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Sánchez García Carolina

El porqué de la creación literaria,


o te invito a vivir

Un titulo ambicioso o un presagio de lo que podría llegar a ser, como llenas el silencio como
entiendes la nada. Necesitas el todo, la línea. Sólo así puedes dimensionarlo. Pero él está
presente, el blanco del papel que pronto será menos blanco pues estoy escribiendo, pero a la
vez será más porque le estoy dando sentido. Del vacío, del no ser, del silencio, nace la
expresión. “Su voz se iba desenrollando tibia, casi impersonal, pero ocupando todo el
espacio, los árboles, los pájaros que pasaban, el mar que se veía plácido”, o el ser que ser
encuentra en la naturaleza, se desliza cual fénix en la eternidad. ¿Cuántas veces vas a morir?
¿A cuántos de tus personajes vas a traer a la vida para después encontrarlos cambiados? Tal
vez porque de un segundo a otro, de una línea a la otra ellos cambiaron, y tú con ellos, ya los
conoces y cada vez es más íntimo. No buscas su historia, buscas la tuya y la estás
descubriendo mientras lees, mientras escribes y mientras respiras. Un narrador, un lugar, un
tiempo, ninguno tiene que estar definido sólo tiene que estar, y tampoco tiene qué, pero está.
Tus personajes, aquellos a los que encarnas, completamente mutados, no parecían ellos
mismos, ellos se habían destrozado hasta que se encontraron y sólo se desenvolvía en un
juego de palabras.
No es desarrollo, aclaro, no es que no se pueda hacer la analogía, pero la voz no se fragmenta
de maneras artificiales y encaja en un molde predelimitado, busca caber y de alguna manera
lo crea a medida y si bien el esqueleto se siente, el espíritu que busca encarnar el concepto
ya es premeditado, a la vez lo encuentras y sabes que tiene sentido porque se lo estás dando,
antes nada lo tenía y si ahora lo tiene es una ilusión momentánea porque al tenerlo lo pierde.
La propuesta de María Luisa Puga en la primera parte de La forma del silencio es la
liberación a través de la actividad cre(a[c]tiva). Es una invitación a la acción en un mar de
ficción y no ficción. La novela es la experiencia, tanto para el lector como para el autor,
ambos la descubren.
La diversidad de tonos, los contrastes crean las dimensiones de la obra. Pasas del
ensayo que te revela cómo hacer una creación literaria, el fluir de las palabras como el
resultado de haber ingerido más palabras antes, y de verterlas en una obra que va a abrazar
al lector y estimular su entendimiento a la vez que la lírica se introduce y de repente ya estás
en medio de una luz azul o roja, tus personajes se sienten confundidos o enojados.
Si bien estás en Acapulco o en D.F. sólo lo sientes por lo que la voz te dice de aquellos
lugares y tu imaginación o sería más acertado decir: tu empatía te llevan a sentir con el
personaje y dimensionar la impotencia de Juan ante la duda y la perpetua necesidad de crear
su camino porque si no lo hace él nadie lo va a hacer, claro que ya había moldes que Juan
podía seguir como su carrera universitaria, estudiar Química según la Universidad o según
tu sociedad y lo que considera más pertinente que conozcas para que seas un ser funcional.
Y no es que no te enseñen, si no que sólo es una parte. Y es que ese es el motivo del personaje,
seguir su voz. Su revelación era darse cuenta de que podía hacer lo que sintiera necesario
para él, “sin muros concebidos por otros”, aunque eso significará su independencia y
responsabilidad absoluta sobre su ser. Ya no estudiaba química para complacer a su mamá y
hacer su sueño hecho realidad, el sueño de ella, sólo porque ella no había seguido el suyo u
Juan encontraba la responsabilidad de hacer feliz a su madre y realizarla con un título, aunque
él no tenía el poder de satisfacerla porque no es ella. Quien tal vez no estaba segura de haberlo
hecho pero la duda de haberse dejado influenciar en el pasado sin escuchar a su propia vida,
cuya pertenencia igualmente es una ilusión porque es una novela. Y no es que la madre esté
condenada a vivir con esa incertidumbre porque, aunque en ese pedazo de novela está así
después de cerrar el libro cuando ya no es el personaje de la novela puede(s) ser lo que
quieras, y ese querer no es un deseo, la parte importante es la del ser. Cambias de tono y ya
no dejas que aquella voz racional, ensayística y nunca conclusiva porque las ideas se suman
y cambian y se integran a la propia realidad. Lo maravilloso es encontrar tu voz en otras
voces que te alimentan y se vuelven tuyas cuando dejas que pasen por tu espíritu y de abren
la puerta para escribir algo. Eres un manantial, recibes mil estímulos y puedes hacer un
collage con ellos o una novela. Un testimonio de la vida y la filosofía, la política en un sentido
interno en el que la crisis está presente dependiendo de la perspectiva de la persona y el
reconocimiento de sus habilidades para poder cumplir con ciertas tareas.
La novela es una posibilidad en el sin fin de posibilidades que resultan de un ser que
se dispone a transmitir sus ideas y transmitírselas al mundo. Y es que la responsabilidad que
implica la construcción de una historia es brutal. Es novela va a ser vivida y revivida por
aquellos que se entreguen a su experiencia, que le vas a introducir al alma de tus lectores, los
invitas a vivir a la vez que los cobijas en el mar de las posibilidades. Todas las gotas las
puedes intentar ver una a una a la vez que aceptas que son parte de algo que no concibes,
pero sientes porque no todo lo tienes que entender, pero puedes asomarte.
En el ensayo y la ficción, la experiencia, porque no importa que no sea una biografía,
igual lo es, como todo es un retrato. En fin, lo que puede importar es que la novela tiene vida
y a una chica en crisis, que busca la perfección una letra que se vea ligera y cómoda, que le
quede bien, porque ella se está deconstruyendo para poder encontrarse, a la vez que lucha
con las capas y capas de preceptos sobre qué es ser mexicana, o qué es ser mujer o si esas
palabras significan algo porque tienen un peso, cultural por supuesto. Pero lo ves diferente
cuando actúas desde adentro para fuera y no de afuera para dentro, el terrible análisis del
exterior para decidir que hacer con el interior cuando se práctica en exceso. El ambiente se
interpreta y el personaje se puede fundir y ser en él o puede intentar cambiarlo, pero él está
ahí en ese momento, eso no lo limita a actuar y encontrar su escritura sentada ahí. Su estilo,
y es lo que hacemos siempre, claro que hacemos de nuestros palacios mentales o “castillo de
barajas” una obra visible y coherente, La coherencia puede ser un punto delicado es seguro,
¿coherente para quién? Porque sólo es, y tienen un mensaje, como mi ensayo. Aunque quede
inconcluso y no porque tendrá un punto final y un espíritu que habite en él.

Obra referenciada:
Puga, María Luisa. La forma del silencio. D. F.: Siglo XXI, 2014. Pp. 1-176

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