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Los usos del archivo: reflexiones situadas sobre literatura y discurso colonial.
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Valeria Añón
University of Buenos Aires
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Crónicas mestizas y mujeres cronistas en América Latina (siglos XVI y XVII) View project
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coordinado por
Frida Gorbach
Mario Rufer
valeria añón*
i. Escenas de archivo
*
conicet-Universidad de Buenos Aires-Universidad Nacional de La Plata.
Agradezco a Facundo Ruiz, Rodrigo Caresani y Mario Rufer sus lecturas y sugeren-
cias sobre este texto.
[251]
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preciados: la –hoy perdida– Historia del Perú del padre Blas Valera.
Junto a ellos, en diálogo constante, las cartas de sus amigos, mestizos
peruanos como él que ahora, luego de las coercitivas disposiciones del
virrey Francisco de Toledo, deben solazarse en la materialidad de la
palabra escrita y en el recuerdo compartido. Decidido a cumplir con
un relato que es también un mandato, el Inca Garcilaso de la Vega
toma la pluma y convoca las sutiles voces de sus antepasados, la dulce
prosodia del quechua mamado en la leche para inaugurar la historia,
enaltecida y orgullosa, del mundo incaico, que se convertirá en privi-
legiada imagen de ese pasado a lo largo de al menos cuatro siglos…
¿Qué tienen en común estas escenas de archivo que recreo aquí,
en una suerte de licencia crítica, metonímicas muestras del ingente
universo de lecturas, tachaduras, escrituras y polémicas que hace al
archivo literario colonial hispanoamericano? Las respuestas posibles
son amplias: la discusión y el ethos polémico que anida en todas ellas;
la tensión entre inscripción, memoria y palabra; la centralidad de la
disputa por un locus de enunciación que no es individual ni personal
sino, antes bien, genérico, colectivo, oscilante; la trama de interpola-
ciones, supresiones y silencios que articula todas estas textualidades…
También los distintos modos en que se ha configurado de manera
progresiva el Archivo literario colonial hispanoamericano, aun cuan-
do la pregunta por la literaturidad estuviera ausente en su enuncia-
ción, ya que se trata de textos que no se propusieron a sí mismos como
literarios, aunque hoy puedan ser leídos, pensados, recuperados e in-
terrogados en tanto tales. Pero el gesto de recrear estas escenas tam-
bién busca recrear, metonímicamente, las “operaciones de archivo”
que todo crítico realiza –según su peculiar concepción de la tarea–,1 y
que denotan la urgente necesidad de reflexionar en torno al Archivo
cuando pensamos la literatura latinoamericana en sus comienzos.2
1
Tomo el concepto de “operaciones de archivo” del artículo de Graciela Goldchluk,
“El archivo por venir, o el archivo como política de lectura” (2009: 3). Goldchluk viene
realizando desde hace años una extensa labor crítica respecto de archivos de escritor de
la literatura latinoamericana contemporánea; ampliamente reconocidos son sus traba-
jos sobre Manuel Puig y su investigación actual, en torno al archivo de Mario Bellatin.
En este marco, la reflexión teórica, epistemológica y metodológica ha estado siempre
presente; si bien se centra en textos contemporáneos, varias de sus reflexiones (y los
trabajos de los numerosos equipos de investigación que ha dirigido) me han sido de
especial utilidad para pensar el archivo colonial.
2
Retomo, claro está, la noción de beginnings que propone Edward Said (1985). Acer-
ca de la literaturidad, véase Culler (1993).
los usos del archivo 253
3
A estos nombres, apenas esbozados, se suman, entre muchos otros, los de Lucila
Pagliai, María Inés Palleiro, Gloria Chicote, Mercedes Rodríguez Temperley, Leonardo
Funes y su equipo (estos últimos específicamente en relación con el hispanomedieva-
lismo).
4
Con trabajos de Eduardo Grüner, Nicolás Casullo, Horacio González, Horacio Tar-
cus, Hebe Clementi, Oscar Terán, Roberto Ferro entre otros.
5
Titulado Arqueologías. Archivos, borradores, escenas de escritura (2012), el número pone
en escena el puente (las dificultades y las posibilidades) de una investigación situada
entre Francia y la Argentina, y problematiza archivos, obras, figuras de autor de algunos
nombres “canónicos” de esta literatura: Saer, Borges, Cortázar, Puig, Aira entre otros.
6
A ello se suma también, aunque de manera indirecta, el Fondo Saer, proyecto coor-
dinado por Julio Premat, apoyado por varias instituciones francesas y con vínculos es-
trechos con el proyecto de Dalmaroni.
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ii. Deslindes
daniel álvaro
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El concepto de “domiciliación”, sobre el que volveré en el próximo apartado, per-
tenece a Derrida (1997: 10).
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El Tesoro de Covarrubias define “archivo” justo a continuación de “arconte”: “Ar-
chivum. El cajón o armario donde se guardan originales privilegios y memorias. Éste
tienen los Reyes de Castilla en Sevilla de Simancas con gran orden y custodia y después
de ellos todos los señores, las ciudades, las iglesias, los conventos y comunidades” (1611:
90). El Diccionario de Terreros y Pando (1786) agrega el sujeto y el secreto en su segun-
da acepción: “Se aplica al hombre, corazón &.c que guarda secreto” (1786: 142,1). El
actual Diccionario de la Real Academia Española reúne las tres dimensiones antes referidas
y, en su última edición, suma la dimensión virtual: “5. Espacio que se reserva en el dis-
positivo de memoria de un computador para almacenar porciones de información que
tienen la misma estructura y que pueden manejarse mediante una instrucción única”
(2001; artículo enmendado). González Echevarría hace alusión a la definición de Co-
rominas: “Archivo, 1490, Tomado del latín tardío archivum, y éste del griego archeion,
‘residencia de los magistrados’, ‘archivo’, derivado del arkhe, ‘mando’, ‘magistratura’”.
Y nos recuerda el vínculo estrecho (directo) entre Archivo, poder y secreto, incluso
en su más literal aparición en la lengua: “No es por casualidad que la palabra archivos,
según Corominas, haya entrado al español en 1490, durante el reinado de los Reyes
Católicos, dos años antes del descubrimiento de América […] El misterio del archivo,
su prestigio, se convierte en parte funcional de la fundación del Estado moderno, y en
figura clave de las narrativas que se generaron en su interior” (2000: 62).
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He ahondado en estas definiciones en Añón y Rodríguez (2010) y Añón (2013),
donde también remito a textos de referencia ineludibles al respecto, como los de Wal-
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Analicé estos problemas del “nuevo paradigma” de los estudios coloniales hispa-
noamericanos en Añón (2014). Destacadas revisiones críticas pueden leerse en Poupe-
ney Hart (1992), Mignolo (2003), Verdesio (2013).
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Tal como propusieron, por ejemplo, las historias de Juan José Arrom (1963), Fran-
cisco Esteve Barba (1964) o Guillermo Bellini (1970).
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En las investigaciones en curso en Argentina que contribuyeron a este viraje se
destacan las de Elena Altuna (2002, 2009), María Jesús Benites (2004), Loreley El Ja-
ber (2011), y los trabajos del equipo que dirige Beatriz Colombi en la Universidad de
Buenos Aires.
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horacio gonzález
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No es un dato menor, que por su extensión no puedo analizar aquí. Sólo quiero
subrayar que a los protocolos de trabajo y fijación de textos, divergentes, se suman no-
ciones diversas de los usos del texto y del lector mismo, que inciden en las posibilidades
efectivas de la investigación literaria.
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Respecto del archivo y la escritura de mujeres véase Arias (2015) y Añón (2015).
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Correlato de la falta de atención hacia el universo discursivo colonial rioplatense
en la crítica literaria es la notoria ausencia de investigaciones archivísticas (literarias) al
respecto y los innumerables escollos a los que todo investigador se ve expuesto cuando
busca acceder a materiales escasamente consultados, manuscritos o ediciones prínceps
(mucho más abundantes de lo que se cree, por otro lado). Si bien trabajos como los de
Beatriz Tanodi (1995; 2005; 2010) intentan subsanar esta situación e incluso la relativi-
zan, falta aún un esfuerzo extendido, desde la crítica de la literatura y la investigación
literaria, en torno a estos archivos, aunque ese camino ha sido iniciado, en alguna
medida, por las investigaciones de Loreley el Jaber (2013) para las crónicas del Río de
la Plata, por ejemplo. Este olvido del archivo literario colonial es parte de una problemá-
tica más general en torno a la conservación de archivos en Argentina, de la que ofrece
una excelente reseña Horacio Tarcus en “¿El drenaje patrimonial como destino? Biblio-
tecas, hemerotecas y archivos argentinos, un caso de subdesarrollo cultural” (2004), y a
la que también alude Nicolás Casullo, en especial en relación con archivos de imágenes
del siglo xx (“Presencias, ausencias y políticas”, 2004). En el Cono Sur quisiera rescatar
no obstante la encomiable labor que realizan historiadores y críticos en varias univer-
sidades en Chile (José Luis Martínez M., Sarissa Carneiro, Luis Luis Hachim), Elena
Romiti en Uruguay, y el imprescindible archivo digital que es Memoria Chilena (<www.
memoriachilena.cl>) de la Biblioteca Nacional de Chile.
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Aunque no tan con la exhaustividad que su aporte amerita, el libro de González
Echevarría, ampliamente usado y citado en la crítica latinoamericanista, ha merecido
revisiones de más largo alcance; entre otras, remito al trabajo de Víctor Pueyo Zoco,
“Bajtín contra Foucault. Arqueología de un debate silenciado en Mito y archivo de Ro-
berto González Echevarría” (2008). Por otro lado, si en el libro podría llamar la aten-
ción la ausencia de referencias a las nociones de Derrida, recordemos que su texto más
los usos del archivo 265
renombrado al respecto, Mal de archivo, se publica por primera vez en francés en 1995
(y que remite a una conferencia dictada en 1994), es decir, cinco años después de la
edición en inglés de Mito y archivo. Claro que el tema no había estado ajeno a las preo-
cupaciones derrideanas anteriores, como señala Analía Gerbaudo (2013); en cualquier
caso, la opción por la inflexión bajtiniana también habla de un estado de la crítica
latinoamericanista, a la que le costó no poco trabajo retomar los postulados de Derrida,
tal como puede apreciarse en cualquier revisión, por somera que sea, de la crítica de
las últimas tres décadas.
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Me refiero en especial a su artículo “Humanismo, retórica y las crónicas de la
conquista” de 1984.
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El crítico explicita que de la noción de Foucault toma “su elemento negativo,
proscriptivo, porque la interdicción, la negación está en el principio mismo de la ley, y
por ende de la escritura y la novela” (2000: 6).
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Y continúa: “Como Lázaro, Garcilaso dirige su texto a una autoridad superior,
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He aludido a esta discusión, mucho más amplia y compleja por supuesto, en La
palabra despierta. Tramas de la identidad y usos del pasado en crónicas de la conquista de México
(2012). Respecto a la estética como forma de leer que no implica descontextualización,
véase Schaeffer (2012). Agradezco a Facundo Ruiz esta referencia.
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Y se vino a aparecer una como grande llama. Cuando anocheció llovía, era
cual rocío la lluvia. En este tiempo se mostró aquel fuego. Se dejó ver, apare-
ció cual si viniera del cielo. Era como un remolino; se movía haciendo giros,
andaba haciendo espirales. Iba como echando chispas, cual si restallaran bra-
sas. Unas grandes, otras chicas, otras como leve chispa. Como si un tubo de
metal estuviera al fuego, muchos ruidos hacía, retumbaba, chisporroteaba.
Rodeó la muralla cercana al agua y en Coyonacazco fue a parar. Desde allí fue
luego a medio lago, allí fue a terminar. Nadie hizo alarde de miedo. Nadie chistó
una palabra (Sahagún, 1989: XII-805; cursivas mías).
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En su libro Into the Archive, K. Burns, que trabaja la configuración material del ar-
chivo colonial en Cuzco en el siglo xvi y especialmente sus agentes, los escribanos, alu-
de a la “negligencia oficial respecto de los documentos indígenas, dado que, mientras
que los documentos notariales españoles fueron preservados cuidadosamente, revisa-
dos periódicamente, e inventariados (al menos en teoría), los registros notariales indí-
genas fueron dejados fuera de estas revisiones (aun si eran escritos en español)” (2010:
8; traducción mía). Por otro lado, si bien en México a mediados del siglo xvi “se estaba
generando una cultura notarial propia […] y formas transculturales” (2010: 7) lo cierto
es que el peso de estos documentos en el archivo es menor; mucho se ha perdido o ha
quedado relegado, y las investigaciones en torno a estas textualidades (que exigen, por
supuesto, el conocimiento de lenguas indígenas) no dejan de ser escasas o incipientes.
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bibliografía