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JPA propone el examen de cuatro categorías y cuatro paradojas de la experiencia política moderna, que
a partir de su problematicidad y significación, pudieran ser repensadas y reinscritas en una “concepción
trágica de lo político”.
I. Comunidad Inmunitaria
“Comunidad política”
De las lecturas que los romanos y los Padres de la Iglesia practicaron de Platón y Aristóteles se
heredaron las claves comprensivas para la comunidad política moderna, ya no como polis sino como
res publica.
Tras una serie de mutaciones históricas, políticas, éticas, religiosas y epistemológicas acontecidas entre
los siglos XV y XVI, como la invención de América, el Renacimiento y la Reforma, subyacería la
reconfiguración política de la comunidad y se van, por tanto, gestando, asentando y organizando los
fundamentos de la Comunidad Política Moderna (en sus diversas modulaciones, desde Maquiavelo a
Hegel) entendida como vocación, proyecto, porvenir, posibilidad de un mundo nuevo (más racional,
libre, seguro, feliz, virtuoso, etc.), de un nuevo horizonte de sentido para un tiempo futuro, un tiempo
nuevo. En fin, como “proyecto histórico”.
Ahora bien, la paradoja es que la misma vocación de comunidad fundada en la idea del “progreso de la
humanidad”, y ya desde los siglos XVIII y XIX fundamentalmente en la idea de “progreso de la
civilización” o de “la cultura”, habría conducido a una escena de catástrofe y devastación, intensamente
testimoniada durante el siglo XX. Esta paradoja fuerza a repensar los fundamentos y discursos, por una
parte, y la práctica u operación efectiva, por otra, de la comunidad, y surgirán diversas narraciones
destinadas a examinar la promesa de este “tiempo” y “mundo nuevo” (que subyace a la moderna idea
de comunidad política), ahora bajo los signos de la crisis y la desconfianza, en la medida en que lo
moderno llevaría consigo la seña del suicidio de la humanidad, de la devastación y la catástrofe. La
crítica de la modernidad (y de su idea de comunidad política) recorrería diversas matrices de
pensamiento (Arendt, Heidegger, Levinas, la escuela de Frankfurt).
De este modo, y siguiendo esta genealogía que traza JPA, la filosofía política contemporánea (Nancy,
Lacoue-Labarthe, Agamben, Esposito, etc.) conceptualizaría como problema el vocativo de la
“comunidad”, oponiendo a la comprensión moderna, “orgánica y substancialista” de la comunidad
(como si fuese una substancia previa, una entidad prefijada, un principio normativo preconstituido o ya
consumado) abandonada al itinerario de un progreso necesario, una idea de comunidad caracterizada
como una relación (“ser-en-común”) incumplida, suspensiva o inconclusa, un vínculo
constitutivamente frágil y complejo, un estar en deuda, en una deuda impagable e infinita, una entidad
simbólica litigiosa, dividida, diferencial y agonística, un riesgo y una posibilidad.
Segunda paradoja: la tragedia deviene “sentido trágico”. La voluntad quiere, y en cuanto quiere, se
arruina y destruye. Lo trágico afirma lo político, pues su querer y su fracaso conciernen a la comunidad.
Nunca es un mero conflicto “privado”, su agonismo concierne a lo plural, a lo múltiple, a lo “comunal”.
En la acción trágica lo “puesto en juego” es un “orden”, un “destino”, es la comunidad misma
jugándose su posibilidad y su sentido. Lo trágico ocurre allí como voluntad de comunidad que quiere y
se quiere, como afirmación ética que se enfrenta al hado y la fatalidad. Lo trágico, en tanto lucha de
fuerzas, tiene como centro al cuerpo, fuerzas que atienden al cuerpo, fuerzas que atentan contra el
cuerpo. Vida y muerte trenzadas en lucha sobre el cuerpo y por el cuerpo. Paradoja: lo trágico pulsa un
imperativo ético sobre la voluntad que la fuerza a perecer.
El sentido de “lo trágico” pareciera insinuar un litigio al interior de la propia tradición filosófica. En la
idea de lo trágico habría contenida la posibilidad de otro registro de pensamiento filosófico, ético y
político, en confrontación con el régimen de orden y pensamiento de la experiencia jurídica, política y
moral moderna. El carácter agonal, conflictivo y constitutivamente diferencial del pensamiento trágico
configura la potencia radicalmente adversativa de lo político. Se trata de una concepción o visión
trágica del mundo, caracterizada por la contradicción, la eterna lucha o juego de fuerzas y el devenir.
La tragedia hace posible la política en la medida en que lo que se pone en juego en ella no es una mera
desgracia individual, personal y privada, sino antes bien unos desgarramientos, sacrificios, agravios y
penurias que conciernen e interpelan a toda la ciudad: es el cuerpo de la propia comunidad y su destino
colectivo el que está en juego en la tragedia.
“Biopolítica”
El liberalismo sería aquella práctica o arte gubernamental que produce, consume, administra libertad, y
al mismo tiempo amenaza con limitarla y destruirla: fija limitaciones, controles, coerciones y amenazas
mediante la “seguridad”. Interna y paradojalmente, el liberalismo reúne dos lógicas contraria: libertad y
seguridad, emancipación y confinamiento. El liberalismo activa un conjunto de procesos y mecanismos
“liberógenos” o “inmunitariso” productores y destructores de libertad.
“Melancolía”
Cuarta paradoja: “melancolía”: despotencia que, en su retiro, deviene fuerza. La melancolía ha sido
narrada por la tradición como un peligro, una infamia, una anomalía, una pulsión maligna, posesión
demoníaca, señal de locura, enfermedad y debilidad mortal, de carencia de vida, de deseo, falta de
potencia y voluntad, posada sobre el cuerpo y la comunidad. En la medida en que el melancólico
manifiesta desinterés, no desea, es ocioso, no trabaja y no obedece, estos rasgos lo hacen
inquietantemente peligroso para el orden estatal que necesita la productividad, la docilidad y la
obediencia. Habría en la melancolía una condición indócil que el trabajo habría de pacificar y conjurar.
La melancolía sería una especie de mal que altera el orden, interrumpe el trabajo, desacata la ley y la
moral. El peligro que encierra la melancolía consiste en la experiencia del aburrimiento, el tedio, el
hastío profundo con el estado del mundo.