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SEMINARIO CONCILIAR DE LA INMACULADAD CONCEPCIÓN

FACULTAD DE TEOLOGÍA
MÉTODO TEOLÓGICO/ INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA

Tomás Vicente Torres Vázquez

LECTURA TEOLOGICA DE LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS1

La expresión aparece por primera vez en Mt 16,3 (Lc 12,5456). Más allá de la autenticidad o no del texto, que
muy probablemente se resiente de una interpolación posterior, estamos frente a la dialéctica que opone
continuamente Jesús a las exigencias de sus interlocutores: la necesidad de ver un signo como prueba de su
divinidad. Como ya en 12,38-39, Jesús remite al "signo de Jonás", que será el único que hará comprender la
realidad de su misterio. Aquí, sin embargo, recurriendo a un simple fenómeno meteorológico, el evangelista
parece insertar una explicación ulterior que intenta destacar tanto el carácter absurdo de la exigencia que presentan
a Jesús los "fariseos y saduceos" como su incapacidad para saber reconocer en él al mesías: "Por la tarde decís:
Hará buen tiempo, porque el cielo se enrojece. Y por la mañana: Mal tiempo, porque el cielo se enrojece con
sombras. Sabéis interpretar el aspecto del cielo, ¿y no sois capaces de interpretar las señales de los tiempos?"

Se trata de una invitación a ser perspicaces, esto es, a saber estar dispuestos a mirar en profundidad, en lo
más íntimo, la realidad, para poder así reconocer lo esencial. Por orden cronológico, es fácil señalar el camino de
los textos conciliares: a) "Como quiera que hoy, en muchas partes del mundo, por inspiración del Espíritu Santo,
se hacen muchos esfuerzos con la oración, la palabra y la acción para llegar a aquella plenitud de unidad que
Jesucristo quiere, este santo sínodo exhorta a todos los católicos a que, reconociendo los signos de los tiempos,
participen diligentemente en la labor ecuménica" (UR 4). b) "Saludando con alegría los venturosos signos de la
época presente y denunciando con tristeza estos hechos deplorables el sagrado concilio exhorta a los católicos y
ruega a todos los hombres que consideren con suma atención cuán necesaria es la libertad religiosa, sobre todo
en la presente situación de la familia humana" (DH 15). c) "(Los presbíteros) oigan de buen grado a los laicos,
considerando fraternalmente sus deseos y reconociendo su experiencia y competencia en los diversos campos de
la actividad humana, a fin de que, juntamente con ellos, puedan conocer los signos de los tiempos" (PO 9). d)
"Para cumplir esta misión, es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos
a la luz del evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes
interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación
de ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones
y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza" (GS 4).

Recogiendo los diversos datos descritos con vistas a una "definición" de los signos de los tiempos que
ayude a la comprensión del fenómeno, podemos decir que éstos son acontecimientos históricos que crean un
consenso universal, por los que el creyente es confirmado en la verificación del obrar inmutable y dramático de
Dios en la historia, y el no creyente se orienta hacia la individuación de opciones cada vez más verdaderas,
coherentes y fundamentales en favor de una promoción global de la humanidad.
Esta "definición" intenta sintetizar algunas ideas constitutivas para la identificación de los signos de los
tiempos. Se habla ante todo de acontecimientos históricos; esto significa que no todos los hechos pueden ser
considerados signos de los tiempos, sino sólo aquellos que tienen la característica de ser acontecimientos.
Acontecimiento es lo que constituye una etapa fundamental de la historia de todos; es tan-cualificante que marca
una piedra miliar en la marcha de la humanidad. Es un punto de referencia tan necesario que sin él no se alcanzaría
una plena comprensión de la historia de un período, de un pueblo o de una cultura. Por tanto, decir que los signos

1
Cfr. FISICHELLA, R., Signos de los tiempos, consultado en: https://mercaba.org/DicTF/TF_signos_de_los_tiempos.htm, capturado
el 7/04/219.
de los tiempos son acontecimientos equivale a darles una dimensión epocal. Se dice además que se requiere el
consenso universal; por eso estos signos deben ser catalizadores de alguna manera. Tienen que expresar una
característica de universalidad; en efecto, su significado debe ser recibido por todas partes en su sentido más
genuino. Por tanto, los signos de los tiempos están llamados a expresar el signo progresivo de unidad de los
diversos elementos humanos que, prescindiendo de análisis propios de intereses privados, tienden hacia el bien
de la humanidad.
En la "definición" que hemos dada se distingue expresamente entre la lectura del creyente y la del no
creyente, bien para subrayar más la nota de la universalidad de los signos que, en cuanto tales, no deben estar
sometidos a ningún prejuicio; bien para favorecer el encuentro sobre el alcance de los signos antes de su
interpretación; bien, finalmente, para permitir al creyente llevar a cabo una verdadera compañía de la fe sin
pretensión alguna respecto al “otro”.
Así pues, por creyente entendemos al que está inserto en la comunidad cristiana y al que, en virtud de esto,
está llamado a leer los signos de los tiempos a la luz de la palabra de Dios (GS 11; 44) y a ver en ellos una
presencia peculiar del Creador. El creyente, en virtud de la fe, será llevado a identificar cada signo con las diversas
manifestaciones del amor trinitario de Dios revelado en Cristo. Sin embargo, en el reconocimiento y en la lectura
de los signos será llamado a realizar el mismo camino que el no creyente y tendrá que caminar con él hasta el fin;
sin embargo, luego estará llamado a dar un paso más, puesto que tendrá que llegar a la interpretación cristológica
y eclesial del signo.
Para el no creyente, los signos de los tiempos podrán expresar las tensiones y las aspiraciones de los
hombres hacia una forma de vida más humana. Sin embargo, si los signos tienen que crear un consenso, esto
significa que capacitan también al no creyente para aquel compromiso coherente, a fin de que la verdad única
sobre el hombre y sobre la creación pueda ver finalmente la luz plena. Pero al actuar en compañía con el creyente,
también el no creyente podrá verse provocado a una pregunta ulterior, que podrá desembocar en la cuestión sobre
Dios y en la opción de fe cristiana. Lo que hemos expuesto hasta ahora afecta principalmente a la descripción
sobre la naturaleza de los signos de los tiempos. Para una visión global del fenómeno es conveniente añadir
algunas observaciones sobre el discernimiento de los signos. En cuanto signos, participan de la naturaleza del
signo; son, por tanto, una relación entre un significante y un significado; su lectura y su interpretación están
muchas veces sometidas a ambigüedad.
El concilio había ya destacado algunos fenómenos particulares que, por sus características, parecen
atestiguar la presencia de Dios en el mundo y pueden identificarse como signos de los tiempos; entre ellos se
reconoce: la santidad personal del creyente, que atestigua la novedad del evangelio (LG 39-42), las aspiraciones
profundas por la libertad religiosa (DH 15) y el respeto a la dignidad del hombre (GS 63-72), el martirio como
signo supremo del amor y de la coherencia con el ideal de vida (LG 42), la tensión hacia formas de cultura más
humanas y universales (GS 53-62), la búsqueda y la dinámica hacia la paz internacional (GS 7790). Todos estos
signos, en la perspectiva de los padres conciliares, remiten casi intuitivamente a Dios y crean un consenso
universal.
Puesto que, como se ha dicho, los signos de los tiempos son ante todo acontecimientos históricos, es
necesario que su importancia quede confiada primariamente a las ciencias humanas. En varias ocasiones y de
forma explícita, la Iglesia y la enseñanza del magisterio han manifestado su confianza en la ciencia y en los
científicos (GS 15; 44); se les pide un reconocimiento preliminar de los fenómenos que crean consenso y que de
suyo tienden a imprimir en la sociedad formas de vida más humanas. Una vez reconocidos los signos, hay que
interpretarlos.
Consideramos que, como principio teológico, el intérprete cualificado de los signos de los tiempos tiene
que ser la comunidad creyente. El concilio dice que el sujeto de la interpretación es la "Iglesia" (GS 4); pero
inmediatamente después explicita esta afirmación hablando de "todo el pueblo de Dios", especialmente los
"pastores y los teólogos" (GS 44). Como puede verse, se da una interpretación que, por una parte, hace referencia
a la comunidad entera y, por otra, destaca a los pastores y a los teólogos, probablemente en virtud de su ministerio
y de su competencia. Más en conformidad con la descripción de los signos de los tiempos que se ha ofrecido,
podría aplicarse aquí para su interpretación lo que sostenía Pablo VI en la Octogesima adveniens como método
de lectura para los fenómenos sociales, en cuanto que se.destaca más a la comunidad particular. Leemos allí:
"Corresponde a las comunidades cristianas analizar objetivamente las soluciones de su país, aclararlas a la luz de
las palabras inmutables del evangelio, aplicar los principios de reflexión, los criterios de juicio, las normas de
acción" (OA 3). Por tanto, toda la Iglesia local se hace intérprete de los signos de los tiempos, respetando las
funciones y los carismas de cada uno, pero caminando "junto con toda la humanidad" (GS 40), ya que forma con
ella la única familia de Dios.
Del mismo modo que la comunidad reconoce los signos de los tiempos, que como tales tienen siempre el
elemento de la positividad, ya que tienden al progreso de la humanidad y de la comprensión de la verdad revelada,
así también esa comunidad está llamada al reconocimiento de los anti-signos que, por el pecado de todos, impiden
el verdadero progreso y retrasan la acción de liberación global. El segundo momento que se debe poner en acto
es el de la interpretación de los signos. Puesto que los creyentes y los no creyentes están unidos en el
reconocimiento, es oportuno que una criteriología hermenéutica no anule la fuerza de este elemento.
Pueden asumirse como generales dos criterios: el de la dignidad humana, que favorece el reconocimiento
de todas las formas que suponen la libertad y la promoción de cada persona, y el de la justicia, que debe
considerarse como el punto mínimo e indispensable del amor, ya que con ella cada uno se pone en la condición
de vivir una vida dignamente humana. Bajo los criterios específicos es evidente que resulta más determinante la
referencia teológica, ya que toca a la comunidad, que, de suyo, vive la realidad que anuncia. Pensamos en tres
criterios, que expresamos con el lenguaje bíblico de:
a) Glorificar a Cristo (Jn 16,14): los signos de los tiempos, en cuanto que son irradiación de la gloria del
Señor, tienenque encontrar su plena significación solamente en él. Por eso, cada uno de los signos tiene que volver
a Cristo y tender a su gloria, para anunciar ulteriormente la victoria de su muerte sobre toda forma de injusticia y
de pecado. Por consiguiente, los verdaderos signos de los tiempos pueden reconocerse porque llevan dentro de sí
esta dinámica de superación de límites y capacitan para el reconocimiento de.la verdadera libertad.
b) Edificar la Iglesia (Ef 2,22): en cuanto que la comunidad creyente es mediación de la revelación,
constituye también su signo histórico permanente que percibe cada uno. Los signos de los tiempos tienen que
urgir a los creyentes a la construcción escatológica de la Iglesia, para que a través de las diversas formas de
participación en la vida de la humanidad pueda realizarse en su misión. Si por un lado los signos de los tiempos
capacitan a la humanidad para formas de vida más humanas, por otro tienen que sostener a la Iglesia en su camino
hacia el encuentro con el esposo. La presencia de los diversos carismas y ministerios que se dan para la
construcción de la Iglesia encuentran en este horizonte su ambiente más vital. Como expresión del amor y de la
actuación de Dios, los signos de los tiempos se comprenden como tales, ya que son reconocidos como formas que
permiten a la Iglesia saber corresponder a las exigencias de la historia con la fuerza del evangelio.
c) Recapitular todo en Cristo (Ef 1,10): los signos de los tiempos tienen que orientar a los creyentes para
que sepan mirar permanentemente hacia "los cielos nuevos y la tierra nueva", en donde quedará definitivamente
desterrada toda clase de muerte. Por tanto, los verdaderos signos de los tiempos abren a la plenitud de la
realización cósmica, en donde todo, lo creado, la historia y la humanidad en ella, encontrará su cumplimiento. Si
los signos de los tiempos tuvieran que detenerse tan sólo en la referencia inmediata o en la realización temporal,
carecerían para los creyentes de toda su fuerza de propulsión hacia la construcción del futuro. Con la lectura que
hemos presentado, los signos de los tiempos pueden reducirse a su núcleo esencial, constituido por el
acontecimiento mismo de la revelación: el amor trinitario de Dios. De la forma culminante de este amor,
constituida por la muerte del Hijo, surgen otras expresiones y formas de amor, para que este único signo
permanezca como normativo y reconocible para siempre.
La atención a los signos de los tiempos es una tarea irrenunciable para la Iglesia y una responsabilidad
para cada uno. Con ello se hace más inmediato el descubrimiento de todo lo que hay de bello, de bueno y de
verdadero en nuestra historia y en el mundo que formamos. Pero, para los creyentes, esos signos tienen un
significado ulterior: la presencia permanente de un Dios que, incluso después del acontecimiento de la
encarnación, sigue habitando en medio de nosotros y viviendo con nosotros.
La atención a los signos de los tiempos, con sus elementos de reconocimiento, lectura e interpretación, no
puede, sin embargo, agotar la tarea de los creyentes de tener que crear continuamente nuevos signos a través de
los cuales hacer visible la actualidad de la revelación. Una teología de los signos, que se detuviera tan sólo en su
lectura, sin saber proseguir en la voluntad de suscitar nuevos signos, quedaría privada de algo esencial. Los
criterios adoptados anteriormente exigen que los creyentes estén en disposición de mirar siempre hacia nuevos
signos, por estar continuamente atentos a las diversas situaciones de la vida.
Por consiguiente, los signos de los tiempos constituyen un desafío que la Iglesia lanza al mundo; con ellos
invita a vivir elpresente histórico con toda la intensidad que posee, pero sin olvidar que la mirada ha de orientarse
siempre hacia el futuro que está delante. La capacidad de percibir y de poner nuevos signos de los tiempos estará
en proporción con la capacidad de saber hacer revivir también para el día de hoy los tiempos mesiánicos de la
presencia de Dios entre nosotros. Es la palabra del Señor la que nos invita a ello: "Os aseguro que el que cree en
mí hará las obras que yo hago y las hará aún mayores que éstas, porque yo me voy al Padre" (Jn 14,12). Esto
supone para cada creyente que no puede permanecer como espectador pasivo; la fe es testimonio de un trabajo
coherente y continuo que dura toda la vida, sin conocer el reposo del sábado.

SIGNOS DE LOS TIEMPOS DESDE LA TEOLOGIA DE LA LIBERACIÓN


La teología de los "signos de los tiempos" representa una verdadera novedad de la teología del siglo XX. A ella
la Teología de la liberación le debe la inspiración y el método. Juntamente con Medellín, la Teología de la
liberación recibe el Concilio Vaticano II de un modo creativo precisamente porque, a semejanza de Gaudium et
Spes que pone a la Iglesia a la escucha de la voz de Dios en la historia, ella nace de una Iglesia que reconoce en
los pobres del continente un llamado divino a su liberación. "Los signos de los tiempos" representan para la Iglesia
continental, y para la Teología de la liberación particularmente, un modo de ubicarse en su propio mundo
latinoamericano en busca de la presencia y de la voluntad de Dios. Por lo mismo la categoría hace las veces de
supuesto fundamental de un movimiento eclesial polisemántico por naturaleza y de paradigma metodológico
clave de la primera teología que pretende ser realmente latinoamericana.
Una diferencia metodológica principal de la Teología de la liberación, derivada precisamente por la
solicitud por responder "a los signos de los tiempos", consiste en exigir fe al teólogo como condición
indispensable de su quehacer científico. Jon Sobrino lo tiene muy claro: "En la teología de la liberación está
actuante la fe en cuanto acepta y asume los contenidos de la fides quae (a pesar de lo que se suele decir en contra),
pero está actuante la fides qua de forma precisa. En ese acto de creer, cree que Dios sigue presente en la historia,
cree en el actual señorío de Cristo, cree en el Espíritu presente como principio de realidad, de verdad y de novedad.
Pero esta creencia no es solo considerada como un contenido de esta teología, sino que es ante todo una realidad
aceptada y experimentada in actu por el teólogo como tal. Hacer teología es entonces inteligir esa presencia de
Dios en la historia en cuanto presencia actual".
Los teólogos latinoamericanos toman distancia de la teología moderna europea, criticando su falta de
arraigo histórico. Al presentar su propia teología, Gutiérrez roza las teologías primermundistas: "Hacer teología
sin la mediación de la contemplación y de la práctica sería estar fuera de las exigencias del Dios de la Biblia". Sin
un compromiso creyente con los preferidos de Dios, no hay Teología de la liberación. Y así, al poner las cartas
sobre la mesa, la Teología de la liberación exige a las otras teologías que expliciten al servicio de qué mundo, de
qué Iglesia y de qué Dios están. Pues si la historia está en disputa, no es de extrañar que la idea de Dios y la
teología en particular respondan a intereses divergentes.
En este sentido la Teología de la liberación aporta un elemento importante para aclarar el concepto de
"signo de los tiempos". Este es, que no es posible reflexionar acerca de ellos si no se "cree" en ellos, si al descubrir
a Dios en ellos no se toma partido por la acción liberadora que en ellos Dios ejecuta. De lo contrario no tendría
sentido alguno reflexionar sobre estos signos. Ellos reclaman una praxis, una acción espiritual, como prueba de
reconocimiento de tal signo y de conversión al reino que anticipan. Pero también suponen un compromiso práctico
y liberador como condición sin la cual tales signos no son percibidos2.
La relacion que se hace con la teologia de la liberación es con la teología pastoral, ya que desde la practica
de Jesus se constata que es una acción liberadora, y desde este punto se cuestiona sonre su ser y quehacer en el
mundo. La manera en que puede responder a la exigencias del pueblo de Dios y en la manera en que pueda ser
evangelizada. Al ser la teologia pastoral una materia interdisciplinar se pueden relacionar el metodo ver, juzgar y
actuar con la pastoral especial, la cual posee sus contenidos: el analisis fenomenológico y valorativo de las
realidades donde se lleva un conocimiento de la historia de las estructuras para responder a las exigencias
concretas de evangelización.
Proyección de una situación nueva de la acción eclesial, donde se parte de la situación analizada de la
realidad haciendo la teología pastoral una función crítica, dinámica y dinamizadora en el conjunto de las
realidades eclesiales y transforme las estructuras para que ellas se encarnen mejor en el ser y quehacer de la
Iglesia. Por último se encuentra la descripción de los imperativos de acción donde surgen los medios que
posibilitan las direcciones de acción, que se enfocan en la dimensión profética, social y litúrgica.3

2
Cfr. COSTADOAT, J., Los "signos de los tiempos" en la Teología de la liberación. Teol. vida, Santiago , v. 48, n. 4, p. 399-
412, 2007 . Disponible en <https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-
34492007000300004&lng=es&nrm=iso>. accedido en 07 abr. 2019. http://dx.doi.org/10.4067/S0049-34492007000300004.
3
Cfr. RAMOD, J., Teología Pastoral, Serie manuales de teología, BAC, Madrid, 2001, 11 – 13.

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