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Libro musical

ENTRAR EN
LA VIDA

El sentido de la existencia humana y el


propósito de la vida
Andrés Botero
www.sanacionmusical.com

Ilustraciones de Jaime Torres – Casa Jaguar Tattoo

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Introducción

En el año 2007 conocí a quien sería mi compañera de vida. Ese encuentro


propició otro suceso inesperado: conocí a Julieta, quien, en adelante, sería
mi guía espiritual. Mucho tiempo asistí a su consulta. Ella hace masajes
terapéuticos, holísticos, energéticos, auténticos. El primer encuentro con
Julieta fue un desafió para mi razón y mi mente: puso sus manos en mi
estómago e inmediatamente sentí como si me hubieran puesto una plancha
caliente. Esta sensación me obligó a abrir mis ojos y verificar si era su mano
la que estaba sobre mi abdomen o si ella había puesto algún objeto caliente
ahí. Mi sorpresa fue grande al ver que era solo su mano sobre mi piel la que
generaba esa sensación.
Pasaron los años (más de tres) en conversaciones sobre la economía, la
política, la religión y la situación del país, para que yo pudiera realmente
empezar a comprender qué era lo que ella hacía y más importante aún: cuál
era el camino que llevaba a poder hacer lo que ella hacía. A mediados del
año 2012, una prima que me escuchó hablar sobre los dones sanadores de
Julieta se animó a ir. Ese encuentro entre la prima y Julieta permitió que yo
iniciara el camino hacia lo que en ese momento era desconocido para mí:
me inscribí en un curso de PNL (programación neurolingüística) con mi
prima, quien a la primera insinuación de Julieta sintió el llamado a explorar,
a diferencia mía que no me habían valido más de 3 años de insinuaciones
sutiles. En este curso nos hablaron sobre el reiki (técnica japonesa de
sanación con las manos) y sobre los chakras (centros energéticos
principales), la meditación, la reprogramación y otros temas. Mi educación
como ingeniero me hacía muy lejano a todos estos términos y en mi cabeza
solo cabía un término para explicar todo eso: locura.
Sin embargo, algo dentro de mi sintió deseo de al menos salir de la
ignorancia, de comprobar que todo eso que nombraban era puro cuento,
bobadas, decía yo.

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Así, en julio de 2012 me inscribí en un curso de reiki, guiado por la


recomendación de Julieta y mi nuevo deseo de explorar ese mundo de locos
(ahora de cuerdos). Durante el curso mi mente batallaba con los nuevos
conceptos y formas de entender el mundo y la vida: “somos espíritus
viviendo una experiencia humana”, “vinimos a aprender en esta escuela que
llamamos tierra, en este vehículo que llamamos cuerpo” decía la profesora.
La charla continuó así durante más de 8 horas en las montañas de Santa
Elena (Antioquia). Al final, la profesora me regaló las siguientes palabras: “yo
no creo que puedas con esto, tu tienes muchas dudas”. Ahí recibí el primer
regalo de un verdadero guía, porque esas palabras generaron en mí un
impulso de demostrarle a ella y a todos que yo sí podía con “eso” y que iban
a ver que sí creía y podía.

Me dispuse todos los días a realizar los ejercicios de auto-reiki que la


profesora nos envió en un documento, no sin antes hacer la siguiente
salvedad, que derrumbó todos mis sueños de ser el salvador y el sanador de
la humanidad: “ustedes no vinieron aquí a aprender a sanar a nadie, ustedes
vinieron a aprender a sanarse a si mismos porque nadie da de lo que no
tiene”. Esa práctica diaria, disciplinada y constante de auto-imposición de
manos fue permitiendo que yo despertara en mí percepciones y sensaciones
hasta ese momento ocultas. Empecé a sentir la “energía” corriendo por mis
manos, cosquilleo, calor, frio, paz y bienestar en la zona donde ponía mis
manos. Al principio, poner las manos en cada lugar (eran 20 posiciones en
diferentes lugares del cuerpo) por al menos un minuto era una tortura. Sin
embargo, con el pasar de los días ese minuto se hacía cada vez más corto y
la sensación de bienestar más placentera, por lo que empecé a dejar las
manos en cada sitio dos minutos, luego tres minutos y luego dejé de contar
el tiempo (en un timer o cronometro) para dejarme llevar por mi intuición en
los tiempos correctos para cada zona. Estas sesiones duraban alrededor de
cuarenta y cinco minutos a una hora y me dejaban en un estado de armonía,

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paz y felicidad nunca antes experimentados. Uno de esos días, al terminar


la práctica, me senté a sentirme un rato más y pude observar con los ojos
cerrados dos esferas de luz que flotaban y se movían alrededor de la
habitación en la que yo estaba. Una de las esferas era color rojo y la otra
violeta. La esfera roja aceleró su movimiento en dirección hacia mí y entro
por mi frente causándome gran impacto y sorpresa. A pesar de esto,
continúe observado, vigilante de la otra esfera, que hizo lo mismo que la
anterior, pero cuando entró por mi frente todo se iluminó en un destello de
brillante color violeta. En ese momento lo único que pude hacer fue observar
maravillado toda esa luz en mi frente, que veía con los ojos cerrados.
Al rato me levanté maravillado por la experiencia y desde entonces esa
hermosa luz siempre me ha acompañado en mis noches, meditaciones y
sueños.

Tiempo después un amigo me envió un documento sobre la vida del creador


del reiki en Japón y mi sorpresa fue grande cuando leí la historia de su
iniciación como sanador con las luces que ingresaron por su frente, y supe
que ese día había sido iniciado como sanador. Ahí comprendí una de las
máximas del camino hacia uno mismo: la constancia, la perseverancia, el
intento implacable y la fe.

Estas experiencias y otras más que me fueron sucediendo en mi exploración


de los caminos espirituales (que ya no llamo espirituales sino humanos), me
permitieron ya no creer ni tener fe sino saber y tener la certeza de que hay
otros mundos, otras experiencias y otras posibilidades para el ser humano
que no me habían sido enseñadas en el colegio, en la universidad, ni mucho
menos, en el hogar. Así, desde esa certeza, inicié el camino hacia lo
desconocido: hacia mí mismo. Ese camino que he llamado para este “libro
musical” el de ENTRAR EN LA VIDA y que comparto con mi familia y con los
seres que, dispuestos a abrir sus mentes y corazones, escuchan este relato
y disfrutan de las melodías del alma que lo acompañan.

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Tabla de contenido

1. Temporalmente dejar a un lado nuestras creencias. Pag 8.


2. La práctica hace al maestro. Pag 11.
3. Conciliarme con mi presente: agradecer. Pag 14.
4. Conciliarme con mi pasado: perdonar y pedir perdón o el poder del
perdón. Pag 17.
5. Resolver nuestras situaciones desde la lógica y desde la no-lógica. Pag
20.
6. Las emociones y como se transmutan. Pag 23.
7. La recapitulación. Pag 42.
8. Sanando las emociones positivas no experimentadas: la imaginación
creativa. Pag 48.
9. Los chakras: centros de percepción y relación. Pag 51.
10. El propósito como humanidad y la consciencia planetaria. Pag 57.

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Guía para experimentar el libro

Este es un nuevo género de libro que he nombrado “libro musical”. Contiene


una parte escrita (mental), una musical (sensorial) y una parte artística
(intuitiva). Es un intento de facilitar una experiencia desde ambos
hemisferios cerebrales, y la trilogía espíritu, mente y cuerpo. Toda la música
fue creada en el momento de grabar, sin previa preparación, para que fuera
lo más pura posible.

Las ilustraciones de Jaime Gómez fueron inspiradas por la música y están


vivas: toman vida y forma a medida que el observador las contempla,
dejando ver a cada uno lo que yace en su inconsciente, es decir, son
proyecciones de quien observa, no del artista.

Cada capítulo del libro es acompañado por una meditación de sanación


musical, que nos permite entrar en estados acrecentados de consciencia y
conexión con la fuente.

Hay muchas maneras de recorrer la experiencia: puedes leer un capitulo y


luego realizar la meditación de sanación musical, o puedes hacer primero la
meditación con la música y luego leer ese capítulo. También puedes
experimentar leyendo todo el libro primero, y luego hacer las meditaciones.
En fin, lo importante es que sepas que hay melodías e ilustraciones del alma
que acompañan este libro y que puedes comprar o escuchar en streaming
desde las siguientes páginas web:

https://andresbotero.hearnow.com/

www.sanacionmusical.com

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También puedes encontrarlo usando el buscador de Cd baby, Spotify, Itunes


music, Amazon, Google Play y muchos otros sitos de música online.

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1. Temporalmente dejar a un lado nuestras creencias

La palabra creencia viene del latín “credere” (creer) que significa poner
confianza en, confiar en. Incluso algunos dicen que su raíz más antigua pude
venir de “corazón” o aquello en lo ponemos el afecto, el ánimo o la fe.1

Mientras escribo estas palabras llega a mi pensamiento la famosa frase


“entrégalo todo y sígueme…”. Me sorprendo, porque este libro no tiene que
ver con alguna religión específica, aunque sé que como cultura hemos sido
grandemente influenciados por lo católico y las referencias bíblicas.
Permitámonos, entonces, dentro de lo posible, ver la cita bíblica por su
contenido metafórico, mas no por su contenido religioso. Veamos:

“Dícele el mancebo: Todo esto guardé desde mi juventud: ¿qué más me


falta? 21Dícele Jesús: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y
dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. 22Y oyendo el
mancebo esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

23Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que un rico


difícilmente entrará en el reino de los cielos. 24Mas os digo, que más liviano
trabajo es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en
el reino de Dios.25Mas sus discípulos, oyendo estas cosas, se espantaron en
gran manera, diciendo: ¿Quién pues podrá ser salvo? 26Y mirándolos Jesús,
les dijo: Para con los hombres imposible es esto; mas para con Dios todo es
posible.”2

Para poder comprender estas palabras es necesario recordar que es un


lenguaje metafórico y por lo tanto está sujeto a la interpretación de quien

1 Etimoligias.dechile.net/?creencia
2http://bibliaparalela.com/rv/matthew/19.htm

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escucha (es decir, es universal). Así pues, cuando dice “anda, vende lo que
tienes” nos invita a dejar de lado nuestras creencias actuales (lo que
tenemos), para poder acceder al “tesoro en el cielo”.
El joven (mancebo) en este relato se va muy triste pues se da cuenta que
tiene muchas creencias, está muy aferrado a ellas y no encuentra cómo
transformarlas.
Luego les dice a sus discípulos que es más fácil que un camello pase por el
ojo de una aguja que un rico entre al reino de Dios, con lo cual nuevamente
refuerza la idea de que un ser humano lleno de creencias (rico) no puede
acceder al reino de Dios (en donde no hay creencias sino EXPERIENCIAS).

“¿Quién pues podrá ser salvo?”, preguntan sus discípulos a lo cual contesta
que si bien para los hombres (sin consciencia de la divinidad) esto resulta
imposible, para Dios (consciencia de la divinidad) todo es posible. Aquí nos
recuerda que quien cree en lo imposible como posible es quien accede al
poder divino, es decir, quien se hace uno con Dios o se reconoce como
“imagen y semejanza”. Quien aún no se ha “creído” imagen y semejanza de
la luz, Dios, el gran misterio, el creador, el uno, etc, no puede acceder a este
nivel de consciencia.

Todo esto nos sirve para exponer una creencia que nos permite acceder al
reino de los cielos, al nuevo tiempo, nueva humanidad o nueva era del amor:
Dios está adentro del ser humano, somos imagen y semejanza de la
divinidad, de la luz. El cuerpo es el templo del alma, del espíritu, de la
chispa divina. Al mismo nivel de Dios, como hermandad debemos aprender
a relacionarnos con él, no como algo que está por encima y nosotros por
debajo.

Este libro y las melodías que lo acompañan es un camino que lleva al


reconocimiento de esa “creencia”, para que lo que en principio asumimos
por Fe (la antesala de la creencia) pueda ser llevado, a través de la

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experiencia, a una certeza, a una creencia real y verdadera para el ser que la
experimenta.

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2. La práctica hace al maestro

Para poder acceder a una realidad espiritual es indispensable la práctica.


Hablamos de práctica en su definición original de “llevar a la acción hasta
completar”. En mi experiencia, la práctica y la constancia han sido
fundamentales para el reconocimiento de esos otros mundos y realidades.
Un ejemplo de esto es mi experiencia con los llamados animales de poder o
tótems. Una de las asistentes de un curso de reiki al que asistí, me habló de
que había tres animales que nos acompañaban espiritualmente y que uno
podía verlos, sentirlos, percibirlos y comunicarse con ellos. Estos animales
eran guías y maestros que estaban ahí para ayudarnos a reconocer un poder
que ya tenemos pero no hemos reconocido. Un perro, por ejemplo, venía a
enseñar lealtad, protección, amor sin juzgar pero condicionado, es decir, a
compartirnos su maestría, su sabiduría. Luego de escucharla me puse en la
tarea de conectar con estas consciencias animales y experimentar con ellas.
La clave era hablarles, relacionarse con ellos, saludarlos, pedirles que se
hicieran visibles, decirles que yo los quería reconocer. Unos meses después,
en un viaje a Perú, me encontraba viendo en mi ojo interno (con los ojos
físicos cerrados) lobos, águilas, serpientes, caimanes, ranas y otros
animales. La persona que me había hablado sobre los tótems o animales de
poder estaba conmigo en ese viaje, y en varias de esas experiencias le relaté
lo que había visto, y para mi sorpresa ella me decía que esos eran los mismos
que ella había visionado. Eran los guardianes del lugar, decía. Sin embargo,
pasaron 2 años para que yo volviera a tener algún contacto con estos seres,
con estas consciencias. Este reencuentro, ya inesperado por el paso del
tiempo, llegó en la forma de una visión: disponiéndome a dormir, mi cabeza
tocó la almohada, y cuando cerré los ojos apareció un gran avestruz de
espaldas en un desierto. La visión era tan clara como en una pantalla de alta
definición. Volví a abrir mis ojos con la certeza de que finalmente había
logrado conectar con mi primer aliado de poder: el avestruz. Al día siguiente,

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ya en la vigilia, vi un documental sobre el avestruz, sus costumbres y la


fuerza y el poder que tienen estas aves en sus patas. Inmediatamente
comprendí que debía terminar con un ciclo de recogimiento en mi vida, en
el cual llevaba más de año y medio prácticamente acostado en una cama. El
animal había llegado y el mensaje era claro: es tiempo de volver afuera, es
momento de andar, a mover las patas. Así lo hice en adelante por algunos
meses, no recuerdo cuántos, caminando todas las mañanas en la naturaleza
(la poca que queda en la ciudad), saliendo de mi estado de hibernación y
activando nuevamente en mí el deseo de explorar, de experimentar y de
hacerme compatible con la sociedad y con “el mundo”. Le agradezco al
avestruz, a esta consciencia maestra animal, por su ofrenda. Sin ella, creo
que no habría sido tan suave la transición de la pasividad a la actividad, del
invierno a la primavera.

Así son las cosas del espíritu: los tiempos son de Dios, pero solo llegan para
quien está siempre preparado, para quien jamás deja de intentar, de desear
y anhelar. Intento implacable (el lado positivo de la obsesión) diría mi
psicoanalista, o como dice un reconocido chef de mi ciudad: “la danza de la
lluvia siempre funciona porque se danza hasta que llueva”. En los caminos
espirituales, cuando tenemos fe en algo, cuando sentimos esa corazonada,
ese impuso de creer en algo y experimentarlo (hacerlo verdad en nosotros)
entonces debemos practicarlo hasta lograrlo, nunca nos podemos dar por
vencidos en este camino, porque al que pide y quiere se le dará, no en los
tiempos caprichosos sino en los tiempos sincrónicos (cuando corresponde).

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3. Conciliarme con mi presente: agradecer

Cuando iniciamos un camino espiritual nos damos cuenta de la cantidad de


asuntos pendientes y por resolver que hemos acumulado a lo largo de
nuestra vida: culpas, miedos, rencores, amarguras, desamores, mentiras,
tristezas, odios, resentimientos, traumas y, en general, lo que desde el
psicoanálisis llaman “los complejos”, que son asuntos que quedaron sin
resolver conscientemente, es decir, asuntos en donde no hubo reflexión y
toma de consciencia del “propósito sagrado”. Es bueno aclarar que desde la
concepción de que somos “espíritus viviendo una experiencia humana” y que
“vinimos a aprender, a evolucionar y desarrollarnos”, cada situación que
experimentamos en nuestras vidas es creada con ese propósito de desarrollo
y evolución, para el mayor bien de todos los involucrados. Como somos
dioses en potencia (hablaremos de esto en otro capítulo) o como me gusta
afirmar “en proceso de auto-desarrollo”, podemos decir que la divinidad que
habita en nosotros es la encargada de crear (Dios es el que crea) todo lo que
nos acontece en nuestra vida. Lo que sucede es que algunas veces somos
conscientes de esas creaciones y otras no. Esto es lo que llamamos crear
consciente o inconscientemente. Es claro entonces que en la medida en que
caminamos en el espíritu, o en el conocimiento de nosotros mismos (es lo
mismo), así esas creaciones sean inconscientes, si hay un mayor
reconocimiento de lo que de esa experiencia vivida nutre y alimenta nuestra
evolución, es decir, cuál es la enseñanza y el aprendizaje ganado gracias a
esa experiencia. Por ejemplo, luego de haber vivido con abundancia material,
una persona pierde la mayor parte de sus recursos. En principio el ser va a
experimentar la pérdida, se preguntará qué hizo mal, por qué a mí y todas
estas cosas, pero si el ser ha cultivado la auto-reflexión, podría encontrar
que en esa pérdida y en esa experiencia de escases aprende acerca de la
sencillez, la humildad, la justa medida, el real valor del dinero, el cuidado,
la sabiduría con que se deben gestionar los recursos, etc. Entonces, esta

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experiencia que a primera vista es “mala” o indeseable cambia su sentido


para hacerse nutridora, valiosa y sagrada. Es común que algunas de las
peores cosas que nos han pasado en nuestras vidas, con el pasar del tiempo
se transforman en las cosas que más agradecemos porque nos “tallaron”,
nos fortalecieron, nos hicieron “caer en la cuenta de”, “darnos cuenta de”.
Algunas de esas experiencias incluso nos hacen ser lo que somos: esa
pérdida temprana del padre que nos hizo valernos por nosotros mismos, esa
despedida del trabajo que nos llevó a ser empresarios, esa enfermedad que
nos hizo reflexionar acerca de la importancia de cuidarnos y cuidar nuestro
cuerpo.

Lo anterior nos va dando pistas acerca de lo que significa entrar en un


camino de consciencia y de auto-conocimiento y nos permite entender que
eso de “échele tierra”, “lo pasado pasado”, “no le dé más vueltas al pasado”
en realidad no es tan sabio, porque en cada situación vivida hay un tesoro
por encontrar, un regalo por recibir y un alimento para la auto-consciencia,
el auto-desarrollo y la auto-evolución. De aquí que muchos seres que desean
conocerse a través de un camino espiritual inicien un proceso de “sanación”
y revisión de su pasado: un alto en el camino.

Ese “alto en el camino” para revisar y sanar el pasado, requiere de un acto


inicial fundamental: la conciliación con el presente. En el instante en que me
doy cuenta de que todo lo que ha sucedido, sucede y sucederá en mi vida
ha sido creado por mí y para mí beneficio, entonces puedo AGRADECER por
todo: gracias, gracias, gracias. Puede que ese agradecer en principio no nos
lo creamos del todo, pero con el tiempo se hará real. Cuando agradezco
algo, así sea sin saber por qué, “el universo” o nuestra realidad recibe el
mensaje e interpreta así: me has dado las gracias, quiere decir que estás
listo para saber qué es lo que has recibido que merece tu agradecimiento.
Es como cuando nos dan un regalo y decimos gracias, en este caso nuestro
presente es recibir un regalo y el futuro dar las gracias. Pero en el universo

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no hay tiempo lineal, todos los tiempos (pasado, presente y futuro) conviven
en un solo tiempo o instante. Así que cuando agradecemos sin saber por
qué, estamos actuando desde el futuro, lo cual inmediatamente cambia
nuestro presente y hace que recibamos el regalo (que tengamos la
compresión).
Es decir, como ya agradecí (en el futuro), ahora debo recibir un regalo (en el
presente). El regalo es, como habíamos dicho, ese darnos cuenta del
propósito sagrado de la experiencia que estamos agradeciendo.

Agradecer, sin saber por qué, es pues un truco de alta magia, donde actúo
en mi futuro para hacer que algo suceda en mi presente.

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4. Conciliarme con mi pasado: perdonar y pedir perdón o el


poder del perdón

El pasado que no hemos resuelto conscientemente nos sigue “pasando”.


“Todo es perfecto”, nos dice la corriente “new age”, pero la espiritualidad nos
dice: todo es perfecto cuando logramos encontrarle esa perfección, es decir,
cuando comprendemos el propósito sagrado y el regalo de consciencia y
aprendizaje que nos brindó esa experiencia.

En el capítulo anterior vimos cómo podemos ponernos en paz con nuestro


presente a través del agradecimiento y del reconocimiento de que todo,
fuera perfecto o no, fue nuestra creación consciente o inconsciente, es decir,
nuestra elección. Ahora, desde ese lugar privilegiado de aceptación
podemos empezar a ponernos en paz con nuestro pasado. Es como si al
agradecer y aceptar todo lográramos, momentáneamente, congelar el
tiempo, como quien pone pausa a una película.

El pasado “negativo”, traumático o no conciliado, es ese conjunto de


experiencias y vivencias que dejaron huella negativa, que nos marcaron y
que causaron dolor, sufrimiento, pérdida, insatisfacción, vacío, culpa,
tristeza, rabia y miedo. Y también, toda la parte negativa que creamos en
nuestras relaciones interpersonales con papá, mamá, hermanos, abuelos,
abuelas, familiares, parejas, hijos, jefes, amigos y, principalmente, con
NOSOTROS MISMOS.

Hay otro aspecto del pasado que normalmente no es tenido en cuenta a la


hora de sanar y conciliar y es lo que Nicolas Pauccar 3 llama “una emoción
positiva no experimentada”. El ejemplo que él da es el de un niño que va a

3 www.kawsaypacha.com - sabiduría ancestral de Nicolas Pauccar.

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actuar en la obra de teatro del colegio y está esperando ver a su papá y su


mamá en el público, pero cuando sale al escenario se da cuenta de que no
están. En este caso, el niño, además de la tristeza y el desconsuelo que esto
le genera, se queda sin experimentar el orgullo de que sus papás lo vieran
actuar, la alegría de sentirse admirado, los aplausos y las felicitaciones, los
abrazos, los besos y la celebración por su papel en la obra. Esta emoción no
experimentada puede manifestarse en la adultez como un deseo de
reconocimiento desbordado, una obsesión compulsiva por sobresalir, por
ser admirado por los demás.

El pasado se encuentra vivo nuestra memoria celular, emocional y mental,


es decir, se haya anclado en nuestro nivel físico (síntomas), energético
(emociones) y mental (recuerdos y creencias). Una vivencia genera una
creencia más una emoción: una noche empecé a tener dolor de garganta y
congestión nasal, estaba preocupado porque al día siguiente debía asistir a
un conversatorio para compartir mi trabajo con la sanación a través de la
música (sanación musical). Me acosté pensando en que no iba a poder asistir,
y queriendo sanarme rápidamente llevé mis manos a la garganta para
hacerme algo de reiki. Unos minutos después sentí un dolor muy fuerte en
el centro de mi pecho y empecé a presionar con mi dedo en ese punto.
Manteniendo la atención en ese dolor pude recordar que diez años atrás
había tenido un conflicto con mi hermano mayor que me llevó a retírame del
trabajo que estaba realizando en ese entonces en la empresa familiar.
Comprendí que la situación estaba sin resolver: yo no lo había perdonado ni
le había pedido perdón por lo sucedido. Sentía rabia, rencor, tristeza y
desilusión. Me hice cargo de estas emociones a través de la respiración y
perdoné a mi hermano y le pedí perdón en mi imaginación. Le agradecí
porque en ese momento yo estaba trabajando en algo que no me gustaba, y
él, de alguna manera, fue a quien elegí para que me sacara de allí y me
hiciera libre de seguir mis reales sueños y anhelos, de encontrar mi
verdadera misión en la vida, ya que yo no lograba tomar la decisión por mí

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mismo. A la mañana siguiente ya el dolor había desaparecido, solo me


quedaba la congestión nasal. Pude asistir al conversatorio y compartirles lo
que me había sucedido, pudiéndoles transmitir el real sentido de la sanación:
darnos cuenta de la causa de la afección (la raíz del problema), conciliarla y
enmendarla. Tiempo después tuve la oportunidad de compartir con mi
hermano en unas vacaciones y aproveché para pedirle perdón y perdonarlo
por lo sucedido, dando así por concluida la sanación.

Como vemos en el ejemplo anterior, el pasado no se puede cambiar, pero sí


podemos cambiar la percepción que tenemos de ese pasado y podemos
transmutar, liberar y transformar las emociones y las creencias que fijamos
en ese pasado a través de la respiración, la comprensión, el perdón y la
imaginación creativa. Cuando lo hacemos, entonces el pasado deja de ser
pasado y se hace presente: ya no genera carga, dolor o sufrimiento. Es lo
más cercano a olvidar y en la práctica es común que algo que nos
atormentaba por muchos años, luego del proceso de sanación salga de
nuestro radar mental y quede en nuestra memoria como algo lejano y de
poca importancia (síntomas de un proceso bien realizado).

En un capítulo posterior vamos a hablar sobre el proceso de METANOIA4 que


enseñaba el maestro Jesús y que él nombraba cada vez que decía: “tus
pecados te son perdonados, arrepiéntete y vete en paz”. Hablaremos de
cómo este proceso de arrepentimiento, bien entendido, nos permite, una
vez hemos sanado y conciliado el pasado, cambiarlo contándonos una
historia diferente, “la más bonita” como diría el gran sacerdote Q’ero Nicolas
Pauccar.

4 Termino rescatado de la sabiduría ancestral por José Luis Parise www.edipo.org

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5. Resolver nuestras situaciones desde la lógica y desde la


no-lógica

Cuando se nos presenta una enfermedad, la primera opción no es operarse.


En un principio usaremos, por ejemplo, infusiones de plantas; si no nos
funciona, usaremos medicamentos o fármacos, y, si nada de eso funciona,
entonces recurriremos a una intervención quirúrgica. Pero, siempre es sabio
iniciar por lo más sutil. Un ejemplo de esto es cuando en una relación de
pareja alguno de los dos tiene fantasías sexuales insatisfechas. Digamos,
por ejemplo, que alguno desea tener relaciones sexuales con otras personas
para experimentar una emoción en particular o varias, pero esto le genera
un conflicto porque también quiere seguir compartiendo con su pareja.
Digamos que en este caso en particular ninguno de los dos está dispuesto a
hablar con el otro acerca de sus fantasías sexuales para poder establecer
acuerdos y límites sanos desde lo que cada uno está dispuesto a permitir
desde la voz de su consciencia.
En este caso, la solución lógica para poder satisfacer su necesidad y no
quedarse con una insatisfacción, represión o con una emoción no
experimentada, sería la de llevarlo a cabo en la realidad. Sin embargo,
aunque esto satisface la necesidad, sería como amputar un pie que presenta
una leve infección que se cura fácilmente con solo tomar algunos
antibióticos.

El camino de la no-lógica, en cambio, nos permite intentar satisfacer la


necesidad simplemente usando alguna herramienta mágica (no-lógica),
como la imaginación creativa, la teatralización o el ritual. Desde la
imaginación creativa, por ejemplo, el hombre simplemente podría recrear la
experiencia usando el poder imaginativo de su
mente, dándole rienda suelta a su fantasía, permitiendo que de esta manera
su cuerpo experimente las sensaciones y emociones que esto le hace sentir

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y que la parte de si mismo que deseaba cumplir la fantasía la dé por


satisfecha y concluida. Esto funciona por un principio muy sencillo: cuando
vemos zumo de limón salivamos, pero cuando pensamos en zumo de limón
o en algo acido también salivamos. Esto sugiere que para el cuerpo, el
cerebro y la mente, no hay diferencia entre lo que es real y lo que es
imaginario. Igual sucede con las emociones. Cuando vemos películas, por
ejemplo, experimentamos infinidad de emociones: miedo, tristeza, alegría,
felicidad, satisfacción, pena.

Si el intento es exitoso, entonces el cuerpo y la mente del hombre, en este


caso, literalmente se olvidarán de esa fantasía, porque asumirá que se ha
hecho realidad y está satisfecha, pero en caso de que siga estando presente
el deseo de llevar a cabo “físicamente” la fantasía entonces habrá que hacer
intervenciones más profundas, como rituales y técnicas de inmersión en el
sub-consciente, que permitan detectar el origen de la necesidad y cortarla o
transformarla de raíz.

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6. Las emociones y cómo se gestionan y se transmutan: la


recapitulación.

La palabra emoción viene del latin “emotio” y este del verbo “emovere” (e=de,
desde y moveré=mover, trasladar, impresionar) y significa “hacer mover”,
“desalojar de un sitio”. Es decir, algo que lo saca a uno de su estado habitual.5
La emoción es la respuesta corporal a un estímulo externo (una vivencia) o
interno (producto de la imaginación) y se manifiesta en cada ser humano de
manera única y singular. En una sabana en el áfrica un turista caminando
puede experimentar miedo al ver un león que se acerca, pero un cazador
puede, por ejemplo, experimentar excitación. La misma situación será
interpretada por uno como miedo a ser atacado y por el otro como una
oportunidad para atacar.

Nuestro cuerpo utiliza diferentes lenguajes para comunicarse: dolores,


enfermedades, molestias, síntomas, sensaciones, movimientos involuntarios
y emociones. Las emociones son, digámoslo así, una de las maneras en que
nos habla. Cada emoción es una señal inequívoca e irrefutable de que algo
importante acaba de suceder. Algo ha movido nuestro interior y ha sido
avisado por el cuerpo en la forma de una emoción. Cuando la emoción llega,
entonces el ser que está despierto comprende que hay algo en lo que está
sucediendo que merece toda su atención. El ser consciente no reprime la
emoción sino que regula su flujo con sabiduría. Ante la rabia, por ejemplo,
respira profundo, toma agua, camina, le da golpes a una almohada, y sobre
todo comprende que debe poner límites, expresar su inconformidad
amorosamente, contenerse o alejarse para no ir-a hacer daño.

5 http://etimologias.dechile.net/?emocio.n

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24

Por ejemplo, mientras escribo estas letras, escucho un visitante discutiendo


por celular en el comedor de mi casa. Instantáneamente siento algo en mí
que me invita a poner límites y a pedirle a esta persona que por favor
continúe con su conversación afuera porque rompe con la armonía de la
casa. Siento esta invitación de mi cuerpo y la observo unos instantes. Al
principio no actúo, solo siento. Decido inicialmente quedarme quieto y
aguantarme, pero al hacer esto empiezo a sentir rabia con esa persona por
dañar mi concentración y por su falta de respeto y de buen comportamiento.
Inmediatamente entiendo que debo moverme a la acción: bajo las escaleras
y le pido amablemente que continúe con la conversación afuera. Ella me mira
algo apenada y se retira afuera a seguir su discusión. Reviso nuevamente mi
cuerpo y noto que esa emoción ya no está. Reviso y me doy cuenta de que
no siento culpa (la energía que me muestra si actué con amor y justicia). Así
“trabaja” un ser despierto con las emociones: se aprovecha de ellas para
actuar, para su auto-desarrollo, aprendizaje y evolución. Unas veces las
emociones nos muestran que aún hay aspectos que debemos desarrollar y
otras veces, como en este caso, nos muestran aspectos ya desarrollados
(tuve el poder de ir y poner límites amablemente, sin pena y sin temor).

De cualquier forma, las emociones son energías maestras que nos permiten
hacer una auto-evaluación de nuestro proceso de desarrollo sin la
intromisión de la mente, sin juicio. Nos brindan una información pura,
segura y certera. Las emociones siempre hablan la verdad, nuestra verdad,
solo que habíamos olvidado escucharlas y aprender de ellas, pero ahora
conscientemente les devolvemos su propósito sagrado y su ofrenda en
maestría.

En la práctica funciona así: una vez que llega una emoción debemos entablar
comunicación oral audible con ella: “hola emoción, gracias por estar aquí.
¿Qué me viniste a enseñar hoy?, ¿qué me quieres mostrar?

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Lo importante con las emociones es permitirles fluir de manera sabia: sin


contenerlas, pero sin darles rienda suelta. Queremos la semilla de
consciencia, el regalo de sabiduría que nos brinda y no la emoción como tal.
Es decir, dejamos fluir la energía (la emoción), pero nos quedamos con el
aprendizaje. Podemos decir, por ejemplo, “miedo, entrégame la semilla de
consciencia, lo que me viniste a enseñar y vete ya”. “Gracias miedo, te libero”.
O, por ejemplo, si tenemos mucho miedo entonces podemos hablar con él y
pedirle: “miedo, gracias, te puedes quedar, sé que vienes a enseñarme algo,
pero deseo que bajes tu intensidad a lo mínimo posible. No deseo que te
vayas sin darme tu enseñanza, sin compartirme tu sabiduría, pero si te vas
a quedar es bajo mis condiciones.”

Las emociones “negativas” son como una serpiente arisca, con ganas de
morder y envenenar. Por eso debemos amansarlas y suavizarlas, tal cual un
encantador de serpientes, que las embruja con el sonido de su flauta. Uno
de los trabajos de un sanador es el de ayudar a encantar las emociones y
“amansarlas” para que al bajar su intensidad puedan ser reconocidas con
“mente fría” por el paciente. En mis terapias, las emociones las amanso con
el sonido de la flauta, simulando el poder del encantador de serpientes. Las
emociones no nos permiten pensar, solo sentir. Es como si nos hiciéramos
uno con ellas en su momento más intenso, pero si logramos suavizarlas
entonces entramos en un lugar privilegiado en donde nos podemos
distanciar de ellas, reconocerlas y comprender lo que nos muestran. Es la
diferencia entre “ser el miedo”, “experimentar el miedo” y “observar el
miedo”.

La técnica por excelencia para depurar las emociones y “amansarlas” es la


respiración. Así nos lo recuerdan desde tiempos ancestrales los yoguis de la
india, cuando nos enseñan pranayama. Prana significa aire, respiración,
fuerza vital, energía; lama significa control. Aiama significa estirar,
extender. Así, interpretamos que la respiración es la que mueve la energía

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o que la energía se mueve a través de la respiración. Podemos entonces,


recoger las emociones “negativas” (que son energía) con nuestra inhalación
y luego soltarlas con nuestra exhalación6.

Las emociones, decía el maestro Jesús7, son semillas de consciencia:


maestras que vienen a enseñarnos algo, a hacer que reconozcamos algo, a
invitarnos a transformarnos, cambiar, empoderarnos y especialmente a que
RECONOZCAMOS algo que tenemos pendiente por resolver o desarrollar.
Son, en palabras de Juan Antonio Reig (escuela mito), la energía que nos falta
para poder resolver el proceso, ese impulso final que nos permite llevar a
cabo, actuar, movernos al cambio y la transformación.

6.1 El miedo

La emoción que llamamos miedo, por ejemplo, nos ayuda a mantenernos


alejados del peligro: es parte heredada de nuestros antepasados, del instinto
de supervivencia y protección de la vida. El miedo es frio, hielo, parálisis. Por
ejemplo, vemos el león en la distancia y el miedo nos avisa del peligro
inminente y nos hace regresar a un lugar seguro. Pero, desde otra
perspectiva, el miedo es también una invitación a empoderarnos y a
desarrollar un poder que tenemos pero que aún no hemos reconocido. En
nuestra sociedad actual hay pocas situaciones reales de peligro que atenten
contra nuestras vidas, pero aún así seguimos llenos de “miedos”. Estos
“miedos”, entre comillas, ya no son reales (lógicos) sino que son invitaciones
a asumir un poder, son pruebas irrefutables de un aspecto nuestro que poco
hemos desarrollado.

6 El complejo de romeo y Julieta. Cesar Augusto Hernández.


7 información recibida a través del canal Juan Carlos Castiblanco – tiempo de ser

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En mi caso, por ejemplo, crecí con miedo a dormir en la oscuridad y desde


muy niño no podía quedarme solo en un cuarto oscuro. Era tal mi miedo que
para ir por un vaso de agua a la cocina debía ir prendiendo luces durante
todo el recorrido y al regreso irlas apagando corriendo de un interruptor al
siguiente hasta llegar nuevamente a la “protección” de mi cuarto (mi mamá
gozaba desde su cuarto y se reía con mi carrera de relevos vespertina).
Utilizando técnicas de liberación emocional o EFT (por sus siglas en inglés)
descubrí, mucho tiempo después (ya de unos 28 años), el origen de ese
miedo: luego de una discusión entre mis padres, mi mamá decidió que al
siguiente día se iba de la casa y yo me iba con ella. Esa noche durmió
conmigo en mi cuarto y me dijo que al otro día nos íbamos de la casa y que
“así fuera a vivir debajo de un puente”, pero que nos íbamos. Finalmente, al
día siguiente, mis padres lograron conciliar sus diferencias y logré
“salvarme” de la experiencia del puente, pero ya había quedado grabado en
mí el miedo a la oscuridad y a dormir en la oscuridad. Tiempo después
comprendí que ese miedo no era a la oscuridad sino a lo desconocido y al
“qué va a pasar”, al no poder controlar: miedo al futuro.
Una vez reconocido el verdadero origen del miedo, entonces lo primero fue
llamar a mi mamá y decirle como acto de sanación que había recordado eso
(esta situación había sido olvidada en algún lugar de mi memoria) y que la
perdonaba, y lo segundo fue el proceso (unos años después) de reflexión de
lo que esta situación me mostraba de mí mismo. Comprendí, a través de la
recapitulación, que en esta existencia había venido a empoderarme y a
conectar con la seguridad y el sentido de protección y que mi mamá
únicamente me estaba recordando esto como diciendo “mira te quito la
seguridad y la protección del hogar y del padre para que te des cuenta de
donde has puesto tu la seguridad y la protección”. Entendí que la seguridad
y la protección no debe ser puesta afuera en alguien o algo sino que es algo
que se debe cultivar y desarrollar adentro, que yo debo ser quien me protege
y quien me da la seguridad. Le agradecí a mi mamá por haber propiciado el

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aprendizaje y desde ese día pude dormir con las luces apagadas sin miedo
a lo que pueda traer un nuevo día.

No obstante, aunque ya podía dormir tranquilamente con la luz apagada,


podía notar que algún resto de ese miedo seguía presente en mí. Esta
sensación se hacía palpable cuando, en la noche, pasaba cerca de un cuarto
oscuro de nuestra casa de campo. Me propuse entonces que un día iba a
entrar a ese lugar sin prender las luces y que iba a enfrentar ese miedo
completamente. La oportunidad no tardó en llegar y tras varios intentos
fallidos de ingresar al lugar, un día finalmente me decidí a hacerlo. Abrí la
puerta y, sin pensarlo, empecé a caminar hacia el cuarto más oscuro del
lugar. Me senté en un sofá y empecé a cantar (del susto), luego me quedé en
silencio, observé la habitación y su tenebrosa penumbra y dije en voz alta:
“miedo, sé que estás ahí pero no creo en ti, ¿qué me viniste a mostrar hoy?,
¿qué me quieres enseñar?, muéstrate, estoy dispuesto a verte a la cara, ya
no estés más a mis espaldas, ya no te escondas más, yo elijo verte y
reconocerte”. Intuitivamente comencé a respirar profundo y a soltar todo el
aire, quedándome completamente vacío hasta que mi cuerpo naturalmente
me hacía llenar nuevamente los pulmones. Esta respiración a 4 tiempos me
permitió comprender el ritmo de la vida y, sobre todo, el propósito de la
muerte: llenarse, retener, vaciarse, retener. Me di cuenta de que no podía
inhalar eternamente, ni retener eternamente y mucho menos vaciarme
eternamente. Todo tenía un ritmo perfecto: tiempo de acción, tiempo de
suspensión y tiempo de pausa. El ciclo eterno de la vida, o lo que llamamos
la vida eterna, iba siendo revelado como chispazos de consciencia brotando
de mi interior. La vida y la muerte conviviendo de la mano. Inhalar (nacer),
sostener (crecer), vaciar (morir). Nacer y morir, morir y nacer, el ciclo que
permite la vida eterna.
Y ahí, en ese momento de claridad, en medio de tantas sombras, sentí el
poder que solo puede dar el enfrentar al miedo. La noche y sus enigmas se
revelaban para mí de manera clara y contundente: en la oscuridad es donde

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puedes reconocer la luz, la noche es la casa de la luz, cierra los ojos, ve


adentro a tu propia noche, sal del olvido de tu origen divino, emprende el
camino del auto-desarrollo y la evolución consciente que te permita
manifestar todo tu potencial divino.

La oscuridad, es, pues, el olvido de la luz. La sombra de la humanidad es, en


esencia, el olvido de nuestro origen divino y del propósito sagrado de
nuestra existencia: evolucionar y desarrollar todo nuestro potencial divino.

El miedo en su versión pura, es decir, sin interpretación mental o sin


“películas mentales”, es una sensación muy molesta en la parte baja de la
espalda a nivel de los riñones, es parecida al dolor pero no es precisamente
dolor, es más como una tensión o una presión incómoda. En cambio, en su
versión cinematográfica, producida magistralmente por la mente, el miedo
se transforma en ansiedad, nerviosismo, pánico, angustia, delirio y falta de
poder.

Es la interpretación de la mente la que hace del miedo un monstro horrible


y es, por lo tanto, la re-interpretación de esa misma mente la que lo
transforma en un aliado y un maestro del propio poder. Una vez que mi
mente entendió desde la experiencia que nada grave sucedió en ese cuarto
oscuro, dejó de interpretar la oscuridad como algo negativo y empezó a
entenderla como una oportunidad de conexión interna y de encuentro con
la sabiduría y la luz. La misma mente, el mismo miedo, pero interpretaciones
distintas permitieron la sanación y el empoderamiento. Ya Paracelso nos
ilustraba este principio en su enunciado (principio de la homeopatía) de: “lo
similar cura lo similar”. O en palabras del iniciado argentino José Luis Parice:
“del laberinto se sale por donde se entró”.

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El miedo es pues una invitación a asumir un poder, es un entrenador en el


arte de empoderarnos. Ahora podemos decir que “miedo es poder en
potencia”.

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6.2 La ira

La emoción que llamamos ira (rabia, enojo) nos permite poner límites, decir
“basta” y decir NO, ayudándonos a preservar nuestra integridad, nuestro
valor y a “no dejar que pasen por encima de”. Cuando una situación o alguien
quiere “aprovecharse de” o “pasar por encima de”, entonces viene la ira y nos
da la señal de que ciertos límites, principios o valores están siendo
traspasados y no lo debemos permitir. Es una emoción que nos avisa cuando
algo está intentando abusarnos, transgredirnos o dañarnos y nos invita a
poner límites sanos a tiempo. Cuando no logramos poner esos límites a
través de la comunicación, entonces esa ira se convierte en enojo, rabia,
impotencia o frustración. La ira es en esencia una invitación al AMOR PROPIO.
Es precisamente desde la falta de amor propio que permitimos que otro
abuse, dañe, moleste o vulnere nuestro ser.

Es una energía de fuego, ataque, reacción, acción (es ir-a movimiento).

Si, en el caso del miedo, la inclinación inicial es pasiva y a quedarnos


paralizados (o como decimos “muerto de miedo”), con la ira la inclinación es
a la acción, el ataque o la reacción repentina y violenta (ataque de ira). Son
de alguna manera dos emociones contrarias: una pasiva (el miedo) y la otra
activa (la ira). Bien es sabido por todos que podemos llegar a actuar “cegados
por la ira” y no medimos las consecuencias de nuestros actos en un momento
de gran enojo o rabia. Es, pues, una emoción que temporalmente retira
nuestros límites. Por esta razón debemos aprender a “gestionar” la ira, ya
que las consecuencias de no hacerlo pueden llegar a ser poco agradables.

Es difícil deshacerse del miedo, pero es fácil deshacernos de la ira. Decimos


“deshacernos” en el sentido de bajar la intensidad de la emoción (depurar) a
un nivel perceptible pero “aguantable”, en donde dejo de estar siendo

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controlado por la emoción y puedo pasar a gestionar esa energía


conscientemente. Para lograr depurar la ira lo único que debemos hacer es
canalizar ese impulso de ataque con inteligencia. Por ejemplo, tomar un vaso
de agua (para bajar el fuego), caminar o correr, darle golpes a una almohada
diciendo insultos (en privado por supuesto), romper o quebrar algún plato
viejo, lanzar insultos y groserías al aire (nuevamente en privado), gritar
fuerte, quejarnos, reclamar en voz alta (en soledad o con algún constelador)
y cualquier acto inteligente, sabio y sano que se nos ocurra para poder
canalizar esa explosión repentina de fuego. Un grito sentido a tiempo nos
puede librar de cometer un acto desagradable y de sus consecuencias en
nuestras vidas y en las vidas de otros.

Mientras como colectivo no sea “bien visto” o permitido expresar las


emociones y canalizarlas inteligentemente en público, debemos hacerlo en
privado. Llegará el momento en que la humanidad tenga suficiente
consciencia para aceptar como normal que alguien dé un grito fuerte en un
momento de rabia para depurar su enojo. Es más, podríamos llegar hasta
agradecerle a la persona que lo haga porque entendemos que lo está
haciendo para evitar una reacción violenta o que cause daño al otro. Pero,
como no estamos en esa consciencia, entonces hagámoslo en privado.

No siempre logramos bajar las emociones o gestionarlas sabiamente cuando


explotan en nuestro interior, pero podemos proponernos que la mayor parte
del tiempo sí lo hagamos. El sentido de la experiencia humana es siempre
fluir con la vida. Entonces no se trata de controlar todo el tiempo las
emociones, ya que hay momentos cuando nos debemos dejar mover por
ellas y dejarlas actuar en nosotros. Pero siempre que logremos hacerlo a
nuestra voluntad, estaremos empoderados y seremos dueños de estas
energías. Cuando nos sucede que nos dejamos llevar por las emociones, no
es para sentirnos culpables o que fallamos, sino para que comprendamos
que todavía hay aspectos por mejorar en cuanto a hacernos maestros de

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nuestras emociones. Cuando lo logramos hacer conscientemente, entonces


podemos reconocer la maestría alcanzada, y cuando no lo logramos
sentimos culpa (la energía que nos permite revisar lo que nos falta para
lograr nuestro objetivo). Así, nos damos cuenta de los aspectos aún por
mejorar para reflexionar y tomar correctivos (cambiar). Por eso decimos que
nadie nació maestro, o como dice el abuelo Víctor Martínez de chorrera
amazonas, “nadie nació sabio en este mundo”. Si hoy descargué mi rabia con
mi esposa, por ejemplo, en la noche reviso lo sucedido y le pido a esa
emoción que me muestre lo que me viene a enseñar o a mostrar. Por
ejemplo, puedo reconocer que realmente la rabia no era con mi esposa sino
con un amigo que me debe un dinero y no me ha querido pagar. Entonces
me propongo al otro día hablar con mi esposa, pedirle disculpas y explicarle
que la rabia es porque no me han pagado un dinero y no con ella. Luego
tomo las medidas necesarias para reclamar el dinero que me corresponde
de mi amigo: hablo con él, pongo un abogado para embargarlo o hago algo
que me permita cobrar lo que es mío. En el caso de que al día siguiente
vuelva a descargar mi rabia hacia mi pareja, entonces vuelvo en la noche a
la misma reflexión, y así hasta que logre mi objetivo de gestionar las
emociones conscientemente. Es como un jugador de tenis: ni el mejor
jugador del mundo va a meter todas las bolas, ni va a ganar todos los puntos,
ni todos los partidos. Pero sí puede ir corrigendo su juego en la marcha (la
vida). Si está dejando las bolas en la malla constantemente, entonces
empieza a levantar un poco la pelota hasta que sean menos las que deja en
la malla que las que pasan. No es que ya no va a dejar más bolas en la malla,
es que van a ser menos de las que estaba dejando antes de darse cuenta de
la falla.

El otro día me chocó el carro una moto por descuido. Mi primera reacción al
sentir el golpe fue de ira y dije “este pendejo!”. Luego me bajé del carro
impulsado por esa ira, pero mientras iba caminando hacia el motociclista
pude observar la emoción, adueñándome de ella. Entonces, inmediatamente

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mi actitud de reclamo se transformó en querer saber si estaba bien. Llegué


donde él y le pregunté “¿está bien?”. Luego miramos el carro y no se veía que
había algún daño. Entonces le dije -dándole palmaditas en el hombro- esto
le sirve para que ponga más cuidado y se evite un accidente grave. Me dio
las gracias y cada uno continuó su camino.

6.3 La tristeza

La tristeza se manifiesta normalmente a través del llanto. Es un movimiento


de aguas internas. Las lágrimas son su manifestación física. Los lugares del
cuerpo donde que se asienta esta emoción son el pulmón y el corazón. Es la
emoción que los seres que ya han logrado trascender buena parte de sus
miedos y su ira reprimida comienzan a transmutar. Es el trabajo por
excelencia de los seres que están empezando a entrar en el corazón, la
vibración del cuarto chakra o centro del amor crístico.

La tristeza es desaliento, pérdida, dolor y pena. Decimos que alguien se


“encerró a llorar”. Es una emoción que nos lleva adentro. Es un sentimiento
de desesperanza, de dolor profundo, pero es un dolor que no es físico, sino
“espiritual”. Es un corazón roto, es una ilusión destrozada, una pérdida del
sentido de la existencia y el propósito de la vida. La tristeza nos sumerge en
un abismo insondable: la vasta profundidad de nuestro mundo interior. Es
una energía tan fuerte y poderosa que inmediatamente es canalizada en
llanto, la defensa del corazón ante la desilusión y el deseo de abandonar
este mundo.

En nuestra sociedad hay dos grandes disparadores de esta emoción: la


muerte y el desamor. Lloramos la partida de este mundo de un ser querido
y la ruptura con un ser amado. La muerte de alguien cercano nos recuerda

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nuestro encuentro ineludible con nuestra propia muerte. En este sentido, la


tristeza es una falta de entendimiento y comprensión de la creación y sus
ciclos de nacimiento, desarrollo y muerte. La pérdida de algo a lo que
estábamos aferrados nos entristece.

Un amigo escritor al que le pregunté sobre su definición de la tristeza me


compartió, ante su incapacidad de dar una respuesta propia, este poema que
Jorge Luis Borges escribió en 1964 luego de que se enterara que la mujer
que amaba iba a casarse con otro hombre:

“Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.


Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.


Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)


sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.


Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.

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Hay tantas otras cosas en el mundo;


un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una


oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste


y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,


esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.”

En la mañana me senté a escribir sobre esta emoción y comprendí la


profundidad y la dificultad para definir y dar luz sobre ella. La misma
etimología de la palabra es confusa y no da claridad.
En las horas de la noche me decidí a intentar escribir algunas líneas, pero
antes de hacerlo mi esposa me pide que lea algo que una mamá había
publicado en instagram. Su historia es a la vez triste y esperanzadora: desde
los dos meses de embarazo le diagnosticaron a la bebe una enfermedad
cardiaca que le auguraba poca esperanza de vida (unos dos o tres años a lo
mucho). En la publicación, tras la muerte de la niña (de tres años), ella estaba
compartiendo un mensaje de esperanza: quería compartirnos que en el
embarazo siempre que se preocupaban por la afección de la niña aparecían
montones y montones de mariposas a su alrededor, que ellos interpretaban
como Dios recordándoles que todo estaba dentro del plan divino y de su
amor incondicional. La mamá quería compartirnos que en el mismo

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momento de la despedida, en la misa, una mariposa se posó en su hombro


cuando ella estaba dirigiéndole unas palabras y que en un momento de
desesperación grande de su esposo, una mariposa posada en una Virgen
María en su casa, le había hecho reír de alegría. Decía que la niña siempre la
quería acompañar en su oficio de maquilladora, que esa misma mariposa de
la virgen logró encontrar el camino hacia su cuarto de maquillaje
esperándola inmóvil sobre su mesa de trabajo. Todo esto la llenaba de
esperanza: su niña no estaba muerta, estaba viva y acompañándolos
siempre. Sentía una fuerza renovada y un deseo de comunicar a sus
amistades que los querían y los amaban profundamente.

Mientras leía la publicación, un manantial de lágrimas empezó a fluir por mis


ojos, la tristeza había surgido en mí. Comprendí que era la preparación para
la escritura y eso hizo que mi deseo de escribir venciera las ganas de
quedarme en cama. Me senté frente al computador y casi instantáneamente
una mariposa desciende y se posa sobre mi nariz. Asombrado llamé a mi
esposa para que viera lo que estaba pasando (de lo contrario no me creería).
Cuando ella llegó a mi lado, la mariposa salió volando y se posó sobre ella.
Luego flotó en derredor nuestro sin la más mínima muestra de miedo. La
tomé entre mis manos y me dispuse a liberarla llevándola al jardín. Una vez
en el jardín, ella se acomodó en mi brazo izquierdo y se quedó allí a pesar
de que yo lo agitaba vigorosamente. Solo podía reírme y agitar aún más mi
brazo para mostrarle a mi compañera que no se iba. Decidí entonces
sentarme pidiéndole que me revelara lo que su presencia quería enseñarme.
Esta fue la interpretación que yo hice de su mensaje:

La mariposa es la maestra del cambio y la transformación. Nos enseña a


tener esperanza. Nos dice, con el ejemplo, que siempre los cambios son para
mejorar y acceder a un nivel superior de desarrollo, evolución y consciencia.
Que la transformación de oruga a mariposa requiere de un soltarlo todo, de

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una introspección profunda y una muerte simbólica. Es un acto de fe


verdadera en un nuevo amanecer, en una resurrección (la cura de la muerte).

La cura de la tristeza es la ESPERANZA, no la alegría. La alegría es un bálsamo


temporal, permite sobrellevar la tristeza, pero no la cura. La esperanza, en
cambio, es la certeza de que todo cambio es para mejorar, para mayor
desarrollo, evolución y consciencia. La expectativa de un cielo o paraíso
después de la muerte, por ejemplo, le permite a un católico aceptar uno de
los mayores cambios que un ser humano puede llegar a experimentar y lo
libera del desconsuelo de ese destino ineludible. Lo mismo para un budista:
la idea de la reencarnación y la posibilidad de miles y miles de vidas en este
plano terrenal le liberan de la preocupación por lo efímero de la vida y el
encuentro inevitable con la muerte. Como dice la canción (tal vez compuesta
por algún seguidor de buda): “tantas veces me mataron, tantas veces me
morí, sin embargo estoy aquí resucitando…”

La tristeza es, pues, el duelo ante al cambio y la transformación, es la


emoción que surge cuando pasamos de un estado al que estábamos
apegados a otro estado desconocido o que creemos inferior, malo o peor.
Es ese dolor profundo ante la pérdida, es la resistencia al cambio y la
transformación (el apego), es la creencia de que todo cambio es para
desmejorar y empeorar. Pero, en su sentido sagrado, la tristeza es la antesala
de la esperanza: la certeza de la luz al final de túnel, del amanecer que
sucede a la noche, el regalo de un nuevo día, es la alegría de un nacimiento
y la calma que viene luego de la tormenta.

Si la tristeza es la pérdida del gusto por la vida, la esperanza es la sal que


devuelve y realza el sabor de la vida. Un llanto es una tormenta interior que
tras su paso nos devuelve la calma y nos recuerda: “Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar. Pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”,
no importa que es lo que te entristece, siempre te puedes cal-mar y en esa

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calma encontrar esa luz verde ESPERANZA al final del túnel. Y más allá del
túnel un nuevo amanecer te espera, un motivo más elevado por el cual vivir,
amar, existir y gozar la vida.

De niño veía documentales sobre la naturaleza, sus animales, plantas,


minerales y todas sus maravillas. Ya para este tiempo las consecuencias de
la revolución industrial y la explotación desmedida de los recursos naturales
eran innegables. Los documentales sobre la belleza de este mundo natural,
solían terminar alertando acerca de la destrucción acelerada de la madre
tierra. Esto me dejaba triste y desconsolado: me dolía profundamente que
los seres humanos estuviéramos acabando con este hermoso planeta, con
nuestra gran madre que es nuestra casa y nuestro hogar en esta experiencia
humana. Decidí no volver a ver dichos documentales, porque, aunque buena
parte mostraban el estado puro de la naturaleza, al final sus mensajes de
consciencia me causaban mucho sufrimiento. Ahí sí como dice el dicho: “ojos
que no ven, corazón que no siente”. Sin embargo, hoy agradezco a la
mariposa por su ofrenda amorosa y por recordarme que en esta
transformación que está viviendo la tierra hay un mensaje de esperanza: este
es el paso de oruga a mariposa de la tierra y de la humanidad, el túnel que
conduce hacia la nueva era del amor, de la hermandad y de la paz. Pero, para
esa transformación hay un rito de paso, un pagamento dirían los indígenas
de la Sierra Nevada de Santa Marta: un soltar lo que fue, una muerte
simbólica y una resurrección a un estado más elevado. Lo que estamos
creando en la tierra indefectiblemente nos va a llevar a esa introspección
profunda, a volver a conectar con nuestro origen divino y desde ahí, desde
las cenizas, como el ave fénix, desplegar toda nuestra belleza olvidada y
perdida en el afán de sobrevivir, de tener y poseer.

Gracias elemental mariposa, por recordarme que como humanidad nos


creemos todavía “orugas” y que nuestro destino es resucitar como los seres
divinos que somos: imagen y semejanza de la luz. Pero este es un destino

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que vamos a encarnar en vida, ya no vamos a necesitar a la hermosa muerte


para que nos retorne hacia la divinidad, nosotros lo vamos a lograr en vida:
“en vida, hermano, en vida”.

Ahora, al leer nuevamente las palabras de Borges, comprendo.

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7 La recapitulación.

Ya vimos cómo gestionar las emociones de manera consciente para servirnos


de ellas como maestras y ayudantes en nuestro proceso de auto-
conocimiento, desarrollo y evolución. ¿Pero qué podemos hacer con las
emociones experimentadas en nuestro pasado que no vivimos
conscientemente? La respuesta a esta pregunta es la técnica de la
recapitulación. La herramienta por excelencia del ser humano que se ha
conciliado con su presente y que se dispone a sanar su pasado.

La recapitulación es una técnica muy mencionada en el ámbito de la sanación


y la espiritualidad, especialmente en las culturas indígenas ancestrales. El
origen de la palabra nos acerca al proceso en el que se desarrolla la técnica:
RE = volver a pasar – Caput (cabeza) – ar (verbo). Es decir, recapitular es
“volver a pasar por la cabeza”. Algunos más bien dirían que es “volver a pasar
por el corazón”. En realidad son ambas cosas: recordar (pasar por la cabeza),
revivir (pasar por el corazón - sentir), resignificar (depurar, dar sentido y
valor) y recrear (contarnos una nueva historia usando nuestra imaginación
creativa).

Para recrear nos valemos de nuestra capacidad imaginativa o lo que se


denomina “imaginación creativa”. Esta capacidad imaginativa la usamos con
frecuencia desde lo negativo: lo que puede llegar a pasar si se cae el avión
en que vamos a viajar, el accidente que pudo haber sido si no hubiéramos
frenado a tiempo el auto…
Así como nos podemos imaginar estas situaciones negativas también lo
podemos hacer con situaciones positivas y para contarnos nuevas historias
de lo sucedido.

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Cualquiera puede experimentar emociones reales en el presente,


simplemente a través de traer a su mente algún recuerdo cargado de
emoción. Por ejemplo, el recuerdo del primer amor nos puede hacer sentir
placer, alegría o nostalgia. Recordar algún momento difícil en nuestras vidas
nos puede hacer experimentar tristeza, rabia o miedo. Alguien con miedo a
volar en un avión puede llegar a sentir y experimentar terror, sudoración y
falta de la respiración con solo imaginarse que está en un avión en pleno
vuelo. Igualmente, podemos comprender la conexión que existe entre la
mente y el cuerpo: vemos caer a alguien en un programa de televisión y
sentimos sensaciones en nuestro cuerpo al momento del golpe, a sabiendas
de que eso que estamos viendo puede no ser real y, lo más impactante, no
nos sucedió a nosotros.

Esta conexión entre la mente y las emociones es lo que utiliza la técnica de


recapitulación para volver a pasar por la cabeza y el corazón las experiencias
que dejaron huella en nuestra vida.

Siempre digo a mis pacientes que el pasado no se puede cambiar pero si se


puede cambiar la forma en que veo ese pasado y la manera en que me afecta
en el presente. Esto es lo mismo que decir que no puedo cambiar lo sucedido
(lo que pasó), pero sí puedo cambiar la energía de ese pasado. Esto es así
en la fase inicial de la recapitulación, ya que una vez que me he reconciliado
con alguna situación pasada y he depurado la energía (la emoción), entonces
sí puedo entrar a resignificar o incluso a contar una nueva historia de lo
sucedido. Esta nueva historia solo es para mí, nadie más la tiene que creer o
reconocer como “la verdad” o la “realidad”. Esta nueva historia puede ser la
más bonita, la que más me da paz, alegría, felicidad, tranquilidad.

La depuración de las emociones a través de la respiración es el mecanismo


que permite decantar y procesar la energía “negativa” que se generó en ese
pasado y que se reprimió o no se experimentó conscientemente. Como ya

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habíamos mencionado, simplemente se va recordando y se revive la


emoción, se recoge esa “energía negativa” con la respiración, inhalando
profundamente, inflando el estómago con poder y con fuerza, y se exhala
por la boca soltando esa “energía negativa” también con poder y con fuerza.
De esta manera vamos sacando y soltando la energía de nuestro sistema y
vamos logrando deshacernos de la emoción.

Creer y tener fe en este proceso tan simple de soltar o sacar las emociones
con la respiración es difícil para el ego y la razón, pero en la práctica funciona
a la perfección. Así que solo debemos seguir la máxima de “no me crea,
experimente” para reconocer el servicio y el poder sanador de esta técnica.

Para dar un ejemplo, retomemos el caso de mi mamá cuando me dijo que


nos íbamos a vivir debajo de un puente. El proceso entonces se inicia
acostado en posición boca arriba y con los ojos cerrados. Puedo poner una
música relajante para estar más enfocado y evitar distracciones. Empiezo a
recordar la situación y siento miedo cuando mis papás están discutiendo,
entonces lo que hago es simplemente recoger ese miedo con la inhalación y
soltarlo con la exhalación, lo hago tantas veces como sienta necesario, o al
menos tres veces. Puedo visualizar que exhalo luz violeta (transmutadora).
En la última exhalación me imagino que suelto todo el miedo. Continúo
recordando y paso a la escena cuando estoy acostado en la cama con mi
mamá y me dice que mañana nos vamos de la casa. Experimento miedo y
tristeza, entonces nuevamente recojo esa energía con la respiración y la
suelto con la exhalación hasta imaginarme que la sacó completamente. Una
vez depuradas las emociones entonces perdono a mi mamá visualizándola y
diciéndole que la perdono y que entiendo que es parte de los aprendizajes
que elegí en esta vida, incluso le agradezco porque esta experiencia me hizo
consciente de mi falta de poder y seguridad. Puedo también imaginarme que
estoy ahí con ese niño, es decir, estoy yo de 38 años y el niño de 8. Le
empiezo a explicar que realmente al otro día no nos fuimos de casa, que

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todo se normalizó, que no es necesario que sienta miedo ni tristeza. Le digo


que duerma tranquilo y que ahora ya he trabajado en mi poder personal y
mi seguridad, que vea cómo nos ha servido esa experiencia. Lo abrazo y le
digo: ya estoy contigo, ya estás conmigo. Veo cómo ese niño sonríe, se
siente seguro, confiado. Visualizo cómo se va convirtiendo en energía
mientras lo abrazo y lo voy respirando, integrándolo en mi corazón. Cada
vez que inhalo entro parte de su energía en mí, exhalando suave y lento,
hasta que ya no queda nada de él, solo estoy yo con mi edad actual. Una vez
que hago todo esto, puedo volver a contar la historia de otra manera, puedo
recrear la situación en mi mente usando la imaginación creativa: veo que mi
papá y mi mamá están discutiendo y luego se sientan a dialogar y a resolver
su conflicto. Mi papá le pide perdón por el daño que le ha causado y mi
mamá lo perdona sinceramente. Se abrazan y se besan y se van a dormir
juntos. Yo me voy feliz y dichoso a dormir a mi cuarto y al siguiente día me
despierto alegre y me voy para el colegio.

En adelante en mi vida esta última historia es la que sostengo como mi


verdad y mi realidad. Así funciona la recapitulación. Puedo hacer parte de
este proceso o todo completo, según sienta qué es necesario. También
puedo hacer una parte inicialmente y luego en otro momento hacer los pasos
siguientes. Lo que no puedo hacer es resignificar o contar una nueva historia
sin depurar las emociones y sin perdonar o agradecer, ya que son estos
procesos los que me habilitan y me permiten la creación de la mente nueva,
de la nueva verdad o realidad.

Este proceso de contar la nueva historia era lo que Jesús enseñaba como
“arrepentimiento” o Metanoia. Una vez que me he arrepentido (depurado,
soltado, reconocido, perdonado, agradecido, comprendido, valorado)
entonces puedo corregir lo sucedido a mi antojo y conveniencia. Por eso él
decía “arrepiéntete y vete en paz…”. Es decir, una vez que nos hemos dado
cuenta de la falla o el “error” y hemos tomado consciencia, ya no es necesario

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que ese “error” esté más en nuestra vida, en nuestra historia, porque ya ha
ofrendado su semilla de consciencia y ha cumplido su propósito sagrado de
brindarnos un aprendizaje para nuestro desarrollo y evolución.

No siempre contarnos una nueva historia bonita nos da paz y tranquilidad.


A veces la mente necesita entender que lo sucedido fue lo mejor posible. En
este caso, en vez de contarnos una historia mejorada nos podemos contar
un posible desenlace terrible, logrando que la mente se concilie con lo
sucedido. En el año 2008, la bolsa de valores de Colombia sufrió una caída
en los precios de las acciones de más del 50% en solo una semana. Esto
representó un duro golpe para mi economía llevándome casi al borde la
quiebra. Me pasé años recreando en mi mente que días antes del desplome
vendía todas mis acciones y que luego del descenso aprovechaba para
comprar barato y obtenía grandes utilidades. Incluso imaginaba que tomaba
dinero prestado y lo invertía para generar aún mayores ganancias. Esta
situación era algo que se estaba volviendo recurrente y era como una especie
de “masturbación mental” que me producía mucho placer, pero luego me
dejaba desdichado y sombrío. Un día pude reconocer que no lograba aceptar
lo sucedido y que mi mente pensaba que lo mejor era no haber perdido todo
ese dinero, que de esa manera estaría más feliz y sobre todo más seguro.
Entonces se me ocurrió contarle a mi mente una historia diferente: la peor.
Empecé a visualizar que efectivamente vendía mis acciones antes de la caída
de los precios y que luego tomaba dinero prestado y compraba acciones
baratas (hasta aquí mi mente estaba feliz, en “su salsa”, como decimos). Sin
embargo, en esta ocasión lo que sucedió no fue que los precios volvieron a
subir (como imaginaba antes) sino que bajaron aún más, llevándome a la
quiebra absoluta e incluso a quedar debiendo dinero que no tenía. Es decir,
ni siquiera quedaba en ceros sino en negativo (endeudado). En ese momento
pude observar cómo mi mente empezaba a reconciliarse con lo sucedido,
porque empezaba a comprender que no había sido “tan malo” como ella

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creía. Que finalmente había sido hasta bueno, había estado de buenas, había
contado con suerte.

Nuestra mente normalmente tiene una inclinación a imaginar que siempre


las cosas pudieron ser mejores, que si hubiéramos hecho esto o dejado de
hacer aquello todo habría salido a las mil maravillas. Pero, al mostrarle que
pudo ser peor, empieza a tener herramientas para conciliarse con lo
sucedido y aceptarlo como el mejor escenario posible. Siempre debemos
tratar primero de solucionar por las buenas, desde lo positivo, pero, si no lo
logramos, podemos recurrir al lado negativo y solucionar.

El proceso de recapitulación es entonces el siguiente:


1. Recordar la situación trayéndola a la mente (pasar por la cabeza)
2. Revivir o volver a sentir las emociones que se experimentaron en ese
momento (pasar por el corazón)
3. Depurar la emoción a través de la respiración recogiendo la emoción
con la inhalación inflando el estómago con poder y con fuerza y
soltando también con poder y con fuerza en la exhalación.
4. Resignificar la situación: perdonar, pedir perdón, agradecer, darle valor
a lo sucedido.
5. Recrear la situación: si es nuestro deseo contarnos otra historia
diferente en la que suceden cosas que nos benefician, nos dan paz,
tranquilidad, goce, dicha, placer y felicidad. O si esto no es suficiente,
entonces mostrarle a la mente situaciones peores que las vividas para
que pueda conciliarse y aceptar lo sucedido.

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8. LAS EMOCIONES POSITIVAS NO EXPERIMENTADAS

Hay, al interior de la cosmovisión andina y las enseñanzas de Nicolas


Pauccar8, una verdad que afirma: “el origen de toda enfermedad es una
emoción no experimentada”.

Cuando escuché por primera vez a Nicolas Pauccar hablando sobre la


importancia de sanar o resolver las emociones positivas no experimentadas,
no lograba comprender. Para mí, hasta ese momento las únicas emociones
que estaban en mi radar eran las que llamamos “negativas”, de las cuales
hablamos en los capítulos anteriores y que son las que nos acostumbramos
a reprimir por la cultura o la educación que recibimos en casa. El no haber
experimentado dicha, placer, orgullo, goce o alegría en alguna situación no
encajaba para mí como algo que me pudiera producir o generar un trauma.

Entenderemos mejor con el siguiente ejemplo: una mujer de unos 50 años


llega a mi consultorio con un cáncer de pulmón muy avanzado. Dentro de la
conversación inicial que sostenemos, ella me dice que tiene muy claro el
origen de su enfermedad y que su cáncer tiene nombre propio: “Juan
Ballesteros, ese es mi cáncer”. Su historia es muy interesante. Había estado
casada por un buen tiempo y nunca había podido quedar en embarazo.
Como los doctores le habían dicho que no podía tener hijos, nunca usaba
protección ni algún método de planificación. Sin embargo, a sus 40 años,
luego de separarse, ella se enamora de un hombre con el que establece una
relación y queda en embarazo. El hombre es casado, tiene familia e hijos
pero es responsable y resuelve darle el apellido (en secreto) y asumir toda la
manutención del nuevo hijo. En los 10 años que habían trascurrido, el padre
del niño nunca falló con sus aportes de dinero y sus visitas los fines de
semana. Como la mujer sentía mucha rabia, odio (amor no correspondido o

8 Escuela Kawsay Pacha www.kawsaypacha.com

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reprimido) y rencor porque él no dejó a su familia para irse a vivir con ella y
su hijo, iniciamos un proceso de reclamo, perdonar y pedir perdón para que
pudiera depurar esas emociones negativas contenidas. Ella logró hacer todo
el proceso hasta el punto de arrodillarse ante él, perdonarlo, pedirle perdón
y besarle los pies (un acto ritual para dar por concluida la rabia y el enojo
desde el poder del amor). A los días de haber culminado el proceso, ella se
hizo unos exámenes para ver el grado de desarrollo del cáncer y recibió la
buena noticia de que había disminuido su tamaño en casi la mitad, aun
cuando los médicos no le daban ninguna esperanza de que esto fuera
posible. Sin embargo, si recordamos que toda enfermedad es una emoción
no experimentada, la expectativa era que una vez sanada la rabia y
trascendido el rencor y el odio desapareciera el cáncer o la mayor parte de
este.

¿Entonces, por qué no se sanó completamente? La respuesta es por las


emociones positivas no experimentadas. Lo que ella realmente soñaba y
deseaba con todas sus fuerzas era que su amor fuera correspondido y que
él dejara su familia y se fuera a vivir con ella y el bebé. Ella esperaba
experimentar la dicha, el goce, el placer y la alegría de formar un hogar, de
compartir el amor, de ser correspondida, de conquistar su príncipe azul y
educar el fruto de su amor juntos. Quería experimentar vida de pareja, viajes
juntos, vacaciones y todo lo bonito relacionado con la familia y el hogar.
Nada de esto sucedió, todas sus ilusiones se quedaron solo en eso: ilusiones,
falsas expectativas. Así, la mitad de su cáncer era el rencor, la rabia y el odio
y la otra mitad toda la dicha, el goce, el éxtasis que no pudo experimentar
al no ser correspondida en su deseo, en su sueño, en su anhelo.

Para resolver esta otra mitad del cáncer entonces se debe recurrir
nuevamente a la fantasía y la imaginación creativa. Pero esta vez es al
contrario: en vez de sacar las emociones, lo que hay que hacer es
experimentarlas, vivirlas, hacerlas surgir. Una vez experimentadas estas

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emociones de dicha, placer, alegría y goce, ya la sanación está completa y el


cáncer o la enfermedad debe haber cumplido su propósito y función, si es
que este era el verdadero origen. Solo se requiere que la mujer se acueste
cómoda y cierre sus ojos y comience a fantasear e imaginar que el hombre
deja a su familia, que le propone matrimonio de la manera como ella siempre
soñó y deseó, que se van a vivir juntos y forman un hogar, que se van de
vacaciones, que cenan juntos, comparten los mejores momentos, ríen,
gozan, experimentan placer. Para que funcione la sanación, el grado de
imaginación debe ser tal que permita que esas emociones surjan y sean
experimentadas realmente, es decir, la historia es imaginaria, pura fantasía,
pero las emociones son reales, son físicas. Este proceso puede que se logre
en una sola sesión, pero lo más probable es que la mujer deba hacer esto
todos los días hasta que se sienta satisfecha, debe permitirse darle rienda
suelta a su imaginación y satisfacer todas sus fantasías. Podría, incluso,
pedirle al hombre que hagan un teatro donde le proponga matrimonio, se
casen, se besen, es decir, debe hacer lo que sea necesario para sentirse
completamente satisfecha.

Los procesos de sanación son siempre guiados por nuestro ser esencial, por
nuestro maestro interno o la propia divinidad, así que solo se requiere
nuestra disposición y total entrega para que la magia se haga realidad, para
que la curación se dé, para que la liberación y la reconciliación se haga vida
en nosotros. Y recordarnos siempre el ingrediente secreto: constancia e
intento implacable (hacer hasta lograr).

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9. Los chakras: centros de percepción y relación


-los espejos del alma-

La palabra chakra viene del sanscrito y significa “rueda”, y se usa


normalmente para nombrar los siete principales centros energéticos del
cuerpo humano. En los andes peruanos se nombran estos centros
energéticos como “ñawis” (quechua) u “ojos”. Son pues, centros de la
percepción: los ojos del alma. Estos ojos del alma o chakras nos permiten
observar la realidad y experimentarla desde diferentes puntos de vista. Son
como diferentes lentes o filtros por medio de los cuales percibir u observar
la realidad.

Hay suficiente literatura e información en internet y en libros sobre los


chakras, sus funciones, sus colores, notas musicales, propiedades,
cualidades, intimidades, frecuencias, etc, por lo que no es necesario ahondar
en ello en este libro. Sin embargo, es necesario que leamos acerca de ellos
y empecemos a comprenderlos desde la razón, para que desde ahí podamos
empezar a percibirlos en nosotros y comprenderlos desde nuestro sentir e
intuir (Si nunca habías escuchado la palabra chakra, o centro energético,
entonces a leer en internet).

Cuando me encontraba realizando un curso de programación


neurolingüística (pnl) en el año 2012, empecé a escuchar acerca de los
chakras. La foto de rigor nos fue presentada en una diapositiva: un ser
humano sentado en posición de meditación y siete bolitas de colores
recorriendo verticalmente su columna vertebral, iniciando en el coxis y
finalizando en la coronilla: rojo, naranja, amarillo, rosado y/o verde, azul,
violeta y blanco, que corresponden a los colores del arcoíris. “Esos son los
chakras o centros energéticos”, nos dijo el facilitador, quien al no conocer
sino la mera teoría no pudo ahondar en el tema y siguió adelante con su

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presentación. Yo me quedé pensando en eso algunos días porque el tema


me pareció muy interesante y algo dentro de mi quería comprobar que eso
no existía, que eran puros cuentos.

Entonces me animé a ir a un curso de reki (sanación con las manos) donde


explicaban sobre el asunto en profundidad. La profesora de reiki habló sobre
el chakra raíz, el sexual o sacro, el plexo solar, el corazón, el garganta, el
mental o tercer ojo y el corona. Para cada uno explicaba sus funciones,
mecanismos, virtudes, sombras, bloqueos, enfermedades, sabiduría, etc.
Ahí fui comprendiendo un poco más: cada uno de estos centros era un
aspecto a trabajar, a desarrollar como ser humano.

Por ejemplo, en el chakra raíz ella hablaba de seguridad, de abundancia, de


conocer el propósito como seres humanos (lo que nos conecta con la tierra,
a lo que vinimos como humanidad), del riñón, los miedos, el sentirse seguro
y protegido en el cuerpo, en la tierra.

Para el chakra sexual ella hablaba de placer y gusto por la vida, de los
órganos sexuales, del poder para crear y manifestar, de los sueños y deseos,
de la relación con el papá y la mamá y con el padre y la madre internos.

En el chakra plexo solar hablaba sobre las emociones, el miedo, la ira, la


dualidad, la alegría, la confianza, los esquemas de víctima, victimario,
salvador, el drama, el poder o la falta de él.

Para el chakra corazón hablaba de la intuición (corazonada), del amor propio,


de amargura, tristeza, culpa, rencor, el amor incondicional, la consciencia
crística (transparente), la clarisapiencia, los sentimientos y las relaciones.

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En el chakra garganta hablaba sobre la comunicación interna, la misión


personal, la clariaudiencia, el poder en la palabra, la coherencia entre lo que
pienso, siento, digo y hago.

En el centro del tercer ojo o mental hablaba de la razón, el pensamiento, el


ruido mental, las películas mentales, las ilusiones, la imaginación y la
clarividencia.
Y, finalmente, en el chakra corona hablaba acerca de la espiritualidad, la
conexión con lo sutil, con la energía divina, la percepción de ser más allá del
cuerpo o identificación con el cuerpo, lo celestial, la sabiduría y la conexión
con otros planos, esferas, dimensiones y realidades.

Empecé a comprender que más allá de la mística o del esoterismo, estos


centros tenían una aplicación práctica y real en mi proceso de evolución y
me permitían enfocar mi atención en cosas específicas que podía analizar
cómo estaban en mi vida y si debía resolverlas o sanarlas. Así, me dejé de
preocupar por ver con mis propios ojos estos chakras y simplemente usar lo
que su estudio me permitía conocer acerca del ser humano y de mí mismo.
Si estaban ahí o no era irrelevante para mí, ya que la teoría me parecía
bastante lógica y me permitía un enfoque y un trabajo personal. Eran,
simplemente, diferentes aspectos del ser humano en su totalidad,
debidamente separados en 7 compartimentos o tomos de un libro que yo
podía leer con facilidad sin perderme en la vasta inmensidad del ser humano.
Muy sabiamente, la profesora tenía el curso dividido por chakras: en un
proceso que tardaba más o menos unos tres años iniciábamos con el chakra
raíz y pasábamos por cada uno hasta llegar al corona.

Como mencioné, no me preocupé por ver los chakras o tener la seguridad


de que sí existían para aprovecharme de ellos. Sin embargo, estando en
templo del Coricancha en Perú, en octubre de 2012, tuve una experiencia
trascendental, al menos para mí: era el primer día de nuestro viaje “místico”

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de 15 días en tierras de los incas. Llegamos al templo y luego de recorrerlo,


algunos compañeros y yo nos fuimos a acostarnos en la grama. Yo me
descalcé (en ese entonces apenas estaba despertando a percibir la energía
sutil) y me acosté boca arriba con los ojos cerrados. Inmediatamente empecé
a sentir una vibración fuerte en mi zona baja (en el coxis), que raro, pensé,
y me dediqué simplemente a percibir y a observar. Pasados unos minutos,
la vibración abandonó esa zona y se intensificó en la parte baja de mi
estómago, debajo del ombligo. Era una vibración diferente a la anterior,
menos ruda. Así fui pasando por cada uno de los chakras o centros de
energía, reconociendo su vibración. En cada lugar iba entendiendo y
comprendiendo, no desde la razón, sino desde el sentir, desde la percepción
de cómo vibraba cada uno de estos siete centros energéticos. En ese
momento el chakra de la garganta me pareció que era el de mayor poder y
la vibración más fuerte de todas. Me levanté confundido por la experiencia
(estaba muy nuevo en esta exploración) y le pregunté, inocentemente, a los
otros compañeros si ellos habían tenido un recorrido por cada uno de los
chakras sintiendo su vibración. Ninguno había experimentado eso, aunque
sí me relataron otras vivencias y experiencias. Esta experiencia de sentir los
chakras me permitió, ahora sí, creer y saber que realmente existen estos
siete centros de percepción y energía en el cuerpo, pero siempre ha sido lo
más valioso de ellos su aspecto teórico y su aplicación en el proceso de
sanación personal y desarrollo evolutivo, es decir, lo que nos permiten
reconocer, darnos cuenta de y explicarnos acerca de nosotros mismos.

Otra experiencia que tuve unos años más tarde, en agosto de 2014, fue
comprender que a través de los sentidos y de cada uno de estos centros
energéticos, nuestra alma experimenta a través del cuerpo humano. Cada
uno de estos centros le permite al alma encarnada una percepción y una
experiencia diferente, así puede ver la realidad desde varios puntos de vista
y no desde una visión sesgada. El chakra plexo solar, por ejemplo, le permite
experimentar las emociones. El mental le permite pensar, imaginar, razonar

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la realidad. El corazón le permite sentir (sentirse,) y así. Es muy parecido a


lo que nos mostraron en Hollywood en la película Avatar, cuando el humano
transfiere la consciencia al cuerpo de un extraterrestre y empieza a
experimentar como un niño desde aprender a correr, ver, escuchar, etc. El
alma tiene sus centros de la percepción que son los chakras y los sentidos,
y los usa para experimentar la realidad, para vivir la experiencia humana,
para desarrollar el ego, para crear, para experimentar miedo, rabia, tristeza,
alegría, goce, placer, imaginación, pensamiento, etc, y, especialmente para
PERCIBIRSE A SI MISMA.

Podemos decir entonces que los chakras son LOS ESPEJOS DEL ALMA, son los
receptores que conectan el cuerpo con el alma, el alma con el cuerpo. En
palabras del canal pleyadiano Juan Manuel Giordano9: “(A través del cuerpo
humano) Dios se encuentra con Dios”.

9 www.juanmanuelgiordano.com

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10. El propósito como humanidad y la consciencia planetaria

Desde temprana edad, en mi adolescencia, fui confrontado inútilmente con


la siguiente pregunta: cómo te ves en 10 años o en 20 años, qué deseas
haber logrado en ese tiempo: escribir un libro, tener una empresa, dinero,
una familia. Y digo que “inútilmente” porque aún la madurez interior no
alcanza para dar respuesta consciente a semejante pregunta. Es curioso que
en los caminos espirituales siempre se llegue también a una pregunta, la
fundamental, que incomoda al caminante y que lo deja sin palabras, a duras
penas balbuceando alguna retahíla aprendida o copiada de un libro o
escuchada de algún “gurú”.

En agosto del año 2014, estando en una sesión de sanación con el canal juan
Manuel Giordano, me dijo apenas iniciando: ¿Quién eres tu? ¿Y a qué
viniste a este mundo?
La pregunta, que no había sido escuchada por mi antes de ese momento
(había sido oída, más no escuchada), me dejó completamente sin palabras.
Sondeé mi interior con foco y precisión para dar alguna respuesta y salir del
paso, pero no encontré absolutamente nada adentro que me permitiera
contestar de manera alguna. Pasados unos segundos opté por decir que yo
era una esencia divina, amor puro, que había encarnado un cuerpo humano
para experimentar en la tierra (que era lo que había escuchado de una de
mis profesoras del camino). No había terminado de hablar cuando Juan
Manuel me interrumpió y me dijo: “solo te hice la pregunta para que te dieras
cuenta que no sabes la respuesta”. Me dijo que era la pregunta fundamental
a la que todo ser humano se vería enfrentado en algún momento de su
existencia y que al responder a la primera pregunta –quién soy- se abría la
puerta para resolver la segunda –a que vine a este mundo
Me explicó que lo que uno hace, su misión, es el producto de saber quién se
es, de conocer su esencia, que la misión de un ser lo definía en su esencia

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porque era un compartir de eso que ES. Me dijo también que la primera
pregunta era obligatorio contestarla en algún momento, pero que la segunda
–qué quiero hacer- cada ser humano era libre de decidir si hacer algo o no,
si quería compartir o no.

Algo más me dijo ese día, algo que marcó mi vida: solo tú puedes contestarte
esa pregunta, nadie afuera puede ni debe hacerlo, porque el estado esencial
es la ausencia de toda influencia externa. Ese día entendí que mucho de lo
que nos define desde niños, adolescentes y adultos viene de afuera: de lo
que papá y mamá desean y sueñan para nosotros, de lo que la sociedad
quiere que seamos, lo que la cultura impone y el sistema imperante espera,
de lo que otros esperan de nosotros y sobre todo de lo que nosotros
esperamos o aparentamos ser. Ante la falta de auto-definición, ante la
pérdida de identidad, dejamos que sea el afuera el que nos defina y armamos
una “personalidad”, un personaje que nos representa y representa todas esas
expectativas. En palabras del psicólogo Cesar Augusto Hernández: “el ego,
en cuanto a la personalidad, es la imagen que yo quiero que los otros tengan
de mí, es decir, lo que quiero que los otros piensen de mí, que no tiene nada
que ver con lo que Yo Soy”. Lo importante, dice Cesar, es que este proceso
es natural y necesario en el ser humano, hasta que se tenga la madurez, la
fortaleza y la consciencia que permita recuperar la propia identidad y la
esencia, es decir, lo que algunos llaman el proceso de desestructurar el ego
(volverlo a estructurar desde adentro).

Así que uno de los grandes propósitos como humanidad o como seres
humanos es precisamente dar respuesta a esta pregunta fundamental:
¿quién soy? Y tal parece que de alguna manera estamos jugando a recordar
quienes somos y cuál es el sentido de existir y de encarnar un cuerpo
humano. Es el “encuentro consigo mismo”: el gran propósito del camino
espiritual.

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En mi experiencia he llegado a la conclusión que cada una de estas


preguntas: quién soy, a qué vine y cuál es el propósito como humanidad
deben ser respondidas individualmente por cada ser humano, no hay una
respuesta única ni una verdad absoluta. Cada ser desde su libertad puede
contarse una historia que le dé sentido a su vida, a su existencia y a su
experiencia. Y hay una de las preguntas que no se resuelve con palabras, no
puede ser contestada, no está en la razón, solo se puede intuir, solo se
puede percibir sintiendo en el corazón. Quién soy yo, es, pues, mi propia
verdad y certeza, ajena a explicaciones, a sustentaciones, a demostraciones.
Y desde esa certeza de lo que se ES, se puede estructurar una misión
personal que comparta con los otros esa esencia, ya sea desde una labor, un
oficio, un rol: arquitectura, medicina, sanación, derecho, ama de casa,
amigo, papá, mamá o cualquier otra actividad o rol que me permita
compartir desde mi esencia y desde lo que yo soy.

Este es mi mito personal, mi historia, mentira o ilusión, es decir, mi propia


verdad:

“Somos imagen y semejanza de la luz (DIOS): igualitos. Ese es nuestro origen


que nos hace seres divinos, una parte de esa consciencia creadora, de ese
gran misterio. Experimentamos diferentes posibilidades o realidades para
conocernos cada vez más profundamente, para sentirnos en la dicha y el
placer que somos desde el principio, recreándonos en el gran misterio de la
vida. Como divinidad (espíritu) encarnamos en un cuerpo humano y
decidimos habitar en este planeta que llamamos madre tierra. Esta aventura
de habitar un cuerpo humano nos permite ver, escuchar, oler, saborear,
sentir, experimentar las emociones y la mente. Olvidamos quiénes somos
cuando encarnamos en este plano, pero el alma se siente y se percibe a
través de esta experiencia humana, deja de ser una idea para hacerse
manifiesta en la materia, es decir, se recuerda a sí misma. Esto nos permite
traer el cielo a la tierra, encarnar la divinidad. Y de igual forma, esto permite

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divinizar la materia, al reconocer que esa misma divinidad también resuena


en cada cosa que existe, en todo cuanto nos rodea. Todo está hecho de la
misma materia prima: amor puro. Ahí es donde tiene sentido la frase o el
cliché: Dios es amor. Vinimos a evolucionar, a auto-desarrollarnos, a
recrearnos en el eterno flujo de expansión y contracción de la existencia.
Nada permanece estático en el universo, todo cambia constantemente, sin
oponer resistencia, esa es la evolución. Acercarnos cada vez más a esa
divinidad, creernos esa divinidad es nuestro compromiso con la luz, sin afán,
solo fluyendo con el ritmo sagrado y natural del tiempo eterno. Creamos
pruebas en este camino humano como aprendizajes que nos permiten
evolucionar hacia la consciencia de amor propio, la verdadera esencia, de
unidad, de PAZ Y AMOR. Y una vez terminada esta experiencia seguiremos
hacia otras experiencias que nos sigan permitiendo revelar el gran misterio
que somos. Este camino eterno que es la felicidad no tiene principio ni fin,
porque la dicha, el goce y el placer de existir nos continuará seduciendo a
crear nuevas experiencias, formas y realidades donde habitar.”

Que la luz, el amor y el poder, reestablezcan el plan en la tierra.

FIN

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