
cuya vida entera San Pablo ha podido resumir en la más tes; Si entre todas las· virtudes morales, cuyo cumplimie~­
concisa expresión «factus est obediens» (Philipp. Il, 8) to es librar al alma de la tiranía de las cosas creadas, a fm
(12).
de poder unirse en la c~ridad al Cr~a~or, ocupa ella el
La fidelidad de Martín a las virtudes subordinadas, más alto grado porque eJerce su do!-mmo sobre la volu,n-
por decirlo así, de la pobreza y de la castidad, bastaría tad libre, que es un bien muy superwr a todos los dem~s,
para dar a entender cuánta debió ser su fidelidad a la vir- Iá obediencia necesariamente debe ser más que cualqmer
tud principal de la obediencia. ,
otra, «virtud». . .
Pero, no obstante, no es necesario recurrir a este
testimonio indirecto, porque tenemos suficientes testimo-
Santa Catalina l¡y conteml?la ~e~estida ?e la belle~a
de dignidad real: «¡Oh obediencia, que siempre. estas
nios directos sobre la misma obediencia de fray Martín.· unida a la paz y obediencia del Verbo, eres una rema ~o­
Esta virtud, en San Martín, asumía los impulsos de ronada de fortaleza!» y la fortaleza cuenta con las vn-
un gran sentido de respeto, y hasta de veneración a la tudes que la acompañan. «No está sola esta virtud cuando
autoridad; hacia cualquier autoridad, eclesiástica o se- está en el alma, está acompañada con la luz de la fe, fun-
glar, porque sabía ver en cada una, una participación ·de dada en la humildad... con la fortaleza, con la prolonga-
la autoridad de Dios. En Padre Antonio de Molares dijo da perseverancia y con la gema preciosa de la pacien-
que sabía por experiencia... que obedeció y reverenció
a los Prelados, lo mismo Regulares como Seculares, y a cia» (16). .
En cierto lugar la de Siena traza tal perfil del ver-
personas constituidas en dignidad eclesiástica, como en un dadero obediente que parece, anticipadamente, el retra-
puesto superior secular, para venerar en cualesquiera de to de Martín ... «el verdadero obediente no obedece de un
éstos al ser de Dios, Su autoridad, el poder dispensado ... » modo, ni en'un lugar, ni en un tiempo; sino de t~d?s mo-
y que por eso .obedecía puntualmente e inducía a los de- dos, en todo lugar, en todo tiempo ... Toda su sohe1tud la
más a obedecer ( 13 ). ·
pone en las observaciones de su Orden, y de las costum-
Nunca se excusaba de orden alguna, atestigua el Pa- bres y de toda ceremonia, y en. realizar .1~ volu?tad de .su
dre Andrés Martínez, las cumplía todas de cualquier gé- prelado con alegría, sin querer Juzgar m mvestlgar su m-
nero que fuesen y hasta se adelantaba a buscarlas ... (14). tendón. No dice ¿Por qué me pone a mí mayor p~so que
«Cumplió el voto de obediencia con pronta volunta.d a aquél?, sino sencillamente obedece con paz, qmetud Y
'viril y alegre», depuso un hermano lego, Santiago de Acu~
tranquilidad de juicio» ( 17 ). · .
ña; y elogio más completo en tan pocas palabras difícil- ~· Y el Padre FranCisco Velasco Carabantes atestigua
mente se podría decir ( 15).
de Martín: « ... dio la plenitud. de esta virtud con tanta
La verdadera obediencia es virtud de las almas fuer- alegría de espíritu, prudencia, constancia, profund~ hu-
(12) Cfr. 2a. 2ae. qu. 186, art. 1 y 5. mildad, y tanto espíritu religioso, que todos conocieron,
(13) Ad novas (I), p. 81.
(14) Positio n.. 10, .p; 16... ( 16) Cart. 8"\ y 35.
(15) Ad novas (XXIV), p. 105. ( 17) Cart. 201 y 203.

73
,,,
i
que dicho siervo de Dios para sí no era nada, sino sólo g6n Santo Tomás, cuanto más superac10n de las repug-
':¡ para la religión y para cuantos le querían mandar con nancias naturales 'exige a la voluntad (20).
'.1.'1
1, án}D?-o viril, con firme co~stancia, sin que cosa alguna por Así se comprende que el Padre Velasco, alabando la
.:i miruma que fuera se pudiese notar en él que se opusiese obediencia de Martín, . haya podido decir: «Obedeció.:·
a esta virtud» (18). con alegría de espjritu y propia voluntad», para decir
¡':
Es hermosísimo este insistir de los hermanos de Mar- que obedeció con eli interés de. toda su v~luntad~ de una
111
tín en el carácter de alegría y de virilidad de su obedien- manera inteligente, como es digna de qmen esta dotado
:li 1
cia. Es además útil, porque nos puede ayudar, al verla de voluntad y de inteligencia; y que pudiese añadir,. sin
:1!
actuada en un santo, a hacernos una idea más exacta de sombra de conttadicción, que Martín supo ser «obedien-
est~ virtud, q~e no es, virtud/ «pasiva», como muchos ten~ te hasta el fin de su vida, sin querer· cosa alguna por pro-
d~nan a ~onsiderarla, guardándola en la perspectiva plo- pia voluntad» (21). .
. m1za ~e Ciertos modos d~ decir como «obediencia ciega», Cómo puedan conciliarse en la obediencia, actividad
«.obediente como un cadaver» y otras expresiones pare~ y despego, lo expresa Santa Catalina en forma casi para-
c1~as, d_e las que se hace uso y abuso en el lenguaje co- dójica cuando invita a sus discip~los a <<correr muer~os»
rnente t 19 ). tras las huellas de Cristo Crucificado, y ensalza la Victo-
La obedienc~a, ciertamente, es renuncia al propio pla- ria de la obediencia en estos términos: «¡Oh dulce obe-
cer, pero renuncia completa por un acto libre de la vo- diencia, que nunca tienes penas! Tú haces viyir y correr
luntad que se impone, en función del objeto que se quiere a los hombres, porque das muerte a la propia voluntad;
alcanzar, a las tendencias de la que Santa Catalina llama y cuanto más muerto está más velozmente corre, porque
«voluntad sensitiva», es decir al amor de la propia como- la mente y el alma que está muerta al amor propio de una
didad. perversa voluntad sensitiva, más ligeramente hace su ca-
Es, pues, «virtus» en todo el sentido de la palabra: rrera y se une a su eterno Esposo con afecto de amor» (22).
virtud que impera en la libre voluntad del hombre como Otro aspecto simpático de la obediencia d: Martín
ninguna otra, y es tanto más genuina y grata a Dios, se- ,~ se deja ver en las palabras de los que le c.onocieron: .la
sencilla continuidad, la sobriedad de esta virtud peculiar
(18) Ad novas (VII), p. 82. suya. .
(19) Llamo "abuso" al uso muy frecuente de estas ex- En vano se buscarían entre l9s hechos de su vida
presiones -dignas por otra parte de todo respeto por haber -'-por otra parte tan rica en cosas prodi~iosas- los «mi-
s~d? pensadas y ~sadas por grandes Santos y Maestros de es-
Pirltu- porque tienen el defecto de poner en evidencia úni- lagros de la obediencia». Su huerto no tiene berzas pl~n­
camente el lado negativo de la obediencia, es decir la re- tadas con las raíces al aire, ni agua derramada sobre hile-
nuncia de sí, y no el positivo, que es la adhesión a la volun- ras de palos secos.
tad de Dios en la autoridad por El establecida (v. 2a. 2ae.
qu. 104,, art. 1)., Pero si se olvida este aspecto positivo, en (20) 2a 2ae, qu. 104, art. 2 ad 3.
~ue ~~ta la razon de ser de la obediencia, no queda justi- (21) Ad novas (VII) p. 83.
ficacwn, para ~Laspecta negativo •. · . (22) Cart. 217.

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Esto lo decimos no para cnttcar a los autorizado.s dad- para obligarle a manifestar s1,1s mortificaciones n.oc-
maestros .de espíritu que . encontrarán útil probar con. ta- turnas.
les exped1entes la virtud de sus novicips: el Señor, atenién- Puede, de0tivamente,·ocurrir que .la~ .vir.tudes, .que-.
donos a la leyenda hubiera mostrado agrado en los (<in- normalmep.te se hacen buena:' comp.añía y 'se ayudan mu--
vento_s» de su ingenua fe, poniendo su poder a su servicio tuamente, se disputen, por decirlo así, el paso y traten de
y hac1endo el milagro ... asegurar unas sobre otras.
Unicamente lo decimos porque nos agrada que, en Cierto día Martín enfermó. Muchas veces estaba en- ·
el caso de .Martín, no haya habido necesidad de milagros. feyno y no hacía caso. En invierno sufría fiebres cuarta--
Un ~mlagro no se hace nunca sin un fin serio, y el fin, nas, pero no por eso dejaba sus quehaceres: se metía en la
e? los mtla?ros de la obediencia, es el de persuadir a prac- cama cuando no . podía ponerse de pie. Por otra parte, su.
ticar esta vutud. yacija de tableros no podía darle gran alivio.
Martín jamás tu:ro dudas sobre la obediencia, por eso, Durante uno de estos ataques le mandó el prior que
no tuvo nunc~ necestdad de persuasión. Supo comprender- tuviese su cama como los demás, con colchón; sábanas y
la d_esde el pr1mer día, y practicarla siempre, en todas las mantas. Martín, naturalmente, obedeció, pero ciertamente:
ocaswnes que le ofrecía la vida en el convento del Santí- sin quererlo, quedó un poquito al lado de la intención del
simo Rosario. superior porque se metió debajo de las sábanas con el há-
. E~ta simple «firme constancia» y «larga perseveran- bito, la tuniquilla y el cilicio y tal vez con los zapatos del
cia» dice mucho más que cualquier milagro. Una virtud Padre Juan Fernández .. Y se durmió, feliz de haber podi-
que permanece constante en todos los momentos de la vida do poner de acuerdo la obediencia y el espíritu de mortifi--
en el oscur_o sucederse de las cosas ordinarias de que está cación que a primera vista aquella vez aparecían irrecon-
llena to~a Jornada -día tras día, año tras año- además. ciliables.
de ser v1rt~d heroica tiene el buen temple que la hace ca- 7 Pero como alguien contara la invención al Padre prior-
paz de serv1r de modelo. ) a éste no le agradó nada y llamando a Martín le dirigí<).
La voluntad de Martín estaba sometida resueltamente una buena reprimenda, acusándole de desobediencia.
a la vo]untad de sus superiores, y siguió constante a la me- Martín, al menos esta vez, se defendió brillantemente.
nor senal de esta voluntad, no siempre por caminos llanos -Pero Padre, ¿cómo iba a creer que fuese su intención
~omo ~uando le ~acían barrer los claustros y realizar ofi- dar a un pobre esclavo mulato, aquí en la santa religión,
cios humildes y fattgosos- no sólo por caminos intrinca- un lecho de lujo que nunca hubiera podido tener en su ca-
?os -en. el. cúmu_lo de oficios que logró desempeñar sin de- sa? Era demasiado cómodo para mí, aun como lo he usado.
J~rse opnm1r- smo también por senderos· escarpados y es- Pero, repitiéndose el hecho, al que se iba a señalar la
pmosos, cuando la ~bediencia le impuso hacer lo que re- nueva «desobediencia» de Martín, el prior, que era enton-
pugnaba _a su ~u~;ldad; cuando, por ejemplo, el Padre .ces el.· Padre Maestro· Juan de Surate, respondió sonrién-
~e ~aldana s~ Sl!Vlo ?el mandato de la obediencia -que dose: -Dejémoslo en paz: fray Martín es un buen maes-
sm .eL no hubtera podido vencer la. resistencia de la humil- tto de Jeología,mística.y sabe. hiel). las leyes de la obedien-
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da. Basta decir que los maestros de novicios y de los profe- nía la precaución de usar: hojitas de hierbas o el· vaso de-
sos lo proponían a sus alumnos como modelo de obedieh- agua azucarada. Pero puede ser que aquella vez, el Padre-
cia y de «enajenación de la propia voluntad» (23 ). Provincial no le dejase la posibilidad de subir hasta .su far--
Pero un día, en un duelo con la humildad, la obedien- macia a coger lo necesario y que en el camino se consolase·
cia se encontró comprometida cuando don Feliciano de la pensando que, después de todo, un vaso de agua y un te-
Vega, arzobispo electo de Méjico, enfermó en Lima hallán- rroncito de azúcar no sería imposible encontrarlos en ell .
dose de viaje camino de su ·sede. Después de comprobar mismo palacio donde se alojaba el Arzobispo.
<:ompletamente inútiles todos los remedios que los mejo- Pero como muchas veces ocurre, cuando estuvo allf
res médicos le iban prescribiendo, un día su sobrino, el Pa- las cosas ~o iban en absoluto como él había previsto. Efec-
dre Cipriano de Medina, le dijo: -¿Por qué no hace que tivamente, se le llevó inmediatamente donde don Felicia-
venga nuestro fray Martín? Seguramente le daría la salud. no el cual comenzó reprimiéndole porque no había venid<r
Al Arzobispo le pareció una buena idea, y al momen- an~es a verle. Martín se arrodilló al momento junto a la:
to encargó al mismo Padre Cipriano que suplicara al Pro- cama para recibir la reprimenda. Don Feliciano le dijo que-
vincial que le enviase. se levantase y Martín se puso en pie. Después don Feli-
Cuando Cipriano de Medina llegó al convento, no ha- ciano ordenó a Martín que 1e alargara la mano.
bía manera de dar con Martín, se hallaba substraído a la ' Aquí Martín comenzó a husmear el peligro, y trató de-
vista de todos por uno de sus éxtasis eucarísticos, pero la defenderse: -¿Qué quiere hacer un príncipe, como usted.
orden del superior le hizo comparecer inmediatamente, con es, de la mano de un pobre mulato?
la capa puesta, las manos cruzadas en las mangas y los ojos El Arzobispo sabía que su caso era de vida o muerte,.
en el suelo: su acostumbrado porte; compuesto y tranquilo. y respondió con toda tranquilidad, con la dignidad y aplo-
-¿Dispuesto ya para salir? Muy bien: tendrá que ir. mo de quien está habituado a la autoridad: -¿No le ha
sin más donde el Arzobispo de Méjico y ponerse a su total dicho el Padre Provincial que haga cuanto yo le diga?
disposición para asistirle. Y no vuelva al convento. hasta -Sí, señor -fue todo lo que pudo responder Mar-·
que no se haya puesto bien don Feliciano~ tín que veía ya cerradas todas las salidas.
Acaso Martín, todavía un poco absorto en el éxtasis, ' -Ponga, pues, su mano en esta parte -ordenó don·.
no comprendió bien lo que querían de él, y por eso, no co- Feliciano.
gió ninguna medicina. A Martín, en su larga carrera de Tenía en el lado del tórax un dolor agudo e insistente-
enfermero, le ocurrió realizar curaciones prodigiosas, antes , que le quitaba la respiración y no le dejaba descansar, ni.
de aquel día. Siempre que se encontraba ante el deber de de día ni de noche. Apenas puso allí Martín su mano, eL
sanar a algún enfermo incurable, tenía costumbre de tomar dolor desapareció.
sus buenas precauciones para desviar de él toda sospecha Martín se dio cuenta del prodigio que le había obliga-
y hacerla recaer sobre los inocentísimos remedios que te- do a realizar y, rojo hasta las orejas y sudando como si hu-
biese barrido el convento entero, trató de retirar la mano ..
(23) Ad nova:s, p. 130, y (V), p. 86; Positio, p. 6. -¿No. es/ya. bastante, señor? ~ijo dulcemente.

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El .Arzobispo; inexorable, la detuvo con las dos su- humildad en. casa de la obediencia, por amor de Jesucristo
yas: -Déjala estar donde está. humilde y obediente.
Y -hubo razón para insistir, porque después de un ra• Era asimismo una profesión de fe y de amor al ideal
to de aquella aplicación, no sólo había desaparecido el do- conservado intacto: «Prefiero estar a la puerta de la casa
lor, sino también la fiebre y todo malestar (24). de mi Dios ... porque más que mil en otro vale un día en
Así Martín pudo volver a su convento sin mucho re- tus atrios» (Ps. LXXXIII, 11 y 10).
traso, y la humildad, que se había visto obligada a ceder a
la obediencia, quiso a momento tomarse a revancha recor-
dándole que algunos «lugares comunes» tenían necesidad
de que los limpiara. Entonces fue precisamente cuando un
hermano que le encontró dedicado a aquel ingrato tra-
bajo, y sabiendo que el Arzobispo había requerido la asis-
tencia de Martín como un favor especial, le dijo: -Fray
Martín, ¿no le sería mejor estar en el palacio del señor
Arzobispo de Méjico que ... ? -Pensaba éste sin duda que
Martín hubiera podido emplear su tiempo tratando con el
Arzobispo que en tanta estima le tenía, mejor que haden~
do los raba jos que cualquiera hubiera podido hacer.
Martín le dio entonces la famosa respuesta con las pa-
labras del salmista: -He escogido ser el ínfimo en la casa
del Señor ... · y ;......añadió, como parafraseando inconsciente-
mente otro versículo del mismo salmo-: Padre fray Juan;
estimo más un momento de los que estoy en este ejercicio,
que muchos días de los que estoy en casa del Arzobispo
(25).
Martín no era ya joven cuando hablaba así, estaba en
el último año de su vida. La respuesta que dio al Padre
Juan de Ochoda, predicador general, era un testimonio de ·
su fiel actuación -de año en año, durante toda su vida-'-.
del programa escogido en su juventud: la búsqueda de la

(24) Positio, p. 25; Ad riovas, (II), p. 83 y (VII, VIII),


p. 84.
(25) Ad novás (IX), pp. 104-105.

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4. - San Martín ...
to al Santo Patriarca, con la insustituible tea entre los
dientes (1).
Desde el punto de vista natural, ciertamente uno cual-
quiera de estos aspectos puede haber tenido su peso, por-
que es cierto que en la determin~ción de toda vocación
pueden concurrir muchos elementos.
Pero, por encima de los atractivos y repulsiones natu-
VIII rales, está el elemento sobrenatural: la misteriosa y discre-
ta voz interior que habla al alma y la hace desear ardien-
temente un género de vida aún desconocido, sin que pueda
darse cuenta del porqué.
El porqué lo conoce Aquel de quien es la voz, que sa-
Di a la sabiduría: «Tú eres mi hermana» be escoger para cada alma, con infinita sabiduría, el cami-
(Prov. VII, 4 ). no por el que podrá labrar la perfección de su ser.
Martín, una vez que puso los pies en el convento del
SS. Rosario, comprendió perfectamente cuán excelente elec-
No sabemos por qué, al querer abrazar Martín el es- ción había hecho para él la Sabiduría Eterna, y amó la Or-
tado religioso escogiese la Orden de los Frailes Predicado- den de Santo Domingo con un amor fuerte y constante,
res, y no otra de las muchas que en su tiempo tenían con- hasta la muerte: «cayeron para mí las cuerdas en lo más
ventos en Lima. Quizás su amor a la Reina del Santo Rosa- selecto», hubiera podido repetir con el salmista, «y es ex-
rio, a la que los Dominicos veneran como Patrona especial, celente a mis ojos la herencia» (2). .
quizás porque la Virgen Santísima encar~~ a Santo D?- Fue un amor integrado de estima a todas las cosas de
mingo que fundara y propagara la devo~10n del Rosano la Orden, de 'fidelidad a todas las prescripciones de la Re-
como remedio a los muchos males de su t1empo, y de todo gla, de laboriosidad incansable, de celo por su perfección
tiempo, quizás por su amor al Crucificad?•. amor 9-u; ha- y la de sus hermanos.
bía encontrado tanta resonancia en el espmtu domm1cano, , !"ue una aplicación continua a penetrar su espíritu del
desde Enrique Suson hasta Catalina de Siena, quizás por espmtu. del Padre. Santo Domingo, a imitar sus ejemplos,
el amor a la Eucaristía que tiene su cantor en Santo To- a aprop1arse las vutudes que informan la vida dominicana
más de Aquino. Podríamos continuar con los quizás has- en su doble aspecto, las virtudes de la vida interior que flo-
ta lo infinito. recen en las virtudes de la vida apostólica, hasta poder dar
Alguien ha expuesto al azar la hipótesis, hut?anamen- a los demás de .la abundancia del tesoro de su corazón. La
te imposible de que dado su gran amor a los ammales, lo
que atrajo 1~ atención de Martín hacia la figura de Santo (1) H. Gaffney. Op. cit. p. 18.
Domingo fue el perro que indefectiblemente se coloca jun- (2) Ps. XV, 6.

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aplicación de toda una vida a actuar en sí y en los demás materiales, tomándolas .tódas sobre sus propias espaldas.
el ideal dominicano. Ya se sabe que los conversos son precisamente para
Pero aquí se presenta una dificultad. Si el Pontífice e~to, y que .el cargar sobre ellos las preocupaciones mate-
Honorio III, después de haber aprobado la Orden de los nales par~ librar ?e. ellas a los pobres y dejarles libres pa-
Frailes Predicadores, definía a los seguidores de Santo Do- ra q~e. atle?dan urucamente al estudio, a la predicación y
mingo «pugiles fidei et vera mundi lumina», parece ev~­ al mrmsteno sacerdotal, les hace partícipes de los méri-
dente que la perfección de este ideal no puede hallarse sl- tos de su vida apostólica.
no en quien posee profundamente la ciencia de las cosas Efectivamente, el estado religioso es como una viva
divinas. «Y si examinas la navecilla .del padre Santo' Do- ej~mplificación del dogma de la comunión de los santos.
mingo, amado hijo mío -se lee en el diálogo de Santa Ca- Nm~ cristiano - y ni siquiera hombre alguno- puede
talina- verás que les ordenó con orden perfecta que aten- considerarse nunca a sí mismo como un individuo aisla-
diesen únicamente a mi Honor y a la salvación de las al- do, completamente independiente. Pero el que es miem-
mas con la luz de la ciencia» (3 ). bro de una comunidad religiosa, por el hecho mismo de
Esta luz debe poner color en toda la actividad domi- pertenecer a ella, tiene una continua exigencia de las re-
nicana, para que esté en conformidad con el pen~amiento L ~a~iones ~ntre él y los demás miembros, ligados a una
de quien la ideó. ¿Cómo, pues, ha de poder reahzarse la uruca ent1dad para el logro de un mismo fin actuando
perfección del ideal dominicano en un simple donado, su- a través de un esfuerzo, personal y colectivo' al mismo
mergido todo el santo día. en mil quehaceres materiales, sin tiet;npo: esfuerzo del individuo en la colectividad de la que
la menor posibilidad de estudiar? rec1be y a la que da su contribución.
Precisamente, la vida de San Martín tiene aquí episo- La sola colaboración, premurosa e inteligente de
dios sorprendentes. Martín, en la formación de un clima óptimo de es~dio
Martín comprendía perfectamente la función insusti- 'par~ los estudiantes, sería suficiente para que se pudiera
tuible del estudio -cosa bastante rara en los que no estu- d.ectr que en la Orden fue lo que debía ser: una nota pre-
dian- y su importancia en la formación de un dominico; ·ClOsa perfectamente armonizada en todo el conjunto.
por eso ayudaba a los estudiantes como podía, tratando de No obstante, Martín no se detenía aquí. Miraba con
allanar siquiera alguna de sus dificultades. Siempre se le amor y con ambición casi de padre a los jóvenes que re-
veía dispuesto a proveerlos de papel, pluma, tit'tta y hasta presentaban el porvenir de la Orden, y hubiera querido
de los libros necesarios en los distintos cursos de los estu- verles perfectos en todo. Si tenía la impresión de encon-
dios. Tenía cuidado especial de los hábitos de los estudian- trar, a uno o a otro, algún tanto flojo en el amor al estudio,
tes y de los lectores, y a los que, por estar ocupados mu- le recordaba el deber, uno a uno o también a los grupos.
chas horas en la enseñanza, no podían proveerse ellos mis- -Muchachos -decía-, estudiad con interés, pues so-
mos, procuraba quitarles todo pensamiento de las cosas bre vosotros ha de recaer el crédito y la brillantez de la
Providencia-. Y, saliéndose un poco de su intimidad v de
(3) Dial. (CLVIII). su habitual silencio, encontraba palabras ·llenas de fuego

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para reavivar en ellos el entusiasmo por el ideal de sus Prefecto su exactitud y manifestó a los jóvenes que Mar-
luchas. tín había sabido responder tan bien y con tanta seguridad
Pero aún iba más allá. Un ~día dos estudiantes, termi- porque era profundo en la «ciencia de los santos» (5).
nada la clase, se entretenían en discutir sobre una di~í­ En otra ocasión, los estudiantes -un buen grupo de
cil cuestión teológica acerca de la perfección de la esenc1a ellos- se habían encendido en una discusión que amena-
y de la existencia de Dios. zaba degenerar en disputa. Los argumentos, antes expues-·
Hada un buen rato que discutían y no salían'"del tos ordenadamente, ahora se amontonaban confusamente
mismo punto, cuando casualmente pasó por allí Martín. y cada cual levantaba la voz para hacerla prevalecer sobr~
A nosotros nos podrá parecer extraño, pero a ellos lt';s pa- las voces de los demás.
reció la cosa más sencilla y más natural preguntar a Mar- En lo más ·encendido del caso llegó Martín y pregun-
tín qué pensaba él sobre aquello. Se volvieron sin más y tó el porqué de tanto barullo. Le contestó fray Bernardo
movidos de un mismo impulso ·dijeron estas mismas pa- de Valiglia que estaban discutiendo sobre cierta cuestión
labras: -Hermano fray Martín, ¿qué piensa sobre esto? dd Doctor Angélico. -Y, ¿a qué viene acalorarse tanto
¿qué nos dice? -dijo Martín- cuando el mismo Santo Tomás ha re-
Ciertamente es cosa extraña interpelar tan a quema- suelto la dificultad? -Y al momento dio a fray Bernardo
rropa a un hermano que va a sus· quehaceres, desgranan- la indicación precisa del lugar, con el número de la cuestión
do las cuentas de su grueso rosario -un hermano que qui- y el del artículo (6).
zás hace un momento ha dejado la escoba en un rincón y ¿Cómo explicar un conocimiento tan directo y preci-
dentro de poco se ocupará en escudillar la sopa en el re- so de la Suma Teológica? ¿Podía acaso Martín frecuentar
fectorio- y preguntarle, siendo así que Jo más seguro la biblioteca d~l convento en sus tiempos libres? Pero,
hubiera sido preguntar al profesor de la asignatura... ¡Se- ¿cuál era ese t1empo libre? Es ya un prodigio que pudie-
guramente querrán mofarse del hermano mulato! se llegar a desempeñar en el curso de las veinticuatro horas
Nada de eso. Los dos estudiantes no tienen gana de todos sus oficios ordinarios. Es un enigma, como otras co-
bromas. Y a Martín no le parece tan extraño que le pre- sas en la vida de San Martín.
gunten. Respondió sencillamente con su acostumbrada Lo que parece cierto es que hechos de este género no
sonrisa de bondad: -¿No dice Santo Tomás que la exis- debieron ser esporádicos si, en un convento de estudios
tencia es más perfecta que el ser, pero que en Dios el ser co~o era el del SS. Rosario, Martín pudo ser «juzgado,
es el mismo existir? -y siguió su camino con toda tran- terudo y reputado por persona científica» (7).
quilidad (4). Ciertamente, su ciencia era típicamente la «ciencia
Los dos estudiantes se quedaron en aquel instante de los Santos», es decir, la que no se conforma con el puro
sin respiración. Luego fueron en busca del Prefecto de Es-
tudios y le repitieron la respuesta de Martín. Afirmó el
(5) Ad novas (II), pp. 10-11.
(6) Ibid. (VIII), p. 11.
( 4) St. Th. I p., qu. 3, art. 4. (7) Ps. 118, 99-100; Mat. V, 8.

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ejercicio de las facultades intelectivas, sino que es ?on d.e trina: f no una doctrina fría y árida, sino sabiduría ardien-
Dios a sus predilectos -aquella de la que el salmista di- te de las cosas divinas sacada de la fuente de la caridad.
ce ser rico por haber sido fiel a la ley- la que el Evange~ Martín, a ejemplo debsanto Fundador, consagraba a
lío promete a los limpios de corazón (8), la misma que la fe el más puro y vivo afecto, y lo avivaba en la caridad.
Santo Domingo reconocía haber aprendido en el libro El amor a la fe movió a Santo Domingo a hacerse con
de la caridad y Santo Tomás en la contemplación del Cru- una sólida doctrina teológica; de igual manera, espoleó a
cificado, mucho más que en los libros. Martín a obrar por ella con un ímpetu semejante al del
Pero esto no quita que Martín tuviese naturalmente «torrente al que un profundo veneno impele» (9).
lo que se dice una buena inteligencia. Prueba de ello es También en Martín venía a ser el amor a la fe prin-
la. rapidez con que logró hacer sus estudios de medicina cipio de acción.
y en poco tiempo hacerse dueño de todos los secretos. de Es cosa sabida que las opras son señal de la yitalidad
la ciencia hasta igualarse con el maestro. En efecto, si es de la Fe. Pero' la Fe es, a su vez, alma de las obras.
cierto que alguna vez, en los casos desesperados, el uso El bien tiene necesidad de difundirse. «Como vale
de los medicamentos no es sino un escarnio a la virtud más iluminar que limitarse a relucir, así vale más comu-
del taumaturgo, esto es únicamente verdad en los casos nicar a los demás las cosas contempladas que sencillamen-
desesperados. En todos los demás Martín obraba como ~é­ te contemplar» (10).
dico aplicando consciente e inteligentemente los remed10s Estas tres palabras, «contemplata aliis tradere», com-
del ~rte. Recuerdo que un día, hablando con un médico pendian magníficamente el programa dominicano de vi-
del tratamiento empleado por San Martín con un enfer- da y de acción: dar a las almas de los prójimos el fruto
mo, exclamó: «Martín hizo lo que había que hacer». de la propia contemplación y del propio estudio.
Por lo demás, la gracia obra sobre el presupuesto de Del amor de Dios -que se quiere dar a conocer para
lo que se dice una buena inteligencia. Prueba de ello es que, como es justo, sea amado- y del amor del prójimo
menos que los dones de gracia. El mismo crea el terreno -que en el conocimiento y en el amor de Dios encontrará
y la semilla, y, si quiere que. el florecimiento sea más ?er- su elevación y nobleza- procede esta caridad que es la más
moso hace más fecundo el terreno. No obstante si le alta y de la que más que de cualquiera otra debe preocu-
place' hace florecer al desierto. parse un dominico: la «caritas veritatis», el don, hecho
En el terreno naturalmente bueno del espíritu de por amor de la «verdad que tanto nos sublima» ( 11 ).
Martín, los dones sobrenaturales de la ciencia y de la sa- Santo Domingo tocó con sus manos los daños produ-
biduría florecieron espléndidamente en el surco trazado cidos en la cristiandad por el error, e intuyó que la here-
por su amor a la fe. También aquí le fue dado a Martín jía había podido brotar porque el terreno se había depra-
imitar a su Patriarca.
Por el amor a la fe Santo Domingo conquistó su doc-
(9) Par. XII. 99.
(10) 2a 2ae, qu. 188, art. 6.
(8) !bid. (VII), p. 11; y también (I-CXV), pp. 10-12. (11) Par. XXII, 42.

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vado en la ignorancia y en la indolencia. La predicación toda mancha -hubieJ:a querido ver resplandecer sobre la
y la enseñanza de las verdades de la Fe se le había impues- trent~ de_ la Iglesia militante la luz que resplandece en la
to naturalmente como el único remedio capaz de sanar Igles1a tnunfante ( 12 ).
a la sociedad cristiana, librándola de la raíz misma del . , Su amo_r lo probaba con las obras: el trabajo, la ora-
mal. clo~, la perutenc1a, el esfuerzo por persuadir- "'al bien con
No obstante, no deseó él solamente sanar a la cris- el eJemplo y con la palabra.
tiandad, sino tamb~n extenderla anunciando el Evange- Martín, es Cierto, no podía subir al púlpito 0 a la cá-
lio a los pueblos aún infieles, y esperó sellar su' apostola- tedra. Pero cuando el corazón está lleno de amor la -len-
do con el testimonio de su sangre.
J 1 gu~ no puede callar. ~a indigencia, la enfermedad, hevaban
Y si la voluntad expresa del Sumo Pontífice detuvo a, el a muchos pobrecitos deseosos de alivio material. Mar-
al Santo en el terreno de la lucha contra la herejía albi- !
!
t~ buscaba procurárselo a todos, pero se aprovechaba de
gense, a los primeros de sus seguidores les fue dado ser ello para dar a la vez su parte al espíritu.
misioneros y mártires. Todos los días, después de haber servido la comida a
lo~ enfermos y a los criados del convento y distribuido el
' i
El apostolado de la Orden dominicana se vio obliga-
do desde su origen a desplegarse bajo estas dos directrices: ahmento a los pobres que se agolpaban a la puerta reunía
saneamiento y consolidación de la Fe en el seno de la en la enfert?ería al_gunos muchachos que trabaj;ban en
cristiandad -propagación de la Fe entre los fieles. Así e! SS. Rosano y, mientras hacía el servicio de ambulato-
era en los tiempos de San Martín, con la sola diferencia no para los pobres, enseñaba la doctrina cristiana y las
que los contemporáneos de Santo Domingo dieron con tie- oraciones, y explicaba lo que se debe hacer para que la vi-
rra de misiones en la puerta de casa, en H Europa del da vaya de acuerdo con la Fe ( 13 ).
tiempo, mientras que a principios del siglo XVII las mi- · Lo mismo hacía en Limatambo cuando iba allí
siones de los Hermanos Predicadores se extendían por pasar el día, con los criados, y los n'egros de la alqueríaa
toda la redondez de la tierra. con los de los lugares vecinos (14 ). '
Martín fue un verdadero hijo de Santo Domingo has- No les ~acía discursos difíciles: exponía en su estilo
ta en el ansia por comunicar la verdad. Dejó que el amor cla~o y senc1llo los pu~tos principales del dogma, y des-
de la Fe, alimentado en la contemplación, viniese a ser pues pasaba a p~rs.uadirles a que vivieran una vida dig-
el principio activo de las obras de toda su vida, a fin de que na ?el no!llbre cr1st1ano; su decu adquiriría una extraordi-
su vida fuese centro de atracción de las almas a la Fe. j nana y smgular dulzura: Parecía suplicar más que amo-
Amaba a las almas en la Fe, las amaba en la luz de su nestar.
destino de gloria: piedras preciosas destinadas a construir j
'1
Sus palabras tenían una gran eficacia: Martín sabía
la Jerusalén celestial, después de haber sido pulidas y
acrisoladas en los contrastes de la vida. (12) Ad novas (VII), p. 10.
Amaba la Ciudad de Dios y de las almas con un amor (13) !bid. del VIII al LV, pp. 12-13.
delicado: la hubiera queridoi ya en la tierra, pura de (14) !bid. (XXIV), p. 13.

90 91

¡
1
lo que decía, había experimentado ' , .
conformar la vida con la Fe Por e~ SI q';le qmere decir tre los últimos decenios del quinientos y los primeros del
bres se mostraban contento.s d eso, os cna~os y los po- seiscientos.
que más importa, trataban de e estar escuc~a~dole y, lo En el Japón, en vida aún de Martín, derramaban he-
señanzas. poner en practtca sus en-
roicamente la sangre por la Fe el beato Alfonso Navarrete
El amor a las almas se pru b 1 i' con más de cien misioneros dominicos.
no se agota en ellas Las obr e a con as obras, pero l En China, además del primer misionero y el primer
das, y el amor no t~lera lími:~s so&:d~sjriam~~te limita- obispo, la Orden de Santo Domingo había de dar, nueve
plotado todos sus recursos aún . d a acc10n ha ex- 1 años después de la muerte de Martín, el primer mártir en
deseo. Amar eficazmente' a las q~hna un :ampo i~finito al la persona. del beato Francisco de Capillas.
terse a las «fatigas corporales con 1as qu;e:/ d ddectr sorne- A China y al Japón iban pues los deseos de Martín:
deseos, como hizo el Hi"o d 'D" a anste a e muchos el deseo de trabajar en la propagación de la Fe, y el de
ba con resignación los to~me:tos td\ que a la vlez soporta- .dar a la Fe la suprema prueba de amor con el martirio (16).
deseo» (15). e cuerpo Y a pena del Pero también de él, como de Santo Domingo, quiso el
También Martín sufrió 1 d Señor el martirio del deseo.
actuar al máximo el ideal d a .P~na el deseo, deseando Y el Señor le mostró lo mucho que le agradaba el de-
tre los fieles y los infiele omtntcano del apostolado en- seo llevándole en parte a efecto con un prodigio de su om-
p , S.
eru era una conquista r . d 1 nipotencia. Martín, sin dejar Lima, se vio muchas veces
sioneros que lo habían ev eyente e a Iglesia. Los mi- trasladado a China y al Japón. Entonces, sin que la nove-
la generación del padre d=n~ tzt~do plrtededan, si no a dad de los lugares turbase su habitual calma, con la misma
Perú hubiera podido se . ar 1?, a_. a e sus abuelos. naturalidad y sencillez con que tenía el catecismo en su en-
siones porque aún habí:U~~:onstder~~dose .País de mi- /1
1 . fermería, reunía junto a sí a los niños y explicaba la doc-
Pero en el Perú la redi . , as vasttstmas tnexploradas. trina cristiana.
por e! favor de los co~quis~:d:r~s del Evange!io, ampa~ada
1

Había que verle dominar con su figura alta y descar-


rar una e:npresa arriesgada. ' no se podta ya constde- nada la pequeña multitud de galopines de coleta negra pen-
Hahta, en cambio lejos de 11' • diente de la nuca como un hilo de plomo ... Y aquellas pu-
el misionero aún tenía ' a t, regtones en las que ¡ ';
pilas inteligentes, ojos de almendra, volverse pensativas y
que aventurarse con · . ,.
\!
gros, fuerte únicamente de la co f :tesgos y pe11- profundas al oír hablar de Dios y del amor que le ha he-
sus recursos personales con n lanza en Dtos y con sólo .cho vivir entre nosotros y morir por nosotros ... Y luego, de
diez de coronar con el ~artir" nulve f P:obabilidades sobre pronto, brillar de gozo infantil cuando el ca~equista, ter-
la China y el Japón impene/obl as hattgas del apostolado: minada la lección, aflojaba las manos que baJo el escapu-
XVI, comenzaban a 'abrirse rl es asta. :nedi~~o el siglo 1 lario había tenido apretadas y sacaba de las inagotables pro-
a a penetracton mtstonera en-
fundidades de sus mangas todas las .naderías con que se
(15) S. Catalina, cart. 242.
1'
i (16) Ad novas (I) y (VII), p. 10.
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1 93
~~

L f
contenta a un niño: es dulce, la estampa, el fruto exótico
de nuevo y extraño gusto ... (17).
¿Sueños del deseo?
Alguna vez el deseo llevaba a Martín a confortar a
los cristianos prisioneros de los turcos entre quienes peli-
graba la Fe. Los turcos, en efecto, los maltrataban para
"inducirles a renegar de la Fe. . _
Un día se presentó en el SS. Rosario un español lle- IX
gado hacía poco a Lima, de vuelta de Argel donde había
estado prisionero de los turcos. Al ver pasar a Martín, le
saludó con entusiasmo como a su padre y libertador.
-Bienvenido -le dijo Martín-, pero ahora tengo
«Dale los ft>utos del traba¡o de sus ma-
que hacer; nos veremos más tarde. -Y se eclipsó.
nos» (Prov. VII, 4).
Al viajero no le intimidó aquella acogida fría, y contó
su historia a los hermanos: hacía muchos años que estaba
esclavo de los turcos cuando Martín comenzó a visitarle y
socorrerle, juntamente con los compañeros de cautiverio. Fray Matt~ r fray Cristóforo iban una mañana por
Martín traía pan, dinero y otras cosas, curaba a los enfer- las sendas que dividen los trozos de terreno en la finca de
mos y les sanaba y exhortaba a todos los prisioneros a per- Limatambo. Los acompañaba el fiel ayudante de Martín
manecer firmes en la Fe. Aquellas visitas fueron el único Juan Vázquez. '
sostén moral en los largos años de prisión, y pudo rescatarse Era la época de la siembra: en los campos, a lo largo
gracias al dinero que Martín le llevaba cada día (18). de los surcos paralelos recientemente abiertos por el ara-
Caridad de la verdad, también en este caso. do en la oscura tierra, los labradores iban y venían de un
Y la caridad no conoce límites. punto a otro, esparciendo la semilla.
Los dos hermanos y el muchacho se pararon a la en-
(17) Ibid. (I) p. 9; Novissimae "Novissimae Animad- trada. Contemplaban aquel ir y venir, aquel atarearse se-
versiones cum Responsionibus super Dubio etc., Romae, 1762" guido y moderado, aquel incesante repetirse de movimien-
(XXII, II, V, XLIX, LXXVII) pp. 11-14, donde, sobre la guía
de la autoridad de Santos Doctores de la práctica seguida ~os: la m~no que se hu?de en el saco. y encierra en el pu-
por la Iglesia en varias causas recientes de Canonización, se no la semilla que necesita cada espacio de terreno señala-
responde a las objeciones solventadas por el Promotor de do por el paso, y el brazo que siembra a voleo, primero
la Fe contra los testimonios referentes a la presencia del B. .delante, después a la izquierda ...
M. contemporáneamente en Lima y en otras partes. Miraban fascinados por el ritmo del movimiento y de
(18) Vida cit. p. 85; y también K~arns, op. cit. pp. 121~
22 que da el nombre del prisionero libertado: Francisco de la lluvia menuda de los granos que desaparecían entre los
Vega Montejo. terrones. Pensaban quizás en el misterio de muerte y de

94 95

u
vida que iba a renovarse en la germinación. «Si el grano mirada divisó un temblor de hojas de color gris plateado!
de trigo no cae en la tierra y muere ... » ( 1 ). En la copa de cada plantón, al fondo del terreno escabro-
De repente dijo fray Cristóforo: -¿No véis, allá aba- so, la brisa agitaba al sollas tiernas hojas (2).
jo, al otro lado de los campos arados, unas tierras sin cul- Siempre ocurría lo mismo, Martín, cada vez que se
tivo? Serían muy buenas para un olivar; he pensado mu- a
ponía a ayudar los hermanos, se daba del todo, y el Se-
cho en ello, y dentro de este año tengo que hacer el plan- ñor daba también sin medida: daba una bendición que lle-
tío. Pero hay que esperar a que se hayan terminado las vaba la eficacia de su fatiga más allá de las posibilidades
siembras, pues en estos momentos nos tienen a todos ocu- humanas. «No rehuso el trabajo» -«Non recuso laborem»
pados. - , hubiera podido decir con su gran homónimo y patrón
Martín alzó la mirada. Más allá de lo cultivado, el te- el obispo de Tours. Y hubiera podido decir algo más, pue~
rreno estaba en declive, como para mostrar el aspecto poco no sólo no lo rehusaba sino que iba continuamente en bus-
prometedor de su naturaleza salvaje. ca del trabajo; no por el gusto de procurarse qué hacer,
-¿Es éste el tiempo? -preguntó Martín. sino por el amor sincero a la comunidad y a cada uno de
-Sí, pero es imposible. No tenemos mano de obra. los hermanos.
-¿Y hay plantones? «Tu amor -decía el Señor a Sor María de la Trini-
-Sí, pero, ¿de qué nos sirven? dad- dilo con las obras». Y añadía: «Cuanto más ames
Martín hizo que le dieran una «azadita». Y con Juan menos lenta serás, el trabajo fluirá de tus manos» (3 ).
Vázquez que le llevaba los plantones, fueron al lugar es- . El trabajo realmente fluía de las manos de Martín.
cogido por fray Cristóforo para el olivar y comenzó a ha- Fluía con tanta naturalidad que Martín nunca daba la im-
cer agujeros. Cavar, colocar los plantones, llenar el agujero presión del atareado. Por muchos cargos que pudieran acu-
.de tierra y apretarla junto al tronco ... así pasó todo el mularse sobre sus espaldas, jamás se turbaba. Obraba con
día. Pero al anochecer estaba terminada la labor. calma, precisión y orden, sin confusión alguna. A la ma-
Martín se echó la azada a la espalda y volvió a llevar- nera de un río rico en agua que se desliza rápido, pero tran-
la donde tenían las herramientas. Gracias -le dijo fray quilo por sus cauces, así era el trabajo en sus manos.
Cristóforo-, ¿continuaréis mañana? Ver que bastaba él solo para tantos oficios, cada uno
-No -dijo Martín-, ya hemos plantado todos. de los cuales hubiera requerido por lo menos una persona,
-¿Todos ... ? era para sus hermanos un argumento seguro de la presen-
Si no hubiese estado tan oscuro, fray Cristóforo hu- cia de Dios en él y un motivo para alabar la divina mag-
biera ido al momento a ver con sus ojos aquel prodigio, nificencia. «Se dedicaban totalmente al servicio y consuelo
pero, como era ya tarde, tuvo ,que resignarse y esperar.
¡Cómo se quedaría al día siguiente cuando fue a ver
(2) Ad novas (XXX, VIII y XXIV), pp. 19-20; Posi-
la plantación de olivos y antes de que llegase al lugar su tio p. 6.
(3) Sr. María de la Trinidad. Coloquio interior, n. 359,
(1) Joan. XII, 24. p. 180. Custodia de T. S., Jerusalén, 1942.

96 97
.' ?<'

..del prójimo, sin reservarse hora ni d_e dia, ni de noc~e» Estaba entre sus ·enfermos de dia y de noche. Iba y
.&ce fray Cristóforo. Y dice haber «vlsto con sus pr~p10s venia de uno a otro, sin tardanzas ni agitaciones. Pasaba
.ojos y palpado con la mano el gran poder de la grac1a de de la enfermería común a la del noviciado, sin importarle
Dios que de un hombre compuesto de carne y sangre pu- nada que las puertas estuvieran cerradas y atrancadas.
.diera hacer un serafin tan encendido en las llamas de la Enfermó también un novicio, seguramente fray Ma- •
tías de Barb.asa, un muchacho de pocos años y de consti-
. caridad ... » (4 ). tución delicada, que no hubiera logrado vencer la fuerza
Entre todas sus ocupaciones, la que mejor daba a en-
·_tender lo mucho que amaba a sus hermanos era el cuidad? del mal. Una noche, sintiéndose peor, comenzó a pedir que
de los enfermos. Los asistia con afecto paternal y con soh- hiciesen venir a fray Martin.
cita diligencia. El primer consuelo, cua?do se le acercaba, La puerta del noviciado a aquella hora estaba cerra-
lo recibia el enfermo de su rostro sonnente y de su tran- da y las llaves la~ _guardaba el maestro de novicios, pero
el portero del nov1c1ado, fray Francisco Gerrero, al ver el
•<quilo modo de obrar: pared~ que ~artin no tenia, o_tta co-
sa que hacer en el mundo smo cu1dar de aquel uruco en- gran deseo del enfermo, corrió donde el padre maestro y
fermo. No deda nunca: «espere un poco», o «vengo al pidió permiso para que pudiese entrar fray Martin, lo que
momento». Alli estaba en el momento de la necesidad, en obtuvo sin dificultad. Cogió las llaves y se apresuró a abrir
la puerta, pero al pasar delante de la celda de fray Ma-
:silencio, y pareciendo dueño del ti~mp~ (5). ., tías quiso darle la buena noticia. Se asomó a la habitación
Un año hubo en Lima una ep1dem1a de saramp10n que
y vio a Martin junto a la cama, en plácida conversación con
:penetró, como era na:u~al, hasta e~ el convento d~l Santí-
simo Rosario. Los rehg10sos contag1ados fueron mas de se- el enfermo.
:.senta, de ellos algunos graves, tanto que alguno murió. Ciertamente, debia decir cosas muy hermosas y con-
La enfermedad se caracterizaba por fiebres muy altas soladoras porque el rostro del novicio moribundo se ilu-
.que las medicinas no lograban atenuar y que provocaban minaba con la más hermosa sonrisa (7).
Al amanecer, el enfermero mayor, fray Fernando de
-:un delirio semejante a la locura. Aragones, hizo la visita de los enfermos y vio que todos
Martin se daba a la asistencia de los enfermos sin des-
.canso. Los vigilaba como quien guarda un tesot? de l_a ava- ellos habian tenido durante la noche, con la visita de Mar-
ricia de los ladrones. Buscaba oponerse a la v10lenc1a del tin, el alivio que cada cual necesitaba: el enfermo abrasado
mal sosteniendo las fuerzas de los enfermos, hacer más to- por la fiebre, 1~ bebida refrescante; el empapado en sudor
-lerable el tormento de la fiebre y del ardor con bebidas la ca~isa y las sábanas limpias; y todos ellos, una palabr~
refrescantes y se esforzaba por encon~rar rem~~ios que !=m- de ahento, una buena sonrisa (8).
.,diesen aprovechar: unciones, esenc1as medicmales, hier- Sesenta enfermos graves son muchos para una casa re-
ligiosa que, después de todo, no es un hospital. Los enfer-
. bas ... (6). meros, con una carga semejante bien hubieran podido con-
( 4) Positio p. 30. (7) Ad novas (LIII), p. 63.
(5) Ad novas (LV), p. 58. (8) Positio p. 37.
(6) Positio p. 37.
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":98
(
;siderarse dispensados si se hubieran comportado con ~enos . Un sacerdote anciano, ~tacado de parálisis, había per-
preocupación. Pero fray Martín no sabía lo que quena de- dido el uso de todos sus miembros: las piernas no le sos-
. cir hacer las cosas a medias cuando se trataba de guardar tenían, los brazos pendían inertes. Pero lo que más le afli-
los bienes de la comunidad; y, ¿qué mayor bien que la vi- gía era la incapacidad de hacerse comprender._ Los enfer-
. , da de los hermanos? Aun en los momentos más difíciles m~r<;>s se le acercaban llenos de buena voluntad sin lograr
. de la epidemia, cuando todo eran prisas por la multit';ld de .adivmar lo que pensaba en los sonidos desconcertados que
los casos, continuaba tratando a cada enfermo como si fue- le salían de los labios. No obstante, su razón ·se conservaba
' se el único del que debía ocuparse. Intuía los deseos antes lúcida, y le hacía sufrir no poder comunicarse con los de-
. de que se los expusieran; remediaba muchas veces, con m~s: Y era tanto ~o que.' por este motivo, padecía, que mu-
-sencillez, la ignorancia, o el error de los médico~. . . , ·ChlSlmas veces se impacientaba, y a la larga llegó a hacérse-
Un enfermo experimentaba una repugnancia mvenci- le tan penosa la situación, que nadie hubiera podido aten-
"ble ante cierto alimento. Lo único que su estómago hubie- .der a aquel pobre anciano. A Martít;t le daba mucha pena.
ra aceptado eral una especie de fruta ... Y ahí tenemos a -Pida al Señor que le devuelva el uso de la lengua y
_Martín con la fruta apetecida. El enfermo la comía con gus- .de las manos -decía a fray Fernando- y paciencia si ha
. to y sólo después de verse cura?o se dio cu_enta d~ habe.r .de seguir con las piernas imposibilitadas.
pedido una fruta que en aquel tiempo del ano era imposi- El Señor escuchó la oración --1a oración de fray Fer-
"ble encontrarla en el mercado de Lima (9). nando, ateniéndonos a fray Martín; la de fray Martín se-
Generalmente la mayor parte de los enfermos ansía be- gún fray Fernando- y el enfermo pudo hablar y servirse
. bidas frescas, pero tampoco falta quien no quie;e beber .de sus. manos para muchas cosas pequeñas, incluso para co-
. nunca. Como sabía Martín que un enfermo necesitaba be- mer sm necesidad de que le pusieran los demás la comida
.,,
ber mucho para curarse, todas las noches iba a llevarle ·en la boca. Además, de impaciente se volvió «paciente y
'
,agua azucarada y mientras no la terminaba no se movía de mar:so coro~ un cordero», hasta el punto de que en la vida
·de mcomodidades y achaques que aún tuvo que soportar
:su cama (10). muchos años, fue para los hermanos un ejemplo muy ad-
El enfermo era para Martín mucho más interesante
..que un «caso clínico» desde el punto de vista puramente mirable (11) .
. -científico: era un hombre empeñado en una lucha capaz Durante la epidemia hubo dos novicios enfermos en
. de absorber todos sus recursos, físicos y, espirituales; un la misma habitación. Uno estaba muy grave, y en el deli-
··hombre sometido a una prueba que puede ser decisiva y r~o hablaba sin cesar sirviéndose de frases necias y sin sen-
. definitiva. Y este estado humillante bajo todos los aspef" tido. El otro, que no tenía fiebre alta y estaba muy en sus
··tos, impone el mayor respeto hacia la persona del enfer- c~bales, se divertía recogiendo los despropósitos de su ve-
·Cll~o y lo celebraba con quien tuviese ocasión de pasar por
_mo. :alh.
(9) Ad novas (XXIII), p. 66. (11) Positio p. 40.
(10) !bid. (VI), p. 64.

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Martín no se rió cuando fray Francisco Martínez tra- esperar la muerte, el Padre Cipriano la esperaba resigna--
tó de repetirle alguna de aquellas amenidades. No podía do. Sólo de una cosa no podía tener paz: que también Mar-
tolerar que nadie se riese a espaldas de un enf~:roo que tín le abandonara y no se dejara ver desde hacía unos días.
había estado entre la vida y la muerte. Por esto d1¡o a fray y a muy entrada la noche, algunos religiosos velaban
junto a su lecho, pensando que quizás no llegaría a la ma-
Francisco:
-Piensa en dar gracias a Dios por este religioso que ñana.
está ya fuera de peligro, y preocúpate .de ti mismo, por- Le vino al enfermo un deseo incontenible de ver a
que no sé si podrás librarte de él. Efectivamente, a los po- Martín, una especie de rebelión porque estaba ausente en
cos días al terminar la segunda semana de enfermedad, roo- el momento de mayor necesidad. Los que le asistían aten-
ría fray ' Francisco (12). ' dieron a su súplica y fueron a buscar al hermano por todo
Martín tenía este don: sabía cómo iba a terminar una el convento. Ni rastro de Martín.
enfermedad, independi7nteroen~e de lo qu~ ~u curso hi- . A. eso de las tres o las cuatro, cuando la noche parecía
ciera prever. En los pnroeros tleropos los roed1cos trataban mtermmable, un leve resplandor comenzó a esclarecer el
de sostener sus diagnósticos, pero cuando comenzaron a co- vano de la ventana. Al mismo tiempo, cuando nadie espe-
nocer a Martín, se atenían sin más a lo que él decía. raba ya poder encontrarle, entró Martín en el a.posento.
Este don le permitía distnbuir sus atenciones según La alegría sacudió el corazón del Padre Cipriano. Al
la necesidad. Había para él dos categorías privilegiadas de instante comenzó a exponerle sus quejas y a lamentarse
enfermos: los más rebeldes según la naturaleza y los más porque hacía días que le tenía abandonado. ¿No se acor-
daba de que él -el Padre Cipriano- fue aquel a quien al
cercanos a la muerte.
-Estad tranquilos -decía a veces a los enfermos qu~ entrar Martín en la Orden, todavía muchacho, le había ro-
se quejaban de que los tenía descuidados-:-: cuando n0 gado que le tuviera por hijo suyo y que él le veneraría
me dejo ver es que la enfermedad no es pehgrosa. siempre como padre? Todos los años de su vida religiosa
Circulaba, efectivamente, una frase entre los herma- habí~ recibido del Padre Cipriano cuidados paternos; y
prec1saroente ahora que los médicos le habían desahuciado,
nos del Santísimo Rosario:
-Fray tal se muere pronto, porque Martín va muchas ¿tendría que resignarse a morir sin volver a ver a su Mar-
veces a verle. Ni siquiera los más queridos podían librarse tín?
Martín dejó pasar aquel raudal de palabras: un poco
de esta ley ( 13 ).
Se hallaba enfermo el Padre Cipriano de Medina, Y de desahogo le haría bien al enfermo. Escuchaba en silen-
era tan grave su enfermedad que le habían desahuciado cin- cio; la sonrisa de los ojos velada por los párpados se entre-
co médicos, declarando que lo más que se podía hacer ~ra abrió en el rostro un poco encorvado ...
administrarle los sacramentos. Como no le quedaba smo Cuando juzgó que había llegado el momento oportu-
:no levantó la· cabeza, fijó su mirada en los ojos del Padre
Cipriano y le habló en su tono modesto y simple, aunque
(12) Ibid. p. 37. esta vez abrigaba un poco de reprensión: ·
(13) Ad novas (V), p. 61, (XLIX) Y (LV)., p. 62.

103-
102
4ie el cuidado de los últimos y más penosos servicios: la-
-Vuestra paternidad debiera haber comprendido .'l:ue vaba el cadáver, lo amortajaba, lo llevaba, con la ayuda de
no estaba en peligro: es cosa sabida que cuando y~ ViSito los hermanos, al lugar de la sepultura; y suplicaba que ora-
muchas veces la celda de los e!lfermo~ .es mala senal. N.o sen. Pero alguna vez no decía nada y su rostro expresaba
se preocupe si ha empeorado: esta cnsis no ha de servu una alegría celestial. Entonces comprendían que el alma del
sino para resolver más pronto la enfer.medad. P~ro p~r hermano estaba ya en los brazos del Padre celestial (15).
ahora no ha de morir. Dios quiere. q~e vlVa y le de glona El cargo de enfermero no importaba sólo la asisten-
1' continuando a su servicio en la rehgwn. , fi da de los enfermos. Cuando Martín comenzó a ocuparse
Pocos días más, y las palabras de Martm las .con .r- de la enfermería, la encontró desprovista de las cosas má3
maban los hechos: el Padre Cipriano mejoraba a o¡os vis- indispensables, como camas, mantas, ropa b1anca. Fondos
tas. Muy pronto estuvo en condiciofl:es de volver a. la en~ destinados a este fin, naturalmente, no había: el convento
señanza y a la predicación y de co~tmuar sus traba¡os por era pobre. Otro hubiera dicho: si no me dan dinero, ¿có-
la gloria de Dios durante muchos anos ( 14 ). . mo voy a arreglarme para comprar las cosas? Pero Martín
Cuando realmente se acercó la muerte del Padre C!- pensó: los enfermos deben tener todo lo necesario, y hasta
priaho, Martín volvía con más frecuenci~ al.lecho .d~l he.r- algo más; por tanto, hay que buscar dinero.
mano que estaba para emprender el mistenoso via¡e. Sm Y se puso a buscarlo.
descuidar el alivio físico, se preocupaba de proveer a. su :s- Aquí vino en su ayuda la fama de su santidad, que
píritu. Hablaba entonces, como a quien tiene e~per.ienci~, había comenzado a abrirse camino. Cuando empezó a lla-
de la Bondad infinita de Dios. Hablaba de la Misericordia mar a las puertas de los ricos y de los poderosos, Martín
que abre los brazos de la cruz al que a ella se , vuelve .. Ha- ( no era un desconocido, se hablaba ya en Lima de su vida
blaba de la Sabiduría divina que ha hecho de si remedio de <:ompletamente recogida, de humildad y oración y de los
nuestra debilidad y nuestra ignorancia, de la Sangre del hechos extraordinarios que se decían de él: los éxtasis, las
Cordero y de su Cuerpo inmaculado que vuelve a crear en curaciones prodigiosas. ·
nosotros un pod~r de vida capaz de sobrepasar la barrera Puede decirse que Martín no pudo ser un desconoci-
de la muerte. b 11 b do para los de Lima. Quiérase o no, su padre era uno de
y cuando temía no poder decir lo astante, am~ a los personajes revestidos de los más altos cargos del go-
junto al enfermo a los religiosos que sabia es!aban m:¡or bierno. De niño había pasado la vida con la madre y la
dotados de la palabra que conforta y da confianza, mibn- hermanita; después. del intervalo de Guayaquil, había sido
tras él se retiraba a orar y a flagelarse para que la )alal ra aprendiz donde Rivero; cuando renunció a las ventajas de
tuviese el don de la eficacia y la gracia colmase e a ma una posición conquistada con su trabajo y vistió el hábito
del moribundo. Sabía que el Señor no negaba nada a su religioso, Martín no podía ya ser confundido con la multi-
oración. M. , d ·b na· tud anónima.
· Cuando terminaba la bata11a, artm no e¡a a a -
(15) Ad novas (LVII), p. 60
(14) Positio p. 23.
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Pero su vida, después de ocultarse entre los muros del parecido. fúbula o sueño, por muy indiferentes que hubie-
convento había venido a ser más luminosa, porque de su sen podido mantenerse a la miseria que tenían a la vista
persona irradiaba la fuerza irresistible de la santidad. se impresionaban ante la llamada de aquel hombre tod~
El ~onvento no era un lugar fuera del mundo: había caridad, y daban largamente. '
gente que iba y venía. Estaba Francisco de la Torre que, Poco a poco Martín se hizo una clientela de bienhe-
en los tiempos libres de servido, iba al Santísimo Rosario chores a los que podía recurrir siempre. Figuraba a la ca-
y podía andar por todo el convento, incluso pasaba la no- beza de la lista el Virrey. Después, descendiendo por to-
che en la ropería de la enfermería junto a Martín; y cuan- das las escalas del gobierno, de la aristocracia, del comer-
do estaba de servicio iba a dirigir la guardia y referir taro- cio, de todas partes afluía la riqueza hacia él. Fue como
.bién algún hermoso hecho para edificación del prójimo. Es- un torrente de proporciones imponentes .
taba Marcelo de Rivero, el antiguo maestro de Martín,. Martín no se dejó seducir. Supo hacer surtir la vena
que frecuentemente venía a visitar a los enfermos, y vio a oculta y explotar su capacidad con una canalización pru-
Martín en éxtasis, elevado del suelo hasta la altura del dente. Aquí Martín tuvo que apelar a algunas dotes de su
Crucifijo. Estaba Juan Vázquez y estaban todos los que, carácter entre las más humanamente simpáticas a su «ge-
después de haber visto algo extraordinario no podían aho- nio» de organizador. '
rrarse el placer de manifestárselo a los conocidos. En un, principio. proveyó a las necesidades más urgen-
El mismo Martín salía muchas veces del convento, y tes. Despues, a medida que el caudal de las limosnas au-
decía más su indumentaria destrozada y su proceder mo- men~~~a y se hacía más estable, ideó y llevó a cabo una re-
desto que todos los relatos de sus admiradores... ( particion. de las oferta~ que le prometió ampliar el campo
· Martín ciertamente no pensaba en todo esto cuando se de la candad mucho mas allá de los muros de su convento
presentaba a suplicar un poco de ayuda para sus enfermos. . Come~ó, como era natural, por lo que Ir;: había roo~
Sólo pensaba en la necesidad de sus hermanos. Por amor a v1do a pedir la ayuda de las limosnas: por las dotaciones
ellos estaba dispuesto a exponerse a un desaire o una pa- n~cesarias para la enfermería, para el guardarropas casi va-
labra áspera. Experimentaba un dulce asombro siempre que cío de la enfermería y de la comunidad.
su petición era acogida y escuchada con mucha largueza, y , En la _reo~ganización del guardarropas, el celo de Mar-
alababa por ello al Señor que sabe inspirar sentimientos de tm proverua, sm duda, de la compasión a los enfermos que
compasión y de generosidad. carecían de lo más indispensable. Debía ser para él como
No había en Lima mucha riqueza. Para los conquis- una punz~da de espinas no encontrar un par de sábanas o
4 tadores que se la habían apropiado, acaso algunas veces una camisa para un enfermo que la necesitaba urgente-
por medios ilícitos, era un alivio poder emplearla para ha- mente.
cer un poco de bien. ¿No dice la Escritura que la limosna ·Pero le espoleaba a la vez un motivo de orden más
cubre la multitud de los pecados? alto. La abundancia un poco excesiva que se había introdu-
Los que en el nuevo mundo habían encontrado fuen- cido, y estaba ya legitimada por la costumbre en la ob-
tes de ganancias. tan exhubetantes. que. en ..el viejo hubiera ., , . servancia del voto de pobreza, llevaba fatalm~nte a des-

106 107
cuidar algunas prescripciones de la regla. Debiendo pensar gran cesta llena de ropa limpia y la distribuía a los religio--
en procurarse las prendas de vestir, era natural que cada sos. El lunes repetía el recorrido para recoger la ropa que.
cual tratase de ayudarse como podía, usando tal vez piezas. debía lavarse ( 16 ).
regaladas que no estaban del to~o conformes ~on las P,r.~s­ De este modo, Martín proveyó, no sólo de camisas si-
critas. Así, muchos usaban cam1sas de algodon o de hilo· no de toda la indumentaria, a los religiosos que no podían
en vez de las de lana. proveerse a sí mismos, o porque eran de familia pobre 0 .
A Martín le desagradaban estas infracciones. Por más porque er~n muchas las ocupaciones del convento y no les.
que fuesen de orden secundario, estas cosas tienen su im- quedaba tlempo para ganar algo con otras actividades. Es-·
portancia en un estado de vida que quiere ser, en todos. tos, que habían tenido alguna vez que avergonzarse de su·
sus actos, testimonios de fe y de amor. Para traer a los her- indigencia porque, humanamente menos afortunados, vi-·
manos al bien de la observancia más exacta, Martín se to- nieron a ser, gracias a las diligencias de Martín, los más afor-
mó el trabajo de hacerla posible. · tunados, porque se vieron provistos de todo dentro de la.
Y helo aquí en busca de telas de lana para hacer ca- más estrecha y rígida observancia de la pobreza religiosa.
misas. Había puesto aparte un poco de dinero; encontró. Pero no le pareció a Martín haber hecho lo bastan·-
buena disposición en el negociante que se conformó con lo te. Está bien tener en orden vestidos y ropa, pero no es'
que disponía. De esta manera hizo más de ochenta camisas. esto todo. Por eso, además de pedir donativos en dinero .
nuevas de lana. Ahora tenía que hacer la substitución y ha- pidió limosnas por misas. También aquí la respuesta fu~··
cerla de manera que todos quedasen contentos. Martín es- generosa y constante. El mismo gobernador se hizo su
tudió todo un plan que comprendía la organización de. los J limosnero y todos los lunes le llevaba las ofrendas para in-
vestidos en la comunidad y del guardarropas de la enfer- tenciones de las misas que había podido recoger. Mar-
mería, y preveía además la combinac_ión de las ?os cosas. tín hizo un catálogo completo de todos los sacerdotes de·
Se deja entender que no se contento con estudiarlo sino su convento, desde el Provincial hasta el último ordena-
que lo llevó a la práctica, cargando él, según su costum- do, y señalaba la celebración por turno volviendo al prin-
bre, con todo el peso del trabajo. cipio de~ elenco cuando había llegado al final, hasta ago-
Procedió de esta manera: cada vez que se daba a la- tar las hmosnas ( 17).
var una camisa de tela, la substituía con una de lana de la En cuanto a la enfermería, venía bien tener a su dis-
misma medida, y la camisa de tela, lavada y planchada, pa- posición cierto número de camisas de tela más o menos
saba al guardarropas de la enfermería para que sirviese de gastadas, que habían sido substituidas por 'las camisas de
alivio a los enfermos. Cada pieza de ropa blanca nueva que lana, pero también de otras muchas cosas había necesidad
entregaba, la marcaba con un número, y cada miembro de urgente. Las camas eran pocas y en condiciones detesta-
la comunidad tenia su número. En el guardarropas, tenía bles; las mantas y las sábanas muy escasas. Además que
también numerados todos los cajoncitos, y la ropa blanca
limpia se la ponía a cada uno en su cajita. (16) !bid. (XXXVIII), p. 63; Procesio 1660, c. 443
Cada .sábado. Martín .iba .de.. celda en.. celda. con .una".

109'
108
de vez en cuando se sacrificaba alguna sábana antes de mo de aspereza: hubiera podido gritar «al ladrón~ 1
tiempo para hacer con ella aquellas vendas que tanto fal- llamaba hermano. Y añadió como para excusars ~.dy e-
taban. · 1e llevar 1a ropa: -Los' enfermos tienen la re e · no·
deJar
Poco a poco Martín logró tenerlo todo. El Padre Al- opa Jus-
ta y no pue,den pasarse sin este par de sábanas.
fonso de Arenas hacía ascender a «más de seis mil» las pie~ Y aquel, avergonzado, volvió y restituyó las sába-
zas de los haberes del guardarropa y se complacía del con- nas (19). •
traste entre la pobreza personal del encargado del guar- . Otra vez desapareció un colchón que Martín había-
darropas y la riqueza que la industria de Martín había deJado fu::a para que se oreara y del que se había olvida--
procurado a la comunidad: «Siendo como era tan suma- do. Tambien los santos pueden, alguna que otra vez, olvi-·
mente pobre, en lo que a él se refería, llevaba perfecta cuen- darse de algo. Entrada ya la noche se dio cuenta de q 1·
ta de todos los ingresos provenientes de los seglares ... » ' b , d ue e.
~o1ehon e~ta a aun esperan o que le metieran y fue por·
(18).
Es natural que fuese celoso guardián de todo lo que
e!, pero vio que el colchón no había esperado. Sin perder-
tiempo en preguntar ~ éste y aquél, Martín llamó a fray
había reunido con industria y trabajo. Fernando y fue con el a un rinconcito oscuro del sótano
Un día se presentó un hombre a que le sacaran san- dond~, con no .~uenas intenciones, el colchón había sido
gre y durante la operación se desmayó. Precisamente en depositado provisiOnalmente.
aquel momento le llamaron y tuvo que abandonar un ra- Otra vez desapareció una cama completa, la cama de
to la estancia dejando a su paciente sentado en una silla ( uno de los negros agre~ados al servicio de la enfermería.
~<que a este efecto tenía». Sabía que no era nada, un poco -No ~ncuentro ;ni cama --dijo el negro a Martín.
de impresión a la vista de la sangre, como ocurre a mu- -:-Esperame aqm. -Y fue derecho donde había sido-
chos. es~ondida la cama, ~ dijo con franqueza al religioso de·
El hombre, en efecto, a los pocos minutos volvía en quien d~pendía el criado: -Padre, si el criado no tiene
sí, y al ver que se había quedado solo, pensó aprovecharse cama, piense vue~tra Paternidad en proveerle de ella, pe-.
de la ocasión: cogió de la cesta de ropa sucia dos sábanas ro l~s consecuencias no debe sufrirlas el negro de la enfer-
y se las caló en los pantalones, en aquellas anchas bragas mena.
entonces de moda, donde había sitio de sobra para ocul- , Sabía muy bien Martín, cuando se trataba de los de-·
tar las cosas más embarazosas. Seguro de que había dado mas, que después de haber trabajado todo el santo día tie-
el golpe, saludó con aire de indiferencia a Martín que vol- ne uno ,derecho a descansar en una buena cama. y el negro
vía y quiso irse. Pero oyó que le llamaban: -Vuelve, her- recupero la suya (20).
mano, vuelve a la celda y deja en su. sitio, en la cesta, las Pero ~n enemigo mucho más temible que un ladron-
sábanas que llevas dentro de los calzones. zuelo ocasiOnal amenazaba destruir la obra que tantos
El tono de Martín era decidido, pero sin el menor aso-
( 19) Positio p. 43
(18) !bid. (XXXVIII), p. 53 (20) !bid. p. 44

110
111
trabajos había costado. Un enemigo inexorable e inaferra- --Hermano, ¿por qué estropeáis, tú y tus compañe-
ble: los ratones. d cubrieron el camino del guar- ros, la ropa de los enfermos? -y añadió-: Mira, yo no
Cuando los raton~s es, h Dl'a tras día las ca- te mato, pero tienes que reunir a todos tus amigos y lue-
M ' disgusto mue o. '
darropas, ~rtm se tas en su cajoncito, limpias y tan go llevarles al final de la huerta. Yo pensaré en llevaros
misas, las sabanas pues, fuera con las señales de los de comer, pero vosotros no me toquéis la ropa.
bien ordenadas, apahecl~ 1 tejido unos agujeros re- A medida que Martín hablaba el ratón se iba calman-
d
dientes que habíal ec {nbu~n olor de la lencería, se
dondeados, y, en ug,ar. e fo nauseab®do.
do y por fin sus ojitos se encontraron con la mirada del
Hermano. Era como si hubiere dicho: -Está bien.
apreciaba un car~cted~tlc~ ~~da que los ratones tenían su Martín aflojó la mano y el ratón saltó a tierra y des-
apareció.
Pasaron vanos las. 'ah rroosas y nuevas, dejando ca-
placer en roer las cosas roas 1e De pronto oyóse un gran alboroto y decenas de ojue-
si intactas las gastadas por e tubo. cansado de aquella gue- los vivarachos comenzaron a brillar por todas partes, por
El enfermero roahyobr' es a adi porque contra seroe-_ debajo de los armarios, por encima, por las vigas del piso
p él a1areroeo
tra a1evosa. ara . ' hubiera sido buena. y por las grietas del pavimento: los ratones salían de sus
jante peste cualqlller ar~a-propuso. Pero t(l otro no que- agujeros. ¿Quién hubiera pensado que una habitación pu-
-¿Poneroos veneno. diese ocultar a tantos? Ahora que el ejército desplegaba
ría ni oír hablar d~ en~~s' -decía-. Tendrán que ayu- todas sus fuerzas era de alegrarse que aquellos buenos bi-
-¡Pobres aruroa . d . ir No encuentran una chos, después de todo, estuviesen acostumbrados a con-
darse de al~n modo para lo :~c~~~r~roos todos los días tentarse con poco: si hubiesen procedido a su modo no hu-
migaja de allmento como f o . biera quedado ni un hilo de ropa en los cajoncitos.
do en el re ector10. . Cuando estuvo completa la compañía, comenzó a des-
nosotros prepara d Martín uno de los ratones.
Por fin cayó en roanos e . nto de los demás? De filar hacia la huerta, un poco revueltos, saltando los más
' h
¿Que ara. '? ¿Matarlo para escarrole . ágiles y veloces por encima de los más altos y pesados. Mar-
hinguna manera. 1 1 ratón El corazón del aru- tín, con sus largos pasos, acompañaba los pasitos apresu-
Mart~ tuvo en a dd~~ ~us oj~s vivacísiroos lanza- rados de aquellas criaturillas. Así llegaron al fondo de la
roalito latla _entre sus e n ~oda dirección. huerta donde había un hermoso seto, matorrales y terre-
ban miradas desespera?as e . quella desesperación. L~e- no libre donde hacer agujeros para una ciudad entera de ra-
A Martín le hacla gr&lla, a n sermón no muy distm- tones, y los ratones tomaron posesión de todo aquello muy
satisfechos. ·
go habló al rat,ónh. Lhe e~l l;dró~ de las sábanas, sólo ~ue
to del que habla ec o ta vez se trataba, no solo Todos los días, después de haber servido la comida
, dif' il porque es · a los enfermos, a los criados y a los pobres, Martín hacía
un poco mas tc 1 de los enfermos, smo
de persuadirle a respe~; da ;~~: convencer a todos los aquel camino para llevar la comida a los ratones. Era un
también a hacerle su la o servicio que directamente hacía a aquellos animalitos, pe-
demás. ro indirectamente a la comunidad. Sabía que si hubiesen

112 5. - San Martín ...


113
nes, era «para ·que conocieran
podido hablar, también los ratones hu?ie~an
fo:roulado
corazón por la ofensa» (23 ). que no les apartaría de su
pactos. Efectivamente, desde en~onces ~m~n raton puso Este era su punto déb "1 f
Aquí estaba la raíz d~ ~u su ~~rza. .
las patitas en el guardarropas nt, lo roas ltnportante, los el resorte que le levantaba del caacttvtd~d prodigiosa y era
dientes en la ropa del convento (21). puesto a enfrentarse a la fat" nsanclO, que le tenía dis-
Custodio fiel de los bienes de la comunidad, cierta- A , tga.
mente; pero cuando se trataba del alivio de los enfermos, qUl se encontraba la base de . .
portar los caracteres difíciles 1 su . pacl~ncla para so-
Martín era espléndido. Una vez albergó e? la enferro7:ia fermos; ahí se explica q d" y a.s extgenclas de los en-
a un hombre recogido en la calle, despues de una rma, d ue tera s1empr · . .
na ~'.,Y que estuviera constante . e bstln extglr nunca
cubierto de sangre y lleno de barro. Cuidado algunos días, poslcton de todos. e mcansa emente a dis-
el hombre estuvo en condiciones de caminar e irse a su ca-
sa. Pero al abandonar la cama el color de las sábanas era n. «La. caridad, de la que se dice
sas proptas, advierte la Re 1 d S que no busca las ca-
indescriptible. Un hermano lego, mostrándoselas a Mar- entender de modo que sega~ e an Af?Ustín, se ha de
tín, tuvo un movimiento de mal humor y dijo entre dien- comunes a las propias y no lastepon~an stemp¡;e las cosas
tes: -Ahora, ¡a ver quién las pone blancas ... ! . Así lo entendía Martín Porproptas a las comunes».
digaba ayudas, se tomaba t~d amor a los enfermos men-
También los santos tienen algún punto débil y si in-
curren en él deben reaccionar, ni más ni menos que como ba el descanso, día tras día a clase de trabajos, sacrifica-
uno de nosotros. Sólo que r.osotros, puntos. débiles tene- y por amor del verdadero 'b~~n una constancia heroica.
enamora?o que estaba de la b 11.9e los .~ermanos, de lo
mos por docenas, y no siempre son precisamente de los más
laudables. const~ncla permanecía en re e .eza esptqtual, con igual
los ctelos implorando «el ~o/d~cta del ~adre que está en
Martín echó una mirada cortante como un cuchillo,
haciéndole callar: -Hermano, con poco pulso, agua Y «Ur:a caridad fraterna e; ¿ar:o mana» ?e la gracia.
jabón las sábanas quedarán blancas, pero el alma requie- ta Catahna- surgida del abism ndto -hu~tera dicho San-
re al~o más. Sólo las lágrimas y la penitencia podrán lim- Buscar el amor en el b" o de su cartdad» (24).
piarlas de la falta de caridad (22). · d . a tsmo e 1 "d d d
Este era el punto débil de Martín: la caridad, sobre q.Ulere . ectr hacer del amor d 1 a cart a e Cristo
tlvo y eJemplar de nuestro . e Vlrbo a nosotros el roo-
.la cual no toleraba bromas. Una falta de caridad fraterna Contemplando este a amor al os hermanos.
la sentía como una espina, y entonces su hablar tomaba ~ue es su manifestación :~r ee~d a obrad de la Redención
un color y una autoridad inesperada. Y si estaba dispuesto anta Catalina: «Üh locur d Vl ente, e nuevo exdam~
narte, quisiste también morí~» (~;ror, no te bastó encar-
a aceptar para si cualquier insulto, no' podía tolerar el pen-
samiento de que se le atribuyese una falta qe caridad fra-
terna. Si a los que le ofendían multiplicaba sus atencio- (23) Ad novas (XXIII)
(24) Cart. 32 • p. 28
(25) Diálogo. c. XXX
(21) !bid. p. 45
(22) Gaffney op., cit. p. 31
115
114
trave's de la Pasión del
El que trata de penetrar·•b'a · ·
termina por parttct-
Señor la profundidadddel esel a rtas~~e la Eterna Sabiduría.
' l , . do e a « ocu
par, en a gun mo ' d llo Martín. al
No estuvo exento e. e . , de ella su propuesta
No fue dudosa marufelstacton ez de desprenderse de
ese avo en v · ,
prior de vender1e ~omo do no sabía el convento como X
algún objeto prectoso, cuan -
satisfacer a los acreedoresd sin duda, a los primeros anos,
Este hecho correspo.n el, d do Seme)· ante propues- «Aguas profundas son las palabras del
, stmp e ona ·
cuando Martm era uf . , hubiera tenido tan escasa pro- hombre} arroyo desbordado} fuente de
ta después de la pro eston, valía la pena hacerla. sabiduría» (Prov. XVIII, 4).
b~bilidad de ser aceptada que no ló todas las acciones de
Pero la misma «locura» re~d . las J. ornadas densas de
- de su vt a. .
Martín en todos 1os anosh . mnios el altern!J.r sm tre-
trabajo despues, de. mue. os msofatigas el' servtcto
· · de 1os de- En ninguna otra cosa se vislumbra tan bien el amor
· penttenctas Y ' que Martín tenía a su Orden como en sus encuentros
gua oractones, 1 "d do de sí mismo. con los novicios.
más totalmente o vt a .
En cualquier forma de sociedad, los jóvenes repre-
sentan el porvenir y atraen a sí el amor y los cuidados de
quienes viven esa vida de sociedad con plenitud. El pro~
blema de la educación, bastante sencillo en la familia por
lo reducido del ambiente y por la estrecha afinidad entre
los miembros que la componen, es muy complejo en la so-
ciedad religiosa que puede acoger a lo$ sujetos más des-
iguales por el origen y por las costumbres, por el carác-
ter, debiendo elevarles a un plano de vida superior. Qui-
zás precisamente porque es tan difícil educar y porque nues-
tra vida depende tanto de la educación, amamos a los jó-
venes tan particularmente. Lo más difícil del arte y del in-
genio atrae con más espontaneidad el afecto del corazón.
Martín no podía ignorar la presencia de los novicios
en el SS. Rosario. Amando a la Orden, no podía m~nos de
amar a los novicios de la Orden. Y como amar quiere de-

117
116
Uno de éstos fue el caso del p d .
cir desear el bien, Martín, al desear el bien de los novicios .. da
Car.abantes, que durante el nOVlCla re Francisco
O se . d Velasco
, 0 de vw ataca
mente de una. maligna «ht'dropesla» d o grave-
.
no podía menos de dedicarse a procurárselo.
E s prectso decir que · M ,
~rtln co~tribuyó cura~
Si Martín, atento siempre a las necesidades de todos un e ema difuso
ción de fray Francisco noslh en la
como si para cada uno ocupara el puesto de padre, siem- do su enfermedad ocu'rr' ' a~laFanterlormente desatendt'-
pre que había de proveer a un hermano de algo, ya se tra- · 10 as1 · r · 11
mes en el noviciado del SS R . . anctsco evaba casi un
tara de una camisa, un cuaderno o un libro, «se lanzaba · · 1 · osano d , vino
donde veía necesidad, que sólo con nombrarle se sentían a VlSltar e su padre Francisco L' ccuan o, un dta,
Mayor. opez arabcantes, Tesorero
aliviados y se regocijaban», mucho más lo hacía con los
estudiantes y novicios «para que no se desconsolasen en al-
guna de las faltas que pudieran notar en el estado religio- c~sco
. Su visita tenía un fin bien d .
a casa. Aquellos días el T etermmado: llevar a Fran-
btdo la «cédula real» ue eso~ero Mayor había red-
so» (1). herencia del a· d' q le autortz.aba a deJ'ar al hiJ' 1
o

Es fácil entrever que Martín nunca hubiera soñado con co 1c1a o cargo E , , o a
tante notable y nada e . . ra esta una «gracia» bas-
invadir el campo del padre maestro. Era simplemente para orrtente y se le d' 1
ro como reconocimiento d 1 ' h conce la a Tesare-
los novicios como un Angel Custodio adjunto. la corona. Había de ser ese os n:uc os servicios hechos a
Si uno de ellos enfermaba, no tenía el menor escrúpu- timos años el orgull d ta gracta el consuelo de sus úl-
on; ~ rey abía queda-
lo en romper la clausura rigurosa del noviciado, como ocu- ' o e su coraz ' 1 h
o tan satisfecho de su 1 b
allá aún de .los límites na~ orl qud yls~ premiársela más
rrió cuando Matías de Barrasa deseaba vehementemente d
verle Con
antesfrecuencia
de morir.pasaba las puertas cerradas con obje- de su hijo a quien se consl~:r:b e a vtda en 1~ persona
tos voluminosos en sus manos, como sábanas y otras ropas, el surco trazado por su padre. a capaz de contmuar por
o su famoso brasero lleno de carbones encendidos, para Esa recompensa capaz d d
más delicados sentimientos de e esper;ar suavemente los
ra el anciano Tesorero como un coraza~ de padre, era pa-
presentarse donde un enfermo a media noche; Dejaba el
brasero en el suelo y echaba sobre los carbones un ramo de en la aridez de una .d una flor abterta de improviso
y ,mientras iba hacia el~o~!~~~dd entre r~gistros y cifras;
romero, para que el chisporroteo alegre y el perfume sano
rompiese la triste pesadez del aire viciado. El enfermo abría
gna le cantaba dentro del al lellfosarto una nueva ale-
los ojos: de pie junto a su lecho, le ofrecía Martín el ali-
vio con que había soñado en su inquieto sueño: la camisa c~n una inspiración poética ~~{e enaba de júbilo como
cl
fresca a cambio de otra empapada en sudor, un sorbo de anos de trabajo fatigoso. recuerdo de los largos
agua, una fruta jugosa para los labios resecos por la fiebre. .. ' Fray Francisco opuso acas 1 .
A la visita de Martín se seguía indefectiblemente una tlclOn del padre pero terminó o a guna reslstencia a la pe"
tante, de saber mantener su ¡o~ ~~der. Inseguro, no obs-
patente mejoría -alguna vez la curación inmediata- aun
comunicársela al maestro d e~ts.wn cuando tuviera que
en casos verdaderamente graves. con el padre para escaparse eaq~ellctos,
a nochsee por
puso_undetrecho
acuerdo
de
( 1) Ad novas (V), p. 55-56 y XXII p. 54
119
118
segunda vez. Y él, testarudo, apenas pudo ponerse en pie
. . nto a la iglesia del convento. y se dieron proyectó la evasión por tercera vez. Y por tercera vez 1~
muro en rumas JU fiebre le imposibilitó para andar.
cita para la medial noc%. la campana llamaba a los hdermla-
y a entrada a no e, · el más joven e os Entonces, nadie sabe por qué, lo que no pudo hacer
al refectorio. Siendo fray Fradnctlsocso l<>dos la doble fUa el primero y el segundo aviso logró hacerlo el tercero.
11os b por uno e "' , . al' , Francisco se rindió por completo, comprendiendo por fin
novicios, e~cab eza a, diri ía allí. Improvisamente s, lO
que proceslonalmente, sÍ u:a figura, que se le ace~co y que Dios quería a toda costa conservarle el bien de la vo-
de la casa del CaJ?{tulo dro· ·Con que quieres de¡ar el cación que él había estado dispuesto a cambiar por un pla-
apartándole de la fl ~ e a;a ·se~ Tesorero Mayor? N<? es- to de lentejas. Y su corazón latió juntamente con una dul-
hábito y la casa de DlOs { h , mejor es servir a DlOs y ce gratitud a Dios, un sentimiento de gran admiración ha-
tá bien, muchacho. ~o o e :~:=~ en casa. Créeme, lo 9ue cia Martín y una estima como de hombre santo, que le lle-
asegurarse la salvacl<d tr lo harás por temor de DlOs.
no hagas por amor , e lOS,dería fray Francisco al herma-
vó a seguir de cerca todo cuanto tuviese relación con el her"
mano negro (2).
No se sabe que respon d tan sin preámbulos que La tercera vez que a Francisco le atacó la terciana, fue
a a enten er . de tan violento el ataque que le puso en trance .de muerte. El
o negro que 1e dab - di . ular ba¡o un porte
~onocía lo que s~ ~mpenaba e~iens : entiende, fingiría ex- médico le había desahuciado y los superiores determinaron
indiferencia. Qulzas, ;o~o pqararse a considerar lo molesto prepararle para el último paso e hicieron que recibiera los ·
ttañeza y se substraena sm uio . sacramentos. Después, vencida la crisis, le mandaron al
y comprometedor del cto~dos. los hermanos al refecto!lO campo a reponerse. Pero el cambio de aire no le hizo bien,
Lo cierto es que, eg , sentir escalofríos, y le vmo y el joven volvió al noviciado con una fiebre persistente a
y puestos a la mesa? cobÍ~zad~ a levantarse antes de ~ue cuestas y todos los síntomas de la hidropesía. Aquí no des-
tal fiebre que se vlo o d'g 1 padre maestro que le de¡ase cuidaron cuidado alguno y llamaron para que le visitara
.
termmase 1a coml'da y pe 1r a nada menos que al médico del Virrey. Pero el doctor Gis-
ir a acostar. . ntras le rechinaban los diente.s neto negó con la cabeza: su arte no llegaba hasta allí.
y ya en la cama, mlel t s seguramente le vl- Fray Francisco se agravaba día tras día. El edema le
'11 d b .
hecho un ovl o e a¡o 1 b de as man a ,
d Martin a las que h ab'la ahogaba, le quitaba la respiración. Los superiores, no que-
nieron a la mente las pa a ras e. KLo que no hagas por riendo renunciar a la esperanza de verle curado y temien-
'd mmutos antes. ~ do que algún compañero compasivo le diese, para aliviarle,
cerrado el Ol 0 unos , temor de Dios». ,
amor de Dios, lo haras por ella noche el proyecto quedo agua u otra cosa que pudiera perjudicarle sobre manera, le
El resultado fue que aqu relegaron a una celda del noviciado, bajo 1Iave.
en el aire. . d' or vencido. Al cabo de un Entonces fue cuando intervino Martín. Era de noche
Fray Franclsco no ~e lo pl . , a comenzar a preparar hacia la una Francisco yacía en su lecho, oprimido por eÍ
mes curado de la terclana, vo vde poner en ejecución el
la huida. Pero en el lonrn~o Y le clavó en el lecho por (2) !bid. (VIII), p. 46-47
plan, le hirió de nuevo a le re
121
120
mal y por la soledad y el tedio del insomnio. La puerta es- J:fuchac~?· ¿tien~s ganas de morir?
0 -dijo Francisco.
taba cerrada con llave. De pronto advirtió la presencia de
:-Pues no morirás -conclu , M ,
alguien en la habitación. Miró: en la penumbra le sonreía lo mismo que había aparecido. yo arti~, y desaparesió
Martín. Tenía en la mano un viejo recipiente de latón lleno
de brasas, debajo del brazo una camisa, y en la manga un . Una gran paz invadió el al d .
bienestar que no habí . roa e Francisco y sintió un
ramito de romero. tiempo. Se durmió pora pe~penmentado desde hacía mucho
¿Alucinación de la fiebre? que 11evab a sin dormir y nmerad vez despues, d e d os meses
Martín dejó en el suelo el recipiente de latón, se acer- guiente. no se espertó hasta la mañana si-
có al lecho, invitó al enfermo a levantarse, le ayudó a sen-
tarse en un taburete, cerca del brasero y le envolvió com- Cuando se despertó vio
desaparecido· el asm '1 lque todos sus males habían
rletamente en una manta. Después sacó de la manga el ro~ , T · a, e roa estar la fi b
zon. res o cuatro días m, d '
1 h"
e re y a mcha-
mero y lo dejó caer en los carbones encendidos: un tenue varacho como cualquier masc~ar he edtaba en pie, sano y vi-
hilo grisáceo surgió y se difundió como niebla sutil y per- doctor Cisneto se restregab ic o . e su edad, mientras el
fumada. gto ( 3 ). a os OJOS Y aclamaba el mila-
Todo esto sin decir una palabra.
Por fin, Francisco, venciendo el estupor que le había ., ~ste Francisco Velasco es el . .
sJon Insultó a Martín a e d lmismo que en cierta oca-
como oprimido rompió el silencio para preguntar a Martín 1 h ausa e a tonsur · ·
o mue o que al hermano ne 1 a y qmen viendo
por dónde había entrado a aquella hora, estando cerradas las brindaba en cualqui r g~o_ e gustaban las injurias se
las puertas del noviciado y de su celda. cir que ho pudiese lleg:r ocaswn. Pero esto no quiere 'de-
La respuesta no fue de las que animan a una larga hecho lo consiguió y a sebr ubnl buen religioso, como de
conversación: 1 . . es pro a e que f .
a constancia de Martín 'l uese precisamente
-Muchacho, ¿quién te ha dicho que .te metas en es- su mal humor sino ta~b-~ so o bn soportar los saltos de
tas cosas? trándole que le creía cap::nd y so re todo en seguir mos-
Después, con un sopapito amigable, como para suavi- que le ayudó a vencer e u? excelente resultado lo
zar la dureza de las palabras, Martín añadió en .tono más T b", se Y corregirse. '
dulce: -No eres aún un gran bachiller o doctor; te basta aro len a 1os mejores p d
con estar vivo.
Dio vuelta al colchón y lo trasteó y rehizo el lecho con
en cierto momento coro
:rf:
ue e acontecer encontrarse
p~rspectiva, 0 inciertos ~n~~p~~tados !a amplitud de la
dida en aquel momento p d ¡asol ~ Icll; una mano ten-
sábanas limpias, enjugó a Francisco el sudor, le puso la ra toda la vida. ue e ar e Impulso decisivo pa-
camisa limpia, caliente y perfumada de romero, le ayudó a Una noche el maestro d . . .
volver a la cama y le tapó con las mantas. ~ tín una gran pena. Dos .e.novhlcibo~ fue a confiar a Mar-
Francisco quiso aventurar una pregunta: ¿Moriría de noviCios a Ian desaparecido y no
aquella enfermedad? Y Martín le respondió con otra pre-
(3) Ibid. (VII), p. 64_65
gunta:

122 123
¡!1',

se les encontraba en ninguna parte. Seguramente habían giosos y perseveraron en la Orden hasta 1 .
(4 ). a m1sma muerte
huido.
Martín prometió al padre maestro hacer cuanto pudie- Sólo el ver a Martín h b' "d ..
ra para ayudarle a buscarlos y se puso en oración. Cuando para decidir u~a vocación. a la Sl o sufl~lente alguna vez
hubo terminado fue donde el prior y le pidió permiso para -Lo he dicho y lo he r
acostumbraba decir fr
·d ·n
I epe~l 0d m1 ones de veces _
salir. Al oír de qué se trataba, el prior le dio permiso, a
que yo me decidí a to:Zar gnac10, .e Santo Domingo-
pesar de ser de noche.
Martín anduvo unas millas y se detuvo delante de la fray Martín de Portes est~, habito por haber visto a
del Capítulo. en orac10n, abrazando el Crucifijo
puerta de una casa que estaba cerrada. Esto para él no te-
nía importancia. Entró y vio a los dos fugitivos que dor- Por millones de veces 1 .. -
mían tranquilamente cada cual ·en su cama, uno cerca del lo habrá repetido un que d o repitiera en su vida no
a vez cerra os sus · y d '
1amentaba fray Cristóforo d S J OJos. e esto se
otro. do la dicha de ver a Martín e a? u~n, que no había .teni-
No dudó en despertarles, pero tampoco les reprendió.
Comenzó a hablar en su tono moderado y convencido, de darar en el proceso· -·Ohen ~xtasis;. cuando le tocó de-
la belleza del estado religioso, de la dignidad de una vida -decía un día fra Crist6fo ' SI estuviera fray Ignacio ...
rujano. y ro a Marcelo de Rivero, el ci-
íntimamente unida a la vida de Dios, del campo ilimitado
que se abre al amor cuando el hombre cierra el corazón a -¿Acaso no basta mi t . .
los atractivos que vienen de lo bajo y le dispone a recibir vero un poco incomodado- e~mo~t,o? -resp.ondía De Ri-
fray Ignacio, levantado del .s imbien yo le VI como le vio
y también mi palabra valdrá 1ue ~ en la sala del Capítulo,
la luz de lo alto ...
A los jóvenes que le oían, todo su discurso les pare-
ció tan lógico que casi les costaba creer cómo habían po- Otro novicio al que Ma~t~usmo q?e la suya (5).
dido hacer lo que el día precedente habían hecho. Hubie- para vencer las dificultades d 1n pre~to su ayuda decisiva
ran querido no haber cometido nunca semejante locura. Ya Cipriano de Medina.. e os pnmeros momentos fue
no se preocupaban más que de cómo se presentarían en el , Cipriano entró en el SS R . .
convento. A Martín, en cambio, esto no le inquietaba. Co- catorce años, pero en seguida.. osa:Il muy !oven, hacia los
mo los dos culpables estaban sinceramente arrepentidos, lo y aparte de estar confiado a lntuy~ a santidad de Martín,
servaba continuamente suf cuigados paternos, le ob-
demás vendría por sí mismo.
Y efectivamente, del mismo modo que habían entr¡1do Cipriano era de as;e:~ d.: orza_ a por imitarle.
so, y de rostro poco lucido P smanado, hpequeño y grue-
estando la puerta cerrada, así volvió al convento acompa~
ñado de los dos novicios y cuando estaban cerradas las laban de él sus com - . or eso mue as veces se bur-
Un día los estula~~::o~s~ob pullas y dmotes picantes.
puertas. a an esperan o su turno en
De este modo nadie se enteró de la huida a excep-
ción del prior y el maestro, y ninguna sombra cayó sobre
su honor de religiosos. Fueron efectivamente buenos reli- g~ ~~~tiár:.\P" 47-48; Kearns, op. cit. pp. 123-124

124 125
el cuarto donde Martín cortaba el pelo y la barba. El tiem- -Esperadme, dijo Martín, vengo enseguida.
po de espera se empleaba en general con Cipriano y su Ellos entraron y se pusieron a curiosear. Había fruta
estatura ridícula, pero él sufría. Es verdad que un religioso en una cajita y sin más comenzaron su merienda. Había
debe ser superior a tales miserias, pero a los catorce años también una moneda de plata, un «patacÓn». Uno de ellos
un muchacho tiene la legítima ambición de ser alto, al me- 1~ cogió y se la metió en el zapato. Ya se sabe que los es-
nos como su padre, y si no crece se siente humillado. tudiantes, una vez terminada la clase, tienen ganas de di-
Un estudiante dijo a Martín: -Hermano, corte el pe- vertirse y estar alegres.
lo y afeite antes a fray Cipriano, «el selvático» de la casa. . Volvió Martín con pescado frito, pan, miel y otras
Fray Cipriano tenía tanto pelo en la cara que parecía coslllas, y mientras las distribuía con su acostumbrada bue-
haberse disfrazado de oso. na gracia e invitaba a los jóvenes a disfrutar de todo aquel
Fray Martín respondió con toda calma: -Le llamáis don de Dios, les añadía que habían hecho muy bieri 'en co-
«el selvático» y os reís de él porque es tan pequeño, pero ger la fruta de la cajita que estaba allí para ellos.
tened paciencia, y crecerá tanto que aventajará a todos, y A un cierto punto se puso serio. La merienda había
será un gran religioso que honrará a la Orden. terminado y los estudiantes se disponían a irse. El herma-
Nadie suplicó ni se atrevió a continuar molestando a no del «patacón» no fingió nada; quería acaso ver si ver-
fray Cipriano. Detrás de aquellas sencillas palabras descu- daderamente Martín conocía las cosas ocultas, como de-
brían algo misterioso, quizás una verdadera profecía. De cían.
allí a no mucho demostraron los hechos que Martín tenía , Oyó qu~ le llamaban P?r su nombre. -Fray Tal, deja
razón: también fray Cipriano contrajo unas fiebres que le alh el «patacon» que has cog1do, no es nuestro, tiene su due-
obligaron a guardar cama durante cuatro o cinco meses. ño.
Cuando se levantó había crecido tanto que no pudo poner- .~1 hermano trató de hacer el sueco: -¿Qué «patacón»?
se los hábitos de antes; tuvieron que hacerle ropa nueva. ¿Qwen es el que ha cogido el «patacón»?
Pero aún superó más a sus compañeros por su desarrollo Martín se sonrió, seguro de lo que decía: -Sácalo del
intelectual y moral. En efecto, mientras ellos no se distin- zapato, no está bien coger lo que pertenece a los pobres
guieron nunca de un modo especial, Cipriano fue llamado de Cristo.
a desempeñar cargos importantes y, todavía joven, fue con- No es difícil imaginarse la cara de asombro de «fray
sagrado obispo (6 ). Tal» y de todos los demás (7).
Alguna vez el padre maestro mandaba a sus novicios Otra vez, una treintena de estudiantes fueron con Mar-
donde Martín en los ratos de recreo. Un mediodía algunos tín a dar un paseo por el campo. El maestro, al confiárse-
estudiantes se presentaron en la estancia donde él tenía los, les recomendó· que volviesen antes que se hiciera de
su cuartel general para pedirle la merienda. Lo hacían to- noche. Martín prometió ser puntual.
dos los días después de clase de teología. Comenzaron a andar a buen paso, contentos y felices

(6) Ad novas (II), p. lll; Positio p. 23 (7) Positio p. 24

126 127
por aquella tarde de vacacwn que interrumpía con una Todo había acontecido tan rápidamente, con tanta na-
buena caminata su jornada de estudio sobre los pupitres; turalidad, que casi no tuvieron tiempo de darse cuenta de
Llegados a la colina «de los Amanches» admiraron el la prodigiosa velocidad de la vuelta. Una vez en el coro el
magnífico paisaje; después Martín sacó las provisiones y los recuerdo de la invitación a la confianza que había ,.prec~di­
jóvenes, sentados sobre el césped, no se hicieron rogar pa- do volvió a brotar con un sentimiento nuevo y más pro-
ra dar buena cuenta de todo. Terminada la merienda, es fundo de las muchas expresiones de confianza en la bondad
posible que Martín comenzara a hablar de cosas espiritua- de Dios, de las que más que en cualquier otra hora del ofi-
les, como él sabía hacerlo, y los jóvenes y él, entusiasma- cio, abunda en la de Completas. «Tú estás entre nosotros
dos por aquellos discursos, olvidaron todo lo demás. Señor, no nos abandones. Guárdame como la pupila def
El día, mientras tanto, comenzaba a declinar y nadie ojo y cúbreme, bajo la sombra de las alas de tu protección.
pensaba en la vuelta. Cuando, de repente, se dieron cuen- En tus manos confío mi espíritu, Dios verdadero que me
ta de la hora tardía, los novicios se sintieron asombrados: has redimido».
el padre maestro gastaba pocas bromas. También Martín, Dejaron los asientos del coro y formaron en doble fi-
cuando se dio cuenta de la hora se impresionó ante el pen- Ja para saludar a María con el canto de la: Salve Regina_
samiento del castigo que podrían tener los jóvenes -en el Después de haberla invocado como «vida, dulzura y es-
suyo seguramente no pensó- y se preocupó de la infrac- .peranza», se arrodillaron para suplicarle que vuelva ha-
ción de la regla y de las órdenes. cia la miseria de acá abajo los ojos de su misericordia.
Pero no se turbó. Se recogió un momento para orar. Quizás entonces recordaron las palabras de la Santísima
Después hizo que recogieran los equipajes, invitando a los Virgen a Santo Domingo después que le hubo dado una
muchachos a tener confianza en Dios. Por fin dijo: -Ea, señal de su protección maternal sobre la Orden: -Yo soy
muchachos, reunámonos y marchemos hacia casa. la que recibe todas las noches vuestras invocaciones, y
Bajaron de la colina y avanzaron en grupos cerrados cuando repetís «eia ergo» también yo me postro a vuestrO>
hacia Lima, en silencio, concentrando todas las energías en lado para pedir a mi Hijo la conservación de esta Or-
la marcha. Estaban a media legua del convento cuando so- den.
naron las oraciones. Y, sin saber cómo, se enc:ontraron en Y, si lo recordaron, vieron sin duda en los aconteci-
la puerta de la casa. Había pasado, aproximadamente, el mientos de aquella tarde la mano de María que había.
tiempo necesario para decir cuatro credos (8). protegido admirablemente a sus hijos predilectos, y com-
La campana llamaba a Completas y los hermanos se prendieron lo que quería decir estar bajo la defensa de su
encaminaron al coro. También los novicios se presentaron manto.
en el coro. Cuando la campana dejó de tocar estaban en Acaso a esto quiso conducirles Martín, a entender -y
sus puestos. gustar esta sencilla y solemne ceremonia de la Salve, que·
es de las amadas del corazón de todo hijo de Santo Do-
(8) Ad novas (VII), p. 114; v. también Kearns op. cit. mingo.
pp. 125-126 Martín, por su parte, la gustaba y conocía su poder.

1.28 129'
Se sirvió una vez de ella para conducir al sagrado redil a grande y dulce emoción le invadía el alma y comprendió-
un cordero que se obstinaba en vagar fuera. que ya no tenía más remedio que darse por vencido.
Este cordero recalcitrante se llamaba Antonio de Man- Cuando se cantó la última nota de la Salve, Antonio.
cilla. A sus dieciocho años estudiaba retórica en el cole- se decidió a dar el paso tantos años evitado: confesarse,
gio de S. Pablo regido por los Jesuitas de Lima, pero an- y pedir inmediatamente el hábito.
tes había frecuentado las escuelas de los Dominicos en el «¡Oh luz de la Iglesia -oraban ahora los hermanos..
SS. Rosario. Martín lo conocía bien porque estaban muy volviendo al coro-, maestro de verdad, rosa de paciencia,
cerca entre sí los dos colegios. puro como el marfil, predicador de gracia, únenos a las.
-Mira que el Señor te quiere hermano Predicador filas de los bienaventurados!»
-le decía el humilde lego siempre que le encontraba. Para Antonio, en aquel momento, las filas de los bien-
Martín tenía mucha experiencia y si decía: Fulano aventurados eran la doble fila de hombres vestidos de blan--
tiene vocación, podía asegurarse de que realmente la te- co que podían ir seguros detrás de su padre por el camino-
nía. luminoso y recto de la verdad, aunque, hubiese que andar-
Pero Antonio, teniendo vocación, no tenía ninguna entre las rosas y las espinas de la paciencia.
gana de seguirla, y respondía redondamente que a él los Se acercó a un padre que salía del coro -el padre
conventos sólo le gustaban por fuera y que antes de meter- maestro Antonio de Valverde, lector de teología-, le su--
se fraile ... plicó que le confesara y que pidiera al prior que le reci-
-Está bien -le dijo un día Martín-, pero ten pre- biese sin dilaciones, pues había decidido no moverse de·
sente que antes de que yo me muera entrarás en mi santa allí mientras no hubiese obtenido el hábito de Santo Do-
Orden. mingo.
Esta fue la última palabra de Martín a Antonio de ¡Qué prisas después de haber esperado tanto!
Mancilla cuando el joven vino a despedirle porque se mar- Por fortuna, en el convento de Cuzco había religio--
chaba «a las Provincias de arriba». sos que h~bían conocido a Antonio cuando, de niño, fre-
Se iba en busca de algún trabajo -no sabía cuál-, cuentaba el convento de Lima, y el prior se hizo muy pron-
con tal que se distinguiera de lo que hacían los hermanos. to con los informes necesarios.
Así pasaron cuatro años. Antonio se estableció, o al- De este modo, el 23 de agosto de 1639, Antonio de-
go parecido, en la ciudad de Cuzco. Mancilla vestía el hábito de los Frailes Predicadores, a
Un sábado al mediodía le vino un deseo irresistible tiempo para que la predicción que Martín le había hecho-
de oír cantar la «Salve Regina». Entró en Santo Domingo cuatro años antes fuese exacta en su cumplimiento.
cuando los frailes terminaban Completas. Se debatía en- -Antes de que yo muera -había dicho Martín. Y el.
tre la resistencia de tantos años .a la llamada divina y aquel 23 de agosto del 39 no le quedaban tres meses de vida (9)._
deseo que le empujaba, casi a pesar suyo, a entrar allí.
Mas, dentro, en Santo Domingo, le esperaba María.
A las primeras notas de la Salve, Antonio sintió que una (9) !bid. (LXI), p. 112

130 131:
Pero la Virgen fidelísima había colaborado con él pa-
ra que no fuese vana su palabra.
Así velaba Martín sobre sus jóvenes, esperanza de
la Orden, no sólo para alejar de ellos toda insidia de mal
espiritual o físico, sino también para dilatar sus coraza~
nes en esa alegría que acompañaba al amor del bien:
«Amor del verdadero bien, lleno de alegría».

IX

«Os digo amigos porque todo lo que oí


de' mi Padre os lo he dado a conocer»
(Jn., XV, 15).

El paseo con los novicios no era para fray Martín pan


cotidiano, y no porque todos los días iba a disponer de
tantas horas como para dar un paseo, ~ino también porque
no todas sus horas de recreo las dedicaba a los novicios.
Horas de recreación, libres de toda ocuoación seria,
tenía efectivamente de vez en cuando, como era justo, a
pesar del cúmulo de oficios impuestos por la obediencia y
de las ocupaciones suplementarias que su caridad había
añadido voluntariamente.
De estas horas podía disponer como más le pluguiera.
Martín las consagraba a la amistad.
No podía no sentir la necesidad de expansionar de
vez en cuando su alma con la compañía de otra alma que
viviese al mismo nivel que la suya. Lo sentía como lo
sienten todos los que, día tras día, consumen sus energías
espirituales yn la vigilancia continua requerida por el con-
tacto con personas que siempre esperan recibir algo.
132 133
Con su prójimo de cada día -enfermos y pobres, no- do recurso material y él, huérfano a cargo de un tío, tu-
vicios y estudiantes, y hasta con los padres de su conven- vo que ganarse la vida pastoreando ovejas. . .
to- debía estar constantemente en actitud de quien da. Pero precisamente entonces, cuand_o 1~ humildad de
Cosa extraña, si se piensa que él, atendida la digni- su condición parecía mofarse de la antigua nobleza de la
dad, estaba en el peldaño más bajo de la escala. Pero la sangre, Juan comenzó a tener am!sta~es ilustres. Muchas
caridad, haciéndole, como decían los suyos, «padre de to- veces mientras apacentaba el rebano, Iba a hacerle compa-
dos», había dado a su estatura una altura muy superior a ñía San Juan. San Juan Evangelista era su patrón, y era
la corriente, lo cual le obligaba a tener que mirar siempre justo que se interesara por él.
un poco hacia abajo cada vez que tenía que tratar con su Con una compañía como ésta era realmente hermoso
prójimo, como un padre de familia en el círculo de sus mu- estar a su lado y hablar sin ceremonias; sobre todo escu-
chachos. char mientras habLaba tan bien del Amor de Dios, del
Así ocurría con Martín, que estaba siempre rodeado Buen Pastor.
de las caras que le miraban de hito en hito. De ahí que En aquella compañía pasaba~ las ~oras rápida~ente,
se considerara obligado a mirar hacia abajo. Pero lo ha- y cuando el sol, descendiendo hacia la lmea del hort~onte,
cía con suma sencillez y humildad, como quien tiene con- se hacía grande y rojo antes de desaparecer, a Juamto le
ciencia de no ser culpable si su cabeza domina la multi- parecía que el día había terminado cuando apenas _había co-
tud que le rodea, desde el momento que continúa teniendo menzado. Reunía las ovejas y las conducía al apnsco y las
los pies en el suelo. contaba: nunca le faltaba ninguna, nunca oveja alguna a
Pero es natural que también él pudiese sentir la ne- él confiada volvía herida o coja.
cesidad de encontrar, siquiera de vez en cuando, dos ojos. El discípulo predilecto iniciaba al pequeño Massias en
que se encontrase con los suyos en el mismo plano. los secretos de la amistad divina, abría como un camino en
Y la Bondad divina que provee de vestido a los li- su alma sencilla al Amor del Cordero inmaculado, y en el
rios del campo y de alimento a los pájaros del cielo, pro- surco trazado por él descendía como reluciente rayo de luz
veyó también a Martín de un alma gemela: un amigo ca- la Madre del Cordero. María bajaba del cielo y llevaba al
paz de recibir y devolver su amistad en el plano de la más huérfano la dulzura materna de la que tan pronto se vio pri-
alta perfección espiritual. vado. El valle entonces parecía transfigurado por su pre-
La escogió el Señor cuidadosamente sin atender a dis- sencia. Todo, en aquel contorno, se «engalanaba de María».
tancias de millares de millas, fijándose en una de un pue- Realmente el amor a María era en el corazón de Juan
1
blecito de la vieja España a quien condujo hasta Lima en tan antiguo como el uso de la razón y ésta había sido muy
extraña concatenación de acontecimientos. precoz: sólo tenía cinco años y ya se podía _fiar. ?e él y est~r
Juan Massias, a su llegada a Lima, tenía detrás de sí seguro de que si se hacía cargo de una obhgacion la llevana
una existencia de no muchos años, rica en muchas y varia- a feliz término.
das experiencias. Hijo de nobles, conoció desde pequeño En aquella época, más o menos, Juan comenzó a re-
la pobreza y el dolor cuando su familia vino a perder to- zar todos los días las tres partes del Rosario -una por

134 135
él, ot~a por los pec?~~res y la _terce;a por las almas del pur- de Portes llevaba en el convento del Santísimo Rosario ( 1 ).
g?t?;lO- Y. se dec1dio a. segmr as1 toda la vida. Mientras Sus horas libres las pasaba Martín muy gustosamente
v:1v1o ~e flel al propósito hecho eri la niñez y la Santí- en compañía de Juan Massias. Que fuese él a Santa María
Sima V1rgen. ~e recompensó con el don de una gran pureza Magdalena, o que fray Juan viniese al Santísimo Rosario,
y con sus v1s1tas. o que fuesen los dos juntos a Limatambo, el programa de
. Estas visitas no fueron infructuosas. Juanito bebía se, sus recreaciones era siempre el mismo. Hablaban de Dios.
d1ento las palabras y las enseñanzas de María y su amor a manifestando el uno al otro las experiencias personales y los
Ella crecía tanto, que por Ella hubiera ido hasta el fin del dones y gracias de que la Bondad divina con tanta abun-
mundo. dancia les colmaba y mutuamente se animaban a correr por
En ef:cto, un. día, después de haberle mostrado algo los caminos de Dios, como el atleta quiere a toda costa al-
de la p_atrla cele~t1al, le dijo la Virgen que le agradaría canzar el premio.
v~rle dejar su patna, pasar el océano y comenzar una nueva Hablaban sobre todo del común gran Amigo, en cuvo
v1da, por su amor, en el nuevo mundo. nombre el vínculo de la caridad fraterna unía a uno y otro
Entonces Juan entregó las ovejas a su tía y se embarcó. en una amistad santa, de Aquel que en el momento de dar
. Al otro lado del Atlántico se dedicó a distintos ofi- a los suyos la prueba suprema del amor les había llamado
cios, yendo muchas vece~ de un lugar a otro, hasta que, amigos porque su muerte .les libraba de la condición sen~il
atravesando todo el contmente, llegó a orillas del Pacífi- de pecador. Reavivaban juntamente el recuerdo del inmen-
co y entró en Lima. so amor que había tenido abrazándose con la dura Pasión
Su largo viaje había terminado, pero aún no daba con para hacer. de los hombres y de los siervos, amigos e hijos.
la meta ..E?contró trabajo en casa de un rico propietario, co- . ·se verificaba entonces, para ellos, lo que Santa Catalina es-
mo adm1mstrador y pastor, su antiguo oficio. Yendo a pas- 1 cribía al prior de los Benedictinos de Cervaia: «Abriendo
tar el ~anado,. se reanudaron los coloquios con San Juan, los ojos de la inteligencia y mirando en sí la inestimable bon-
Y Mass1as conf1aba que por medio de él conocería la volun- dad y caridad de Dios, parécenle las penas tan dulces y sua-
tad de Dfos. Y así fue después de los dos años y medio de ves, que no parece se pueda gozar de otras cosas; y siempre
aquella v1da. piensa de qué modo podrá soportar penas por amor de su
, r:idió al patrón que le diera todo lo que le correspon- odio». Y lo que decía a la beata Clara Gambacorti: «Po-
dia, ,solo con el fin de dar limosnas a los pobres. Se pre- niendo y deteniendo el corazón y la mente ~n Cristo Crucifi-
sento en el convento de los Dominicos de Santa María Mag- cado ... te enamorarás de las penas para conformarte con
dalena y llorando suplicó con fe se le admitiera entre los Cristo crucificado» (2).
~ermanos le~os. Obtenido el hábito religioso, comenzó a
Le~~r una v1~a que, en el amor a la oración y a Ja mortifi- (1) Anónimo.~Vida del Beato Juan Massias, pp. 1-13,
caclOn, en la magotable caridad para con el prójimo en los Roma, 1873; Kearns op. cit. p. 105 y sig.; y también Brev.
dones preternaturales de los milagros, de los éxtasi~, de la dom. día 18 de septiembre. Según Kearns, el patrono de Mas-
sias hubiera sido San Juan Bautista.
profec1a, era una perfecta copia de la vida que fray Martín (2) Cart. 246 y 194.

136
137
«Por amor del odio», esto es por el odio debido a la guardar el orden de la c~ridad, que los si_ervos de Dios usen
pr?pia miseria y avivado por el recuerdo de las ofensas que y se comuniquen entre s1 la luz, las gracias y los dones qu_e
e?'~gen reparación, pero también y sobre todo por la nece- reciben de Dios; y para que se vea que _1~ luz >:" 1~ J?agruft-
swad de pagar el amor con su misma moneda: «por amor (:encia de la misma dulce Verdad se maruflesta mfmtta ... , y
del am~r»; por este doble objeto ofrecido al amor, Juan p~ra que descendamos a conocer la luz y la gracia de Dios en
y Martm cerraban sus santas conversaciones flagelándose los siervos de Dios. El nos los presenta como fuentes que
hasta la sangre.
tienen aguas diversas y aparecen en esta yid~ para que ellos
Pero es de notar que las penitencias de los días festi- mismos la tengan y para consuelo y refngeno de los otros
vos revestían un carácter muy distinto y del carácter de los
ejercicios penitenciales que diariamente se aplicaban.
siervos de Dios que tienen sed de bebe_r estas aguas, es 4e-
cir , de muchos dones y gracias que D10s pone en sus sier-
Daba. a éstos un tono estrictamente austero y penoso VOS» (5). .
el pensamiento predominante de la expiación y reparación. Esto precisamente ocurría en las recreac10nes de Mar-
Pero la penitencia de los días de fiesta asumía en tín y de sus amigos: participando mutuamente de los dones
Martín y su santo amigo un tono de gozosa exultación: era el <le Dios, admiraban y alababan al Dador, y reforzaban los
alimento ofrecido a la llama del amor para que brillase más
fundamentos de su humildad.
claramente. En las fiestas solemnes Martín usaba cilicios
Efectivamente es éste, según Santa Catalina, uno de
que le bajaban hasta las rodillas, y ceñía tan estrechamen-
te sus cadenas de hierro, que a duras penas podía andar de- los más importantes deberes de la caridad fra~erna: «9-ue
nos humillemos en reconocer la luz y la gracia de Dtos,
recho. Era el don del amigo al amigo, y Martín lo ofrecía
a su Señor con plena alegría (3 ). · en sus siervos». La caridad realiza aquí una función tan-
to más necesaria cuanto más en alto, por encima del ni-
Además del bienaventurado Juan Massias, tenía Martín
vel coll11ln, se eleva un alma. Es hermoso subir a lo alto, pe-
un amigo queridísimo en un religioso franciscano cuyo nom-
ro el sentirse aislado, como apartados del rest~ de los ~om­
bre no se sabe. También con él Martín se entretenía de
bres, puede dar vértigos e insinuar la tentaciÓn de 1n:1rar,
vez en cuando, en santas conversaciones y en obras de peni-
desde la cima al fondo, a la gran masa que no sabe ale¡arse
tencia, bajo la mirada de un Crucifijo colocado en el tronco
de un árbol del claustro de los Franciscanos (4 ). del camino real.
La caridad no consiste sólo en dar, sino también en En una comunidad religiosa este peligro del aislamien-
saber recibir, especialmennte si se trata de la caridad en el to es muy reducido. Se sabe que todos están allí para .~n
campo del espíritu. Santa Catalina lo expresaba con mucha mismo fin, para subir a lo alto, y no se puede saber _q:'uen
claridad escribiendo al abad de San Antonio: « ... es de ne- va a· la cabeza y quién a la cola, porque el progreso espmtual
cesidad para manifestar la magnificencia de Dios y para escapa en gran parte al control del ojo humano. Pero de .t?-
dos modos una comunidad es algo así como una gran famiha
(3) Ad novas (XII), p. 88 y Proceso 1660 (XXXI), ce. de· muchos hijos en la que uno tiene actitud para una cosa
229-23.0
( 4) Kearns op. cit. p. 109
(5) Cart. 250
138
139
Y otro para otra, y los caracteres en su diversidad se com- lleno de vigor, su misma virilidad le pareciese debilidad co-
pletan Y se funden armónicamente, porque el más fuerte se tejándola con la fortaleza indómita de la pequeña Rosa; así
alegra. de poder ayudar y el menos hábil se alegra de que ha- como a San Gregario el pensamiento de las. jovencísimas
ya qwen le ayude y, de ese modo, nadie se cree un super- vírgenes y mártires de los primeros siglos cristianos le suge-
hombre. rían pensamientos de humildad: «Quid ... nos barbati et de-
Y cuando nadie se cree un superhombre, queda a sal- hiles dicimus, qui ire ad regna caelestia puellas per ferrum
vo la humildad, y con la humildad la caridad. videmus ... » (6).
La Providencia divina le dio a Martín, que tales al, Martín estaba en buena compañía, entre tantas al.
turas h~hía ganado, la compañía de algunas otras almas mas privilegiadas que no temían lanzarse hacia las más al-
de su mtsmo temple, que le preservaron de vértigos. tas cumbres .
. . No tenía, treinta a?os ~uando moría el Arzobispo To- Pero otra alma, aun sin llegar a tanto, permaneció fiel-
rtbw, que habta de ser mscnto en el catálogo de los santos. mente siempre cerca de él, dispuesta a recoger la mínima
Acababa de cumplir los treinta cuando otro santo ce- señal de sus ojos y hacer lo posible por realizar el más in-
r~aba los ojos en Lima; Francisco Solano, hijo de San Fran- significante de sus anhelos. Fue su hermana Juana.
ctsco de Asís y prodigioso apóstol del Nuevo Mundo. Juana de Porres se había casado y vivía a las afueras
Y no había alcanzado los cuarenta cuando el año 1617 de Lima, casi en el campo. Cuando la facilidad de Mar-
la pe9-ueña Rosa de Santa María cerraba su breve existencia tín en ceder su cama a los enfermos o heridos que encontra-
angehcal. ba por el camino fue juzgada excesiva y los superiores le
. Martín no pudo menos de conocer a la santa tercia- prohibieron introducir gente extraña en el convento, Mar-
na que frecuentaba la iglesia del Ro_sario y tenía por di- tín pidió a su hermana que hospedara a sus protegidos.
recto! ~1 padre Juan de Lorenzana, el mismo que, como Extraña petición para una esposa joven que arriesgaba
provmctal, lo había recibido en la Orden. No pudo ig- ver su casa transformada en un hospitalillo de casos gra-
norar el triunfo tributado a la santa en el momento de la ves y urgentes. La prudencia hubiera acaso aconsejado ne-
muerte, cuando pareció que toda la población de Lima se garse a ello. Juana, en cambio, lo admitió. Se mostró digna
volcaba en la casa donde el alma de la virgen pura y fuerte hermana de Martín. Fue; en cierto sentido, más heroica que
había respondido a la llamada del Esposo, y cuando la enor- él, porque se puso en peligro de malhumorar al marido de
me multi.tud acompañó su cuerpo a la iglesia de los Herma- introducir en casa gérmenes de enfermedades para los hi-
no,s Predtcadores. Probablemente estuvo presente, dos añós . jos ... Cerró los ojos y con un gran acto de confianza en la
mas tarde, a la exhumación y traslado de los restos de San- divina Providencia, cumplió la palabra dada a su santo her-
ta Rosa, y respir,ó .el perfume d~ aquel cuerpo incorrupto, mano.
de aquel vaso fragtl en que la vtrgen de Lima había ejer- Y su confianza mostró ser de tan buena ley que por
citado :viril~ente la morti~cació~ y la caridad con el próji- haber hecho de su casa la sucursal del socorro urgente de
mo, baJo el tmpulso del mas ardtente amor de Dios.
Y es probable que entonces a él, hombre ya maduro y (6) S. Gregorii Papae - Homil. XI in evang.

140 141
Martín, ningún mal sobrevino jamás, ni a ella ni a su fa- Martín para seguir todos sus discursos mientras venía paso
milia (7). a paso por el camino polvoriento?
J
Martín, naturalmente, velaba. Velaba sobre los suyos Y, si bien se observaban, no era esto lo, más extraño.
sin que nadie lo advirtiera. Lo que verdaderamente no lograban comprender era cómo
Un día la serenidad de la familia estuvo amenazada el argumento de la discusión, tan fiel y claramente expues-
por una discusión funesta entre mujer y marido sin se- to, perdiera, en su misma enunciación, toda fuerza, se ener-
ñales de llegar a un acuerdo pacífico. Esta discusión se vase, algo así como la vela del mástil cuando deja de so-
había encendido en una sencilla reunión de familia en plar el viento que la infla.
l~_casa del ca~po don~e Juana yivía con el marido y' los Hechas las paces, la familia hizo honor a las provisio-
runos; los parientes verudos de Lima, en vista del mal cariz nes que Martín iba sacando de la famosa espuerta mientras
de la situación, pensaron que lo mejor sería dejarles so- la conversación siguió un buen rato en la más serena in-
los y se pusieron a ensillar las mulas. timidad.
Mar~í?, en cambio, pensó que lo mejor sería hablar Entrada la noche, Martín dijo a la hermana que no se
a los pleltlstas y persuadirles de la fatuidad de su discor- preocuparan de él, porque tenía adonde ir a dormir, y a la
dia. Así pues se presentó de sopetón, con un bastón en la mañana, muy temprano, antes de emprender el camino de
mano y una cesta al brazo llena de cosas buenas: una ho- vuelta a Lima, fue a despedirla y a asegurarle que la paz
gaza de hermosa flor de harina, frutas y vino. duraría (8).
-¡La paz de Dios sea con vosotrosf -exclamó ale- Poco después de este hecho Juana tuvo ocasión de ir
gremente, como si ni siquiera se hubiese dado cuenta de a la ciudad y encontrando a uno de los hermanos que tra-
la tensión que paralizaba el buen humor de la compañía-. bajaban con Martín en la enfermería, sintió la ne\esidad
¡Hay que andar para llegar hasta aquí! Pero he traído al- de contarle lo que había hecho aquel santo hombre de su
guna cosill~ de comer; vamos, pues, a merendar juntos. hermano para restablecer la paz en su propia casa.
Des~nJaezaron las mulas y las llevaron de nuevo a pa- -Pero, ¿qué dice, señora? -le interrumpió el herma-
cer la hierba del prado. Grandes y pequeños formaron un no enfermero-. La tarde y la noche de que habla, Martín
círculo en torno al fraile y a su cesta. Pero la nube de la no se movió de la enfermería: teníamos algunos enfermos
discordia aún no se había disipado: los rostros seguían. que reclamaban asistencia y estuvimos ayudándoles mutua-
hoscos. mente entre Martín y yo, como siempre.
-Ya. sé por qué tenéis las caras largas -dijo Mar- De nuevo el Poder divino había dotado a Martín del
tín,. y concisa y exactamente expuso el tema de aquella dis- don de la bilocación para llevar el auxilio de la caridad
cusion. donde había necesidad (9).
Los suyos le miraban asombrados: casi era precisamen- Martín supo encontrar el modo de socorrer material-
te, con pelos y señales. Pero, ¿cómo se había arreglado
(8) Ad' novas (XXXVI), p. 75 y 113
(7) Gaffney op. cit. p. 31 (9) Proceso 1660 (XXXVII), ce. 293-5

142 143
mente al prójim? con esplendidez verdaderamente prodigio-
sa. N~ menos digna .de nota fue la expansión espiritual de
su candad en la amistad, en esa forma de amistad que es
colabo~~ción en la ascensió~ espiritual y un anticipo de la
comumon gozosa de cada bienaventurado en los méritos de
los otros,
«que mucho más que cuanto se dice
posee cada uno del bien XII
y de la caridad que arde en el claustro» (10).

«Como yo os he amado, así amaos mutua-


mente» (Jn., XIII, 34 ).

A la hora de la comida Martín estaba siempre inquie-


to. Parecía abandonarle su calma proverbial. En su modo
de obrar se adivinaba una extraña agitación, una especie
de impaciencia.
Era porque en aquella hora los pobres comenzaban a
reunirse en la puerta del convento y parecía que Martín les
oía venir. Mientras no estuviera en medio de ellos no te-
nía paz.
Martín recorría el refectorio con un vaso y una olla,
para recoger todo aquello que fuese posible. Su ración
iba a terminar siempre a los pobres. Martín se contentaba
con pan y agua. Pero a los demás había que tratarles bien.
. Cuando se llenaban la taza y la olla, o por lo menos
había recogido lo que había quedado disponible, Martín
iba a la cocina de la enfermería, donde le esperaba su clien-
tela. Una clientela varia y abigarrada: españoles y negros,
indios y mulatos, sanos y enfermos y hasta perros y gatos.
(10) Purg. XV, 56 sig.
Y, como si fuera poco, una larga fila de ollas de los pobres
144 6. - San Martín. 145
de la vecindad, de los que no podían moverse, traídas por ·.. ha del número. El solo hecho de estar entre sus hermanos
algún alma buena ( 1). pobres alegraba su corazón. Toda sombra de inquietud de-
¡Pero además de taza y olla se habría necesitado un saparecía: Martín volvía a ser el mismo. Abarcaba con su
carro de sopa para contentar a todos! mirada a aquella multitud y se sonreía. La saludaba con
¡:
i' Martín no se asustaba fácilmente. su saludo habitual: Ia salvación, y nada más; procuremos
1

j:
Un miércoles, día de abstinencia para el convento, Mar- salvarnos y aprovechémonos de la sangre de Jesucristo.
¡'
1
tín preparaba algo para sus pobres en el refectorio de los Antes de repartir el alimento, lo bendecía, diciendo
enfermos, ya que éstos, no encontrándose bien, estaban dis- sencillamente: -¡Dios nos lo aumente por su infinita mi-
l'! pensados de la abstinencia. Precisamente aquel día los re- sericordia! -y comenzaba a llenar las tazas, las escudillas
ligiosos que tenían que comer en este refectorio eran mu- y las ollas. Francisco de Santa Fe, que iba muchas veces y
chos más de los que había previsto fray Sebastián, el enfer- con mucho gusto a echarle una mano en aquellas ocasio-
mero menor al que tocaba proveer de comida a los enfer- nes, se fijaba en la cantidad de potaje de la olla. No había
li10s. Martín llegó ert un níal momento, precisamente cuap.- ya más que para cuatro porciones, a lo sumo para seis ... y
do fray Sebastián estaba todo engolfado. en el difícil pro- los pobres continuaban llegando y Martín seguía echando
blema de dividir una pequeña cantidad de alimento en mu- potaje, hasta que hubo llenado la olla del último pobre. Al
chas porciones, y porciones que no resultaran invisibles en fin todos habían tenido abundantemente «y todos quedaron
el plato. contentos, hasta los gatos y los perros», hace notar fray
-No es posible coger nada para los pobres -dijo Fernando de Áragones (3 ).
fray Sebastián--: no me basta ni para el refectorio. Y con- · ¿Y cómo hubiera podido ser de otro modo si Martín,
l. tinuaba dividiendo y subdividiendo sus raciones con aire después de haber sacrificado su comida, llamaba en su ayu-
ji
de quien sabe que·· se está emQ.eñando en una empresa de- da las riquezas infinitas de la Misericordia divina?
sesperada. :Oifícil es decir cuántos eran lqs pobres que habitual-
l.. -¡Ea, hermano! -dijo Martín, compadecido al mis- mente. recibían la comida en el convento del Santísimo Ro-
11
mo tiempo que un poco divertido por las dificultades de sario de manos de Martín. El bienaventurado Juan Mas-
fray Sebastián-, no hay .que desanimarse ni entristecerse sias, en la portería de Santa María Magdalena, la daba a
1
por tan poca cosa: Dios, que sustenta al mundo, proveerá. unos doscientos todos los días.
Le quitó el cucharón de las manos y continuó él haciendo Si, una vez satisfecha la necesidad de los pobres, vol-
1
las reparticiones. Hubo para todos y las porciones fueron vía Martín a su calma rio es porque aflojara su caridad.
1
abundantes. Y aún quedó mucho para los pobres (2). Continuaba imaginando grandes proyectos. Desde el um-
i Cuando Martín se hallaba delante de la multitud de bral de su convento, Martín lanzaba su mirada a lo lejos.
sus clientes, con su buena olla y su taza, no se amedrenta- Las necesidades de sus hermanos le reclamaban fuera · e
iba.
( 1) Ad novas XII p. 48 y (VI), p. 49.
(2) . !bid. (XXIII), p. 50 (3) !bid. (XIX), p. 50; (LV),, p; .51 y (XII), p. 48.

146
1

En el Callao, puerto de Lima, había un destacamen- Típico, entre otros, es el caso de Juan Vázquez. Tí-
to de soldados a los que nadie proveía, por lo que pasaban pico de la inteligente caridad de Martín, que no se conten-
hambre. Martín pensó que no era justo dejarles morir de taba con dar, en el momento de la necesidad lo indispen-
hambre. Cada dos días hacía el recorrido entre Lima y el sable para seguir adelante lo mejor posible, sino que que-
Callao -cinco millas a la ida y otras tantas a la vuelta- ría poner al pobre de hoy en condiciones de librarse con
bajo el peso de las provisiones, con la molestia del sol y su trabajo las preocupaciones de mañana.
ccn el polvo del camino, y así continuó mientras fue nece- Martín encontró a Juan Vázquez en el «cemente.rio»
sario, durante algunos meses (4 ). del convento del SS. Rosario un día del 1635, y se fijó en
Hoy parece bastante extraño que un pelotón de solda- él entre los demás inmigrados porque era muy joven y
dos tenga que correr el riesgo de quedarse en ayunas sino muy pobre. Tenía unos catorce años,. y le faltaba hasta la
es por la caridad de una hermano lego. Pero no era tan ex- camisa.
wiño en el Perú del siglo dieciséis al diecisiete. Todo esta- ~¿De dónde eres? -le dijo Martín.
iba aún por hacer. La sociedad del Nuevo Mundo era algo De la ciudad de Jerez de los Caballeros, provincia
así como una capa de lava aún en movimiento por las pen- de Extremadura, reinos de España -respondió Juan sin
dientes del monte: una masa informe que necesita mucho entusiasmo. Quién sabe cuántas veces, desde el día en que
tiempo para modelarse en forma estable. La normalización marchó, había repetido esa letanía. Pero, ¿de qué le ha-
apresurada que había seguido a la conquista dejaba aún bía servido?
abiertas muchas lagunas. La vida en los Reinos del Mar -,-¿Sabes algún oficio?
Océano estaba llena de incógnitas y los que, abandonando -No.
la patria hicieron frente a los riesgos, eran a veces hombres -Entonces, ven conmigo.
sin escrúpulos. Faltando una organización del movimiento Juan quedó asombradísimo de ver que aquel herma-
inmigratorio, los más fuertes o los más prepotentes aca- no pensara ayudarle.
paraban las fuentes de la riqueza, mientras que los más dé- Martín le llevó a su celda, hizo que se pusiera una ca-
biles y los más tímidos, después de haber superado no in- misa limpia, le dio de comer «apenándose muchísimo», ha-
sensiblemente la aventura de la travesía, quedaban en la ce notar el mismo Juan, de verle en tanta miseria y a tan
miseria por no haber sabido encontrar manera de vivir en corta edad. Cuando se hubo repuesto un poco, le dijo Mar-
la nueva patria. tín que para comer y dormir podía volver allí, donde él,
Martín ayudó en su llegada a muchos de estos inmi- todos los días, pero que tenía que pensar en escoger un
grados que no acertaban a salir de dificultades por sí so- oficio en seguida para ganarse la vida.
los. Les hospedaba provisionalmente en la enfermería, iba Juan aceptó muy agradecido el ofrecimiento de la
.en busca de trabajo para ellos, y sólo cuando había encon- cama y la' comida porque en Lima no tenía a nadie que
trado algo a propósito, les dejaba ir (5). le apoyara. Pero en cuanto al oficio lo mismo era uno que
( 4) Kearns op. cit. p. 41 otro para él, que no sabía a dónde volverse para poder
(5) Ad novas (VIn, p. 56 aprenderlo.

i48 149
-Lo ·compr~ndo -dijo Martín-; será necesario que hacer resaltar, a los ojos de sus asistidos, que hoy" se· cam-
lo piense yo. biaban los papeles, que él, hijo de la raza negra tan: des-
Martín era «maestro barbero». Teniendo que prepa- preciada, abastecía con medios de vida a ' los orgullosos
rar en algún oficio a Juan era natural que le enseñase blancos.
el suyo. Efectivamente, le dio varias lecciones de teoría, Si San Martín hubiese sido .menos santo, hubiera he-
y para la práctica, puso en sus manos su misma cabeza, cho una cosa de pésimo gusto, una de esas cosas que sa"
autorizándole a que cortara la barba y el pelo (6 ). ben a reivindicación y a lucha de clases.
Pero cuando Juan dominó su oficio ya no quiso dejar Martín no tenía nada que reivindicar. Reconocía en
a Martín. La bondad del hermano negro le había conquis- la diversidad de fortunas una manifestación . de la Provi-
tado; por eso le rogó que le tuviera como ayudante suyo. dencia de Dios, y amaba a todas las almas,' sin i:estriccio·
Martín quedó satisfecho con la propuesta. Sus obras nes, en la caridad de Dios. Por eso, en la delicadeza suge-
de caridad se habían multiplicado ·y extendido y la ayuda rida por la caridad, disimuló su persona detrás de la perso-
de un muchacho como Juan, desenvuelto y serio, le sería na de Juan Vázquez y sus ayudás a las familias quet ha.:
muy útil.· Y Juan supo merecerse la, conf~anza de Martín bían conocido el poder y el desahogo pasaron por las roa.:
que le confió uno de los sectores mas dehcados de su ca- nos blancas del joven español.
ridad, la asistencia de la familias venidas a menos. Fueron limosnas en dinero -dos o cuatro, seis u
Martín tenía una gran lista de esos pobres que en ocho, o hasta veinte reales por familia cada semana- y
un tiempo habían gozado de bienestar para terminar aho- además víveres y vestidos y velas. Todos los jueves, duran.:
ra pidiendo una limosna, y a los que el recuerdo de una te dos años y medio, Juan Vázquez visitó las familias so-
vida cómoda hacía más dura la miseria. corridas por Martín (7).
Viudas o huérfanos, la mayor parte de los caballeros Otro género de necesidades que atraía la compasión
españoles que habían desempeñado cargos impor.tantes en del hermano negro eran los encarcelados. Y realmente,
la milicia y en el gobierno, conservaban muy v1vo en el en aquel tiempo el que caía en manos de la justicia, cual-
alma el orgullo de conquistadores y dominadores para po- quiera que fuera su delito, era digno de compasión.
der rebajarse a pedir en público. Preferían vegetar en la También a las cárceles iba Martín periódicamente.
oscuridad antes que atraer las miradas sobre su estado ac- Llevaba comida y vestidos, pero sobre todo trataba de
tual, aunque juntamente con las miradas del público hu- ayudar a aquellas almas, asidas al mal y a sus consecuen-
biesen podido esperar obtener algún socorro. cias, a volver a encontrar el camino de la verdadera li-
A estos pobres que no pedían nada había que darles bertad, de la libertad del pecado.
en secreto, silenciosamente. Una vez, casi al final de su visita, se dio cuenta de
Si San Martín hubiese sido menos santo, y por con- que se le habían terminado las provisiones y que queda-
siguiente, menos humilde, hubiera podido complacerse en ban dos prisioneros sin haber recibido nada.
(7) Ad novas (XXX y sig), p. 51 y 52. Proc. 1660
(6) Proceso 1660 (XXXI), ce. 221-22 (XXI), ce..223-4

150 151
~Vuelvo al momento -dijo a los dos prisioneros. h~mbres, los cuales, perseguidos por los guardias; buscaban
Salió y al primer ropavejero que encontró por el ca- as1lo e~ la celda de Martín. Pero el oficial de la Justicia y
mino empeñó su sombrero, su viejo sombrero desteñido sus esb1rros llamaron a la puerta de la celda para realizar un
por el sol y desformado por la lluvia. ¿Qué podrían darle registro. Los dos bribones ~pables o inocentes- tiem•
por semejante joya? Algunas perras con las que apenas blan en un rincón. Si entraban los esbirros no habría salva-
podí~, compr~r un poco de pan. Martín compró el pan y ción. ¡Con tal que Martín no abriera la puerta!
volv10 a la carcel a consolar a sus amigos ( 8 ). Martín se pone en oración y hace· orar también a los
Uno de éstos, el español Juan González, le suplicó f':lgitivos ..Luego abre la puerta y deja entrar. a los guar-
un día que rogase por él porque había sido condenado a dias. ¿Quieren ver qué hay en la habitación? Que miren
muerte y el pensamiento de presentarse al juicio de Dios si quieren. Los esbirros no esperan que se lo digan dos ve:
le daba miedo. Martín, vuelto al convento, se puso a orar y ces. flan visto a los dos malhechores correr velozmente ha-
un poco más tarde mandó decir a Juan que estuviese tran- cia el convento, y ¿quién podía haberlos acogido si no
quilo, que no sería condenado. Pero llegado el día los Martín? Lo echan todo al aire: levantan las mantas de la
guardias fueron por él a la cárcel y le llevaron al lugar enfermería, remueven los muebles.
del suplicio. Mientras se acercaba a la horca entre los , ~os perseguidos sienten que les tocan y creen llegada
insultos de la multitud, el pobrecillo se pregu~taba cómo su ultima hora. Pero los guardias no palpan más que man-
Martín había podido engañarse y engañarle de aquella ma- tas y muebles y se marchan, pidiendo escusas por el atre-
nera. Precisamente cuando el verdugo se preparaba a pa- vimiento (10).
sa;le al cuell.o el. lazo,. apareció en el balcón del palacio del Más que a malhechores buscados por la guardia la
V1rrey una figurita agitando un pañuelo blanco. Era la Con- celda de Martín acogió muchas veces a pobres enfermos
desa de Chinchón, la mujer del Virrey, que, haciendo uso abandonados o, aún más frecuentemente, a heridos encon-
de un privilegio suyo, indultaba al condenado. t~ados en las calles a causa de riñas o venganzas Q agre-
Juan González se vio libre, con gran incertidumbre de siones. Dos o tres de estos heridos o enfermos se encontra-
su porvenir. No tenía dinero y el haber estado en la cárcel no' ban casi siempre en su habitación, es decir, en el guarda-
le servía de recomendación para encontrar trabajo. Martín . rropas de la enfermería, en plan de curación. No en su ca-
pensó en todo. Le encaminó a ganarse la vida, le proveyó de ma de tableros, se entiende, sino en camas buenas, con col-
las cosas más necesarias, y le dio treinta reales para los pri- chón y almohadas y sábanas y alimento sano y substancioso
meros gastos (9). que les ayudase a recobrar las fuerzas, teniendo en cuenta
Ciertamente, es cosa hermosa escapar de las garras sus gustos y deseos o caprichos (11).
de la justicia cuando parece que ya no hay esperanza. Pero Pero alguno no veía con buenos ojos esa especie de so~
es aún mejor evitar el caer en sus manos. Así pensaban dos corro rápido dentro de los muros del convento. Quizás

(8) Gaffney op. cit. p. 34 (10) Ibid. p. 123; Vida p. 89


(9) Kearns op. cit. p. 50-51 (11) · Ad novas (V); p. 48 y (II), p. 57

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el hermano gruñia porque había que lavar muchas sába- categórica del mismo prior obligaba a hacer el traslado a
nas. Ciertamente, no era cosa muy regular llevar al con- toda prisa. .
vento a toda clase de gente. Los superiores por algún tiem~ Menos mal que Martín había tenido tiempo para cu-
po dejaban correr las cosas. Mientras tanto se iba con- rar y vendar la herida, y que, sabedor de la sentencia de
densando un pequeño temporal, y un día estalló el rayo: «expulsión» pendiente sobre el albergado, había pedido al
había que desalojar de la enfermería a todos aquellos en- Señor que, de tener que sacarle del convento, por lo menos
fermos. " le curara rápidamente.
Entonces fue cuando Martín pensó pedir ayuda a su En efecto, al día siguiente, cuando de Rivero fue a
hermana. Juana se avino a ello y Martín trasladó a su casa visitar al indio, le encontró sano y fuerte como si no hu-
el hospitalillo de sus pobres. biese perdido una gota de sangre y, quitándole las ven"
La casa de Juana distaba del convento poco más de das, vio que de la herida no quedaba sino una tenue ci-
dos kilómetros, pero como se cargaba la incomodidad de catriz color de rosa.
ir y venir, Martín no pensaba que la distancia fuese un Martín se ganó una penitencia y la sufrió en santa paz.
gran inconveniente. En casa de Juana los enfermos goza- Algún día más tarde, el prior tuvo necesidad de él y
ban de quietud y aire puro del campo que ayudaban a la le llamó. Martín se aprovechó de la ocasión para suplicar al
convalecencia, y él iba todos los días a visitarles y a cu- superior que le dispensara el desaire de aquel día. ¿Y cómo
rarles. Si acaso alguna vez no podía ir él, enviaba a su·· Martín -preguntó el padre prior- pudo desobedecer a una
viejo maestro Marcelo de Rivero, que se ofrecía de muy orden precisa?
buena gana a hacerlo. Martín le explicó lo ocurrido: cómo la urgencia y
Una tarde, a pocos pasos de la puerta del convento, la gravedad del caso le había obligado a presumir su con-
Martín encontró a un indio herido de una puñalada y que sentimiento. En otros términos, juzgó que el precepto de
se iba en sangre. Era muy tarde para ir hasta la casa de Jua~ la caridad era antes que el precepto de la obediencia. Y
na y el herido se hubiera muerto antes de llegar allá: tenía rogaba al superior que le dijese si estaba equivocado al
un hilo de vida. De Rivero no estaba. ¿Qué hacer? juzgar así para saber cómo conducirse otra vez.
Entonces, consideradas todas las circunstancias, pen- El prior guardó silencio. La cosa no se la había presen-
só Martín que la urgencia del peligro en que se encontra- tado de ese modo el hermano que había ido a quejarse. Sen~
ba el indio, justificaría por . una vez una excepción a la re- tía haberle escuchado y haber obrado bajo la impresión de
gla general, y llevó al indio a su celda, como acostum- sus palabras, obligando a Martín a que despidiera al mo-
braba hacer antes de la prohibición, con la intención de . mento al herido y dándole un castigo inmerecido. ·
llevarle a casa de Juana al día siguiente. -Juzgaste bien, hermano -le dijo al fin-; conti-
Pero uno de los acostumbrados celosos fue derecha- núa haciéndolo así (12).
mente donde el prior a decirle que Martín no se preocu- Las miserias del prójimo llamaban· a Martín fuera
paba de las disposiciones dadas por él y que volvía a al-
bergar enfermos en su celda, y de allí a poco, una orden (12) Gaffrrey op. cit. pp. 31.32; Ad novils .pp. 130-31

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1

de su convento y le atraian poco a poco a la corriente' de por lo menos de la sociedad de su tiempo- un delincuente
la vida ciudadana. Las primeras batallas las babia tenido puede ser, ni más ni menos, un individuo que molesta a
dentro de los muros del claustro, en alivio de los hermanos, los demás y que por Jin termina justamente con ser priva~
y babia sido una preparación para una obra más basta. Co- do de la libertad, desde el punto de vista éristiano un de-
mo a Santa Catalina, el Señor, después de haber hecho a lincuente es un hombre que ha hecho estéril el fin de su vi-
Martin don de su presencia en el secreto de la celda, se pre- da porque no ha actuado la perfección de su ser que le
sentaba ahora en el umbral para invitarle a salir. habria hecho digno, a los ojos de Dios, de recibir dones su-
Se presentaba en la persona de los pobres. periores a los de las demás criaturas que hay en el mundo.
Los que pedian el potage a la puerta del convento ha- ¡Triste suerte, como una promesa incumplida, como
blaban, con su aspecto, de las miserias sin fin de la ciu- una flecha que se lanza y no llega al blanco!
dad joven y rica. Los enfermos abandonados sin asisten- Esta tristeza gravitaba sobre el alma de Martin de
cia en sus chozas; las victimas de la violencia a lo largo un modo insoportable. No podia tolerar el pensamiento
de los caminos; las victimas de la fortuna, en una peim- de que hombres como él, capaces de vivir como él en el
ria oscura, incurable por la vergüenza; los prisioneros en mundo tan luminoso y festivo de la gracia de Dios, tu-
las sucias cárceles ... vieran que permanecer muy alejados de él, tan alejados
Pero una categoria especial atraia de particular ma- que ni siquiera sospecharan su existencia. No podia tolerar
nera la caridad de Martin: la de los niños huérfanos o el pensamiento de las almas que quedan fuera del ban-
abandonados. quete, en las tinieblas exteriores, en el hielo del pecado.
Martin babia aprendido en los primeros años de su Sabia muy bien que sin la Providencia que le había
vida lo que para un niño quiere decir no tener una fami- tendido la mano desde sus primeros pasos, también él hu~
lia, verse obligado a depender de la ayuda de Jos de fuera, biera podido ser uno de ellos.
ser tratado sin cariño, sentirse a duras penas tolerado. Sabia que la Providencia se sirve de los hombres co-
Niños sin familia babia muchos por las calles de Lima mo medios para sus altisimos fines.
y vivian como podian. Las autoridades hubieran debido preo- Comprendió que era él el instrumento escogido por la
cuparse, porque se podia estar cierto de que aquellos rapa- Providencia para abrir a los pequeños abandonados de Lima,
zuelos, una vez hechos hombres, darian mucho qué hacer. el camino a la casa del Padre que está en los cielos.
Pero de hecho no se cuidaban de ellos. Una vez comprendido todo esto, no podía menos de
En aquella época no se hablaba, como hoy, de pro- poner manos a la obra.
blemas sociales. No obstante Martin babia estudiado las Era un trabajo muy distinto del que había ocupado
cuestiones sociales. Pero para Martin era claro, como dos :a Martín hasta aquel momento.
y dos son cuatro, que aquellos niños abandonados a si mis- No se trata ya de una asistencia suelta, de ayudas
mos nunca hubieran conocido la felicidad de amar al Se- distribuidas a pobres que iban y venían, de visitas a do-
ñor, de vivir en Su amistad. Pronto o tarde vendrian a ser micilio, de recoger a lo más a dos o tres enfermos para un
delincuentes. Y si, desde el punto de vista de la sociedad -o breve periodo de tiempo. Era necesario quitar de las calles

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1

1 '
1.

un número notable de niños y niñas, y educarlos: es decir Ahora bien, el amor que nos tenemos a nosotros mis-
asistirles de una manera estable por largo tiempo, y poner- mos es el más tenaz. No renunciemos nunca, no ~podemos
les en condiciones de afrontar la vida. Hacer en suma un renunciar, a querer nuestro bien. En nuestro camino lo-
colegio para los niños huérfanos y abando~ados. ' gramos superar obstáculos que, en tratándose del projimo,
Hoy a nosotros nos parece lo más natural del mun- nos parecería diez o veinte veces superiores a nuestras fuer-
do. Entonces no debía ser tan sencillo, toda vez que ni la zas. Por esó en el Evangelio se nos pide respecto del próji-
autoridad gubernativa ni la eclesiástica se hallabah dispues- mo que le amemos como a nosotros mismos.
tas a tomar sobre sí carga semejante. Martín habló del caso De Martín se podría decir con entera verdad que
a una y otra, pero no encontró entusiasmo alguno. Antes a amaba al prójimo como a sí mismo, porque no hubiera
juicio de ellos, tal empresa era una cosa extravagante .. En podido poner para sí un interés mayor que el que ponía
cuanto a las autoridades de la Orden, realmente no había por el bien del prójimo. Por lo menos en lo tocante al
que esperar que llevaran ellas a término el colegio dada bienestar físico, Martín no consumía para sí ni una pe-
la estrechez en que se encontraban. Todo lo que podían ha- queña fracción de las energías que prodigaba en servicio
cer era autorizar a Martín a que buscara fondos, pero de del prójimo. Pero todo lo que hacía por el prójimo lo ha-
ellos, con las deudas que gravitaban sobre la comunidad no cía porque le obligaba la más genuina caridad.
se podía esperar ni un real. ' Una prueba auténtica de este hecho la tenemos en el
Realmente no era muy alentador este panorama de éxito de su iniciativa por los niños. Se puso a la obra él
cosas. solo, sin ayudas financieras y en una atmósfera de des-
Sí Martín hubiese obrado dejándose llevar de la ima- confianza bien a propósito para abatir el ánimo. Sin em-
ginación, por alguna veleidad de filántropo, a los prime- bargo, el Colegio de la Santa Cruz surgió de la nada y pros-
ros obstáculos se hubiera dado por vencido. Pero su amor peró. Surgió sobre cimientos tan sólidos que aún hoy está
a las almas estaba fundado en el amor de Dios, su estima en pie y acoge a niños y niñas de Lima. ·
de las almas, en la estima de la sangre de Jesucristo de- Aparte de su caridad, Martín dio en esta obra la
rramada como precio de redención. Su saludo «aprove- plena medida de su amplia inteligencia y de aquel ge-
chémonos de la Sangre de Jesucristo» no estaba vacío de nio organizador que supo hacer de aquel colegio una pe-
s~ntido. Expresaba su· deseo vivo, constante, qe, que el pre- queña obra maestra. En efecto, no valdría la pena afron-
clo de la redención no lo despilfarrara ningún alma. El tar tantas dificultades para ofrecer a los niños nada más
que mirándose en la fuente primera de todas las cosas con- que un refugio material. Era preciso educarles. Y es evi-
sidera en Dios la dignidad de la criatura, y en la ~riatu­ dente que Martín no hubiera podido dedicarse a la obra
~.a la bondad ~e J?ios, «se siente obligado a amar al pró• de la educación, ni él solo, ni con la ayuda de los demás,
Jimo como a· s1 m1smo, porque ve que Dios le ama en su- porque la obediencia disponía de él de otro modo. Ni si-
mo grado» ( 13 ). quiera en la administración del colegio quiso poner su. mano,
pero pidió que se encargara de ello a su amigo Mateo Pas-
(13) S. Catalina, cart~ 226 · tor que había sido su máximo bienhechor. . :El. no hizo por el

158 :159
.,
colegio de la Santa Cruz sino idearlo y buscar y encontrar ba a los pobres, hasta' el último céntimo. Alguna vez tomó
medios para realizar su idea. el camino de los pobres hasta el dinero que no estaba des-
Para educar a los pequeños huéspedes de Santa Cruz tinado a ellos, como cuando Martín «invirtió» en unas
y hacer de ellos hombres y mujeres capaces de caminar telas para revestir a sus queridos andrajosos la suma de
rectamente el resto de sus vidas, se necesitaba un perso- cuatrocientas piezas de ocho reales que su sobrina Catali-,
nal que se dedicara de lleno a esta obra. · Martín escogió na había depositado en casa de un comerciante. Cuando Cata-
con todo cuidado sus maestros y sus asistentes y para ha- lina supo que el dinero que debía servirle para el equipo ha-
cerse con los mejores no escatimó los honorarios. Pero bía tomado aquel camino, se echó a llorar. Pero el tío fue
quiso a toda costa tener los mejores. donde ella muy sonriente, asegurándole que no perdería
Martín no acostumbraba hacer las cosas a medias. nada. Y efectivamente, al día siguiente uno de los amigos
Una vez puesta la vista en la cuestión de los niños abando- ricos de Martín, al oír hablar del asunto, dotó de nuevo
nados, quiso ir hasta el fondo. Se había dado cuenta de a la muchacha con la misma cantidad ( 15).
que, si una buena educación podía poner a un muchacho Dar de lo suyo quería también decir para Martín es-
en condiciones de afrontar la vida con muchas probabi- tudiar la repartición de la corriente de riqueza que afluía
lidades de salir de apuros, para las niñas esto no bastaba. a él, para utilizar toda clase de ofrecimientos en bien de
Para que una muchacha pudiera organizarse de un modo los demás. .
conveniente se requería además una dote. Y Martín hizo Las limosnas que de todas partes le llovían eran nu-
de manera que las muchachas, al salir del Colegio de Santa merosas como nunca. El excelentísimo señor Conde de
Cruz, pudiesen percibir como dote mil pesos (14). Chinchón, Virrey, le enviaba todos los meses cien mil
¿Cómo pudo hacerse con medios financieros para lle- pesos. Doña Francisca Vélez todos los años proveía a la
var a cabo un plan tan grandioso? Martín tenía un sistema pequeña refección de los novicios y de los estudiantes en
muy sencillo: daba de lo suyo cuanto podía y esperaba lo Jueves Santo y enviaba el Viernes Santo a toda la comu-
demás de la Providencia. nidad el pan para el ayuno a pan y agua que en ese día se
Dar de lo suyo significaba privarse del alimento por hace, así como la carne, la necesaria para que cocieran con
los pobres que esperaban a la puerta. Privarse del descan- ella el agua de modo que no les hiciera daño. Doña Isabel
sv para dar a los demás todo su tiempo. Ir de acá para Mexias dejaba a Martín la renta de una casa para las ne-
allá a mendigar socorro, y antes aún de moverse para ha- cesidades de los estudiantes, y el Gobernador don Juan de
cer la cuestación, haber vivido y vivir una vi4a que ins- Figueroa le llevaba todos los lunes abundantes limosnas
pirase confianza. Personas ricas, caballeros, el mismo Vi- de misas y limosnas de cuatro reales para los hermanos
rrey le daban gustosamente y con gran generosidad porque legos, «suplicándoles que le tuvieran presente en sus ora-
sabían «cuán bien y fielmente distribuía Martín lo que re- ciones y rosarios» (16).
cibía». Todo lo que pasaba por las manos de Martín llega-
(15) Processo, 1660 (XXXVII), p. 301
(14) Ad novas (VII), p. 55 16) Ad novas (VII y XXIV), pp. 53-54

160
. ·. Además hay que contar las ofertas que llegaban poco bien las personas adineradas ·y capitalistas, de la. ciudad y
.a poco de toda clase de contribuyentes voluntarios. Mar- de fuera, que le conocían, le asistían y socorrían con li-
tín sintió la necesidad de hacer una repartición de los ingre- mosnas a este efecto, no parecía que fuese posible que fue-
:sos señalando a las diversas clases de los enfermos los dis- ran suficientes de no tener Dios parte en ellas, que aumen-
tintos días de la semana. Las subdividió así: a las almas tándolas concurrían a favorecer los ardientes deseos y afec-
.del Purgatorio -los pobres de méritos que no han podido tos de su siervo, que tan vivamente procuraba seguirle
llegar a saldar, en el momento de la muerte, el importe en el tributo de su misericordia» ( 18) .
.de su balance espiritual-, les asignó las limosnas del lu- Esta contribución de la Providencia divina era ne-
nes y del sábado transformadas en sufragios. A los pobres cesaria, pues Martín no hubiera sabido resignarse a dar
-voluntarios -novicios o estudiantes o sacerdotes- las del solamente un poco de ayuda, sino que a toda costa debía
:miércoles y viernes. Las ofertas de los otros tres días queda- dar toda la que fuese necesaria. A él no le parecería mu-
ban a disposición de la fila interminable de pobres de cho haber socorrido a noventa y nueve pobres si al centé-
riquezas materiales, reservando algunas recibidas los domin- simo hubiera tenido que despedirle con las manos vacías.
,gos para los pobres de color, negros o indios, que es como No poder ayudar a un pobre hubiera sido un dolor muy
,decir a los más pobres entre los pobres (17). grande, un dolor al que no hubiera podido resignarse. «Se
Sumadas, todas estas ofertas daban indudablemen- afligía hasta tal extremo, dice fray Laureano de los San-
·te, a fines de semana, una buena pila de dinero. No obstante, tos, cuando llegaba algún pobre a pedirle limosna y no te-
lo que Martín recibía era siempre menos de lo que daba. nía qué darle, que pedía a Dios Nuestro Señor le diera
Los dominicos del SS. Rosario se daban perfecta. cuenta de poder remediar su necesidad» (19).
,ello y consideraban como un milagro contínuado la inagota- Lo pedía no como quien sólo quiere decir a su con-
ble capacidad de socorrer de aquel hermano lego que ca- ciencia: «he hecho lo que podía,» sino como quien quie-
llejeaba con la más tosca, gastada y remendada túnica que re obtener a toda costa lo que pide. Lo pedía con su irre-
jamás se ha visto. Sabían que Martín conseguía no des- sistible oración hecha de deseo encendido y de cofianza
-pedir jamás sin socorro a cualquiera que le expusiera su ne- ilimitada, y reforzada por sus heroicos ejercicios de peni-
-cesidad; era señal de que, en ello, estaba Dios de su parte, tencia. Y así, cuando Martín no tenía qué dar, oraba y se
y aumentaba las limosnas de tal modo que bastaran _a su flagelaba mientras la divina Misericordia no le abriera
ilimitado deseo de ayudar a todos. «Era cosa que asombraba los tesoros de sus infinitas riquezas.
y se tenía por un milagro continuo entre los religiosos», di- Era éste un modo suyo muy particular de obrar per•
. ce el Padre Gutiérrez, «ver que un pobre religioso donado, sonalmente en el ejercicio de la caridad para con el pró-
que vestía un grueso hábito de tela tosca, humilde y desga- jimo; uno de los más característicos y originales modos
rrada, tuviese para socorrer a tantos. pobres como a él re- de su caridad .
. currían, pareciendo que le llovían las limosnas, porque si
(18) Ad novas (V), p. 52 .
(17) Kearns,op,-cit J!· 47 (19) Positio p. 9

. :;1.6.2 '163
Otra originalidad de Martín era la de no contentar- dotes enteras de· cuatro
. . . .,
mil escudos, entre<Yadas
o '
una tras
:se con atraer a sí la riqueza de los demás para distribuir- otra, a vemt1s1ete Jovenes. Y Martín, que había saborea-
la, sino de trabajar él mismo para producirla. Lo mismo do las palabras del Señor «mejor es dar que recibir» ani-
.que el día aquel, en que, a fin de ayudar a sus hermanos maba a sus alumnos en la escuela de la cáridad obt;ni~n­
.de Limatambo que carecían de trabajadores, había plan- ·do a los que eran tan generosos en el dar, un aumento en
tado un olivar con la ayuda de Juan V ázquez, así de vez sus riquezas; mie~tras abrían la bolsa a los pobres, Dios
·en cuando Martín andaba paso a paso por los caminos que .aumentaba sus capltales.
.de Lima se ramificaban por los campos, plantando a los Padre de los pobres, padre de la caridad, padre de
lados higueras y otros árboles frutales. A medida que los todos: así plugo a los contemporáneos llamar a Martín. Y
:árboles crecían y daban fruto, los pobres encontraban a fue verdaderamente paternal su espíritu en hacer bien.
lo largo de los caminos con qué quitar su hambre -bie- Fue paternal en acoger a todos, sin distinciones ni
:nes de todos porque crecían en el terreno de todos- y no preferencias, de no ser para con los más débih;s y necesi-
tenían la tentación de saltar las vallas e ir a robar en las tados. Paternal en el sentir como suyas las penas de los
:huertas. demás, en sufrir el mal de los demás, en el querer ali-
También en este caso la caridad de Martín tenía por viárselo a toda costa. Pero sobre todo Martín fue pater-
•mira el bien de las almas mientras proveía al bien del nal en el espíritu que animó su caridad, es decir, en el
. cuerpo. ·deseo de engendrar en las almas la vida de Cristo .
Cuidaba otros cultivos. -más que por los caminos, «El que cree -dice San Gregorio comentando las pa-
. en el terreno de Limatambo- para poder socorrer con me- labras de Jesús: «quienquiera que hiciere la voluntad de
-dicinas a los pobres enférmos: plantaciones de todas las mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano y mi
hierbas cuyas propiedades terapéuticas explotaba la me- hermana y mi madre» (Mat. XII, 50)- puede ser ·con-
,dicina de su tiempo. De esta manera su ambulatorio podía siderado hermano y hermana de Cristo, pero viene a ser
.funcionar sin sobrecarga de gastos para el convento (20). su madre si por su medio se engendra el amor del Señor
No obstanté, Martín no hacía un monopolio del ejer- en el alma del prójimo (22).
·CÍCÍo de la caridad, sino todo lo contrario. No le importaba Todo el apostolado de caridad de Martín no tuvo si-
··en absoluto que las ayudas pasaran siempre por sus ma- no este fin; incrementar el amor de Dios en las almas. En
nos, antes se alegraba de dar a sus contribuyentes el gus- todas las almas, sin excepción, en las de los ricos lo mismo
to de ayudar directamente a los necesitados: « ... muchas que en las de los pobres. Hay quien no sabe amar a los po-
·personas ilustres de autoridad y adineradas de la repú- bres sin odiar a los ricos. Son los que verdaderamente no
olica ... daban con liberalidad a los pobres lo mismo por me- aman sino el propio yo, los hipócritas que tocan la trom-
,dio de Martín como por su consejo» (21 ). peta cuando dan limosna para ser honrados de los hombres.
Entre estas limosnas dadas directamente estaban las Martín no podía menos de amar a todos, ricos y po-
(20) Processo 1660 (LXIII), c. 513
(21) Ad novas (VII), p. 55 (22) Homil. III. In eva.

Jl.64 165
bres, desde ·el momento que «del amor ardiente con que
amaba a la Divina Majestad ... Je nacía lo que tenía para
sus prójimos, amándoles en Dios y por Dios» (23).
Pobres y ricos no eran para él términos de un des-
at."Uerdo incurable, extremos inconciliables de oposición.
Eran sencillamente dos modos de ser en la infinita varie-
dad del universo, dos modos queridos por la Bondad in-
creadá para que los hombres puedan ejercitar entre sí la di- XIII
vina obra de la caridad. «Las cosas necesarias para la vida
del hombre -dice el Eterno Padre a Santa Catalina en el
Diálogo- todas las he dado con tanta diferencia que no las .. .Pero los cachorrillos, debajo de la me-
he puesto todas en uno, a fin de que, forzosamente, tengáis sa, comen de las migajas de los hijos.
materia de caridad a practicar los unos con los otros. Bien (Mar. VII, 28).
pude haber dotado a los hombres· de lo que necesitaban,
para el alma y para el cuerpo; pero quise que uno tuviese
necesidad del otro y fuesen mis ministros en administrar las Se hallaba Martín deshilachando una sábana vieja cuan~
gracias y los ·dones que de mí han recibido. Quiéralo o no; do entró en el habitación fray Francisco Guerrero. Era
el hombre forzosamente ha de hacer uso de la caridad» (24). una de las horas tranquilas del mediodía, cuando se ha
Así lo entendía Martín, y en su deseo de dar a todas terminado el trabajo de la mañana y el de la tarde aún pue-
las almas la vida divina en la caridad, suscitaba en los ri- .de esperar. ~
cos sentimientos ·de compasión y de amor hacia los pobres -¿Hay algún herido en casa? -preguntó el herma-
y alejaba del espíritu de los pobres ·el odio y la rebelión no lego.
contra la miseria y la injusticia humana; haciendo casi sen- Martín levantó los ojos que dibujaban una alegre son-
sible la acción de la Providencia de Dios para con ellos. risa: -En este momento no, pero pronto alguien tendrá
Y si un vaso de agua dado por amor no quedará sin necesidad de mis hilachas.
recompensa en el Reino de Dios, puede creerse que la ca- Fray Francisco no tuvo tiempo de perderse en conje-
ridad material establecería en ·los corazones ·de ·los que co- turas porque de allí a pocos minutos entraba en la estan-
rrespondían con tanta generosidad a las peticiones de Mar- da, herido, un gran perro, grueso y terriblemente maltra-
tín, el reino de la caridad sobrenatural. tado. Tenía, en efecto, una herida en el vientre, de la que
Por eso sus contemporáneos le llamaban no sólo padre ,colgaban los intestinos.
de los pobres, sino padre de la caridad. · El perro se acercó a Martín y, haciéndole fiestas como
Y aéertaron muy bien. · :a viejo amigo, pareció pedirle ayuda.
. _,Ahora verá cómo las hilachas sirven para este pobre
(23) Ad novas (I) p. 44
(24) Diálogo c. VII animalito que es también· criatura. de Dios.· -dijo Martín

166 167
mientras le colocaba en su sitio lo que de él había salido dica .un exceso de lujo en servirse de ella curando anima-
y cosía la herida. Después preparó una especie de cama con les, cuando el. Evangelio habla de la solicitud del Padre
una piel de carnero sobre la que extendió un trozo de que está en los cielos por los pajaritos de aire y por los li-
tela gruesa, y ordenó al herido que se estuviera allí mismo rios del campo? '
quieto. Martín encontraba naturalísimo dedicar sus cuidados
El perro, dócil, se prestaba a todos como si compren- a los animales, a quienes espontáneamente amaba. Los ama-
diera. ba espontáneamente con el puro amor de caridad que ha-
Martín le tuvo consigo algunos días, dándole de co- ce amar a Dios en todas sus criaturas, y a todas las cria-
mer y curándole la herida, y cuando se puso bien le dijo: turas por amor de Dios. «Al alma que ama a Dios -escri-
«Ahora vete a trabajar por tu patrón». -Y el animal, co- be Santa Catalina- todo lugar le es lugar y todo tiempo
mo había obedecido durante la curación a las órdenes del le es tiempo» (3). Martín hubiera añadido: y toda cria-
médico, obedeció a su bienhechor que le licenciaba y se tura le es criatura. ¡Están tan llenas de Dios todas las co-
fue donde el patrón ( 1). sas que hay en el mundo, y hablan tan eficazmente a quien
Todos los testimonios de la vida de Martín están de sabe oírlas, del Padre que da y conserva el ser, de la Sa-
acuerdo en considerar el amor que tenía a los animales co- biduría que ordena a cada ser a su fin y crea· la armonía
mo .manifestación ·de su caridad. Marcelo de Rivero, que en la variedad de los seres, de la· Bondad que provee con
conoció a Martín desde antes de su entrada en el conven- amor a toda necesidad de las criaturas! ¿Cómo no había
to y había tenido la suerte de tratar en todo con él casi de atraer a sí el amor lo que con tanta elocuencia habla del
durante medio siglo, cuando tuvo que hablar de la caridad Primer Amor?
de su exalumno dijo que «no tenía suficientes palabras El Canto del Hermano. Sol sonaba entero en el alma
para poder explicarlo». Para dar siquiera una idea de la de Martín:
extensión de su caridad, afirmó que Martín la «ejercitaba «Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas».
hasta con los animales»; tanto es así que, mientras sus Porque de todas, sin excepción, surge alabanza: y
hermanos estaban de recreo, dando un paseo por la finca alabanza es, en el alma que ama a Dios, rastrear en las
de Limatambo, él iba a curar a los bueyes y demás anima. perfecciones de las criaturas el reflejo de sus infinitas per-
les de la alquería (2). fecciones.
Curar a los demás era una verdadero pasión para Mar- Alabanza tanto más perfecta cuanto más libre está el
tín. Poco le importaba que sus pacientes estuviesen o no amor de buscar su propia utilidad; cuando debe armarse
dotados de razón.· Si se le presentaban hombr~s, curaba a de buena voluntad para no dejarse oprimir por la ofensa:
los hombres; si animales, no era menor el cuidado que po- «Loado seas, mi Señor, QOr los que perdonan por tu
nía en curarlos. ¿Hubiera podido acaso juzgar su arte mé- amor ... »
De este heroísmo de amor que perdona, Martín ha~
(1) Ad novas (VII) y (LUI) p. 70 y (XXIV), p. 72
(2) Positio pp. 44~45 · (3) Diálogo, c. (LXXVIII)

168 169
bia dado prueba en el caso de los ratones. Del heroísmo cena desde la galt;ría superior del claustro, y después bajo
de a~or que está siempre dipuesto a . ayUdar' . daba prue- a la planta baja para ver cómo terminaba aquello.
ba s1empre que se presentaba la ocasión. Y ·las ocasiones Martín se volvió al perro y le hizo una exhortación
se presentaban muchas veces. · p~mal: ·
l\T-:> iba Martín en busca de los ·animales, por lo me- -Hermano perro, ¿quién te ha enseñado a hacer el
nos en la.. mayor parte de los casos; eran los animales los valentón? Mira lo que se gana siendo altanero.
que se onentaban hacia él por el atractivo infalible del Bastó este discursito para que el perro cambiase de tác-
instinto .. Los animales sabían siempre, sin necesidad de tica; en vez de gritar, se puso a frotar el hocico en la túni-
tl.ue nadie fuera a decírselo, que les acogería con una cari- ca de Martín. Elle cogió de una oreja y le llevó a la celda
cia y no con un puntapié. donde le lavó las heridas con un poco de vino cocido con
A Martí~ iban seguros ·hasta los más díscolos. Cierta- romero -un remedio suyo infalible- y le cosió con agu-
n:ente, t~mblén entre los animales se encuentran diversos: ja e hilo.
tipos, ys1 uno sabe entenderlos a todos es señal de amor: El perro, naturalmente, aullaba, y de vez en cuando
El perro que entró en el guardarropas mientras Mar- volvía la cabeza hacia las manos del cirujano frunciendo los
t~n deshilachaba la sábana, debía ser un perro bueno y se- labios y descubriendo los apretados dientes. Martín, sin des-
no, uno de los perros que se dejarían matar por defender coY;ponerse, continuaba cosiendo y para tenerle sujeto le
al dueño y sus cosas, pero que no se ponen a ladrar detrás dec1a: -Aprende a estar quieto y a no hacer el bravucón
de las patas del primer caballo que pasa por el camino ni porque quien se fanfarronea mucho termina mal. '
van a robar en el gallinero del vecino. · ' Cuando hubo terminado de coser puso una sobre otra
Un tipo muy distinto de éste, uno de esos tipos valen- dos o tres pieles .de cordero y dijo al perro: ---'-jEchate
to~es que encuentran gusto en buscar camorra por cual- aquí! -El perro se tumbó sobre las pieles, pero enseguida
qmer, pretexto, se presentó un día al socorro· urgente de comenzó a agitarse con ·las patas al aire y a estregar las
Martm, echando sangre por cuatro heridas. No había reci- heridas contra las pieles de cordero porque la piel cosida le
bido más que dos estocadas, pero como el arma le había tiraba y le picaba.
atravesado de parte a parte, los lugares por donde salía la -¡Quieto en la cama! -dijo Martín. El perro giró
sangre ~tan cuatro. Este perrazo no esperó a que Martín sobre sí mismo y tomando, con un gran suspiro, una pos-
se moviese a compasión; mirándole con ojos lánguidos y tura más conveniente, quedó mirando al hermano cori el ho-
meneand.o la cola, se escabulló entre los enfermos que .for- cico apoyado en las patas anteriores y los ojos pensativos.
maban fila y atrajo la atenCión del médico con dos o tres: Martín le llevó de comer y, sin otros cuidados, al cabo
ladridos prepotentes. de unos días el perro estaba mejor que antes y mostraba
Este enérgico modo de obrar divirtió a todos, y des- su gratitud al cirujano siguiéndole a todas partes sin que-
pertó la curiosidad de un personaje importante como el rer separarse de él.
Padre Cipriano de Medina, quien, no obstante su dignidad Se comprende que, a pesar de los buenos consejos de
de Maestro en Sagrada .. Teología,. se .. detuvo mirando la es- Martín, no había cambiado su carácter,· y hasta en las ma-

170 171
nifestaciones de afecto siguió siendo el pilluelo que siem- Pero no fueron los perros la única especie de anima-
pre había sido, y pasó los límites de la buena crianza. Efec- les que .disfrutaron de sus cura~iones. También los gatos
tivamente, cosa buena es mantenerse cerca de una persona frecuentaban su ambulatorio. Un día mientras paseaba por
y saber defenderla en caso de peligro, pero ¿cómo podía un patio en compañía de fray Fernando, Martín vio a uno·
ptetender «el buen perro» que nadie se acercase a Martín y que maullaba desesperadamente en el umbral de una bode-
le tratase? ga: tenía la cabeza medio rota de una pedrada. -Ven con-
Sin embargo así era: a cualquiera que se acercara le migo y te curaré. -le dijo; ¿sabes que estás muy mal?
aullaba rechinando los dientes. Cierto día que un hermano· Quizás el gato lo sabía, ya que lo comprendió al mo-
lego estaba pidiendo a Martín no sé qué informes, falt6 mento y siguió <;le cerca a los dos hermanos, y cuando lle-
poco para que el pillo le mordiese. Martín le detuvo y con garon a la enfermería estuvo quieto, quieto hasta que le
su acostumbrada paciencia dijo para persuadirle: -Her- curaron y le cosieron. Cuando hubo terminado de dar los.
mano, ¿no quieres dejar de ser malo? Mira, has de saber puntos, Martín cogió un pedazo de tela e hizo con ella una
que la próxima vez te echaremos de casa a bastonazos. especie de cofia, adaptándola y .cosiéndola alrededor de la
El hermano perro no quiso hacer .caso y de allí a po- cabeza del gato con aguja e hilo. Después le dijo: Ahora
cos días agredió a otro religioso, con lo que tres o cuatro vete, pero vuelve mañana y te volveré a curar.
hermanos se armaron de bastones y le atizaron sin cumpli- A la mañana siguiente fray Fernando, curioso por ver
mient?~· y, a palos,. le echaron. a la calle y cerraron la puer~ si el gato había vuelto, fue muy temprano donde Martín
ta, deJandole aturdido en med10 de la calle. Me figuro que y encontró al gato sentado delante de la puerta: era un ga-
antes de agarrar los bastones esperaron que se fuera Mar- to bien educado, que prefería esperar antes que llegar tarde
tín, el cual, aunque preveyera el caso quizás no lo hubiera a la cita (6).
soportado (4 ). Con la misma puntualidad iba todos los días a que
No fueron estos dos los únicos perros curados por Mar- le curara, mientras tuvo necesidad (7). .
tín. El Padre Velasco Carabantes dice haberle visto muchas Naturalmente, con una clientela de tal ralea, hubie-
veces curar «a uno la herida, a otro la sarna». Un perro ran podido ocurrir incidentes desagradables. También el pe.
que no podía curarse él mismo con la lengua porque estaba rro de carácter bueno, si a la hora de la comida en~ontraba
herido en la cabeza vino a buscar las curas del «Padre de delante a un gato, aullaba entre dientes. Martín no lo to-
la Caridad», a otro, herido en el vientre, al que encontró leraba. Si venían allí a recibir el beneficio de la caridad,
por las calles, le invitó el mismo Martín a visitar el con- no debían tratarse como enemigos. -Ea, hermanitos -
vento. A todos pedía que estuvieran quietos en su celda y decía a perros y gatos-, no discutáis y comed juntos comó
que no se dejaran ver, y apenas curados los mandaba a la buenos hermanos. De otra suerte tendremos que licencia-
calle (5). ros (8).
( 6) Ibid. (XII), pp. 68~69
( 4) Ad novas (II), p. 68 (7) Positio, p. 4
(5) Ibid...()Q{IIl), p,, 72 .. (8) Ad 110vas (VII), pp. 70-71

172 173
Para quienes lo vdan era siempre .asombroso, ver cómo Era realmente una cosa que merecía: verse. Será posi-
perros y gatos se dejaban persuadir por sus palabras y co- ble a quien dispone de mucho tiempo y de mucha pacien-
mían en paz todos juntos. cia, amaes"trlir a los animales, pero no es de todos hacerse-
Ocurrió una vez que en el sótano de la enfermería obedecer de cualquier animal de buenas, a primeras, ha-
buscaron asilo, contemporáneamente, para dar a luz a sus blándole como se habla a un cristiano. Fray Fernando que--
pequeños una gata y una perrita. A Martín le pareció que dó tan asombrado de aquel espectáculo que veinte años des-
los dos animalitos, no decidiéndose a alejarse ni siquiera pués de la muerte de Martín podía referirlo con. toda clase
un instante de la nidada, pasarían hambre, y de,sde enton- de detalles, como si lo hubiese visto el día anterior.
ces todos los días llevó al sótano un platito de sopa. Un so- Lo que daba qué pensar, hacía notar justamente Fray
lo plato para los dos, se entiende, y al dejarlo en el suelo, Ferriarrdo, era que dondequiera que Martín se dejaba ver,
decía: -Venid a comer, callandito, y no discutáis-. Des- los animales iban a su encuentro y le hacían fiesta: «cuan-
pués le agradaba contemplar los dos hocicos zambullidos do iba al gallinero de la enfermería, las gallinas se deja-
en la sopa que desaparecía al momento. ban tratar y manejar por él, y le hacían una gran recep-
Un día el olor de la .comida hizo que apareciera un ra- ción, le rodeaban y le hacían fiesta, agradecidas de su ca-
tón. Salió .de su escondrijo y se quedó mirando desde le- ridad, e igualmente si entraba en la cuadra de las mulas
jos. También a él le hubiera agradado tomar parte en el -y otros animales que daban señal de particiilar alegría e
banquete, pero ¿qué no pensarían los otros dos animalitos; inclinación; y lo mismo ocurría con los perros y gatos y de-
enemigos jurados de su gente? más animales domésticos, los cuales dondequiera que le
En vista de que no podía pensar en acercarse a la soc veían demostraban gran agitación cuando les- acariciaba,
pa, se le ocurrió al ratón que, mientras las dos mamás es- mostrando . como podían el gusto que tenían en verle to-
taban engolfadas en su comida, .podría vengarse en uno de cándole y lamiéndole el vestido ... » (9).
los pequeños de cualquiera de las dos nidadas. Pero sus cuidados no ·fueron sólo para los animales
· Martín vio brillar los ojuelos ávidos en el oscuro fon- domésticos. Una vez llevaron al convento para una fiesta,
do del sótano; e intuyó la tentación del hermano ratón. cuatro toros, uno grande y tres pequeñitos, los dejaron pa-
Le llamó con su voz tranquila y convincente: -Hermano, ra la diversión de los jóvenes profesos, los cuales se encar-
no molestes a los pequeñitos. Si tienes hambre,. ven aquí garían de cuidar de ellos. No obstante, como muchas ve-
y come sin agitarte tanto, y después vete en paz. ces ocurre cuando se confía un encargo colectivamente a
Entonces el ratón se acercó al plato y metió en él su un grupo de personas, los toros llevaban cuatro días sin
hocico. Mientras los otros dos hocicos continuaban engu- probar bocado. Llegó a saberlo Martín, y al anochecer se
llendo su sopa sin ni s'iquiera advertir la presencia del nue- le vio llevar botellas de agua y brazadas de hierba al re-
vo espectador. Así continuaron amistosa y armónicamente cinto del noviciado donde los toros estab!ln tan mal hos-
un buen rato y Martín tuvo tiempo de ir a llamar. a fray pedados. Hasta la media noche no logró Martín comple-
Fernando, y fray Fernando pudo bajar y gozar de tan sin-
gular espectáculo. (9) !bid. (XII), pp. 68-70

175
tar sus provisiones. A aquella hora, naturalmente, la puer- en sus celdas, por el terror del toro que se enfurecía en
ta estaba cerrada, pero las puertas cerradas no eran. nun- su claustro. ·
ca impedimento a la caridad de Martín: o se abría, o le d~; Martín tomó una caña fresca que terminaba en un
jaban pasar quedando cerradas. Esta vez la puerta se abr1q hermoso abanico de hojas bien afiladas y fue al noviciado.
v Martín llevó dentro su carga de agua y de forraje. El toro estaba en un rincón, muy enfurecido. Martín le
· Los cuatro animales, encerrados en un pequeño re- tocó con las hojas de la caña: -No te he traído aquí pa-
cinto, se enfurecían, exasperados por el ayuno y por la sed, ra que asustes a los religiosos y les obstaculices el cum-
pero apenas Martín entró en medio de ellos, se volvieron plimiento de sus deberes -le dijo-: ¡ahora vete!
blenos y mansos como corderitos, y le lamían --casi le Y el toro, dócil como un corderito, atravesó aqu¿l y
besaban- el hábito. De una ventana alta, el Padre Diego los demás patios del convento y volvió a la alquería de
de la Fuente, Predicador General, oía la voz de Martín donde había venido ( 11 ).
que hablaba al toro grande: -Hermano, tú que eres el Martín, pues, trataba familiarmente con toda clase
mayor de los tres, no seas prepotente: deja que los peque- de animales, y de ellos se hacía entender y obedecer sin
ños coman. dificultad. «Martín amaba a Dios con todo su corazón -es-
Después se fue como había venido, pero las botellas cribe E. Doherty- y amaba a todo ser humano y a todo
vacías las dejó para que los toros tuviesen con qué diver- animal que Dios puso en la tierra; y todo ªnimal y todo
tirse un poco. Y sus trozos, a la mañana siguiente, dieron hombre, mujer y niño, y también Dios, amaban a Mar-
testimonio de la visita nocturna de Martín (10). tín» (12).
Otra vez llevaron a los novicios para que se divirtie- Pero entre las gallinas que le aleteaban y los bue-
ran en las · recreaciones dos terneritos. Pero los temed- yes y caballos y mulas que desde los ribazos le feste-
tos no les gustaron: eran tan mansos que parecían de car- jaban a su manera, entre los gatos y los ratones y los ga-
tón. ¡Si hubiesen podido tener un torito; .. ! llos heridos, Martín guardaba un puesto de honor para los
Y Martín encontró el torito. Todo fue bien durante perros. Los demás animales podían ir y venir, pero sólo
dos días, pero le hicieron tantas y tantas que el torito «al a los perros les estaba reservado el privilegio de guardar
tercer día se embraveció» hasta tal punto que los novi- cama en el guardarropas hasta su completa curación. La
cios, aterrorizados, se apresuraron a encerrarse en sus cel- casa de Juana hospedó también, además de los enfermos,
das. Cuando tocó la campana que llamaba a los hermanos a los perros que no cabían en la enfermería del Santísimo
al coro, aún estaban tan dominados por la pesadilla de la Rosario. Cuando un perro se clavó en la tumba de su due-
furia del toro que no se atrevieron a salir. Martín se en- ño a quien habían enterrado en la iglesia del Santísimo Ro-
.contraba cerca de la puerta del coro y vio pasar a todos sario, y por espacio de quince días no hubo manera de sa-
los religiosos mayores, pero no vh ni uti novicio. ¿Qué carle de allá, Martín, lleno de compasión por la aflicción
podía haber ocurrido? Le respondieron que estaban todos de la bestia, iba todos los días a llevarle algún alimento
(11) Processo 1678 (V), t. 1 ce. 536-7
(10) Positio p. 45 (12) E. Doherty-Martín p. 98. New York 1948

176 7. - San Martín ...


177
( 13 ). Finalmente, sólo para un perro, la caridad de Mar- Voy a coger un poco de vino ~ijo fray Laureano que
tín obtuvo de la Omnipotencia de Dios un verdadero mi- había asistido a toda la escena.
lagro. ~n el tiempo que el hermano empleó para ir al re-
Este perro hacía dieciocho años que pertenecía a fray fectorio y volver, Martín cosió todas las hetidas de la ca-
Juan de Picuña o Vicuña, el «Prior de ·la Cocina» o pro- ~e~a, de modo que cuando llegó el vino sirvió para dar el
crirador, o despensero del convento. Dieciocho son mu- últ1mo toque a la obra con una buena desinfección exter-
chos años para un perro y no es difícil imaginarse en qué na de las partes restablecidas. La tierra que tenía dentro
estado debía estar el de fray Juan, si a los males de la se la sacó Martín con sus dedos grano tras grano. '
vejez se añadía además la sarna. Aseguran como cosa cier- Como de costumbre, hizo echarse al perro en un cu-
ta los que le cohocieron de cerca que despedía un olor bil preparado en un rincón, y allí se durmió inmediata-
nauseabundo. mente aturdido por la pedrada y el vino, sin ni: siqui~ra
Bien mirado todo, el procurador pensó que no se po, preocuparse de comer. .··
día pedir por más tiempo a la comunidad que continua- -¿Cómo está el perro? -preguntó a Martín fray
ra soportando la presencia de aquella pobre bestia, y or- Lorenzo apenas le encontró por la mañana.
denó a uno de los negros que lo matara. El negro fue a -No sé: aún no le he visto.
buscar el perro y le encontró en el jardín durmiendo, tum- Fueron juntos, provistos de una chuletita. El perro
bado al sol sin recelo alguno. Le pareció una buena oca- dormía profundamente, pero al darle Martín un par de
sión: cogió una piedra gruesa y la dejó caer sobre la cabeza golpecitos en el vientre, suspiró.
del perro. Gruesa tuvo que ser la piedra porque el perro -¡Ea! que no te vas a morir por tan poca cosa -di-
murió al instante. jo Martín.
Satisfecho de haberlo matado tan pron~o, el negro se El perro se estiró un poco sobre las patas y bostezó.
encaminaba a echarlo al río, cuando Martín le detuvo, le Por fin, al percibir el olor de la carne abrió ]o~; ojos y
reprendió muy severamente, le quitó de las manos el pe- se levantó sobre las cuatro patas men~ando la cola. Y
rro, y cogiéndole en sus brazos, repugnante como estaba, cuando Martín le dio la chuleta la comió con buen apetito.
lo llevó a su celda y lo dejó en el suelo. Tres días estuvo el perro en el guardarropas. Al cuar-
Apenas el perro sintió debajo de sí el pavimento de to día fray Lorenzo, que por haber visto al perro volver a
la celda, se irguió y• levantando el hocico hacia Martín, la vida continuaba interesándose por su salud, encontran-
comenzó a mover despacio, con precaución, un poco a la do a Martín le preguntó:
derecha y un poco a la izquierda, su pobre cabeza heri- -¿Qué hace el perro?
da. Martín la cogió en sus manos y al momento se puso -Esta mañana -dijo Martín-, cuando he salido pa-
a limpiársela del amasijo de tierra y sangre que le cubría. ra tocar al alba se escabullía entre mis pies. Lo que quiere
decir que está ya bien.
(13) Proceso, 1660 (XXXVIII), ce. 296-7: ibid. (LXII), El perro, en efecto, estaba perfectamente curado, no
ce. 500-1 sólo de la herida, sino también de la: sarna, y por cansí-

178 179
guiente podía mostrarse en pú!Jlico sin temor a otras tris- tones, parece que tenían el privilegio de mostrar su reco-
tes aventuras. Y, como 'había estado dieciocho años con nocimiento al Padre de la Caridad para con los animales
fray Juan de Vicuña, volvió a estar con él, y se regocij? al permaneciendo obedientes aún después de su muerte. '
volver a encontrar a su viejo perro curado y rejuvenecido, Aún hoy, cuando los ratones amenazan' ser un azote
porque, después de todo, únicamente por consideración a basta invocar a San Martín para librarse de ellos. '
los hermanos se había decidido a que el negro lo matara, Y Martín, el más humilde entre los humildes, ha
y lo había hecho con desagrado. Aumentó también su ~es­ querido o permitido que quedase asociado a él, en la ico-
contento la reprensión de Martín, el cual, apenas temda nografía, el más pequeño y modesto de sus beneficiados.
arreglada la cabeza del perro, «con palabras mansas, hu- Raramente se encuentra una imagen de San Martín que
mildes y llenas de compasión» le dijo «que no había he- no reproduzca, a sus pies, por lo menos un ratoncito.
cho bien mandando que matasen a un compañero de tan- • Pero quizás, aun en esto, el Santo de la caridad ha
tos años». ¡ obedecido al impulso dominante en toda su vida: unién-
Del hecho del perro fueron testigos oculares, además dole a su imagen, ha asegurado al animalito despreciado
de fray Lorenzo, el Padre José de Villarsbia y el Padre una mirada de amistad por parte de sus devotos.
Fernando de Aragones, y los tres atestiguaron que el perro, La exigencia del amor es dat el amor.
matado por el negro, volvió a vivir por Martín (14).
Es notable la abundancia de detalles con que los tes-
tigos han referido en el proceso muchos pequeños he-
chos de la vida de Martín relátivos a los animales. Quiere
decir que daban mucha importancia a estos hechos, y
los juzgaban dignos de completar el perfil de la santi-
dad · de su santo hermano, mostrando uno de los aspec-
tos más destacados y más desinteresados de su caridad.
Desinteresada ciertamente fue su caridad para con
las bestias.
Pero entre los animales a los que Martín hizo mayor
bien, substrayéndoles primero del veneno mortífero que
habían merecido con sus aventuras, y alimentándoles des-
pués pacientemente, día tras día, con la comida que por
su a~or les llevaba hasta el fondo del jardín, esos anima-
lillos tan poco amados del género humano como son los ra-

(14) Positio p. 10 - Ad novas (VIII), p. 71 y (XII),


pp. 68-9.

180 18l
J

do peldaño se sube al tercero, esto es a la boca, donde en-


cuentra la paz ...
»En el primer peldaño, levantando de la tierra los
pies del afecto, se despojó del vicio, en el segundo se vis-
tió de amor con virtud, y en el tercero gustó la paz» ( 1 ).
XIV Llegada a la cumbre de la escalera, el alma gusta a
Dios Uno y Trino y es atraída a participar más estrecha-
mente de la vida de la Trinidad beatífica.
. Y si el Padre es para ella «lecho» en el que descansa
en la seguridad de que nada podrá separarle de El, le es
también «mesa» que le ofrece un manjar, el manjar de
los fuertes, el Verbo y su doctrina, el Cristo Eucarístico
«Yo soy el camino, la verdad y la vida» y el Cristo Crucificado con su sed del honor del Padre en
(Jn., XIV, 6 ). la salvación de las almas; mientras el Espíritu Santo se
pone como a su servicio «para administrarle sus· dones y
sus gracias».
Santa Catalina, en los tres peldaños de un puente re- L~ paz, pues, que es propia del estado perfecto, en
presenta las tres grandes etapas que señalan la ascensión que Dws descansa en el alma y el alma en Dios, no es
de un alma hacia la santidad. inercia. Es una paz ardiente, semejante a la corteza que
En su visión del mundo redimido, Cristo -el Pontí- tiene «el tizón cuando se consume en el horno, que no
fice de la Nueva Alianza- es el puente que une la tierra hay nadie que le pueda coger para apagarle porque está
con el cielo, y los peldaños significan, al mismo tiempo, hecho fuego» (2).
la Pasión consumada en su Cuerpo adorable y los actos del Esta nueva naturaleza que le ha penetrado y trans-
alma que reúne sus potencias para seguir las huellas del formado no sólo no le abandona sino que le hace partíci-
Redentor. pe del ardor de conquista que le es propio. De la boca de
«El primer peldaño son los pies, los cuales significan Cristo Crucificado, juntamente con el beso de paz que la
el afecto; peto como los pies llevan al cuerpo, así el afec- fija en la seguridad de la unión, el alma recibe «el oficio
to lleva al alma. Los pies clavados son para ti peldaños pa- de la boca», que es el de tomar y gustar el alimento de
ra que puedas llegar al costado, el cual te manifiesta el las almas con una avidez que le hace olvidarse de sí y no
secreto de corazón, pero subida en los pies del afecto, el le deja sitio un deseo: el de imitar a Cristo, gozándose de
alma comienza a gustar el afecto del corazón, poniendo el las penas con tal de poder conformarse a El.
ojo de la inteligencia en el corazón abierto de mi Hijo,
donde encuentra consumado el amor inefable. Entonces (1) Diálogo, c. XXVI
el alma se llena de amor, viéndose tan amada. Del segun- (2) !bid. c. LXXVIII

182 183
La excelencia de la vida mixta, es decir, de una vida jurias ni por las alabanzas. Las injurias que en un princi-
de acción que tiene su misma razón de ser la contempla- pio trataron de agitarla, las desarmó con su buena acogida
ción, está aquí expresada con la evidencia pictórica de la convencido de que recibía lo debido. Y cuándo la gent~
alegoría. Y como en la vida mística la espiritualidad do- comenzó a llamarle santo y a honrarle, no se dejó impre-
minica actúa su ideal de perfección, no es extraño que sea sionar y repitió con el divino Maestro: «¿Por qué me lla-
posible encontrar en la vida de San Martín el itinerario mas bueno: sólo Dios es sumamente bueno» (Mateo, XIX,
de la santidad según el mismo esquema de Santa Catalina. '17).
Los pies del Crucificado atraían las miradas y el afec- Su paz era certeza de la bondad de Dios, la certeza
to de su corazón de niño y de joven, y muy pronto el de la benevolencia de aquella voluntad a que, con pleno
pensamiento de la Pasión, contemplada en el misterio eu- abandono, había confiado su voluntad y todo su ser -«scio
carísticp y en las vigilias nocturnas, le infunde el deseo de cuí credidi»- la certeza de que el amor de su corazón
subir a lo alto. nunca hubiera dejado de encontrar correspondencia.
Con el don de sí, perfeccionado por la profesión re- Era la paz del reposo en los brazos del Padre.
ligiosa, se puede identificar la subida de Martín al se- Martín no se daba importancia por nada, nunca adop-
gundo peldaño, donde la mirada del alma escruta el secre- taba posturas ni ademanes afectados. Pero la alegría de la
to del corazón, y en el ansia de penetrar más y más en el que tales certezas llenaban su corazón rezumaba por sí mis-
abismo de la caridad, se purifica y se fortifica con el ejer- ma y daba a quien trataba con él otra certeza: que él estaba
cicio de todas las virtudes. todo en Dios y Dios en él» (3 ).
Pero no es posible señalar el momento de su llegada También su oración estaba toda llena e invadida de es-
al tercer peldaño, porque no hay entre los dos una sepa- ta paz. «Dulces coloquios» llenaban las horas que Martín
ración clara, y el alma que insiste en la contemplación pasaba a los pies del tabernáculo y de la Reina del Santo
del amor del Verbo se encuentra, casi sin advertirlo, en Rosario, «dulcísimas contemplaciones con Dios y con su
la paz de la unión con El. Es probable, no obstante, que Santísima Madre»; coloquios con sencillez de corazón, en
Martín llegase pronto a la cumbre y tuviese tiempo de una inteligencia plena; coloquios sin miedo de interrupcio-
fijar en ella su tienda y de permanecer allí muchos años nes, por la certeza de poder continuarlos en cualquier mo-
de su vida. mento, en toda ocupación, en el secreto del corazón, por-
Esta es la impresión que se tiene cuando, buscando que «en cuantos oficios se ocupaba, sacaba siempre de ca-
algún indicio de su presencia en el «tercer peldaño», se da uno de ellos argumentos altísimos para las celestiales y
ve que las manifestaciones propias de este sumo grado no divinas contemplaciones, en las cuales se elevaba por sí
son consideradas por los que vivieron con él como hechos mismo; con todo esto, en los tiempos que no eran de en-
esporádicos y extraordinarios, sino como cosas habituales. fermería, se daba totalmente a este oficio y ocupación; a
La primera señal de la unión es la paz, Martín, ates- solas con Dios, gozando por privilegio especial no ser visto
tiguan sus contemporáneos, estaba como sumergido en la
paz, irradiaba paz. Una paz que no se turba ni por las in- (3) • novas (CXV), p. 32
Ad

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-l
~

de las gentes ... teniendo en todo puestos sus pensamien- da, cerrando la puerta con llave para impechr que entrasen.
tos en Dios» (4 ). Poco después encontró a un religioso que iba en bus-
Marta y María no se contradecían nunca en él, porque ca de Martín.
María acompañaba a Marta siempre y en todas partes. Pe- -¿Está fray Martín en su celda? -preguntó el Maes-
ro cuando Marta había despachado todos sus quehaceres, tro Osorio.
María tomaba a Martín por la mano y lo llevaba aparte, a -No -respondió Juan sin darse cuenta de que decía
algún lugar escondido donde pudiese gozar de la presencia una mentira. El Maestro Osorio, de todas formas, no le
de su Señor, a solas con El. La soledad atraía a Martín como creyó, y al ver que tenía la llave en la mano, se la cogió
nn imán: era para él un refugio de la curiosidad, piadosa sin cumplimiento alguno y abrió la puerta.
y bien intencionada, pero un poco molesta, de sus prójimos. Juan Vázquez le siguió y vio que Martín aún estaba
Ellos a espiarle y él a defenderse como podía. _ como le había dejado, levantado de fa tierra en oración de-
. Con Fray Fernando, por ejemplo, que siendo enferme- lante de San Auxilio, y sintió tanto el disgusto de haber
ro mayor tenía una segunda llave del guardarropas de la en- dicho una mentira inútil como no poder evitar una moles-
fermería, de nada le valía cerrarse por dentro. Por eso, ató tia a su amigo. '
a la puerta una campanilla para que su tintineo le llamase El Maestro Osorio miró dentro, a derecha e izquier-
a tiempo. da, pero no vio a nadie, y también él se disgustó por no ha-
Pero cuando además de la oración había éxtasis, Mar- berse fiado de lo que le había dicho Juan Vázquez.
tín no tenía defensa. -Cualquiera sabe dónde podrá estar -dijo entre dien-
El que más veces vio a Martín en éxtasis fue acaso tes mientras le devolvía la llave (5).
el joven Vázquez. Después de aquella primera vez en la no- . FraJ?cis~o de la Torre, el otro privilegiado que podía
che del terremoto -y fray Miguel le había predicho, cuan- Ir y vemr libremente a la celda de Martín, tuvo también
do él huyó al claustro fuera de .sí a causa del miedo, que muchas veces la suerte de verle en éxtasis. Fortuitamente
estando con Martín llegaría a no .asombrarse de los prodi- sucedía que alguna vez se acercaba a Martín algún extraño.
gios- Juan le vio otros muchas veces, levantado del suelo Un día llegó jadeante al convento del Santo Rosario
a la altura de un hombre, con las rodillas plegadas, con la un rapazuelo. Se llamaba Nicolás de Peñasola, y más tarde
miráda en el Crucifijo o en la imagen de algún santo. sería sacerdote y religioso de la Orden de San Agustín, pe-
Juan era 1ln muchacho discreto y juicioso y compren- ro en aquel momento no era sino un pilluelo que buscaba
día muy bien que Martín no estaba turbado en aquellos huir del castigo. Efectivamente se había escapado de casa
·momentos. Un mañana Martín había estado en éxtasis de- por miedo a que lo cogieran los suyos, después de haber
lante de la imagen de un santo a quien acostumbraba invo-· concertado no sé qué travesura, y venía a buscar asilo en
car en sus necesidades con el nombre -quizás puesto por el Santo Rosario. ·
él mismo -de San Auxilio, y Juan·le dejó solo en la cel- Nicolás venía casi todos los días al convento, sea por

(4) !bid. (CXV), p. 41 (5) !bid. (XXX), pp. 42-43

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1

ver a algunos religiosos parientes suyos, que por ver a Mar- Paciencia, fortaleza y perseverancia son los frutos que
tín que siempre le daba pan, higos o uvas pasas. Nadie le se descubren en el peldaño de la paz, frutos para la mesa
hizo caso porque era desconocido. Pero él, conocedor del ' que presenta el alimento de las almas. Martín los descu-
lugar, sin pensar en más que en no dejarse encontrar por bría a manos llenas.
los que le estaban persiguiendo para castigarle, pasada la También a él, como al profeta fatigado a la sombra
portería atravesó de prisa el claustro, dio con la puerta de del enebro, la voz del Señor continuaba diciéndole: «To-
la sala del capítulo y se escondió entre los asientos. Allí ma y come: aún te queda mucho camino por andar». Y
estuvo un buen rato, escondido y jadeante. Cuando después Martín, con el entusiasmo del atleta que se lanza a la pis-
se hubo calmado un poco, se animó y se aventuró a sacar ta, se puso en el camino de la doctrina del Verbo Encar-
la cabeza. Estaba ya casi seguro de que los suyos le habían nado, en el camino de Su imitación.
perdido de vista. Le convenía quedarse allí y esperar. Cuan- Hiciese lo que hiciese, tenía delante de los ojos el ejem-
do fueron calmándose las iras del primer momento podría plar divino. Si visitaba o curaba los enfermos pensaba que
volver a presentarse en casa. el Señor, venido a la tierra precisamente para visitar y cu-
Martín, mientras tanto, estaba en éxtasis en la misma rar a la humanidad enferma, había tenido tanta compasión
sala del Capítulo, elevado a la altura del Crucifijo. de los enfermos que hasta puso al servicio de ellos su om-
El muchacho se puso a mirar alrededor, como quien nipotencia, para sanarles. Cuando por las noches se ponía
busca un modo de pasar aquellas horas sin aburrirse dema- a orar, recordaba las noches que Jesús pasaba en oración
siado. De pronto vio a Martín y fue tal su espanto al verle con el Padre, y no sabía decidirse .a interrumpir su colo-
suspendido en el aire, que se olvidó de todo lo demás y quio con Dios, antes que se hiciese. de día. Justificaba los
huyó a todo correr (6). largos ayunos con el ejemplo del Salvador, y todas sus
La santidad, ciertamente, no consiste en los éxtasis, mortificaciones eran un esfuerzo por participar de algún
pero también este don es una señal de la unión del alma modo en su Pasión.
con Dios. «Muchas veces el cuerpo se eleva de la tierra ... Y si alguien le injuriaba, Martín callaba pensando que
porque la unión que el alma ha hecho conmigo es más per- el discípulo tiene que imitar los ejemplos del Maestro, «que
fecta que la unión entre el alma y el cuerpo», explicó el subió a la cátedra de la Cruz para darnos una doctrina
Señor a Santa Catalina en el Diálogo (7). fundada en la verdad». Y permanecía anonadado a los pies
Que el hombre pueda continuar viviendo cuando Dios de la cátedra «para aprenderla en la bajeza de la verdadera
hace sentir al alma el poder irresistible de sus atractivos, humildad, toda vez que en soberbia no se podría aprender»
es una especie de milagro: ninguna criatura podría resis- (8).
tir semejante presión si Dios mismo no la «cercase de for- Toda la vida del Señor era para él objeto de estudio,
taleza». de un estudio que no se proponía puras abstracciones espe-
culativas sino
. que quería llegar
, a la conclusión práctica de
( 6) Ibid. (LI), pp. 43 y 115
(7) Diálogo, c. LXXIX (8) S. Catalina, cart. 216

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¡l

Y Martín tenía que resignarse a ser una especie de


una regla de vida. Mirándolas a esta luz, todas las ense- consejero general.
ñanzas y todos los ejemplos de Su vida estaban para él Naturalmente, los primeros que recurr~eron a él fue-
coordinados en una síntesis simplicísima: en la caridad. La ron sus hermanos y, entre éstos, los primerísimos los jó-
Sabiduría del Verbo no había sabido encontrar algo mejor venes. Se ha dicho casi todo lo que es posible decir sobre
para expresar al Padre su amor que amar a los hombres y el aprecio que llegaron a tener de él los suyos, cuando se
darse por su salvación. Por eso mismo tampoco podía ha- dice que el maestro de novicios veía con muy buenos ojos
ber oti:o camino para Martín. las visitas de Martín al noviciado, dejándole hablar libre-
Una vez fijado este punto, todo lo demás ve~ía de por mente con los novicios, lo mismo a todos juntos que a ca-
sí: la paciencia con los enfermos, la actividad incansable da uno en particular. Y si un novicio pedía a Martín que
en el servicio de los hermános y de los pobres, la constan- le tomara por hijo, prometiendo considerarle como padr~,
cia heroica en olvidarse de sí mismo por los demás, y la el maestro nada tenía que objetar. Los maestros de novt-
totál generosidad que pone al servicio del prójimo no sólo cios en general son muy avisados y los hechos dieron la ra-
los resortes físicos, sino también las más celosas reservas zón al del convento del Rosario, porque los jóvenes qu~ es-
del espíritu. cogieron a Martín como modelo y como guta fueron ~:em­
Aquí está verdaderamente la prueba de la costancia pre los que mejor resultado dieron. Hubo entr~ sus «~t¡os»
y de la fortaleza, de la «fortaleza sobre fortaleza» que re- religiosos buenos y doctos, maestros en teologta y obtspos.
viste á1 ruma en el grado sumo de la escála. «Estos no ocul- No es menos notable que los consejos de Martín se si-
tan las virtudes por temor. . . y si es necesario su servicio guieran en los momentos en que los intereses ~ las prefe-
al prójimo, no lo esconden por temor... sino que lo sirven rencias personales hacen a los hombres menos dts~uestos ~
valientemente» (9). dejarse guiar: nos referimos al tiet_DPO. de. elecc;on~s. St
Martín tenía que hacer un gran esfuerzo siempre que las cosas no iban como hubieran debtdo tr, s1 habta dtscor-
alguien venía a pedirle consejo. Sus gustos le empujaban dias que impedían venir a un acuerdo, o coaliciones fun-
al escondimiento y hacia aquella oscuridad a que parecía dadas en un terreno que no era el de la virtud, Martín se
darle derecho su condición de hermano converso. Su reac- ponía en medio como un .auténtic~ ?ngel de paz y resol-
ción espontánea era responder: ¿por qué quieren divertir- vía las discordias y las amistades v1c1osas con una serena
se con un pobre mulato? y correr a buscar refugio en la concordia. Con la franqueza de quien habla sin pasiones, Y
Cruz del Señor. Pero precisamente desde allí se veía obli- sin intereses personales se presentaba a los candidatos que
gado a volver donde su prójimo para cumplir el oficio de eran obstáculo para una buena inteligencia y les aconsejaba
la caridad espiritual. -Los dones que te he dado -pare- que se retiraran. Con esta franqueza. d.ecía a· uno:
cía decirle el Señor- no son para que los cierres dentro de -Usted no es apto para este oftcto -y a otro:- No
ti, como hace el avaro, sino para que fraternalmente hagas está usted aún maduro.
participar de ellos al prójimo. Y todos aceptaban su juicio y, lo que aún es más her-
moso nadie se sentía herido y amargado, quedándose to-
(9) Diálogo, c. LXXVII '
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190
J

dos, como afirma .el Padre Velasco Carabantes, «muy ale- te y suplicaba a Martín que viniera a su palacio; y, para
gres y pacíficos, amándose mutuamente en el Señor, conso- terminar, después de haber bajado por todos los grados de
lándose cada uno con los consejos de tan grande hombre, la autoridad civil, volvía a subir por todos los de la auto-
y que se hiciese en ellos la voluntad de Dios» (10). ridad eclesiástica, con el Ilustrísimo y Reverendísimo Se-
Lo mismo en el campo de esta caridad espiritual co- ñor Dr. Feliciano de Vega, Vicario General de la Diócesis
mo en el de las ayudas materiales, la actividad de Martín de Lima, y más tarde obispo de la Paz y finalmente Arzo-
no se agota en su convento. El hambre del espíritu lleva- bispo de la ciudad de Méjico, el cual, a pesar de ser gran
ba hasta él a gentes de fuera, lo mismo que el hambre físi- letrado y jurista, sentía muchas veces la necesidad de con-
ca. Había más de uno que venía periódicamente, como el sultar al hermano mulato «para asegurarse en su Gobierno
capitán Juan de Ronda, «por el consuelo que experimen- Eclesiástico y en la Judicatura» (12).
taba su corazón y el aprovechamiento de sí mismo», vol- Con una clientela semejante no habían de faltar casos
viendo a casa lleno de buenos y grandes deseos: amar y ser- bastante difíciles y delicados entre los que pedían consejo.
vir a Dios evitando todo lo que puede ofenderle. Pero se sabía por experiencia que nadie tuvo nunca que
Martín no repartía bizcochos a quien venía a pedirle arrepentirse de haber seguido el consejo de Martín, y esta
que le guiara por los caminos del espíritu, sino el pan só- animaba a ir a él.
lido y substancioso de las grandes verdades de la fe y espe- El ser «medicina general para todos los males» no que-.
cialmente el pan un poco duro de los novísimos. Y encon- ría decir que la palabra de Martín no tuviese una eficacia
traba hombres capaces de gustarlo desde el momento que particular para un determinado género de males. La tenía,.
su cenáculo parece haber sido bastante numeroso. No es en efecto, para el mal de la discordia. Ninguna discordia
que los que pedían consejos a Martín se preocuparan sola- o enemistad era refractaria a la acción pacificadora de Mar-
mente de cosas espirituales. «Se aconsejaban de él -afir- tín. Por eso se le buscaba de un modo especial para poner·
ma el Padre Juan de Barbaran -como de un oráculo del paz: parece que tenía el don de pacificar en torno a sí.
cielo, los superiores para la prudencia, los doctos para la Y realmente era don más que virtud: el don de con-
doctrina, los espírituales para la oración, los afligidos para sejo que perfeccionaba en él la virtud de la prudencia y-
el alivio, siendo medicina general para todos los males» le abría los ojos, para bien de los suyos, no sólo al pre-
(11). sente, sino también al futuro. A la largueza de Dios no·
Y bajo la palabra «superiores» hay que entender to- cuesta más dar un don u otro, y al Espíritu Santo que·
das las autoridades, las personas «más graves» de todos los sobre la «mesa» de la unión con el Padre, «administra los
estados, comenzando por el señor Conde de Chinchón, Vi- dones y las gracias», se complacía en demostrarlo dándolo..
rrey, que se presentaba sin ceremonias en el convento en sin medida al hermano de Lima.
cualquier momento o, si no podía moverse, mandaba un bille- Un día se presentó a Martín el Gobernador Juan de-
Figueroa. Era uno de los más asiduos visitantes de su ce!--
(10) Ad novas (VII), p. 75
(11) Ibid. (VII); p. 76 ( 12) !bid. (VI), p. 76

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1

da: iba indefectiblemente todos los lunes para llevarle las buena, comenzó a traicionarle; y hasta el pat_rimonio que
limosnas de misas, e iba otras muchas veces para pedirle parecía tan seguro fue menguando a ojos vista. Pruebas. .
consejo, porque en todo lo referente a su alma se regía que el Señor manda a los que ama para purificarles y ha-
según las directrices que le daba Martín. cerles más dignos de El.
Figueroa entró con su acostumbrado aire jovial. Su Martín, mientras tanto, velaba por su hijo espiritual
visita siempre era muy grata. Por su parte no tenía preo- para sostenerle en aquel momento duro. Y un día le lla-
cupaciones. Las cantidades dadas a los pobres no abrían e mó, pues temía que el peso fuese un poco fuerte para sus.
brecha en su patrimonio, y más bien eran como una ben- espaldas, y le dijo: -Esté tranquilo que no siempre será
dición que lo aumentaban, hasta tal punto que en el mo- :.así. No quedará en la miseria ni mucho menos, conserva-
mento disponía de una renta de veintitrés mil pesos, sin rá el patrimonio tal como lo tenía a su llegada a Lima, y
contar los doscientos mil y más pesos puestos a parte co- aún lo aumentará.
mo reserva. La acogida que le hizo Martín fue, en cam- Esto ocurría el año 1638, que fue el penúltimo de la
bio, muy extraña y distinta de lo acostumbrado. Sin nin- vida de Martín. El año 1660, Juan de Figuer~a podía ates--
gún preámbulo, y con aire serio, le dijo Martín. -¡Ea, tiguar que las cosas habían ido exactamente como Martín
no hay más que hacer que prepararse a sufrir dificulta- había predicho ( 13).
des! La virtud de prudencia y el don de consejo y espí-
El Gobernador, entre la sorpresa y el desagrado, se ritu de profecía concurrían a hacer de Martín un conseje~
impresionó tanto que no tuvo ni siquiera valor para pedir m ideal. Las virtudes y los dones contribuían a encender-
explicaciones y se fue muy turbado. Cuando se vio fuera, en él lo que Santa Catalina llamaba «la luz de la discre-
-repasando las extrañas palabras y el extraño modo de pro- ción», es decir la capacidad de discernir lo que es bueno·
ceder, le nació un poco de esperanza· de no haber com- para cada alma, conforme a los designios de Dios sobre ca-
prendido bien, pero se hubiera avergonzado de volver da alma en particular. Esta luz es indispensable a quien
atrás y preguntar a Martín, no habiéndolo hecho en el tiene que aconsejar. El que no la posee pretende modelar-
·mismo momento. Por eso fue en busca de Doña Luisa a todos según SU modelo, «Con el mismo peso que él pesa,_
de Soto Melgareio, que era una santa mujer, y dotada, a lo quiere pesar a todas las personas» y reducir la variedad
que decían, de espíritu de profecía. ¡Pobre Juan de Fi- casi infinita del mundo espiritual a la monotonía de su
gueroa! Las mismas palabras con que Martín le había sa- nota personal (14).
ludado las volvió a escuchar en el umbral de la casa de Nada de esto hay en Martín. No pretendía que to-
Doña Luisa. dos fuesen por el mismo camino. Si su camino era bueno·
La confirmación de la sentencia acabó de entristecer- para él, no quería decir que lo fuese igualmente bueno P.a-
le, y a los pocos días llegó la confirmación indudable de ra los demás. Si él había escogido su puesto más hum1l--
los hechos. Hubo un sinfín de lamentaciones, penas y do-
lores. La calumnia trató de mancillar su honor; la salud (13) !bid. (I), p. 1.10
corporal, que hasta aquel momento la había tenido muy (14) S. Catalina, cart. 213

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'J

de, no era razón que todos se precipita;an a hacerle coro- necesarias, porque fray Fernando, después de la cura que
. pañía. Si fray Fernando, después de haber entrado en la le hizo Martín, se había dormido profundamente y a la ma-
Or~en cc:mo hermano ~ego y haber seguido hermano lego ñana, despertándose sin dolores, se había levantado de la
;var1os anos, ahora asp1raba a «ser de corona» es decir cama y se había ido a sus quehaceres.
a pasar a los clérigos, y a recibir a su tiempo' las sagra~ Martín, como bromeándose, le había susurrado a:l oído:
das órdenes, ¿por qué disuadirle? Fray Fernando era un -No te preocupes de lo que han dicho los médicos: algu-
espíritu un P?c~ inquieto 't acaso no del todo' equilibra- na vez te morirás, pero de esta enfermedad, no.
do; el eqmhbno constante de Martín parecfu hecho a Pero algún año más tarde a fray Fernando le repitió
propósito para mantenerle a «tono». Sobrevivió al Santo el ataque, en circunstancias tales que le hizo casi deplorar no
trece o catorce anos y murió el 1662. Otra vez, en vida haber ido al otro mundo la primera vez, cuando estaba en
li de Martín, y precisamente el 1619, Fernando se asomó el convento entre los hermanos. y podía tener toda clase
,¡1,
ill a las puertas de la otra vida y Martín le detuvo en ésta. de auxilios. Ahora se encontraba de viaje, solo, en un va-
lj,, E hizo bien porque el testimonio de Fernando de Arago- lle desierto, en el camino entre Arequipa y. Lima, sin mé-
nes, su compañero en la enfermería durante tantos años dico, sin sacerdote, sin una casa donde pedir alojamien-
l ji había de ser uno de los más ricos en detalles. ' fo. Y el dolor de costado aumentaba y le quitaba las fuerzas.
¡1'11 Fray Fernando, como decimos, el año 1619 fue des- Entonces, visto que la tierra no podía prestarle ayu-
hauciado de los médicos, recibió los Sacramentos inclu- da, pensó en pedir ayudas al cielo, y oró, con todo el fer-
1'1 so la Extremaunción, y la comunidad esperaba de un mo- vor de que era capaz, a Santo Domingo y San Francisco
'mento a otro que la llamaran junto al lecho del moribun- que le socorrieran en aquella trágica situación. Aún estaba
!1 do. Pero hacia la media noche vino Martín y, tomándole orando cuando pasó un joven franciscano que viajaba
!1
ji
el pulso, le preguntó si era muy fuerte el dolor del cos- montado en una mula, y de él tuvo fray Fernando el con-
1'
¡: tado. suelo de los sacramentos. Después, mientras seguía oran-
-Es tan fuerte que casi no puedo respirar -res- do con los ojos cerrados, pidiendo que pudiera aún vivir
pondió fray Fernando con un hilo de voz. para servir a Dios, le pareció ver a Santo Domingo que
-Se me ocurre que se podría .probar cierto reme- le decía: -Hijo, no morirás, pero piensa en enmendarte
dio- dijo entonces Martín, y tomando una larga faja de y en servir mejor al Señor.
tela se puso a rodear con ella el tórax del enfermo tenien- Volviendo a abrir los ojos, vio que podía andar y muy
do cuidado de introducir, entre una vuelta y otra del ven- satisfecho, tomó el camino de Lima. Caundo llegó al con-
daje, a1guna. hoja de trébol. Pensara lo que pensara de vento, mientras iba hacia la celda del prior para pedirle
aque~ remed1o el enfermero mayor, lo cierto es que la co- la bendición, vio la puerta del guardarropas abierta y se
murudad pudo descansar tranquilamente toda la noche asomó para contar a Martín sus aventuras. Martín no le
sin ser llamada donde el enfermo, y que a la mañana si- dejó hablar y le dijo: -Has tenido dos buenos protecto-
·guiente el sacristán fue por las tablillas que había pre- res y puedes estar agradecido a «nuestro viejo». Pero cum-
parado cerca de la puerta para dar la señal y que ya fl:O eran ple lo que le has prometido.

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No se puede pensar que fray Fernando no se esfor- mente tenía que exponer su parecer lo echaba todo a bue-
zase por enmendarse y servir mejor al Señor después de na parte.
un ,hec~o semejante. Pero esto no le impidió, al cabo de -No, no -dijo al momento-, no se trata de ligere-
algun t1empo, estar en desacuerdo con su superior y de- za: ocurren estas cosas por la alta Providencia de Dios
jarse llevar de la melancolía por este hecho. Había pen- .que permite estas transgresiones para atraer a sí a los pe-
sado muchas otras veces que una vía de salida hubiera si- leadores. Mire, padre, hay personas tan habituadas a la vi-
do la del sacerdocio, pero, ¿no era ya demasiado tarde para da cómoda y a los placeres, que el solo nombre de aus-
realizar su deseo? teridad les espanta. Imagínese que uno de estos hombres
-Ea, ánimo, que de aquí a catorce años no tendrás de vida desordenada viniese aquí para confesarse ... ¿cree
que pensar ya en estas cosas -le dijo Martín que no po- que su aspecto austero y los zapatos grandes como barcas
día ver gente melancólica. que lleva en los pies le inspirarían confianza? De ninguna
-Ya, porque de aquí a catorce años me habré muer- manera. Al ver, en cambio, al padre joven con sus lindos
to -le respondió fray . Fernando, más lúgubre que nunca. zapatos, podrá pensar: ¡éste sí que me va a comprender!,
Pasados catorce años, fray Fernando, alegre y emo- y se confesará y luego la gracia de Dios hará lo demás ...
cionado, subía las gradas del altar ( 15). ( 16).
Un día Martín hablaba de cosas espirituales con un Y el buen padre aprendió la lección y se rió sincera-
padre un poco anciano, uno de esos ejemplares natural- mente con Martín.
mente rígidos e intransigentes, pero dotados, al mismo
tiempo, de mucha bondad y virtud. Hablaban de la obser-
v2ncia regular y de la perfección cristiana, y he aquí que
en aquel momento pasaba un religioso joven con un par de
zapatos nuevos que le sentaban maravillosamente y tenía
un no sé qué de muy elegante. Después de todo, no era
ese el tipo de zapatos que se acostumbraba llevar en el
convento.
Para el padre anciano la vista de aquel par de za-
patos, precisamente en el momento en que con tanto fer-
vor estaba hablando de perfección y de observancia, fue
una especie de puñetazo en el ojo.
-¿Qué dice de la ligereza de ese joven? -preguntÓ>
a su compañero.
A Martín no le gustaba juzgar a los demás. Si forzosa-·

(15) Positio p. 41-42 (16) Processo 1678 (1), t. I ce. 264-5

198 199
Al tercer día, la fiebre, el frenesí, el dolor que parali-
:zaba el brazo, le decidieron a quitarse la envoltura y mirar
·cómo iban las cosas.
La mano estaba hinchada, inflamada y morada, y de
"ella pendía inerte el cuarto dedo, cuyos nervios habían sido
cortados.
Esta vez fray Luis no se hizo ilusiones, comprendió
·que no era una broma, y recordando que los días de vaca-
XV dones Martín tenía la costumbre de ir a hacer penitencia
al convento de la Magdalena, se fue a buscarle. Efectiva-
mente, le encontró cerrado en una celda y llamó a la puerta.
-¿Qué hay? -pfeguntó la voz de dentro, sin mues-
«El que cree en mí, ése hará también tra de fastidio. Al momento se abrió la puerta y Martín
las obras que yo hago» (Jn., XIV, 12). se encontró frente a un novicio hecho un mar de lágrimas
y mostrando el dedo de una mano colgando en la que quizás
había comenzado ya a trabajar la gangrena. Le bastó a Mar-
Cuando fray Luis Gutiérrez, a sus diecisiete años se tín una mirada para hacer un diagnóstico exacto. No había
preparaba a hacer su profesión religiosa en el conv~nto. tiempo que perder. Comenzó por animar al enfermo, sin
de santa María .compasivos engaños: -No tengas miedo, pequeño. Tu he-
. , .Magdalena, un día de carnaval ' durante rida, ciertamente, tiene mala cara, es peligrosa, pero Dios
una recreacwn vio a un novicio que con aire distraído
tema, en 1a mano una fruta. ' ' te dará la salud. -Enseguida lo llevó a h huerta, hacia el
Quiso bromear con él: se le acercó despacio e hizo· lavadero. Buscó una hierba, la hierba de Santa María, cogió
por quitársela. No tenía otra intención que bromear: co- d.e ella un par de hojas, las trituró entre dos piedras, apli-
gerla y devolverla. Pero, por la rapidez en arrebatársela có su .polvo a las heridas y lo extendió por la ·mano hasta
cerró la mano sobre la fruta y a la vez sobre el cuchill¿, donde llegaba la inflamación, haciendo sobre ello la señal de
que el otro tenía juntamente con la fruta y s~ hirió gra- la cruz.
vemente en los dedos cuarto y quinto. Fray Luis, que por haber tenido que arrepentirse de
Espantado, más que de las heridas, de una eventual haber sido demasiado listo en el primer momento, ahora
repri1n:enda del padre maestro, y persuadido de que «como se sentía impulsado a exagerar en el sentido contrario, ve-
la henda era tan reciente», no necesitaría más que hacer ría muy gustoso que se sirvieran de algún hierro quirúrgico
parar la sangre, fray Luis se la vendó fuertemente con lo para estar cierto de que ahora se obraba en serio, y cuando
primero que encontró y esperó que los dos cortes quedaran Martín hubo terminado de extender la capa del polvo de
unidos: las hojas de la hierba de Santa María, no pudo menos de
La tuvo así tres días. preguntarle: -¿Aquí está todo?

200 201
J

-Todo ,-respondió tranquilo Martín-, vete en paz Con· un enfermo hacía, ante todo, el oficio de médico.
a tu noviciado. No le hubiera parecido justo dispensarse de - dar su obra
El joven, desconfiando todavía, se miró la mano. La al paciente y pedir un milagro donde no había necesidad.
hinchazón iniciaba su disminución, y el brazo no le dolía Una vez, por ejemplo, uno que sufría de malas diges-
tanto al moverlo. - tiones y de insomnios, queriendo obtener no sé ql1é cura-
A la mañana siguiente fray Luis quedó del todo pas- ción estrepitosa, hizo clavar la puerta de su compañero de
mado viendo que no sólo no había inflamación, sino que celda para obligar a Martín a estar allí mientras no le hu-
además los nervios cortados debían estar unidos de algu- biese curado. Martín se rió ciertamente en su corazón de
na ~a~era porque el dedo había vuelto a adquirir todos sus aquel gran aparato, y sugirió el remedio del simple buen
movimientos. sentido, el remedio que se le hubiera podido ocurrir a
Fray Luis estuvo ~nos momentos levantando y bajan- cualquiera, sólo con tener, en cuenta el clima oprimente del
d? el cuarto dedo y disfrutando del dominio readquirido. Perú. -Ponga la cama entre la puerta y la ventana, don-
SI, era un verdadero placer mover libremente dedo mano de hay más aire ... -Fray Juan de Vargas, que había pre-
Y brazo sin el menor dolor. Hubiera podido creer que ha- parado el animo a algo grande y prodigioso, tuvo también
b~a soñado aquel gran mal de los días pasados si no hu- él el buen sentido de seguir un consejo tan lógico y tan
biesen quedado en los dos últimos dedos las cicatrices de los sencillo. Y el sueño tranquilo de aquella noche hizo más
;dos tajos. fácil la digestión y le animó a continuar la cura las noches
Y aún quedaron bastante tiempo -por lo menos trein- siguientes (3 ).
ta años- si el 1660 el padre Luis pudo mostrarlas al re- Todo lo contrario fue el caso de fray Andrés Martínez
ferir el hecho en el proceso. El prodigio ocurrió hacia el uno de los raros casos en que Martín recurrió a un remedio
1630 (1). ' por lo menos extraño.
. En_ la ?Iración de fray Luis, Martín obró según su es- Fray Andrés enfermó de fiebres tercianas apenas pro-
tilo ordinano, como lo describe el padre Gonsalvo García fesó. Después de haber combatido algún tiempo, inútilmen-
de Gúzm~n: «aplic~ndo ... fray Martín un remedio vulgar te, contra estas fiebres, se dio cuenta de que tenía enfermos
a las heridas y haciendo sobre ellas la señal de la cruz sin los pulmones. Este descubrimiento le quitó toda esperanza
más remedio, en unos pocos días quedó curado ... » (2). de curación y le llenó de melancolía.
El «remedio vulgar» Martín no lo descuidaba. No ol- Martín le vio un día triste y se éompadeció de él. Le
vidaba que era médico y que había empleado muchas ho- dijo que se animase y le aconsejó que se diera un baño
ras de s~ juventud en ~1 ~studio de los remedios que había aquella misma noche en el estanque que estaba en el cen-
profundizado el conocimlento de las propiedades de las tro del claustro del noviciado.
hierbas medicinales. Fray Andrés se rió de esta invención. Aquel día Mar-
tín debía tener ganas de bromas para hacer semejante pro-
(1) Processo 1660 (VIII), p. 81-85
(2) Positio, p. 14 (3) Processo 1660 (X), pp. 95-96

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posición a uno que a duras penas podía tenerse de pie. Tan tras trazaba la señal de la Cruz, pero en este acto y en
débil estaba. esta oración no había ttada de dramático. Martín invocaba
Pero Martín no había tenido intenciones de bromear la ayuda de Dios con toda sencillez, como debiera invocar-
y repitió ~u consejo: un buen baño frío, de noche, era 1¿ la, en cualquier acto, el que tenía tanta fe como un grano
de mostaza. Pero el Evangelio dice que puede bastar este
que necesitaba para que volviera de nuevo la salud.
Esta vez fray Andrés dejó de reírse y tomó en serio mínimum de fe para encontrar las fuerzas de la naturaleza
el consejo. Quizás pensó: -De morir, lo mismo da de un obedientes más allá de toda esperanza.
modo que de otro: probemos. -Alguien que llegó a sa- Así ocurría a Martín: el Señor estaba siempre dispues-
berlo trató de disuadirle: -¿Estás loco? ¡con el mal que to a responder a su oración, a dar sin medida, a superar
tienes a cuestas ... ! con divina munificencia sus sencillas peticiones.
Pero fray Andrés estaba decidido. Cenó con los demás Verdaderamente, según la expresión de Santa Catali-
y cuando todos se retiraron a la celda también él fue a la na, el Espíritu de Amor estaba casi a las órdenes del hu-
s~y~. A las diez de la noche bajó al claustro, se quitó la milde hermano «para administrar diversas gracias y dones».
túnica y ¡al agua! El frío del agua le quitó la respiración Y Martín no podía impedir al Señor que fuera generoso.
y le obligó a salir del agua de prisa y furioso. Pero pensó No lo hubiera querido aunque hubiera podido, toda vez
que aquella inmersión había sido demasiado rápida para que de la largueza de la divina bondad reporta alivio a los
llamarse baño y volvió dentro resueltamente y estuvo én hermanos que sufren. Por eso sacaba con sencillez tanta
el agua tanto tiempo que el frío le paralizó los movimientos riqueza.
y le hizo incapaz de salir fuera por sí mismo. Por fortuna -He visto hacerlo así en Francia, en el hospital de
pasaba por allí un hermano lego que le sacó del agua, y en- Bayona -dijo~ una vez Martín para disipar las dudas de
contrándole tan aterido, le secó y le vistió y le llevó a la sus colegas de enfermería sobre la eficacia de un remedio
cama, tratando de calentarle lo mejor que pudo a fuerza de aún nuevo para Lima (5).
ceniza caliente y mantas. Lo dijo con la misma sencillez con que hubiera dicho
. Apenas el buen hermano hubo terminado de taparlo que lo había aprendido en la escuela de Marcelo de Rive-
b1en con las mantas, fray Andrés durmió de un tirón has- ro, sin pensar que aquella afirmación, para quien hacía
ta la mañana siguiente. Cuando se despertó se encontró sá- años le conocía y nunca le había visto ausentarse de Lima,
no (4). . equivalía a ún testimonio de la facultad que se le había
Martín no abusó de este género de remedios extraños. concedido -y ésta prácticamente sin medida- de ir de un
Pref~ría el <~remedio vulgar», el común, el remedio que, lugar a otro y de encontrarse a la vez en varios lugares.
a pnmera vista no parecía capaz de resolver la situación Sin medida, pero no a capricho. En todo desplaza-
pero que tampoco era capaz de empeorarla. Martín aplica~ miento a lugares lejanos o cercanos -ya se tratase de en-
ba el remedio y pedía al Señor que lo hiciera eficaz míen- señar la doctrina cristiana a los niños en el Extremo Orien-

( 4) Positio, p. 15. (5) Novissimae (XXII), p. 11

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"te, o de poner paz en una familia a las puertas de Lima; cesario», atestiguaba el Padre Cristóforo de Toro, y conva-
.de ayudar a un cristiano caído en manos de los musulma- lidaba su verdadero testimonio con un hecho ocurrido a él
nes en Marruecos, o de ir a aprender los últimos inventos mismo .
.de la medicina en un hospital de Francia- en todo pro- También él, como fray Andrés, hacía poco que había
.digioso desplazamiento hecho en gracia del don de agili~ad terminado el noviciado, cuando tuvo necesidad de Martín
y de bilocación, le movía, como para cada paso de sus p1es, para otro mal distinto del que le había curado con un ba-
la caridad. ño frío. A fray Cristóforo, recién profeso, le sobrevino
Así una noche, habiendo sabido sin que nadie le di- un terrible mal de muelas. Lo soportó algunos días hasta
jera que en el hospital de Santa Ana de Lima estaba para que se decidió a que le e~trajesen el diente dañado, y re-
morir sin bautismo un indio, Martín salió del convento es- currió a un hermano lego·· de la enfermería que se había
tando las puertas cerradas, entró en el hospital y se acercó especializado en el oficio de sacar muelas, si bien tenía la
al lecho del enfermo. Comenzó a hablar con alguna pre- mano un poco pesada; tanto es así que para sacarle el dien-
gunta vaga, pero llegó rápidamente al asunto que llevaba te estropeó la encía y el alvéolo, y le causó una hemorra-
.dentro del corazón: ¿Estás bautizado, hermano? gia que no parecía posible detener.
El indio respondió a duras penas, porque estaba ver- Después de una semana de ayuno, de hemorragias y
.daderamente grave pero no hubo necesidad de mucha de noches en las que el continuo dolor no le dejaba pegar
-conversación para que él y Martín se pusieran de acuer- el ojo, fray Cristóforo quedó extenuado y deliraba con fre-
do. A los pocos minutos Martín mandaba llamar al cape- cuencia. Y, lo que es peor, comenzaba a perder toda espe-
llán del hospital. Llegó el capellán, bautizó al indio y el ranza de curación y se dejaba llevar del fatal desconsuelo.
indio expiró: su alma fragante de la gracia apenas recibida Pero de nuevo renació su esperanza, cuando recor-
.dejaba al cuerpo deshecho por los dolores y se remontaba, dó que en la enfermería, además del pobre hermano sa-
libre, a los cielos. camuelas, estaba también fray Martín. Pensó que si le que-
Y Martín volvía al convento, entrando de nuevo en él daba aún alguna probabilidad de curación, esta probabili-
-como había salido, con las puertas cerradas con llave (6). dad estaba en las manos del enfermero santo y obtuvo
Siendo el oficio principal de Martín el de asis,tir a los del padre maestro que viniese a verle Martín.
enfermos, es natural que el Espíritu Santo tuviese dispues- Entró Martín en la celda de fray Cristóforo, y en-
tos sus dones, de un modo especial, para ayudarle en este contrándole todo afligido y lacrimoso, comenzó por dar-
oficio. «Para socorrer a las necesidades y aflicciones de los le dos o tres sopapitos, o caricias en la mejilla doliente rea-
enfermos penetraba las paredes más sólidas, o estando ce- nimándolo: -Calma, muchacho, no te aflijas, que con la
rradas las puertas de la celda, y entraba en las estancias ayuda de Dios no será nada.
más secretas del noviciado a deshora, teniendo, por reve- Cogió algunas hilachas secas y las puso en el ·alvéo-
lación divina, conocimiento de lo que se padecía y era ne- lo del diente; la sangre se detuvo y desaparecieron los
dolores.
(6) Ad novas p. 132 Fray Cristóforo se sintió renacer. Cenó con apeti-

206 207
1

to y apenas puso la cabeza sobre la almohada, se durmió manos el alto grado de santidad a que había llegado. Saca-
plácidamente. ba de uno y otro/ lado, según las necesidades, sin evitar
Pero a la una de la mañana se despertó sobresaltado: nunc~ el empleo de los medios naturales y sin dejarse
había vuelto el dolor, más lacerante que antes. Aquella re- embriagar por la abundancia y riqueza de los dones sobre
petición, después de unas horas de interrupción, traía con- los que se le había dado dominio y autoridad. «Tanto le
sigo y renovaba todas las sensaciones penosas. de los días· pesa la mano izquierda como la derecha» ( 8) se hubiera
precedentes, juntamente con un sentimiento, casi invenci- podido decir que su sencillo modo de servirs~ simultánea-
ble, de desaliento. mente, de lo natural y de lo preternatural sin darse nun-
Fray Cristóforo levantó la cabeza de la almohada que ca aire de taumaturgo, sin afectación al~na, sin señalar
parecía comunicarle un dolor intolerable y se sentó en el hinguna separación entre 1~ obra de la mano izquierda y
!echó para llorar más cómodamente. No podía hacer otra 1~ de la mano derecha. SI acaso, como manifiesta pre-
cosa. A aquella hora, aunque hubiese llamado, nadie le Cisamente el Padre de Toro, Martín hubiera preferido
hubiera respondido, porque era precisamente la hora de mostrar. la obra de .la mano izquierda, pareciéndole me-
maitines y estaban todos en el coro. También su compa- nos peligroso ser estimado como médico que ser reputado
i ñero de celda había ido a maitines. santo.
1
Entre lágrimas le vino de nuevo el pensamiento de . ~ero no siempre lo lograba. Alguna vez, la impa-
i;li
¡,1¡ Martín, que poco antes tanto le había aliviado y sus de- Cien~Ia de un e~fermo, otras veces circunstancias provi-
il! denciales, preveruan sus precauciones. Lo que le ocurrió
111,
seos se dirijieron a él; ¡poder tenerle cerca, junto a sí!
Y allí estaba Martín, junto a su cama, que se sonreía a Martín el último año de su vida durante la enfermedad
lil
111' de su gran desconsuelo y le volvió a dar un sopapito amo- de D. Feliciano de la Vega, ya le había ocurrido años an-
1
roso en la mejilla doliente repitiendo, como la primera tes con un hermano, el Padre Luis de Guadalupe. El he-
11
.,,

vez: -¡Muchacho, no te aflijas, que no es nada! cho lo refirió en el proceso el Padre Juan de Barbarán
1
j!l Después le quitó la venda y la hilacha quedó intac- que tuvo en él una parte importante. Una noche, hacia
'il'l
' 1
ta, tan intacta que el joven no pudo menos de pensar «que las, t:es, despertó al Padre Juan un negro que golpeaba
!1 el habérsela puesto más fue por disimular la salud que le energicamente en la puerta de su celda y le suplicaba que
1
causó· el contacto de su mano», esta vez, el dolor desapa- fuera al momento a administrar los sacramentos al Padre
1 reció para siempre (7). Luis que estaba en las últimas. Sin perder un minuto el
Martín, pues, .en la curación de sus enfermos podía Padre Juan corrió al lecho del enfermo y le encontró sirt
disponer, por un lado, de su ciencia médica, de su expe- palabra y casi sin respiración, de manera que tuvo que
riencia, de una voluntad que le empujaba sin· tregua a contentarse con absolverle sin poder escuchar su confe-
una actividad incansable e inteligente; por otro lado, dis- , sión.
ponía de los dones que le ponía, por decirlo asi, en sus En esto llegó Martín. Traía un recipiente lleno de ce-

(7) !bid. (XXII), pp. 65-66 (8) Diálogo c. (CXLI)

8. - San Martín ... 209


208
J

niza caliente, saludó al enfermo; s:gún .s,? cost~bre, in· es cuestión de debilidad; espéreme, vuelvo al momento
vitándole a alabar al Señor. Despues roc1o .con vmo el pe· con un bocadillo a propósito para usted.
queño brasero y ·acercándose al lec;bo . y retltando las man- Y se fue.
tas, suplicó al Padre Luis que le md1c~ra el lugar doloro- Francisco Ortiz, al verse solo con su cabeza que le
so para que pudiese aplicarle el remedio d~l, calor. pesaba como si la hubiesen cargado de plomo, sintió la
El Padre Luis por toda respuesta cog10 la mano de necesidad de hacer algo mejor que estar sentado en una
Martín y la colocó encima apretá~dola fuertemente. C~n silla y, al ver la cama de Martín, se tendió de costado, apo-
el alivio de aquel contacto recobro la. palabra y exclamo: yando un lado de la cabeza en el duro cabezal que hacía
-·Bendito sea Dios y este su buen s1ervo! Ya se me ha las veces de almohada. Bastó el mero contacto para que
1 , • al" t la mitad de la cabeza quedara sin dolor.
pasado todo el dolor y no necesito mas. ceruza e 1en e.
· · Martín sintió mucha vergüenza al ver que su mano Entretanto volvió Martín con su buena sopa y le invi-
había 'obrado de esa manera, a ciegas, y después de un mo- tó a comer. -Un momento -dijo Francisco Ortiz- ¿es
mento de confusión, con los ojos en tierra,. tuvo un~ ex- suyo este cabezal? ·
clamación ·de protesta contra el Padre LUls: -¿As1 os -Es nuestro, hermano -respondió Martín.
burláis de un pobre mulato? -Ahora comprendo -dijo Francisco, y completó así
y sin más palabras dejó a todos en el atolladero y fue su razonamiento consigo mismo: Si esta almohada ha si-
a· tocar el alba (9). do capaz de librarme del dolor de un lado de la cabeza,
Alguna vez el «Minist~o» ?e .lo~ dones y .de las gra- ¿por qué no debiera ser capaz de librarme del dolor del
cias obraba en su nombre sm ru s1q01era advertirlo. otro lado? Hagamos la prueba. ·
Entre los discípulos que freouentaban la celda de Y, acto seguido, volviéndose al otro lado, puso sobre
Martín estaba un tal Francisco Ortiz, hombre de tan bue-. la almohada la parte aún dolorosa y el dolor desapareció
na vida», según el Padre Saldaña, «que se le tenía y vene· tan completamente, que, dejando la cama, le costaba creer
raba como santo». Francisco padecía fuertes dolores ~e haber estado tan mal pocos minutos antes. Mas, hombre
cabeza. Una mañana, estando en la iglesi~ ,del S. ~osano santo como era, ante todo dio gracias al Señor, no sola-
para oír ·misa y recibir la sagrada comun:o~, le ~mo un mente por haberle curado, sino también y especialmente
mal de cabeza tan fuerte que, así que termmo la m1sa, fue por haber dado tanta abundancia de gracias a su siervo
donde Martín en busca de alivio. Le encontró en su guar- .Martín, haciéndole capaz de obrar prodigios hasta con los
darropas. · . objetos de que él se servía. Después fue donde el prior
.· -No puedo más -:-le dijo segú? entraba-: es como y le contó todo con pelos y señales y, como era lógico, lo
si tuviese la cabeza oprimida por1· h1erros. · e:' refirió a muchas otras personas (10).
-¡Vaya, vaya, no se afliJa! ~ijo Mar~ín con sti Tenía, pues, razón el Padre Juan de Barbarán cuan-
alentadora voz- siéntese aqUl; qUlzas neces1te comer: do aseguraba que Martín era «Un vivo instrumento de las

(9) Positio p. 33 (10) !bid. p. 28

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D.a ~e~-?arda le s~plicó: -Pida a Dios que le dé la salud


maravillas de Dios para la salvación de los enfermos». Sa- a mi hiJo que esta enfermo.
lud natural y salud sobrenatural, con el concurso de todos . -Lo haré muy gustoso dijo Martín con su gracia
los dones de que la caridad divina le había enriquecido, habitual, y muy compadecido de la pena de la mad~e-.
pero especialmente a través del don de conocer el verda- Pero no. P,uedo menos de advertirles que éste y otros cua-
dero estado de un enfermo sin dejarse engañar de las t~o monran dentro de poco, y sólo el más joven queda-
¡¡: apariencias. ra en casa con ustedes. Esta es la voluntad de Dios.
-Deja esas cosas que no son absolutamente urgen- Así ocurrió, y pudo dar un verdadero testimonio de
tes -dijo un día quitando de la mano a fray Fernando el ello el hermano superviviente, Pedro Quisano Zeballos
trabajo que e~taba haciendo- y piensa en llamar cuanto (12).
antes para que den los sacramentos a fray Lorenzo: no . Un dí.a llamaron a Martín para que animase a una
hay un momento que perder. Joven esp~sa que estaba para dar a luz y se hallaba llena
A fray Lorenzo de Paresa le había deshauciado el de aprensiÓn. Martín ~e a visitarla en compañía del pa-
médico, pero desde el momento que el buen anciano con- dr.e maestro fray Francisco de la Cruz y le dijo que no te-
tinuaba arrastrándose sobre las piernas, lamentándose de miera ~orque el niño n~:ería sin la menor dificultad, pero
sus achaques, fray Fernando no pensaba que había de irse que mas tarde, aquel mno le había de d.ar verdaderos dis-
tan pronto. Pero no había llegado el sacerdote con el gustos ... Y Marcelo de Rivero, que sobrevivió a Martín
Viático al umbral de la enfermería cuando fray Lorenzo pudo ver al hijo de D.a Mayor Vazán de Valdés que con:
expiraba. trajo un matrimonio na~~ agradable a los suyos, y lle-
En cambio, de fray Fernando de Valdés, que había vando poco a poco la famiha a la ruina ( 13 ).
recibido los sacramentos y tenía las tablillas en la puerta, De es!e hecho, del de la terciaria dominicana Luisa de
Martín dijo que no moriría entonces, y efectivamente a los S~nta Maria que después de la prodigiosa curación acae-
pocos días estaba bien ( 11 ). ci~a según la pre?icción que le había hecho Martín, en-
Un día una familia proveniente del Callao -padre,
tro en e~ monast~no de la Segunda Orden dedicado á San-
madre y seis hijos- llamó a la puerta del convento del ta Cat.alina de Siena; del otro hecho de doña Francisca Vé-
Rosario. Habían andjj.do todo aquel camino para venerar l~z Miguel, 1~ cual obtenida una visita de Martín en gra-
el cuerpo de la bienaventurada Rosa y pedir a la Sierva cia ~e la ant~~a amistad -eran coetáneos y naturales de
de Dios la curación de uno de los chicos. Lo habían traí- la mis~~ reg10n -se apoderó de un borde de su capa y
do hasta allí en una litera. Estaba en el S. Rosario un sép- lo aphco a la parte enferma hasta que se vio libre del do-
timo hijo, fray Vicente, y el prior le encargó les ensefjase lor; de todos estos hechos salta a la vista que Martín iba
la cabeza de la Santa a sus parientes. Pero la madre, una algunas veces a visitar a los enfermos fuera del convento,
tal D.a Bernarda, no estaba satisfecha.
-Llama a fray Martín -dijo al hijo. Vino Martín y
(12) Ad novas (XVI), p. 112
(13) Positio p. 46
(11) lbid. p. 43
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y que, iba provisto de todos sus recursos naturales y sobre- nando. Fueron al momento a la celda de fray Toin~s y el
naturales (14). anciano hermano estaba ya frío.
Pero _es lógico que la mayor parte de los hechos .ex- Entonces Martín dijo que era necesario dar la señal
traordinarios que obró Martín mediante el perdón de Dws, con las tabletas para llamar a la comunidad y rezar las
se realizasen dentro de los muros del convento del S. Ro- oraciones señaladas apenas el almá ha dejado·· el cuerpo.
sario. En ningún otro lugar parece, que le sucedió .~unca Y mientras la comunidad se reunía, él y fray Fernando,
como aquí, devolver la vida a un muerto. La narrac10n de cerrada la puerta, se dispusieron a amortajar 'al. difunto.
este hecho se la debemos a fray Fernando de Aragones Fray Fernando se puso a orar devotamente delante de un
que, habiéndolo vivido en todos sus detal~es, conservaba grande Crucifijo.
su recuerdo y emoción muchos años despues. Algún secreto seguramente .fue revelado a Martín eri
Estaba enfermo, en una celda de la enfermería, fray aquella oración, porque cuando se levantó, en vez de con~
Tomás, un anciano hermano lego que había trabajado hu- tinuar preparando el cuerpo de fray· Tomás para la sepul-
milde y asiduamente años y . años en el convento .del S. 1 tura,· se le acercó al oído y le llamó por su nombre:-~
Rosario~ Su larga vida había sido un verdadero e¡empl~ ~- ¡Fray Tomás!
en toda virtud, y ahora se iba apagando dulcement7: cas1 \ Fray Tomás respondió dando_ un leve suspiro.·-·
irisensiblemente. Le habían dado ya la Extrema\lncwn. -¡Atención, fray Fernando, que está vivo! ~ijo
· Martín iba muchas veces a visitar a fray Tomás. Ade- Martín a fray Fernando. - ·
más del afecto que le tenía porque habían trabajado jun- -No lo creo -respondió fray Fernando, y Martín
tos mucho: tiempo, sentía como una deuda sacrosanta el volvió a llamar: -'>-¡Fray Tomás! · · ·
aliviar 'los últjmos sufrimientos de un hombre' tan ejem- . Esta vez 'fray Tomás movió un poéo los labios y la
plar en su .entrega a la Orden. . . lengua. después de haber suspirado, haciendo una espe-
No_ pudiendo detenerse a velarle conunuamente, co- cie de bostezo. '
mo lo requería su estado; le puso junto a la celda de un -'--'¡Fray Tomás! -llamó Martín por tercera y última
joven ayudante español -que asistiese al enfermo día y no- vez, con voz fuerte, y la cara del cadáver adquirió el· color
che. d 1 de la vida.
Una mañana el joven calentó en un brasero e a -¿No ves que está vivo? -dijo Martín mientras le
celda la sopa y el huevo que constituían la invariable co- volvía a cubrir. Y ft'ay Fernando exclamó:-¡Poderoso
mida de fray Tomás,. le ayudó a comer, puso tod~ ,en or- es Dios para dar la vida a los muertos! · · ·
den y se alejó un poco de la celda. Cuando volv10, fray
¿ Entonces Martín abrió la puerta de la celda y dijo a
Tomás se había muerto. · la comunidad que estaba esperando fuera que marcharan
Asustado, el joven corrió en busca de fray Martín Y en paz porque fray Tomás había vuelto en sí. · · ·
le encontró en el guardarropas juntamente con fray Fer- -Hi dicho bien fray Martfn, que ha vuelto -.:comen-
, tó fray Fernando asomándose también él a la puerta-:
(14) !bid. pp. 11-12; Processo 1660 (V) c. 63 b. ha vuelto, efectivamente, de la otra vida a ésta.

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Pero fray Tomás no parecía aún decidido del todo dr.e Pedro . se hallaba en su celd.a .atormentado con pensa-
a quedarse en este mundo. Yacía inmóvil con los ojos ce- mientos tnstes. Por eso, nada t1ene de extraño que al ver
rrados. Martín hizo que lt< llevaran tres yemas de huevo entrar al hermano enfermero con la comida le acogiera
frescas. Acercándose al lecho con las tres yemas de huevo con palabras que a cualquiera le hubieran sonado mal
en la mano, fray Fernando apreció un relámpago de com- menos a aquel hermano enfermero que se alegraba de ver~
prensión en los ojos apagados se tratado así: El hecho es que el enfermero que presen-
El y Martín, con muy buena voluntad y con la habi- taba la comida al Padre Pedro se llamaba Martín de Po-
lidad adquirida en muchos años de asistencia a los enfer- rres y anulaba toda maravilla ante los títulos con que le re-
mos, se pusieron a abrir la boca al anciano hermano y lo- cibió el enfermo a su entrada en la celda· era en efecto
graron hacerle engullir las yemas de huevo. Poco a poco ~an pacífico que los enfermos desfogabad lib;emente su~
fray Tomás fue adquiriendo conocimiento. Sólo cuando mqmetudes sobre él, siempre que sentían necesidad de
fue seguro y pleno el retorno de todas las facultades vi- hacerlo.
tales, se alejó Martín de su lecho y de la celda para ocu- Martín, sin hacer el menor caso de la acogida de
parse en otros menesteres ( 15). fray Pedro, continuó acercándose al lecho y descubrió el
Es ciertamente muy hermoso ver el poder de Dios plato que había traído, poniendo a la vista del enfermo la
servirse de Martín como de un instrumento dócil y apto más apetitosa ensalada de alpacarras que nunca se vio
para obrar un prodigio tan estrepitoso como el de hacer en Lima.
volver a la vida a un muerto. Fray Pedro abrió descomunalmente los ojos y dijo
Pero quizás es aún más hermosa y conmovedora la cambiando rad_icalmente de tono: -Pero, padre mío,
condescendencia de la Sabiduría divina en el sugerirle hu- ¿esta es la com1da que me traes?, ¿quién le ha dado la idea
mildes consejos para abrir el camino de la gracia a un de esta ensalada de alcaparras?
alma agriada por el sufrimiento; revelar el secreto deseo Hemos de notar que el deseo de una ensalada de al-
de un corazón, cuando este deseo no es sino ... ¡una en- caparras, precisamente como la que tenía delante, había
salada de alcaparras! atormentado al enfermo las últimas veinticuatro horas
El caso de las alpacarras fue así: el Padre Pedro De- porque en el disgusto general que le daban todos los ali~
vontes Doca tenía una pierna enferma, tan enferma que men!SJs,, el único sabor en que podía pensar como tolera-
se hablaba de amputársela. Se comprende que esta pers- ble cy cási-/agtadable, era el sabor fresco y agrio de las al-
pectiva no podía alegrarle. La amputación de una pierna, c~parras. Pero, ¿cómo se había arreglado Martín para adi-
dado el estado de la cirujía del siglo XVI, quería decir vmarlo? El no había hablado la más mínima palabra con
dolores atroces durante la operación y, muchas veces, tam- nadie.
bién la muerte. Sentado en la cama, en vez de comer su ensalada favo-
La víspera del día señalado para la operación, el Pa- rita de alcaparras, fray Pedro continuaba mirándole y pen-
sando. Si Martín había podido conocer su deseo secreto
(15) Positio pp. 42-43 quería decir que la Bondad de Dios se había tomado tan~

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to cuidadO' ,de él, fray Pedro, al cual procuró aquella pe- un poco más allá, en ·las aguas fangosas. El tercero lo lan-
queña satisfacción. Y ·mientras la Majestad suprema se ha- zó al centro de la corriente. Después se arrodilló para orar.
bía avenido con tal condescendencia a dar satisfacción a Los que habían acudido para vaciar la iglesia hicieron co-
tan elemental deseo, él, cerrado completamente en su tris- mo él, y de allí a poco vieron que el aluvión se iba reti-
teza, había tenido valor para recibir a Martín con aquella rando. Un poco más y el río volvió a su cauce natural.
dura acogida, mientras Martín le traía un don tan precioso. . , Llenos. de entusiasmo y un poco aún bajo la impre-
Emoción y arrepentimiento endulzaban ahora el alma swn del p::11~er espanto, los de Lima pensaron en expresar
de fray Pedro que hasta aquel momento se había como su reconoc1m1ento construyendo una nueva iglesia en un lu-
irritado con el pensamiento de la inminente desventura. Ro- gar más seguro. Martín les disuadió, asegurando que ·las
gó a Martín que le perdonase y le dio las gracias por el aguas del Rimac no destruirían jamás la iglesia de Nues-
don; Y de pronto una esperanza relampagueó en su men- tra Señora de las Cabezas.
te: -Fray Martín, ¿le desagradaría dar una ojeada a mi El tiempo dio plena razón a Martín ( 17).
pierna? Sepa que tienen que amputármela mañana mismo.
Martín se iriclinó con dulzura y comenzó a soltar el
:vendaje, procurando no dar sacudidas a la pobre pierna
mala. Sabía cuál había de ser el desenlace, pero no podía
negar un gusto a fray Pedro, después de los precedentes.
, · Libró la pierna del vendaje y puso encima la mano
delicadamente. No hizo más. La pierna se había curado
(16).
El año 1634 una lluvia violenta aumentó de un modo
impresionante el curso del Rimac. En varias localidades no
lejos de Lima las aguas lo inundaron todo, causando da-
pos no pequeños. Cuando llegó a Lima la ctecida, uno de
los edificios más amenazados fue una iglesia dedicada a la
Santísima Virgen y llamada popularmente «de las Cabe-
zas». Como esta iglesia contenía muchos objetos de gran
precio, los vecinos corrieron a poner a salvo el tesoro.
Mientras estaban para comenzar el salvamento llegó
Martín. Cogió tres gruesos guijarros y después de haber
invocado a la Santísima Trinidad, puso uno en el lugat
hasta donde llegaba la crecida. El segundo lo dejó caet

(16) Processo 1660 (I), pp. 24-25 (17) Kearns, op. cit. p. 136

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desagradaba perder ,a Martín, sino porque sabía que habían


~e reprobárselo todos los hermanos.
. Martín, en cambio, cu~ndo sul?o la décisión del supe-
flor se puso contento. La v1da en Luna se le estaba hacien-
.do muy pesada. Era demasiado conocido. Había mucha
_gente que le trataba como si fuese un oráculo. Bien está
.dar algún consejo -es caridad y él lo hacía de muy buena
_gana-, pero no hay que exagerar. Y la gente de Lima exa-
XVI ,geraba; ¿no estaban cogiendo la costumbre de llamarle «el
,santo fray Martín?» (1).
, A ~éjico habría llegado como un desconocido y ha-
«La senda de los justos es como luz de au- :brta podido esperar permanecer en su amada oscuridad di-
t'ora, que va en aumento hasta ser pleno :simulando su insignificante persona detrás del esplendo; del
día» (Prov. IV, 18). Arzobispo y de su corte. La respuesta dada al hermano, que
a su vuelta al convento, después de la curación de don Fe-
l~ciano, le ha~ía preguntado acaso con un poco de malicia,
,sl no era meJor estar en el palacio del señor Arzobispo ...
El primero de enero de 1639 fue el comienzo del año la respuesta de su fidelidad a la elección de la parte más
sexagésimo de Martín. El primero de enero del 1640 no ·humilde era la misma aún después de que la voluntad del
estaría ya en la tierra. superior le destinaba al palacio del Arzobispo: también allí,
Los primeros meses de aquel año no trajeron nada -y allí más que nunca, Martín hubiera seguido fiel a la hu-
nuevo a la vida de Martín. Pero hacia el verano don Fe- mildad de toda su vida.
liciano de Vega, de la sede episcopal de La Paz' fue ele- Pero del viaje k Méjico, según fray Francisco de San-
v~do a la Arzobispal de Méjico e interrumpió s~ viaje ha- ta Fe, Martín estaba contento sobre todo porque esperaba
cla ~a nueva. sede con una parada en Lima; una parada que . que pudiese ser una primera etapa hacia el Japón, al que
hublera pod1do ser la última de su vida si la virtud tauma- la sangre de tantos mártires Dominicos había hecho para
túrgica de la mano de Martín no hubiera llegado a tiempo . él tierra santa, tierra de esperanza (2).
a sanarle de la pleuritis que cogió por el camino. Por el momento, no obstante, no había que pensar en
Faltó poco para que este hecho no trajese un cambio "' la marcha, porque don Feliciano tenía intención de estar
notable .e,n la vid.a de Martín. El Arzobispo, satisfecho de ~aún algún mes en Lima antes de continuar el viaje.
la curac10n y fehz de haber vuelto a encontrar a su anti- Martín siguió haciendo su acostumbrada vida sin preo-
guo consejero, pidió al padre Provincial que le permitiera
llevar a Méjico y tener consigo a Martín. Como no hubiera
sido fácil decir que no al Arzobispo, el padre Provincial (1) Positio, pp. 18 y 26
(2) Processo 1660 (LXIII), p. !i_13
dijo que sí, pero lo hizo muy a disgusto porque no sólo le
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cuparse del mañana. Pero un día los hermanos quedaron También a Juan de Figueroa dijo Martín algo sobre su
extrañados al ver a Martín con hábito nuevo. En los cua- muerte próxima. El de Figueroa le rogaba que encomenda-
renta y cinco años que Martín llevaba en el convento del ra su alma cuando llegara para él el momento de pasar a la
Santísimo Rosario no se había visto cosa semejante. otra vida, y Martín le respondió sencill¡¡.mente: -Moriré
-¿Qué ocurre? -le preguntó el Padre Juan de Bar- yo antes (4).
barán. Ese vestido nuevo en las espaldas de Martín le in- No pasaron muchos días desde que Martín vistió el
fundía un extraño sentido de malestar, le parecía como una hábito nuevo a cuando lo dejó para ir a la cama. Le vino
nota discordante ... Después de todo, Martín tenía que pre- tina fiebre violenta, con dolores agudos en todo el cuerpo
pararse para marchar a Méjico, y ciertamente no hubiera y especialmente en la cabeza. Era ya otoño y en esa esta-
podido acompañar al Arzobispo con sus acostumbrados ha- ·ción casi todos los años Martín tenía que combatir un ata-
rapos. que de fiebre cuartana. Pero no era un ataque de los acos-
Martín adivinó quizás el pensamiento del padre Juan tumbrados. Martín lo supo y lo dijo desde el primer mo-
y se echó a reír. -¡Con este hábito tendrán que enterrar- mento, porque el Espíritu del Señor que tantas y tantas veces,
me! -respondió sencillamente. en su larga ca.rrera de médico, le había puesto delante de
El Padre Juan no se rió. También él era un discípulo los ojos del fil1;11ro resultado de ·las enfermedades de sus
fiel de Martín e intentaba caminar a la luz de aquella vida pacientes, ahora le daba a conocer el resultado de su enfer-
tan humilde, sencilla y luminosa. Ahora le parecía que to- medad. ll
do, en un momento, había caído en la oscuridad. El mis- Martín, el mismo día que le vino la fiebre; dijo cla-
mo tenía que marchar de allí en aquellos días, pero espe- ramente a los hermanos que aquella· enfermedad sería ·la
raba poder encontrar a la vuelta a Martín, pues probable- última para él, y los hermanos, alarmados ante el pens·a-
mente no estaría para siempre con el Arzobispo de Méji- miento de perder a su Martín, llamaron. al momento ·al
co. Ahora tenía que renunciar a esta lejana esperanza. doctor Navarro, que era uno de los médicos ordinarios del
En cambio, cuando el Padre de Barbarán fue a despe- convento.
dirse en el momento de marchar, Martín le dijo: -Volve- No se sabe el diagnóstico del Doctor Navarro, pero se
remos a vernos pronto, porque no estarás mucho tiempo le- sabe que para aliviar el dolor de cabeza de Martín, les or-
'jos de Lima-. El padre le respondió: -Es imposible que denó que le aplicarán una especie de mescolanza hecha con
vuelva antes de fin de año, ya que los superiores me man- sangre de gallitos recién matados. Martín, con un gesto
dan al Cuzco a explicar teología-. Y se puso de viaje. Pe- tranquilo, detuvo a los que se precipitaban a llevar a cabo
ro al poco tiempo, por un caso imprevisto, tuvo que v:olver . la prescripción, diciendo que no estaba bien quitar la vi-
de nuevo y su viaje tuvo que ser diferido algunos meses o da a esos pobres animalitos para buscar un remedio que
anulado del todo, pues cuando Martín murió, él est~ba aún había de ser ineficaz. Y dijo también al Doctor Navarro
en Lima en el convento del Rosario (3). que no había nada que hacer (5). ·
( 4) Processo 1660 (!), p. 27
(3) Positio p. 34 (5} Ad novas (V), p. 110

222 223
/
>-o
¡'
1" Este fue su último acto de amor a los animales. Su Tambl;n Martín valoraba aquel tiempo que se preci-
amor a todo lo creado llegó hasta el momento de su muer- ·pitaba ya en la eternidad.
te. Realmente toda la vida había sido para él una prepara- Ahora que el acercarse al final señalaba un límite al
ción a la muerte. Ahora que la muerte estaba cerca, no ha- ansia del deseo. ¡Qué poca cosa le parecía toda la vida!
bía que cambiar nada. Martín nada cambió sino que con- ¡Cuán breves le parecían' aquellos sesenta años, vistos en su
centró toda su energía en la voluntad de seguir fiel hasta conclusión! Y las obras que habían llenado toda su vida no
el fin, hasta que las fuerzas corporales le abandonasen. eran tantas ahora que se podía trazar una línea y contar-
Cuando le atacó la fiebre, se acostó en su habitual le- las. Por eso se aprovechaba de la presencia de los herma-
cho de tablas, con la tosca túnica de saco. La autoridad del nos para reparar lo que le parecía defectuoso. Se acusaba
prior le obligó a pasar a una cama corriente y a cambiar de haber perdido el tiempo de su vida, de haber sido des-
la tuniquilla por una camisa de tela. Martín obedeció, dó- cuidado en el servicio del Señor, y a todos pedía que le per-
cil como un niño. Pero al poco rato, la camisa que debía donasen los malos ejemplos y pidiesen a Dios por él. Y
aliviarle le atormentaba tanto que suplicó al superior le ellos, entre la admiración por una humildad tan grande y
permitiera ponerse la tuniquilla (6 ). el conocimiento que tenían de sus virtudes heroicas, en-
Obtenida esta gracia, Martín no pidió más alivio cor- tre el recuerdo del bien recibido y el dolor por la pérdida
1,:,
poral. La fiebre le consumía, los saltos de la temperatura inminente, llenos de compasión por los sufrimientos de
1!
1
;¡ gastaban la resistencia del organismo. Todos los miembros quien había tenido siempre para todos un corazón de pa-
:1
le dolían y la cabeza parecía que le iba a estallar. Martín, dre, no lograban contener el llanto.
,¡¡ sin un lamento, abandonaba su cuerpo al azote de la en- -¿Por qué lloras, angelito? -preguntó ·Martín dos
fermedad para que continuase uniéndole -ahora que la en- o tres veces antes de morir a fray Antonio Gutiérrez que
ji
,,il
:.'
fermedad no le permitía que él mismo lo hiciera- al do- le habían destinado como enfermero. El estar ya casi fue-
1
,, lor de la Pasión de Jesús. ra de todas las formalidades de este mundo le daba dere-
:: Su aspecto era el de siempre: sereno y tranquilo. Pe- cho a tratar con aquella sencilla familiaridad.
¡; ro la sonrisa encendía en sus ojos una luz más dulce y más Gutiérrez le respondió con palabras entrecortadas por
f::
,¡, profunda, se sentía la presencia de algo grande y sagrado el llanto: -Lloro porque Vuestra Reverencia -le venía
111
en aquel cuerpo consumido por la fatiga y el sufrimiento, espontáneamente al corazón la fórmula de respeto- me
.:1 algo que hacía de aquel lecho de muerte un vivo centro de ha dicho que se muere y que es la voluntad de Dios que
1¡1 atracción. muera de esta enfermedad. ¡Porque os morís, por eso llo-
'l'
11:
Siempre estaba alguno junto al lecho de Martín: los ro, porque sois mi padre y todo mi bien!
,,11¡ hermanos sentían cuán preciosas eran aquellas horas, y es- Martín le miró con una mirada llena de afecto. Des-
:¡1
taban allí recogiendo las últimas palabras, los últimos ejem- pués le dijo en un tono muy serio y muy dulce: -No llo-
1¡:
plos de aquella vida santa. res, hermano, que quizás he de serte más útil allá que aquí
1',1 (7).
1
11
'1'1 (6) !bid. p. 129 (7) !bid. (V), pp. 116-17

224 225
La esperanza viva en la Misericordia divina y en los todo bien, que tentó ·su última prueba por ver si lograba
méritos de la Pasión le hacían .hablar así: como su vida vencer en los últimos días al que le había derrotado dúran-
le parecía una nada, no podía menos de venirle la confian- te sesenta años. También él se acercó, invisible; al lecho
za en la bondad del Salvador de que . le llevaría consigo y estuvo pensando de qué parte le convenía atacar Ia posi-
.al cielo. ción. Hacía falta algo grande contra una fortaleza tan bien
. Mientras tanto la noticia de la enfermedad se había abastecida, un arma experimentada y segura. Ma:latasca no
,esparcido por la ciudad, y sus amigos de fuera, no menos encontró nada mejor que su viejo caballo de batalla, y co-
. ..doloridos que los religiosos, venían al convento a volver menzó a agitar en la mente del moribundo fantasmas de so-
. a ver a Martín, para pedirle aún un consejo. Se hallaba berbia. -Has vencido ya -le decía-, has puesto debajo
c.ante la muerte, pero quien no le hubiera conocido habría de los pies todos los obstáculos: ¡eres un santo! Puedes
podido creerle sano al verle sentado tranquilamente en la dejar ya de golpearte el pecho: disponte más bien a triunc
·.cama, sin una queja, sin más preocupación que la de ex- far.
: hortar al bien (8). Martín se dio al momento cuenta de que era la voz
Pero para los que le conocían, ver a Martín inmóvil falsa del padre de toda mentira, y le respondió redoblan-
. . en la cama era una señal cierta de que apenas quedaba un do los actos de humildad. Pero el enemigo insistía -la re-
· poco de vida en él. sistencia era muy fuerte- apuntando todos sus esfuerzos
Uno de los más asiduos visitantes era Francisco Or- como una cabeza de ariete sobre un único punto: si allí abría
tiz. Siempre que entraba en la habitación, Martín le de- brecha, sobre aquel determinado punto, el resto se hundi-
.. ,da que le encomendara a Dios, y él lo hacía de muy bue- ría. Insistía con la monotonía de la gota de ·agua sobre
na gana. Una noche que no se decidía a volver a casa y la piedra, del martillo sobre el hierro. Esperaba que al fin
los padres que asistían al enfermo insistían en~. que fuera Martín cedería por cansancio.
,-.a descansar, pensó Francisco: -Podría ser la ill.tima no- La angustia de la lucha se dejaba ver en el rostro de
. che, por eso quiero despedirle bien-. Y volviéndose al le- Martín. Los hermanos la seguían con ansiedad y oraban.
, cho donde Martín yacía de lado, con la cara hacia la pa- De pronto dijo uno de ellos: ~Fray Martín, no se meta
. red opuesta, se le acercó y le dio un beso en el cuello. Mar- en discusiones con el diablo, que es capaz de h~cer ver lo
. tín le respondió alargando el brazo y estrechándole la cabe- negro blanco y lo blanco negro a fuerza de sofismas y en-
. za contra la suya, con tanta energía y por tanto tiempo, redos-. Martín abrió los ojos y volvió a su sonrisa un po-
.--que Francisco se sofocó bastante y sudaba. Al mismo tiem- co maliciosa para responder al padre que le había habla-
po sintió un perfume que nunca había sentido, algo más do: -No tema que el demonio estropee sus sofismas con
:· suave que las más suaves flores (9). uno que no es maestro en teología: es sobradametJ.te sober-
Pero la noticia llegó también a oídos del enemigo de bio para servirse de ello contra un pobre mulato (10).
Desorientado por la ironía, Malatasca también está
(8) !bid. (LXII), p. 116
(9) !bid. (XI), p. 116 (10) Kearns op. cit. p. 152 ·

::226 227
wez tnvo que darse por vencido y dejar el terreno a al- cuando llegara el momento de dar el Viático al moribun-
,guien mucho más grande que él. do. Martín apuntó con la mano hacia aquella parte y di-
Llegó al convento el Virrey que quería saludar a su jo: -Estaba allí, cerca del altar, la Santísima Virgen Ma-
;~go y consejero. Los religiosos le acompañaron hasta la ría, mi Patrona y Abogada, y mi Padre Santo Domingo con
,celda y se asomaron a la puerta para anunciar una visita San Vicente Ferrer y muchos otros santos y ángeles, y es-
4an importante, pero no obtuvieron respuesta: Martín es- taba yo tan ocupado con esta santa visita que no me hubiera
'
,!1 itaba absorto en éxtasis. El Virrey, que era todo un caba- sido posible recibir otras en aquel momento ( 11 ).
.!
illell0., no quiso que insistieran, y se quedó fuera de la habi- La muerte estaba ya cercana y Martín lo sabía. Por
!i
l
·' ttación un buen cuarto de hora, hablando con los superio- eso pidió que le dieran los últimos Sacramentos. Renovó
'.·1¡
'1'
¡1,'
ires y demás religiosos de las virtudes de su querido her- la confesión general, como lo había hecho tantas veces,
JIDano fray Martín. ora con uno, ora con otro, desde que' cayó enfermo, y pidió
·.Cuando hubo terminado el éxtasis el Conde de Chin- perdón de sus malos ejemplos. Después recibió el Viático
.chón entró y se arrodilló junto al lecho y, cogiendo la mano· y la Extremaunción.
,de Martin y besándola, le rogó que le alcanzara la hendí- 7 La lucha continuaba. Cada nuevo acceso de fiebre
teión de Dios sobre las tierras que él gobernaba. Y Martín, era precedido de estremecimientos que sacudían todo su
tcomo buen educador que siempre fuera, respondió que ro- cuerpo, con una angustia que le empapaba de sudor· frío.
-~aría de buena gana por él y por el Estado cuando llegara Todos los miembros estaban como penetrados por cuchi-
!fl la presencia del Rey Eterno, pero que para obtener las llas cortantes de dolor. Pero tampoco entonces Martín ex-
.bendiciones divinas el Virrey debía ofrecer oraciones y haló una queja (12).
ibuenas obras. El enemigo volvió. Se presentó bajo formas extrañas
El ilustre visitante dejó el convento y después que los y horribles: como no lo había conseguido con la sober-
Jrailes le acompañaron a la puerta con todos los honores, bia, quería tratar de vencer a Martín con el terror y la
·el Padre de Saldaña volvió donde Martín y le reprendió desesperación. Y Martín seguía estrechando el crucifijo
.muy ásperamente porque había hecho esperar al Virrey y fijando la mirada del alma en sus llagas, fuentes de mi-
tanto tiempo fuera de la puerta. Extraña reprensión, ya sericordia y de esperanza ( 13).
·que el éxtasis en que había estado absorto le privaba a Estaba entonces junto a Martín el Padre Francisco
Martín de oír lo que en torno a él ocurría. El Padre de de Paredes, el cual, adivinando la lucha que tenía lugar
:Saldaña sabía con quién se las había y a dónde quería lle- en el alma del hermano, le sugirió que invocara al santo
gar. Martín, según su costumbre, escuchó la reprensión Padre Domingo. Martín respondió: -Es inútil que le su-
:sin decir nada. Entonces el prior le mandó por obediencia plique que venga: está ya aquí con San Vicente Ferrer.
<que dijera por qué había consentido que el Virrey espe-
·rara. (11) Ad novas (VII), p. 117 y (XXII), p. 118
Había :a un lado un pequeño altar en el que estaba (12) !bid. (XLIX), p. 119
;guardad@ .el Santísimo Sacramento pata tenerlo a mano- (13) Positio, p. 32

228 229
El Padre santo no hubiera podido dejar solo a un hi- penitencias y los éxtasis o los milagros; o también los que
jo que durante los tres cuartos de su vida había trabajado se habían entregado a él como guía de perfección espí-
con tanto amor y tanta humildad en su Orden. La derrota ritu~ . -
del enemigo esta vez era decisiva. Martín tenía los ojos fijos en un padre anciano que
Desde ese momento Martín se sumergió en una gran a los pies de la cama lloraba corrio un niño. Juan de Bar-
paz a pesar de repetirse los febriles ataques. El Padre harán, que había quedado detrás del muro dé los herma-
Francisco le observaba atentamente porque todo ataque nos, se sintió invadido de un gran deseo de ver el rostro
podía ser el último y había que pensar en llamar a la co- .del «juez de su corazón» e insinuándose despacio a lo lar-
munidad a tiempo. Dos veces se movió para dar la señal, go de la pared, logró llegar a la cabecera de la cama.
y las dos veces le detuvo Martín. Cuando por tercera vez pre- Verle y comenzar a llorar fue .una mi5ma cosa. Martín es-
guntó si no había llegado la hora de llamar a los herma- taba ya casi lánguido, pero el gran deseo de encontrar
nos, Martín consintió en ello con una señal de la cabe- por última vez su mirada impulsó al padre Juan al pedir
za (14). una cosa casi imposible. Martín escuchó su oración y no-
Al ruido de las «tablas>> acudieron todos, de todos .tando un instante la posibilidad de mover el cuello, vol-
los rincones del convento, ·hacia la celda del hermano mo- <vió la cara hacia él y le sonrió. Y el padre Juan sacó de
ribundo: padres ancianos y jóvenes estudiantes y novicios la .manga un pañuelo limpió y le enjugó el sudor de la ago-
y hermanos conversos o donados, toda la gran familia del nía que bañaba el rostro del moribundo. Ese pañuelo lo
Santo Rosario se volcó a la celda donde Martín agonizaba, conservaría después como un tesoro (15).
y mientras los primeros llegados se plegaban en torno a la Las oraciones de los agonizantes habían terminado;
cama, muchos quedaron fuera con lós ojos fijos en la puer- Martín continuaba besando amorosamente el Crucifijo que
ta y el· corazón en suspenso. El Padre de Saldañá rezaba aún lograba tener en las manos. Después el Padre Salda-
las oraciones de los agonizantes y los demás le respondían. ña entonó el Credo, al que respondieron al unísono to-
Muchos lloraban, ·arrodillados en torno a la cama, o de dos los hermanos y el canto llenó la celda y se propagó al
pie, agolpados junto a las paredes. Puede decirse que en exterior. Los que estaban cerca del lecho cantaban mode-
aquella pequeña multitud no .había nadie que no tuviese .rando la voz para no colmar de vibraciones el espacio su-
su motivo particular para dolerse de la muerte de aquel mamente estrecho; cantaban los del pasillo en plena voz
humilde hermano, nadie que no hubiese recibido de él un y la melodía invadía los claustros y subía, en la noche,
servicio, o una palabra de aliento o un buen ejemplo; sin hacia las. estrellas.
contar los que habían sido curados o a quienes Martín ha- Martín escuchaba feliz el coro de los hermanos. El
bía salvado la vocación en un momento de duda: los que timbre inconfundible de aquellas voces viriles fundidas en
habían experimentado cómo se puede recibir favores a una armonía vibrante sin esperanzas, suave sin ser dul-
cambio de insultos, o los que habían sido testigos de las :zona, le despertaba el recuerdo de los momentos hermosos

(14) !bid. l. c. ((1:5~ ílbid. p. 33

230 .231
de toda su vida. Siempre¡ aquel timbre, durante años, le tiempos- que de él tomaba, como esposa, con Su nombre,
había llegado del coro con los salmos de maitines, un poco el título de su nueva nobleza: «Ut filii Dei nominemur et
debilitado por la distancia, durante las vigilias nocturnas; simus».
lo había oído triunfar, pleno, en las misas cantadas de las
fiestas solemnes, como un eco al júbilo de su corazón en
la expectativa de la comunión eucarística; había acogido El coro cantaba ahora con voz más baja y los herma-
su voz todas las noches; durante completas, en el saludo nos estaban todos de rodillas, adorando en su corazón el
a la Reina de Misericordia. misterio enunciado por las palabras:
Pero ¡el canto de Credo!, ¿no era éste su canto triun-
fal, el poema cumbre de su ideal, del alma de toda su
vida? ET HOMO FACTUS EST
Sí, Martín creyó en el Padre que está en los cielos,
creyó que Su paternidad divina acogería al pequeño ser Martín dejó caer el Crucifijo sobre el pecho y cerró
indeseado como había sido por causa de su padre natural, los ojos como para dormir (16 ).
y se puso en sus brazos omnipotentes y amorosos. La luz de la Fe no podía ya iluminar su mirada que
Creyó en la Bondad y belleza de cuanto El había se expandía feliz en los esplendores de la Caridad eterna e
hecho: cielo y tierra y todo lo que el universo en su ámbi- increada.
to comprende, hasta el mínimo de los vivientes.
Creyó en la realidad del mundo invisible del espíritu,
y habiendo intuido que este mundo sobrepasa en realidad,
en belleza, en perfección, al mundo visible, lo prefirió a
todas las satisfacciones naturales que pueden ofrecer acá
abajo las criaturas.
Creyó en el Hijo, luz y revelación de la luz impene-
trable del Padre; en el Verbo, que, siendo Vida y Verdad,
se hizo Camino para nosotros. Y se puso tras El, en Su ca-
mino. Siguiéndole gustó la doctrina del amor que abarca
toda la ley y entendió la obra del Espíritu de Amor en la
restauración del hombre, de esclavo en libre.
Y creyó y se confió al corazón nuevo de madre que le
había revelado el misterio de la Encarnación: aquel tem-
plo purísimo y santísimo de las nupcias del Unigénito Hi-
jo de Dios con li~i naturaleza humana con toda la huma- (16) Ad novas (VII y sig.), p. 117-9; cfr. Brev Dom.
nidad, sin excepción de razas y de colores, de lugares y de día V nov.

232 233
Señor .a salir al encuentro del alma de Martin, para acom-
pañarla y presentarla ante el trono del Altísimo.
Los hermanos respondían siguiendo' con el pensamien-
to a su hermano en aquel gran viaje. Y cuando rezaron
el salmo «<n exitu Israel de Aegipto» pensaron que debían
alegrarse más bien que llorar desde el momento que Mar-
tín dejaba el destierro y, pasado el mar a pies enjutos,
XVII atracaba en las riberas de la patria.
Cuando hubieran terminado el último «Üremus»,
D. Feliciano quiso decir unas palabras de aliento a la co-
munidad, pero la emoción le anudaba la garganta. Todo lo
Cu~ndo des de tu pan ~i hambrtento y que' logró decir fue: Hermanos, aprendamos de fray Mar-
sactes el alma del indigente, brillará tú tín como se muere; que ésta es la más importante y difícil
luz en la oscuridad, y tus tinieblas serán lección (2).
cual mediodía (Isa. LVIII, 10). Después se encaminó a su palacio. También el prior
y el convento dejaron la celda donde quedaron sólo tres o
cuatro religiosos encargados de lavar y amortajar el ca-
Era sobre las nueve de la noche del 3 de noviembre ¿!ver. r .
de 163~ cuando el alma de San Martín, sin un suspiro, sin El médico del Virrey, D. Baltasar Carrasco de Oroz-
un gem1do, se separaba del cuerpo, que le había sido dó- co, que había asistido a Martín los últimos días de su en-
dl y heroico instrumento de virtud, y entraba en el reino fermedad -más como amigo que como médico, porque
de la eterna alegria ( 1). tuvo que convencerse muy pronto de que no había nada
Murió el canto en los labios de los hermanos. Tenían que· hacer- y que había estado presente en el momento
los ojos fijos en aquel rostro que en un momento había del tránsito constató la muerte. Este noble señor v1v1a
cambiado las involuntarias contracciones en una expresión frente a la 'torre-campanario de la iglesia del S. Rosa-
de paz, de una paz que se comunicaba dulcemente a ca- e rio, y muchas veces, despertándose antes del alba, había
da corazón y calmaba el llanto. oido desde su casa los golpes que a aquella hora se daba
Hubo un momento de silencio mientras D. Felicia- Martín o hacia que le dieran en el subterráneo de la to-
no de Vega trazaba sobre su amigo la señal de la cruz; des- rre (3).
pués el Padre de Saldaña comenzó las oraciones que se Tampoco para los religiosos que se pr~paraban a re-
hacen así que el alma ha dejado el cuerpo. En ellas se in- cibir el cuerpo de Martín eran un misterio sus peniten-
vita a todos los santos del cielo y a todos los ángeles del
(2) Vita cit. p. 169
(1) Ad novas (VII y XXII) p. 118 y (XLIX) p. 119 (3) Ad novas (XL), p. 30 y 34

234 23'5
cias. Pero cuando le quitaron la tuniquilla de saco y el ci- Los suyos no habían perdido a Martín.
licio gastado por el uso -del cual, como de la gruesa Consolados con este pensamiento, los religiosos to-
cadena de hierro apretada alrededor de la cintura, Mar- maron el cuerpo y lo llevaron a la iglesiá. Le colocaron y
tín no había creído poder prescindir ni en su última en- arreglaron con amoroso cuidado sobre el catafalco donde
fermedad- quedaron asombrados y conmovidos al ver las tantas veces se había echado Martín para un breve sueño~
muchas cicatrices y llagas aún frescas con que estaba se- y a sus lados éncendieron las velas. En la pequeña esfera
ñalado su cuerpo. Era verdaderamente asombroso que una de luz que la llama de los cirios extraía de la oscuridad en
criatura humana hubiese podido vivir y trabajar desde que parecían hundirse los pilares y las careadas de las na-
la mañana hasta la noche en aquellas condiciones. ves, los hermanos velaban y oraban. Acaso, simplemente,
Buscando entre las pocas cosas del hermano los obje-- meditaban. Repasando a la luz de los drios fúnebres tan-
tos necesarios para amortajarle, a los enfermeros les vino· tos hechos de la vida del humilde hermano, sentíanse rea-
a las manos el hábito nuevo que pocas semanas antes ha- nimados. Y si Juan de Barbarán, recordando todo lo que
bía sido para ellos motivo de sorpresa, y el Padre de Bar- . Martín había sabido hacer en el convento y fuera de él,
barán recordó entonces y repitió a los demás las pala- ( iba repitiendo con profunda melancolía: -Nunca se lle-
bras que Martín dijo aquel día: «con este hábito me han nará ese vado, -otros pensaban quizá que en una vida co-
de enterrar» (4 ). mo aquella, la muerte no escribía la palabra «fin». Dios
Le revistieron, pues, de la túnica nueva de grueso revelaría al mundo las virtudes de su siervo tan humilde y
tejido y se disponían a llevarle a la iglesia, cuando unos tan bueno.
gritos agudos que venían de la enfermería les obligaron El Padre Cipriano de Medina, embargado de estos
a ir allá. . pensamientos, se acercó al féretro y tocó el cuerpo. Quedó
El enfermo que así se quejaba era el Padre Juan de ., muy sorprendido y contrariado al encontrarlo ya tieso y
Vargas, y gritaba de aquel modo porque no podía menos rígido. Pero no se dejó desanimar por aquel contratiem-
de hacerlo. Hacía unos días que le tenían en la cama unos po y allí, delante de los padres más respetables del con-
ataques periódicos de dolores agudos y en aquellos momen- vento, que hacían guardia de honor, protestó en alta voz:
tos estaba soportando uno de ellos. y casi reprendió a su santo amigo:
Los hermanos, que se hallaban en la celda de Martín,. -Pero, ¿cómo?, ¿tan aterido y rígido? ¿No sabes,
fueron donde él y le dijeron: -Invoca a Martín de Po- hermano, que apenas se haga de día, vendrá toda la ciu-
tres, cuya pérdida nos tiene a todos muy apenados. dad a verte y a alabar a Dios en ti? Pide pues a Dios que
Apenas el Padre Juan hubo invocado su nombre, se haga flexible tu cuerpo, y te aseguro que si te escucha, le
calmaron sus dolores para siempre, y después de un buen daremos infinitas gracias. .
sueño se encontró curado de todo mal (5). Martín desde lo alto de su beatitud sonrió sin duda
al arrebato del amigo, y pidió al Señor que le diera este
( 4) Positio p. 34 consuelo, ya que tanto lo deseaba. .
(5) !bid•. p .. 34,.35 Unos ·minut0s ·más -tarde.el cuerpo se tornaba flex1ble,

236 237
y el rostro, libre de la rigidez, recobraba su color natural. tanto había trabajado por todos los ciudadanos de Lima,
Feliz de haber recibido, con la favorable acogida de lo mismo grandes que pequeños. _
su oración, una confirmación de la opinión de santo que Pero cuando terminaron todas las funciones, la mu1-
su corazón daba a Martin y de la esperanza de verle titud invadió aquel espado y se volcó sobre el féretro, le-
glorificado públicamente, el P. Cipriano levantó el cuer- vantando todos las manos hacia el muerto: manos con ro-
po sentándolo sobre el catafalco y lo colocó en tal posición sarios y otros objetos de devoción~ manos. que. se .esforza-
que parevía vivo ( 6 ). ban por tocar..clos miembros aún v1vos, en apanenc1a, y no
A pesar de la noche, la noticia de la muerte de Mar- se resignaban a volver vacías porque buscaban obtener
tín se extendió fuera del convento. No eran aún las cuatro algo que hubiese estado en contacto con el her~ano santo,
de la mañana y la gente comenzaba a reunirse fuera de la que pudiese considerarse como un recuerdo de e~. . .
iglesia y a apretarse hada la puerta. Cuando abrió el sa- Más de una vez Martín tuvo que ser revestido porque
cristán, una verdadera riada de gente se volcó dentro, in- la gente había hecho pedazos su hábito, a pesar d,e la ?e-
vadió las naves, se agolpó detrás del cordón de los herma- fensa que· se ingen~aban por ten~r los que ha~1an s1do
nos· que rodeaban el féretro. Los primeros que llegaron puestos como guardianes. ~ ~o solo .el pue~lo 1gn.oran~e
lo veían y se asombraban de encontrar al Martín muerto se mostraba ávido de rehqu1as: con el m1smo mteres
tan igual al Martín vivo que habían conocido. Parecía es- que tuvo el padre maestro Juan de Ba:bar.án en conse;-
tar dormido. Pero lo que más pasmaba y tenía a las gen- var siempre como un gran tesoro el panuehto que habla
tes como encantadas, era la fragancia que emanaba del servido para secar el sudor de la agonía ·del rostro de Mar-
cuerpo ~un perfume extraño e indefinible como una tín, con ese mismo. cuidado guardaba otro D. Pedro .de 0~­
mezcla de las flores más suavemente perfumadas- una tega, Obispo electo ·de Cuzco y pr~fesot dela R~g1a U~l­
fragancia que penetraba el alma de un sentimiento de ale- versidad de Lima, que había serv1do para el m1smo fm
gría, a la vez que invadía toda la iglesia venciendo el tufo aquella noche (7). . . .
de la multitud. . Luego comenzó a formarse en la mult1~ud un movi-
La gente, en efecto, seguía llegando a oleadas: ~na miento de reflujo. Los más cercanos, e~puJados por lo.s-
marea impresionante. Caminaban con los ojos fijos hacia que iban llegando, se decidían por fin a 1tse, pero tan vi-
el punto donde todos convergían, impulsados por el deseo vamente relataban sus emociones que muchos otros se po-
de ver mejor y de tocar lo que nadie vacilaba en llamar el nían en camino para ver a Martín por última vez.
cuerpo de un santo, atraídos por su perfume. Improvisadamente la multitud que llenaba la nave cen:-
Mientras duró el Oficio y la Misa, el pueblo respetó tral comenzó a moverse pesada y fatigosamente: no eran
el espado libre en torno al cual habían señalado el lugar individuos que buscaran hacerse ca~inci sólo para .sí, ,s~­
de las autoridades que habían llegado espontáneamente, no grupos de personas que conduelan enfermos e mvah~
sin invitación alguna, a rendir ese honor a:l hermano que dos tratando
) .
,'
de defenderles
. del gentío. Y parece que tras.

(6) !bid. p. 26 (7) !bid. p. 33

238 239
. ],

haber tocado el cuerpo de fray Martín, inválidos y enfer-


mos volvieron a casa por sus propias piernas.
Estas escenas duraron hasta la noche. Cuando oscu-
reció, los hermanos se reunieron para tomar una deter-
minación, y encontrándose todos de acuerdo al considerar-
se afortunados por haber logrado poner a salvo el cuerpo
de su santo hermano de los asaltos de aquel gentío, deter-
minaron sin más darle sepultura.
Se formó entonces el cortejo y un grueso cordón de XVIII
religiosos y amigos del convento lo protegieron de la pre-
sión de la multitud. Llevaban el féretro cuatro de los más
queridos amigos de Martín: el Virrey y el Arzobispo de Yavhé será siempre tu pastor, y en el de-
Méjico; D. Pedro de Ortega, obispo de Cuzco y D. Juan sierto hartará tu alma y dará vigor a tus
de Peñafiel, Auditor de la Audiencia real. A continuación huesos. Serás como huerto regado, como
acompañaban al cadáver: el Cabildo catedralicio, muchos fuente de aguas vivas, que no se agotan
superiores de conventos, dignidades seglares, oficiales de la jamás. (Isa. LVIII, 11).
milicia. Presidía los oficios el Padre Gaspar de Saldaña, que
no hubiera cedido a nadie el privilegio a que le daba dere-
cho su cargo de prior, de pronunciar las últimas oraciones Martín no estuvo mucho tiempo en la sepultura nue-
sobre la tumba del más querido de sus hijos. va, al lado de fray Miguel.
El cortejo desfiló bajo las arcadas y bajó a la cripta Si su cuerpo estaba oculto a la mirada de los herma-
subterránea, debajo de la sala del capítulo, donde se daba nos, su espíritu continuaba viviendo en medio de ellos.
sepultura a los religiosos. Pero no pareció conveniente co- Martín velaba sobre los suyos y estaba dispuesto a socorrer-
locar los restos mortales de un hombre tan superior en el les, lo mismo que antes, en cualquier momento y en cual-
lugar destinado a los hermanos conversos, y se prefirió se- quier necesidad. El primero en experimentarlo fue el Pa-
pultarle entre los sacerdotes, en un nicho nuevo, cercano a dre Juan de Vargas, y lo experimentó en el momento mis-
1 aquel en que descansaba otro lego que por su santa vida mo en que el alma de Martín, dejado el cuerpo, entraba
'1 había sido juzgado digno de esta distinción: fray Miguel en la gloria del cielo.
de Santo Domingo. Dos días más tarde fray Antonio Gutiérrez, el enfer-
Y cuando se cerró la tumba y cada cual se encaminó mero de Martín durante su última enfermedad, enfermaba
a su casa, D. Feliciano de la Vega expresaba su pensamien- de las mismas fiebres que le habían llevado a él a la tum-
to sobre los acontecimientos de sus últimas veinticuatro ba. Si Martín muere -había dicho el padre maestro en-
horas, diciendo: -Sí, así son honrados los santos (8). cargándole que le asistiera.,-- coja la cruz de madera negra
(8) !bid. p. 32 y 36 que lleva colgada y guár.dela con mucha reve~encia.

240 9. - San Martín ... 241


Fray Antonio obedeció de buena gana, y sin esperar nas que en poco tiempo le redujeron a las últimas. Al sex-
a que la muerte hiciese su obra, aprovechándose de un mo- to día dijo el médico. · '
mento en que Martín estaba amodorrado, cortó el cordón· -No queda sino darle los Sacramentos. Pero no se
que sujetaba la cruz que pendía del cuello y se hizo dueño podían administrar los Sacramentos a fray Antonio mien-
de ella. Pero bastó aquella pequeña sacudida para despertar tras el delirio le tuviese como alocado, lo cual entristecía
a Martín, y fray Antonio, sorprendido con el «precioso ro- a los her1nanos ·más aún que el verle morir a los veintitrés
bo» en las manos, rojo de vergüenza, se excusó diciendo:~ años. Mientras tanto prepararon un pequeño altar junto a
-Me ha dicho Vuestra Reverencia que se muere, y yo, su cama y colocaron en él el Santísimo Sacramento. Entra-
para tener un recuerdo suyo, le he cogido esta cruz. da la noche, el enfermo se tranquilizó un poco y parecía
Y Martín le dejó en paz y sin decirle una palabra ce- que durmiese. De pronto abrió los ojos y dijo: -Tranqui-
rró los ojos. lizaos: por esta vez no moriré.
Fray Antonio hizo bien en defender su tesoro de quien -Está bien. Pero, ¿cómo lo sabes? -dijeron los en-
hubiera querido arrebatárselo, y en esto dio una prueba fermeros, únicamente por responder de algún modo. Creían
de tenacidad y habilidad poco común, si se piensa que en- que deliraba.
tre los aspirantes a la posesión de la pequeña cruz esta- 0
-Me lo ha dicho fray Martín que ha venido aquí, cer-
ba el mismo prior del convento, el Padre Gaspar de Sal- ca de mi cama -respondió fray Antonio-. Ha entrado
daña. Algún año después, de viaje, dándose cuenta de que en mi habitación juntamente con la Santísima Virgen y con
ya no tenía la crucecita de fray Martín, el Padre Antonio nuestro Padre Santo Domingo y Santa Catalina Virgen y
Gutiérrez escribió a los hermanos del Santísimo Rosario Mártir. Los otros se han detenido no lejos del altar, pero
rogándoles que registrasen su celda por si acaso se hallaba él se ha acercado a mi lecho y me ha dicho: «Esta visita te
en ella la crucecita. Y no habiendo podido encontrarla ni curará». -Después cerró los ojos y se durmió tranquilo
por medio de los hermanos, ni buscándola él mismo a su hasta la mañana, cuando pidió que le dieran el desayuno
vuelta a Lima, fray Antonio no se dio paz hasta _que~ vol- porque estaba ya bien ( 1).
viendo a pasar por el mismo prado frente a la 1gles1a de Entre finales del 1642 y comienzos del 1643 el Padre
Nuestra Señora de Guadalupe donde hacía más de seis me· e Cipriano de Medina volvía de España, donde como «defi-
ses había notado la falta de la crucecita, la vio de repente nidor» había tratado de los asuntos de su Provincia. Ape-
en la orilla de un surco cavado en el camino por las ruedas nas puso los pies en el convento, enfermó de una dolen-
de los carros o por las herraduras de las mulas que casi sin cia que le producía dolores agudos en el brazo y las pier-
interrupción la recorrían cargados de vituallas para la ciu- nas «como si le punzaran con agujas». Con semejante tor-
dad vecina. mento no se podía pensar en dormir y no logrando tragar
De momento fray Antonio había pasado un cordón ni un bocado de alimento, al cabo de tres o cuatro días fray
por el ojal de la misma crucecita y se la había colgado al
cuello como antes de él hiciera fray Martín.
Después le vinieron las fiebres, tan violentas y malig- (1) Proceso 1660 (VIII), pp. 85-6 y (LX), pp. 470-72;
Processo 1678 (V), t. !, pp. 544-6

242
243
Cipriano se halló en up.as condiciones verdaderamente gra- Martín, tranquilamente,· miró a Cipriano fijamente en
ves. los ojos. Después volvió a sonreír sacudiendo un· poco la
Se tuvo una consulta. Vinieron los más afamados mé- cabeza. . ·
dicos de Lima y, si no lograron ponerse de acuerdo sobre -No morirás de esta enfermedad.
los medios de lograr la curación, por lo menos estuvieron Al ver los enfermeros que el Padre Cipriano habla-
unánimes en declarar que la enfermedad era mortal. Y ba solo,. pensaron que el dolor le había trastornado la ca-
se volvieron de nuevo tan tranquilos a su casa. beza .. Pero en seguida le vieron calmarse, cerrar los ojos y
Pero, los hermanos del Padre de Medina no se tran- dorm1r ..
quilizaron. Fray Cipriano era un religioso demasiado bue- A las seis de la mañana vinieron los médicos y queda-
no y hábil para que pudiesen resignarse a perderlo así, tan ron sorprendidos al encontrarle, en vez de muerto como lo
de golpe. Recordaban lo mucho que le había querido Mar- esperaban, bastante mejorado, por no decir curado. Le sa-
tín y le sugirieron que se encomendase a él. El Padre Gas- caron un poco de sangre ni más ni menos que para dar la
par de Saldaña hizo más: le mandó el Rosario que Martín sensación de que también ellos habían hecho algo, y no ne-
había llevado al cuello. cesitó más curas· eLPadre Medina para poderse levantar de
Fray Cipriano, siguió el consejo y con mucha reveren- la cama «sano y salvo con admiración de todos los del con"
cia y alegría tomó el rosario de su amigo y se lo puso al vento».
cuello. Pero hacia las nueve de la noche le sobrevino tal Pero nadie entre éstos se dejó impresionar por la in-
crisis de dolores que no pudo menos de gritar fuerte mien- tervención del médico de última hora, sino que recono-
tras le contorcía el espasmo. Varios religiosos, en torno a cieron'en la curación la obra de un santo, fray Martín, por
su lecho, buscaban inútilmente darle algún alivio, hasta que lo que dieron gracias a Dios y a él. Fray Cipriano, natural-
improvisamente fray Cipriano vio a un hermano lego que mente, contó cómo Martín se le había aparecido en lo más
estaba a los pies de la cama, tranquilo entre tanta agita- agudo de las crisis, y cómo en el instante mismo le había
ción. Tenía las manos juntas en las mangas del sayo y la dado alivio de los sufrimientos ininterrumpidos de tantos
cabeza un poco inclinada hacia adelante con su acostum- días (2).
brado aspecto y su sonrisa. Otra curación en condiciones no muy desemejantes a
Fray Cipriano no vaciló en reconocerle y no esperó a ésta de Cipriano de Medina, fue la de fray Nicolás de Gua-
hablarle con la misma brusca franqueza con que le había dalupe; fray Nicolás hacía cuatro meses que padecía de lum-
reprobado que no se preocupaba de él la vez que estuvo bago. «Tampoco él, a causa del continuo dolor, encontraba
tan grave, y como le había reprendido por tener tan rígidos manera de descansar, nicle dormir ni de día ni de noche;
los miembros, la noche de su muerte: toda la noche se pasaba sin poder conciliar el sueño». No
-Fray Martín, ¿en qué ha venido a parar su amor? sabiendo ya qué hacer para curarse, una noche que sufría
¿Se ha olvidado de mí? Ahora que goza de Dios en la glo- más de lo acostumbrado comenzó a invocar a Martín y a
ria sólo piensa en su bienaventuranza y! me deja padecer
sin ayudarme. Sepa que han dicho que no llegaré a mañana. (2) Positio pp. 26-7; Proceso 1660 (LXIII), p. 518,

244 245
J

encomendarse a él, recordándole su antigua amistad. Ape- A D.a Isabel de Astorga, que padecía de fiebres vio-
nas formulada la oración, le cogió el sueño y por la maña- lentas le llevaron y le extendieron sobre la cama una vieja
na se encontró ligero y libre como si nunca hubiese padecí- túnica de Martín y las fiebres cesaron inmediatamente (6).
ido dolores lumbares. Esto ocurría hacia el 1653, a los ca- Esos y otros hechos milagrosos, contribuían a tener vi-
torce años de pasar Martín a gozar de Dios (3 ). vo el recuerdo de la santa vida de Martín y la confianza en
La noticia de estos hechos, naturalmente, no quedó den- su poderosa intercesión junto a Dios, y llevaban a muchos
tro de los muros del convento, sino que se esparció fuera fieles a la iglesia del S. Rosario, que era el lugar más cer-
para consuelo de los vecinos de Lima que veían con orgu- cano a la tumba a donde los extraños podían ir. Efectiva-
llo y con amor confirmarse la fama de su hijo humilde y mente, la tumba era inaccesible por estar dentro de la clau-
grande. sura. Pero no siempre había de ser así: Martín. mismo lo
Por lo demás, como durante su vlda, también ahora había predicho. Estaba un día conversando con el amigo
Martín no se limitaba a sanar únicamente a los enfermos Juan .de. Figueroa que le hablaba de un proy~cto suyo de
de su convento. Estaba enfermo en Lima un niñito de seis contnbmr a los gastos de una capilla en la iglesia de los
años, Francisco Remigio de Ribera. Parecía estar ya en las Mercedarios y adquirir así el derecho de sepultura en la
últimas: yacía en su camita, sin movimiento y sin pulso, misma capilla para sí y para los suyos. Martín aprobó y ani-
con los ojos cerrados como para no volver a abrirlos más. mó la buena voluntad de su amigo de contribuir con una li-
A la simple invocación del nombre de Martín los padres mosna tan generosa al embellecimiento de la iglesia de los
vieron revivir aquel pequeño cadáver y no fue necesario Mercedarios. -En cuanto a la sepultura -añadió- no te
mucho tiempo para que la casa volviese a estar llena de preocupes, porque no será allí donde te enterrarán. Tú y yo
alegría y de los juegos del pequeño Francisco (4 ). tenemos que estar sepultados aquí. (E indicaba el pavi-
También D.a Isabel Ortiz de Torres sanó instantánea- mento de aquella estancia que era el guardarropas de la
mente del la neuralgia que le venía atormentando días y enfermería).
días. . Cuando los Dominicos comenzaron a preocuparse por
-Piensa cómo me ayudaste cuando estabas aquí en satisfacer el deseo de los devotos de poder visitar la sepul-
la tierra -le dijo D.a Isabel, mirando afectuosamente una tura de su santo hermano, el lugar más a propósito para
estampa que, sin malicia, se ingeniaba por reproducir los trasladar el cuerpo les pareció el guardarropas donde Mar-
rasgos de Martín de Porres: -Dios escuchó entonces tus tín había trabajado tanto, curado a tantos enfermos y acon-
oraciones, cuando todos desesperaban de mi vida: no me sejado a todos los que le tenían como guía las cosas del
abandones ahora que estás en el cielo, y dame el alivio que espíritu.
te pido (5). La estancia se prestaba bastante para ser transformada
en capilla y los gastos serían relativamente modestos. Na-
(3) Positio p. 12 turalmente, cuando· el Padre Saldaña trató de incluir
( 4) V ita cit. p. 185
(5) Kearns op. cit. p. 159 (6) Ibid. L c.

246 247
aquella «modesta» cifra en los gastos del convento, al mo- lares y sostenidos por sus ligamentos .. Al verlo tan entero
mento echó de ver que los números son números, y pensó: fray Tomás creyó poder levantarlo en sus brazos como s~
Aquí se necesita un bienhechor. En su mente repasó levantaría el cuerpo de una persona viva, pero al cogerlo
los que habían sido los amigos más queridos de Martín y le por la cintura, los huesos se desunieron entre sus manos
pareció ver una multitud innominada y entre la que destaca- dejando ver la frescura de los tejidos que le cubrían. '
ba la singular figura de Juan de Figueroa. Mientras tanto, así que apareció aquel cuerpo bendito
Sin perder tiempo, con su magnífico proyecto debajo un perfume suavísimo, como de pétalos de rosas, invadi6
del brazo, el P. Saldaña se encaminó donde Figueroa a la sala del Capítulo, y una inmensa alegría colmaba los
quien suplicó que contribuyera a los gastos y de este mo- corazones. No. de otro modo, al destapar el humilde sepul-
do adquiriera, para sí y para los suyos, el derecho de se- cro en que el Padre Santo Domingo quiso que fuese colo-
pultura en la cripta que se haría debajo del pavimento de la cado su cuerpo «debajo de los pies de sus hermanos», el
futura capilla. Gaspar de Saldaña no sabía· nada de la pre- bienaventurado Jordán y los que con él estaban tuvieron la
dicción hecha por Martín, pero Juan de Figueroa lo recor- impresión de abrir no una tumba, sino un escondrijo de
dó inmediatamente y acogió co.n entusiasmo lo que se le preciosas esencias perfumadas. Una vez más fue dado a
proponía. ,~omenzaron los trabajos y muy pronto estuvo Martín mostrarse «genuinum Patris sui Dominici filium»
dispuesta la capilla. . (8).
· La exhumación y reconocimiento del cuerpo de Mar, En vista de que el cuerpo no resistía a sus maneras
tín se hizo en marzo de 1664, veinticuatro años y cuatro sobradamente expeditas del primer momento, fray Tomás
meses después de la muerte. · lo sacó con mucha cautela y el Padre de Oviedo lo recom-
Entrada la noche, para evitar toda publicidad, el Pa- puso sobre el féretro con gran amor y reverencia. Tocando
dre Juan de Barberán, Vicario general por la provincia do- y retocando los miembros del cuerpo 4e Martín, las manos
minicana de S. Juan Bautista del Perú; el Padre Francisco del padre Francisco quedaron impregnadas del delicioso
de Oviedo, Vicario «in capite» de la comunidad del Santo perfume de pétalos de rosa disecados, y lo conservaron aun
Rosario, y tres hermanos legos se reunieron en la sala del después de lavarse muchas veces, hasta tal punto que al
Capítulo. Los tres hermanos eran: Bartolomé del Rosario, día siguiente los hermanos que no e_udieron estar presentes
Tomás Martín y Laureano de Sanctis. a la exhumación fueron a aspirar aquel perfume de sus
Fray Tomás, que era el sacristán menor del convento, manos.
suplicó al Provincial que le concediese a· él el honor de der Fray Tomás Marín después que hubo sacado el cráneo
senterrar los huesos y, habiéndolo obtenido, comenzó a ex- de la sepultura se encontró en las manos con un montoncic
cavar. Tuvo que trabajar fuerte un buen rato, porque la to de tierra que antes debía haber estado adherido a aque-
fosa era profunda. Pero por fin apareció el cuerpo, aún ca-
si intacto, con los huesos revestidos aún de tejidos muscu- (8) Así definía al B. Martín el Cardenal Vidoni en la
relación sobre el Proceso Diocesano en la primera Congrega-
(7} Proceso 1660 (!) pp. 21-23 y (LXIII), pp. 516-7 ción preparatoria del 21 de julio de 1668; v. Positio p. 7

.248
lla parte del cuerpo. Hizo por despedazarlo con lo~ dedos tu P?tque la iglesia aún no se ha pronunciado respecto de
y vio salir de él sangre fresca. s~ vida. Así ~m?nestaban los reli~iosos, pero la gente con-
A la mañana siguiente los hermanos se preparaban a tmuaba arrodillandose sobre la piedra sepulcral e invocan-
hacer las exequias y la traslación en privado. El Padre de do a Martín como se invoca a los santos.
Barbarán pretendía, de un modo absoluto, no llamar la Después la multitud poco a poco se fue clareando: el
atención y dio órdenes rigurosas para que todo se hiciese Excelen.tísimo Virr~y y el jefe de la Justicia y Regimiento
tranquilamente, sin alborotos: no invitó a nadie, antes bien, de la cmdad de Lima, los Señores de la Audiencia regia y
prohibió notificar a los de fuera cuanto se iba a hacer. Pe- el Cabildo catedralicio, los nobles Caballeros y los Religio-
ro, como ocurrió el día siguiente de la muerte de Martín, s~~ de cada Orden, uno t;as otro dejaron la capilla. Taro-
apenas se hizo de día la gente comenzó a agolparse en la bien los hermanos de hábito de Martín, los dominicos del
~anto Rosario, rendidos de aquella jornada campal, se re-
iglesia, y no sólo el pueblo sencillo, sino todas las autori-
dades, hasta el mismo Virrey. tiraron a sus celdas, y la capillita quedó vacía.
Terminadas las exequias, todos los «grandes» de Li- Pero Martín no quedó solo. Estaba con él en la capi-
ma comenzaron a disputarse el honor de llevar la caja que n.a.~l compañero inseparable de toda su vida, un gran Cru-
contenía reliquias tan preciosas. El Excelentísimo Conde de cifiJo que desde las paredes de encima del altar miraba ha-
San Esteban, Virrey, tomó sin más, el puesto que más le cia la piedra que cerraba la tumba, como si pensase en el
plugo, entre los portadores, sin temor a rivales. Pero los momento más oportuno para volver a levantar la piedra y
demás hacían valer sus títulos -de nobleza, de cargo, de mostrar en el humilde hermano que había creído en El el
años- para poder tomar parte en aquel glorioso trabajo o, cumplimiento de su palabra: «El que cree en mí, aunque
a lo menos, acercarse lo más posible a la caja de la que ema- muera, vivirá» (Jn. XI, 25).
naba tanta suavidad.
Cuando se puso en marcha el cortejo, los religiosos. a
quienes el Padre de Oviedo había señalado para que hicie-
ran de cordón no bastaron para frenar el ímpetu de cuantos
querían a toda costa tocar el féretro con rosarios y otros
objetos de devoción. Paso a paso la procesión se introdujo
entre la multitud y llegó a la capilla. Lo mismo cuando la
caja fue bajada a la cripta y una piedra hubo cerrado el hue-
co, el perfume de rosas deshojadas quedó en el ambiente y
un sentimiento de alegría y de gran confianza en la santi-
dad de Martín pacificaba los corazones (9).
No puede tributarse a fray Martín ningún acto de cul-

(9) Positio pp. 19-22

251
250
Uno de los muchos que experimentaron su virtud fue
un negro, un tal Juan Criollo. Hacía algún tiempo que te-
nía una fiebre insistente y no lograba librarse de ella. Re-
medios, muchos había probado, pero la fiebre no se le qui-
taba de encima. Si bien los médicos no se lo dijeron fran-
camente, Juan Criollo tenía un miedo feroz de dar en tísi-
co. Pero un día de marzo de 1664 vino a visitarle fray Lau-
XIX reano de Sanctis.
-¿Cómo va eso? -preguntó fray Laureano.
-¿Cómo quiere que vaya? Tengo fiebre constante-
.. .Pero según está escrito: «Ni el o¡o vio, mente: acabaré mal.
ni el oido oyó, ni vino a la mente del hom- -Escucha -dijo fray Laureano--, te traigo un reme-
bre lo que Dios ha prepm·ado para los que dio de los buenos: un poco de tierra de la tumba de fray
le aman» (I Cor., 2, 9). Martín de Porres. Precisamente ayer lo hemos pasado del
viejo sepulcro a la tumba nueva, y yo· he ayudado a sacar-
le fuera, y se me ha quedado entre los dedos un poco de su
-Así son honrados los Santos, -había dicho Mons. carne bendita, con un perfume que no sé decirte. Toma es-
Feliciano de la Vega, Arzobispo de la ciudad de Méjico, la ta tierra con un poco de agua, y pide a Martín que te ob-
noche del 4 de noviembre de.l639 después que, con la par~ tenga de Dios la salud, si te conviene.
ticipación de todas las autoridades de la ciudad, el cuerpo A Juan le agradó el consejo. Tomó aquella bebida en-
de Martín de Porres fue solemnemente trasladado de la comendándose lo mejor que supo a Martín, y al momento
iglesia del Santo Rosario a la cripta sepulcral situada deba- su temperatura volvió a ser normal.~ El médico lo tuvo unos
jo de la sala del Capítulo. días en observación, y después le dijo que podía levantarse
En marzo del 64, cuando los restos mortales fueron y considerarse curado ( 1 ).
· sacados de la primitiva tumba y sepultados en la capillita Si los Santos pudiesen ser proclamados tales por un
del Santísimo Crucifijo, ex-guardarropas de la enfermería, voto plebiscitario, no hay duda que Martín hubiera obte-
lo& veinticuatro años transcurridos no sirvieron sino para nido este título al día siguiente de su muerte. Don Felicia-
confirmar en los vecinos de Lima la convicción de que Mar- no, al llamarle santo, expresó con su opinión personal, la
tín era digno del nombre y del culto de Santo. opinión de todos. Pero la voz del pueblo, aunque brote de
La traslación fue como un soplo de viento sobre bra- labios muy autorizados, no basta para decir la última pala-
sas bien encendidas para reavivar la devoción y la confian- bra en asuntos de santidad: se requiere la voz oficial de la
za en él, tanto más cuanto que en la apertura de la vieja Iglesia. Por eso los hermanos de Martín, y sus conciudada·
tumba florecieron nuevos milagros: la misma tierra del se-
pulcro obraba prodigios. (1) Proceso 1664 (VII), c. 69 y (XI), pp. 81-2

252 253
'

·¡'"'
1
nos, se dieron prisa a solicitar el juicio de la santa Iglesia.
'· Año y medio más tarde, el 20 de junio de 1661, so-
La orden dominicana no. tardó en reconocer oficialmen- licitado a hacerlo por el Virrey del Perú, el Soberano re-
te las virtudes de Martín. El Capítulo Provincial celebrado petía al Sant0 Padre sus instancias para obtener_ el decreto
en Lima el año 1641, a los dos años de su muerte, pronun- de introducción de la causa de Beatificación del Siervo de
ció un encomio solemne de su vida y de sus obras. Noti- Dios fray Martín de Porres de la Provincia del Perú, ale-
cias de su vida se difundieron rápidamente por la Améri- gando el gran consuelo que seguiría a los fieles de aquella
ca meridional y no tardaron en atravesar el Océano hacia Provincia por la exaltación de sus virtudes. Y con la misma
el Viejo Mundo: una primera biografía del hermano de Li- fecha y el mismo objeto, el Rey escribía a D. Luis Ponce de
ma vio la luz pública en Valencia el año 1647, y otra en León ordenándole que se ocupara del asunto (3 ).
Roma el 1658. El año 1660 llegaron al Santo Padre cartas y más car-
Pero cuando se trató de pedir a la Santa Sede la· intro- tas -del arzobispo de Lima, del Cabildo de la Catedral,
ducción de la causa, el mismo Soberano de España, Felipe de las órdenes Religiosas que tenían conventos en Lima,
IV, por la gracia de Dios rey de Castilla, de León, de Ara- de la Universidad de San Marcos -pidiendo todas ellas la
gón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Portugal, de Nava- iniciación del Proceso Apostólico para Martín y tejían el
rra, de Granada y de las Indias, tomó la pluma para obte- elogio de sus extraordinarias virtudes, cada una de las car-
ner al hermanito mulato el honor de los altares. tas a su modo, en diversos estilos y caligrafías (4 ).
Mientras tanto, el mismo año 1660, el Arzobispo de
«Muy Santo Padre -escribía el Rey el 17 de diciem- Lima, D. Pedro de Villagómez iniciaba el Proceso ordina-
bre de 1659-, á don Luis Guzmán Ponce de León mi rio referente a la santidad de vida, el ejercicio de las virtu-
embajador, esr;riuo represente a V. Santidad las rar;o- des y los milagros que se decían obrados por Martín de
nes, que concurren para que tenga por bien despachar Porres. A los veinte años de su muerte existían aún muchos
'(!,¡ Rótulo para tratar de la Beatificación de Fray Mar- de los que habían vivido junto a él, que habían colabora-
tín de Porres de la Orden de Santo Domingo, en cu- do en sus obras buenas o recibido los beneficios de su ca-
ya virtuosa y ejemplar vida estoy informado, se espe- ridad.
rimentaron con milagros raros, y espíritu de profecía El primero que se presentó fue Juan de Figueroa, el
otras marauillas muy especiales, suplico a V. Santidad generoso contribuyente a las obras caritativas de Martín,
que dando entero crédito a lo que cerca desto le pro- un día oyó le predecía la pobreza y otro le anunciaba el
pusiere, le mande assi probeer, y despachar con el cum- privilegio de descansar al lado de su santo amigo en el se-
plimiento necesario, que en ello reciitiré particular pulcro.
gracia de V. Santidad, cuya muy santa Persona nos- Siguió Cipriano de Medina, ahora obispo y un tiempo
tro Señor guarde, y sus días acreciente a bueno y prós.:. novicio, feo y muy pequeño de estatura: después Gaspar de
· · pero regimiento de su universal Iglesia» (2).
(3) !bid. pp. 47-9
(2) Positio p; 47 ( 4) !bid. pp. 53-69

254 255
J

Saldaña, el prior qu~ obligó a Martín a que le dijera sus esto es, el 27 de junio, Francisco Blanco se encontraba en
penitencias nocturnas, y lo vió expirar mientras sus her- la imposibilidad de poder andar, porque días antes · se le
manos cantaban el Credo; Fernando de Aragones, colega de había clavado una espina en un dedo del pie. Para cuando
Martín en la enfermería: Francisco Velasco Carabantes, que hizo que se la extrajeran se le había formado una llaga pu~
debía a Martín _la vida y la perseverancia en la vocación; rulenta que al cabo de unos pocos días estuvo curada. Has-
Francisco de la Torre, que dividió con él la estancia y asis- ta aquí nada de particular. Francisco continuó yendo a su
tió a los asaltos de los demonios; el otro capitán, Juan de puesto dos veces al día jadeando con un viejo par de zapa-
Guarnido, que conocía todos los rincones del convento del tos y apoyándose en un bastón. Pero apenas cerrada la lla-
S. Rosario por haber sido educado en él; y Juan Vázquez, ga, una segunda espina llegó a clavarse en el sitio preciso
que, después de haber oído repetir muchas veces a Martín de la primera, acarreándole una infección mucho más ma-
que no fuera a contar a derecha e izquierda lo que veía al ligna, con una enorme hinchazón del pie y de la pierna.
estar cerca de él, no lograba persuadirse, ahora que Martín Después de haber intentado calzarse con todos los zapatos.
había muerto, que había que hacer todo lo contrario, y no viejos que había en el desván, el notario tuvo que resignar-
supo decidirse a presentarse para dar un testimonio hasta se a qqedar descalzo y estar en casa yendo a brincos como
que no se le apareció Martín y le acompañó familiarmente podía de una habitación a otra, a la pata coja, sobre el pié
un trozo de camino, exhortándole a que hablara ahora cla- sano, porque el enfermo no estaba para pensar en apoyarlo
ramente (5). Y tantos y tantos otros, religiosos y seglares, en el suelo.
hombres y mujeres, hasta D.a Catalina de Porres, mujer de ¿Eta posible, en .aquellas condiciones, andar un buen
Nicolás Beltrán e hija de la hermana de Martín. trozo de camino como había entre su casa y la del Arzobis-
Y cuando el notario Francisco Blanco hubo registrado po? Por otra parte, el notario no podía hacer venir a su_
la deposición de la sobrina de Martín de Portes, que era la casa a un personaje de tanta importancia, ni hacerle desan-
sesenta y cuatro, se levantó de su puesto y pidió ser subs- dar el camino. Pero tener que renunciar a un testimonio
tituido en el oficio de notario, para poder deponer también de tanta importancia, sea porque fray Juan había vivido en_
él como testigo. Ocupó su puesto el colega Ignacio Puja- el convento del S. Rosario en vida de Martín, sea por la
das, y Francisco Blanco hizo su deposición. Haciendo la sal- autoridad de que ahora estaba revestido, le desagradaba so--
vedad de que él no conoció a Martín en vida, expuso un bre manera.
hecho que le ocurrió unos días después del comienzo del Estonces Francisco Blanco se dirigió a Martín. Había
proceso. oído ya bastantes cosas suyas para comprender que la per-
Se hallaba de paso para Lima el Arzobispo de Santa sona que podría ayudarle era precisamente él.
Fe, fray Juan de Arguinao de los Predicadores y, por con- -Ya ves cómo estoy -le dijo la- noche del 27 mien-
sideración a su dignidad, el notario debía ir donde él pac tras, cansado de brincar de una silla a otra, se iba por fin
ra recibir su deposición. Pero la víspera del día señalado, a la cama-: no puedo tenerme de pie, y mañana tendré
que ir al otro extremo de Lima para oír al Arzobispo. Tú
(5) Kearns op. cit. pp. 177-80 sabes lo muy importante que es para tu causa este testi-

256. 257
.monio. Pide, pues, a Dios Nuestro Señor- que, entre tantos trop?'litano; d.e .la Universidad de San Marcos; de las Co-
favores y gracias que te confía para tantas personas, te murudades rehgwsas -Hospitalarios, Agustinos, Frailes Me-
-conceda también esta gracia para mi, si bien soy un gran no.res, Mer~edarios, Dominicos, Jesuitas- todas como em-
bnagadas aun por aquel perfume de rosas que se difundía
pecador.
Se tapó con las mantas cuidando de que no chocaran de las reliquias de Martín (7).
-con el pie enfermo y se durmió: La gracia, por fin, se concedió cuatro años más tarde
A la mañana siguiente se levantaba sano y, para ir después del examen cuidadoso, por parte de la Sagrada Con-
-donde el Arzobispo de Santa Fe no tuvo necesidad de za- gregación de Ritos, de las Actas del Proceso Ordinario, en
las que el Cardenal Vidone hacía relación en la Congrega-
patos viejos (6 ).
De este modo, a las sesenta y cuatro deposiciones re- ción Ordinaria del 21 de junio de 1668 (S).
gistradas por Francisco Blanco, se añadieron dos: la suya El 10 de diciembre de 1668 el Sumo Pontífice Cle-
_y la de D.a Juana de Ortega que le había extraído del pie mente IX firmaba el decreto de introducción de la causa de
la primera y segunda espina. Fueron, pues, en total sesenta Beatificación y Canonización de Martín de Porres (9).
y seis atestados. Algunos, en efecto se presentaron por se- Al año siguiente se nombraba la comisión encargada
_gunda vez para completar la deposición de la _relación de de proceder al Proceso Apostólico y se expedía el famoso-
hechos olvidados en la primera. «rollo».
Con la deposición de Juana de Ortega se cerró el pri- Pero aR~nas salida del puerto de Génova, fue a pique
mer interrogatorio. Era el 12 de julio de 1660; el proceso la embarcac10n que lo llevaba. No obstante se rescató in-
t~cta la caja en que estaba encerrado. Lo que hubiera po-
ese había abierto el 16 de junio.
Pero en diciembre de 1664, después de la traslación dido hacerse corrientemente necesitó otros nueve años pa-
-de los restos de Martín, Francisco Blanco volvía a coger la ra que el «rollo» llegase a Lima y se iniciaran los traba-
jos (10). ·
pluma para registrar las deposiciones de otros once testigos,
<leposiciones qúe en gran parte tenían por objeto la trasla- Pero ~ando por fin el 26 de octubre de 1678, llegó-
-ción misma, fuera de la vida de Martín, y las gracias obte- a los de L1ma que tantos años lo esperaban parecíales enlo-
nidas por su intercesión. quecer de júbilo.
El año 1664 partían a la vez a la Sede Apostólica nue- El 27 de octubre, jueves, por orden del «<ltmo. y
vas peticiones para la introducción de la causa de Beatifi- Rdmo. Señor Doctor D. Melchor Lignan y Cisnero, Nues-
-cación: del rey Felipe IV, el 30 de marzo y, en el otoño, tro Señor Arzobispo de Lima del Consejo del Rey Nues-
del Virrey, Conde de San Esteban, que escribiendo el 17 tro Señor, Virrey, Gobernador, y Capitán General de es-
i l. de noviembre tenía aún presente la visión de la multitud tos reinos y Provincias del Perú, Tierra firme y Chile,
-que acudió a la iglesia del S. Rosario el día de la traslación; (7) Positio pp. 50-71
<1el Arzobispo, D. Pedro de Villagómez; del Cabildo Me- (8) !bid. p. 3 sig.
(9) !bid. p. I
(6) Processo 1660 (LXV), pp. 525-31 (10) Kearns op. cit. p. 175

258 259'
:Salió del palacio arzobispal el Dr. D. José de Lara Galán, hierbas olorosas y de flores, todo lo cual manifestaba el
.acompañado por mí, el presente notario público y Apos- júbilo y la alegría de los ciudadanos de esta ciudad por
tólico, y de todos los demás ministros del tribunal ecle- el acontecimiento de que estaban gozando; y ... en la no-
:Siástico, así sacerdotes, como seglares, y del M. R. P. Maes- che de este día, la plaza fuerte de la misma estuvo llena
tro fray Gaspar de Saldaña, Prior del Convento del Rosa- de fuegos artificiales, pólvora y luminarias por toda la
rio de esta ciudad y Vicario Provincial de S. Juan Bau- dudad, a las que se unían las torres de las iglesias, Palacio
tista del Perú de la Orden de Predicadores, y de los RR. Real y Palacio Arzobispal, y Casas del Gobierno Ecle-
PP. Maestros presentados y Predicadores Generales de la siástico y Secular, y en la Torre de la iglesia de Nuestra
:misma, y de muchos Religiosos, Sacerdotes, Coristas, Con- Señora del S. Rosario acompañando la disposición de la
·versos y Donados de la misma Orden; y así acompañado Plaza pública hubo miles, de los mismos fuegos, pólvora
. de muchos sacerdotes seculares, Caballeros ciudadanos de y cohetes y otras disposiciones de luz, todo ello acom-
dicha ciudad y de la mayor parte de la gente que en esta pañado de un repique general de campanas, que comenzó
América comúnmente se llaman pardos (mulatos) vesti- a las doce del mismo día, y continuó hasta las nueve de
.dos todos de gala, manifestando unos y otros el gozo que la noche, hora en la cual terminaron los fuegos y la ale-
tenían de haber llegado a ver el día que la Autoridad gría» ( 11 ).
Apostólica trata de la Beatificación y Canonización del Mientras todos los demás, aturdidos por la alegría y
Ven. Siervo de Dios fray Martín de Forres... y de dicho por los cohetes se fueron a dormir, el Bachiller Pedro de
Palacio Arzobispal pasaron delante del palacio Real y de Arco, Notario público Apostólico, por orden del Arzobis-
.allí llegaron a la parte trasera de la casa del Gobierno y po, extendía el expediente de esta primera solemne jorna-
regimiento de esta ciudad, y en cada parte de ell~ hubo ~n da para que permaneciese el testimonio o, como él decía,
'Pregonero y de allí fueron por muchos otros cam1r:os prm- «a fin de que conste» .
.cipales de la misma y en los cruces de estos cammos, ha- La mañana siguiente, viernes 28 de octubre, festivi-
bía un Pregonero, precediendo a dicho paso tímpanos y d.ad de los Santos Apóstoles Simón y Judas, hubo una so-
:Sonidos de cornetas, trompetas y otros instrumentos mu- lemne Misa cantada en la Catedral, a la que asistieron el
sicales por el estilo, para hacer notorio a dicha ciudad Arzobispo Virrey con todas las autoridades, el Cuerpo
las Letras Apostólicas remisoriales y compulsoriales, a fin Académico de la Universidad y los representantes de las
.de hacerse los informes con Autoridad Apostólica de la Ordenes Religiosas y de las Ordenes Militares, y una mul-
vida, virtudes, muerte y milagros del Ven. Siervo de Dios titud sin fin de hombres y mujeres de toda clase social.
fray Martín de Forres ... y la presencia por los caminos Predicó el Padre Gaspar de Saldaña, y «al tiempo del
tanto de hombres como de mujeres de todos los estados Ofertorio de. dicha Misa solemne -escribe Pedro de Ar-
y condición de personas, ha sido el maycr que se haya co- me dio dicho Señor Arzobispo y Virrey dos pliegos,
visto en las funciones a que he asistido, y que en mi tiem- uno mayor que el otro, los cuales, a lo que parece, contie-
po haya habido en esta dudad, y muchas de las calles
por donde pasó el acompañamiento estaban cubiertas de (11) Proceso 1678 t. 1 pp. 9-11

260 261
nen dichas Letras Apostólicas, y habiéndolas recibido y d.ejar el cargo, antes de encontrar quién les substituyese
puesto sobre mi cabeza, subí al púlpito de dicha S. Igle- y controlar los títulos de cada juez, pasaron cuarenta, días.
sia, y hecha la reverencia al SS. Sacramento y a dicho Se- Hasta el 6 de diciembre el famoso pliego mayor que con-
ñor Virrey, y a los Señores de la Real Audiencia y Gober- tenía el decreto de Introducción de la causa, en presencia
nadores Eclesiásticos y seculares y al resto del concurso, .del Arzobispo-Virrey y de todas las Autoridades, lo abrió
leí en alta e inteligible voz el escrito del Pliego mayor, y leyó el acostumbrado notario Padre del Arco «todo él
y terminado éste, leí en la misma forma el del otro Plie- <le verbo al verbum», en alta voz, inteligible, clara y dis-
go menor, dejándolos sellados y guardados en la forma tinta (13 ).
que dicho Señor Arzobispo-Virrey me lo señaló, y en cuan- ? ¡Cosa extraña! Las «Letras remisoriales» señalaban
to bajé del púlpito le entregué, en ejecución del mandato el nacimiento de Martín el año 1589 y en la ciudad de Gua-
de Su Señoría Ilustrísima... al Padre Presentado Procu- manga. El equívoco debía ser esclarecido en la primera
rador General y fray Francisco del Arco, Procurador de .audiencia por el primer testigo que se presentara, pero
esta Causa, el cual lo presentó ante Su Señoría Ilma. para para que comenzara el interrogatorio aún tenían que trans-
dicha función, y doy fe de haberlo hecho así, y que rurrir dos meses y medio.
oí a muchas personas dar gracias a Dios por haber llegado La primera audiencia tuvo pues lugar el 20 de febre-
a ver un día tan deseado, en el cual se trata con Autoridad ro de 1679, en la capilla de la Adoración de los Magos,
Eclesiástica de la Beatificación y Canonización de dicho en la Catedral. El primero en presentarse fue. el Padre
Ven. Siervo de Dios fray Martín de Portes por haberle Maestro fray Antonio de Morales, dominico obispo elec-
tratado y comunicado con él en su vida, y otros por haber to de Concepción, en Chile. Por más que había pasado
tenido noticias de sus virtudes heroicas, laudable vida Y <le los sesenta años, el Padre de Morales no podía basarse
prodigiosos milagros ... » ( 12). en recuerdos personales para rectificar la fecha del naci-
Es natural que la gente diese gracias a Dios de haber miento de Martín, cuyo centenario se celebraba precisa-
visto por fin apuntar el día tan deseado. Pero no era si- mente aquel año. En cambio, el Padre de Morales había
no un primer alborear. El día en que el complejo me- tenido la suerte de poner su mano, diríase al acaso, en el
canismo del proceso se pusiera a trabajar de lleno, aún documento que daba fin a toda discusión: el registro de
estaba lejano. los bautizados en la iglesia parroquial de S. Sebastián de
Cuando Pedro del Arco bajó del púlpito y hubo en- Lima. En efecto, había habido discusiones, y fray Anto-
tregado los dos Pliegos a quien debía, al momento comen- nio, que había sido su testigo desde su entrada en la Or-
zaron a surgir dificultades: uno de los jueces designados. den, siempre había quedado con esa duda. Martín, enton-
había sido elegido para la sede episcopal de Tucumán y ces, estaba en plena madurez y tan estimado de los her-
tenía que irse, otro estaba ciego y sordo ... manos que más de uno le hubiera querido de su misma
Antes de resolver si estos dos jueces tenían o no que dudad. Por eso, unos le hacían de Cuzco, otros de Gua-

(12) !bid. pp. 11-12 (13) !bid. c. 84 b.

262 26}
manga. Martín no cuidaba de rectificar: no valía la pe- de su entusiasmo, volcándose por las calles e invadiendo
na d~ gastar una palabra en cuestiones tan ociosas y perjudi- la iglesia.
ciales. Luego fue colocada a bordo de una nave de vela que
Fray Antonio vivió diez años con Martín en el S. Ro- · iba hacia el viejo mundo. Pero, ni que se hiciera a pro-
sario, del 1623 al 1633, después la obediencia le envió a pósito, también esta nave, como la que había zarpado de
otra parte a predicar, enseñar y desempeñar cargos de Génova con el «tollo», fue a pique y el resultado pacien-
responsabilidad. Pero el 1661 estaba de nuevo en Lima, te y minucioso de ocho años de interrogatorios quedó en
encargado de organizar las fiestas para la Beatificación de el fondo del mar.
Rosa de S. María. En esa ocasión quiso ver la «partida» de Afortunadamente se conservaba en Lima un segundo
bautismo de la nueva Beata, y la encontró sin gran trabajo ejemplar auténtico del proceso, y el Papa Inocencia XII
pasando las páginas donde estaban registrados los bautis- autorizó a sacar copias de él y mandarla a la Sagrada Con-
mos del año 1585. Luego, continuó hojeando el registro gregación de Ritos. Esta segunda copia llegó a Roma sin
hacia atrás, sin una finalidad precisa, y saltó a sus ojos el incidentes, pero se requerían aún tres cuartos de siglo
nombre de Martín de Portes. Luego ni los hermanos de antes de que se aprobase la heroicidad de las virtudes de
Cuzco ni los de Guamanga podían jactarse de ser conciu- Martín de Porres. El Papa Clemente XIII firmó este de-
dadanos de Martín: Rosa de Lima reivindicó ese honor para creto el 27 de febrero de 17 6 3.
sí y para su ciudad (14 ). Era un buen paso adelante, pero aún no estaba todo:
Detrás del Padre de Morales siguieron los testigos, no era necesario que entre tantos milagros obrados por Mar-
con el ritmo acelerado del primer proceso en que Francis- tín después de la: muerte, dos fueran reconocidos oficial-
co Blanco, pudo registrar cada día cinco o seis atestados, mente por la autoridad Pontificia ( 15).
sino lentamente, a intervalos, hasta de dos y tres semanas, ¡Los milagros escogidos para la aprobación fueron
esto es, de que tantos días cuantos eran necesarios para dos hechos verdaderamente ruidosos!
responder, a quien hubiese tenido materia, a todos los pun- El primero se verificó en la persona de Elvira Moda-
tos del interrogatorio, que eran más de ochenta. no, de Lima. Elvira había puesto cierto objeto de arcilla
No hay pues por qué extrañarse que el proceso, reco- «al sereno», es decir al fresco de la noche en el alféizar de
giendo ciento sesenta y cuatro atestados, durase casi ocho su ventana. Por la mañana, así que se despertó fue a co-
años. Se terminó el 1686 y cuando las actas cerradas en .gerlo y sacarlo de allí, pero el vaso se le fue de sus manos
preciosa custodia se pusieron sobre el altar mayor de la y cayéndose se hizo pedazos, como era natural, porque era
catedral, se cantó un solemne Te Deum y el Arzobispo hi- una vasija de barro. Pero uno de los pedazos le rebotó
zo el panegírico de Martín .. Después la cajita dorada con a un ojo con tanta fuerza que le perforó la córnea. Por
las actas del proceso se llevó triunfalmente a la iglesia del el agujero le vino afuera el cristalino con todos los «humo-
Santo Rosario mientras el pueblo seguía dando señales res» y el globo ocular quedó flojo y vacío.
'
(14) !bid., (!), p. 220 (15) Kearns, op. cit., pp. 280-82

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·~
'-:f.

Elvira creyó morir de dolor y se puso a gritar. Acu- rujano, y, hombre bueno como era, dio gloria a Dios y a sus
dieron los vecinos y llamaron al cirujano Pedro de Ur- santos (16).
danibia, uno de los más competentes. Este cirujano, que era El otro milagro fue así: En la casa de doña Inés Vidal
bueno de corazón, experimentó una gran compasión por se estaba haciendo una limpieza a fondo. Para abrillantar el
aquella pqbre mujer: ¿qué hacer o de qué manera explicar- suelo de la sala mayor, los criados amontonaron en la azotea
le lo que había? todas las sillas, arrimándolas a la barandilla de hierro. Para
-¿Hay esperanzas de curación? -le preguntaba la fregar los ladrillos estaba entre los demás una esclava negra
Moriano. El cirujano cobró valor yle dijo: que tenía un niñito de unos dos años. No se sabe cómo se
-Sólo en Dios hay esperanza, porque el ojo ha que- llamaba la esclava, pero su niño se llamaba Melchor.
dado completamente vado, y sólo Dios puede volver a crear No teniendo Melchor nada que hacer mientras la ma-
los órganos de nuestro cuerpo. Trataré de hacer lo que pue- dre· trabajaba, trotaba acá y allá sin que nadie'se cuidase
da para que el daño no sea más grave. Pero si tiene con- ae él. A una de esas, acertó a dar en la terraza y se encon-
fianza en algún santo, encomiéndese a él con toda el al- tró delante de la barrera de sillas. Sintióse contrariado.
ma. ¿Cómo se arreglaría para ver lo que sucedía por las calles
El cirujano habló como un caballero, y como tal aplicó con aquella muralla? Después pensó que bastaba subirse so-
al ojo de Elvira los pobres remedios que el arte le ponía en bre ella para ver mejor. Hizo de las sillas una escalera y se
las manos. izó encima.
Mientras tanto la noticia de la desgracia se extendió -¡Ahora si que estoy bien!
por la ciudad y llegó hasta el convento del Santo Rosa- Melchor se encontraba contento y feliz porque se sen-
rio donde Elvira tenía un hijo novicio. El padre maese tía grande como las personas mayores y podía asomarse a
tro, Jerórtimo de Toledo, lleno de compasión hacia la ma- a la barandilla y saludar con su manita a todos los que pa-
dre de su alumno, tomó una reliquia, un pequeño fragmen- saban. ¡Qué gracioso era ver las cosas desde lo alto para
to de los huesos de Martín de Portes, y se la envió dicién- él que estaba acostumbrado a verlo siempre desde abajo!
dole de quién era y exhortándole a aplicarla con fe en la Melchor siguió asomándose, disfrutando de su conquista,
parte afectada. hasta que se asomó demasiado y cayó a la calle: un salto
Elvira, al recibir la reliquia, concibió una,"confian- de diez metros. Naturalmente la primera en recibir el gol-
za sin límites. La cogió y la aplicó a la órbita vacía. Se cal- pe fue la cabeza. La madre y los demás oyeron el ruido de
mó el dolor que le atormentaba y le vino un dulce adorme- la caída y corrieron a la calle: Melchor tenía el cráneo par-
cimiento. Durmió hasta la mañana siguiente y apenas se tido, sangraba por los ojos, los oídos, la boca y la nariz.
despertó se tocó el ojo herido: la cavidad estaba llena. Saltó No sabía si todavía respiraba. Si estaba vivo, pues la tem-
de la cama y se miró al espejo: el ojo estaba sano y perfecto peratura subía alocadamente. El brazo izquierdo se movía
como si nunca hubiera tenido nada en él. convulsivamente.
Los vecinos oyeron gritar y acudieron a ella. Esta vez
Elvira gritaba porque estaba loca de alegría. Vino el ci- (16) Vita, cit. pp. 190-92

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Llegó de prisa el cirujano, don Pedro de Utrilia y re- mansos de las imperturbables calmas, y muchos decenios
conoció su impotencia frente a una situación tan desespe- pasaron sin que se diera un paso para llegar a la canoniza,..
i·ada. Sólo pudo dar un consejo: encomendarse a Martín ción.
de Porres. La pobre madre no tenía aliento para decir una Tan sólo en 1926, por mediación del entonces Postu-
palabra, pero cerca de ella estaba su señora que la quería lador de la Orden de Santo Domingo, M. R. P. Ludoviw
.bien y estaba consternada por su dolor. Doña Inés tomó Fanfani, y debido a las muchas instancias de las autorida-
una estampa del Siervo de Dios y la aplicó a la cabecita <Ies eclesiásticas y civiles, el Sumo Pontífice Pío XI firma-·
herida diciendo: -¡Santo Portes, Santo Portes de mi alma, ba la comisión para la reapertura de la causa.
amigo mío: cúrame a este niño! Diez años más tarde el Maestro General de la Orden,.
Martín sonrió desde el cielo. ¡Cómo le agradaba ver M. R. Martín Estanislao Guillet, en una carta circular a to-
a la noble mujer española apenarse tanto por una pobre da la Orden exhortaba a promover la devoción del Beato•
esclava negra! Martín y a solicitar, con la oración y la recopilación de los
Tres horas después el pequeño Melchor saltaba en su testimonios sobre los milagros obrados por intercesión del
.camita donde le habían metido, sano y vivaracho como an- Beato, la. hora en que, con su canonización, una nueva es-
tes de la caída. Y ni entonces ni nunca Melchor Varanda pléndida flor se añadiría a la guirnalda del Padre Santo Do-
tuvo señales a consecuencia de la fractura. mingo (18). ·
Cuando don Pedro de Utrilia volvió a visitarle, le en- La invitación del Maestro General encontró especial
contró que jugueteaba y corría de aquí para allá con los mil resonancia entre los PP. Dominicos de la Provincia de San
gracejos de los niños de su edad. Y, saliendo de la casa de "' José (Nueva York) que desde entonces tomaron en sus ma-
Doña Inés Vidal, fue a .contar el hecho prodigioso, avalo- nos el timón del movimiento.
rándolo con el testimonio de su indiscutible competencia Desde hacía más de medio siglo Martín se había ga-
(17). nado los animos de los norteamericanos. Su devoción había
Los dos milagros fueron aprobados por el Sumo Pon- sido introducida en la República Estrellada por un italia·
tífice Gregorio XVI el16 de marzo de 1836. Cuatro meses no, el P. Feliz Barotti, quien, enviado en 1866 a evangeli-
y medio más tarde, el 31 de julio, era sancionado el decreto zar a los negros de América del Norte, había fundado en
del «Tuto», y, finalmente, el 29 de octubre de 1837, entre Washington una capilla dedicada al Beato Martín de Portes
los resplandores de la Basílica Vaticana, Martín de Po- para recoger en ella a su pequeña grey.
rtes era ensalzado a los honores de los altares a una semana · Después de algunos años aquella capilla resultaba in-
de distancia de su cohermano en la Orden y hermano de ·suficiente y era reemplazada por una iglesia. Pero una igle-
alma, Juan Massías. sia no puede dedicarse a un Beato, y por eso la iglesia cons-
Después de su feliz llegada a este deseado puerto, .la truida para los negros de Washington se dedicó a San Agus-
causa de Martín de Portes pareció estacionarse en los re" tín. .

(17) !bid. pp. 192-94 ( 18) Kearns op. cit. p. 209

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J
La semilla arrojada por el P. Barotti encontraba las ta Sede a varias diócesis de los Estados Unidos de dar cul-
mejores condiciones de desarrollo a fines del siglo XIX, por to público al Beato Martín, aun fuera de las capillas e
los cuidados de Mons. Juan Burke, apóstol de los negros. iglesias de la Orden Dominicana (19).
Mons. Burke reconociendo en Martín tm poderoso alia- Frente a esta consoladora expansión de la devoción
d.o de su causa, se hizo ardiente pregonero de la devoción al Beato; quedaba sin embargo el fracaso de los tres prime-
del santo negro, coadyuvado por las hermanas dominicas de ros procesos apostólicos instituidos en las diócesis de Ca-
Sparkill, a las cuales confió, en 1886, una escuela suya pa- ~amarca en Perú (1928). Detroit en los Estados Unidos.
ra los negros, St. Benedict's Home. En el periódico de la t 1941) y Transvaal (1948), porque los casos prodigiosos.
e&cuela, el St. Benedict's Home Journal, aparecieron los en ellos contenidos no fueron reconocidos como verdaderos
primeros artículos que presentaban a los norteamericanos milagros.
la vida y las virtudes de Martín de Porres. ' Luego, de improviso, como suele suceder en las cosas
Fue aquél el punto de partida de un movimiento que esperadas durante largo tiempo, en marzo de 1962 se di-
hoy ha adquirido importancia nacional. Mons. Burke lo di- fundió la noticia que la canonización de Martín de Po-
rigió con una doble directriz: propaganda y culto. Por eso, rres era ya cosa segura y próxima, pues dos entre los in-
mientras escribía artículos para el Journal, componía una n_t:merabl,es h~chos extraordinarios atribuidos a su protec-
oración al Beato Martín, para la cual obtuvo del Sumo Pon- Cion hablan sido declarados por los médicos superiores a
tífice León XIII cien días de indulgencia. Esto ocurría en cualquier explicación humana, y por tanto habían sido re-
1894. Cinco años antes, en 1889, se publicaba en Nueva conocidos por la autoridad eclesiástica como auténticos mi-
York la primera biografía del Beato en lengua inglesa, que lagros.
n::- era sino una versión del italiano, con un prólogo del fu- El primero había sucedido hacía catorce años. Se ha-
turo Cardenal Vaughan. bía verificado en Asunción, capital de Paraguay, donde la
Después de la reapertura de la causa, contribuían a Sra. Dorotea Caballero, viuda de Escalante, había llegado
d.ivulgar las obras y virtudes de Martín de Porres los Pa- en perfect9 estado de salud a sus 87 años de edad. El 8 de
dres McGlynn y Georges, O. P. por medio de biografías y septiembre de 1948 una grave enfermedad intestinal inte-
numerosos artículos publicados en la revista dominica T he rrumpía la tranquilidad de sus días. El diagnóstico médico
Torch. Y cuando, por obra del M. R. P. Edward L. Hu- de oclusión mecánica del intestino delgado fue confirmado
ghes, O. P., se instituyó la Blassed Martin's Guild, la por el examen radiológico. La intervención quirúrgica hu-
difusión de hojitas de oraciones y opúsculos de propagan- biese sido el único medio de salvación, pero las condicio-
da llegó a cientos de miles. n~s generales de la enferma, empeoradas por un colapso car-
Contemporáneamente las hermanas. Dominicas del Ro- diaco y por el agravante de la enfermedad, la hicieron im-
sario Perpetuo de Unión City, New Jersey, se hicieron posible. Al cabo de una semana la vida de Dorotea Caba-
celadoras de la devoción al Beato Martín, con novenas y llero pendía de un hilo.
triduos en su Capilla Azul. El resultado más notable obte- . (20~ Canonizationis B. M. de P.: Positio super Miracu-
nido en este sentido fue el permiso concedido por la San- lis pass1m, - Romae, 1962

270 271
Pero la tarde del 14 de septiembre, una hija de la Ca- nor mal frente a la vida del niño, toda vez que la gan-
ballero que vivía en Buenos Aires, enterada del peligro en grena hacía siete días que continuaba su curso y el resul-
que se hallaba su madre, comenzó a ·rogar con algunas ami- tado de las curaciones era nulo.
gas, para que Martín la curara o la resucitara si ya hubiese Un amigo de familia, venido de Madrid a visitar al pe-
muerto. Por la noche, no logrando dormir, continuó rezan- queño enfermo, trató de animar a los padres con la espe-
do. Al amanecer salió en avión hacia Asunción. Acaso re- ranza de la omnipotencia divina que sobrepasa los límites
2aba todavía cuando entraba en casa y encontraba a su ma- de las ciencias médicas y de las fuerzas naturales. Dio a
.dre del todo restablecida. La crisis que había resuelto ím- la madre del niño una estampita del Beato Martín de Po-
provisamente una situación desesperada coincidía exactamen- rtes, diciéndole: «Pídeselo y te lo salvará»:
te con la hora de la oración que su hija hiciera antes del al- La mujer se agarró con toda el alma a aquel único
ba, cuando la congoja le había impedido dormir. hilo de esperanza, y mientras hacía pasar repetidas veces
La curación fue tan completa que vivió todavía unos la estampita sobre el pie del hijo, continuó rezando has-
.años y pudo franquear en perfecta salud la barrera de los ta muy entrada la noche a la cabecera del enfermo, jun-
'90 años. No pudo llegar sin embargo a los cien, lo que tamente con su marido y la superiora de la clínica.
le hubiera permitido ver en la tierra la suprema glori- Durante la noche sucedió algo prodigioso: se die-
ficación del Santo que tan prodigiosamente la curó. ton cuenta a la mañana cuando vieron que el color negro
Este favor estaba reservado en cambio al que fue ob" del pie se volvía rosa y adquirfa su temperatura nor-
jeto de segundo milagro, un niño de cuatro años y medio. mal. La circunstancia parecía perfecta y traía la vida don-
En Tenerife, la tarde del 25 de agosto de 1956, Antonio de antes quiso hacer presa la muerte.
Cabrera Pérez, pasaba cerca de una casa en construcción Estos dos casos de curación milagrosa los examinó y
-con otro niño que llevaba de la mano un pedazo de ja- a~robó el colegio médico de la Sagrada Congregación de
bón. Antonio se lo arrebató y lo tiró hacia la obra. Lue- Ritos el 11 de enero de 1961 y el 18 de octubre del mis-
go se arrepintió del despecho que hiciera a su compa- mo año. El 13 de enero de 1962 volvió a examinarlos la
ñero y quiso hacerse con el jabón que había caído más Reunión Preparatoria de los Teólogos, y el 20 de marzo
:allá de una pared en construcción. Cuando intentaba es- l?s. aprobó definitivamente la Congregación general, pre-
·calar la pared para pasar a la otra parte, le cayó en un stdtda personalmente por Su Santidad Juan XXIII.
pie un bloque de cemento de treinta kilos y se lo macha- La fecha de la canonización, fijada para el 6 de ma-
<:Ó. yo, se hizo pública tan sólo a primeros de abril, y desde
Ingresó rápidamente en la clínica y no obstante los entonces se desató una actividad febril para organizar pe-
mejores cuidados se encontró en seguida en condiciones regrinaciones y para asegurarse un lugar privilegiado, o
muy graves: al no circular sangre por el pie la gangre- por lo menos un, puestecito cualquiera, en la basílica de
na se cebó en él y ya todo el organismo peligraba. San Pedro. En la oficina del Maestro de Cámara hacía mu-
La amputación del miembro era considerada por los chos años qJJe no se recordaba una afluencia tan masiva.
-cuatro médicos de la clínica de Santa Eulalia como el· me- Y cabe preguntarse: ¿qué hubiera sucedido si se hubie-

272 273
18. - San Martín ...
se conocido la notiCia con mayor antelación, siendo tan .chos aspectos: espiritualidad dominicana, hecha alma de
numerosas las peregrinaciones que afluían de todo el mun- sus almas.
do: de Europa, de Asia, de Africa, de América del. Sur, Escuchaban la palabra del Santo Padre, comedidos
patria de Martín, y de América del Norte, su patna de y llenos de dignidad, en la tribuna levantada a los pies
adopción? del Patriarca de los PP. Predicadores, los miembros del
En la mañana del 6 de mayo, la Basílica Vaticana aco- Cuerpo Diplomático, indiferentes al ajetreo de los perio-
gía a una de las más exuberantes y variadas multitudes distas y fotógrafos que los rodeaban por todas partes. Al-
que sus amplias naves sean capaces de contener: una rnu!- rededor del trono pontificio, revestidos con riquísimos
titud de unas 40.000 personas. Hombres de todos los pai- paramentales en los que centelleaban el oro y las piedras
ses y de todos los colores; ropajes típicos de todos los preciosas, en doble fila, a lo largo del corredor central
pueblos y de todas la~ clases ~ociales, ~e en~ontraron un_a del ábside desde la «gloria de Bernini» al altar de la con-
vez más mezclados baJo la maJestad de la cupula de Mi- fesión en' el resplandor de la púrpura, escuchaban treinta
guel Angel, donde los más extraños acercamientos nunca y ocho cardenales. Desde las tribunas enclavadas a los
resultaDJ estridentes, pues todos son hermanos en la casa pies de las columnas centrales, y desde los repartos del
del Padre. crucero y de la nave central, la atención de la muchedum-
Frente a esta muchedumbre, en aquel silencio en que bre inmensa y variada se concentraba en aquella voz, en
aún vibraba la polifonía del V eni Creator, la voz de Juan aquel latín claro y luminoso como la cúpula de Miguel An-
XXIII se levantaba para proclamar la santidad de Mar- gel, que proclamaba el mensaje tan deseado P?t todos.
tín de Portes y las virtudes que le hicieron digno del al- Después vino la Santa Misa, la solemne Misa papal,
tísimo honor. El Papa relacionaba la glorificación del con todas las ceremonias características de las canoniza-
primer Santo negro con la conmemoración cinco ve~es ciones: el canto del Evangelio en latín y en griego, que
centenaria de la canonización de Santa Catalina de Sie- indica la unidad de la iglesia en la multiplicidad de los
na -celebraCión que había terminado hacía muy pocos ritos· la procesión de las ofertas -cirios y flores, pan y
días con la inauguración de un monumento a la grande vino: jaulas de aves canoras-, abiert~ por las más altas
dominica en la explanada de Castel Sant'Angelo, frent<: a la dignidades de la Orden de Santo Dommgo y cerrada por
basílica de San Pedro-, y no titubeaba en acercar Ja figura dos jóvenes dominicos negros, muy emocionados al subir
del humilde fraile de Lima a la de la ilustre santa de las gradas del trono pontificio; luego el toque de las trom-
Siena. petas de plata y el cortejo de salida con el Papa que son-
Desde su nicho vestido de fiesta con luces centellean- síe y bendlce, desde la silla gestatoria¡ al pueblo que le
tes Santo Domingo parecía escuchar y gozar de aquel aclama con delirio.
ace~camiento, señalando a sus hijos desparramados por do- Después la inmensa muchedumbre se volcó en la pla-
quier en la Basílica Vatican?, o reunidos delan~e d~ él, za, entre los brazos acogedores del grandioso columnado,
en la tribuna de la Postulac10n, la llave de la identidad y todas las miradas se dirigieron hacia una ventana muy
de aquellos dos hijos suyos, tan distintos entre sí por mu- conocida del Palacio Apostólico. ¿Encontraría todavía el
'
274 275
Papa, después de una ceremonia que había durado cua-
tro horas, la fuerza de rezar el «Angelus» en compañía de
sus hijos?
Sí, a mediodía la ventana se abrió, y sobre el fondo
obscuro aparecía una figura blanca, empequeñecida por XX
la lejanía, y la mirada del Papa se posó una vez más so-
bre aquella inmensa muchedumbre tan pintoresca y tan
variada, unida en la glorificación del humilde fraile, de
aquel «perro mulato» como diría Martín. La alegría hace
que el Santo Padre olvide la fatiga: su voz es llena, vi- Entonces brillará tu luz como la aurora
brante, y habla de gozo y de alegría. Grande fiesta para Y se dejará ver pronto tu salud, e ir¿
Perú que ve glorificado a uno de sus hijos., Pero, ¿qué dela'!te de ti la justicia, y detrás de ti la
queréis que sean las fiestas en la tierra? Tan sólo en el glorza de Yavé (Is. LVIII, 8).
cielo podremos comprender la santidad en su justo valor.
Por lo tanto, en el Cielo ... «¡qué fiesta, hijos míos, ~-

qué fiesta!»
Y las estatuas de los santos sobre el columnado pa- . «El reino .de Dios es como un hombre que arroja la
recían elevarse hacia el azul de~ cielo para descubrir los s~mdla en 1~ t1erra, "? ya duerma, ya vele, de noche y de
invisibles coros de los espíritus bienaventurados que exul- día, !a s.emllla germtna y crece, sin que él sepa cómo.
taban en el cielo, mientras en la gloria de la luz de medio- De SI •misma da ~ruto la tierra, primero la hierba, luego
. dia se abría en corona alrededor del estandarte que se la espiga, en se~da el trigo que llena la espiga; y cuan-
mecía en el ventanal central de la Basílica Vaticana, el do ,el fruto, esta maduro, se mete la hoz, porque la mies
estandarte de la gloria de San Martín de Portes. esta en sazon» {Marcos, IV, 26-29).
La carrera póstuma del bienaventurado Martfn nos
parece extraordinariamente lenta, cuando la comparamos
con la d~ m?chos santos modernos, a quienes el día de
su canomzación han podido dirigir alabanzas y oraciones
desde la tierra sus coetáneos y hasta -como en el caso
de Santa María Goretti- su misma madre.
No fue así para Martín de Porres. Antes de llegar al
honor de los altares pasó un tiempo largo que marcaba
pausadamente varias etapas .
. Treinta años transcurrieron desde su muerte hasta
la firma del decreto de introducción de la causa; diez

276 277

. ·~

desde la firma del decreto hasta su llegada a Lima y el de familia. Pero al mismo tiempo había 'en el tono de su
inicio efectivo del proceso apostólico; ochenta y cinco voz 0 un gran estupor: ·¡vaya una· pregunta! En el Perú
desde el comienzo del proceso hasta la proclamación de todo.s conocían a fray Martín. Y continuó hablando de él,
la heroicidad de las virtudes; setenta y cuatro de aquí a la no como se puede hablar de una persona que pertenece ·a
beatificación; en total dos. siglos, desde la muerte hasta la historia y nada más, sino como de una persona con
la beatificación. quien se tienen todos los días afectuosos contactos. Me
Y durante noventa años después de la beatificación habló también de un motivo, entre muchos, que tenía pa-
la Sagrada Congregación de Ritos suspendió toda activi- ra quererle. Nada de prodigioso, sólo una de esas nona-
dad relativa a la causa de Martín de Porres. Aun después das, de ~sas atenciones delicadas que se usan entre amigos.
de la apertura de la causa, en 1926, transcurren treinta Un sobnrio suyo era alumno paracaidista. El día que te-
y seis años antes que se llegue a la fecha de la Canoniza- nía que lanzarse por primera vez al vacío se sentía un po-
ción. Habían transcurrido 323 años desde la muerte del co emocionado. ¡Si a lo menos tuviera una estampita! Pe-
:santo. ro ya no podría procurársela. ¡Oh fray Martín!
Surge espontánea la pregunta, ¿por qué tanta len- Bajó los ojos· y se encontró con la mirada llena de
titud? Nada se hace al acaso en las obras de Dios, y si dulzura de una pequeña estampa del Sagrado Corazón que
el divino Sembrador, después de haber dejado caer la se- se encontr~ba, quién sabe cómo, en el suelo de carlinga.
milla en el surco, «duerme en la noche mientras la se- Y con la Imagen del Sagrado Corazón se lanzó tranquilo
milla germina, la noche de su descanso puede ser más o y bajó mecido por la brisa a tierra, bajo la pequeña cú-
menos larga, pero su despertar señalará el alba del día pula del paracaídas.
en el que la cosecha está lista para la siega». El que fuese a consultar el archivo de la Blessed Mar-
Ciertamente, el cuerpo de Martín, colocado en el se- tín's Guild en New York encontraría material abundante
pulcro como la semilla en un surco no permanecía inerte. para trazar el perfil de un más moderno Martín. A· esta
La misma tierra con su contacto había venido a ser agente asociación -fundada en 1935 por el P. E. L. Hugües,
.sanador y vivificador. Pero, sobre todo, el espíritu de O. ~., y que tiene sus puntos de contacto con la peruana
Martín permanecía vivo y operante entre los suyos. Soczedad y Hermandad del Beato Martín de Porres del
También hoy Martín vive en su tierra. Tuve una sen- P. D. Iriarte, O. P.-, convergen de todo lugar de los Es-
sación de esto una tarde en que trabé amistad con una tados Unidos las atestaciones de gracias atribuidas a la in-
anciana peruana. Con la gracia un poco retardada de quien tercesión del fraile de Lima. Se echaría de ver en una
tiene que expresarse en una lengua que no es la suya, me compilación de cartas archivadas, la estupenda ~apacidad
hablaba de su país lejano. . de Martín de Porres para adaptarse a la vida de nuestro
Le pregunté: -¿Ha oído hablar alguna· vez del Bea- tiempo, viéndole ejercitar no sólo su vieja arte de sana-
to Martín de Porres? dor de almas y de cuerpos, sino también la_ que en vida
Se le iluminó el rostro: -¡Fray Martín ... ! nunca hubiera podido sospechar -el arte de hacer fun-
Era como si hubiese nombrado la persona querida cionar instalaciones eléctricas y aparatos de radio, o de

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abastecer en vuelo a aviones que han que~ado todas la.s
provisiones de carburante- en~ontrar en el estas «hab;- uno bla?co y otro negro, que se dan la mano con grande
lidades» propias de nuestra vida moderna, aumentarla afectuosidad.
nuestra confianza y nuestra simpatía. .Aunque ,no se hubiera conseguido más que esto, el
Quizás, precisamente por esta sana desenvoltura en humdde. ~artm ~ubiera ya hecho mucho. Se sabe qué du-
hacerse a las exigencias de la vida de hoy, Martín ha con- r~ cuest10n :onstituye para los Estados Unidos la presen-
quistado el mimo de los norteamer.icanos, y sin ~e_nunciar cia de 19 mlllones de negros, y qué vasto campo para los
a ninguno de sus derechos . de nativo de la ~.merica Me- obreros del Evangelio. En efecto, mientras esta mu1titud
ridional ha venido a ser cmdadano estadourutense. de individuos lucha por asegurarse derechos sociales igua-
Es~a sin embargo, no es sino una faceta, la más po- les a los de los blancos, no se ha mostrado hasta aho-
pu1ar y quizás la más profunda de la figura de San Mar- ra muy sensible al reclamo de la verdadera fe: no obstan-
tín. El Maestro General de la Orden de Santo Domingo te la mitad de los negros de los Estados Unidos pertene-
debía considerar la importancia de la causa bajo una luz cen a la Iglesia Católica.
muy distinta, cuando, felicitando al P. Provincial. ~e N:w La ~igura de ~artín puesta en alto sobre este pueblo
York, M. R. P. Terencio McDermott, por la actiVidad m- de desonen~ados tiene una doble función: Debe dejarse de
teligente desarrollada por los PP. Dominic?s ~~ los Esta- las prevenc10nes de los blancos mostrando, con el ejemplo
dos Unidos en favor de la causa de Canoruzac10n del Bea- de la altísima perfección por él alcanzada, cuán cierto es
to Martín él deseaba que esfuerzos tan generosos se vieran que Dios. no dist~n~e entre . ra~a y raza, entre pueblo y
coronado; por el consuelo de ver un tan ilustre hijo de pueblo, smo que mvlta a la digrudad de la adopción divina
Santo Domingo inscrito en el catálogo de los Sant?s. ~n ~a gracia a tocios los hombres de buena voluntad: y debe
«Aquel día -escribía el Rvdmo. P. Gillet el 11 de ¡u- mdwar a los negros en la Iglesia Católica depositaria de
nio de 1963- · añadirá nuevo resplandor a nuestra santa lo~ ~es<;'ros de la Revelación, la única institución capaz de
Orden con la exaltación de uno de sus hijos más ilustres. reivmdicar a su raza, degradada y humillada por tradición
Pero ;erá también un grande triunfo para toda la Iglesia secu1ar, la verdadera.nobleza común a todos los hombres que
Católica, porque demostrará una v:z más que su indiscri-- pueden llamarse y ser hijos de Dios.
minada caridad transciende cualqUier barrera de razas o Pero los problemas raciales del Nuevo Mundo tan
graves y tan_ lejo~ todavía. de una solución satisfactori;, pa-
de clase ... » (1).
Pacificador de diversas razas: esto es principalmente re~~n pequenos si se consideran comparándolos con los del
para el pueblo norteamericano Fray Martí~. V1e¡o Mundo, donde los pueblos de color se hallan en unas
Es un timbre de propaganda en el senudo de que e!l crisis espantos.as creadas r:or la nueva posición en que los
la inscripción Blessed Martín Peace-makef', muestra la fi- ha puesto la mdependencia lograda en estos últimos años
gura de Martín con los brazos abiertos sobre dos jóvenes, frente a problemas y responsabilidades antes completa:
mente desconocidos.
(1) Kearns op. cit. p. 190
Se comprende por consiguiente cómo el Emm. Card.
Rugambwa, celebrando la fiesta de San Martín de Porres
280 281
:::¡:

. Ser todos hermanos, ¿no es esta la unica 1 'ó


al día siguiente de la canonizac10n, podía decir: «Nos- del problema social y racial? so uc1 P.
otros damos gracias a Dios por la misión providencial de
San Martín durante su vida como durante el siglo XX,
ft en~ro de 1943, acogiendo benignamente las súpli-
cas , e Episcopado Peruano S. S. Pío XII, proclamaba a
especialmente por las necesidades particulares de nuestros M aRrtm, dbeli Portes Protector de las obras de justicia social de
tiempos. 1a epu ca de Perú (3).
»Ya en los tiempos de Martín -decía el Emmo. Pur- . Esta será pues la misión de San Martín durante 1
purado- cuando los pueblos de occidente estaban pene- siglos: recon~i~ar los hombres blancos con los hombres d!
trando en las Américas, y desde entonces durante todos color, reconciliar hombres de distintas clases sociales m
los siglos que siguieron, que fueron de penetración en Afri- trando con su eje~plo cómo tiene que realizarse la l;y f~~~
ca ... era necesario recordar a los cristianos la grande ver- d amenta1 de la candad.
dad que nuestro Señor había exaltado, la hermandad de Misión grande y necesaria, porque en nin , n ti
los hombres bajo la paternidad de Dios: «ÜS doy un man- co~o en bel nuestro .se ~a hablado tanto de ju:ITcia s~~~~
damiento nuevo, que os améis mutuamente; amaos los y s~n ero argo en rungun otro tiempo la incapacidad de 1~
unos a los otros como yo os he amado» (Jo~ 13, 34). Era sociedad para encontrar una justa solución de sus proble-
necesario recordar a los hombres que la ley fundamental ::has se ha mostrado con tanta evidencia. El remedio mu-
del amor fraterno no puede sufrir ninguna diferencia entre as vece~ ~o cura el malestar material y exas era el m -
los hombres, no conociendo Cristo ninguna diferencia, y lestar espmtual sembrando odio. p a
pór consiguiente ninguna diferencia basada en la raza, en - Martín, como . se ha visto, fue en este campo un pre-
la· riqueza, en la posición social... · ~rsor. y un or~an!Zador excepcional. Pero no sólo la ori-
»Dios, en su sabiduría y bondad suscitó un hombre g!nal importancia de sus obras nos invita a mirarle como
que debía ser para su patria, para sus tiempos, como para eJemp ar para. cu~ntos se dedican a obras sociales: en lo
todos los cristianos de los siglos siguientes un apóstol de qu: ,merece ser mirado como modelo es en el «modo d
esta verdad con su misma vida ... acclOn». e su
»Admiremos ahora la obra de Dios, mientras prepara «Hay p~cos en el mundo que saben amar como Cris-
a su siervo, escogido ·para esta misión. Martín de Portes to .. ;» escrib~a el Padre Voillaume a sus Hermanitos de
era de raza mixta: español por parte de su padre y afri- Jesus, despues de haber meditado junto a la urna del Bea-
cano por parte de su madre. Así él resultaba en su misma
persona un anillo de unión entre las distintas razas huma-
nas . f~~~ae~?~~r~a~! ~:~a~f:t:a~~ ~~~~=sM~~~~~a~~s ~~mla
. »En Lima existían profundas diferencias entre las dis- en los d~as siguientes a la canonización. (Misiones Dom' ~·
tintas razas, pero... seguramente que para Martfn eran canas, nu~. 4, 1962, pp. 2_3 ) mi-
(3) Acta Apostolicae Sedis" ser II vol XV (1948)
todos hermanos ... » (2). hl?·444-44t5. Cfr. tam?ién J. M. vaÍdés: "Vida ~dmirable dei
Ienaven urado Martm de Porres", p. 379, ed. de 1945.
(2) Discurso de S. E. Card. L. Rugumbwa, durante los
283
..282
to Martín, colocada, juntamente con la de Santa Rosa y la odio son incompatibles y que por eso no podemos_ ilusio-
del Beato Juan, sobre el altar de los santos peruanos narnos con estar sellados con la señal de los seguidores.
ett la Iglesia del Rosario de Lima. «Algunos creerán sa- de Cristo si dejamos que el odio, bajo cualquier disfraz,
berlo, pero su amor muchas veces lo deformará un inicio se insinúe en nuestra alma, que es el santuario del amor·
de odio, una piedad desdeñosa, o una falsa dulzura que divino.
vendrá a ser una evasión de las exigencias sobradamente E insistirá en el carácter de la auténtica caridad que·
importunas de la justicia». Y aseguraba a quienes deben no consiste pura y simplemente en dar. Efectivamente,.
ser apóstoles de los indios, como interpretando un deseo se podría no sólo hablar ·las lenguas de los ángeles y de
de Martín «no ya una falsificación del amor, no una los hombres y no emitir otro sonido que el de broncee
piedad de hombre fuerte, no un amor turbado por la rebe- o del címbalo, y hasta distribuir todo el patrimonio a los.
lión o por un principio de odio para el opresor del pobre. pobres sin entrar en el convite de la caridad.
No, sino ... la fuerza y la dulzura de un amor que sólo pue- Todo esto Martín nos lo hará ver en el Libro en que·
de venir del Corazón de Cristo Jesús» ( 4 ). él mismo leyó, llevándonos. a los pies del Crucificado,
Martín, pues, ahora que la autoridad de la Iglesia lo que, elevándole hasta El en éxtasis, le comunicaba los se-
ha ensalzado tanto que puede ser como una bandera para cretos de su Corazón.
la milicia de Cristo en la tierra, Martín tiene un mensaje Pero el Maestro, a su vez, nos remitirá al discípulo·
que la Providencia ha reservado precisamente a nosotros, fiel que supo actuar en sí con tanta perfección el mandato·
hombres del siglo XX. ¿Y qué es lo que nos enseñará el del amor. Nos dirá que hagamos también nosotros como·
pequeño fraile mulato sino qué significa poseer un amor hizo él que beneficiaba sin distinguir entre oprimidos y
que puede venir únicamente del Corazón de Cristo Jesús? opresores, que pagaba las injurias con beneficios, y no·
Martín no hará grandes discursos. Nos hablará con el podía tolerar el pensamiento -él, que acogía todo insul--
ejemplo de su vida. Nos tomará de la mano y nos llevará to de muy buena gana- de que el más insolente de nues--
a los pies de su gran Amigo, el Cristo Crucificado, para tros prójimos pudiese suponer, en él, una disminución de
hacernos comprender qué es y cuánto puede la caridad. amor y de benevolencia. Nos hará comprender que si fue·
Nos recordará, ante todo, que la caridad es indispen- posible a Martín de Portes en el siglo XVI, será posible·
sable con sólo que queramos ser cristianos, porque es la también para nosotros en el siglo XX encontrar la clave
única señal de reconocimiento que el Señor ha dejado co- de todo problema, social o individual, en la perfecta ca-
mo distintivo de los suyos. . ridad sobrenatural que es principio de acción después de
Nos dirá que es el únko medio eficaz para volver a haber sido nutrida de contemplación.
curar al mundo. Es, en efecto, el medio de que se sirvió Bendito pues el día que ha visto la suprema glorifi-
Jesús, que pudo decir: «Yo he vencido al mundo». cación del Santo de la Caridad. El divino Sembrador ha
Además hará evidente nuestra mente que caridad y guardado cuidadosamente el fruto brotado hace más de
tres siglos en tierras de Perú, pero el Vicario del Dueño
(4) R. Voillaume: "En el corazón de las masas". de la mies. ha abierto ya los...g.xaneros,. mientras en todo el

284 285
J

mundo desolado por el odio se abren ·los surcos ávidos de


esta semilla.
Si lo sabemos acoger en «corazones buenos y perfec-
tos», despejados de piedras y espinas, una nueva primave-
ra revestirá el valle de nuestro exilio, y los campos del
Señor se llenarán de buen trigo, fruto de semilla que bro-
ta después de larga espera, y surge para multiplicarse: BIBLIOGRAFIA
«antes la hierba, luego la espiga, y finalmente el trigo
en la espiga llena».
Processus ordinaria auctoritate fabricatus super Sanc-
titate Vitae, Virtutibus heroicis et Miraculis, ms. del Archi-
vo de la Orden de los Hermanos Predicadores. S. Sabina,
Roma segn. X. 2404 del folio 629 con dos series de nume-
ración: ce. 1-542: Proceso del 1660 (cit. Proceso 1660).
ce. 1-87: Proceso del 1664 (cit. Proceso 1664).
Positio super Dubio an constet de fama sanctitatis in
genere, ita ut deveniendum sit ad lnquisitionem specialem.
Romae, 1669.
Archivo de la Postulación O. P. - M. 15. 1 (cit. Positio).
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in specie auctoritGte Avostolica constructus (a. 1678-1712)
9 voll; mss. del Archivó de la Orden de los Hermanos Pre-
dicadores, S. Sabina, Roma. - X 2406-14 (cit. Proceso 1678).
Actus authentici varia documenta foliaque adversaria de
virtutibus, miraculis et cultu. Mss. et typ. ed.
Archivo Post. O. P. X. 2405.
Responsio ad Novas Animadversiones R. P. D. Fidei
Promotoris super Dubio an constet de Virtutibus etc. Ro-
mae, 1742.
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Dubio an constet de Virtutibus etC: Romae, 1762.
Archivo Post. O. P. - M. 15. IV. (cit. Novissimae).

286 287
-~ 1

sobre las Américas - Panegírico del Bto. Martín predicado


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Se terminó de imprimir el 13 de abril de 19~6 37.

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