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TRABAJO DECENTE BASADO EN LA DIGNIDAD HUMANA1

Maria Rocio Bedoya Bedoya2

“Trabajo decente es el trabajo estable, con salario digno,


acceso a la seguridad social y garantías reales para
participar en el diálogo social. El Trabajo Decente es paz”

ENS, 2015

1.- Trabajo decente

El trabajo es probablemente el factor que más afecta por sí solo la vida de las personas.
Debido a que reviste muchas formas y se lleva a cabo en lugares y condiciones muy
diversas, el concepto de trabajo decente desarrollado por la Organización Internacional
del Trabajo -OIT- abarca a todos los individuos, en la fábrica, la granja, el hogar o la
calle; a quienes buscan y a quienes sueñan en el lugar de trabajo o en el espacio de
trabajo que las nuevas tecnologías están creando; a los que tienen empleo formal y a los
trabajadores independientes, ocasionales y del sector informal; a los que luchan por
sobrevivir con medios de vida inadecuados, a los que perciben una remuneración y a los
que no tienen trabajo pagado o recurren al trueque. Y también a aquellos que vemos
menos debido a la frecuente insensibilidad ante cuestiones de género, raza, etnia y
condiciones de discapacidad.
De acuerdo con Guy Ryder actual director de la OIT, se ha reflexionado
ampliamente acerca del concepto del trabajo decente y de su evolución en el tiempo y
en las culturas, conforme lo ha afirmado en publicaciones recientes, entre las que
1
Conferencia preparada para presentarla en la conmemoración de los 15 años de la Maestría de
Gerencia del Talento Humano en la Universidad de Manizales, en agosto 19 de 2016.
2
Profesora de Derecho del Trabajo en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de
Antioquia.
destacan las vinculadas con el trabajo infantil, el equilibrio entre la vida familiar y la
vida profesional, y la transición hacia la formalidad– esa reflexión debe ser cada vez
más profunda y servir como una herramienta que nos permita satisfacer el compromiso
que la OIT ha asumido con los miembros de los sectores más vulnerables de la
sociedad.
Después del respeto por los derechos humanos fundamentales, lo que más desea
la gente es un trabajo decente que le permita criar una familia, educar a los hijos y, con
el tiempo, tener una pensión. El objetivo de largo plazo será fomentar el trabajo decente
en un entorno sostenible, y el objetivo inmediato, dotar a la economía global de un piso
social que responda a las preocupaciones de los países en desarrollo y de las familias
trabajadoras. (Ryder, 2014).

1.1.- Origen

El concepto de trabajo decente fue acuñado por el Chileno Juan Somavia, quien era
Director General de OIT en junio de 1999, fecha en que se celebró la 87.a reunión en
Ginebra, Suiza. Desde entonces, el trabajo decente ha materializado el objetivo, a nivel
internacional, de vincular el desarrollo económico de las sociedades con los derechos
laborales de las personas que las integran. Los orígenes de este concepto se remontan al
mandato de la OIT, dispuesto en la Declaración de Filadelfia (1944), mediante la que se
sentaron los fundamentos del trabajo decente. Cabe recordar que de acuerdo con
los principios del trabajo decente, “el trabajo no es una mercancía” y “todos los
seres humanos, sin distinción de raza, credo o sexo tienen derecho a perseguir
su bienestar material y su desarrollo espiritual en condiciones de libertad y
dignidad, de seguridad económica y en igualdad de oportunidades. (Somavia, 2014).

1.2.- Definición y características

Cuando hablamos de trabajo decente nos referimos a un trabajo que permita a mujeres y
hombres mantener a su familia y mandar sus hijos a la escuela. Un trabajo en el que los
trabajadores sean respetados, puedan organizarse y hacer oír su voz. Un trabajo que
proporcione una pensión razonable al final de la vida laboral. Y nos referimos también a

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políticas que generen trabajo de calidad en todos los ámbitos de la sociedad. Lo
llamamos trabajo decente porque sabemos que el trabajo es fuente de dignidad. El
trabajo es fundamental para la estabilidad familiar y está vinculado con la paz. Una
comunidad que trabaja bien es una comunidad en paz.

El concepto de trabajo decente es un reconocimiento de que no puede haber


sociedades basadas en la desigualdad social, así como no puede haber desarrollo social
basado en economías inestables. El trabajo decente no es una norma internacional; es
una meta humana legítima en toda sociedad. Se basa en la creación de empleos y de un
ambiente que propicie la inversión y el desarrollo de las empresas, el respeto a los
derechos laborales, a la dignidad humana y una protección social que esté dentro de las
posibilidades de cada economía, todo esto facilitado por el diálogo entre gobiernos,
empleadores y trabajadores, y con apoyo de la solidaridad internacional.

Entendido de esta manera, el concepto de trabajo decente no se reduce a una


mera dimensión material. Abarca también la dimensión espiritual del trabajo. Como
dice la Declaración de Filadelfia emitida por la OIT : “todos los seres humanos, sin
distinción de raza, credo o sexo tienen derecho a perseguir su bienestar material y su
desarrollo espiritual en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica y de
igualdad de oportunidades”. Fue con un sentimiento de humildad que, durante el
Jubileo de los Trabajadores, en el 2000, vimos cómo el papa Juan Pablo II ayudaba a
señalar el camino, abogando por una coalición mundial en favor del trabajo decente. La
doctrina social de la Iglesia católica insiste en el hecho ético fundamental de que el
trabajo no solo es bueno en el sentido de que es útil o de que se disfruta; también es
bueno porque es algo digno, es decir, algo que corresponde a la dignidad de la persona y
la acrecienta. Con el trabajo uno se realiza como ser humano y, en cierto sentido, se
hace más ser humano.

El trabajo decente y el respeto a los derechos del trabajo tienen que comenzar en
el lugar de trabajo. Como bien nos recuerda Juan Somavía en uno de sus discursos,
decir no a la discriminación en el lugar de trabajo es clave para fomentar el respeto, la
tolerancia y la inclusión en la sociedad toda. (Somavia, 2014).

La Agenda de Trabajo Decente de la OIT es una pieza necesaria pero no


suficiente para lograr que los beneficios del mercado global lleguen a todos. Cada día
que pasa allega pruebas de que también es preciso mejorar la acción internacional en el

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manejo de la economía globalizada. Los objetivos de la OIT en esta materia son:
promover oportunidades de trabajo decente y productivo en condiciones de libertad,
equidad, seguridad y dignidad humana.

1.3.- Pilares esenciales

El trabajo decente se afirma en cuatro pilares principales. El primero de esos pilares es


el trabajo o empleo mismo. El segundo está representado por los derechos en el
trabajo, particularmente los fundamentales: libertad de asociación, derecho a
negociación colectiva y erradicación del trabajo forzoso, la discriminación y el trabajo
infantil. El tercer pilar tiene que ver con la noción de seguridad y protección social;
aunque la demanda perenne de seguridad refleja una necesidad humana básica, son
muchos los que se encuentran en situaciones de inseguridad y empleo precario: el 80%
de la población activa del mundo carece de protección social, subsidios de desempleo u
otras formas de asistencia social. El cuarto pilar se centra en la idea de representación
y diálogo social. La manera en que la gente puede hacer oír su voz es un aspecto clave
de la noción de trabajo decente, y el diálogo social es el mecanismo que ayuda a
avanzar en las otras tres dimensiones del trabajo decente. Los cuatro pilares señalados
se refuerzan recíprocamente y en conjunto contribuyen al logro de objetivos más
generales, como la erradicación de la pobreza, la integración social y el desarrollo
personal.
El pleno empleo es el primer objetivo estratégico de la Agenda de Trabajo
Decente. Las cifras oficiales de desempleados en el mundo (subestimadas, por cierto)
comenzaron a elevarse a comienzos del decenio de 1990, desde 100 millones a 160
millones en 1999. Tras los acontecimientos del 11 de septiembre, en 2001 la cifra subió
a 190 millones de personas desempleadas, subempleadas o consideradas en la categoría
de trabajadores pobres. Esta categoría se aplica cuando el sistema no ofrece acceso a
empleo, pero la persona trabaja de algún modo para sobrevivir. La increíble capacidad
de supervivencia de la gente es lo que echa las bases de la economía informal.
Los derechos de los trabajadores constituyen el segundo objetivo estratégico.
Es importante en este punto considerar tanto el trabajo en el sector formal o estructurado
como la realidad del trabajo en ese sector no estructurado que es la economía informal.

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La existencia del sector informal es la principal razón que lleva a la OIT a no centrarse
exclusivamente en los derechos en el trabajo: si lo hiciera estaría excluyendo a la
mayoría de los trabajadores del mundo que están desempleados, o activos en la
economía informal, o ambas cosas, pero que no figuran en las estadísticas. Para que los
derechos de los trabajadores sean una realidad, deben estar vinculados con las formas
que adopta efectivamente el trabajo. En caso contrario estaríamos considerando solo los
derechos de una elite de trabajadores que tiene empleo más o menos estable, defendido
por sindicatos, en una sociedad organizada. Frente a las cifras de desempleo y a lo
extendido del trabajo informal, se podría caer en la tentación de descuidar los derechos
laborales o la protección social y contentarse simplemente con dar trabajo. La OIT
rechaza este razonamiento. Sigue convencida de que toda persona que trabaja tiene
derechos y que, cualquiera sea su trabajo, sus derechos deben ser respetados, postura
que no está reñida con dar prioridad a la creación de empleo. Uno de los derechos clave
del mundo del trabajo es el derecho a organizarse, pues es un instrumento de la
democracia que permite a los trabajadores reunirse como ciudadanos, expresar sus
opiniones y hacerse escuchar.
Un tercer objetivo estratégico de la Agenda de Trabajo Decente es la protección
social. En el mundo son muchas las personas que trabajan en el día a día, sin saber lo
que será de ellas en el futuro. La OIT quiere cambiar esa realidad con la introducción
gradual de diferentes niveles de protección. En medio de un intenso debate sobre las
formas clásicas de seguridad social, la OIT se ocupa no solo de los sistemas formales
sino también de extender la protección social a la economía informal. Con este fin
planea desarrollar proyectos de microfinanzas y microseguros para conectarlos después
con sistemas ya establecidos.
El cuarto objetivo estratégico tiene que ver con el método del diálogo social.
Digamos al respecto que la OIT es una institución muy especial en su género, porque es
la única a la vez pública y privada. Su componente principal son los gobiernos, pero los
delegados de los trabajadores constituyen la cuarta parte del Consejo de Administración
de la OIT y los delegados de los empleadores otra cuarta parte. Sin una fe profunda en
el diálogo, una institución como la OIT jamás hubiera podido funcionar adecuadamente.
El diálogo social o gestión tripartita, a tono con este cuarto objetivo, es más eficaz que
el enfrentamiento para resolver conflictos.

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1.4.- Evolución teórica y práctica del concepto

Actualmente, el trabajo decente forma parte integrante del discurso socioeconómico y


laboral, tanto entre los gobiernos y los principales actores nacionales, como en foros
multilaterales de importancia fundamental, como lo son el Grupo de los Veinte, el
Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización de los Estados
Americanos y el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros. Prueba de ello han
sido los numerosos intercambios y la extensa colaboración entre la OIT y las
instituciones citadas, en particular a raíz de la crisis económica y financiera mundial de
2008. Por otra parte, el trabajo decente ha tendido puentes entre el pensamiento
histórico de la OIT y los desafíos contemporáneos que plantea el objetivo de la justicia
social.

La experiencia acumulada desde 1999 ha demostrado que, para conseguir


resultados efectivos y permanentes, los objetivos de trabajo decente deben inscribirse en
el contexto sociopolítico específico de cada país y de cada región en determinados
momentos históricos. La Agenda de Trabajo Decente proviene en gran medida de la
Cumbre Social, donde quedó claro que la gente, al descifrar los problemas sociales de
hoy, los percibe vinculados a su vida y su trabajo. Esto se observa a todos los niveles, en
experiencias individuales y hasta en realidades políticas. Ningún político en el mundo
puede hoy ganar una elección sin ofrecer algo en el campo laboral (como más empleos
o mejores empleos), porque allí se centran los problemas de las personas, la
interpretación que hacen de su propia realidad y la expresión de sus necesidades.
La primera y más importante de las convicciones que sustentan el paradigma del
trabajo decente es el reconocimiento de que el trabajo no es una mercancía. Así lo
estableció la Declaración de Filadelfia en 1944. No se puede tratar el trabajo como un
producto más al que asignamos un valor de mercado. Una segunda convicción es que el
concepto de trabajo decente depende de cómo lo definan las personas. ¿Por qué es
importante el trabajo? ¿Qué se espera lograr con él? La gama de respuestas es variada:
el trabajo permite educar a los hijos, tener una vida familiar estable, acceder a alguna
forma de jubilación, ser respetado en el entorno laboral y en la sociedad. No se trata
simplemente de sobrevivir ni necesariamente solo de la situación material. Tiene que
ver más con lo que el propio entorno social percibe como un avance decente.
El concepto de decencia está presente en todo tipo de sociedades, pero no
responde a una norma uniforme. En países en desarrollo, por ejemplo, tal vez no se

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tenga día a día el mismo tipo de protección social que en países desarrollados. Sin
embargo, una mejora en las condiciones de ese país en desarrollo podría acercar a las
personas a niveles considerados decentes en su entorno. El concepto de decencia, por lo
tanto, es flexible y evoluciona.
Algunas de las dimensiones de este, tienen que ver: i) con una visión del
desarrollo que, fundamentada en el trabajo decente, pueda conducirnos a un orden social
internacional más justo. (la iniciativa empresarial y la inversión productiva en la
consecución de resultados económicos); ii) con una dimensión ética que no constituye
un obstáculo a la iniciativa empresarial, sino que aporta un factor social a dicha
iniciativa. En este sentido es relevante el papel que desempeñan las tradiciones
espirituales y religiosas en el desarrollo de una ética de valores en el mundo actual. Para
cumplir con este propósito es necesario saber cómo entienden el trabajo esas diversas
tradiciones (dignidad individual, estabilidad familiar, paz) y cuáles son los valores y los
objetivos de estas agendas. Efectuar cambios para mejorar las cosas es tarea difícil y
compleja y siempre habrá intereses que se le opongan. Por lo tanto, es esencial tener
fortaleza interior y la convicción de que el trabajo decente es una causa justa;
iii) También la dimensión de la decencia es entendida como causa moral que
reivindica la justicia social, la solidaridad social, los valores y la paz; iv) así mismo, es
una aspiración humana de inclusión social; v) o una necesidad económica que se erige
como oportunidad para las empresas e imperativo de desarrollo; vi) una solución
sostenible en el tiempo y en el espacio; vii) un mandado de cooperación internacional;
viii) una respuesta a los desafíos en materia de derechos en el trabajo y ix) una
aspiración de trabajo seguro.

1.5.- El Trabajo Decente y los Objetivos del Desarrollo Sostenibles

Durante la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre 2015, el trabajo


decente y los cuatro pilares del Programa de Trabajo Decente – creación de empleo,
protección social, derechos en el trabajo y diálogo social – se convirtieron en elementos
centrales de la nueva Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. El Objetivo 8 de la
Agenda 2030 insta a promover un crecimiento económico sostenido, inclusivo y
sostenible, el pleno empleo productivo y el trabajo decente, y será un ámbito de

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actuación fundamental para la OIT y sus mandantes. Además, otros aspectos clave del
trabajo decente están ampliamente presentes en las metas de muchos de los otros 16
objetivos de la nueva visión de desarrollo de las Naciones Unidas. Las declaraciones de
los líderes y los planes de acción del G20, el G7, la Unión Europea, la Unión Africana y
otros organismos regionales y multilaterales también confirman la importancia del
trabajo decente para salir de la crisis y el desarrollo sostenible3.

2.- Dignidad humana y Condiciones Justas

El artículo 25 de la Constitución Política de Colombia, dispone:

“El trabajo es un derecho y una obligación social y goza, en todas sus


modalidades, de la especial protección del Estado. Toda persona tiene derecho a
un trabajo en condiciones dignas y justas.”

En los veinticinco años de desarrollo de la Constitución Política de Colombia, la Corte


Constitucional ha definido en muchas de sus sentencias el sentido y el alcance de lo que
debe entenderse por trabajo en condiciones dignas y justas. A partir de un marco de
principios y valores materiales que se constituye como sistema axiológico, se define la
Dignidad Humana como presupuestos de la existencia de los demás derechos humanos.
A continuación, examinaremos algunas de estas sentencias.

En la sentencia de tutela T- 011 de 1993 de la Corte Constitucional se afirma que


la Constitución Política de 1991 establece un marco de valores y principios materiales
que se estructuran como fundamento de un verdadero sistema axiológico. Este sistema
se basa en la dignidad humana entendida en el sentido de que el hombre es un ser que
tiende a su perfeccionamiento. Y en la sentencia de tutela T-124 de 1993, se dice que la
dignidad es un atributo de la persona, una dimensión específicamente humana, un
presupuesto esencial del sistema de derechos y garantías contempladas en la
constitución. Con base en estas dos sentencias, la dignidad es un derecho fundamental
inherente a la calidad del ser humano, por tanto, es presupuesto de la existencia de los
demás derechos, como lo veremos a continuación.

3
http://www.ilo.org/global/topics/decent-work/lang--es/index.htm, consultada el 12 de agosto de 2016.

8
De acuerdo con la sentencia de constitucionalidad C-107 de 2002 de la misma
Corte Constitucional, condiciones dignas y justas significa cumplir con las obligaciones
legales en pro del trabajador, esto es, condiciones adecuadas del entorno de trabajo y del
objeto del oficio, sin características degradantes o humillantes o que desconozca los
principios mínimos fundamentales a que tiene derecho toda persona.

Por su parte, en la sentencia C-521 de 1995 la corte ha dicho que las condiciones
justas implican la eliminación de factores de desequilibrios, que aseguren la vigencia y
efectividad del principio de igualdad, la protección a ciertos sectores que se encuentran
en debilidad manifiesta o que carecen de oportunidades para la capacitación laboral, y la
consagración de un sistema de protección del trabajo que debe ser desarrollado por el
legislador mediante un estatuto del trabajo (art. 53 C.P.).

La sentencia C-898 de 2006 afirma que el derecho al trabajo en condiciones


dignas y justas no sólo protege los principios y derechos contenidos en el art. 53 de la
Constitución Política sino también aquellos que se ven vulnerados por una persecución
o acoso laboral (ley 1010 de 2006), como, por ejemplo: la integridad física y moral, la
igualdad, la intimidad, el buen nombre, la libertad sexual, entre otros.

En la sentencia de tutela T-584 de 1998 se alude a un ambiente laboral seguro y


espacio armonioso donde haya respeto frente a la condición de debilidad del trabajador
y se prohíba toda retaliación por ejercer sus derechos en todas las profesiones y oficios.
Así mismo, se refiere al debido respeto a la condición del ser humano, libre de
amenazas físicas y morales y de circunstancias que perturben el normal desarrollo de las
tareas asignadas. Y en la sentencia de tutela T-461 de 1998 se aboga por el respeto por
las condiciones pactadas al momento de establecer la relación laboral, sin perjuicio de
que existan modificaciones, siempre que estas no perjudiquen los derechos del
trabajador.

Las Sentencia SU-360 de 1999 y de tutela T-396/97 afirman que, aunque no se


tenga una relación de trabajo, también se habla de la dignidad para el derecho al empleo
y de esto son responsables los particulares y el Estado. En esta última sentencia se
garantiza el derecho al trabajo a los dueños de los locales de San Andresito de
Villavicencio (economía informal) por operación de cerramiento y desalojo por parte de
la Empresa de Desarrollo Urbano de Villavicencio, sin que hubiese mediado proceso
administrativo, policivo o civil y con la tolerancia de las autoridades del municipio de

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Villavicencio. Sentencias de gran relevancia en un país donde la economía informal
presenta unas cifras escandalosas (49.7% en segundo semestre de 2015)4.

La sentencia T-459 de 2005 se refiere al libre desarrollo de la personalidad y la


libertad de escoger profesión, oficio y trabajo, en el entendido que estas libertades están
relacionadas con las condiciones de dignidad y justicia en el trabajo. Así mismo, la
sentencia T-405 de 2007 alude a los derechos de intimidad personal y familiar y buen
nombre y la sentencia T- 1078 de 2012 se refiere a los derechos fundamentales a la
identidad, a la familia, a la justicia, a la verdad, a la reparación, a la libertad, a la
integridad sexual y a la dignidad humana.

En síntesis, según la Corte Constitucional, el objetivo del derecho al trabajo y el


derecho al empleo es la justicia social, esto es, el derecho a un empleo seguro y un
empleo de buena calidad. Es de justicia que exista una política activa para que los
desempleados, también conocidos como “parados” puedan readaptarse y para ello, se
precisa una política de empleo positiva y preventiva. Debe haber puesto de trabajo
decentes y con salarios justos. El modo, tiempo y lugar del trabajo tienen que
corresponder a la dignidad del ser humano y realizar en el caso concreto el concepto de
justicia. También debe existir proporcionalidad entre la remuneración que reciba el
trabajador y la cantidad y calidad de su trabajo. En esto consiste la justicia en relación
con la igualdad material.

3.- El trabajo decente basado en la dignidad humana

La fe en la dignidad de la persona humana, los sentimientos de afecto, cuidado y


solidaridad, el rechazo de la discriminación, la necesidad de justicia social, el respeto
por nuestro planeta y por nuestras personas mayores. Esos y tantos otros valores que nos
guían no deben ser reinventados, deben ser aplicados. La urgencia de este mensaje
cobró más relieve en el escenario internacional con la Cumbre Mundial sobre Desarrollo
Social realizada en Copenhague en 1995. A mediados del decenio de 1990 había
creciente conciencia de que la globalización se desarrollaba en un vacío ético:
predominaba la visión del ganador que se lo lleva todo, la que favorecía más al fuerte
4
http://www.dinero.com/economia/articulo/informalidad-colombia-2015/212697, consultada el 11 de
agosto de 2016.

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que al débil. Por su parte, las políticas de gobierno parecían concentrarse en el
funcionamiento de las economías y no en el de las sociedades, es decir, estaban
organizadas en torno a los valores del mercado y no en torno a los valores de la gente.

La Declaración de la Cumbre Social5 reconoció que nuestras sociedades debían


responder con más eficacia a las necesidades materiales y espirituales de los individuos,
de sus familias y de sus comunidades en relación con tres elementos clave: la pobreza,
la exclusión social y el desempleo. De hecho, uno de los resultados perdurables
derivados de la Cumbre Social fue la creación en las Naciones Unidas de una entidad
civil llamada Grupo sobre Valores, como lugar de encuentro donde las partes
interesadas podían examinar temas de la agenda multilateral desde el ángulo de los
valores. De la Cumbre Social emergieron principios orientadores para los responsables
de formular políticas en todos los campos. Se estableció que la eliminación de la
pobreza y de la marginalización debía ser un imperativo ético en todas las sociedades, y
también que la calidad del trabajo que ofrece cada sociedad refleja su propia calidad
moral. La Cumbre Social preparó el escenario para la Cumbre del Milenio cinco años
después y para la Declaración de la OIT relativa a los principios y derechos
fundamentales en el trabajo.

La OIT ha rechazado siempre el concepto del trabajo como mercancía. No se puede


tratar al trabajador como si fuese un factor de producción más en el mercado. A fin de
cuentas, el trabajador que en el proceso productivo representa un costo es a la vez un ser
humano cuyo trabajo es fuente de dignidad personal y de bienestar familiar. Esto no
debería olvidarse jamás.

3.1.- El trabajo decente como piso para la superación de la desigualdad

En algún lugar a lo largo del camino la economía globalizada perdió su brújula moral.
De acuerdo con Somavía, tenemos que actuar para poner un rostro humano a esa
economía. La mitad de los trabajadores del mundo vive con menos de dos dólares por
día. Es difícil crear dignidad sobre esa base. Pero también es difícil construir una
economía global sin consumidores. Los impulsores de la economía global parecen haber
5
Ver http://www.inmujeres.cdmx.gob.mx/wp-content/uploads/2015/04/Cumbre-Mundial-sobre-
Desarrollo-Social-1995.pdf, consultada el 12 de agosto de 2016.

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olvidado ese sentido común que animaba a Henry Ford, quien quería que sus
trabajadores pudiesen comprar lo que producían, o las palabras del dirigente sindical
estadounidense Walter Reuther, quien hacía presente que no se podía tener una
economía del automóvil con salarios de bicicleta. (2014).

A menudo se escucha decir que la globalización es irreversible. Pero afirmar que algo
no puede cambiar es desconocer la caída de imperios con sus respectivas filosofías
económicas y sociales, y es asumir una postura de derrota, las políticas que sustentan el
modelo neoliberal globalizado no son una fuerza de la naturaleza. Son establecidas por
personas, sistemas y fuerzas económicas responsables de formularlas y pueden ser
cambiadas por quienes tengan esa responsabilidad, con el fin de garantizar valores como
justicia, equidad y dignidad.

De acuerdo con la OIT, 1,30 mil millones de personas sobreviven con menos de un
dólar al día; la fortuna de las 200 personas más ricas del mundo es mayor que el ingreso
anual de los 2,5 mil millones de personas más pobres. Estas realidades no pueden ser
ignoradas si en verdad queremos superar las profundas desigualdades que existen en el
mundo.

El mundo del trabajo en nuestro país está signado por la exclusión, la precariedad, la
incertidumbre, la desigualdad, la discriminación, la unilateralidad. Estamos lejos del
Trabajo Decente, entendido como empleos productivos, con derechos, con protección
social y con libertad sindical y diálogo social. La inequidad laboral y el acceso a la
propiedad de la tierra son las principales razones por las que Colombia sigue siendo uno
de los países más desiguales del continente, avanzar de manera sostenible en la
construcción de condiciones de trabajo decente es sin duda el mejor camino para
superar la desigualdad y la pobreza.

Según datos suministrados por la Escuela Nacional Sindical en el informe de trabajo


decente de 2015: el 64% de los 21.503.000 trabajadores carecen de alguna protección en
seguridad social; 9.163.000 trabajan por cuenta propia; 3.700.000 personas padecen de
relaciones laborales ilegales; la informalidad ha estado invariable durante décadas
(cerca del 50%); 4.6 millones de personas trabajan en el agro de los cuales el 50%
trabaja por cuenta propia y 3.000.000 sin relación laboral; el 91% de estos trabajadores
carecen de protección en riesgos laborales; la gran brecha es el ingreso promedio del
agro que es de un salario mínimo ($689.454), mientras que el ingreso promedio

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nacional es de 1,75% salario mínimo ($1.206.544); 180.000 personas realizan trabos
precarios como palmicultores y froricultores; la mitad de los trabajadores colombianos
son pobres ya que 10.450.000 obtienen un salario mínimo o menos; sólo el 4.4% accede
a ingresos superiores a ocho salarios mínimos. (ENS, 2015).

En síntesis, es un país con unas profundas desigualdades debido entre otras razones, a la
inequidad laboral, a la falta de acceso a la tierra y a la desigualdad de género en el
trabajo. Evidencia de ello son: el Coeficiente Gini de 0.538; el 12% de las mujeres
desempleadas en comparación con el 7% de hombres desempleados; el 53.4% de
mujeres trabajadoras devengando un salario mínimo o menos, y trabajando 6.3 horas
diarias en labores sin remuneración (la economía del cuidado); 7 de cada 10 personas
con trabajos precarios son mujeres; el 58.4% de los trabajadores colombianos no tienen
protección por riesgos laborales (12.573.409) y sólo el 4.4% de los trabajadores se
encuentran sindicalizados a pesar de la tercerización y de los esfuerzos realizados por
los sindicatos para afiliarlos. (ENS, 2015).

3.2.- El trabajo decente como presupuesto para superar la pobreza

En este punto surgen preguntas acuciantes. ¿Cuál es la mejor manera de lograr una
economía más inclusiva? ¿Cómo asegurar que tendremos economías abiertas y
sociedades abiertas, con pilares sociales y un piso social? ¿Cómo hacer que la equidad y
la justicia guíen el cambio?

La pobreza condena a unos 1.000 millones de personas, casi un cuarto de los habitantes
del mundo, a una lucha diaria por sobrevivir con menos de dos dólares por día. Las
mujeres y las niñas son las víctimas más probables del cepo de la pobreza. Dos tercios
de las trabajadoras del mundo en desarrollo laboran en la economía informal, en su
mayoría en los trabajos peor pagados. Más allá de lo que miden las estadísticas, la
pobreza engendra en el individuo un sentimiento creciente de impotencia e indignidad.
En un mundo cada vez más integrado esto nos afecta a todos, nos rebaja a todos. La OIT
lo ha sabido siempre. Lo dice la Constitución de OIT de 1919, que es el corazón mismo
de esa institución: “La pobreza en cualquier lugar es un peligro para la prosperidad de

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todos”. En virtud de las vastas reservas de riqueza y recursos del mundo, esto es en
verdad un juicio moral sobre nuestra época.

Si queremos resultados diferentes, tenemos que actuar de manera diferente: Los pobres
no causan la pobreza. La pobreza es el resultado de fallas estructurales y de sistemas
económicos y sociales ineficaces e injustos; de problemas de gestión desde el nivel local
al nivel global en las esferas pública y privada, y de modelos de globalización incapaces
de evitar el crecimiento del desempleo y de la economía informal.

¿Cómo podemos decir que tenemos una economía global si la mitad de la población
mundial vive con menos de un dólar por día? Solo será posible alcanzar el objetivo de
una economía mundial estable y próspera cuando hagamos realidad nuestras
potencialidades y mejoremos la productividad y la capacidad de consumo de nuestros
ciudadanos. De acuerdo con Juan Somavia, erradicar la pobreza es el mayor desafío
social y la mayor oportunidad económica que encaramos hoy (2014).

La Agenda de Trabajo Decente es una agenda de reducción de la pobreza. Si ustedes


preguntan a alguien cómo cree que puede superar la pobreza, la respuesta será: quiero
superar la pobreza por mí mismo mediante el trabajo, no quiero caridad, quiero la
dignidad de lograrlo yo solo. Vemos así que pobreza y trabajo –pobreza y empleo–
constituyen un eje indispensable.

Los cuatro objetivos estratégicos de la OIT son a la vez una formulación de nuestro
mandato actualizada al siglo XXI y una estrategia de desarrollo que responde a las
necesidades más apremiantes de las familias pobres: i) empleo: porque es imposible
eliminar la pobreza a menos que la economía genere oportunidades para invertir,
emprender, crear empleo y ofrecer medios de vida sostenibles. Sin embargo, el empleo
sigue siendo el eslabón perdido de la estrategia global para erradicar la pobreza. Parece
prevalecer la idea de que el empleo simplemente fluirá de las políticas financieras o de
comercio. Pero eso no es así, como bien lo sabe la gente joven; ii) derechos: porque la
gente en situación de pobreza necesita organización y voz para obtener que se le
reconozcan sus derechos y para exigir respeto; iii) protección: porque la gente que vive
en la pobreza está desprotegida. Sus magros ingresos son erosionados por la
marginalización y la falta de sistemas de apoyo, especialmente en el caso de las
mujeres, las personas mayores y los discapacitados y, por último; iv) diálogo: porque la

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gente pobre sabe que ese es el camino para dar solución pacífica a los problemas. Es
preciso que su voz se escuche y se respete.

Como lo ha dicho tantas veces la OIT, es indispensable un compromiso tripartito firme


y sostenido de erradicar la pobreza. La voz colectiva del tripartismo –de los gobiernos,
los empleadores y los trabajadores– es el más importante instrumento de desarrollo que
tienen los países. Combatir la pobreza es responsabilidad especial de los gobiernos y de
OIT. Si no lo hacen disminuirá la confianza en el sistema multilateral, en los gobiernos,
en los que tienen el poder y la autoridad para mejorar las cosas. Después de todo, el
crecimiento sin empleos conduce a políticas sin legitimidad y, por ende, a una
democracia que no cumple.

3.3.- El trabajo decente como presupuesto para la construcción de la paz

Abordar democráticamente los conflictos en el mundo del trabajo, es quizá la tarea más
importante que se puede hacer desde el mundo del trabajo para aportar a la
consolidación de la paz en el país. Los acuerdos para la terminación del conflicto
armado, seguramente traerán una ola modernizadora y ojalá democratizadora para el
país, esa ola modernizadora esperamos que llegue al mundo del trabajo, con legalidad
laboral, libertad sindical y diálogo social.

La Declaración de Filadelfia hizo que la OIT apareciese como el único vestigio de la


Sociedad de las Naciones que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y que se
transformase en parte de la institución sucesora, las Naciones Unidas. La Declaración de
Filadelfia (1944) estableció que el trabajo no es una mercancía y que la libertad de
expresión y asociación es esencial para el progreso constante. Que la pobreza en
cualquier lugar constituye un peligro para la prosperidad de todos. Y que todos los seres
humanos, sin distinción de raza, o sexo, tienen derecho a perseguir su bienestar material
y su desarrollo espiritual en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica
e igualdad de oportunidades.

Estos principios son tan válidos hoy como hace 72 años. La OIT sigue creyendo en la
visión expresada en la Declaración de Filadelfia y en su mensaje central: que el
progreso social no se puede lograr con la sola aplicación de políticas sociales. Este
mensaje fue reforzado por la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la

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Globalización, establecida por la OIT y que incluye a Jefes de Estado, representantes de
los empleadores y de los trabajadores, autoridades responsables de la formulación de
políticas, académicos y otros interlocutores sociales de todas procedencias. Dicha
Comisión instó a la OIT a dar cuanto antes total cumplimiento a lo que prometía su
histórico mandato. Pidió un marco ético más firme para tratar los desafíos de la
globalización e instó a la OIT a dar total cumplimiento al mandato económico y social
que le confirió la Declaración de Filadelfia y a evaluar las políticas económicas a la luz
de su impacto en las políticas sociales y laborales. Y nos recordó que la OIT ha sido, y
seguirá siendo, una organización en constante evolución, que se ha redefinido y
revitalizado a lo largo de la historia cada vez que se ha hecho evidente la necesidad de
cambiar el rumbo en la dirección política.Sin embargo

Con la paz en Colombia podríamos esperar un escenario político menos cerrado, más
plural. Otro ambiente político – donde conversar sea la manera que escojamos como
país para resolver los conflictos. Una gran oportunidad de reconstruir las organizaciones
sindicales y sobre todo la posibilidad de centrar la agenda social en el trabajo decente.
Los retos y desafíos que nos plantea el proceso de paz con trabajo decente, pasan por
superar la hostilidad de muchos empresarios con despidos, hostigamientos y amenazas a
los trabajadores; que los empleadores dejen de utilizar las falsas figuras de diálogo
social tales como los pactos colectivos y los contratos sindicales; que cese la violencia
antisindical que sigue prevaleciendo en Colombia (21 homicidios de sindicalistas en el
año 2014 y 20 homicidios en el año 2015); que se forje la paz en el campo
modernizando las relaciones laborales con trabajo decente, cumpliendo con el Código
Sustantivo del Trabajo y aplicando las normas a través de inspectores y jueces laborales
y aplicando normas laborales internacionales en el agro; que se prohíba la tercerización
laboral en las cadenas globales de suministro y en las actividades misionales de las
empresas; que se logre la igualdad entre los géneros y que se cumpla con una tarea
fundamental para consolidar la paz en el país: garantizar un acceso a la justicia laboral.
(ENS, 2015 y 2016).

Algunas de las sugerencias hechas al gobierno colombiano por parte de la OCDE,


mejorarían positivamente las condiciones laborales del 64% de trabajadores que carece
de trabajo decente en el país, cambiando además las condiciones de pobreza y la
desigualdad. La OCDE critica el uso flagrante y masivo de diferentes contratos atípicos
en el mundo laboral colombiano, que frecuentemente promueven la informalidad y

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abusan de los derechos de los trabajadores. Alrededor del 10% de todos los trabajadores
son enganchados a través de contratos civiles, que los deja por fuera de las protecciones
establecidas en el Código Sustantivo de Trabajo. Para 2013, apenas el 34% de todos los
empleados del país contaban con un contrato laboral a término fijo — una tasa más baja
que la de cualquiera de los países miembros de la OCDE — que genera inestabilidad
laboral y poca posibilidad para ejercer derechos consagrados en la Constitución como
sindicalizarse o negociar colectivamente. Además, la tasa de trabajadores contratados a
través de empresas temporales en Colombia es aproximadamente tres veces más alta
que el promedio de países de esta organización, otro factor que tiende a afectar
negativamente las condiciones y derechos de los trabajadores. (Hawkins, 2016).

3.4.- Una mirada de género al trabajo decente

El proceso Beijing+5 reafirmó un compromiso globalizado de lograr la igualdad entre


los géneros. Cuando defendemos la igualdad de género estamos dando otro paso hacia
la globalización del progreso social. Esto, como cuestión de derechos y justicia social y
no solo como un asunto de eficiencia y buen sentido comercial. Al proponer nuestra
Agenda de Trabajo Decente hemos asignado a la igualdad de género y a las cuestiones
de desarrollo un lugar central entre las preocupaciones prioritarias de la OIT. El
concepto de trabajo decente resume nuestra respuesta a esta situación. Refleja la
aspiración de las mujeres y los hombres de todo el mundo de tener un trabajo que les
brinde seguridad y les garantice un nivel de vida decente para ellos y para sus familias.
(falta cita)

En este contexto es indispensable impulsar la habilitación de las mujeres para


liberarnos todos de conceptos rígidos del desarrollo y del “deber ser”. Empoderar a las
mujeres y librar a los hombres de estereotipos sexistas nos liberaría a todos. Con esos
estereotipos hemos convivido demasiado tiempo e impiden modificar las corrientes de
pensamiento dominantes. Pero si miramos a través de un cristal que sea sensible a las
desigualdades de género, comenzaremos a distinguir configuraciones y diferencias en
una trama tejida con ideas rígidas. Sin duda, esta trama de desigualdad no es decente.
Las mujeres realizan trabajos no remunerados con mucha más frecuencia que los
hombres, o reciben menor paga por igual trabajo, o lo que hacen ni siquiera se considera

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trabajo. En la OIT, lo que se quiere es cambiar la posición relativa de las mujeres
respecto de los hombres, pero a la vez mejorar en general las opciones de unas y otros.
(Somavia, 2014).

Al planificar nuestras acciones futuras tendremos que echar mano a nuestra sapiencia
colectiva y a nuestros recursos con el fin de enfrentar con decisión varios problemas. El
primero tiene que ver con la pobreza y la creciente desigualdad de género. A los
hombres todavía les corresponde una porción demasiado grande de la riqueza y a las
mujeres una porción demasiado grande de la pobreza. La estrategia de OIT de trabajo
decente es una vía para que las mujeres puedan superar la pobreza, porque se basa en
principios de igualdad y equidad en el trabajo y en el hogar. Este es un importante punto
de convergencia con el seguimiento de la Cumbre Mundial de Desarrollo Social.

Segundo, en respuesta a la creciente reacción pública en contra de la


globalización tenemos que ocuparnos de aquellos a quienes la globalización deja atrás.
Debemos centrarnos en la economía informal, que se ha expandido con rapidez y que en
algunos países abarca a la mayoría de los trabajadores. Tenemos que entender cómo
viven las mujeres, los hombres y los niños la experiencia de la economía informal.
Habrá que tomar en cuenta esa realidad al examinar y tal vez reformular nuestras
estadísticas, políticas, sistemas de protección, métodos de organización y prácticas de
empleo. Tenemos que aprender a mirar los problemas con los ojos de la gente.

Tercero, la globalización del compromiso con la igualdad de género nos obliga a


reconsiderar la manera de organizar nuestras vidas. La participación cada vez mayor de
las mujeres en la fuerza de trabajo será quizá el factor que más pese al decidir el
programa de política social del siglo XXI. Comprometerse con la igualdad de género
cambia los supuestos tradicionales sobre algunos aspectos del Estado de bienestar.
También expone el falso universalismo de los sistemas de protección social basados en
estereotipos de género y nociones etnocentristas del pleno empleo. Y nos desafía a crear
nuevos sistemas que brinden protección a las mujeres y los hombres que se desempeñan
en actividades precarias, y no solamente a quienes trabajan en la economía formal
remunerada de países ricos.

Cuarto, debemos prestar mayor atención a los posibles efectos sobre la igualdad
de género de un mercado de trabajo mundial excedentario, así como a los desafíos y
oportunidades que plantea la mayor apertura de las fronteras y las economías. Los

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avances de la tecnología de la información y las comunicaciones están transformando
profundamente la relación entre la oferta y la demanda de fuerza de trabajo. Sin
embargo, por la persistencia de las desigualdades de género, las mujeres siguen
enfrentando dificultades que difieren según el tipo de trabajo: les cuesta mucho más
acceder a trabajos complejos (de alta tecnología, por ejemplo) y menos acceder a tareas
primordialmente manuales.

Quinto, tenemos que considerar el contraste entre lo que valora la economía de


mercado y aquella esfera de la atención y los cuidados domésticos que el mercado deja
fuera y que yo llamaría “la economía invisible” o “la economía de lo que se da por
establecido”. Esa economía invisible contribuye a la eficiencia de la economía visible.
Nuestra noción de productividad sería radicalmente distinta si el costo de la economía
de la atención y los cuidados en el hogar se estimara a precios de mercado. Creo que el
trato que demos a esos servicios y tareas en el mercado de trabajo determinará en gran
medida las características futuras de la sociedad y del trabajo mismo. Habrá que
reconocer ese espacio en el que las mujeres han desempeñado un papel esencial para la
estabilidad de nuestra sociedad, pero que ha permanecido invisible y cuyo costo no ha
sido estimado en la economía real o, más bien, en lo que pasa por economía real.

Y sexto, urge que traslademos nuestra atención desde el efecto de las


responsabilidades familiares en el trabajo al efecto del trabajo –o la falta de trabajo– en
nuestras familias y nuestra vida personal. No debemos olvidar que tras una persona sin
empleo suele haber una familia desdichada. Y la situación es aún peor si se trata de una
familia monoparental. El trabajo es un medio para conseguir un fin, pero también es un
medio para expresarse, para mostrar creatividad, para contribuir y para realizarse. El
acceso de las mujeres a posiciones de liderazgo y un mayor equilibrio entre los géneros
en la toma de decisiones a todo nivel son dos elementos cruciales en el proceso de
transformación.

Conclusión

Hacer realidad el trabajo decente significa casar la equidad con la eficiencia e instalar a
ambas en el hogar del desarrollo sostenible. Es una manera de integrar la agenda

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tradicional de la OIT centrada en los derechos laborales y la protección social, con una
agenda de crecimiento sostenible y objetivos de desarrollo centrados en el empleo, la
creación de empresas y el mejoramiento de los recursos humanos. Y como en todo buen
matrimonio o sociedad, la unión tendrá éxito si utilizamos nuestra inteligencia
emocional y no solo nuestra capacidad mental. La consecución de nuestras metas de
trabajo decente dependerá en gran medida del diálogo social, la negociación y la
creación de consensos entre los gobiernos, los empleadores, los trabajadores y otros
componentes de nuestras comunidades.

Referencias Bibliográficas

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reproductivos, from http://www.mujeresdelsur-
afm.org.uy/joomdocs/Declaraciones/2000-Beijing+5-
Unamiradaalsdretsreproductius.pdf, consultada el 13 de agosto de 2016.

Escuela Nacional Sindical [ENS] (2012). Trabajo decente. 5 experiencias


sindicales colombianas, from http://www.ens.org.co/apc-aa-
files/4e7bc24bf4203c2a12902f078ba45224/5_experiencias.pdf, consultada el 14 de
agosto de 2016.

Hawkins, Daniel. (2016). Lograr la paz con trabajo decente y digno ¿Qué dice la
OCDE? Las dos orillas, from http://www.las2orillas.co/lograr-la-paz-trabajo-decente-
digno-dice-la-ocde/, recuperada el 14 de agosto de 2016.

Organización Internacional del Trabajo [OIT] (2016). Perspectivas sociales y


del empleo en el mundo 2016, from http://www.ilo.org/global/research/global-
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Red Latinoamericana de Investigaciones sobre Compañías Multinacionales

[RedLat]. (2016). Trabajo decente en América Latina. Investigación Regional, from


http://www.redlat.net/site/es/blog/trabajo-decente-en-america-latina/, recuperada el 14
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Somavia, Juan (2014). El trabajo decente. Una lucha por la dignidad humana,
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