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3.

Pensamiento
Contemporáneo a Maquiavelo y Lutero, Erasmo propone un mensaje humanista opuesto al de
ambos. Frente a la visión pesimista y conflictiva del hombre que marca el pensamiento del
italiano y el alemán, el holandés cree en las posibilidades del hombre y, por consiguiente, su obra
está concebida bajo el signo del optimismo y de la concordia, aunque se le presente como a un
escritor cáustico e irónico, que se dedica a criticar a los clérigos de su época, por su laxitud moral
y escasa formación teológica, en el Elogio de la locura y en los Diálogos.
3.1. La ética humanista: el cristianismo evangélico
Erasmo ejerció una gran influencia en toda Europa, no solo por su labor filológica, en la que era
maestro indiscutible, sino porque plantea la renovación del cristianismo, convirtiéndose así en la
gran figura del humanismo cristiano en su época y en los siglos posteriores.
Toda la obra de Erasmo está inspirada por el ideal de la renovación moral de Europa por medio
del humanismo evangélico. Su propuesta, llamada Philosophia Christi, sigue el esquema que
describimos a continuación.
Erasmo parte de la toma de conciencia de las corrupciones acumuladas durante siglos por la
Iglesia y de su necesidad de reforma para devolverla a su pureza primitiva. Realiza una crítica
mordaz al catolicismo tradicional que anticipa los ataques que posteriormente efectuaría Lutero.
Pone de manifiesto aspectos como: la ignorancia de los frailes; las prácticas piadosas artificiales
o supersticiosas; o las discusiones artificiosas de los decadentes teólogos escolásticos.
Pese a esta sintonía con el teólogo alemán, Erasmo terminó rompiendo con él, después de unos
años en que quiso mantenerse neutral en la disputa que mantuvo este con la Santa Sede. Erasmo
defendió en De libero arbitrio (1524) la capacidad del hombre para redimirse por las buenas
obras y Lutero le contestó ferozmente en De servo arbitrio (1525).
En segundo lugar, el de Rotterdam propone el uso de la capacidad racional del hombre para
adquirir un mayor conocimiento de la religión cristiana. Y en este sentido, impulsa la
recuperación de las lenguas y la cultura clásicas con dos fines: Para educar al hombre en el
desarrollo de las “virtudes naturales”. Y para conocer la religión cristiana de forma directa,
accediendo a las fuentes originales, tanto paganas, cromo cristianas.
La primera gran obra en esta línea fue el Novum Instrumentum, una edición crítica del texto
griego del Nuevo Testamento, con una nueva traducción latina que pretendía desplazar la
tradicional de S. Jerónimo (la Vulgata), texto oficial de la Iglesia católica desde hacía casi mil años.
La ortodoxia romana rechazó su publicación. Erasmo también editó textos de los Santos Padres
y una traducción del Antiguo Testamento en griego.
Por último, Erasmo planteaba reforzar esta formación inicial, basada en las fuentes evangélicas,
con la educación moral propuesta por el cristinanismo.
Como podemos apreciar, los planteamientos de Erasmo son fundamentalmente morales; dejan
las cuestiones dogmáticas en un segundo plano. El autor concreta esta línea de pensamiento en
el Manual del soldado cristiano (Enchiridion militis christiani, Amberes, 1504), una obra que
propone una serie de recomendaciones prácticas para que los laicos vivan cristianamente.
3.2. El pensamiento político
El pensamiento político ocupa un lugar secundario en la producción erasmiana. Los
planteamientos de la ética cristiana evangélica tienen también implicaciones políticas.
Erasmo pretende la moralización de la vida política, esto es, que la política quede subordinada a
la ética cristiana. Personaliza la política en la figura del príncipe, propia de la época, y centra su
reflexión en la formación y en el ejercicio del poder dentro de los límites definidos por la moral
cristiana. El príncipe cristiano es, por tanto, un buen príncipe, y el Evangelio es la mejor guía para
la política. Su perspectiva es radicalmente diferente de la que veremos en Maquiavelo. Para
Erasmo la moral cristiana debe ser la norma que guíe todas las acciones humanas, incluidas las
de los gobernantes.
La doctrina de Erasmo sobre la educación del gobernante queda expuesta en la Formación del
príncipe cristiano (Institutio principis christiani, 1516) dedicada al futuro emperador Carlos V. Es
un librito dentro de la línea tradicional del género “espejo de príncipes”.
Erasmo toma al príncipe desde la cuna para poder formarlo mejor. Por ello, considera muy
importante la figura del preceptor, que debe estar capacitado para realizar las siguientes
funciones:
Debe seleccionar a los amigos del príncipe.
Debe educarle corrigiendo vicios e inculcándole las “pasiones” nobles.
El preceptor debe utilizar diversos medios. Entre ellos, debe hacer un especial uso de de textos
literarios pedagógicos (como las fábulas), evitando las lecturas sobre temas violentos, como las
guerras o los conflictos, que puedan despertar la animosidad del futuro gobernante.
En definitiva, Erasmo pretende convertir al gobernante en un “filósofo”, tal como había
planteado Platón, pero con la diferencia de que el fundamento de la verdadera sabiduría es la
moral cristiana, no el conocimiento técnico ni la retórica. El método pedagógico erasmiano tiene
como objetivo impregnar la vida del príncipe con el espíritu del Evangelio.
La educación del príncipe no termina cuando accede al trono. Erasmo incide en las obligaciones
que el gobernante debe asumir en el ejercicio de su poder. El príncipe debe tomarse en serio las
obligaciones del cargo y actuar como tal (a imagen del Cristo crucificado). Y ofrece una serie de
recomendaciones, entre las que podemos destacar:
Evitar a los aduladores.
Conseguir el afecto de los súbditos.
Seleccionar adecuadamente a los funcionarios.
El de Rotterdam trata en sus obras aspectos de la política económica del príncipe (como el
fomento de las obras públicas o la promoción de la agricultura) y de la política educativa (como
la extensión de la educación a toda la población).
La defensa de la paz.
Las reflexiones de Erasmo sobre la política exterior se centran en el tema de la guerra y la paz.
Decidido pacifista, ante la omnipresencia de la guerra en la Europa de su tiempo, expresa en el
Lamento de la paz (Querela pacis, 1517) la queja del desprecio que sufre la paz por los hombres.
Referencias a este tema aparecen dispersas por toda la obra del autor.
La guerra es esencialmente antihumana para Erasmo. El hombre se compone de tres elementos:
naturaleza (que es común a todos los seres vivos y se rige por el principio de armonía) razón (lo
que le hace ser privilegiado dentro de la naturaleza, y le lleva a la vida en sociedad); y gracia o
sobrenaturaleza (el don propio del cristiano, que exige el amor el prójimo).
La guerra es contraria a los tres elementos. No obstante, Erasmo señala que no hay paz ni siquiera
en la misma Cristiandad: Los sabios cristianos disputan entre sí con ferocidad.
Los monjes de distintas órdenes religiosas, los clérigos de distintos cabildos o, incluso, los obispos
y arzobispos, se enfrentan entre ellos.
Los príncipes de los distintos Estados hacen la guerra. Erasmo denuncia con vigor el absurdo de
la guerra entre cristianos y afirma su ideal de que los infieles (aludiendo a los turcos) habrían de
ser conquistados o vencidos con el ejemplo de los cristianos y no por la fuerza de las armas.
Erasmo afirma que las causas de la guerra tienen su origen último en las pasiones del hombre,
especialmente, de los poderosos y de las masas. La guerra es, por tanto, irracional y su fin es
siempre inútil. Y critica el afán de los monarcas de los Estados modernos por extender sus
dominios, ya que cree que la grandeza de un reino no se mide por su extensión, sino por su
prosperidad.
La reflexión de Erasmo no se queda en la exhortación moral, sino que, anticipándose a los
tiempos, propone medios concretos, de una absoluta modernidad, para instaurar una política
pacifista:
Fijar con acuerdos estables las fronteras de los reinos de Europa.
Despojar a los príncipes del derecho a declarar la guerra para atribuirlo a la totalidad de la nación.
Suprimir los antagonismos nacionales mediante una correcta formación de los pueblos, que
incluye el correcto conocimiento de los vecinos.
Organizar el arbitraje y la diplomacia para la solución de los conflictos.
El poder.
Respecto a la legitimidad y organización del poder, Erasmo sigue doctrinas tradicionales. Frente
a la tesis luterana del origen divino del poder, Erasmo sostiene la tesis ciceroniana del origen
natural de la sociedad y del poder, siendo este un medio del que se vale la sociedad para
conseguir el bien público. Es justo y legítimo el poder que busca el bien público (rey) e injusto el
que no lo hace (tirano).
En cuanto a la organización del poder, Erasmo mantiene la preferencia escolástica por la
monarquía moderada. En el Scarabeus, explica que el príncipe cristiano ha de contar en su
gobierno con órganos que puedan contribuir a incrementar su sabiduría: los consejos o
ministerios. Erasmo, además, señala que para el correcto funcionamiento de los consejos es
necesaria la completa libertad de expresión de sus integrantes.
Las ideas principales que Erasmo deseó difundir fueron las siguientes:
Renovación de la Iglesia. Para Erasmo, la función principal de la institución eclesiástica había de
ser la evangelización y para dicha labor no era necesario que estuviese estructurada como un
Estado. Su actitud le aportó numerosas críticas de parte de los teólogos oficiales y de la
Inquisición. Sus libros y sus ideas contribuyeron a preparar el caldo de cultivo en el que estallaría
la Reforma luterana y acabaron minando el sistema oficial de la Iglesia católica (pese a que
Erasmo prefirió siempre quedarse dentro de ella).
Educación cristiana. Erasmo defendió la educación del hombre, partiendo del conocimiento de
las Sagradas Escrituras y siguiendo las directrices de la moral cristiana.
Tolerancia y pacifismo. Aterrorizado por las desastrosas consecuencias de las numerosas guerras
que conoció durante su existencia –como los enfrentamientos entre Francisco I y Carlos V, o las
invasiones turcas-, no cesó de intentar convencer, mediante cartas y libros, a los gobernantes
para que detuvieran la guerra y apostaran por la paz por encima de cualquier otra consideración.
Unidad de la cultura europea. Erasmo se definió a sí mismo como ciudadano del Universo,
rehuyendo todo compromiso nacionalista o partidista, y buscando solamente los espacios donde
la cultura humanista fuera floreciente y libre. Por eso, las dos únicas sociedades a las que se
adhirió fueron la República de las Letras y la Iglesia cristiana.
Al final de su vida, Erasmo escribió:
“De todas las regiones del universo recibo diariamente el agradecimiento de aquellos que me
aseguran que mis obras, independientemente de sus méritos, les han animado a reafirmar su
buena voluntad y a iniciar el estudio de los textos sagrados, y estos hombres que jamás han visto
a Erasmo, le conocen y le aman gracias a sus libros.”

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