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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN CIVIL

ARIEL SALAZAR RAMÍREZ


Magistrado Ponente

SC1175-2016

Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01
(Aprobado en sesión de diecisiete de noviembre de dos mil quince)

Bogotá D.C., ocho (8) de febrero de dos mil dieciséis


(2016)

Decide la Corte el recurso extraordinario de casación


que interpuso la parte actora contra la sentencia proferida
el 10 de diciembre de 2012, por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Ibagué, dentro del proceso ordinario de
la referencia.

I. ANTECEDENTES

A. La pretensión
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

Olga Lucía y Elsa Graciela Martínez Echeverry


demandaron a Jennifer Andrea Martínez Celis, para que se
declarara que no es hija del difunto Gustavo Arnulfo
Martínez Echeverry, y se inscribiera el fallo en su registro
civil de nacimiento. [Folio 24, c. 1]

B. Los hechos

1. María Orfelina Ortiz Uribe actuando en nombre y


representación legal de la menor Adriana Érika Celis Ortiz,
madre de la niña Jennifer Andrea Celis Ortiz, demandó a
Gustavo Arnulfo Martínez Echeverry, para que se dispusiera
que es el padre biológico de esta última. [Folio 1, c. 2]

2. Mediante sentencia de 25 de noviembre de 1991,


el Juzgado Promiscuo de Familia del Líbano (Tolima) declaró
que el convocado era el padre extramatrimonial de Jennifer
Andrea Celis Ortiz. [Folio 6, c. 2]

3. Inconforme con esa decisión el accionado la apeló.


[Folio 11 c. 2]

4. El Tribunal Superior de Ibagué, en fallo de 21 de


agosto de 1992 confirmó el de primera instancia. [Folio 22, c.
2]

5. Gustavo Arnulfo Martínez Echeverry impugnó la


paternidad declarada con respecto a Andrea Martínez Celis,
bajo el argumento de que no era su padre, pues padece de

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

una enfermedad denominada «astenozoospermia severa, con


muy baja viabilidad espermática», circunstancia que le
impedía engendrar hijos. [Folio 34, c. 2]

6. Notificada la demandada propuso la excepción de


«cosa juzgada», porque en su opinión existe identidad jurídica
en el objeto, la causa y los sujetos procesales entre los
procesos de investigación e impugnación de la paternidad.
[Folio 25, c. 2]

7. El Juzgado Promiscuo de Familia del Líbano


(Tolima) por auto de 30 de junio de 2009, declaró probado el
medio exceptivo propuesto, por considerar que la prueba
aportada no excluía al demandante como padre de la
accionada. [Folio 31, c. 2]

8. Al resolver el recurso de apelación interpuesto por


el actor, el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Ibagué,
a través del proveído de 11 de agosto de 2010, confirmó el
impugnado. [Folio 34, c. 2]

9. En sustento de esa determinación se adujo que la


sentencia proferida en el proceso de investigación de
paternidad produjo efectos erga omnes, porque alcanzó
ejecutoria y se pronunció contra su legítimo contradictor.
[Folio 35, c. 2]

10. El 10 de agosto de 2010 se obtuvieron los


resultados de la prueba de ADN practicada a Gustavo
Arnulfo Martínez Echeverry y a la accionada, en la cual se

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concluyó: «La paternidad del Sr. Gustavo Arnulfo Martínez


Echeverry con relación a Jennifer Andrea Martínez Celis es
incompatible según los sistemas resaltados en la tabla». [Folio
1, c. 1]

11. El 25 de agosto de 2010 falleció Gustavo Arnulfo


Martínez Echeverry, quien según se informó en la demanda
no tuvo otros hijos diferentes a la convocada. [Folio 4, c. 1]

12. Las promotoras del juicio son hermanas del


difunto, y sus padres Sofía Echeverry de Martínez y Gustavo
Martínez Martínez fallecieron el 9 de noviembre de 1980 y el
12 de febrero de 2002 respectivamente. [Folios 9 y 10, c. 1]

C. El trámite de la primera instancia

1. El 26 de octubre de 2010 se presentó la demanda,


que se admitió por auto de 26 de noviembre de 2010, y se
ordenó correr el traslado de rigor. [Folio 29, c. 1]

2. Notificada la demandada se opuso a las pretensiones


y propuso la excepción previa de «cosa juzgada», con sustento
en que este juicio y el de investigación de paternidad versan
sobre el mismo objeto, se fundan en la misma causa y existe
identidad jurídica de las partes. [Folio 39, c. 2]

3. Mediante sentencia anticipada de 27 de octubre de


2011, se declaró probado el medio defensivo propuesto, por
considerar que la decisión emitida en el proceso de

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investigación de la paternidad surte efectos erga omnes y fue


proferida contra el legítimo contradictor, razón por la cual era
improcedente controvertir de nuevo la paternidad de Jennifer
Andrea Martínez Celis. [Folio 60, c. 1]

4. La anterior decisión fue apelada por las


demandantes. [Folio 65, c. 1]

En sustento de su impugnación, sostuvieron que


estaban habilitadas para impugnar la paternidad, tal como lo
autoriza el artículo 219 del Código Civil, reformado por el 7º
de la Ley 1060 de 2006, razón por la cual no existía
identidad de partes; el fallador no tuvo en cuenta los
resultados de la prueba de ADN, razones suficientes para
concluir que no se configuraba la excepción de cosa juzgada
propuesta. [Folio 67, c. 1]

D. La sentencia impugnada.

El 10 de diciembre de 2012 se dictó el fallo de segundo


grado que confirmó el de primera instancia. [Folio 42, c. 4]

El ad quem consideró que sí existía identidad jurídica


de partes en el proceso de investigación de paternidad y el
que ahora se tramita, pues las demandantes actuaron como
«sucesores mortis causa» de Gustavo Arnulfo Martínez
Echeverry, quien fue demandado en el primer juicio y
promovió también una acción de similar naturaleza a la que
ahora se decide.

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

El fallo proferido en el proceso de investigación de la


paternidad surte efectos erga omnes, por reunir los
requisitos establecidos en los artículos 401, 402 y 403 del
Código Civil y haber sido dictado en contra del legítimo
contradictor.

Si bien la Ley 1060 de 2006 legitimó a los herederos


para impugnar la paternidad o la maternidad, ello no
autoriza a desconocer el principio de la cosa juzgada, razón
por la cual el Tribunal relevó cualquier análisis sobre la
prueba de ADN. [Folio 41, c. 4]

II. LA DEMANDA DE CASACIÓN

En el escrito que se presentó para sustentar el recurso


extraordinario, la parte actora acusó la sentencia dictada en
segundo grado con fundamento en la causal primera de
casación.

ÚNICO CARGO

Las recurrentes acusaron el fallo por transgredir los


artículos 213, 214, 216, 219, 248, 401, 402, 403, 404 y 406
del Código Civil, como consecuencia de la errónea
interpretación del 332 del estatuto adjetivo, al concluir que
se configuraba la excepción de cosa juzgada, cuando
realmente no se reunieron los requisitos legales para su
estructuración.

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El sentenciador omitió analizar dos de los tres


presupuestos para la configuración de la cosa juzgada, a
saber: la identidad de objeto y causa entre los dos juicios, y
limitó su estudio exclusivamente a establecer la identidad
entre las partes.

El Tribunal no tuvo en cuenta que la demanda de


impugnación de la paternidad se fundó en unos supuestos
fácticos novedosos, diferentes de los que sirvieron de
sustento a los debates judiciales anteriores en torno a la
paternidad de Jennifer Andrea Martínez Celis, relacionados
con los resultados de la prueba de ADN practicada entre la
citada y Gustavo Arnulfo Martínez Echeverry, con la que se
estableció la incompatibilidad de la paternidad, hecho que –
según las recurrentes- no ha sido materia de controversia
judicial.

Esas razones de hecho son diferentes a la que se


debatieron en los juicios anteriores, circunstancia que
denota que la causa es distinta y, por ende, no se configura
la cosa juzgada.

Contrario a lo que sostuvo el Tribunal, tampoco existe


identidad de partes, porque el artículo 219 del Código Civil,
modificado por el 7 de la Ley 1060 de 2006, reconoce a los
herederos el derecho a iniciar la impugnación de la
paternidad o la maternidad.

Los artículos 214 y 248 del estatuto civil establecen

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unas causales autónomas e independientes para impugnar


la paternidad, razón por la cual, tal como lo ha sostenido la
Corte, cuando un proceso se inicia con base en alguna de
ellas, posteriormente puede promoverse otro juicio con
sustento en un motivo diferente, sin que con ello se
estructure la cosa juzgada.

En consecuencia, solicitó casar la sentencia dictada


por el Tribunal y, en sede de instancia, revocar la proferida
por el a quo, para que en su lugar, se declare infundada la
excepción previa propuesta y se continúe con el trámite del
proceso.

CONSIDERACIONES

1. La acción de impugnación de la paternidad está


dirigida a remover el estado civil de hijo de una persona con
respecto a otra, por no corresponder su filiación a la real, y
procede en los siguientes casos: para desvirtuar la
presunción contemplada en el artículo 214 del Código Civil,
en virtud de la cual los hijos nacidos durante la vigencia del
matrimonio o de la unión marital de hecho, se presumen
hijos de la pareja; para impugnar el reconocimiento, cuando
se pretende desconocer la manifestación voluntaria de
quien aceptó ser el padre y en los eventos en los cuales se
repele la maternidad en caso de un falso parto o de la
suplantación del pretendido hijo con el verdadero.

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2. Sin embargo, puede ocurrir también que el


hombre que engendró y ayudó a la procreación del hijo de
mujer soltera, no haya querido asumir de manera
voluntaria la paternidad, sino que le fue atribuida mediante
sentencia.

Bajo ese contexto, inicialmente, el artículo 4 o de la Ley


45 de 1936, estableció las causales de presunción de la
paternidad, entre las cuales la 3ª y la 6º hacían referencia a
la existencia de «una carta u otro escrito cualquiera del
pretendido padre que contenga una confesión inequívoca de
paternidad» y a la prueba de la «posesión notoria del estado
de hijo», respectivamente, las restantes aludían a la
presunción de las relaciones sexuales entre la madre y el
presunto padre, para la época de la concepción del hijo,
conforme a los parámetros establecidos en el artículo 92 del
Código Civil, derivadas del rapto, la violación y la seducción
mediante hechos dolosos, el abuso de autoridad o la
promesa de matrimonio.

Esas presunciones de paternidad se justificaban para


la época en la que regía esa ley, pues no existían pruebas
fidedignas que permitieran establecer el vínculo genético,
razón suficiente para que acreditado el supuesto fáctico
descrito en el texto legal se diera por sentada la relación
filial, con las consecuencias patrimoniales y
extrapatrimoniales correspondientes.

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

Posteriormente, ante el progreso científico y


tecnológico, la Ley 75 de 1968 incluyó además, la
posibilidad de recurrir a la prueba pericial, para demostrar
ese vínculo filial; así estatuyó el artículo 7º que:

«Los exámenes personales del hijo y sus ascendientes y de


terceros, que aparezcan indispensables para reconocer
pericialmente las características heredo-biológicas paralelas
entre el hijo y su presunto padre o madre, y ordenará peritación
antropo-heredo-biológica, con análisis de los grupos sanguíneos
los caracteres patológicos, morfológicos, fisiológicos e
intelectuales transmisibles, que valorará según su
fundamentación y pertinencia».

Sin embargo, como lo reconoció esta Corporación las


pruebas de grupos sanguíneos, carecían de un poder de
inclusión o de exclusión absoluto, pues ni afirmaban ni
excluían la paternidad, apenas reflejaban una probabilidad
relativa, que variaba dependiendo de la cantidad de
personas que pudieran tener el mismo tipo de sangre del
posible padre, razón por la que su valoración debía
realizarse en conjunto con los demás elementos
probatorios, para efectos de establecer el vínculo filial.

Más adelante, ante las deficiencias de la prueba


antropo-heredo-biológica, y el avance científico, la Ley 721
de 2001 en el artículo 6º, le confirió al examen de ADN una
especial importancia para determinar la paternidad, pues a
través de él, se le otorgaba al juez certeza sobre su
existencia, con la finalidad de hacer efectivo el derecho a
conocer quiénes son los progenitores de una persona, -lo

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que resulta de enorme trascendencia para el individuo, la


familia, la sociedad y el Derecho-.

Posteriormente, la Ley 1060 de 2006, reiteró la


importancia de la prueba científica en los juicios de
filiación, incluidos desde luego el de impugnación de la
paternidad.

3. Ahora bien, para destruir ese aparente vínculo


filial, específicamente con relación a los hijos no nacidos
durante la vigencia de la unión marital o el matrimonio, a
los que no se aplica la paternidad presunta, el artículo 248
del Código Civil, estableció como causales de impugnación
las siguientes:

«1. Que el hijo no ha podido tener por padre al que pasa


por tal.

2. Que el hijo no ha tenido por madre a la que pasa por


tal, sujetándose esta alegación a lo dispuesto en el título 18
de la maternidad disputada».

De ahí que para el éxito de sus pretensiones a la parte


actora le corresponda demostrar que quien pasa como
progenitor de una persona, realmente no lo es, para lo cual
en la actualidad, los exámenes de ADN practicados con el
cumplimiento de los requisitos legales, resultan necesarios
e inclusive muchas veces suficientes para establecer la

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inexistencia del nexo biológico entre ascendiente y


descendiente, con un alto grado de probabilidad.

Entonces, le corresponde al promotor de la


impugnación de una parte, desvirtuar la calidad civil que
ostenta falsamente la demandada, y de otra demostrar que
la sentencia que declaró al fallecido Gustavo Arnulfo
Martínez Echeverry padre de Jennifer Andrea Celis Ortiz no
tiene fuerza de cosa juzgada.

Con respecto al primer tópico, es un asunto que debe


ser decidido en el fallo que le ponga fin al proceso y frente al
segundo aspecto, le compete a la Corte en casación
desatarlo, pues sobre él gira el único cargo propuesto.

4. En ese orden, el artículo 401 del Código Civil


preceptúa que «el fallo judicial que declara verdadera o falsa
la legitimidad del hijo, no sólo vale respecto de las personas
que han intervenido en el juicio, sino respecto de todos,
relativamente a los efectos que dicha legitimidad acarrea».

A continuación el artículo 402 del mismo estatuto


prevé que «para que los fallos de que se trata en el artículo
precedente produzcan los efectos que en él se designan, es
necesario:
1. Que hayan pasado en autoridad de cosa juzgada
2. Que se haya pronunciado contra el legítimo
contradictor.
3. Que no haya habido colusión en el juicio.

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Entonces, si bien es cierto que esta clase de decisiones


son, en principio, intangibles e inmutables, una vez
adquieren la impronta de la ejecutoriedad, tales efectos sólo
se producen cuando se cumplen los requisitos establecidos
en el texto legal citado.

Frente a la primera de las exigencias, el artículo 332


de la normatividad adjetiva estatuye que la sentencia
ejecutoriada tiene fuerza de cosa juzgada «siempre que el
nuevo proceso verse sobre el mismo objeto, y se funde en la
misma causa que el anterior, y que entre ambos procesos
haya identidad jurídica de partes», y específicamente, con
respecto a la identidad jurídica de las partes, ese mismo
texto legal preceptúa que se entiende que la hay cuando las
partes del segundo proceso «son sucesores mortis causa de
las que figuraron en el primero o causahabientes suyos por
acto entre vivos celebrado con posterioridad al registro de la
demanda, si se trata de derechos sujetos a registro y al
secuestro en los demás casos».

Por consiguiente, los causahabientes a título universal


de quien fue parte en el primer juicio adquieren los
derechos que le transmite su causante, determinados o
modificados por la sentencia ejecutoriada, decisión que
tiene respecto de sus sucesores la misma fuerza y autoridad
que tuvo para quien actuó en el proceso inicial.

5. En el caso presente, en el proceso primigenio


Jennifer Andrea Celis Ortiz demandó a Gustavo Arnulfo

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Martínez Echeverry, para que se declarara que era su


progenitor y posteriormente este último también promovió
en contra de aquella la acción de impugnación de la
paternidad, con sustento en que la accionada no era su
hija, pues el declarado padre padecía de “astenozoospermia
severa, con muy baja viabilidad espermática”, enfermedad
que -según el recurrente- le impedía procrear descendencia.

En el juicio actual, las sucesoras mortis causa del


fallecido Martínez Echeverry instauraron una acción de
similar naturaleza a la que adelantó el causante en contra
de la señora Celis Ortiz, razón por la cual existe
coincidencia de titulares de la relación jurídica sustancial y
procesal debatida.

5.1. Ahora bien, el segundo requisito para la


configuración de la cosa juzgada, consiste en que la causa
jurídica de la acción o de la excepción sea la misma en los
dos juicios.

Por causa jurídica según se ha dicho en repetidas


oportunidades, debe entenderse el hecho generador que el
actor hace valer en su demanda como fundamento de la
acción o de la excepción, valga decir, el principio que
origina el pretendido derecho.

Sin embargo, cabe distinguir entre la causa remota y


la próxima del derecho que se reclama, pues solo esta
última es la verdadera causa de pedir, al paso que la

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remota o lejana es intrascendente para los efectos de la


cosa juzgada, la cual se configura cuando hay identidad en
la causa próxima entre el primero y el segundo proceso.

Entonces, el objetivo perseguido a través de la


inmutabilidad e irrevocabilidad de las sentencias en las que
se determinaron los derechos del actor y del demandado, no
puede generar consecuencias absurdas o ilógicas, al
extremo de que aspectos no decididos en el proceso inicial,
no puedan ser definidos en un juicio posterior, so pretexto
de vulnerar el principio de la cosa juzgada.

Para clarificar aún más el tema, la doctrina ha


definido:
«Para que la sentencia ejecutoria tenga la autoridad de
la cosa juzgada en el segundo juicio es forzoso que la acción
que la produjo, sea idéntica a la que se intenta en el segundo
proceso, porque de otra manera no hay razón alguna para
que se respete lo resuelto en la ejecutoria y se dedica lo
mismo que lo resuelto por ella. A propósito de esta identidad,
algunos autores clásicos aconsejaban que cuando se ejercita
una acción real, es conveniente expresar la causa próxima
de la acción y no limitarse a mencionar la remota, porque si
se hace esto último, la sentencia que declare improcedente la
acción, será un obstáculo insuperable para promover
eficazmente un nuevo juicio, ejemplo, reivindico un predio sin
expresar el título por el cual lo adquirí, afirmando
únicamente que soy propietario de él. Si se declara
improcedente la acción me quedan cerradas todas las

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puertas para intentarla de nuevo haciendo valer que lo


adquirí por determinado título. En cambio sí reivindico por
título de compraventa y pierdo el litigio, me es posible en un
segundo juicio reivindicar por título de donación o de
permuta o de dación en pago, etc.».1

5.2. En tal sentido la necesidad social de que las


sentencias ejecutoriadas adquieran firmeza e
irrevocabilidad, para impedir que juicios sobre las mismas
cuestiones sean indefinidos, en aras de amparar la
seguridad de las relaciones jurídicas, el orden social y
económico quedan a salvo, cuando en el segundo proceso
se invoca una causa próxima distinta del asunto
anteriormente juzgado, a pesar de que la causa remota sea
similar.

Esa teoría la acogió nuestro Código de Procedimiento


Civil en el artículo 305, al establecer que:

«La sentencia deberá estar en consonancia con los


hechos y las pretensiones aducidos en la demanda y en las
demás oportunidades que este Código contempla, y con las
excepciones que aparezcan probadas y hubieren sido
alegadas si así lo exige la ley.

No podrá condenarse al demandado por cantidad


superior o por objeto distinto del pretendido en la demanda,
ni por causa diferente a la invocada en ésta».
1
Pallares Eduardo, Diccionario de Derecho Procesal Civil. Editorial Porrua S.A. México 1960. Pág. 183.

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Entonces, es claro que el legislador quiso que la


sentencia resuelva solo sobre los aspectos en debate, de ahí
que no sea procedente extender lo decidido en el fallo a
tópicos no sometidos al conocimiento del juez.

Esa tesis fue acogida por esta Corporación que definió:

«No es dable confundir las causas próximas con las


remotas. Es posible en verdad que enlazando unas y otras,
la simiente lejana de dos o más juicios hallen alguna
convergencia o incluso una total coincidencia. Empero, las
que en definitiva determinan si en un caso dado se está
atentando contra lo ejecutoriado, son las causas próximas, o
sea las que sirven de fundamento directo al juicio respectivo,
de tal suerte que si la que fue invocada entonces difiere de la
del nuevo proceso, no hay razón para concluir en la cosa
juzgada». (CSJ SC, 22 SEP. 2005, Rad. 2000-00430)

También ha establecido la doctrina:

«En consecuencia, según la teoría que distingue entre


causa remota y causa próxima, hay identidad de causa de
pedir cuando entre la primera y la segunda demanda la
causa próxima del derecho deducido en el juicio es la misma,
aunque la causa lejana sea distinta.
Si en un pleito se ha invocado el error como causa de
nulidad, toda la controversia judicial se desenvolvió en torno
a este vicio; si existieron otros, no fueron discutidos. Absurdo

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es, entonces, que si más tarde se entabla otro juicio basado


en el dolo o la fuerza, se oponga la cosa juzgada dimanante
de la sentencia de primer pleito por la sola circunstancia de
haberse tratado en éste también de un vicio del
consentimiento. La cosa juzgada debe existir respecto de los
puntos juzgados y no de otros que ni siquiera tuvieran
mención en el juicio primitivo».2

Cabe destacar que si bien en el cargo se acusó al


sentenciador por la errada interpretación de la norma
sustancial, reproche que torna improcedente cualquier
análisis probatorio, pues se parte del supuesto de que no
existe reparo alguno contra los resultados que en el campo
de la cuestión fáctica haya encontrado el fallador, como
consecuencia del examen de los elementos persuasivos, tal
circunstancia, no impide en este caso que la Corte proceda
al análisis de los hechos, el cual resulta necesario para
determinar si existe la identidad de causas y, por
consiguiente, si se configuró la excepción de cosa juzgada.

6. En el asunto sub judice se invocó como causa


próxima de la pretensión la existencia de la prueba de ADN,
con la cual se estableció que «la paternidad del Sr. Gustavo
Arnulfo Martínez Echeverry con relación a Jennifer Andrea
Martínez Celis es incompatible», aún cuando la causa
remota, continúa siendo la misma invocada en el primer
juicio de impugnación de la paternidad, a saber, «que el hijo
no ha podido tener por padre al que pasa por tal».
2
Alessandri R. Arturo. Tratado de Derecho Civil. T.I., Editorial Jurídica de Chile, páginas 144 y 145.

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Por su parte, en el proceso promovido por el difunto


Gustavo Arnulfo Martínez Echeverry en contra de Jennifer
Andrea Martínez Celis, para que se declarara que no era su
padre, la causa próxima tuvo sustento en los resultados de
unos exámenes médicos, con los cuales –según sostuvo el
recurrente-fue diagnosticado con «astenozoospermia severa,
con muy baja viabilidad espermática», supuesto fáctico con
el que igualmente se pretendía demostrar la causal de
impugnación contemplada en el numeral 1º del artículo 248
del Código Civil, a la que se hizo mención.

Entonces, como cada una de las causas próximas, está


sustentada en supuestos de hecho disimiles, tal
circunstancia determina también una actividad probatoria
diferente, razón por la que no es válido concluir que existe
cosa juzgada.

Sobre el particular definió esta Corporación:

«Así las cosas, aún cuando las partes sean idénticas y


sea uno mismo el objeto del proceso, con absoluta
transparencia se observa, que apoyada la pretensión en
supuestos fácticos diversos, falta la identidad de causa para
pedir, de donde deviene la conclusión de no existir entonces
cosa juzgada» (CSJ SC, 29 May. 1990).

7. Además, si bien en el proceso de investigación de la


paternidad, se declaró a Gustavo Arnulfo Martínez

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Echeverry como padre de Andrea Martínez Celis, para ese


propósito se adujo como causal de presunción de la
paternidad la contemplada en el artículo 6º de la Ley 75 de
1968, vigente para la época en que se dictó la sentencia, en
virtud de la cual:
«Se presume la paternidad natural y hay lugar a declararla
judicialmente
4o) En el caso de que entre el presunto padre y la madre hayan
existido relaciones sexuales en la época en que según el artículo 92 del
Código Civil pudo tener lugar la concepción.

Supuesto que el juez tuvo por demostrado con base en


la prueba testimonial y según dijo en los resultados de la
prueba antropo-heredo-biológica, practicada el 25 de
octubre de 1990, en la que se concluyó que existía
compatibilidad de la paternidad.

En el caso presente, por el contrario, como resultado


del avance científico y tecnológico, la demanda tiene como
fundamento de la pretensión de impugnación de la
paternidad, el examen de ADN practicado a Gustavo
Arnulfo Martínez Echeverry y a quien pasa por su hija,
cuyos resultados evidencian que la condición civil atribuida
por vía judicial no corresponde a la real.
En tal sentido, la prueba de marcadores genéticos, a la
que ninguna trascendencia le dio el juzgador de segundo
grado, es hoy un instrumento científico de gran valía para
establecer la verdadera filiación, de ahí que como «avance de
la ciencia en materia de genética es sencillamente sorprendente,
contándose ahora con herramientas que a juicio de doctos contienen un

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indiscutible rigor científico, al extremo de que existen pruebas de tal


naturaleza que pueden determinar la paternidad en un grado de
verosimilitud rayano en la seguridad» (CSJ SC 23 abr. 1998, Rad.
5014).

Ese nuevo medio probatorio no tenido en cuenta en los


procesos iniciales, modifica por completo el panorama
fáctico, lo cual hace posible que se deba resolver de nuevo
la controversia, pues sobre esos supuestos de hecho el
funcionario no se ha pronunciado, porque el juicio anterior
versó sobre una causa diferente a la que ahora se invoca.

Sobre el particular definió la Corte Constitucional en


la sentencia T-352 de 2012:

Así las cosas, la Sala considera que no existe cosa


juzgada en este caso, debido a que si bien se trata de
iguales sujetos y de iguales pretensiones, los hechos no
son los mismos, ya que: i) en 1973 (fecha en que se
llevó a cabo el primer proceso) no existía la prueba de
ADN, pues los avances científicos en materia genética
no habían llegado hasta su descubrimiento; ii) el
ordenamiento jurídico se regía bajo los mandatos de la
Constitución de 1886; por tanto, fue hasta 1991
cuando se logró afianzar el principio de la primacía del
derecho sustancial sobre el procesal, como garantía de
la materialización y protección real de los derechos de
los individuos; y iii) no se había expedido la Ley 721 de
2001, que fue la que determinó que era obligatoria la
prueba de ADN en los procesos de filiación, mientras
los desarrollos científicos no ofrezcan mejores
posibilidades.

21
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

8. Entonces, el único cargo propuesto debe abrirse


paso, por cuanto el Tribunal tuvo por demostrada la
excepción previa de cosa juzgada, cuando realmente era
inexistente, ante la ausencia de identidad de causa entre
los diferentes juicios adelantados para establecer la filiación
de Jennifer Andrea Celis Ortiz.

Es evidente y trascendente el error manifiesto del


Tribunal en la apreciación de la demanda, porque al fallar
el conflicto puesto a composición judicial, no lo decidió con
arreglo a los hechos invocados, sino que en últimas terminó
por alterarlos, al concluir que se trataba de los mismos
supuestos fácticos aducidos en el proceso de impugnación
de la paternidad que con anterioridad se promovió.

Al respectó definió la Corte:


«la demanda es la pieza fundamental del debate, pues no sólo
marca el norte de la actividad judicial, sino que además limita el poder
y la competencia del juez que, como es sabido, no puede abandonar los
confines que traza el demandante al delinear sus pretensiones y los

supuestos fácticos que les sirven de apoyo (…) », y cuando el fallo

traiciona el genuino querer del demandante e incorpora de


manera arbitraria su propia percepción sobre los supuestos
fácticos, tal yerro es denunciable en casación por error en la
apreciación del libelo, con apoyo en la causal 1ª del artículo
368 del Código de Procedimiento Civil, (CSJ SC 24 sep.
2004, Rad. 7491).

Por todas las razones expuestas se casará la sentencia

22
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

anticipada dictada en segunda instancia, mediante la cual


se confirmó el fallo del a quo que declaró probada la
excepción de cosa juzgada, propuesta como previa, facultad
reconocida en la reforma que introdujo la Ley 1395 de 2010
al inciso final del artículo 97 del Código de Procedimiento
Civil.

Así pues, se impondría dictar el correspondiente fallo


de sustitución; sin embargo, esa decisión no puede emitirse
aún, porque no se han evacuado la totalidad de las etapas
procesales, debido a que la providencia que le puso fin al
proceso se dictó de manera anticipada, de ahí que ni
siquiera se han decretado ni practicado las pruebas
oportunamente solicitadas por las partes, entre ellas el
examen de ADN realizado al fallecido Gustavo Arnulfo
Martínez Echeverry y a la demandada, cuyos resultados se
allegaron con la demanda.

Por consiguiente, ante la prosperidad de la causal 1


del artículo 368 del Código de Procedimiento Civil y con fin
de evitar futuras nulidades, ante la posible pretermisión de
la instancia, se dispondrá la devolución del expediente al a
quo para que continúe con el trámite de la actuación, y se
revocará el proveído de 27 de octubre de 2011, dictado por
el juzgador de primer grado, mediante el cual se declaró
probada la excepción de «cosa juzgada».

Como el recurso extraordinario le resultó favorable a la


parte que lo interpuso, no habrá lugar a imponer condena

23
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

en costas en esta sede.

V. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


en Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley, CASA la sentencia
anticipada pronunciada por el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Ibagué en el proceso ordinario de la referencia, y
en sede de instancia

RESUELVE

PRIMERO: Revocar el proveído de 27 de octubre de


2011, proferido por el Juzgado Promiscuo de Familia de
Líbano, mediante el cual se declaró probada la excepción de
«cosa juzgada», propuesta como previa.

SEGUNDO: Devuélvase el expediente al juzgado de


origen con copia de esta providencia, para que se continúe
con las etapas correspondientes del proceso.

SEGUNDO: Sin costas del recurso extraordinario por


haber prosperado.
NOTIFÍQUESE

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

Presidente de Sala
(Con salvamento de voto)

MARGARITA CABELLO BLANCO


(Con salvamento de voto)

ÁLVARO FERNANDO GARCÍA RESTREPO

FERNANDO GIRALDO GUTIÉRREZ

ARIEL SALAZAR RAMÍREZ

RAFAEL AURELIO CALDERÓN MARULANDA


(Conjuez)
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL

25
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

SALVAMENTO DE VOTO

MAGISTRADA MARGARITA CABELLO BLANCO

Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

En esta oportunidad, con el debido respeto a la


mayoría, debo consignar las razones por las cuales salvo el
voto en relación con la decisión adoptada en el caso
identificado con la radicación precedente.

1. A partir de la convivencia estable, duradera y


singular de una pareja, como la que se predica de las
uniones maritales de hecho o del matrimonio, ha podido el
legislador3 presumir la paternidad, apoyándose no sólo en
la época en que pudo ocurrir la concepción sino además en
que en el entorno de confianza, intimidad y respeto que
suele rodear a esas relaciones, se dan las sexuales entre la
pareja con aptitud suficiente para generar esa concepción y,
andando la naturaleza su camino, producirse el nacimiento
de quien, entonces, goza de la presunción de que el cónyuge
o compañero permanente de la madre, por la época de la
concepción, es su padre. Se trata, como es evidente, de una
presunción legal que opera por ministerio de la ley y que
puede ser desvirtuada, mediante las acciones de
impugnación, pues descansa en inferencias (relaciones
sexuales por la época de la concepción) amparadas a su vez
3
Desde Roma hasta nuestros días se evidencia esta práctica legislativa

26
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

en suposiciones que tienen venero en la experiencia del ser


humano (cohabitación, fidelidad, confianza entre cónyuges
o compañeros, entre otras) que producen esa apariencia de
paternidad. Es lo que desarrollan, entre otras, las normas
contenidas en los artículos 2134, 2145, 2206 o 2377 del
Código Civil, por citar sólo algunos.

De otra parte, se sabe también que fuera de los casos


anteriores, la determinación de la filiación paterna puede
establecerse mediante el reconocimiento voluntario,
efectuado en el acta de nacimiento, en escritura pública,
testamento, o por declaración expresa y espontanea ante
juez o defensor de familia. Al margen destaco que hoy, de
acuerdo con el Código General del Proceso, tan solo con ese
reconocimiento voluntario puede proveer el juez, dictando
sentencia en la que declara la paternidad, sin que deba
verificar la plena conformidad de esa admisión con la

4
El artículo 213 del código civil, con la versión de la ley 1060 de 2006, establece “el
hijo concebido durante el matrimonio o durante la unión marital de hecho tiene por
padres a los cónyuges o compañeros permanentes, salvo que se pruebe lo contrario
en un proceso de investigación o de impugnación de paternidad”
5
El artículo 214 establece que “el hijo que nace después de espirados los 180 días
subsiguientes al matrimonio o a la declaración de unión marital de hecho, se reputa
concebido en el vínculo y tiene por padres a los cónyuges o a los compañeros
permanentes, excepto en los siguientes casos: 1. Cuando el cónyuge o el compañero
permanente demuestre por cualquier medio que no es el padre. 2) cuando en
proceso de impugnación de la paternidad se desvirtúe esta presunción”
6
Dice: “A petición de cualquier persona que tenga interés actual en ello, declarará el
juez la ilegitimidad del hijo nacido después de espirados los 300 días subsiguientes
a la disolución del matrimonio”
7
“El matrimonio posterior legitima ipso jure a los hijos concebidos antes y nacidos
en él. El marido, con todo, podrá reclamar contra la legitimidad del hijo que nace
antes de expirar los ciento ochenta días subsiguientes al matrimonio, si prueba que
estuvo en absoluta imposibilidad física de tener acceso a la madre, durante todo el
tiempo en que pudo presumirse la concepción según las reglas legales”.

27
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realidad (prueba de ADN)8, lo cual denota el amplio arraigo


que aún tiene entre nosotros, a efectos de la filiación, otros
lazos -a veces más fuertes- y distintos de los meramente
biológicos.

Pero, además, ese reconocimiento, o mejor, esa


relación paterno filial puede ser impuesta por sentencia
judicial, no solo con base en la prueba de marcadores
genéticos (ADN) o de otro procedimiento técnico-científico
más certero que la ciencia avale -es lo deseable-, sino
excepcionalmente con base también en otras presunciones
(otrora causales), como las establecidas en el artículo 4° de
la Ley 75 de 1968, fincadas en hechos de distinto
temperamento, todas dirigidas a la inferencia más o menos
indirecta de relaciones sexuales habidas de la madre con el
presunto padre (rapto, violación, seducción, trato personal
o social de la madre y éste; y hasta la posesión notoria del
estado civil de hijo, en tanto el prolongado trato ostensible
del presunto padre hacia su supuesto hijo, permite suponer
que en efecto este lo es).

Cuando el status de hijo se obtiene por ministerio de


la ley –en razón de las presunciones que ella trae y a que he
hecho referencia- o por reconocimiento extrajudicial, la

8
El numeral tercero del artículo 386 del código General del Proceso, que regula el
proceso de investigación o impugnación de la paternidad o la maternidad, establece
que “no será necesaria la práctica de la prueba científica cuando el demandado no
se oponga a las pretensiones, sin perjuicio de que el juez pueda decretar pruebas en
el caso de impugnación de la filiación de menores”.

28
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falibilidad que enseguida se avizora como probable, impone


la viabilidad de la impugnación de ese status.

¿Qué decir sobre la procedencia de la impugnación de


la filiación, cuando de por medio existe una sentencia
judicial con fuerza de cosa juzgada material erga omnes?

Con la cosa juzgada material, institución que otorga


inmutabilidad y definitividad a la sentencia en virtud de la
cual el beneficiado con ella puede gozar (y tiene la certeza
de que lo seguirá haciendo) del bien de la vida que en su
favor se dedujo en juicio, se impide el replanteamiento
indefinido del litigio ya decidido por parte de los perdedores,
se logra, desde los tiempos del imperio romano, seguridad
jurídica, paz en tanto el conflicto de intereses
intersubjetivos hubo de culminar con la declaración de
certeza en que consiste la sentencia. Pero
fundamentalmente, porque esa certeza no es provisional
sino definitiva, inmutable. Todas esas características, que
doctrina y jurisprudencia de la Corte han aquilatado sobre
todo en el recurso de revisión, impiden que pueda
concluirse, como lo hace el fallo del que discrepo, que una
sentencia judicial que declara la filiación extramatrimonial
pueda ser objeto de impugnación mediante otro proceso,
esta vez con pretensión no de reconocimiento, sino de
impugnación del estado civil.

29
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Justamente por ese sello de cosa juzgada material


erga omnes, como algo puramente excepcional, la ley 1060
de 2006, vigente desde el 26 de julio de ese año, consagró la
posibilidad de que las personas que hubieran impugnado la
paternidad o la maternidad y hubiesen obtenido sentencia
adversa por efectos de encontrarse caducada la acción, lo
pudieran hacer nuevamente y por una sola vez, “dentro de
los 180 días siguientes a la entrada en vigencia de” esa ley.
Pero nada dijo en relación con casos que, como éste,
pudiesen haber tenido soporte en testimonios y demás
pruebas indirectas, tan incomparables con la de
marcadores genéticos que otorga una probabilidad de
certeza casi absoluta. En esa medida, resulta inaplicable el
artículo 248 del Código Civil9, en lo que hace a hijos no
nacidos durante la vigencia de la unión marital o el
matrimonio, pero declarados como tales en sentencia
judicial firme. El campo de acción de tal precepto, sigue
siendo el de las presunciones y reconocimientos
voluntarios.

Puede estarse en desacuerdo con ciertos casos


decididos en sentencias firmes e intrínsecamente injustas.

9
Establece el art. 248 del C.C. con la modificación de la ley 1060 de 2006: Artículo
248. “En los demás casos podrá impugnarse la paternidad probando alguna de las
causas siguientes:

1. Que el hijo no ha podido tener por padre al que pasa por tal.

2. Que el hijo no ha tenido por madre a la que pasa por tal, sujetándose esta
alegación a lo dispuesto en el título 18 de la maternidad disputada.

No serán oídos contra la paternidad sino los que prueben un interés actual en ello, y
los ascendientes de quienes se creen con derechos, durante los 140 días desde que
tuvieron conocimiento de la paternidad”.

30
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

Superadas están ya las teorías que daban por verdad lo que


la sentencia declaraba. Pero el legislador no ha cerrado los
ojos; de ahí que, sabedor de la falibilidad humana –o de la
influencia de fuerzas extrínsecas las más de las veces
ilícitas que impidieron ver la verdad-, haya previsto una
salida con el recurso de revisión, aquilatado por la
jurisprudencia de esta Corporación, justamente como
excepción de valía al principio de que se trata. Que este
recurso se encuentre restringido en términos de causales y
de oportunidad para impetrarlo, como se sabe en razón de
la inseguridad que precisamente recaería en mantener viva
la posibilidad de entablarlo ad libitum, y que por ende en él
no quepan todos los casos que uno deseara, no es más que
muestra inequívoca de que el legislador pudo haberse
quedado corto y puede o debe incluir casos merecedores de
un nuevo estudio. Pero ello no autoriza a que el juez, contra
la expresa claridad de la ley, resuelva permitir que se
reabran procesos definitivamente zanjados. Menos con la
aparición de una nueva prueba, es decir, con el
mejoramiento de los medios de convicción con los cuales se
hubo de adoptar el fallo cuestionado, pues resulta claro que
ello no varía la causa petendi. Salvo, repito, que se legisle
en ese sentido.

En otras palabras: no es extravagante que las


declaraciones judiciales pugnen con la verdad real o
histórica, única que debería brillar en aquella. Que la
sentencia no recoja los acontecimientos fidedignos que

31
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

sucedieron y que el juez intenta escrutar de la mano de las


pruebas que sus protagonistas le ofrecen o que
oficiosamente acopia, no es más que el reconocimiento de
que esa labor, por razones de muy diverso temperamento,
no garantiza resultados infalibles. ¿Podrá decirse, entonces,
que el advenimiento de nuevas pruebas que refuten
contundentemente lo deducido y afirmado en sentencia
dictada en proceso contencioso, con autoridad de cosa
juzgada material, habilita la revisión de ese fallo?

Estoy segura de que el legislador, de modo claro y


categórico optó por la negativa en el caso de la filiación
declarada judicialmente. Es que una cosa es impugnar la
paternidad que la ley asigna, a partir de inferencias o de
reconocimiento voluntario, y otra la filiación declarada por
sentencia judicial firme pues ello sería tanto como revivir el
pleito ya zanjado.

Por eso, el gran obstáculo, el más importante que se


me presenta para no acompañar a la Sala en esta decisión,
es el relativo a la cosa juzgada erga omnes que se predica de
la sentencia judicial dictada en proceso de conocimiento
entre legítimos contradictores, como fue el de investigación
de la paternidad que dio lugar al fallo del 25 de noviembre
de 1991 mediante el cual se declaró que Gustavo Arnulfo
Martínez Echeverry es el padre extramatrimonial de la
demandada en esta causa.

32
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

La claridad del precepto sustancial contenido en el


artículo 410 del Código Civil (“el fallo judicial que declara
verdadera o falsa la legitimidad del hijo, no sólo vale
respecto de las personas que han intervenido en el juicio,
sino respecto de todos, relativamente a los efectos que dicha
legitimidad acarrea”), que así lo declara, no da pie para
valoraciones o ponderaciones que intenten hacer prevalecer
un derecho sobre valores y principios, pues éste en sí
mismo desarrolla uno básico para el orden jurídico, familiar
y social: la seguridad jurídica. Pero en este caso se ha
puesto en la balanza, y al parecer ha tenido mayor peso, un
derecho de base estrictamente económica, como el que
subyace a la impugnación de quienes tienen vocación
hereditaria en la mortuoria de Gustavo Arnulfo Martínez,
sobre principios y valores que se encuentran ínsitos y
nutren ese núcleo fundamental de la sociedad que es la
familia, como así lo proclama el artículo 42 de la
Constitución Política.

Ese precepto fundamental indica que la familia “se


constituye por vínculos naturales o jurídicos”, uno de los
cuales es, a no dudarlo, la sentencia judicial que establece
la filiación entre padre e hijo. En mi opinión, la familia,
institución en permanente evolución, no puede ser
concebida únicamente con base en el estrecho marco de los
lazos consanguíneos, pues, como es sabido, el afecto, la
solidaridad, el proyecto de vida en común, el apoyo

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

emocional entre sus miembros, la intimidad, entre otros


valores, le insuflan su naturaleza.

De modo que si el Código Civil estableció en el artículo


403 que legítimo contradictor “en la cuestión de paternidad
es el padre contra el hijo, o el hijo contra el padre, y en la
cuestión de maternidad, el hijo contra la madre, o la madre
contra el hijo”. Y si en virtud del artículo 401 la sentencia
firme que establezca la filiación entre aquellos tiene el sello
de la cosa juzgada material con efectos para toda la
humanidad, debe concluirse que resulta mandatorio
predicar que aquella providencia de filiación proferida en el
proceso contencioso de investigación de la paternidad en el
que Jennifer Andrea Martínez Celis fue declarada hija
extramatrimonial, goza de esos efectos, vinculantes incluso
para quienes promovieron este proceso, el cual, por lo visto,
no podía adelantarse.

MARGARITA CABELLO BLANCO

Magistrada

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACIÓN CIVIL

SALVAMENTO DE VOTO

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

Radicación n.° 73411-31-84-001-2010-00308-01

Con el acostumbrado respeto por la mayoría de la


Sala, expongo las razones por las cuales disiento de la
solución adoptada, por cuanto incurre en una serie de
desaciertos que procedo a desarrollar de la siguiente
forma:

Primero abordo la cuestión fáctica. La narro en


forma sucinta pero completa para advertir y entender
los fuertes motivos y el porqué la Corte no podía casar
el fallo del cual presento voto disidente. A
continuación hago la exposición de los motivos que
sustentan mi disenso.

1. Los hechos que abrieron paso al quiebre de


la sentencia. Jennifer Andrea Celis Ortiz, nacida el 28
de diciembre de 1989, demandó por intermedio de su
representante respectiva, la abuela materna 10, la
investigación de la filiación extramatrimonial contra
Gustavo Arnulfo Martínez Echeverry, ante el Juez
promiscuo de Familia de Líbano – Tolima, aduciendo
la existencia de relaciones sexuales del presunto padre
con la madre biológica, para la época de su
concepción, –a la sazón menor de edad-. El a quo
10
La abuela, ejerciendo una representación directa y al mismo tiempo
indirecta porque la madre de la presunta hija, también era menor de edad al
tiempo de presentación de la demanda.

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declaró la paternidad suplicada con apoyo en


declaraciones y en un examen de genética practicado
el 25 de octubre de 1990, que dictaminó “impresión
sobre paternidad es compatible”, en decisión de fondo
del 25 de noviembre de 1991. La sentencia fue
apelada y confirmada por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Ibagué el 21 de agosto de 1992;
sin embargo, no se demandó en casación, tampoco
formuló revisión.

Posteriormente, Gustavo Arnulfo Martínez


Echeverry, el declarado padre judicialmente, fundado
en la duda sobre su paternidad, arguyendo problemas
de Astenozoospermia Severa promovió acción de
impugnación de la paternidad extramatrimonial en
contra de la hija, Jennifer Andrea Martínez Celis. El
juez de primer grado declaró la excepción de cosa
juzgada el 30 de junio de 2009, y apelada esa
determinación, el 11 de agosto de 2010 el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Ibagué, la confirmó.

El padre, con independencia del proceso, tras


convencer a su hija, se practicó, el 4 de agosto de
2010, la prueba de ADN, en los Laboratorios Yunis
Turbay Cía. S. en C., elemento de convicción que
arrojó como resultado “incompatible”.

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Fallecido Gustavo Arnulfo Martínez Echeverry,


sus hermanas, Olga Lucía y Elsa Graciela Martínez
Echeverry, comenzaron nuevamente el 26 de
noviembre de 2010, otra acción de impugnación
contra la originaria paternidad declarada
judicialmente, aduciendo su calidad de herederas
exclusivas del fallecido. Las dos instancias negaron las
pretensiones, el 27 de octubre de 2011, el juez de
primer grado declaró probada la excepción de cosa
juzgada, confirmada por el Tribunal el 10 de diciembre
del 2012, cuya decisión se impugnó en casación.
Propuesto el correspondiente recurso la Sala
mayoritaria casó integralmente la decisión
impugnada.

En síntesis, hubo un primer proceso de


reclamación positiva del estado civil, correspondiente
a la filiación extramatrimonial que declaró la
paternidad judicialmente; y por la misma causa, dos
nuevas acciones negativas de estado, tocantes con la
impugnación atacando la sentencia inicial de filiación,
la primera entablada directamente por el padre, y la
segunda, por sus hermanas, siendo esta última, la
objeto de la actual sentencia.

Esta decisión que concluye el trámite


nomofiláctico incurre en los siguientes defectos:

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2.1. Desvertebra la noción de cosa juzgada.


Tradicionalmente se entiende por cosa juzgada cuando
se presenta entre dos juicios o causas, en forma
concurrente: identidad de objeto (eadem res, es el
petitum el que se pretende), identidad de causa (eadem
causa petendi, identidad en el fundamento fáctico y
jurídico, el por qué se pretende, la causa o motivo), e
identidad de partes (eadem personarum, identidad de
quienes litigan). Su finalidad es dar seguridad jurídica y
amparar la estabilidad de las sentencias, impidiendo que
los hechos o conductas debatidos y resueltos en un
determinado proceso judicial vuelvan a ser discutidos por
otro funcionario en un juicio posterior, todo en aras de
preservar la confianza jurídica que debe revestir un
ordenamiento legislativo, por supuesto, con las excepciones
que para el caso consagre la ley. La cosa juzgada ha sido
equiparada al principio del "non bis in ídem", con el fin de
que los hechos y conductas que ya han sido juzgados o
resueltos, no vuelvan a ser debatidos ante otro funcionario
en juicio posterior.

Para el enjuiciamiento civil colombiano, la cosa


juzgada descansó en el artículo 332 del C. P. C, y ahora en
el art. 303 del C. G. del P., y aunque las dos normas se
refieren, exclusivamente, “a la sentencia ejecutoriada
proferida en proceso contencioso”, hoy por hoy, cobija otras
modalidades de decisiones, más allá de las sentencias,
como las soluciones logradas con los mecanismos

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

alternativos de solución de conflictos, formas anormales de


terminación del proceso (desistimiento, transacción),
providencias que deciden excepciones previas con carácter
de perentorias, sentencias anticipadas o parciales,
predicándose entonces de toda decisión judicial definitiva
que haya recaído sobre el fondo de la controversia jurídica
planteada. También la conciliación, desde antaño hace
tránsito a cosa juzgada; hoy, nada distinto dimana del art.
66 de la Ley 446 de 1998, al decir, “(…) hace tránsito a cosa
juzgada y el acta de conciliación presta mérito ejecutivo”. La
Ley 640 de 2001, consagró análoga previsión.

Pues bien, las partes convocadas al juicio de


impugnación, son las mismas que concurrieron al de
investigación de paternidad; la causa petendi es la misma
del juicio inicial en el cual se declaró la paternidad del
demandante, pues allí se enunciaban como hechos, los
fundantes del estado civil de hija de la menor, mientras que
en la impugnación también se enuncian los mismos hechos
pero en sentido negativo; y el petitum en ambos juicios es
idéntico porque las pretensiones de uno y otro se
circunscriben a la filiación extramatrimonial, debaten y
procuran positiva o negativamente la paternidad;
positivamente en la investigación y negativamente en la
impugnación, de donde se deduce, que el objeto como
relación jurídico procesal (la filiación) fue declarado en el
primigenio juicio de investigación, y es el mismo que se
debate en el nuevo proceso. En el juicio de investigación de
paternidad, el demandado adoptó la posición procesal de

39
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

quien la desconoce, similar estrategia a la ahora planteada.


En la actual acción cambia únicamente en el escenario, la
posición de las partes, pues mientras en la investigación
demandaba la abuela en representación de la menor al
presunto padre; en el segundo proceso quien demandó fue
el padre declarado en ese juicio, y en el tercero, que
corresponde a la segunda impugnación, las herederas del
presunto padre fallecido, son las actoras.

Existió doble causa para pregonar cosa juzgada: la


inicial entre el primigenio juicio de investigación y el
segundo de impugnación entablado por el padre, así, como
entre la primera impugnación instaurada directamente por
el padre y, la segunda, propuesta por las herederas del
padre, declarativo que dio lugar a esta sentencia de
casación.

La sentencia de casación, confunde la causa,


como elemento axial y orgánico de la cosa juzgada,
con la prueba o los medios probatorios. En términos
estrictos la identidad de causa corresponde a la
similitud fáctica, porque entre la nueva demanda y la
decisión que hizo tránsito a cosa juzgada en la anterior
controversia se presentan los mismos fundamentos, los
mismos hechos, los mismos motivos como apoyo para las
nuevas pretensiones. Son similares los hechos jurídicos o
fácticos que sirven de basamento al derecho reclamado que

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

configuran la identidad de causa, al recaer sobre los


mismos hechos que se juzgaron anteriormente; se trata del
porqué o de la razón de la demanda, que halla explicación
en los fundamentos invocados, que para el presente caso
consisten en el desconocimiento de la paternidad declarada
judicialmente o simplemente de la inexistencia de
paternidad.

En consecuencia, pontifica una equivocada


doctrina del derecho procesal, prohijada por la Corte
Constitucional, cuando desvirtúa expresamente los
efectos de la cosa juzgada, con relación a la identidad
de la causa, como componente objetivo y estructural
del instituto, para desconocerlo y quebrarlo, tornando
vacuo su contenido. Según la decisión hay ausencia o
inexistencia de identidad de causa entre las dos
demandas, simplemente cuando se aduzcan,
aparezcan o se argumente la presencia de nuevos o de
diferentes medios probatorios, así los hechos sean los
mismos.

Bastará entonces, bajo la tesis esgrimida, a pesar


de la presencia de hechos idénticos, principio y
manantial prístino de la auténtica causa petendi, que
las partes para eludir la cosa juzgada generen una
serie interminable de acciones judiciales con
detrimento de la estabilidad jurídica, aportando,

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

incorporando, cambiando o sustituyendo las pruebas


en cada proceso, a pesar de versar sobre los mismos
hechos. Por tanto, la firmeza de la cosa juzgada queda
sometida a la arbitrariedad de las partes.

No es por el prurito de exagerar. La doctrina


chilena diferencia claramente: “Causa de pedir y medios
probatorios: La causa de pedir, o sea, el hecho que origina el
derecho, la situación jurídica o el beneficio legal que se
pretende y persigue a través del juicio, es algo muy distinto
de los medios probatorios de ese hecho; la diversidad de
estos medios no importa diversidad de causas de pedir. Si
en un pleito no pude acreditar con un documento que el
demandado me debe un millón de pesos por el préstamo que
le hice, más tarde no podré intentar otro juicio tratando de
probar el mismo préstamo con otro documento que encontré
entre mis papeles: la causa de pedir (el préstamo) es
idéntica, y todas las pruebas debí hacerlas valer en el primer
pleito”11.

Ciertamente la sentencia se apoya en el mismo


doctrinante, Alessandri Rodríguez, sin embargo, si bien
diferencia causa próxima y remota, no está sosteniendo
indistintamente que una u otra causa se confundan con el
medio probatorio. En el mismo horizonte, también es
citado, un precedente de esta Sala del 22 de septiembre del
11
ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo y otros. Tratado de derecho civil. Tomo I.
Santiago, Chile: Editorial Jurídica de Chile. 1998. p. 141.

42
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

2005, expediente 00450 con ponencia del Dr. Manuel I.


Ardila, empero, en él tampoco, a pesar de diferenciar causa
próxima y remota, se incurre en esa confusión 12.

Para desestimar la excepción de cosa juzgada, cuyo


mérito con acierto se declaró en el fallo recurrido en

12
Ese antecedente de esta Sala, casaba un juicio de filiación extramatrimonial,
donde el sentenciador de segundo grado había revocado una decisión estimatoria
del juez de primera instancia. La Corte motivó y corrigió al Tribunal expresando: “ Es
clara la forma en que el tribunal fue a dar en la cosa juzgada. Según su parecer, en
efecto, en todas las causales de paternidad subyace el hecho biológico de la
procreación, esto es, el contacto sexual de la pareja. Así que cualquiera que sea el
evento, por diversas que sean las causales que en uno y otro juicio se deduzcan,
hay identidad de causa.
“Esa forma de indagar la cosa juzgada contiene sin embargo una inexactitud.
Porque en averiguación semejante no es dable confundir las causas próximas con
las remotas. Es posible en verdad que enlazando unas y otras, la simiente lejana de
dos o más juicios hallen alguna convergencia o incluso una total coincidencia.
Empero, las que en definitiva determinan si en un caso dado se está atentando
contra lo ejecutoriado, son las causas próximas, o sea las que sirven de fundamento
directo al juicio respectivo, de tal suerte que si la que fue invocada entonces difiere
de la del nuevo proceso, no hay razón para concluir en la cosa juzgada.
“Así, por supuesto que en el proceso anterior el aquí demandante esgrimió
directamente las relaciones sexuales como causa para derivar su paternidad filial,
esa fue la causa próxima de que entonces se valió, diferente de la posesión notoria
que hoy aduce, así y todo ésta tenga a su vez por causa distante aquella otra. Y si
cada una de estas dos causas tiene su propio cuadro fáctico, lo que de suyo
determina una dinámica particular en el quehacer litigioso, reflejado entre otros en
el campo probatorio, concluir no obstante ello en que hay cosa juzgada es
equivocado.
“Bien es cierto, como es opinión común, que el hecho de cambiar de camino
probatorio meramente, no descarta la cosa juzgada, porque la causa
petendi seguiría siendo idéntica. Pero como se vio, no es el caso que exactamente
acontece en el de ahora, dado que las causales, de las que ciertamente es posible
presumir la paternidad según la ley, no simplemente encarnan una manera de
mudar de probanzas, puesto que, repítese, cada una se estructura diferentemente
por los hechos que configuran su entorno. Quizás sea elocuente traer a colación el
siguiente evento: en juicio anterior adujo el actor la primera de las causales del
artículo 6° de la ley 75 de 1968, pero resulta fallido porque no logró demostrar el
rapto o la violación a que se refiere la norma. ¿Cómo decir entonces que si luego se
invoca la posesión notoria existe cosa juzgada, si es que para nada se rozan los
hechos que uno y otro caso dan lugar a presumir la paternidad? Evidentemente,
con absoluta independencia de cualquier conducta atentatoria contra la libertad
sexual, en el segundo caso se indagará si el presunto padre, ahora libre de reproche
por su comportamiento sexual, proveyó en las condiciones requeridas por la ley la
subsistencia del hijo. Sin duda son dos procesos que tienen una causa próxima
distinta, aunque a lo lejos se tenga a la vista que se soportan en una misma causa.
"Acaso por todo ello es que la jurisprudencia ha determinado, cual en efecto lo trae
a recordación el primer cargo, que la cosa juzgada no se presente en situaciones
como la de ocurrencia, pues "tales causales tienen identidad propia, sin que pueda
válidamente predicarse que si se adujo en un proceso una que no prosperó, exista

43
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

casación, la providencia de la cual me distancio,


confunde la causa, presupuesto básico de la cosa
juzgada, con la prueba de los hechos, cuando asienta:

«(…) En este asunto (…) se invocó como causa próxima de la


pretensión la existencia de la prueba de ADN (…), aun
cuando la causa remota, continúa siendo la misma invocada en
el primer juicio de impugnación de la paternidad, a saber, “que
el hijo no ha podido tener por padre al que pasa por tal”. Por su
parte, en el proceso promovido por el difunto Gustavo
Arnulfo Martínez Echeverry en contra de Jennifer Andrea
Martínez Celis, para que se declarara que no era su padre, la
causa próxima tuvo sustento en los resultados de unos
exámenes médicos, con los cuales (…) fue diagnosticado con
“astenozoospermia severa, con muy baja viabilidad
espermática”, supuesto fáctico con el que igualmente se
pretendía demostrar la causal de impugnación contemplada en
el numeral 1° del artículo 248 del Código Civil (…). Entonces,
como cada una de las causas próximas, está sustentada en
supuestos de hechos disímiles, tal circunstancia determina
también una actividad probatoria diferente, razón por la cual no
es válido concluir que existe cosa juzgada».

No discuto la diferencia existente entre causa


remota y próxima aplicada a la cuestión. Basta
señalar que se efectúa una anfibológica transpolación
teórica de tales conceptos. En efecto,
epistemológicamente parte de un presupuesto
equivocado en cuanto equipara la causa con la forma
o el medio de probarla, que en términos de la ciencia
procesal significa asimilar el hecho que fundamenta la
cosa juzgada en un segundo proceso donde se reclama la tutela jurisdiccional para la
misma pretensión, pero fundada en hechos no controvertidos en el primero,
constitutivos de causal distinta, pues salta a la vista que, sobre tales hechos, no ha
existido ninguna controversia judicial. Así las cosas, aún cuando las partes sean
idénticas y sea uno mismo el objeto del proceso, con absoluta transparencia se
observa, que apoyada la pretensión en supuestos fácticos diversos, falta la identidad
de causa para pedir, de donde deviene la conclusión de no existir entonces cosa
juzgada" (cas. civ. sentencia 206 de 29 de mayo de 1990)”. CSJ. Civil, sent. de Cas.
del 22 de septiembre de 2005, radicado 2000 00430 01.

44
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

pretensión con el medio probatorio mediante un


artilugio o sofisma conceptual. En su sentido
gramatical, sin necesidad de acudir a las doctrinas
filosóficas más consistentes, causa es “(…) el
fundamento u origen de algo (…) lo que con su acción
produce o crea algo (…) la que hace que algo sea
formalmente lo que es (…)” 13, la que produce el efecto.
La próxima es la más cercana y la remota la más
lejana. La relación remota y próxima tampoco puede
entenderse, simple y llanamente como la causa de la
causa, porque hablaríamos de las concausas.

La forma de establecer un hecho judicialmente,


es por medio de un elemento de convicción, de un
medio, de un instrumento. Señalar que la prueba de
ADN, es la causa cercana en el tiempo es impensable
jurídica y filosóficamente, porque es confundir la
forma con el fondo. Los hechos, pueden estar
encadenados, en hilera, eslabonados, pero siempre se
tratará de una cadena de causalidades de hechos,
unos primeros, anteriores, remotos o mediatos; y,
otros próximos, cercanos o inmediatos, que difieren
íntegramente de la forma de establecerlos. Al hablar
de remotos y próximos, se alude a la radiación de
unos sobre otros en el tiempo; unos precedentes o
anteriores y otros posteriores o recientes que pueden
extenderse hasta el infinito, de tal modo que el
13
RAE. Diccionario esencial de la lengua española. 22 edic. Madrid: Espasa Calpe,
2006, p. 208.

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

primero o remoto sería la causa del efecto; y el


segundo como efecto o influencia del primero, la causa
del tercero y así sucesivamente, pero en todo caso,
todos hechos. Serían causas conectadas en el punto del
efecto; claro, esto lleva a problemas de dilución de la causa
real, etc., pero, todo esto nada, ni a la redonda, tiene que
ver con la forma de probar los hechos o las causas del
petitum.

En síntesis, la causa para pedir es el hecho generador,


es el que da nacimiento a la pretensión, es el fundamento
del derecho reclamado, el que da origen a la situación
jurídica; es lo que permite edificar el petitum. De ningún
modo es el medio de convicción. En esta impugnación de
paternidad la causa de los actores rebeldes contra el primer
fallo que declaró la paternidad del fallecido, presunto padre,
es no haber engendrado esa creatura, no ser ese el padre de
quien reclamó anteriormente la paternidad, cuestión por
entero diferente del medio probatorio.

La confusión conceptual es evidente e inabordable.


No puede compartirse desde la estructura del
razonamiento judicial y de la lógica jurídica que se
sostenga y se dé a entender que la causa la
constituye, simplemente, la prueba con la cual se
ensambló el caso, pues una cosa es la causa, remota o
próxima, sea cuál sea, y otra, bien diferente, los

46
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

medios persuasivos establecidos por el ordenamiento


adjetivo para probar los hechos.

En ese contexto, el artículo 75 del Código de


Procedimiento Civil impone como requisito necesario
de toda demanda dar «[l]os hechos que sirvan de
fundamento a las pretensiones, debidamente
determinados, clasificados y numerados» (num. 6°), y,
al tiempo, en capítulo separado «[l]a petición de las
pruebas que el demandante pretenda hacer valer»
(num. 10°). Es el mismo legislador quien distingue
esas dos categorías diferentes, sin apostar por
revoltijos.

Son los primeros, los que constituyen, en


últimas, la causa petendi, donde el petitum encuentra
su razón de ser y logra una explicación. Las segundas,
en cambio, son solo herramientas probatorias,
diseñadas por el ordenamiento para que las partes
lleven al debate judicial los fundamentos fácticos
vertidos en el acto introductorio, los cuales, junto con
las súplicas, constituyen la causa y el objeto del
proceso. En este orden, las pruebas son apenas
medios, luminarias, a través de las cuales, por
ministerio de la ley, es dable acercar al pleito o
descubrir el factum, encontrar la causa en el escenario
judicial, cualquiera sea su cualificación.

47
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

No empece, la existencia de sentencia


ejecutoriada de declaración de paternidad, Gustavo
Arnulfo Martínez Echeverry, impugnó su paternidad
respecto de Jennifer Andrea Martínez Celis, porque estimó
no ser su progenitor biológico, y en vista de que en el de
acá, las demandantes, hermanas de aquél, de igual modo
impugnan esa paternidad, bajo el entendido de que él no es
el padre, apoyadas en la prueba de ADN, ninguna duda
cabe que entrambos contenciosos existe plena identidad, no
solo de causa, sino también de objeto. El sustrato de la
súplica en ambos casos no es la forma como el
conocimiento de lo fáctico arriba al proceso –prueba
antropoheredobiológica en el primero y prueba de ADN en el
segundo–, sino el mero hecho de ser, al decir de los
promotores de uno y otro asunto, Gustavo Arnulfo el
procreador de la menor demandada (o la inversa),
afirmación ésta que engendra, en sí misma, la razón
esencial, el motivo verdadero, y tal vez el único, de la
impugnación, el cual no puede ser visto, bajo ninguna
perspectiva, como una causa remota, o distante dentro de
un cúmulo de causas que pudieran concurrir a sustentar
una impetración en tal sentido.

Cuanto se averigua en contiendas de la señalada


estirpe es si su promotor concurrió a la concepción del
individuo de la especie humana (art. 92, C. C.). La forma, la
manera, los sistemas, los mecanismos a través de los cuales

48
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

se busca llevar al proceso ese hecho (la participación del


padre actor en la concepción de la contraparte), es
meramente accidental; y no constituye, desde ningún punto
de vista, causa, remota ni próxima, ni de ninguna especie,
de nada. Es una mera forma de establecer la cuestión
fáctica.

Si, en términos de la Real Academia Española, causa


es aquello que se considera como fundamento u origen
de algo, el motivo o razón para obrar, palmario es que al
basarse los dos litigios, el pasado promovido por el directo
responsable, padre de la menor, y el presente por las
hermanas de él, en un mismo fundamento fáctico, el cargo
no estaba llamado a prosperar y, por ende, la Corte no ha
debido quebrar el fallo recurrido en casación, el cual, por
las razones expuestas, tuvo por configurada la excepción de
cosa juzgada.

«(…) [A]dviértese que el artículo 332 del Código de Procedimiento Civil


prevé que la sentencia ejecutoriada dictada en un proceso contencioso
tendrá esa fuerza siempre y cuando la nueva controversia: a) verse
sobre el mismo objeto, b) se funde en la misma causa, y c) que
entrambos procesos haya identidad jurídica de partes. A propósito de
este principio la Corte ha hecho ver cómo el citado precepto introduce
“la trilogía que estereotipa, tradicionalmente, en materia civil, su
conocida estructura, a saber: objeto, causa y partes”, en la que “el
objeto,... consiste en ‘… el bien corporal o incorporal que se reclama, o
sea, las prestaciones o declaraciones que se piden de la justicia...’
(CLXXII, 21), o en ‘… el objeto de la pretensión’ (cas. civ. 30 de octubre
de 2002, exp.#6999) y la causa, en ‘…el motivo o fundamento
inmediato del cual una parte deriva su pretensión deducida en el
proceso’ (CLXXVI, 153, reiterada en cas. civ. 24 de julio de 2001,
exp.#6448)”; estos dos elementos -ha dicho- “constituyen entonces ‘…
el límite objetivo de la cosa juzgada, que comprende dos aspectos: el

49
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

objeto decidido, de un lado; y del otro, la causa invocada para lograr la


decisión, que si bien están entre sí íntimamente relacionados,
responden sin embargo a dos cuestiones diferentes: sobre qué se litiga
y por qué se litiga’ (se subraya; CLXXII, 20 y 21)” (sentencia 082 de 12
de agosto de 2003, exp.#7325)» 14.

En las sentencias T-352 de 15 de mayo de 2012, T-997


de 2003, T-1226 de 2004, T-584 de 2008, T-888 de 2010,
entre otras, la Corte Constitucional, en forma ilógica, y con
la deleznable idea de proteger el derecho de los menores
implicados en los pleitos allí envueltos a la filiación a tener
una familia, artificiosamente consideró que cuando se
promueve un segundo, tercero o cuarto proceso de
impugnación de la paternidad, en el cual se aduce un
medio probatorio, para probar esa impugnación, distinto de
aquellos que obraron y se hicieron actuar en las causas
anteriores sobre el mismo tema, no opera la cosa juzgada,
creyendo y dando a entender, equivocadamente, que ese
nuevo medio probatorio es, per se, la causa de ese segundo,
tercero o cuarto litigio, confundiendo así la causa que sirve
de fundamento a lo deprecado, con la forma, los
instrumentos, los mecanismos establecidos por el legislador
para llevar al proceso la verdad.

En ese sentido, en el primero de los pronunciamientos


recién identificados dijo:
14
CSJ SC. Sentencia SC 050 de 10 de junio de 2008, Radicación #11001-31-10-004-
2000-00832-01. Estas nociones generales ya había sido expuestas por la Sala en la
sentencia No. 139 de 24 de julio de 2001, reiterando doctrina anterior. Igualmente en
la Cas. Civ., sentencia del 5 de julio de 2005, expediente No. 1100131030011999-
01493.

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

“Corresponde a esta Sala establecer si la Sala Cuarta de Decisión de


Familia del Tribunal Superior de Medellín vulneró los derechos
fundamentales al debido proceso, al acceso a la administración de
justicia, a la filiación, a la familia, al libre desarrollo de la personalidad
y a la dignidad del señor William de Jesús Restrepo, debido a que
declaró la existencia de cosa juzgada en el proceso de filiación
extramatrimonial que inició contra Marco Emilio Zuluaga Velilla, pese a
que en este nuevo proceso se practicó una prueba de ADN que arrojó
como resultado un 99,999999993% de probabilidad de paternidad.

“Así mismo, la Sala debe determinar si la Sala de Decisión de Familia


del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá vulnera los
derechos al debido proceso, al acceso a la administración de justicia, a
la vida digna y al buen nombre del señor Juan, al imputarle la
paternidad de la niña María por cuestiones procesales, pese a existir
una prueba de ADN que demuestra que no es el padre biológico de la
menor.

“Para resolver estos problemas jurídicos, la Sala analizará: i) la


procedencia excepcional de la acción de tutela contra providencias
judiciales; ii) los requisitos generales de procedencia excepcional de la
acción de tutela contra providencias judiciales; iii) los requisitos
especiales de procedibilidad excepcional de la acción de tutela contra
providencias judiciales; iv) el defecto procedimental por exceso ritual
manifiesto como causal específica de procedencia de la acción de tutela
contra providencias judiciales; v) el defecto fáctico como causal
específica de procedencia de la acción de tutela contra providencias
judiciales; vi) la violación directa de la Constitución como causal
específica de procedencia de la acción de tutela contra providencias
judiciales; vii) los presupuestos para la existencia de cosa juzgada; y
viii) la importancia de la prueba genética como expresión del derecho
de acceso efectivo a la administración de justicia, búsqueda de la
verdad y prevalencia del derecho sustancial. Con fundamento en estas
consideraciones se procederá a decidir el caso concreto.

“Las decisiones que adoptan los jueces como administradores de


justicia, buscan poner punto final a las diversas controversias. Por
tanto, dichas soluciones hacen tránsito a cosa juzgada, es decir, que
una vez el juez natural del asunto debatido tome una decisión, ésta
resulta inmutable, vinculante y definitiva, por consiguiente, los
funcionarios judiciales no pueden pronunciarse o decidir sobre un caso
que previamente fue resuelto en el marco de un proceso judicial.

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

“En efecto, la cosa juzgada propende por la seguridad jurídica y la


certeza del derecho debatido, en la medida en que evita que se reabra
el estudio de un asunto que anteriormente fue examinado y decidido
por un juez de la República, y asegura la estabilidad y certidumbre de
los derechos que son declarados o reconocidos a través de una
sentencia en firme.

“En este orden de ideas, “no debe perderse de vista que el derecho,
desde la modernidad política, es la alternativa de legitimación del
poder público y que tal carácter se mantiene a condición de que resulte
un instrumento idóneo para decidir, de manera definitiva, las
controversias que lleguen a suscitarse pues sólo de esa forma es
posible definir el alcance de los derechos y crear las condiciones
necesarias para su adecuado disfrute. De allí el valor de cosa
juzgada de que se rodean las sentencias judiciales y la
inmutabilidad e intangibilidad inherentes a tales
pronunciamientos, pues de no ser así, esto es, de generarse una
situación de permanente incertidumbre en cuanto a la forma
como se han de decidir las controversias, nadie sabría el
alcance de sus derechos y de sus obligaciones correlativas y
todos los conflictos serían susceptibles de dilatarse
indefinidamente. Es decir, el cuestionamiento de la validez de
cualquier sentencia judicial resquebrajaría el principio de
seguridad jurídica y desnudaría la insuficiencia del derecho
como instrumento de civilidad”15. (Negrilla en el texto).

“Con fundamento en estas características, la Corte ha señalado que la


institución de la cosa juzgada cumple al menos dos funciones: una
negativa, que consiste en prohibir a los funcionarios judiciales conocer,
tramitar y fallar sobre lo ya resuelto, y una función positiva, que es
proveer seguridad a las relaciones jurídicas 16.

“Así las cosas, para que se pueda hablar de la existencia de cosa


juzgada, es necesario que la controversia que se lleva hasta las
instancias judiciales verse sobre los mismos hechos y las mismas
pretensiones discutidos previamente en un proceso judicial, y que sean
las mismas partes (demandante y demandado) quienes reabran la
discusión del asunto que fue fallado en una sentencia judicial en firme.

“Ahora, si bien se ha planteado que la cosa juzgada le da estabilidad a


las relaciones jurídicas, por lo que, ante las mismas partes, los mismos
hechos y las mismas pretensiones, no se puede hacer uso del aparato
jurisdiccional para volver a debatir un asunto que fue fallado

15
Sentencia T-745 de 2011. M.P. Nilson Pinilla Pinilla.
16
Sentencia C- 220 de 2011. M.P. Jorge Ignacio Pretelt Chaljub.

52
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

previamente por un juez, lo cierto es que resulta posible que, existiendo


identidad de partes e identidad de pretensión, si los hechos resultan
distintos o nuevos, se abra la posibilidad de discutir nuevamente el
caso decidido.

“Esto se ha reconocido por la Corte Constitucional en diversas


ocasiones. En muchos casos, como los que se mencionarán a
continuación, el Alto Tribunal si bien explícitamente no hizo alusión a
dicha figura, de manera implícita sí reconoció que no existe cosa
juzgada cuando posteriormente a la decisión tomada, aparece
una prueba que no se tuvo en cuenta para la resolución inicial
del caso, lo cual hace que el interesado vuelva a hacer uso del
aparato jurisdiccional, y obliga al juez a estudiar nuevamente
la controversia.

“A continuación se pasará a mencionar los casos en los que la Corte ha


reconocido implícitamente que la aparición de una nueva prueba,
puede y debe reabrir un proceso decidido previamente a través de una
sentencia judicial, cuando ésta tenga el poder de cambiar el sentido
del fallo. Lo anterior, en virtud de que en estas situaciones no se
configura la cosa juzgada pues se está frente a las mismas partes y a
las mismas pretensiones, más no frente a los mismos hechos, ya
que, precisamente, el nuevo material probatorio hace que las
circunstancias fácticas del caso cambien.

“Entonces, cuando existe identidad de partes e identidad de


pretensión, pero no de hechos, no hay cosa juzgada, y se abre la
posibilidad de discutir nuevamente la controversia. En este sentido, la
Corte Constitucional ha reconocido que esta hipótesis se
configura, entre otros supuestos, cuando aparece una prueba que
no se tuvo en cuenta para la resolución inicial del caso y que
cambia por completo la decisión tomada, lo cual hace posible que
el juez vuelva a estudiar el asunto, en aras de la protección de los
derechos de los interesados17.

Con la tesis sembrada por el Tribunal Constitucional,


adoptada en la decisión de la que me distancio, en lugar de
proteger los más caros derechos fundamentales de los
menores, niños y niñas, en últimas, se destruyen filiaciones
establecidas válidamente, y los afectados han de soportar el

17
Sentencia T-352 de 2012. M.P. Jorge Ignacio Pretelt Chaljub.

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

quebrantamiento de su personalidad y el resquebrajamiento


de su dignidad humana, en tanto por cuenta de una
decisión que pulveriza el principio de la seguridad jurídica,
al romper una paternidad o una maternidad declarada
judicialmente, con todos los traumas que ello conlleva.

2.2. Desconoce la doctrina del legítimo


contradictor. El artículo 403 del Código Civil señala
que legítimo contradictor en la paternidad es el padre
contra el hijo. Como el primer proceso de impugnación
de la paternidad fue promovido por el progenitor,
Gustavo Arnulfo Martínez Echeverry, contra la hija,
Jennifer Andrea Martínez Celis, significa que esa
causa se entrelazó, tramitó y finiquitó con el legítimo
contradictor, o sea, el padre de la menor.

Las acciones de estado civil, en vida del presunto


padre, deben proponerse en su contra, o por éste,
pues es el legítimo contradictor por pasiva o por activa
según el caso; pero a su muerte, los llamados a
afrontarla, son su cónyuge o compañera o sus
herederos.

Al haberse adelantado dicho asunto con él, claro


es, no podía iniciarse un nuevo contencioso por nadie,
pues a partir de la ejecutoria de la sentencia dictada
en el mismo, cualquier persona que quisiese promover

54
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

un segundo pleito carecería de legitimación en la


causa, en tanto el debate sobre el tema –la
paternidad– se agotó con quien conforme a la ley era
el legitimado, dicho en palabras del propio legislador,
con el legítimo contradictor. A partir de esa definición
toda persona, excepto el mismo hijo ya mayor de
edad, carecerá de derecho para volver a intentar
acción judicial semejante. Otra cosa es que en vida el
progenitor no haya intentado la acción, pues en tal
supuesto, a su fallecimiento, la tendrán sus
herederos, según autorización legal.

Como el tema relacionado con la paternidad de


Gustavo Arnulfo Martínez Echeverry respecto de
Jennifer Andrea Martínez Celis, quedó agotado al
alcanzar firmeza el fallo dictado en el asunto
adelantado por aquél, las demandantes de ahora
carecían, y carecen, de legitimación en la causa, en
tanto el ejercicio de una acción judicial de esa índole
no estaba dentro de sus derechos subjetivos. La
legitimación en la causa, dice la Corporación, es

«(…) entendida como «la facultad o titularidad que le asiste a una


determinada persona para exigir de otro el derecho o la cosa
controvertida, por ser justamente quien debe responderle», ya que se
trata de una cuestión propia del derecho sustancial, cuya ausencia
deriva en un fallo adverso a lo perseguido con el pleito, como lo señaló
la Corte en SC 23 abr. 2007, rad. 1999-00125-01 y SC 3 jun. 1997,
CXXXVIII, págs. 364 y ss.» 18.

18
CSJ SC. Sentencia SC-14658 de 23 de octubre de 2015, Radicación #11001-31-
03-039-2010-00490-01.

55
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

No es posible que habiéndose adelantado ya un caso


entre los legítimos contradictores –el padre y la hija– la
jurisdicción del Estado, en este caso representada por la
Corte Suprema de Justicia, habilite y legitime, a las
hermanas de aquél para intentar un nuevo debate judicial
sobre la misma causa y sobre el mismo objeto.

En lo sucesivo los mismos demandantes que hayan


perdido procesos anteriores, o sus causahabientes a título
universal o singular, promuevan nuevas controversias
judiciales articuladas sobre la misma causa, pero
amparados en el hecho de ser distintas las pruebas
respecto de aquellas de las cuales se valieron en el pleito
anterior, desencadenando una de nuevas demandas y de
procesos sobre una misma causa.

Es claro, el medio probatorio, cualquiera que sea, tiene


significación y juega papel cardinal en la decisión de
conflictos jurídicos en tanto y en cuanto incorpore un
contenido que se relacione, directa o indirectamente, con la
causa petendi y/o el petitum del respectivo debate; mas no
para que por sí solo sea la causa o las súplicas de una
demanda o los hechos de una excepción. Es equivocado
entonces sostener, cual se hace en la sentencia de la que
me aparto, que «(…) la demanda tiene como fundamento de

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

la pretensión de impugnación de la paternidad el examen de


ADN (…)» (hoja 20).

2.3. Impertinencia de la acción de impugnación


para desquiciar un asunto fallado en una previa acción
de investigación de paternidad que hizo tránsito a cosa
juzgada material por no haber sido objeto de casación ni
de revisión. Desnaturalización de las dos acciones

La filiación, término proveniente de filius, filii, es la


relación o vínculo jurídico que existe entre padres e hijos o
entre procreante y procreado, adoptante y adoptado. Es el
grado de parentesco entre padre o madre e hijo, o la
relación de descendencia entre dos personas. Es un derecho
fundamental que estructura el estado civil, proporciona la
identidad de la persona, genera obligaciones recíprocas de
orden público que no pueden ser variadas por las partes. Es
el derecho a esclarecer la verdadera filiación, pudiendo
quien acciona obtener certeza de quiénes son sus
verdaderos padres, mediante la impugnación o reclamación
del estado civil.

La acción de investigación de paternidad es la que se


promueve para reclamar la paternidad o la maternidad, por
ello es una acción positiva

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

La impugnación es una acción negativa, encaminada


al desconocimiento de la paternidad o de la maternidad
para hallar la verdad y ajustarse a la realidad; y si se trata
de la filiación extramatrimonial, su propósito es desconocer
el reconocimiento realizado por el reconocedor.

Estando definido ya en sentencia judicial el estado civil


de la menor o de un hijo, entre quienes fueron parte en el
primer proceso correspondiente a la acción de investigación
de paternidad que adelantó la abuela de la nieta, aquélla
sentencia adquirió una irrevocable declaración de certeza.
En efecto, habiéndose promovido esa demanda declarativa
por la abuela representando a su nieta, porque la madre de
la creatura también era menor, y dictada sentencia judicial
estimatoria de la paternidad, que el juez de segunda
instancia confirmó, compelía al demandado, de no estar de
acuerdo con el fallo de investigación de paternidad, acudir
en casación, o ejecutoriada la sentencia formular la
respectiva revisión. Sin embargo, el padre no lo hizo.

Empero, sí promovió ulteriormente una acción de


impugnación para desconocer aquélla sentencia de
investigación ejecutoriada y en firme. En éste segundo
litigio se dio por demostrada la existencia de cosa juzgada
en las dos instancias; itérase, el actor de esta acción
negativa fue el demandado del primer pleito de
investigación, y declarado padre judicialmente en él.

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

De consiguiente, no era atendible ni aceptable


procesalmente por la judicatura que estando obligado el
actor de esta impugnación de paternidad al agenciamiento
perentorio del recurso de casación o ya, estando
ejecutoriada la sentencia primigenia, al extraordinario de
revisión en contra de ese fallo estimatorio de la paternidad,
ante la aparición de prueba nueva, por cuanto de tajo se
soslayaba los medios principales de defensa que le ofertaba
el ordenamiento. Claro, no se está anatematizado el control
de tutela, cuando se han agotado los medios ordinarios o
extraordinarios.

Permitir que existiendo cosa juzgada sobre el estado


civil de la menor consignado en una sentencia, luego esta se
aniquile con una acción de impugnación. Esto constituye
un auténtico despropósito procesal. El único recurso que
procedente contra sentencias ejecutoriadas, ante la
existencia de pruebas nuevas, no conocidas al tiempo del
fallo, es el de revisión, no la promoción de un nuevo juicio
negativo de estado, porque una sentencia no puede
desvanecerse mediante otro proceso de igual linaje.

En efecto, el medio para abatir una sentencia


ejecutoriada es el recurso de revisión o excepcionalmente la
acción de tutela por vías de hecho, exterminando sus
presunciones de acierto y de legalidad. No empece, se

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

tramitó una primera acción de impugnación contra la


sentencia de declaración de paternidad, atentando contra la
seguridad jurídica y afectando la necesidad política de dar
certeza de las relaciones jurídico sociales, judicialmente
resueltas. Esa primera acción negativa se falló dando por
demostrada la existencia de cosa juzgada, que confirmó el
Tribunal.

No obstante, nuevamente se intentó, enseguida ahora


por las herederas del fallecido, en pos, no de proteger
determinado estado civil, sino esencialmente con definidos
propósitos económicos la nueva demanda de impugnación
de paternidad para destruir la declarada en aquélla
sentencia inicial, a fin de recoger la herencia del declarado
padre, ante su fallecimiento, por causa de la inexistencia
otros herederos de mejor derecho. En efecto, como
causahabientes del fallecido, concurren ahora sus
hermanas.

De consiguiente, si ya en la primera impugnación se


había declarado la existencia de la cosa juzgada, la
sentencia de casación debió abogar por la misma
declaración, ante la preeminencia de la regla res iudicata
por veritate habetur, todo lo cual traduce prohibición para
los jueces de resolver de fondo conflictos ya juzgados con
decisiones en firme, que se presumen ajustadas al
ordenamiento legal.

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

Era improcedente la acción de impugnación porque la


parte actora no estaba legitimada en la causa, no como
presupuesto procesal, sino como un aspecto de derecho
sustancial que consiste en la identidad de la persona del
demandante, con la persona que tiene la titularidad del
derecho reclamado y en la persona del demandado con la
persona que está obligada en forma correlativa a satisfacer
el derecho.

La impertinencia de la nueva acción salta de bulto. Se


recuerda que la impugnación de la paternidad, lo puede ser,
en el caso de la filiación matrimonial, frente a la presunción
de legitimidad que cobija a los hijos concebidos y nacidos
dentro del matrimonio para destruir la presunción pater is
est quem nuptiae demostrant, pasaje pauliano recogido por
los compiladores justinianeos en el Digesto D: 2, 4, 5 y
traído tal cual a los códigos civiles modernos; o respecto de
aquéllos, que son legitimados ipso iure: por el matrimonio
posterior de sus padres, por haber sido concebidos antes
del matrimonio, pero nacidos en él; y de los legitimados
también, reconocidos por sus padres antes del matrimonio,
pero cuyos padres, posteriormente se casan; así mismo, la
de los ya reconocidos, antes del matrimonio, porque este
acto legitima al hijo por el solo hecho del casamiento, sin
necesidad de consentimiento ni de voluntad expresa del
hijo; y por supuesto, abarca también la legitimación
voluntaria, que se presenta en la prueba de registro civil de

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

matrimonio o por escritura pública posterior a las nupcias


de los padres.

Pero también procede la impugnación, frente a la


filiación extramatrimonial, fundada en el reconocimiento
voluntario de los hijos extramatrimoniales.

Ahora bien, ocupó la atención de la Sala, la


impugnación no del reconocimiento voluntario, ni de la
legitimación, sino de la declarada en sentencia judicial.

Para entender, porque hay carencia de legitimación en


la causa, en este caso, y consiguiente impertinencia de la
acción de impugnación, debe comprenderse, que el presente
juicio de impugnación de la paternidad, se enfila contra la
filiación de un hijo extramatrimonial declarada en sentencia
judicial ejecutoriada; pero de ninguna manera tiene que ver
con la impugnación del reconocimiento voluntario de un
hijo extramatrimonial o de la legitimación.

La impugnación de la paternidad extramatrimonial se


apoya en el art. 5 de la Ley 75 de 1968, y pretende
desconocer la manifestación voluntaria del individuo
dirigida a reconocer como hijo suyo a una persona frente a
la cual pasa a ocupar el estado de padre, acto que se
caracteriza, entre otras peculiaridades, por ser

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

eminentemente personal, voluntario, expreso e irrevocable.


La impugnación allí prevista remite a los arts. 248 y 335 del
C.C.

Desde la entrada en vigencia de la Ley 45 de 1936 en


su art. 2, el reconocimiento del hijo extramatrimonial es
irrevocable, de modo que no puede dejársela sin efecto, por
la mera voluntad del reconocedor, principio ratificado por el
art. 1 de la Ley 75 de 1968, significando que no es arbitrio
del reconocedor arrepentirse, por acto voluntario o por el
mero querer de la parte, por tratarse de un asunto que
atañe al orden público, por ser atributo de la personalidad,
inalienable, inescindible e imprescriptible, no sujeto al
carácter veleidoso o antojadizo del padre. Ello no obsta,
para ser impugnado por vía judicial, conforme a las reglas 5
de la Ley 75 de 1968, 248 y 335 del C.C., pues el
ordenamiento deja a salvo su derecho a impugnarlo
judicialmente para correr el velo de la inexactitud del
reconocimiento. Pueden hacerlo, quienes tengan interés
pecuniario o moral actual, y por tanto, éste interés actual,
debe establecerse en cada caso concreto, que bien puede no
coincidir con la fecha del reconocimiento de modo
inevitable, el cual puede aflorar o emerger con
posterioridad. Ese interés actual significa que está latente y
es imprescindible acudir a la decisión judicial para obtener
la abrogación de esa filiación porque no se puede decidir
privada o individualmente ni en consenso por quien efectuó
el correspondiente reconocimiento dada su naturaleza

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

irrevocable. Pero se trata de la impugnación prevista para el


caso del reconocimiento voluntario, y nada más.

Cuando hay sentencia judicial, la fuente del


reconocimiento del hijo es la misma ley por medio del fallo
que impone la declaración de filiación, y no se trata de la
confesión como decisión personal del reconocedor para
aceptarse como padre, cuando como acto voluntario y libre
reconoce como hijo a quien no lo es, siendo necesaria la
notificación al reconocido para que la acepte o repudie. Esta
formalidad no ocurre cuando por medio de sentencia
judicial se declara como padre a quien no lo ha hecho
voluntariamente.

Lo expresado frente al reconocimiento, pone en


evidencia, dos circunstancias diferentes y antagónicas,
porque en una hay reconocimiento voluntario fundado en la
confesión con la obligación de ser notificado el reconocido; y
esta confesión entraña la aceptación de la existencia de
relaciones sexuales entre el reconociente y la madre del
reconocido por la época en que se presume la concepción de
éste; mientras que en la declaración judicial de paternidad
se trata de la imposición de la paternidad a quien rechaza
reconocer voluntariamente esa paternidad que se le
reclama, sin que se exija la obligación de notificar al
reconocido la declaración en sentencia realizada. Siendo
diametralmente opuestas las dos formas como se llega a la
filiación de un hijo extramatrimonial, no puede creerse que
la impugnación sea un instituto idóneo para destruir,

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

también el reconocimiento declarado por un tercero, el


Estado a través del juez, en una sentencia judicial.

La impugnación del reconocimiento de hijo, lo es con


respecto al reconocimiento voluntario y no respecto de la
declarada en juicio, porque la impugnación se dirige a
desvirtuar que el reconocido no ha podido tener por padre a
quien realizó el reconocimiento, anclado en la confesión de
relaciones sexuales entre el padre y la madre para la época
de la concepción, y no como mecánica para destruir una
sentencia con efectos de cosa juzgada.

Pues bien, si la impugnación es la acción dirigida a


obtener una declaración judicial destinada a negar la
paternidad atribuida respecto de determinada persona,
relacionada cuando se trata de hijos extramatrimoniales
con el reconocimiento que de tales hijos se ha realizado por
parte del padre, deviene como corolario necesario, que
cuando la declaración de paternidad se ha realizado por
medio de sentencia, impertinente “in toto” es la acción de
impugnación de paternidad. Nada más racional, las
sentencias se destruyen por vía de los recursos o
excepcionalmente por el de revisión, pero no por el camino
de otra acción diferente a este último.

Como se ha venido pergeñando, la impugnación es el


proceso mediante el cual se desconoce la paternidad que un
individuo tiene respecto a otro en virtud de presunción de
legitimidad, por reconocimiento o por legitimación. Cuando

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

hay sentencia judicial, no ha existido legitimación ni


reconocimiento voluntario del hijo, de modo que cuando la
declaración de paternidad se realizó por decisión judicial lo
procedente es discutir la misma por vía de los recursos que
el legislador consagra para cada caso concreto, no mediante
el gestionamiento de un nuevo proceso, destinado
exclusivamente, a debatir o a desconocer el reconocimiento,
impugnando la paternidad cuando se trata de hijos
extramatrimoniales, pues tal derecho lo tuvo el presunto
padre, cuando fue notificado de la investigación de
paternidad, escenario durante el cual debió oponerse y
solicitar las pruebas respectivas para desconocer la
paternidad que se le imputa, o interponer los recursos de
ley.

El art 5 de la Ley 75 de 1968, dispone: “El


reconocimiento solo podrá ser impugnado por las personas
en los términos y por las causas indicadas en los artículos
248 y 335 del Código Civil”.

Y los artículos 248, modificado por el artículo 11 de la


Ley 1060 de 2006, y 335 ejúsdem, precisamente señalan:

“Art. 248. En los demás casos podrá impugnarse la paternidad


probando alguna de las causas siguientes:

“1. Que el hijo no ha podido tener por padre al que pasa por tal.
“2. Que el hijo no ha tenido por madre a la que pasa por tal,
sujetándose esta alegación a lo dispuesto en el título 18 de la
maternidad disputada.
“No serán oídos contra la paternidad sino los que prueben un
interés actual en ello, y los ascendientes de quienes se creen con

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

derechos, durante los 140 días desde que tuvieron conocimiento de la


paternidad.

“Art. 335. La maternidad, esto es el hecho de ser una mujer la


verdadera madre del hijo que pasa por suyo, podrá ser impugnada
probándose falso parto, o suplantación del pretendido hijo al
verdadero. Tiene derecho de impugnarla:

“1.El marido de la supuesta madre y la misma madre supuesta,


para reconocer la legitimidad del hijo;
“2.Los verdaderos padre y madre legítimos del hijo, para
conferirle a él, o a sus descendientes legítimos, los derechos de familia
en la suya
“3.La verdadera madre para exigir alimentos al hijo”.

La expresión subrayada del art. 5 de la Ley 75 de


1968, al señalar que el reconocimiento sólo podrá ser
impugnado, en forma indiscutible, clara y sin rodeos,
circunscribe y limita el espacio y el marco jurídico dentro
del cual se ubica la impugnación de la paternidad de los
hijos extramatrimoniales, limitándola al acto jurídico
voluntario lícito de quien reconoce y no a otra clase de
actos. La impugnación es una acción con respecto al
“reconocimiento” voluntario de los hijos, pero de ningún
modo está cobijando en su exacto sentido, como lo hace la
sentencia de la que disiento frente a la Sala mayoritaria, la
posibilidad de impugnar, mediante la respectiva acción de
estado, las declaraciones de paternidad proferidas en
sentencia de fondo ejecutoriada. Extender la impugnación
del estado de hijo cuando la declaración se ha producido en
sentencia judicial resulta ajeno al espíritu del texto 5 de la
Ley 75 de 1968 que reservó en forma expresa la
impugnación, exclusivamente para el reconocimiento
voluntario de hijos extramatrimoniales, y no para otra clase

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

de actos, sino solamente para los actos jurídicos


unilaterales, luego notificables al reconocido, pero de
ninguna manera para los actos jurisdiccionales.

2.4. Tampoco, desde el contexto de la propia


impugnación de la paternidad, se escrutó en la
sustitutiva si era dable, acceder a las súplicas por
cuanto desde cualquier hito que se tomara para estimar
si era oportuna o no la acción, esta se hallaba caducada.

La caducidad es un plazo extintivo perentorio e


improrrogable y automático previsto por ley que fija su
principio y fin, y por lo tanto no depende del juez ni de las
partes, pero impide el ejercicio de un derecho por causa de
la inactividad de la parte al permitir que transcurra el
término previsto por la ley para activarlo; corresponde a un
fenómeno objetivo extintivo por falta de ejercicio del derecho
en el término previsto por la ley, con independencia de
razones subjetivas, de la voluntad o del capricho de las
partes.

Ahora bien, si se entendía como legítima la acción,


debió ventilarse por imperativo de las normas sustanciales
y del art. 306 del C. de P. C., reiterado en el 282 del C. G.
del P., si la acción se encontraba o no caducada. Aceptando
en gracia de discusión que el demandante estaba asistido
de interés jurídico para hacerlo, desde cuando se le declaró
padre; y por lo tanto, ejecutoriada la sentencia contaba con
140 días para la tempestiva impugnación. Al no haberlo

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

hecho así, su acción aparece expresamente caducada. Si se


trataba de aceptar que la acción de impugnación era la
pertinente, la Sala debió dar por demostrado que el interés
actual surgió para el actor para promover la impugnación
desde cuando quedó vinculado y obligado legalmente a los
deberes de padre, por causa de la declaratoria judicial
ejecutoriada de paternidad. En esas condiciones la
demanda ni siquiera debió ser admitida, pues cuando se
presentó se hallaba más que caducada; empero, por haber
sido tramitada, se imponía declarar la caducidad en el fallo
sustitutivo que profirió esta Sala.

La caducidad es una institución de orden público


gobernada por preceptos de obligatorio cumplimiento, de
modo que no puede esquivarse, para ignorándola, proceder
a la aplicación directamente de la Constitución con
desconocimiento del plexo normativo que la estructura, bajo
el argumento, de que por causa de estar probada con
prueba técnica o científica, la ausencia de paternidad o la
incompatibilidad genética entre padre e hijo, así los
términos de caducidad se materialicen, la impugnación
resulta próspera, y de la misma manera, para inferir que de
ese modo se afirman los derechos de los niños, niñas y
adolescentes. No: proceder de esa forma, quebranta la
seguridad jurídica y la confianza legítima.

Ciertamente existen premisas constitucionales que


protegen los derechos de los niños, niñas y adolescentes,

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

como el art. 44 de la Constitución, según el cual: “Son


derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad
física, la salud y la seguridad social, la alimentación
equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y
no ser separados de ella, el cuidado y amor, la educación y
la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión.
Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia
física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación
laboral o económica y trabajos riesgosos. Gozarán también
de los demás derechos consagrados en la Constitución, en
las leyes y en los tratados internacionales ratificados por
Colombia”. Sin embargo, las disposiciones constitucionales
no están haciendo tábula rasa de los términos legales.

En la sustitutiva, no obstante, siendo tarea oficiosa de


la Corte, no se analizaron los términos de caducidad frente
a la impugnación de la paternidad, resquebrajando el
sistema jurídico y las disposiciones del C.C. modificadas
por la Ley 1060 de 2006, las cuales aún no han sido
derogadas.

La prevalencia de la Constitución no significa que no


deban aplicarse las disposiciones de orden legal, porque
éstas, como en el caso concreto, en el cual se discutió la
impugnación de la paternidad, también hallan soporte en
las mismas disposiciones superiores que protegen los
derechos de los niños y de las personas en general. Así por

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

ejemplo, la caducidad declarada en juicio, protege los


derechos de los niños a continuar con un padre o una
madre; a reclamar alimentos de quien voluntariamente lo
reconoció o lo legitimó, a impetrar los derechos previstos
por la ley sustancial para los hijos reconocidos voluntaria o
judicialmente. En situaciones como las del presente juicio,
estando demostrada la caducidad, no podía inaplicársela
por el prurito, de defender los derechos fundamentales de
los niños, pues muy al contrario, éstos resultarían
menoscabados, y a fortiori si de paso no se investiga quién
en verdad es el presunto padre biológico.

Ello significa, que si en materia de “acciones de


estado”, no resultan tolerables los términos de caducidad,
al reflejarse como derrotables con fundamento en una
errónea interpretación de la supremacía constitucional,
deviene necesaria una reforma legislativa que de una vez
por todas, abra la puerta indiscriminadamente a las
acciones judiciales de estado con independencia y con
prescindencia de cualquier término legal para su
formulación. Sin embargo, aventurar esta ruta, sería
encontrarnos con una autentica caja de Pandora.

2.5. No debatió la esencia de la titularidad del


derecho fundamental a la verdadera filiación, a la
verdadera paternidad y a la verdadera maternidad en el
marco temporal. El estado civil es imprescriptible,
indisponible e inembargable, y ello guarda simetría con los
derechos fundamentales de que son titulares los verdaderos

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

hijo, padre o madre, para quienes en verdad sus derechos a


la verdadera filiación, a la verdadera paternidad o a la
verdadera maternidad son imprescriptibles, no sujetos a
caducidad y pueden ser reclamados en cualquier tiempo.

El Código Civil no pisotea las premisas


constitucionales, por el contrario, es vanguardista en la
protección de los derechos fundamentales de las personas y
de la familia, pero abogando con reciedumbre y firmeza por
la seguridad, la autenticidad y la verdad. En ese ámbito el
art. 217, y ahora fortalecido con la modificación que el
introdujo el art. 5 de la Ley 1060 expresa: “El hijo podrá
impugnar la paternidad o la maternidad en cualquier tiempo.
En el respectivo proceso el juez establecerá el valor
probatorio de la prueba científica u otras si así lo considera.
También podrá solicitarla el padre, la madre o quien acredite
sumariamente ser el presunto padre o madre biológico”. Este
precepto guarda armonía esencial con el art. 406 ejúsdem
cuando asienta: “Ni prescripción ni fallo alguno, entre
cualesquiera otras personas que se haya pronunciado, podrá
oponerse a quien se presente como verdadero padre o madre
del que pasa por hijo de otros, o como verdadero hijo del
padre o madre que le desconoce”.

De consiguiente la caducidad afecta en todo momento


a quien no es el verdadero padre, a quien no ostenta la
calidad de verdadera madre, y a quien no es el verdadero
hijo, incluyendo sus causahabientes. Por antonomasia, el

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

derecho fundamental que despedaza el tiempo se radica en


cabeza de aquéllos titulares calificados del 217 y 460 del
C.C., no en otros. Los únicos derechos vigentes,
imprescriptibles, indisponibles e inembargables son los del
hijo para reclamar su real y verdadero estado civil, así como
los del verdadero padre o madre, derechos y calidad de la
que carecen los demandantes en esta acción.

Otro aspecto, que no puede apabullar con lo razonado


anteriormente, surge de la posibilidad del art. 6 de la Ley
1060 del 2006, que modificó el art. 218 del C. C., al
permitir a quienes no ostentan las calidades antedichas,
solventar la caducidad, cuando autoriza al “(…) juez
competente que adelante el proceso de reclamación o
impugnación de la paternidad o maternidad, de oficio o a
petición de parte, vinculará al proceso, siempre que fuere
posible, al presunto padre biológico o la presunta madre
biológica, con el fin de ser declarado en la misma actuación
procesal la paternidad o la maternidad, en aras de proteger
los derechos del menor, en especial el de tener una
verdadera identidad y un nombre”.

Pero la sentencia de la que disiento, ninguna de tales


premisas reúne, ni tampoco aboga por una solución de esta
clase, porque tampoco dispone la convocatoria perentoria
del presunto padre biológico, a fin de proteger los derechos
de la verdadera filiación.

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

No destellaban razones constitucionales y de los


derechos de los niños, en la hipótesis objeto de decisión. No
podía desconocerse el orden legal en la materia, so pretexto
de encontrar la verdad, ya que aun cuando la prueba arroja
“relativamente” que el hermano fallecido de las
demandantes no es el padre, conforme al imperativo del art.
218 del C.C., modificado por el art. 6 de la Ley 1060 de
2006, debió ordenarse la convocatoria del padre biológico
para que desconocida la paternidad se hubiese investigado
y declarado en el mismo juicio la paternidad biológica con el
verdadero padre. Simplemente se adelantó un juicio para
auxiliar a quienes desconocieron la autoridad judicial que
devenía de la cosa juzgada del primer juicio, dejando
huérfana y sin padre, a quien válidamente acudió y obtuvo
sentencia favorable. Bien pudo la Sala declarar la nulidad
de la actuación pero no lo hizo, persistiendo entonces la
adulteración del orden jurídico del derecho de la filiación.
Insisto, no se citó al verdadero padre o no se indagó
por éste, no empece, la perentoria exigencia de la Ley 1060
de 2006. Si no se cita, a quien ahora debe aparecer como
verdadero padre, al declararse próspera la impugnación, un
hijo queda al vaivén, sin apoyo de quien como sujeto de
derecho debe cumplir por disposición legal con las
obligaciones y atributos que dimanan de la paternidad,
porque ahora no lo es, y por lo tanto, no está obligado
legalmente para quien aparece como su hijo. Muy distinta
sería la situación, si de modo paralelo, al paso como se

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

demuestra probatoriamente el desconocimiento de la


paternidad se investiga la misma calidad de quien ha de ser
el verdadero padre, porque mientras la sentencia
reconocerá la impugnación, también declarará la
paternidad frente al verdadero padre.

Y en el punto, digo que el causante “relativamente”


aparece que no es el padre, porque no hubo demostración
de la observancia de la cadena de custodia en la prueba de
ADN, aducida en casación. Además, se violentó el
consentimiento de la hija por parte del padre para la
evacuación de la misma y no se dispuso decreto alguno
sobre la información de las transfusiones de sangre que con
antelación a la prueba se efectuó el padre amotinado contra
la decisión inicial que así lo declaró, circunstancia
determinante en la prueba técnica.

2.6. El cargo único fue presentado por la vía


directa de la causal primera del artículo 368 del
Código de Procedimiento Civil. Contradice la doctrina,
uniforme y reiterada, amén de inveterada, de la Corte,
según la cual en un cargo propuesto por la vía directa,
al casacionista le es vedado discutir cuestiones
fácticas y probatorias. Por supuesto, la sentencia
pudo defender la tesis de la casación oficiosa para
resolver la cuestión, sin embargo, no lo hace,
pudiéndolo, e irrazonadamente desde la estructura

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

formal de la casación, prescinde de la arquitectura del


recurso.

Es doctrina añeja de esta Corte, la de «(…) que en


el planteamiento de un cargo propuesto por la vía directa de
causal primera de casación ‘‘la actividad dialéctica del
impugnador tiene que realizarse necesaria y exclusivamente
en torno a los textos legales sustanciales que considere no
aplicados, aplicados indebidamente, o erróneamente
interpretados; pero, en todo caso, con absoluta prescindencia
de cualquier consideración que implique discrepancia con el
juicio que el sentenciador haya hecho en relación con las
pruebas’’ G. J., t. CCXII, pag. 34)» 19.

En la decisión, contrariando esa uniforme e


invariable posición doctrinaria, aunque reconoce que
el cargo se propuso por la senda recta y que fue
sustanciado por los recurrentes aduciendo yerros
probatorios, prefirió hacer caso omiso de la regla 4 de
la Ley 169 de 1896.

2.7. Filiación fenómeno sociocultural antes que


biológico. Finalmente, hoy no resulta claro, que la familia,
la paternidad, la maternidad o la filiación deba anclarse
necesariamente en la prueba científica, o deba claudicar
acríticamente ante el fuerte autoritarismo con que se

19
CSJ SC. Auto AC de 16 de diciembre de 2008, Radicación #2003-00091-01.

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

pregona la verdad científica como si sus conquistas fueran


un todo acabado, última palabra. Siempre en el horizonte
de la ciencia hay posibilidades de variar por los rápidos
adelantos y los nuevos descubrimientos, de tal manera, que
cuanto ayer aparecía como verdadero hoy puede ser falso;
por ello, justamente el legislador colombiano, en el art. 1 de
la Ley 721 de 2001 señala: “Mientras los desarrollos
científicos no ofrezcan mejores posibilidades”. El juez por
tanto, debe estar alerta ante las rutas científicas, no solo
por las conclusiones provisionales que apareja la
investigación científica, sino ante las constantes
eventualidades de arrebatar la autenticidad, la originalidad
y la verdad en los laboratorios con los datos objeto de
análisis, por ejemplo, recuérdese las transfusiones a las que
aludí anteriormente o la debilidad en la cadena de custodia.
Pero esencialmente en el marco de la construcción de la
familia, siempre existirán principios y valores supremos,
que desbordan muchas veces lo científico, vgr. el amor y
solidaridad, en procura de hacer familia, edificar paternidad
o maternidad o de labrar filiación.

Debe comprenderse que la filiación no es propiamente


un hecho biológico, estadístico o científico tal cual lo
consideran fuertes tendencias jurisprudenciales, como la
prohijada por esta sentencia y por un puñado de fallos de la
Corte Constitucional colombiana, que han sobrevalorado el
dato meramente estadístico del ADN, resquebrajando
familias. Pruebas como las propias que utilizan la “técnica
del DNA con el uso de marcadores genéticos” no se han

77
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

realizado sobre la totalidad de los eventuales padres, sino


sobre un porcentaje que no arroja toda la certeza de ciencia.
Ningún examen de laboratorio ha certificado que la
certidumbre de compatibilidad o incompatibilidad con esa
técnica u otra similar, realizada entre padres e hijos hasta
el momento haya arrojado el cien por ciento de
certidumbre, porque al menos – en el estado actual del
arte-, siempre existirá la posibilidad de que una persona
sea excluida como padre o madre en cada caso, razón por la
cual, por ejemplo, en el colombiano, la Ley 721 de 2001,
habla de “probabilidad de parentesco”.

Ver la cuestión de ese modo, entraña un criterio


parcial y desacertado por cuanto la filiación es,
principalmente un fenómeno socio cultural con efectos
jurídicos que vincula a las personas por el parentesco de
consanguinidad, de afinidad o civil, y muchas otras
relaciones que no son captadas por la ley, pero que existen
realmente. ¿Cómo entender la propia adopción, el
parentesco de afinidad matrimonial o extramatrimonial, la
donación consentida, las técnicas de reproducción asistida
(Inseminación artificial, fecundación in vitro, inyección
intracitoplasmática de espermatozoides, la filiación surgida
por la donación altruista de semen, de óvulos y de
embriones ante problemas de fertilidad, etc.), los
reconocimientos complaciente o de crianza?

Entonces pueden surgir contradicciones del dato


científico con el diario vivir, con la ética social, con la

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

solidaridad, con el propio derecho como cuando se


desquicia la cosa juzgada, cuyas dicotomías, las más de las
veces pueden degenerar en una clara desprotección de los
derechos y en injusticias para quienes fueron declarados o
reconocidos hijos inicialmente. Con la decisión de la que me
aparto, la Sala, en vez desterrar una tesis equivocada, la
legitima, en perjuicio del derecho fundamental de Jennifer
Andrea Martínez Celis a tener una filiación (art. 44, C. P.),
con evidente desconocimiento del postulado universal,
según el cual los derechos de los niños prevalecen sobre los
derechos de los demás (art. 44, ib.). En derredor, muchos
de los casos que versan sobre la cuestión corresponden a
niños y niñas a los cuales decisiones de este linaje los dejan
al desamparo en un país tan sufrido como el nuestro.

Las formas de composición familiar como espacios


vitales de crianza de seres humanos, de incorporación y
socialización de pautas sociales y por las mezclas de todo
orden; generan múltiples formas de familia. Paralela,
consecuencial y causalmente forjan los correspondientes
modos de filiación, los cuales se relacionan directamente
con el respectivo modelo familiar al que pertenecen o se
integran, motivo por el cual, también éstos son
heterogéneos. De tal manera que encontramos, a manera de
singularización: 1. Estructuras familiares fincadas en el
acto matrimonial, 2. Familias nacidas de la unión marital,
3. Familias surgidas de la unión concubinaria; 4. Familias
ensambladas donde uno o ambos integrantes tienen hijos

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

provenientes de relaciones previas diferentes o de vínculos


disueltos, denominados “aportados”; 5. Familias
monoparentales de un solo progenitor; 6. Familias con hijos
provenientes de adopción; 6. Familias de crianza o con hijos
de crianza que son recepcionados, cuidados y educados
durante un período considerable y que están separados de
la familia biológica; pero que hacen parte en forma
permanente de la familia de crianza etc. Nótese, con
independencia del vínculo existente, son diversas clases de
familia, que cumplen las funciones socioculturales tocantes
con ella, y del mismo modo en el ámbito de la filiación, los
deberes y derechos que la institución apareja; modalidades
todas que demandan protección legal y constitucional.

En esa perspectiva, no apuesta la Sala, pudiendo, por


ejemplo, por el reconocimiento discrecional, de crianza o
complaciente, que se presenta cuando un hombre de
manera libre, voluntaria y espontánea, decide reconocer a
un hijo (a) como suyo, teniendo pleno conocimiento de que
biológicamente no es así, con fundamento en lazos afectivos
para procurarle una protección con todos los cuidados y
derechos en el seno de una familia. El juez del Estado
constitucional debe ser cuidadoso porque decisiones
estrictamente jurídicas, por el culto a la ley, o por criterios
de autoritarismo científico, carentes de contenido psíquico y
de fraternidad, marginan el afecto, el respeto, la solidaridad,
la comprensión y la protección que surge o debe nacer entre
quienes no son hijos por consanguinidad o por adopción y
han formado un vínculo de hecho. En la decisión no se

80
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

contempla que la convivencia, el cuidado y la educación que


se prodiga como hijo a quien no lo es, genera un fuerte lazo
afectivo, superior inclusive, al de la relación de un hijo con
su padre o madre biológicos.

La figura jurídica ha sido reconocida en algunos países


latinoamericanos en el contexto social actual, logrando el
empoderamiento de las diversas formas de familia, en
procura de transformar y marchitar la tesis tradicionalista y
excluyente del vínculo consanguíneo, como única forma
para adquirir el parentesco, dando paso a la protección de
los derechos constitucionales y legales de aquellos hombres
y mujeres que por diversas razones han sido acogidas por
personas con las que no tienen ningún parentesco, pero que
pese a ello han forjado una unión estrecha y creativa, nueva
y solidaria, pletóricas de relaciones paterno–filiales sólidas.

En Colombia la Ley 1098 de 2006, permite el


reconocimiento de los hijos del otro cónyuge o compañero,
cuando en ocasiones se conforman parejas con mujeres que
ya tenían hijos y el nuevo esposo llega a desempeñar la
labor de padre de esos menores, caso en el cual el
ordenamiento jurídico permite la adopción adquiriendo así
de manera legal todos los derechos, deberes y obligaciones
como padres e hijos, o en últimas, abogando por tenérseles
como hijos de crianza.

81
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

Sin embargo, no hay duda, existen detractores del


reconocimiento discrecional o complaciente, por las
inconveniencias que puede generar, por la carencia de
estatuto jurídico claro, por prejuicios culturales y familiares
o por los perjuicios que puede entrañar. Por supuesto,
nacen problemas que deben ser resueltos, en casos tales
como en la regulación de visitas de estos hijos, en la
tenencia y cuidado personal o en la participación en la
sucesión. Empero, son mayores los beneficios para esos
hijos, pues contaran con la posibilidad de ser
salvaguardados por una familia que los ama, por encima de
cualquier vínculo legal.

El punto, no puede ser esquivado porque son múltiples


las hipótesis que el Estado y sus jueces deberán enfrentar
en esta cuestión; como para citar las consecuencias que
surgen con sentencias del talante como la presente, cuando
prospera por la omnipotencia de la prueba científica la
ruptura del vínculo que en principio otorgó un
reconocimiento voluntario o una declaración de paternidad,
pero que ahora queda rota, ante el imperio tal vez irracional
de la prueba científica, afectando la personalidad y el futuro
del hijo que antes había sido admitido en igualdad de
condiciones a otros hijos en el seno de la familia nuclear, así
haya sido por fuerza de unas decisiones judiciales.

82
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

Si una persona ha desarrollado vínculos afectivos con


quienes debieron o pudieron acogerlo por fuerza del
consentimiento o de las decisiones judiciales y luego es
fracturado ese lazo por otra nueva decisión judicial, esos
padres se tornan jurídicamente “cuidadores de hecho”; de
tal modo, que al sobrevenir de un momento a otro una
decisión judicial inesperada que aniquila esa conexidad
familiar hasta entonces vigente, la consecuencia inmediata
de la ruptura, quiérase o no, sin duda, representa un
quebrantamiento psíquico y una perturbación que afecta el
interés superior del reconocido, menoscabando los derechos
fundamentales al separarlo de su familia. Pero es mucho
más traumático cuando elimina el vínculo paternal por la
prosperidad de la impugnación, sin restablecerlo con el
verdadero padre, como ocurre en el grueso de casos de
impugnación. Claro, muchas veces, sino en todas, la
literatura jurisprudencial afirma en forma quimérica bajo
una discursiva constitucional, que procura el loable fin de
restituirlo a su familia biológica, pero es nada más eso,
porque en la realidad ello no acontece. En el punto, en
verdad corresponde al juez ponderar, para otear, como dice
la Corte Constitucional: “(…) la persona que asume como
propias las obligaciones que corresponden a los padres de
los menores de edad actúa según el principio de solidaridad,
convirtiéndose en un co-padre de crianza por asunción
solidaria de la paternidad del menor”20.

20
COLOMBIA, CConst. Sentencia T-074 del 22 de febrero de 2016.

83
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

Un verdadero Estado constitucional y social de derecho


contemporáneo, por medio de sus jueces y de sus
autoridades debe ponderar y medir hasta cual punto del
límite puede llegar en la solución del caso, sin que la nueva
situación generada colapse, por prohijar un exacerbado
culto a la prueba científica en el ámbito familiar cuando del
parentesco defenestrado se trata.

Recientemente la Corte Constitucional, en el mismo


antecedente antes citado21, en tesis que comparto sin
reticencia, no aquella otra que apuesta por hacer tábula
rasa de los términos de caducidad, se pronunció sobre la
relevancia de la familia extensa, los hijos de crianza y su
relación con el principio de solidaridad. En la acción
constitucional promovida por Miguel Antonio Camargo
Peña, en representación de su menor hijo Yocimar Stiben
Camargo Talero, contra Fondo de Prestaciones Económicas,
Cesantías y Pensiones –FONCEP- abogó, para que a
Yocimar Stiben Camargo Talero le fueran protegidos los
derechos fundamentales a la seguridad social, el mínimo
vital, la protección a la familia y la vida en condiciones
dignas, por cuanto el abuelo de Yocimar Camargo, menor
de 14 años en condición de discapacidad, se hizo cargo del
menor y de su hijo Miguel Antonio Camargo, desde el 2006,
hasta el 29 de diciembre de 2012, fecha en la cual falleció;
por tal motivo se solicitó la pensión de sobrevivientes.

21
COLOMBIA, CConst. Sentencia T-074 del 22 de febrero de 2016

84
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

El Juez de primera instancia, denegó las


pretensiones de la demanda22; apelado el fallo por la parte
gestora, la Sala Laboral del Tribunal de Bogotá, confirmó la
decisión de primer grado.

Se insistió al Alto Tribunal Constitucional la revisión


del expediente para que se pronunciara sobre la viabilidad
de que los hijos de crianza de los abuelos pudieran acceder
a la sustitución pensional.

La Corte Constitucional sobre el particular, razonó:

“En materia de seguridad social no existe precedente que


reconozca a los hijos de crianza como beneficiarios de la
pensión de sobrevivientes. Sin embargo, la Corte Constitucional
en reiteradas ocasiones ha protegido a las familias que surgen
por vínculos diferentes a los naturales y jurídicos.

“Esta protección constitucional de la familia también se


proyecta a aquellas conformadas por madres, padres e hijos de
crianza; es decir, a las que no surgen por lazos de
consanguinidad o vínculos jurídicos, sino por relaciones de

22
“(…) el Juzgado Séptimo Laboral del Circuito de Bogotá negó el amparo solicitado,
al considerar que si bien es cierto que el abuelo del menor Yocimar Stiben Camargo, el
señor Luis María Camargo, colaboraba económicamente al menor, esto no quiere decir
que éste haya quedado completamente desamparado pues cuenta con la presencia
de su padre sobre quien recae la obligación de proveer lo necesario para su hijo.
Igualmente, consideró el juez de primera instancia que los padres, por su calidad,
adquieren una serie de derechos y obligaciones frente a sus hijos, los cuales derivan
de la patria potestad, por esto, le corresponde al señor Miguel Antonio Camargo el
cuidado personal de la crianza de su hijo, situación que involucra la obligación de
mantenerlo y alimentarlo, de educarlo e instruirlo. Finalmente recuerda el juez que la
patria potestad es irrenunciable, por lo que no le es dado al padre del menor afirmar
que éste último es hijo de crianza del señor Luis María Camargo. Así mismo, asevera
que del acervo probatorio no es posible concluir el tipo de discapacidad y el porcentaje
de pérdida de capacidad laboral del señor Miguel Antonio Camargo. (…)”

85
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

afecto, respeto, solidaridad, comprensión y protección 23. Lo


anterior, puesto que el concepto de familia se debe entender en
sentido amplio, e incluye a aquellas conformadas por vínculos
biológicos, o las denominadas “de crianza”, las cuales se
sustentan en lazos de afecto y dependencia, y cuya
perturbación afecta el interés superior de los niños 24.

“La Corte ha señalado en su jurisprudencia, que se vulnera la


unidad familiar y el desarrollo integral y armónico de los
menores de edad cuando se desconocen las relaciones que
surgen entre padres e hijos de crianza, dado que la
Constitución Política proscribe toda clase de discriminación
derivada de la clase de vínculo que da origen a la familia, como
proyección del principio de igualdad dentro del núcleo familiar. 25

Empero, el concepto de familia de crianza no ha sido


desarrollado a fondo, por lo que la Sala de Revisión considera
necesario profundizar en dicha figura, toda vez que la misma
tiene un contenido vago e indeterminado. Para esto, la Sala
expondrá la jurisprudencia existente sobre el particular,
dividiéndola en dos líneas o ejes temáticos que se evidencian en
el precedente, esto es: (i) reconocimiento y protección del vínculo
que se forma entre las personas que componen la familia de
crianza como criterio para determinar la permanencia de los
menores de edad en hogares sustitutos y, (ii) la protección del
vínculo que se genera, y como consecuencia, el reconocimiento
de prestaciones y/o indemnizaciones.

“En materia de reconocimiento y protección de los vínculos que


surgen entre las personas que componen las familias de
crianza, en Sentencias T-587 de 1998, T-893 de 2000 y T-497
de 2005, la Corte Constitucional estudio casos en los cuales
examinó la permanencia de menores de edad en hogares
sustitutos. En esas oportunidades concluyó que se vulnera la
unidad familiar, el desarrollo integral y armónico de los
menores de edad, cuando se desconocen las relaciones de
afecto, respeto, solidaridad y protección que surgen entre
padres e hijos de crianza. Adicionalmente, la Corte señaló que
en aquellos casos en los que se han consolidado lazos de apego
entre un niño y su familia de hecho se considera que para todos
los efectos legales, la familia de crianza del menor es el grupo
familiar digno de protección constitucional.

23
Ver sentencia T-606 de 2013
24
Ver sentencia T-497 de 2005
25
Ver sentencias T-893 de 2000 y T-497 de 2005

86
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

“En el mismo sentido, la Corte en Sentencia T-292 de 2004


revisó un caso en el cual una menor fue entregada
voluntariamente por sus padres biológicos a los accionantes,
quienes educaron y cuidaron a la menor como su hija,
brindándole todo el apoyo y cariño necesario. Posteriormente, la
madre biológica de la menor inició actuaciones administrativas
tendientes a recuperarla, con la consecuencia de que la
Defensora de Familia del ICBF de Buga emitió un Auto en el
cual ordenó que la menor fuese ubicada en un hogar sustituto,
diferente al de sus progenitores biológicos. En esa oportunidad,
éste Tribunal Constitucional concluyó que:

“El derecho de los niños a tener una familia y no ser separados


de ella tiene una especial importancia para los menores de
edad, puesto que por medio de su ejercicio se materializan
numerosos derechos constitucionales diferentes, que por lo
tanto dependen de él para su efectividad: es a través de la
familia que los niños pueden tener acceso al cuidado, el amor,
la educación y las condiciones materiales mínimas para
desarrollarse en forma apta….Cuando un niño ha desarrollado
vínculos afectivos con sus cuidadores de hecho, cuya ruptura o
perturbación afectaría su interés superior, es contrario a sus
derechos fundamentales separarlo de su familia de crianza,
incluso si se hace con mirar a restituirlo a su familia biológica” 26

“De esta manera, se ha reconocido que la intervención del


Estado en las relaciones de las familias de hecho es
excepcional y se circunscribe a los casos en los que está de por
medio la permanencia de los menores de edad en el seno de
una familia y cuando existan razones poderosas que justifiquen
dicha intervención, resaltando que:

“[L]a familia biológica está plenamente amparada por la Carta


Política. Sin embargo, lo anterior no implica que la familia que
se constituye al margen de los vínculos biológicos no sea
también objeto de protección constitucional (…)

26
Ver sentencia T-292 de 2004

87
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

“(…) En reiterada jurisprudencia 27, la Corte ha considerado que


el derecho a tener una familia constituye una condición para la
realización de los restantes derechos fundamentales del niño.
Lo anterior, no sólo porque los lazos de afecto y solidaridad que
suelen constituir dicha institución favorecen el desarrollo
integral de una persona, sino porque la propia Constitución y la
ley le imponen a la mencionada institución la obligación
imperiosa de asistir y proteger al menor a fin de garantizarle el
ejercicio pleno de sus derechos.” 28 (Subrayado fuera del texto
original)

“Por otro lado, en materia de reconocimiento de


indemnizaciones y/o prestaciones, en Sentencia T-495 de 1997
la Sala Cuarta de Revisión en una primera aproximación al
tema reconoció el derecho al pago de la indemnización que se
generó con ocasión de la muerte de un soldado, a sus padres
de crianza, teniendo como fundamento la relación familiar que
existía, puesto que los accionante acogieron al causante en su
hogar, a la edad de ocho años y siempre se encargaron de su
crianza y educación. De esta manera, la Corte reconoció que el
trato, afecto y la asistencia mutua que se presentaban dentro
del núcleo familiar, eran completamente análogos a los
predicados de cualquier tipo de familia formalmente constituida;
por lo que se generaban las mismas consecuencias jurídicas de
protección, toda vez que el artículo 228 de la Carta Política
establece que el derecho sustantivo prevalece sobre las
formalidades29. Al respecto, expresó:

“Surgió así de esa relación, una familia que para propios y


extraños no era diferente a la surgida de la adopción o incluso,
a la originada por vínculos de consanguinidad, en la que la
solidaridad afianzó los lazos de afecto, respeto y asistencia
entre los tres miembros, realidad material de la que dan fe los
testimonios de las personas que les conocieron.” (Subrayado
fuera del texto original)

“Así mismo, mediante las providencias T-606 de 2013, T-070 y


T-519 de 2015, las Salas Cuarta y Octava de Revisión
ampararon los derechos a la igualdad y a la protección integral
27
Cfr, entre otras, las Sentencias T-523/92 (M.P. Ciro Angarita Barón); T-531/92
(M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz); T-429/92 (M.P. Ciro Angarita Barón); T-500/93
(M.P. Jorge Arango Mejía); T178/93 (M.P. Fabio Morón Díaz); T-274/94 (M.P: Fabio
Morón Díaz); T-447/94 (M.P. Vladimiro Naranjo Mesa); T-217/94 (M.P. Alejandro
Martínez Caballero); T-278/94 (M.P. Hernando Herrera Vergara); T-290/95 (M.P.
Carlos Gaviria Díaz); T-383/96 (M.P: Antonio Barrera Carbonell).
28
Ver sentencia T-587 de 1998
29
Ver sentencia T-495 de 1997

88
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

de la familia de varios menores de edad, a cuyos padres de


crianza se les habían negado auxilios económicos contemplados
en las convenciones colectivas de las empresas donde
laboraban, al aducir, las entidades accionadas, que los hijos de
crianza y aportados no se encontraban cobijados por dicho
instrumento.

“De esta manera, las Salas de Revisión ordenaron que se


reconocieran a favor de ellos las prerrogativas que consagran
las convenciones colectivas de los lugares en donde sus padres
de crianza trabajaban. Las anteriores decisiones tuvieron como
fundamento el reconocimiento de la existencia de “núcleos y
relaciones en donde las personas no están unidas única y
exclusivamente por vínculos jurídicos o naturales, sino por
situaciones de facto, caracterizadas y conformadas a partir de
la convivencia y en virtud de los lazos de afecto, solidaridad,
respeto, protección y asistencia, y en las cuales pueden
identificarse como padres o abuelos de crianza a los cuidadores
que ejercen la autoridad parental (…)”30 (Subrayado fuera del
texto original)

“Así las cosas, es correcto señalar que de la presentación de la


jurisprudencia existente sobre el tema, se deducen las
siguientes conclusiones:

(i) “La protección constitucional de la familia se proyecta tanto a


las conformadas por lazos biológicos y legales, como a las
que surgen por las relaciones de afecto, respeto, solidaridad,
comprensión y protección.

(ii) “En todos los casos estudiados, se presenta un reemplazo de


la figura paterna o materna (o ambas), por los denominados
padres y madres de crianza, es decir, se reemplazan los
vínculos sanguíneos por relaciones materiales. Esto, dado que
los jueces reconocen una realidad, que en virtud de los
preceptos constitucionales debe ser protegida.

(iii) “El juez constitucional, con el fin de proteger la institución de


la familia, verificó en cada caso concreto, que efectivamente
existieran vínculos de afecto, respeto, solidaridad,
comprensión y protección. Adicionalmente, que por parte de
los integrantes de la familia, hubiera un reconocimiento de la
relación padre y/o madre, e hijo.

30
Ver sentencia T-606 de 2013

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

(iv) “De conformidad con el principio de igualdad, se derivan las


mismas consecuencias jurídicas para las familias de crianza,
como para las biológicas y las legales en cuanto acceso a
beneficios prestacionales.

“Fijadas las reglas, la Sala considera necesario analizar qué


sucede en los casos en que no existe una sustitución completa
de la figura paterna o de los vínculos con los ascendientes, sino
un acompañamiento compartido entre el padre biológico y un
miembro de la familia, quien asume las responsabilidades
económicas que en principio corresponden a los ascendientes
próximos de un menor, actuando no solo según el lazo y amor
que surge con la crianza, sino en virtud del principio de
solidaridad.

“Para esto, estima la Corte que en la presente providencia


resulta imperativo conjugar la figura de familia de crianza con
el precepto constitucional de la solidaridad.

(…)

“La Constitución de 1991 establece en su artículo 1º que


Colombia es un Estado Social de Derecho democrático,
participativo y pluralista, fundado en el respeto de la dignidad
humana, en el trabajo y la solidaridad. Al respecto, la Sentencia
C-459 de 2004 precisó que el principio de solidaridad se
despliega como un deber que pesa sobre el Estado y de todos
los habitantes del país. En este sentido, la Corte en Sentencia
C-287 de 1997 señaló:

“El deber de solidaridad del Estado ha de ser entendido como


derivación de su carácter social y de la adopción de la dignidad
humana como principio fundante del mismo. En virtud de tal
deber, al Estado le corresponde garantizar unas condiciones
mínimas de vida digna a todas las personas, y para ello debe
prestar asistencia y protección a quienes se encuentren en
circunstancias de inferioridad, bien de manera indirecta, a
través de la inversión en el gasto social, o bien de manera
directa, adoptando medidas en favor de aquellas personas que
por razones económicas, físicas o mentales, se encuentren en
circunstancias de debilidad manifiesta. Es claro que el Estado
no tiene el carácter de benefactor, del cual dependan las
personas, pues su función no se concreta en la caridad, sino en
la promoción de las capacidades de los individuos, con el objeto
de que cada quien pueda lograr, por sí mismo, la satisfacción
de sus propias aspiraciones. Pero, el deber de solidaridad no se

90
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

limita al Estado: corresponde también a los particulares, de


quienes dicho deber es exigible en los términos de la ley, y de
manera excepcional, sin mediación legislativa, cuando su
desconocimiento comporta la violación de un derecho
fundamental. Entre los particulares, dicho deber se ubica
en forma primigenia en la familia, dentro de la cual cada
miembro es obligado y beneficiario recíprocamente,
atendiendo razones de equidad”31 (negrilla fuera del texto
original)

“Por otro lado, la Corte Constitucional ha sostenido que la


solidaridad es un valor que en cuanto fundamento de la
organización política presenta una triple dimensión: (i) pauta de
comportamiento conforme a la cual las personas deben obrar;
(ii) criterio de interpretación en el análisis de las acciones y
omisiones de los particulares que vulneren o amenacen
derechos fundamentales; y (iii) límite a los derechos propios 32.

“Así, la solidaridad ha pasado de ser únicamente un precepto


ético, para convertirse en un valor, cuya función es
hermenéutica, y asegura la eficacia de los derechos
fundamentales, toda vez que permite a los jueces de tutela
determinar la conformidad de las acciones u omisiones de los
particulares según un referente objetivo, con miras a la
protección de los derechos fundamentales 33.

“Ahora bien, el numeral 2 del artículo 95 de la Carta Política


prevé que todas las personas residentes en Colombia deben
obrar según el principio de solidaridad social. Este mandato
constitucional permea todas las instituciones sociales,
principalmente a la familia.

“Así las cosas, la Sala referenciará algunas manifestaciones de


ese principio. Por ejemplo, en materia penal encontramos la
prohibición jurídica de obligar a las personas a declarar en
contra del cónyuge, compañero o pariente próximo, la cual tiene
como fundamento la protección de los lazos de amor, afecto y
solidaridad que se desarrollan al interior de la familia 34. La
Corte Constitucional en Sentencia C-029 de 2009 sostuvo que la
garantía de no incriminación de los parientes próximos atiende

31
Sentencia C-237 de 1997.
32
Ver Sentencias T-520 de 2003 y C-459 de 2004
33
Ver Sentencias T-520 de 2003 y T-810 de 2011
34
Ver sentencia C-848 de 2014

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

a la necesidad de amparar las relaciones de afecto y


solidaridad, evitando que las personas sean obligadas a
declarar en contra de quienes hacen parte de este núcleo de
individuos con los que se ha consolidado tal vínculo.

“De igual manera, el Sistema General de Seguridad Social


consagra como uno de sus principios la solidaridad, exigiendo
ayuda mutua entre las personas afiliadas, sin importar el
estricto orden generacional en el cual se encuentren 35. En
Sentencia T-867 de 2008, la Sala Cuarta de Revisión estableció
en materia de salud que las primeras personas llamadas a
satisfacer las necesidades de atención que requieran los
enfermos son los miembros de su familia, considerando los
lazos de afecto, soporte y ayuda mutua, y que dicha institución
constituye el soporte fundamental que contribuye a la
recuperación o estabilización de las personas.

“En conclusión, el principio de solidaridad se despliega como un


deber en cabeza del Estado, y de todos los habitantes del país,
obligando en primera medida a los miembros de la familia.
Igualmente, este principio tiene como fundamento la dignidad
humana y como fin la consecución de justicia. Así, la
solidaridad comporta tres facetas, esto es, como valor, que
impone al juez interpretar las normas conforme a este; como
principio, el cual es indispensable en la aplicación de las
cláusulas constitucionales; y como deber, el cual es exigible a
todas las personas que residen en Colombia.

(…)

“En los casos en que no existe un reemplazo de los vínculos con


los ascendientes de un menor, sino que una persona de la
familia asume las responsabilidades económicas actuando en
virtud del principio de solidaridad, y las relaciones materiales,
en principio, no nos encontraríamos frente a la figura de familia
de crianza como se ha reconocido tradicionalmente en la
jurisprudencia.

“No obstante, ello no impide que se protejan los derechos


fundamentales de un menor de edad, que adicionalmente se
halla en situación de discapacidad. Igualmente, encuentra la
Sala que los jueces constitucionales no pueden ser ajenos a la
realidad social, y que en casos como el que es objeto de estudio
se generan vínculos de afecto, respecto, solidaridad y apoyo
35
Ver sentencia T-111 de 2006

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Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

que se traduce en supervivencia y guarda de la dignidad, que


también reclaman reconocimiento y protección. Entonces, se
debe realizar una interpretación conforme de la Constitución, de
la expresión hijos, contenida en el artículo 47 de la Ley 100 de
1993, específicamente de acuerdo con el valor constitucional de
la solidaridad.

“En este orden de ideas, la Corte Constitucional reconoce que si


bien no existe una sustitución total de la figura
paterna/materna, la persona que asume como propias las
obligaciones que corresponden a los padres de los menores de
edad actúa según el principio de solidaridad, convirtiéndose en
un co-padre de crianza por asunción solidaria de la
paternidad del menor.

“Esta figura lo que busca es reconocer y brindar protección a los


lazos formados dentro de la familia, y comprende a los hijos de
crianza que conviven y/o teniendo una relación estable con sus
padres biológicos, otra persona de la familia asume las
obligaciones que corresponden a estos últimos, en virtud del
principio de solidaridad, y con quien el menor de edad genera
estrechos lazos de afecto, respecto, protección, asistencia y
ayuda para superar las carencias de sostenibilidad vital.

“Así las cosas, se concluye que la protección constitucional de la


familia se proyecta de igual forma a la familia ampliada36.
Igualmente, el juez constitucional, con el fin de proteger la
institución de la familia, debe verificar que en cada caso existan
efectivamente lazos de afecto, respeto, solidaridad, protección y
comprensión, así como la asunción de obligaciones, de manera
consistente y periódica, debidamente probada, que
corresponden a los padres biológicos, por otra persona de la
familia, en virtud del principio de solidaridad. Finalmente, se
derivan las mismas consecuencias jurídicas para las familias
conformadas por un co-padre de crianza por asunción
solidaria de la paternidad, como para las biológicas y las
legales, en lo referente a acceso a beneficios prestacionales.

36
Término acuñado en la Convención Sobre los Derechos del Niño de 1989. Artículo
5: “Los Estados Partes respetarán las responsabilidades, los derechos y los deberes
de los padres o, en su caso, de los miembros de la familia ampliada o de la
comunidad, según establezca la costumbre local, de los tutores u otras personas
encargadas legalmente del niño de impartirle, en consonancia con la evolución de sus
facultades, dirección y orientación apropiadas para que el niño ejerza los derechos
reconocidos en la presente Convención.”

93
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

“De esta manera, el reconocimiento y protección de esa relación


material que surge dentro de la familia, se extiende a todos los
ámbitos del derecho, por lo que es claro que los hijos de crianza
por asunción solidaria de la paternidad, son beneficiarios de la
pensión de sobrevivientes, al igual que los naturales y
adoptados, toda vez que la Ley 100 establece como
beneficiarios a los hijos del causante.

“Este reconocimiento encuentra fundamento en el principio de


solidaridad, y en la igualdad, ya que todos los hijos son iguales
ante la ley, y gozan de los mismos derechos y merecen una
protección similar.

“Adicionalmente, la naturaleza y finalidad de la prestación


misma permite la creación de esta regla puesto que el objetivo
de la pensión de sobrevivientes es amparar a los beneficiarios
de un afiliado al Sistema de Seguridad Social en Pensiones al
momento de su fallecimiento. Para así obtener una suma
económica que les facilite suplir el auxilio material con que les
protegía antes de su muerte37.

“En conclusión, resulta diáfano que en Colombia, como


consecuencia de la evolución de las relaciones humanas, y de
la aplicación del principio de solidaridad, existen diferentes
tipos de familia. Entonces, el derecho debe ajustarse a las
realidades sociales, de manera tal que reconozca y brinde la
protección necesaria a las relaciones familiares, donde las
personas no están unidas única y exclusivamente por vínculos
jurídicos o naturales, sino en virtud de los lazos de afecto,
solidaridad, respeto, protección y asistencia.

“De esta manera, la expresión “hijos”, contenida en el literal b


del artículo 47 de la Ley 100 de 1993 debe entenderse en
sentido amplio; es decir, incluye como beneficiarios de la
pensión de sobrevivientes los hijos naturales, adoptivos, de
simple crianza y de crianza, por asunción solidaria de la
paternidad. (…)”38.

Finalmente, concluyó:

37
Ver sentencia T-203 de 2013
38
COLOMBIA. Corte Constitucional. Sentencia T-074 del 22 de febrero de 2016 M.P.
Dr. Alberto Rojas Ríos.

94
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

“(…) En el presente caso, correspondió a la Sala de Revisión


determinar si se vulneran los derechos fundamentales de un
menor de edad en situación de discapacidad, con ocasión de la
negativa del Fondo de Prestaciones Económicas, Cesantías y
Pensiones –FONCEP- de reconocer y pagar la pensión de
sobrevivientes solicitada por su padre biológico el señor Miguel
Antonio Camargo, quien aduce que el menor de edad era hijo de
crianza del causante, el señor Luis María Camargo.

“La Corte concluyó que el artículo 47 de la Ley 100 de 1993


establece como beneficiarios del reconocimiento y pago de la
pensión de sobrevivientes, a los hijos del causante hasta los
dieciocho (18) años de edad y hasta los veinticinco (25) si se
encuentran estudiando. Para la Sala de revisión es claro que
éste artículo debe interpretarse a la luz del principio de
solidaridad, desarrollado en la jurisprudencia constitucional 39
que ha sido clara en reiterar que la protección a la familia se
extiende tanto a las familias conformadas en virtud de vínculos
jurídicos o de consanguinidad, como aquellas que surgen de
facto, atendiendo a razones en donde los lazos de afecto,
protección, auxilio y respeto son criterios que deben verificarse
en la conformación del núcleo familiar.

“Asimismo, esta protección se debe extender a las familias


ampliadas, es decir, aquellas familias de crianza por asunción
solidaria de la paternidad, casos en los cuales si bien no existe
un reemplazo de los vínculos con los ascendientes de un menor,
una persona de la familia, en virtud de los lazos de afecto,
respeto, solidaridad, protección y comprensión, asume las
responsabilidades económicas actuando en concordancia con el
principio de solidaridad.

“Todo lo anterior va sistemáticamente acorde con lo previsto en


la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el pacto
Internacional de Derecho Económicos, Sociales y Culturales 40 y
la Convención Sobre los Derechos del Niño de 1989, que prevé
específicamente la obligación por parte de los Estados Parte, de
proteger la familia ampliada.
39
Ver sentencias C-287 de 1997, C-237 de 1997, T-520 de 2003, C-459 de 2004 y
T-810 de 2011, entre otras.
40
Artículo 10. Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen que:

1. Se debe conceder a la familia, que es el elemento natural y fundamental de la


sociedad, la más amplia protección y asistencia posibles, especialmente para su
constitución y mientras sea responsable del cuidado y la educación de los hijos a su
cargo.

95
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

“En consecuencia, los hijos de crianza por asunción solidaria de


la paternidad son beneficiarios de la pensión de sobrevivientes,
al igual que lo son los hijos biológicos y adoptivos y de crianza
simple, toda vez que el derecho debe ajustarse a las realidades
jurídicas, reconociendo y brindando protección a aquellas
relaciones en donde las personas no se encuentran unidas
únicamente por vínculos jurídicos o naturales.

“En el caso objeto de estudio, después de valorar las pruebas,


la Corte ha establecido que el menor de edad Yocimar Stiben
Camargo Talero era hijo de crianza por asunción solidaria de la
paternidad, del causante, señor Luis María Camargo.

“Por las razones esbozadas en precedencia, la Sala revocará


los fallos proferidos en el trámite de la acción de tutela por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sala Laboral,
que confirmó la decisión del Juzgado Séptimo Laboral del
Circuito de Bogotá, por las razones expuestas en esta
providencia. En consecuencia concederá el amparo solicitado, y
ordenará al Fondo de Prestaciones Económicas, Cesantías y
Pensiones –FONCEP- reconocer y pagar la pensión de
sobrevivientes en favor del menor de edad Yocimar Stiben
Camargo Talero, como hijo de co-crianza del causante. (…)” 41.

Así las cosas, el derecho viviente del juez


constitucional, ante las injusticias contra los niños y
niñas abandonados, encuentran en el reconocimiento
de los derechos de la familia extensa y de los hijos de
crianza, un camino para materializar la Constitución,
independientemente del vínculo que haya generado la
relación paterno-filial.

Con toda consideración,


41
COLOMBIA. Corte Constitucional. Sentencia T-074 del 22 de febrero de 2016 M.P.
Dr. Alberto Rojas Ríos.

96
Radicación n° 73411-31-84-001-2010-00308-01

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

Magistrado

Fecha ut supra

97

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