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LA NUEVA GESTIÒN PÙBLICA

La nueva gestión pública ha generado un proceso de reestructuración con el fin de minimizar

la participación y acción del Estado en ámbitos económicos, esto quiere decir, disminuir el tamaño

del Estado, específicamente disminuyendo la participación del mismo en el mercado, a su vez,

realizando un ajuste fiscal con respecto al accionar institucional siendo productor dentro de bienes

y servicios dentro del mercado a desarrollar el papel de regulador de la oferta y la demanda

presente en el mercado (CLAD, 1998); igualmente, busca la optimización de las capacidades y

competencias del recurso humano que integra el recurso humano dentro de la institucionalidad con

el fin de aumentar la eficiencia y la efectividad, por ende, éste recurso -humano- debe ser

controlado y evaluado según los resultados y desempeño obtenidos en cumplimiento de sus

funciones (Oszlak, 2002).

En este sentido, este proceso de reestructuración del Estado estaba enmarcado en el ámbito

social, la cual, consistiría en brindar bajo los principios de universalidad e igualdad los servicios

de salud y educación, y las decisiones para la planeación de políticas públicas para disminuir dichas

necesidades deberían ser en procesos más flexibles y menos democráticos con el fin de agilizar los

procesos de decisión; no obstante, una mayor participación de los distintos actores de la sociedad

para la ejecución de dichas políticas públicas (Corona, 2007).

Es importante mencionar que esta reforma administrativa surgió en la década de los 90

principalmente, y conceptualizada con fundamentos del Consenso de Washington, dado que,

principalmente en Latinoamérica como lo expresan Alberto Baltazar, Jaime Espejel y Misael

Flores (2010) sucedía lo siguiente:

“Conjunción de un aumento de demandas sociales, y de una agenda de crisis económica; creciente


deslegitimación del papel social del Estado y de sus procesos de reforma; inserción desventajosa de
la región en los bloques comerciales; ineficiencia e ineficacia de los gobiernos en una gran diversidad
de políticas; persistencia de una coalicionabilidad de actores antirègimen de forma considerable (…)
(Baltazar, Espejel, & Flores, 2010, pág. 35)”

En este sentido, la nueva gestión pública tiene como finalidad enfocarse en ámbitos sociales

y dejar a un lado la intervención y participación en el mercado que podría decirse que es un

inconveniente para la conceptualización y entendimiento de las necesidades de la población,

igualmente, con el mejoramiento de la planta de personal con respecto a la idoneidad,

experiencia, capacidades, habilidades y aptitudes para el desempeño de sus funciones podría

mejorar la eficiencia del Estado; sin embargo, el mejoramiento del recurso humano podría ser

un traslucir de sofismas del mérito siendo este dicotómico generado por la burocracia clientelar

y sin posibilidad de reconocer este paradigma administrativa, como también, otra desventaja

que consideraría que se podría presentar es que si el Estado interviene y participa en el mercado

podría generar una rentabilidad del mismo, siempre que no genere desigualdades en la

participación del mismo, por lo tanto, restringir o sugerir que el Estado solo sea un agente

regulador, y participar dentro del mercado sin obtener una rentabilidad económica sería inocuo.

Por lo tanto, la nueva gestión pública podría cumplir con los fines esenciales del Estado

generando un bien común mediante la implementación de un personal idóneo y constantemente

evaluado y controlado según sus funciones y su desempeño, pero, las serias falencias en la

flexibilización en la toma de decisiones y en la planeación de políticas públicas podría ocasionar

unas serias falencias en el cubrimiento y disminución de las necesidades de la población con el

fin de generar una agilización sin tener un real entendimiento de las problemáticas públicas.

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